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Federico Nietzsche

Crepúsculo de los ídolos: "La razón en la filosofía"

1. EL AUTOR EN SU CONTEXTO
Nace en 1844 en el seno de una familia en la que el padre —que murió siendo Nietzsche un niño- y el
abuelo materno eran pastores luteranos. En 1869 es nombrado catedrático de Filología griega en Basilea, a pesar
de que no había aún terminado el doctorado. Participa en la Guerra franco-prusiana (1870), de la que extrae un
profundo rechazo a Alemania y al nacionalismo que le acompañará toda su vida. Un poco antes (1868) había
conocido a Wagner y a su esposa Cósima, con quienes establece una relación muy influyente para su vida y su
obra. También lo fue la ruptura en 1878, provocada por el deslizamiento de Wagner hacia el nacionalismo
germano y al espíritu piadoso del cristianismo.
Tiene problemas de salud toda su vida, sobre todo tortísimos dolores de cabeza. Eso le obliga a renunciar
a la cátedra en 1879 e iniciar una vida errante: pasará el resto de sus días continuamente viajando por Italia, Suiza
y el sur de Francia a la búsqueda de climas más benignos.
En 1889 es ingresado en una clínica de Basilea. Desde entonces hasta 1900 en que muere, con la razón
completamente perdida, queda al cuidado de su madre y de su hermana, Elisabeth. Esta tuvo una influencia
nefasta en su obra, al falsificar numerosos pasajes de los escritos de Nietzsche e impedir la publicación de otros
con la intención de hacerlo pasar por un precursor del nazismo. Aunque muchos han aprovechado esta
circunstancia para atacarle, su defensa abierta de la individualidad creativa resulta incompatible con cualquier
concepto globalizante, como el de raza o Reich.
1.1. Contexto histórico
A pesar de que el siglo XIX carece de grandes guerras, fue una época extraordinariamente convulsa y de
profundas transformaciones. Es el siglo de las "revoluciones burguesas", lo que ocasiona "reacciones" que se
concretan a veces en regímenes autocríticos. Sin embargo, gradualmente los ideales liberales de la burguesía
ascendente van imponiéndose.
Aparece el gran capital, que se beneficia del despegue espectacular del desarrollo industrial y técnico (con
inventos tan relevantes como el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono, la radioactividad, el motor eléctrico, la dinamita,
el alumbrado eléctrico...). Esto trae como consecuencia la aparición del colonialismo, dada la necesidad de nuevos
mercados para satisfacer la superproducción y conseguir materias primas.
Se experimenta un aumento demográfico sin precedentes. Europa duplica su población gracias a las
mejoras higiénicas y al avance de la medicina. La consecuencia es un mercado de trabajo completamente
saturado, lo que aprovechan las empresas para pagar sueldos de miseria en jornadas agotadoras. Así surgen los
movimientos obreros, que reivindican condiciones laborales dignas. En 1864 aparece la Ia Internacional obrera y
en 1889 los seguidores de Marx fundan la IIa Internacional.
En 1870, como reacción de los sectores populares a la humillante derrota con Alemania, se declara en
París la Comuna. La propiedad privada y la explotación quedan abolidas, al tiempo que se proclama el ideario
socialista. La represión es brutal: mueren 20.000 comuneros y decenas de miles son encarcelados.
Entretanto Prusia, después de su victoria sobre Francia (1871) que supone la unificación de los diferentes
estados alemanes en torno a aquélla (con la excepción de Austria), funda el II Reich (Imperio). Bajo el liderazgo
del canciller Otto von Bismarck, Prusia se convierte en Alemania e inicia una época de enorme desarrollo en todos
los campos que la transforma en una de las dos grandes potencias mundiales (la otra es Inglaterra).
El nacionalismo es la gran novedad del siglo XIX y uno de sus más importantes legados para el XX. Su
adopción por las élites dominantes se produce solo cuando éstas entienden que puede servir como freno al
avance del movimiento obrero y al socialismo. Proporciona además un sentido comunitario a las clases populares
desarraigadas por la emigración del campo a la ciudad y por el proceso de creciente secularización. El
nacionalismo fomenta el antisemitismo {caso Dreyfuss en Francia). La persecución de judíos en Alemania y Rusia
motiva la emigración de éstos a América, especialmente a los EEUU.
1.2. Contexto cultural
El romanticismo domina la primera mitad del siglo. Supone una reacción estética contra el frío peso de la
razón moderna y el gusto clasicista. Sus rasgos más idiosincrásicos son la exaltación del lado oscuro del alma, de
lo irracional, lo afectivo, lo popular, el gusto por las tierras exóticas, la idealización de la vida campestre, la
mitificación de épocas antiguas como la Edad Media.
Sin embargo, es desplazado en la segunda mitad por el realismo y el positivismo. Los éxitos de la ciencia
y de la técnica expanden la industria capitalista y consolidan la hegemonía social de la burguesía, lo cual acarrea
el triunfo arrasador de la concepción materialista, burguesa y cientifista de la vida. La ciencia se aplica a la gran
industria, incluyendo a la bélica.
Las nuevas ideologías políticas del siglo -liberalismo, nacionalismo, socialismo- tienen en común
prescindir de las viejas doctrinas religiosas. Tampoco son necesarias para la tecnología ni la industria, por lo que
quedan relegadas a lo privado. Las reformas liberales se hacen a costa del papel dominante de la Iglesia así como
de su patrimonio tradicional de tierras y bienes inmuebles. El Estado Pontificio queda arrinconado en el
insignificante enclave Vaticano. Pero en el terreno moral, educativo y en las costumbres, la Iglesia sigue
conservando una gran influencia sobre la población.
Es obligado hablar de las teorías evolutivas de Darwin y del impacto tan extraordinario que tuvieron en la
Europa finisecular. Es también la época de Pasteur, o sea, de las primeras vacunas y del éxito contra las
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enfermedades infecciosas. En las últimas décadas del siglo se produce la culminación y crisis de la ciencia
newtoniana y el inicio de la revolución científico-técnica que va a tener consecuencias extraordinarias para el siglo
XX.
En pintura el impresionismo introduce un corte radical con la tradición pictórica desde el Renacimiento.
Cualquier hecho es ahora digno de ser pintado. La luz, el instante y el movimiento pasan a ser los elementos
fundamentales. Quieren pintar la realidad tal como se ve (cambiante, efímera) y no como se piensa que se ve. Así
pretenden ser fieles a la Naturaleza, de manera paralela a como Nietzsche, en su filosofía, pretendió serlo a la
vida.
La novela se convierte en fenómeno de masas, muchas de ellas se publican en folletines de la prensa
diaria. Autores como Stendhal o Dostoievski (sobre todo por la profundidad psicológica de sus personajes) dejan
una profunda huella en Nietzsche. Aparece en los poetas a menudo una actitud decadente y nihilista: buscan la
provocación así como nuevas experiencias con el alcohol o las drogas. Desprecian lo burgués y lo establecido.
Buscan un arre puro y huyen hacia mundos privados subjetivos, evitando el pensamiento conceptual y expresando
la realidad en un sentido inmediato y simbólico.
Por último, Wagner. Su música seduce por completo al joven Nietzsche como prototipo de creación de un
espíritu libre (sobre todo, su idea del drama musical como fusión de todas las artes), pero rompe con él cuando
interpreta que el viejo maestro ha terminado cediendo a la farsa del cristianismo.
1.3. Contexto filosófico
El siglo XIX significa el fin de los grandes sistemas y el surgimiento de una pluralidad de movimientos
filosóficos de muy distinto signo que rechazan la concepción sistemática y especulativa de la filosofía, tal como fue
concebida por el idealismo alemán.
El positivismo triunfa. Comte es su representante más destacado. Se trata de un empirismo radical que
hace de la ciencia la única forma válida de conocimiento. Especialmente crítica es la actitud ante la metafísica.
En las últimas décadas del siglo XIX se produce una intensa reacción contra el positivismo. Las causas
son varias: la crisis de las propias ciencias positivas, la toma de conciencia de que hay problemas individuales y
sociales que no son resolubles por la investigación científica, el uso ideológico de proposiciones que solo son
científicas en apariencia, etc.
En esta reacción participan corrientes del pasado como el neokantismo y el neohegelianismo, pero las que
resultan determinantes son nuevas, como las siguientes:
-marxismo.
-esplritualismo. Niegan la materia como tal y la reducen a espíritu con la consiguiente subordinación de la
causalidad a un orden providencial dominado por el finalismo.
-historicismo. Rechazan la concepción ilustrada de la Historia por su carácter globalizador y su fe en el
progreso. Los pueblos son entidades singulares y hay que estudiarlos para hallar las leyes históricas que los
gobiernan.
-vitalismo. Es una corriente que, relacionada con el irracionalismo y el' desarrollo de la biología, surge a
mediados de siglo y toma a la vida, sobre todo la humana, como centro primordial de la tarea filosófica. Se traía de
una corriente muy heterogénea, que coincide en explicar la vida no desde principios físico-químicos, sino sólo a
partir de un principio vital organizador y estructurador -irracionalismo. Por ejemplo, Schiegel (el pensamiento más
veraz no es el racional-conceptual sino el intuitivo-mítico), Sorel (el desmesurado desarrollo de la razón ha
debilitado a la civilización occidental al haber paralizado la voluntad) o Schopenhauer.
Schopenhauer es el filósofo que más le influye, sobre todo en su primera época, en la que lo admiró
profundamente. Para Schopenhauer, las cosas no son más que representaciones aparentes e ilusorias de una
voluntad infinita y ciega. El ser humano es la individualización consciente de esa fuerza ciega. Su voluntad es
siempre deseo insatisfecho. Por eso propone, inspirado por el budismo, liberarse a través de la disolución del yo
individual en la voluntad universal. Esta liberación se realiza a través del arte y la moral. Nietzsche reaccionó
contra el pesimismo y el espíritu de renuncia que domina la filosofía de Schopenhauer, incompatibles con su
vitalismo dionisíaco, pero su concepto medular de voluntad de poder sin duda se inspiró en la omnímoda voluntad
schopenhaueriana.
Merece comentario el rechazo de Nietzsche al marxismo y a todo lo relacionado con la lucha obrera.
Coincide con Marx en aspectos nada insustanciales como la visión materialista del mundo o la denuncia de los
elementos alienantes de la sociedad capitalista (muy especialmente la religión). No es casual que Paúl Ricoeur los
agrupe, con Freud, como "los maestros de la sospecha". Sin embargo, pesa mucho más en Nietzsche su
animadversión a cualquier teoría que elimine la capacidad creadora del individuo en aras de otras instancias
superiores como la igualdad o el Estado. Para él solo los mediocres quieren ser iguales.
Hay que mencionar también la filosofía singular de Max Stirner, cuya defensa radical del individualismo
desde una libertad sin límites morales, políticos o religiosos influye en Nietzsche.
A pesar de todo, y de las influencias del vitalismo y del irracionalismo, la suya es la filosofía más
independiente, original y radical de las postrimerías del XIX.
Su obra constituye, según Eugen Fink, "una tremenda interrogación planteada al borde del camino que el
hombre europeo ha venido recorriendo hasta ahora y que ha estado caracterizado por la herencia de la
Antigüedad y dos mil años de cristianismo. Nietzsche es la sospecha de que este camino ha sido un camino
errado, de que resulta preciso renunciar a todo lo que hasta ahora se ha considerado como santo y bueno y
verdadero" (La filosofía de Nietzsche).
La obra El crepúsculo de los ídolos fue escrita en muy pocos días, como si Nietzsche temiese no disponer
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de tiempo para decir todo lo que tenía que decir. Es el último libro que publicó antes de caer en la demencia. Tiene
entonces cuarenta y tres años y, a pesar de su decadencia física y mala salud, Nietzsche está dispuesto a
completar la obra de su vida, por lo que trabaja intensamente (da a la imprenta seis obras en este último año de
lucidez).
Ya el título del libro es una ironía contra Wagner, pues parodia El crepúsculo de los dioses, que es el
nombre de una de sus óperas (aún más notorio es este efecto en alemán: la Gótzendámmerung nietzscheana
contrapuesta a la wagneriana Gotterdámmerung tenía que producir un sonido chirriante en los oídos de los
seguidores de Wagner).
El propio Nietzsche nos aclara que "lo que en el título se denomina ídolo es sencillamente lo que hasta
ahora fue llamado verdad. Crepúsculo de los ídolos, dicho claramente: la vieja verdad se acerca a su final...". Es
decir, pretende mostrar la falsedad de lo que se ha aceptado hasta entonces como verdad. El subtítulo es bastante
expresivo de su contenido: Cómo se filosofa con el martillo.
Se puede decir que es un compendio general de su filosofía antes de emprender la elaboración de su gran
obra (La Voluntad de Poder) que, por desgracia, apenas si llegó a esbozar. En un principio lleva por título
Ociosidad de un psicólogo y sobre su contenido expresa que se trata de un "resumen de mis heterodoxias
filosóficas esenciales". También, en carta a un amigo, que "Europa tendrá necesidad de encontrar todavía una
Siberia para enviar a ella al autor de tal ensayo de valoración".
Si desde el punto de vista del contenido este libro aborda la totalidad de temas de su pensamiento, desde
el punto de vista formal muestra todos los estilos que empleó en su escritura: la sentencia breve, el aforismo, el
desarrollo minucioso de un tema en varios apartados, el abordaje de una misma cuestión desde diversas
perspectivas, etc. Por eso se considera un libro idóneo para introducirse en su filosofía.
El fragmento seleccionado corresponde al capítulo La "razón" en la filosofía que, junto al siguiente, "Cómo
el "mundo verdadero" acabó convirtiéndose en una fábula", constituyen el corazón de la obra.

1.4. Comentario preliminar sobre el lenguaje de Nietzsche


El lenguaje que utiliza responde a una nueva manera de hacer filosofía y de ahí deriva en buena medida
la dificultad de entenderlo. Su estilo no es discursivo sino narrativo: no pretende engarzar argumentos que
desemboquen en una conclusión, sino narrar, contar sin explicar. Todos los grandes conceptos nietzscheanos son
metáforas abiertas que cada intérprete ha de darle sentido. Su intención es trasladar al lector a un estado mental
que no necesita pruebas ni demostraciones, sólo intuiciones. Por eso aparecen con frecuencia paradojas e ironías
que obligan a una lectura más profunda -y a un horizonte interpretativo más abierto- que la que nos ofrece el
sentido literal.
Su filosofía renuncia a toda voluntad de sistematicidad y se expresa a través de aforismos, parábolas,
máximas, ironías, paradojas, panfletos, con un lenguaje rico, sugestivo, impactante, cargado de imágenes y
símbolos.
Hay quien piensa que el gusto por la frase corta y la brevedad ("ambiciono decir en diez frases lo que otro
cualquiera dice en un libro, lo que otro cualquiera no dice en un libro") se debe a la enfermedad de sus ojos y a los
dolores de cabeza que le impedían escribir durante mucho tiempo seguido, por lo que solo anotaba frases cortas
mientras paseaba. Pero es innegable que el estilo aforístico se acomoda armónicamente a su manera de hacer
filosofía: un relámpago de pensamiento conciso y sin pruebas.
Además no reprime la parte emocional e instintiva que configura la vida, de acuerdo a sus propias ideas
filosóficas (la voluntad de poder como esencia de lo real). Por eso su lenguaje es más expresivo y emotivo que
descriptivo, usa abundantes recursos retóricos (signos de entonación, cursivas, retruécanos, juegos de palabras...)
y existe una búsqueda consciente de la belleza literaria.
Estos elementos completamente novedosos provienen de su propia concepción filosófica: la realidad es
un devenir irracional y, en consecuencia, inaccesible al conocimiento. La tarea del hombre es entonces crear su
propia perspectiva personal e intransferible de valores y verdades. Únicamente esta actitud artística conduce a la
plena afirmación de la vida.
Todo ello hace que su obra no sea fácil y requiera interpretación. Quizás no sea mala guía el consejo del
filósofo Gilíes Deleuze: "Aquellos que leen a Nietzsche sin reírse y sin reírse mucho, sin reírse a menudo, y a
veces a carcajadas, es como si no lo leyeran".
A continuación analizamos dos recursos que aparecen reiteradamente en nuestro fragmento y que
Nietzsche utiliza de una manera muy personal:
-El uso de las comillas: Las usa con expresiones o conceptos de otros autores, para llamar la atención
sobre ellos y criticarlos. De esta forma Nietzsche habla sobre el concepto sin aceptarlo como suyo, o sea,
tomando distancia, casi siempre con carga irónica. Así cuando entrecomilla "cosa en sí" no significa solo que esté
en desacuerdo con lo que dice Kant sobre esta cuestión, sino que niega que exista algo así en la realidad.
A través de este recurso, el autor advierte cuándo una palabra o frase no son consideradas homologas o
equiparables al propio discurso, sea porque pertenecen a otra lengua, porque figuran en una acepción inexacta o
porque semánticamente no se refieren a ninguna realidad. Con el uso de las comillas Nietzsche se desolidariza y,
en cierto modo, se disculpa del contenido, que queda así encarcelado o deportado.
En el texto vamos a encontrar numerosos casos de comillas como disculpa por utilizar una expresión a la
que no corresponde ninguna realidad paralela o, al menos, no con el contenido semántico que se le ha querido
dar: "aparente", "mundo verdadero", "razón", "conceptos supremos , yo , ser , etc.
-El uso de las cursivas: Es frecuente su uso para afirmar palabras o expresiones en un sentido positivo o
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de pura definición. Ocurre a veces en su obra (aunque no en nuestro fragmento) que use una expresión
entrecomillada, por ejemplo, "hombre del futuro" y más adelante en cursiva: hombre del futuro. En el primer caso
se refiere al proyecto de humanidad rechazable y mediocre forjado por el socialismo, en el segundo, por el
contrario, Nietzsche alude al hombre que nos liberará de los ideales anti-vitales y nihilistas que dominan nuestra
cultura.
También, como marca la norma ortográfica, Nietzsche utiliza la cursiva para palabras procedentes de otros
idiomas {sub specie aeterni. Historie, causa sui, ens realissimun, décadence, idee fixe).

EXPLICACIÓN DEL TEXTO (Estructura):


I. Primer rasgo de la idiosincrasia de los filósofos: El rechazo al devenir.
a) Elección del “ser” frente al “devenir2.
b) Rechazo de los sentidos como responsables del “error”.
c) La excepción de Heráclito.
d) El auténtico conocimiento se basa en los sentidos.

II. Segundo rasgo de la idiosincrasia de los filósofos: La confusión de lo primero con lo último.

III. El lenguaje como causa de los extravíos sobre la realidad.


a) La creencia en los presupuestos metafísico del lenguaje.
b) Ubicación de las categorías de la razón (del lenguaje) en otro mundo.

IV. Resumen:
a. Tesis 1: El cambio, la pluralidad, la materialidad son los únicos rasgos de la realidad.
b. Tesis 2: En consecuencia, el “mundo verdadero” es una simple ilusión.
c. Tesis 3: Inventar fábulas sobre “otro” mundo no es más que una venganza contra este mundo.
d. Tesis 4: Esta necesidad de venganza se explica como síntoma de vida enferma. Sólo se ama la vida
desde una actitud creativa, artística, dionisíaca.

ANEXO: LA CONCEPCIÓN DEL LENGUAJE EN N1ETZSCHE.


a) La inaprehensibilidad conceptual de la realidad
El lenguaje no expresa las esencias de las cosas, y no las expresa porque éstas no existen: en la
realidad no hay un rasgo (o conjunto de rasgos) que se encuentre en todos y cada uno de los individuos.
Agrupar las cosas en categorías generales (mesa, árbol, mamífero...) constituye siempre un abuso. En la
Naturaleza no existen géneros, formas o conceptos. Es más, para Nietzsche, ni siquiera un individuo
(animal, persona o cosa) es idéntico a sí mismo, pues la identidad que nosotros le atribuimos es una
consecuencia de nuestro modo sustancialista de representarnos la realidad. La realidad en su devenir es
más rica y llena de contradicciones de lo que podemos conocer o clasificar.
Eso no significa que los conceptos no sean útiles: el concepto "predador" se refiere, como
cualquier otro, a un conjunto de entidades muy dispares, pero su manejo nos ayuda a tomar las
precauciones debidas para seguir sobreviviendo. Sin embargo, como veremos, esa utilidad se convierte en
desventaja cuando olvidamos su origen metafórico y creemos que representa la realidad tal como es.
b) El carácter ficticio de todo lenguaje
El lenguaje sólo sirve para transmitir la sensación que se tiene de la cosa, trasponer una palabra
por la cosa. La realidad plural y cambiante provoca una excitación nerviosa, una emoción en el sujeto...
Éste genera una imagen que trata de expresar, de transmitir con palabras. Lo que se comunica es ese
sentir y no la realidad tal cual. En términos platónicos, podemos decir que se trata siempre de una doxa y
no de una episteme, pues lo que se expresa no son las propiedades de una realidad originaria, sino una
copia de sentimientos, de emociones.
No tiene sentido, en consecuencia, la distinción entre lenguaje de la verdad (literal; por ejemplo,
el de la ciencia y el de la filosofía) y lenguaje literario (retórica): todo lenguaje es esencialmente
simbólico, metafórico. Incluso la retórica es más sincera que el lenguaje literal, ya que reconoce que su
meta es el artificio, una aprehensión meramente subjetiva, sin ningán empeño de anclar en la realidad.
c) Metáfora y concepto
En consecuencia, no resulta difícil entender por qué Nietzsche privilegia la metáfora sobre el
concepto. Aquélla más que explicar el devenir, trata de expresarlo de diferentes maneras. Su cualidad
intrinsecamente (una metáfora no excluye otras sobre la misma realidad) y transitoria (una metáfora
anquilosada es una metáfora muerta) la convierten en el acercamiento más próximo a lo real, también
plural y cambiante.
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El concepto, por el contrario, viene a ser algo así como una metáfora congelada, una descripción
que ha olvidado su naturaleza metafórica, lo que provoca que su sentido figurativo se tome
literalmente (es precisamente esta creencia la base de las ilusiones y creencias de la metafísica en la
verdad eterna e inmutable). El concepto impone una representación unívoca, objetiva. Ahora bien, como
lo representado no es un objeto "objetivo", sino una realidad en perpetuo devenir, múltiple, informe,
caótica, la única ligazón posible no falsificadora entre palabra y realidad ha de ser de índole
metafórica.
La metáfora, en efecto, se basa en la pluralidad y la subjetividad. Deja abierta la posibilidad al
receptor de que él mismo complete el significado a partir de su propia experiencia del mundo. Quien
formula una metáfora (por ejemplo, de Neruda: "En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo") no
pretende describir objetivamente una realidad ni tampoco agotar otras descripciones, sino únicamente
expresa cómo se posiciona un sujeto ante unos estímulos determinados.
El lenguaje metafórico muestra el abanico de significados que puede aplicarse a lo real ("Las
grandes mariposas encuadernan el aire", dice Gómez de la Serna). Si el objeto-objetivo no tiene ya
sentido, entonces lo que importa es que el sujeto pueda construir una red de significados que le permita
crecer, afirmarse vitalmente, hacer que la experiencia fluya y no se estanque en diques conceptuales.
Cuando Juan Gelman escribe: "Un pájaro vivid en mil Una flor viajaba en mi sangre I Mi corazón era un
violín... ", no aspira a describir nada literal, su valor de "verdad" reside en la capacidad de fomentar
autoconocimiento, reapropiación personal, ajuste afectivo (consigo y con otros), afirmación gozosa del
vivir. He aquí, para Nietzsche, un concepto más alto de verdad, no como imposible adecuación entre
pensamiento y cosa, sino como autoexpresión. Lo verdadero, según nuestro autor, es aquello que
ensancha las perspectivas vitales, lo que aumenta la fuerza y el júbilo.
Si no queremos amortajar el latido de lo real, hemos de permanecer en el espíritu de la metáfora.
En este sentido puede entenderse la afirmación de que "el primero que comparó una mujer con una rosa
fue un poeta, el segundo un idiota". En efecto, el primero crea un significado nuevo, pero el segundo lo
convierte en repetición, en amaneramiento, en tópico. Así se van formando los conceptos... Estos no son
más que metáforas que se han olvidado que lo son. Expresiones como "serpiente multicolor", "rabiosa
actualidad", "espadas en todo lo alto", "abanico de posibilidades", "Haco favor", "velocidad endiablada",
"cochina envidia"... son metáforas que se utilizan en este sentido estático y se convierten en tópicos
triviales con escasa fuerza expresiva.
d) El paso de la metáfora al concepto
Una metáfora se convierte en concepto cuando se pierde la conciencia de simulación, es decir, la
conciencia de la aplicación inadecuada de sus términos. Por ejemplo, Alonso Quijano pudo verse a sí
mismo, metafóricamente, como si fuera un caballero andante. Pero perdió el contacto con la realidad
cuando pensó que era, verdaderamente, un integrante de la orden de caballería (algo parecido le pasó, al
final de sus días, al actor Johnny Weissmüller cuando creyó serTarzán).
De manera semejante se forman los conceptos: la metáfora viva deviene en metáfora muerta y se
excluyen otras maneras de clasificar los hechos. Por ejemplo, las palabras "progresista" y "reaccionario"
fueron metáforas en su día pero ahora se usan como conceptos, es decir, se cree que reflejan algo real. Lo
mismo con los términos "izquierda" y "derecha", que tienen su origen en el lugar que se sentaban las
distintas facciones en el hemiciclo legislativo después de la revolución de 1789. Al tomarse de manera
literal, aparecen los problemas: Mao Tse-Tung, Stalin, Fidel Castro, ¿son políticos progresistas y de
izquierdas? Para Nietzsche estas categorías no existen en la realidad, estamos distorsionando la
exuberancia humana hasta hacerla encajar en unos moldes que no reflejan más que nuestras convenciones
culturales, nuestros prejuicios idiomáticos. La creencia en estos conceptos provoca que la conducta pierda
espontaneidad y se convierta en mera imitación de estereotipos.
Pensemos en los problemas derivados de la reciente ley de violencia de género en este país, según
la cual una misma agresión tiene penas más graves si la realiza un varón. Imaginemos ahora una pareja
homosexual en la que el agresor es varón pero el agredido también lo es. ¿Se le aplicará una mayor
dureza de pena? ¿Y en el caso de una pareja de mujeres?
Un planteamiento nietzscheano, por el contrario, propondría "desustancializar" o "desreificar" las
categorías de 'varón', 'mujer', 'masculino', 'femenino', y también 'pareja' o 'matrimonio'. ¿Cuántas
posibilidades de crecimiento se sacrifican a diario sólo porque el código socialmente mayoritario decreta
que una actividad no es apropiada para nuestro sexo y amenaza con la etiqueta de rigor (marimacho,
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mariquita..)?A partir de este "debilitamiento conceptual" al estilo nietzscheano, a la justicia le
correspondería, de un modo flexible, analizar en cada relación quién está en una situación de indefensión
o debilidad, susceptible por tanto de protección jurídica.
Este paso de la metáfora al concepto se produce con la costumbre. Perdemos de vista el origen
metafórico de las palabras —aun incluso de las que muestran explícitamente ese origen; "parabrisas",
"pasamontañas", "quitamiedos", "ojito derecho", "oveja negra", etc.- y las percibimos como conceptos.
Esta catalogación genérica facilita la comunicación y el manejo de la realidad, pero puede esclerotizar
nuestro crecimiento si la interpretamos literalmente. Así ocurre con los que se sienten ante todo
"filósofos", "franceses", "padres", "socialistas", "médicos"... Amoldan su vida, sus fuerzas emergentes, a
las definiciones socialmente aceptadas de estos conceptos y empobrecen así su experienciar.
Como se explica en las voces 'Concepto' y 'Lenguaje' del Vocabulario, son los grupos más
poderosos los que imponen los conceptos dominantes en una sociedad.
e) El papel nocivo de la gramática en la sustancialización de lo real
La gramática ejerce su papel negativo fundamentalmente de tres modos:
1. En el lenguaje humano, la mayoría de las frases tienen una estructura sujeto-predicado, lo que
favorece una interpretación sustancialista de la realidad, es decir, la creencia de que en el mundo existen
cosas definidas, con características propias que las hacen distintas de las demás. Por ejemplo, una frase
como "el trueno retumba" nos induce a pensar que existe una entidad agente (el trueno) y, por otro lado, el
efecto que provoca (retumbar). En realidad, sólo hay acción, un truenorretumbar, pero nuestro lenguaje
no está diseñado para expresar esto sino que nos empuja a desdoblar la realidad en agentes y acciones.
La estructura del lenguaje supone casi siempre la existencia de un sujeto gramatical ("la nieve",
"las montañas", "el niño") del que se predica algo: ("es fría", "son altas", "está enfermo"). La creencia de
que dicha estructura reproduce la estructura de la realidad conduce a la invención de entidades ficticias
como "yo", "cosa", "realidad" (y otras semejantes: "voluntad", "sustancia", "entidad", etc.).
Plano lingüístico SUJETO PREDICADO
Plano psicológico YO ACCIONES
Plano ontológico COSA PROPIEDADES
REALIDAD APARIENCIA

2. En nuestro lenguaje abundan las frases con el verbo ser, verbo que favorece la creencia en
entidades dotadas de rasgos permanentes, o sea, substancias. Así decimos "el año 2008 es bisiesto",
"agosto es el mes más caluroso", "la infancia es el periodo más intenso de nuestra vida", "una madre
siempre quiere a sus hijos", "Italia es el país con mayor patrimonio cultural". Y pensamos todos estos
sujetos gramaticales (2008, agosto, la infancia, la madre, Italia) como entidades subsistentes y no meras
convenciones humanas.
Un ejemplo de uso metafísico de esta inercia gramatical son los nacionalismos y los todo-por-la-
patria. También los desasosiegos milenaristas, como los que se observaron con el advenimiento del año
2000.
3. Por último, con el lenguaje aplicamos las mismas palabras a realidades diferentes, lo que
impulsa la creencia de que existen esencias, naturalezas universales (recordemos que para el propio
Platón la existencia de términos universales como los nombres comunes, los adjetivos o los sustantivos
abstractos lleva necesariamente a creer en la existencia de las naturalezas universales a las que llama
Ideas).
Un ejemplo de uso metafísico de esta inercia gramatical es cierto tipo de feminismo,
fundamentado a partir de la creencia en la esencia universal de mujer (Fernández de la Vega, Scarlett
Johansson, la duquesa de Alba o Teresa de Calcuta, más allá de sus diferencias, serían esencialmente lo
mismo: mujeres). Por eso las reivindicaciones feministas tienen un carácter genérico, así la paridad en las
listas electorales o la exigencia de acabar con las discriminaciones sexuales en la herencia de títulos
nobiliarios.
f) Superación de la creencia metafísica en la gramática
Sobre esta base gramatical, la metafísica produce su "mundo verdadero" alternativo (con su redes
de conceptos claves: voluntad, causalidad, sustancia, Dios...). De esta manera, el lenguaje metafísico,
asentado sobre la creencia monoteísta en un punto de vista absoluto, frustra las posibilidades de realizar
una vida creativa y plena.
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Pero de este proceso nos hemos ocupado ya suficientemente en el análisis del texto y en el
vocabulario, por lo que nos detenemos ahora brevemente en la necesidad de superar la creencia en la
gramática y, por tanto, la concepción típica de la metafísica tradicional.
Nietzsche piensa en un lenguaje que potencie y libere la capacidad simbólica humana de conferir
sentido a las cosas, un lenguaje más vivo, más cercano a la vida, a la tierra, al cuerpo. Su base es la
metáfora, por tanto, sin pretensión de alcanzar ninguna verdad universal. Sobre este horizonte de
posibilidades infinitas, el hombre tomará conciencia de su naturaleza creadora, llegará a ser su propio
señor e inventará universos simbólicos que le permitirán crecer y arraigarse amantemente a la vida. Dios
queda así relevado por el artista dionisiaco, por el Superhombre.

3. VOCABULARIO
Alevosía: Traición. En lenguaje jurídico expresa aquel delito que se hace con cautela para no
correr riesgos. Nietzsche reconoce la contribución de Kant a la desmistificación del "mundo verdadero"
(por ejemplo, al establecer que "sólo conocemos en las cosas lo que nosotros ponemos en ella"), pero
traiciona este impulso al aferrarse a un supuesto mundo suprasensible como fundamento de la moral y al
prolongar el dualismo platónico con la distinción 'fenómeno' y 'noúmeno'.
Apariencia: Aspecto superficial de una cosa que se capta por los sentidos. En la metafísica tra-
dicional se utiliza como opuesto a 'realidad', lo que, según Nietzsche, es un engaño motivado por el miedo
a la contingencia y al perpetuo devenir. No existe tal oposición entre 'apariencia' y 'realidad'. Lo que se
considera 'apariencia' es la única realidad que existe.
Artista: Para Nietzsche la actitud más auténtica ante lo que existe es la artística. Lo individual y
único sólo es expresable a través de la creación artística frente al carácter uniformador y simplifi-cador
del concepto. Quien quiera alcanzar una vida plena y no sometida a lo gregario, tendrá que convertirse en
artista, no en el sentido de producir obras de arte, sino en el de regirse por la belleza, de convertir toda su
existencia en arte, viviendo creativamente al margen de toda convención.
Esto implica juego, libertad, singularidad, sorpresa, novedad, excepción. O sea, la liberación de
los corsés conceptuales, la vuelta a la experiencia originaria de crear metáforas.
Categorías de la razón: Son los conceptos que ha creado la "razón" para explicar la realidad:
unidad, identidad, permanencia, causalidad, sujeto, materia, ser, objeto, necesidad... Los listados más
conocidos de categorías son los establecidos por Aristóteles y por Kant. Para Nietzsche son solo la
expresión abstracta de las funciones gramaticales del lenguaje. O sea, ficciones que proceden de una
proyección antropomórfica (pensar que la realidad se comporta como pensamos que se comporta el
hombre). Por ese motivo cada lengua natural posee su propia manera de estructurar el mundo, de
organizar los fenómenos.
Causa sui: Proviene del latín y significa literalmente "por causa de sí mismo". En filosofía se
llama así a las realidades de primer orden, valores supremos como el ser, lo absoluto, el bien, la verdad, la
belleza, lo perfecto...
Certeza subjetiva: Estado mental del sujeto de confianza plena en un acto cognoscitivo propio
(una creencia, un pensamiento, un recuerdo...).
Ciencia: Se utiliza en este fragmento como 'conocimiento' en general y, portante, no equivalente
sin más a 'ciencias empíricas'.
Los científicos creen poder descubrir regularidades (esencias universales) en la Naturaleza, lo que
supone participar del mismo intelectualismo y rechazo al devenir que la metafísica. Esta creencia se basa
en la utilidad: sirve para instalamos en un mundo previsible, ordenado, racional, y de esa forma hacer más
soportable la existencia en un entorno hostil. Pero se trata de una convicción que carece de fundamento:
la realidad es irracional y carece de orden, por lo que la razón no es un instrumento legítimo para el
conocimiento.
Nietzsche criticó especialmente la perspectiva mecanicista y positivista de la ciencia de su época,
que reducía lo real a materia y a movimiento mecánico. Para Nietzsche, en cambio, el universo no está
sometido a leyes deterministas, sino que es un caos de fuerzas.
Concepto: Idea que concibe o forma el entendimiento. Se constmye de la siguiente manera: el ser
humano posee la necesidad de transmitir a otros sus experiencias personales. Para ello nos valemos de un
sonido articulado (la palabra), que tiene un carácter metafórico. A continuación se produce un pacto por el
que se generaliza el uso de ciertas palabras y aparece así el concepto: por ejemplo, aplicamos el concepto
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"enamoramiento" a todos aquellos comportamientos en los que hay un profundo deseo de estar junto a
otra persona, a pesar de que cada experiencia singular es esencialmente desigual de cualquier otra. El
concepto se forma cuando se abandonan de manera arbitraria las diferencias individuales. Por eso es
siempre un prejuicio, una máscara.
Es inevitable la formación de conceptos, pues de esa forma hacemos frente al devenir. Los con-
ceptos nos sirven de balizas para vivir y comunicamos. Pero si no queremos desmentir la vida que somos,
si no queremos convertirnos en uno más del rebaño, hemos de tener siempre presente que no son más que
metáforas pactadas.
Con el tiempo se olvida el origen metafórico del concepto universal y éste pasa a gobernar nues-
tras vidas. Valgan como ejemplos las discusiones sobre si Cataluña es "una nación", "una región", "una
comunidad autónoma", "una realidad nacional", etc. O si un "matrimonio homosexual" es realmente un
"matrimonio". Es decir, creemos que los conceptos traslucen realidades objetivas, en vez de ser una
simple ficción construida desde una perspectiva determinada.
Los conceptos vigentes son producto de un pacto por el que el grupo más fuerte impone su vo-
luntad de poder, sus valores de vida, su manera de valorar la existencia. No se trata, pues, de un proceso
de definición neutral de esencias eternas, como pretendía Sócrates, sino de una lucha entre poderes. Este
pacto gregario explica que hayan triunfado los conceptos más anti-vitales, pues el amante de la vida es un
solitario que no se asocia borreguilmente con otros, como hace siempre el hombre del resentimiento.
A los filósofos les toca guardar la estabilidad del pacto, presentando como intemporal lo que tiene
un origen histórico en la comunidad. Para la filosofía occidental entender una realidad es poder aplicarle
un concepto. ¿Cómo es posible que realidades tan distintas, como un ciprés y un manzano, queden
agrupadas en el mismo concepto de árbol? La respuesta es que comparten una esencia común. Para
Nietzsche, sin embargo, no hay esencias, no existe ningún rasgo que se encuentre en todos los individuos;
es más, ni siquiera existen los objetos, ya que la identidad que le atribuimos (ser los mismos con el paso
del tiempo) no es más que una ficción que proviene de nuestra forma sustancialista de interpretar la
realidad. Para Nietzsche la vida es inconceptualizable ("no se tiene más representación del ser que el
'vivir'"). Por ello no se trata ya de encontrar una esencia verdadera sino de experimentar la plenitud de la
individualidad, expresarla en su multiplicidad germinal.
Conceptos supremos: Para Nietzsche la realidad está constituida por fuerzas dinámicas que lu-
chan por llegar al límite de su poder. Un concepto es una representación unitaria y unívoca de una
complejidad pulsátil, por tanto, no puede reflejar las multiplicidades inquietas e incomprensibles que
nombra, sino que supone siempre una distorsión, una inevitable traición a la experiencia originaria de la
que nace. Con un concepto nada queda explicado o comprendido, sino sólo designado de modo inexacto,
simplificadora y abreviadoramente.
Por ello, cuanto más general es un concepto, más alejado está su contenido de lo que de verdad
existe; el concepto "gato" es menos irreal que el de "mamífero" y éste que "animal" (exactamente lo
contrario de lo que defendía Platón).
Los conceptos más generales, los más abstractos, son los "conceptos supremos". En ellos se cum-
ple la mayor separación posible de la realidad, que está constituida por fuerzas plurales en perpetuo
devenir. Por eso, son los más vacíos, "el último humo de la realidad que se evapora".
Aquí están los grandes conceptos metafísicos: el Bien, la Verdad, la Perfección... Y, por encima de
todos. Dios, como concepto que representa ejemplarmente las características del "mundo verdadero"
creado por la razón humana a partir de la metafísica del lenguaje. En efecto, el lenguaje parte de la
división entre agente y acción, que la razón lleva hasta sus últimas consecuencias componiendo un Super-
Agente (Dios) como Creador de todo lo existente.
Esta invención de "conceptos supremos" no obedece a motivos de orden lógico ni ontológico, sino
estrictamente psicológico: el temor al cambio, la muerte y la vejez han empujado al hombre a crear estos
conceptos para en ellos encontrar el reposo, la regularidad y calma que faltan en el único mundo
existente, el que se ofrece a los sentidos. Pero lo "ha pagado muy caro", pues de esta forma ha tenido que
renunciar a sí mismo y a sus instintos.
Constelación: Agrupación de estrellas que, vistas desde la tierra, parecen tan cercanas que las
civilizaciones antiguas decidieron conectarlas mediante líneas imaginarias, formando dibujos en el cielo.
Estas agrupaciones son completamente arbitrarias y las estrellas pueden estar de hecho a cientos de años
luz unas de otras.
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Cosa: Lo que en general de algún modo es. O sea, todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o
espiritual, artificial o natural, real o abstracta. El concepto de cosa equivale por tanto al de ente. A veces
se considera que las cosas son las entidades individuales, y en particular las existencias materiales
individuales. A veces es sinónimo de substancia. Y es frecuente usar el término como opuesto a 'persona'.
Para Nietzsche no existen las cosas, al igual que tampoco los entes o las substancias. Son ficciones
creadas por el hombre para hacer más manejable la realidad.
Coseidad: Calidad de cosa, referido a la cosa.
Cuerpo: Para los filósofos tradicionales, el ser humano tiene un cuerpo, pero no es un cuerpo. En
Platón o Descartes el concepto 'alma' subsume toda la realidad humana. Es una consecuencia de su modo
de valorar: los sentidos nos engañan (al mostrarnos el devenir como real) y, en consecuencia, todo lo
sensible -como el cuerpo- adquiere una connotación negativa.
Por otro lado, lo corporal se emparenta con las pasiones, con lo irracional, con los placeres, es
decir, con todos aquellos valores vitales a los que la tradición occidental ha declarado hostilidad.
Nietzsche se opone radicalmente a esta manera decadente de valorar e interpreta que la estructura
ontológica del hombre no es otra que la de ser un cuerpo viviente. El cuerpo es el ser del hombre, su sí
mismo íntegro: ".. cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para
designar algo en el cuerpo". Y también: "Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se
encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido -llámase sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tu
cuerpo". Por último, "hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría".
Décadence: Proviene del francés: decadencia. Expresa la vida en descenso, o sea, cuando el ins-
tinto vital se bate en retirada.
Devenir: La realidad entendida como proceso o cambio. La metafísica tradicional lo trata como
mera apariencia, como humo irreal, frente al ser que se caracteriza por su permanencia, unidad,
inmutabilidad...
El hombre para poder comunicarse necesita fijar, petrificar (y por tanto falsear) la multiplicidad
cambiante de lo real. De otro modo, sería imposible reconocer y compartir experiencias con otros seres
humanos. Ni tampoco manejarse con éxito en la realidad. Al aplicar un concepto como el de 'causa'
cuando un fenómeno precede a otro, estamos colocando un orden en las cosas que nos es muy útil de cara
a la supervivencia.
He aquí el origen metafórico de las palabras, de los conceptos. El problema es cuando se olvida
este origen pragmático y se empieza a creer que expresan realidades objetivas. Lo siguiente es dividir el
mundo en 'aparente' y 'real', lo que supone negar la vida. Aquí radica el aspecto bio-patológico de la
metafísica.
Dionisíaco: La división entre 'apolíneo' y 'dionisíaco' como dos actitudes básicas ante lo real es
una constante en el pensamiento de Nietzsche desde su primer libro. Rinden tributo respectivamente a
Apolo, dios solar del orden y la medida, de la proporción y moderación, frente a Dionisos, dios de la
embriaguez, el caos y lo irracional.
Apolo ama la definición, la figura, la forma, el equilibrio y la medida. Por eso es reconocible en
las artes plásticas. Por el contrario, Dionisos expresa la experiencia de inmersión en el caótico y
desmesurado devenir de la vida; la embriaguez que rompe y sobrepasa toda medida, forma o figura.
Dionisos parte de la comprensión de la ausencia de fundamento de las cosas, de su falta de fondo. Siente
continuamente bajo sus pies el abismo de gozo y horror en que consiste la vida. Su arte es la música.
Según Nietzsche, todo lo apolíneo tiene como fondo lo dionisíaco y es precisamente el olvido de
este sostén de toda forma en lo desmesurado, de todo pensamiento en la vida, lo que ha provocado la
decadencia que ha caracterizado la tradición occidental. El inicio de este declive lo sitúa en el espíritu
racionalizador de Sócrates y Eurípides.
Egipticismo: Egipto fue una cultura caracterizada por su pasión por lo eterno, inmutable y estáti-
co: momias, estratificación social cerrada, ausencia de movimiento en sus representaciones pictóricas,
hieratismo, obsesión por la inmortalidad, construcción de colosales monumentos funerarios diseñados
para desafiar el tiempo... De ahí que Nietzsche la use como metáfora reveladora de la idiosincrasia de los
filósofos tradicionales.
Eléatas: Los seguidores de la filosofía de Parménides de Elea. Entre ellos cabe destacar a Zenón,
que se afanó por "demostrar", con ingeniosas pruebas, las conclusiones a las que llegó su maestro: la
inexistencia de la pluralidad y el movimiento.
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Empiria: Transcripción del griego del concepto "experiencia sensible, conocimiento a través de
los sentidos". De ahí deriva 'empírico' y 'empirismo'.
Ens realissimum: La realidad misma en su grado más álgido, Dios como cumbre de la metafísica
tradicional. Dios no es sólo una creencia de algunos filósofos, sino el fundamento último de toda
existencia. La metafísica, y con ella toda la cultura occidental, se ha construido sobre la distinción entre el
mundo espiritual y el mundo sensible, con Dios en la cúspide de toda la realidad.
Espectroscopio: Instrumento destinado a separar los diferentes componentes de un espectro óp-
Facultad: Aptitud, capacidad, posibilidad de hacer algo.
Fantasmagoría: Ilusión de los sentidos.
Fetichismo: Idolatría, veneración excesiva. El fetichismo es un mecanismo psicológico por el que
se proyecta sobre un objeto cualidades de las que éste carece. Toda superstición es una forma de
fetichismo (el llavero que me da suerte, la sal derramada que augura desgracias). El hombre es fetichista
en su concepción del lenguaje, pues cree que las palabras retratan una realidad objetiva. Creer, por
ejemplo, que existe el colectivo real de los murcianos por el hecho de que exista la palabra 'murciano'.
Filósofos: Esta expresión la utiliza Nietzsche en un sentido peyorativo para referirse a una tradi-
ción que nace con Parménides (el primero en desdoblar la realidad en "verdadera" y "aparente"), en
Platón encuentra sus rasgos más característicos y alcanza hasta su propia época con el positivismo.
Este "platonismo" no sólo es la seña de identidad de la filosofía, sino de toda nuestra cultura (por
ello afirma Nietzsche que "el cristianismo es platonismo para el pueblo", es decir, un platonismo
accesible a personas sin formación filosófica).
Para Nietzsche el origen de la creencia en un "mundo verdadero", perfecto, eterno e inasible a los
sentidos, ha de situarse en una incapacidad vital.
Gramática: Nietzsche se refiere con esta expresión al conjunto de reglas y principios que regulan
el uso del lenguaje. Equivale, pues, a la expresión "metafísica del lenguaje".
El punto de partida de todas las gramáticas es la atribución de una acción a un agente. Eso implica
la existencia de un 'yo' -uno, estable y agente- que decide voluntariamente ejecutar determinadas
acciones. Este modelo basado en el principio de causalidad (una causa que produce efectos) se aplica
analógicamente a todas las demás realidades, y así se crean los conceptos de 'sustancia', 'cosa', 'ser'... La
gramática nos impulsa a creer que toda acción ha de tener detrás un sujeto, un agente. Esta "metafísica
popular" también nos dificulta percibir la realidad como proceso, como cambio, con el uso reiterado del
verbo "ser", que nos invita a creer que existen entidades dotadas de rasgos permanentes (substancias).
Asimismo, al designar con la misma palabra cosas diferentes, se sugiere la existencia de esencias
universales. El lenguaje nos induce continuamente a una interpretación substancialista de lo real.
Hay una línea directa que va desde los presupuestos de la gramática hasta la creencia en Dios. Por
eso una verdadera filosofía que quiera hablar del devenir ha de luchar contra todas las "evidencias"
sustentadas por el lenguaje.
Idiosincrasia: Rasgos distintivos propios de un individuo o de una colectividad.
Idolatría: Amor excesivo y vehemente a una persona o cosa; adorar ídolos, o sea, adorar a la ima-
gen de una deidad como si fuera la deidad misma. Nietzsche llama a los filósofos "idólatras de los
conceptos", porque experimentan una pasión desmesurada por ellos y porque adoran lo que no es más que
puro cascarón (su contenido real es una metáfora).
Ilusión óptico-moral: Expresión inventada por Nietzsche con la que alude a una alucinación de
etiología moral (o, más bien, inmoral, ya que se basa en la hostilidad a los instintos vitales).
Lenguaje: Su origen no se debe a la búsqueda de conocimiento sino a la necesidad de expresar
una experiencia vital propia. Por eso tiene originariamente un carácter metafórico: las palabras provienen
de gritos que son expresiones individualizadas de experiencias singulares. Es absurdo pensar entonces
que el lenguaje está hecho para reproducir objetivamente la realidad; se trata simplemente de una
herramienta de comunicación y supervivencia: un puente entre individuos para compartir experiencias y
manejar mejor la realidad.
Ahora bien, muchos humanos no son capaces de soportar el continuo vértigo de una vida que pasa
azarosamente del placer al dolor y viceversa, se muestran aterrorizados ante la perspectiva de entregarse
al abismo de una existencia sin fundamento y en perpetuo cambio. Y entonces fijan la metáfora, delimitan
unas fronteras de significado y la convierten en un concepto de obligado cumplimiento, acatado por
todos. Ahí está el ejemplo de Sócrates, pertinazmente empecinado en definir de una vez por todas los
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conceptos universales. Aparece también el concepto de verdad, como adecuación entre la realidad y el
pensamiento. A la ilusión originaria se le otorga entonces, a través del uso y la costumbre, su valor "más
alto", que supone en realidad el valor "más bajo" desde el único punto de vista relevante, el de la vida.
Como una moneda que, con el paso del tiempo y el uso, ha perdido su imagen y es ahora sólo chatarra, el
"concepto verdadero" únicamente sirve entonces para morigerar las experiencias singulares a través de un
patrón uniformador y negador de las diferencias.
Por ejemplo, aquel que se acusa a sí mismo de no ser un "verdadero pintor" porque a veces
prefiere dar forma a sus intuiciones creativas a través de la escritura, o se reprocha no ser un "buen hijo",
porque de vez en cuando le asalta el deseo de estar lejos de sus padres. Al intentar amoldar sus ex-
periencias a los conceptos generales forjados, anubla su percepción interna y uniformiza el latido plural y
contradictorio de donde brota todo querer.
La influencia del lenguaje es enorme porque el pensamiento humano es lingüístico. Por eso, al
tener la mayoría de las frases una estructura sujeto-predicado, se fomenta una interpretación sus-
tancialista de la realidad. Si nuestra gramática fuese de otro modo, nuestra manera de comprender la
realidad sería diferente. Por eso es fundamental que el hombre deje de tener fe en la gramática, es decir,
de creer que sus categorías constituyen un trasluz de lo real.
Metafísica: La metafísica es para Nietzsche lo esencial de la tradición cultural de Occidente: la
invención de un "mundo verdadero" enfrentado a un "mundo aparente". La intención de ello es dotar a las
cosas valoradas como buenas un origen propio y separado del mundo terrenal, que es contradictorio,
contingente, mudable, inconsistente y fugaz. Está por tanto al servicio de las tendencias anti-vitales. Todo
lo relacionado con el cuerpo (sentidos, placer, sensualidad) queda desvalorizado y se exalta lo espiritual-
racional.
Esta actitud se explica por el temor al devenir, a la muerte, al caos. Las categorías metafísicas
(esencia, sustancia, alma, unidad, permanencia, Dios...) se inventan para encontrar la quietud, el orden, la
paz, que están ausentes del único mundo existente, el de los sentidos. Los filósofos, incapaces de aceptar
el caos, el torbellino de sensaciones vitales, la multiplicidad desbordante, la irracionalidad del universo,
construyen, por su interés propio, un mundo irreal donde poder sobrevivir. Es esa fragilidad mental la que
explica las fantasías metafísicas.
Monótono-teísmo: Es un juego de palabras típico de Nietzsche. Resulta de la fusión de
"monoteísmo" y "monótono". La metafísica tradicional se caracteriza por lo que Nietzsche llama el
"monoteísmo de la verdad": la creencia en una verdad única y excluyente que reside en un transmundo.
La consecuencia inevitable es la desvalorización del único mundo real, la declaración de guerra a
la naturaleza y a la voluntad de vida. Por tanto, la monotonía, el aburrimiento, el hastío, el nihilismo.
Frente al monótono-teísmo, Nietzsche reivindica el gozoso politeísmo de la verdad.
Subrepticio: Algo que se hace de manera oculta y a escondidas.
Verificación: Comprobar o examinar la verdad de una cosa.
Verdad: Conocimiento objetivo de la realidad. Por tanto, se presupone la existencia de una reali-
dad absoluta. Es una convicción característica de la filosofía tradicional.
Nietzsche opone a esta voluntad de verdad su voluntad de poder. La realidad no es racional, por
tanto, la razón no puede ser un instrumento para conocerla y la "verdad monoteísta" (la misma para todos)
carece de sentido. Si aún queremos hablar de conocimiento o de verdad, habrá de ser de una manera
relativa. Es imposible desprendemos de nuestra subjetividad y de los aspectos (psicológicos, sociales,
físicos, históricos, etc.) que la condicionan. Todo conocer humano es mera interpretación del mundo y
depende de la perspectiva vital en que se encuentra cada individuo.
Sin embargo, históricamente en las sociedades se impone un grupo de metáforas como algo
normativo y de obligado cumplimiento. El resto de metáforas son declaradas entonces como subversivas
y son desprestigiadas socialmente (mentira) o se relegan a la mera validez subjetiva (el arte).
Para Nietzsche la verdad es una ficción que se ha olvidado que lo es. Por eso habla del politeísmo
de la verdad: el derecho de cada uno a inventar sus verdades, a pregonar sus diferentes experiencias
vitales, frente a la interpretación impuesta como verdadera en una sociedad.
Eso no quiere decir que todas las perspectivas tengan el mismo valor: las que nos arraigan a la
vida, las que nos reconcilian con nuestros instintos vitales, con nuestro cuerpo, con nuestra capacidad de
gozar, son preferibles. Esa es la "verdad" que pregona Nietzsche en cada línea que escribió.
Voluntad: Facultad que causa las acciones. Es una ficción (al igual que las figuras mitológicas
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que sirven de modelo a las constelaciones). Ya Kant estableció que no era posible demostrar su existencia
desde la razón teórica, pero que era necesaria suponerla, como postulado, para la moralidad (según
Nietzsche, sin embargo, la moral a la que se refiere no es universalmente válida sino particular, con sus
condicionantes psicosociales e históricos, por tanto, resultado de una determinada posición de valores por
parte de un tipo de ser humano, en concreto caracterizado por ser negador de la vida).
No hay voluntad como algo unitario, sino lo que hay es una pluralidad incluso antagónica de que-
reres, de deseos, de impulsos. Al igual que el yo, que es igualmente multiforme. Es el lenguaje el que nos
hace ver el 'yo' y la 'voluntad' como algo unitario.
Yo: Unidad sustancial que subyace a cualquier estado de un sujeto. Se trata de otra ficción provo-
cada por el lenguaje. Para Nietzsche lo que llamamos 'yo' es el escenario de un campo de fuerzas en
tensión, que tiene como resultado que un instinto u otro resulten dominantes y a ese instinto dominante lo
llamamos 'voluntad'. Las fuerzas en juego son muy heterogéneas: las hay activas (fuerzas que actúan) y
reactivas (fuerzas que se limitan a reaccionar ante la acción afirmativa). El predominio de las primeras
origina una voluntad de poder afirmativa, creadora, artística, mientras que el de las segundas provoca una
voluntad de poder negativa, conservadora, resentida.

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