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Una temporada con Lacan es. Rey sobre sus diez afios de trat 50 psicoanalista francés. Con la au periodista que ya era y Ja capacida namador literario en que se convertiri m anélisis, el autor logra, a través de las dif escenas, cortientes o excepcionales, en torn consultorio de la calle Lille némero 5 (el robo bastén, las largas horas en la sala de espera, supuesto, las geniales intervenciones del un nitido fresco del estilo clinico de jacques Lacan Con mis de sesenta mil ejemplares yendidos: dos primeras semanas desde su aparicién, cf rel ‘que hace Pierre Rey de su anilisis y de los efect ayatares de éste se ha convertido en un texto i Gindible para quien¢ isan soca | | ol7e9506148 1924" | u einai aa el sella ae Prerre Rey UNA TEMPORADA CON LACAN © Letraviva Pore poe con Lacan - 1 03.— Buenas Ares: Leta Via, 2005, BAO ps 1125. ISON £80640-102.« 4 Nomatia!eecdais |Thkio con 1% 1989, tions Robert Lafont, Psi © 2005, Lea Viva, Libweiay Eder As, Comnl Dia 1897, (1425) Bucrs Altes, Argentina smudetvivaelsgmit.oom Ievasia@amercomt 18.8.8. 950-649-102 tubsovignah Cie amon ae Laan rice detain erga 2-221-06502-5 Traduecisa:Lasiano Pils Pires acne Maran de 2008 lores em Argentina ~ Pate in Argeating (Qua beh el depésio gue mare a Ley 11.723 Troibid la reproduce oul a parcial de esta obra bajo cnalabisr meted ncluid la repzogrt, I fotolia yb toaan enced gh previa expres azarae bn por ‘cia de os nit ated epyrigh, A la memoria del Gord, sin quien las cosa. E3peren lo que les guste ‘equ Lacan, en Teliside Pacfrico No lejos de Los Angeles hay una playa de arena gris adonde van a deshacerse las olas del Pacifico. Fl lugar se llama Venice. Paralela al mar, se extien~ de una avenida fanquesda por mimisculas casetas he- chas de tablas mulkicolores, que suelen estar adorna- das por frescos ingcnuos y chillones: en ellas se ven dden salchichas caliences, sindwiches de fiambre y co- midas vegetarians. Enuie el mar y la avenida, se cu- brid la arena con una capa de hormigén y se la wtliv6 como gimnasios al aire libre, Bajo la mirada de los pa seantes, quienes los frecuentan juegan al paddle, ha- cen ejetcicios de barra, golpean bolsas de box 0 se des- lizan por Ja supecficie dura del hormigén, los pies cal- zados en patines. Venice no es mds que ese pacalelo entre atta y 65- puma crizado de palmeras que encierra la plataforma de hormiggn. El suelo esti colmado de papeles gra- sientos, vasos de eartén vacios y monticulos de arena {que el viento empujé desde el mar. En los estadios en miniarura se eercitan atleras, con pantalones ajustados oitora azules el torso desnudo de masculos exagerada- B ‘mente desarrollades por la incesante prietiea con pesas, cuya enorme masa de metal fundido exe con un doble choque sordo mientras, indilerentes, alas de patinado- res giran entre el chirtiar apagado de las rucdas; cada cual lleva el correspondiente walkman en la cintura, los auticulares atornilladas alas ores, escandiendo su sinuoso fluis, con est miisica privada que lo asl Octubre llegaba a su fin, Yo avanzaba keneamence por la playa en medio de una bruma doreda que sigue a la hora de la siesta, No habia muchos hasta: pero los que encontraba no parecian ser del lugar: Con es0 quieto decir que, conesa el uso de la costa Oeste de los Estados Unidos, habian permitido que su historia se inseribiera, dia tras dia, sobre las lineas de sus rostros. La que habfan vivido la vispera, y tantas otras mas del pasado, acaso de otros sitios. Yo cena puesto. tin tra je de bao, como los demis. Por momentos, me cen dia sobre fa arena y echaba la cabeza hacia atrés hasta sentit vértigo por seguir el vuclo dyil y silencioso de ana gaviora. O bien mitaba hacia el oeste, hacia alta ‘mat contemplaba el sol que enrojecta, y al separarse de él mis ojos no percibian a sw alrededor snd quie f= {aces manchas blaneas cuyas vibraciones oprimfan mi retina cn una palsacién sfemica de dolor suave. Algu- nas imagenes erraban dentro de mi cabeza: las toler ba, limitindomea dejarlas desfilaren el aparente des- orden en que manaban antes ile desvanecerse, aparen- temente desprovistas de cualquier relacidn entresf, por ‘mas que intuyera confusumente que se articulaban al- redecior ce uni centro por descubrir, peto todavia in- Ble pe prcbuble que no cyt deseo al no de veslo, A veces, me eruzaba con hombres y mujeres que corriar alo laygo de la playa y los imitaba, feliz al sen Gir que [a sangre golpeaba mis sienes y los calambres seaduefaban delos muisculos de muslos y pantorrllas cuandoacelerabs el riemo, al sentir quela arena hime: dla resonaba cada vex mis répido bajo mis pies. El sol ingresaba ahoraen una brunva lejana que velaba su des: tello, ransformindolo en un disco rojo posado sobre tina Tlanura de bruma nis opaca que cortaba la linea ddl horizonte, Mis adelante, leguéa un dique nistico cuyaavanzada mordia la playa con sus bloques tugosas de peda de arias hirlentes. En su base, ¢l mar habia dejaclo pequetios estanques y as rocas huimedas y ver- dosas recibian el embate de refinadas y largas puruillas de algas que danzaban succionadas por el agua, cuan- do caia en remolinos sobre la piedra para moris en ella con un chasquide de sal y resaca. ‘Tomé entre mis de dos un pequeho cangrejo y observe la linea blanca di- bujada en mi dedo indice por la presi6n de sus pinass. Lo dejé sobre la arena. Se alejé en diteccidn opuesta al mat, hacia Jos médanos. Volvi a atrapatlo, lo sostit- ye une vez mas y lo devolvfal mar En ese instante, una enorme ola inesperada me aho- 36 bajo su descarga helada, Retomé mi carrera, Encon- re cubierea de arena mi ropa enrollada como un haro, Me friccioné largamente, me puse la camisa, cl jean, cle las alpargatas bajo el brazo y tuve la rentacién de volver a lv calle: necesitaba un bar y una cerveza, Di tuna tltima mirada al mar Hacia mi igquierda, muy lejos, canto més alld de Marina del Rey, notaba el penacho de humo que es- upfan los grandes aviones que alzaban vuelo desde el 5 aeropuerto para teazar un largo arabesco camino a San- ta Monica antes de desvanecerse hacia el este. Por exe lugar del Pacifico, en mar abierto, solfan pasar las ba- llenas, Muchos de mis amigos habian hecho avistajes, iencrasellas se desplazaban en grupos bufonescos a algunas millas dela cosca, Muchas veces las segufan lan- cchas,sin que se conmovieran ni interrumpieran sus jue- ‘gos, lanzando sus enormes masas giles y grises, sobre Ia cresta de las olas, o bien sumergicndose en las pro- fundidades, con un coletazo dado al descuido, para re- parecer cien metros més adelante lanzando un géiser de vapores irisados. Todavia no habia tenido la sucr- te de verlas. Como conttapartida, un afio después del inscante que estoy describiendo, me fue dado hacer la pesca milagrosa de los Evangelios, Yo vivia en Malibii, tuna ribera gris en que por la arde un enjambre de pa- lafitos se tambalcaba con el oleaje de la marea alta, La tierra firme més cercana se hallaba a seis mil kilome- tos en direccidn oeste, Una noche, hacia las dos de la mafiana, los ladridos insistentes de un perro hicieron que dejara mi lectura. Sali ala verraza. Como todas las noches, violentos re- flectores ubicados en la Fachads de las casas ilumina- ban el mar con su luz cruda, horadando eada montén de arena con sombras rigidas, No comprendi de inme- diato por qué la playa se habfa vuelto, hasta donde lle- gaba mi mirada, un palpitante tapiz placeado. Bajé aeropelladamence la escaleca, salté a la arena xy me hundi hasta los tobillos en una capa viseos pes y fila, de peces inquietos bajo las plantas de unis pies. Habia miles. Cuando el impulso de las olas cu- biertas de espuma volvia.@ acercarlos con un gruntido 16 hacia mis mustos, bajo su presiém, el agua negeay fos- forescente se metamorfoseaba en densa capa de mer curio. Me bastaba abrir las manos bajo el agua y vol- ver acerratlas para sentirlos atrapados entre mis dedos, en pleno intenta de escapar a esa presi¢n con sinuo= sas sactididas. Subj a mi casa en dos zancadas y volvi a bajar con una bolsa de plistico que en pocos minutos, se llend. La apoyé, a reparo de las olas, sobte una roca, y fui de nuevo hacia el mar para observar, Yor, Pues en verdad of el grito delos peces. Las hembras estaban plantadas verticalmente en la arena; slo emer- sia su cabeza, con la boca espasmddicamente abierta como en una respiracién dificuleosa, dejando escapar tana suerte de gemido sordo, mientras que en haces los machos se estrujaban contra ella, indiferentes en esa danza de amor y muerte por asfixin en ciernes, cada vvea més y mis alejados de lz marea, que ya no llegaba hasta ellos. Algunos intentaban con saltos desordena- dos volver al mar en un postrerinstinto ce superviven- cia; pero la mayor parte se dejaba estar, inerte, con el ddorso contra la arena, Al dia siguiente habria de saber que eran grunions. Una vee al afio, quince dias antes dela marea mas alta, llegan desde la noche para des- ovar sobre las costas del Pacifico a lo largo de cente- nates de kilémetros, entre el noree de San Francisco y el extremo sur de México. Cuando los huevos fecun- dados son confiados a Ja endeble custodia de la arena seca que los cubre, los sobrevivientes vuelven a partir, tras cumplir su destino, a mar abietto para morir alli, Trece dfas después de depositados, la mindscula casca- tilla de un amarillo trashicido estalla. vy Cuarenta y ocho horas ods tarde, con tigurosa pre- cisidn de relojeri, la ola mas alta de la mas alea ma- rea barre la ribera y leva consigo los alevinos hacia el vientre del mar, Por su parte, ellos acaso tambien de- han moric un dia en el postrer acto sexual, para que ‘otros puedan vivis. Cuando me disponia a dejar a playa bajo esa mor- tecina luz de Venice, todavia no habla sitlo testigo del llamativo ceremonial de los grins, pero de pronto me impacts la idea —acaso aquella rechazada tiempo atrés por mi— de que estaba muerto, Morir es olvi- dar; y no recordaba nada, pese a ciertos amigos que se obstinaban en servirme de memoria, al relatarme hes ignocas hazaftas de otro tiempo, de un extrafio que se- in juraban eta yo. Ya no sabia por qué estaba allf ni desde eusindo; he oa ‘cuanto tiempo més, 0 qué hacia en ese lugar. ‘Con todo, no era la primera ver que morta En Paris, cuando —entre dos muertes— estaba vivo, algunas veces hacia Ins euatro de la tarde iba a La Coupole para almorzar solo: langostas y carne cru da Los camereros todavia no habian encendicl las lu ces, y el fondo del local, donde me gustaba refugiar me, parecfa una inmensa caverna sombria. A ¢sa hora, no habia clientes A menudo éramos dos. Elowto era Sartre. Nunca prestéatencién a los platos que pedia, pero recuerdo que siempre tomas el mis- mo vino, delicioso y muy caro, un ebietu-canon. ‘Admiraba a Sartre por gran pate de su obra, pero tenfa mis dudas respecro a la perennidad de sus escri- 18 105 filoséificas, en los que invencidn, ereacién ¢ imagi- nnacidn cedfan el paso al diseurso mds convencional de Ja culeura universitaria, Le cultura es la memoria de la inteligencia de los demds, z ‘A-excepcidn de algunos aparatos digestivos excep- cionales, no produce mas que culvura, discursos sobre discursos al infinito, que se despliegan dentro de hs i- mites, nada sorprendentes, de las inflexiones dela ley. Negatla, combatirla © padecerla: en cualquiera de Jos casos se la seguia teconociendo, Hegel. en quien Sar «re se inspird ampliamente, lo habla admixide, por su pacte,con huumildad al constarar que tas veinticuarso siglos las gannancias de la flosofia se limiraban a “indi- ces de noras a la obra de Platén’. Un findice remire a la cultura, ¥ la culeura es com sinwidad. Su contratio, la creacién, es rapeuna. * Al arat de la imprevisible dindmica de su surgi- miento, excreta su propia ley sobre los escombros del sistema que la precede, como demuestra el mondto no patticidio de la historia del pensamiento. Por eso es maldita, tal como fueron maidites todos los gran- des creadores. Sartre es uno de esos maldicos? ‘Todavia resuenan en mis o/dos las palabras de Levi- Serauss respecto a los tees momensos dela dialéeticx hregeliana: “EI clfa en que comprendi que tesis, ant esis y séntesis eran ol fundamento de la Universidad, dejé la Universidad.” ‘Sartre habfa salido de aquello? En ese momento vi kas ballenas, 9 Conte seis, Cabalgsban la linea del hocizonte, tra zando su senda impetuosa sobre una placa de cobre, Eran tan maravillosas y auténticas como me las ha bian descrito, Quise darlas gracias, Pero no sabfa muy bien quien on hat hecho favor, grade em pensar a Las segut con ka mirada todo lo que pude, De classe acta todo lo que pude, Desapa- La noche estaba por caer imponerse sobre ese ma- nantial de parpuras. Retomé mi marcha pot la arena seca y Fresca, fel de saber quc ls bllenas exielan en verdad Mis tarde me preguné cémo habia podido pensar en Sareteen ese conta de California bajo esa vacilan- te luz de otofo. Rchice el itinerario al revés —Mars, ‘Lévi-Strauss, Hegel, Sartre, Le Coupole, bar, cerve- za—. y supe que era por causa de una cerveza, El ha- bia eserito: "Uno es lo que hace.” __ Por mi pare, tena a absolutacertera de lo contra fio: uno es lo que no hace, Sabia de qué hablabar re cin al dejar de hacer habfa empesado a ser, Desde ha. cia cuatro afos, mi vida era una no-aceién perfect, Hiacia esrictamence nada, Me habia vuelto tn bebe. dor de tempo, Lo aspiraba a cuentagoras atento a su flui cuyo sentido y gusto ignoraba, mientras que su- puestamente no lo perdia: de ese tiempo para el que jamids me tomaba el tiempo de tenet tiempo. La gente hhucca se armaba un decorado de aeciones Filles como «sas habitaciones mediocre con mesas raronaseargadas debibelotsidiotas que, por comipensacién metafSrics colman el vacio mental de quienes los apilan. Todavéa 20 no sabfa decir no, Animaba grupos, prestaba ofdo — para cener sensaciones fuertes de mi importancla— a Ja logortea de desconocidos insulsos, encraba aun ne- sgocio para comprar camisas, salfa con zapatos nuevos, Ticvando del brazo a la vendedora y, cuando por mi- agro no era Fagocitado por los dems, llamnaba a ami- gos para hacerles la pregunta més estdpida que pueda salir de boca de un ser humano: “;Qué haces esta no che?” Hacfa como todo el mundo, Sentia horror de enfrentar el vacio, y me fabricabsa vyacuidad. Por temor inconsciente a mi propia liquida- cidn, anulaba con a “hace?” el espacio que adelgava a cada instante pata acercamos ala muerte, A lo largo ce Jos siglos, se haba producido un deslizamicnto desde el Cogito ergo sum hacia el “Hago, luego soy”, tan des- provisto de ldgica como el Credo quia abssrduim. Desgraciadamente, habia absurdos que no se iban. Desde que me habia colacado bajo la divisa del “Soy porque no hago”, habla aprendido que no existe tiem po objetivo alguno porque podia tornarlo eéstico, re- ucirlo a nada mientras las estrellas daban su giro hacer de lo que dura un chispazo un infinito, cuan- to me placiera El ‘norhacer” me habia brindado ese don, poder dar al tiempo la extensi6n que tno ceseara, Segin mi humor, creaba tiempos vegerales en que me transfor- aba en drbol, tiempos mamiferos en que era perto, tiempos terrestres que me volvian nube, tiempos cds- micos para la metamorfosis de una vibracién y tiem- pos minerales en que finalmente me cornaba piedra; con o sin maytiscula (Péerte/ pierre) Ta apuesta daba acceso directo a un “yo" sin el cual 2 el “vos, el “usted / es", el “ellos” nos quedan vedados para siempre, ¥ ala ley no escrita que impone su rona- lidad a nuestros existencias: duraci6n e intensidad se re- chazan, La barreta quelas separa marca la frontera entre placer y goce: para aleanzar el goce, es preciso moti al placer. Para entraren la intensidad, evadirse de la dura- Gién que acota el placer en cuanto la jalona, El goce fa aniquila, tiempo sin duracidn, tiempo fitera de! tiem- po de los poetas y de su famoso instante de eternictad que sélo ofrece miedo, muerte, triunfo y amor. Hasta el aburrimiento se me habla vuelto goce, so- bre todo el aburrimiento, que me habia ensefiado esta verdad: "Uno es lo gue hace” paca la mirada del Otro; para la suya propia “uno es lo que goza” Mientras otros escribfan acerca del tiempo, suhisio~ ria, el origen de la clepsidea, el funcionamiento del re- loj, el hallazgo que representa l cuadrante solar, ka vencidin del calendario, o cSmo recortarlo, organizarlo, y.demds, yo perdia el mio con voluptuosidad, vigilan- do celosamente para que nadie me robase la mis mi- anima fraccién. Mi cuerpo o mi fantasia me servian de péndulo. Comia cuando tenia hambre, dormfa cuan- do tenia suefio y me clespertaba cuando absfa los ojos. Vela cémo sali el sol, edmo trazaba su clipse, desapa- recta en el ocean, y casi me chocaba ese movimiento que desordenaba el silencio al escandi horas cuyo sen- tido yo poseta, i bien habia perdido la cifra, ‘A’veces tenia ganas de creas. En mi cabeza trotaban algunos acordes, tres lineas de texto, la disposicién de un cuadro, el inicio poco elaro de un poeta, la pro- yeccién de un croquis. Pero nunca llegaban a la guita- ‘a, la pluma odl papel, y se desvanecian por la fuerza 2 de las cosas con la misma brusquedad con que se ha- bian preventado ante mi. Yo estaba demasiado bien para crear. El goce ¢s un. estado de plenitud que se basta a s{ misino. Pot cso, nada puede decir uno al respecto, si tiene esa vivencia. En el exso contratio, uno suple con el discurso. ‘A ment goce, mayor explicacién, A menor com- prensidn, mayores aserciones. En ese sentido, los en- sayos respecto a la creaciGn son tan pintorescos como fos escudios acerca del tiempo. Por fuera de, acaso, Plat6n, Malraux, Berenson 0 Faure, no son mis excepcién ala rela del catélogo (rico compatsdo, que Hegel en su Exética: cien res- pucstas al “como”, ni una al "por qué”. La creacién nunca proviene de la dicha. Es resulea- do de una falta, En tanto contrapeso de una angustia, se inscribe en el vacfo a colmar con un deseo del que se desea goce y el fracaso de su consecucién. Eso equi- vale a decit que sélo puede surgir de algo malogrado, la auencia de gozo. Por mi parte, incluso habia dediu- cido que desde e! comienzo de los tiempos cualqui creacién estaba contenida en los diez centimetros que mediaban entre la mano de un hombre y el culo de tuna mujer. El hombre ande por posar su mano sobre dicho culo. Si culmina su gesto, sila majer lo acepta, ellos se encuentran en una cama y hacen ¢) amor. En ello hay goce: nada se ha creado, Si él no se atreve, loco de frustracidn, vuelve a casa solo, compone la Novena Sinfonta, pinta El hombre del easco de oro, escribe La Divina Comedia, 0 acomete el Pensador Simplemente, habia olvidado que la creacién resi- de en otra parte, dondequiera que se hace manifies- B ta la ausencia —pues conciemne a la estructura y nos condiciona, no importa dénde, siempre—, ‘También qui, aunque hubiera hecho contacto con aquel culo, ‘a mano nunca hubiera hallado lo que crela poder en- contrar, Menos aun, habida cuenta que ese culo, siem- pre que los culos piensen, no habria obtenido del ari- bo de esa mano le plenitud esperada, ;Por qué el goce, cen cuanto escapa alo sexual, no habtia de residir en el mismo acto de crear? Pensaba en ello precisamente mientras contempla- ba ese castafio, en exe bar de Venice donde por fin 10- maba mi cerveza, El castafo era parte integrante de la reproduccién de un grabado del siglo XVIII que oo ‘enicajaba encima de las botellas de whisky, entre el t- multo de tipos en jeans y shorts de luchadores de feria, de chicas rubias, todas de piernas bronceadas, que ha- bian subido al maximo el volumen de la fonola. Bajo cl castafio, habia ura aldeana que custodiaba sus cor- eros en la paz campestre de otro tiempo. Pero lo que ‘me intrigaba era el castafio. Estaba trazado con tal pre- cisidn que no se lo podia confundit con otro érbol: en- cina, haya, dlamo, acacia, Comprendi de inmediato que tenfa de especial: el punto sobre el que yo me ha- bia negado a hacer foco durante esa larga jornada de paseo porla playa, ese acuyo aliededor habfan conver- gido mis ideas sin alcanzatlo, era él el casiafio. No el del grabado ante el cual permanecta boquiabierto en- tte la agicacién de los decibeles, sino su andlogo, algo mas fedgil, entrando, a la izquierda justo después de hhaber pasado por el pértico de la encargada en el pa- tio interior adoquinado del mimero cinco, tue de Li- lle, Paris VIL. Durante una temporada més prolongada que las usuales para los castafos, e habia echaclo una mirada maquinal, y constatado en primavera laeclosién de sus ores escasas y débiles 0, en otofo, la cafda de sus ho- jas. Al fondo del patio, una puerta a la que se accedia al subir unos escalones de piedra desgastada. Ya estaba apartado de la cae, el ruido, el mundo. ‘Una pequefia escalera en espiral, un vestibulo, dos felpucos, dos puertas negras. Yo llamaba a la que esta- baa la derecha: allf estaba Lacan, All también habia puesta en juego mi vida, alo lar go de diez afios. AI habla hecho el més largo de mis Viajes, Alli me habia juramentado dar, tarde o tempra- no, testimonio. Ye habia pasado tiempos no habta cumplido la pro- mesa que me habia hecho. Y pasarfa mucho tiempo ids entre el instante en que, acodado a la barra, con teimplaba el grabado de la aldeana bajo el castafio, y este en que eseribo estas lineas. [No me habfan faleado pretextos pare aplazarlo, | principal era una pregunta que fingla hallar in~ soluble: ¢Cémo escribirlo? Con todo, la respucsta era evidente: Como lo es- ribo. 25 u GENEALOGICO a felicidad munca hizo feliz a nadie. Justo antes de pasar al acto, la mayor parte de mis amigos suici das muertos mostraban los signos exteriores del equi- librio y clamaban desesperadamente que todo mar- chaba bien. ‘Simplemente, morfan, Amtesque se mararan, nadie hhubiera podido sospechar el peso de la antigua som- bra que anulaba su vida, Habfa movilizado las fucrzas de aquellos en vistas de un combate perdido a priori conita un enemigo sin rostro, Por tileimo, stu manera de morirlo revelaba: demasiado tarde, La muerte pre- cedia el diagndstico, Uno se habia obtenido a expen- sas de la ova, GS. estaba repleto de mujeres; lo que no le impe- dla sentir fio, Las consurnia por decenas, con el som- bario apetito de quienes ya estén saciados, cuya regla es ‘no poseer a cada una mas de una ver. Gran sefior, de- jaba que sus fntimos aprovecharan sus restos. Habia ‘ransformado su departamento de Paris XVI en burdel permanente, donde noche y da los iniciados podian hacer calidad sus Fantasias, Abolido cualquier espiritu 25 de conquista o de rivalidad, la alcernancia de partenai- tes se efectuaba en la calurosa complicidad de la abun- dancia, Fucra del deprimente ceremonial de la sedue- cid en que roles, didlogos y actitudes ya estén con- venidos hasta el desaliento —para bien o para mal, ya se sabe edo va a terminar fa historia— la bruralidad «cara lavada de la situacién posibilicaba el distancia- miento interior que en un primer momento trae con- sigo la pescepeién de lo relative, Una mariana, alguien se acered para informarme que G. S, habia puesto fin a sus dias ln noche anterior. Se habia atiborcado de barbittticos, ensollado en posiciény fetal dentro del agua tibia de una bafiera y seccionado las venas de las mutiecas con una hojita de afeitar; Los, que descubricron su cuerpo me dijeron que en los la- bios tenia una sonrisa apacible, Yo frecuentaba a G. S. desde hacta tanco tiempo que no me sorprendid: ca- baba de culminarsu camino, Al hacer manar su sangre en el liquide amniétieo —nuestios suefios nos otor- garon la equivalencia en el inconsciente del esperma y de la sangre—, habla plasmado metafricameritc el in= cesto perfécto, ctimen y castigo confundidos en alg nos minutos de pura intensidad que por arte de ma- gia desbloqueaban la pesadez de una existencia apre= sada por la prohibicién Contrariainente a quienes pierden la vida por ha- berse negado a hablar de la muerte, yo solla evocar- la, acaso con la ingenua esperanca de protegerme de clla, Sin embargo, ella me habla rozado una manana de primavera, en Cannes, dentro de un palacio en que todo estaba concebido para la placidez de ser, Eran las cinco de la mafia, Pasa olvidar otra, cuyo recuerdo 30 ime ‘aladraba, habia pasado la noche con una chica, Ella acababa de dejarme. Yo furnaba en mi cama sin conseguir dormirme. Arrastraba desde hacia seis me- ses est herida abierta, No se vislumbraba cicatrizacién alguna, pese a la iriiseente fachada que resguardaba ‘mi falta de contemplacidn hacia los demds. Capré en- tances al yuelo una frase que un inscance atrds atrave~ 6 mi mente, y la aislé; “Entiendo que uno puede ma- tarse,” Ingtantineamente entré en panico: acababa de verhilizarla posibilidad de mi propia desaparicidn. No cireunscancialmente, como cuando uno teoriza acer- ca del tema, sino en cuanto expresidn inconscience de un deseo mortifero. En ese preciso instante, sonaron una tras otra las campanadas de Pascua Helado, me acerqué a la ventana, abe! del todo las cortinas, y tuve que cerrar los ojos ante Ja intensidad de late. YVolvta abrislos, y fue como sisaliera de una eumba. Alo lejos, unos jardineros que parecian jugar al ca- tetf enere ls largas sombras de las palmeras ala salida del sol, rastrillaban el eésped alrededor de la pileta en la incandescente salpicadura de esa manana de abril que tejuvenceta al Mediverrineo, eanto como si hubie- ra nacido al alba, Unas palomas blances se arrullaban, misteriosamente el mundo habia hecho eclasién recién enelesplendor cilido del sol. Supe que estaba curado,, ppeeo no dejaba de temblas. Cerré las cortinas para re- crear ln noche, tomé un somnifero y me dormt Me desperté al mediodia, Fui ala ternaza del restau- rante que estaba justo debajo de mis ventanas y pedf los platos mais refinados, el vino mas exquisito, Instin- 1 tivamente sabia que debia tomar en consideracién el estaclo de ese enfermo al que por primera vee contem- plaba porque él habia estado a punto de morir, Hacta falta que yo mie quisiera un poco, Sufrit me habla tor- nado un médico. Terminaba de aprender el precio de una pena de amor. Con todo, hacia esa época, el concepea de pago me cra desconocida. Era cronista en un diatio, vivla sumer- giclo entre facruras muy por eneima de mis recutsos y seguia con delectacién la mudarwa frivola de las mds- caras que proponta, creyendo en ellas, ala admiracidn de mis lectores. ‘Tomaba por dioses a enanos, por se~ res humanos epigrafes de forografias. Engullfa rumo- res, luego escupia viento, Las jornadas empezaban casi invariablemente con visitas de agentes que habjan ido a Yembargarme’, jEmbargar qué Contaba con nada ms que oxt- geno. ‘Todavfa no habla llegado a los treinta aitos; las fies- tas formaban fila, mis deuclis se acumulaban, el dia- rio. me encandilaba, lo extraordinario era mi ordina- tio, mis noches, fuegos ce atificio, y maldecta el sue- Fio que me robaba placer. Mi contusién de valoresera total. Se vovié abertan= teal dia en que descubri el juego, por aburrimicnto de las galas, Abandonaba cada vez msds temprano la mesa de las cenas para ir a sencarme en la del treinta y cu renta. Muy pronto, quedé atornillado a ella doce ho- tas seguidas: res de la tarde, tres de la mafanay al rit mo del latido del corazén de los casinos, ereinta vidas, trcinta muertes cada treinea minutos, entrecortadas de purgatorios en que los croupiers mezclaban las eartas 2 paca volver a poncrlas en el sabot antes de que empe- zar una nueva partida, La vida sin frenos. Y sin embargo, lo contrario de la vida real, en que cualquier empresa requiere iaver- tir ideas, trabajo, reflexion y tiempo. Principalmente tiempo, Al cabo de eres dias, seis meses, der afios, la respuesta llega bajo la forma ce un ‘puede ser”, En el juego, ¢s instanténea, iremediable. Sio no, sin demo- ras, Ningiin tiempo muerio entre e! desco y la sancién en que culmina, eesplandoro desesperacion, seguin sea que los objetos re amen, obedeciendo a tu lamamien- co secteto 0 se aparten de vos, respondiendo a los de- seos de otto, Uno encuentra muy pocos idiotas en los casinos (el idiota es af sujeto de la idioeia porque no es objeto mis que de Ia Ley, y de no transgreditla, en ningiin caso del goce)s pero los monstruos pululan en cllos: yo formaba parte de la cofradia, Franquean las barteras esceépticas de los fisonomistas, y peasant del otro lado del espejo para identificarse con los signoy enig- saticos que descifran su suerte, Devienen colores, car- a5, ntimeros. Adquicren caras de dados, Los negocios tetrenos ya no les conciernen, Fucron a jugar (joner), nada kes iimpedird pozar (feuin) Jugar-goaar: seguramente no habria que cavar de nasiado para descubsie que jovare, joculari y gaude- ye ticnen una muy antigua etimologfa en comin. Asi, Ia tiple deriva de sus sentidos se conoentraba en una sola rafzcon los significados simulténeos de jugar, ey~ cular, gozar Hasta el dia en que, cras canto hacerme gozar, el juego me la jugé. Era cl final del verano, Desde hacta bastante tiempo, para conseguir fichas en la caja fir- 3 mabe vals que recmplazaban el dinero, Su total me julming Los regresos a Parfs nunca son agradables. Ese fue catastrdficor ;soepechaba entonces que habia hecho todo adrede para ponerme en peligra? Viejo habia que databa de la infancia eilusera le fbrmula de Dal (us sentencias me encantaron antes que sus pinturas): “La patada en el culo es el electroshock del pobre.” No bien una situacién me pesaba, inconscientemen- te me las arreglaba para hacceme excluir de elle: des- pués supe que la libertad, por motivos eyidentes que ya obedecen a la estructura de la lengua, era 2 expen- sas de la exclusion Y uno no puede hacer e-clasidn a menos que se lo eyecte de cuanto estd clausurado (clos). EL juego no habia sido mis que una escapatoria mis para quebrar I circunferencia de los circulos. Yo ime ahogaba para que alguien me sacara del jarcin de infantes, me enfermaba para evitar la escucla piblica, entraba en peleas para que me expulsaran de la secun- daria y, cuando no copiaba abieriamente de mi com- pafiero de al lado, iba 2 pasear por los muclles los dias de concurso para ser ex-pulbado, con qué alivio, de la Universidad. Lo mismo pasaba en el amor, Para quitarme la cul- pa, la rupturat nunca debfa parecer proveniente de mi, mientras que, por mis dichos o miactitud, la habla he- cho inevitable, Incluso habia logrado que me echaran de una cércel militar donde purgaba una pena por un motivo que ya olvide. Obviamente, mi vida profesio- nal no era la excepcidn a esa sonticnte furia de daitar Desplegaba una energia inmensa en acometer contra 34 dlistintas plazas fuertes. Una vez conquistadas, mi im- pulso me llevaba 2 huir de elas, Sentfa un terror merboso por las posiciones ganadas, por la repeticion, por las certezas. Todo lo que involu- faba un futuro me arruinaba el presente, Esa ver, te- sultéarcuinado, Perdf mi trabajo, rompt con los mfos, ime ocupé de evitar amigos y relaciones, y me aparté de los lugares que habia frecuentado. Tabula rasa Hacfa afios que corria a La 2aga de mi sombra. Te- iifa que tomar un respiro, Todavla no sabia qué desea- ba, por més que ya hubiera pagado caro para tomar conciencia de qué no queria ms Mucho tiempo después, iba 4 leer la frase de La- ean, “Los no-incautos yersan’, En aquel tiempo, nin- giin otro juego de palabras hubiera podido adherirse ‘imi piel: yo ervaba, El nombre de Lacan me era per fectamente exttafo. Yo lo o/ pronunciar por primera ver por una chica rubia que vivia en el edificio de en- frente y, sabiendo que la mitaba, hacfe varios dias que se paseaba desnuda anre su ventana, Una siesta, la en- contré, A la noche, me pregunté si querfa acompafar: |i “a romar unas eopas con amigos en fo de Lacans va ‘ser fabuloso”, Seguramente yo tenia otra cosa que hacer. :Pero por qué recordé exe nombre tanto tiem- po después? A veces, para puurgar mis preocupaciones, volta ha- cer deporte en la ciudad universitaria, donde habta vivi- do tiempo ateds, No era el tinica estucliante vitalicio. ‘Me encantaba el box. Uno eruzaba los guantes con {quien queria, sin elegir sus contrincantes. Uno de ellos ie disgustaba especialmente, y era recfprocs, Su por- 35 te gigantesco, sus ciento treinta y cinco kilos y su im- presionante fuerza animal le habian merecido el apo- do de “El Gordo”. Yo no sabfa nada de él, salvo que er médico, Metced a un arte venenoso, con soma hacfamos mas pesados nuestros golpes para en ver- ad bajarnos. ‘Cuando uno de nosotros quedaba groggy —lo cual se repitis més de una vee—, el otro, compungido, se deshacia en excusas hipdcritas. Laantipata crea lazos. Muy pronto, nuestso enfren- tamiento se trasladé del ting al campo dialéctico. Yo estaba seguro de llevar la delancera. Yo me creia vivo, Jo consideraba un torpes por mii parte, renia el bene- ficio de un pasado, mientras que su densidad anodi- nna, sus trajes de confeccidn y su ausencia de modales, agtavada porst actitud desdefiosa al respecto, parectan forzosamente privarlo de futuro. Se lo decfa tranquila- mente, con sadismo, El me espetaba una exasperante sonrisa plicida. Yo. contreatacaba con golpes de parisién, relaciones ampu- losas, circulos eelécticos cuya llave estaba en mis ma- nos, recintos exclusives donde me destinaban la alfom- bra roja, El se daba vuclta, abuctido, y atrancaba con los mitos celtas o fa tltima caja de borgone que habia recibido. Un diz le pregunré cual era su especialidad com médico, y me confié, como quien Jo lamenta y con tantos mohines, que era psicoanalisca EL no tenfa escapstoria: yo iba a poder explicar- le Freud. Habia descubierto su existencia a la edad de doce aos, al hurtar un Crapouillot de antes de la gueera de- dicado a la sexualidad, en ta biblioteca de mi padre. 36 Dela impresién que me produjo esa ecrura habla sa- cado los conclusiones: los adultos mentfan a los chi- cos respecto del tinico tema que los apasionas la cul- fura no tenia otro motivo que servir de parapeto para contener las pulsiones. Negro sobre blanco, estaba es- tito: exissian, yo era libre, La brecha estaba abierta, A lo largo de mi vida, iba a ensancharla al devorar Jung, Freud, Adler, Otco Rank, Ferencti y los dermés —sin procucar profandizar qué los diferenciaba—, al igual que las vulgarizaciones de sus turiferarios, que yo ponia en un mismo nivel. Algunas breves répli- cas, y el Gordo ya se habla dado cuenta de que yo no sabja més que los expertos de las revista vale decir, trad, El punto cero, Tuvo la caridad de no dejar tras- lucir nada, En lugarde aplastarme, encaré las tareas de primera urgencia para desbasrarme con leves toques, abriendo un campo que acicateaba mi interés; opuso. alas preguntes demasiado pueriles un brusca silencio, para que volvicran sobre mt por efecto de espejo, y se absttivo de explicarme aquello para cuya comprension yo no tenia madurer sufciente, ante todo generoso, al punto de nunca inientar convencerme: en “conven- cer” (convaincre) est “vencer” (vaincre), vencer, pero fundamentalmente “imbécil” (con). Y climbécil era yo. Con mala fe, daba pequefios pasos para dejarla po. sicién ala que permanecia afetrado, sin dejar que A emoliera demasiado répid los valores del sistema que hasta entonces me habfan servido de endebles muletas, Este acusaba el fenomenal golpe, Mi narcisismo tam- bign, Con el paso de los dfs, sin dar la impresién de tocar cost alguna, con mano de seday el Gordo, avan- ” zaba cn su trabajo de zapa, A medida que su rigor des- alojaba mis conjeturas ficiles, yo entreyela con estu- por la extensién de mi ignorancia, El abordaba des- de un pertil imprevisto, que se sustentaba en un signo infimo, y llegaba incluso a colocar bajo una perspec- tiva nueva los temas mis trillados de mi propio terti- toric. Una noche, durante una ceria, divagamos has- ta la negacién en Shakespeare, para llegar al callején sin salida de una coma que nos uve desvelados toda In noche, Pero una coma que, segiin donde estuvie- ra colocada, echaba luz de una tonalidad nueva sobre cl enigma del destino humane, segtin transformara la frase en interrogativa o en afirmativa: To be oF not, 10 be, that is the question La puntuacién clésica (Zo be or not o be) consistia en un paso de baile entre la vida y la muerte (“ser 0 no ser") que Hamler indagabe, La'del Goiclo (7a be or uot, 4o be ec.) se dleseneripraba en forma de respuesta: pese ala “dificulead de ser”, hay que optar pot viv En la escuela ounca me habian contado de ese tipo de cosas, nunca habia leido algo parecido, Descubyta, cadticamente, un saber alternativo; hasta entonces no sabla que pudiera exiscr, Segui inaccesible para mi por insuficiencia de conocimiento, Aterrorizado pot la idea de morir idiota, decid apurar el tranco, Contaba con rodo mi tiempo. Aunque siempre me hubiera ganado la vida como cagatintas, quise saber ante todo si era capaz de escribi, Con "escribir", hay que entender la apritud de hacer pasar a un texto la amis alta comunicabilidad emocional ayudaco por un material que todos utilizamos, la letra, Con recursos simples, en cuanto a la forma, sin fe 8 ‘erature el cérmina ha de womarse come zado de a ler. ; Y¥ en cuanto al fondo, la valencia de legar al mite, asesinato incluido, en el develamiento de la verdad. Cando se la practica sin méscatas la eseritura es tun asesinato. ‘ave la primera vivencia traumatiranre de ello junio al teclado de mi primera Smith Corona Habia desconectado el reléfono y me habia encerracio ante una hoja de papel irmpoluto. Regla del juegor lle- harla sin rechozat nada de lo que me venta ala men- te, in importar medir los riesgos de eseribitlo, Quedé embobado largos minutos, privada de pronio del apo- yo del ccna, aun mds bloqueado cuando se preserta- ton has primeras frases. No por la articulacién de las palabras, que me las oftectan hechas de antemano, sino por el contenido dle las ideas que provocaban su encadenamiento, Nada que ver con la escritura auromatica de los surrealistas, cuyos términos tienen una musicalidad, pese ano ad- {quite sentide mas que en el sinsentido, Lo que me su- coda era més terrible, : Enrre tanto, Ia funekén mds usual del Lenguajey la oculracién, acababa de entrar en juego gracias a una ruptura en el horror del sentido puro develado por et tornado del inconscience, al que acababa de abrir la puerta. El uso de mis ojos nuevos todavia no me era familiar (° Lienen ojos para no ver..."); simplemente, yase me habia hecho imposible ser ciego. Al cabo de tres horas, Ia pagina estaba llena de sig- nos, Nadie iba a leerla nunca. Estaba espantado de ba~ berla podido producit, Después de sudar la gota gor- 9 da, Tenia cien afios; pero sabla que, llegado el dia, po- dirfa recrear ese estado: podria excribir, ‘Acuciado por una ungencia irreprimible, ya me ha- ban conectado —sin que lo supicra— con los paisa- jescdel otro lado del espejo. En aoa noche, daba forma a obras en un aeto en que se operaba una eatarsis cuyo sentido profundo no percibfa, Una de els se Maunalba La cama de las ratas, Erala historia de una mujer estupenda—de aquillas que “no existes!”—: vivia en las cloacas de Pars (al res- ecto, hablaba del “murmllo de las aguas del orten- te.,.") en medio de una profusién de accesorios lujo- 503 y butrocos, candelabros de plata maciza, cama con baldaquin del siglo XVIIL, mesas de Snix,vajilla de oro, otros tantos, para escapar ala profecia de una carto- mante de barrio que le habfa asegurado la inminencia de una explosién nuclear. Al fondo de su abismo, en el umbral de la locura, escoltada por dos animales imagi- nario, una iguana y un canguto a los cuales dlitige un discurso apasionaco, alimenta centenares de ratas verda- deras, Pasa un hombre con el que se encomtré durante tuna velada, Es embajador, la considera loca, se enamora de ella, quiere salvar, la visita, Sin aliento, llega al pie de las escalas de hierro que llevan a los abismos. — zh qué profundidad estamos exactamente? —Serenta y tres metros con veintisiete —contes- tah dame, Fl Gordo habia leido la obra, —zPor qué 63, 27? — Puro azan, —El azar no existe. 4o Con gran impecu, me ocupé alli mismo de demos- trarle lo contrario. Un mes ms tarde, salimos de una comida, Sin querctlo, nos damos un empellén al acce- der a la puerta gitatoria del hall. El suspira —Carajo, no sas precisamente menudo. to medis? —Noventa —63 més 27, ;cudnro suman? La cuforia me gané: por fuera de la intervencién del azas, cuya existencia yo deferndia, no habfa siquie- ra1una oportunidad sobre mil para que un ntimero co ncidiera con la suma de otros dos para dar mi propia altura-profundidad” El Gordo evits insistic, De todas formas, a la quin- ta observaciéa del mismo calibre, tuve que admitir de ‘mala gana que el “azar”, por pura coincidencia, habta tomado cierto aire de coseumbre, La duda empezaba a carcomerme, cuando surgié la historia del “cuatro: nueve-cuatro”. ‘Una de sus pacientes, de alrededor de cuarenta aftos, era camarera en bares, casi analfabera: la sefio- ra B. Ella perdia cegularmence su trabajo por desma- yarse “sin motivo”. Habia hecho, claro est4, el abru- ‘mador derrocero por los distintas especialistas: “Us- ted 1 tiene nad’ ‘Més alla de alguna variacion de detalle, segufa con sus desvanecimientos. Finalmente, habia recalado en lo del Gordo, sdon- dealgunios de sus colegas, con una perversidad confia- ternal, manidaban los “casos intratables" (en medicina, “ineratable” ¢5 aquel caso que no entra en el campo de saber del tratante). {Gain at La sefior B, recité una vee mis a letanfa de sus des- dichas, Una mafiana, lleva a sesién wn stil —Fsunaestupides, doctor, unaescupider.. Todos los domingos, apuesto a ganador y placé, a los cab los, Resuila que soné que en mi combinacién de tres cifras, le jugaba dos veces al mismo nuimero, el 4 ast a4, el4 y el nueve, Cuatro-cuatro-nueve Sin entrar en detalles acerca de la interpretacién del sueno, fechados y constarados con rigor durante cl analisis, seproduzco la escena de la realidad a cuya vivencia remit, Una escena muy antigua... La sefiora B. debia te- her entte quince y dieciocho meses. Aquel dia, su ma- dae estaba hacigndole carifios, entre arrullos, [lega sit amante, Trae consigo un regalo. La made deja a la beba en su cuna, abre el envoltoria y se extasta ante un magnifico mantén blanco. Lo extiende sobre la cama, Lo admita. Arrobada de gratitud secifiea su amante. Pese a los sritos de provesta de la heba dejada de lado, quiere ha- cet el amor con di. Le pide que vuelva mis tarde, Los alatidos de la chiquica se intensifican, Para calmaca, su madre la toma en brazes y la deja en el centio de st propia cama, sobre el manién. Vuelve a acompatiar a suamante hasta el palier. Estdn largo rato abrazados. El amante se va. Lama- dre welve a su habitacién, Lanza un grito furibundo v da una fuerce paliza a su hija: para vengarse de haber sido preferida y abandonoda, Ja fututa sefiora B, en: sucié el mantéin con sus heces. Hizo eaca (guat-quat) sobre el mantén nuevo (neuf, Cuca nuevo. 4-4-9. Cuando me ecetan un antibidtico, ignoro por com- pleto el nombre y la cuota parte de los ingredicntes ‘que encran cn su fSrmula, Simplemence constato que mi fiebre baja. Idéntiea relacion causa-efecto durante el anclisis: eso “opera. No bien es capaz de verbalizattos, los sintomas neu sdticos que habjan levado al paciente al divn se des- vanecen. Mas alli del mito, la simbdlica de Sisifo no «3 otta cosa que el balbuceo de un cuerpo que habla, condenado a repetir hasta el fin dle los tiempos el dis curso sonidtico de la histeria, con su piel, sus tics, ss tos inconelusos, suscalambres y dolores, un sucedé- neo, al no haber podido erasladar al lenguaje la memo- tia de lo que tenia grabado a hietro en la psiquis, Muya mentido, un exceso de cultura sirye de cora- za defensiva, de censura, Con la sefiora Bu, que no te- nifa ninguna, la terapia Fue breve, Ties meses después de comenvar, ya no habsrfa de caer desvanecida, Tambidn se presentd el caso de la estudiante. Aunque eta muy brillance, fracasaba sistemdtica- mente en los eximenes. El dia de la prueba, ante la hoja en blanco, una repensina pardlisis del braze le im~ peda ficameute escribir lo que sabia, forzéndola «en- tregat en blanco. ‘Al estar prescrvado el anonimato de su clienea, ef Gordo consintis en comunicarme las evidencias estruc turales del sfntoma histésico,intensificadas por unase- gunda conyersién somatica. a chica tenfa oportunidad de ira esquiar sobre la nieve recién calda de alta montana, Ella le confié que, luna ver llegada a la cumbre tras horas de esferzo, des- a hhacfa el camino por el que habia egado, en pinico ante la idea de trvzar su impronta sobre la superficie delanieve sin macula, Terrcorio intonso del papel, te- rritotio liso de la nieve: el Gordo no demord en detec- tar esa analogia, En ambos casos, la situacién se remi- tia.a una de las significaciones del sintoma: la angustia se vinculaba a una superficie virginal que no se debia mancillar con macula alguna, ya fuera con caracteres del alfabeto o la huella de los esquies: virgen, come la muchacha que ni siquiera comensaba sus eximenes, sélo por techazar la idea de no serlo més. Sobre todlo, como mds tarde cemostrarfa el andli- sis, si ella proyectaba sobre cualquier pretendiente, con el usual acicace de la censuta que escolta a las presen- cias fantasmaticas, el deseo inconsciente por su pro- pio padre, Mis leeciones apenas estaban empezindo. Descu- brfa con estupefaccién une culeuce marginal que cra a lama lo que el inconsciente.esalo consciente, Grandes velos de misterio que habrian de desgarrarse de inme- diaco. Asi sin que nunca lo hubiera presentido, jacaso no habia quienes tenfan la respuesta alas preguntas que me hacfe respecto de arte liceracura, politica y compor- tamientos humanos 0 amoroso’? Habia dado un giro radical en la ética culcural de mi cédigo social, El Gor- do me abeia un mundo. A un tiempo deseubria disei- plinas desconocidas para mi —lingitistica, anttopolo- pla estructural, semintica, etimologk—, y la relacién con el analisis de sus otros epiganos: etnologéa, histo ta de las cvilizaciones, de las religions, de los mitos, de los folklores. “Descubria” debe tomarse en el senti- do de “descubria su existencia’, 44 Comprender era un asunto completamente dis- tino. dia en que me zambullia en los textos, vi desva- necerse mi ilusida de inteligencia. Hasta entonces ha- bia atmado un andamiaje sobre los ambitas familiares, donde una palabra cnmascaraba por st sola la griera que encarnaba ese desconacimiento, Ast, daba el nombre de “ficbre” a cualquier enfermedad desconocida. Hoy se habla de “alergia’, “stress”, “virus”, Fenémeno eter no de semasiologia perversa que consiste en jugat con Jos signos que tevelan la falta, o bien en desembarazarse de cuanco se rechaza mediante un nuevo nombre con ferido a aquello que pudiera designarlo. Tal como un pensador que niegs el pensamiento, Alain. Descle su perspectiva, todo lo que se enlaza con el inconsciente se rorna ‘pensumienrosdesquiciados’. Tan “desquiciados” como para transformar a.un radical in= transigente en apoyo involuntario de los redlogos cuya estrechex. de miras fustiga. Cuando él intenta descu- briral “hombre mds feliz del mundo”, todo lo que en~ cuentra para presencar es un prefecto de poli, pre- cisamente porque las urgencias de su cargo “no le de- jan tiempo para pensar”. ‘Apologia de la ceguera, elegantemente matizada con tun suiculenco silogismo: ya que los eretinos no tienen acceso al pensimiento y los prefectos de policia, segiin Alain, no piensan, se podria deducie que todos los pre- fectos de policfa son unos cretinos. De identico modo. y alainvetsa, ,por qué no afirmar ques bastara serinteli- gence pata hacer foreuna menos imbeciles serian ricos? El Gordo era profunde y no tenia dinero. Respecto de las fitentes de su saber, me dijo que era 4s “lacaniano”, que seguia los “serninatios de Lacan?” y par- ticipaba en los “tcabajos de la Escuela Freudiana’, Me precipité en una librera para comprar los Eris, Los revorn! una y otra vez durance tod la noche: no en- tendi absolutamente nada. En apariencia Lacan utli- zaba las palabras de codo ef mundo; pero el modo en que distorsionaba su contexto en sitios enigmricos les otorgaba una connotacién ambigua que volvia evanes- cente el sentido de la frase, privada de pronto de sus automatismos usuales La disyuntiva era simple: 0 yo cra un estipido, 0 ‘esos textos abedecfan a un mero delirio. Aldia siguiente, airmé ante el Gordo qui los Evcr- tos no eran més que una jerigonra. Todavia no conocka llema desuautor: “No hablo para idiotas.” Cualquict pericia supone el aprendizaje de una técnica que nadie cuestiona a les especialistas, incluido el plomero. Por contrapartida, cuando la materia tratada es el lenguaje, tinico bien y aributo recibido en eowtin al naver, cada cual imagina que la Facultad de expresarse otorpa el de- rechoa comprender, que el acceso al sonido desemboca obligatoriamente en el cettitorio del sentido, Pasaban los as y las estaclones: no era capac de es tar mi peliejo, me iba a pique, como un barco ruino- so; pronto dejarfa la via libre, Una noche, en un res- taurant chino, con falsa desenvoltura le pedf al Gordo que me aceptara como paciente, Me contesté que ert imposible, porque “nos conocemos demasiada”, Insis- UL Ya que voy a pasar poreso, prefiera que sea con vos, ances que con otto, Desplegs argumentos que me dejaron perplejo. ‘Legado ami departamento, me sentéen el suelo en 46 ini lugar preferido, ante mis ajas, Estas formaban una pila que llegaba hasta el cieloerasoy dentro de ella esta- ba todo lo valieso para si en otro tiempo, una suerve de tesoro: libros, manuscritos, objeros, ropa, [No las habia abjerto en tres afios, peto me gustaba contemplarlas cuando me topaba con un problema, Habja cerca de cineuenta, En-cada una de mis mudan- zas hacian falta dos camiones para llevarlas, Hoy, tantos ants despa, siguen enmoheciéndo- seen un guardamuebles, herméticamente cerradas a fuerza de clavos Con codo, habia tomado coneiencia de que no me afetraba a gran cosa Un dia, durante esa dpoca en que jugaba, me avi- saron que “unos agentes iban a embargarine al dia si- guicnte”, Mc habfan aconsejado poner fuera de su al- Eance los “objeros valiosos”, Habia hecho algo similar atu inventario, a las dos de la maiana, {Qué venia a ser un “objeto valioso”? Descarté inmediatamente los mucbles y otros ac- cesorios mecinicos u hogarefios. Eran reemplazablest se los encontraba en eualquicr esquina. Lo mismo con fa ropa; nada de valor. Mis hijas eran “inem= bargables”. Quedaba mi biblioteca. Ya habia dige- rido su contenido, gqué provecho tenia atgrme a sit continente? Habia descartado casi todo, excepto unos vein- te libros dedicados por amigos. Después de seflexio- naracerea de la eventualidad de perderlos, comprendi ue por fuera de cualquier fetichismo, canto los amni- gos como los textos estaban para siempre, muertos 0 vivos, en mi memoria. 47 ‘Me acosté en mi cama para concluir una noche se~ rena, ‘A esa altura, ya sabia que al no aferrarme a nada sieampre serfa rico, No amaba mds que la vida y la li- bertad. Mas allé de esos bienes, no podian sacarme cost alguna, Por la mafiana, los agentes no se presen taron, Como mentalmente habla renunciado a lo que se me iba a arrancat, casi me decepcionaba que no me deshicieran de ello. Después, del mismo modo que uno no tira un l= bro ya leido, tal vex porque encerraban fragmentos de mi pasado puesto encre parentesis y al que me afesra- ba oscuramente, segut acamalando mis cajas, de cuyo contenido ya no sabfa dar detalle hacta tiempo (igo sin saberlo). Medité ante ellas hasta el alba, consciente cle que eran una perfecta alegorfa de mi siruacién, Estaba blo- ‘queado, claveteado, ignoraba quéseescondia dentro de clas, Cuando ya estaba por acostarme, llamé al Gor do, que ya levaba dos horas trabajando, “Ya que no podés omarme como paciente, dame el nombre deal {guin otro". Me dio tres. Por qué no citar a los dos pri eros, si no tienen nada que ver con el asunto? Cla- vreul y Perier. Al despertarme, hacia el medinda, dis- ‘qué con calma su niimero, El primero estaba vcupado, el segundo fitera de Paris. Probé con el tercero. —Quersfa una entrevista con el doctor Lacan En este momento no puedo interrumpirlo — ane dijo la mujet: era Gloria—, Puede volver a lla- mar a las seis? Me hice un ovillo ente la montafia de ajas, y es peré 48 Las seis, Una vee mis, Gloria, —Aguarde un momento, —Esciicheme, zpuede comarme 0 no? —No corte, el doctor Lacan quiere hablar... {Hablarme? Todo lo que yo queria era que me re- cibiese, ~Acaso masajistas, dentistas 0 sastres exigian una en- trevista previn antes de concederme una cita? Inmedliatamente después, vox monocorde, moro- ‘st, que recoblaba la vocal de cada stlaba. Ste: —Querria verlo, Enifrenté un largo silencio, —;Por qué? —dijo Lacan. Al final, me oi decir, —No le encuentro la vuelta. 49 Tl ALFABETICO Me habia vestido para sedutcirlo, Tweed, terciopélo, cachemix, Por aftadidura, ese encanto mio iba acom- pafiado por I molestia de una feve renguera debida 2 una patada recibida durante un combace de savare. Tomé como una cuestién de oxgullo personal lleger a Ii hora esacta eri que me habia convocado. El siguié al juego més alld: no me hizo esperar siquiere un se guindo, Sincronismo perfecto, Gloria ni habta cermina- do de abrieme la puerta cuando se com la hoja de la cotrespondicnte a su estudio, Nos dirigimos una gran sonriss, Con toda evidencia, pese a los pacientes que yo habia visto en la sala de espera, é! sélo me espera bbaami, La puerta de su consultorio se cerré detris de nosotros. Ubicd su silla en paralelo au escritorio, Me senté en la mia, Cara a cara. Yadesde la noche anterior habia tenido tiempo para organizar mis defensas, Lo observé con una curiosi- dad dreertida, erveé las piernas y encendi un cigarsi- Ho —no, eso no le molestaba en absoluto; me rendis lun conicero— y en unas frases pudicas, en las que es- 3 parefa, como si el relato Lo requitiera, nombres carga- dos de importancia que tomnaba cotidianos para mf, Je tract el retrato resplandeciente de wn dilettante con condiciones, llegado a él—no estaba formulado, pero era un presupuesto— précticamente por conjuncién del azat y la curiosidad intelectual. Dio la impresién de entender muy bien. Fstaba sub- ‘yugado, Yo umbién, Cuando le hablaba de mis ocupa- ciones profesionales en el diario en que trabajaba, me preguncé si conocta a Ja seftora 7... que también traba- jaba alli, Yo nunca antes habfa ofdo ese nombre, y se lo dije. De golpe, me pregunté si bebia. Me quedé descon- certado, No, yo no bebfa. Algo de vino, como todo el mundo, pero beber por beber, no, Yo era un deportis- ta, gedmo habria podide? F] asintié de buena gana, Encend/ un cigarrillo tras otro. El no dejé de ten- detme el cenicero. Después, con una tltima sontisa, se puso de pic. La entrevista habia terminado, ;Cuan- to tiempo habia transcurrido? ;Una hore? Acaso més, Le pregunté cudnto le debfa. Por més que nadie me hubicra informado al respecto, ya conocia la cifra que me lanz6, Yo habja decidido que serla exorbitante. Lo fue. Correspondifa exactamente a la suma que habla conseguido en préstamo el dia anterior de manos de dos amigos can insolventes como yo. Par ende; le ten- di mis tres billetes, sin sorpresa, Desaparecieron ins- tantneamente en un bolsillo de su pantalén. Me es- trechd la mano con una gran somtisa y me dijo: “Has- tamafana.” Lecontesté que desgraciadamente eso era imposible, porque no tenia con qué pagarle. Fl no de- Jaba que su mano soltara la mia; busqué el modo de retindtsela sin que tomara mi gesto como una ofen- 4 sa. Abr la pucrca como si no hubiera ofdo y repitiét “Hasta matiana,” Volviaa estar en la calle, con un nudo en la gargan- taj me preguntaba si la falta de recursos no iba a que- brat una relacin tan inefable en sus inicios. gDénde iba a conseguir el dinero? Lice mentalmente | recortido por todos los cono- cidos con probabilidades de prescérmelo, Por experien- cias anteriores ya habia aprendido que las grandes pal- madas en la espalda, al igual que el placer dado o re- ibido, hacfan un compas de espera cuando, en terte- no del amor, uno se ayenturaba por la delicada senda de lo nurerario, Algtin tiempo atrds, habia nec ddo un respaldo financiero para uaa deuda apremian- te, El préstamo que peda no iba a durar més que cua- renta y ocho horas, tal como habla explicado, micn- ‘nas presentaba como prueba de mi buena fe un cheque ficmado con mi nombre que podria presentarse ante ventanilla no bien hubiera pasado ese lapso, El mismo fa habia hecho ese planteo a tres personas: una mu jer, dos hombres. Lamujer era famosa, Ella eantaba y encabezaba una evista, Los domingos, después del mediod’a, ibaa en- contrarme con ella en su camatin, Abt siempre habia caviar en wna fuente de cristal, champagne y vodka helados. Desce donde yo estaba, ofa el rumor de los aplausos que le dedicaba la sala, Ella entraba como una tromba, cubierca de lentejuelas relucientes, au cama~ rin-boudeir, me abrazaba apasionadamente, desaboto- nnaba mi camica. Para que no se nos molestara, su peina- dor homosexual hacta las veces de cerbero tras un cor tinado de pana, En el momento en que ponta sus ojos 3s en blanco, fusiosos golpes a la puerta la arranecaban de iis brazos para arrojarla a los de su publico. Nuestro niimero se repetfa varias veces durance la fuuncidn, Ella se atrojaba del sofd a la escena, y de la escena al soff, En los intervalos, reponta fuerzas con el caviar nsideré que esa intimidad compartida creaba un relajamiento suficiente como para quc le hablar se de dinero con tan poco pudor como ells me habla- ba de amor. Pese a su foreuna, tuve la sorpresa de oft- Ja contestar que los dos pastbamos por la misma rae cha de mala suerte. Esa misma mafiana, ella habla te- nnido que pagar unas cuentas que tenia pendientes, tna suma enorme, y eso la habia dejado en rojo. Yo iba a tener mi propio dinero dos dias més tarde. Le preguncé si podia ayudarla de algyin modo, Me agradecié cmo- cionada, pero no acepté; me dijo que de alguna for- ima se las iba a arreglae Fl primero de mis amigos era cantante. ‘También 4 famoso. Los estibillos de sus temas estin cn boca de todas. Su actitud de nis desvalido me habjan in- citado a tomarlo a mi cargo en sus momentos de de- presién, que por cierto no eran pocos. De tiempo en tiempo, lo levaba a Deauville y haeta llegar uni soci tud hasta dejar una chica entre sus brazos. A veces me llamaba a las tres de la matiana, y entonces arregkiba- mos el mundo. Le tenia mucho afecto, tanto como pata pedisle ese favor, ‘Cosa extraordinaria: los dmpeesees también se habfan hecho presentes esa misina maftanta. Corté la comuni- caci6n, lleno de pena por él. Media hora més tarde, re- cib(un llamado suyo, Acababa de tener una idea. Para 56 sacarme del problema, fe bastaria con pedir a dies de nuestros amigos en comuin la décima parte de la can tidad que yo necesitabas aclararfa que era pars mi Deshaciéndome en agradecimientos, yo prefert de- at pasar su oferta generose, Mi segandle amigo no eaneaba, Macho mayor que yo, hacia cantar alos acsos, Dominaba un imperio de locales noccurnos y pasaba por ser lo que en el ambien= tese lana juge de pais, uno con la cabeza bien puesta, tun caballeto all que sus pares convocaban como tltima instancia pata dirimir os liigios de marginales. ‘Tampaco tenia oportunidades allé: los fmpuesias, El fue el Unico que me dijo la verdad. Hacia unos dias habia prestado una canticad importance a uno de mis amigos, que ni siquicra eta intimo suyo. Sin importar euéles fueran los motivos pretextados 6 reales, habia sentido esas negativas como una erai- cidn, y me habia jurado que, aunque muciera porelio, nunca més iba a dara nadie el poder de lastimarme con escamoreos. {Cbmo hice esa noche y los dias siguiemtes para cumplir con mi palabra’ O acaso no la cumplf, no me acuerdo. Sin preguntar cual era mi opinién, Lacan conclua, imperrurbable, cada sesidn con un “Hasta mafiana’ que me devolwfa, Jas manos sudorosas por Is angustia, al gris de la Rue de Lille, Al dfa siguiente, micnttas tiewraba cn mi bobsillo el dinero que me habia procurado el dia anterior al cabo de espantasas biisquedas —gpor cudn- to tiempo iba a poder realizar ese milagro coridiane? — volvia su despacho. Idéntica refinada urbanided por su parce. Cigarti- 7 los, Hacia las cinco, Gloria le llevaba sobre un posava- sos de porcclana una taza de eé y dos datiles. Su tono era tan amistoso que no me hebrfa sorprendido que ine rogase compartislos con A, MA alld de su té, parcefa degustar mis palabras Era capital que no hubiera error alguno respec- to de la persona, Sin dat la impresidn de ponerlos en evidencia, desplegaba con astucia un discreto mues~ trario de mis méritos, y cada ver me aventuraba mas Iejos en los confines donde, para pasatla bien, os bu- rros se hacen los pavos y se pavonean ance la vor de su amo —en este caso, la suya—, Eltercer déa, en lugar de hacerme pasar directamen- rea su estudio, Gloria me condujo a la pequeria bi- blioteca de! fondo, donde me dejé durante cinco mi- nutes entre otros pacientes, Apenas los miré de reojo: aquignes eran? gPor qué estaban ahi? glgnoraban que Lacan me esperaba? No bien estuve en su presencia, le hice notar su “re- traso”, Se disculpé resueltamente, llevé la corcesta hasta el punto de justificar ante mf los motivos, y termind su frase con un "Yo no soy repronsable que me dejé com- pletamence desorientado, ‘La tarde de nuestro quinto encuentro, mienstas se- aguin su costumbre, me estrechaba la mano tras haberse apoderado de mis billetes, de golpe me declard: —Decid tomate en anilisis. Lo miré sin comprender. —Ciela que ya habjamos empezado, no es asl? Se puso de pie. “Hasta el lunes", dijo. 8 El domingo percib{ que me ponia sobre ascvas todo lo que no tendiera a ese préximo encuentro, Llamativamente, no habia dicho ni una palabra de los encucnitros anteriores a persona alguna. Fuera de la mujer que amaba —a quien recién sentf la necesi- dad de informar al respecto cinco o seis afios més tar- de— es preciso decir que habia reducido mi encore 41 su minima expresién, Hacia mucho tiempo que re- hufa los contactos eipidos, mileiples, superficial ysin porvenir que parece prohijar cierta forma de petiodis- mo, Habjan generado en mi nna néusea tal que, de a ber intaginado el infierno, lo habrfa concebido como tuna escena de desfile social: un gran saldn de gala ila minado en pleno resplandor, Los invitados se apretu- jan. En el centro, con un cigarrillo en una mano y en lotta un vaso lleno, sin conseguir moverme, soy agre- dido por la anfitriona: para presentérmelas, hace desti- lar ance mf personas que nunca volveré a ver. Como tampoco soporio el riesgo de reencuentros y su corolario, las preguntas falsamente interesadas de vie~ jos conocidos, habfa decidido mudarme de barrio para sfumarme cn la ciudad, No habria imaginado que fue- rratan fic, Las capitales del mundo, que creemos nutes- tras porque en algunos lugares nos saludan por nuestto ‘nombre, se prestan a todas las evanescencias. Antes de reducimnos a fo invisible en el tiempo yen el espacio, se linaitan ase casinada que es rayectorig repetitivade un citcuico; algunos amigos, tres restaurantes, autos depor- tives comprados a crédito, el lugar en que uno trabaja, los lugares de a noche. El tipo que fue el rey de un mi- ccrocosmos, una vez que olvida los sitios que frecuemta- ba, se vuelve un ser andnimo entre dessonceidos, 9 Cuando ya habia roto todos los todos los lazos [dens], y estaba a-tienadlo, yo no obedecia 2 otta cosa que ala urgencia de ponerme entre paréntesis;segula a fa deriva una érbira neuer a la cual no podta dar nom- dre, pues ignoraba la palabra que remicia a las cosas, nombre que remitfa a los rostros, los rostros que me reminian a mi—es decir, a casi nads— de pronta in- diferente al tuido, sordo a les perfumes, teltactatio @ corter. Mi tinico proyecto era el presente de ese mo- mento, Por fuera del erabajo que habia encarado, al dia siguiente no me preocupaba por mis boksllos vacfos, tal ver porque presentia que volver al red paca zapar Jes pastos dros me privaria de mi dlkima oportuai- dad de convertirme en lo que yo era, Uno es lo que desea. Pero uno ignora lo que desea. ¥ ninguno de noso- tros eligié ser habitado por ese deseo, del que ignora- mos en qué consiste, pero que suftimos como el im- pacto mds singular de nuestro “yo”. Esta “escrito”, Nos precede, Entramos en su territorio por la vertiente del lengnaje. ‘Aun antes de nacer somos destinados, en dicha 0 desclicha, a cierto dfa convertirnos en sus administra ores De alli deriva la excision, Fse deseo que nos estructura no es nuestro, Fs, se- giin el cauce del diseurso, deseo del Otto, deseo de Ouro deseunce. Por eso, en tanto seres de deseo, nuestro destino es no poder ecveder mis que a ha faluarde-ser, ‘A mis cinco anos, pintaba. A los catoree, soivaba €on envejecer, La vejez me resultaria dulee, Cada dia 60 transcurride me acercaria @ la perica consumada, ese instante enigmdtica en que los creadores geniales final- mente acceden a la intensidad del color puro para pe- netrar, al borde de [a muerte, en punto abscluramen- te medular de su propia vibracién. ‘los veintiacho, ana noche de noviembre, entree tuumalto de lamados, el staccato de las Remington Ia bruma de los cigarrillos, por obra de una suerte de desdoblamiento fulminance, de pronto me convert! enespectador de mi mismo y me vi, con el pucho en- tre los labios, una espantosa pila de papeles sobre mit esctitorio, un teléfono en eada oreja para ofr sin escu- chara personascaya identidad no conocia, énde es- taba? Esa pregunta me atravess. En la redaccién de un diario. @¥ qué tent que ha- cet? Lo que se conocia como crénica “parisien” Eta absurdoy yo era pintor. 2¥ entonces? Fl inconsciente no se inscribe sobre una recta, Para entiquecer lo que dl lamaba mi “bagaje” —eso que impideavanzar no bien uno se desplaza—, mi pa~ dre sofiaba para mi un saber universal Una mafana, esta extrafa frase suyas — Quis tuvieras que aprender taquigralla — Por qué? Soy pintor Nunca se sabe, $i un dia quisieras hacer perio dismo... Le didlogo sélo habia durado dier segundos, Lo habia olvidado por completo, Quince afios mas tar- de, volvia a mi memoria, cuando por mi intermedia, el deseo secreto de mi padte, ser él tambicn oéra, ya se habia hecho realidad, ‘Ast era la moira de los griegos, su ditcwrar vivir en 61 la realidad el inconsciente del Orca, En Delfos, bajo Ja advocacién de Apolo, la Pitia hacfa de intermedia- ria entre los hombres y los doses. Pero, después de su supuesta permanencia en el Olimpo, los ordculos que cia transmivfa no eran mis que palabra que tegresaba aquien la habia lanzado. Deallfen mas, mi trayectoria se tarné tan previsible que alos diecsicte aos obrenia mi primera paga por la publicacién de dibujos en un ‘periddico, De ese modo se product la sintesis proviso tia de dos deseos antindmicos: pintura y periodismo, Por via de un compromivo, dibujo + periddices, evo las tupturas son mnds exigentes. Para acceder a mis finalidades inconscientes, muy pronto legué a hacer que las Cartas a um joven poeta de Rilke dijeran lo contrario de lo que decian. Bl jo- ven poeta pregunta: “{Cémo estar seguro de que soy. pocta?” Respuesta: “Si te privaran de possla, gmori- rigs?” “No.” “Entonces —concluye Rilke— eso signi- fica que no mereces ser pocta.” Exactamente eso crefa haber leido, Aun con la cus chilla sobre mi cuello, habria jurado a la vee que tras- ladarfa el didlogo a un inverrogante vial: “Si te priva- ran de pintura, :moririas?” Para gran vergtienza mia, di la misma respues- ra: no, En ese mismo momento, decreté que no era dig- no de set pintar: entonces, mis colores se volviecon voeablos. Mis pineeles, una Smith Corona, ‘Veinte aftos més tarde, relef las Cartas: ni un ras tro de lo que creia haber encontrado en ellas. Para mi propio uso, habfa imaginado en la ficcibn epistolar de @ Rilke —respuestas a supuestas preguntas— un didlo- g0 gute no existe, Funcién del error en el Ambito del in- cconsciente; para vivir el discurso del Otro, yo haba ie- gaclo hasta a inyentarme un falso motivo para ocultar Imis propias aspiraciones, “Tres semanas después de mi primera visita a la Rue de Lille, volvsa ver al Gordo en la pileca. Yo estaba tan absorbido que casi habia olvidado su existencia, Fl no tena noticias mias desde el df en que me habia sefia~ lado el trio Claveeul-Perier-Lacan —#Por dénde anduviste? —Empecé anilisis. —3Con quién? —Con Lacan, Me escruts, inerédulo. {le wos? Qué tiene de extraondinario? Sacudis lz cabeza con perplejidad. —Crefa que ya no toma a nadie. —jQué huevén! :Quién me dio su telefono? Me sorprendia su sorpiesa. Y por nada del mundo se debia a que yo tuviera la sensacién de que me ha- bian concedido un favor —sin duda, el precio de nues- tros encuenttos incidfa en ello—, sino a que me pare cla normal que wa terapeuta accediera a codos los pe- didos. En ninggin momento mac habla conmovido es- pecialmente el renombre de Lacan; tampoco que st ticmpo no fucta extensible, No aguantaba sin contar- Je al Gordo nuestras primeras entrevistas Sent! instanténeamente su reticencia. gpor qué in- tentaba cambiar Ia direccidn de la charla? Ya hablamos ‘mencionado el ema cien veces, De pronto, cuando por 83 causa de ous intervenclones yo estaba en pleno centro del asumo, fingla desinceres. Miencias prewextaba tina cita urgente, sin siquiera darme tiempo de preguntar el motivo gruné unas excasas y me dio la espalda Exe lunes, antes habia tenido un encuencio con La- can, y percibido un indefinible cambio de actitud con respecto.a mf. En ese momento, no habrfa sibido pre- cisas en qué consistia; y a decir verdad, me era indi- fetente profundizar en eso. Lacan seguia siendo aft. bile, atento, ealido, zAcaso sus silencios eran mids lar- go3? Insensiblemente, transformaban nuestro dislogo en monslogo: yo hablaba, Embriagado por mi propia facundia, redoblaba su torrente para impedir que me ineerrumpiera aquiel tiempo todavia no habia aprendide a oft Mis carde, habria de mendiger el asensimienso que implicaba un parpadeo, la desaprobacién en una mueca, De todas formas, ¢sllamativo, en ese momento en que demasiado ocupado en oftme no cenfa oporeuni- dad alguna de excucharme, que algunas de sus aco taciones se hayan grabado en mi memoria. Se hicie~ ren muy pocos estudios acerca del gerebro de Los lo- 10s. Sélo se sabe que tienen acceso a la reproduccién de los significances: en otros términos, que pueden “re- pete” los sonidos, Compartia con ellos ese don acc tico, Peto por mi parse tampoco tenia el privilegio de accedet, a partt de los sonidos, a su significado, es de- cir, asu sentido, ‘Apenas estaba en mi décina sesién; y Lacan se dio cl lujo de una frase fuera de mi aleance, precisamence por saber que yo no la podia entender. Como de cos- 64 tumbre, habia tenido que volarme auna amplia parra- fada metafisica, y entonces deseanboqué bruscarnen- te en. una pregunta que como se dirigfa més a mi que a.dl mismo, al ser enunciada me dejé en silencio no bien la pronuncié: —Pero, jexiste el alma? ‘A.lo sumo, esperaba una sonrisa Tuve derecho a una respuesta, —La psiquis es la fractura, y esa feactura el riburo {que pagamos por ser seres hablances, Yo rio estaba empapado de algoritmos, meronimia ni matemas—zAlgoritmos? ;Metonimia? ¢Maremas— » pero percibia confusamente que por deuris de esa for- ‘mulaci6n se ocultaba un enigma. Desgraciadamente, les claves no estaban a mi dis- posicién. A qué fractura aludfa? Qué relacidn entre un buto y el lenguaje? :¥ de qué modo la cualidad de “ser hablante” implicaba, como corolatio, la nocién, de “tibuto”? Un tributo para pagar qué? Qué deuda? Qué fale Sopesaba la fiase con recelo, sin hacer un esfuerzo especial por retenerla. Si puedo citarla tanto tiempo después se debe a que acaso presinticts la densidad de su sentido; no tenia dudas al respecto: se me revelaria cuando fuera capaz de desciftarlo, Ast te para el carro la fe, y ee fijaal que “supuestamente sabe’ De hecho, conrenfa mas ce un vector dela produc- cin lacaniana, barra que separa por siempre signifi- cante y significado, traslado de esa escision, de esa li- 65 nea divisoria al inconsciente “estructurado como un lengaje”, hendiduna del sujero ya dividido por su biis- ‘queda de una tascendencia que le hace erigis, en con- tra del vacio de la muerte, [a estaruz de sus dioses ein- venutarse un alma, De buena gana uno se abstendria de evocar sus fallas Peto cémo silenciar la “inocencia” de mis comien- 20s en lo referente al andlisis? Elalfabeto abarca veintisis letras. Tampoco en ese as0, para saberlo, hay que ignorar la existencia en st del alfabero. ‘Aungue no laconociera, percibfa —con tdo—sus primeros efecto en forma de tina inmensa sombra, des- conocida: a sombra de la letra “A”. Si esasi, spor qué no decirlo? Despuds aprendt que cualquier desplazamiento por el territorio de un saber implica, como predmbulo, le fil confesién de sus faltas. —Hiasta mafiana —dijo Lacan, —No puedo. Argued una ecja. —No tengo dinero —agregueé —Hasta mafiana —repitid, mientras me aba la puerta 66 En el consultorio de Lacan encontré todo tipo de personas. A veces, obstrulan su escalera, sentados so- bre las escalones, perdidasen un suefio interior del que sni paso no los sacaba, Me cago en ustedes, los lleno de mierda, los tapo de exerementos, Todavia mejor: se las doy por el culo. No se trata de insultos, sino de la seftal de un des: pertar, El despertar es una ruptura de discurso(s). Para provocarla, basté con que introdujera alguns nnotas ftera de tesirura en la gama del texeo. Su propia violencia, su firera-de-toxto, caus6 el choque. Ast avanzaban los maestros zen, a patada limpia, ¥ el pintor, consagrado a tanto gris por el mero gri- to de un rojo, La literalidad puede apoderarse de todos los co- lores. Sin embargo, para preservar su coherencia, no pue- deelegic mas que une, Un término saskayado; luego, et or conjunto del discurso exe a pico en el fueracde-sentida en que nos incerpela Ia locura ‘Ala inversa, un sustantivo por debajo de la ténica, en un texto que se reivindica como perteneciente a la perversidn, tos confia ese espacio de enunciacién en que la censura marca Iimices. En Le blew du ciel, Ba- taille scribe: *Miraba su trasero desnudo con el. arto- bamiento de an chiquito: nunca habia visto algo tan puro, algo tan poco teal: hasta tal punto era agrada- ble.” La libertad de seruido que precede y sigue a este fragmento es un datos pores0, uno puede imaginar en que incomodidad sumergié ese masero a quien lo ad- miraba, durantc la teanscripcida, a no haber osado lla- rmatlo evo: alli donde hubiera hecho fale la inf ‘ulgar, hubo un escamoteo. Dentro de un gérero —novela, ensayo, poesia, dis- curso politico o tiniversitario—, la liceralidad debe ser monocroma, tanto como el eédigo lingiistico que amalgama la identidad del grupo que designa Habitamos el lengusje, cl lenguaje nos habita. Peto cohabitamos en zons que fueron destinadas a nosotros, dande cualquier cambio de conalidad trae aparejado cl rechazo —esto s, un escindalo— y aque- Ilo que lo sanciona, el insoportable regreso a-una rea- lidad elucida, Al comienzo de mi relacién con Lacan, ese vinculo reanudado —a un tiempo rechazo, escan- dalo y regreso—, Era el dinero que yo le daba. Hasta entonces, como. pone de manifiesto el di- cho popular francés, a mi ctiterio, “el dinero era pura mierda’ Ni fin en sf, ni medio de circulecién de la rique- 2a, tampoco simbolo de una adquisicidn, aun menos 6 metéfore falica, Una mera entrada parada para gouar del juego. Recuerdo esas primesas horas de la mafiana en la lujosa habieacién de algtin hotels los pufiados de bille- tes ajados, que no significaban nada, que dejaba en el cajn de una cémoda para aplazar de un modo ende- ble —en el argot de las casinos, se dice que es dinero, con cama afuera—y los dlas de mala rach. La idiotes de las palmeras, la decepcin del amaneces, el pagaré firmado ante un empleado moroso para huir lo antes posible y prolongar la noche. Dinero a-lienado, des- vinculado, en cuanto no tiene l220 alguno con aquello que deberfa haberlo hecho nacer: talento, ideas, traba- jo, dinero impago. La tinica relacién que entabla es con Ja suerte, que no viene de mf, me es exterior Lacan de pie ante el marco della puerta, El ceremo- nial de los billeres deslizados en su mano en el limite exacto en que cada paciente, ni por exceso ni por de- fecto, sopesado por él, pudiera sentir le obligacion y, por esa via, volver « la realidad. A juzgar por el nudo que estrechaba mi garganta cuando le anuneiaba que no tenfa con qué abonar la sesién, era mi caso, Supongo que, desde el inicio del analisis, ajustaba sus caifas sopin la irapresién que daba el cliente, segiin la angustia o su probable status social. Algunos frantos para tortura de los més insolventes, foreanas para la seguridad ostensible de los otros: era necesario que la suma requerida, sin importar cual fue- ra el caudal de recursos de su prdctica profesional, in- terfiriera con el umbral mds allé del cual, dejando de ser desdefzble, molestara, privan. Recidan a exe costo liberabe el terreno y liberaba del 69 yugo de la gratitud. Se volvia 2 empezar de cero: na- die debia nada a nadie, Obligaciones. Fl sab/a que yo me levantaba tarde, —Hasta mefiana, a las seis, —De acuerdo, —Seis de la mafiana,.. —Oiga... Meestrechaba la mano. Alldia siguiente, salfa ce casa sin haber pegado ojo. Repetia el experimento hasta te- ner la seguridad de que yo me habia habituado a sus exigencies, Habria hecho falta no poco més para ha- cerme renunciar: ya habia mordido dl anzuclo, ‘Si me hubiera pedido que fuera a su encuentro en las ant{podas, para tuna entrevista de veinte segundos, una tarifa de diez millones, habria encontrado el di- nero, y habria ido, Cuando tienen esa fuerza, es im posible cortar los lazos de la transferencia, Yo no me planteaba el problema en esos téminos, no tenfa op~ clones: cuestign de vida 0 muerte, Sin embargo, tedricamente es tan fitcil interrum- pir... Cuando se produce, la suprura apasece no bien el riesgo se hace manifiesto, Las certeras se agrietan. El analizante también. ‘Ya no hay modo de mirara la cara esa verdad que dl acudié a enfrentar, no bien se olfatea las primeras evi- dencias de su develamiento, Ya apenas comenzada la travesia sus piernas flaquean. Mirada ansiosa por en- cima del hombro, Bastarfa con unos pacos pasos atrés para recuperar, intactas, las ilusiones recon fortantes que forjaban su yo con muletas, triunfos de antafo, coraza e culeura, pantalla social, Hacia delante, el negro ab- 7 soluco, Nada garantiza ver algin dia el final del wdnel (quign le garantizé alguna vez que existfa una?) ‘La duda susurra y roba la respuesta: jpor qué no re- montar el camino? En cuanto a esa duda, no la engendran los desco- nocicios, sino el peso agobiante del miedo. Para tepri= iirla mejor, se la sepultaba bajo una baterfa de pretex- tos cuya acumulacién cermina por justificar la even- tualidad de la huida. Uno cede a ella, que se paga con tuna herida abierva de la cual goteard la amargura, has- tal infinito Un conejo me sustrajo del desastre de mi cobardia. Yacla en el fondo de una zanja, entre la kigubre lla- nnura de escarcha esparcida por el fro glacial del in- vierno. Me acerqué a él, Era lamencable en la muerte: helado, eigido; su piel gris roida por las polillas se dles- prendfa en lonjas, Tend la mano: en ese momento, el cacldver tuvo una suerte de espasmo que impidié que mis dedos lo rozaran, Maravillado de que pudiera en- cervar un tltime destello de vida, quise, a medio co- mino entre el horror y la compasién, tomarlo en bra- 20s para darle calor. Nuevo sobresalto. Con pesatle, se alzé. sobre sus patas y se tamba- le de un modo penoso sobre la tierra quemada por clhielo, Mis avanzaba hacia él, mas se alejaba a pequefias sacudidas torpes, Pero yo no queria hacerle dafio, sino simplemente ayudarlo, abrigarlo, cuidarlo. Salvaclo, Nada que hacer. Sin importar mis esfucraos por atra- patfo, una y otra vez escapaba de mi, y me dejaba ana incecible sensacién de angustia. Cuando me desperté, nm el conejo estaba tan lejos como cualquier suefio que se excabulle, Este, uno de los primeros que fue tema de anilisis, estaba al aleance del primero que se acercara, yo incluido. No demandaba ser desciftado y no pre- sentaba mds misterio que la pigina de paloces propues- ta como ¢jercicio a los chicos de preescolar: Si hacia falea que me atraparan, y me avivara: in- clusive fui incapaz. de caprar claramenite y en seguida el mensaje que contenia, en cierta forma un lamenta~ ble estado dela cuestidn, Pero, sin llegar distinguir el motivo, me parecla que ese conejo no merecta ser rele- gado a la fosa comtin de los suefios muertos. ‘Mucho més rarde, a través de las mil y una tram- pas que me tendfan, legué a atrapar, uno tras otro, la mayor parte de mis suefios. Ms penetraba en ellos, ds sofisticado se volvia, para que su sentido me per- maneciera vedado, la elaboracién de las metéforas que conformaban la rama manifiesa de los siguientes. Me hizo falta mucho tiempo para tomar conciencia de que pese ala incretble variedad de sus cramas siempre me contaban, en su latencia, la misma historia, Apenas me abria camino en su significacién, cambiaban el cédi- go de su silabario para conservar un tiempo de venta- ja ante la eventualidad de una nueva interpretacién, una distancia. Ella tenfa como doble funcién mantenerme aler- va, mientras me protegia, hasta que fuera tiempo de digeric esas revelaciones demasiado precoces. O bien, pita obtener mayor provecho de mi ingenuidad, todo se tonnaba ridiculamente simple, Entonees se entabla- ba entre el suefio y yo, entre tema y sujeco del suefio, uuna dialéctica en cuyo seno la limpides de las eviden- p. clas addisposicisn no era més que un camuftaje adicio- nal de la censura que lo habia m Durante un periodo especialmente complicado, para no olvidar su contenido manifiesto, haba deja- do al pie de la cama un grabador. Cuando la violen- Gia de un suefio me lanzaba 2 la bruma de un duer- meyela, bisbiseaba sus elementos narrativos y volvfa adormirme, Correr en persecucién, materia de ma l6gico: las imagenes visuales nos remiten a imd- genes aciisticas cuyo recorte de fonemas y morfemas, articulado de modo diferente, se enlaza bruscamente con un nuevo sentido, La ambigiiedad de esos juegos con el significante pueden ejemplificarse con una fra- se célebre. Fonéticamente, se la percibe de este modo: Jepansedonjereui. Pero, segia los azaces del juego mor- fosintéctico, la escritura brinda die significacios dife- rentes para és en primer lugar, el bueno: Je pense, done je suis (*Pienso, luego existo”); Je panse, donc jessuie (“Hago el vendaje, luego limpio”); Je pends ceus dont je suis ("Cuclgo a quienes son como yo", o bien “a aque~ llos que debo el ser”); Je panse done jeu suit “Hago el vendaje, y se sigue con el juego”); Jeu, pense done, jd suie (Pensa: juego, entonces tengo hollin”); Jens, ‘panses, dons, Jes, buis “Juegos, panzas, regalos, Jess, puertas”); Jepp, anse, Donge, suie (“Jepp, asa, Don- ge, hollin”); /e pense, Donge exsuie ("Yo pienso: Don- ge limpia”); Je panse, danger suit (“Hago el vendaje, el tiesgo viene después”, o bien “entonces hay riesgos”); Jes, pense done, jewe-sute ("Pero pensé: juegos, jue~ gos de / del hollin’); Je pense, done jessuie ("Pienso, Juego limpio"); ete. B A principios de siglo, una conjuncién magistral re- sulté malograda. Corria el ano 1905. En Viena, un médico lucha- ba en procura de que los eiteulos cientificos prestaran reconocimicnto a una nueva prictica terapéutica que habia llamado “psicoanalisis’ En ese mismo instante, ese mismo afio, un oscuro: profesor daba en la Sorbona, ante un escaso pufado de alumnos, cursos accrea de una disciplina que aca baba de crear desde cero: la “linghifstica’s Ia ironia del destino hizo que esos dos hombres munca se conoci ran (la andedora ni siquiera precisa si uno de los dos habia ofdo hablar del otr | primero era Freud, El segundo, Saussure, Dos momentos clave de la historia del pensarniento, La uerea, el comnillo. Pero, en tanto extrafios uno para el orto, ities, atados a grilletes por causa de su singularidad, mien- tras que solo podtan operar al ser dos, uno en los pr lleres por causa de la complementariedad de su fun- cidn estructurante, “Tiazar el puente entre ambos no fue el menor de los métitos de Lacan, Con todo, hasta que él posculara “El inconsciente esté estructurado como un lenguaje”, na~ dle parecla haber percibido que esos dos jalones, que se respaldaban recfprocamente por mor de una dialé- ctica inaugaral, abrian —finalmence, ligados—la vie regiaa una légica inédita de indagacion. Antes, reclui- dosen la especialidad que les era propia, analista y in- silista cada cual ignoraba la existencia del otro, ainbos apegados a su ghetto. Solfa encontrar en la pileca de la universidad a un 74 muichacha de origen rumano que era excelente nada- dot. Sc llamaba Frantz, y estaba a cargo de una edte- dade lingiistica diacronica en la Universidad de Vin- cennes, Su conocimiento teérico era inagotable. especificar el motivo, lo hostigué con preguntas acer- ca de temas espectficos que eran puntos de contacto enue anslisisy linglifstica. Un dia que caminabemos por el parque, incenté atracilo —con referencia. lase- mintica de la metifora y [a metonimia—a mis domi- nos, llevindolo por cierta linea que desembocaba en la funcién del deslizammiento y condensacidn que con- ferfa a misma identidad eseruceural al suefio ya la len- gua. Ance mi stupor, aparentemente no comprendié qué le decia, Entonces le pregunté siestaba al corvien- te de las aplicaciones terapéuticas dela disciplina que él ensefiaba: Finalmente, France, a tu critesio,

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