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cy Anca PRESENTACION EN EL CONJUNTO de su obra fragmentaria, dispersa y en parte perdida, las casi mil quinientas cartas que se conservan del cubano José Maré? (1853-1895) representan el instrumento mds flexible, variado y rico de su personalidad multifor- me, capaz de revelar su intimidad tanto como su accionar y pensamiento. Esto pese a los grandes buecos que ofrece sit correspondencia (por destruccién voluntaria e incuria de corresponsales, albaceas y herederos; ocultamiento que atin persiste en algunos casos; azar), oscureciendo zonas tan preciosas como las que tienen que ver con sus padres, sit esposa, su hijo, su amante. El género epistolar no es sélo el que practicd por mayor tiempo, en casi estricto parale- Joa su existencia conciente (el arco va del 23/10/1862, en carta a su made escrita a los mueve anos de edad que es su primer texto conocido, hasta la misiva a Mercado del 18/ 5/1895, un dia antes de su muerte) sino el que parece adap- arse mejor a la escritura tan suntuosa como nerviasa, lan febril como meditada, tan inmediata como honda, que ca- racteriza al mejor Marti. Su relacién con el género fue declaradamtente con- tradictoria. A veces le critica su escaso poder de comuni- cacién (“me arde la lengua por contarle lo més intimo mio, y saber lo de Ud.; pero en cartas todas esas cosas Hegan frias. Y escribir parece ficcion, Sélo el hablar es natural”; 4 Mercado, 20/10/1887). Otras, por el contrario, su peli- grosa capacidad reveladora (“No me culpe por no baberle escrito: mi memoria no tiene la pereca aparente de mi mano. Es que vivo muy solo, y las cartas que escribo me dan miedo, porque me recuerdan cémo vivo”; a Agustin Aveledo, 23/5/1882). Con la mayor frecuencia, se queja de no poder escribir mds, iquien se supone fue autor de cuatro, cinco o seis mil cartas! (“Nunca me regane porque le escriba poco. Llevo en mi un ledn preso que me hace pedazos las plumas”; a Enrique Estrdzulas, junio o julio de 1888). Fijemos, pues, una imagen verosimil, la de Marti dirigiéndose a su bija Marta, a Maricusa, en reclamo de arior, de memoria iy de cartas!: “Tengo la vida a un lado de la mesa, y la muerte a otro, y mi pueblo a las espaldas: ~y ve cudntas pdginas te escribo” (19/4/1895). En 1878, con 25 atios de edad, Marti resumia de esta manera su vida al general Maximo Gomez; “de la escuela fut a la cdtcel y a un presidio, y a un destierro y a otro. —Aquié vivo, muerto de vergiienza porque no peleo. —-Enfermo seriamente y fuertemente atado, pienso, veo y escribo”. No exagera en absoluto. En 1869, con apenas 16 anos y por un mensaje que las autoridades espariolas de la Isla consi- deraw delictivo, es condenado a seis aftos de presidio poli- tico. Las condiciones del encierro —cadenas y grillos— y sobre todo el trabajo forzado en las canteras lo enferman de tal modo que es indultado a los seis meses. Deportado a Espana en 1871, pasa a Parts, a México, vuelve breve- mente —con otra nombre— a La Habana en 1877, se tras- lada a Guatemala -con un saito a México pata casatse con Carmen Zayas Bazan-y, aprovechando una amnistia, re- gresa a Cuba durante un ario (1878-1879), naciendo alli su hijo José, para ser otra vez encarcelado y deportado @ la peninsula, Tras una nueva prision inicial, escapa a Pa- ris, va a Nueva York en 1880, viene a Venezuela —por cin- co meses—en 1881 y se instala durante los tiltimos quince arios de su vida en la Nueva York que odia. Sélo a comien- z0s de los noventa, y por motivos casi siempre politicos (ha puesto en pie de guerra a la emigracion, creado el Par- tido Revolucionario Cubano y el periddico Patria), se di- rige a otras ciudades norteamericanas (Tampa, Cayo Hue- 50, Filadelfia), a México, Jamaica, América Central, Santo Domingo y Haiti, en una serie de agotadores viajes reldm- pago, hasta que ingresa a Cuba como combatiente, el 11 de abril de 1895, y sacia al fin ese “apetito desordenado de la muerte” (a Rafael Serra, marzo de 1891) al que con- tribuian la situacién de su pats, el destierro, la precaria salud, la incomprensién de sus familiares, la lejanta de la mujer y el hijo radicados en Cuba, la somtbra imperialista que veia proyectarse sobre América Latina, las desavenen-

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