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Contra la idolatría del dinero: Cómo entender el mensaje del papa Francisco sobre la economía
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Contra la idolatría del dinero: Cómo entender el mensaje del papa Francisco sobre la economía

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Francisco ha querido subrayar las cuestiones de justicia social, y se ha posicionado como un héroe ante buena parte de la izquierda. Algunos conservadores que seguían el pensamiento de Juan Pablo II y Benedicto XVI se han sentido incómodos, aunque apoyan al papa Francisco y alaban sus gestos de misericordia y compasión.

El papa Francisco habla de tender puentes como parte del mensaje cristiano, pero algunas de sus palabras parecen mas bien construir muros que lo separan de parte de los creyentes. Para romper esos muros su mensaje recuerda a los conservadores los problemas de desigualdad y pobreza, mientras repite a los liberales que la justicia social no es suficiente, que la Iglesia es la esposa de Cristo, y no una institución social o una ONG.
LanguageEspañol
Release dateOct 1, 2018
ISBN9788432150234
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    Contra la idolatría del dinero - Martin Schlag

    Martin Schlag

    CONTRA LA IDOLATRÍA DEL DINERO

    Cómo entender el mensaje del papa Francisco sobre la economía

    EDICIONES RIALP, S. A.

    MADRID

    Título original: The business Francis means. Understanding the Pope’s message on the economy

    © 2017 by MARTIN SCHLAG

    © 2018 de la versión en castellano realizada por ALMUDENA LIGERO

    by EDICIONES RIALP, S.A.

    Colombia 63, 8º A - 28016 MADRID

    (www.rialp.com)

    Realización ePub: produccioneditorial.com

    ISBN: 978-84-321-5023-4

    No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ÍNDICE

    PORTADA

    PORTADA INTERIOR

    CRÉDITOS

    PRESENTACIÓN

    PRÓLOGO

    I.LA ECONOMÍA EN EL PENSAMIENTO SOCIAL CATÓLICO

    II.EL CONTEXTO ESPIRITUAL Y CULTURAL DEL PAPA FRANCISCO

    III.EL MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA ECONOMÍA Y EL MUNDO EMPRESARIAL

    IV. LA CONTEMPLACIÓN Y LA ECONOMÍA

    BIBLIOGRAFÍA

    ÍNDICE DE MATERIAS

    ÍNDICE ONOMÁSTICO

    MARTIN SCHLAG

    PRESENTACIÓN

    Cuando el Prof. Martin Schlag, Presidente del Centro académico de investigación Markets, Culture & Ethics, me envió el manuscrito de este nuevo libro suyo, pensé con razón que el Autor examinaría las dos valoraciones contrapuestas que —con variedad de matices— suelen hacerse del magisterio del papa Francisco en cuestiones económicas. La primera, crítica, más presente en algunos ambientes de cultura anglo-sajona, lo considera una enseñanza de retórica populista, próxima a la ideología socialista, contraria a la cultura liberal y a la economía de mercado; la segunda valoración, en cambio, califica positivamente el magisterio del papa Francisco de pastoral y evangélico, de popular no populista. Esta segunda postura hace notar que Francisco no niega la bondad del libre mercado productor de riqueza, pero a la vez subraya sus límites éticos y, con gran realismo social —especialmente ante la creciente globalización de la finanza y del comercio—, insiste en la necesidad de evitar que el free market se convierta en una «economía del descarte, la exclusión y la iniquidad» (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium).

    Pero el libro Contra la idolatría del dinero. Cómo entender el mensaje del papa Francisco sobre la economía no se limita a un agudo examen científico y doctrinal del porqué de estas dos tendencias o interpretaciones. Esta obra de investigación supera los límites de la dialéctica ideológica y de la terminología socio-política. Por eso consigue presentarnos bien la pura substancia evangélica del mensaje del papa Francisco, que no es un profesor de economía sino un Pastor con aguda sensibilidad social y con el Evangelio en la mano.

    Para superar la contraposición ideológica de las dos citadas áreas culturales o sistemas, el Prof. Schlag se sirve de dos medios complementarios: a) analiza en primer lugar las raíces culturales de este Papa, que lógicamente proceden en parte de su óptica intelectual, léxico y modalidad comunicativa, pero que no le han impedido su luminosa apertura a los problemas sociales y pastorales de la entera humanidad; y b) examina la diversidad de connotaciones históricas y de significados socio-políticos que unos mismos vocablos gramaticales (como capitalismo, liberalismo, neo-liberalismo o libertad de mercado") tienen en el mundo anglosajón y en Latinoamérica, y en otras naciones de semejante historia política y cultural.

    Para ayudar, en cambio, a comprender a fondo la substancia del mensaje de Francisco ante la realidad socio-económica, el Autor subraya el principio básico de ese magisterio, es decir: la dimensión social de la Evangelización. Esto no significa obviamente que el Evangelio deba traducirse en ordenamiento civil o sistema político-económico, de modo semejante a las opciones teocráticas del fundamentalismo islámico (shari’a) o de otros fundamentalismos religiosos. El mensaje social del Evangelio significa que la religión no debe ser restringida o limitada por las leyes a la sola esfera privada (eso sería fundamentalismo laicista del estado), sino que afecta e influye legítimamente en otras esferas de la vida humana: educación, familia, trabajo, etc. La Evangelización tiene ciertamente la misión de preparar las almas para la vida eterna, pero a la vez —sin identificar el Cristianismo con un partido político o una ideología humana— procura también la promoción socio-cultural o desarrollo integral de la persona humana, en obsequio precisamente a la excelsa dignidad de su naturaleza y de su destino.

    El papa Francisco reconoce que ni él ni el Compendium de la Doctrina social de la Iglesia ofrecen soluciones prácticas de ciencia económica y política para resolver los errores e injusticias del capitalismo salvaje, pero sí procuran estimular al respecto la responsabilidad moral de las instituciones públicas y de todos los cristianos y personas de buena voluntad. Por eso, como una exigencia del Evangelio y de la relativa opción preferencial por los pobres, el Papa exhorta encarecidamente a los poderes políticos (responsables del bien común y de la pacífica convivencia) y a las diversas escuelas científicas de economía, a identificar y superar las causas de esos errores e injusticias. ¿Cómo? Con un diálogo paciente y constructivo, capaz de promover «nuevos sistemas de progreso económico más directamente orientados al bien común, a la inclusión y desarrollo integral, al incremento del trabajo y a las inversiones en recursos humanos» (Discurso a la Fundación Centesimus Annus).

    A profundizar en el examen de toda esta problemática, tan actual, ayudan también en este libro las previas consideraciones sobre la Doctrina social de la Iglesia que se hacen al comienzo, la rica bibliografía que documenta cada capítulo y la síntesis en siete puntos que de los «profundos mensajes morales a los líderes de la economía» del papa Francisco se formulan a conclusión de la obra. No dudo por eso en recomendar la lectura de esta magnífica obra de investigación, que ayudará mucho a comprender serenamente el recto contenido y la fuerza evangelizadora de ese mensaje.

    Roma, 16 de julio de 2017

    Cardenal JULIÁN HERRANZ

    Presidente emérito del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y de la Comisión disciplinar de la Curia Romana

    PRÓLOGO

    LOS ESTADUNIDENSES NOS PROCLAMAMOS una nación indivisible, sometida a la autoridad de Dios. Los europeos también se han unido en la Unión Europea. En América Latina hay deseos de alcanzar una mayor unidad social y política. Pero en realidad, los continentes y los países están profundamente divididos en cuestiones morales básicas como el aborto, la anticoncepción, el género, las relaciones raciales, el alcance del derecho a la privacidad y la propiedad... La lista es interminable. El pensamiento social católico tiene algo que decir en todos estos temas, y se esfuerza en aplicar el mensaje evangélico en toda su complejidad y amplitud. En cambio, los grupos que defienden posturas contrarias sobre estos temas tienden a centrar su atención en uno o en algunos de ellos, ignorando los demás.

    El papa Francisco ha decidido centrar su pontificado en temas relacionados con la evangelización y la justicia social, por encima de los temas doctrinales o litúrgicos. Esto ha provocado que el Papa sea considerado un héroe por gran parte de la izquierda. Sin embargo, muchos partidarios conservadores de san Juan Pablo II y del papa emérito Benedicto XVI se han sentido decepcionados e incómodos, a pesar de que aprecien personalmente al Papa y valoren sus gestos de bondad y compasión. A algunos les cuesta aceptar sus enseñanzas y muchos las rechazan, sobre todo las relacionadas con el mundo empresarial y la economía. El papa Francisco ha dicho que tender puentes es un aspecto constitutivo del ser cristiano, pero hay aspectos en su mensaje que parecen levantar muros entre el propio Pontífice y algunos grupos de fieles.

    En este libro me gustaría derribar algunos de esos muros y demostrar que el papa Francisco tiene mucho que decir a los cristianos de todas las sensibilidades. Su mensaje, tomado en conjunto, nos impide dividir la «túnica sin costuras» de Cristo: el Papa recuerda a los conservadores los problemas provocados por la desigualdad y la pobreza, y a los progresistas que la justicia social no basta, porque la Iglesia es la esposa de Cristo, no una institución benéfica o una ONG. Al escribir estas páginas he pensado sobre todo en esos católicos y cristianos que, en general, se sienten más cómodos con san Juan Pablo II y Benedicto XVI, y que, al igual que yo, son conservadores en cuestiones doctrinales, pero desean cumplir la exigencia evangélica de servir a los pobres de entre nosotros.

    En este libro me propongo resumir y explicar el mensaje del papa Francisco sobre el mundo empresarial y la economía. Eso implica una doble limitación que los lectores deben tener en cuenta: en primer lugar, no voy a analizar todo su mensaje social —y mucho menos todo su programa y doctrina pastoral—, sino únicamente la parte relacionada con la actividad empresarial y la economía. Aunque tengo conocimientos jurídicos, yo no soy economista, sino teólogo. De modo que mi lenguaje refleja los pensamientos y las reflexiones de un sacerdote interesado en la economía, pero profano en la materia. En segundo lugar, mi propósito no es tratar estos temas en general, sino únicamente tal y como aparecen en el papa Francisco. Por lo tanto, este no es un libro sobre la ética económica, la pobreza, la desigualdad o los asuntos económicos en general, sino sobre lo que el papa Francisco piensa y dice acerca de estos temas.

    El Papa ha repetido varias veces que él no está añadiendo nada a la doctrina social católica. Por lo tanto, he decidido empezar con un capítulo sobre la economía y las finanzas en la tradición del pensamiento católico, para analizar la verdad de esta afirmación y examinar qué hay de nuevo y original en el papa Francisco. Una vez proporcionado este marco general, en el Capítulo 2 intentaré traducir las declaraciones del Papa al contexto cultural occidental, tarea que puede ser mucho más complicada que traducir textos de otra lengua. La transferencia cultural solo es posible a partir de una transformación de ideas: la traducción literal no nos lleva a ningún lado, es más, puede resultar contraproducente. El propio Francisco ha dicho que su estilo no ha cambiado desde que era arzobispo de Buenos Aires. Por lo tanto, sus ideas están influidas por una experiencia cultural y espiritual específica, experiencia que analizaré para aclarar el tema que nos ocupa. Por último, conviene recordar que el Papa no pretende proponer una teoría económica, sino un sólido mensaje moral. Me ocuparé de este tema en el Capítulo 3. Finalmente, en el Capítulo 4 concluiré con una meditación sobre la importancia de la contemplación como fuente espiritual de renovación social.

    Me gustaría dar las gracias a la Catholic University of America Press por haberme sugerido la idea de este libro, por todo el apoyo editorial que me han brindado en el proceso de la producción del libro en inglés, y a Ediciones Rialp por la publicación en español. Mi profundo sentimiento de gratitud a Almudena Ligero por su excelente traducción. Asimismo, quisiera agradecer las valiosas observaciones de dos colegas anónimos que revisaron el contenido del libro y lo mejoraron sustancialmente. Los errores que queden son responsabilidad mía. Como siempre, Elizabeth Reichert hizo una maravillosa labor de edición y completó algunas notas a pie de página. ¡Muchas gracias, Elizabeth!

    Roma, 23 de abril de 2017.

    Domingo de la Divina Misericordia

    I.

    LA ECONOMÍA EN EL PENSAMIENTO SOCIAL CATÓLICO

    ¿POR QUÉ LA TEOLOGÍA CATÓLICA SE PREOCUPA tanto de la economía y el mercado? ¿No debería limitarse a su ámbito de competencia (como hacen las demás ciencias) y ocuparse únicamente de cuestiones religiosas y espirituales? Para responder a estas preguntas hay que empezar recordando que Dios es el Creador y la causa final de todo lo que existe. En todo lo que hacemos, incluidas nuestras relaciones económicas, debemos aspirar a amarle y vivir de acuerdo con su voluntad. Pensar en la dimensión moral de la economía supone pensar en Dios como finalidad de todas nuestras actividades. La tradición católica reflexiona sobre la economía desde el punto de vista de la fe porque, como señaló Juan Pa­blo II, la fe cristiana tiene una dimensión pública o cultural: «Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida»[1]. Generalmente, las reflexiones católicas sobre la economía y la sociedad han tenido lugar a tres niveles. La jerarquía de la Iglesia católica ha publicado documentos sobre temas sociales que conforman el corpus de la doctrina social católica. Estos documentos se han preparado y se siguen preparando siguiendo el debate teológico, y suscitan más debate después de su publicación. Las reflexiones teológicas que tienen lugar tanto antes como después de la publicación de un documento se denominan pensamiento social católico. No obstante, el pensamiento social católico no solo comprende las reflexiones sobre los documentos del Magisterio, sino también las teorías independientes en torno a la fe católica, así como las reflexiones sobre el servicio efectivo de la Iglesia a los pobres y necesitados. Tanto la doctrina social católica como el pensamiento social católico conforman la tradición social católica[2], la cual ha ido evolucionado a lo largo de los siglos. La doctrina, el pensamiento y la tradición social católica se relacionan entre ellos de forma parecida a los círculos concéntricos.

    PERSPECTIVAS GENERALES SOBRE EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO SOCIAL CATÓLICO

    Para una persona que proceda de una tradición religiosa no católica, es importante entender las diferencias entre la evolución de la tradición católica y la de las comunidades cristianas que surgieron después de la Reforma. Ambas tradiciones, la católica y la protestante, se esforzaron en resolver una tensión inherente a la cristiandad: la que existe entre el poder temporal y la autoridad espiritual, distinción que tiene su origen en el mandato de Cristo de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César[3]. En un contexto religioso donde los que ejercen el poder político se ocupan también de las cuestiones religiosas (como ocurría en la Roma pagana), o donde la autoridad espiritual regula también los asuntos temporales, en teoría no existe ninguna tensión intrínseca entre ambos poderes, porque la función política y la religiosa la ejercen las mismas personas, que pertenecen a un único y mismo sistema. Aunque en teoría ambas tradiciones distinguen la esfera sagrada de la profana, las personas que se ocupan de la relación vertical con Dios se ocupan también de los asuntos terrenales de tipo horizontal. Puede que entre estas personas surjan distintas interpretaciones o tendencias políticas pero, en principio, las tensiones no se producen entre «la Iglesia y el Estado». Este sistema se denomina «monismo». La cristiandad, en cambio, propone un «dualismo» universal, que tiene su origen en la distinción del Antiguo Testamento entre las instituciones monárquicas y las proféticas. En nombre de Dios, los profetas del Antiguo Testamento alzaron su voz en defensa de la justicia y en contra de los abusos del poder civil. El mandato de Cristo sobre Dios y el César refuerza el dualismo de la tradición profética. En un sistema dualista, ambas funciones, la espiritual y la temporal, sirven a un mismo pueblo, pero se confían a dos grupos diferentes de instituciones en la misma sociedad: la Iglesia y las estructuras del poder civil. Y ambas pueden estar enfrentadas. En consecuencia, este «dualismo cristiano» abre la puerta a las tensiones. Sin embargo, como señaló Benedicto XVI: «Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación»[4].

    No obstante, la Iglesia cristiana se ha esforzado y se sigue esforzando en que su fe sea fructífera para la vida social. En su afán de fomentar un orden social compatible con la revelación de Cristo en cada circunstancia histórica específica, la Iglesia, desde su origen hasta la Reforma, ha procurado cumplir con más o menos éxito dos principios: 1) la distinción entre el poder temporal y la autoridad espiritual y su separación institucional; y al mismo tiempo 2) la primacía de la ley moral cristiana sobre la política. Este segundo principio expresa la convicción de que el Estado no es la autoridad suprema del universo, o en otras palabras, que Dios es el Señor de la historia y de todas las cosas, y que, por lo tanto, también los políticos están sometidos a su ley moral. Este segundo principio es una herencia común a todas las confesiones cristianas[5], pero no puede decirse lo mismo del primero. Desde la Reforma, el pensamiento social protestante y el católico han adoptado diferentes posturas a la hora de definir la relación entre ambos principios.

    En contraste con la doctrina luterana de los dos reinos[6] y la tendencia protestante a confiar la responsabilidad de los asuntos visibles y externos de la Iglesia a los poderes seculares soberanos[7], la tradición católica desarrolló la teoría de la potestas indirecta. Esta teoría se atribuye a la escolástica tardía, en concreto a la Escuela de Salamanca, y fue popularizada por Francisco de Vitoria[8] y Roberto Belarmino, s.j.[9]. Para resumir, la potestas indirecta implicaba que los papas tenían derecho a enseñar los principios morales católicos a los príncipes cristianos. Estos, por su parte, estaban obligados a ponerlos en práctica en el ejercicio del poder civil. Esta doctrina implica una limitación del poder papal, puesto que niega el poder político directo del papa. Según Belarmino, en principio los papas no tienen derecho a interferir en los asuntos políticos de los monarcas cristianos, y obviamente, tampoco en los de los príncipes no cristianos. Por otro lado, y a diferencia de los protestantes, la Iglesia católica ha enseñado y enseña que ella es al mismo tiempo la Iglesia visible y la invisible, y que el papa es soberano tanto en la esfera temporal como en la espiritual. La Iglesia está llamada a pronunciarse tanto en los asuntos temporales como en los espirituales, y el comportamiento de los cristianos en los asuntos temporales, y no solo la gracia en sí misma, es decisivo para su salvación. Los principios morales relativos a la política y el orden social (incluyendo la economía) que enseña la Iglesia católica no se basan en la Revelación, sino en la razón y, tomados en conjunto, se denominan «ley natural». En palabras de Benedicto XVI, la tradición católica «se ha remitido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la razón creadora de Dios»[10].

    La doctrina de la potestas indirecta planteaba un problema en los casos de conflicto. ¿Qué ocurría si un monarca cristiano no obedecía, ignoraba o incluso actuaba en contra de las órdenes del papa? Según Belarmino, en ese caso el poder político le era devuelto al papa, que podía legislar, dictar sentencia e incluso destituir a reyes y reinas[11]. Este problema fue una de las razones por las que, en la práctica, la doctrina de la potestas indirecta solo tuvo un éxito parcial.

    En la época del Concilio Vaticano II (1962-1965), la función de esta doctrina como guía para la Iglesia se había vuelto completamente insostenible. En 1962, las democracias pluralistas habían reemplazado a las monarquías en la mayor parte de los países, y después de la terrible experiencia del totalitarismo, la Santa Sede se volvió muy cautelosa con las promesas de los gobiernos autoritarios de defender los intereses eclesiales. Sin embargo, para nuestro presente propósito conviene saber que durante la primera mitad del siglo XX, la doctrina de la potestas indirecta fue la «posición que por defecto adoptaban los obispos de los países católicos: la Iglesia era la guardiana de los valores morales que el gobierno debía respaldar y aplicar, al tiempo que respetaba la libertad de la Iglesia para cristianizar a la sociedad»[12]. Esta era la situación de Argentina durante la juventud del papa Francisco.

    EL CAMBIO DE PARADIGMA EN EL CONCILIO VATICANO II

    En la constitución pastoral del Concilio Gaudium et spes, la Iglesia católica adoptó un cambio de paradigma. Este cambio ya aparece expresado en la designación de dicha constitución: «Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual». No se trata de un mero cambio terminológico. Mientras León XIII había definido la relación entre la fe y la sociedad como la que se produce entre la Iglesia y el Estado, el Concilio Vaticano II imaginaba una Iglesia «en el mundo». Esto implica un cambio en la manera de concebir la misión de la Iglesia y su evangelización. Mientras que antes del Concilio existía la tendencia a un enfoque «de arriba abajo», este fue reemplazado por una orientación «de abajo arriba». Dicho de otra manera, antes del Concilio se hacía hincapié en facilitar la obediencia de la sociedad a la ley moral por medio de instrumentos políticos (leyes, decretos, concordatos, etc.). Después del Concilio, la Iglesia sitúa el acento en el apostolado de los laicos y la cultura. Este proceso se ha llamado la «disolución voluntaria»[13] de la Iglesia católica, que optó por un nuevo hábitat en la sociedad civil, proclamando la hora del laicado cristiano. También los laicos son llamados a la santidad y,

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