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A mi madre Rita, quien como margot a su amante, aun espera encontrar a sus hijos desapercidos.
A mis hermanos Fellito y Ciro, quienes como Efrain fueron sepultados por la guerra.
En aquellos dias, de todos, modos, al fin volvia siempre la primavera, pero era aterrador que por poco nos faltara. Ernest Hemingway Paris es una fiesta
El mayordomo avanza por el caminito empendrado, que serpenteaba los sembrados. A su espalda, escucho susurros en el pabellon abandonado de la inmensa vivienda.Vio ahuyentarse, a toda velocidad, al sobrino de la senaora en panos menores. Etrain corria entre los narranjos floridos sujetandose los calzoncillos, que no logro abrocharse, sorprendido por los pasos del empleando de la quinta. En el apartado pabellon, la joven enfermera se arreglaba los cabellos revueltos y se ajustaba el vestido, puesto apresuradamente y con descuido.El mayordomo fingio noo haberse enterado del lance amoroso entre Margot y Efrain. Cuando vio a la enfermera la saludo como habitualmente del clima y del tiempo. -Que bello dia! Como le amanecio, senorita? durmiendo? Ah!, que lindo dia. Lleguese por la cocina, que mi mujer ya tiene cafe colado.Y tendiendole un ramillete de margaritas, se le aprosimo y la miro con atencion. -Lleveselo a la senora. Que vea como e sta el jardin, de florecido. Ella, con sus propias manos de su debil salud, no habia podido contemplar el color de la estacion, que tuvo la ultima recaida de su debil salud, no habia podido contemplar el color de la estacion, que con gallardia tenia el ambiente campestre. El mayordomo era el hombre de confianza de la quinta. Llevaba los asuntos im-