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El
toro,
el
venado
y
la


culebra,
una
introducción
al

ritual
en
la
cultura
popular

del
Azuay


Pajarera
projects:
inteligencia
educativa

PRESENTACION Y AGRADECIMIENTOS: 

INTRODUCCION: 

PRIMERA PARTE: EL RITUAL PRECOLOMBINO: 

LOS CALENDARIOS RITUALES ANDINOS DE CRISTÓBAL DE MOLINA, EL CUZQUEÑO Y


FELIPE HUAMÁN POMA DE AYALA: 

LA RELIGIÓN EN EL ÁREA CAÑARI: 

DANZANTES, DANZAS DE ESPADAS Y BAILES DE CINTAS: 

HACIA LA COMPRENSIÓN DEL RITUAL PRECOLOMBINO: 

FIESTAS ESPAÑOLAS Y FIESTAS AMERICANAS: 

FIESTAS ESPAÑOLAS Y FIESTAS AMERICANAS: 

SEGUNDA PARTE: FIESTAS Y RITUALES DURANTE LA COLONIA Y LA REPUBLICA


TEMPRANA EN EL AZUAY: 

TERCERA PARTE: EL RITUAL CONTEMPORANEO EN EL AZUAY  51 

LA FIESTA CAMPESINA EN EL AZUAY: 

LA FIESTA DEL SEÑOR DE CUMBE: 

LA FIESTA DE SAN LUCAS EN LLACAO: 

EL SEÑOR DE BELÉN; EL RITUAL, EL LUGAR, LA SALUD: 

EL MILAGROSO SEÑOR DE LAS AGUAS DE GIRÓN Y LOS COMPLEJOS DE LOS SACRIFICIOS


MENORES DE SANGRE: 

CUARTA PARTE: LA PRESENCIA DE LOS RITUALES; LA UBICUIDAD DE LOS SIMBOLOS: 

LA ESCARAMUZA O JUEGO DE CABALLERÍA COMO RITUALIZACIÓN DE LAS RELACIONES


SOCIALES: 

LA CONTRADANZA; RITUALIDAD EN DESAPARICIÓN: 

CULTURA, ICONOGRAFÍA Y COMUNICACIÓN: 

LUGARES SAGRADOS, LIMINALIDAD Y COPARTICIPACIÓN: 

LA PERSISTENCIA DE LOS SÍMBOLOS; EL CASO DEL "CINCO" O PICHCA: 

LOS JUEGOS DE SANGRE; EL PUCARA O SHITANACUY: 

QUINTA PARTE: EL TORO, EL VENADO Y LA CULEBRA:  153 

EL RITUAL, LOS SÍMBOLOS Y LA NATURALEZA: 

C.EL RITUAL Y LA VIDA: 

2
EL RITUAL Y LA IDENTIDAD PERSONAL: 

A MANERA DE CONCLUSIONES FINALES: 

BIBLIOGRAFIA: 

DOCUMENTOS DE ARCHIVO: 

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PRESENTACION Y AGRADECIMIENTOS:

El desarrollar mi tesis doctoral sobre el tema del ritual en la cultura popular del Azuay ha sido

un reto fascinante. Mi determinación de realizar una investigación sobre elementos que se insertan en

forma profunda dentro de nuestra cultura me ha permitido conocer cosas que de otra manera hubiesen

pasado desapercibidas por siempre ante mis ojos.

No encuentra un investigador en nuestro medio las condiciones más adecuadas para llevar a

buen fin una tarea como esta, de aquí que los esfuerzos que deban hacerse para lograr un trabajo

coherente sean muchos, escasez de bibliografía, carencias en la formación académica, pobreza de

medios, aislamiento intelectual son quizá las más visibles. Por ello es mi obligación el reconocer a las

personas que con su ayuda directa y su consejo me han permitido desarrollar este proyecto.

Hace algunos años concebimos con Jorge Dávila Vázquez un proyecto de investigación que

luego se plasmó en mi libro "Detrás de la Imagen", sin ese trabajo previo la inspiración para esta tesis

doctoral no hubiese llegado y si me remonto a tiempos más distantes debo reconocer el gran

significado que han tenido para mí el consejo y la amistad de Ernesto Salazar González.

Cuento entre mis amigos a Marcelo Naranjo Villavicencio, con quien hemos compartido más

de una ilusión, su apoyo para el desarrollo de esta tesis ha sido, a pesar de la distancia, fundamental

para mí.

Ana Luz Borrero, como directora de esta tesis doctoral, ha colaborado para que asuma su

forma definitiva, lo que agradezco también sinceramente.

No debo olvidar el consejo, el apoyo y la inspiración que en su momento me han brindado

Manuel Gutiérrez Estévez de la Universidad Complutense de Madrid, Honorio Velasco de la

Universidad Nacional a Distancia de España, Fermín del Pino del Consejo Superior de Investigaciones

Científicas de Madrid, Roswith Hartmann del Instituto Iberoamericano de Bonn, Miriam Ochoa del
Banco Central de Quito y mi querido amigo Enrique La Madrid de la Universidad de Nuevo México.

Y por último gracias a Susana, Paula, María de los Angeles y Juan Pablo por haberme

permitido robarme tanto del tiempo que les pertenecía para cumplir con este sueño.

INTRODUCCION:

Esta tesis doctoral sobre "El toro, el venado y la culebra, una aproximación al ritual en la cultura

popular del Azuay" se inscribe dentro de los esfuerzos recientes realizados para lograr una visión más

adecuada de nuestra realidad cultural. Durante mucho tiempo se han desarrollado trabajos sobre temas

relacionados con el folclor y la cultura popular, término este que merece una reflexión en profundidad

y muy probablemente una revisión, pero la mayoría corresponde a una aproximación descriptiva, de

indudable interés, pero carente de la aplicación de esquemas analíticos que pudieran permitirnos

plantearnos los "porqué" y no solamente los "cómo".

En este contexto el estudio que sigue pretende ser una "aproximación al estudio del ritual" en

nuestro ámbito, tarea compleja precisamente por la carencia de trabajos locales que aborden estos

problemas. Investigadores de diverso origen han enfrentado temas semejantes a este en otros lugares

del país y del área andina pero en el Azuay esta se ha visto demorada por factores que no intentaré

analizar ahora.

Algunos autores han señalado que el estudio antropológico del ritual se ha convertido en una

obsesión en los últimos años, aunque el interés por el tema se puede remontar a Tylor e incluso a

estudiosos anteriores a él. A pesar de este hecho todavía no se ha enfrentado un estudio global que

tuviese en consideración todas las posibles facetas de este (García García, e.a.1991).

Es en este contexto que Anrup señala: "...la investigación parece haber sido afectada por una tendencia

a cambiar sus temas predilectos, a tomar nuevas orientaciones ...[ el investigador debe] dirigir su atención a

simbolismos, mitos, ideologías, sistemas de valores, actitudes, creencias y estados síquicos...Como resultado de este

proceso lo histórico ha tomado nuevas dimensiones." (Anrup; 1990:16)

La orientación que han tomado los estudios sobre estos ámbitos ha sido muy variada, sus posibles

enfoques de carácter totalista incluyen planteamientos que vinculan teatro y ritual, aquellos que

sugieren su comprensión desde una perspectiva etológica, neurobiológica, evolutiva, cognoscitiva,

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psico-sociológica, política e ideológica o incluso aquellos que lo consideran como un ejercicio de

metacomunicación (Anrup; 1990: 9).

Para nuestro estudio debemos optar por una aproximación particular al ritual al que concebimos

como"...un sistema culturalmente construido de comunicación simbólica. Está constituido por secuencias pautadas

y ordenadas de palabras y actos, frecuentemente expresadas en medios múltiples, cuyo contenido y disposición se

caracterizan por grados variados de formalidad (convencionalidad), estereotipia (rigidez), condensación (fusión), y

redundancia (repetición). La acción ritual en sus rasgos constitutivos es performativa según estos tres sentidos: en el

sentido austiniano de performativo [dado que Austin considera el lenguaje como acción eficaz], cuando decir algo es

también hacer algo como acto convencional; en un sentido bastante diferente alude al carácter performativo del uso

de medios múltiples por los cuales los participantes experimentan el acontecimiento intensamente; y en el sentido de

valores índice ...que son atribuidos e inferidos por los actores durante el acto performativo" (Tambiah, 1981:

128, citado por García García e. a, 1991: 10).

Esta tesis doctoral enfrenta la necesidad de una aproximación histórica que permita superar las

visiones erróneas y la carencia de información sobre los rituales precolombinos y el desarrollo de las

fiesta y de los rituales durante los períodos colonial y republicano temprano.

El ritual contemporáneo en la cultura popular del Azuay será en esta tesis doctoral estudiado

fundamentalmente en torno a las características de tres ejes, los lugares sagrados, los sacrificios de
sangre y el ritual y la estructura social, mediante el análisis de la situación en Cumbe y la Fiesta del

Señor de los Milagros; Girón y la Fiesta del Señor de Girón; la fiesta de San Lucas en Llacao; Turi y la

Fiesta del Señor de Belén, con una especial referencia a las motivaciones de los participantes. Las

referencias al pucara, como ritual de sangre, al huayru y el cinco o pichca, como rituales funerarios, a

más de otras referencias menores a rituales específicos o a mitos nos ayudarán a comprender el

problema que tratamos. Esto nos permitirá desarrollar nuestra propia concepción en torno al

significado de los actos rituales.

Enfrentaré la tarea de determinar cómo el estudio del ritual en esta región puede llevarnos a

comprender aspectos básicos de la relación social y de la identidad, el significado de la participación en

juegos de adultos, los sistemas que determinan la continuidad social y sus relaciones con la

comunicación, la presencia de la liminalidad y de conceptos vinculados con la contaminación y el

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significado de los recorridos del espacio, el tiempo y el espacio rituales, la vinculación entre ritual y

mito.

Concluiré con una aproximación analítica a los ritos, al significado de los sacrificios de sangre, a

la posibilidad de comprender la estructura de creencias de la sociedad a partir de la existencia de

símbolos recurrentes ejemplificados por el toro, el venado y la culebra, a la función y el significado

contemporáneos del rito, a la capacidad de síntesis de los símbolos y su persistencia y a la comprensión

de la cooperación y la competencia a través del ritual.

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PRIMERA PARTE: EL RITUAL PRECOLOMBINO:

El estudio del ritual precolombino es un referente obligado para el conocimiento del ritual

contemporáneo, no se trata, como señalaremos más adelante, de la única fuente necesaria, es

indispensable también el conocimiento del ritual popular español y el estudio de los procesos de

cambio e incorporación de elementos nuevos que se ha desarrollado durante decenios en torno a las

manifestaciones religiosas. Sentar las bases de un conocimiento sistemático y serio resulta una

condición imprescindible para entender el desarrollo y el significado del ritual.

El estudio del ritual precolombino no ha sido asumido de manera sistemática y la utilización de las

fuentes disponibles ha sido limitada, de aquí que, con frecuencia, ha dado lugar a una serie de afirma-

ciones erróneas o a simples tergiversaciones de los hechos que, inclusive, han llegado a asumir

categoría de novela. Entre los ejemplos de utilización errónea de las fuentes podemos mencionar la

utilización de “mitos de origen” oriundos de Mesoamérica y su aplicación inmediata y

descontextualizada a rituales locales como la fiesta del Corpus Christi, en la que se pretende ver un su-

puesto homenaje a una confusa "diosa del maíz" cuya identidad local es desconocida.

Por otra parte la adopción de criterios políticos o reinvindicativos, característicos de ciertos

movimientos, tiende a idealizar el significado de ciertos acontecimientos rituales, que, además, son

"recreados" a partir de una tradición inexistente. Nuevamente sirve como ejemplo el caso del Corpus

Christi, llamado "Inti Raymi" al que se interpreta como una fiesta de culto al sol y sus beneficios

cuando el estudio de la literatura sobre el tema nos muestra claramente, a más de su aspecto cultual, su

carácter altamente centralizado, su dependencia de un sistema estatal y su relación con el cobro de los

tributos por parte de los recaudadores en el período precolombino.

El análisis que sigue se enmarca, entonces, en la necesidad de establecer ciertos referentes preco-

lombinos que podríamos encontrar en el ritual contemporáneo de la provincia del Azuay y, por la

naturaleza de muchos de los testimonios, también en otras áreas culturales, sin que su estudio

equivalga a afirmar su permanencia actual. Las referencias deben entenderse siempre en el contexto de
una realidad cultural compleja en la que intervienen fenómenos históricos aún mal conocidos y en los

que la importancia del mestizaje cultural es todavía un tema sometido a debate.

Desarrollaremos este tema a través de la referencia a dos calendarios rituales el de Felipe

Huamán Poma de Ayala en su Nueva Crónica y Buen Gobierno, una fuente que por su tardío

conocimiento aún ofrece grandes posibilidades de interpretación, y el de Cristóbal de Molina, el

Cuzqueño en su Fábulas y Ritos de los Incas, fuente también poco difundida a pesar de su enorme

interés. Posteriormente enfrentamos el tema de la religión en el área cañari y abordamos la presencia

de ciertos elementos vinculados con las fiestas y los rituales contemporáneos mediante la referencia a

algunas fuentes adicionales.

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Los calendarios rituales andinos de Cristóbal de Molina, el cuzqueño y Felipe Huamán

Poma de Ayala:

Diversos Cronistas de Indias reseñan las principales fiestas del área andina y casi todos ellos coinci-

den en destacar la existencia de fiestas de importancia diversa. Entre ellas se encontraban fiestas

familiares o comunitarias restringidas, como las asociadas a determinados ritos de paso o a la marca de

los animales de los rebaños entre los pastores.

Cristóbal de Molina, el cuzqueño, en su "Relación de las fábulas y ritos de los ingas..." (1560-

1580?), (Edición de Urbano, 1989) que es considerada como una de las obras fundamentales para la

comprensión de la religión precolombina y su universo simbólico, presenta elementos de enorme

interés.

El calendario ritual es descrito por este autor con gran detalle y el énfasis de la descripción recae

sobre los actos rituales en sí mismos. Realizaremos una breve referencia a algunos de los aspectos trata-

dos por el párroco cuzqueño en el contexto del tema que nos interesa, a estos calendarios

intentaremos relacionarlos con algunos aspectos presentes en la cultura popular contemporánea, tema

de nuestro trabajo.

Huamán Poma de Ayala dedica una extensa parte de su Nueva Crónica y Buen Gobierno a la des-

cripción de las actividades que se cumplían en los diversos meses del año incluyendo junto a las

actividades de preparación de los campos, siembra, aporque, cosecha, almacenamiento de los

productos, tejido, preparación de fibras y fabricación de vestidos, las fechas en que se realizaban las

fiestas públicas y privadas. Así incluye los festejos de Capac Raimi en enero, Inca Raimi en abril, Coia

Raimi en septiembre, Oma Raimi en octubre, Aia Marcai en noviembre y Capac Inti Raimi en

diciembre. Estas fiestas coinciden con determinados acontecimientos vinculados con el ciclo agrícola y

vital.

Así el festejo de Capac Raimi en enero se produce en el mes en que existe escasez de alimentos y

deben limpiarse las chacras y trabajar en los vestidos.


La fiesta de Inca Raimi en abril coincide con el mes de la maduración de la cosecha y la abundancia

de alimentos.

La fiesta de Coia Raimi o del festejo de la reina coincide con la fiesta del maíz y la papa temprana

en septiembre.

Oma Raimi, la fiesta de los orígenes o principal, se vincula con la vigilancia de las sementeras, el

hilado, tejido y trasquilado siendo además un mes de "rosarios" y limpiezas, oratorios e imágenes en

las casas.

El mes de llevar difuntos, noviembre, o Aia Marcai quilla es un mes de escasez de agua en el que

deben regarse las sementeras.

El Capac Inti Raimi quilla, o mes de la festividad del señor sol, coincide con un mes de lluvias y

siembra particularmente de ocas y papas período que se extiende hasta marzo.

La dificultad de separar los aspectos vinculados con el ciclo agrícola y vital de los festejos asociado

a cada mes es evidente si revisamos el tratamiento que Huamán Poma concede a los meses del año

desde la perspectiva de las festividades y ceremonias.

Es necesario considerar el desfase de los dos calendarios rituales ya que el de Molina aún no está
ajustado a la reforma gregoriana correspondiendo cada mes al posterior en el de Huamán Poma (por

ejemplo el mayo de Molina es el junio del indio cronista y el junio gregoriano)

En la “Relación…” se señala que el primer mes del año es el de mayo, al que Molina denomina

Hacicay Llusque (considerado como expresión incorrecta por Urbano que señala que Cobo, 1653, por

ejemplo, lo denomina Aucay Cuzqui), durante el que se desarrollan las ceremonias del intipraymi. Los

sacrificios de "carneros" de todos los colores son destacados por el autor quién señala que se ofrendaba

un animal a cada una de las huacas principales que estaban relacionadas con el recorrido del sol. Los

sacerdotes o tarpuntaes realizaban un extenso recorrido visitando cada lugar vinculado con el complejo

solar en torno al Cuzco, sin omitir tampoco los lugares asociados al origen mítico de los Incas. Especial

interés posee el hecho de que Molina menciona que las ceremonias incluían durante el taqui huayllina a

dos figuras de mujer "...con ropas muy ricas cubiertas con chapería de oro... (al suntur paucar) y unas ovejas

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grandes, del grandor de los carneros, dos de oro y dos de plata, puestas en los lomos unas camisitas coloradas a

manera de gualdrapas" (idem 70). La relación entre el culto al sol y los carneros de la tierra aparece

como de especial importancia, ya no solamente porque se realizan sacrificios en abundancia, sino

porque la propia figura del carnero es glorificada como parte del pasado mítico que hay que

representar para asegurar la permanencia del sol y de la vida.

Para Huamán Poma, las festividades del Inti Raimi, se vinculan con la visita a las comunidades

para censar lo que se poseía, una segunda visita se realizaba en diciembre. Entre las ceremonias constan

sacrificios al sol incluyéndose el enterramiento de quinientos niños, oro y plata y mullo. Señalamos que

el número de sacrificados que menciona Huamán Poma es casi con certeza una exageración, en los

últimos años se ha progresado mucho en el conocimiento de la institución del sacrificio humano inca y

se cree que en general el sacrificio infantil era limitado y relacionado con eventos rituales de gran

importancia.

Durante el mes de junio no reporta Molina ninguna ceremonia de importancia, aunque Huamán

Poma anota que este era el mes de la inspección de las tierra y su distribución, se sacrificaban cien

carneros del color de la sangre, chumbi y mil cuyes blancos para que el sol o las aguas no dañasen a las

chacras.

Molina señala que en julio se realizan bailes y ceremonias y se entonan taquies para rogar al sol
que caliente la tierra y al rayo para que no envíe granizo. El peso del ritual descansaba sobre los

sacerdotes que debían mantener ayuno, en la modalidad andina, hasta que las chacras estuviesen a un

dedo sobre el suelo; según Huamán Poma este es el mes de romper tierras, se sacrificaba a los ídolos y

las huacas, cuyes, mullo, sangu, chicha y carneros. Durante este mes los indios entregaban sus hijos a

las huacas: "Algunos ofrecían en cada pueblo a sus ídolos con sus hijos o hijas, questo cada uno nomás daua en un

año y lo daua a quien lo venía de dalle el hijo a la guaca y se lo enterrauan bibo; el quien lo daua a su hijo iua

llorando" (id : 225). El Inca participaba en las fiestas de la labranza y en los cantos de triunfo (haylli).

Los rituales de la citua, durante el mes de agosto o Coyaraymi, son descritos con gran detalle por

Molina. La citua es, como lo señala Urbano en un comentario, uno de los más complejos rituales del

calendario litúrgico inca. Esta fiesta se caracterizaba por la purificación destinada a superar las

enfermedades que podrían presentarse con las primeras lluvias y se iniciaba con la llegada al Cuzco de

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"...las figuras de las huacas de toda la tierra de Quito a Chile, las quales ponían en sus casas que en Cuzco tenían

para el efecto..." (id : 73).

Para que la fiesta pudiese realizarse debían salir del perímetro de la ciudad todos los forasteros y

"...todos los que tenían las orejas quebradas, y...todos los corcovados y que tenían alguna lesión y defeto en sus

personas, diciendo que no se hallasen en aquellas fiestas porque por sus culpas heran así hechos, y que hombres

desdichados no era justo que se hallasen allí porque no estorvasen con su desdicha alguna buena dicha; hechaban

también los perros del pueblo porque no aullasen" (id : 74).

Cien indios aderezados como para ir a la guerra corrían en dirección a cada uno de los cuatro

suyus, entregando las voces "Salga el mal afuera" a mitimaes que a su vez trasladaban las voces a otros

mitimaes hasta llegar a ríos caudalosos en donde se bañaban estos y sus armas, al mismo tiempo salían

todas las gentes a las puertas "...dando boces, sacudiendo las mantas y llicllas diciendo: 'Vaya el mal fuera'" (id

: 75). Posteriormente el Inca y todos los demás iban hasta las fuentes y los ríos a lavarse y al retornar a

sus casas comían del çanco, una mazamorra espesa de maíz, ellos y los difuntos y los pobres

absteniéndose de actos de violencia. Esta mazamorra servía para "calentar" a los difuntos y para

ofrecerse a las huacas.

Posteriormente se conducían a la plaza los cuerpos de los difuntos y las imágenes de las huacas a

las que mochaban todas las gentes ricamente vestidas y aderezadas. Al día siguiente se repetía la adora-
ción pero se conducía a la plaza multitud de carneros blancos sin defecto alguno, de los cuales escogía

el sacerdote cuatro para sacrificarlos echando su sangre en el çanco al que entonces se denominaba ya-

huarçanco, todas las personas adultos y niños, hombres y mujeres, sanos y enfermos comían una

porción de este yahuarçanco. El sacerdote hinchaba los bofes de los animales muertos para de esta

manera conocer si las cosas serían prósperas aquel año. Se sacrificaba una parte de los animales para

que la gente pudiese comer y al día siguiente se permitía la entrada de todos los súbditos que habían

venido de los suyus con sus huacas a los que se ofrecía también el yahuarçanco y la comida. Luego

retornaban las gentes que habían sido arrojadas fuera por sus defectos y participaban también en las

ceremonias (pp 75-96). Como rito imperial este de la citua tenía un carácter inicialmente excluyente

para luego ampliar la participación a grupos marginales como los súbditos no incas y los "desdichados".

Nos interesa aquí particularmente el sacrificio de sangre y el empleo de los bofes como parte de un

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ritual considerado por Molina como de carácter adivinatorio.

No conocemos si existían versiones de este rito a nivel local, como se ha señalado por ejemplo

para los rituales de "armar caballeros", pero dada la estructura rígidamente centralizada del

Tahuantinsuyo, que implicaba la réplica de los ritos por las autoridades locales, podríamos suponer

que, efectivamente la delegación del poder del Inca, que alcanza su máxima expresión en la capacocha,

posibilita a los grupos locales realizar también esta ceremonia de carácter profiláctico.

Suponemos que eventos como el de "cortar la plaza", dando muerte ritualmente a posibles espíritus

negativos, podría ser una reminiscencia contemporánea de la citua en las fiestas religiosas actuales. El

porqué se conserva un rasgo de este tipo, así como otros que podríamos suponer semejantes, puede ser

aclarado desde una doble perspectiva, la primera involucra el carácter básicamente conservador de la

fiesta religiosa local y el tema, estudiado en otra parte, de la utilización de símbolos locales para la

difusión de la religión católica. Por otro lado la creencia en la fragilidad de la vida, amenazada por

fuerzas externas, que pueden sin embargo ser conjuradas con actos rituales que replican actos

efectivos, es una poderosa razón para que se proceda a "limpiar" los espacios en los que se efectúan

actos rituales, es decir a "purificarlos" ante el peligro de la contaminación.

Huamán Poma, más escueto se refiere a la gran fiesta de la luna, señora del sol. La fiesta la hacen

las mujeres principales o del pueblo y convidan a ella a los hombres. Los hombre arrojan con sus
hondas a las enfermedades fuera de los pueblos.

Durante el mes de septiembre señala Molina que se realizaban ceremonias del Guarachico en áreas

cercanas al Cuzco. Poma de Ayala menciona que se sacrificaban a las huacas principales para que envia-

sen agua del cielo, cien carneros blancos y se ataba a los carneros negros sin comida "para que ayudasen

a llorar", se maltrataba a los perros mientras que hombres, mujeres y niños, ancianos y tullidos, cada

uno por su parte lloraban. Se realizaban procesiones de cerro en cerro pidiendo a grandes voces agua al

creador del hombre (Runa Camac).

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En el mes de octubre, al que denomina Molina Ayarmacaraymi, cuyo nombre sería interpretado

por Huamán Poma como "mes de llevar difuntos" (ayamarcai quilla), los rituales se asocian también con el

Guarachico y en particular con la huaca de Huanacauri, aunque, coincidiendo con el indio dibujante,

señala el clérigo que "Asimismo las personas que tenían a cargo los cuerpos embalsamados nunca sesavan xamás

ningún día de quemar las comidas y derramar la chicha que para ello dedicado tenían, según y como lo usaban

quando estavan vivos; y las comidas que ellos comían quando estauan uiuos aquellos les quemaban..." (id : 98).

En este caso como en el de Huamán Poma, los ritos asociados con los difuntos, las lluvias, y por ende

la agricultura, y los ritos de paso se vinculan entre sí. Conjuntamente con estas ceremonias se realizan

las asociadas a los ritos de paso: huaruchicos (primer taparrabos), rutochicos (primer corte de cabello),

quocour (primera menstruación e investidura del manto, anacacuy) y puesta en cunas. Señala Huamán

que en el mes de llevar difuntos se saca a los muertos de sus bóvedas, se los lleva en procesión y se les

brinda comida. Se entierran nuevamente alimentos, vajillas y llamas.

En noviembre anota el clérigo del Cuzco que se realizaba el Capac raymi, "Hera una de las fiestas

señaladas del año, de las tres fiestas principales que ellos hacían", siendo la fecha en que se "armaban ca-

balleros" a los jóvenes orejones. La insistencia en la descripción de la indumentaria que vestían los

jóvenes y sus parientes es sorprendente y lleva a reflexionar sobre el tema, estudiado en algunas

oportunidades, de la importancia del vestido, sus colores y particularidades como un código de

comunicación de enorme complejidad. Nos abstenemos por el momento de realizar un análisis


detallado del tema.

Entre las ceremonias que se cumplen se incluye una en la que participa "...mucha cantidad de don-

zellas que para servir en la dicha fiesta eran deputadas y escoxidas, salían este dicho día a la plaza vestidas de unos

uestidos que llaman cuzco axo y cochilliquilla, que heran de hedad de honce y doze años y catorce años. Heran de

principal casta; llamávanlas Ñustacallixapa servían de llevar unos cantarillos pequeños de chicha..." (id :100).

Este evento se asemeja al que se ha descrito como la participación de la Sara ñusta en fiestas del norte

del país y coincide con la participación de las jóvenes portadoras de cántaros de chicha en la fiesta de

Cumbe o en la Fiesta de la Botija en San José de Raranga.

Los jóvenes y sus parientes se dirigen al Guanacauri durmiendo al pie para, al día siguiente,

ascender el cerro y realizar diversos sacrificios con los tarpuntaes. Cuando se habían desarrollado los

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sacrificios "...les ponían unas guaracas y unos manojos de paja, llamados chuspas en las manos...y allí los tíos y

padres y curacas, con las guaracas les acotavan en los braços y piernas..." (idem : 101)

Luego de otros ritos, que incluían nuevas vestiduras y la entrega de una lliclla a las doncellas, se

"...hadereçavan unos bordones que en lo alto dellos tenían una cuchilla a manera de hacha. Heran de palma,

llamávanle en su lengua: yauri de los quales colgaban unas guaracas, llamadas guaraca de nervios y lana colorada

con un poco de chaguar, y así teniéndolos yniestos a manera de pica, por su horden yban a adorar [a] las guacas

del Acedor, Sol, Luna y Trueno y hacían la reverençia al Ynca aviéndoles antes desto los tíos y parientes açotado en

los braços y piernas, y diciéndoles que siempre fuesen valientes y que siempre tuviessen gran cuenta con el servicio de

las guacas y el Ynca" (id :103-104).

En esta parte de la ceremonia nos interesa destacar varias cosas, la primera es la participación de

las jóvenes que brindan chicha a los mancebos, que puede asociarse con rituales contemporáneos regis-

trados en el Azuay. Otro aspecto de interés es la azotaina en los brazos y piernas, semejante a las

azotainas rituales comunes en los pueblos amazónicos del área tupi-guaraní y que se relacionan con los

mitos del origen de las plantas alimenticias y que por lo tanto son recreaciones rituales del acto mítico.

Por otra parte sorprende la descripción que hace Molina de la "pica" con la que se realizan actos de

adoración. La semejanza de esta con el tucumán con el que se realiza el baile de cintas, cuyo origen

español es indudable, plantea nuevamente el problema de la adopción de símbolos nuevos o la


modificación de símbolos tradicionales para adaptarlos a la nueva situación.

Parte central de la ceremonia es la carrera que se realiza como una competencia a campo

traviesa, en la que se demuestra la fuerza y el arrojo de los participantes, desde Anaguarque hasta

Yauraua. Las ceremonias continúan con diversos eventos entre los que destaca la entrega de ganados y

bienes a los jóvenes a fin de marcar su incorporación a la sociedad en su nuevo estado. En la fiesta y

pascua solemne del sol, según Huamán más importante que el Inti Raimi, se realizaban sacrificios y

ofrendas enterrándose quinientos niños y niñas con mullo y ganado. Se come abundantemente, se bebe

y se danza.

En el mes de diciembre, Camayquilla según Molina, "...el primer día de la luna, los que se avían ar-

mado cavalleros, así de la parcialidad de Anan Cuzco como de Hurin Cuzco, salían a la plaza con unas hondas en

las manos, llamadas huaracas, y los de Anan Cuzco contra los de Hurin Cuzco se tiravan hondaces con una (...)

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que llaman coco, que se da en unos cordones, y benían algunas vezes a los braços a provar las fuerças, hasta que el

Ynga, que estava ya en la plaza se levantaba y los ponía en paz. Llamauan a esto chocanaco; hacían esto para que

fuesen conocidos los de mas fuerças y más baliente..." (id : 111). Estamos ante la única descripción temprana

que yo conozco del pucara o tinkuy (si exceptuamos la oscura referencia de Santacruz Pachacuti, que no

podemos relacionar claramente con un tinkuy: "Al fin representa a manera de comedias; y entra por cima de

Cinca y hace sus uaracauacos con llucos &, y los vence a los que estauan fortalezidos en Sacasaguamán, y entrando

a la fortaleza, saca a todos los Cayambis y Pastos y gente abido en guerras, y las cabeças cortadas, que estauan para

esse efecto hechas, les unta con sangre de llamas y pone en lanças. Al fin a los bençidos hacen haylle de ellos,

triumfándoles hasta Coricancha, por aquella principal calle, en donde haze sus acatamientos al simple imagen del

Hazedor..." Santacruz Pachacuti Yamqui; 1968, 302) , dándose una gran similitud con los combates

rituales que se han practicado hasta hace unos años en el Azuay. La asociación de este combate con el

mes de diciembre y el que los eventos podrían corresponder a enero (recuérdese que en la fecha en la

que se redactó el texto de Molina aún no se habían realizado las reformas al calendario, con lo que los

eventos descritos a lo largo de esta Relación... bien podrían corresponder al mes siguiente del que el

clérigo anota) determinan que aún la fecha del pucara coincida en términos generales con los eventos

rituales descritos por Molina.

Luego de comidas rituales y ciertas danzas se dirigía la gente "...a una casa que llaman Moro orco,

que estava junto a las casas del sol, a sacar una soga muy larga que allí tenían coxida hecha de quatro colores:
negra y blanca, y bermeja y leonada, al principio de la qual estava hecha una bola de lana colorada gruesa"

(idem : 112), con la guasca realizaban bailes en los que esta semejaba una culebra.

Posteriormente se realizaba la ceremonia del Moyucati, en la cual arrojaban al río ofrendas y las

cenizas y carbones de los sacrificios realizados a lo largo del año con el fin de que fuesen hasta el mar,

Mamacocha, en donde los recibiría el Hacedor. Este significado de las ofrendas en las aguas debe vincu-

larse con el tema de los lavados rituales, recordemos lo que sucedía en la ceremonia de la citua (véase

supra) y cómo el agua intervenía en aquella ocasión para llevarse los males y las desdichas. El agua es

un elemento fundamental en la visión mítica de los campesinos del Azuay y en el cinco o pichca, el

lavado ritual se lleva, de alguna manera, la presencia del difunto de entre los vivos. Para Huamán en

este mes se produce la penitencia y ayuno del Inca. Los festejos están asociados probablemente a las

huacas locales y regionales y se realizan procesiones, llantos, reverencias, sacrificios y ayunos todo lo

14
cual coincide con la escasez de alimentos que Huamán señala.

Los meses de enero, Atunpucuy, febrero, Pachapucuy y marzo, Paucarguara, no presentan según el

párroco particularidades de importancia en el calendario ritual, la gente se dedica a las tareas propias

de la agricultura. Pero señala Huamán que aquí se dan sacrificios y ofrendas a las huacas principales. Se

efectúan los ritos de paso asociados con el primer taparrabos (huaruchico) y el corte de cabellos

(rutuchico). En marzo (el febrero de Molina) se sacrifican carneros negros a ídolos y dioses. Se

realizaban muchas ceremonias con los hechiceros y brujos. La tierra estaba harta de lluvias.

Abril (marzo de Molina), Ayriguay, era el mes de la cosecha: "Coxían las chácaras en él y tanbién las

encerravan y recogían..." (idem : 118). Para Huamán coincidiendo con el Inca Raimi, se realizaban

sacrificios de carneros pintados a las huacas de todo el reino con muchas ceremonias. Se realizaba

además la fiesta del Yamur aca (chicha) y juegos como el riui (boleadoras), choca, huayru de inaca, pichica

de hilancula y de challio chima (puede consultarse al respecto el libro Los juegos del antiguo Perú de

Romero, 1940)). Los incas se horadaban las orejas y se convidaban a banquetes.

Más adelante señala el clérigo: "Y los que se avían armado cavalleros salían a la chácara de Sausiro a

traer el maíz que en ella se avía cojido, ques por bajo del arco ado dizen Mamaguaco, hermana de Mango Capac el

primer Ynga, sembró el primer maíz, la qual chácara veneficiavan cada año para el cuerpo de la dicha

Mamaguaca..." (idem : 118). ¿Puede esta afirmación relacionarse con el personaje mítico de la Mama
Huaca, asociada al maíz de oro a cambio de guaguas aucas, es decir niños sin bautizar, presente en la

tradición oral del Azuay?

Durante abril menciona Molina los rituales del ayuscay, relacionados con el parto, del rutuchico,

en el que le daban a la criatura de un año un nombre provisional, del quicochico, "...quando le uiene a la

muger la primera flor" (idem : 119) y se refiere también al matrimonio. Según Huamán en el mes de la

cosecha, continuaban los sacrificios de carneros pintados y se recogían y conducían a los graneros el

charqui, lana, hierbas comestibles, pescado y otros productos de las tierras de la comunidad. Las fiestas

parecen haber sido familiares o locales y Huamán las llama "fiestas chicas". Se incluye en la mención a

la importancia de las dos mazorcas o papas que nacen juntas lo que es motivo de regocijo.

A continuación de este mes de abril, Molina se refiere en detalle a la Capacocha, que es analizada

15
por Urbano con el significado de "la presencia delegada del Inca a través del gesto sacrificial de la víctima"

(nota 134: 121). El clérigo cuzqueño se refiere a este ritual en los siguientes términos: "Hacían este

sacrificio al principio que el Ynga señor empeçava a señorear para que las guacas le diesen mucha salud y tuviese en

paz y sosiego sus reinos y señoríos y llegase a biejos, y que veviese sin enfermedad, de tal manera que ninguna

guaca, ni mochadero, ni adoratorio, por pequeño que fuese, no quedava sin recevir sacrificio..." (idem : 122).

La obra de Molina, hasta hoy de difícil consulta dada la antigüedad o limitado tiraje de sus

ediciones, nos permite, como se ha visto en el texto previo, una visión fresca de los rituales incas.

La mayoría del material recogido por Molina en su labor de extirpador de idolatrías y cura de la

parroquia de Nuestra Señora de los Remedios del Cuzco, conocido lenguaraz y destacado predicado en

quechua, se refiere, como es natural, a los ritos imperiales centrados en torno a la capital del

Tahuantinsuyu, sin embargo, él mismo señala la posibilidad de que los rituales de origen incaico se

hubiesen desarrollado con intensidad en otras zonas del Tahuantinsuyo, alejadas del Cuzco, como sería

el caso de la región en que se emplazó la antigua Tomebamba: "En esta tierra ay diferentes naciones y

provincias de yndios, que cada una dellas tenía por si sos ritos y actos y cerimonias antes que los Yngas los sujetasen

y los Yngas quitaron en las dichas provinçias algunos de los cultos que tenían y dieron cultos de nuevo; y no es

menos cosa conviniente saver los cultos y cerimonias que en cada provincia de por sí tenían los Yngas que son los que

aquí van escritos..." (idem : 134).

Esta afirmación se ve reforzada por la intensa movilidad étnica característica del incario a través

de los mitmacuna. Los cañaris se contaban entre los grupos que fueron tempranamente trasladados al

Cuzco (Miño, 1977) y también las referencias a colonias mitmas en la región azuayo-cañari son

numerosas. Por otro lado las institución inca del acllahuasi (denominada generalmente por los

españoles como "conventos de las vírgenes del sol") se convierte en su aplicación real en un sistema de

difusión de la cultura y en particular de los conceptos históricos y su concreción en el ritual a través de

la formación de las jóvenes que luego serían entregadas en matrimonio por el Inca a los señores locales

o curacas. Todo esto nos conduce a considerar que los sistemas ideológicos reseñados bien pudieron

tener vigencia en nuestra área de estudio junto a conceptos pre incas que, en alguna forma, fueron

tolerados por los cuzqueños.

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La religión en el área cañari:

Las fuentes de información sobre la religión en el área cañari precolombina son limitadas (ver

Alcina: 1988) por lo que las diversas descripciones contenidas en las "Relaciones Geográficas de

Indias" publicadas originalmente en 1897 por Marcos Jiménez de la Espada y luego reeditadas se

constituyen en un documento básico para este tema.

El interés que las Relaciones Geográficas han despertado en los estudiosos locales han determi-

nado al menos dos reediciones parciales, la primera en "Cuenca a través de cuatro siglos" publicada

por Víctor Manuel Albornoz en 1957 y que se complementa con un tomo de acotaciones o notas y la

segunda en la obra de Luis A. León "Crónicas y relatos sobre Cuenca y su provincia" de más reciente

aparición. Además podemos contar ahora con una reciente edición basada en los originales de las

"Relaciones..." y publicada en Madrid en 1991 por Pilar Ponce Leiva.

Algunos de los más importantes Cronistas de Indias y otros antiguos autores, refieren también

algunos datos de interés sobre la región, particularmente al relatar la expansión del incario y algunos

episodios de la "historia" del Tahuantinsuyo, autores como Felipe Huamán Poma de Ayala, Juan de

Santacruz Pachacuti, Pedro Cieza de León, Juan de Betanzos, Garcilaso de la Vega el Inca, Pedro

Sarmiento de Gamboa, Bernabé Cobo, Cristóbal de Albornoz, entre otros tratan brevemente del área

cañari.

Los textos que se encuentran en las Relaciones Geográficas son de valor dispar, como lo han

señalado sus comentaristas, incluso el mismo Jiménez de la Espada, y presentan un cuadro ya

modificado por dos acontecimientos traumáticos, la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa que tuvo

como unos de sus principales escenarios precisamente a Tomebamba y el área cañari y la conquista y

colonia españolas con instituciones económicas como la mita y la encomienda, a más del reparto de

tierras en toda la zona a partir de una época que antecede a la fundación de Cuenca. Estos hechos

impiden observar a esos grupos, posibles señoríos complejos o aún estados incipientes, en

funcionamiento, por lo que es necesario manejar la información con mucho cuidado y comparándola

con la disponible en varias fuentes.

La "Relación que envió a mandar su Majestad que se hiciese de esta ciudad de CUENCA y de
toda su provincia está fechada el 20 de septiembre de 1582 siendo Corregidor Antonio Bello Gayoso y

con la presencia de Hernando Pablos “vecino desta ciudad, por entender las cosas de la tierra". Comprende

además las Relaciones de San Francisco de Pacha y San Bartolomé de Arocxapa, fechadas el 15 de mayo

de 1582 escritas por el dominico fray Domingo de los Ángeles, en Paccha y con la presencia de Diego

de Amor y Clemente de Rocha y "con los caciques y principales de dichos pueblos". La Relación de San Luis

de Paute, fechada el 1 de octubre del mismo año, escrita por fray Melchior de Pereira y con la

presencia de "Don Francisco Hazmal y Don Luis, alcaldes de dicho pueblo". La Relación de "Sant Francisco

Pueleusí del Azogue...en la provincia de los cañares" que fue escrita por fray Gaspar de Gallegos ante don

Juan Huaygia y Don Juan Huaranga " y otros caciques principales deste dicho pueblo", está fechada el 20 de

septiembre de 1582. La Relación de Pacaibamba o Leoquina, realizada el 1 de mayo de 1582 por el

padre Pedro Arias Dávila. La relación de Cañaribamba que fue hecha por el padre Juan Gómez en junio

del ese año, la de Santo Domingo de Chunchi escrita el 4 de mayo por el clérigo Martín de Gaviria y la

de Alausí por Hernando Italiano fechada el 18 de octubre de 1582.

De la información que consta en dichas Relaciones podemos establecer algunas características de

la religión local.

De los indios de Cuenca se dice que "son rudos de entendimiento, inclinados a muchos vicios de beber y

a hacer borracheras e idolatrías" (idem : 157); no se señala ningún aspecto específico que pudiera ilustrar
el tipo de "idolatría" practicada en el área aunque las "borracheras" sin duda se refieren a la bebida

durante la fiesta, practicada con carácter comunitario.

En la Relación de Paccha se señala que este pueblo se llama así porque " el agua de que los naturales

se sirven y con que riegan sus huertas y beben, es traída de otras partes por acequias y la cogen de caños en cántaros

para el servicio de la casa; y el caño por do se destila y sale el agua, en lengua general del Inga se llama Paccha".

La relación de este lugar con el agua, establecida a partir de su nombre y la descripción que ante-

cede, puede vincularse con conceptos de carácter sobrenatural si consideramos que el agua ocupa un

lugar preponderante en la religión precolombina (Sherbondy; 1986).

En el asiento de Paccha se menciona el comercio con los yungas y por única vez en Cuenca el

empleo de la coca: "También compran con lo dicho [puercos, venados y conejos] coca, la cual cuando cami-

18
nan, los más acostumbran a traerla en la boca entre el paladar y la encía, para mitigar sed y hambre" (ídem :

165).

Al referirse a San Luis de Paute encontramos que "antes que viniese Guaynacaba, adoraban a una

imagen que aparecía algunas veces a los caciques y principales en figura de muchacho con cabellos muy rubios1
(aspecto que puede vincularse con el tema del albino en la tradición oral); y también adoraban al sol y a

la luna; y después de que vino el inga, vestían unas piedras que se les hacía adorar diciendo que era el sol..." (se

trata posiblemente de sucancas o sistemas de cálculo calendárico)(idem : 167).

La relación de San Francisco Pueleusi de Azogues es una de las más detalladas y minuciosas y en

ella podemos encontrar algunos datos de interés. "Y antes que el Inga viniese a conquistallos, tenían sus ritos

y adoraciones; y adoraban principalmente al sol y a él le tenían por dios en su tiempo; y adoraban cerros y peñas

que parecían en la naturaleza" (idem : 172). más adelante se señala que " El asiento de este pueblo de

Pueleusi está poblado al pie de un cerro grande, un poco a media ladera...El cerro junto adonde está el poblado es

muy alto y sumptuoso; llámase Abgna2; no se sabe la significación de este nombre. Es muy célebre entre los indios, y

se entiende que en tiempo antiguo solían adorarle los de esta provincia. Este cerro está hacia la parte de oriente. Y

hacia la parte occidental está otro cerro media legua deste dicho pueblo, que se llama Coxitambo, que quiere decir

'asiento de holgura y descanso'; porque es un cerro de peña viva y atajada y muy alta, que cuando el Inga andaba

conquistando esta tierra, tenía allí su fuerte y su real, y cuando los contrarios lo retiraban, se iba allí a hacer fuerte

y descansaba allí, y por esta causa le llamaban 'asiento dichoso y de descanso'. Entiéndese el Inga hacía adorar este

cerro, porques muy nombrado en todo el Pirú, y hay sobre el dicho cerro y fuerte muchos edificios, y al pie del ni

más ni menos mucha cantería, que según parece se labraría aquí para edificar Cuenca o Tomebamba... Háse sacado

en este cerro de sepolturas mucha cantidad de oro. Dicen que en este cerro hay muchas sepolturas que no se sabe

dellas" (idem : 173-174).

La descripción de Pacaibamba o Leoquina se debe al Padre Pedro Arias Dávila y en ella

encontramos "questa tierra se llamaba Leoquina y Pacaibamba. Leoquina, en nombre de los cañares quiere decir

'laguna de la culebra'; lo qual tomó origen y prencipio, porque tienen una laguna cerca de sí, entre otras muchas,

en la cual se metió y escondió una culebra; y de allí es que se llama Leoquina, que dice 'culebra en laguna' (idem :

1 Señala Jiménez de la Espada "Este muchacho en Mainas, no lejos de Paute, llegó a transformarse en
el apóstol San Bartolomé, con el progreso de las misiones jesuíticas en aquella comarca" (p. 167)
2 Hoy Abuga.

19
177) más adelante se anota que "Adoraban al sol y a la luna y tenían templos con la figura del sol y de la luna,

y en particular algunos adoraban en las lagunas y cerros señalados" (idem : 179).

Con referencia a las lagunas indica que "hay una señalada que se llama Xamenxuma, que es un ojo de

agua que sale de una cierra, en la cual se lavaba el Inga y bañaba, que dicen tiene tal propiedad el agua, que da

tanto contento, que alegra y causa mucha alegría, que les parece questán bailando y en fiesta; es agua fría y la

mejor de la provincia, de la cual he bebido muchas veces é visto se van las indias a bañar en ella; ... y se llama y

quiere decir 'cerro y agua que estremece, que baila'" (idem : 180).

En la relación de Cañaribamba se menciona que " se dice que los gobernaba un cacique llamado

Oyañe... y a éste le acudían con camisetas coloradas y plumas de un pájaro que llaman guacamaya, que son

plumas entrellos preciadas, las cuales guardan para hacer sus fiestas. Y en aquél tiempo tenían por vicio el beber

vino hecho de maíz, con el cual se emborrachaban y danzaban y bailaban toda la noche y el día; de lo cual

procedía echarse con sus hijas y hermanas y primas, lo cual se ha remediado con los sacerdotes. Y en cuanto a lo que

adoraban, se dice que antiguamente adoraban a los cielos y a unos cerros que llaman pucarais" (idem : 184).

La inclusión de Santo Domingo de Chunchi en la Relación de Cuenca se debe a razones de

carácter administrativo pero debe señalarse que aquí, como en los demás lugares reseñados, se habla el

cañari a más de la lengua del inga. Señala Martín de Gaviria que "Hablan la lengua general quichua del

Inga; los más la lengua particular dellos, ques la cañar de la provincia de Cuenca, y en parte revuelta con la de los
purguayes de la provincia de Riobamba. Hay otras diferentes lenguas en estos mesmos indios, mas por estas dos

lenguas se entienden todos" (idem : 189).

Con relación al culto indica "Adoraban al sol, porque decían, que así como daba claridad y luz, criaba y

producía todas las cosas. Usaban de los hechiceros y agoreros. Y después quel Inga vino fueron enseñados en las

idolatrías, adoración en las piedras, volcanes, cerros, juntas de ríos, en la tierra, haciéndoles sacrificar en estas

partes ovejas de la tierra, niños y niñas, oro, plata, ropa y otras cosas" (idem : 189).

Con relación a Alausí, ya Jiménez de la Espada notó la casi textual copia por parte de Hernando

Italiano del texto de Martín de Gaviria correspondiente a Chunchi; sin embargo se añade al hablar de

sus creencias que "Haciendo en el centro de la tierra una bóveda muy honda, en la cual enterraban un cacique,

para que les hiciesen compañía, echaban muchos niños y indios y ovejas de la tierra, y le ponían muchos cántaros y

20
ollas de chicha; porque tenían por irronía quel señor que allí enterraban se había de levantar a comer, y que si no

hallaba recaudo, se indignaría contra ellos y los castigaría, y así le proveían de comidas y bebidas y le ponían las

vacijas de oro y plata y toda la ropa y hacienda que tenían, de suerte que no se dejaba cosa ninguna a los

herederos" (idem : 193).

La Relación de Juan de Salinas Loyola de la ciudad de Loja, fechada en 1571 o 1572 según

Jiménez de la Espada, contiene también importantes datos para nuestro tema. Aquí se relata que "En

términos de la dicha ciudad (de Loja) hay tres diferencias de gentes, naciones o lenguas. La una lengua se dice

cañar, y la otra palta, y la otra malacatos, questas dos últimas, aunque difieren algo, se entienden, y así son dife-

rentes en hábitos y en trajes y aún en condiciones porque la gente cañar es más doméstica y de más razón que no la

palta." (idem : 213).

En lo que se relaciona con la religión se anota que "La adoración general era al sol y a la luna, y a es-

tos hacían sus sacrificios así de ovejas como de unos que llaman cuys, que parecen conejos, que crían en sus casas, y

lo mismo quemando maíz y mantenimientos quellos tienen. También tenían guacas o oratorios a quién ofrecían oro

y plata y de todo lo que tenían, especialmente una hierba que se dice coca, de mucha estima entrellos, lo cual ya no

lo hacen sino es (a) escondidas, porque se les ha advertido de la ofensa que hacen a Dios en adorar las criaturas, y

por miedo del castigo con el que se les ha prevenido." (idem : 215).

Encontramos la única referencia al calendario "Que los años contaban por meses lunares; de doce lunas
hacían un año y dividían los tiempos por los veranos e inviernos [24 de junio y 24 de diciembre] y por el tiempo

de sembrar sus mantenimientos y cogerles, que en esto tienen gran cuenta y orden" (idem : 215).

En lo que corresponde a los bailes, fiestas, borracheras y otras costumbres antiguas que " y así si

no es a escondidas no lo hacen". (idem : 215).

Por su parte Cristóbal de Albornoz en su "Instrucción para descubrir todas las Guacas del Pirú y

sus Camayos y Haziendas" (Edición de Duviols; 1989), al referirse a la Provincia de Tomebamba,

señala:

"Guasaynan, guaca prencipal de todos los indios hurin e hanansayas. Es un cerro alto de donde dizen

proceden todos los cañares y donde dizen huyeron del diluvio y otras supresticiones que tienen en dicho cerro.

21
"Puna, Guaca prencipal de los indios cañares hurinssayas. Es un cerro alto de piedra que ansimismo dizen

creció en tiempo del diluvio.

Mollotoro, guaca muy prencipal de los dichos cañares, es un cerro muy grande donde puso Topa Ynga

Yupangui mucha suma de guacas de muchos nombres" (idem :187)

La montaña que creció durante el diluvio recibe, como sabemos, el nombre de Huacaynan en el

texto de Cristóbal de Molina.

Los mitos de origen ocupan, como ya lo conocemos, un importante lugar en la visión histórica

de los pueblos indígenas. En estos mitos pueden multiplicarse los elementos explicativos hasta lograrse

una compleja visión de la realidad.

Entre los mitos de origen más detallados que se conocen en el mundo andino se encuentran los

recopilados en Huarochiri hacia los primeros años del siglo XVII (posiblemente en 1598 o en 1608) y

que han sido publicados con una versión académica en castellano al menos en dos oportunidades

(Arguedas, 1966, Taylor, 1987).

Los relatos de Huarochiri se centran en los primeros capítulos en el mito de Pariacacca y sus

enfrentamientos con Huallalo Carhuincho por asentar sus dominios en el área de Huarochiri. Los

detalles que se expresan son fundamentales para comprender la concepción espacio-temporal de los
pobladores de esa zona andina.

Al estudiar los mitos de origen de los cañaris es evidente que no contamos sino con una somera

información que en nada se asemeja a la que podemos encontrar en los mitos de Huarochiri. Sin

embargo dado que ciertas concepciones son semejantes en toda el área andina y que existen razones

suficientes para creer que el mito de origen de los cañaris es una reelaboración inca sobre una base

local, intentaremos una aproximación al problema.

Karsten recoge algunos mitos shuar que se refieren a diversos aspectos relacionados con la subsis-

tencia, la aparición de los alimentos, la cerámica, etc. y anota también un mito que refiere el tema del

diluvio o la gran inundación.

El mismo Karsten comenta que este mito del diluvio es un tema muy difundido en varios pueblos

22
fundamentalmente de origen amazónico.

En los mitos andinos, recogidos en el texto de Huarochiri, en la obra de Murúa, de Pablo Joseph

de Arriaga, en Cobo o Huamán Poma, encontramos con frecuencia el tema de la inundación,

producida por la acción de una huaca o un ser sobrenatural, que muchas veces se asocia en forma

directa con el tema del amaru o serpiente monstruosa. Sin embargo el tema de un diluvio general que

acabara con toda la vida en un área extensa, cuando aparece podría ser una reelaboración de

concepciones cristianas, posiblemente excepto en el mito cañar.

En el mito sobre el origen de los cañaris transcrito por Cristóbal de Molina se lee:

"En la provincia de Quito está una provincia llamada Cañaribamba

, y así llaman los indios Cañares por el apellido de la provincia, los quales

dicen que al tiempo del diluvio, en un cerro muy alto llamado Huacaynan

que está en aquella provincia, escaparon dos hermanos en él, y dicen en la

fábula que cómo yban las aguas creciendo, yba el cerro creciendo, de manera

que no lo pudieron enpeçar las aguas, y que allí después de acavado el

diluvio y acavádoseles la comida que allí recoxieron, salieron por los cerros y

balles a buscar de comer y que hicieron una muy pequeñita casa en que se

metieron, a do se sustentavan de rayces y yervas pasando grandes travajos y


hambre, y que un día, aviendo ydo a buscar de comer, quando a su casilla

bolvieron, hallaron hecho de comer y para vever chicha, sin saver de dónde

ni quién lo huviese hecho ni allí traydo; y que esto les acaeció como diez

días, el cavo de los quales trataron entre sí querer ver y saver quién les hacía

tanto vien en tiempo de tanta necesidad; y así el mayor de ellos acordó

quedarse escondido y vió que venían dos aves que llaman aguaque, por otro

nombre llaman torito, y en nuestra lengua las llamamos guacamayos.

Venían bestidas como Canares y cavellos en las caveças, atada la frente como

aora andan; y que llegadas a la choça la mayor dellas vido el indio

escondido, y que se quitó la lliclla que es el manto de que usan, y que enpeçó

a hacer de comer de lo que trayan, y que como vido que heran tan hermosas

23
y que tenían rostro de mugeres salió del escondrijo y arremetió a ellas; las

quales como al yndio vieron con gran enojo se salieron y se fueron bolando,

sin hazer ni dexar este día que comiesen. Y uenido que fue el hermano menor

del campo que avía ydo a buscar que comer, como no hallase cosa adereçada

como los demás días solían hallar, pregunta la causa dello a su hermano, el

qual se la dijo; y sobre ello uieron gran enojo; y así el hermano menor se

determinó a quedarse escondido para ver si bolvían. Y al cavo de tres días

boluieron dos huacamayas y empeçaron a hazer de comer y que como viese

tiempo oportuno para coxerlas, entró al tiempo que vido que ya avían hecho

de comer; arremetió a la puerta y cerróla y cojiólas dentro, las quales

mostraron gran henojo y así asió de la menor, porque la mayor, mientras

tenía a la menor, se fue. Y con esta menor, dicen tuvo acceso y cópula car-

nal; en la qual en discurso de tiempo, tuvo seis hijos y hijas con los quales

vivió en aquel cerro mucho tiempo, sustentándose de las semillas que

sembraron , que dicen trajo la huacamaya; y que destos hermanos y

hermanas, hijos desta huacamaya que se repartieron por la provincia de

Cañaribamba, dicen proceden todos los Cañares; y así tienen por huaca el

cerro llamado Huacaynan y en gran veneración a las Huacamayas; y tienen


en mucho las plumas dellas para sus fiestas" (idem : 55-56).

No transcribimos las versiones de Bernabé Cobo por considerarla casi idéntica a la de Molina, ya

que a pesar de tratarse de una versión tardía al parecer se basa en su totalidad en los papeles del

párroco del Cuzco que Cobo conocía, ni la de Sarmiento de Gamboa por ser de fácil consulta.

Los elementos básicos en estas tres versiones de los mitos son el concepto de diluvio, la

importancia de un cerro cuya cima no puede ser cubierta por las aguas, la supervivencia de dos

hermanos y la sobrenatural aparición de dos mujeres que terminan desposándose con los supervivientes

para procrear la raza cañari.

Las disparidades en las versiones se refieren a la identidad de las mujeres, a la suerte que corre

uno de los hermanos y al nombre de los protagonistas.

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En la versión de Sarmiento de Gamboa las mujeres poseen un origen sobrenatural (huaca) porque

ellas no han sido afectadas por el diluvio que ha matado a toda la gente en una extensa zona (se destaca

el concepto de creación u origen por sobre una población previamente existente). Los hermanos

reciben los nombres de Cusicayo y Ataorupagui y uno de ellos se convierte en culebra al penetrar en

una laguna, lo que vincula este mito con lo que hemos encontrado en la Relación de Pedrarias Dávila

sobre la existencia de una laguna llamada Leoquina, que según él significa culebra en laguna o

Pacaibamba, sitio o lugar de ocultación, escondite, con lo que esta se convierte en huaca, sitio sagrado

vinculado con el origen de los cañaris o pacarina.

Los elementos de origen inca en esta versión están presentes en los nombres de los hermanos y

por el hecho que se define así ideológicamente la división hanan/hurin de la población.

Se han hecho muchas referencias a posibles sitios en los que los hermanos se salvaron del diluvio

y en los que uno de ellos se habría hundido en la laguna.

Podemos aceptar una multiplicidad de localizaciones dadas las características del mito andino, sin

embargo hay factores que apuntan hacia señalar que el sitio considerado como huaca por asociárselo

con el sobrenatural salvamiento podría ser el Cojitambo1.

Las referencias a este sitio que encontramos en los autores consultados coinciden en que se tra-

taba de un lugar de enorme importancia (véase por ejemplo el texto de la Relación de Azogues); las

tradición oral contemporánea continúa considerándolo como un sitio de carácter sobrenatural unido

con el Huahual Shumi a través de un "túnel" subterráneo y por lo tanto asociado con Paccha, o la

"fuente" en un intento por explicar el origen del agua en el área de Cuenca.

Por otro lado la toponimia del lugar Cojitambo, como tal escencialmente intraducible, cobra

sentido en la acepción de "lugar de holgura o reposo" es decir Cussi tampu traducible también por el

lugar de Cussicayo, uno de los dos hermanos salvados del diluvio de acuerdo con la versión de

Sarmiento de Gamboa.

1 Esto no significa que la versión inicial del mito haya considerado al Cojitambo como el lugar real del
prodigio sino, que de seguro, a la llegada de los Incas se pasó a considerarlo como el lugar sagrado,
haya sido o no inicialmente tal.

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El otro lugar relacionado con el mito podría identificarse inicialmente como Leoquina, de

acuerdo con la versión de Pedro Arias Dávila, sin embargo encontramos además en el área de Girón el

topónimo Ataucocha, es decir la laguna de Ataurupagui el segundo de los hermanos salvados del

diluvio.

Los hitos del señorío cañari conquistado por los incas se encontrarían entonces en el Cojitambo y

en Leoquina o Ataucocha, lo que demuestra de manera clara el empleo de los mitos para racionalizar la

ocupación del espacio y definir sus límites y características. El un extremo está definido por una

montaña y el otro por una laguna (que en la concepción mítica andina, permanente en los mitos, sería

el mar o el Titicaca). Si trazamos una línea entre estos dos puntos se atraviesa Tomebamba.

El tema de los cacicazgos puede estar directamente vinculado con el de la ocupación del espacio.

Si bien no puede atribuirse una "racionalidad" mayor a la organización política, parecería evidente que

los eventos rituales corresponden a una ideología determinada y se centrarían en un punto geográfico

manejando un tema central desde la perspectiva ritual.

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Danzantes, danzas de espadas y bailes de cintas:

Arriaga (1920) en el capítulo V de su obra, titulado "Que Fiestas se hacen a las huacas",

menciona las ceremonias que estaban aún vigentes hacia 1600, ya que : "es cierto que hazen sus fiestas oy

en día, y no a ocho días que dijo una persona que se havía hallado en ella, que en un pueblo no muy lexos de aquí

se avía hecho no a dos meses una fiesta aunque no era de las principales. Porque las que lo son las celebran con

grandes muestras de regocijo, y alegría, y tienen por tradición que estas fiestas las instituyeron las mismas Huacas,

a quien se hazen" (Arriaga; 1920; 49)

El "Hechizero mayor" es el que da aviso a los caciques cuando llega el tiempo de la fiesta (lo que

se relaciona con el hecho de que este "hechicero" conocía un sistema de cómputo del calendario con

frecuencia relacionado con la observación de las estrellas como más adelante señala el mismo Arriaga).

Los caciques y demás indios se proveerán entonces de chicha y prepararán sus "ofrendas de Mullu, Paria y

Llacsa y Cuyes..." (idem; 49). Los indios, conjuntamente con el "hechicero" y sus ayudantes, acuden al

lugar en que está la huaca, la "mochan" o adoran, presentan sus ofrendas y derraman la chicha en el

suelo, delante de la huaca o aún sobre ella o asperjan la sangre de los cuyes o llamas, quemando o

soplando las ofrendas de acuerdo con su naturaleza.

Se practica ayuno (de sal y ají) y abstinencia sexual y se realizan otras ceremonias que no

puntualizaremos aquí.

En las fiestas mayores, "...que suelen ser tres, la principal cerca de la fiesta del Corpus, o en ella misma,

que llaman Oncoy mitta...la otra es por principio de las aguas por Navidad o poco después; y esta suele ser al

trueno y al rayo porque embíe lluvias, la otra suele ser cuando cogen el maíz, que llaman Ayrihuimita, porque

bayla el bayle Ayrihua. En todas ellas ay ayunos, y confessiones, y acabadas beben, baylan y cantan, y danzan y

las mujeres tocan sus tamborines, y todas los tienen, y unas cantan y otras responden, los hombres suelen tocar otros

instrumentos, que llaman succhas, pónense unas cabeças de venado, que llaman guaucu, y de estos instrumentos y

cuernos tienen muy grande provisión" (idem; 52-53).

En esta descripción encontramos, entonces, danzantes, algunos de ellos tocados con una cabeza

de venado y todos ellos lujosamente vestidos, puesto que "En estos actos se ponen los mejores vestidos de

cumbi que tienen, y en la cabeça unas como medias lunas de plata que llaman Chacrahinca, y otras que llaman
Huarna, y unas patenas redondas que llaman Tincurpa, y camisetas con chaperías de plata; y unas huaracas con

botones de plata, y plumas de diversos colores de Huacamayos, y unos alçacuellos de plumas que llaman Huacas, y

en otras partes tamta, y todos estos ornamentos los guardan para este efeto" (id; 53).

Arriaga no se detiene, como es natural, a considerar el significado simbólico de los diversos

elementos, entre ellos los instrumentos musicales, los tocados, la indumentaria y argentería, la

plumería y otros que forman parte de la danza. Sabemos sin embargo que dentro del mismo proceso

de extirpación de las idolatrías se estableció que los muertos eran enterrados con una moneda de plata,

a la que se había borrado el cuño, en la boca.

Por su parte, Fray Martín de Murúa en su "Historia del Origen y la Genealogía Real de los Reyes

Incas del Perú" (¿1600?), señala que en las fiestas "...ayunaba toda la gente dos días, en los cuales no

llegaban a mujeres, ni comían cosa con sal ni ají, ni bebían chicha, y todos se juntaban en una pampa o plaza en

donde no hubiera forasteras [¿forasteros?] ni animales, y para esta fiesta tenían ciertas maneras y vestidos y

aderezos que solo servían para ella, y andaban en procisión, tapadas las cabezas con sus mantas, muy despacio,

tocando sus atambores y sin cantar ni hablar uno con otro. Duraba esto un día y una noche y el día siguiente

comían y bebían y bailaban dos días con sus noches, diciendo que su oración había sido acepta; y aunque no se

haga hoy en día con toda aquella cerimonia; pero es muy general hacer otras fiestas semejantes, que llaman ayma,
con vestiduras que tienen depositadas para ellos, y como está dicho.

"Esta manera de procisión a vueltas con atambores y el ayuno que precede y borrachera que se sigue usan

para urgentes necesidades; y aunque el sacrificar reses y otras cosas, que no pueden esconder de los Españoles, las

han dejado, a lo menos en público, pero conservan todavía muchas cerimonias que tienen origen destas fiestas y

supersticiones antiguas. Por eso es necesario advertir en ellas, especialmente que esta fiesta de yto la hacen

disimuladamente hoy en día en las danzas del Corpus, haciendo las danzas de llama llama y de guacones y otras

conforme a sus cerimonias antiguas, en lo cual se debe mirar mucho" (Murúa; 1946; 342).

Murúa advierte sobre el hecho de que los indios con ocasión de la fiesta cristiana de Corpus,

practican sus antiguos bailes y ceremonias, aspecto en el que insiste más adelante al señalar que "...hase

de advertir que esta fiesta [la de aycaycusqui intiraime] cae casi al mismo tiempo que los cristianos hacen la

solemnidad del Corpus Christi; y que en algunas cosas tienen alguna apariencia de semejanza, como es en las

danzas y representaciones y cantares; y por esta causa ha habido y hay hoy en día entre los indios que parecen

28
celebrar nuestra fiesta del Corpus Christi; mucha superstición, de celebrar la suya antigua del yntiraime" (id;
349).

Esta advertencia de Murúa nos lleva a considerar que las semejanzas entre algunas de las danzas

indígenas y cristianas eran tales que algunas de la primeras podían pasar por las segundas en solemnida-

des como las del Corpus Christi, sin ser advertido este hecho por los sacerdotes católicos.

La similitud en la forma de la danza, que hace notar Murúa, unida a la profundidad del arraigo de

las costumbres y creencias ¿Serían motivos suficientes para que algunos bailes de origen precolombino

se conservaran hasta hoy? y de ser así ¿Con qué elementos del mundo campesino e indígena

contemporáneo estarían ellos vinculados en la actualidad? Estas son algunas de las preguntas cuyas

respuestas intentaremos establecer más adelante.

Las referencias a los danzantes en las fiestas las encontramos también en Huamán Poma, en quién

además leemos que en determinadas ocasiones era prohibido bailar en las fiestas, así en "El terzero mes,

marzo, Pacha pucui Quilla", señala "En este mes sacrificauan carneros negros a sus ydolos y dioses, uacabilca,

orcocona, questauan nombrados por los Yngas...y hacían lo acostumbrado, ayunando no se qué días el comer de la

sal y de la muger nunca tocauan ni comían fruta alguna ni usaua taquies (danza ceremonial) y hazían cerimonias

ydúlatras" (Huamán Poma; 1980; vol. I; 215).

La ausencia de taquíes se relaciona en este contexto con el hecho de que "...este dicho mes de Pacha

Pucuy, quiere decir...pacha mundo, pucuy, harto, porque este mes de marzo llueue a cántaros y está harto de agua

la tierra deste rre{y}no..." (id; 215).

Claramente, entonces, la danza ceremonial se relaciona con la lluvia; si llueve en exceso es nece-

sario abstenerse de bailar; así como es necesario abstenerse de tocar ciertos instrumentos musicales

asociados con el agua (Silverblatt, 1987).

Durante el mes de abril (Camai Inca Raimi), la fiesta incluía danzas, entre ellas una asociada a la

puca llama.

En el mes de diciembre (Capac Inti raymi), señala Huamán Poma que "...después del sacrificio ha-

zían grande fiesta; comían y beuian a la costa del sol y danzaban taquies y grandemente de ueuer en la plaza

29
pública del Cuzco y en todo el rreyno" (id; 233).

Más adelante al referirse a las fiestas (idem : 293 y ss.), menciona los bailes de uaricza y araui, a

la danza de wauwku, el wakun, con un claro sentido de fertilidad, dado que: "La fiesta de los Chinchay

Suyos: Se llama uaucu; cantan las donzellas y mosas. Dize ací, taniendo su tambor:

[Si no pasa un venado

Tú danzas el wayku en tu mano

Si no hay algo como un ciervo

Tu danzas el wayku en tu nariz

Ay hermanito

Ay Hermanita]

Responde el hombre, soplando la cauesa del uenado y toca ací:

[Waku, waku, waku, waku

Preñada, preñada, preñada, preñada]"

(Traducción de Urioste).

Los dibujos del indio cronista que corresponden a la Fiesta de los Chinchaisuyos, la danza del

wawku, el wakun; de los Andisuyos, el qaya, qaya, mujer enemiga; de los Collasuyos, Hauisca Mallco

Capaca Colla; de los Condesuyos, Aia Milla Zainata; muestran diversos tipos de danzantes y los

instrumentos musicales utilizados (idem : 295-301). Los dibujos han sido incluidos aquí y de ellos

podemos, para la comprensión de este tema, destacar los grandes tocados de plumería, las coronas de

plumas, unos como bonetes atados a la cabeza, el traje de plumería de los condesuyos; el empleo de

cordeles en las pantorrillas que rematan en cascabeles, en el traje de los andisuyos; y los adornos de

metal en los chinchaysuyos y los condesuyos. La vinculación de estos elementos con el traje

contemporáneo del danzante no es evidente, pero si está claro que grandes tocados, cascabeles,

adornos de metal, "pecheras" y "colas", eran utilizados por los danzantes dibujados por el indio

30
cronista, como son utilizados hoy.1

ALGUNOS TERMINOS QUICHUAS RELACIONADOS CON EL RITUAL Y CON LOS MITOS

DE ORIGEN

ATAU O ATAUCAY: La ventura en guerra o honores como sami. La ventura en juegos y ganancias

y cusi. La ventura en obras o succesos temporales, y Cussiquilpocay. La ventura en cosas muy

graues, como es la salvación o los dones de gracia.

CUSI: Dicha o ventura o contento.

CUSSI CUNI: Alegrase de algo, gustando dello a Dios.

CUSSI SIMI: Buenas Nuevas.

CUSSICHANI o CUSSICHAPUNI: Hazerle Dios dichoso, o darle buenabentura.

CUSSICHAYPAC CUSSCA: Las albricias, o lo gratificado, o el don.

CUSSICHINI: Alegrar o dar gusto o contento.

CUSSIMANACUNA: Los bienauenturados del cielo.

CUSSIRUNA o CUSSICHURI o CUSSIYOC: Dichoso o venturoso. Véase Attau.

CUSSIYANI: Irse alegrando el triste.

DANZANTES ASI: Ccachhuak cuna.

DANZAR CANTANDO LA VICTORIA DE LA CHACRA QUE SE ACABA: Huayllicuni.

DANZAR DOS ASIDOS DE LA MANO: Rampanacuni.

DANZAR EN CORRO: Ccachuani.

DANZAR ENTRETEJIDAS LAS MANOS: Huayñunancuni.

DANZAR O BAILAR: Taquin tusuni.

HUACA HUACHASCCA O YSCAYHUACHASCA: El varón o la hembra nacidos de un parto, y el

varón ttira o ylla y la hembra hahua o vispa.

HUACANQUI RUNA O MACHU: los cantores que entonan en las danzas y saben los tonos y

cantares y fábulas antiguas.

31
HUACANQUI: unas yeruas o chinitas señaladas de la naturaleza, o otras cosas assi con que

engañan los hechizeros y los que dan por hechizo de amores.

HUACAYLLICUNI: Era inuocar a Dios llorando por agua cantando de noche por las calles un cantar

lloroso. HUACAYLLI: Era la inuocación que hacían a Dios por agua lluvia cuando no llouía.

HUCAYLLICUY: La procesión o cualquier inuocación que se haga por agua.

HUACCA COLLQUE, CHURASCA COLLQUE, O YLLA: El tesoro.

HUACCA MUCHHANA: Lugar de ídolos, adoratorio.

HUACCA: Ydolos, figurilla de hombres y animales que trayan consigo.

HUACCACHASCA COLLQUE: La plata escondida debajo de la tierra.

HUACCAN: Cantar las aues, gañir, aullar, bramar. Chillar de todas maneras de animales.

HUACCAN: Sonar campana.

HUACCAP ÑAM: Paso o lugar peligroso o espantable.

HUACCAPAYANI: Llorar niños por su madre.

HUACCAPUCUNI: Endechar, llorar los muertos por ruegos.

HUACCAY CAMAYOC, HUACCAY CHURU, HALLUCHURU: El lloroso, húmedo de lágrimas como el

caracol.

HUACHIRUPAY: el rayo o raja del sol que entra por agujero.

HUAYRU O PPICHCA: juego de los naturales.

HUAYRU: El mayor punto, o el mejor que gana.

PUCA: Cosa colorada.

PUCARA: Fortaleza o castillo.

PUCAYMANAC SONCCO: El que se ayra y pone colorado de yra.

PUCAYMANANI: Encenderse en yra y enojo y pararse colorado.

PUCLLACHINI TOROCTA YMA PUMACAC TAPAS: Lidiar toros o otras fieras.

32
PUKLLANI O PUKLLACUNI: Holgarse, passar tiempo, hazer juegos de gusto, y burlarse.

PUKLLAY PAKMI YACHACHICUNI: Ensayarse para algún juego o guerra.

PUKLLAY: todo género de fiestas para recrearse.

RUPA HUANMI: Quémame el agi, o tengo mucho calor en el estómago.

RUPACUNI: Quemarse en el fuego al sol o fundando de exercicio, tener calor.

RUPACHINI: Quemar en un fuego.

RUPACHISCCA: Quemado.

RUPAPAYAN O RUPAYCUN: Abrassar el fuego o el sol a alguno.

RUPAY: El calor del sol, o de la lumbre.

RUPAYNINCHIC: El calor natural.

González Holguín, Diego, Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada

lengua qquichua o del Inca, Universidad Mayor de San Marcos, Lima, 1989, 3 a Ed.

(1608, Lima, Francisco del Canto)

33
Hacia la comprensión del ritual precolombino:

Este tema, como otros, se relaciona con los conceptos que podemos encontrar hoy en la cultura

popular local, autores como Lavallée (1982) han emprendido un ambicioso intento de analizar la

ideología andina en su conjunto, en este caso a partir de la obra de Santacruz Pachacuti que se ha

considerado como una fuente básica y confiable para el conocimiento de este tema y por ello ha sido

estudiado por numerosos autores

Debe mencionarse la consideración de Urbano (1988) sobre los ciclos míticos de los hermanos

Ayar, de donde provienen los incas y de los Viracochas, de donde provienen los hombres, como

explicativos de la organización socio-política-militar y de la organización ritual, respectivamente.

"Es esencial fijar como punto de partida el hecho que las narraciones de origen son a la vez discursos míticos

y representaciones simbólicas de pensamientos sociales específicos" (Lavallée, 1982: 104).

La historia andina tal como se conserva en las referencias conocidas tiene poco que ver con una

sucesión cronológica de hechos, se trata por el contrario de una explicación simbólica-ideológica por lo

tanto el estudio de los cronistas permite el acceso a esa estructura mental simbólica.

"Si, pues, el discurso andino marcha por senderos simbólicos, es preciso concebir que los hechos y gestos de

esta sociedad han sido codificados en lenguaje simbólico, imponiéndonos un análisis que tomará en cuenta este

hecho. Por lo tanto, no hay que pedirle que nos de hechos concretos, concepciones históricas fundadas sobre una

concepción meramente cronológica (pasado-presente-futuro), y geométrica (horizontal-vertical) del espacio.

En una perspectiva como la descrita anteriormente, la diacronía es necesaria en tanto y en cuanto explica la

evolución de la organización global del discurso, mientras que la sincronía nos permite entrever su estructura

específica. Si este discurso tiene una lógica propia, es preciso buscarle las raíces y las limitaciones, pues la

representación que hace del universo es forjada al mismo tiempo que se forja una organización social, económica y

política. El mito refleja la imagen que una sociedad posee de sí misma, de sus modos de organización, de sus

instituciones, de las reglas que fijan las relaciones sociales y las alianzas con otros grupos sociales y sociedades".

(Lavallée, 1982: 104-105).

El tratamiento del concepto de historia es fundamental. Hay que tomar partido entre la
concepción cronológica de los discursos andinos recogidos por los cronistas y particularmente por este

y Huamán y Garcilaso y la concepción simbólica, no cronológica por la que abogan Lavallée (1982),

Urbano (1988) y Zuidema (1989).

Las dimensiones del espacio y el tiempo están presentes pero con aspectos diferentes a los del

pensamiento occidental, por ejemplo ni el espacio ni el tiempo son lineales, el uno está roto por la

presencia constante de los Andes y el otro remite a los ciclos de la naturaleza

"Entre los andinos, el tiempo es , a la vez, varios, y uno solo; contradictorio y armonioso, lineal y circular.

El tiempo que vale, que importa, es sagrado. Todo el proceso de producción de bienes materiales está concebido en

términos representativos o simbólicos. Cada gesto que acompaña esta creencia está impregnado de creencias y ritos"

(Lavallée, 1982: 105).

Por otro lado la "producción de bienes inmateriales" se vincula directamente con la producción

material. La noción del tiempo es contradictoria y armoniosa puesto que se lo concibe como

secuencial: nacimiento-vida-muerte y como lineal repetitivo: pasado-presente-futuro y circular: día-

noche, primavera-verano. El tiempo, según Eliade, es circular, reversible, recuperable, una especie

de presente mítico eterno, que se reintegra periódicamente mediante el artificio del mito.

El tiempo cósmico, determinado por los ciclos de la naturaleza y su reloj, se enfrenta al tiempo
social que es simbólico y está determinado por los acontecimientos históricos. La preeminencia de

unos de los dos dependerá del valor que la cultura otorgue a cada uno.

La concepción del tiempo de origen como siempre presente se vincula ritualmente con la

creación de un espacio y tiempo sagrados en la fiesta. Con la creación ritual de un tiempo sagrado lo

que se representa, lo que se crea, es un mito y un mito de origen, vinculado con el concepto de

pacarina.

Los conceptos de Santa Cruz Pachacuti sobre los orígenes plantean el concepto de desorden: el

comienzo no es en la cultura andina un punto de partida, es un tiempo y un espacio que poseen una

esencia. Era un tiempo: el tiempo de la oscuridad y un espacio: el fondo del Titicaca, las cuevas de

Pacaritambo, etc. Era un lugar negro en el que la gente vivía sin orden. En este sentido el Purun

pacha, lugar en el que nada vale la pena (behetría), subsiste aún luego de este creación del orden. Es

35
una época de caos social, político y religioso. Las fuerzas que imperan no pueden ser dominadas por el

hombre, son las fuerzas de representación colectiva "vale decir los fantasmas o monstruos antropomórficos

que pueblan todos los lugares y cuyas obras consisten en tiranizar y dispersar a las familias, transformando cada

momento de la vida social en una experiencia que no puede normalmente ocurrir" (Lavallée, 1982 : 108).

Las dos categorías del tiempo, cíclico y lineal (véase supra), son antagónicas, el orden es se-

cuencial mientras que el desorden es cíclico. Por otro lado es posible relacionar el resurgimiento del

culto a las huacas con una preminencia de los curacas y el culto a un dios supremo como vinculado con

el sistema estatal.

De acuerdo con Urbano (1988) los dos ciclos míticos de Ayar y Viracocha se caracterizan por

poseer cuatro personajes con un antihéroe a más de su trifuncionalidad : socio religiosa (culto), socio

política (organización) y socio económica (agricultura).Este tema permite tratar incluso la sucesión de

los soberanos incas en relación con esta triple categorización y plantear el problema de micro y macro

ciclos de orden y desorden, encontrando el inicio de un macro ciclo con Pachacuti."El espacio social y/o

simbólico es el conjunto de lugares de ubicación de individuos o grupos en relación con otros individuos o grupos de

la misma sociedad, o con aquellas sociedades con las que se está en contacto" (Lavallée; 1982 : 114). Los

"puntos de ubicación" son determinados por las relaciones que se elaboran alrededor de los fenómenos

de la naturaleza y aquellas ligadas a las expresiones sociales del grupo, cubriendo los campos de
relación social: relación de producción (unidad económica, etc) relación de representación (lugar

ocupado en la jerarquía religiosa, papel desempeñado en los rituales, participación en la ideología,

etc.), y relación socio política ( estructura del poder, lugar en la estructura social y de parentesco, etc)

y cada uno de estas dimensiones posee aspectos sociales y representacionales. "...el tiempo social y

simbólico puede ser concebido...como un conjunto de relaciones articuladas. El tiempo social y/o simbólico es la

articulación coherente y estable de los diferentes ritmos de trabajo y propiciación, con los diferentes ritmos

naturales. Es la organización de las relaciones sociales tomando como pauta el calendario, vale decir, los ritmos, las

regularidades, los ciclos, el orden" (Lavallée, 1982: 114 ).

Las afirmaciones de los Cronistas de Indias sobre el ritual basado en un conjunto de elementos

falsos, supersticiones e influencias del demonio, complican la comprensión del sentido del ritual

precolombino.

36
Los estudios contemporáneos demuestran que el ritual tenía una compleja lógica interna que se

había desarrollado paulatinamente sobre sustratos múltiples y que su práctica tenía una importancia

fundamental para mantener las estructuras políticas, sociales y la identidad comunitaria, a más de

servir como un importante factor de enculturación.

Las parciales referencias a los rituales que presentamos nos permiten adentrarnos en algunos de

esto factores, sin que sea nuestra intención actual desarrollarlos en profundidad.

Algunos factores importantes para la comprensión de la religiosidad precolombina han sido

establecidos por Aguiló que señala que "...el surgimiento de la religiosidad agraria de Pacha Mama se origina

en el lento proceso de sedentarización que trae consigo una visión nueva de la relación dialéctica con la

Naturaleza, a partir del escenario andino en su triple división en Yungas, Valles y Altiplano.

"Su permanencia en el tiempo muestra una extremada ductilidad frente al surgimiento de nuevos modelos de

organización social y consiguientemente nuevas formas de religiosidad, siempre más artificiales e impuestas, lo que

le garantiza una permanencia en el tiempo y a la vez una gran fidelidad consigo misma dentro del esquema

germinal de 'Pacha' como tiempo y lugar convertidos en una 'domesticidad' perpetuadora del ayllu consanguíneo"

(Aguiló, 1989 :137-138)

En este texto hay dos elementos, entre otros, que deberían destacarse; el primero se refiere a la
relación entre el campesino y la tierra y el segundo a la permanencia de formas estables de

organización social.

Pero Aguiló señala además que estos elementos deben entenderse en el contexto que

denomina "Componentes dinámicos de la religiosidad agraria" que son escencialmente tres:

"a) La herencia subyacente de rasgos totémicos de la organización tribal previa a la subida de los Andes, y que

intermitentemente volverán a aparecer a raíz de cataclismos, obligando a nuevos procesos de trashumancia dentro

del ámbito andino.

b) La primera experiencia propiamente andina, convertida en necesidad, la domesticación de auquénidos y

consiguientemente [la] vida pastoril incluye un aspecto importante: la característica de nocturnidad y contacto

germinal con la luna, las estrellas, la Vía Láctea, Venus, etc. ...

37
c) La experiencia nueva de un sedentarismo habitacional y la domesticación de productos agrarios que por siglos van

a constituir la nueva dieta alimenticia, la papa y demás tubérculos, el maíz...operan una convergencia vital con la

naturaleza y sus ambigüedades: la 'fidelidad' preñada de ternura de la Pacha Mama y la malignidad arbitraria [?]

de los 'accidentes geográficos-atmosféricos'; lo que a partir de Wayra (= aire, viento) constituirá el 'espacio hostil'

que rodeará el meollo de la domesticidad, presencia vital de Pacha Mama.

Esta experiencia de 'pender' dialécticamente de la naturaleza en su doble faceta benigna-hostil, configurará

la religiosidad agraria andina.". (Aguiló, 1989: 139-140).

De acuerdo con este planteamiento se podrían observar en la religiosidad agraria tres elementos

de origen diverso:

- lo totémico

- lo uránico y

- lo agrario

Entre los elementos totémicos se encontrarían los vinculados con las catástrofes:

amaru=serpiente monstruosa, inundación, de alguna manera afín al pachacutec.

Los elementos uránicos proyectarían la religiosidad pastoril a lo celeste, en el Perú, la llama, la


perdiz, el bebé llama según Cabello Valboa y Molina; en el sur del Ecuador esta relación no ha sido

investigada y la afirmación de Aguiló haría difícil identificar las constelaciones con el venado y la

curiquinga (por su carácter totémico antes que pastoril-uránico).

Por último la religiosidad de la Pacha Mama incorpora el concepto de lo liminal conjuntamente

con lo propiamente agrario. Evidentemente existe una compleja articulación de los tres niveles y ellos

no son claramente separables.

Este rápido recorrido por la religión precolombina nos permite observar la utilización de

determinados elementos asociado con el ciclo vital, la siembra, la cosecha, el trabajo, la indumentaria y

textiles o, la división social, los roles masculinos y femeninos (que son descritos por Huamán Poma

desde otra perspectiva en las "calles").

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Aquí cabe incluir dos reflexiones, la primera es que la fiesta refleja, en un acontecimiento

comunicativo, la estructura de la sociedad y por lo tanto la actual fiesta refleja la sociedad

contemporánea. En este sentido nuestra afirmación sobre la permanencia de los símbolos

precolombinos en la fiesta moderna puede tanto interpretarse como la pervivencia de ciertas

estructuras de relación social o como el proceso de recontextualización que esos elementos, en lo que

tienen de comunicativos, han sufrido (Dover, Seibold, Mcdowell; 1992).

La segunda reflexión, íntimamente ligada con la primera, se refiere a la necesidad de la sociedad en

transformación, en la época colonial, de utilizar un código comunicativo previamente conocido para

desarrollar los eventos que reflejen la nueva situación. Aún si la sociedad se hubiese transformado en su

totalidad, lo que no parece ser el caso, resulta altamente improbable que las nuevas condiciones

sociales pudiesen ser reflejadas por los símbolos introducidos por la nueva religión ya que estos debían

previamente aprenderse. Parece más probable que los viejos símbolos y códigos se hubiesen utilizado

en el nuevo contexto, sumándose a los símbolos y códigos recientemente incorporados. Tendremos

oportunidad de ampliar este aserto inicial al referirnos a los elementos simbólicos que se utilizan en

fiestas determinadas y a su vinculación con condiciones del mundo y de la sociedad.

De alguna manera los actuales procesos de transformación de la fiesta pueden, con las reservas

del caso, remitirnos a los procesos de transformación durante la colonia temprana.

39
Fiestas españolas y fiestas americanas:
Fiestas españolas y fiestas americanas:
Las fiestas que corresponden al calendario ritual cristiano en España, tienen una indudable relación con
las fiestas religiosas locales y nacionales. Una somera revisión de las fiestas populares nos permite
aproximarnos en forma preliminar a un fenómeno cuya extensión aún debe estudiarse.

Así en estudios sobre las fiestas españolas encontramos referencias al baile de cintas (serranilla) y sus
diversas figuras; al viejo o “zamarrón” asociado con el anterior baile; a los difundidos bailes de espadas,
parte fundamental del folclor vasco; a la presencia de disfraces animales, incluyendo el disfraz de oso; a
los diablos, cargados de campanas o cencerros directamente relacionados con los aruchicos; a
ceremonias en las que intervienen venados, toros y aún culebras; a la institución del “prioste” y a los
“mayordomos”. “alcaldes”. “capitanes” y otros. En fin, encontramos que una buena parte de los
personajes y la estructura de las fiestas campesinas, o directamente de las fiestas indígenas, se
relacionan directamente con fiestas españolas, algunas de ellas en vigencia hasta hace unos veinticinco
años y otras practicadas desde épocas muy antiguas hasta los siglos XVIII y XIX.

¿Significa esto que la actual estructura de la fiesta campesina y su función, se relacionan más direc-
tamente con las fiestas españolas que con sus posibles contrapartes indígenas?

Debemos analizar brevemente la estructura y los personajes de la fiesta indígena precolombina a fin de
compararlos con los de la fiesta española. Solamente así, la fiesta como expresión visible del ritual y el
mito, podrá ser comprendida a cabalidad.

La información sobre el tema de la religiosidad precolombina y su relación con el mito y el ritual


puede obtenerse en diversos cronistas, entre ellos Cobo, Molina el Cuzqueño, Huamán Poma, Cabello
Valboa, Martín de Murúa, Pachacuti Yamqui, Betanzos, o de fuentes como los Mitos de Huarochiri,
recopilados por Avila hacia 1600, la “Instrucción para descubrir todas las guacas del Perú y sus camayos
y haciendas” (1583-84) de Cristóbal de Albornoz y la obra de Arriaga “La extirpación de la idolatría en
el Perú”, publicada en Lima en 1621, entre otras.

Para la región sur del Ecuador, las referencias de que disponemos son escasas y fragmentarias. La única
fuente explícita sigue siendo las “Relaciones Geográficas de Indias” y las referencias a los cañaris y sus
mitos en algunas de las fuentes ya citadas, así como en Sarmiento de Gamboa.

Los intentos posteriores de determinar el verdadero significado de la religiosidad precolombina y sus


mitos, se han desarrollado fundamentalmente en el Perú, aunque en el Ecuador debe mencionarse el
esfuerzo pionero de Jacinto Jijón y Caamaño y su trascendental obra “La religión del imperio de los
Incas”, publicada hacia 1920 (Jijón y Caamaño; 1990).

Molina plantea una probable referencia al baile de cintas o tucumán y danzas con cuerdas de colores
también son reportadas por los cronistas que las relacionan con el amaru o serpiente monstruosa y por
tanto con el agua.

¿Qué sucede con los bailes de espadas? No hemos encontrado una referencia precisa a bailes indígenas
con espadas en la literatura consultada. Existen combates rituales, pero estos no son catalogados como
“danzas”, sino como verdaderas batallas, o como batallas simuladas, en las que participan grupos de
hombres y, en ocasiones, de mujeres, que se enfrentan en un combate en el que puede o no
derramarse sangre. Estos encuentros están más bien representados por los “tinkuy” o por el “pucara”,
aunque no es posible descartar una representación simbólica del enfrentamiento verdadero, incluso
como una sustitución de la lucha, prohibida por las autoridades coloniales, como veremos adelante.

En resumen, la figura del danzante con un traje específico y muchas veces lujoso, que interpreta bailes
al son de instrumentos como el tamboril, tocado por las mujeres, el rondador o el pingullo, y que em-
plea una serie compleja de símbolos muchas veces asociados con animales, es frecuente en la literatura
temprana sobre las culturas indígenas. Se señala, incluso, la coincidencia en las fechas de determinadas
festividades, destacándose el caso de san Juan o de Corpus Christi y su relación con el Inti Raymi y de
la Navidad y su relación con el Capac Raymi.

Las referencias específicas a los bailes de cintas son escasas, aunque se hayan utilizado cuerdas para
ciertos bailes (de los que incluso el “juego de los ayllus” tratado por Zuidema es una variedad), ni a
posibles bailes de espadas ya que existían verdaderos enfrentamientos como el “tinkuy”.

En esta breve referencia a los danzantes, podemos entonces destacar coincidencias con las danzas
europeas y algunas diferencias. Esto determina que el tucumán y los bailes de espadas, a veces re-
portados como de posible origen precolombino, hayan sido introducidos en la época colonial, aunque
su propio sentido pudo haberse reinterpretado.

En conclusión el actual estado de conocimientos sobre el tema hace que sea difícil pronunciarse en
torno al problema del origen de determinados elementos presentes en los rituales americanos. Creo
que la respuesta se encontrará mediante investigaciones más detalladas sobre este tema específico como
las que ya realiza Zuidema para determinar el carácter de la iconografía religiosa de Huamán Poma
mediante la comparación de los elementos gráficos del indio cronista y su posible contrapartida
americana o europea. Sin embargo está claro que resulta aventurado afirmar que la estructura de la
fiesta contemporánea se relaciona directamente con la fiesta precolombina. A pesar de existir
indudables persistencias estas son más bien escasas y entre ellas se encuentran el pucara como rito de

41
sangre, aunque directamente vinculado con los rituales menores de sangre como el gallo pitina y el
sacrificio del toro en Girón; el significado ritual del número cinco relacionado con el huayru y el
lavado de la ropa en el “cinco”; la persistencia de los lugares sagrados algunos de ellos claramente
identificados con antiguos sitios de culto y elementos aislados cuya presencia es difícil de identificar
con claridad y que se alejan del ámbito del ritual para concentrarse en las concepciones del mundo del
campesino.

En España en la Meseta Central, Castilla la Vieja y las antiguas provincias castellanizadas del Reino de
León señala Caro Baroja, refiriéndose a una fiesta en la que se practica una variedad de lo que
llamaríamos “vaca loca” y aún un simulacro de sacrificio del bóvido:

“Acaso esto [la importancia de la ganadería en la región] explique que en toda ella exista un tipo de mascarada
especial, con motivo de determinada fiesta de primeros de año (San Sebastián, San Blas, San Antonio o Carnaval
simplemente), que consiste en que un mozo del pueblo que sea...se disfraza sumariamente de bóvido. Llaman a este
‘la vaquilla. y suele salir seguido de otros cubiertos de pellejos y con cencerros a la cintura que son los ‘cabestros’ y
que producen la algazara de la gente. Otro mozo, u otro grupo de mozos, después de varios episodios e incidentes,
fingen dar muerte a la ‘vaquilla’, y luego beben todos cantidades de vino diciendo que es su sangre. Hay que
indicar que este ‘rito’ antiguo, cuya relación con las mascaradas del norte (en que sale en vez de una representación
de vaca otra de caballo) es muy probable, se halle condenada por multitud de autoridades de la Iglesia antigua y en
cánones de Concilios de diversos países en forma clara [lo que haría improbable que hubiese sido trasmitido a
América como parte del ritual religioso cristiano]. ‘Los cánones penitenciales-dice el padre Flórez, y su autoridad
basta ahora para no amontonar referencias- señalaba tres años de penitencia a los que hiciesen el ciervo, o la
ternera o becerro’ Esta fiesta pastoril de ‘la vaquilla’ está en relación con las cofradías o hermandades de mozos...”
(idem : 102)

La práctica del “corte de gallo” o “gallo pitina”, cuyo aspecto general es muy semejante a lo que se
practica en Cumbe, es establecida así: “Con respecto a fiestas agrícolas, indicaremos que en Castilla en general
se han celebrado las de mayo con esplendor, y en época anterior del año otra que debe considerarse también como
agraria en sus orígenes y que es la ‘corrida del gallo’. Es propia de muchachos, que eligen entre ellos uno al que
llaman ‘rey de gallos’ y consiste en matar un ave de estas, bien de una forma, bien de otra, en medio de la algazara
general. El objeto de este sacrificio se ignora pero cabe pensar que el gallo muerto debía ser representación de lo que
Mannhardt y Frazer estudiaron bajo el nombre, harto genérico acaso, de ‘espíritu vegetal’” (idem : 103).

Las mascaradas han sido identificadas dentro del folklores español, en las provincias vascongadas y
Navarra incluyen elementos de oposición, representación bufa y la aparición de grupos marginales “Hoy
en día estas danzas (edate-danza; forrai-danza; mutil-danza, etc.) han perdido el significado religioso que antaño
tuvieran, como también lo han perdido las mascaradas del país de Saule que se hacen a primeros de año,
compuestas de dos bandos, el de los rojos, hombres y muchachos bien ataviados que representan a varios personajes

42
especiales (el caballo, el gato, la cantinera, el señor y la señora, el labrador y la labradora...), que ejecutan siempre
los mismos actos, y los negros que van armando bulla, vestidos con trajes sucios y ridículos, imitando torpemente a
los anteriores” (Caro Baroja,1976, 36).

Las representaciones bufas, en las que intervienen patrones y mayordomos (huasicamas en el caso
americano) y otros personajes disfrazados aparecen también. Así, “Desde el Ampurdán hasta Andorra se ha
conservado una mascarada invernal carnavalesca en que interviene un cazador fingido y un oso u osa igualmente
fingidos, y a veces también un caballero y su dama, el servidor, dos segadores y una fregona, que bailaban por el
orden indicado una vez que se presentaba la caza del animal” (idem : 196).

Probable antecedente del reto y su aspecto crítico hacia la sociedad local es este personaje, “Hasta
mediados del siglo pasado...tenía lugar en la comarca del Vallés un tipo de mascarada carnavalesca en que jugaban
papel principal un hombre llamado el manyo, hábil improvisador de poesías; otros dos con calzas de piel, cencerros
en la cintura y largos zurriagos de aspecto semianimal; dos diablats; el viejo (vell) y la vieja (vella) y detrás ocho
parejas de niños y jóvenes que eran los novios (nuvis). Bailaban estos, siendo el número más importante de la
representación la espolsada= la sacudida” ( idem : 197).

En la escaramuza y la contradanza se encuentra frecuentemente a personajes “femeninos”, que no son


otra cosa que hombres disfrazados de mujer, fenómeno que también recoge Caro Baroja como una su-
pervivencia de antiguos rituales, “La cantidad de elementos tomados de la indumentaria femenina que ofrece la
vestimenta de los que ejecutan bailes de palos, cintas, etc. también en Cataluña, es un indicio más de que en otros
tiempos tales danzas o bailes estaban dedicados a una diosa ctónica del tipo de Cibeles” (idem : 198).

En Asturias en algunas mascaradas aparecen, junto con “damas”, “galanes”, el señor y la señora,
disfraces de animales, entre ellos el de oso.

EL tucumán o baile de cintas, que cómo leímos en Molina podría tener un antecedente precolombino,
aparece con frecuencia en España y señala Caro Baroja que “En Castilla la Vieja llaman la atención las
danzas del ‘Ramo’, uno de cuyos números es el de tejer un cordón con varias cintas, dando vueltas alrededor de un
mástil que es el emblema de la fiesta; con los danzantes va un ‘zamarrón’ o gracioso” (idem : 104), incluso el
personaje del “rucu” o viejo es reportado en este baile del “ramo”.

Debe mencionarse que Ia presencia de figuras, relacionadas históricamente con personajes liminales de
antiguo origen y que recuerdan a la imagen de la “huaca” es referida por Caro Baroja en
España”Conocidísimo es el mito de las ‘xanas’ en el centro y oriente...Son estas una especie de ninfas o hadas que
aparecen en los arroyos peinándose los cabellos con peines de oro, o dedicadas a otras actividades” (idem 60).

Otro campo de extraordinaria riqueza para este estudio comparativo es el de la tradición oral popular,
producto del encuentro de mitos que venían de la cultura tradicional española y de los mitos andinos.

43
SEGUNDA PARTE: FIESTAS Y RITUALES DURANTE LA COLONIA Y LA REPUBLICA

TEMPRANA EN EL AZUAY:

ALGUNOS TESTIMONIOS

La continuidad de determinados rituales puede ser demostrada a partir del conocimiento de las

fiestas que se realizaban durante la colonia y la república temprana en el Azuay, aunque las fuentes son

escasas los datos que de ellas podemos obtener son de gran interés.

El documento más antiguo que presentaré sobre el tema, señala ya un dato que merece

consideración, el obispo José Carrión y Marfil al visitar Alausí en 1790 recomienda:

"Por cuanto se han denunciado los abusos, desórdenes y supersticiones que se

practican con motivo de una capilla que se halla sobre el monte que domina el [?]

pueblo, el cura y el vicario hará vaxar la cruz que se dice haver en ella y demolerá

esta capilla colocando la cruz si fuere proporcionada en dicha iglesia".(ACA/C

18 VISITAS PASTORALES 1790 Alausí Rec # 27 )

El contexto en el que se plantea la recomendación apunta hacia la presencia de una cruz en un

lugar "potente", en el que se desarrollaban formas de culto que disgustaban a la jerarquía eclesiástica.

Por otra parte, casi un siglo más tarde en otra visita pastoral, esta vez realizada por el Obispo

Estévez de Toral, se anota:

"Suprima los desórdenes, especialmente la embriaguez que reina en las fiestas de

los anejos, que lejos de ser para gloria y honra de Dios, son para la corrupción de

costumbres, por ser espantosas bacanales con el nombre de fiestas cristianas..."

(ACA/C 59, VISITAS PASTORALES 1862 Chuquipata, Rec # 13)

Es decir que se mantiene la impresión por parte de las autoridades eclesiásticas de que las fiestas

populares incluyen elementos que no son cristianos. Hemos podido, además, identificar algunos de los

elementos que se consideran como inadecuados, es así que se señala:

"Qué jamás se permita en la iglesia el uso de los tambores y otros instrumentos de


percusión prohibidos por el Sumo Pontífice""(VISITA A SAN JUAN DE

GUALACEO 10/XII/1862 R. Estévez de Toral rec. #7)

o que:

" (el párroco)... ha continuado admitiendo los pendones para las fiestas y

dando motivo con esta conducta para que se escandalice la jente de su pueblo y las

de las parroquias vecinas y se de pábulo a la embriaguez de la raza indígena que

sólo busca un pretexto cualquiera para entregarse a los vicios. Para que esto no se

repita ordenamos y mandamos, que en ninguna fiesta de la parroquia, ni con

ningún motivo, sean admitidos en las fiestas los tales pendones" (ACA/C 47

VISITAS PASTORALES Miguel León, el obispo rec. # 8)

e inclusive que:

"Para estirpar los desórdenes que suelen ocurrir con motivo de la fiesta de la

Virgen Stma. de Guadalupe, ordenamos al párroco que para celebrar dicha fiesta

exija de los priostes formal compromiso de que no habrá esos días ni corrida de

toros, ni escaramuzas ni otras cosas que sirvan de motivo al trastorno de la moral

del pueblo, entendiéndolo que de no proceder así quedará suprimida la dicha


fiesta. Mas como suelen ser los indígenas mui pegados a la costumbre, procure el

párroco desarraigarlos por medio de la persuasión y empleando las medidas que la

prudencia le dictare".(ACA/C 66 VISITAS PASTORALES 1865 Baños

Remigio Estévez de Toral Rec # 6 )

La propia autoridad civil interviene en ciertos casos, como se desprende de la siguiente

comunicación:

"Cuenca, diciembre 2 de 1881

Gobernación de la Provincia

Al Ilmo y Rdmo Sor Obispo de la Diócesis:

45
Ilmo Sor:

La traslación de la fiesta de Turi al centro de esta ciudad trajo, en el

año pasado, desórdenes y escándalos consiguientes a ciertas costumbres paganas,

que aún se ejercitan por las jentes del campo i los indios, especialmente.

Sin descender a la reminiscencia de estos actos, i en la resolución de que la

ciudad no vuelva a ser teatro, ruego a Us Ilma, que, si dicha fiesta, no deba tener

lugar en su misma parroqia, porque SS no lo crea conveniente, tampoco lo tenga

en el centro de esta ciudad, ya por las razones que acabo de exponer, i ya porque

deseo evitar que los indios i la clase infeliz sufran las medidas enérgicas, que la

policía pudiera emplear en cumplimiento de las instrucciones que le ha

encomendado la Gbción.

Dios y Libertad

(ACA/C 4484 ADMINISTRATIVO)

Por otra parte un documento de 1815 (ANH/C.C 43.412), dirigido al Teniente General y

Gobernador señala:

"Andrés Chillogalli y Juan Chimbo, Indios de la Doctrina de Quingeo, Alcaldes

nombrados para la celebridad de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves

colocada en aquella Iglesia para el presente año: ante Vuestra Señoría como más

haya lugar comparecemos y decimos: Que desde los primitivos tiempos se halla

establecida dicha festibidad y culto, con corrida de terneros, Escaramusa, y

Moxiganga bajo la condición de cuidar toda desavenencia, hebriedad y otros

desórdenes, que en semejantes casos suele ocurrir, en cuia virtud se ha de dignar la

superior justificación de V.S. concedernos la Licencia necesaria para solo la

corrida de Escaramuza y Moxiganga en la semana de Reyes del mes venidero año

diez y seis, bajo las condiciones mencionadas. Cuenca y diciembre 20 de 1815" .

La licencia fue concedida quedando los comparecientes como garantes de la petición y las

46
condiciones, aunque debemos recordar que la moxiganga estaba legalmente prohibida por las

autoridades coloniales.

Los elementos que debemos destacar de estos pocos documentos localizados apuntan claramente

en una sola dirección, las costumbres religiosas de los campesinos de la región son consideradas como

poco cristianas, como pretextos para "espantosas bacanales", en resumen como reminiscencias paga-

nas, todo esto hace poco más de cien años y más de trescientos años después de la fundación de

Cuenca.

El párroco de Nabón y sus anejos, Isaac Ulloa (1989 [1908]) nos ha dejado una de las pocas des-

cripciones sistemáticas sobre las fiestas de su parroquia y a la que nos referiremos in extenso.

Es un interesante texto en el que se detallan algunos datos sobre las fiestas y costumbres del pue-

blo de Nabón, las Nieves, Chumasana y otros. Pueden encontrarse referencias al tema de los priostes,

los danzantes, escaramuza, gallo pitina, chicha, imágenes veneradas, muñidores, borrachera,

devociones.

Ulloa inicia su referencia a las fiestas, así:

"Son ellas, en general, pocas, pobres y sin el consuelo de la verdadera piedad,

cuya manifestación principal creo está en la Comunión, si exceptuamos el Jueves


Santo, la fiesta del Sagrado Corazón y de la Inmaculada. Las fiestas que se ha

solido llamar notables, tienen este calificativo solo cuando en ellas hay

escaramuzas, saraos, danzantes, gallo-pitinas, o contradanzas en la plaza.

Sea dicho de paso que el venerable Sr. Dr. Novillo ha logrado quitar muchas de

esas novelerías ridículas o inútiles, aún cuando volvió a renovarse el afán por ellas

posteriormente. Hoy amenazan, pero no se lleva a efecto, al menos en la iglesia

principal: algo queda en las fiestas del Anejo y haciendas."

La organización de la fiesta es casi idéntica a la que se practica ochenta y cinco años más tarde:

"Los que las costean son indios del pueblo nombrados por los priostes principales

que desde hace muchos años han sido nombrados o reconocidos por los Venerables

47
Señores Curas y pueblo por su especial afecto a ese misterio o Santo, y que han

tenido la suficiente comodidad para insinuarse en el ánimo de los demás hasta

hacerle aceptar el cargo de Mayordomos o diputados para el año. Ellos los

designan y el cura en el púlpito los publica para el año siguiente. Del mismo

modo se nombra a los moñidores que durante el año semanalmente tienen la

obligación de barrer la iglesia en el día señalado a los devotos de cada

advocación o misterio: los lunes los de San Juan, los jueves los del Santísimo, los

sábados los de la Virgen. Ordinariamente son dos indios o indias jóvenes y cuando

estos no lo hacen los suplen algunos mayores." (idem : 161-162)

La descripción de la fiesta, que realiza Ulloa, tiene, también una gran actualidad: "

"Estas fiestas juradas se hacen a veces con mucho ruido. La del Corpus, consta

de vísperas cantadas en la tarde, y en el día propio misa cantada y sermón y

procesión con el Santísimo por la plaza. No se acostumbra jubileo en ninguna

fiesta del pueblo. Se costea bastante cera, lo que depende de la voluntad de los

priostes. Algunas veces componen la iglesia, revientan cohetes y gastan en música,

y allí termina todo. Acostumbran aumentar la novedad con danzantes y

chirimías de las que las notas son demasiado tristes, siendo en general así la
chirimía en este pueblo" (idem : 162)

Las fiestas por San Juan, y que al parecer no corresponden al culto a este santo sino a la imagen

del Señor Crucificado, como hemos aclarado en las fiestas de Cumbe, se asemejan también

sorprendentemente a las fiestas contemporáneas, existiendo, además, los mismos problemas:

"Igual es la de San Juan, el 24 de junio, en la que ha habido la costumbre del

gallo pitina en la plaza, y en este año anterior de 1908 murmuraron del cura

blancos e indios porque se les dijo que me parecía ridículo y bárbaro el juego, y

ocasión de que no sean muertos solamente los gallos sino la gente, porque ese

juego se hace a carrera de caballo y entre muchos, y sobre todo por la afición

general de la gente del pueblo á la borrachera y á andar con revólveres."

48
En la conmemoración de los difuntos encontramos una interesante referencia al "cuadro de

almas" hoy todavía en uso en Girón:

"La de Almas, antes ruidosa por la mucha concurrencia, hoy ha disminuído

según dicen. Se celebra el mismo 2 de noviembre. Se compone en media iglesia un

altar, no propiamente túmulo, con el cuadro de almas...En este altar o túmulo

ponen mucha cera de laurel, esa cera verde que en Zhiña y Chumasama

abunda no se si por hallarse cerca esos vegetales de que se extrae, y en todo el

templo ofrendas, con toda la ridiculez de los tiempos atrasados, pero que en vez

de vino que los ricos ponen, usan casi todos grandes botellas de agua bendita.

Consta la fiesta de una vigilia en la víspera, en el día la misa cantada y

la procesión hasta el panteón...Precede a este día una Novena de misas cantadas."

(idem : 162-163).

Las fiestas de mayo giran en torno a la imagen de la cruz, y así se practican hoy en el área de

Gualaceo y sus alrededores, en 1908 se desarrollaban de la siguiente forma:

"En el mes de Mayo...sé que son sólo tres días en que se manda a celebrar misa

cantada, el 1º, el 7 y el 30. Dicen que llaman a estos días las fiestas de Mayo
y ponen sermón, vísperas y procesión. Que éstas y principalmente la del 30 ya es

antigua y popular. Que las escaramusas en estas han sido cosa notable. Para

este año oigo que se preparan: han hecho documento entre los jóvenes para dar

discursos en la puerta de la iglesia en honor de la Virgen, y los demás para correr

a caballo en escaramuza. Estas cosas me cuentan, pero no los comprometidos."

(idem : 167)

Las fiestas del Corpus incluyen danzantes y música de chirimía.

Las fiestas del anejo de Zhaya (Las Nieves) incluyen una interesante referencia a la participación

de poblaciones relativamente distantes, es así que Ulloa anota:

"En cuanto a las fiestas del Anejo de las Nieves poco tengo que decir, pues la de

49
Mayo no sé en que consista; la de Diciembre sólo tiene de particular el sarao...y

por lo que mira á la fiesta titular el 5 de Agosto, con romerías y todo es un

verdadero desorden. Son los Señores o Señoras de Yunguilla los priostes, apenas

acompañados de uno o de una de la parroquia de Las Nieves. Son uno, dos o tres

días de holgura para esa gente de ardiente clima y carácter. El único objeto que

parece traer es divertirse y cumplen su romería poniendo una esperma delante de

la Virgen. Pagan misas á que el cura las aplique cuando pueda, en algunas

ocasiones avanza a 80, ó 100 su número. No es buena fiesta si no tiene escara-

muza; son los lugareños unidos a los yunguillanos, sulupalis y pucareños los que

en número nunca menos de 50, y siempre más corretean, obsequian espermas a la

Virgen, puesta en la puerta de la Sacristía junto a la plaza, dan algunas frutas

para el Bazar, y luego obsequian al Cura y al pueblo naranjas, y otras frutas a

carrera de caballo" (idem : 167-168).

Las costumbres señaladas se extienden a los anejos de Chumasana y Zhiña, en donde dice Ulloa

"...todos los días hay juego de escaramuza" (idem : 168).

Parecería que la estructura básica de las fiestas se mantiene más de ochenta años, después lo que

confirmaría su carácter fuertemente tradicional. Sin embargo creemos que, en muchos casos, aunque
la estructura básica se mantenga, puede producirse un fenómeno de recontextualización que será

analizado en otro lugar.

50
TERCERA PARTE: EL RITUAL CONTEMPORANEO EN EL AZUAY

El ritual comunica relaciones sociales, concepciones del mundo, el papel asignado a los

individuos, pero lo hace no solamente hacia la sociedad, la familia o el grupo inmediato, sino también

hacia el individuo como tal, precisamente por su participación en este evento comunicativo complejo.

Este carácter comunicativo ha sido subrayado por Leach, que lo relaciona también con los

aspectos técnicos al afirmar: "Los actos que 'dicen algo' no siempre son intrínsecamente distintos de los que

'hacen algo'...Casi todos los actos humanos que se dan en un medio cultural bien definido tienen estos dos aspectos,

el técnico y el estético y (o) comunicativo" (Leach, 1974:385). Aunque por otro lado señala que: "En los

tipos de conducta que con arreglo a las definiciones anteriormente mencionadas se calificarían de 'rituales', el

aspecto estético y comunicativo se destaca sobre el técnico, aunque este último nunca desaparece" (idem: 386).

Cuando se menciona la comunicación en el ritual, esta nunca debe entenderse como meramente

lingüística, dado que: "...las sociedades varían ampliamente en el grado, por ejemplo, en que lo tangible tiene

preferencia sobre lo visible o auditivo o cualquier combinación de estos. Es ingenuo y etnocéntrico definir a la

comunicación basándose en la concepción que de sí tienen las sociedades de orientación lingüística" ( Birdwhistell,

1974: 559).

Como lo señala el propio Leach, el ritual comunica, en contextos específicos, elementos

comprensibles para los miembros del grupo tal como lo hacen otras formas de comunicación en

contextos habituales, por lo que su significado puede estar claramente ligado a la comunicación.

Las consecuencias o resonancias del ritual deben situarse sobre otras acciones sociales "...e incluso

en la percepción de continuidad o discontinuidad entre las acciones sociales de individuos o grupos" (idem : 10).

Esta perspectiva permite afirmar, con Turner, que "Cuando se entiende la sociedad no como un estado

sino como un proceso ya no es posible pensar en los rituales como 'operaciones de la sociedad sobre sí misma y sobre

sus miembros', sino en grupos de individuos ejecutando rituales, es decir, viviendo dramas sociales y jugando al

juego social" (García García, 1991: 11), pero es siempre necesario recordar que "Levi Strauss se inclina a

considerar el ritual como elemento integral de los procesos mentales. El ritual divide el continuo de la experiencia

visual en categorías con nombres diferenciadores y nos proporciona así un aparato conceptual idóneo para las
operaciones a intelectuales a un nivel abstracto y metafísico. Esta idea implica que debemos concebir el ritual como

un lenguaje, en sentido totalmente literal. " (Leach, 1974 : 386).

Al mismo tiempo consideramos que el ritual, en algunos casos estudiados, posee un referente

externo a la sociedad, que no está claramente explicado por ella. Nos referimos aquí al papel de las

fuerzas sobrenaturales y la posibilidad de acontecimientos milagrosos que permiten solucionar ciertas

carencias básicas de la estructura social.

En el mundo occidental a más de la traducción a conceptos lingüísticos de toda acción o aconteci-

miento se ha producido un proceso continuo, y últimamente acelerado vertiginosamente, de

densificación iconográfica.

Esto supone que en la gran mayoría de las sociedades que han existido la imagen es utilizada sola-

mente en forma excepcional. La escala de las sociedades es uno de los factores que han determinado

este escaso desarrollo de la iconografía; además su empleo, cuando se produce, está claramente

asociado a significados simbólicos o aún a significantes mágicos precisos.

Las cosas o personas están en su imagen, de ahí que la acción sobre la imagen se considere como

equivalente a la acción sobre lo representado. Un cambio cualitativo, no sabemos hasta qué grado aso-

ciado con la transformación de algunas sociedades en literatas, determinó un proceso paulatino,


aunque de forma alguna total, de desacralización y pérdida de valor mágico de la imagen

Aún si nos referimos solamente a las imágenes visuales impresas en la sociedad occidental

contemporánea, es posible comprender la magnitud de la presencia de ellas en el mundo, si uniésemos

a ellas las imágenes visuales reproducidas por medios como el cine o el video el número es mucho

mayor y si a todo ello juntamos aquellas imágenes no figurativas que son símbolos, aunque su función

inicial sea la de funcionar como artefactos, la cifra alcanza una proporción abrumadora.

En las sociedades tradicionales, especialmente en aquellas que se mantienen por la preeminencia

de la tradición oral como medio de transmisión de conocimientos, la imagen mantiene aún un carácter

excepcional, es decir que no forma parte de la experiencia habitual del individuo.La imagen entonces

forma una parte fundamental de los ritos y ceremonias y se utiliza para comunicar , a través de su

simbolismo, elementos asociados con ella, en sus distintas versiones.

52
Dado que "ritos y ceremonias son actividades estilizadas y repetitivas de comportamiento formal ca-

racterísticas de una cultura, en consonancia con los significados contextuales atribuidos por la tradición" y que "se

trata de acontecimientos de elevado sentido dramático e intenso simbolismo mediante los cuales se regula la vida

social" (Hunter y Whitten, 1984 : 148) la utilización de las imágenes visuales resulta de enorme

importancia para desarrollarlos de acuerdo con la necesidad de participación colectiva que los ca-

racteriza.

El concepto básico de ritual incluye un comportamiento estereotipado, previsible, prescrito,

comunicativo y aninstrumental. "Su esterotipia y predictibilidad significan que el comportamiento idóneo frente

a una situación dada... es de alcance muy limitado y, una vez iniciado, sigue siempre una pauta casi invariable. Es

prescrito por cuanto su ejecución no depende solo del capricho de un individuo sino que es esperado por otros en

circunstancias y formas específicas. Comunica algún hecho acerca del ejecutante, el sujeto, o la relación entre

ambos, a un auditorio... Por último el ritual es aninstrumental en razón de que su ejecución no se considera

poseedora de efecto alguno directo o mecánico sobre el mundo externo... el ritual representa un concepto analítico,

no un hecho independiente. Como tal comprende una vasta gama de comportamientos reales en continuidad con

otros de carácter no ritual". (idem).

La afirmación de que el ritual es básicamente aninstrumental, es decir que no se considera que

posea la cualidad de provocar una acción, debe entenderse en el contexto de las acciones rituales como
expresivas.Al respecto afirma Beattie que "...todo el procedimiento o rito tiene un aspecto esencialmente expre-

sivo, ya sea que se piense o no que es efectivo instrumentalmente. En todo rito a la vez se dice y se hace algo. El

hombre que consulta al hacedor de lluvias y el hacedor de lluvias que efectúa una ceremonia para propiciar la

lluvia están afirmando algo; afirman simbólicamente la importancia que conceden a la lluvia y su ferviente deseo

de que caiga cuando sea necesario''. . Los ritos, entonces, reproducen lo que se espera que acontezca. No

se trata solamente de una conexión causal. El rito puede constituir un fin en sí mismo y aparecer como

acción expresiva sin finalidad mágica causal, su carácter aninstrumental no desmerece su importancia.

53
Esta breve aproximación a los conceptos de ritual y ceremonia nos permite precisar que el empleo

de la imagen (a la que no nos referimos solamente en su vertiente figurativa o representativa) forma

una parte esencial de las actividades formalizadas.Lo visible en este caso remite al observador o

participante al significado simbólico. Dada la escasa utilización de fórmulas verbales, la gesticulación, la

evolución y movimiento de los sujetos, el color, la indumentaria y la secuencia de la acción, adquieren

la máxima importancia. Actividades no previsibles o no prescritas no están formalizadas o ritualizadas y

por lo tanto no requieren del empleo de la imagen con su remisión a un simbolismo particular.

Conviene detenernos en un análisis algo más detallado de la relación entre la imagen y la fiesta reli-

giosa o profana, el acontecimiento social formalizado (o rito de contenido social) y lo sobrenatural. En

cada uno de estos eventos el empleo de la imagen adquiere un significado aparentemente distinto pero

en realidad semejante.

Se han realizado numerosos estudios sobre la fiesta en el Ecuador habiéndose establecido en forma

más o menos precisa sus elementos y su significación económica, social y, por supuesto, religiosa. No

es este el lugar para detallar los estudios efectuados ya que estos trabajos son de fácil acceso sin

embargo es necesario tener siempre presentes estos aspectos.

54
La fiesta campesina en el Azuay:

La fiesta debe ser indudablemente considerada como un enormemente complejo acontecimiento co-

municativo. Este punto de vista se basa en que la fiesta religiosa campesina constituye un todo complejo

inseparable en sus partes e inseparable de la realidad social en que se inscribe.

Pero el planteamiento indicado se vincula con la necesidad de recurrir a una traducción en cuanto la

experiencia del participante en la fiesta es esencialmente incomunicable. Dado que es imposible

reproducir los aspectos cualitativos de la fiesta, intentaremos, al menos, aproximarnos a ella a través del

estudio del significado de su transcurso total y de los momentos que la integran.

El concepto de totalidad de la fiesta como acontecimiento comunicativo incluye a los elementos en

uso, al transcurso cronológico, a la actitud de los participantes directos y los espectadores relacionados

con ella o participantes indirectos. La totalidad de la fiesta posee una capacidad comunicativa que no se

deriva solamente de la suma de sus momentos sino que trasciende esta suma logrando, como en el caso

del ser vivo que es superior a sus partes, un nivel más elevado.

Dado que esta combinación de momentos determina solo parcialmente la capacidad comunicativa

del evento, puesto que el evento asume un nivel superior, el análisis de las partes constituye solamente

un aspecto del análisis de la totalidad, para asumir el significado de esa totalidad nos enfrentamos con

el problema señalado arriba de la dificultad de comunicar a partir de la traducción la experiencia

cualitativa de los participantes.

La fiesta campesina se compone de esos momentos que hemos señalado, en los que se interrelacio-

nan en forma compleja todos los elementos en acción.

Una fuente invalorable de consulta para el tema es la Revista del Instituto Azuayo de Folklore cuyo

primer número apareció en enero de 1968 y que, pese a las dificultades que enfrenta el Instituto,

continúa publicándose aunque con una periodicidad irregular, hasta hoy.

Es evidente que no puede ignorarse la relación directa que existe entre religión y ritual. Existen

varias fuentes en las que se discute el significado y las características de la religiosidad popular en

Latinoamérica y en particular en el Ecuador (véase por ejemplo Rueda, 1982), sin embargo aquí
preferimos remitirnos a dichas obras y no discutirlas en detalle. Es necesario sin embargo anotar que

consideramos irrelevante para nuestro trabajo la discusión sobre el origen y las características de la

religión, o en nuestro caso particular del cristianismo, aunque sí consideramos necesario señalar cómo

se relaciona el sentimiento religioso con la vida de las comunidades o con los sentimientos particulares

de cada individuo.

La religión ha sido frecuentemente estudiada desde una perspectiva sicológica y en este contexto

la remisión a Freud ha sido constante, pero antropólogos como Geertz anotan, en referencia a las

teorías psicológicas sobre la religión, que "Sin embargo quienes continuaron leyendo a Freud...advirtieron que

de lo que se trataba, en realidad, era de la aplicación de las teorías relativas a las formas y causas de la psicopa-

tología individual a la explicación de las formas y causas del mito y el rito colectivos....[los autores de los

estudios sobre este tema] parten de la premisa básica de Freud: las prácticas religiosas pueden interpretarse como

expresiones de fuerzas psicológicas inconscientes. Esta premisa ha llegado a constituir, después de muchas

discusiones, un punto de partida tradicional en la investigación. En los últimos años, sin embargo, se ha planteado

en algunos estudios serios, el problema de que hasta qué punto está justificado el someter formas culturales creadas

por la historia e institucionalizadas por la sociedad a un sistema de análisis basado en el tratamiento de las

enfermedades mentales de los individuos" (Geertz; 1974: 222).

Por otro lado se ha señalado que otros elementos de carácter sicológico pueden ser considerados
en relación a la religión y al ritual, estos son particularmente los que se derivan de las teorías basadas

en la emociones con dos variedades principales: las teorías del temor y las derivadas de la necesidad de

confianza, como lo señala el mismo Geertz "Las primeras parten de una noción, generalmente bastante vaga,

del «estremecimiento religioso» que experimentan los hombres al enfrentarse con las fuerzas cósmicas...Sin embargo

estas teorías no son sino meras constataciones de algo obvio: que la experiencia religiosa está matizada por intensos

sentimientos acerca de la grandeza del universo en relación con el yo y su vulnerabilidad con respecto a ese

universo. No se trata de una verdadera explicación, sino de un círculo vicioso. Las teorías de la confianza parten

también de la existencia de un sentimiento de debilidad inherente al hombre, y más concretamente de los temores

que este siente ante la enfermedad, la muerte y los reveses de fortuna. Las prácticas religiosas estarían así

destinadas a acallar tales temores, bien tratando de eliminarlos, como hacen las doctrinas de la vida ultraterrena,

bien ofreciendo al individuo una posibilidad de unión con fuerzas exteriores de entereza, como la oración. La más

conocida de estas teorías es la de Malinowski, para quien la magia hacía posible que el hombre desempeñara tareas

56
inciertas, pero esenciales, asegurándole el éxito en las mismas" (Geertz: 222).

Estos elementos deben tomarse en cuenta para una comprensión cabal de las fiestas religiosas a

las que nos referiremos en seguida.

57
La fiesta del Señor de Cumbe:

Cumbe es una parroquia rural del cantón Cuenca, situada a 14 Km. de la capital de la provincia en

la vía a Loja. Vestigios arqueológicos allí encontrados demuestran una gran antigüedad del poblamiento

que se confirma con algunas leyendas y creencias que se refieren continuamente a la aparición de

fuegos fatuos o quemas, campanas que suenan en los cerros, animales de oro, etc. (Martínez y

Einzmann: 1984). La falta de investigaciones arqueológicas en la región no permite, al igual que lo que

sucede en el resto de la provincia, tener una idea cabal de la magnitud de la ocupación precolombina.

Cumbe, cuyo nombre se deriva de los términos quichuas cumbi o chumbi, tejido fino, es hoy

zona de pastoreo y de una gran población tejedora en especial de ponchos y cobijas, aunque también de

bayetas. Está culturalmente relacionada con Turi, con el área de Girón y con la provincia de Loja, a

más de relacionarse con la zona de tradición textilera que posee su centro en Gualaceo.

Es importante considerar que su nombre se asocia directamente con el tema de la tejeduría y por

ende con el pastoreo de camélidos. Algunas de las formas de culto asociadas a complejos pastoriles sub-

sisten por, a más de otras razones, la permanencia de la actividad económica. A pesar de que la mayor

parte de la tierra está en manos de grandes propietarios un elevado porcentaje de la población posee

aún ganado menor o mayor aunque, como en la totalidad del país a excepción quizá de la provincia de

Chimborazo, los camélidos han desaparecido.

En la actualidad la parroquia Cumbe está rodeada por grandes haciendas ganaderas y pequeñas par-

celas de cultivo que se remontan hacia las abruptas elevaciones que la rodean. Entre las actividades tra-

dicionales de la gente de la parroquia cabe destacar la tejeduría en telar de cintura y telar de pedales

que posiblemente forman una sola tradición continua con la de los cantones cercanos de Paute,

Gualaceo y Sígsig.

La plaza de la parroquia actúa como centro de intercambio de productos para los caseríos vecinos a

través de la feria que se realiza todos los días sábados del año. Actividades complementarias de sus

habitantes son, por ejemplo, la venta de cuchicara, chicharrones y carne de puerco que se la realiza en

especial a los habitantes de Cuenca en los fines de semana.


La estructura de la tenencia de tierra, como lo mencionábamos, limita el acceso a los recursos

agrícolas por parte de la población. Esto ha determinado un gradual proceso migratorio hacia la

ciudad, la costa y el extranjero pero que no asume las proporciones dramáticas que se dan en otras

poblaciones del Azuay o del Cañar.

La festividad principal del pueblo es la del Señor de Cumbe, una imagen reputada como milagrosa

que se conserva en la iglesia parroquial. La fiesta se realiza durante las cuatro semanas de enero y

coincide con la fiesta de San Juan, el 24 de junio y de San Pedro y San Pablo el 29 del mismo mes.

La fiesta sorprende por la variedad de recursos utilizados y el gran número de personajes que

participan en ella. Se inscribe desde la perspectiva de su organización entre las fiestas con prioste .Su

organización y financiamiento están a cargo de individuos destacados y de su familia, apoyados por la

red de parentesco y vecindad que hubiesen logrado desarrollar.

El prioste o fiestalcalde mayor solicita a nueve o doce personas que colaboren con él en calidad de

fiestalcaldes menores con lo que el trabajo y el costo totales son asumidos por varias personas y sus

familias, estos se encargarán de muchos de los detalles de la organización.

El día sábado se inicia la fiesta con la reunión de todos los allegados al prioste en su casa para llevar

la chamiza al pueblo.

La casa ha sido previamente compuesta por un altarero o arreglador de cuartos el día jueves anterior.

Este decora la habitación en donde se vela al santo con cortinajes de colores y recortes de papel de

color, y alquila al prioste los ramos, cruces, palmas y macetas de papel brillante sobre una estructura

de carrizo que guarda de año en año para este efecto. El prioste puede recurrir a varios arregladores

conocidos, uno de los cuales, Dn. Bartolomé Cruz, vive en una casa situada en una esquina de la plaza

del pueblo, frente a la casa parroquial, mientras que Don Luis Tuba vive a la entrada del pueblo y goza

de tanto prestigio como el primero.

Durante el día sábado se sacrifica una res cuya carne su utilizará para alimentar a los asistentes y

cuyo cuero se montará en una armazón de madera para formar una "vaca loca".

La res es sacrificada dentro de un contexto ritual específico, como sucede en la fiesta del toro en

59
Girón, y su cuero, aún fresco y chorreando sangre, es utilizado como parte importante en la

delimitación del espacio sagrado en la plaza en su calidad de "vaca loca". La muerte del animal

incorpora elementos ritualizados.

En España en la Meseta Central, Castilla la Vieja y las antiguas provincias castellanizadas del

Reino de León (tratadas en el capítulo XV de la misma obra), señala Caro Baroja, refiriéndose a una

fiesta en la que se practica una variedad de lo que llamaríamos "vaca loca" y aún un simulacro de

sacrificio del bóvido:

Poco a poco se incorporan a la fiesta todos los personajes, los fiestalcaldes menores, los guías, las

maceteras y pendoneras que acuden al son de una banda de música contratada en uno de los poblados

de la provincia, en este año la banda fue contratada en Cuenca. Se suman a estos los danzantes del

tucumán, la caballería que incorporaba a niños vestidos de ángeles, los portadores de las dos vacas

locas, la una armada con el cuero del animal y la otra hecha de papel de colores sobre una armazón de

carrizo y que estaba cargada de cohetes y otros fuegos artificiales. Varias personas del grupo cargan

estandartes, braceros con incienso, crucifijos, flores, manteles que envuelven alimentos y otros

artículos. Los guías llevan los ramos y cruces de papel de color y las maceteras las macetas del mismo

material.

Durante todo este tiempo la esposa del prioste acompañada por algunas de las muchachas que
participan como maceteras, pendoneras o borleras, sirve chicha de jora, trago con agua caliente (agua

de canela) y café a los asistentes, acompaña a cada brindis la fórmula tradicional de ¡Salud!

Alrededor de las cinco de la tarde, con una rapidez asombrosa dada la inexistencia de señales

previas, se forma la procesión que se dirige al pueblo al son de la música de las bandas que se han ido

sumando a la fiesta, mientras que perdido en el tumulto apenas se escucha cuando se producen

intervalos el sonido de la chirimía acompañado del redoblante o tambor. 1

Al llegar a la plaza del pueblo, que para entonces presenta un aspecto abigarrado con decenas de

puestos de venta de comida y bebidas, gran cantidad de gente en los portales y bandas de música que se

1para una descripción de los instrumentos musicales populares véase Landívar, M.A. ; Música Folklórica
y Popular 1979.

60
sitúan en distintos lugares en torno a la plaza, dan una vuelta alrededor de ella.

Los niños vestidos de ángeles recitan sus loas frente a la iglesia y luego se dan vivas al prioste, los

notables del pueblo y las autoridades.

Una vez terminado este acto los guías y demás integrantes de la caballería desmontan e ingresan a

la iglesia en donde depositan ordenadamente los pendones, ramos, palmas y macetas que

permanecerán en ella hasta el día siguiente, domingo. Los pendones se colocan en las primeras bancas

de la izquierda de la iglesia, uno en cada banca, las cruces, apoyadas en el altar de la Dolorosa, a la

izquierda de la iglesia, palmas y cruces, apoyadas y sobre el altar de San José las macetas con las velas

encendidas frente a la imagen del Señor de Cumbe, a la derecha de la iglesia, junto a braceros con

incienso.

Se efectúa el rezo del rosario a las siete de la noche. Al salir de la iglesia la gente se divide en dos

grupos, los unos se sitúan a la derecha de la iglesia y participan directa e indirectamente en una serie de

bailes con disfrazados, sainetes infantiles, cantos y otras actividades sin un contenido tradicional. Estos

actos son organizados por los profesores de las escuelas del pueblo y en ellos participan los niños. La

atención parece adentrarse en su totalidad en estos bailes mientras el segundo grupo se dirige a la casa

del prioste para retornar posteriormente a la plaza.

Resulta difícil describir el ambiente en ese momento. Simultáneamente tocan al menos cinco

orquestas, junto a la iglesia suenan los parlantes que amplifican los sainetes, canciones y música

necesaria para los bailes, en la parte baja de la plaza suena la música de rocolas situadas en las cantinas, e

inclusive en el segundo piso de una casa al borde de la carretera y junto al dispensario de salud y

tenencia política, se realiza un baile privado con orquesta.

La plaza está poblada de una gran cantidad de gente que asiste a los actos junto a la iglesia o deam-

bula entre los puestos de venta de comida a la espera de otros acontecimientos. En este ambiente hace

su entrada, de regreso de la casa del prioste una singular procesión.

Pasan frente a la iglesia y atraviesan, sin que se produzcan conflictos, los forzados bailes no

tradicionales, presididos por el músico de la chirimía, las dos vacas locas, a la izquierda la armada con

el cuero del animal sacrificado esa tarde y a la derecha la de papel y cartón. Detrás vienen varios

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personajes, los guías a pie acompañados de las floreras (o maceteras), un grupo de cutos, personajes

disfrazados de saraguros, algunos a pie y otros a caballo, una chola cargada a un guagua, que es un

hombre disfrazado de mujer y el patrón a caballo seguido de cerca por el mayoral. Junto a estos se sitúan

los demás participantes que no llevan consigo los elementos que habían traído en la procesión, algunos

por haberlos dejado dentro de la iglesia, otros por haberlos llevado a la casa del prioste. Informantes en

el pueblo lamentaron la ausencia de rucus y osos antes importantes en las vísperas.

La acción de los participantes se concentrará a partir de ese momento en el espacio situado en la

mitad izquierda de la plaza (mientras en la mitad derecha, junto a la iglesia continúan monótonamente

los bailes y demás actos infantiles).

En el centro del espacio que ha sido previamente delimitado con una raya blanca de cal se colocan

cuatro montones de chamiza mientras se escucha la música de la chirimía. Dentro de este espacio se

inicia un baile en el que participan solamente los guías de la escaramuza y las floreras, al mismo tiempo

se lanzan fuegos artificiales, especialmente cohetes.

Fuera de este espacio evolucionan las vacas locas, a la armada con papel se le encienden los cohe-

tes y buscapiés causando gran excitación con sus evoluciones. A un costado y pasando relativamente

inadvertidos, el patrón, el mayoral o huasicama y la chola desarrollan una escena bufa, con

imprecaciones del patrón al huasicama recordándole sus vicios e incapacidad, con respuestas del
huasicama que tilda al patrón de borracho y lo insulta con palabras en quichua, dichas en voz baja, el

patrón procura distraer al huasicama para perseguir a la chola. A pesar del contenido bufo de la acción

la actitud de los tres personajes es de gran seriedad, se comportan como consumados actores, o, lo que

es más probable, sienten de tal forma su papel que se transforman en sus personajes.

En la escaramuza y la contradanza se encuentra frecuentemente a personajes "femeninos", que

no son otra cosa que hombres disfrazados de mujer.

Dentro del espacio delimitado se enciende la chamiza y continúa incansable el baile de los guías y

las floreras. Al otro extremo de la plaza el entusiasmo decae y a eso de las once de la noche las bandas

se silencian poco a poco. Por la abundancia de licor y el cansancio fruto de las labores del día, algunas

personas se quedan dormidas en los portales o son trasladadas al interior de cantinas o posadas. Otras

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retornan a la casa del prioste o, si viven cerca, a sus propias casas o a las de sus parientes y

relacionados.

La gente vuelve a reunirse en la casa del prioste el domingo en forma semejante al día anterior. La

procesión llega al pueblo hacia las once de la mañana. En este caso la parafernalia ritual ha disminuido

puesto que ramos, macetas y cruces han permanecido en la iglesia durante la noche. Sin embargo es

posible distinguir más claramente a las diversas categorías de jóvenes mujeres que están vestidas en

forma diferenciada, un primer grupo elegantemente vestido lleva en su cabeza un sombrero semejante

al del mayoral del pase del niño, otro grupo viste dos bolsicones bordados y un centro de color

contrastante y el tercero, en el que todas las muchachas llevan pollera de color verde, carga en la

espalda una canasta con un cuy asado, con un ají en la boca, en su lecho de papas doradas, huevo duro y

mote.

Luego de repetir frente a la iglesia las loas y los vivas, ingresan a ella para la misa solemne que

durará aproximadamente dos horas. Al salir de la iglesia los participantes se dirigen en una procesión

en dirección al barrio de arriba y se detienen en una casa situada al borde del camino. Esta casa está a

unos quinientos metros en línea recta de la casa del prioste que se localiza hacia la izquierda en una

loma y que es identificada por una bandera del Ecuador que ondea al viento.

Hacia las dos de la tarde los guías de la escaramuza retornan a la plaza para hacer una ofrenda al
cura, dan una vuelta a la plaza, se detienen junto a la casa parroquial y retornan al sitio en donde se

reunieron previamente.En una sucesión de desplazamientos claramente pautados, los guías retornan a

la plaza junto con las mujeres jóvenes, en este desplazamiento las muchachas que visten bolsicones

bordados y centros y que se tocan con un sombrero de lana abatanada cargan a sus espaldas un pavo o

gallo y están acompañadas de las muchachas que llevan la canasta con el cuy, esta vez ya no en la

espalda sino en las manos. Luego bailan dentro del espacio ritual que se definió la noche anterior

mediante la chamiza y los demás actos. Las muchachas entregan los pavos o gallos a los guías en algún

momento del baile. Luego retornan al sitio de concentración en donde comparten el cuy y los demás

alimentos en grupos pequeños.

En los días anteriores a la fiesta se escuchaba como un rumor que en este año iba a realizarse el

gallo pitina (pitina corte en quichua, es decir el corte de gallo) que no se había efectuado en el pueblo

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desde hace varios años por prohibición expresa del cura párroco.

Las vísperas y el día de la fiesta el rumor continuaba y se decía que se lo iba a realizar en el barrio

de arriba, en las canchas de la escuela. Luego del almuerzo los guías se preparaban para montar su

caballo y se despojaron de los ponchos y en algunos casos de los sombreros que llevaban. Con un gallo

o un pavo bajo el brazo se dirigieron a caballo hacia la plaza del pueblo, desmontaron y dieron una

vuelta por el contorno del espacio delimitado la noche anterior y en el que habían bailado previamente.

Mientras tanto el rumor se había convertido en un aserto: ¡ Se realizaría el gallo pitina en la plaza

del pueblo!

Lentamente se cavaron dos huecos para plantar dos postes atados en su parte superior, justamente

en el lugar en el que la noche pasada se quemó la chamiza (podían verse aún las huellas de ceniza en el

lugar). Los guías montaron nuevamente en sus caballos y giraron en torno al espacio delimitado

mientras se terminaban de colocar los postes, presididos por el guía mayor que correspondía al bando

de los rojos (el otro bando vestía de negro) realizaron numerosas evoluciones ante la expectativa de los

asistentes que se habían olvidado casi por completo de los bailes no tradicionales que se repetían

monótona e incansablemente junto a la iglesia.

Entonces llegó el momento esperado, pasaron una cuerda por una polea y ataron de ella a un pavo
por las patas, los guías esperaban en hilera a la izquierda de los postes. Levantaron al animal atando la

cuerda de la polea a uno de los postes y el guía mayor del bando de los rojos, un hombre joven y

fornido, se acercó a caballo y agarró la cabeza del pavo con la intención de arrancarla. Siguió un largo

forcejeo entre imprecaciones diversas y luego de más de cinco minutos logró el guía arrancar la cabeza

del pavo que aleteaba con desesperación. Inmediatamente pasó el guía mayor por debajo del animal

chorreante de sangre seguido por los demás jinetes.

Posteriormente le tocó el turno al guía del bando de los negros quien encontró incluso más

dificultades para decapitar a su pavo. Realizó un primer intento fallido y solamente en un segundo

esfuerzo logró su cometido.

Le tocó luego el turno a cada uno de los guías, quienes descabezaron gallos y luego se inició nueva-

mente el turno hasta que cada uno de los participantes descabezó tres aves. Uno de los guías mayores

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descabezó un ganso blanco de la misma manera. Cada vez que arrancaban la cabeza al gallo todos los

guías giraban dentro del espacio delimitado tirándose de mano en mano el cuerpo sin vida del ave.

Luego de haberse completado la ceremonia del corte de gallo recibieron nuevamente las cruces,

pendones, macetas y ramos y retornaron a la casa del prioste en donde se desarrolló un animado baile

en el cuarto en que se velaba la imagen entre frecuentes brindis de trago y chicha.

La complejidad, que ya señalábamos de los elementos simbólicos utilizados en las fiestas del Señor

de Cumbe, es tal que cualquier análisis que emprendamos dejará, necesariamente, espacios no

cubiertos, en especial en el afán de llegar a integrar sus momentos en el concepto de totalidad.

Durante el año al menos diez domingos se destinan a las festividades. El área de devoción del

Señor de Cumbe es bastante amplia e incluye, en la actualidad o hasta hace tiempo, comunidades

campesinas de las zonas altas (Sancápac, El Socorro, San José de Raranga), los dos barrios de Cumbe, el

24 de Mayo y el 3 de Noviembre, conocidos por la gente del pueblo como barrio de abajo y de arriba,

respectivamente, la comunidad de Zhaya (Las Nieves) distante unos 30 Km. en el camino a Loja y los

yunguillanos o personas procedentes del valle caliente de Yunguilla a unos 50 Km. por el camino a

Machala.

Las fiestas tradicionalmente han sido pasadas por cuatro comunidades o barrios: El Socorro, el
barrio de arriba, San José de Raranga y el barrio de abajo, o, según otra versión El Cisne, el barrio de

arriba, Totorillas y el barrio de abajo, en todo caso se mencionó que otras comunidades también

podían pasar la fiesta adicionalmente a la sucesión anotada.

Cumbe, entonces, consiste en un centro de atracción para las poblaciones circundantes lo que

posibilita que gente de distinta procedencia coincida en los mismos eventos rituales. No resulta posible

asociar a los participantes de otras comunidades con los barrios del pueblo, aunque dicha asociación

podría ser posible.

El barrio de arriba y el de abajo se consideran tradicionalmente como opuestos. En fiestas hasta

mediados del siglo eran frecuentes las peleas entre los de arriba y los de abajo mediante recursos

socialmente sancionados como el reto o directamente con agresiones físicas como "arriarles con

escobas de ortiga" para desocupar la plaza. Otro recurso frecuentemente usado en el pasado era el

65
pucara o pelea con piedras, en la que se vestía un gran sombrero de cuero y terminaba cuando corría

sangre en uno de los bandos .

La oposición aparece claramente entre arriba y abajo, lo que coincide con la división del espacio en

la tradicionalidad andina. Al parecer la adscripción a uno de los barrios se da a través de la residencia o,

lo que debería confirmarse, el matrimonio, siendo la mujer la que jala al marido hasta su barrio.

El concepto de oposición está omnipresente en los participantes y asistentes a la fiesta con los que

pudimos conversar. La competencia se centra en la magnificencia de la fiesta, aunque se da por sentado

que en la fiesta del barrio de arriba hay mucha más música que en la del barrio de abajo.

La oposición entre barrios no parece expresarse en forma simbólica ya que, de acuerdo a la

información que hemos logrado recuperar, los conflictos y diferencias se manifiestan mediante

recursos socialmente sancionados como el reto o la agresión física directa. La fiesta pasada por los de

arriba o los de abajo es en términos generales idéntica y solamente varía el número de participantes, la

procedencia y variedad de las bandas de música (recordemos la mayor musicalidad de los de arriba), la

frecuencia y cantidad de los fuegos artificiales, la utilización de vestidos más o menos elegantes y, en el

pasado, la magnificencia del regalo al cura párroco.

La oposición se manifiesta claramente entre las fiestas de enero y junio. En enero "las chacras están
maltonitas", en junio se ha realizado la cosecha. Si la fiesta, como se conoce claramente, se relaciona en

forma directa con el calendario agrícola, a la primera podemos catalogarla a pesar de que las plantas ya

han crecido, como una fiesta de siembra y cuidado de la chacra y a la segunda, en junio, como una

fiesta de cosecha y por ello de agradecimiento.

Una revisión detallada del calendario festivo en el Azuay nos muestra que existen tres períodos de

concentración festiva claramente marcados: julio, agosto y septiembre, octubre, noviembre y

diciembre y el período móvil febrero-marzo. Si, en base a esta división, se parte el año en dos

períodos: abril-septiembre y octubre-marzo (incluyendo el período móvil febrero-marzo como

relacionado con las fiestas de octubre para cubrir un lapso de seis meses) se encuentra una equivalencia

casi absoluta en la frecuencia de las fiestas de los dos períodos. (Esta división aparentemente arbitraria

considera que el calendario tiene dos meses clave que coinciden con los antiguos meses en que se

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realizaban las festividades del Inti Raimi y el Capac Raimi como ocasiones principales durante el

incario, es decir junio y diciembre que corresponden al solsticio de invierno y de verano en el

hemisferio sur, el calendario, de acuerdo con esta perspectiva puede subdividirse en períodos de seis

meses y de tres meses siendo junio y diciembre el centro de esa división de allí que la primera mitad

comprenda abril, mayo y junio y julio, agosto y septiembre y la segunda octubre, noviembre y

diciembre y enero, febrero y marzo).

La expresión simbólica de la oposición (y su consecuente complementariedad) entre las fiestas de

enero y de junio, correspondientes a las dos mitades del año como se las definió arriba, se da a través

de elementos presentes en la fiesta de enero y ausentes en la de junio y de otros presentes en la de

junio y ausentes en las de enero, como el baile de la curiquinga o la fiesta de la botija.

Es importante considerar que los elementos actuantes en la fiesta como evento comunicativo

pueden sufrir, y de hecho así sucede, variaciones regionales específicas. Para entender en el calendario

ritual del Azuay las características de las festividades, es necesario transformar la concepción geográfica

que se basa en la actual vía de comunicación entre Cuenca y los cantones de la provincia,

particularmente Gualaceo, Paute, Sígsig y Girón, para sustituirla por una visión de cercanía geográfica

entre ellos y un alto grado de continuidad cultural que se manifiesta, por ejemplo, en la tradición

textilera que se extiende por todos estos cantones, y sus parroquias, situados al este de la provincia.

Están presentes en Cumbe los conceptos de izquierda/derecha; salvaje/doméstico;

hombre/mujer; barrio de arriba/barrio de abajo; espacio vacío/espacio adornado; chirimía/orquesta,

a los que situaremos en su contexto.

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La fiesta de San Lucas en Llacao:

Llacao es una parroquia rural del cantón Cuenca, distante de la capital de la provincia unos 10 km.

Para llegar al pueblo se toma inicialmente la carretera Panamericana Norte y se desvía hacia la

izquierda a la altura de Sidcay.

La subida al pueblo se da por un camino serpenteante flanqueado por grandes casas de adobe, pero

con una frecuencia creciente de casas modernas en bloque, ladrillo y con techo de ardex y abundante

decoración que, de acuerdo a lo investigado, corresponde a las casas de los migrantes al extranjero.

El día de la fiesta, el segundo domingo de octubre, existía gran animación en el pueblo. Los

puestos de venta de comida frente a la iglesia, numerosos y variados, daban cuenta de la magnitud de la

asistencia esperada.

La imagen de San Lucas, patrono del pueblo, fue sacada en andas por una puerta lateral de la

iglesia, ya que junto a la puerta principal se desarrollaba una concurrida subasta de animales.

Los jinetes enmascarados de la escaramuza, casi cien, precedían la procesión, detrás de ellos iban

los danzantes del tucumán con su indumentaria tradicional, de colores brillantes, enseguida aparecía la

imagen de San Lucas cubierta de billetes, muchos de ellos de cinco mil sucres. La procesión se dirigió

hacia una gruta situada en la parte alta del pueblo y volvió en círculo desde la parte baja. En España en

las fiestas de Almonacid del Marquesado (Castilla,1 de febrero y ss.) aparecen los danzantes y la

"loa", como podemos verlo en la siguiente cita: "Advirtamos también que de modo esporádico, tras las

imágenes y los sacerdotes solía ir una 'danza', un 'grupo de danza' o de 'danzantes' que eran hasta ocho mozos, los

cuales ejecutaban una típica danza procesional...La danza la dirigía un 'alcalde' que tenía como pareja a un

'palillero', y constaba de varios números: el paloteo, la 'serranilla' o baile de cintas, el 'ratón' y el 'arado'...Al

final de la misa, uno por uno, iban los danzantes ante las imágenes, primero los de la derecha, luego los de la

izquierda, se quitaban el gorro y 'decían los dichos'. Eran estas unas composiciones en honor de la Virgen y san

Blas, que algunas veces se trasmitían de unos a otros; pero el pueblo gustaba más de que cada año alguien

compusiera unos 'dichos' nuevos" (idem : 101-102)

En Mascaradas y 'alardes' de san Juan (idem : 167 y ss.) se describen la serie de prohibiciones
referentes a desarrollarse las fiestas con enmascarados por san Juan y que datan al menos desde 1597

bajo pena de excomunión y aún cárcel y privación de hacienda. Estas fiestas se relacionan con las de

moros y cristianos muy comunes en toda España. El autor duda del real carácter conmemorativo de

estas danzas y las relaciona más bien con viejísimas ceremonias de carácter agrario y bélico comunes en

toda Europa, más que con verdaderos episodios de las guerras con los moros. Como conclusión

señala:

"Es evidente que la fiesta de san Juan del solsticio de verano, es una fiesta agraria y naturalista en gran parte; pero

esto no excluye que sea también, en gran parte, una fiesta bélica" (idem : 182).

Los danzantes se colocaron formando un callejón de honor frente a la puerta principal del templo

(aunque continuaba la subasta) y a la imagen se la situó en las gradas de la iglesia para recibir limosnas,

a cambio de las que se entregaban estampas de dos tamaños, una pequeña de color violeta y una grande

de color azul de acuerdo con lo entregado. EL tucumán o baile de cintas, que cómo leímos en Molina

podría tener un antecedente precolombino, aparece con frecuencia en España y señala Caro Baroja que

"En Castilla la Vieja llaman la atención las danzas del 'Ramo', uno de cuyos números es el de tejer un cordón con

varias cintas, dando vueltas alrededor de un mástil que es el emblema de la fiesta; con los danzantes va un

'zamarrón' o gracioso" (idem : 104), incluso el personaje del "rucu" o viejo es reportado en este baile del

"ramo".

Los de la escaramuza giraban en torno a la manzana de la iglesia y luego de dos o tres vueltas se dis-

persaron hasta que se inició el juego a un par de kilómetros hacia la parte baja del pueblo.

Cuando ingresó la imagen a la iglesia se inició la contradanza con los participantes que estaban

divididos en dos grupos de 13 y 12 miembros y acompañados de los viejos que, antes, habían sostenido

el palo con las cintas muy serios junto a la imagen.

Durante largo tiempo, mientras los viejos plantaban el palo con las cintas, los danzantes, en dos

grupos, evolucionaban dentro del círculo de público y salieron dos veces, por cada costado una vez,

girando por la parte externa del grupo.

Una sola pieza musical, ejecutada por un conjunto con dos pingullos y un bombo, sonó durante

esta primera fase.

69
Una vez clavado el tucumán continuaron con el tejido de las cintas con los veinte y cinco

danzantes. Los viejos asumieron una actitud bufa, abriendo el círculo, pegando a la gente y fueteando a

los danzantes remisos al baile o que se equivocaban.

Casi al mismo tiempo se inició un partido de indorfútbol en la cancha adyacente a la iglesia, entre

jóvenes del pueblo y residentes en la costa. El entusiasmo de los asistentes fue evidente al principio

pero decayó conforme pasaba el tiempo a pesar de la intensidad de las acciones y de los goles, y por fin

se diluyó.

Los danzantes continuaron con su baile ante la indiferencia del público, rodeados de muy pocas

personas, sus parientes y algunos forasteros.

Alrededor de la 1:30 de la tarde se inició la escaramuza con la participación de 96 jinetes divididos

en los cuatro grupos consabidos. Las evoluciones se daba con música de banda aunque cuando ésta

callaba se podía escuchar la música de la chirimía y el redoblante que tocaban en forma incansable bajo

un gran capulí. En la explanada se reunió una considerable multitud.

La ritualidad en la fiesta de San Lucas en Llacao está, al parecer, mucho menos definida que en las

fiestas de Cumbe. Hace más de cinco años aventurábamos que la fiesta de Llacao evolucionaría hacia

una fiesta de rasgos cada vez más modernos dada la tendencia existente y la actitud de los antiguos
priostes frente a los cambios producidos.

Sin embargo hoy asistimos a una fiesta con un nivel de participación espectacular, lo que nos lleva,

necesariamente, a modificar nuestra perspectiva anterior que fue, quizá, adecuada para el momento

pero que no consideró un elemento en ese entonces casi inexistente en la zona: el migrante al

extranjero.

El resto de la argumentación puede considerarse correcta: quienes salen del pueblo encuentran

una justificación social únicamente en él. No importa cuan lejos se esté ni el nivel alcanzado, en el

pueblo, entre los parientes y los amigos, es en el único lugar en el que tiene trascendencia la

confirmación del status del individuo y, por lo tanto, a él se regresa, directamente o por interpuesta

persona y aún a través de la familia, vestida lujosamente al estilo ciudadano, y la casa que demuestra el

nuevo poder por el dinero.

70
Si bien en las fiestas de la zona ha sido tradicional la función del prioste, en este año la organización

fue delegada a un "comité", lo que transforma la estructura y explicaría la ausencia de maceteras,

pendoneras y otros personajes importantes, en especial femeninos. La ausencia de personajes

femeninos fue tan notable que aún los jinetes tradicionalmente vestidos de cholas brillaron por su

ausencia.

La parafernalia adicional, cohetes, música, es muy pobre si se la compara con años anteriores o con

las fiestas de otras localidades.

El centro de la atención se desplazó prontamente a la escaramuza, lo que contrasta con la soledad

de los danzantes.

En general nuestra impresión en la fiesta fue la de una ritualidad poco definida sustituida por la

concentración del interés en la gran cantidad de jinetes cuyas evoluciones en la plaza denotaban poca

seguridad y conocimiento (no faltaron varios jinetes que se retiraron agotados o bebidos antes de

terminar todo el juego).

La fiesta de Llacao refleja claramente una sociedad en transformación. La supervivencia de ciertos

elementos y la desaparición o casi ninguna importancia de otros, así lo demuestra. ¿De qué forma el

contenido simbólico de la fiesta de Llacao demuestra esta transformación? ¿Está el empobrecimiento


de las formas visuales de comunicación asociado con la modernización de la sociedad?

Las respuestas podremos darlas más adelante luego de abordar el significado de las imágenes en la

fiesta tradicional de la provincia y la trascendencia de ésta como acontecimiento comunicativo.

71
El Señor de Belén; el ritual, el lugar, la salud:

Turi es una parroquia del cantón Cuenca situada a muy escasa distancia de la ciudad pero que por

su posición participa de rasgos muy vinculados con los de las zonas hacia el norte de esta parroquia,

incluyendo la zona de influencia del pucara y otras tradiciones culturales. La fiesta del Señor de Belén

en Turi coincide con la fecha de Navidad e incluye, al menos, la misa y una procesión con "ramos" y

"palmas" semejantes a los registrados en la parroquia de Cumbe. El párroco de Turi, Padre Marco

Martínez, señala que la fiesta, en el domingo más cercano al 25 de diciembre, se realiza básicamente

con gente de fuera de la comunidad, especialmente con fieles que provienen de Cañar.

El párroco, preocupado por comprender la actitud religiosa de sus fieles, ha llevado un registro

de los romeriantes y de sus motivaciones, el análisis de este documento, cuya posibilidad de utilizarlo

agradecemos, nos permite entender los factores que mueven a las personas a acudir a lo largo de todo

el año a Turi (Libro de romeros; ms.) . Es importante, además, comprender la distribución territorial

de los romeros, que asisten hasta Turi desde muy diversos lugares de la provincia del Cañar y de la

provincia del Azuay. La muestra tabulada para esta tesis doctoral corresponde al universo de los años

1987 y 1988, por lo que el grado de confiabilidad es mayor que si hubiese procedido simplemente

mediante una muestra estadística. Por supuesto que debo señalar que cuando me refiero al universo no

se trata del universo de visitantes sino de los visitantes registrados en el libro de romerías del párroco

de Turi. Hemos levantado un total de 419 fichas correspondientes a las personas que hacen de cabeza

de grupo, aunque muchos de ellos son visitantes individuales, algunos señalan que acuden con grupos

de hasta 30 personas por lo que consideramos que estas 419 fichas corresponden aproximadamente a

1164 personas en el período. Sin embargo por razones de análisis no utilizaremos como referencia el

número total de personas sino el número de fichas registradas.

El culto al Señor de Belén, que hemos podido observar en diversas oportunidades en la gruta

situada a la izquierda del camino de acceso al pueblo y que mira al valle en que está la ciudad de

Cuenca, asume características particulares de gran interés1.

1 Existe una somera descripción del culto al Señor de Belén en Landívar, M.A. La Octava de Corpus en
Turi, 1968.
El culto al Señor de Belén es personal y familiar y se desarrolla en la gruta en la que se ha

colocado recientemente la imagen de Cristo Crucificado, tallado en piedra, en sustitución de la vieja

cruz verde de madera originalmente existente y que hoy se la conserva en una capilla bajo el lugar

original de emplazamiento.

Uno de los episodios típicos observado puede ser descrito así: una familia, compuesta por el

padre y la madre de unos cincuenta años de edad, la hija de unos 25 y un niño, seguramente nieto de la

pareja, de unos 10 años, llegó hasta la puerta enrejada de la gruta.

La mujer joven se quitó el paño que vestía y trepó al balaustre existente para colocar cerca de los

brazos de la imagen un atado de crin que la madre sacó de una canasta que llevaba. Luego ató cerca de

las piernas de la imagen una bolsa de plástico con tierra y unas pocas semillas, entregada también por la

madre. La mujer bajó y entonces la madre empezó a rezar en voz alta y en quichua pidiendo por las

chacritas, las papitas, los cuycitos, para luego rezar en voz baja. Una vez concluidas las oraciones el

padre tomó una vela y frotó con ella el pelo de la madre, pasó la vela por el cuerpo de ella, incluyendo

especificamente las zonas genitales, para luego encender la vela y colocarla a la derecha de la imagen.

A continuación el padre tomó un saco de yute de la cesta y dijo "la tierrita", salieron fuera de la

gruta y comenzaron a escarbar la pared de la izquierda de la gruta para poner tierra en el saco, esta se

lleva a la casa y se coloca en las sementeras o incluso se bebe disuelta en agua para curarse de ciertas
dolencias.

La gruta en sí misma presenta una apariencia excepcional. En la verja de la puerta están atados

pelos de animales, bolsas con tierra y semillas, algunos huesos de cuy y junto a la imagen muchos

atados de pelo, tierra y semillas, alguna bolsa con pedazos de tela, otra con ají verde y tomate y, al pie

de la imagen, piedras.

Según el padre Marco Martínez, párroco de Turi, es difícil encontrar una relación más fuerte que

la que existe entre el campesino y los animales y la tierra. En ocasiones personas se han confesado por

haber insultado y maltratado a sus animales. Sin embargo en Turi no se ofrecen animales mayores en

las fiestas, por la pobreza, y lo que se lleva donde el Señor de Belén son restos de lo consumido: pelo,

huesos, tierra, es decir ofrendas pobres.

73
Mi impresión, fuerte y clara, fue la de estar frente a un culto en el que intervenían elementos

relacionados con la naturaleza, la fertilidad y la salud. La secuencia de las ofrendas, las oraciones y la

tierra, no parecen encajar plenamente en el culto católico (en ese mismo momento se celebraba la

misa en la iglesia parroquial a pocos metros de distancia).

Todo indica que la imagen del Cristo Crucificado ha sido superpuesta al "lugar" en el que se

desarrolla el culto, esta impresión se ve reforzada por la importancia que posee la tierra que la gente

recoje para luego llevarla a sus casas y propiedades.

La observación de los rituales que se desarrollan en el santuario de Turi permite destacar la

importancia de la romería que aunque no se desarrolle en forma multitudinaria congrega a fieles de

diversa procedencia con la particularidad de que el 73% de ellos proviene del Cañar (306 sobre un

total de 419 fichas registradas) y de estos un 38.6% lo hace del área de Biblián (118/306). Quienes

vienen de Cañar acuden también desde Cachi Galuay en el Tambo (8.2%; 25/306) y en porcentajes

inferiores al 5% desde Déleg (4.2%), Ingapirca y Mangán (un 3.6% en ambos casos) y Azogues

(2.3%).

Romeros procedentes de Cañar

DELEG 4.2%

BIBLIAN 38.6%

CACHI GALUAY TAMBO 8.2%

INGAPIRCA 3.6%

AZOGUES 2.3%

MANGAN 3.6%

OTROS 39.5%

De los otros visitantes un 15.8% acuden del Azuay, provincia en la que está situada la gruta (66

74
fichas); un 2.6% lo hace del Chimborazo (11 fichas); un 1.2% viene desde el Guayas (5 fichas); un

0.5% se han registrado como procedentes de Loja (2 fichas y un 6.9% no han registrado su

procedencia con exactitud (29 fichas).

Procedencia de los romeros del Señor de Belén

CAÑAR 73.0%

AZUAY 15.8%

CHIMBORAZO 2.6%

LOJA 0.5%

GUAYAS 1.2%

OTROS 6.9%

Las motivaciones de los romeros nos permiten entender cuáles son las áreas de la vida que se

consideran directamente vinculadas con la fe lo que permite lograr, mediante el análisis, un

conocimiento más cabal de los motivos que mueven a los fieles a acudir a Turi.

El carácter tradicional o no de la romería se desprende de los datos ofrecidos por la gente sobre

el número de años en que han acudido a Turi en los que encontramos que aproximadamente un tercio

de los romeros ha acudido por menos de cinco años, otro tercio entre hace cinco y diez años y el tercio

restante lo ha hecho, según sus propias palabras "siempre" o "toda la vida". Esto puede llevarnos a

pensar que el culto al Señor de Belén, si bien no se ha esparcido entre los fieles con la rapidez que lo ha

hecho por ejemplo el del Señor de Andacocha en Guachapala, ha mantenido un atractivo constante
desde hace muchos años y que posiblemente continuará siendo un centro de visita obligada durante

algunos años más vinculado con su carácter tradicional que se observa en testimonios del libro de

romerías tales como:

75
"Yo vengo porque tengo una estampita antigua del Señor de Belén recuerdo de papá".

"Desde guagua he sabido venir con mis papás y ahora toca venir a mí"

Los motivos principales considerados individualmente, sin diferenciar el origen de los

romeriantes, para acudir a la gruta del Señor de Belén son por orden de importancia: por salud (37%);

por devoción (22.2%); viaje a los Estados Unidos (18.3%); por los milagros concedidos (14.8%); para

pedir protección y cuidado a los animales y las sementeras (6.3%) y para recoger la tierra de la gruta

(1.4%). De estos motivos se desprende claramente el carácter protector y benefactor del Señor de

Belén.

Motivos de los romeros del Señor de Belén

SALUD 37%

EEUU 18.3%

DEVOCION 22.2%

TIERRITA 1.4%

ANIMALES, SEMENTERAS 6.3%

MILAGROS 14.8%

De los romeriantes azuayos un 41.9 %, es decir casi la mitad del total, acude a la gruta para

pedir por su salud; un 25.6% para pedir protección para el viaje y trabajo en los Estados Unidos; un

23.3% lo hace por devoción; un 4.7% para pedir protección para los animales y las sementeras y

apenas un 2.3% en cada caso para recoger la tierra de la gruta y por los milagros concedidos.

Motivos de los romeros azuayos

76
SALUD 41.9%

EEUU 25.6%

DEVOCION 23.3%

TIERRITA 2.3%

ANIMALES, SEMENTERAS 4.7%

MILAGROS 2.3%

Estas cifras pueden ser contrastadas con las motivaciones de los romeros del Cañar de los que

en 36.5% acude por la salud; un 19% para pedir protección para el viaje y trabajo en los Estados

Unidos; un 19% por devoción; en un 16.9% por los milagros concedidos y apenas en un 1.6% para

recoger la tierra de la gruta .

La principal motivación de los romeros a Turi, es entonces, pedir por su salud, lo que resulta
evidente en el testimonio presentado más arriba sobre la secuencia de los actos en la gruta del Señor.

El que apenas alrededor del 2% aleguen como motivo el recoger la tierra, que sin embargo puede

utilizarse como una componente de una bebida curativa o protectora, no debe sorprendernos ya que

las preguntas planteadas para completar el registro que lleva el párroco inhiben la posibilidad de

declarar esta causa como un motivo principal (la propia gruta del Señor de Belén ha sido revestida de

piedra para impedir que los romeros escarben las paredes y de esa forma deterioren el lugar). Aún en

el caso del alto porcentaje de romeros que declaran como motivo pedir protección para el viaje y

trabajo en los Estados Unidos se advierte, de acuerdo con las fichas, que también piden salud para sus

hijos o parientes, a más de trabajo y protección. No se trata, entonces, de una culto que, como en el

caso personificado por el Señor de Andacocha, se vincule primordialmente con la migración, sino de

77
un lugar que, por razones que desconocemos se vincula con la salud.

Esta, sin embargo, no se concibe como lograda mediante milagros, el bajo porcentaje de los

que declaran a los milagros como motivación así lo demuestra, sino a través de la protección directa

que otorga el repetir el acto ritual en el lugar o trasladarlo hasta la casa mediante la utilización de la

tierra, que vincula el ritual doméstico con el ritual que se desarrolla en el lugar original de culto.

Estas observaciones me permiten concluir que el ritual que se desarrolla en la gruta del Señor

de Belén debe su carácter terapéutico a que se efectúan en este lugar potente, este atrae a personas de

origen tan distante como se ha señalado previamente. La imagen no es transportada, a pesar del

empleo de estampas, a veces antiguos recuerdos, porque su localización es un factor determinante para

la efectividad del rito, tal como es concebido por los fieles.

78
El Milagroso Señor de las Aguas de Girón y los complejos de los sacrificios menores de

sangre:

En el área de Girón, cantón del Azuay situado al suroeste de Cuenca, el carácter particular del

culto que se desarrolla demuestra que este gira en torno de los conceptos del origen, el agua, el

espacio y los sacrificios. El Señor de Girón es una imagen milagrosa claramente relacionada con el agua

a través de su capacidad para producir lluvias, la antigüedad del culto se demuestra a través de

numerosos documentos coloniales y la importancia que tempranamente asumió la cofradía del Señor

de Girón.

La fiesta de toros, presente en una extensa área que incluye al menos la vecina zona de Cumbe y

ciertas poblaciones indígenas de la provincia del Cañar entre las que se cuentan hasta hace pocos años

los caseríos de Biblián, cerca de Azogues, es otra característica destacada de la zona de Girón.

La posición geográfica de Girón, un lugar intermedio entre la zona de sierra, inmediatamente

representada por Cumbe y la zona caliente, representada por Yunguilla, debe vincularse con la

existencia de un complejo de creencias vinculadas con el agua ( al menos Leoquina-Señor de Girón).

La existencia de rituales tan fuertemente marcados en la actualidad, a pesar de su rápida desaparición

en áreas como Biblián, debería explicarse mediante mecanismos que se refieran tanto a la

relativamente escasa aculturación de la población de la zona como a la profunda significación del área

en el contexto religioso y ritual desde época precolombina.

José María Arguedas recrea en su novela Yawar Fiesta una antigua costumbre de Puquío, un

pueblo de los andes peruanos, con relación a la figura mítica del toro, ser sagrado al que se sacrifica

implicando la muerte de los propios seres sobrenaturales que se vinculan con los indígenas del pueblo.

El sacrificio del toro, costumbre que se deriva de la aún más antigua tradición de sujetar un cóndor al

lomo del toro para enfrentarlos en una lucha a muerte, transforma en la visión de Arguedas los

esquemas de la relación habitual entre blancos, mestizos e indios de Puquío por los días que dura la

fiesta y sus preparativos.


El corte de gallo y el sacrificio del toro que se realizan en el área comprendida entre Girón y

Cumbe asumen un carácter claramente ritualizado en el que podemos observar los elementos de

ruptura de la realidad cuotidiana, permanencia en el tiempo y espacio rituales desvinculados de los

esquemas habituales de comportamiento y reincorporación a la vida común con un nuevo carácter y

posición; a más de eventos que recuperan la realidad cuotidiana con la contra al ritual previo.

De manera esquemática esos elementos son los siguientes:

- la ruptura con la realidad cuotidiana se produce cuando el toro es correteado ladera abajo transfor-

mándose en un animal salvaje que debe ser capturado a mano, sin el empleo de lazos por los guías

designados por el prioste.

- esta ruptura inicial crea el espacio y tiempo rituales en el que se realiza el sacrificio del animal, se

cercena su yugular provocando que la sangre mane abundantemente de la herida y sea recogida en

los vasos para que los concurrentes la beban aún caliente. En este tiempo ritual se produce una

interrupción vinculada con la tarea del faenamiento de la res, pero se reinicia con la obtención del

pañuelo primero y del tuétano o médula después que son conducidos en procesión para colocarse

sobre los hombros de la mujer del prioste y en torno al cuello del prioste respectivamente

culminándose el ritual cuando el prioste asume un nuevo papel que lo relaciona más directamente

con el Señor de Cumbe y crea una relación distinta con las personas participantes a las que ahora
agasaja con trago y comida.

- el retorno a la normalidad, en el que se mantiene el nuevo papel asumido por el prioste, se ve

acompañado de un nuevo correteo a la res, en este caso a su cuero que es arrastrado por los

campos cercanos a la casa recordando lo sucedido previamente desde una perspectiva bufa e

iconoclasta.

La importancia del sacrificio del toro es tal que la piel del animal acompañará la procesión en

dirección al pueblo con la chamiza, transformada en "vaca loca" izquierda sobre un armazón de madera

y no podrá, como lo señalamos ya, penetrar en el espacio ritual que se crea en la plaza.

Recogemos aquí con las reservas del caso la opinión de que el toro en la fiesta indígena del Perú

puede representar al puma, vinculando directamente el ritual contemporáneo de sangre con ritos de

80
antiguo origen.

El sacrificio del toro en su contexto ritual crea un espacio para una relación de nuevas

características entre los participantes y al mismo tiempo que refuerza los vínculos de parentesco y

relación permite fertilizar la tierra con la sangre y su relación con los guías.

El corte de gallo se asocia en Girón y en el norte, como lo menciona Coba, con la designación del

nuevo prioste y sus acompañantes. En Cumbe, dado que la fiesta de junio es la primera que los priostes

realizan, el carácter del gallo pitina es distinto y se asocia directamente al otro ritual de sangre, el

sacrificio del toro (podemos suponer que esto es válido a pesar de las opiniones en contrario también

para Girón).

La continuidad de la fiesta en su contenido simbólico es, entonces, evidente. En la casa del prioste

la víspera se realiza el ritual de sacrificio del toro que determina el cambio de rol del prioste y la

solidaridad entre los participantes. Por la noche se define el espacio ritual en la plaza en el que al día

siguiente se efectúa el corte de gallo. He aquí claramente demostrado el concepto de continuidad y de

totalidad que caracteriza a la fiesta en su relación con los participantes 1

Recordemos la afirmación de Leach de que "Participamos en rituales para transmitirnos a nosotros

mismos mensajes colectivos" .

Está demostrado que los colores poseen un valor simbólico específico para cada cultura y que su

empleo constituye un elemento esencial en todo el proceso comunicativo.

Los colores pueden, para efectos del análisis, reducirse a dos: colores claros (blanco) y colores os-

curos (negro) que aparecen en oposición dentro del contexto ritual. La utilización de un tercer color

(como el rojo) plantea la posibilidad de la existencia de una diada blanco/rojo en oposición con el

negro ya que el rojo no se considera como un color intermedio o que participa de ciertas cualidades de

lo blanco y de lo negro en forma simultánea.

En el rito del sacrificio del toro y del gallo pitina eventos específicos se relacionan con el empleo

1La información sobre la fiesta del toro ha sido tomada parcialmente de los artículos de Pintado y
Ramírez, 1983.

81
del color.

La sangre, roja, mana de animales negros, pero también puede manar de un animal blanco (un

ganso).

El guía rojo inicia el proceso en el gallo pitina y luego de que todos han pasado por debajo del

animal sangrando por lo que todos participan de lo rojo de la sangre, continúa el juego.

El sacrificio de la res se vincula con el rojo de la sangre, pero luego de faenar al animal se obtiene

el tuétano y el pañuelo, ambos blancos, que se colocarán sobre el cuerpo del prioste y la priosta.

La ropa del danzante es, por definición, blanca y en escaramuzas con indumentaria tradicional la

ropa de los guías es blanca también.

¿Se pasa de lo negro, color asociado con la muerte, a lo blanco, la vida, a través de lo rojo, el

sacrificio?

Lo negro se asocia con la muerte y con el pasado, se relaciona, por lo tanto, con la tradición de los

antiguos que está vinculada con la continuidad cultural y social del grupo. La superación de lo negro se

da a través de un violento sacrificio, relacionado con la sangre, pero este elemento no rompe con la

tradición, lo negro, sino que manteniendo la vigencia de lo sacrificado se arriba a lo vivo, lo blanco, la
realidad actual a la que se tiene acceso hoy. Lo blanco, es decir lo contemporáneo, solamente adquiere

sentido en cuanto se vincula con el pasado, lo negro, mediante el sacrificio cruento, lo rojo, que puede

matar simbólicamente la propia relación del grupo para que ésta retorne, luego del ritual, fuerte y

permanente.

Esta reflexión persigue la finalidad de sugerir un elemento de discusión que podría enriquecer el

conocimiento de un importante elemento en la comunicación, el color como símbolo integrado al

contexto general del ritual.

Es necesario recordar aquí la atractiva reflexión sobre el color que desarrolla Turner en su Selva

de los símbolos quien concluye, dejando de lado la cautela que ha mantenido a lo largo del trabajo que:

"1. Entre los símbolos primordiales producidos por el hombre están los tres colores que representan productos del

82
cuerpo humano, cuya emisión, expulsión o producción se encuentra asociada con un incremento de las

emociones. En otras palabras, la cultura, lo superorgánico, tiene una íntima conexión con lo orgánico en sus

estadios más tempranos, con la conciencia de experiencias físicas poderosas.

2. A estas experiencias corporales de gran tensión se les atribuye un poder que excede del que normalmente poseen

los individuos; su fuente tiende a localizarse en el cosmos o en la sociedad... o bien la experiencia de las

relaciones sociales en circunstancias altamente emocionales se clasifica bajo los rubros de un color.

3. Los colores representan experiencias físicas de gran tensión que trascienden las condiciones de experimentación

normales, se conciben por lo tanto como deidades o poderes místicos, como lo sagrado en tanto que

contrapuesto a lo profano.

4. Las experiencias físicas asociadas con los tres colores son al mismo tiempo experiencias de relaciones sociales: el

blanco = semen, se halla asociado a las relaciones sexuales entre hombre y mujer; el blanco = leche, se

encuentra ligado a la relación madre-hijo; el rojo = sangre materna, se halla ligado al vínculo madre-hijo e

igualmente a los procesos de reclutamiento de los grupos y locación social; el rojo = derramamiento de sangre

se halla conectado con la guerra, las riñas, el conflicto, y todo tipo de discontinuidad social... el rojo =

trasmisión de la sangre de generación en generación = índice de la pertenencia al grupo corporativo; el negro

= excrementos o disolución corporal: transición de un status social a otro, considerado como una muerte

mística; el negro = nubes de lluvia o tierra fértil = unidad de los grupos más extensos que comparten los
mismos valores.

5. Mientras que en el simbolismo del rojo y el blanco sí resulta posible encontrar múltiples referencias a los

fluidos corporales, pocas sociedades conectan de manera específica el negro con los procesos y productos de

catabolismo o la disolución corporal, como por ejemplo la sangre pútrida o coagulada...

6. No solo representan los tres colores las experiencias humanas básicas del cuerpo, además de esto proporcionar

una especie de clasificación primordial de la realidad... Solo a través de la abstracción, a partir de estas

configuraciones primarias, han podido surgir los restantes modos de clasificación empleados por la

humanidad" (idem : 97-101).

Se nos perdonará esta larga cita pero son muchos los elementos que pueden destacarse para enri-

quecer el posible análisis del significado del color. Turner considera que el blanco, el rojo y el negro se

83
vinculan inicialmente con los productos del cuerpo humano y por lo tanto ocupar un importante lugar

en el desarrollo de el polo sensorial de los símbolos. Dado que estas experiencias corporales trascienden

el nivel normal de los individuos la fuente del color se sitúa más allá de ellos en el cosmos o en la

misma sociedad bajo circunstancias altamente emocionales, por lo tanto se asocian con lo sagrado,

como contrapuesto a lo profano.

Las experiencias asociadas con los tres colores son también experiencias de relaciones sociales

tanto en su vertiente de continuidad como de ruptura y por lo tanto se convierten en elementos

simbólicos utilizados ampliamente y la posibilidad clasificatoria que otorga el color ha sido utilizada

como, según lo afirma Turner, un esquema básico de clasificación.

Estos conceptos pueden aplicarse al color en el acontecimiento ritual, como los que se producen

en las fiestas, o a la indumentaria en cuyo caso se enriquecerían con otros, provenientes de la

pertenencia social, el status o los roles del sujeto.

Dada la complejidad en el empleo del color dentro de los textiles andinos este campo de estudio

se presenta enormemente atractivo, como lo demuestran los trabajos realizados sobre el tema en la

sierra norte y algunas aproximaciones etnohistóricas basadas fundamentalmente en Huamán Poma.

El uso actual del color en el contexto ritual azuayo demuestra la permanencia de su valor
simbólico, por ello son precisamente el blanco, el rojo y el negro los utilizados. Un elemento adicional

se suma entonces al simbolismo de la oposición y complementariedad de lo alto y lo bajo, lo masculino

y lo femenino, lo doméstico y lo salvaje y su relación con la actual estructura y visión del mundo de los

grupos campesinos.

El color, la música, el movimiento, el disfraz, el símbolo se asocian directamente para conformar

la compleja iconografía popular.

Todos estos elementos conservan un significado que trasciende la apariencia para convertirse,

para los miembros de cada grupo, en la base que explica, da forma y mantiene los sistemas de relación

social y la visión del mundo.

84
CUARTA PARTE: LA PRESENCIA DE LOS RITUALES; LA UBICUIDAD DE LOS

SIMBOLOS:

El recuento de las fiestas reseñadas en las que hemos enfatizado el ambiente y los elementos visuales

de comunicación nos posibilitan examinar en detalle los elementos iconográficos en uso dentro de la

fiesta popular rural en la provincia del Azuay, su significado y su relación con la sociedad.

Necesariamente esta aproximación debe ser considerada como un intento inicial, dada la casi

inexistencia de estudios sobre el tema referidos a la sierra sur del país y a la particular configuración

cultural de sus pueblos, desde antiguo diferentes de los pueblos del norte y de la costa y el oriente

aunque no por ello carentes de similitudes y contactos con ellos.

Algunos de los elementos iconográficos que estudiaremos son la escaramuza o juego de caballería, el

baile de cintas o tucumán, nos hemos referido previamente a los rituales asociados con la sangre como

el corte de gallo o el sacrificio del toro, más adelante analizaremos otros aspectos de importancia.

Estos elementos pueden relacionarse con el ciclo agrícola, la organización de la sociedad y su trans-

formación, la oposición y complementariedad de arriba y abajo, confirmación de status, los espacios

rituales, el papel del hombre y la mujer, ritos de paso y grupos de edad, la ocupación del espacio, la

continuidad cultural y el cambio, a partir de la consideración de la fiesta como evento o acontecimiento

comunicativo.

La necesidad de mantener los sistemas rituales es mayor en épocas de posibles crisis internas

dado que "...cuando las bases ideológicas de una sociedad son débiles aparecen utopías sin substancia y se

generaliza la confusión de identidad." (Erikson; 1974:311), cómo ha sucedido con frecuencia en

movimientos nativistas o de rebelión, en los que los sistemas rituales han intentado aplicarse fuera de

sus ámbitos específicos (sin negar por ello su flexibilidad), generándose esta confusión de identidad y

un proceso de anomia o descomposición social.

La necesidad de que esta identidad social se trasmita, por los riesgos de descomposición que

plantea la ignorancia de esa identidad, conduce a que una parte de los esfuerzos de trasmisión de

conocimientos, dentro de la sociedad, esté relacionada con este concepto: "Así, combinadas todas, las
virtudes o energías básicas que hemos enumerado y la estructura de una comunidad humana organizada proporcio-

nan un conjunto de métodos probados y un depósito de seguridad tradicional con que cada generación cubre las

necesidades de la siguiente. Las tradiciones que pasan de generación a generación trascienden las diferencias

personales divisiorias y las condiciones que pueden crear la confusión" (Erikson; 1974: 312).

De aquí se deduce la necesidad de establecer mecanismos de continuidad entre una generación y

otra y la de crear vínculos entre grupos de edad, así como la de pasar las responsabilidades de la acción

social de una a otra generación.

Esta situación, puede, sin embargo tomar un cariz negativo para la especie en general, y por lo

tanto para la propia supervivencia del grupo, ya que: "... en ocasiones se convierten en un peligro para la

especie considerada globalmente, peligro que proviene de la territorialidad defensiva de las seudosepecies, que por

razones de carácter aparentemente ético se ven forzadas a desacreditar y destruir los sistemas extraños que las

amenazan, pudiendo ellas mismas llegar a ser destruidas en este proceso". (Erikson; 1974: 312)

Como lo afirman en su estudio sobre rituales y proceso social en España García García e. a. "Es

esta manera de concebir los símbolos [ la citada supra] la que corresponde a una concepción de la vida social o de la

sociedad misma como un proceso o si se quiere como una compleja interacción de gentes que más se caracterizan por

la heterogeneidad que por la uniformidad y más por la confrontación que por la unanimidad y que no niegan ser

interdependientes ni tampoco partícipes de un mismo corpus de tradiciones -aunque podrían pretenderlo- de modo
que se hallan continuamente involucrados en tanteos y negociaciones" (García García, 1991: 12).

86
La escaramuza o juego de caballería como ritualización de las relaciones sociales:

La escaramuza aparece en muchas de las fiestas investigadas en la provincia del Azuay , en sus dis-

tintas versiones, hemos reseñado su participación en Cumbe, en donde se realizan a más del gallo

pitina labores y en Llacao. Las investigaciones del IAF la describen también en la Octava de Corpus en

Turi, la fiesta de San Miguel en Llacshún, Paute, la fiesta del Señor de Pomasqui en Challuabamba, la

fiesta de San Pedro en Sayausí, la fiesta de la Inmaculada Concepción en Uzhupud, la fiesta del Señor

de las Aguas en Girón. Su presencia está entonces, notablemente difundida en los cantones de Paute,

Gualaceo, Girón y Cuenca, aunque informaciones menos precisas la señalan también en Sígsig. Se la ha

identificado con rasgos semejantes en la provincia del Cañar.

Investigaciones realizadas por Landívar (1968) permiten conocer la gran antigüedad de esta

costumbre ya que se conservan documentos sobre ella de la primera mitad del siglo XVIII. Un edicto

de prohibición asocia la escaramuza con los indios y se refiere al uso de: "chamiza, cohetes hediondos,

toros, globos, música de chirimías, flautas, violines, tambores, bailes, escaramuzas y danzantes" (idem

: 17).

La escaramuza es un juego ecuestre que lo realizan los guías en la plaza del pueblo o en la casa del

prioste en la víspera o el día de la fiesta. Se asocia con el reto y la loa y con personajes como el negro cu-

bano y el soldado afuereño.

Sus labores diversas incluyen al menos las siguientes: salutación o entrada, letras, números, cruces,

hoja de aguacate, ramos, flor de granada, la venada extranjera, estrellas, media luna, corazón partido,

paso cruzado, media juega, corona, puñalada, venada, número ocho, culebra, conchocando, cadena

chica, peine, callejón, la encontrada, el cambio, pescado, boca chica, recogida, corona de espinas, ca-

dena, letra x, rayos del sol, toglla ( o lazo), luna entera, copa, trébol de cuatro, corazón, cáliz,

naranja, devanador, enredadera, concha y despedida.

Dentro de los actos que se efectúan en la fiesta campesina la escaramuza se caracteriza por su ca-

rácter efímero (lo que se relaciona con cualquier baile o interpretación musical) pero además incluye

un elemento único: la irrealidad de la representación.


La lista que hemos incluido de labores nos permite observar la gran variedad de labores, sin

embargo, lo que se deduce del propio esquema de los ensayos a pie y el cuaderno que conserva el guía

mayor, no solamente el público que observa las evoluciones sino además los propios jugadores

ignoran, en la mayor parte de los casos, la figura que se realiza.

La figura se traza sobre el terreno a partir de la sucesión del movimiento de los guías a caballo,

para conocer lo que se ha trazado sería necesario conservar en la memoria cada uno de los pasos

previos al paso actual, lo que ni aún el guía mayor puede hacer (ya que recurre a la ayuda

mnemotécnica del dibujo que por otras parte es una representación ideal y no se corresponde

necesariamente con la labor sobre el terreno).

¿Es la escaramuza una representación para nadie? ¿Es únicamente un pretexto para rendir

homenaje a la divinidad y apoyar los esfuerzos del prioste? Dado que suponemos como relación directa

entre la fiesta y la sociedad la respuesta podría conducirnos a lo que Alcina llama, justamente, "arte

para nadie" y al que se refiere como "arte para no ser contemplado, obra artística que tiene otro destinatario,

otro objetivo diferente del que consideramos ordinariamente al hablar de la obra artística".

Aquí la reflexión puede conducirnos en varias direcciones, sin embargo optaremos por una de

ellas: la escaramuza tuvo inicialmente un carácter ritual asociado al concepto de representación, por lo

tanto un carácter mimético, cuyo objetivo final era realizar por medio del movimiento una acción
simbólica.

Un viejo participante en la escaramuza de Cumbe comentaba que la primera acción del guía era

"cortar la plaza con la espada" lo que, según nos explicó, consistía en blandir una espada por todo el

contorno de la plaza cortándola ritualmente, es decir dando muerte a las fuerzas negativas y

apropiándose del espacio ritual.

Es muy difícil, dado el carácter dinámico de la escaramuza que incorpora elementos sugeridos por

el cura, por el instructor militar que ocasionalmente participaba o por el propio guía en base a su

experiencia, establecer las figuras que se realizaban en la escaramuza con un sentido ritual bien

definido. De principio parece necesario descartar los nombres y vivas y posiblemente aquellas

representaciones claramente figurativas como el paraguas o el corazón herido, a estas se suman los

88
símbolos cristianos como el ramo, la cruz, la corona, la copa, el cáliz y otras. ¿Qué figuras o labores se

repiten en las escaramuzas registradas? ¿Es la presencia ampliamente difundida de determinadas labores

razón suficiente para considerarlas antiguas?

La única labor que se realiza con una música específica es la venada, (así lo afirma Landívar) que se

efectúa al son de la pieza del mismo nombre. La venada es, además, una labor que no responde a

conceptos figurativos comparables a la estrella, la cruz o el ramo. Más aún resulta muy difícil

identificar a la sucesión de acciones como una venada. 1

El venado de altura, taruca, aparece en la Nueva Crónica de Huamán Poma como un animal

incluido casi siempre junto a la vicuña. Dado que la taruca no es un animal que otorgue otro beneficio

que la carne, la asociación con la vicuña refleja un particular sentido clasificatorio de los animales

silvestres o montaraces. Este sentido es evidente en el siguiente texto: "antes para mal que bien salen

casta de biquna (vicuña) y de taruga (venado) que no sale del padre ni de la madre, mala gente es gran daño de la

corona real y de los pobres yndios deste reyno".

La venada representa un animal montaraz y por lo tanto un animal asociado al páramo (se le conoce

como venado de altura), por medio de la figura de la escaramuza y la música de chirimía

particularmente asociada a ella, se domina este animal silvestre al representarlo en sus evoluciones.

La representación no es la del animal ya que la serie de movimientos recuerdan más bien el patrón

de una nerviosa y ágil huida. La venada como labor de la escaramuza es una de la pocas a las que

podemos considerar de carácter mimético, lo que contrasta en forma definitiva con otras figuras, con

seguridad de introducción más reciente.

Según informaciones no confirmadas el venado se asocia con la fertilidad en la zona del cantón San

Fernando al sur de la provincia del Azuay.

La venada, además, corresponde a canciones de un género particular que se cantan para "alegrar

los corazones". Según Ramírez (1968: 76). "La letra es descriptiva y hace alusión a temas de cacería, bucóli-

cos, hogareños o picarescos"". Se encuentran versiones en quichua y en castellano con música semejante y

1En Suscal, provincia del Cañar, se realiza la figura de la venada extranjera, como última figura antes
de la despedida. Su forma recuerda a la venada de Challuabamba, Garzón,1989.

89
letras variadas.

El simbolismo asociado con la figura de la venada se relacionaría, entonces, por una parte con la

apropiación simbólica del páramo con el dominio de lo salvaje y por otra con una evocación de la

fertilidad. Dado que la figura se realiza en un evento cuyo elevado nivel de mestizaje cultural es

evidente cabría relacionarla con elementos vigentes en la visión del mundo de los grupos campesinos

coloniales y postcoloniales.

Figuras como la entrada o salutación y la salida o despedida están siempre presentes, pero aparecen

más bien marcando el umbral que formando parte del evento ritual en su sentido comunicativo, no nos

referiremos sino a que en cada caso forman un esquema diferente y por lo tanto no es posible intuir

ningún principio común1

En la Octava de Corpus en Turi, lugar asociado cercanamente con Cumbe, Gualaceo y otros

poblados, figuras como la cruz tienen una forma claramente identificable, al igual que la estrella, el

palmo, la guitarra, el paraguas o aún la "puñalada en el corazón de la Dama". No podemos afirmar lo

mismo de figuras como la media juega o la culebra que por su esquema se asocian claramente a la

venada.

¿Proceden estas tres labores: venada, media juega y culebra, de los esquemas simbólicos asociados

con la escaramuza? Dado que no existe información precisa sobre la música asociada con la media juega

y la culebra, resulta aventurado separar a estas dos labores del esquema general de la escaramuza. Sin

embargo la media juega bien puede asociarse con un movimiento ritual que marca un umbral ya que

enseguida se realiza la segunda entrada, todo lo cual apunta a destacar el sentido simbólico de la venada.

Por su parte la culebra se realiza solamente antes de la guitarra, figura que podemos aislar

momentáneamente del esquema general y considerarla nada más que como amortiguadora y del peine

con el que, de acuerdo con la información, termina la escaramuza. Así, entonces, la venada y la culebra

constituyen el centro de la escaramuza y van seguidas, ambas, de umbrales que marcan el final de la

ritualidad.

1en Suscal, Cañar, la despedida no es la última labor sino la penúltima, ya que posteriormente se
realiza la labor de los toros.

90
La media juega se interpreta como el movimiento que marca la culminación de la primera parte de

la escaramuza, es entonces la mitad del juego.

En la escaramuza que se juega en la fiesta de San Miguel en Llacshún se realiza por parte de todos

los "señores de la escaramuza" las labores correspondientes a la venada y a la culebra (Viteri: 1968),

pero no se registra en la escaramuza de Challuabamba (Landívar: 1968), tampoco en la fiesta de San

Pedro en Sayausí (Ramírez e.a : 1969) ni en Girón (Landívar: 1971), aunque otras labores coinciden

en ellas.

La venada está, sin embargo, presente en la tradición oral del Azuay como se consigna en las

recopilaciones de folklore poético realizadas por Landívar y en otras fuentes.

En el caso de la culebra referimos con las reservas del caso su calidad de animal totémico de los ca-

ñaris aunque difícilmente podría equipararse su significado en la escaramuza con éste. Cabe más bien

mencionar su característica de animal de tierras bajas en la Sierra y la frecuencia de su presencia por

encima de los 2.000 mts. La diada venada/culebra parece funcionar como una representación

simbólica de la ocupación del espacio por su asociación con lo alto y lo bajo, a través de la relación

páramo/yunga.

La escaramuza, como juego de caballería, fue introducido hace mucho tiempo, su persistencia y
ubicuidad en las fiestas campesinas del Azuay no demuestran su validez contemporánea, más allá de la

supervivencia de la relación alto/bajo o la representación de valores tradicionales.

No es aventurado afirmar, dadas las características del juego, que la escaramuza se relaciona direc-

tamente con una estructura de poder.

La escaramuza es un juego masculino, señalamos que las mujeres en la escaramuza son hombres dis-

frazados. Se asocia no solamente con la formación de labores, sino además con el reto y la loa en todo lo

que estos, en especial el reto, tienen que ver con el concepto de oposición, como lo explicamos

previamente. A esto se suma, como una constante en muchos juegos, un elemento bufo, de alguna

forma presente en el reto, muy claramente asociado con figuras como el negro o el borracho, cuyo papel

a veces excede las previsiones y puede transformarse en el verdadero protagonista de la acción. Actúa

también el soldado afuereño quien en varios diálogos demuestra más valentía y astucia que el soldado del

91
lugar a pesar de las bravatas de este último.

La estructura de la escaramuza apunta hacia la representación del poder. La misma forma de

escoger en algunos lugares a los guías así lo demuestra. El prioste o mayor solicitan a sus parientes y

relacionados que participen como guías, así cada prioste pone dos guías o más ya que no está previsto,

por lo general, que el propio mayor participe en la escaramuza.

Las figuras que se forman, a más de las ya reseñadas, demuestran la utilización de los símbolos cris-

tianos, símbolos en este caso de la fe y el motivo religioso de la fiesta, y de elementos vinculados con

actividades productivas como la sucesión pescado-boca chica-recogida y su relación no solamente con el

pez como símbolo de Cristo sino además con la pesca. ¿Fue esta sucesión de figuras introducida por

algún antiguo migrante a la costa? ¿Fue un aporte de alguien que aprendió a vivir del mar? No es

posible responder a estas interrogantes pero está allí la sucesión de figuras que evocan el mar y cuya

forma permite identificar claramente la sucesión pez-pez-captura. (La recogida además se denomina así

porque los guías mayores recogen a los demás jugadores, pero además porque reciben caramelos,

galletas y otros presentes de parte del prioste y sus ayudantes).

La escaramuza aparece como símbolo de poder por la forma como se relaciona con el proceso de

cambio en el esquema de participación de la gente.

Cabe mencionar en forma breve un suceso acaecído en la fiesta de San Lucas, antes reseñada. Entre

los jinetes a caballo se destacaba un joven que llevaba al cuello una moderna cámara fotográfica, este,

cuando terminó la procesión, aprovechó de un descanso para fotografiar a una amiga sobre su caballo y

con el disfraz de guía. Luego de esto fue otra persona la que vistió ese traje y participó en la

escaramuza.

Si se llega a la participación en la escaramuza por interpuesta persona y se maneja la indumentaria

como un disfraz, la participación en los actos iniciales es una demostración de presencia y en conse-

cuencia de poder. No es necesario participar directamente ya que es completamente posible que otros

participen por uno.

Una variación en el esquema tradicional de la escaramuza es el torneo de cintas, con su aspecto ga-

lante y que, a pesar de la antigüedad de esta costumbre como parte de los juegos ecuestres, ha sido en

92
todos los casos introducido recientemente en la fiesta popular. El torneo de cintas implica una distinta

relación entre el hombre soltero y la muchacha casadera a la que se la nombra madrina. Si

tradicionalmente las muchachas eran pedidas con largo tiempo de anticipación para que colaboren en

las numerosas tareas domésticas asociadas con la fiesta, atrayendo en esta forma posibles esposas al

núcleo de la familia, en la nueva estructura los guías piden la presencia de la madrina solamente para

solemnizar la fiesta pero ella no participa a pesar de que de hecho brinda bebidas refrescantes y licor a

los guías, en la organización de la fiesta como tal. Los papeles se han visto influenciados por la cultura

urbana.

Una mención especial merece también la realización de la guerra entre moros y cristianos con ocasión

de la fiesta del Patrón Santiago en Gualaceo. Ramírez (1968) quien observó e investigó la guerra duda

de su carácter tradicional "su reciente introducción a Gualaceo no parece justificarlo como hecho

folklórico a no ser que haya existido ya en el pasado y esta representación sea su continuación". Las

características del argumento que se escenifica y el hecho de ser elaborado por una persona conocida

en base a determinados datos de textos de historia, hace que sea dudoso su carácter tradicional en la

forma actual, pero puesto que las representaciones dramáticas de carácter religioso son frecuentes en

la cultura popular y que existen representaciones semejantes en otros países americanos, como por

ejemplo en Guatemala, parece adecuado suponer, como lo insinúa Ramírez, la existencia de

representaciones semejantes hoy desaparecidas y sobre cuyo recuerdo se estableció la guerra como se la
conoció en las décadas pasadas.

La representación dramática dio oportunidad a los blancos de realizar, actos ecuestres distintos a los

juegos de indios, como la escaramuza, lo que explicaría su carácter más elaborado, la complejidad del

texto y la acción y toda la parafernalia asociada con la guerra.

Su introducción o reintroducción en el primer tercio de este siglo refleja un cambio en las

estructuras de poder y los conceptos con ellas asociados, al extremo de activarse la participación de los

grupos blancos cuyos actos resultaban, sin duda, la apoteosis de la fiesta, tradicional en todos sus otros

aspectos.

La escaramuza como representación de la ideología de los grupos campesinos de la provincia del

Azuay incorpora en su desarrollo elementos contradictorios y aún opuestos entre sí. Junto a la

93
permanencia de evoluciones de carácter simbólico asociadas con lo tradicional, como la venada, la

culebra y la media juega, se desarrollan representaciones vinculadas directamente con la religión,

como la cruz, el copón, la corona de espinas, los ramos o con el romanticismo como el corazón herido

de la dama. La escaramuza se ha transformado de acuerdo con los planteamientos de cada guía mayor

y los requerimientos de los priostes hasta incluir, no sabemos desde cuando, representaciones

figurativas que son solamente ilusorias ya que, como lo señalamos más arriba, su realidad como

representación total no existe.

Podemos afirmar, como demuestra lo ocurrido con el disfraz de Llacao o con la guerra de moros y

cristianos, que la escaramuza se ha transformado en un evento cuya importancia no se relaciona

solamente con las labores como signos y símbolos, sino con la posición social de sus participantes. La

escaramuza hoy, en su permanencia y transformación, se ha empobrecido en su aspecto comunicativo

simbólico vinculado con la utilización de las labores concebidas como imágenes.

Pero, por el contrario, se ha enriquecido con la incorporación de elementos nuevos que reflejan la

estructura cambiante de la sociedad: las cintas, el disfraz, la guerra realizada por los blancos,

cambiando parcialmente, al menos, su orientación original.

De una forma de arte para nadie, definida por la estructura de su realización, se ha transformado en

una representación para la sociedad, lo que ilustra la necesidad de utilizar nuevos mecanismos para la in-
tegración social frente al proceso de cambio acelerado, aunque estos nuevos mecanismos se basen en

las antiguas estructuras como la escaramuza.

94
La contradanza; ritualidad en desaparición:

Personajes importantes en las fiestas han sido los danzantes, invitados a participar por el prioste

"para rendir homenaje al santo". El danzante participa en fiestas campesinas de todo el país como

puede observarse mediante el estudio de las características de estas fiestas, por lo que podemos

suponer la gran antigüedad de su presencia.

En la provincia del Azuay el danzante participa en la contradanza o baile y en el tucumán o tejido de

cintas, que se realizan por varias ocasiones en las vísperas y el día de la fiesta.

Las investigaciones del IAF lo describen minuciosamente en la Octava de Corpus en Turi, la fiesta

de San Miguel en Llaczhún y la fiesta del Señor de las Aguas en Girón. Se lo ha registrado también en

Cumbe y otros lugares de la provincia aunque no estén descritos en detalle; previamente nos hemos

referido a su presencia en la fiesta de San Lucas en Llacao.

Muchas de las reflexiones planteadas para el caso de la escaramuza son también válidas para la con-

tradanza. Por los mismos documentos mencionados conocemos la antigüedad de este baile y su asocia-

ción con formas de culto no plenamente aceptadas por las autoridades coloniales.

Si en el caso de la contradanza podemos afirmar que la formación de labores o figuras tiene un

carácter efímero, semejante al de la escaramuza, en el baile de cintas o tucumán nos encontramos ante

un recurso de carácter diferente que permite a los espectadores seguir el desarrollo del baile a través

de las cintas atadas a un gran palo generalmente de chahuarquero (la flor del penco). Se conoce que el

baile de cintas fue introducido tardíamente en América desde España, posiblemente en el siglo XVIII

según algunos documentos.

El tucumán forma una parte importante de las danzas del país vasco y su presencia en América aún

no está debidamente aclarada dada la influencia relativamente escasa del norte de España en el proceso

colonizador.

La menor antigüedad relativa del baile de cintas puede deducirse de la denominación que muchas

de las figuras reciben, en comparación con los nombres más tradicionales que reciben las labores de la

contradanza. En Girón las figuras del tucumán se denominan número uno, guía cambiado, número dos,
número tres, la choza y número ocho. En Turi estas figuras se denominan número uno, número dos, número

tres, número seis, la trencilla, ocho chico, la trenza, ocho grande, la tela de araña y la choza mientras que las fi-

guras de la contradanza reciben los nombres de entrada, adoración, recogida, número ocho, palmito, media

luna, curiquinga, hoja de aguacate, peine, culebra, venada, las cruces, ruedo o culebra, pata y cabeza y la

despedida. Solamente en la fiesta de San Miguel en Llacshún a más del ocho grande y ocho chico, que se

usan para soltar la trenza, se realizan la venada, guaneja, culebras peleadas, dianeja y rosa partida mientras

que las labores de la contradanza son la entrada, recogida, número ocho, culebra, hoja de aguacate, naranja,

rosas partidas, la venada, ocho grande, estrella, la painada, ruedo, ocho chico, empeine, despedida, cadena y

punta de diamante lo que demuestra un intercambio de denominaciones.1

Las labores de la contradanza reflejan en un grado aún mayor que las de la escaramuza una aproxi-

mación tradicional al ritual.

Es muy interesante la presencia de la venada y la culebra, a las que nos referimos en la escaramuza.

Debemos destacar figuras como la curiquinga, de gran complejidad en su factura, la secuencia del

peine o empeine, presente también en la escaramuza, la hoja de aguacate, presente en la escaramuza y

la contradanza.

Un elemento adicional que se manifiesta en la contradanza en relación con la escaramuza es el

movimiento del danzante que recurre a pasos largos o cortos, a inclinaciones hacia atrás y adelante, a

giros y torsiones, a pasos combinados con otro danzante, con lo cual suma a la propia evolución sobre

el terreno, que forma la labor, las características de la danza.

En relación con el movimiento y su significado ritual debemos considerar que: "... el cambio de

los individuos de un lugar físico a otro (en ceremonias) y la sucesión en que tales cambios se realizan

forman parte del mensaje; son representaciones directas de cambios en la posición metafísica" (Leach,

1966: 79). Así, por ejemplo, describe Landívar la figura de la curiquinga en Turi: "curiquinga es la más

complicada de las labores, el guía derecho pide a los músicos que toquen la curiquinga, las respectivas tropas

forman una semielipse y comienzan a danzar por parejas dando la vuelta circular con los siguientes pasos a) (van

danzando con un paso largo con el pie derecho, caen en la punta del mismo pie dando un pequeño paso, luego dan

1véase los trabajos de los investigadores del IAF.

96
un paso largo con el pie izquierdo y un paso pequeño con el mismo pie)... b) el mismo compás pero la pierna que

está en el aire la elevan hacia el tórax , c) danza en una sola pierna y con las manos se sujeta la rodilla, luego

cambian de pierna y repiten con la otra d) danza con un solo pie y con la mano respectiva sujetan el pie hacia los

glúteos, luego cambian de pie e) se colocan uno al frente del otro y se acercan y alejan ritmicamente f) engarzan dos

danzantes sus piernas y dan la vuelta entrelazando los brazos, el uno con el otro, luego cambian de pie y repiten la

vuelta en sentido contrario g) en un solo pie, y luego cambian al otro" (Landívar, 1973: 61).

Las evoluciones de los jinetes de la escaramuza, carecen, como es lógico de este nivel de compleji-

dad.

¿Se deriva la escaramuza de la contradanza? Aunque resulta aventurada una tajante respuesta todo

parece indicar que el esquema inicial de las labores de la escaramuza se basa en el esquema de las

labores de la contradanza, adaptadas en su escala y simplificadas al patrón sobre el terreno. El propio

nombre de escaramuza y su vinculación con la música de la chirimía sugiere un origen claramente

hispánico vinculado, además, con los ejercicios ecuestres de los soldados. Sin embargo dentro del

proceso de sincretismo que se produjo para la incorporación de ciertos elementos, resulta muy

interesante que el centro de la plaza en que se realiza la escaramuza se denomine en ciertos casos pucara

lo que demostraría que el juego ahora a caballo y vinculado con elementos peninsulares como la

chirimía, conserva su relación con juegos rituales indígenas. En la escaramuza se pretendería tomar
ritualmente el pucara.

El acceso al caballo por parte del indígena y el mestizo constituye un símbolo claro de status social,

por tanto resulta comprensible la transferencia de las labores de la contradanza a las figuras ecuestres

de la escaramuza.

Los guías en ambos juegos conservan en un cuaderno los dibujos de las labores que deben

realizarse. Los jugadores de la escaramuza realizan a pie los ensayos y solamente el día de la fiesta y sus

vísperas hacen las labores a caballo. Las figuras como la venada, la culebra y la media juega de la

escaramuza recuerdan en sus rasgos generales a las labores de la contradanza, en particular en su

carácter no representativo, como sabemos, otras figuras de la escaramuza asumen un carácter literal.

Es quizá en esta transposición de elementos de la contradanza a la escaramuza en donde puede en-

97
contrarse la respuesta a la aparente fugacidad de las figuras de la escaramuza que no coincide en

términos precisos con la fugacidad de las labores de la contradanza, en esta última la representación se ve

apoyada por el propio movimiento del danzante, lo que no sucede con el guía de la escaramuza que

únicamente se traslada para formar la figura.

La escaramuza en la fiesta contemporánea lejos de desaparecer se realiza cada vez con entusiasmo y

con un número creciente de jugadores. La contradanza se efectúa en solitario y en el contexto de la

fiesta aparece como un rezago de la tradición destinado a desaparecer en los lugares en los que aún se

mantiene. Al parecer la contradanza no ha logrado incorporarse al cambio en la estructura social,

como lo ha hecho con éxito la escaramuza.

Irónicamente el antiguo juego del que se derivó, posiblemente, la escaramuza, desaparecerá por el

éxito del juego a caballo y los elementos con éste asociados.

Algunas de las reflexiones consignadas arriba se derivan de nuestra propia impresión frente al baile

de la contradanza. Lo relatado con relación a la fiesta de Llacao coincide con la actitud de la gente

frente a los danzantes en Cumbe. Al preguntársele a Don Bartolomé Cruz el porqué de la ausencia de

danzantes en la fiesta de junio de este año me aseguró que los danzantes sí participaron. Como yo le

asegurara que no estuvieron presentes concluyó tristemente "Lo que pasa es que los que tienen las

ropas se están muriendo de viejos". Este fenómeno se manifiesta inclusive en la propia modificación
del desarrollo de las danzas ya que en muchos lugares, parcialmente en Llacao por ejemplo, se han

olvidado las labores de la contradanza conservándose solamente el tucumán, que inclusive ha sido

"folclorizado" al convertirse en acto obligatorio de las fiestas escolares.

Sin embargo el significado simbólico inicial de la danza debe haber reunido elementos de gran

complejidad que no son observables en la escaramuza.

El danzante, como el guía habitualmente, realiza su juego con una máscara de malla masculina o fe-

menina, transformándose mediante ella en un individuo desvinculado de su personalidad habitual. La

indumentaria, si bien varía en su colorido y detalles, mantiene como elemento común la corona

dorada, el espejo sobre el pecho y el brazalete también dorado. El carácter mimético de algunos bailes

de la contradanza vincula a este juego con los bailes indígenas de otros lugares del país. ¿Es la

98
contradanza una forma superviviente de antiguos rituales de fertilidad o solares? ¿Es ese carácter

arcaico, vinculado con elementos cada vez menos vigentes, lo que explica su decadencia? Muchos datos

permiten apuntar hacia una respuesta positiva a ambos interrogantes.

La cambiante estructura social que favorece la pervivencia del juego a caballo afecta a la contra-

danza. Dado su carácter altamente ritualizado, modificado parcialmente por la introducción de las

cintas, resulta difícil transformar su función hacia la representación de elementos seculares como se ha

dado en la escaramuza.

La soledad del danzante, perdido en su espacio particular a pesar de la complejidad de su acción,

desvinculado de las nuevas modalidades del poder local, lo convierten en una figura cada vez menos

notable. Ahora bien, su función puede mantenerse en grupos más aislados en los que los conceptos

simbólicos que evoca aún poseen importancia, un estudio detenido de otras fiestas en las que participa

puede conducirnos hacia esa conclusión. Las grandes fiestas, de alcance regional, sin embargo, no son

ya un marco adecuado para los ágiles giros de niños y adultos que ejecutaban la contradanza y su

espacio está, como sucedió en Cumbe, ocupado por la monótona ejecución de bailes adocenados y

sainetes colegiales, triste conclusión de una tradición larga y compleja.

99
Cultura, iconografía y comunicación:

El análisis que sigue implica por una parte el conocimiento de la estructura social imperante en las

zonas rurales de la provincia del Azuay, incluyendo factores tales como el papel de la mujer, la relación

interfamiliar, la vigencia de las formas de parentesco ficticio como el compadrazgo y su importancia, la

necesidad de manejar sistemas cooperativos para ciertas actividades económicas, la frecuente migración

masculina a la ciudad, la costa y el extranjero, las características particulares de la religión; y por otra

parte la comprensión general de las características del calendario ritual vinculado con los eventos

agrícolas, el conocimiento de los rituales familiares como bautizo, matrimonio y muerte y el

significado de los eventos rituales en su contexto económico y social.

Esta reflexión presupone que el manejo de la iconografía y el significado del símbolo en la cultura

popular está íntimamente relacionado con la estructura de la familia, la sociedad de mayor escala y las

propias relaciones de poder en el grupo y fuera de él.

Para dotar a esta reflexión de una dirección clara seguiremos parcialmente los planteamientos de

Leach en su texto ya citado, Cultura y comunicación: la lógica de la conexión de los símbolos y a

Turner en La selva de los símbolos, aspectos del ritual ndembu, que constituyen sin duda los textos

más sugerentes sobre el estudio de símbolos de las sociedades no occidentales. Resulta evidente que

muchos de los puntos de vista planteados por Leach y Turner no son aplicables a la realidad que

estudiamos y que podemos no estar de acuerdo con algunos de sus planteamientos e implicaciones, sin

embargo esto no disminuye la cualidad generadora que estos textos poseen ni afecta a su gran claridad

de análisis.

El evento ritual puede ser caracterizado así: "... lo que realmente sucede es que los participantes en un

ritual comparten simultáneamente experiencias comunicativas a través de muchos canales sensoriales diferentes;

están representando una secuencia ordenada de sucesos metafóricos en un espacio ritual que ha sido ordenado para

producir un contexto metafórico a la representación. Es posible que las dimensiones "verbales", musicales,

coreográficas y estético-visuales constituyan componentes del mensaje total. Cuando participamos en tal ritual

recibimos todos esos mensajes al mismo tiempo y los condensamos en una experiencia única que describimos como

"asistir a una boda", "asistir a un funeral", etc. Pero el analista debe tomar cada dimensión por separado, una
cada vez, resultando después casi imposible dar cuenta de forma realmente convincente cómo las diferentes

dimensiones superpuestas encajan entre sí para producir un único mensaje combinado" .

La necesidad de emprender un proceso de análisis de la iconografía popular en el Azuay

acercándonos a cada elemento por separado puede alejarnos del significado que el evento como

totalidad posee para los participantes. Para superar parcialmente al menos este problema, al que nos

hemos referido al hablar de la traducción de la experiencia, es necesario vincular el análisis de los

símbolos con la realidad social, en los términos planteados al inicio de este capítulo, y con el contexto

en el que se presentan incluyendo aquellas dimensiones verbales, musicales y coreográficas a las que se

refiere Leach.

Hemos mencionado que en las comunidades campesinas del Azuay la fiesta es un evento

fundamental y recurrente y cuya realización no se limita a las vísperas y al día sino que incluye toda una

serie de ensayos y preparativos que se desarrollan durante largo tiempo.

Una reflexión adicional sobre el significado de los juegos de la contradanza y la escaramuza se relaciona

con la creación del espacio ritual en la plaza del pueblo. Los participantes en algunas fiestas aún utilizan

el concepto de "tomar la plaza" para referirse a la definición de los espacios que se utilizarán para los

juegos y conviene aquí recordar el concepto de "cortar la plaza" explicado previamente.

En el caso de la fiesta de San Lucas en Llacao el espacio ritual para la danza fue definido mediante

las evoluciones por el contorno del territorio escogido para el baile que se cubrió con una salida por la

derecha y otra por la izquierda de cada mitad de los danzantes conducida por sus respectivos guías.

En la fiesta del Señor de Cumbe en junio la definición del espacio ritual en el que se desarrollaría el

corte de gallo fue mucho más compleja e incluyó al menos el trazado de su contorno con tiza, la quema

de chamiza al son de la música de la chirimía, la imposibilidad de penetrar en el espacio así definido

para las vacas locas, el mayoral o huasicama, el patrón y la chola y el recorrido a pie de los guías y el

posterior baile (¿reminiscencia de la contradanza?) dentro del espacio ritual.

Al parecer la definición del espacio ritual crea un territorio en donde es posible desarrollar un

ceremonial complejo asociado con elementos que aseguran la continuidad de la fiesta y el culto y que

se vinculan con la fertilidad de la tierra por el sacrificio de los animales y la sangre que se derrama

101
sobre el piso y sobre los guías y sus caballos. Este espacio es impenetrable por quienes no están asociados

directamente con el ritual y con seguridad crea también un concepto de temporalidad y continuidad

cultural difícil de explicar.

Edmund Leach afirma que "Esta discusión general de los límites del espacio y del tiempo implica otra serie

de equivalencias metafóricas fundamentales, es decir: normal/anormal:: temporal/intemporal:: categorías bien

delimitadas/categorías ambiguas:: central/marginal:: profano sagrado" (idem : 47) para añadir "Un límite

separa dos zonas del espacio tiempo social normales, temporales, bien delimitadas, centrales, profanas; pero los

marcadores espaciales y temporales que realmente sirven de límite son también anormales, intemporales, ambiguos,

marginales, sagrados" (idem : 48).

Aquí nuevamente el concepto de totalidad de la fiesta y su relación con la cultura permitiría

acercarnos al significado de los actos que se realizan dentro de ese espacio claramente definido. El

espacio ritual crea un umbral en el que los actos que se realizan, como el arrancar la cabeza a un gallo,

cambian de significado vinculándose con las tradiciones y los símbolos más profundamente arraigados

dentro del grupo cultural.

La música, el juego y el baile, conjuntamente con las marcas sobre el terreno, definen el espacio al

que los guías acuden inicialmente a pie para solamente después de haber bailado poder montar a

caballo y ejecutar la parte medular del ritual.

El ritual que se ejecuta dentro del espacio definido se relaciona con un concepto distinto de

temporalidad. Los actos trascienden el momento y los individuos para vincularse con el manejo de

símbolos eternos, más allá del tiempo cronológico y el espacio físico.

La referencia que sigue a los ritos de sangre debe comprenderse en este medio definido cuyo

espacio físico puede variar pero por unos momentos es inviolable y accesible solamente para los que se

han iniciado en el ritual.

Dentro de la fiesta religiosa "el símbolo es la más pequeña unidad del ritual que todavía conserva las

propiedades específicas de la conducta ritual; es la unidad última de estructura específica en un contexto ritual...

un "símbolo" es una cosa de la que... se piensa que significa naturalmente, o representa, o recuerda algo, ya sea

por la posesión de propiedades análogas, ya por asociación de hecho o de pensamiento" (Turner: 21).

102
Los estudios realizados por Moya y otros pretenden recuperar el significado emic (desde la

perspectiva de los propios actores) de los símbolos presentes en el ritual. Nuestro propio esfuerzo en

la sociedad mestiza ha debido apoyarse no solamente en la información directa que nos han

proporcionado los participantes en el ritual sino además en los conceptos presentes en la tradición oral

local. Reconocemos, sin embargo, la dificultad con que nos hemos encontrado al carecer muchos de

los símbolos utilizados de interpretación explícita por parte de los actores. Así por ejemplo la

obtención del tuétano y el pañuelo que se utilizan ritualmente en la fiesta del toro, se interpretan como

una muestra de la habilidad del carnicero, quien si rompe el tuétano deberá "pagar un litro de trago" al

prioste. Sin embargo consideremos que "El símbolo viene a asociarse a los humanos intereses, propósitos,

fines, medios, tanto si éstos están explícitamente formulados o han de inferirse a partir de la conducta observada"

(idem : 22). En este contexto podemos considerar a esta explicación (pagar un litro de trago) como

insuficiente aunque ésta tienda a reafirmar la relación social y la permanencia de las obligaciones del

que da y el que recibe.

Si la interpretación de los símbolos puede basarse en la forma externa y las características

observables, las interpretaciones ofrecidas por los especialistas religiosos y por los simples fieles y los

contextos significativos, en gran parte elaborados por el investigador, el análisis deberá atender en

forma interrelacionada y en ocasiones simultánea a la forma, la interpretación interna (o explicación

emic) y el significado (o explicación etic) que puede o no coincidir con la anterior.

La participación en la escaramuza, cuya forma ha sido ya establecida, se entiende como un acto

que realza, en cuanto participación colectiva, la sujeción de los participantes a las normas basadas en la

tradición y que plantean, entre otros elementos, el reconocimiento de la posición superior del prioste

y de sus delegados entre los que se encuentran los guías mayores. Son sin embargo frecuentes los

choques, en ocasiones físicamente violentos, entre algunos guías que pertenecen al bando del mismo

prioste. Si bien en el ritual se destacan los conceptos de participación colectiva y solidaridad en la

práctica este evento posibilita el afloramiento de las tensiones internas presentes por el grado de

participación o el nivel asociado a cada individuo o grupo familiar. Difícilmente los choques entre

miembros del mismo bando serán interpretados como algo más que "actos de chumados" y

públicamente se les restará importancia aunque sus efectos pueden ser permanentes o aflorar

nuevamente en la primera oportunidad que se presente.

103
La posibilidad de interpretar el ritual en forma más profunda que los propios actores está

plenamente justificada y por ello no resulta adecuado rechazar, sin una reflexión sobre el problema, lo

que los propios participantes en la fiesta consideran arbitrario, superficial o inexplicable.

El actor contempla su participación en el ritual desde un ángulo particular que difícilmente

incluirá una perspectiva total o el valor de las otras partes y de los demás actores. Por otro lado es

posible que se tienda a presentar un cuadro idealizado sobre el significado del ritual, que, como es

comprensible, no incluya los conflictos y decisiones presentes.

Turner señala lo que considera como propiedades de los símbolos rituales: "La propiedad más simple es la

de condensación: muchas cosas y acciones representadas en una sola formación". En segundo lugar, un símbolo

dominante es una combinación de significata dispares, interconexos porque poseen en común cualidades análogas o

porque están asociados de hecho o en el pensamiento. Esas cualidades o esos vínculos de asociación pueden en sí

mismas ser totalmente triviales o estar distribuidos al azar o muy ampliamente por todo un ancho abanico de

fenómenos. Su misma generalidad les permite vincular las ideas y los fenómenos más diversos... La tercera propiedad

importante de los símbolos rituales dominantes es la polarización de sentido ... En un polo se encuentra un

agregado de significata que se refieren a componentes de los órdenes moral y social... a tipos de grupos corporativos

y a normas y valores inherentes a las relaciones estructurales. En el otro polo los significata son usualmente

fenómenos y procesos naturales y fisiológicos. Llamaré al primero de estos el «polo ideológico» y al segundo el «polo
sensorial»" (idem :30-31).

Estas cualidades se expresan dentro de dos categorías de símbolos explícitamente identificados

por Sapir: los símbolos referenciales y los símbolos de condensación. A los primeros pertenecen la lengua, la

escritura, la bandera mientras que los segundos consisten en "formas sumamente condensadas de com-

portamiento sustitutivo para expresión directa, que permita la fácil liberación de la tensión emocional en forma

consciente o inconsciente" (Sapir citado por Turner: 32).

De esta división se deducen cuatro atributos básicos de los símbolos rituales: "1) condensación de

muchos significados en una forma única; 2) economía de referencia; 3) predominio de la cualidad emocional; 4)

vínculos de asociación con regiones de lo inconsciente" (Turner: 32).

Resulta de gran importancia referirse también a los símbolos dominantes y a los símbolos instrumenta-

104
les. Los símbolos dominantes actúan como referentes "externos" a la estructura cultural y social y los

símbolos instrumentales se relacionan en forma directa con los rituales específicos y asumen objetivos

determinados por la finalidad del ritual.

Los rituales de sangre, asociados con el sacrificio del toro y el consecuente corte de gallo, pueden

ser analizados desde la perspectiva anotada. La ausencia de una interpretación explícita de los significa-

dos si bien dificulta la explicación, es, como lo afirmamos previamente, posible en su contexto.

¿Cuáles son los símbolos presentes de manera específica en el ritual de la fiesta religiosa?

Sin duda el principal símbolo dominante es la propia imagen religiosa cuya presencia permea

todas las actividades que se realizan durante la fiesta. Las cualidades que se atribuyen a ese símbolo

dominante; como la capacidad milagrosa de la imagen, su intervención directa en el proceso agrícola y

la posibilidad de castigar a quienes desobedecen los preceptos o rehusan a la participación en el ritual;

están presentes continuamente. ¿Es suficiente referirse a las cualidades místicas de la imagen? Dado el

contexto ritual consideramos que el símbolo dominante representa también los principios básicos de

identificación social y reconocimiento en el pueblo con lo que no solamente son importantes sus

cualidades como motivadoras de la fe y la acción sino además su capacidad de referencia social y de

pertenencia a la comunidad.

En otro contexto la presencia de los antepasados, con las implicaciones de continuidad, puede

convertirse en un símbolo dominante en los contextos de la fiesta en que se utilizan elementos o se

realizan actos que se consideran vinculados con los antiguos o en contextos funerarios específicos como

los analizados. Dado que la presencia de los antepasados no se especifica clara o explícitamente, se

utilizan conceptos vinculados con esta presencia que se atribuyen al dado del juego del huayru o al

cuadro de almas que se convierten en símbolos instrumentales, por su vinculación con objetivos

específicos.

Símbolos instrumentales, de mayor o menor vigencia, existen en todo el contexto del empleo de

la imagen en el Azuay. Algunos resultan más atractivos por su complejidad aunque puedan, en ciertos

casos, permanecer prácticamente herméticos.

Considerada la fiesta campesina como un ritual de solidaridad podemos establecer que los

105
símbolos instrumentales utilizados se orientan al objetivo específico de establecer lazos perdurables

entre los participantes como miembros de una comunidad, esto es válido aún en el supuesto empleo de

nuevos símbolos o estructuras festivas.

¿Reúnen estos símbolos las características de condensación, unificación de significados dispares y

polarización de sentido? ¿O en el proceso de transformación de la sociedad se han transformado en

vacíos cascarones de significado inmediato?

Dada la complejidad de los actos rituales, con sus características de definición de un

espacio/tiempo específicos, superación de las relaciones sociales habituales, utilización de parafernalia

compleja, actos de ruptura y reconstrucción de la realidad, no parece adecuado hablar de un cascarón

carente de significado.

Si del estudio de la estructura económica de la sociedad rural podemos deducir elementos de

gran importancia como los esquemas utilizados para superar las limitaciones del minifundio o la

presión de la hacienda, del conocimiento del significado del ritual, el símbolo y la participación,

podemos acercarnos a la vigencia de elementos trascendentes como la concepción compleja del mundo

y su interrelación, la importancia de reafirmar la pertenencia social al grupo de origen mediante la

coparticipación y el papel de la mujer como portadora de la tradición y elemento básico para mantener

vivo al grupo.

Detrás de la imagen se encuentra una realidad compleja que apenas hemos podido atisbar en esta

aproximación al tema. Pero se trata de una realidad amenazada de muerte por el cambio en los valores

más profundos y la recontextualización de los símbolos para vincularse con elementos que proceden de

la realidad urbana o del extranjero. Lentamente se incluyen factores como el grado de competencia

por el destaque individual que olvida la participación comunitaria y que se manifiesta ya en la

escaramuza. La desvinculación cada vez mayor entre el hombre joven y el campo y el origen urbano o

foráneo del poder se manifiestan a través de signos, que como en los cultos cargo podrían

hipotéticamente convertirse en símbolos de salvación. El abandono del campo por parte de los

hombres ha reforzado el importante papel económico de la mujer, portadora de la tradición. Al no

reflejarse la nueva realidad de la mujer en el ritual quedan pocos espacios para que ella conserve una

memoria que ya no le favorece. Si el ritual se transformase con la velocidad que lo hace la sociedad o si

106
pudiese mantener una relación activa con ella, como ha sucedido hasta hoy, podríamos esperar un

nuevo uso del símbolo que incorpore lo blanco de la leche y lo rojo de la sangre de la mujer. No es

este, sin embargo, el caso, la permanencia de los símbolos presupone la existencia de un profundo

respeto por la tradición en cuanto que la experiencia posibilita la supervivencia.

Dado que los jóvenes se incorporan al símbolo urbano, que refleja la estructura de la competencia

en la ciudad, el símbolo rural pasa a ser considerado como "sucio", "arcaico", y "las cosas de los

mayores" ya no se aprecian por la vinculación con el pasado, del que ahora es mejor avergonzarse, sino

que se vinculan con la realidad que se quiere superar. No significa esto que no hayamos encontrado a

jóvenes como participantes en el ritual, sino que el ritual se llena de valores distintos y los significados,

a los que nos hemos intentado aproximar, se olvidan a diario.

"Quienes tenían la ropa de danzantes ya se han muerto", esta frase resume lo que sucede. El danzante es

el que se ha muerto en su complejidad ritual, sobrevive la ropa, que no morirá, quedará la máscara de

alambre, pero debajo de ella solo se adivinan las cenizas del símbolo.

107
Lugares sagrados, liminalidad y coparticipación:

Un elemento adicional, de gran importancia, es el que el ritual involucra con frecuencia una

relación particular con el espacio. Es decir que no podría entenderse el rito sin un referente espacial,

que se manifiesta a través de las romerías, de las carreras por el campo, de la delimitación de un

espacio impenetrable y de otros elementos. Esto debe relacionarse con la propia conformación de la

sociedad y las características de la relación intergrupal, sin que le sea tampoco ajeno el concepto de la

"fuerza" del propio espacio, que se vincula con el referente sobrenatural que mencionamos más arriba.

Aquí debemos considerar que "El acto ritual...sirve para expresar la posición del actor con respecto a su

medio tanto físico como social y puede servir también para alterar esa posición. Cuando el ritual funciona en este

último sentido constituye una manifestación de poder; así, pues, la creencia universal en la eficacia del acto ritual

no es ni mucho menos una ilusión" (Leach, 1974, 387-388).

Dado que son los hombres los que desarrollan ritos como parte de la vida social, los

planteamientos sobre la persistencia de los símbolos, tema al que dedicaremos un apartado, se

transforman en una reflexión sobre cómo los hombres utilizan símbolos conocidos, con su capacidad

polisémica, para explicar y dotar de sentido a su propia realidad.

La persistencia de los símbolos, entendiendo aquí incluso al espacio como un símbolo, plantea

problemas complejos de interpretación. Nuestro estudio de los rituales precolombinos americanos y

de los rituales españoles, nos permite introducir reflexiones sobre elementos del pasado que

encuentran significado en el ritual contemporáneo. Esta es una oportunidad para discutir el concepto

de "eficacia" del acto ritual y sus implicaciones y para acercarnos a símbolos de enorme fuerza, sin que

creamos que este, en particular, sea un tema sobre el que se pueda decir la última palabra.

La idea de la "eficacia ritual" se ha discutido porque esta era "...una ilusión, la imagen falsa de una

secuencia que termina, como en un resultado, cuando en realidad no es más que una fase, un estadio no estable que

da lugar a otro. Nunca acaba el drama, nunca termina el juego, aunque organizadas las secuencias en ciclos con

principio y fin, se toman como si así fuera" (García García, 1991: 11).

Aquí aparece, sin embargo, involucrado el concepto de tradicionalidad. Otros estudios


realizados han insistido sobre el carácter tradicional de la cultura popular. Este carácter tradicional no

debe ser entendido, desde mi perspectiva, como una actitud especialmente refractaria al cambio, sino

como una respuesta a unas condiciones estables de supervivencia en las que las transformaciones habían

sido escasas por la relativa autonomía que habían logrado a través de los años las sociedades rurales del

Azuay.

Como lo afirma Geertz: "...se ha destacado la continuidad de ciertos temas en diferentes culturas y

momentos históricos, temas que se han interpretado como expresiones de constantes transpersonales en el

funcionamiento mental del inconsciente que constituye, al mismo tiempo, expresiones de realidades cósmicas

fundamentales" (Geertz, 1974: 222), concepción que está directamente ligada con lo que expone Eliade

(1955).

Asistimos en los últimos años a un proceso de transformación radical de la sociedad rural azuaya,

sin que esto hubiese significado el abandono de los símbolos tradicionalmente empleados, sino un

proceso de recontextualización de ellos. La manera como ciertos símbolos, y aun rituales en su gran

complejidad, se vinculan con nuevos elementos, básicos para la supervivencia del grupo y del

individuo, está solamente estudiada de manera lateral en esta tesis doctoral, confiamos en que otras

investigaciones, más claramente enfocadas hacia este tema lo aborden en profundidad.

Los rituales poseen "...una especial capacidad de impregnación, de modo que pueden recoger sin
desintegrarse tanta diversidad de ideas e intereses y condensarla en elementos básicos de significación, lo que les

hace susceptibles de constante maniobra o manipulación" (García García e.a.1991: 12).

En este contexto debemos señalar que las romerías, elemento fundamental para la comprensión

de las relaciones entre el espacio y la sociedad, se relacionan por una parte con la tradición europea,

expresada más claramente en el medievo a causa del milenarismo y presente en España en torno a

grandes centros en particular Santiago de Compostela, y por otra con las antiquísimas tradiciones

andinas de visitas a centros de carácter sagrado, siendo a la época de la conquista los más importantes

el Cusco y el santuario de Pachacamac dentro del Tahuantinsuyo.

La romería está relacionada con el concepto de contagiosidad de lo sagrado, lo que significa que

el acudir a un lugar determinado es un acto de fe pero también es un acto mediante el que se participa

109
de lo sagrado del lugar. Esta concepción implica la idea de lugares potentes desde la perspectiva

religiosa, en los que habitualmente se desarrollan portentos, milagros y profecías o en los que, como

en el caso de la gruta del Señor de Belén, "reside" un poder especial. .

La procedencia histórica de estas concepciones podría ser trazada mediante el estudio de sitios

"milagrosos" y la forma como se maneja la relación de los fieles con el lugar. Podía tratarse de lugares

de contacto interétnico cuya sacralidad les dotaba de neutralidad y cuya función básica sería económica

y por ende política. Se podría distinguir lugares críticos del espacio, fuentes de agua, lagunas, cejas de

montaña, divisorias de agua, senderos, etc. en los que se recurre a la religión para desarrollar los

conceptos de origen, de protección, etc. estos lugares pueden, como en el caso de las lagunas, adquirir

gran importancia política. Sherbondy (1982) señala que las lagunas se convierten en lugares de origen

para grupos locales que explican así míticamente, su origen común, real o supuesto.

Los lugares sagrados que no son sitios críticos por ninguna de las razones anotadas previamente,

plantean otro tipo de problema que incluiría su posible función como observatorio astronómico

(sucanca). Pero además se trata de sitios de posible referencia geográfica que servirían de mojones,

lugares de procedencia de las lluvias o de los vientos que ayudan a explicar la configuración del espacio

ante la ausencia de referentes escritos, mapas o planos.1

La situación actual muestra a centros de enorme atracción para los romeriantes, dentro de la

región inmediata. Destacan claramente los sitios en los que se han producido milagros. Entre los

centros de romería se encuentran el santuario de la Virgen de la Nube en Azogues, la Colina de San

Antonio en Cañar, la gruta del Señor de Belén en Turi y el Santuario del Señor de Andacocha en

Guachapala.

La procedencia de los romeros y la secuencia de visitas ha sido posible establecerla para Turi

(véase).

Las romerías se desarrollan a partir de la primera semana de septiembre (El Cisne, Andacocha),

mes en el que además proliferan las fiestas del Señor de los Milagros; en octubre se desarrollan las

1 El tema de la existencia de posibles planos o mapas precolombinos ha sido largamente discutido y en


ocasiones tratado con ingenuidad, sin embargo no se ha dado ninguna demostración real de su
utilización.

110
fiestas de la Virgen del Rosario, en noviembre las fiestas de difuntos, en diciembre las fiestas de Baños

y Turi y en enero la del Señor de Cumbe. En septiembre, octubre, noviembre y hasta diciembre, la

fiesta del Señor de Girón, relacionada con las lluvias.

La información sobre el ciclo de fiestas solamente adquiere significado al cruzarse este con el ca-

lendario agrícola.

Existen algunos elementos que deben incorporarse al análisis de las fiestas contemporáneas,

entre ellos están:

- la fiesta incorpora elementos vinculados con los rituales de paso, a nivel social, con la incorporación

de nuevos miembros de pleno derecho a la estructura de la comunidad. Este parece ser el factor

vinculado especialmente con el tema de la identidad personal/familiar/ barrial/comunitaria y que

actúa visiblemente en el caso del prioste y del migrante (cf. los diversos estudios sobre el tema de la

fiesta). Entre los elementos que actúan en este nivel de solidaridad y paso se encuentran como pueden

verse en la fiesta de toros, i.e. la persecución del toro, la bebida de la sangre; otros en el "cargo" que

ocupa cada uno de los participantes en la fiesta y los requisitos para ascender de un nivel a otro

(¿rompen los migrantes esta cadena?). El concepto de recorrido por los puntos sagrados del espacio es

importante y tal vez deberían rastrearse "pruebas" personales o revelaciones como las que se dan entre

los shuar.

Otros elementos en la fiesta que pueden relacionar el concepto de "servicio" personal con

formas específicas de culto, es el caso de los danzantes y los participantes en la escaramuza.

Distinguimos el papel asignado al danzante del papel asignado al guía y es posible que, si nuestra

propuesta de derivación danzante-escaramuza es correcta, que sea en la acción de los danzantes en

donde podamos encontrar los elementos simbólicos decisivos para nuestro análisis. Es necesario en

este caso, y en todos, huir de la afirmación fácil de "culto solar" o "culto a la fertilidad", a través de la

danza y buscar más bien la relación entre danzante y pucará, entre danzante y estructura social y su

procedencia geográfica, entre la contradanza y danzas notables y los conceptos de venado, culebra,

curiquinga que, hasta donde conocemos, no han sido analizados conjuntamente. Así podríamos llegar a

comprender lo que llamamos "símbolos recurrentes" (Turner; 1980) entre los que se encuentran los

tres mencionados (venado, culebra, curiquinga) y otros como la sangre (¿fuente de poder?), los lugares

111
poderosos, véase supra, el recorrido del espacio, los sitios y personajes liminales.

El concepto de rucuyaya en la fiesta debe ser estudiado cuidadosamente en su posible versión de

urcuyaya y comprendido en relación con el oso, otro espíritu liminar, y los danzantes. Estos danzan en

torno al cerro, o al espíritu del cerro puesto que es el rucu el que sostiene el chahuarquero, otro

elemento del cerro, durante el baile.

El "canibalismo" ritual, en realidad el "comer" el corazón de uno de los danzantes que se presta

a ello como muestra de arrepentimiento por errores o "pecados" cometidos, en la llamada "borrego

danza" que se realizaba en la parroquia Baños1 es un ejemplo de como en los rituales podemos
encontrar claras muestras de transgresión a las normas sociales. Este baile se realizaba con los

danzantes disfrazados de borregos y llevando en la mano un pequeño puñal de madera. Los danzantes

"sacrificaban" al borrego y luego ofrecían su corazón a la imagen de la iglesia. Esta danza, según los

informantes, sería antes la Angel Danza y después la Toro Danza, pero esta explicación no parece

encajar correctamente. La zona de Baños es la única en la que se ha reportado esta danza que podría en

alguna forma relacionarse con el juego del pucara.

El danzante es entonces un personaje clave y su ubicuidad puede llevar a confusión ya que en este

caso no se produce el fenómeno que se da con los instrumentos musicales en el área de Cañar que

están claramente asociados con ciertas fechas y circunstancias.

La procedencia del danzante es un elemento importante para explicar su función en la fiesta. De

hecho parece tratarse de una función hereditaria, depende de un cabecilla que, en lo que hemos visto,

es siempre un hombre mayor, pero participan niños que ocupan un nicho previamente asignado. La

procedencia del danzante es social y geográfica y la posible explicación de una "manda" o de la fe se

vincula con elementos más profundos. El danzante actúa, hasta cierto punto, de manera independiente

del prioste y en este sentido su papel en relación con los eventos que señala es directo y no está

mediatizado, como en el caso de los guías, trasguías, etc. por el prioste y la organización de la fiesta.

La posición del guía de la escaramuza es parcialmente semejante pero, al parecer, su función se

1 Comunicación verbal de Gloria Pesántez. Directora del Instituto Azuayo de Folklore y conocedora de
las tradiciones locales en detalle..

112
ha transformado y está, al menos de lo que conocemos, menos sacralizada, lo que puede conducir a

que la relación entre el guía y el prioste sea más clara que la existente entre el danzante y el prioste. El

guía de la escaramuza podría haber perdido paulatinamente su carácter independiente, o la que

podríamos llamar de relación directa con los eventos, para sustituirla con una mayor relación con el

prioste y por lo tanto con la función social de la fiesta, frente al danzante y su relación directa con los

fenómenos. Este hecho demostraría la dirección de la derivación social. Se sustituye el evento de

carácter simbólico ritual vinculado directamente con las fuerzas de la naturaleza por un evento cuyo

referente directo se encuentra en la sociedad y por ende en el sistema de relación y en las formas

internas de poder. Es posible que podamos encontrar esta misma forma de derivación en otros rituales

y en la estructura general de la cultura popular (Martínez y Einzmann; 1982).

A pesar de la afirmación previa, una buena parte de los eventos de la fiesta en su relación social,

con el prioste, etc., estaría relacionada con actos externos. Por ejemplo el recorrido por el espacio que

se da en la fiesta del toro, durante el gallo pitina o en la fiesta de la botija, que están vinculadas con el

complejo del prioste, replican lo que en otros niveles se da con el recorrido hacia centros de

peregrinación en romerías o en procesiones.

Por lo tanto podríamos afirmar que el lugar sagrado cumple en la romería el mismo papel que la

casa del prioste o aún el mismo prioste en la fiesta. Las semejanzas de las acciones de los romeriantes y
los invitados pueden establecerse. Así en la fiesta se bebe chicha y trago, se baila, se realizan

determinados actos rituales, se vela, se sale en procesión o en recorrido del espacio, intervienen los

danzantes, etc. En las romerías aunque no se bebe chicha como parte de ella existen puestos de venta

de trago y de comida que son públicos, y mucho más abundantes que lo que el simple apetito sugiere;

se vela, ciertamente; se sale en procesión o en recorrido del espacio; es decir que hay algunos actos

que se replican lo que podría deberse a la posición del santuario y del prioste.

En otros casos se involucra el concepto de continuidad social en cuanto se desarrollan "ritos de

paso", relacionados con un concepto ambiguo de grupos de edad, que al parecer se ha transformado en

"niveles de responsabilidad", o si queremos "grupos sociales de edad", en cuanto quienes participan en

ellos lo hacen como posibles miembros de la sociedad con responsabilidad plena, sin vinculación

aparente con la edad cronológica.

113
Van Gennep (1909 The Rites of Passage) propuso una sucesión de tres etapas rituales

progresivas: separación, transición o limen e incorporación, como características de los ritos de paso,

insistiendo en la importancia del período liminal al que atribuyó la característica de "regeneración

social", dado que al encontrarse los individuos en el umbral, separados de su condición pasada aunque

no incorporados a la nueva, constituyen una amenaza para sí mismos y para el grupo y deben por ello

ser reintegrados a la sociedad para evitar una alteración del orden.

Como lo afirma Turner: durante el período liminal el individuo no se encuentra ni aquí ni allí,

sino en el limbo, dado que "El iniciando ya no es el titular de una posición social culturalmente definida y

tampoco ha pasado aún a ocupar otra" (Turner, 1974: 150), por lo tanto debemos considerar que se

anulan e invalidan las posiciones especializadas e interdependientes.

Además, las complejidades se reemplazan por la oposición entre instructores e instruidos y no

existen diferencias entre los iniciandos.

Entre los símbolos de la transición a menudo podemos encontrar la "muerte" y el "nacimiento"

y además la pérdida de la posición puede simbolizarse con la desnudez ritual y la homogeneidad con un

adorno o vestido uniforme. La pasividad masculina con prendas femeninas. La ausencia de distinciones

sociales mediante actitudes de humildad o mediante decoración corporal con tierra o ceniza. Junto a

esto, si se da, la invisibilidad social se representa mediante su segregación total o parcial a través del
silencio o de extraños disfraces.

El período liminal es importantísimo ya que "La transición es, pues, un período de empobrecimiento

estructural y de enriquecimiento simbólico" (idem : 150)

La relación entre la posición social y la fase liminal puede resumirse en que el encontrarse fuera

de una posición social determinada, dejar de tener una perspectiva específica es, en cierto sentido,

tomar conciencia (al menos potencialmente) de todas las posiciones y su ordenación y tener una

perspectiva total. Lo que convierte al conocimiento potencial en gnosis real es la instrucción.

La importancia de vincular el mito con el ritual se deriva de que "Los mitos no son solo una guía de

la cultura, aunque también cumplen esa función; apuntan a la fuerza generadora subyacente a la vida humana,

fuerza que de cuando en cuando rebasa los límites culturales...Representan un retorno a las fuentes más profundas

114
de la experiencia psicosomática en una situación legitimizada de liberación de las trabas culturales y las

clasificaciones sociales. Estos «instantes liminales» relativamente breves deben compensar los largos días de

experiencia utilitaria y delimitada por la cultura. En la raíz de lo racional está lo irracional que le da su sentido, y

la liminalidad es esa raíz. La naturaleza (y el espíritu, la parte inteligente e inmaterial del hombre) sigue siendo el

mentor de la cultura y el origen de sus cambios a menudo imprevistos...En el mito vemos a la naturaleza y al

espíritu entregados a su labor de configuración en el momento liminal, dentro y fuera del tiempo" (Turner, 1974:

154).

De especial interés para la comprensión de los ritos locales, es por lo tanto el concepto de

"liminalidad", que aunque ha sido aplicado en sentido estricto a los ritos de paso (Van Gennep, [1909],

1960), ha probado ser útil para otros aspectos del ritual (Turner, 1988). Es interesante el concepto de

la fase liminal como el "modo subjuntivo" de la cultura, el deseo, la posibilidad, la hipótesis, la

anticipación de la existencia posterior.

En nuestro caso, nos preocupa especialmente conocer porqué muchos de los actos rituales des-

cansan sobre seres liminales o involucran acciones que se desarrollan en áreas liminales, sabiendo que

en estas áreas se mantiene presente en alto grado el peligro de contaminación. El mito es aquí

fundamental, dado que "Los mitos son fenómenos liminales: suelen relatarse en un tiempo o un lugar que está

'entre una cosa y otra'" (Turner, 1974: 150).

El recurrir a las características de la relación intergrupal es un elemento de interés para la

comprensión de este problema.

Siguiendo nuevamente a Turner podemos considerar que "Para obtener poder, el que participa en un

ritual o cree en un mito (y que representa sus episodios en la imaginación identificándose con sus personajes) debe

realizar o fingir que realiza actos o simulacros de canibalismo, asesinato, adulterio o incesto, ya que los procesos

generativos de naturaleza externa e interna se manifiestan en forma más directa en ese comportamiento" (Turner,

1974:151).

El simbolismo liminal, está repleto de transgresiones directas o figuradas de las normas morales y

de relación social.

Los rituales resultan entonces difícilmente comprensibles como paradigmas o vinculados con las

115
reglas morales o sociales o como modelos negativos. En este sentido "La situación liminal es potencialidad

pura, donde todo puede suceder, donde el desenfreno es normal, incluso normativo, y donde los elementos de la

cultura y la sociedad se liberan de sus configuraciones habituales y se vuelven a combinar en imágenes extrañas y

aterradoras" (Turner, 1974:151), aunque la ausencia de límites se ve restringida por el hecho de

tratarse de una situación excepcional y por el orden prescrito y su forma simbólica y no literal, puesto

que el símbolo que expresa también refrena.

En la etapa liminal se encuentra lo sagrado y más sagrado y lo humano y más humano. Además

podemos afirmar que "En esta etapa hallamos en particular una radicación crucial de ideas y símbolos en el

cuerpo humano y en sus procesos somáticos. El cuerpo...es considerado como el epítome o microcosmos del universo;

se convierte en la metáfora o el modelo que ilustra más vividamente todos los demás tipos profanos de regularidad:

de la naturaleza, de la sociedad, de la cultura y del pensamiento" (Turner; 1974: 153)

Las ideas en torno al concepto de "contaminación", pueden ser de enorme utilidad en el análisis

del ritual. De hecho algunos de los actos rituales implican directamente la necesidad de "limpiar" un

territorio determinado o una persona, por lo que resulta útil el relacionar estos actos con la necesidad

de recuperar un orden que ha sido disturbado por alguna razón.

Ya Douglas (1976) ha planteado la relación que existe entre contaminación y santidad y

contaminación y tabú, por lo tanto conviene referirnos a sus conceptos: "Esto [la suciedad como material
en desorden] implica solamente dos condiciones: un conjunto de relaciones ordenadas y una alteración de ese orden.

Así, pues, la idea de suciedad implica una estructura de ideas. Para nosotros, suciedad es una especie de concepto

resumen en el que encajan todos los hechos o acontecimientos que empañan, manchan contradicen o alteran en otro

sentido las clasificaciones admitidas. El sentimiento subyacente es que se ha violado un sistema de valores que se

expresa habitualmente en una determinada ordenación de las cosas" (Douglas, 1976:128).

El concepto de "suciedad", en esta acepción de desorden, debería, sin embargo relacionarse con

los planteamientos que establece, por ejemplo Leach, en torno al concepto de lo liminal.

La sociedad o la naturaleza no puede siempre entenderse como un conjunto de relaciones

ordenadas a las que debe arribarse por la superación de la "suciedad". En la propia liminalidad existe

fuerza, sabiduría y conocimiento, si logra superarse el riesgo de ese estado "intermedio" entre la vida y

116
la muerte, entre la naturaleza y la sociedad. Un análisis de mitos locales, en los que el encuentro con

seres o fuerzas liminales puede ser ocasión para la destrucción o para el enriquecimiento personal, nos

obliga a replantearnos el concepto de contaminación y sus implicaciones. Un ejemplo de esta ambigua

relación con lo liminal se encuentra en el relato "La leyenda del cerro Sonapales" recogida por Zaruma

(pp 59-60), en la que se narra como una curandera obtiene elementos curativos de "...una mama huaca

que posee un jardín de flores y de plantas medicinales" para continuar con la afirmación de que " Algunas

personas de ese lugar creen que las curanderas son mujeres compactadas con el diablo, este les ayuda a conseguir

medicinas y a salvar a los pacientes que requieren de ayuda". Debe mencionarse que Ia presencia de figuras,

relacionadas históricamente con personajes liminales de antiguo origen y que recuerdan a la imagen de

la "huaca" es referida por Caro Baroja en España"Conocidísimo es el mito de las 'xanas' en el centro y

oriente...Son estas una especie de ninfas o hadas que aparecen en los arroyos peinándose los cabellos con peines de

oro, o dedicadas a otras actividades" (idem 60)

Es de rigor mencionar el concepto durkheiniano de lo social como un referente para la

construcción de los sagrado. Esto conduce a conceptos de índole lógica como la afirmación de Douglas

de que, por ejemplo, "Las creencias referentes a la contaminación protegen los sectores más vulnerables, aquellos

en los que la ambigüedad debilitaría aún más la frágil estructura" (1976:130), de lo que se concluye que las

normas de contaminación pueden estar asociadas con las áreas de mayor sistematización de ideas.

Ahora bien ¿Cuáles son las implicaciones de una afirmación como la que sigue? Según Durkheim

"Lo sagrado debe mantenerse constantemente protegido de lo profano mediante prohibiciones. Así, pues, las

relaciones con lo sagrado se expresan siempre por medio de rituales de separación y de demarcación, y se refuerzan

mediante creencias en los peligros que implica el franquear barreras prohibidas" (citado por Douglas :127).

Estas barreras deberían involucrar conceptos sociales, puesto que lo sobrenatural vendría a ser una

categoría construida a partir de lo social. De allí que Durkheim opine que "la contagiosidad de lo sagrado

es una característica intrínseca, necesaria y peculiar de su naturaleza" (idem).

Estos conceptos forman parte del pensamiento antropológico contemporáneo y son de enorme

utilidad frente al análisis de ciertos fenómenos rituales en los que la sociedad está claramente

representada. Esta concepción derivada de la escuela durkheiniana es más fácil de plantear que de

demostrar en el análisis, so pena de empobrecerla hasta límites que vuelven al rito simple e

117
irreconocible, en cuanto sus funciones se equiparan con el funcionamiento de la economía o de las

relaciones sociales per se.

Pero sigamos con el concepto de contaminación y sus implicaciones. La contaminación,

relacionada con el concepto de "contagiosidad de lo sagrado", ¿Se relaciona con esas estructuras más

vulnerables que deben protegerse de posibles ambigüedades? Y en este sentido ¿Qué entendemos

como ambigüedad? Al parecer la implicación de este concepto, tal como ha sido planteado en el

contexto que discutimos, apunta hacia zonas de límite en la relación social.

Entendiendo estos planteamientos en esta dirección la "ambigüedad" se entiende como las zonas

en las que el desconocimiento de las normas (¿Sociales?) involucra un peligro. Sin embargo esta

ambigüedad, es decir la posibilidad socialmente sancionada de desarrollar conceptos o acciones

erróneas desde la perspectiva del grupo, es precisamente una de las características del ritual en el que

se da una inversión de caracteres, se plantea la desaparición temporal de barreras sociales o de edad, y

se realizan acciones claramente asociadas con la ruptura de las normas.

La contaminación, y su asociación con la suciedad, es decir la ruptura del orden, puede formar

parte del ritual. Resulta entonces que la sociedad no está siempre protegiéndose contra la suciedad,

sino que, por el contrario, evoca este desorden en el ritual. El concepto de contaminación y sus

implicaciones no debe plantearse, como parece haberlo sido, desde la perspectiva lógica
exclusivamente, como lo afirma Douglas al mencionar que si por suciedad se entiende desorden,

entonces la contaminación ("impureza", "suciedad") se relaciona con la necesidad de ordenar el

espacio o la acción mediante actos que hacen comprensible (ordenada) la realidad.

Es decir a la afirmación de que existe un orden y que este orden debe ser preservado de la

contaminación (léase desorden o suciedad) no debe seguir como conclusión el que la sociedad debe

restaurar el orden ("la limpieza") como condición para su perpetuación. De hecho, parece ser que en

el área estudiada por mí, el concepto de desorden está implícito en el concepto de orden y debe por lo

tanto ser evocado constantemente a fin de preservar no solamente el orden social ideal, sino el orden

natural con sus elementos inasibles culturalmente y que afectan a la supervivencia y además

comprender la posibilidad de cambio o "desgracia".

118
Dado que los márgenes, las zonas mal definidas, las proximidades de las barreras que se emplean

para ordenar la experiencia social son consideradas como contaminantes y peligrosas, deberíamos espe-

rar que estos no se incluyan en la representación ritual. Aquí no nos referimos a la necesidad real de

conocimiento del significado y el peligro que implican las zonas liminales, sino a que estos márgenes,

difícilmente controlables socialmente, se incorporen al ritual, en el que, con frecuencia, como lo

veremos, forman una parte crucial de la representación. Esto plantea, por el significado del peligro de

la contaminación, la posibilidad real del fracaso o la transformación no controlada de la propia vida o

de la naturaleza. A menos que admitamos, lo que será también sometido a análisis, el que el rito en la

mayoría de los casos involucra precisamente una representación, que no tiene otro efecto sobre la

naturaleza y la sociedad que la de repetir un acto mítico y por ello perpetuar la existencia.

Ahora bien, al referirse a los ritos de paso, Douglas señala que estos "...no tienen carácter purifica-

dor, sino profiláctico. No redefinen ni restablecen una condición anterior perdida, ni purifican de los efectos de la

contaminación, sino que definen el ingreso a un nuevo estado o condición. De este modo se ponen de relieve la

permanencia y el valor de las clasificaciones que cubren todos los sectores de la sociedad" (1976:130), con lo que

implícitamente afirma que la contaminación no es un concepto válido para el paso de los grupos de

edad, siendo este paso uno de los puntos más sensibles, y por lo tanto sujeto a ambigüedades, de la

relación social. Esta es al parecer una contradicción que debe superarse. Por el contrario si planteamos

que en el rito de paso existe el concepto de contaminación, este puede asociarse con la participación de
personas no capacitadas para el acto ritual, como las mujeres, el propio prioste, o los miembros de

otros grupos de edad. De aquí que los actos de purificación del espacio, como se los observa en los

rituales azuayos, aparezcan vinculados con este concepto (por ejemplo la quema de la chamiza en la

plaza y otras instancias de purificación).

Si revisamos los conceptos vinculados con el tema de la contaminación notamos al menos que:

- suciedad implica sistema

- las creencias referentes a la contaminación indican los sectores de mayor sistematización.

- las categorías de la estructura social encierran el universo en un todo integral simbólico.

- las creencias en contaminación protegen los sectores más vulnerables.

119
Pero también que:

- lo liminal y lo contaminado forman parte del ritual porque forman parte de la realidad.

- la evocación de la "suciedad" en el rito puede relacionarse con la "representación" de un acto mítico

(más adelante se tratará el tema del mito y el ritual y sus relaciones).

- la sociedad no se desarrolla en condiciones ideales, siendo esta otra fuente para el surgimiento de lo

"contaminado" en el rito, puesto que "contaminación" es un concepto social, implícito en las

relaciones dentro del grupo.

El concepto de orden es fundamental para la comprensión de estos eventos. Los cuentos que se

refieren al encuentro con la huaca o con el diablo, véase Howard Malverde (1985) o Gutiérrez Estévez

(1985), implican la presencia de este desorden original en un lugar más allá del "pueblo" o de la

familia, en el paso por zonas liminales como las quebradas, las cejas de montaña o aún el limite entre

pueblos, y este desorden se caracteriza por algunos factores: la existencia de una sexualidad no

procreadora, la ruptura de las normas de incesto y aún las que provienen del compadrazgo, la

posibilidad de acciones sobrenaturales: provocar enfermedades, conseguir conocimiento o riquezas.

En este sentido es posible que el hombre, normalmente amenazado por estas fuerzas del

desorden, se beneficie de ellas de alguna manera, es decir que la ruptura del orden habitual si bien es
por lo general dañina podría ser beneficiosa en casos excepcionales.

Si durante el ritual el concepto de orden se "suspende" puesto que al recrearse los mitos de

origen necesariamente se debe involucrar en el ritual el concepto de lo desordenado, presente también

en la actualidad, la presencia del desorden originario y subyacente, perjudicial habitualmente y

beneficioso en casos excepcionales, se manifiesta a través de los personajes liminales, por un lado, el

oso, la curiquinga, y de los personajes que representan o "son" las fuerzas mismas de ese desorden

como los rucus, chuzalongos o urcuyayas. Aquí es importante entonces resaltar el papel de los mitos y

leyendas para comprender el significado del ritual.

Los temas recurrentes en el mito podrían representar los principales elementos presentes en la

consideración social y por lo tanto esos temas presentes en la tradición oral podrían estar también en

120
el ritual y formando parte de una visión estructurada de la realidad, matizada ampliamente por los

conceptos cristianos y occidentales en general sobre estos temas: la historia, la geografía, las relaciones

sociales y las relaciones de poder.

La persistencia de los lugares sagrados como lugares de culto contemporáneo es un elemento de

indudable interés al desarrollar el análisis del ritual.

Los textos coloniales señalan algunos de los lugares en los que se situaban adoratorios de

diferente especie. Podemos, por ejemplo, leer en las Relaciones Geográficas de Indias una referencia al

cerro Abuga en Azogues, en el que se sitúa hoy la Iglesia de la Virgen de la Nube, imagen que es

considerada como milagrosa por los miles de fieles que acuden a su fiesta.

No debería sorprender el hecho cuando se trata, como en el caso reseñado, de lugares

sacralizados por el acto de bendecir la "huaca" y colocar en ella una cruz, lo que luego, por la

persistencia de la veneración, pudo conducir a la construcción de un pequeño oratorio, más tarde de

una capilla y posteriormente de una iglesia, pudiendo mediar en algunos casos el desarrollo de un

milagro o de una misteriosa aparición. Es posible que en este mismo caso se encuentre antiguas capillas

o iglesias de culto reconocido local o regionalmente como Girón con la imagen milagrosa del Señor de

Girón; Cumbe con su también milagrosa imagen del Señor de Cumbe; Turi con el culto al Señor de

Belén; Baños con la Virgen de Guadalupe; o aún templos de menor magnitud como el del Señor de
Pomasqui en Zhiquir.

Resulta, sin embargo, sorprendente el que templos de reciente data se sitúen en lugares en los

que se desarrollan leyendas que dotan al sitio de carácter sobrenatural y que por ello se vinculan con

antiguas creencias locales.

Es notable el caso del culto al Señor de Andacocha en Guachapala, Paute, santuario al que acuden

miles de fieles a rogar a la pequeña imagen, encontrada milagrosamente, que les conceda milagros

entre los que destaca la posibilidad de ingresar a los Estados Unidos de manera ilegal sin peligro de ser

detenidos y deportados.

Este santuario, cuyo origen puede ser localizado en 1957 cuando, según alegan los testigos, se

encontró en un terrón una imagen de unos tres centímetros de largo que representa al Señor de

121
Andacocha, de hecho está directamente vinculado con las creencias locales ya que se señala que en el

lugar en el que se construyó la capilla se encontraba una laguna que "seguía a la gente". La bendición

del cura posibilitó que el lugar se secara y desde entonces allí se levanta la capilla, hoy iglesia.

Se encuentra, como lo mencionamos en otro lugar, con gran frecuencia el tema de la laguna

brava en la tradición oral local, vinculándose siempre con fuerzas sobrenaturales e incluso con la

presencia de la mama huaca.

No conocemos si en el lugar en el que se levantó más tarde una pequeña capilla y posteriormente

un templo, que hoy ya resulta insuficiente para albergar a los centenares de fieles que acuden de los

más diversos lugares, se encontraba originalmente una cruz, que podría haber marcado la sacralización

de un sitio potente , de antiguo origen, aunque la tradición oral local así parecería demostrarlo.

Los mecanismos que permiten que un lugar como este, apartado y de difícil acceso, se convierta

en forma brusca en un sitio de peregrinación, no están claros. Sin embargo muestran la persistencia del

lugar como sitio propicio para que se desarrolle el culto a una imagen aparecida milagrosamente, que

cumple con las peticiones de sus fieles y que, además, es castigadora cuando no se respetan las

promesas y las mandas.

El reciente auge del Santuario del Señor de Andacocha debe ser una réplica de lo sucedido en
muchos otros santuarios que desde un antiguo pero oscuro origen, se elevaron a la categoría de centros

de primer orden, gracias, en muchos casos, al manejo hábil de la fe de los habitantes del lugar por

parte del párroco.

En el caso del Señor de Nulti, tenemos un muy interesante testimonio sobre el tema del lugar sa-

grado, escogido por la imagen:

"Diré lo que han contado mis mayores, o sea los padres de mis abuelos.

Ellos habían contado a mis abuelitos que en la propiedad de un señor de aquí de

Nulti, había un arbolito de naranjo. Este arbolito tenía la extraña forma de una

cruz, y es posible que los españoles o no se quienes, habían mandado a labrar la

efigie del Señor de Nulti. Después cuando ya estuvo hecho la estatua, no se si será

por diceres no más, que querían hacerle una capilla en el lugar llamado

122
Capillaloma...pero dijeron mis abuelitos que el señorcito no quería y no quería,

por más que se porfiaba, quedarse en ese lugar. Lo que quería el señorcito es estar

en el mismo lugar que habían encontrado ese arbolito de naranjo. Mis abuelos

contaban también que, cuando el señorcito llegaba a Capillaloma, el señorcito se

regresaba y esto se confirma porque varias veces dice que encontraron en diferentes

posiciones y hasta una vez le habían encontrado allá abajo, en medio camino, o

sea entre Capillaloma y el centro. Todo esto es un misterio" (Moreno; 1990 :

63).

En este testimonio es necesario destacar la presencia de: "...un arbolito de naranjo...[que] tenía la

extraña forma de una cruz, y es posible que los españoles o no se quienes, habían mandado a labrar la efigie del

Señor de Nulti", vinculándose directamente la imagen de Cristo con el árbol sagrado.

De acuerdo con las versiones reseñadas no parece suficiente hablar de la manipulación del evento

religioso por parte del cura del lugar o de intereses económicos o políticos fácilmente identificables,

como los motivos para que un santuario o capilla asuma una situación destacada o de preminencia en el

ámbito local. Estos casos podrían sumarse a otros en los que intervienen elementos adicionales

diversos, como en el santuario del Señor de Belén al que nos referimos en otros lugares de esta tesis

doctoral.

Los lugares sagrados al parecer persisten por razones intrínsecas al sitio entre las que se destaca la

liminalidad ¿Cómo interpretar esta afirmación? Me parece que estudiar las razones históricas,

sociológicas, económicas y de otra índole no nos llevan sino a respuestas parciales ¿Posee entonces el

lugar realmente una "potencia" o "fuerza" particular que persiste en la mentalidad colectiva?

123
La persistencia de los símbolos; el caso del "cinco" o pichca:

Estos elementos nos darán la oportunidad de discutir el concepto de tiempo implícito en el ritual

y su complejidad. Sin que estemos convencidos de una continuidad con conceptos precolombinos del

tiempo (dado además que hay que recordar que trabajamos sobre grupos escencialmente

hispanohablantes a los que no podemos en consecuencia denominar "indígenas"), sí creemos que el

ritual involucra un concepto complejo que relaciona al tiempo y al espacio en forma particular. En

otro trabajo desarrollé el tema del tiempo y el espacio rituales (Martínez Borrero; 1992), y me

interesa profundizar sobre esta concepción. Creo que la relación entre espacio y tiempo puede

encontrar significado en el término "pacha", el que utilizaremos no porque provenga del quichua, sino

porque recoge una denominación única para espacio y tiempo que será útil en el análisis.

Cuando observamos a la orilla de un río un grupo de personas enlutadas que lava ropa, sabemos

de inmediato que se trata de un "cinco" o "pichca". En este ritual funerario se lava la ropa de la

persona fallecida cinco días después de acontecida su muerte y, en casos cada vez más infrecuentes,

también el viudo o la viuda son bañados por personas sin relación de parentesco con ellos.

El cinco se realiza porque "si no se lava la ropa del difunto, entonces suena", por lo que se relaciona

directamente con la presencia del espíritu del muerto entre los vivos, espíritu al que es preciso disuadir

de que retorne.

Este "sonar" de la ropa se relaciona en forma directa con la "recogida de los pasos", es decir con

la creencia generalizada de que el muerto recorre sus lugares favoritos antes de partir en forma

definitiva al más allá. Cualquier investigación, encontrará la persistencia del "cinco" y de la creencia en

la "recogida de los pasos".

Resulta necesario conocer el origen de estas creencias populares difundidas y arraigadas (al ex-

tremo que en ciertos lugares, por ejemplo en Chordeleg, familias que ocupan una posición social más

elevada ya no lavan la ropa del difunto por su propia mano pero la envían a que sea lavada por

lavanderas profesionales).

En estas dos creencias, mencionadas a guisa de ejemplo, encontramos varios elementos que po-
demos destacar.

El primero es la posibilidad cierta del "retorno" del muerto o la permanencia de su espíritu entre

los vivos si no se cumplen determinados actos. Otro elemento destacado es el significado simbólico del

número cinco, el tiempo que el muerto permanece rondando su casa o vinculado con sus antiguas

pertenencias. El cinco, además, se asocia con el juego del huayru, descrito en otra parte, ya sea porque

el juego se lo puede practicar durante la realización de la "pichca" o "cinco" o porque el dado de hueso

tiene seis caras, cinco de ellas marcadas y la sexta "llucha" a más de la posición de pie en la que lo

sobrenatural se manifiesta en forma directa.

Por otro lado encontramos la función del agua como purificadora, y en este caso particular el

agua del río que se "lleva" la presencia del espíritu en la ropa del muerto o aún en el viudo o la viuda.

Estos rasgos, presentes en la cultura popular del Azuay contemporáneo, se derivan de

concepciones mítico-mágicas de origen precolombino.

Si bien podría desarrollarse un análisis sistemático de las referencias documentales sobre estos te-

mas, bastará que mencionemos unos pocos ejemplos de esas ideas en los textos, particularmente de la

presencia del muerto, la recogida de los pasos, del significado del número cinco y de la capacidad

purificadora del agua.

En el capítulo 28 de "Ritos y Tradiciones de Huarochiri", conjunto de tradiciones del pueblo de

San Damián de Huarochiri recopiladas en quechua a principios del siglo XVII, (Taylor; 1987) titulado

"Cómo daban de comer a las ánimas en la fiesta de Pariacaca y como interpretaban [la fiesta de] Todos [los] Santos

en los tiempos antiguos" se lee:

"Así recordando cómo había sido en los tiempos antiguos cuando un

hombre moría, decían 'Nuestro muerto volverá después de cinco días ¡esperémoslo!'

"Al morir alguien, lo velaban todas las noches durante cinco días.

"Al quinto día, una mujer poniéndose ropa muy fina iba a Yarutine con la

intención de conducir [al muerto] desde allí [a su casa] o de volver después de

haberlo esperado allí.

125
"Entonces esta mujer iba llevando ofrendas de comida y de chicha.

"Al salir el sol, el ánima solía llegar a Yarutine.

"En los tiempos antiguos, dos o tres grandes moscas que la gente llama

anapalla se posaban encima de la ropa [¿del muerto?] que [la mujer] había

traído.

"Cuando ya había permanecido allí bastante tiempo y el resto de las

abejas se habían ido, decía: '¡Vamos al pueblo!' y venía de vuelta llevando sólo

una piedrecita como si quisiera decir que este era [el muerto].

"Inmediatamente de la llegada de esta mujer, se limpiaba por completo su

casa (¿del muerto?); entonces empezaban a darle de comer [al ánima].

"Al terminar, le ofrecían bebida.

"Cuando el cadáver había comido, ellos a su vez comían.

"Al acercarse la noche, todos los ayllus bailaban cinco veces llorando.

"Al finalizar este rito arrojaban la piedra que [la mujer] había traído a la
calle diciendo: 'Ahora vuelve; nosotros todavía no vamos a morir'.

"El mismo día hacían sortilegios con una araña para saber porqué [su

pariente] había muerto.

"Conforme a la respuesta de que se había ofendido a uno u otro [de los

huacas], ya fuera Pariacaca o cualquier otro, sacrificaban cuyes u otra cosa hasta

cumplir [con la penitencia impuesta].

"Esto es todo lo que sabemos sobre estos muertos" (417-423).

Este texto, de enorme interés, muestra la creencia de que los muertos permanecían en forma de

ánimas entre los vivos por cinco días y cómo los parientes debían encargarse de su comida y bebida. La

importancia del número cinco es evidente, no solamente en la duración de la permanencia del muerto

126
entre los vivos sino en el hecho de que transcurrido el tiempo ritual "Al acercarse la noche todos los ayllus

bailaban cinco veces llorando" (id : 421).

Esta tradición se complementa con el texto del capítulo 27 en el que se señala "Vamos a describir

cómo, en los tiempos antiguos, los hombres decían al morir que iban a volver al cabo de cinco días".

"Se dice que, en los tiempos muy antiguos, cuando un hombre moría

velaban su cadáver durante cinco días.

"Entonces, su ánima no más grande que una mosca [salía de su cuerpo] y

echaba a volar produciendo un ruido sibilante.

" 'Va a ver a Pariacaca, al que nos animó, al que nos hizo' decían.

"Según otros, /se dice que,/ en aquella época Pariacaca todavía no

existía.

"y que [las ánimas] sólo volaban hacia arriba a Yaurillancha...

"Después de cinco días solían volver [a sus casas].

"[Sus familias] los esperaban preparándoles comida y bebida.

"Al llegar no decían más que 'ya he vuelto' y se regocijaban mucho con

sus padres y con sus hermanos diciéndoles: 'No voy a morir todavía para siempre'.

"En aquella época la gente se multiplicó mucho.

"Encontraban con duros esfuerzos lo necesario para sustentarse y

trabajaban las crestas y las laderas [de los cerros] para hacer sus chacras viviendo

con gran sufrimiento.

"Ocurrió que en esa época murió un hombre.

"Sus padres, sus hermanos y su esposa lo esperaban el día en que debía

llegar, cinco días después.

127
"Pero este hombre no llegó.

"Sólo al día siguiente, es decir al sexto día, llegó.

"Sus padres, sus hermanos y su mujer lo esperaban muy encolerizados.

"Cuando vino, su mujer enojada le dijo: '¿Porqué eres tan perezoso? Los

otros hombres llegan sin faltar [a la costumbre] ¿Quién eres tú para habernos

hecho esperar ayer en vano?' y le regañó sin parar.

"Enojada así su mujer arrojó una tusa de maíz contra el ánima que

llegaba.

"[El ánima] produjo un ruido sibilante y luego regresó.

"Desde entonces ya ningún hombre volvió después de morir" (id : 411-

415).

En esta versión, que se desarrolla en el tiempo "muy antiguo", encontramos la creencia de que

los muertos realmente habitaban entre los vivos lo que produjo escacés y hambruna, este hombre,

tildado de perezoso, en realidad establece la nueva pauta de no retornar a la tierra lo que beneficia a la

población. Quién provoca este desenlace es la mujer que arroja al ánima una tusa de maíz, en lugar de
ofrecerle de comer y beber chicha ritualmente.

El período de cinco días, crucial para entender la relación entre los vivos y los muertos, aparece

entonces como un período sagrado, sobrenatural.

La filiación entre el "cinco" o "pichca" y los mitos mencionados es evidente, lo que demuestra la

persistencia de esta creencia vinculada con la muerte.

Cuando uno piensa en la persistencia de los símbolos en la época precolombina no deja de asom-

brarse ante la utilización de algunos de ellos por miles de años en forma continua, la concha spondylus

y la strombus por ejemplo. ¿A que se debe esa persistencia en sociedades cambiantes y aún

discontinuas? ¿Esa situación puede explicar algún rasgo específico del pensamiento precolombino? y

por ese camino ¿Podría conducirnos a la comprensión de algún rasgo contemporáneo?

128
Huamán Poma y Bertonio (en su Diccionario) se refieren al término huayru tanto en su acepción

de viento como en la de juego de dados o dado de hueso (como lo define Torres Fernández de Córdova),

mientras que Cordero lo define como "Juego de suerte, algo semejante a los dados. Los indios lo acostumbran

en los velorios. También llaman huayru al pequeño dado de hueso conque juegan".

El uso del huayru está documentado en la actualidad al menos, en lo que se refiere a la provincia

del Azuay, en las áreas de Sígsig y el vecino Quingeo y ha sido documentado en otros lugares del país.

Su origen prehispánico es, por lo tanto, evidente, lo que no se conoce con certeza son las

modalidades de su utilización actual y el grado de variación sufrido por estas con el paso del tiempo.

Si comparamos los informes de Rivet (1927), Hartmann y Oberem (1983) y de Brownrigg (1989),

ya que no hemos tenido acceso al trabajo de Karsten (1930), un elemento presente en todos los casos

es la relación del huayru con la muerte y su utilización en el velorio o en la pichca o lavado ritual del

quinto día (también llamado cinco).

Las referencias al juego que realizan los autores citados nos permiten identificar al menos dos dados

distintos al que se les denomina de la misma forma, el primero "tiene forma cónica y seis lados longitudina-

les, cinco de los cuales están ornamentados con círculos con un punto en medio... en las caras los puntos 1-5 están

dispuestos en forma vertical, el sexto lado, sin decoración alguna se llama lluchu" (Hartmann y Oberem,
1983: 71) y el segundo "marcados a un solo lado con 5 círculos pequeños. Los demás 4 lados no eran marcados

y valían cero" (Brownrigg, 1982 : 22-23) Es decir que el primer dado descrito, que es de tamaño más

grande, tiene seis lados, cinco de los cuales poseen marcas y una cara llucha y el segundo tiene cinco

lados, uno marcado y cuatro lluchus.

La antigüedad de cada dado descrito puede deducirse a partir de su pátina de uso, notable en casi

todos los dados de hueso conservados y visible en otros ejemplares como los provenientes de la

provincia del Cañar (que pertenecen al primer tipo descrito y que ocasionalmente incorporan la

representación del sol y la luna en los círculos).

La asociación de los dados con los rituales funerarios y el valor ritual del número cinco en

asociación con la pichca (y no pishca que según la definición de Torres equivale a moco) son elementos

presentes en todos los casos.

129
El juego del huayru en el velorio carece, en apariencia al menos, de la complejidad simbólica y de

uso, en comparación con el empleo en la pichca como lo describe Brownrigg.

Sin embargo, y manejando la conceptualización anteriormente planteada del significado del espacio

y tiempo rituales, la utilización del huayru en el velorio o en el cinco, ambos eventos rituales asociados

con la muerte, colocan a los asistentes y particularmente a los parientes (incluyendo a los compadres) en

contacto directo con el muerto, que en alguna forma dirige el movimiento del dado y lo transforma en

un instrumento para comunicar sus deseos e insatisfacciones a los vivos.

Los valores que marca el dado al arrojarse son así interpretados en forma simbólica, y podemos

suponer que es posible esta interpretación solamente dentro del ritual funerario en el que se utiliza el

dado, por la ruptura del tiempo y el espacio para crear un espacio/tiempo rituales en el que la muerte

y la vida, la voluntad del difunto y las expectativas de los vivos se confunden.

La utilización, en el velorio, de otros elementos de parafernalia ritual, como el cuadro de almas

como lo sugieren Hartmann y Oberem, se derivaría, por el contrario, de elementos rituales

claramente de origen occidental, ya que incluso el cuadro de almas se deriva de láminas de antiguos

catecismos interpretados más o menos libremente, por los artistas populares del Sígsig.

La ritualidad del cinco o lavado de la ropa, y en ocasiones de la viuda, a los cinco días del
fallecimiento de la persona ya es registrada por Huamán Poma. Su presencia en el Azuay está muy

difundida en las áreas campesinas y la versión que presenta Brownrigg, con la complejidad de la acción

de los participantes en el ritual, es una muy interesante aproximación a este tema.

La misma Brownrigg registra como asociado al lavado ritual el juego de los animales en el que es

posible, a través de un proceso mimético, comportarse como oso, huagra, mono y otros caracteres. La

difusión de este juego y su asociación con otras formas de ritual debería estudiarse con mayor

profundidad.

La purificación por el agua, elemento que no lo encontramos en los mitos que transcribimos, es

un tema frecuente en las crónicas y demás documentos en los que se menciona, además, el carácter

sagrado de ciertos lugares, como la confluencia de los ríos y la posibilidad de conocer la fortuna

personal por el agua.

130
Miguel Cabello Valboa en la "Miscelánea Antártica" señala:

"Al mes que corresponde a nuestro Enero llamó Topa Ynga Pura opiayquiz, o

Camay hacianse en el grandes cerimonias, y sacrificios y las cenizas remanientes

de ellos las echaron por los arroyos creyendo que con ellas se yban los pecados, y

males de la república" (Cabello Valboa; 1951 [1568]: 350).

Pos su parte Fray Martín de Murúa escribe: "La fiesta del segundo mes llamado camay es enero;

hacían diversos sacrificios y echaban las cenizas por un arroyo abajo" (Murúa; 1946 [1600?] : 347)1.

Pero el agua no solamente purifica o permite deshacerse de los males y enfermedades sino que

además forma parte de los rituales adivinatorios.

En donde se separan dos manantiales o acequias al impedir el paso del agua que luego se suelta,

se observa si las dos corrientes se juntan al mismo tiempo o no, lo que puede ser interpretado como de

buen o mal augurio (Huamán Poma; 1980 [1615], vol I: 272).

El acto de lavar en el río la ropa del difunto se relaciona directamente con la concepción de que

el río puede llevarse lo negativo, purificando por lo tanto a las prendas y a las personas.

La creencia de que el muerto "recoge los pasos" luego de su fallecimiento (y posiblemente

dentro de esos cinco días posteriores) asume características muy particulares en la costumbre de sacar

el cadáver por la ventana de la casa y pasearlo en andas por sus chacras e incluso por sus lugares

preferidos, como se lo ha practicado aún en épocas coloniales en muchas zonas indígenas del país.

El análisis que hemos desarrollado demuestra la innegable presencia de conocimientos y

creencias de muy antiguo origen arraigadas en la tradición popular del Azuay. La actitud de los vivos

frente a los muertos, está, posiblemente entre los elementos más conservadores de la cultura, pero, sin

duda, igualmente conservadoras son las creencias en espíritus, fuerzas sobrenaturales diversas y, por

supuesto, en los propios principios generales de la religión. En los casos en que se establece una

relación con fuerzas distintas a las fuerzas sociales los cambios son lentos excepto cuando median

1 Se han realizado diversos estudios sobre esta fiesta y sus implicaciones, véase especialmente
Zuidema; 1989.

131
fuertes procesos de aculturación.

Concluyendo este tema, parece evidente que la pervivencia de elementos culturales es un

fenómeno mucho más frecuente y general de lo que parecería indicar un estudio superficial. La

persistencia de elementos, sin embargo, no puede explicarse por los aspectos puramente exteriores o

formales de los fenómenos sino, por el contrario, por sus aspectos funcionales, que perviven a través

de un símbolo, un mito o una leyenda que recogen formas existentes y con significado.

Directamente relacionado con estos conceptos aparece el denominado "cuadro de almas" que se

vincula también con el tema de la muerte.

La pintura popular alcanza una dimensión única en los cuadros de almas del cantón Sígsig.

Hartmann y Oberem lo asocian con el juego del huayru ya que señalan que el cuadro de almas preside

el velorio o la celebración de los difuntos, pero, a más de una escueta descripción de dos ejemplares,

no realizan un comentario mayor. El cuadro de almas está basado en láminas de antiguos catecismos

interpretadas con mayor o menor libertad por el artista popular, pero el Sígsig es el único lugar de la

provincia en el que se ha localizado la existencia de estas representaciones y su relación con la muerte,

lo que transforma a estas pinturas en algo excepcional.

¿Por qué precisamente en el cantón Sígsig se encuentran dos costumbres funerarias, como el
huayru y el cuadro de almas, que no están presentes en otras zonas de la provincia? ¿Qué elementos de

la cultura regional motivan esa preocupación particular por la muerte?

Van den Berg en su estudio sobre la celebración de los difuntos entre los aymaras del Altiplano
(1989 : 155-175) .señala las semejanzas que existen entre los ritos propiciatorios generales y los ritos

de difuntos a los que caracteriza dentro del esquema: introducción, acto central, intercambio, despedida. La

semejanza entre los ritos propiciatorios y los rituales individuales de los difuntos se profundiza al

afirmarse que, como lo registró ya Huamán Poma, el culto a los difuntos está asociado con los rituales

agrícolas para favorecer las lluvias.

La celebración de los difuntos dura por tres años luego del fallecimiento y comprende rituales

asociados con el camino que el alma recorre como alma nueva, alma a medio camino y alma que ha

terminado. Pero se recuerda también a las almas viejas "es decir a las almas de las personas que han fallecido

132
hace más que tres años" (idem : 158) y "En un sentido más general aún se celebra, en tercer lugar, a los antepa-

sados remotos, los fundadores de la comunidad, o «las almas de los difuntos de todo el mundo y todas las épocas»

llamados en su conjunto alma mundo o mundo almas" (idem : 158).

El porqué de la celebración está expresado en forma muy clara, las almas vienen a sus casas para

visitar a los familiares y por ello, como a todo visitante y con mayor razón si se trata de un pariente,

debe atendérseles debidamente.

Las almas de los difuntos pueden molestar y causar daño a los vivos si no se les trata bien, en

particular "El castigo o la maldición que las almas pueden inflingir, se refiere... en el caso del campo, a los daños

que pueden sufrir las semillas que se han colocado en la tierra, y a una mala cosecha el próximo año" (idem :

160). La similitud entre esta creencia y las creencias campesinas del Azuay es notable si recordamos la

extendida costumbre de sembrar, en noviembre, una o dos hileras de maíz exclusivamente para los

difuntos a fin de protegerse del daño que éstos podrían causar a la cosecha en caso de descuido del

dueño del terreno, pero además se relaciona con el ritual del pucara como evento que gira en torno a

la muerte (Cabrera, 1984)

Según Van den Berg entre los elementos utilizados en la celebración de difuntos, constan la

representaciones humanas y animales hechas de pan (las guaguas de pan) y un altar doméstico llamado

"tumba". En esta construcción, junto con otros elementos, se encuentra invariablemente el retrato del
difunto, comida y bebida para el alma y diversos elementos simbólicos para "ahuyentar a los espíritus

malignos".

El alma llega hasta la "tumba" lo que determina el inicio de rezos y demás ceremonias, y los vivos

se ponen en contacto con ella de diversas maneras.

La referencia al culto de los difuntos en este pueblo andino muestra las semejanzas con las

costumbres locales, pero aquí nos interesa señalar el que el cuadro de almas cumple con una función

parecida a la de la tumba aymara, es decir posibilita la llegada del difunto y la realización de ceremonias

vinculadas con la presencia del muerto, no solamente con su memoria, en la casa en que habitó.

Esta referencia al cuadro de almas y su relación con la presencia del muerto enriquece, estén o no

directamente relacionados en todos los casos, el significado del juego del huayru en la región.

133
El pintor popular, a través del cuadro de almas, actúa decididamente como portador de una

tradición cultural muy importante. En este caso la pregunta de si cabe o no una modificación de la

pintura basada en la creatividad del pintor debe recibir una respuesta más bien compleja. Dado que la

tradición cultural determina el empleo de un cuadro de almas para posibilitar la llegada del difunto a su

casa o al cementerio, este elemento no puede modificarse en forma radical, pero las variaciones entre

los cuadros conocidos son notables. ¿Cuáles son los elementos comunes a todos los cuadros de almas?

Lo más importante parece ser la representación de la muerte a través del empleo de calaveras, en la

mayoría de los casos, y de esqueletos, en algunas ocasiones. Todas las representaciones muestran en

alguna forma los premios y castigos del más allá. Se trata, siempre, de cuadros, es decir de

representaciones sobre lienzo o papel que pueden ser guardados fácilmente y exponerse cuando sea

necesario.

El juego del huayru se realiza ante la presencia real del muerto, esta presencia es facilitada por el

cuadro de almas mediante el que se recuerda al difunto. En este contexto la relación entre el juego del

huayru y la presencia del muerto, nos remite necesariamente a los complejos rituales del pucara y los

eventos menores del gallo pitina y el sacrificio del toro, aunque estos hubiesen desaparecido en el área

del Sígsig

134
Los juegos de sangre; el pucara o shitanacuy:

El pucara, juego indígena practicado hasta hace unos treinta años en la provincia del Azuay,

constituye un tema complejo y apasionante. Recientes estudios señalan la posible desaparición del

juego pero también su persistencia en la memoria colectiva en comunidades como Ludo y Quingeo,

dos de los centros fundamentales en donde se los practicaba. A pesar de que se trata de un

acontecimiento identificado claramente son pocos los estudios serios realizados sobre el tema y falta

aún una referencia detallada y un intento de aproximación analítica que profundice los temas tratados

por Hartmann en dos oportunidades y a los que se refieren Fock y Krener y otros autores.

Si bien no pretenderemos en esta tesis doctoral hacer una revisión exhaustiva del tema más allá

de lo que se relaciona específicamente con nuestro eje de argumentación, si debemos señalar algunos

elementos fundamentales para su comprensión.

De lo que conocemos, y a pesar de la escacés de referencias específicas, el pucara es un juego ri-

tual panandino de origen precolombino que se ha mantenido vigente en zonas en las que los límites

sociales y geográficos están caracterizados por altos grados de conflictividad. Debemos señalar que esta

conflictividad es en gran medida ritual.

Hopkins, ha estudiado el juego del "pukllay" en la comunidad de Langui, en las antiguas

provincias de Canchis y Canas, en el Departamento del Cusco de acuerdo con documentos de 1772.

(Hopkins; 1982) , este juego se caracterizaría por "Una serie de elementos simbólicos invariantes [que] se

extraen de un extenso ciclo ritual. Estos elementos se concentran en la fertilidad de la tierra, animales domésticos y

seres humanos, los cuales se vinculan en una relación de reciprocidad" (idem: 167).

De acuerdo con los documentos se enfrentan el último día de carnaval dos mitades (hanan y

urin), compuestas por hombres y mujeres de acuerdo con usos consuetudinarios.

Este tipo de combate ritual está claramente asociado a las mitades hanan y urin quienes tenían se-

gún las fuentes bibliográficas una posición desigual ocupando hanan las mejores tierras, a la derecha, y

hurin tierras menores a la izquierda.Existen antiguas referencias a las batallas rituales por ejemplo en

Acosta (1590) VI:xxviii: 206 y en Cobo (1653) : 126-127, ésta basada probablemente en la de
Cristóbal de Molina. Las referencias de Huamán Poma y Gutiérrez de Santa Clara también confirman

la existencia de este juego y lo sitúan en el mes de marzo asociado con el "pacha pucuy" o "soplar la

tierra". Luego de la batalla los indios iban a sus tierras de barbecho a prepararlas. Es además posible

que coincidiese con la luna nueva. Algunas batallas ocurrían en enero 1, 20 y el día de compadres, 10

días antes de carnaval. Algunas comunidades luchaban con hondas, y artefactos semejantes a la

"waraka" cañareja.

Cereceda describe el "tinku" juego ritual de enfrentamiento entre los alcaldes o los jóvenes

mediante membrillos o a golpes (Cereceda;1978). Entre los Laymis, aymaras del norte de Potosí, el

tinku era más bien demostración de bravura que batallas por la victoria; los participantes luchaban en

pares unidos por edad y sexo; Harris sugiere que las batallas se relacionan con la división endogámica

de "hermano menor" y "hermano mayor" (Harris, 1978).La organización del juego se integra a un

complejo ritual desde seis semanas antes de carnaval y está dirigida por una pareja joven el wifala

capitán y la capitanasa quienes reclutan a sus sargentos, jóvenes danzantes solteros.

La fertilidad de la tierra está íntimamente vinculada a la fertilidad humana y está relación se

expresa en el ritual, la tierra está "hambreada, embravecida, viva y abierta" por ello Pachamama es

objeto de numerosos rituales porque además su carácter es vengativo. Hopkins señala que"El objeto de

las batallas rituales...es generalmente el derrame de sangre como una propiciación destinada a asegurar una
abundante cosecha. Aquí la fertilidad de la tierra (Pachamama) y la fertilidad humana están claramente

relacionadas" (Hopkins; 1982: 178).

Las batallas rituales se denominan "juegos" y eso puede remitir a su posible marginalidad

(liminalidad). Muestran claramente la oposición entre mitades asimétricas (simétricas en la batalla) y se

relaciona mediante acciones complementarias con la fertilidad animal y humana ( a más de la tierra).

No parece adecuado hablar de propiciación a través de la muerte y la sangre, sino quizá solo de

adivinación puesto que el ritual, vinculado con un mito de origen solo recrea el pasado pero no

modifica el futuro.

Se menciona la fecha como relacionada con un trabajo secundario en los campos dejados en

barbecho y afirma Hopkins que la sangre derramada en el ritual se vincula con la sangre de la

Pachamama virgen.

136
Romero en su estudio sobre los antiguos juegos peruanos se refiere también a los choques

violentos entre grupos, tal como lo mencionan algunas fuentes etnohistóricas y etnográficas (Romero;

1944). Bajo los nombres de sikcollonakuy (llamado así por el empleo de un látigo denominado

sikcollo); kcalaschanakuy ( por el empleo de una waraka denominada kcalascha) y paki, se realizan

enfrentamientos físicos entre grupos de contendores a veces pertenecientes a la misma comunidad

(Romero; 1944: 27).

Por su parte Van den Berg señala que entre los aymara bolivianos el "tinku" se asocia con la cele-

bración de los difuntos, lo que añade un interesante elemento a la discusión (Van den Berg; 1988).

Sin duda alguna el pucara aparece como un ritual andino asociado con elementos diversos entre

los que se cuentan la abundancia, la fortaleza, la recreación de mitos de origen y los difuntos.

En el caso del sur del Ecuador la comprensión cabal del pucara, para cuya descripción detallada

nos remitimos a Hartmann (1972, 1978) y a una reciente recopilación presentada en un trabajo

universitario inédito (Vintimilla, 1992), no puede desvincularse de otros sacrificios de de sangre entre

los que se incluyen el sacrificio del toro en Girón y el gallo pitina en Cumbe.

En nuestra búsqueda de referencias históricas al pucara hemos encontrado documentos alusivos

al tema en el Archivo Nacional de Historia sección del Azuay.

En un documento fechado en San Juan el 3 de marzo de 1868, el Teniente Político se dirige al

Gobernador de la provincia señalándole que:

Tengo la honra de informar a Ud. en obedecimiento de la respetable comu-

nicación con fecha de ayer, aserca del reclamo de los indíjenas Jacinto

Dumaguala, Manuel Guncay, M. Arias, Félix Tapia, Justo Zhumi y más socios

para el juego de carnabal, que con fecha del 16 de febrero último espedió la

jefatura de este cantón un decreto prohiviendo bajo la multa de cuatro pesos el

juego de carnabal i particularmente los combates que los indíjenas acostumbran

con hondas cargadas en esos días. Yo como ajente inmediato de esta autoridad,

publiqué en doctrina el decreto, i advertí en su idioma que se abstuvieran de esos

combates, porque de lo contrario incurrirían en la multa señalada en el decreto.

137
Llegó el día de carnabal y dispuse que los ajentes de policía abistaran a todo

individuo que provoque combate para dar cuenta a la jefatura. En efecto las

rondas han formado una lista de todos los que han formado el combate y

desobedecido la disposición del señor Jefe Político y en dicha lista que todavía no

le remito a dicho señor figuran efectivamente los nombres de los indíjenas del

reclamo que ha motivado el presente informe. Es cuanto comunico a usted para

que haya lugar.

Dios guarde a usted,

Salvador Veintimilla (ANH/C 61.287 Gob. Admin.).

Por su parte en una comunicación fechada en Ludo el 7 de febrero de 1874 y dirigida también al

Gobernador, se señala:

Con esta fecha tengo a bien poner en conocimiento de usted acerca del tiroteo que

acostumbran los indios en el carnabal; pues hasen dos años que los de Quinjeo se

penetran en esta parroquia y procuran destrozar a los de este pueblo, en virtud de

que salen con sus hondas i en ellas amarradas sus buenas piedras, troncos, etc. con

el objeto de hacer ejecución con ellas, en donde resultan roturas de cabezas y


miles de averías y entre esas tal vez muertes. Bien es que los indios de este punto,

tienen esta mala costumbre entre los del mismo pueblo; pero en cuanto estas

autoridades lo impiden se contienen; mas cuando aparecen los del pueblo de

Quinjeo y se encuentran con estos porque pasan el centro de esta, forman no juego

de racionales, sino una guerra viva, porque los hombres y cada uno de ellos

cargan dos tres hondas con sus troncos o piedras y las mujeres llevadas de sus

seboradas de piedras para con ellas ganar el barrio que le llaman, tirándose a dos

bandas, y es esta multitud de gente que se reunen entre los dos pueblos y

principalmente los de Quinjeo porque de este punto salen en tientos, no se puede

impedir con facilidad porque en ese caso las mismas autoridades y avitantes tienen

una grande esposición. En esta virtud ruego y suplico a usted se digne espedir una

orden a las autoridades de Quinjeo a fin de que no permitan el que pasen a esta

138
parroquia i otra providencia a este pueblo imponiendo algunas penas a los que

acostumbran este juego en particular a los que se opongan contra los jueces al

tiempo de impedir el tiroteo.

Usted tomará en consideración sobre lo emitido si debe ser impedido este

juego o no....

Dios guarde a usted,

Benjamín Pesàntez (ANH/C 38.267 Gob. Admin.).

Un tercer documento que está fechado en Quingeo el 10 de enero de 1896 señala también que:

...en esta parroquia hay la bárbara costumbre de que se reunen en un punto

determinado toda la población de indios en los días de Carnaval y forman una

guerra sangrienta y cruel en donde se devoran y hasta matarse, de manera que

con este procedimiento o hecho desconocido los hacendados experimentan un

enorme perjuicio en sus intereses a consecuencia de que los indios de la predicha

especie de guerra salen lisiados y sumamente estropeados...(ANH/C 35.352

Gob. Admin.).

Los documentos que hemos identificado corresponden a los tres centros principales del enfrenta-

miento del pucara. Los términos en los que se establecen las comunicaciones son muy semejantes a

pesar de las fechas en que se emiten (1868, 1874 y 1896) y en todas se trata del enfrentamiento con

hondas entre comunidades indígenas en los días de carnaval, en ninguna, sin embargo, se menciona el

nombre de pucara ("Fortaleza o castillo. Lugar donde juegan bárbaramente el carnaval los indios de algunas

parcialidades modernas") o shitanacuy ("Juego bárbaro del carnaval usado hasta el día por los indios de algunas

poblaciones rurales. Es un verdadero combate, en que se majan a golpes de porras o piedras atadas a hondas, defen-

diéndose del contendor con una especie de escudo de cuero seco de res, armado en forma de gran sombrero, que

manejan con la cabeza. Lo llaman cobijón") como los define Luis Cordero en su diccionario (1968), este

último término está vinculado con el de "shitador" definido por Cordero Palacios como " ...el que

arroja o bota algo lejos de sí" (Cordero Palacios; 1985) o con el de "shitay" "Acto de botar, abandono.

Disparo de una piedra o de cualquier arma".. en acepción de Luis Cordero.

139
El pucara mantenía terribles dimensiones hasta hace unos treinta años en Ludo cuando un

hombre murió en la brega y fue insultado y maltratado por sus compañeros, "Maricón, no vales para

nada", "Por tu culpa estamos así", "Cobarde". Según algunas referencias no confirmadas, luego fue

desollado y sus miembros repartidos en la comunidad habiéndose producido un escándalo de

proporciones que involucró incluso al párroco.

Sin duda el punto crucial de la explicación del ritual y su persistencia está precisamente en que

este, de antiguo origen como parecen demostrarlo la mayoría de los argumentos discutidos, mantiene

en una gran variedad de situaciones su efectividad y su presencia.

La descripción del pucara puede, como caso excepcional, remitirse a un mito recogido en varias

fuentes y actualmente en vigencia en comunidades del Cañar. Nos referimos al mito de "Taita

Carnaval y Rircay" analizado por Fock y Krener (1979 y 1978) para la comunidad de Juncal, que

transcribiremos adelante. La relación entre mito y ritual ha sido difícil de definir. Se ha señalado que el

ritual debe basarse en un mito y por lo tanto la interpretación del ritual debería remontarse al

conocimiento del mito. Para entender este planteamiento deberemos referirnos a algunas de las

características del mito (en el sentido antropológico del término).

Victor Turner afirma que: "Los mitos se refieren a los orígenes pero se derivan de las transiciones...,"

añadiendo además "Los mitos relatan como una situación pasó a ser otra, cómo se pobló un mundo despoblado,
como se transformó el caos en cosmos, cómo los inmortales se transformaron en mortales, cómo, aparecieron las

estaciones en un clima que carecía de ellas, cómo la unidad primigenia de la humanidad se escindió en una

pluralidad de tribus o naciones, cómo seres andróginos se transformaron en hombres y mujeres..." (Turner; 1974:

151)

La literatura aborigen de la América del Sur tropical está llena de mitos en los que se relatan

estas transiciones (véase por ejemplo Chase Sardí; 1981 o Roa Bastos; 1978) y que han sido utilizados

muy provechosamente para análisis en profundidad desde la perspectiva estructuralista, entre otras

posibilidades (véase Levi Strauss, 1972), algo menos numerosa pero no menos interesante desde esta

perspectiva es la literatura aborigen del área andina, incluyendo la literatura inca o quechua, e incluso

algunas compilaciones locales pueden aportar con ejemplos de mitos, probablemente deformados y

recontextualizados pero aún reconocibles (Zaruma; ¿1989?). ¿Es posible establecer relaciones entre el

140
ritual histórico o contemporáneo y los mitos locales?

Un examen del calendario ritual inca, al que nos referimos en versión de Felipe Huamán Poma

de Ayala y de Cristóbal de Molina, muestra claramente la relación entre mito y ritual. Bastaría

mencionar los episodios de "armar caballeros" para entender de qué manera los rituales que se

practican durante esta ceremonia, extensa y compleja, están relacionados con los mitos.

En la relación existente entre el mito y ciertos rituales particulares en el Azuay contemporáneo

se advierte que no necesariamente el mito existe como una conceptualización verbalizada, en la

actualidad, sino que en muchas ocasiones el mito es el ritual, como parece ser el caso de los sacrificios
de sangre como el pucara o el sacrificio del toro.

Es muy importante reconocer que los mitos, aún no vinculados a ritos son de carácter liminal, lo

que los vincula directamente con todos los elementos liminales que se manejan en la conceptualización

de las cosas en la cultura popular local "No son meros inventarios de reglas sino que explica cómo las cosas

han llegado a ser lo que son" (Turner; 1974: 151), y por otra parte aluden a las crisis biológicas, a los

cambios climáticos que traen aparejada la reestructuración de las relaciones sociales, con la posibilidad

de conflicto y desorden. "El mito no describe lo que se debe hacer: expresa lo que tiene que ser" ( idem). Este

último concepto es el que aleja al mito de la magia y lo relaciona directamente con el ritual. El mito se

convierte en un reconocimiento de la realidad, en una "representación de la historia" y, como el ritual,

carece de acción efectiva sobre las cosas ¿Es posible ampliar este concepto del mito y ritual como

acciones expresivas y no técnicas a los ámbitos en los que se practica el ritual en el Azuay?

El análisis de los rituales, y en particular de las motivaciones de los romeros al Señor de Belén

nos ayuda a resolver este cuestionamiento, aunque conviene recordar que "Desde el punto de vista del que

los ejecuta, los ritos pueden alterar el estado del mundo, porque en ellos se invoca el poder" (Leach; 1974: 387).

Por otro lado el propio Leach desarrolla este último concepto señalando que "Las ideas sobre la re-

lación entre los agentes sobrenaturales y los seres humanos o sobre la eficacia de determinados actos rituales se basan

en experiencias directas de las relaciones de la vida real entre seres humanos reales. Y viceversa, todo acto por medio

del cual un individuo ejerce su autoridad para controlar o alterar la conducta de otro constituye una invocación de

fuerza metafísica. La sumisión es una reacción ideológica, y el hecho de que los individuos se dejen influir por

141
ceremonias mágicas o imprecaciones religiosas no debe sorprendernos más que el que se sometan a los dictados de la

autoridad. El poder del ritual es tan real como el poder de la autoridad" (idem: 387).

Los ritos y los mitos se vinculan con la situación cultural en la que se desarrollan si bien no

equivalen a ésta. Debe entenderse el papel de los ritos y mitos en el contexto en que actúan, única

forma de interpretarlos con verosimilitud.

El mito de Taita Carnaval y Rircay, vinculado directamente con el juego del pucara, ha sido

sintetizado así:

Para los juncaleños el Carnaval es una persona, un forastero, que todavía se

imagina viene andando cada año, desde un país desconocido al otro lado de los

cerros al nor-este, para entonces, el lunes de Carnaval, bajar por las laderas de

Juncal de las cuales desaparece el martes, dejando el área, bajando hacia un

estero y un puente de construcción de hierro. Viene disfrazado de vaquero con

zamarros y lleva un sombredero (un sombrero enorme de cuero de buey reforzado

para protegerse de golpes con bolas de piedra), además de una waraka (bola de

piedra) y una picsha (un bolso cilíndrico cosido de cuerda de cabuya) para su
comida. Taita Carnaval también lleva una flauta pingullo (tallado en hueso del

ala del cóndor1) y una caja. La caja es un pequeño tambor que tiene un sonido
muy fuerte, ya que está hecho con oro decorado con piedras preciosas, es además

muy pesada.

Taita Carnaval viene para visitar a la gente y dejarles su suerte, pero no viene

solo. Junto con él viene otra persona que se llama Yarcay y que es el 'Hambre'.

No tiene ningún distintivo especial excepto que no posee nada, tampoco lleva

comida (fiambre) suficiente es su bolso. Taita Carnaval ha tenido que ofrecerle a

1 Este es un error de los autores, el pingullo está en realidad tallado en hueso de la canilla del cóndor,
los cañones de las plumas se utilizan para hacer rondadores pero no para fabricar pingullos, véase más
adelante la referencia al pingullo de hueso de cóndor en el testimonio de Dn. Jseús Chillogalli sobre el
pucara.

142
yarcay de su buen fiambre de pollo y cuy durante todo el viaje a pie. Yarcay solo

llevaba papas flacuchas con cáscara, nabos, un poco de mote tostado y tasnus y

por eso sentía vergüenza y no quería ofrecerlo. Cuando pasan por lo cerros Taita

Carnaval ha agotado toda su buena comida y durante el último trecho del

camino debe contentarse con las hierbas del monte, tales como las frutas de tani

y chimbla.

Viene ahora para visitar las casas de los indios de Juncal, es decir que solamente

visita las casas que se han limpiado, así que no estén desordenadas y sucias. En

el corredor, canapungo, se ha puesto una mesa y si está bien puesta con mantel y

pan colocado a los extremos de la mesa con flores metidas en el pan y con buena

comida y bebida, entonces Taita Carnaval se sienta en ella y come y dejará la

suerte en la casa. Lo que especialmente le sirven son papas, mote, cuy bien

salado, chicha, trago y los panes en los que han metido rosas y geranios y que

tienen la forma de achupillos y tórtolas. Achupillo es pan en forma de chaguar y

tórtolas se colocan encima...Lo más seguro para el dueño de casa es no que-

darse...cuando Taita Carnaval pasa, porque entonces habrá más posibilidad de

que entre. Al día siguiente puede ocurrir que la comida ha quedado sin tocar,

pero entonces se descubre que el cuy ha perdido su sal y que el trago ha perdido
algo de su porcentaje alcohólico, eso quiere decir que de todos modos Taita

Carnaval ha estado en la casa. Los juncaleños dicen que se hacen ofrendas o que

se ofrece comida y bebida para no tener mala suerte, para tener suerte y una

buena cosecha.

Pero cuando Taita Carnaval se sienta a la mesa no es solamente para comer,

también llena su bolso picsha de comida y cuando sigue su camino lo reparte a

todos los niños con los que se encuentra. Es malo para aquél que no tiene fondos

para poner una mesa de Carnaval y que por consiguiente no será visitado por

Taita Carnaval y por la suerte. Corre el riesgo de que...reciba la visita de su

compañero el Hambre...Yarcay, que también se llama chiqui (mal de ojo), se

sienta en sus harapos junto al fogón y allí se queda sentado hasta el tiempo de la

143
cosecha....y nada quedará para la familia, ni harina, ni pan, ni ganado, ni

comida. La Cuaresma....muestra si es la Mala Suerte, en la figura de Yarcay,

que ha visitado a la familia o si fue Taita Carnaval.

Aunque la historia de la visita anual de Taita Carnaval a Juncal está diseñada

de tal manera que los indios no se encuentran con él personalmente...hay... una

infinidad de anécdotas acerca de hombres...que por accidente se han encontrado

con él, especialmente de noche...

Un juncaleño se encontró una noche con Taita Carnaval...Cuando salían de

Chamba Pucara, Taita Carnaval dijo a su compañero '¿Tú me puedes o no me

puedes?' y entonces empezaron a batirse con las waracas. 'Si me puedes, te dejo

todo lo que tengo: sombredero, zamarros, waraka, picsha, pingullo y caja. Si no

me puedes lo perderás todo' dijo Taita Carnaval. Esto fue después de que habían

comido bien dormido un poco, estaba amaneciendo y se batieron durante horas

hasta que de pronto Taita Carnaval fue herido ligeramente en la mejilla por la

waraka de su compañero. 'Está bien puedes llevártelo todo' dijo Taita Carnaval

y el hombre de Juncal se lo llevó todo consigo a casa, pero el tamborcito era de

oro, le fue demasiado pesado Aunque era pequeño como un palmo apenas lo
podía levantar del suelo. Las cosas que el hombre se llevó consigo las conocían ya

de antemano los juncaleños, su premio más grande era que había ganado la

suerte. Era la suerte por la que se batían...

Algunos años Taita Carnaval ganaba el combate de waraca, otros años era el

hombre de Juncal. Una vez cuando un juncaleño había perdido, al día siguiente

fue al lugar del combate, pero solo encontrò algunas plumas de perdiz. El

combate tenía lugar justamente fuera de la entrada de los cerros y según parece

siempre después de que habían salido del cerro. Tal vez era por eso que el

vencedor podía llevarse cosas de oro como trofeos de victoria y símbolos de suerte.

Pero un oro de ese tipo siempre desaparecía de nuevo, porque no debía mostrarse

ya que entonces la suerte desaparecería y por eso se escondía, enterrándolo bajo

144
grandes piedras y los escondites poco a poco fueron olvidándose al desaparecer los

dueños (1979; 19-23).

El mito ha sido analizado por los autores en función del significado de la suerte como eje del

evento ritual. Los elementos que se mencionan son asombrosamente parecidos a los recogidos en el

Azuay por Hartmann y a la propia versión inédita que presentamos aquí.

Transcribimos parte de la versión lograda recientemente mediante entrevista de campo en

Quingeo a un antiguo jugador del pucara, Don Jesús Chillogalli de setenta años de edad, quién se

expresa en castellano, señalamos aquí que en un documento fechado en 1815 los alcaldes indios de

Quingeo, Andrés Chillogalli y Juan Chimbo presentan a las autoridades eclesiásticas una solicitud para

desarrollar una fiesta en honor de Nuestra Señora de las Nieves, que transcribimos previamente. Al

parecer este Jesús Chillogalli es descendiente directo de Andrés Chillogalli, el alcalde:

Nosotros jugábamos al pucara, lo más así en la loma uno que se llama

Pungoshiña. Era un juego muy bruto porque antes nosotros jugábamos a pura

piedra, y ahora no más al trapo no más jugamos. Ya no jugamos así con

piedra, que se daba en el cuerpo, pues sino en el cobijón o en el zamarro , en

veces daban haciendo pasar la piedra por las faldas que nunca se daba así , lo

más se daba en la copa no más, en veces cuando hacían pasar la piedra en el


cuerpo ¡Pucha, la piel le pela pues! Habían muertos en el pucara, venían de

allá de Cérrag, de Collana, venían de allá del Crea, de Caspicorral, de Tucto,

toditos esos eran contrarios de acá, de Monjas. ¡Dios lo que se daba! cosa que

algunos eran muy jodidos en la pelea, por eso es que había muertos. Después

decían ya no, no, ya no querían. Para la pelea acompañaban mujeres, cada

uno iba para defensa de los que se ponían a pelear, decían ¡Basta, basta!, ahí

no más, ya; cuatro o cinco pelotazos ya eran mucho ¡Imagínate ñañito! unas

piedras de estas, hecho pescuezo así, hincándole bien bonito, dando la vuelta y

amarrando con una beta bien larga se hacía la honda, pucha con esto se

alcanzaba como de aquí al pilar [unos seis o siete metros] . Cuando había un

muerto en la pelea, llevaba a cada cual su familia que va a enterrar pero los

145
padres no daban cementerio porque decían no, no hay no cementerio para estos

¡Imagínese! Nosotros jugábamos en carnaval los días miércoles, jueves, viernes,

sábado, domingo, lunes, martes ya no. Martes ya pasábamos no más casi to-

mando, saludando a los compadres y miércoles peormente, ya día de ceniza ya

no, ya se acababa el carnaval. La vestimenta o ropa que usábamos era así:

zamarro, cobijón y la honda, el pantalón de bayeta traían los señores de acá

de Lomas, toditos con pantalón bayeta, tanto pecho que adaptaban esos

señores. Mientras que algunos sin zamarra, sólo con poncho, botaban poncho

así para delante. ¡De ahí sí por Dios! sí que sacaban los ojos para golpear. De

comida llevábamos tortilla, huevo, mote pelado, chicha de pura jora y trago

muy poco, ahora es el trago lo que reina ¡Pucha la chicha sabían hacer rico!,

puramente jora pues, no como ahora, antes se pegaba como caldo de gallina y

la comida cada cual iba a comer en otra parte, no ve que nosotros de parte a

parte borrachos, fú...ya no comíamos como ahora se come en comunidad, la

platera de ellos aparte y la de nosotros aparte, tomábamos y comíamos bien.

Cuando se ganaba la pelea le seguíamos pucha a donde avanzaban hasta

quitar los cueros y los zamarros y a los borrachos les hacíamos caer ¡Pun, pun!

saramontón íbamos pisando todos hasta dejarles en los linderos. De allá del
otro lado de la loma, donde hay unas lagunas salían Cérrag, Collana, Crea,

Tucto y de aquí salíamos Monjas y Turupamba ya preparados en grupo todos

para apoyar, para pararnos duro de lado a lado; entre mí decía ¡Vuelvan no

más hijueputas! Nosotros sabíamos salir viendo ya que vienen por allá, por la

loma, pasaban con los cueros ¡Qué lindos cueros! Unos cueros pintados,

hombres y mujeres ¡Por Dios! en la loma llenaban unos por aquí, otros por

allá, otros por otro lado y de ahí se jugaba la pucara. Si se ganaba la pelea

teníamos buena cosecha y los que perdían, antes, antes no tenían ni qué comer,

tenían que pedir a otras comunidades. Ahora por ejemplo sí se juega la pucara

pero pasivamente no más, ya no como antes salvajemente. El sombrero o

cobijón tenía un buen fiador, el que se apretaba con la boca porque se tenía

una buena dentadura. El único instrumento que se iba tocando y tocando

146
hasta la loma era el pijuano hecho de canilla de cóndor. A las peleas

acompañaban también mujeres bien armadas con palos y piedras para la

defensa. Y a una tipa sabe que nunca hay que hacerle sentar en el cuero,

ninguna mujer porque malea, ni dormir tampoco nada, porque es una señal de

mala suerte. El juego se hacía acá en un cerro grande que se llama Pungoshiña

o Sibíg, para esto se ponían de acuerdo con las comunidades ¡Carajo! en el

juego el golpe más certero era en la copa del sombrero.1

La versión recogida aquí presenta como elementos de interés indudable los segmentos narrados

en primera persona y los comentarios sobre el significado de los enfrentamientos en su relación con la

fertilidad de la tierra.

En 1990 se realizó en la comuna Señor de los Milagros de Quingeo un simulacro del antiguo

juego en el que participaron Don Jesús Chillogalli y Don Ignacio Gallegos, el enfrentamiento se dio

con la vestimenta completa pero se utilizó en lugar de la pelota de piedra una pelota de trapo y es a

este hecho al que se refiere el narrador al hablar del juego del pucara hoy.

Los enfrentamientos entre grupos sociales antagónicos no se limitan al área andina y, de hecho,

han sido mejor estudiados en otras regiones del mundo, particularmente en el sureste africano. Dirks

(1988) enfrenta el tema de las batallas rituales desde la perspectiva de lo que se denomina "rituales de

conflicto" y concluye en base a una análisis estadístico de los pueblos en los que se encuentra este fenó-

meno que estos se caracterizan por:

- producirse en zonas en las que existen tensiones ambientales; escacés de alimentos o tensiones políti-

cas.

-producirse en sociedades en las que se privilegia la importancia de la comunidad frente a la libertad

del sujeto individual.

-probable variabilidad a partir de su origen histórico específico, es decir que sus objetivos pueden

diferir de aquellos a los que apuntaba originalmente.

1 idem pp. 24-27. Hemos preferido transcribir la versión presentada por Vintimilla y no preparar
nuestra propia versión basada en la grabación magnetofónica que poseemos sobre el tema.

147
Estas características parecen responder a la estructura del pucara azuayo y cañarejo y cobran

nuevo significado si las analizamos a la luz de las versiones en las que el pucara se relaciona con el tema

de la suerte y taita carnaval tal como ha sido transcrito en el trabajo de Fock y Krener mencionado

anteriormente.

En el caso del mito es evidente la presencia de la situación de tensión o "stress" la que se refiere

Dirks. La escacés de bienes, en este caso particular de alimentos, es resuelta mediante un conflicto

entre la suerte, en atavío de pucarero, y un campesino que accidentalmente tropieza con él durante los

días de carnaval. Se trata de un episodio en el que el triunfo del adalid posibilitará la superación de la

escacés de alimentos. Sin embargo en el enfrentamiento del juego del pucara, la figura mítica del

enfrentamiento con la suerte es sustituida por el enfrentamiento entre dos pucareros provenientes de

comunidades limítrofes.

El combate en cuanto tal posibilita un año de abundancia, de ahí que supongamos que la mera

práctica del combate sea síntoma de una situación de carencia. En este caso el hambre, que ronda en el

mito las casas de los mal preparados, puede hacerse presente ante la ausencia del enfrentamiento en la

planicie previamente designada como sitio del juego. No debe considerarse que el grupo perdedor se

hará acreedor a un mal año agrícola, lo que se manifiesta es que el mero combate permite acarrear una

situación positiva, sin embargo si uno de los grupos triunfa este logrará una situación mejor que la del
grupo contrario, ante la evidencia del "bien limitado" en acepción de Foster(1974), la abundancia que

recibirá el ganador determinará la escacés para el perdedor.

Con frecuencia se ha mencionado la escasa libertad individual que existe en las comunidades

campesinas de la región andina. El individuo se ve sujeto a una enorme variedad de obligaciones

sociales entre las que destacan las relacionadas con el parentesco y el compadrazgo. Algunos autores,

entre ellos Brownrigg (1972), señalan la relación existente entre el pucara y los sistemas de

compadrazgo y la evidente relación entre la participación de la comunidad y la acción del campeón que

lucha en combate singular. Estos elementos coinciden también con los señalados por Dirks (1988).

La variabilidad a partir de sus objetivos iniciales cobra en el caso de este ritual específico un

significado particular. Como hemos mencionado previamente al hablar de las referencias

precolombinas al pucara, el antiguo origen del jugo es innegable. Suponemos por las referencias

148
mencionadas que este juego fue asumido por la organización inca como parte de los ritos de estado, lo

que significaba una indudable reorientación de su significado original. Con el desarrollo de la colonia

española muchos elementos culturales de origen andino desaparecen pero otros son recontextualizados

y aún transcritos en nuevas condiciones históricas y socioeconómcas. Desde mi perspectiva el pucara es

transcrito a estas nuevas circunstancias manteniéndose una estructura muy semejante a la de su matriz

andina, de ahí que subsista en zonas tan dispersas y que hubiese mantenido una estructura tan

formalizada como en el caso de nuestra región.

El contexto en que se realiza el ritual del pucara en el Azuay incluye elementos que se relacionan

entre diversas fiestas i.e. el propio nombre de pucara trasladado simbólicamente a la plaza de la

escaramuza y aún en la concepción del espacio, existe además una relación entre pucara y danzantes o

entre el pucara y los grupos de edad y ritos de paso. Por otro lado el pucara podría relacionarse en

cuanto rito de sangre con el gallo pitina o el toro de Girón, como lo mencionan Fock y Krener (1978)

al referirse al gallo pitina en Juncal. En ambos casos la sangre se derrama sobre la persona o se bebe

con lo que la sangre no solamente se derrama en la tierra sino que sobre todo se incorpora a la persona

(se ha mencionado que en el pucara tradicional se cortaba el cuello del jugador muerto y se bebía su

sangre); es decir que la sangre forma parte no solamente de un rito evidente de fertilidad de la tierra

sino que alcanza significado ritual directamente en la persona.

El sujeto, así, establece una relación directa con los ciclos vitales de los que forma parte y a los

que puede dotar de significado mediante el enfrentamiento violento y la muerte. La relación entre la

muerte, en este caso el fallecimiento concreto del sujeto en el pucara, y la buena producción agrícola,

no se basa solamente en la sangre como elemento fertilizador. El muerto en el contexto andino está

directamente relacionado con la agricultura, la fiesta de difuntos coincide en las zonas rurales del

Azuay con el tiempo de las primeras lluvias que llegan para regar las siembras recién hechas. Por estas

razones el hombre que fallece en el contexto ritual del pucara es también, por sí mismo, un elemento

efectivo en la agricultura por su relación con el agua. Es notable la referencia que encontramos en el

mito de Taita Carnaval al modo sobrenatural de alimentarse del personaje mítico, dado que en los

antiguos textos de Huarochiri sobre el tema de la muerte que analizamos en otra parte en referencia al

cinco se encuentra que el difunto se alimenta de ese modo, es decir solamente absorviendo el sabor y

la escencia de la comida.

149
Es necesario mencionar aquí que el sujeto que será "sacrificado" en el juego del pucara no es

cualquier individuo. Investigaciones sobre el significado de la enfermedad y la muerte mencionan la

importancia de la "historia personal" para explicar las causas del fallecimiento de alguien (Muñoz

Bernand; 1986), en el caso de la muerte en el pucara es evidente que la "historia personal" del sujeto

sacrificado debe considerarse de importancia, aun cuando fuese solamente a posteriori, para explicar la

causa de la derrota y la muerte, aun con mayor importancia que las causas del triunfo. Esto nos

conduce a considerar que los episodios que se producen durante el desarrollo de este ritual de sangre

no responden al azar sino a causas previamente determinadas. El sentido propiciatorio del pucara debe

entenderse en este contexto, si se quiere fatalista, vinculado con un destino previamente trazado.

La persistencia de este antiguo juego apunta hacia su carácter profundo en el que se "juega" con

aspectos fundamentales del comportamiento humano dotándolos de un significado ritual en el que la

transgresión a las normas del comportamiento habitual es posible en un contexto ritual, en el que se

modifican los significados del espacio, el tiempo y las relaciones sociales.

Como hemos señalado previamente el concepto de liminalidad está claramente presente en este

ritual de sangre. No solamente estamos ante un episodio mítico que se recrea en un lugar

determinado, habitualmente entre una población y otra en un límite que es transgredido ante el

triunfo, sino que el ritual acontece en un momento determinado en el que es posible un


comportamiento "auca", es decir no cristiano, que se sustenta ideológicamente en la ausencia de

control característica de los días de carnaval (Gutiérrez Estévez; 1989 a), pero que se remonta

míticamente a un tiempo en el que la tierra está dispuesta a recibir el sacrificio de sangre, en el que

está abierta y deseosa como una hembra en celo.

La situación debe entenderse más allá de la racionalidad habitual y en el contexto simbólico que

hemos esbozado en páginas precedentes, el mito-pucara (como en cierto modo en el mito explícito de

la suerte y taita carnaval) involucra la muerte del personaje sagrado para que el hombre tenga un año

de abundancia. Se sacrifica a la fuerza sobrenatural que representa la existencia misma del mundo para

lograr la existencia del hombre. De manera que podríamos afirmar que en el contexto de este ritual el

que muere y derrama su sangre es el personaje divinizado y no el que produce la muerte y se desmanda

en la victoria sobre el cuerpo de los derrotados a los que les hacíamos caer ¡Pun, pun! saramontón íbamos

150
pisando todos hasta dejarles en los linderos, como se escucha en la narración.

En este ritual de sangre, como hemos mencionado, se escuchan los ecos que se manifestarán en

los demás rituales de sangre locales (el gallo pitina, la fiesta del toro) con lo cual se vuelve irrelevante

el conocer el real origen histórico de estos. Entre estos ecos están: la sangre como fuerza, la muerte

como dispensadora de vida, la competencia como base de la estructura cooperativa de la sociedad, la

participación en episodios de violencia como rasgo de copertenencia.

La idea de la sangre como fuerza no es ajena a otros muchos contextos simbólicos, pero como

hemos señalado al estudiar el calendario ritual precolombino, el sacrificio de sangre ocupa en los

espacios andinos un lugar primordial y la participación en este excluye de la relación social a quienes

no participan, podríamos hablar de un compadrazgo ritual vinculado con la bebida de la sangre o con la

muerte. En otros contextos la sangre puede incluso tener un significado terapéutico con lo que su

relación con la fuerza es evidente.

La idea de la muerte como dispensadora de vida remite a múltiples complejos rituales pero en el

ámbito de nuestro estudio se relaciona directamente con el concepto ya expresado de la muerte de la

divinidad como medio de alcanzar la abundancia, idea que es posible identificar en muchos ejemplos de

la tradición oral local. Recordemos por ejemplo como en uno de los aspectos de la leyenda, quizá más

adecuadamente denominada mito, de la Mama Huaca la entrega al ser sobrenatural del niño "auca"
(por lo tanto igualmente no cristiano como en el complejo del pucara), determina su transformación o

muerte humana (si recordamos que los "chuzalongos" son los hijos de la Huaca ella misma incapaz de

procrear) mientras que los padres del niño entregado reciben a cambio mazorcas de oro, símbolos de

la vida, la abundancia y la riqueza, pero que probablemente se identifican más con el oro mítico que se

asocia con el Taita Carnaval, el "oro vivo".

En el pucara la vida se entrega a cambio de la abundancia como en el mito de la Huaca, y el que

muere es, como un niño despojado de su ropa, y como un niño auca es enterrado en un lugar liminal

sin lápida ni recordatorio visible (en las tradiciones locales el niño no bautizado no puede ser enterrado

en sagrado y por lo tanto se lo entierra fuera del cementerio cristiano, en los límites entre el

cementerio y la tierra de los vivos, el pequeño ataúd es cargado por un "compadre" que lo ha donado y

que por ello establece una relación de parentesco ritual con los padres del pequeño difunto). Esta

151
referencia debe ser entendida también en relación a la afirmación de Fock y Krener (1979) de que a un

sacrificado en el pucara se le encontró luego con su pecho abierto y relleno de cuy, es decir como si el

hombre muerto hubiese regresado a ser alimento, a ser animal, hubiese dejado de ser persona. Es

necesario también plantear que en el mito del Taita Carnaval este se alimenta, como su compañero

Rircay, solamente de la escencia de la comida, es decir de la sal,como los muertos en los mitos de

Huarochiri, por lo que podemos suponer que el individuo en atavío de pucarero está muerto y puede

asociarse con los vivos solamente por el ritual, en un tiempo y un espacio sagrados prescritos.

La idea de la competencia como base de la estructura cooperativa de la sociedad es explicada en

detalle en otro lugar de esta tesis doctoral, pero aquí es en donde llega hasta límites de enorme

profundidad dado que esta competencia alcanza hasta la muerte, lo que marca al grupo participante

claramente frente al grupo opuesto al que se derrota o que lo ha derrotado.

La participación en episodios de violencia como rasgo de copertenencia pasa, como es natural,

por la definición del concepto de "violencia" en el contexto ritual es decir lo "que está fuera de su

habitual estado, situación o modo" según la primera acepción del Diccionario de la Real Academia

Española. Creo que aquí sería adecuado recordar que estos episodios implican un "desorden" y por lo

tanto afectan a sectores sensibles de la estructura social. Por ello no debemos limitar el término

"violencia" al enfrentamiento físico entre sujetos o entre individuos y animales, sino concebirlo como
la transgresión de las pautas habituales de comportamiento, hecho que, evidentemente, se da en el

pucara, el gallo pitina y el sacrificio del toro.

Los elementos analizados nos permiten introducirnos en la relación directa que existe entre

elementos diversos de la cosmovisión local y los rituales de la zona. Solamente una aproximación de

este tipo posibilita superar las interpretaciones superficiales que se han dado acerca de rituales con un

significado tan complejo como este. Las afirmaciones que anotábamos al comienzo de este capítulo, no

son necesariamente falsas pero tampoco vinculan al ritual de sangre con su significado real que

trasciende elementos tales como la fertilidad de la tierra, para dotar al sujeto muerto de un papel

específico en la continuidad del mundo y por ello de la supervivencia el grupo o para vincular los

mitos, como el de la Mama Huaca y su relación con la naturaleza, con las concepciones sobre el rito

del pucara.

152
QUINTA PARTE: EL TORO, EL VENADO Y LA CULEBRA:

Intentaremos desarrollar un cuerpo válido de conclusiones que reflejen el análisis desarrollado a

lo largo del trabajo. Muchos de estos elementos han sido señalados ya en el transcurso del texto pero

aquí vincularemos en forma directa al ritual con el significado de los símbolos, al ritual con la vida; al

ritual con la identidad personal, al ritual con el juego sagrado, para terminar con los elementos

fundamentales de su significado.

El ritual, los símbolos y la naturaleza:

La base ideológica representada en el ritual, entre otras posibilidades, permite que estos

factores, aparentemente contradictorios, se incorporen a un sistema racional y formalizado. Aspectos

destacados en el contexto del ritual contemporáneo son los siguientes:

- La ubicuidad del danzante, su derivación hacia el tucumán y la escaramuza, junto con su acelerada

pérdida de vigencia en el contexto actual. Sabemos algunos de los enigmas que le rodean y por

supuesto reconocemos la presencia universal del danzante en las fiestas españolas, sin embargo el

danzante local cumple un papel fundamental en la definición de los espacios rituales en los contextos

que hemos definido en otra parte.

- Persiste el culto en lugares antiguamente sagrados, considerados como huacas y que fueron posterior-

mente sacralizados y transformados en templos o capillas, muchas veces con la mediación de un

milagro.

- La romería está directamente asociada con la persistencia del culto en los lugares sagrados. Si bien en

estos puede lograrse la intercesión divina para la concesión de favores o milagros, con frecuencia,

como lo demuestra el análisis del culto al Señor de Belén, el fenómeno que se produce es el de la

repetición de un acto ritual aninstrumental, es decir la devoción, la necesidad de visitar el lugar

ancestral es el acto ritual por excelencia.

- La persistencia de la idea de sacrificio es otro elemento crucial para comprender el ritual. No se trata

solamente de que desde la perspectiva del investigador se encuentre mayor interés en este tipo

particular de ritual, sino de que muchos elementos remiten al concepto de sacrificio en cuanto la
muerte como elemento se vincula claramente con la propia continuidad no solamente de un tipo

específico de sociedad sino de la vida misma. Las múltiples referencias al tema de la muerte,

destacándose las vinculadas con el pucara, la permanencia de los conceptos relacionados con el

significado ritual del cinco y del huayru, son elementos suficientes para considerar a estos complejos

como altamente significativos.

- El agua es un tema frecuente y ubicuo en la cultura popular y aparece en el umbral de la cultura y la

naturaleza, por ello no sería extraño que el agua ocupe la misma posición liminal del trickster o de la

mama huaca. Aquí se incorpora el tema de las cavernas, las lagunas, la totora, la mazorca de oro

(abundancia), etc. La culebra está también relacionada con el agua y la posible persistencia de un tema

más antiguo, previo al ritual más elaborado que se manifiesta en el sacrificio con sangre. El agua es

entonces un elemento que cabe claramente dentro del complejo de creencias que se explican y cobran

sentido en el ritual y que como lo hemos señalado asume también significado en vinculación con la

muerte.

- Los personajes liminales relacionados con la naturaleza aparecen en este mismo contexto. Pero más

allá del personaje específico que puede cumplir funciones sociales claramente determinadas como en el

caso del rucu, el concepto mismo de liminalidad asume un carácter fundamental. Los rituales que

evocan lo liminal se refieren precisamente, como lo hemos explicado, a las zonas más sensibles de la
organización social. El que estas zonas se relacionen con el conocimiento, con la capacidad curativa,

con la estructura de parentesco, con la necesidad de asegurar buenas cosechas o con la suerte, nos

permite considerar que estos podrían ser los aspectos cruciales para en el esquema de funcionamiento

de las sociedades que analizamos. El ritual mismo se desarrolla en un contexto liminal, como en el caso

del pucara, y mediando en muchos casos la creación de un espacio ritualizado en el que se desarrollarán

eventos en un tiempo ritual.

¿Es posible establecer una relación entre el toro, el venado y la culebra en el contexto ritual ? La

serpiente y el toro y el venado aparecen como opuestos en relación a su procedencia, características,

ubicación dentro de los mitos, etc. Ana Luz Borrero (comunicación personal1) afirma que en la Fiesta

1 La doctora Ana Luz Borrero, profesora de la Universidad de Cuenca, ha desarrollado investigaciones


en torno a la fiesta y la música popular en la provincia del Azuay y conoce muy de cerca la zona de
San Fernando y Girón.

154
del Toro lo que se sacrificaba antiguamente era un venado y que el toro lo sustituiría. El venado es un

animal salvaje, símbolo por lo tanto de la naturaleza, pero también de la intermediación, de lo liminal

(aparece al atardecer y está por lo tanto en el límite) con lo que arribaríamos al concepto de la relación

hombre/naturaleza. De acuerdo con Gutiérrez Estévez (1985), en el mito de la huaca se identifica a

esta con la naturaleza, con lo incivilizado, con el concepto de incesto, mientras que los seres como el

chuzalongo, que podrían estar representados por los monos en la fiesta, se originan en el incesto y lo

incivilizado y se identifican con el exceso de la sexualidad no reproductora, aún en contra de las

normas de incesto (en este ámbito se encuentra también el zhiro, nombre que designa a un ser

semejante al chuzalongo pero que involucra el concepto de lo negro y lo blanco mezclados tal como lo

plantea el mismo Gutiérrez Estévez.

El venado está relacionado con la huaca en la tradición oral1. Este animal al pasar por la cueva de
la huaca "orina normalmente" mientras que en otras circunstancias "orina contra el viento". La

relación huaca/venado puede ser tomada de diversas maneras: el venado como animal salvaje

pertenece al dominio de la huaca; al dominio de la naturaleza. El venado como símbolo de la

naturaleza reconoce su pertenencia a otro elemento de la naturaleza (no cultura) como la huaca.

Es necesario además referirnos lateralmente al tema de la curiquinga, animal liminal aéreo, que

aparece en la fiesta, en la danza y asociado al parecer con las vísperas. Este es otro animal que se sitúa

en el límite y cuya función real habría que definir. La curiquinga, como animal real, está presente en

estado de convivencia con el hombre, es decir lo contrario del zhiro; función o posición que puede

trasladarse a la de la curiquinga en la fiesta. La curiquinga es una figura de la contradanza y un

personaje que aparece en las vísperas y que se vincula con los fuegos artificiales.

La culebra, por su parte, aparece en los mitos de origen en donde representa el agua y en ciertos

casos el agua en creciente, quizá aquí como amaru.

La culebra es una de las figuras de la contradanza y de la escaramuza, en la que entre otras cosas

se pretende tomar el pucara, aquí la hemos interpretado como vinculada con el venado en cuanto su

posición dentro de la danza y su repetición en Azuay y Cañar.

1 De acuerdo con un cuento recogido por Landívar son animales de la huaca el venado y el arco, entre
otros.

155
De acuerdo con una fuente colonial (Arriaga, 1920), se representa a la serpiente mediante una

larga trenza multicolor que se utiliza en ciertas fiestas, lo que lleva a pensar en el juego del amaru, tal

como lo encontramos en Zuidema; 1989, en el que este amaru aparece en el agua de creciente,como

un dragón que causa males y que debe ser derrotado para que las cosas vuelvan a la normalidad.

En este mismo contexto el espacio, representado por lugares sagrados, por sitios en los que

pueden desarrollarse enfrentamientos de sangre, por el recorrido del territorio, se imbrica con el

concepto de tiempo y su sacralidad. Está claro que así como ciertos eventos deben desarrollarse en un

determinado lugar, que es parcialmente trasladable, esos mismos eventos deben desarrollarse en un

tiempo determinado, carnaval, diciembre, el período octubre-noviembre, etc.

¿Existen estos elementos homogéneos que nos permitan comprender la visión del mundo

implícita en los rituales y símbolos de la cultura popular en el Azuay?

Algunos conceptos son: la liminalidad; relaciones sociales/relaciones con la naturaleza; orden y

"civilización"; competencia y cooperación; redes de relación; lo incomprensible, lo salvaje; el incesto;

sexo y sexualidad no procreadora; mito; identidad y pertenencia; tradición y cambio; .conflictos; áreas

de interés; productividad.

El toro, el venado y la culebra, elementos escogidos inicialmente por su notable presencia como
símbolos en la cultura popular y la historia local; pueden convertirse en paradigmas de la función y la

transformación del símbolo.

Aunque puede ser aún temprano para afirmarlo, simbólicamente cada uno de ellos encaja dentro

de una categoría distinta, que permitiría, además, comprender mejor el ritual, el mito y la fiesta.

El toro aparece en Girón en la fiesta en homenaje al Señor de las Aguas; se incorpora definitiva y

claramente a los rituales sociales, en su persecución, atrapada, faenamiento y uso de sus órganos para

simbolizar el nuevo nivel social o status. El toro cumple entonces con funciones claramente

relacionadas con la percepción de la realidad social, en lo que corresponde a los rituales de paso,

aunque incluye claramente el concepto de sacrificio de sangre que continúa en la plaza del pueblo. Es

decir que el toro aparece como elemento central en la confirmación de las nuevas relaciones sociales

que se establecen a través de la fiesta. Además el toro se asocia claramente con la creación del espacio y

156
el tiempo rituales ( en el que es posible representar un "drama" que adquiere su propio significado

precisamente en cuanto representación) y participa en el contexto de la vaca loca

(izquierda/ritual/mágica).

El venado es, por el contrario un personaje claramente liminal, y por ello puede asociarse con la

curiquinga, el rucu, el mono, los gusanos, y por extensión con la huaca y el chuzalongo. Esta relación

con la naturaleza, con la no civilización, es la que se representa sin duda con estos personajes. Se trata

de un sistema de explicación de una posible "voluntad" de lo incivilizado, de la participación directa de

lo natural, personificado, en la vida del hombre y de la sociedad. La "naturaleza" debe explicarse a

través de concepciones de carácter sobrenatural, puesto que estas llegan a ser las leyes que la

gobiernan. La "acción" de la naturaleza exige esta modalidad de comprensión (que en el ritual

precolombino quizá alcanzaba mayor abstracción).

La "racionalidad" aplicada a la naturaleza refleja la incapacidad de dominarla; la posibilidad de

recibir beneficio o daño y la necesidad de incorporarla al mundo social, puesto que aún elementos de

este mundo social, como el incesto, encuentran una explicación en la naturaleza y lo liminal (véase

Gutiérrez Estévez; 1985). El venado, por todo esto, se encuentra en el límite entre lo natural y lo

civilizado, aunque esto no se opone a que otros símbolos involucren también el concepto de lo liminal,

empleándolo en los rituales sociales como se produce con el "toro salvaje", etc.

La culebra: menos clara en su sentido y difícilmente identificada como un elemento de la tríada

¿En donde está? ¿Cerca del toro? ¿Cerca del venado? es decir, ¿Cerca de lo social o de lo liminal? ¿Es

acaso la culebra el símbolo del empleo de lo natural por lo social?

La culebra, como la venada, se incorpora a lo civilizado, coherente, ordenado, no contaminado,

a través de su representación en la danza y su presencia en el mito. La culebra, el agua, quizá se

relaciona con aquello que proviniendo de la naturaleza se relaciona directamente con lo social.

El agua es la causa de la vida (la culebra se sumerge en la laguna y da origen al hombre), lo

natural como causa de lo social. El venado se asocia con lo liminal y quizá lo alienado (extraño), el toro

con lo social, el cambio, la vida y la muerte de la relación en la comunidad; y la culebra con el uso de

lo natural por lo social. Lo social se explica por lo natural (la vida por el agua), pero, en cuanto

157
trasciende lo liminal, lateral o da muerte a la "voluntad" de la naturaleza, elemento que, por otra parte

también está implícito en el sacrificio del toro, del gallo o aún en el pucara.

El pucara como un gran rito social y natural puede ser analizado en este mismo plano.

Todas estas afirmaciones conducen a la posibilidad cierta de establecer elementos comunes entre

los tres aspectos, dos básicos y uno intermedio

Sociedad Relación Naturaleza

La posible relación de los elementos presentes en el toro, el venado y la culebra, es una muestra

de esa visión coherente, de conjunto en la visión del mundo, que no diferencia unos aspectos de otros,

aunque su función apunte en una u otra dirección de acuerdo con la intencionalidad presente. Esto

explicaría (o debería relacionarse con) la posibilidad de usar símbolos semejantes para fenómenos

diferentes.

Urbano (1988) señala que el análisis del ritual sigue un camino erróneo cuando se intenta

relacionarlo con significados válidos para el mundo precolombino sin intentar dotarle de un sentido de

actualidad. ¿Cómo vincular la evidente persistencia de los símbolos con esta contemporaneidad?

Uno de los puntos de reflexión más importantes ha sido precisamente el porqué del uso del
ritual como se da hoy, y de allí todo el análisis de contenidos en base a categorías económicas y sociales

de la actualidad.

Elementos como la persistencia de lugares sagrados, de formas de organización social o de

animales simbólicos deberían ser analizados más detalladamente en su relación con la formación de

nuevas categorías a partir de un mundo desestructurado y que es necesario rearmar.

En términos muy simples los lugares sagrados podrían deber su persistencia a la lógica inherente

al sistema de explicación del medio que sacraliza aquellos lugares que son la clave para comprender el

significado de la región. Si tomamos tres o cuatro puntos geográficamente claves en el espacio

encontramos que aquellos han sido sacralizados y por lo tanto persisten con su valor en la visión

contemporánea del medio.

158
La organización social muestra también rasgos persistentes que pueden relacionarse con el desa-

rrollo de formas de dominio local sobre la población. Se afirma que el papel que cumplieron los

caciques locales en los años iniciales del dominio colonial fue muy importante para consolidar el

sistema de explotación económica. Los caciques se benefician a su vez por la posibilidad de manejar

inteligentemente los recursos a su disposición lo que podría conducir a la consolidación de su poder

local mediante la apropiación de tierras y aún el empleo de las redes de parentesco en la forma en que

se analizó previamente. Aquí es muy importante el concepto de intermediación, el cacique actúa como

intermediario entre el poder político o religioso y la comunidad (en la actualidad por ejemplo el

teniente político continúa cumpliendo con la misma función).

159
El ritual y la vida:

A lo largo de esta tesis doctoral puede observarse que el tema del trabajo y su vinculación con la

competencia en actividades comunales (y podemos suponer que también la competencia en otros

ámbitos) subyace en la mentalidad de la gente. Este concepto de competencia, que puede combinarse

en términos generales con la idea del bien limitado, puede trascender al propio concepto de la fiesta.

En ella muchas acciones son de hecho competitivas, entre barrios, entre pueblos, entre priostes, y aún

al interior del grupo de cada prioste. Es posible que el baile, la música, los sacrificios, la generosidad,

etc. tengan en el fondo ese concepto de competencia. La competencia puede de hecho ser un recurso

para aumentar el rendimiento en el trabajo. Se trataría, entonces, de un recurso socialmente

sancionado que se maneja ideológicamente y que refleja la necesidad de una sobreexplotación del

trabajo para la subsistencia en zonas deprimidas económicamente.

La población joven migra por largo tiempo con mayor frecuencia que la población adulta y en

ocasiones se alega que quedan tierras ociosas. La capacidad de trabajar intensamente, apoyada por

recursos ideológicos que se basan en la competencia, parece no existir entre los jóvenes por su escasa

inculturación, lo que lleva a la búsqueda de medios en los que se supone que están más capacitados

para competir. El ritual, en este caso aparece como un recurso directamente vinculado con el trabajo,

el alto rendimiento y la intensa competencia. Muchos elementos en el ritual poseen este ingrediente de

competición y fuerza y por lo tanto se oponen intensamente a los conceptos de ociosidad y vagancia .

Entre estos elementos están al menos (Martínez y Einzmann; 1984) la cantidad y calidad de la

comida y la bebida, los fuegos artificiales, la música, cantidad y calidad de escaramuzas, incluyendo la

calidad y jaez del caballo, esto entre los priostes o los barrios participantes. El orden que se mantiene

en las figuras de la escaramuza, como apego a las normas de elegancia y efectividad en la acción, la

competencia individual en actos como la captura del toro y su arrastre, cantidad de comida y bebida,

participación en el baile, ayuda y participación individual y también familiar.

Es decir que la competencia/participación, responde a formas pautadas mediante el ritual y que

posiblemente encuentren su basamento en el mito, con lo que el mito se manifiesta, nuevamente,

como un sistema de explicación flexible (en el sentido de que con seguridad puede adaptarse al cambio
de las circunstancias económicas y sociales) de la naturaleza, de la sociedad y de la economía/trabajo,

que acentúa su utilidad y actualidad en cuanto le permite desarrollar formas asociativas de trabajo,

aumentando al mismo tiempo la competencia y por lo tanto el rendimiento al interior del grupo.

Estas formas asociativas de celebración que implican la competencia en un doble nivel

(prioste/prioste y participantes/ participantes) permiten, o han permitido, que la comunidad,

funcione en forma efectiva frente a los desafíos del medio y de la sociedad, es decir los desafíos de la

subsistencia y que este funcionamiento efectivo se incorpore a la comunidad a través del ritual. Esto

nos lleva nuevamente al planteamiento de la efectividad de las formas rituales de comunicación que no

se manejan sino muy parcialmente en un nivel verbal sino fundamentalmente mediante niveles

simbólicos de coparticipación social.

Es posible que la permanencia del ritual en una sociedad no se relacione, como algunos estudios

en el norte del país parecerían demostrar, con la permanencia del poder efectivo de la iglesia y de la

hacienda sino al contrario con la posibilidad de conservar las formas autónomas de subsistencia a través

de la coparticipación. Aquí la afirmación de Harris (1973) de que la fiesta tradicional actúa como un

mecanismo para explotar al campesino, no puede ser mantenida en áreas en las que, por un lado, el

ritual mantiene una profunda vigencia por su incorporación a la liturgia católica, y por otro no han

existido formas hacendarias de presión tan profunda y extensa como en otras regiones

Lo que sucede es que la concepción misma del éxito en la vida varía diametralmente si uno
considera como elemento básico el "capitalismo del centavo" o la reciprocidad y la coparticipación. La

presencia cada vez más frecuente del migrante y su dinero influye de manera decisiva sobre los

esquemas tradicionales, y aunque es posible señalar su nueva incorporación al sistema de fiestas,

ocasionalmente a través de su familia, todavía es prematuro aventurar la dirección en la que se

desarrollará el cambio, aunque aquí puede ser decisivo ese concepto, enunciado más arriba, de la

escasa inculturación de los jóvenes.

Sin embargo la experiencia individual del joven migrante puede llevarle a rechazar los antiguos

modos de vida, lo que determinaría el desarraigo del sujeto, o a lograr un tardío compromiso con las

formas tradicionales de comportamiento mediante otros sistemas, i.e. la participación en la fiesta y su

sistema de "cargos", esto significa, por supuesto, una considerable transformación en los esquemas

161
tradicionales, pero probablemente involucra el respeto a los sistemas básicos de coparticipación.

Lo que sucede con las formas en las que se desarrolla la coparticipación y solidaridad no está del

todo claro, puesto que de principio se desarrollan fenómenos como la acumulación, la demostración

de poder mediante mecanismos no coparticipativos, como la construcción de grandes viviendas, la

adquisición de automóviles, etc, que afectan, como lo señalamos arriba, a las formas de relación social.

En este contexto asume enorme importancia el tema de la sanción social. El "que dirán" es una

fuerza muy poderosa que puede impulsar a la persona a cumplir sus obligaciones aún cuando se hubiese

mostrado inicialmente reticente a participar o hubiese rehuído cumplir sus obligaciones de manera

adecuada.

Las acciones de la sociedad en contra de los individuos que no cumplen con sus obligaciones, la

mayoría de las cuales poseen un carácter recíproco, rara vez se manifiestan en forma directa. El

individuo no es directamente sometido a acciones como la privación del agua de riego, por ejemplo,

sino la acción social asume una forma aún más efectiva que conduce, en una sociedad en la que son

fundamentales las relaciones de reciprocidad, al aislamiento social y aún a la exclusión de la vida

comunitaria o de la familia extensa y el grupo inmediato de relación.

El papel de la mujer en lo que concierne a mantener las obligaciones de reciprocidad es


fundamental. Debemos recordar que la mujer mantiene la tradición y además maneja la economía de la

familia. Por otro lado, pese a la relativamente infrecuente acción social de la mujer, se la considera

muchas veces como la responsable y cuidadora de los actos públicos de su marido (Brownrigg; 1989).

Si la ociosidad o irresponsabilidad masculina es frecuentemente repudiada por la sociedad, la va-

gancia o falta de cumplimiento de las obligaciones de la esposa es motivo de un rechazo mucho mayor,

que incluye, y aún justifica, el rechazo del marido y de la familia. La mujer está socialmente sujeta al

marido, como condición ideal ya que es ella con frecuencia quien maneja la economía doméstica y

tiene la última palabra en las decisiones que deba tomar la pareja.

Si estos mecanismos de esfuerzo y coparticipación, por una parte, y sanción social por otra, son

visibles a diario, su importancia aumenta considerablemente en los eventos rituales en los que el

mandato, que la sociedad debe observar, no proviene de los miembros de la comunidad sino

162
directamente de Dios, la Virgen o los Santos.

En este contexto la obediencia al mandato divino proviene de la existencia de una sanción

directamente atribuida a fuerzas mucho más poderosas que el hombre o la comunidad. Determinadas

imágenes son "castigadoras" y aún "vengativas" como lo demuestran múltiples ejemplos constantes en

la tradición oral local. Ahora bien, si la imagen puede, hasta cierto punto, tomar venganza por las

faltas, es capaz así mismo de retribuir la acción, tal como lo haría la sociedad, solamente que de

manera más directa y en aquellos factores que afectan en profundidad la vida misma del individuo. Los

testimonios de los campesinos y aún de los habitantes de la ciudad son muy precisos al respecto. No se

trata de la vaga posibilidad de recibir un castigo en caso de falta, se trata de la evidencia real de hechos

sucedidos a cada familia y a muchos individuos en ella. La pérdida de cosechas por la presencia de

plagas, la brusca enfermedad de un miembro de la familia, la muerte del ganado o de las gallinas o aún

el mismo hecho de que el dinero no alcanza o la producción, a pesar de cualquier esfuerzo, es

insuficiente para satisfacer las necesidades de la familia, son algunos de los hechos que justifican la

necesidad de obedecer los mandatos del priostazgo o los diversos niveles de cargos dentro de la

comunidad. Al parecer la participación en la fiesta, sus rituales y las redes de relación, ayudan a

interiorizar y dotar de realidad a las sanciones por las faltas cometidas.

La bebida es un elemento negativo cuando se lo maneja a nivel individual pero cuando es parte
de la relación colectiva, es fundamental por su connotación simbólica y particularmente por su relación

con los conceptos de reciprocidad y coparticipación. Sin embargo recordemos que la bebida ritual, la

chicha de maíz, ha sido sustituida en gran parte por el trago, aunque en el testimonio del señor

Chillogalli sobre el pucara se insiste en que en el contexto ritual no se utilizaba el trago que ahora se

utiliza ampliamente sino la chicha, bebida ritual.

¿Cómo entender, entonces, que las relaciones sociales se orienten hacia aumentar la capacidad

productiva del grupo y asegurar su subsistencia y que estas se consoliden a partir de un mecanismo, la

bebida, al que se le reconocen particularidades que afectan la capacidad de subsistencia?

Me parece que deberían considerarse al menos los siguientes factores: la importancia de la bebida

ritual, en concreto de la chicha de maíz y otras variedades, en contextos propiamente andinos , que

persisten dentro de las relaciones comunitarias contemporáneas (trazar el empleo de la chicha, la

163
obtención de la bebida, las ofrendas de chicha a los muertos y a la tierra, los contextos de uso de las

diversas variedades de la chicha de maíz, podría dar lugar a un estudio de características interesantes).

A esto debe sumarse el evidente interés externo, de los comerciantes y hacendados de fomentar el uso

del trago y otras bebidas alcohólicas. La dependencia económica, son conocidos los casos en que los

jornales de la semana se agotan en un día de bebida, y el estado de inconsciencia que acompaña a la

bebida son adecuados para mantener el dominio sobre el campesino.

Es evidente la influencia, también, de factores de índole personal en la inclinación a la bebida.

Situaciones de tensión, miseria, problemas irresolubles, la necesidad de "soltar la lengua", son algunos

de los factores a señalarse.

Esta posición ambigua frente a la bebida explicará buena parte de su empleo en el ritual, pero no

pueden perderse de vista los aspectos negativos, para la propia comunidad y así definidos por ella, a

pesar de su empleo ritual.

Hemos señalado que la sociedad rural en la provincia del Azuay maneja esquemas de cooperación

a través de mecanismos como la fiesta, la minga, las formas de trabajo recíproco y mediante el

establecimiento de sistemas de parentesco amplio, como el que se deriva del compadrazgo o de la

familia extendida. Estos sistemas de cooperación son necesarios en una sociedad que rara vez maneja

esquemas económicos monetarios en su relación interna y que basa su capacidad de manejo de la mano
de obra en los lazos de relación personal (a pesar de que en las relaciones con la ciudad y

recientemente con la hacienda se manejan esquemas monetarios en toda transacción, a excepción de

aquellas que involucran , por ejemplo, relaciones de compadrazgo).

La minga o retribución de trabajo para la construcción de la casa ( y particularmente del enteche)

o la cosecha, son ejemplos de este manejo de la red social sin implicaciones monetarias. La

intervención de los conceptos de transacción monetaria en estos esquemas es un buen índice para

conocer la descomposición de las formas tradicionales de relación , al interior de la sociedad rural en el

Azuay.

Si la amistad no es un valor reconocible, la acción comunitaria supera toda presunción. El trabajo

por la comunidad lo es todo y se considera como un timbre excepcional de orgullo el haber logrado

164
algo en su beneficio. Si bien los jóvenes no participan de los esquemas en su totalidad, también ellos

desean sobresalir aún rompiendo lo establecido pero en el marco de la comunidad.

Los símbolos y rituales se vinculan con la estructura comunitaria y tienden a reforzarla (con un

profundo significado económico y de beneficio en la relación social). La reflexión no cabe, lo único

posible es la acción con objetivos inmediatos y visibles, y hacia allá se dirigen los esfuerzos.

Las comunidades compiten entre sí y la emulación es un elemento motor fundamental. La

competencia por agua, luz, construcciones, magnificencia de la misa, podrían haber remplazado a la

lucha directa del pucara.

Ahora bien ¿es una contradicción el plantear la existencia de formas competitivas de relación

dentro de los esquemas básicamente cooperativos?

Como una afirmación inicial señalamos la existencia evidente de la competencia en episodios

cooperativos como la fiesta y la competencia entre el prioste y sus redes de apoyo con los demás

priostes y sus respectivas redes. La competencia tiene como uno de sus objetivos primordiales el

permitir que un individuo y su familia adquieran posiciones de privilegio en la comunidad. Este

privilegio no es solamente social, elevación de status por ejemplo, sino también económico puesto que

permite ampliar la red de relación, con la posibilidad del trabajo gratuito, entendido como servicio
recíproco, a pesar de que no se hubiese producido una acumulación monetaria sino, por el contrario,

un gasto que excede la posibilidad de una pronta recuperación.

Si este elemento de competitividad es evidente en el desarrollo general de la fiesta y en la

posición final del prioste dentro de la comunidad, también se la puede observar en la posición y

actuación de cada uno de los integrantes de la red del prioste principal. Precisamente el sistema de

cargos, inherente al desarrollo de la fiesta, implica el principio de competencia puesto que siempre es

menor el número de cargos disponibles que el de individuos capaces de ocuparlos. Si bien las relaciones

de parentesco son básicas para establecer que individuos cooperarán con el prioste para el desarrollo de

la fiesta, aún el número de individuos emparentados cercanamente con el prioste excede el de los

cargos disponibles ¿Qué elementos se consideran para designar a un individuo y no a otro como digno

de ocupar un cargo? Posiblemente existan múltiples factores para solucionar el problema pero, de

165
acuerdo con los esquemas generales del ritual y de la fiesta, la designación se hará a base de la

capacidad demostrada en la competencia adscrita al propio sistema, y que al ser pública se convierte en

un instrumento familiar y social de gran valor.

Es evidente que se tomarán en consideración otros factores, como la propia capacidad económica

del individuo, la posesión de un trabajo estable, de un vehículo o de propiedades productivas agricola-

mente, pero estos elementos, dada la mentalidad de los sujetos, lejos de contradecir el esquema

general visible en la competencia, no harán sino confirmarlo, en cuanto el esfuerzo, la capacidad de

trabajo, la capacidad de coparticipación y el empleo de la red de relación, son factores que se

relacionan directamente con la capacidad de trabajo del individuo y que se manifiestan, además, y en

relación recíproca, con la posición del sujeto en la comunidad.

Será entonces el interés del individuo y de su red de relación lo que le colocará en posición de

ser elegido para el cargo por el prioste, supuesta una igualdad de condiciones con otros posibles

candidatos para el "cargo". Por ello la relación entre el individuo designado para el cargo y el prioste

se da dentro de la lógica general de la fiesta, en la que está implícita la posibilidad de que los sujetos

participantes activamente en la fiesta se incorporen al grupo familiar del prioste mediante matrimonio

o compadrazgo, o de que los individuos ya relacionados profundicen su vinculación con el prioste y su

familia mediante otros mecanismos sociales, económicos o ideológicos.

166
El ritual y la identidad personal:

Partimos del convencimiento de que el ritual actúa en torno al concepto de identidad del

individuo dentro de su comunidad, y que este concepto se desarrolla mediante la participación

reiterativa en eventos de carácter comunicativo, muy complejos, que no poseen, en sentido estricto,

un principio y un final, sino en cuanto tales eventos, porque la experiencia social e individual puede ser

entendida como un continuum.

Esto dado que: "Nuestras relaciones diarias se basan en el conocimiento y aceptación recíproca del hecho

de que en cualquier momento dos individuos cualesquiera ocupan diferentes posiciones en una red sumamente

compleja de relaciones sociales; el ritual sirve para reafirmar esas diferencias. Es característico de todo tipo de

situaciones rituales que los participantes se vistan de manera especial, con lo cual se subrayan exageradamente las

distinciones sociales formales que separan a un individuo de otro. El ritual sirve, pues, para recordar a los presentes

que posición ocupa exactamente cada uno de ellos en relación con los demás y en relación con un sistema más

amplio. Estas puntualizaciones no solo nos son necesarias en nuestra vida diaria; son también tranquilizadoras"

(Leach, 1974: 386).

Estos elementos pueden relacionarse con la perspectiva de Birdwhistell que señala que la

comunicación que se establece entre los miembros de un grupo reduce las posibilidades de que el

individuo sea influido de manera semejante por miembros de otros grupos (Birdwhistell, 1974).

Por otro lado hemos considerado que, aun dentro del propio evento ritual, existen muchos

aspectos de la experiencia que son básicamente incomunicables fuera del contexto en que se

desarrollan y por lo tanto intraducibles a conceptos verbales. Esto se deriva de que la fiesta, contexto

en el que el ritual se desarrolla habitualmente, es un evento comunicativo de carácter total en el que la

participación física es un dato relevante. Una cierta referencia al ritual como representación

("performance"), puede ser útil para la comprensión de este problema.

Al insistir sobre la conformación de la identidad no discutimos el significado de este concepto en

cuanto identidad étnica o cultural sino que nos referimos a él desde la perspectiva de la posición social

reconocida por el grupo y fundamental para la supervivencia del individuo que se reconoce así frente a

los demás.
El ritual forma una parte fundamental de la vida misma del hombre. Desde una perspectiva

sicológica el ritual provee a la persona de una explicación básica de la realidad, dotando a esta realidad

de sentido. Este sentido adquiere inicialmente la forma de "esperanza" y puede ser utilizado en cuanto

tal por las religiones organizadas, como lo señala Erikson :"...esa esperanza que se hace nacer en el niño es

una piedra fundamental de la fe del adulto, que a lo largo de la historia ha buscado una salvaguardia institucional

en la religión organizada. Sin embargo, cuando las instituciones religiosas no son capaces de dar realidad ritual a

sus fórmulas, pueden hacerse improcedentes y dejar de ser fuente de fuerza psicosocial.

"La esperanza es, pues, la primera fuerza psicosocial. Consiste en la creencia de que es posible realizar los

primeros deseos a pesar de los impulsos anárquicos y de la rabia producida por el hecho de sentirse dependiente de

otros" (Erikson; 1974:309).

Dado que consideramos fundamental el hecho de que la incorporación a la complejidad del ritual

se produce desde edades muy tempranas, como ejemplo encontramos con frecuencia a "niños

danzantes", nos aproximamos a la influencia que el juego y el ritual en cuanto tales pueden tener sobre

la conformación de la personalidad adulta.

La capacidad de manejar esa proyección a través de la esperanza sobre la propia acción, se rela-

ciona con el tema del juego infantil, inicialmente, y más tarde con el juego de adultos: "La edad del

juego depende de la existencia de algún tipo de familia básica, la cual enseña al niño, con su ejemplo paciente,
dónde termina lo que es juego y dónde empieza lo que tiene un objetivo irreversible." (Erikson; 1974:310).

Esta diferencia entre lo que "es juego" y lo que posee "un objetivo irreversible" debe matizarse,

puesto que muchos "juegos" de adultos poseen no solamente un "objetivo irreversible" sino que

además pueden afectar profundamente a la propia supervivencia del individuo o del grupo.

Me refiero al concepto del juego como representación ("play") pero relacionado con el juego en

cuanto tal ("game"), dado que "El juego sujeto a reglas (game) es desde este planteamiento una derivación de la

idea de juego (play), un medio moral que conlleva instrucciones, busca metas definidas y especifica como

conseguirlas, induce cambios e incorpora estados contradictorios o confrontados que pueden ser resueltos a través de

la acción, implica predicción dentro de unos límites y es auto regulador" (García García e.a, 1991:14).

El juego involucra tempranamente el concepto de competencia, y su relación con las actividades

168
cooperativas es fundamental: "Competencia, pues, es el libre (no impedido por un infantil sentimiento de in-

ferioridad) ejercicio de la destreza y de la inteligencia en la realización de tareas importantes. Esta es la base de la

futura participación cooperativa en alguno de los campos culturales" (Erikson, 1974:311). La competencia

persiste como parte del ritual campesino y lleva, sin duda alguna de mi parte, a reforzar el sentido de

la cooperación ante los medios escasos que posee la sociedad.

La razón por la que debe mantenerse la competencia con el fin de lograr estructurar la

cooperación, tendría así una base sicológica, y dada la persistencia de las formas tradicionales en

sociedades campesinas poco aculturadas, los sistemas de competencia adquieren formas ritualizadas

claramente comprensibles para todos los grupos de edad.

El juego, como tal, ha sido planteado como una nueva perspectiva para el estudio del ritual, lo

que refuerza mi convencimiento de que debe prestarse una especial atención a este tema, dado que "La

idea que predomina ahora es la de indeterminación, la de incertidumbre, y lejos de acoger las connotaciones de fri-

volidad e irrelevancia que suele tener en culturas occidentales, ha llegado a ser presentada con la seriedad de una

noción alternativa a la de orden, orden social y control del cosmos. Desde esa idea de incertidumbre la primera

referencia del juego es hacia los procesos de cambio. El aspecto lúdico que aparece en muchos de los rituales y

acontecimientos públicos es un medio de hacer explícita la incertidumbre, la indeterminación, una llamada al

cambio. El metamensaje 'esto es juego' que se enuncia en estos contextos es una declaración de incertidumbre, el
enunciado de una paradoja que remite al cambio, una contradicción que no tiene otra resolución o escapatoria que

el cambio. Ese metamensaje hecho llegar por diversas formas a los participantes indica que el acontecimiento -que se

marca como juego- puede trasmitirles múltiples mensajes que podrían ser mutuamente contradictorios. Y que el

contexto en el que se ofrecen, es decir, el juego como medio, consiste en proponer un cambio incierto e incita al

comentario" (García García e.a, 1991:14).

En los juegos rituales azuayos el tema del cambio esta siempre presente en forma simbólica y en

casos como el pucara la incertidumbre sobre el futuro del grupo o del sujeto debe ser resuelta

mediante el juego ritual de sangre. La complejidad del análisis de estos juegos rituales remite

precisamente a la existencia de las paradojas en las que se colocan frente a frente conceptos como

permanencia y transformación, vida y muerte, historia personal y rito, civilización y naturaleza, cuya

resolución precisamente remite a los participantes en el ritual a sentirse actores de un "juego sagrado".

169
A manera de conclusiones finales:

Es necesario establecer un cuerpo de conclusiones que permitan dotar de significado último al

análisis que hemos desarrollado a lo largo de esta tesis doctoral, en este sentido resumiremos los

principales elementos que conforman el ritual en la cultura azuaya y que trascienden el campo de lo

local o la popular para convertirse en elementos válidos para el análisis de cualquier rito.

Todos los elementos apuntan hacia señalar que las formas de trabajo cooperativo si bien son

"naturales" en las comunidades rurales del Azuay, ya que forman parte del proceso de inculturación de

cada individuo, están respaldadas y apoyadas por normas y conceptos de carácter ideológico que

vinculan la obligación social con el propio orden de la naturaleza. Estas normas se manifiestan a través

de las tradiciones locales, la participación en la fiesta y el ritual y los sistemas de parentesco, como los

ya señalados de la familia extensa y el compadrazgo.

La presión de formas no cooperativas de trabajo, relacionadas con los esquemas monetarios, por

ejemplo, sobre los esquemas cooperativos tiende con frecuencia a romper esos esquemas de

cooperación como sucede con frecuencia con la actitud de algunos migrantes frente a las formas

tradicionales. Pero, al parecer, ciertas formas públicas de ritual, inicialmente de carácter cooperativo,

son exacerbados para enfrentar el reto de la relación monetaria, como sucede con la escaramuza. Esta

excitación de su función explicaría su pervivencia y desarrollo frente a la pérdida de valor, por

ejemplo, de la contradanza en la que los nuevos esquemas monetarios difícilmente pueden ser

aplicados (véase para aspectos específicos la discusión sobre la escaramuza y la contradanza y sus

transformaciones en la sociedad rural del Azuay).

De esta manera, el ritual en la fiesta campesina se vincula directamente con el desarrollo de formas

cooperativas de relación y con sistemas de competencia que son útiles para confirmar ideológicamente

el cambio social (y la necesidad de establecer normas claras que permitan a la comunidad enfrentar la

inestabilidad e inseguridad social y económica) y que reflejan los esquemas que se dan en la relación

habitual diaria. La competencia y la cooperación no son factores reñidos entre sí, actúan, por el

contrario, como elementos complementarios.

La respuesta a las condiciones de inestabilidad y escacés de recursos; que se manifiesta en la


marginalidad, la creciente pobreza, las características de las relaciones interétnicas y la ausencia de re-

cursos productivos, como la tierra; se da mediante la ampliación de la red de parentesco, cuya

confirmación es una de las funciones el ritual; en el desarrollo de formas cooperativas de relación, que

permiten, por ejemplo, acceder a una importante mano de obra sin costo monetario; y en el desarrollo

de sistemas de competencia, que permiten por una parte reclutar a los individuos más destacados para

los "cargos" de la comunidad y por otra aumentar los niveles de producción y rendimiento. El ritual es

además un sistema socialmente sancionado para superar los conflictos individuales y particularmente

los conflictos colectivos mediante la invocación a fuerzas que, estando relacionadas con la comunidad,

la trascienden. Si bien su basamento está en las relaciones sociales y en el principio de la red que se

involucra en la relación, el recurrir a símbolos y al ritual en general determina que la sanción última no

sea solamente social sino que trascienda el concepto de comunidad para involucrar la propia

significación histórica a más de natural y sobrenatural por todos los elementos involucrados.

Todos los esfuerzos por demostrar el origen histórico de ciertos rituales, el significado del

sacrificio, el tema del culto a la huaca, la contradanza, el empleo de la música, las características del

pucara, etc. se dirigen a tratar de empalmar, de unir, de relacionar, aquellos aspectos de la fiesta

contemporánea que aparezcan como claramente diferenciados y vinculados con el tema de la identidad

local por encima de las similitudes basadas en el ritual cristiano.

Los símbolos empleados en el ritual tienen una enorme capacidad de síntesis, eso significa que

pueden emplearse para referirse a eventos de carácter social, geográfico, familiar e individual; su

permanencia se basa en esa gran capacidad y su vinculación directa con diversos aspectos de la realidad.

Entre los conceptos que sintetiza el símbolo, está el de identidad vinculado con el origen y por lo

tanto con la pertenencia a una familia, comunidad o sociedad. Estos símbolos, que se sienten cercanos

y siguen utilizándose, tienen un origen muy antiguo y si bien su significado puede haber variado por la

transformación de las situaciones sociales, etc., permanece como mucho más que un acto exterior.

Entre estos símbolos usados en el ritual están el sacrificio de sangre, en el gallo pitina, el sacrificio del

toro en honor al Señor de Girón y aún la batalla ritual del pucara en San Juan, Ludo y Quingeo en el

que la sangre en algunos casos se vierte en la tierra o en el individuo o aún se la bebe en un acto que se

realiza dentro del espacio y tiempo sagrados del ritual, pero puede ser vertida por la propia acción del

171
enfrentamiento entre grupos opuestos en el que la muerte por los golpes recibidos está plenamente

aceptada sin que se produzca un acto posterior de venganza, a no ser el deseo de provocar una muerte

o herida el año próximo en el nuevo enfrentamiento.

La creciente influencia de nuevos factores, provenientes de la cultura urbana, de la participación

del migrante y su familia en la vida de la comunidad, de nuevas formas de relación económica y trabajo

asalariado, transforman el ritual pero no su función. El retorno a la comunidad mantiene su vigencia y

es lo que otorga identidad a los sujetos; por lo tanto, es necesario buscar nuevos elementos

explicativos. Se aparta del tema de la presente tesis doctoral un análisis más profundo de los procesos

de cambio, cabe, sin embargo, señalar, en forma hipotética, la recontextualización de ciertos símbolos

y la incorporación de otros, que provienen de la propia experiencia comunitaria o personal.

La pregunta final sobre si el ritual campesino permanecerá, aún transformado o

recontextualizado por la influencia de los profundos cambios que sufren las comunidades rurales, quizá

carece de sentido en cuanto tal, ya que podemos considerar que el ritual estará siempre presente, so

pena de un acelerado proceso de descomposición o de anomia social.

El símbolo y el ritual están vinculados a la propia sociedad; al cambiar esta, cambiarán también

aquellos. La profundidad y extensión de los cambios en el símbolo y el ritual, se vincularán con la

profundidad de las transformaciones en la propia sociedad.

El símbolo y el ritual, su carácter plurivalente y abarcador, puede relacionarse con una visión del

mundo coherente y ser aplicable a situaciones disímiles y aún a niveles de experiencia distintos. La re-

flexión acerca de la manera como se utiliza el símbolo y el significado del ritual en los diversos campos

implicados, conduce a una impresión clara de homogeneidad de criterios frente a la naturaleza, la

sociedad, la economía, a lo sobrenatural y aún frente al poder político y eclesiástico.

Algunas funciones que el ritual cumple, a más de otras también definidas, son:

- El dotar al espacio geográfico de una racionalidad, quizá el "civilizarlo" (en cuanto se lo incorpora a

las pautas culturales de la sociedad que deben ser entendidas en su significación emic). Esta racionalidad

involucra el conocimiento de las fuentes de agua, la procedencia de la lluvia y los síntomas que la

preceden, las zonas de límite entre nichos ecológicos diversos, como algunos de los elementos que son

172
explicados por el mito, el ritual y el propio desarrollo general de la fiesta u otro evento. Este resulta

todavía un campo difícil de abordar pero la ubicación nada arbitraria de huacas, algunas de ellas hoy

santuarios, se suma a los recorridos del espacio en las romerías, e inclusive a los propios mitos de

origen, lo que apunta hacia un intento de comprender el espacio y dotarlo de esta racionalidad.

- Este mismo concepto de racionalidad y civilización (conceptos que deben entenderse también en su

significación emic) está implícito en el significado social del rito.

Enfrentado el habitante del campo en el Azuay a una serie de elementos difíciles de controlar y

los que para ser superados y apropiados deben asumirse de manera precisa y directa, es necesario que

los papeles sociales estén claramente definidos. Por ello debe no solamente ejercerse en forma efectiva

el papel, sino, además, este, por la gran importancia que posee para la propia supervivencias, deberá

estar acompañado de un conjunto de elementos de carácter ideológico que lo refuercen y justifiquen.

La fiesta en general y los rituales en particular, no establecen una nueva posición social exclusiva-

mente para el prioste (o la ratifican), sino que además establecen nuevas posiciones, con sus papeles

adscritos, para otros de los participantes en ellos.

Ejemplos de esta ritualidad y su vinculación con la asunción de nuevos papeles los encontramos

en la fiesta del Señor de Girón y el ritual del sacrificio del toro en el que participan, por una parte, los
hombres jóvenes que serán los encargados de capturar el animal y los adultos que lo sacrifican y los que

visten el tuétano y el "pañuelo" y , sin duda, en el pucara en el que la calidad del año agrícola depende

de la valentía, la fuerza y la suerte de determinadas personas lo que les permite asumir nuevos papeles

en el desarrollo de la vida social.

Los jóvenes podrán incorporarse a la sociedad como elementos de derecho pleno pero en un

papel definido previamente por la racionalidad social. Los mayores desempeñan papeles que requieren

de una habilidad o conocimiento específico, como en el caso del sacrificador. El prioste, que no

participa directamente ni en el correteo, ni en el faenamiento, preside la fiesta y se involucra en el

ritual a través de la acción de los demás que es posibilitada por él.

La persistencia de rituales claramente definidos, implica el que no solamente esta racionalidad,

como concepto abstracto, sea necesaria, sino también elementos que vinculan lo social y lo

173
económico, como la capacidad que caracteriza al prioste de mover a los actores sociales en función de

la fiesta, .

Podríamos señalar que el ritual además:

- Estimula la productividad y aún la sobreproducción con el fin de generar excedentes.

- Estimula el trabajo y la responsabilidad individual asignando papeles destacados a las personas que se

caracterizan por su capacidad.

- Estimula la competencia en una sociedad altamente cooperativa. Esto, que podría considerarse como

un contrasentido, es notable en la actitud de los integrantes del bando del prioste entre sí y frente a los

miembros del bando de otros priostes.

- Todos estos elementos se manejan en una comunidad en la que, no solo socialmente, es necesario

utilizar las redes, los papeles y la productividad con el fin de asegurar los niveles de subsistencia y una

calidad de vida estable frente a la inseguridad del medio físico y social.

- Establece con claridad roles sociales que son comprendidos e internalizados mediante el ritual.

- Dota a los individuos de un claro sentido de pertenencia al grupo y de ubicación en el contexto

espacial.

Inseguridad económica, inseguridad social, necesidad de definir claramente los papeles y

optimizar la productividad y al mismo tiempo un complejo ideológico particular que incluye la

intervención directa de los santos y las efigies milagrosas, serían algunos de los elementos que

permiten explicar la persistencia del ritual a pesar de los cambios y presiones (aquí es necesario

considerar como elementos estables las creencias en lo sobrenatural y particularmente la relación con

los muertos y las relaciones sociales al interior de la comunidad que se han perpetuado, quizá,

mediante la fiesta).

Esta aproximación a las relaciones entre el ritual y la estructura económica y social de la

comunidad campesina, no invalida el que existen elementos que no estén relacionados con una "lógica"

social y económica. Aún más, los conceptos de productividad, relación, optimización de recursos están

174
permeados por formas de pensamiento que impiden un juicio desde una perspectiva puramente

económica o productiva.

Entre los elementos que se relacionan con el ritual están muchos dificilmente explicables por

factores "lógicos" y algunos que definitivamente no poseen una explicación económica o productiva.

Así como en el ambiente urbano, la madre lleva a su hijo a que reciba las dosis prescritas de vacuna en

el Centro de Salud, mantiene su registro de peso y crecimiento, consulta al pediatra en caso de una

enfermedad eruptiva o un resfrío y, además, lleva al niño a que se cure el espanto a donde un

especialista popular, que salmodiará y realizará una limpia para eliminar las causas del mal; el

campesino une a su propia concepción de la productividad, el rendimiento y la relación social, factores

sobrenaturales cuya relación con el efecto esperado no puede ser explicada en forma lógica (aquí

además cabe recordar el concepto del ritual como aninstrumental, es decir como un elemento que

permite "recordar" o reelaborar el hecho pero del que no se esperan otros efectos que la

predictibilidad de los resultados y no la influencia sobre las condiciones).

De aquí que muchos de los rituales, fiestas y elementos relacionados, como los recorridos del

espacio o el culto a un lugar determinado, se conciban desde esta perspectiva aninstrumental y más

bien posean un carácter explicativo y predictivo antes que de influencia sobre los hechos, por esto la

participación de ellos es un factor determinante para establecer la identidad de la persona, el papel del
sujeto en la sociedad, su posición frente a la naturaleza y su ubicación en el mundo, esto es lo que

explica su persistencia.

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