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R U T A S Y S I M B O L I S M O
PABLO MARTIN-RAMOS
“Saqué del mar, abriendo las arenas,
la ostra erizada de coral sangriento,
Spondylus, cerrando en sus mitades
la luz de su tesoro sumergido,
cofre envuelto en agujas escarlatas,
o nieve con espinas agresoras”
“ ... Fonga Sigde, tras la ceremonia de purificación, envió a sus hijos a las
profundidades del mar para que recogieran la roja comida que agradaba a
Naylamp, el dueño de nuestros días.
Los hijos de Fonga Sidge buscaron la comida sagrada y la recolectaron” .
2
El Spondylus y sobretodo, la concha del Spondylus princeps ha sido un objeto
emblemático y ceremonial de las culturas prehispánicas americanas. El molusco se
reproduce en las cálidas aguas del Pacífico nororiental, adherido a rocas sumergidas a
una profundidad que oscila entre 20 y 60 metros, lo cual hace difícil y arriesgada su
extracción y le convierte en un bien codiciado. Su presencia presagiaba la aparición de
lluvia y la fertilidad, por lo que su posesión fue señal de buenos augurios. Su empleo en
la fabricación de collares y otros objetos de uso ritual reforzó su fuerza simbólica.
También fue instrumento de intercambio comercial, característica que le transformó en
verdadero antecesor de la moneda americana. Las rutas de su comercialización
(marítima, costera y serrana) cumplieron un papel equivalente al Camino de Santiago
en la Europa Occidental, curiosamente también asociado a la concha de un molusco,
Pecten maximus. Hoy, se pretende rescatar el contenido simbólico del Spondylus para
potenciar la cooperación entre Perú y Ecuador, y con ella el progreso económico y
cultural de los habitantes de la América centroandina.
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Introducción
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Aún en la actualidad, ciertos pueblos se sirven de ellas, como algunos
africanos y australianos que utilizan el caurí (Cypraea moneta). Se cuenta que en
África Occidental hasta muy recientemente el varón podía comprar una esposa
ofreciendo entre 20 y 60 mil de estas conchas. Los nativos de Sudán también utilizan
a los cauríes como dinero o como ornamento, colocando en todo su cuerpo cadenas
de tales conchas.
Un equivalente al Spondylus en el hemisferio norte es la "almeja peregrina"
(Pecten maximus) que habita en las costas de Galicia, España y que recibe este
nombre porque con ella adornaban sus hábitos los peregrinos que acudían a Santiago
de Compostela a visitar el sepulcro del apóstol. Esta concha fue adoptada como
símbolo por la compañía petrolera Shell Oil Co. que publicó en 1957 el hermoso
libro The Seas Scallop Studies of Shell and Influences on Humankind, editado por In
Cox London Shell Transport and Freeman Co. y que constituye la mejor revisión en
malacología.
El Spondylus
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son muy robustas, de un aspecto que recuerda las vértebras humanas (de aquí el
nombre).
Las dos valvas que componen la concha de Spondylus no solo difieren en
cuanto a su forma sino también a la función que cumplen en el crecimiento y
alimentación del molusco. Mientras una de las valvas fija y sostiene al animal a un
sustrato (roca, madrépora o, incluso, restos de barcos), la otra lo nutre. La anatomía
del Spondylus refleja una cierta complementariedad entre ambas partes, una suerte de
dualidad en la función de ambas valvas, la cual posiblemente haya tenido un paralelo
con la cosmovisión andina de la época. Por otra parte, la dualidad de colores
presentes, rojo y blanco (Fig. 2), se prestó a asociaciones sangre/tierra-semen/agua,
con connotaciones de procreación, rejuvenecimiento e inmortalidad. No podemos
olvidar que uno de los significados de la voz mullu es sangre de los dioses.
Desde muy antiguo (2600-2250 a.C.), los sacerdotes de la cultura Valdivia (que tuvo
por núcleo la costa de la actual provincia ecuatoriana de Manabí) observaron el
comportamiento del Spondylus y llegaron a la conclusión de que el molusco
abandona su hábitat en aguas profundas justamente antes de la llegada de las lluvias,
momento en el que emergen colonias enteras y enrojecen la superficie del Pacifico,
como si se tratara de una señal. Por ello, lo consideraron mensajero de los dioses ante
los hombres y, más tarde, correo o vehículo de comunicación en ambos sentidos.
Los sacerdotes valdivianos también pudieron conocer que puesto que el
molusco solo se reproduce en aguas cálidas, noticias de su eventual presencia al sur
de Tumbes (en las costas peruanas) era indicadora de un aumento de la temperatura
del mar (claro síntoma del "fenómeno del Niño"), lluvias muy abundantes y una mala
cosecha. Por el contrario, si la presencia de Spondylus sp., era o es escasa en esa
región quiere decir que las aguas del norte (habitualmente calientes) han bajado su
temperatura media. Esto genera un fenómeno inverso al del Niño, y con seguridad
será un año de sequías. De este modo, el control de los avistamientos de mullu pudo
ser muy importante para planificar las campañas agrícolas.
Las anteriores consideraciones nos permiten comprender la veneración dada
al mar o Mamacocha y el papel que tienen las conchas como intermediarias entre el
mar y el agua de lluvia o agua dulce. Por ello, el mar, los lagos importantes y las
fuentes de agua fueron concebidas y tenidas como pacarinas, lugares especiales en
los cuales tuvieron su origen los antepasados. En este sentido, los Spondylus están
ligados también a los rituales de los ancestros o a la fiesta de los muertos.
Fue a través de esta relación con el agua y con la fertilidad, con la vida y con
todo lo positivo como el Spondylus se convirtió en ingrediente fundamental y
obligatorio en todos los rituales y fue colocado en las sepulturas junto a los difuntos
de alto rango, a fin de asegurarles un dialogo fructífero con el más allá. Otras veces,
llega a emplearse como material para representar a los mismos ancestros
(urcuyayas).
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Derivaciones económicas de un símbolo religioso
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El comercio marítimo del mullu. Bases económicas de la Confederación de
Mercaderes
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de los emperadores incas) y una irrenunciable vocación comercial. Esta característica
hizo que, incluso en periodos de guerra, sus mercaderes especializados (mindala)
mantuvieran la actividad comercial sobre el mullu con los funcionarios incas
especializados en su provisión (los llamados mullu chasqui camayoc).
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mayor” constituida, probablemente, por la ruta costera ecuatoriana y la ruta serrana
peruana.
De confirmarse la existencia de esas rutas como vías de difusión del
Spondylus, podría hablarse de los “caminos del Spondylus” de modo similar a como
en Europa se habla de los “caminos de Santiago” (camino Francés, camino del Norte
o Primitivo, camino Inglés, camino de Fisterra, camino Portugués, Vía de la Plata y
ruta del mar de Arousa-Río Ulla). Tal analogía sería útil para enriquecer, si cabe, el
pleno contenido simbólico de ambas rutas con las resonancias mutuas.
Cerro Narrío, surgió como ocupación temprana (hacia 2850 a.C.) en la provincia del
Cañar, en la sierra del Ecuador y aunque siguió las mismas pautas que el resto de
grupos contemporáneos (la búsqueda de la estabilidad, basada en la agricultura y en
la progresiva utilización de técnicas en curso de aparición) poseyó una característica
única del mayor interés: se constituyó en el primer intermediario en el comercio que
estableció Valdivia. Esta particularidad le proporcionó una personalidad específica,
que mantuvo y potenció en épocas posteriores.
Así, durante la práctica totalidad del Formativo (2200-1300 a.C.) estableció
una relación de permanente intercambio con la costa. La razón del éxito de esta vía
de comunicación costa-sierra hay que buscarla en la especial situación geográfica de
Cerro Narrío (cercano a Cuenca), que lo convierte en asentamiento clave para las
comunicaciones. Es sabido que, en la época prehispánica, éstas siguen los cursos
naturales del agua, y Cerro Narrío se encuentra en el vértice entre la vertiente
oriental, que se dirige a la cuenca amazónica, y la vertiente occidental que se dirige
al Pacífico. O lo que es lo mismo, en la encrucijada de una fácil ruta natural que
sigue los drenajes de los ríos Pastaza y Paute.
Según Lavallée, la mayor parte de la actividad redistribuidora del mullu por
parte de Cerro Narrío se realizó utilizando el valle del Marañón. De hecho, este gran
río, paralelo a la costa, sirve de paso hacia puntos vitales en la zona peruana, como
Kotosh (1200-870 a.C.), en la región del Huanuco y Chavín (850-200 a.C).
Cerro Narrío fue también un lugar de transformación del mullu. Entre las
producciones locales destaca la de pequeñas piezas, de las que hay una notable
variedad de diseños durante el periodo conocido como Cerro Narrío Medio.
Algunos arqueólogos subrayan el papel de Cerro Narrío no solo como centro
de transformación del mullu (con una gran parte de su población dedicada al
procesado del Spondylus en forma de cuentas) sino como centro de intercambio del
molusco con la Amazonia, donde el diseño de la concha aparece en muchas de las
cerámicas descubiertas allí.
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La Confederación Guayacuntur
Se trata de una alianza integrada por los grupos étnicos Ayahuaca, Caxas y Paltas,
distribuidos por las montañas del norte de Perú y la selva alta piurana, que llegaron a
controlar uno de los centros de intercambio comercial más importante del Spondylus:
la zona de Frías. Su operatividad parece estuvo asegurada desde el Formativo
Temprano (1000 a.C.) aprovechando su privilegiada ubicación geográfica, a medio
camino entre las altas tierras de la montaña y las polvorientas tierras del bajo Piura y
todo el bosque seco. En este lugar se darían cita las grandes caravanas de camélidos
que desde el sur traerían cobre, piedras preciosas y tejidos teñidos y bordados, y los
comerciantes de Guayaquil que, desde el norte portarían el codiciado mullu y
diversos objetos de fina orfebrería en oro y platino.
La existencia de la Confederación Guayacuntur está testimoniada por el
cronista Miguel Cabello de Balboa (1586) y el expediente de Diego de Figueroa
Caxamarca, recopilado por Espinoza en 1975. Por ellos se sabe también que la
Confederación Guayacuntur fue asimilada con éxito por los Incas durante el
gobierno de Huayna Cápac.
La extensión del comercio del mullu por la costa y hacia las latitudes más
sureñas se realizó a través de los chinchanos o chinchays (800 – 1400 d.C.),
pobladores de la isla de Chincha y la actual costa sur del Perú. Según documentos
coloniales muy tempranos, la numerosa población de Chincha excedía a sus
posibilidades agrícolas y hubieron de fomentar su actividad comercial
intercambiando el cobre de las regiones productoras de Bolivia y Chile por la madera
de balsa y el mullu de la costa ecuatoriana (Fig. 6). Simultáneamente, liquidaban sus
excedentes pesqueros.
Algunos investigadores, como María Rostworowski, creen que los
mercaderes chinchays habrían navegado hasta Puerto Viejo, en la actual provincia
ecuatoriana de Manabí, y desde allí habrían transportado las conchas de Spondylus
hasta las costas meridionales. Se sabe que en la ciudad de Chincha, en 1530 (a la
llegada de los españoles), había 10.000 personas dedicadas al comercio de oro,
esmeraldas y espóndilos, y en 1570, al menos 6.000. De Chincha al interior (área de
Cuzco), el transporte habría sido terrestre.
Luego de ser conquistados por los Incas, siguieron ejerciendo sus actividades
mercantiles a pesar de que, en principio, quedaron fuera de las premisas de la
organización incaica. Su acreditada calidad de expertos comerciales a los ojos de los
incas y sus fuertes contactos con la Confederación de Mercaderes, les convirtieron en
excelentes intermediarios ante ambos colectivos. Se dice que el comercio del “oro
rojo” permitió a los chinchanos alcanzar un estatus de igual a igual ante los Incas.
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Los mercaderes chimúes y el tianguez de Tumbes
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El transporte de las conchas
El transporte de las conchas desde los lugares de extracción, en el mar, hasta los
almacenes se realizaba, en bolsas de red (para evitar en lo posible la rotura de las
espinas o excrecencias), sobre pequeñas embarcaciones de juncos o madera de balsa
(Fig. 8).
Para la comercialización masiva se utilizaban grandes balsas de vela análogas
a la que utilizó en 1521 el piloto Bartolomé Ruíz a lo largo del Tumbes y que estaba
maniobrada por 20 personas y transportaba “lingotes de oro y plata, coronas,
diademas, cinturones, cascos y armaduras, pectorales, tenazas, campanas, collares,
espejos decorados de plata, mantas de algodón, camisas y vestidos” (Relación
Sámano-Xerez). Transportaban todo esto para cambiarlo “por esas conchas con las
que hacen cuentas de color coral...”.
En tierra, las conchas eran transportadas probablemente por porteadores o,
más al sur, por caravanas de llamas, como se dijo más arriba.
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Spondylus y posiciones de poder en las sociedades centroandinas
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Spondylus en la cultura Moche: los Señores de Sipán
Los mochicas son uno de los pueblos peruanos más conocidos y divulgados a
través de su inigualable cerámica. Su cultura, centrada en los valles de Moche y
Chicama, llegó al valle de Lambayeque por el norte y englobó culturas menores
como la Virú. No tuvieron ciudades pero sí dieron lugar a una arquitectura
monumental (pirámides de adobe), producciones cerámicas y pinturas murales. Por
ellas sabemos que diferenciaban entre jefes políticos y religiosos.
En febrero de 1987, un grupo de arqueólogos peruanos detuvo el saqueo y
destrucción de uno de los lugares más significativos de la costa norte: Sipán, ubicado
a 40 Km. al sureste de la actual Chiclayo. Aunque una importante tumba de cámara
ya había sido expoliada por los profanadores, los arqueólogos pudieron rescatar del
saqueo un pectoral de recortes alargados de concha, una máscara de cobre de 25
centímetros de ancho y un espectacular bastón o cetro de cobre fundido de 1 metro
de longitud y cuatro kilos de peso.
Tras estos primeros hallazgos, la excavación de la parte superior de la
estructura funeraria proporcionó 1150 vasijas de cerámica, restos de alimentos, 4
coronas de cobre, huesos de llamas y el esqueleto de un hombre, dispuestos para que
acompañasen a alguien de muy alto rango ("El Señor" o Siec, en idioma Mochica).
Sucesivamente y en perfecto orden aparecieron los restos fragmentados del cráneo de
quien ya se llamaba "El Señor de Sipán", con dos pares de orejeras de oro y
turquesas a ambos lados. Luego, tres lanzas agudas y discos de cobre. Los pies del
Señor, calzados con sandalias de plata, estaban orientados hacia el norte cardinal y la
cabeza hacia el sur. Alrededor del fardo funerario, originalmente envuelto en mantos
de algodón, se encontraban muchas conchas de Spondylus traídas desde el Golfo de
Guayaquil. Progresivamente, se fueron desvelando estandartes cuadrados con figuras
humanas en cobre laminado representando un personaje con los brazos y puños en
alto, un par de réplicas en oro de los ojos del Señor y dos ligeras narigueras de oro.
Luego, se pudo ver que el cráneo del Señor descansaba sobre un casquete también de
oro y se halló un tercer par de orejeras en oro y turquesas que representaban a un
venado en actitud de correr.
Entre los hallazgos más llamativos de la tumba del Señor de Sipán (270 a.C.)
se incluyen 11 “pectorales” de pequeñas cuentas de conchas rojas, blancas y
anaranjadas de Spondylus, dispuestos no solo sobre el pecho sino también sobre las
piernas y debajo del cuerpo. Destaca un pectoral blanco compuesto por 68 hileras de
cuentas blancas organizadas sobre cuatro armazones de cobre con perforaciones (Fig.
16). Además. cientos de cuentas de turquesas de apenas 2 milímetros formaban los
elegantes brazaletes del Señor. Y sobre el pecho, aparecieron dos filas con un total de
20 frutos metálicos de maní; la mitad de oro y la otra mitad de plata. Esta simbólica
dualidad o bipartición resultó una importante constante entre los objetos rituales del
entierro, pues el Señor al estar orientado de sur a norte, su lado derecho estaba
asociado al naciente, es decir, al sol; y la plata de la mitad izquierda ligada al
poniente, o sea a la luna. Este orden dual se encontró en otros importantes objetos y
ofrendas del ajuar funerario. Así, un lingote de oro reposaba sobre la mano derecha y
otro similar de cobre en la mano izquierda. La derecha sujetaba también el más
importante símbolo de su poder y jerarquía terrena: una especie de cetro y cuchillo
coronado por una vistosa pirámide invertida de oro, con relieves en los que un jefe
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guerrero ricamente ataviado, tomaba por el cabello a un prisionero y dirigía con la
otra mano un mazo hacia el rostro.
Excavaciones más recientes en la zona han permitido descubrir otras dos
tumbas, la del Sacerdote y la del Viejo Señor de Sipán, esta última especialmente
rica en hallazgos de Spondylus trabajados. Formando parte del atuendo funerario del
Viejo Señor y debajo del pectoral, se encontró un primer juego de collares
representando a un personaje sobrenatural con ojos alargados y amenazadora boca
felina, de agudos colmillos, conformada por perfectas incrustaciones rojas de concha
Spondylus que resaltan su expresividad (Fig. 17). Un segundo grupo estaba integrado
por rostros más pequeños con la boca replegada en actitud de mostrar los dientes,
confeccionados también con Spondylus pero sin alcanzar la felinización de los
anteriores. El último juego tiene un tamaño intermedio y representa cabezas humanas
de formas semejantes pero de formato absolutamente realista y sin ningún atributo
especial.
La sacerdotisa y el Spondylus
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Spondylus y tumis en la cultura Lambayeque
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cabo en el Corikancha o Templo del Sol y en el Haukaypata que era el sector
nororiental de la gran Plaza Principal, reservada a la nobleza. A la salida del Sol, la
población debía saludar al Dios Sol con la much'ay (emitiendo besos sonoros
ofrecidos con las manos) y luego entonando cánticos con llanto (wakay taky).
Posteriormente, el Inka tomaba en sus manos dos vasos ceremoniales de oro (akilla)
que contenían chicha (cerveza de maíz) y los ofrecía uno al Sol y otro, tras haber
bebido, a los nobles. El Sumo Sacerdote (Willaq Uma) debía efectuar, con un tumi, el
sacrificio de una llama completamente negra o blanca y con las manos, extraerle el
corazón palpitante y otras vísceras para efectuar predicciones. Después, debía
producir el fuego sagrado recibiendo los rayos del sol en un medallón cóncavo que
además contenía algún material resinoso para que entrara en ignición.
Sucesivamente, se debía consumir el sanqhu, una especie de alimento sagrado
preparado en base a harina de maíz y sangre de la llama sacrificada (que comparte
con el Spondylus los colores blanco y rojo que caracterizan la comida de los dioses).
La fiesta tenía lugar, simultáneamente, en el resto del imperio y terminaba
con el reparto gratuito de comida y chicha abundante, a cargo del Inka o de los
depósitos públicos. De modo paralelo, en los templos y oratorios, se realizaban
innumerables sacrificios de llamas de color negro, doncellas y niños (hasta 500) y
ofrendas de Spondylus.
En la actualidad, se escenifica el Inti Raymi en el Chukipanpa o la explanada
de Saqsaywaman, el día de San Juan (24 de junio).
Juanita es la momia de una niña que fue sacrificada cuando tenía entre 12 y 14 años.
Su cuerpo congelado fue encontrado, el 8 de septiembre de 1995, en el nevado
Ampato (región de Arequipa, sur de Perú), a 6300 m de altitud, por el antropólogo
Johan Reinhard y el arqueólogo José Antonio Chávez. La doncella inca habría sido
sacrificada, según estudios, hace más de 500 años a los apus o montañas sagradas. La
ofrenda, al parecer, tuvo por finalidad aplacar la furia de los volcanes Misti y
Sabancaya que por esa época, año 1466 aproximadamente, estaban en plena
erupción. Su ajuar consta de 25 objetos: figurillas de oro y plata, Spondylus, vasos,
cántaros y platos de cerámica, así como alfileres o tupos con los que sujetaba sus
ropas y textiles. El objeto más bello de este ajuar es, sin duda, la figurita de una
llama fabricada en concha de Spondylus (Fig. 20).
En 1996, patrocinado por la National Geographic Society, Reinhard volvió a
hallar otra momia similar a Juanita en las alturas del nevado Picchu Picchu, en la
zona de Arequipa.
Figuras de llamas y conchas de Spondylus están también presentes en los
ajuares funerarios de las momias infantiles de Salta y en los cerros Aconcagua (6960
m) y El Plomo (5200 m)(Fig. 21), que pueden corresponder al ritual apacocha
(ceremonia para celebrar el nacimiento del inca, coronación, enfermedades, muerte o
participación en alguna guerra, en la que el niño moría por congelación en vez de
golpeado).
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La pérdida de un símbolo de identidad
Pedro Cieza de León, al describir los pueblos de Manabí, nos dice: “Traen en su
personas algún adornamiento de joyas de oro y algunas cuentas muy menudas, a
quien llaman chaquira colorada, que era rescate extremado y rico. Y en otras
provincias he visto yo que se tenía por tan preciada esta chaquira, que se daba hasta
cantidad de oro por ella”.
Esta situación contrasta drásticamente con la que pocos años después se
produciría con la imposición de los criterios económicos y culturales de los
conquistadores: las conchas dejaron de tener valor a todos los efectos y la actividad
de extracción y trabajo del mullu fue declinando paulatinamente hasta casi
desaparecer. Cien años después de la presencia española, toda actividad en torno al
Spondylus resultaba falta de interés económico, pudiendo justificarse con toda
propiedad el cantar:
“Muchachos, a trabajar
si quieren tener mujer;
pues no la han de mantener
con las conchitas del mar”
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trasmite un mensaje, e identifican al portador con un determinado credo y con un
proyecto de vida.
En el mundo andino, el dios Wiracocha (el jaguar con los dos báculos), fue
uno de estos símbolos y como tal fue representado, amplia y generosamente, desde
Nazca hasta Huari, de la costa a la sierra, en el norte y en el sur, integrando los
Andes a través de una visión común.
En ese mismo sentido, el Spondylus se convirtió, para la mujer y el hombre
precolombinos, en una posesión más valiosa que el oro, las esmeraldas u otras
piedras preciosas, más que los animales y la comida. Lo más importante que se podía
dar a los dioses, por debajo del sacrificio humano, era el Spondylus.
Hay muestras del Spondylus en los ajuares funerarios del Señor de Sipán y de
la momia Juanita, ya referidos . En Pachacamac se puede ver una puerta de adoración
con ocho Spondylus. En la parte superior de El Lanzón de Chavín de Huántar se
distingue, esculpido, al Spondylus. Su presencia es reconocible en los mantos
Paracas. Es una constante en la cultura Chincha y componente esencial de las demás
culturas preincas.
Sin embargo, el valor del Spondylus no sólo está en su bagaje histórico o su
carácter de pieza de intercambio cultural y comercial sino, principalmente, en el
simbolismo de unión que encierra. Su valor ha obligado a los políticos peruanos y
ecuatorianos, como a los antiguos buzos, a sortear las difíciles aguas de las
discrepancias de los últimos sesenta años de historia para rescatar dos mil años de
unión entre sus pueblos, al objeto de ofrecerles una perspectiva deseable.
El Spondylus es el símbolo de una paz con futuro y de un futuro con paz. Y
vuelve a ser, como lo fue para los antiguos peruanos y ecuatorianos, el bien más
preciado, porque un desarrollo en paz es el legado más valioso que se puede ofrecer a
las futuras generaciones.
20
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23
Apéndice 1. Cronología de las culturas del Ecuador
Ecuador Ecuador
Costa Sierra
Inca
Atacames
Cañari
750 – 1533 d.C. Integración Manteña
Cuasmal
Milagro-Quevedo
Puruhá
Panzaleo
Tolita Tuncahuán
Jama-Coaque Carchi
500 – 750 d.C. Desarrollo Regional
Bahía
Guangala
Denominación
Denominación Lowe
Luis G. Lumbreras
1440-1532 d.C. Horizonte Tardío Imperio Inca
1100-1440 d.C. Periodo Intermedio Tardío Reinos y Estados Regionales
24
Pies de figuras
Fig. 7. Buzo
Fig. 12. Vasija de cerámica Huari con dos cuerpos escultóricos que
representan Spondylus.
Datación: 800-1300 d.C.
25
Fig. 16. Pectoral del Señor de Sipán
26