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LA AUTENTICIDAD COMO PROBLEMA

FILOSOFICO EN EL PENSAMIENTO
LATINOAMERICANO A PARTIR DE LA OBRA
FILOSÓFICA DE LEOPOLDO ZEA.

a. Su Origen

El problema de la autenticidad del pensamiento filosófico


latinoamericano se origina en las mismas circunstancias histórico-
culturales de Latinoamérica, en la realidad de su devenir histórico;
como muy atinadamente lo han evidenciado, posteriormente, los
historiadores de las ideas y de forma más acentuada los de la
filosofía de la historia latinoamericana (de entre los cuales y en
ambos casos, Leopoldo Zea es uno de ellos),

Llegado un momento de este devenir histórico Latinoamericano,


conquistada y colonizada por la cultura europea u Occidental, al
finalizar el siglo XIX, América Latina experimenta la acuciosa
necesidad de descubrirse y saberse a-sí-misma, y, en consecuencia,
mostrar su original fisonomía cultural ante una cultura europea que le
negaba, le cuestionaba y ponía en duda su original forma de ser; y
esto, porque las ideas europeas que hasta entonces les sirvieron
para resolver los problemas que les presentaron sus circunstancias
histórico-culturales, se les presentaban ahora estériles; pues, fruto de
la crisis cultural que había empezado a padecer Europa, les
resultaban un oquedo instrumento para la resolución de su
problemática.

Así, se suscitó en Latinoamérica la ingente necesidad de resolver por


cuenta propia los problemas de su circunstancialidad. Pero antes, se
preguntará si se está lo suficiente madura culturalmente para ello.
Algunos pensadores de esta época, Ramos, Vasconcelos, Alberdi,
Caso; p.e., darán una respuesta afirmativa. Esta preocupación, dio
lugar, a su vez, a la necesidad y preocupación por una filosofía que
fuera expresión de la problemática latinoamericana.

Y es este anhelo de querer tener una filosofía latinoamericana, según


las exigencias histórico-culturales, el que será la tónica distintiva de
lo que posteriormente sería la trayectoria del proyecto y realización
de una auténtica filosofía latinoamericana, desde inicios del pasado
siglo.

Los filósofos europeos no habían experimentado esta forma de


enfrentarse a la filosofía. Antes bien, habían filosofado
"inocentemente", bajo la confianza absoluta de que estaban
realizando la filosofía.

Sin embargo, los latinoamericanos sentirán transidas sus conciencias;


ya que, se tenía la "convicción" equívoca de que el filosofar
latinoamericano había sido un simple "reflejo" del europeo, y se
quería que dejara de ser tal y se trastocase en una irradiación
propia.

Querer filosofar auténticamente en relación con la filosofía


europea era de suyo, enfrentarse a Occidente. Enfrentamiento
que resulta ser la consecuencia lógica o reacción natural del regateo
que Occidente había hecho del ser propio de los latinoamericanos,
con su expansionismo y exclusivismo cultural; desde que empieza a
formarse el ser histórico latinoamericano, como consecuencia de la
conquista y colonización de la América Indígena

b. Su Consciencia.

Ciertamente, y en sentido amplio, anterior a la generación surgida en


las últimas décadas del siglo XIX, época en la que se presenta con
radical necesidad la exigencia de una identidad cultural y una filosofía
que fuera expresión suya, existía en América Latina una acusada
actividad filosófica; la cual, al margen de la esteriotipada enseñanza
académica y sin ninguna intensidad intelectual, utilizaba las ideas
filosóficas para hacer frente a ciertos problemas sociales y políticos.
Esta actividad, con se evidenciará en el marco del presente análisis,
es en sus resultados propiciadora de un pensamiento auténtico, en la
manera en que se han adecuado las ideas europeas u occidentales a
la realidad cultural latinoamericana (como, por ejemplo, lo es el
pensamiento de Simón Bolívar en la época de la Emancipación
Política).

Por lo tanto, no existía, hasta entonces, como actividad


organizada; es decir, como intento de repensar o recrear
conscientemente a fondo las ideas y los vastos sistemas del clásico y
moderno pensamiento Occidental, y, además, de la marcha de
nuestro pensamiento con maduros y responsables aportes. Una
filosofía, bajo estos signos, surge con espontánea dedicación al
finalizar el siglo pasado y cobra notoriedad sorprendente durante la
generación de los "patriarcas".

Pero, ¿Cómo y cuándo se legitima la actividad filosófica


latinoamericana, como auténtica filosofía latinoamericana? Alberdi,
durante la época de la Emancipación Mental, había lanzado la
inquisidora pregunta sobre la posibilidad de una filosofía
latinoamericana; incluso, propuso la existencia de la misma como
una filosofía de la “sociabilidad y la política” lo cual era
compatible con las circunstancias históricas de su época.

La filosofía latinoamericana tiene su patético y más originario


develamiento, en la idea misma de su propia existencia.
Volviendo sobre sí misma, analiza su historia e interroga, de esta
manera, por la razón de su origen y su desarrollo. Dos circunstancias
históricas explican el hecho.

En primer lugar, la potenciación de la historia de América, la cultura


de América, para que advirtiera su necesidad y surgiera la pregunta
precisa y rigurosa.

En segundo lugar, y a la sazón de lo anterior, una oportuna y


acusada divulgación de doctrinas llegará en ayuda de la intelectual
pericia: la doctrina de Ortega y Gasset y de sus más aprovechados
discípulos (los "transterrados" como los denomina Gaos, uno de
ellos); el historicismo diltheyano y el conocimiento de otras corrientes
europeas y norteamericanas traducidas o en sus originales textos; y,
además, el amplio discipulado de varios latinoamericanos en el
extranjero, los cuales en relación directa con reconocidos pensadores
maduraron en su formación filosófica.

Dentro de estas corrientes, una de las más influyentes lo será el


historicismo, sobre todo, el diltheyano. Este será, como dirán Zea y
Ardao, el "legitimador" de la filosofía de lo americano o de la
filosofía latinoamericana.

Leopoldo Zea, recreando en céntrica manera el historicismo


diltheyano y el circunstancialismo orteguiano, sostendrá que la
filosofía es actividad humana encaminada hacia la tarea de
enfrentar y solucionar problemas humanos; en una época y en
unas circunstancias determinadas. Así considerará Zea, la
posibilidad de concebir una filosofía la cual sea expresión de la
circunstancia americana o latinoamericana.

Zea pertenece, a la tercera generación de pensadores posterior a los


patriarcas, generación que se caracterizará por darle una respuesta
afirmativa con sus reflexiones, al proyecto que desde el inicio del
pasado siglo y con la actividad informativa y, en cierto modo,
creadora de los patriarcas, se empieza a estructurar desde algunos
países latinoamericanos1. Zea será, así, un iniciador del

1
No obstante, dentro de esta generación se encuentra, además, un reducido grupo
de postura negativa; el cual considera, que una auténtica filosofía
"movimiento" de la historia de las ideas latinoamericana, forjador
de la filosofía de lo americano y pionero de la filosofía de la
liberación.

SUS RESPUESTAS:

Dos posturas serán distintivas, en el proyecto y realización de la


filosofía latinoamericana: La vía histórica (o concreta), la cual
medita sobre el ser propio del latinoamericano -su condición
cultural y humana-, desde varios puntos de vista; y la vía que
recrea los temas pilares de la filosofía europea u Occidental
(vía abstracta), desde las circunstancias histórica de América
Latina y desde perspectivas distintas. Ambas vías, empero,
tienen una meta en común, tan característica de la cultura y la
actividad filosófica latinoamericana, como es la de hacer filosofía
auténtica.

Pero, ¿qué significa hacer filosofía auténtica? La primera vía, la


histórica, había encontrado en el historicismo contemporáneo la razón
de ser, no sólo para una filosofía de lo americano sino, además, de
una auténtica filosofía latinoamericana en sus más panorámicas
expresiones; es decir, bien sea analizando temas propios de la
realidad latinoamericana o bien recreando los temas pilares de la
filosofía europea u occidental. Siempre y cuando fueran expresiones
de un pensamiento filosófico surgido desde la propia circunstancia
latinoamericana: ya sea para resolver los problemas del hombre
latinoamericano, ya sea, y conjuntamente con dichas soluciones y por
encontrarse en análogas circunstancias, los problemas de todo
hombre utilizando todos los recursos intelectuales disponibles para
ello; y en esto último estriba, además, su valor de universalidad.

La segunda, la vía que reflexiona sobre problemas abstractos (de


lógica, p.e.) propuestos por la filosofía europea u occidental, si no
toma en consideración la historicidad del pensamiento, podría ser
estéril en sus resultados; incluso, en mero replanteamiento de lo ya
dado (lo que muchas veces ocurriese, p. e., entre los de posturas
neoescolásticas, neokantiana, marxista o neomarxista...).

Significativo es, que la primera vía, la vía histórica, dará muestra de


más acogida y precisión en el orden de formular y delimitar el
sentido, misión y caracterización metodológica y conceptual,
tanto en el proyecto como en la realización misma de la

latinoamericana solo será posible cuando sean superadas las condiciones de


subdesarrollo y dependencia económica que padece Americana Latina.
filosofía de lo americano (o latinoamericano) o de la filosofía
latinoamericana en sus diversas variantes.

La vía histórica, además, genera todo un movimiento tendente al


análisis profundo de la historia de las ideas latinoamericana, del cual
se deriva en una reflexión filosófica sobre la historia latinoamericana;
siempre de frente, y en ambos casos, a la historia cultural europea u
occidental.

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