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Obras completas, III
Obras completas, III
Obras completas, III
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Obras completas, III

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Testigo privilegiado de la Revolución mexicana, Martín Luis Guzmán fue cercano a Villa aunque luego sería desterrado por su oposición a Obregón. Su obra no sólo presenta las figuras emblemáticas de ese periodo armado, sino también situaciones políticas, culturales y sociales que siguen vigentes y leyéndose con emoción y entusiasmo. En el tercer volumen de sus Obras completas están incluidos los textos Memorias de Pancho Villa, Muertes históricas y Febrero de 1943, acompañados de un prólogo de Víctor Díaz Arciniega.
LanguageEspañol
Release dateMar 25, 2013
ISBN9786071613035
Obras completas, III

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    Obras completas, III - Martín Luis Guzmán

    Obras completas

    III

    Martín Luis Guzmán


    Prólogo de Víctor Díaz Arciniega

    Primera edición (Compañía General de Ediciones, en dos volúmenes), 1961

    Segunda edición (FCE, en dos volúmenes), 1985

    Tercera edición, 1995

    Cuarta edición (en tres volúmenes), 2010

    Primera edición electrónica, 2013

    Esta publicación forma parte de las actividades que el Gobierno Federal organiza en Conmemoración del Bicentenario del inicio del movimiento de Independencia Nacional y del Centenario del inicio de la Revolución Mexicana, y su edición ha sido patrocinada por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.

    Agradecemos al Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México el apoyo brindado para la organización de la presente edición.

    D. R. © 2010, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN

    Hecho en México - Made in Mexico

    Índice

    Prólogo

    MEMORIAS DE PANCHO VILLA

    Prólogo

    Libro Primero. El hombre y sus armas

    Capítulo I. A los diecisiete años de edad, Doroteo Arango se convierte en Pancho Villa y empieza la extraordinaria carrera de sus hazañas

    Capítulo II. Muchacho aún, Pancho Villa prefiere ser el primer bandido del mundo a ver marchitarse el honor de su familia

    Capítulo III. En vano trata Pancho Villa de ganarse la vida honradamente: los representantes de la justicia sólo parecen empeñados en empujarlo a que robe y mate

    Capítulo IV. Al fin logra Villa establecerse en Chihuahua; pero la explotación de los ricos lo devuelve al camino de sus sufrimientos

    Capítulo V. Pancho Villa conoce a don Abraham González y se lanza a la Revolución Maderista para pelear en beneficio de los pobres

    Capítulo VI. Puesto a las órdenes de Cástulo Herrera, Pancho Villa toma el mando y hace su aprendizaje de gran guerrillero

    Capítulo VII. Pudiendo apoderarse de todo, Pancho Villa sólo toma en la Revolución lo indispensable para el sostenimiento de sus tropas

    Capítulo VIII. Pancho Villa hace en persona el espionaje de Parral, y cuando escapa y vuelve a su campamento no encuentra a sus tropas

    Capítulo IX. Pancho Villa conoce a Francisco I. Madero y entonces piensa que si todos los ricos de México fueran así, no habría Revolución

    Capítulo X. Pancho Villa se convierte en el más esforzado ejecutor de las órdenes del señor Madero

    Capítulo XI. Pancho Villa y Pascual Orozco logran provocar, contra el parecer del general Viljoen, el ataque a Ciudad Juárez. A espaldas del señor Madero hacen su plan y de ese modo consiguen el triunfo definitivo de las armas revolucionarias

    Capítulo XII. Pancho Villa hace gran papel en la toma de Ciudad Juárez y sabe portarse como noble y generoso vencedor al lado de don Francisco I. Madero

    Capítulo XIII. Pancho Villa se insubordina arrastrado por Pascual Orozco, y triunfante la Revolución, se retira a vivir de sus negocios particulares

    Capítulo XIV. Fiel a Madero, Pancho Villa desenmascara a Pascual Orozco y se lanza al campo a pelear contra él

    Capítulo XV. Pancho Villa arrebata Parral a José de la Luz Soto y se dispone a esperar allí el ataque de los orozquistas de Emilio P. Campa

    Capítulo XVI. Pancho Villa, en lucha con Orozco, recibe orden de incorporarse a la División del Norte, que manda Victoriano Huerta

    Capítulo XVII. Pancho Villa asciende a general brigadier y toma parte principal en la campaña de Huerta contra Pascual Orozco

    Capítulo XVIII. Villa comprende que los federales no lo quieren y Huerta se lo confirma dándole trato de poca razón

    Capítulo XIX. A pesar del brillante comportamiento de Pancho Villa en toda la campaña contra Pascual Orozco, Victoriano Huerta intenta fusilarlo

    Capítulo XX. De la Penitenciaría, Pancho Villa es llevado a Santiago Tlaltelolco y allí Carlos Jáuregui le sugiere la idea de la fuga

    Capítulo XXI. Pancho Villa rechaza las ofertas de los enemigos de Madero y con la ayuda de Carlos Jáuregui se dispone a huir

    Capítulo XXII. Pancho Villa se evade de Santiago Tlaltelolco y logra así la libertad que no sabía darle el gobierno de Madero

    Capítulo XXIII. Pancho Villa logra escapar a los Estados Unidos, desde donde ofrece otra vez sus servicios al presidente Madero

    Libro Segundo. Campos de batalla

    Capítulo I. Pancho Villa cruza la frontera con ocho hombres y se prepara a la conquista de Chihuahua, que domina Rábago

    Capítulo II. Los revolucionarios de Chihuahua, Coahuila y Durango nombran jefe de la División del Norte a Pancho Villa

    Capítulo III. Pancho Villa toma Torreón y prepara su avance sobre Chihuahua y Ciudad Juárez

    Capítulo IV. Pancho Villa intenta tomar Chihuahua, fracasa, y se prepara al ataque de Ciudad Juárez

    Capítulo V. En golpe de audacia extraordinaria, Pancho Villa deja Chihuahua a un lado y por sorpresa captura Ciudad Juárez

    Capítulo VI. La posesión de Ciudad Juárez da a Pancho Villa considerable impulso y prepara su triunfal carrera hacia el sur

    Capítulo VII. Pancho Villa vence a los huertistas en Tierra Blanca y abre, con su victoria, el camino de la Revolución

    Capítulo VIII. Pancho Villa se apresta a gobernar los territorios conquistados por él y empieza a sufrir los golpes ocultos de la política

    Capítulo IX. Ausente Villa, la División del Norte fracasa en Ojinaga, pero él lo sabe y corre en auxilio de su gente

    Capítulo X. Pancho Villa llega, ve y vence en Ojinaga, y luego vuelve a Juárez, donde intenta matarlo Guillermo Benton

    Capítulo XI. Pancho Villa manda fusilar el cadáver de Guillermo Benton y descubre así lo que son los enredos internacionales

    Capítulo XII. En vísperas de marchar a Torreón, Pancho Villa advierte cómo va despertando envidias el brillo de su gloria

    Capítulo XIII. Comprende Villa que el dolor del pobre nace de los poderosos y quiere que se conserven puros los hombres de la Revolución

    Capítulo XIV. Dueño Villa de todos los recursos de Chihuahua, avanza de nuevo sobre las ciudades de la comarca lagunera

    Capítulo XV. Rechaza Pancho Villa las avanzadas federales de la Laguna y se apresta al ataque de Sacramento y Gómez Palacio

    Capítulo XVI. Pancho Villa se adueña de Sacramento y Ciudad Lerdo y se dispone a la toma de Gómez Palacio

    Capítulo XVII. En asaltos de magnitud extraordinaria, Pancho Villa arrebata a José Refugio Velasco la mitad del cerro de la Pila

    Capítulo XVIII. Después de una defensa tenaz y heroica, los federales entregan Gómez Palacio a las tropas de Pancho Villa

    Capítulo XIX. En su primer asalto a Torreón Pancho Villa toma Santa Rosa, Calabazas, la Polvorera y el Cañón del Huarache

    Capítulo XX. El incontrastable empuje de la División del Norte hace que José Refugio Velasco proponga una tregua a Pancho Villa

    Capítulo XXI. Pancho Villa rechaza la tregua propuesta por José Refugio Velasco y reanuda sus furiosos asaltos sobre Torreón

    Capítulo XXII. Con sus asaltos nocturnos del 1° de abril Pancho Villa logra quebrantar definitivamente las defensas de Torreón

    Capítulo XXIII. Pancho Villa arroja de Torreón a las fuerzas de Victoriano Huerta y abre así el camino al triunfo revolucionario

    Libro Tercero. Panoramas políticos

    Capítulo I. Pancho Villa toma respiro en Torreón para lanzarse a destruir el ejército huertista del norte de la República

    Capítulo II. Pancho Villa va al ataque de Velasco, De Moure, Maass, García Hidalgo y otros generales que concentran sus tropas en San Pedro de las Colonias

    Capítulo III. Con su triunfo de San Pedro de las Colonias, Pancho Villa da a la Revolución el dominio de todo el norte de la República

    Capítulo IV. Pancho Villa tercia en el diálogo diplomático sobre la ocupación de Veracruz, evita la guerra con los Estados Unidos y salva la Revolución

    Capítulo V. En acatamiento a las órdenes del Primer Jefe, Pancho Villa va a la toma de Saltillo, pero advierte que quieren recortarle el camino de sus triunfos

    Capítulo VI. Al solo choque de su caballería, Pancho Villa destroza los cinco mil hombres destacados por Joaquín Maass en Paredón

    Capítulo VII. Después de la victoria de Paredón, Pancho Villa entra triunfalmente en Saltillo, abandonada por Joaquín Maass

    Capítulo VIII. Pancho Villa permanece en Saltillo el tiempo necesario para entregar aquella plaza a las tropas de don Pablo González

    Capítulo IX. Pancho Villa entra en relaciones con Pablo González al entregarle por orden del Primer Jefe la plaza de Saltillo

    Capítulo X. De regreso en Torreón, Pancho Villa comprende que el Primer Jefe no quiere dejarlo avanzar sobre Zacatecas

    Capítulo XI. Pancho Villa no espera en Torreón la llegada del Primer Jefe para evitar que la unidad revolucionaria se rompa

    Capítulo XII. El Primer Jefe manda a Villa órdenes de reforzar a Natera para el ataque a Zacatecas, pero Villa las considera equivocadas

    Capítulo XIII. Ante la franca hostilidad del señor Carranza, Pancho Villa dimite el mando de la División del Norte

    Capítulo XIV. En defensa de Pancho Villa, los generales de la División del Norte rehúsan nombrar otro jefe más dócil a las órdenes de Carranza

    Capítulo XV. Restablecido por sus generales en el mando de la División del Norte, Pancho Villa se dispone a la toma de Zacatecas

    Capítulo XVI. Por orden de Villa marchan sobre Zacatecas Tomás Urbina y Felipe Ángeles y allí forman el plan de la batalla

    Capítulo XVII. A la media hora de romperse el fuego, Pancho Villa toma en Zacatecas la primera línea de defensas enemigas

    Capítulo XVIII. La toma del cerro de la Sierpe y el quebranto del cerro del Grillo ponen a merced de Pancho Villa la plaza de Zacatecas

    Capítulo XIX. Pancho Villa destruye la guarnición de Zacatecas y logra con ello el triunfo definitivo de la causa revolucionaria

    Capítulo XX. Para evitar la lucha armada con Carranza, Pancho Villa abandona a otros generales el fruto de su magnífica victoria de Zacatecas

    Capítulo XXI. En premio de su gran triunfo de Zacatecas, Pancho Villa queda como general de brigada mientras ascienden a divisionarios Pablo González y Álvaro Obregón

    Capítulo XXII. Al amparo de Pancho Villa toman forma en las conferencias de Torreón los primeros propósitos de la causa revolucionaria

    Capítulo XXIII. La presencia de Antonio I. Villarreal en Torreón hace que Pancho Villa espere el arreglo de sus desavenencias con Carranza

    Capítulo XXIV. Mientras Carranza repudia casi todo lo concertado en Torreón, Pancho Villa procede a cumplirlo al pie de la letra

    Capítulo XXV. Pancho Villa considera ganada la Revolución y piensa en lo mucho que habrá de hacerse en beneficio de los pobres

    Libro Cuarto. La causa del pobre

    Capítulo I. En espera del triunfo definitivo de la Revolución, Pancho Villa se prepara al probable rompimiento con Carranza

    Capítulo II. Carbajal quiere entenderse con Villa para la entrega del gobierno y la rendición de las tropas federales

    Capítulo III. Triunfante la Revolución, Pancho Villa trata de evitar que las discordias malogren las reformas en beneficio del pueblo

    Capítulo IV. En viaje de descanso y de consecuencia política, Pancho Villa visita a Maclovio Herrera en Parral y a Tomás Urbina en las Nieves

    Capítulo V. Pancho Villa espera la toma de la ciudad de México entregado a consideraciones acerca de Dios, la religión y sus sacerdotes

    Capítulo VI. Pancho Villa acepta ir con Álvaro Obregón al arreglo de las dificultades que agitan al estado de Sonora

    Capítulo VII. En presencia de Pancho Villa, Obregón reconoce que son justificadas las quejas de Maytorena contra Plutarco Elías Calles

    Capítulo VIII. En vano quiere Villa allanar el conflicto de Sonora, y sólo consigue, de acuerdo con Obregón, que se dicte una tregua

    Capítulo IX. En perfecto acuerdo, Villa y Obregón proponen a Carranza el encauzamiento de la Revolución, pero él lo rechaza

    Capítulo X. Pancho Villa descubre que Obregón no le es leal, y se dispone por eso a mirarlo en todo con profunda desconfianza

    Capítulo XI. Villa y Obregón vuelven a reunirse en Chihuahua para tratar sobre la junta de generales y gobernadores convocada por el Primer Jefe

    Capítulo XII. Firme Villa en su creencia de que Obregón lo engaña, amenaza fusilarlo si Benjamín Hill no se retira hacia Casas Grandes

    Capítulo XIII. Las órdenes violentas de Carranza contra Villa hacen que éste desconozca a la Primera Jefatura y ponen en peligro la vida de Obregón

    Capítulo XIV. Rotas sus relaciones con el señor Carranza, Pancho Villa mueve sus tropas hacia Zacatecas y Aguascalientes

    Capítulo XV. El rompimiento entre Villa y Carranza hace que la junta de generales y gobernadores se convierta en convención

    Capítulo XVI. Luis Cabrera consigue que la junta de generales y gobernadores no acepte la renuncia de Venustiano Carranza

    Capítulo XVII. Pancho Villa descubre que el Gaucho Mújica viene a matarlo, lo coge y le aplica las leyes de su justicia

    Capítulo XVIII. Mientras Carranza rehúsa asistir a la Convención, Pancho Villa se presenta en ella entre las aclamaciones de los delegados

    Capítulo XIX. Para renunciar a su cargo de Primer Jefe, Venustiano Carranza exige que Villa y Zapata se retiren a la vida privada

    Capítulo XX. Inquieto ante las decisiones de la Convención, Carranza, en su lucha con Pancho Villa, hace más remotas las posibilidades de un arreglo

    Capítulo XXI. Pancho Villa propone a la Convención que él y Carranza sean pasados por las armas para evitar la nueva guerra

    Capítulo XXII. Carranza desconoce la soberanía de la Convención, y ésta, declarándolo rebelde, se dispone a combatirlo con la ayuda de Pancho Villa

    Capítulo XXIII. Pancho Villa es nombrado general de las tropas de la Convención y Obregón y Pablo González resuelven combatirlo

    Capítulo XXIV. Al ver a Pancho Villa al frente de las tropas convencionistas, los hombres de Carranza lo denigran despiadadamente

    Capítulo XXV. Pancho Villa soporta en público los sinsabores de la política y padece en secreto el aguijón de sus pasiones

    Libro Quinto. Adversidades del bien

    Capítulo I. Pancho Villa sale de Aguascalientes y emprende su avance hacia la ciudad de México, que le abandonan González y Obregón

    Capítulo II. Villa y Zapata celebran junta en Xochimilco y sellan allí su unión para defender la causa del pueblo

    Capítulo III. Los ejércitos de Zapata y Villa desfilan en triunfo por la ciudad de México mientras Carranza se prepara en Veracruz

    Capítulo IV. Al día siguiente de entrar en México las tropas de la Convención, empiezan las desavenencias entre Pancho Villa y Eulalio Gutiérrez

    Capítulo V. Después de entrar en Guadalajara, Pancho Villa descubre, por conducto de Juan Cabral, las inquietudes de Eulalio Gutiérrez

    Capítulo VI. Dispuesto a dar todo su apoyo al gobierno de Eulalio Gutiérrez, Pancho Villa vuelve de Guadalajara y se instala en México

    Capítulo VII. Pese a las diferencias que los separan, Pancho Villa y Eulalio Gutiérrez se conciertan para bien del gobierno

    Capítulo VIII. Para evitar la intervención extranjera en Naco, Pancho Villa acepta el pacto propuesto por el general Scott

    Capítulo IX. Sabedor Villa de que Eulalio Gutiérrez trata de abandonarlo, acude a informar a la Convención para que ésta lo impida

    Capítulo X. Ante los peligros de la situación internacional, Pancho Villa sale de México para conferenciar con el general Scott en El Paso

    Capítulo XI. El gran triunfo de Felipe Ángeles en Ramos Arizpe descubre a Villa lo que en su contra urde el gobierno de Gutiérrez

    Capítulo XII. Resuelto a separarse de Villa antes que éste vuelva a México, Eulalio Gutiérrez escapa con su gente hacia San Luis

    Capítulo XIII. Pancho Villa regresa de Irapuato, y en Aguascalientes se dispone a ir a la toma de San Luis y Guadalajara

    Capítulo XIV. El gobierno de la Convención abandona la ciudad de México, y esto hace que Pancho Villa asuma la autoridad civil en los territorios del Norte

    Capítulo XV. Tras de tomar Guadalajara, Pancho Villa persigue a Diéguez y Murguía y logra que éstos lo esperen en la Cuesta de Sayula

    Capítulo XVI. Pancho Villa derrota a Diéguez y Murguía en la Cuesta de Sayula, de donde regresa al Noreste llamado por Felipe Ángeles

    Capítulo XVII. Sin detenerse en su viaje hacia Monterrey, Pancho Villa se esfuerza por llevar tropas sobre cuantas regiones están por Carranza

    Capítulo XVIII. Mientras Villa emprende con Ángeles la campaña del Noreste, Diéguez y Murguía derrotan en Jalisco a Rodolfo Fierro y Pablo Seáñez

    Capítulo XIX. Al saber que Obregón avanza por Querétaro, Villa abandona la campaña del Noreste y se mueve otra vez hacia el Sur

    Capítulo XX. Con furia como de huracán, Pancho Villa arrolla las fuerzas de Obregón desde El Guaje hasta las goteras de Celaya

    Capítulo XXI. En sus ansias de vencer a Obregón, Pancho Villa se agota frente a Celaya y hace posible que el enemigo lo rechace

    Capítulo XXII. Desde su cuartel general de Irapuato, Pancho Villa se dispone a marchar nuevamente sobre Celaya, donde sigue esperándolo Obregón

    Capítulo XXIII. Mientras reorganiza sus tropas para avanzar sobre Celaya, Pancho Villa sigue atendiendo los negocios internacionales

    Capítulo XXIV. Sin desconocer la superioridad numérica de las fuerzas con que Obregón lo espera en Celaya, Pancho Villa resuelve ir de nuevo al ataque

    Capítulo XXV. Derrotado en Celaya por Obregón, Pancho Villa se retira a León y Aguascalientes para reorganizar sus tropas y municionarlas

    Capítulo XXVI. Mientras Villa reorganiza sus tropas en Aguascalientes, Obregón prosigue, paso a paso, su avance hacia el Norte

    Capítulo XXVII. Temeroso Villa de que Dionisio Triana le sea desleal, escucha las insinuaciones de varios de sus generales y lo fusila

    Capítulo XXVIII. No escucha Pancho Villa los consejos de Felipe Ángeles, que quiere resistir en Aguascalientes, y se prepara a dar la nueva batalla entre León y Trinidad

    MUERTES HISTÓRICAS

    Tránsito sereno de Porfirio Díaz

    Ineluctable fin de Venustiano Carranza

    I. Pablo González

    II. Guadalupe Sánchez

    III. Gabriel Barrios

    IV. Rodolfo Herrero

    V. Tlaxcalantongo

    FEBRERO DE 1913

    I. Henry Lane Wilson

    II. Bernardo Reyes

    III. Conjura Internacional

    IV. La contrarrevolución

    V. Tacubaya

    VI. La sublevación

    VII. Lauro Villar

    VIII. Combate en el Zócalo

    IX. El Colegio Militar

    Prólogo

    VÍCTOR DÍAZ ARCINIEGA

    Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Azcapotzalco

    División de Ciencias Sociales y Humanidades

    La Revolución y la política [se me] habrían de mostrar

    como un escenario de figuras alternativamente hombres y

    agonistas, personas de la realidad de cada día,

    que [me] abarcaba […] junto con los otros, y personajes

    enmarcados ya en los cuadros de la historia, que [mi]

    mano debía guardarse de tocar temerariamente.

    MARTÍN LUIS GUZMÁN, Apunte sobre una personalidad (1954)

    1. LUEGO DEL EXILIO

    Martín Luis Guzmán salió de México un día de diciembre de 1923, tácitamente obligado por el presidente Álvaro Obregón a un exilio derivado de su decidido apoyo a la candidatura presidencial de Adolfo de la Huerta. Junto con su familia (su esposa y tres hijos) permaneció año y medio en Nueva York, 15 meses en París y desde octubre de 1927 hasta marzo de 1936 en Madrid. Regresó a México con el apoyo expreso del presidente Lázaro Cárdenas durante la segunda quincena de abril de 1936, pocos días después de que el ex presidente Plutarco Elías Calles saliera expulsado del país. Durante su estancia en España, sucintamente Guzmán explicó a Eduardo Blanquel: escribí, hice periodismo, hice política, conspiré.[1]

    Esto último consistió en una serie de trabajos hoy denominados estrategia política, manejo de prensa y propaganda, relaciones públicas y consultoría del más alto nivel que desempeñó para su cercano y viejo amigo Manuel Azaña, desde el temprano 1930 hasta finales de febrero de 1936, lapso que abarcó la muy conflictiva campaña política, indispensable para establecer las alianzas y construir el programa de lo que llegaría a ser la coalición republicana de izquierdas denominada Frente Popular, que finalmente alcanzó la presidencia del gobierno de la Segunda República española, encabezada por Azaña —en sus memorias, en las de su cuñado Cipriano Rivas Cherif y en el capítulo Madrid de El proconsulado, de José Vasconcelos, queda constancia de estas casi invisibles tareas.[2]

    Entre su regreso a México y el 31 de enero de 1937, y a sus 49 años de edad, Guzmán emprendió en el ámbito literario una nueva etapa de su vida que, circunstancial y coincidentemente, su paisana, amiga y joven escritora Nelly Campobello estimuló de manera decisiva: puso en sus manos los cinco cuadernos manuscritos de El general Pancho Villa, las memorias que él había dictado en 1914 al periodista y militar Manuel Bauche Alcalde, que obraban en poder de la última de sus viudas, la señora Austreberta Rentería viuda de Villa, quien había solicitado consejo a la joven Nelly, que a su vez lo hizo a sus amigos Martín Luis y Alejandro Gómez Arias —quien de viva voz me refirió el episodio.[3]

    Como Guzmán referirá en diferentes ocasiones, la circunstancia lo colocó ante su antiguo deseo de analizar la Revolución a partir de uno de sus mayores protagonistas, Pancho Villa, bajo cuyas órdenes había desempeñado algunas funciones como agente de negocios en Estados Unidos, las más significativas; lo trató de cerca y, desde entonces, su enérgica personalidad lo había impresionado poderosamente. Más aún, pero esto sólo consta en El águila y la serpiente (1927), la primera impresión de la guerra y sus caudillos lo perturbaron al punto de que en su crónica novelada la severidad de sus juicios resultó rotunda, y contra Villa fue violenta, feroz incluso.[4] Quizá por esto, Guzmán concluyó su libro con la escena de su propia despedida de Pancho Villa, momentos antes de partir rumbo a Estados Unidos en busca de su familia, para no volver —aun cuando se había comprometido para servirlo como su secretario— hasta cinco años después.

    También, por su severa crítica a la Revolución y a Villa, quizás en su intimidad el escritor sentía una deuda moral que buscó resarcir veintitantos años más tarde; como explicó mucho tiempo después, había comprometido su palabra, y a su modo la cumpliría. La oportunidad se le presentó inesperadamente con los cinco cuadernos manuscritos de las memorias de Villa dictadas a Bauche Alcalde. Pronto se entregó al estudio de los manuscritos, que completó con la Hoja de servicios de Villa durante la revolución maderista, y con un relato de 103 hojas manuscritas a lápiz y que abarcaba desde la huida de Villa a la sierra en 1894 y concluía en 1914, según refiere en el prólogo a las Memorias de Pancho Villa (1ª ed. completa, 1951).

    La versión original se publicó en el suplemento dominical Magazine para Todos de El Universal, periódico en el que había venido colaborando regularmente desde hacía más de 10 años. La primera entrega apareció el 31 de enero de 1937 y la número 121 y última el 23 de julio de 1939; con ellas integró cinco libros: El hombre y sus armas (1938), Campos de batalla (1939), Panoramas políticos (1939) y La causa del pobre (1940), publicados por la editorial Botas, y el quinto y último, Adversidades del bien, se incorporó después a la edición conjunta de los cinco libros en un único volumen de 950 páginas, publicado por la Compañía General de Ediciones, empresa editorial propiedad del autor.

    Para la elaboración de las Memorias de Pancho Villa, Martín Luis Guzmán se basó en su experiencia directa con los protagonistas, en su participación en algunos episodios, y en múltiples testimonios de antiguos colaboradores, como Luis Aguirre Benavides —uno de sus secretarios—, políticos como el general José María Maytorena —gobernador de Sonora, entre otros cargos—, y hasta soldados anónimos de la División del Norte, como prueban las respuestas remitidas a los innumerables cuestionarios que él les enviaba. Seguramente, entre esta información encontró la que le permitió completar la que ya poseía en torno a las causas que condujeron a la Decena Trágica, que sintetizó en Febrero de 1913 y que publicó en El Universal pocos días después de concluir las Memorias.[5] Durante las semanas y días previos al cuartelazo, Guzmán convivió con muchos de los protagonistas, y entre sus testimonios nuestro autor destacó la versión del excepcional testigo Rodolfo Reyes, hermano de su cercano e íntimo amigo Alfonso, y ambos hijos del general Bernardo Reyes, a quien Guzmán trató en persona y al que convirtió en el protagonista central de su relato.[6]

    Probablemente, entre los datos consignados en los cuestionarios referidos también encontró parte de la información básica que le permitió elaborar las dos crónicas que integran Muertes históricas, fechadas en México, octubre de 1938, y dedicadas a los últimos días de vida de dos presidentes, Tránsito sereno de Porfirio Díaz e Ineluctable fin de Venustiano Carranza; ambas crónicas las mantuvo inéditas hasta 1958. Ninguno de estos episodios lo presenció Guzmán, aunque con toda seguridad contó con testimonios de algunos protagonistas y, sin duda, tuvo ante sus ojos el relato que elaboró un destacado colaborador de Carranza y testigo privilegiado del episodio, el general Francisco L. Urquizo.[7]

    2. AJUSTE DE CUENTAS

    En México, la vida social, económica y política durante la segunda mitad de la década de 1930 fue conflictiva debido al sensible y profundo acomodo del régimen de gobierno presidido por el general Lázaro Cárdenas, quien emprendía una nueva cimentación y estrategia para la Revolución, en tanto institución ideológica y sistema de gobierno. En relación con el ámbito de los balances históricos y literarios, destaca sobremanera la publicación de Ulises criollo y La tormenta (ambos de 1935), los dos primeros tomos de las memorias autobiográficas de José Vasconcelos —quien también regresaba a México luego de cinco años de exilio—, antiguo compañero de Martín Luis Guzmán en el Ateneo de la Juventud (1908-1912) y estrechos amigos, hasta que un conflicto de amores los separó y confrontó en 1916, como consta de manera enmascarada en el segundo de los libros; la amistad se reanudó después, pero con visibles reservas.

    Si miramos con atención, Ulises criollo y La tormenta son libros de combate enderezados contra personas reales (y entonces aún vivas) que fueron protagonistas en diferentes episodios durante los conflictivos años comprendidos entre el arribo de Francisco I. Madero a la Presidencia y la salida de Adolfo de la Huerta de su Presidencia interina y, no menos importante, contra las interpretaciones de la Revolución, entonces en decidido proceso de institucionalización por los revolucionarios vencedores. También, y sobresalientemente, esas memorias son testimonio de una expiación pública: ahí José Vasconcelos reveló la contrición de su mala conciencia católica debido a que asumió el riesgo de ser consecuente con el vitalismo de Nietzsche. Con su vitalismo, Vasconcelos logró darle a su expresión profética una velocidad inusitada, y con su mala conciencia su análisis psicológico alcanzó grados de sutileza casi dolorosa —interpreta Jorge Aguilar Mora.

    Como será fácil comprender, la publicación de Ulises criollo y La tormenta provocó una airada polémica periodística y generó una nutrida producción de memorias autobiográficas, casi todas enderezadas a rebatir lo dicho por Vasconcelos, porque esos actores políticos se sintieron agraviados por los cargos que les endosó el ex secretario de Educación, quien todavía contaba con amplio prestigio. Hoy día, esos libros testimoniales y esa polémica periodística son de enorme valor historiográfico, porque en las versiones de los hechos y las valoraciones de los actores políticos podemos observar y ponderar la muy compleja dinámica de la vida política entre 1910 y 1921 y, también importante, porque entre los cargos y descargos de los agravios trenzados se perfila la voluntad de construir una historia para el porvenir, tanto el de la Revolución como el de los actores.

    Junto a esta encendida disputa por el pasado histórico, también contra el presente inmediato del régimen de Cárdenas, se hizo un severo cuestionamiento dentro del ámbito de la literatura. Destacó El resplandor (1937), del entonces joven e impetuoso Mauricio Magdaleno, quien en su balance de la Revolución no se limitó a describir los sucesos, episodios o personajes, sino que procedió al señalamiento de las virtudes y defectos, las ventajas y vicios, las causas y resultados de la corrupción y de la demagogia generados por la propia Revolución. Con afán crítico similar, el ya muy prestigiado y maduro novelista Mariano Azuela publicó San Gabriel de Valdivias (1937), El camarada Pantoja (1938) y Regina Landa (1939), que fueron como una requisitoria moral en contra de la simulación y la violencia implícita en el proceso ideológico y político subyacente en la consolidación del régimen de la Revolución.[8]

    Dentro de tan efervescente contexto literario y memorialístico, el regreso a México de Martín Luis Guzmán estuvo presidido por su sólida y prestigiada fama como escritor. Primero, desde la Querella de México (1915) y A orillas del Hudson (1920) había mostrado ya una capacidad ensayística original y crítica, en particular con una interpretación de la guerra de revolución y de algunos de sus actores políticos; en su análisis y exposición se percibió cierto apego al principio lógico de causalidad. Su tesis final fue rotunda y la sujetó a criterios axiológicos, por eso la calificó como perversión moral: La paz a costa de la corrupción y el crimen sistemáticos. Y en su perspectiva política asomaba un temor: en México ningún partido político tiene por sí mismo vigor suficiente para dominar; su seguridad y su fuerza exigen el concurso de un poder extraño (OC, FCE, 2010, I, 388).

    Después, quienes como lectores siguieron en El Universal sus Crónicas de mi destierro, publicadas semanalmente entre junio de 1926 y septiembre de 1927 (las reuniría como libro hasta 1964), sin duda se percataron de su versátil escritura, de su hábil esencia descriptiva y, sobre todo, de su calculada libertad argumental para exponer y analizar los asuntos políticos y las características humanas; son crónicas que revelaron la aguda perspicacia crítica de un observador atento a detalles menores, pero significativos. Esta técnica periodística y libertad descriptiva la desplegó en sus dos siguientes series de crónicas, ya concebidas como un gran mosaico literario y, sobre todo, como una novela.

    Esto es, en El águila y la serpiente (en El Universal entre febrero de 1927 y mayo de 1928) hizo la crónica novelada de la Revolución, sujeta a la secuencia cronológica y los episodios vividos por él, muchos de ellos cercanos a Villa. Admira su rigor en el establecimiento y delimitación de dos categorías historiográficas específicas: el tiempo y el espacio, sobre las que se permitía divagaciones descriptivas de los episodios y escenarios, y valorativas de los personajes y circunstancias. En La sombra del caudillo (en El Universal entre mayo de 1928 y octubre de 1929) indagó las posibilidades de la ficción —en su más puro sentido—, para inquirir a su vez sobre el recurso de la verosimilitud del relato histórico. Ante la novela, el lector de entonces y el de ahora nos admiramos por la intensidad de la narración, el cuestionamiento de los valores humanos y sus efectos políticos y viceversa, y, sobre todo, nos seguimos admirando ante lo vívido de una ficción que crea una realidad mexicana tan intemporal como universal.

    Sin embargo, a partir de su regreso a México en 1936, Martín Luis Guzmán deberá cumplir con ciertos compromisos contraídos con el presidente Lázaro Cárdenas, y esto lo colocará en un doble camino: la literatura histórica, como puede verse en las Memorias de Pancho Villa, Muertes históricas y Febrero de 1913, y la función pedagógica y doctrinal, implícita en su cercanía con las tareas de la educación rural y de análisis y difusión política emprendidas por el gobierno de la República.[9]

    3. LOS PROPÓSITOS Y ESTRATEGIAS

    Debido a los compromisos contraídos con la editorial española Espasa-Calpe y a las condiciones impuestas a la editorial por el presidente Plutarco Elías Calles,[10] durante su exilio en España nuestro autor se ocupó en la elaboración de tres libros: Mina el mozo, héroe de Navarra (Madrid, 1932); Filadelfia, paraíso de conspiradores y otras memorias noveladas (Madrid, 1938), y Piratas y corsarios (fragmentos en periódicos de Madrid, 1931). En palabras del propio Guzmán, respecto al primero de los libros: "me propuse pintar una vida de Mina tan llena de los pensamientos, de los sentimientos y de las emociones del héroe y tan envuelta en su ambiente propio como si yo hubiera estado junto a él en los dos lustros de su hazaña, su cautiverio y sus angustias —explicó a Emmanuel Carballo en 1958.[11]

    La gravedad del tono narrativo y de la descripción de Francisco Javier Mina hace un significativo contraste con el ficticio y picaresco don Diego Correa de Filadelfia; igual ocurre con la caracterización de los entornos, un paisaje vivo y naturalmente recreado de los alrededores de Navarra y de Madrid, Pamplona y Burdeos, mientras la citada ciudad de Estados Unidos se reduce a un mero escenario básico para enmarcar las relaciones complicadamente absurdas entre embajadores, representantes y agentes europeos en pugna; en consecuencia, la gravedad histórica de ese Mina que trascendería por su participación en la Independencia de México genera una sensible disonancia humorística ante peripecias embrolladas e inútiles. Y Piratas y corsarios integra una serie de retratos de los bandidos del mar quienes, moldeados por la cifra facial, aparecen llenos de vida y apegados a una circunstancia histórica, climática y social —indica Jaime Ramírez Garrido.

    En Mina el mozo, héroe de Navarra, Martín Luis Guzmán hizo una primera aproximación al estilo narrativo que desplegaría pocos años después en las Memorias de Pancho Villa y, además, en el que mostraría de manera decisiva cómo dio cauce a su intención didáctica y afán doctrinario urdidos en torno a un hombre y una circunstancia que él personalmente conoció y vivió, Pancho Villa y la guerra de Revolución. En el prólogo de las Memorias y la conferencia Apunte sobre una personalidad, Guzmán expuso la dimensión histórica y literaria de su relato supuestamente autobiográfico de Pancho Villa y de sus valoraciones de los hechos y las personas.

    Desde sus objetivos expuestos en el prólogo se percibe el tono pedagógico. Ahí indicó que: a) sus móviles fueron estéticos; b) pretendió la apología del caudillo ante la iniquidad generalizada, y c) lo impulsaban afanes didácticos y satíricos (en su acepción de crítica). En la referida conferencia expuso su manera de proceder: d) empleó una combinación de biografía, novela e historia desarrollada mediante la creación y apegada a la verdad de los hechos; e) buscó una valoración ética dentro de una dimensión universal de la historia, y f) intentó reconstruir la Revolución desde el interior del alma de Villa.

    A diferencia de El águila y la serpiente, en las Memorias de Pancho Villa desplegó las nuevas características narrativas de su literatura, todas propias de las normas retóricas de los dos géneros empleados, el relato testimonial de las memorias autobiográficas y la estructura argumental y sintética de las entregas semanales del periodismo.[12] Aunque el esquema no era rígido, lo respetó con rigor. Sus particularidades más notorias son las siguientes. Desde el título de cada uno de los cinco libros, Guzmán formuló el enunciado general de la tesis a demostrar; luego, en el primero de los capítulos de cada libro, presentó la formulación del problema y las premisas que emplearía para argumentar su demostración. Por supuesto, y consecuente con tal exposición lógica, en el primero de los cinco libros Guzmán refirió de manera elíptica la juventud de Doroteo Arango dentro de condiciones familiares típicas de pobreza, marginación y vida agreste y solitaria en alguna ranchería de la Sierra Madre en Durango. Los siguientes libros los encabalgó como un discreto silogismo lógico.

    En otras palabras, en 1) El hombre y sus armas, Guzmán expuso el tema de la honorabilidad y valentía del joven ranchero después llamado Pancho Villa, que se convirtió en un forajido debido a un agravio moral que limpiaría con sangre. Es decir, trazó las primeras líneas del perfil del héroe prototípico. En 2) Campos de batalla, presentó a Venustiano Carranza como representación de la autoridad, a la cual deberá obedecer el joven militar Villa. Entonces, como Victoriano Huerta era el enemigo común a vencer, sobre él recayó toda la atención y esfuerzo de los ejércitos revolucionarios. En 3) Panoramas políticos, estamos ya ante un general Villa vencedor de la decisiva batalla de Torreón. El éxito le generó malquerencias y marginación, y con esto llegaron los problemas políticos. En 4) La causa del pobre, Guzmán mostró el sombrío porvenir de la Revolución debido a los manejos e intereses del Primer Jefe, cuyas metas políticas diferían de las propuestas de Madero, a quien Villa respetaba lealmente. Aquí, la Convención de Aguascalientes aparece como el marco escénico de las decisiones políticas más conflictivas. Y en 5) Las adversidades del bien, el inicio del libro es emblemático: Villa invocó al apóstol Madero como medida del Bien, que será el marco normativo de los licenciados que negocian los arreglos entre Villa (encarnación del poder militar) y Carranza (encarnación del poder político). El libro concluye con los gestos de lealtad entre Villa y sus subordinados.

    Un segundo conjunto de características se distingue a lo largo de las Memorias de Pancho Villa: en cada uno de los cinco libros y de manera reiterativa —machacona en el cuarto y quinto—, Guzmán subrayó con variados matices, extensiones y recursos algunas ideas específicas, todas supuestamente atribuibles a Pancho Villa. Sobresalen: a) la causa del pobre como sinónimo de esencia de la Revolución; b) la noción de justicia dentro de un ámbito de guerra, que justifica la violencia, el robo y aun el crimen, más cuando esa guerra sería en beneficio del pueblo; c) las nociones de ética y lealtad como principios que articulan, cohesionan y proyectan a un ejército como el de la División del Norte, cuyo origen netamente popular (improvisado o sin escuela) no lo colocaba en un lugar inferior a uno profesional; d) la diferencia entre la actividad militar, comprometida con la causa del pobre y realizada dentro de códigos específicos y honrados, y la actividad política, ocupada en satisfacer los intereses de individuos y grupos, y realizada dentro de cauces oscuros y mezquinos, y e) aquí Guzmán introdujo el subtema de la diferencia entre el soldado popular y el soldado de carrera y la diferencia entre el caudillo popular y el general de carrera metido a político.[13]

    Por último, hay un tercer grupo de características sobresalientes: con harta frecuencia Guzmán acudió al supuesto monólogo para mostrar la autoconciencia de Pancho Villa. Casi siempre asoma la invocación al Señor, como obvia suplantación de Dios; es como un acto de (auto)confesión útil para mostrar supuestas valoraciones hechas por el narrador protagonista. Con menos frecuencia, la fórmula pensaba yo la empleó con idéntico propósito. El efecto es natural, discreto y eficaz: Guzmán presentó por un lado a Pancho Villa como un hombre común que duda, cuestiona y siente, y, por el otro, a un general que analiza, interpreta y pondera.

    Esta doble peculiaridad buscaba dar énfasis a la personificación de Villa, quien como ser humano rendía su testimonio y admitía sus yerros, su soberbia, sus debilidades y hasta ponderaba su propio lugar dentro de los acontecimientos que narraba. En este punto no debemos pasar por alto otro subtema, sin duda de enorme importancia para el propio Guzmán, el asunto moral implícito en la clásica confrontación entre las armas y las letras: la responsabilidad del hombre ocupado en la guerra y la política frente a la responsabilidad del hombre ocupado en el pensamiento y las artes, que aparece con relativa frecuencia en los monólogos interiores de Villa.

    Ninguna de estas complejas características formales de las Memorias de Pancho Villa se percibe en Muertes históricas y Febrero de 1913. En las Memorias —escribió José Emilio Pacheco— se notan la carpintería literaria y el esfuerzo, [aunque] la destreza del narrador sobrevive a los obstáculos que se impuso a sí mismo.[14] Por el contrario, en las dos segundas la limpieza de la crónica narrativa resulta, de tan cristalina, incuestionable. Esto porque la sensible y esencial descripción de las últimas semanas, días y horas de vida de Porfirio Díaz en París, la dosificación de los episodios que condujeron a la muerte de Carranza en las alturas de la Sierra de Puebla o que llevaron a la Decena Trágica en la Plaza de la Ciudadela están tan bien urdidas que el lector las acepta como si fueran los relatos de los hechos reales referidos por un testigo privilegiado y objetivo. Es decir, Martín Luis Guzmán logró su propósito más preciado: colocar la verdad literaria por encima de la verdad histórica.

    Sin embargo, bajo tan relevantes virtudes narrativas subyacen muy discretamente expuestos los propósitos didácticos y doctrinarios ya referidos. La influencia de la literatura e historiografía clásicas es notoria, porque nuestro autor empleó fórmulas poéticas y retóricas eficaces, tanto que pasan inadvertidas y que esconden una sutil escala de valores morales, principalmente. La fórmula dominante está en el empleo de la hybris, que en su versión contemporánea equivaldría a la soberbia y arrebato de los individuos, al punto de cegarlos ante la realidad, y a la fatalidad del destino, tanto que éste los paraliza. Sin excepción, todos los protagonistas de los libros ahora analizados padecen idéntica doble obcecación, con la cual Guzmán desliza una velada crítica, más porque en su experiencia vital advirtió un escenario de figuras alternativamente hombres y agonistas, como referí en sus palabras al inicio de estas páginas.

    En Muertes históricas, Tránsito sereno de Porfirio Díaz recreó la intimidad de un anciano de 85 años que en 1915 y en su exilio parisino perdió todo contacto con su realidad inmediata, al punto que, sumergido en su trastorno, sólo preguntaba por su Oaxaca natal; murió de muerte natural en la cama de su casa, rodeado de su familia, de sus fieles amigos y en la paz de una conciencia ciega; algunos países europeos le rindieron tributo como hombre de Estado, mientras México se desangraba por una guerra de facciones. Por su parte, Ineluctable fin de Venustiano Carranza es la recreación del largo episodio de la fuga del presidente con todo y gobierno hacia Veracruz; el enorme convoy de trenes avanzaba muy tortuosamente y en el camino pronto todo se fue reduciendo a una mínima expresión; sin escuchar recomendaciones y advertencias, en su obcecación Carranza avanzaba en pos de la seguridad y apoyo político que cinco años había obtenido en Veracruz y que en 1920 anhelaba; agobiado, él y su guardia de seguridad prosiguieron su camino hacia un destino cada vez más inalcanzable, y llegaron al peor y nunca imaginado lugar de la Sierra. En esa larga y fatídica jornada, con gran y discreta astucia literaria, Guzmán dibujó su fina crítica moral: en un acto de traición orquestado por Álvaro Obregón, condujo a Carranza a su despeñadero final.[15]

    En Febrero de 1913 la argucia literaria de Guzmán resultó prodigiosa: en aras de la verdad literaria, desvirtuó la historia y justificó al protagonista y al antagonista, con lo cual cumplió cabalmente con sus afanes didácticos y doctrinarios. Los varios meses del conflicto político que condujeron a la Decena Trágica, Guzmán los sintetizó mediante la decidida e interesada intervención del embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson, con lo que exculpó explícitamente al cuerpo diplomático acreditado en México de toda responsabilidad; la contrarrevolución la caracterizó mediante las tareas de sistemática conspiración, sea con la prensa que envenenaba a la opinión pública, sea con versiones negativas de Madero y su gobierno que se difundían en el extranjero, sea mediante actos de deslealtad, como ilustraba el general Victoriano Huerta, a quien coloca en las sombras, y el general Bernardo Reyes, de quien mediante la hybris recuperó su valor histórico y explicó con un artificio retórico: apeló al supuesto patriotismo del general Reyes como base de su muy confuso e inaceptable acto de traición. De hecho —debo subrayarlo—, todo su relato lo articuló Guzmán sobre un único eje argumental: la defensa de las instituciones, en este caso el Ejército, representado por el general Lauro Villar. Así, de manera tácita, Guzmán dejó ver una crítica: el presidente Madero tampoco escuchó las múltiples advertencias para defenderse y combatir la conspiración, que 10 días después lo derrotaría.

    Pancho Villa tampoco escuchó, según la versión de Guzmán en el último y elocuente capítulo de sus Memorias, en el cual sus afanes pedagógicos, doctrinales y críticos son particularmente discretos. En esas páginas finales: a) se mostró la visión de Villa sobre la posesión de la tierra que defiende mediante su propuesta de la Ley de Propiedad Agraria, mientras Carranza emprendía negociaciones políticas en Estados Unidos que incluso sus propios generales cuestionaban porque traicionaban las metas de la Revolución; b) se mostró al caudillo popular que en la guerra obraba a la ofensiva con su imbatible carga de caballería y no al estratega militar que esperaba atrincherado como le sugería Felipe Ángeles, militar de carrera y conocedor de las estrategias de Álvaro Obregón, y c) se dejó un intencionado final trunco, porque las Memorias debían concluir con un caudillo que seguía dictando órdenes y no con uno derrotado, como ocurrirá poco después en la batalla de La Trinidad.

    4. LA CONSTRUCCIÓN DE UN PORVENIR HISTÓRICO

    Martín Luis Guzmán consideró su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua como la ocasión propicia para, ante un público selecto —incluido el presidente Adolfo Ruiz Cortines— y con una amplia resonancia en medios, describir los intrincados y personales motivos que hasta entonces habían animado su literatura. Era la noche del 19 de febrero de 1954 cuando leyó Apunte sobre una personalidad, en la que se describió a sí mismo desde la perspectiva gramatical de la tercera persona del singular: él, como si fuera un otro distinto a sí mismo. Ahí, en su pormenorizada descripción y con sutil artífico retórico, expuso la manera como una persona construyó su estructura moral nutrida con los valores éticos y cívicos fundamentales; indirectamente, estaba haciendo un exhorto doctrinal que, en su último y largo párrafo y ahora sí en primera persona del singular, expuso como un credo: a) creo en el origen de la estirpe, b) creo en el concepto universal del hombre, c) creo en la grandeza de los mártires de la Independencia, d) creo en la obra de los hombres de la Reforma, que [me] hizo ser más respetuoso de la idea de Dios, e) creo en la ejemplar devoción de cuantos supieron ofrendar su vida por la integridad y el bien de la tierra mexicana (OC, FCE, 2010, II, 481).

    Invoco esta significativa pieza retórica de Martín Luis Guzmán por la elocuencia y extensión con que asumió públicamente su responsabilidad como escritor y ciudadano y porque la ocasión fue simbólica: era su ingreso formal a la máxima institución de la lengua, la Academia. En esas páginas y circunstancias, refirió largamente cuáles habían sido las motivaciones y estrategias que siguió en la elaboración de las Memorias de Pancho Villa, casi idénticas a las que subyacen en Muertes históricas y Febrero de 1913: las muy atendibles intenciones didácticas, basadas en una premisa: la verdad artística liquida a la verdad histórica, como él sucintamente expresó de viva voz ante los técnicos y actores que participarían en el rodaje fílmico de su novela La sombra del caudillo, adaptada y dirigida por Julio Bracho en 1960.

    Vuelvo a 1936, cuando Guzmán acababa de regresar a México después de 12 años de exilio, cuando la imagen de Pancho Villa ya se había enmarcado en una leyenda negra, tejida con las muy variadas versiones de un hombre apasionado y violento, por decir lo menos;[16] esas imágenes vulgares del general Villa y esa historia de un disminuido gran protagonista a Guzmán le parecieron ofensivas, y los testimonios en los que perduraban vestigios del héroe popular y de sus hazañas guerreras esenciales para la Revolución resultaban inconseguibles. Como él reconoció después, no admitió esos defectos en los principales autores de la Revolución y, a su vez, como escritor se exigió a sí mismo una ponderación justa para entender y sentir al México revolucionario con toda su trascendencia moral y bajo su verdadera luz.

    Así, en 1936, a la vieja obsesión de pintar la Revolución a partir de la biografía de Villa, se sumaron la circunstancial coincidencia con los cuadernos manuscritos de Joaquín Bauche Alcalde y el propicio entorno político, ideológico y cultural del cardenismo, todo lo cual puso en marcha la complicada maquinaria literaria e historiográfica de Martín Luis Guzmán, cuya meta era doble: emprender la vindicación de la imagen pública de Pancho Villa y contribuir a la construcción de una idea de la Revolución y de sus hombres. En otras palabras, para él la noción de historia alcanzaría su significado pleno en el porvenir, y a eso se avocó intensamente. El primer paso fue desagraviar a Pancho Villa, injuriado y calumniado; el segundo, mostrarlo como un hombre dueño de la natural sencillez y sabiduría moral del ranchero y como un militar sin formación escolar, pero responsable con sus hombres, con sus compromisos con el pueblo y con la legalidad de la Revolución (representada por Madero), y el tercero, el más complejo, hacer de Villa el baluarte ético de la Revolución, que confronta y evidencia los mezquinos intereses de la política (representada por Carranza).

    A la par de la vindicación del héroe histórico, Guzmán hizo la reconstrucción de una historia de la Revolución esencialmente sujeta a la sola dimensión humana: a través de la supuesta mirada de Pancho Villa fue mostrando, por un lado, los rasgos básicos de la vida común de aquellos hombres, en sus móviles y consecuencias, y en sus motivaciones y caracteres, porque esa vida es la que hizo la Revolución y en ella el general Villa —en tanto sujeto histórico y actor político— adquiere el carácter de persona; por el otro, los rasgos distintivos de los hombres de la guerra: el guerrero improvisado, con su valentía y arrojo, y el militar profesional, con su disciplina y estrategia —todo en la atemporal dimensión histórica de la ética. En la contraparte, la mirada de Pancho Villa también atiende a su rival, del cual se cuida permanentemente: ésa es la política, que porfía en intereses distintos a los de la Revolución.

    Conforme fue construyendo la figura prototípica de Pancho Villa y de sus antagonistas, entre sus pesquisas y consideraciones Guzmán identificó la conveniencia de atender en sus particularidades tres episodios decisivos para la historia de la Revolución: la muerte de Porfirio Díaz, las causas que condujeron a la Decena Trágica y la emboscada en la que sucumbió Venustiano Carranza. Naturalmente, la rigidez de la perspectiva narrativa de la supuesta memoria autobiográfica de Villa le estorbaba. Entonces, el autor se despojó de ella para adueñarse de su propia visión y voz y con esta libertad recuperar lo mejor de sus virtudes literarias, que en Muertes históricas y Febrero de 1913 amalgamó con sus afanes didácticos (morales) y doctrinales (historiográficos).

    Aquí, si bien cristalizó su deseo de imponer la verdad literaria por encima de la verdad histórica, también realizó su propósito crítico, que deslizó a través de la figura poética y retórica clásica de la hybris: en sus crónicas narrativas ni el general Díaz percibió que sus aciertos como gran estadista tendrían los altísimos costos políticos y sociales de la guerra de revolución; ni el general Reyes columbró que su sacrificio en aras de su supuesto patriotismo era una traición imperdonable ni, tampoco, el presidente Madero vislumbró que quien ordenó la conspiración en su contra provocaría su muerte y llegaría a la Presidencia; ni el presidente Carranza reconoció que su obcecación clausuraba las vías democráticas de la Revolución, y no menos complejo fue su juicio contra el general Villa: no admitió la conveniencia de un cambio de estrategias para dar cauce a la lucha por la Revolución.[17]

    Han pasado los años y el porvenir historiográfico propuesto por Martín Luis Guzmán es ahora nuestro pasado inmediato. Su valoración de su historia entre 1936 y 1938 obedecía a una necesidad moral, principalmente. Por eso se ocupó de los hombres en su individualidad y de sus valores: los recuperó para la Historia que deseaba como porvenir en cuanto podían ser figuras arquetípicas, ejemplares del bien o el mal, base del sentido pedagógico y doctrinal de sus propósitos. Sin embargo, junto a su meticuloso cuidado vindicativo de un esquema ético, también fue cuidadoso en su voluntad de reducir hasta su mínima expresión las consideraciones de índole política y social, sobre todo aquellas subyacentes en el villismo, esa muy compleja y rica veta popular de la Revolución.

    Sobre estas bases, fundidas como un todo unitario, vendrá la construcción de una nueva tradición. Pero ésta ya no fue una tarea que incumbía sólo a Martín Luis Guzmán, sino que correspondía a las instituciones encargadas de la propagación de esa herramienta pedagógica y doctrinal creada por nuestro autor.[18] A lo que sí se avocó directa y personalmente fue a un último doble propósito, llevar al Congreso de la Unión la iniciativa para que en su recinto se incluyera entre los héroes de la Revolución y con letras de oro el nombre de Pancho Villa (1967), y también llevar la iniciativa a las autoridades correspondientes para que se trasladaran los restos de Villa a la base del Monumento a la Revolución (1976). No obstante la trascendencia de ambos propósitos, su contribución capital fue ese gran mausoleo que ha sido y seguirá siendo el libro Memorias de Pancho Villa.


    [1] Eduardo Blanquel, Entrevista con Martín Luis Guzmán [1971], recogida en Martín Luis Guzmán, La sombra del caudillo; edición crítica, Rafael Olea Franco (coord.), Madrid/México y otras ciudades, ALLCA XX (Archivos), 2002. Este libro, por sus herramientas cronológicas y bibliográficas y por su amplia compilación de estudios sobre MLG y la citada novela, resulta esencial. Salvo indicación contraria, todas las fuentes citadas están compiladas en este libro.

    [2] Nuestro siempre bien informado embajador en España, Genaro Estrada, en carta privada del 25 de diciembre de 1933 a su cercano Alfonso Reyes, entonces embajador en Brasil, describe en una línea a su común amigo Martín Luis Guzmán: está aquí liado en la política de España, como antes con la de México. Con leal franqueza. Correspondencia entre GE y AR, 1930-1937, vol. III, ed. de Serge I. Zaotzeff, México, El Colegio Nacional, 1994, p. 267. Véase Jaime Ramírez Garrido, Axkaná: MLG, Campeche, Instituto de Cultura de Campeche/Conaculta, 2003, pp. 188-217, y sobre los mexicanos en España durante el contexto citado: Héctor Perea, Ante los asuntos de España. La paz y la guerra, en La rueda del tiempo, México, Cal y Arena, 1996, pp. 411-479.

    [3] Manuel Bauche Alcalde, El general Francisco Villa, en Pancho Villa, Retrato autobiográfico, 1894-1914, ed. de Guadalupe Villa y Rosa Helia Villa, pról. de Juan Ramón de la Fuente, México, UNAM/Taurus, 2003. Es la versión facsimilar de los cinco cuadernos manuscritos y su versión tipográfica. Nelly Campobello trabajó con idéntico legajo para su libro Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa, en Obra reunida, México, FCE, 2007, p. 199. Comparadas las tres versiones, coinciden en los episodios y las secuencias, pero discrepan significativamente en las (auto)valoraciones humanas e históricas y en el tono —principalmente en los énfasis— de la voz narrativa. Campobello explica y justifica: la única parte de la vida de Villa que vale es la militar, porque en otro aspecto no existe; y subraya: la verdad de sus batallas es la verdad de su vida. Guzmán fue más lejos a partir de los hechos militares.

    [4] En esta pasión sospecho una contradictoria revaloración de su propio padre, el coronel Martín Luis Guzmán, quien como militar de carrera, profesor en la Escuela de Guerra y víctima en una batalla contra los revolucionarios en 1910, se puede identificar como la antípoda de Villa. Por eso la doble y opuesta conducta del escritor: primero la repulsa hacia el militar improvisado, ayuno de cálculo y previsión según muestra en El águila y la serpiente, que lo convierte en todo lo contrario a su padre; después, en las Memorias de Pancho Villa exhibe su devota admiración hacia el caudillo popular, dueño de arrojos y temeridades, lo más ajeno a su padre. Véase Susana Quintanilla, A salto de mata. MLG en la Revolución mexicana, México, Tusquets (Centenarios), 2009, indispensable estudio biográfico sobre nuestro autor entre los últimos años del gobierno de Díaz y el inicio de su primer exilio en 1915.

    [5] También se publicó en el suplemento dominical Magazine para Todos de El Universal entre el 20 de agosto y el 22 de octubre de 1939; la primera edición en libro la publicó Empresas Editoriales en 1963.

    [6] Rodolfo Reyes, De mi vida. Memorias políticas, 1899-1913, Madrid, Biblioteca Nueva, 1929, en particular pp. 139-241.

    [7] Francisco L. Urquizo, México-Tlaxcalaltongo, México, Cvltvra, 1932, y mi artículo Urquizo, construcción de una memoria, en Literatura Mexicana, UNAM-IIF (Centro de Estudios Literarios, VI), 1995, pp. 107-130.

    [8] José Vasconcelos, Ulises criollo, edición crítica, Claude Fell (coord.), Madrid/México y otras ciudades, ALLCA XX (Archivos), 2000. Este libro, por sus herramientas cronológicas y bibliográficas, y por su amplia compilación de estudios sobre JV y la citada memoria autobiográfica, resulta esencial. Véase también mis artículos La construcción de un nicho histórico. Memorias y autobiografías, en Signos Históricos (UAM-I, revista semestral), vol. I, núm. 1, 1999, pp. 193-202 y Los hilos ocultos: la novela en México (1998-1944) Temas y tratamientos, en Víctor Díaz Arciniega et al., Del color local al estándar universal: literatura y cultura, México, INAH (Claves para la historia), 2010, pp. 19-44.

    [9] Entre los estudios biográficos y las cronologías de MLG, aparece un significativo vacío respecto a estas actividades, vagamente sugeridas en algunos de los textos recogidos en sus Obras Completas, como ilustran Maestros rurales (OC, FCE, 2010, II), algunos de Pábulo para la historia y de Otras páginas, en particular Quetzalcóatl y los libros, y sobre todo Lázaro Cárdenas, reunidos en OC, II (FCE, 2010).

    [10] Debido a la publicación de La sombra del caudillo, que el presidente Calles consideró agraviante contra Álvaro Obregón y su propia persona, impidió la circulación de la novela en México y pidió a la editorial que no publicara más obras de Guzmán con tema del presente inmediato mexicano.

    [11] Emmanuel Carballo, Martín Luis Guzmán, en Protagonistas de la literatura mexicana, México, Empresas Editoriales, 1958.

    [12] Cada uno de los 121 capítulos tenía una extensión promedio de seis y media cuartillas, correspondientes a una plana entera del periódico. La más importante diferencia entre El águila y la serpiente y las Memorias de Pancho Villa es el punto de vista narrativo: en la crónica novela es el propio autor quien refirió sus experiencias y opiniones, mientras en las memorias el autor se colocó literariamente en el lugar de Villa, quien supuestamente expresó con su propio lenguaje su parecer y vivencia de la Revolución y sus actores.

    [13] No se debe olvidar que el padre de Martín Luis Guzmán fue profesor en la Escuela Militar, contaba con grado de coronel y había muerto en un hecho de armas, al frente de un cuerpo militar que, en cumplimiento de órdenes superiores, iba a combatir a los maderistas en 1910.

    [14] Sin embargo, hay un obstáculo que no logró superar, nos indica Jorge Aguilar Mora: Guzmán en las Memorias se olvidó de la diferencia fundamental de un habla coloquial y un discurso narrativo.

    [15] En este punto, es conveniente subrayar un detalle relevante: en el momento último de la emboscada contra Carranza, Guzmán omitió un detalle: don Venustiano, herido de gravedad, decidió por su propia mano dar fin a su vida mediante dos tiros en el pecho, acto supremo que lo reivindicaría en su más alto valor humano y militar, el de la dignidad. Véase Enrique Krauze, La noche de Tlaxcalaltongo, Vuelta, núm. 111, febrero de 1986, pp. 6-10 y Puente entre siglos, Venustiano Carranza, México, FCE (Biografía del Poder, núm. 5), 1987, pp. 211-251.

    [16] En su importante libro y desde una perspectiva comparativa con Emiliano Zapata, John Womack escribió: "varias películas e innumerables libros y corridos han presentado [a Pancho Villa] con mayor pasión [y] de modo más variado: fuerza de la naturaleza mexicana, encarnación absoluta del machismo, Barbazul del pueblo, expresión de la ira popular, Quinto jinete del Apocalipsis, flagelo de los ricos y elegantes, epítome del México bronco, símbolo del país enloquecido. Cualquiera que esté interesado en descubrir quién fue en realidad Villa, qué hizo realmente

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