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Lady Ruth Bromfield
Lady Ruth Bromfield
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Lady Ruth Bromfield

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About this ebook

En 1935, Ruth nació de una madre soltera judía en Alemania.

Temiendo la persecución nazi, Ruth fue enviada a Inglaterra en el "Kindertransport" para ser criada por un sacerdote de la Iglesia de Inglaterra.

Él la educó en la fe cristiana y, con ayuda, también en la fe judía.

Su fe guio su vida y le permitió construir puentes entre diferentes grupos, desde muy joven.

Siga su historia a medida que crece y se convierte en ingeniera en el Proyecto Hidroeléctrico de las Montañas Nevadas.

Su historia de seguro aumentará sus esperanzas y le mostrará cómo superar las diferencias que todos compartimos.

Una visión sensacional para superar la intolerancia religiosa y étnica.

LanguageEspañol
PublisherGordon Smith
Release dateSep 7, 2017
ISBN9781507186794
Lady Ruth Bromfield

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    Es un ejemplo de supervivencia y superación personal, y de cómo pierde lugar la discriminación de cualquier tipo.

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Lady Ruth Bromfield - Gordon Smith

Contenidos

Introducción

Una nueva vida comienza

Sir William Bromfield

La guerra llega a Millbrook

Ruth hace preguntas

Después de la guerra

De vuelta a la escuela

Sídney

El Plan Nevado

Vuelta a Londres

El Matrimonio y el IRA

La Unión

Un Nuevo Proyecto

El Ciclón

La Adquisición

En Busca de la Pobreza

El Nuevo Desafío de Ruth

Ruth, Presidente de Bromfield Industries

El Camino Por Delante

El Corredor Este-Oeste

Petróleo, Petróleo, Petróleo

La Solución Anti Terremoto

Se Concede la Aprobación del Proyecto Africano

El Programa Respeto - El Comienzo

El Bebé de Ruth

De Vuelta al Trabajo

El Programa Respeto Gana Apoyo

El Vaticano

El Éxito es Honrado

El Premio Nobel de la Paz

Epílogo

Un Mensaje a Mis Lectores

Introducción

Fue a finales del invierno de 1935, cuando una joven judía dio a luz a su bebé, en la ciudad alemana de Kitzingen. El padre de la niña, un soldado que había decidido que ser padre de una niña judía no lo ayudaría en su ascenso a través de las filas del ejército de Hitler, la abandonó. Su familia no la criticó, por el contrario, mostró comprensión y la apoyó durante el embarazo. Ella llamó a la niña Ruth. El abuelo de Ruth dirigía una exitosa empresa de ingeniería civil que hacía negocios con el fabricante británico Sir William Bromfield. Sir William pasaba la mayor parte de su tiempo visitando compañías alemanas que trabajaban con sus empresas de ingeniería. Su relación comercial se había convertido en una genuina amistad.

Para los judíos, la vida se volvía insoportable en Alemania, ya que era práctica habitual de cualquier oficial alemán de alto rango, tomar las pertenencias judías que deseasen. Los camisas marrones eran aún peores. Alegaban ser patriotas, pero no eran más que hooligans[1] y matones organizados sin ningún respeto por la vida humana o sus pertenencias, especialmente si eran judías. El gobierno seguía los clamores de Hitler sobre que todos los problemas de Alemania habían sido ocasionados por los judíos, y ahora, ¡era tiempo de pagar!

Cuando se apoderaron de la casa del abuelo de Ruth, la familia no tuvo dónde vivir así que se mudaron a la ciudad de Frankfurt, a unos 130 kilómetros de distancia. Los ayudó su amigo británico, Sir William. Parecía tener influencias ya que fue él quien les encontró habitaciones en Frankfurt. La madre de Ruth nunca supo de qué trabajaba, pero Sir William viajaba mucho, y ella los oyó a él y a su padre mencionar a su hermano en Inglaterra. Su hermano era ministro de la Iglesia de Inglaterra en una ciudad rural a unas tres horas al norte de Londres.

A principios de 1938, la situación se tornó completamente insoportable para la comunidad judía. Además del hostigamiento y las golpizas constantes, muchos fueron arrestados y encarcelados por no mostrar lealtad al partido nazi. Por otro lado, ahora les era imposible salir de Alemania. El abuelo de Ruth sufrió muchas palizas, y su abuela se transformó en un manojo de nervios. No habían podido ir a una sinagoga por más de seis meses, y el abuelo temía por Ruth y su madre.

Un día se desenvolvió una pelea justo fuera del edificio en el que vivían, y la policía arrestó al abuelo de Ruth. Poco después de ser liberado por la policía, la Gestapo llegó y lo arrestó, y nunca volvieron a verlo. La abuela de Ruth rogó a Sir William que lo ayudara. Él intentó encontrar algo de información, pero en cuanto empezó a llamar la atención hacia sí mismo, abandonó sus investigaciones. Al darse cuenta de que nunca volvería a estar con su marido e incapaz de soportar el dolor, la abuela de Ruth subió a la parte superior del edificio de cinco pisos y saltó.

La madre de Ruth estaba desconsolada. Ahora, había perdido a ambos padres a quienes amaba, y temía por la seguridad de Ruth. Se puso en contacto con William y le imploró ayuda y consejo. Él le contó sobre el movimiento 'Kindertransport', que fue creado por las comunidades judías y cuáqueras en Inglaterra, y que rescataba a los niños judíos.

Las leyes habían sido cambiadas para permitir que los niños judíos no acompañados entraran a Inglaterra, siempre y cuando tuvieran un padrino que se ocupara de ellos. Si la madre de Ruth la entregaba, significaría que no volvería a verla hasta después de la guerra. Después de varios días de intenso dolor, le pidió a Sir William que averiguara qué arreglos podía hacer.

Sir William tomó solamente dos días antes de volver con una respuesta. Su hermano, John Bromfield, aceptaría la responsabilidad de criar a Ruth hasta que se reunieran luego de la guerra.

Si bien era un ministro de la Iglesia de Inglaterra, John Bromfield prometió que Ruth aprendería sobre la fe judía durante su crianza. Si ella aceptaba la oferta, John las encontraría en la estación de Frankfurt el viernes siguiente. No se le permitiría dejar el tren, por lo que ella debería dejar a Ruth en los escalones del tren donde John la tomaría. John podría hablar con ella a través de la ventana antes de que el tren saliera hacia Holanda y el cruce del canal. Ella accedió a este acuerdo.

Sin embargo, este acuerdo la atormentó durante los siguientes días. ¿Qué pasaría si no volviera a ver a Ruth otra vez? ¿Era mejor que fuera criada por extraños que el riesgo de los horrores que el régimen Nazi parecía plantear?

La madre de Ruth estaba aún más preocupada por una gran pregunta. ¿Cómo arregló William todo tan rápido? William le dijo que cuando estuvo en Inglaterra por última vez, su hermano le dijo que:

El 15 de noviembre de 1938, cinco días después de la devastación de la Kristallnacht (la Noche del Cristal Roto) en Alemania y Austria, una delegación de líderes judíos y cuáqueros británicos apeló personalmente al Primer Ministro del Reino Unido, Neville Chamberlain. Entre otras medidas, solicitaron que el gobierno británico permitiera la admisión temporal de niños judíos no acompañados, sin sus padres.

John le indicó a Sir William que consideraría aceptar a uno de estos niños en su familia.

Cuando la madre de Ruth le dijo a Sir William que hiciera los arreglos,  éste le envió un mensaje a su hermano John, y la respuesta volvió enseguida. Sir William le dijo entonces que tenía contactos dentro de la Comunidad de Defensa Inglesa. Lo que no le dijo fue que en realidad era un agente de inteligencia encubierto.

Temprano en la mañana de aquel viernes, la madre de Ruth empacó un pequeño bolso con ropa junto con una reducida cantidad de comida para el viaje de Ruth. Ruth pensaba que iba a ir en tren en unas largas vacaciones con un hombre agradable, y que, un día cercano, mami se uniría a ella. Sir William caminó a la estación con ellas. Él estaba particularmente nervioso esa mañana y miraba continuamente sobre su hombro. Ruth tenía su tarjeta de identificación con una cinta alrededor de su cuello, y parecía feliz como cualquier niña de tres años lo estaría yendo de vacaciones.

Dado que había muchos padres despidiendo a sus hijos, la plataforma estaba abarrotada de gente. La mayoría se daba cuenta de que sería la última vez que estarían con ellos, y aun así, mantenían la esperanza por el futuro. Un contingente de soldados en la estación mayor al habitual no preocupaba a nadie.

Un frío helado se sintió en toda la plataforma mientras el tren entraba en la estación y, casi al mismo tiempo, el motor delantero se desprendía mientras otro se enganchaba en el extremo opuesto. Sir William divisó a John en la ventana abierta de un carro y, luego, se acercó a ella con Ruth y su madre.

En una conversación breve, John le aseguró a la madre de Ruth que él y su esposa, Madeline, cuidarían muy bien de Ruth. También le dijo que arreglaría con un rabino para que ayudara con su educación. Finalmente, la madre de Ruth se sintió aliviada de que su hija sería cuidada por personas buenas y comprensivas.  Sir William le había hablado a John previamente sobre la familia de Ruth, por lo que estaba al tanto del trauma que ella podría haber vivido.

Dos soldados estaban parados en cada una de las entradas del tren y verificaban la identificación de los niños antes de abordar. Había otros dos soldados en cada serie de escalones con sus rifles listos en caso de que los adultos intentaran abordar el tren, o de que cualquier pasajero intentara abandonarlo. John tomó a Ruth en sus brazos y juntos retornaron a su asiento, para que ella pudiera despedirse de su madre desde la ventana.

Los soldados mantenían una distancia de tres metros entre los padres y el tren, permitiéndoles hablar entre ellos, pero no tocarse.

Mientras el tren dejaba la estación, tres oficiales de la Gestapo agarraron a Sir William. John vio la escena con horror desde el carro y se horrorizó aún más cuando Sir William se liberó y los hombres de la Gestapo le dispararon. Si eso no fue lo suficientemente doloroso, cuando la madre de Ruth se agachó sobre William, los mismos hombres le dispararon en la cabeza, y pudo escucharlos riéndose y gritando: -¡Muere, puta judía!

Una nueva vida comienza

John dio gracias porque Ruth había estado distraída y no había visto a su madre ser asesinada. Ruth advirtió que John estaba murmurando casi en silencio con lágrimas en los ojos y haciendo la señal de la cruz. Él escondió su sufrimiento por el bien de Ruth.

El viaje a Rotterdam fue la primera oportunidad de John para conocer a Ruth. Si bien él había aprendido algo de alemán en la escuela, estaba agradecido porque William le había enseñado a Ruth algo de inglés básico. John pensaba que Ruth debería llamarle tío John, y que le presentaría a Madeline como tía Madeline. Fue un viaje lento y relativamente silencioso hasta que alcanzaron el cruce fronterizo cerca de Het Kwartier. La policía de la frontera holandesa era muy correcta, mientras que los alemanes examinaban exhaustivamente los documentos de cada pasajero. Éstos parecían fulminar con una mirada de repulsión a cada niño.

John estaba contento de que no hubieran revisado sus bolsos, dado que en ellos tenía los certificados de nacimiento de Ruth, su madre y sus abuelos. Entre otros documentos, había una declaración, que William había contrabandeado a Alemania, que le daba a John y Madeline la autoridad de actuar como los guardianes de Ruth. Su madre la había firmado y estaba atestiguada por un rabino muy respetado en Frankfurt. Ruth llevaba una credencial de identificación alemana colgando de su cuello, que le permitía realizar un viaje de ida fuera de Alemania.

Cuando llegaron al puerto de Rotterdam, la comunidad de cuáqueros holandeses había organizado mesas llenas de comida caliente. John vio esto como otro ejemplo de buena organización.

El barco que los llevaba a Folkestone en Inglaterra era una nave antigua. Un miembro inglés de la comunidad judía había pagado el alquiler de su propio bolsillo.

Ruth dormía en el barco, y cuando llegaron a Inglaterra, Madeline los estaba esperando en el dique.  El oficial de migraciones, dándose cuenta del trauma que los niños habían experimentado, solo miraba brevemente la identificación de cada uno antes de sellarla y dejarlos entrar a Inglaterra. Su única preocupación era que hubiera personas responsables apropiadas dispuestas a cuidar de ellos. Ruth y los Bromfield abordaron el tren que los llevaría a Londres en dos horas, donde deberían esperar tres horas por el tren a Millbrook.

Había sido un día inusualmente largo, y la niña de tres años de edad estaba completamente agotada. Incluso la excitación de un nuevo hogar con una habitación para ella sola no fue suficiente para mantenerla despierta. John y Madeline la observaron dormida en la cama, luego se arrodillaron y rezaron para que Ruth no volviera a ser testigo de más horror.

La mañana siguiente, Ruth despertó en un mundo completamente nuevo. Desde su habitación veía la luz del día y escuchaba las aves silbar fuera de su ventana. Por primera vez en su vida, dormía en una habitación toda para ella, y era un lugar hermoso. Había un jarrón de flores en una esquina y en la silla de la otra esquina se sentaba un oso de felpa enorme.  La puerta abierta y entró la tía Madeline.

-Goog morgen darling[2] -dijo ella-. Habe Sie eine gute sleep?[3]

Ruth se rio del acento extraño y respondió en inglés, -sí, gracias, dormí bien.

Madeline supo entonces que el idioma no sería un problema. Llevó a Ruth al baño y, luego de bañarla y lavarle los dientes, bajaron juntas a la cocina. John estaba sentado con su bol de crema de avena, y le dijo:

-Sie sehen schön Heute morgen.[4]

Ruth se rio y respondió, -Mami dijo que ahora debía tratar de hablar siempre en inglés, y que tengo que aprender veinte palabras nuevas cada día.

John sonrió y contestó, -Bueno, de ahora en más será sólo en inglés.

Madeline puso un bol de avena y un vaso de jugo enfrente de Ruth, y ella respondió, -Danke schön... emmm gracias. -Los tres se rieron.

Luego del desayuno, Madeline sugirió llevar a Ruth a Bedford para comprarle ropa nueva. Su madre había intentado cuidar de ella, pero los juguetes y la ropa nueva de niños eran elementos de lujo en Alemania. Ya había sido bastante difícil conseguir comida. El único juguete que Ruth poseía era una raída muñeca de trapo que llevaba siempre consigo. Lo único que tenía eran dos vestidos, un abrigo y un par de guantes. También contaba con los zapatos que llevaba puestos y tres conjuntas de ropa interior de abrigo.

Madeline vistió a Ruth y juntas caminaron hasta la parada donde tomaron el autobús a Bedford. Ruth recordó, algunos años más tarde, como la gente sonreía y se reía. ¡La gente de Frankfurt nunca sonreía!

A Ruth le caía bien la tía Madeline y se aferraba cerca de ella sujetando firmemente su mano. Madeline también amaba el sentimiento. Cuando entraban en cualquier tienda, Madeline le preguntaba qué pensaba sobre cada una de las prendas. Al principio, Ruth decía que le encantaba todo. Madeline se dio cuenta de que, a pesar de tener solo tres años, a Ruth le habían enseñado a apreciar cada regalo y a no hacer asco a nada aunque no fuera particularmente de su agrado.

Madeline la llevó afuera a una tienda de pasteles. Le dijo a Ruth que eligiera el pastel que le gustaría comer. Ruth recorrió varias veces las filas de cupcakes. Madeline veía como sonreía al ver algunos, y fruncía el ceño ante otros. Cuando Ruth finalmente tomó una decisión, se sentaron en la mesa y Madeline ordenó que se lo trajeran junto con un té para ella y una gaseosa para Ruth.

Madeline le explicó a Ruth luego que tal como con los pasteles, ella debía elegir el vestido y los zapatos que más le gustaran. Ruth podía elegir cuatro vestidos y dos pares de zapatos. También podría comprar dos pares de pantalones, algunas camisetas y bragas, y un traje de baño. Ruth eligió cuidadosamente y Madeline se alegró de que Ruth comenzara a mostrar su individualidad.

Si bien el inglés no era su lengua materna, Ruth conversaba constantemente y, a pesar de tener un acento pesado, Madeline entendía la mayor parte de lo que decía. Luego de una mañana de compras, mientras regresaban al autobús, Ruth vio todas las muñecas en la ventana de una juguetería. No dijo nada, pero se frenó y sonrió mientras sus ojos inspeccionaban todo el escaparate. Madeline sonrió y le dijo:

-Puede que el tío John se enoje conmigo pero tú deberías tener una nueva muñeca.

Ruth saltó de alegría y agradeció, -Danke![5] ¿Puedo tener esa, por favor? -Señalaba una pequeña muñeca en la esquina. Madeline se la compró y Ruth la sujetó fuertemente durante todo el camino hasta la parada. Madeline supuso que ese era el primer juguete nuevo que había tenido en su vida.

Cuando llegaron a la parte de atrás de la vicaría, Ruth entró corriendo con los paquetes y gritó -¡Tío John! ¡Mira lo que la tía Madeline me compró! ¡Ropa! ¡Vestidos! ¡Zapatos! ¡Guantes! ¡Una muñeca! ¡Bragas! ¡Todo para mí! Soy tan afortunada tío John, por vivir aquí contigo y con la tía Madeline.

John sonrió y le guiño un ojo a Madeline. La dicha que esta pequeña niña les estaba trayendo a sus vidas opacaba los hechos sucedidos en el extranjero.

Mientras ellas se habían ido de compras, John hizo arreglos para que el rabino de Cambridge los visitara la siguiente semana. Dado que no había sinagogas en Bedford, el rabino de Cambridge realizaba visitas regulares y le dijo a John que lo llamaría durante su estadía.

John también llamó a su obispo. Él necesitaba aclarar el modo en que pensaba llevar a cabo la crianza de Ruth. Con la bendición tanto del rabino como del obispo, John pensaba que Ruth debería ser bautizada lo antes posible y asistir a la escuela dominical. Al mismo tiempo, debería pasar parte del sábado con una familia judía y asistir con ellos a alguna que otra noche de viernes para una cena Sabbat.

Estaba decidido que sería bueno, aunque no esencial, que tanto John como Madeline la acompañaran. Luego, cuando Ruth se acercara a la edad de doce años, debería ser preparada para su Bat Mitzvah. Cuando cumpliera trece, se le permitiría tomar la confirmación en la Iglesia de Inglaterra si ella así lo quisiera.

Si el rabino y el obispo aceptaban, esto aseguraría que Ruth tendría una crianza espiritual, expuesta a ambas religiones.

Al tomar su Bat Mitzvah a los doce, las tradiciones judías dictan que ella asumiría entonces la responsabilidad sobre su fe y su moral. Podría luego ser confirmada si ella quisiera.

A la mañana siguiente, luego del desayuno, Madeline llevó a Ruth a dar un paseo alrededor de la iglesia y sus terrenos. ¡Le explicó que podía jugar en cualquier parte de los terrenos, sin salir fuera del portón, sin un adulto!

La iglesia misma la fascinaba. Ruth amaba jugar afuera, y le tomó tres días explorar la totalidad de los terrenos. Madeline le hacía creer que estaba sola, pero, mientras Ruth jugaba afuera, Madeline la observaba como un halcón de las ventanas del rectorado.

Su primer domingo fue significativo, y aun así Ruth se tomaba las cosas como si fueran normales. Se despertó, iba al baño, lavó sus dientes y se vistió para el desayuno. ¡Todo por su cuenta! Ruth amaba elegir qué ropa ponerse, especialmente porque todas olían bien y a limpias.

Luego del desayuno, escuchó la campana de la iglesia por primera vez. Madeline le explico que John era sacerdote del pueblo y que, los domingos por la mañana, la gente venía a la iglesia a rezar y a aprender sobre Dios. John los ayudaba a rezar y a aprender.

Los ojos de Ruth se abrieron de par en par, y preguntó si ella también podía prender a rezar. Madeline se rio y le dijo -por supuesto que puedes.

Mientras caminaban a la iglesia Ruth vio mucha gente entrando. También vio algunos niños. Ellas se sentaron en el centro de la iglesia y casi todas las mujeres las saludaron y le sonrieron a Ruth. Ruth pensaba que esto era emocionante. Siempre que ella estaba entre una multitud en Alemania, la gente fruncía el ceño y miraba para otro lado. Aquí nadie fruncía el ceño y todos sonreían.

¡De repente, todos se pararon! Luego una voz desde la parte de atrás de la iglesia habló. Inmediatamente, la iglesia se llenó de música. Ella no lo sabía al momento, pero ese era el órgano comenzando. ¡Luego, todos empezaron a cantar, música de verdad! Ruth miró alrededor (Madeline la había sentado al final del banco para que pudiera ver todo). Algunas personas estaban entrando por la puerta, sosteniendo libros y cantando.

Vio al tío John inmediatamente detrás del hombre sosteniendo en alto una cruz de madera. Ella intentó ir corriendo hacia él, pero Madeline le sostuvo firmemente la mano. A partir de entonces, Ruth no le quitó los ojos de encima hasta el final de la ceremonia.

Cerca del final, todos se acercaron al frente, donde el tío John y otras dos personas estaban parados.

Todos se arrodillaron. El tío John les dio algo para comer y las otras dos personas les dieron algo para beber de una copa brillante. Ella se arrodilló al lado de la tía Madeline, y cuando el tío John se paró frente a ellas, le dio a la tía Madeline un pedazo de pan (era un trocito muy pequeño). Luego puso sus manos sobre la cabeza de Ruth. Ella no sabía lo que significaba, pero estaba segura que debía ser algo significativo.

Finalmente, durante la que sería la última canción, las personas que estaban con el tío John comenzaron a caminar fuera de la iglesia mientras él las seguía. El resto de la gente se movió y los acompañó. Cuando llegaron a la puerta, el tío John se quedó parado

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