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KARL JOACHIM WEINTRAUB LA FORMACION DE LA INDIVIDUALIDAD AUTOBIOGRAFIA E HISTORIA MEGAZUL-ENDYMION Gut i fio grafico y dibujo de la portada: vt 30 Alvaro Nebot Gas ce eso" ’ cut - < oe qu irector de la Coleccién: "oa % 540 is ncisco Jurdao Arrones pF ate % Ent leccionador de Textos: Angel G. Loureiro 4 4 27 ‘ ees De la versi6n norteamericana: 24 7 The University of Chicago Press, Chicago 60637 The University of Chicago Press, Ltd., Londres © 1978 The University of Chicago Reservados todos los derechos. Publicado en 1978 Edicién Phoenix, 1982 La seccién sobre Franklin que aparece en el capitulo 10 aparecié en forma ligeramente diferente en el Journal of Religion de julio de 1976, (c) de University of Chicago. La seccién sobre Gibbon que aparece en el capitulo 11, también en forma ligeramente diferente, fue una confe- rencia pronunciada ente la Stochastics Society en mayo de 1976. Titulo original: The Value of the Individual Traducci6n de: Miguel Martinez-Lage © De la presente edicion: MEGAZUL-ENDYMION Augusto Figueroa, 29 - 3.° Despacho 13 Teléfs. 521 62 42 - 522 36 68 28004 MADRID LS.B.N.: 84-88803-00-1 Depésito Legal: M-34992-1993 Fotocomposicién: ORCHE, Dofia Mencia, 39 - Madrid. Impreso en: PRISMA, San Romualdo, 26 - Madrid. Introducci6n a la edici6n espafiola.............. Agradecimientos...... Introducci6n........... Ie 2. AAW . El problema de la autobiografia y la individoal i- . Pedro Abelardo: el poder de los: modelos . Petrarca: el giro hacia la introspeccién..... . Benvenuto Cellini: la individualidad ingenua. . Girolamo Cardano: visi6n cientifica de la comple- . Seuse, Santa Teresa y “Madame Guyon: la biisque- . Vico y Gibbon: la aproximacién histori . Jean Jacques Rousseau: el yo frente al mund . Johann Wolfgang Goethe: el yo y su mundo Postfacio. . Notas. Bibliografia Indice analiti INDICE El problema de la invidualidad y la etree en la antigiiedad clasica.... 2. Las Confesiones de San Agustin: la bisqueda ¢ cris- tiana de un yo propio... dad en la Edad Media... jidad del yo... . Los Ensayos de Montaigne ° el ‘fracaso de ‘los modelos... da interior de los misticos y el modelo autoritario.. . Bunyan, Baxter y Franklin: la unificacién de la personalidad en el puritanismo.......... ss sta a la comprensién del propio desarrollo de la persona...... 53 99 133 163 195 235 269 313 359 407 455 517 577 583 615 655 INTRODUCCION A LA EDICION ESPANOLA La idea central en la que descansa este libro es la creencia de que el hombre moderno, ademas de ser otras muchas cosas, se ve a si mismo como individualidad, como personalidad tni- ca. Weintraub considera que esta concepcién de la personalidad es parte de la conciencia histérica moderna, y traza el desarro- Io gradual de esta idea de la individualidad en obras autobio- graficas desde San Agustin hasta Goethe. Metodoldgicamente, la obra se asienta en el contraste y la tensién entre modelos de la personalidad que dominan en una €poca y cultura determinadas, por una parte, y la inclinacién a considerar el propio yo como algo unico para lo cual no hay modelo. Los modelos de personalidad imponen rasgos, valores, actitudes, inclinaciones, mientras que el deseo de individuali- dad empuja al yo a la diferencia. Frente a la antigiiedad clasica, la cual concibe la personali- dad como algo estatico, San Agustin introduce la nocién judeo- cristiana de la vida como proceso histérico, aunque todavia de una manera moderada, pues se presenta a si mismo fundamen- talmente como un modelo de vida cristiana, sin dar mayor valor a su especificidad histérica. La Edad Media se caracteriza por la diversidad de estilos de vida y por la variedad de ideas pro- cedentes de fuentes diversas (platonismo, cristianismo, etc.,), lo cual permite que haya una heterogeneidad de modelos de la personalidad, variedad que preparé el terreno a la diferencia- 9 cién de cada individualidad frente a su mundo. Una mayor pene- tracién en las dificultades del autoconocimiento la sefiala Weintraub en Petrarca, quien percibe la complejidad de su yo y la imposibilidad de concebirlo como algo unilario, lo que le lleva en Ultima instancia a negarse a encajar en ningtin modelo general, abriendo asf el camino de la individualidad. Frente a Petrarca, un Cellini no reflexiona sobre su vida sino que la presenta de una manera ingenua, como algo inevitable: é] es como es y NO puede ser de otra manera: en eso consiste el gran avance que supone Cellini en la afirmaci6n progresiva de le individualidad. . En un recorrido a través de diversas figuras del renacimiento Weintraub estudia la aparicién y desarrollo de un sentido hist6rico del individuo, y muestra cémo la idea de génesis y llegar a ser rela- ciona con la idea de individualidad en diversos autores. Sefiala, por ejemplo, como un Montaigne acentia su sentido de singularidad sin una conciencia hist6rica, mientras que Vico 0 Gibbon insistie- ron en la idea del desarrollo hist6rico del yo sin poner énfasis en la singularidad de los diversos momentos hist6ricos. En el siglo XVIII el balance entre desarrollo hist6rico y singularidad se incli- na definitivamente hacia las diferencias individuales. Rousseau manifiesta un fuerte sentido del hombre como desarrollo, por el cual el hombre se forma a partir del nifio y el hombre natural se convierte en ciudadano: sdlo su historia le puede ayudar a com- prender cémo él Ilegé a ser lo que es. Rousseau, sin embargo, ano- ra la permanencia, no el cambio constante que trae la historia. Corresponde a Goethe, sefiala Weintraub, el encontrar un equili- brio entre yo y el mundo, entre individuo y desarrollo histrico: contra los excesos de la preocupacién por el autoconocimiento, Goethe postula que el individuo s6lo puede crecer en coexistencia con el mundo, pues el yo sélo se puede encontrar si se pierde en el mundo, en una vida activa. Goethe encuentia asi el equilibrio per- fecto entre los dos polos a través de los cuales el individuo se va definiendo desde San Agustin en adelante. Creemos indispensable ofrecer al ptiblico de lengua espaiio- la esta obra, que consideramos un cldsico de los estudios auto- biograficos y con ella se inicia la coleccién “la autobiografia”. Angel G. Loureiro AGRADECIMIENTOS A finales de la década de los sesenta estaba yo muy Ocupa- do en indagar sobre la figura de Constantijn Huygens, el gran holandés del siglo XVII, cuando obtuve el Premio a la Ensefianza E. Harris Harbison de la Fundacién Danforth. Cuando me puse a reflexionar sobre el uso que iba a dar a la generosa dotaci6n de este premio, cercana entonces a los 11.000 dolares, decidf realizar dos antiguos deseos: en primer lugar, visitar algunos de los lugares histéricos que tan s6lo conocia a través del estudio y la ensefianza de la historia de la civilizacién occidental; ademas, me iba a tomar un tiempo libre para comenzar las lecturas destinadas a un programa lectivo sobre las autobiografias, un género cuyos especimenes rara vez son breves. La generosidad de la Fundacién Danforth se halla as{ pues en el origen de este proyecto. Comencé a trazar el rum- bo que seguiria a lo largo de la historia de la autobiografia al tiempo que impartia clases sobre esta materia, y descubri que los alumnos de aquel curso, como siempre sucede con los alumnos, fueron los més espléndidos ayudantes que podia espe- rar un profesor. He olyidado los nombres de muchos, aunque recuerdo sus rostros; siento un profundo agradecimiento a todos ellos. La escritura y reescritura de mi libro fue, sin embargo, una tarea solitaria. E] hecho mismo de que tuviese un libro entre las manos no Ilegué a verlo claro del todo hasta que 1 tres de mis colegas, junto con dos de los alumnos que habjan trabajado conmigo, accedieron a leer Ja segunda redaccién (que en algunas partes era ya la tercera e incluso la cuarta) del manuscrito tal y como estaba, atin sin terminar. Cuando pienso en los colegas y en los amigos que estuvieron dispuestos a someterse de buena gana a la muy ingrata tarea de leer y criti- car tantas pdginas, no logro encontrar las expresiones mas ade- cuadas para mi gratitud hacia ellos. Cualquier iglesia promete cuando menos una recompensa aplazada a cambio de esa clase de esfuerzos en los que se invierte una energia muy superior a la necesaria para cumplir con el deber; como quiera que carez- co de tales recompensas que otorgar, solamente esta en mis manos asegurar a Robert E. Streeter, Donald Lach, Charles Wegener, Katy O’Brien y Lynn Rivers Willbanks que siento por todos ellos la mds profunda gratitud y admiraci6n. Por su espléndido trabajo de mecanografja estoy en deuda con Dorothy Kelty, Ann Johnson Silny, LaVerna Moore y Meredith Spencer. Me colma asimismo la admiraci6n y la gratitud por el buen gusto y la honda tolerancia de Janet Feldstein, la editora y correctora por excelencia, que dio al texto su forma definitiva. A los presidentes, jefes de departamento y decanos de la facul- tad de Humanidades de la Universidad de Chicago debo el reconocimiento de su indulgencia a] permitir que un titular como yo abandonase por un tiempo sus tareas diarias para ter- minar este libro. Por tiltimo, quisiera dejar constancia de la especialfsima gratitud que siento hacia Katy O’Brien. Con diligencia ejem- plar, con inteligencia y dedicacion sin igual, ha realizado el tra- bajo para el que uno suele contratar a un equipo de ayudantes de investigacién. Mucho ms importante es lo que afiadié a tal trabajo gratiis et amore, por lealtad al tema de estudio y por una voluntad y una disposici6n sin par a la hora de compartir el enfoque de ciertos problemas y de abordar las dificultades con un 4nimo y un ingenio irlandés incomparables, en los momen- tos en que mas necesitado estuve de ese apoyo y de esa comu- nidad de intereses. Sin la parte de si misma que ha invertido en este libro, éste no habria quedado igual. 12 INTRODUCCION Este volumen es un ensayo, un intento, una prueba. El autor no esta preparado, ni tiene siquiera la sabidurfa necesaria, para llevar a cabo un proyecto mas ambicioso. Y es un ensayo a pesar de su longitud y precisamente por ella. Su objeto de estu- dio es demasiado impresionante; es inabarcable para un profe- sor, miembro de un claustro académico, que debe cumplir con muy diversas obligaciones, Ese objeto de estudio del que se ocupa este ensayo incide en uno de los principales componen- tes de la concepcién que el hombre tiene de sf mismo en la modernidad: la conviccién de que, al margen de todo lo que pueda ser por afiadidura, es una persona dotada de una indivi- dualidad tinica, cuya tarea vital no es otra que la de ser fiel a su propia personalidad. E] ensayo se apoya en la casi total seguri- dad de que esta concepcién de la personalidad, esta idea de la persona individualizada, forma parte de la modema forma que ha tomado la conciencia histérica. En el intento por recorrer paso a paso el surgimiento paulatino de algunos de los factores més decisivos que han contribuido a configurar esta concepcién de si que tiene el hombre moderno, no me he parado a escribir una historia del perfodo en el que el interés por la individuali- > dad ha sido una de las preocupaciones dominantes; el ensayo termina precisamente en el umbral mas allé del cual se ingresa en ese perfodo. Los materiales de esta indagaci6n hist6rica son | 13 jalgunas de las reflexiones autobiograficas tomadas al hilo de la particular busqueda de si mismos que algunos hombres y muje- Tes insertos en nuestra tradicién occidental nos han dejado en herencia. Aunque estas reflexiones autobiogréficas no nos per- miten reconstruir una historia en su totalidad, sf que nos sirven como hitos e indicadores que sefialan una serie de momentos cruciales en este complejo desarrollo hist6rico. Asf, en este sen- tido, lo que sigue es un ensayo hist6rico que trata de la apari- cién gradual de la individualidad tal y como se detecta en los escritos autobiograficos, desde Agustin hasta Goethe. Los lec- tores necesitados y deseosos de no tener mayor informacién acerca de la concepcién de este problema segtin el autor, tal vez prefieran pasar directamente al capitulo primero. Los problemas de los que se ocupa este ensayo me fueron accesibles por medio de un agudizado interés profesional por la historia de la historia. El estudio de las distintas formas de con- cepci6n histérica y de los diversos modos que adquiere la con- ciencia histérica en el hombre occidental y en los diferentes momentos de la historia, me Ilev6 hace ya cosa de unos doce o quince afios a la conviccidn de que existfa una relaci6n intrinse- ca entre la visi6n que tenia el hombre del pasado y su concepto de sf mismo. Ademis, un interés més particular por esa visién histérica mas amplia y especificamente moderna que ha recibi- do en ocasiones el feo nombre de historicismo, me ha llevado a considerar una serie de puntos de vista, de axiomas y actitudes que, hablando en términos generales, han transformado los habitos y las perspectivas del historiador desde que comienza el siglo XIX. Esta particular forma de la conciencia histérica arraiga en una gran fascinacién por la riqueza y la variedad de la existencia humana. En vez de considerar la variacién como una lamentable desviacién del modelo perfecto del ser humano, esta vision global atribuye un inmenso valor a la/bondad €spe;¢ *- cifica de cada expresién individualmente espécificadé de la experiencia humana, Las variaciones de los distintos estilos de vida alcanzados y practicados por diversos pueblos 0 «nacio- nes» se consideran como asuntos de gran virtud y de muy nota- ble interés. E] hombre, por limitado que pueda ser en cada una 14 de las multiples formulaciones que puede adquirir su ser,/se redime’en las actualizaciones sucesivas de su potencial, indefi- ~ nidamente variado. Cada estilo de vida tiene su propia justifica- ci6n intrinseca; cada uno de ellos tiene el derecho a ser com- prendido en sus propios términos; cada uno merece una afec- tuosa atencién, al igual que todos los demés seres humanos en busca de su respectiva humanidad. La historia pasa de ese modo a ser la escena pasajera y mévil de las formas humanas posibles, y s6lo la historia puede hacernos comprender nuestro potencial y nuestro presente. La vision de la realidad humana, inmensamente enriqueci- da, que subyace a esta actitud, es algo que me ha atraido de manera nity considerable. Proclama a los cuatro vientos un amor por el momento individual y concreto, al tiempo que se abstiene de enjuiciarlo en funcién de normas que no sean las que se le pueden aplicar en puridad. Rebaja e incluso disuelve la intenci6n moralista y did4ctica dominante en el historiador, a la par que ilumina con potencia su placer estético en cuestién de matices, de modulaciones y de estilo. Esta/concepcién con- templativade la humanidadSe redime mediante el cultivo de la sabiduria humana, lejos de la mera transmisién de tal 0 cual lecci6n hist6rica. Toma totalmente en serio la importante con- fluencia del tiempo, el lugar y un determinado ambiente cultu- ral, en conjuncién con la voluntad y los deseos de los hombres; face de la historia una forma de conocimiento realmente importante. Que relativice el conocimiento y el juicio en razon de su profundo y radical perspectivismo es algo que ha termi-), _nado por convertirse en su talén de Aquiles; los criticos invo-" © can con toda justicia que, a manera de contrapunto, se ponga el acento en los factores aglutinantes comunes a la realidad huma- na. Pero un conocimiento de sus defectos no podré acallar el mérito que radica en la determinacién con que el historiador se toma en serio cada una de las formas del ser, en tanto valores en si mismos. : / Los pensadores de la historia’ que formulan este tipo de puntos de vista en el lapso durante el cual se pasa del siglo XVIII al XIX abundan en la individualidad de las grandes uni- dades colectivas, como los pueblos, las «naciones», los estilos 1S artisticos nacionales y la poesfa misma. No hizo falta que pasa- ra demasiado tiempo hasta que esta visién global comenz6 a dejarse notar también en la concepcién de si esgrimida por seres humanos individuales. Nuestra modernas formas de con- cepcién del yo propio son resultado de una herencia sumamente compleja. Somos herederos de los griegos y de muy prolonga- dos experimentos sobre la base de la racionalidad, estamos delimitados y deseamos estar circunscritos por un logos comin. Deseamos a toda costa ser hombres racionales. Estamos hechos de tal forma que hemos de someternos, y en definitiva aprende- mos a someternos voluntariamente, a las tareas comunes de la ciudadanfa. Deseamos tratar de manera responsable los proble- mas comunes del hombre, ya sea en la esfera nacional o en el Ambito universal. Cultivamos un lenguaje comin y sabemos y aceptamos que de ninguna forma podria ser privado; cuando habla el alma, no puede ser solamente el_a/ma la que habla. Trabajamos en disciplinas que nos ponen en comtin, y en nues- tra vida profesional apuntamos al cumplimiento y a la satisfac. ci6n de una serie de ideales profesionales. Y, pese a todo. bien tenemos a mano compromisos muy variados con objetivos humanos universales, por modificados que puedan darse en vir- tud de nuestras diferencias nacionales, también hemos termina- do por depositar un valor muy elevado en nuestra unicidad especifica, en lo que nos individtia. Nos cautiva el espectaculo que, se despliega en todas las sutiles diferencias entre el yo y el ti/Detectamos un valor genuino en la creencia de que cada persona tiene una forma humana muy especial y algo ademés muy propio e irrepetible que dar al mundos‘Sentimos una muy honda necesidad de ser fieles al propio yo. Nos frustra pensar & que nuestra sociedad perjudica la inviolabilidad del yo, 0 que hay otros que nos impiden cumplir plenamente con nuestro— potencial. Lamentamos que una forma humana especifica no obtenga la oportunidad de realizarse plenamente, de ser lo que s6lo ella podria haber sido, y nos entristece que semejante pér- dida empobrezca el cosmos de la humanidad. Por mas que bue- na parte de nuestros procesos de educacién deban dirigirse hacia la aculturaci6n del individuo, de manera que pueda fun- cionar dentro. de los patrones culturales predominantes, aijadi- 16

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