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AUTOR:
Jerónimo Hernández y Mauricio Laguna Berber
La izquierda en México, mitos y realidades
(01-08-2005) - Escrito por Jerónimo Hernández y Mauricio Laguna Berber - Última modificación ()
El concepto izquierda, como se sabe, tiene su origen en la revolución política francesa de 1789. Con este concepto fue
conocido el grupo de diputados que promovieron el cambio revolucionario del Estado absoluto al Estado liberal.
El político u hombre y mujer de izquierda fueron los que levantaron la bandera de lucha de las libertades fundamentales
del hombre burgués, no la libertad de todos los hombres y mujeres.
Aunque por este ideal han luchado las masas populares. El poder de la burguesía restringió el concepto de libertad a la de
la clase capitalista. El resto de las clases sociales tuvo que luchar a lo largo del siglo XIX y el XX para que las libertades
individuales y colectivas, es decir, de clase, fuesen aceptadas por la burguesía y sus aliados, que en el origen
revolucionario fueron la izquierda.
Las luchas populares por un cambio revolucionario, hacia el socialismo o por reformas democráticas dentro de un
proceso con objetivos socialistas, fue conocido como la izquierda, en oposición a la derecha compuesta por el conjunto
de organizaciones que luchan por consolidar el poder de la burguesía ante el acoso de la izquierda socialista. Por tanto
hubo una mutación, la izquierda original, sus objetivos y sus propuestas fueron la cabeza política en la burguesía contra la
clase feudal.
Cuando la burguesía consolida su economía, su ideología se transforma en la clase social dominante y su poder se hizo
absoluto en el Estado, se transformó en una clase conservadora del sistema capitalista y entonces los dirigentes
socialistas y las masas populares se convirtieron en la izquierda, que luchaba tanto por un cambio revolucionario como
por reformas sociales. Hubo pues, una nueva izquierda frente a la vieja izquierda que se volvió conservadora y dejó de ser
izquierda.
El socialismo es una nueva concepción de la vida del hombre. Concibe a la sociedad radicalmente opuesta a la sociedad
o modo de producción capitalista, sustentado en la propiedad privada o capitalista, por la apropiación colectiva de los
medios de producción y la distribución social de la riqueza, opuesta a la apropiación particular del capitalismo, con formas
colectivas en el ejercicio del poder.
En 1934, el entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río, se presenta como una opción política de la clase
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dominante, es decir, de la clase empresarial mexicana, que tuvo su origen en el grupo constitucionalista comandado por
Venustiano Carranza y Álvaro Obregón.
El cardenismo retomó las banderas del constitucionalismo y optó por la creación de una sociedad capitalista en la que el
Estado tuvo una intervención decisiva para proteger a la clase capitalista mexicana de la clase capitalista extranjera, que
se había apoderado ya de las ramas de la economía más importantes y que por su poderío económico podía reducir a la
nada a la clase empresarial mexicana.
El cardenismo es, por tanto, una opción política de la burguesía mexicana, jamás el cardenismo ha sido una opción política
socialista, ni siquiera de tipo socialdemócrata. El cardenismo ha sido contrario al socialismo. Son y han sido enemigos en
cuanto a sus objetivos históricos, como lo han señalado incluso en diversas entrevistas los descendientes del caudillo de
la Revolución Mexicana en su segunda y tercera generación.
En cambio el socialismo busca un cambio estructural favorable a los trabajadores, no a favor de la burguesía, como es el
objetivo del cardenismo viejo y nuevo.
Aclarar ideas
En México, como en Europa, el concepto izquierda llegó a ser, a partir de un ideario político nuevo, sinónimo del concepto
socialismo.
En la historia política de México sólo la izquierda tuvo objetivos socialistas. Izquierda y socialismo fueron conceptos
utilizados para indicar que el objetivo político era el cambio comunista en México, colocando los ideales de los
trabajadores y del campesinado pobre por encima de los intereses políticos y económicos de la clase empresarial.
Al respecto no hubo equivocación alguna entre las organizaciones sociales y políticas, cuyos dirigentes y sus agremiados
asumieron la lucha por el socialismo como objetivo de su acción política. El error fundamental que tuvieron los socialistas
mexicanos, que desembocó en una conducta política que los llevó al fracaso político como opción socialista y su
transformación en opción cardenista, fue la caracterización que hicieron del Estado de la “Revolución Mexicana”.
La falsa caracterización de este movimiento armado como revolución, a partir de una sobre–ideologización del papel de las
masas y su influencia en la creación de un Estado revolucionario, eludió el papel central que tuvo el grupo
constitucionalista en la creación de un nuevo Estado, de un sistema político centralista con régimen presidencial, a partir
del cual, y del dominio sobre las masas populares, se emprendería un esfuerzo estatal por apoyar el desarrollo de una
burguesía mexicana. Ésta, apoyada en el Estado, tendría que sostener concesiones políticas para las masas populares,
pero de ninguna manera era un sistema político de y para las masas, como se desprende de los análisis hechos para
justificar la conducta de los socialistas mexicanos para aliarse a la sección más “progresista” de la “Revolución Mexicana”.
En este sentido es importante destacar cómo el cardenismo fue apoyado y alentado por Partido Comunista de la Unión
Soviética, que comandaba un amplio sector del movimiento comunista internacional bajo el liderazgo de José Stalin.
El estalinismo, por tanto, fortaleció esta concepción popular de la “Revolución Mexicana” y con este ideario político se
construyó la estrategia central de los comunistas mexicanos para preparar el terreno político e ideológico que condujera a
las masas populares al socialismo.
El resultado lógico de la acción política de los socialistas mexicanos, producto de su ideario político construido a partir de
una equivocada caracterización del Estado en México, fue su alianza permanente con las fuerzas cardenistas que
estuvieron tanto dentro como fuera del Estado.
Después de la alianza entre el cardenismo de 1934–1940 y la permanente división interna de los comunistas mexicanos,
el movimiento estudiantil y popular de 1968 abrió espacios políticos que permitieron el surgimiento de una segunda oleada
de tipo cardenista conocida bajo el concepto de nacionalismo revolucionario bajo el mando político del líder electricista
Miguel Galván (galvanismo), quien aglutinó amplios contingentes populares con la intención de aliarse con los sectores
progresistas o cardenistas del PRI y del Estado.
El nacionalismo revolucionario fue el movimiento político más relevante de la primera década de los años 70, sin
embargo, fue destruido por los gobiernos de Luis Echeverría (1970–1976) y de José López Portillo (1976–1982)
destruyendo las corrientes opositoras que militaban en el sindicalismo universitario que era el sector gremial que apoyó a
los electricistas que comandaban el nacionalismo revolucionario.
La derrota del nacionalismo revolucionario de la primera mitad de los años 70 dio origen a un frenesí aglutinador de los
partidos socialistas por fusionarse y participar en las elecciones con mayores posibilidades de ascender en la
preferencia de los electores mexicanos.
Se fueron abandonando, no reformando, los principios socialistas que abrían el paso franco hacia la desaparición del
socialismo como objetivo de lucha.
El producto político más acabado, en cuanto a fusión política se refiere de los socialistas mexicanos, fue la creación, en
1987, del Partido Mexicano Socialista (PMS) para participar en las elecciones federales de 1988 con un candidato
propio y con posibilidades de profundizar la influencia electoral de los socialista mexicanos.
Otro sector socialista, aunque más pequeño y con posiciones antielectorales, se organizó en la Unión Nacional de
Izquierda revolucionaria (UNIR).
Ésta era la situación política e ideológica de los socialistas mexicanos, quienes se asumieron como la izquierda mexicana, y
así fueron conocidos dentro y fuera del país, cuando llegó la movilización popular en torno al nuevo cardenismo comandado
por Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del general Lázaro Cárdenas.
El surgimiento del nuevo cardenismo, como un fenómeno electoral, a partir de la movilización y el resurgimiento de las
clases populares y medias en al escena electoral con posibilidades de llegar a la Presidencia de la República, a la que
se sumaba una tradición política de los socialistas mexicanos favorables al viejo cardenismo, hizo del nuevo cardenismo
su receptáculo político lógico.
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Los líderes socialistas de todo tipo asumieron dos conductas políticas concretas: la mayoría, la masa de dirigentes, se
sumó al proyecto cardenista de 1989 para crear el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el cual se le dio el tiro
de gracia a la ideología socialista que había sido matizada ya en el Partido Mexicano Socialista (PMS). Otro sector de
socialistas mexicanos, minoritario, abandonó la lucha política o quedó reducido a pequeñas organizaciones dispersas que
desaparecieron del escenario político nacional.
La muerte del socialismo en México trajo consigo la muerte del socialismo como opción política para los mexicanos y con
esta muerte política llegó el funeral de la izquierda política en México.
La asociación de conceptos, como sinónimos, de socialismo con la izquierda política mexicana llegó a su fin con la creación
del PRD, y, por tanto, para crear una nueva izquierda y su opción socialista correspondiente habrá que pasar largo
tiempo.
La polémica actual en torno a si el PRD y sus distintos componentes, o sólo alguno de ellos y no otros, constituyen una
opción de izquierda es una confrontación política que nada tiene que ver con la realidad política en que viven las clases
populares ni el ideario político, en que se sustenta el PRD, da lugar al surgimiento de bases políticas para pensar que en
este partido anida el núcleo de dirigentes socialistas con pensamiento socialista.
Así como los liberales europeos, que hicieron la revolución política que eliminó el despotismo y el Estado de tipo feudal, se
convirtieron en los grupos políticos conservadores en que se sustenta el sistema capitalista europeo, así también los
socialistas mexicanos están en vías de transformarse en los conservadores del sistema capitalista mexicano que, por
un acto reflejo, se definen como políticos de izquierda.
Los socialistas mexicanos de los 80 abandonaron el socialismo y para ocultar su fracaso y su abandono de esta opción
política pretenden adulterar el concepto de izquierda asociándolo con políticas reformistas que ni siquiera pueden
compararse con las propuestas del nacionalismo revolucionario de los 70. Han sido las masas populares, con sus
luchas populares y su participación en las urnas, las que empujan a los ex socialistas mexicanos a posiciones
democráticas con las que ni siquiera están convencidos.
La experiencia política que ha vivido el PRD nos demuestra que ni siquiera el proyecto democrático está vivo y con un
afán de realizarse.
Las experiencias centralistas, en el ejercicio del poder, están en consonancia con los centralismos que dieron origen al
PRD. Por una parte está el centralismo presidencial, en el que fueron formados los priístas que llegaron y siguen
entrando al PRD.
Por la otra vía tenemos el “centralismo democrático” de los socialistas mexicanos, quienes han cancelado una verdadera
opción democrática, ya no socialdemócrata, porque esta última contiene reformas estructurales con tendencias
socialistas, mientras que la opción democrática contiene opciones materiales de vida dentro y para el sistema capitalista.
Primera conclusión, en el PRD anida la opción política cardenista que, a su vez, constituye una opción política del
empresariado nacional, no de las masas populares, como quedó apuntado en el comienzo del artículo, al definir los
conceptos políticos que contenidos en este trabajo.
Segunda conclusión, en el PRD no existe la opción socialista o popular, que es la base política fundamental para hablar de
la existencia de una corriente política de izquierda, tal como ésta fue desarrollada a lo largo del siglo XX, la cual se perdió
en 1989 al crearse el sol azteca y ya ni siquiera es un tema de discusión nacional.
La opción socialista y los grupos políticos que pueden recuperar el concepto de izquierda, asumiéndose como legítimos
continuadores del socialismo en México, que rechazaron su integración en el PRD, están en una posición de
marginalidad tan extrema que aún no podemos hablar del renacimiento de la opción socialista y de izquierda en México,
y lo peor para las masas populares en México es que quizá esta ausencia se prolongue por mucho tiempo.
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