LO MEJOR DEL AÑO
NARRATIVA ESPAÑOLA
La narrativa en forma de novelas y libros de cuentos en español ha tenido un año de lo más variado, sin que ninguna obra haya destacado sobremanera por su empeño literario, valentía estética y ambición argumental. Pero es justo destacar algunas de las más interesantes, que justifican en cualquier modo su recomendación. Es el caso de la novela Petit Paris (Anagrama), de Justo Navarro, ambientada en la capital francesa, en 1943, en el momento en que Alemania e Italia están perdiendo la guerra. Su protagonista se mueve entre gente peligrosa que se busca la vida para sobrevivir o trabajar para sus intereses egoístas: abogados y periodistas reconvertidos en espías de los servicios consulares de España o de la Gestapo en busca de republicanos españoles en fuga. El protagonista se verá envuelto en la investigación de una muerte sospechosa, como son sospechosos todos los que le darán información al respecto.
Candela (Espasa), de Juan del Val, es una sátira que le valió el Premio Primavera, tragicomedia urbana muy entretenida que toma un bar de barrio como escenario principal, con una protagonista, Candela, que no gana para disgustos y tiene una vida de lo más solitaria, trabajando en ese local junto a su madre y a su abuela, sin padre conocido ni relaciones serias en el horizonte. A partir de ese ambiente se paseaban por la novela todo una red de fracasados y marginales, con un tono humorístico que buscaba poner voz a aquellos más modestos pero también más puramente humanos, siquiera por su cualidad primaria.
Una oportunidad para conocer una novelada reivindicación del progreso humanista y el ecológico crecimiento económico fue El calentamiento global (Tusquets), el ameno suspense que envolvía una historia de crítica social de Daniel Ruiz. Se trataba de una historia de intrigas empresariales, reivindicaciones ecológicas y corruptelas políticas. El personaje principal es Federico Castilla, un alto ejecutivo de una multinacional energética que se ha asentado en una localidad mediterránea donde coinciden personajes de lo más curiosos: un ladronzuelo, el presidente de un banco de alimentos, una cantante y su hijo youtuber… Con ello el autor sevillano denunciaba el mundo laboral: la brecha salarial, el patriarcado, la conciliación familiar, el maltrato animal, el cambio climático o el egoísmo industrial, es decir, lo que hoy son asuntos candentes de difícil solución.
Eduardo Berti, con Faster (Impedimenta), texto breve e intenso, ofreció un ejercicio literario en que un narrador, tal vez él mismo, recordaba sus inicios como periodista en una Buenos Aires de los años setenta, antigua y precaria. El único aliciente es evocar una tarde en que él y su amigo Fernán (compañeros de colegio en un instituto bilingüe) pretendieron montar una revista, con el reto de entrevistar a un famoso corredor de Fórmula 1. Todo un viaje a la memoria personal en que el deporte, el amor por el idioma inglés y la afición a los Beatles y al rock argentino constituyen los consuelos de una vida gris. No hay trama en este libro, solo emociones y descripciones de personajes, y con ello el transcurrir del tiempo y la vida, su fugacidad y la melancolía que aparece tras los lejanos acontecimientos.
El último premio Nadal fue para , de otro autor argentino, , que compuso una novela de misterio a partir de un enigma: una página, escrita y fechada en el año 1863, que faltaba en el diario de , y que. «El crimen perfecto no es el que queda sin resolver —se dice al principio— sino el que se resuelve con un culpable equivocado». Esa frase es clave para el desarrollo de la trama, que da el protagonismo a la relación entre el escritor y la niña a la que fotografiaba, la pequeña Alice.
