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SUMARIO
Portada Así se baila el tango. Oscar Grillo.
Poesía Arritmia. Apuntes de mujer dormida. Herencia. ¿Herencia?. Nelo Curti (págs. 3-4)/Death
(ilustración). Oscar Grillo (pág. 5)/Sobrevivida. Profecía de un náufrago. Mireisy García Rojas
(pág. 6)/Ahora que nadie viene a verme. Hacía falta vivir. Complejidad (ilustración). Missael (págs.7)
/”Y esto no es lo quería escribir”. Résped. Respuesta de Mayo. “La novia de la noche está en coma”.
Lucas Barale (págs. 8-9)/Conocimiento de la tierra. Paco Alonso (pág. 10)/ Vidriera (Ilustración). Oscar
Grillo (pág. 11)
Cuento Los ciclístas nocturnos. Diego L. Monachelli (págs. 12-18)/Eyes (ilustración). Lips (ilustración.)
Oscar Grillo (págs. 15 y 19)
Ensayo La formación del consenso como sustrato del orden. Juanma Agulles (págs. 20-21)
/La emergencia del trabajador reaccionario. Los energúmenos (págs. 22-24)
Nombres propios Giorgio “Il Barbone” Tagliatella y los fenómenos paranormales.
(págs. 25-26)/Sentencias y exabruptos de Nicanor Revuelta.(pág. 27)
Humor Arthur. Maxi Sanguinetti (pág. 21)
Reseña El documental: un cine vehicular. David Barber (pág. 29)/Oficios de las máscaras absurdas
(a propósito de Jacobo Fijman). Diego L. Monachelli (págs. 30-35)/Con fragancia de abismo gravita un
pétalo(reseña sobre Flor Loynaz). Mónika González. (págs. 36-37)
El sótano Jam Session (ilustración de Oscar Grillo). Introducción con forma de historieta.
Entrevista a Oscar Grillo. (págs. 38-43)
Contraportada “Al son de villancicos europeos...”. Nelo Curti.
Ilustraciones interior:
Leo Sarralde (SAR), Gonzalo Núñez,
Maxi Sanguinetti.
Diseño web e informática:
Las posibles colaboraciones deberán ser enviadas a
Boris Garcés, José Manuel Cámara, editabano@hotmail.com, o a la dirección postal C/
David Vilariño. del Pozo, 94 (bajo). 03004 Alicante
Maquetación y diseño:
Nadia Yujnovsky, Pedro Coiro, Diego
Monachelli.
Cuadernos del Tábano es una revista indepen-
Colabora en este número: diente. Y, ¿ qué quiere decir eso exactamente?, se
Oscar Grillo, Mónika Gónzalez, Lucas Barale, preguntará alguien. Pues quiere decir que no res-
Mireisy García Rojas, Missael, Paco Alonso, pondemos a ningún interés comercial o editorial y
José Manuel Cámara Más. que cualquier colaboración en este sentido (venga
desde el ámbito público o privado), será exclusiva-
Edita:A.J. «El tábano» mente como aportación desinteresada al desarrollo
Depósito Legal: A-571-2004 de nuestro proyecto.
ISSN: 1698-4706 Y punto.
Imprime: CEE Limencop S.L.
Editorial
«buen rollo» nunca presidió ninguno de nuestros
encuentros. Más bien todo lo contrario, lo que explica
alguna de las estampidas memorables de personas que
se acercaron a nosotros para «pasarlo bien un rato».
¿Fuimos de verdad tan críticos?
No hemos hecho bandera de ninguna ideología;
(Ajuste de cuentas tras cuatro años aunque cada cual haya tenido sus ideas, que han ido
de Cuadernos del Tábano) variando con el tiempo. El único lema que presidía un
lugar íntimo fue: Lumpenismo o muerte, pero tampo-
co lo hemos seguido al pie de la letra.
No nos ha importado más el buen trato que el Esperamos seguir siendo, por mucho tiempo, com-
resultado de lo que se estaba haciendo. El maldito pletamente inútiles.
III entrañable sin entender una palabra de lo que soste-
nemos.
Por la voluntad de reírnos de nosotros mismos a Ha llegado el momento de no dejar pasar ni una
cualquier precio, descuidamos el ataque directo a oportunidad más de hacernos detestables para aque-
quienes tratando de tomarnos «en serio» en realidad llos ante los que aún aparecemos como una sorpren-
se burlaban de nosotros. dente curiosidad.
Es el momento de abandonar la estética y pasar
Nuestro silencio en la soberbia se ha entendido al crimen, o disolvernos en silencio en la contracara
muchas veces como un síntoma de amabilidad. Y marginal de su historia y aceptar el triunfo de la
por eso hemos dado lugar a que se nos vea de forma imbecilidad.
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poesía
Poemas de Nelo Curti
Arritmia
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poesía
Herencia
Lo demás es lo de siempre,
terquedad del sur,
tradicional desgracia
de llegar a fin de fiesta.
Lo que no entiendo
es por qué coincido siempre
en el mismo lugar,
la misma mesa
donde tira sus cartas
la miseria,
por qué diablos
llego a tiempo a esa cita.
¿Herencia?
Se va llenando esta necesidad de vino en nubarrones que mojan, degüellan un pasado con vacas y olor a bosta
fresca. No hubo nunca un país, mentira, lo que llamaron patria nos embarraba los zapatos mientras íbamos para
la escuela ensayando un himno que acabaríamos cantando con los pies mojados. Había rejas, alambrados, no tie-
rra, y nos prestaban la sombra pero nunca fue nuestro el árbol, nunca la semilla.
Era verde la distancia, la yerba del continuo mate, el potrero y el futuro demasiado verde como para aceptar
que lo arrancaran y nos dejaran temblando, amamantando un hijo muerto.
No canción si vena que habla en nubarrón que va llenando la necesidad de vino en la tarde que ya se viste de
bostezo.
Estabas vos, milonga, brillando alrededor del fuego con las muchachas que nos enseñaron a callar bajo los
faroles negros, teníamos hambre y lo sabías, piojos, padres que trataban de reír en el suicidio de los meses y sos-
tenían una luna color arroz hervido.
Herencia de guitarras, patria tamboril, cuna callejón y río, sigan soñando esta necesidad de vino por un tiem-
po fusilado, que cada tanto respira.
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poesía
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poesía
Poemas de Mireisy García Rojas
Sobrevivida
Profecía de un náufrago
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poesía
Poemas de Missael
Ahora que nadie viene a verme
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poesía
Poemas de Lucas Barale
como prendedores
o folletos
o cadáveres
de extraños insectos
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poesía
-respuesta de mayo-
“Oh soledad
si pudiera morar contigo.”
Jhon Keats
Lucas Barale nació en Berisso, provincia de Buenos Aires, en marzo de 1982. Plan para Sonámbulos, su primer libro,
fue editado en el año 2006. La segunda parte se llama Bienvenido Peligro.
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poesía
Conocimiento de la tierra
Poemas de Paco Alonso
Cada día que pasa converso con la tierra.
Antes creí que bastaba con observarla,
con mirar yerba y hoja y árbol y pájaro.
Me acostaba en la tierra.
Ponía mi cuerpo contra la verde hojarasca,
sobre la dimensión y cuerpo
de arena y barro o agua.
A menudo me detenía
viendo los diminutos insectos: pariendo hojas de hierba, matorrales y arbustos.
las afanosas hormigas, Y del cuerpo surgían las hermosas
las mariquitas de élitros rojos. criaturas animales: las fieras y las bestias.
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cuento
Los ciclistas nocturnos sables, dignos todos de olvido. La noche parecía haber-
se detenido y con ella la ciudad entera. Hay algo miste-
rioso y bellísimo en esa inmóvil laguna de silencio.
Diego L. Monachelli Sin saber cuanto tiempo había transcurrido (las
altas copas de los árboles ocultaban el reloj del munici-
pio) me incorporé estirando mis músculos como quien
recién despierta y atravesé la ancha vereda hasta al cen-
tro de la avenida. El aroma del mar se adentraba en la
ciudad con la sola compañía del silencio, nada eviden-
ciaba la cercanía del colectivo y hacia el otro lado de la
El último, siempre, el último. Sin importar dónde, ciudad la noche parecía amoratarse hasta lo increíble.
qué hora, yo siempre era el último, siempre lo fui. La Lentamente y desde aquella profunda oscuridad, un
disposición geográfica de mi casa con respecto al cen- leve y constante chillido comenzó a emerger. Parecía
tro neurálgico de la ciudad seguramente ayudaba a sem- acompañar a un diminuto punto que se acercaba. Me
brar esas largas horas de espera, las interminables cami- quedé inmóvil observando. El rechinar rítmico se hacía
natas o el intrincado paisaje destramado en bicicleta. más claro, el pequeño punto parecía estirarse con pulso
Una vez que las copas se vaciaban, que los anfitriones constante, más claro y más alto. Ganaba nitidez con
comenzaban a desaparecer detrás del sueño o que lite- fluida lentitud. Una imagen confusa, apenas una delga-
ralmente éramos empujados a abandonar aquel lugar da línea insignificante que se estiraba, bamboleándose
donde nos halláramos, yo, sí, yo siempre era el último con suavidad. Pronto distinguí, para mi sorpresa, lo que
en emprender el regreso extenuante. Y aquella noche parecía un esbelto y desproporcionado cuerpo de dos
no fue una excepción. cabezas, brazos increíblemente largos, coronados los
Luego de una cálida velada con mis muy queridos hombros por una capa de colores suaves flameando.
Piquet y Neira (siempre tuvimos la afectuosa y respe- Por debajo, en lo que debería ser el pecho de aquella
tuosa costumbre de llamarnos por nuestros apellidos) y deformidad ambulante, un rostro pálido; por encima, el
de haberme instalado pacientemente a esperar el colec- otro, de largos cabellos rubios. El acompasado ritmo
tivo (virtud imprescindible en pasajeros noctámbulos) no se detenía y la aterradora silueta, cuanto más cerca
me extravié caprichosa e inocentemente en una idea más deforme, lenta pero invariablemente dio paso a lo
que, sin saberlo, vendría a preludiar lo que acaecería en cierto.
breve, la idea de lo insignificante. Montados en una antigua bicicleta negra, con porte
Todo a esa hora de la madrugada en la ciudad se ve sereno y decidido, una pareja atravesaba la silenciosa
afectado de una lánguida, casi inmóvil calidez amari- madrugada. Él, de negro traje, zapatos brillantes, lus-
llenta y obscura, de un silencio profundo, reflexivo, trados con esmero, con el saco abierto y el chaleco per-
estremecido de tanto en tanto por algún convulso y fectamente abotonado; una blanca y reluciente camisa
estúpido automovilista. dividida en dos por la negra corbata, aprisionando un
Debo reconocer que disfrutaba de aquello, de aquel pecho amplio y agitado. Ella, de pié sobre el porta equi-
silencio casi anaranjado, de la gran avenida despoblada pajes, tomada de sus hombros, de amplio y extenso ves-
internándose en el corazón de la ciudad, delgado trián- tido con enormes rosas diseminadas sobre el blanco, de
gulo en fuga hacia la noche intempesta, allá, a lo lejos, largos cabellos rubios rezagados en el aire. Alta, defini-
desde el abismo de las playas hacia la infinita pampa. da, casi arrogante. Ambos con la mirada puesta hacia el
Observé el blanco reloj del palacio municipal. porvenir; sí, no miraban hacia delante, parecían mirar el
Daban las dos de la madrugada y tal vez, producto de porvenir, escudriñando severamente la noche.
mi cansancio, comenzaba a sentir frío. Decidí sentarme Cualquiera que deambulara a esas horas de la
en el umbral de una antigua casa convertida en “Salón madrugada hubiese desconfiado de alguien que estu-
de belleza.” Antes de hacerlo observé dentro. Me pre- viera detenido en medio de la avenida, como yo lo esta-
gunté qué comprendían, a qué se referían con “belle- ba. Cualquiera hubiera intentado una maniobra de eva-
za”. sión, un desvío, un alejamiento o al menos hubiera
Me dejaba llevar por ese impulso de anárquicos observado, de rabillo, celosamente, intentando prever
pensamientos, asociaciones de ideas, un fluir inquieto y cualquier movimiento amenazador. Pero ellos pasaron
desprolijo de donde emergen las más sublimes expre- delante de mí como si no estuviera ahí. Sus ojos fijos en
siones junto a las más banales, los más caprichosos e el porvenir; sus labios, esbozando levemente una sonri-
infantiles pensamientos con los más lúcidos e inconfe- sa, parecían situarlos en otra esfera de lo real, yendo
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cuento
hacia algo que yo no podía observar, que desconocía. A la mañana siguiente monté en mi bicicleta para
Ambos tenían un porte tan esbelto, tan digno de quien acudir a la rutina diaria del trabajo sin poder despojar-
desfila ante una multitud sobre una carroza, que sin me de una confusa idea que había despertado conmigo.
advertirlo incliné mi cabeza con humildad de lacayo Me preguntaba si se me podía considerar el último sien-
que saludara a una pareja Real. Los vi pasar delante de do que simultáneamente era el primero. Al vivir solo, yo
mí, los vi alejarse lentamente, sin detenerse en las esqui- era ambos, primero y último, único. Pero no estaba
nas, sin girar sus cabezas, sin perder de vista, ni siquie- seguro si cabe esa calificación, no soy dado a esas diser-
ra por un instante, eso que delante de ellos les espera- taciones del pensamiento y así, sin darme cuenta, llegué
ba, o perseguían con paciencia o los guiaba hipnótica- a mi trabajo.
mente. No había cielo para tanta noche. Ya todos estaban en sus puestos como humanas
Proseguí inmóvil mientras avanzaban, todo parecía prolongaciones de sus máquinas y herramientas, así,
abrirse ante ellos. La quietud misma parecía dejarse mansamente, me sumé a ellos. El ruido y la distancia
penetrar. De haber alzado las manos hubiera rosado sus entre unos y otros gobernaban el ambiente, haciendo
cuerpos, pero la abstracción que vi en ellos provocó en de él un sitio ideal para la introspección, exceptuando
mí la extraña sensación de pervertir algo frágil y delica- los dos breves descansos de la jornada, a los cuales
do. Los quejidos de aquella vieja bicicleta, claros y rít- tenía derecho, por orden del trabajo, es decir, por la dis-
micos, poseían algo de primitivo y ritual. Los vi alejar- posición de las tareas, en última instancia. Eso me libra-
se imperturbables y desde la lejanía las luces del colec- ba de toda responsabilidad y eran raros los días en que
tivo comenzaron a acercarse. contaba aquella circunstancia como una más de mi pos-
Como no podía ser de otra manera, fui el últi- trer sitio. Exactamente por la misma razón, finalizado
mo en subir. Apenas una o dos veces nos detuvimos en ya el día, era yo el encargado de darle cierre.
el recorrido para que descendieran otros pasajeros y, si Una vez fuera me sentí atribulado e indeciso. No
me fuera lícito no contar al chofer, fui el último en tenía deseos de volver a mi casa pero tampoco sabía
abandonar el viaje, aunque me aferraba a esa idea bien dónde ir o qué hacer. Decidí al fin montar en mi
reconfortante para no ser el último. Cuando sólo que- bicicleta y simplemente pasear, por así decirlo.
damos los dos, el conductor y yo, el trayecto parecía La noche había cubierto la ciudad y las luces de la
interminable y podía sentir a las claras cierta expecta- calle volvieron a teñirlo todo con un silencioso anaran-
ción que gradualmente aumentaba hasta convertirse en jado. La fuerza de la costumbre, o el capricho del des-
nerviosismo. Lo cierto es que a esas horas y por aque- tino, quiso que volviera al mismo sitio donde la noche
llos barrios nadie se sentía seguro. Los robos y la vio- anterior había visto a aquellos ciclistas nocturnos. Me
lencia asumían el protagonismo total, entonces a medi- detuve y justifiqué aquello, ante mí mismo, como unos
da que nos adentrábamos en lo que llaman la periferia minutos de descanso. Permanecí sentado largo rato,
(sin dejar muy en claro nada con esto) las miradas fur- nada tenía movimiento y la avenida parecía dispuesta a
tivas a través de los espejos y los reflejos en las venta- alcanzar la lejanía penetrando la oscuridad. La pueril
nas se sucedían con mayor asiduidad. La incomodidad justificación que antepuse a mi verdadero deseo pron-
y una angustiosa necesidad de dirigir unas palabras al to se esfumó y el nerviosismo de la espera se hizo pre-
otro se apoderaban de ambos. Levantarme del asiento, sente. Quería volver a verles, quería escuchar el rítmico
detenerme en medio del pasillo como dudando mi rechinar, quería sucumbir al extrañamiento, la oscuri-
caminar hacia la puerta trasera o la delantera, era el dad y esa incipiente sensación de esperanza que sin
punto álgido de aquel transcurrir silencioso. Luego el saber porqué despertaron en mí. En un arrebato volví
estruendo del timbre como un gesto caprichoso y dado a los pedales y la tracción a sangre.
a conservar las formas. El resoplido de los frenos, la Cuando uno comienza a transitar ciertos caminos
puerta al abrirse y mi voz; creo no haber disfrutado escabrosos del pensamiento a los que no está acostum-
tanto de ella como cuando la esgrimía en un “Buenas brado, la confusión suele ganar sobre cualquier intento
noches” y descendía del colectivo. Esa era mi estrategia de esclarecimiento. Un hombre simple y rudimentario
para no ser el último, de seguro el chofer llegaría a la no como lo era yo, no tenía armas suficientes para enfren-
muy lejana Terminal pensando en aquella circunstancia, tar esa ruptura en la línea de los días. Así, a medida que
en esa tensión de la desconfianza o del instinto de avanzaba en los intentos de disipar la imperante necesi-
supervivencia y resonaría mi voz aun al despedirse. Esa dad de volver a los ciclistas nocturnos, me enredaba
era mi tonta manera de intentar no ser el último, o al más en un impulso irrefrenable de curiosidad. Nada
menos me gustaba creer que así me prolongaba en él y con demasiada claridad debería destacar de aquellos, si
ambos lo éramos. bien la normalidad a la que nos acostumbramos en este
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pueblo con ansias de gran ciudad dicta que no es segu- el último, incluso en saber que en todo era el último.
ro deambular a altas horas de la madrugada, nada de Aquella noche sucumbí al enredo de la pesadumbre
curioso debería tener el hallar a una pareja retornando y la inmovilidad, desahuciado en una melancolía vaga,
a su hogar en bicicleta. adormecido en la inútil complejidad de un pensamien-
Retornar. Me aferro a la idea. No eran ellos los que to monótono e incriminatorio – “Culminación de toda
retornaban, era yo. Ellos no volvían a ningún sitio, sólo circunstancia, remate de todo lo insignificante”- Las
intento restarle importancia a eso que no comprendo. pocas esperanzas que albergaba, la pueril creencia de
Ellos eran el ir, ellos parecían dejarlo todo atrás. Pero que no sería siempre así, de que sería capaz de revertir
en estas circunstancias es en vano prolongarme en ello. ese estigma de mi vida, las vi desaparecer como cenizas
Sólo intento explicar el extrañamiento del que fui presa. arrojadas a un río caudaloso por una mano que ni
Mi descontento y agitación dieron paso a una extra- siquiera fue la mía. Arrastrando los pies de mis ideas,
ña melancolía que fue acrecentándose a medida que me entré en la morada del sueño.
acercaba a la casa. Fue un regreso silencioso, lento y
caprichoso en su desarrollo. Avanzaba, retrocedía, me El sabor que debe tener la muerte ardía en mi boca.
alejaba unas cuantas calles hacia la derecha, volvía a la La noche transcurrió sin necesitar nada de mí, como la
avenida central. La dejaba atrás y me adentraba hacia la había hecho, casi por completo, la mañana. Sin prisa,
izquierda. Un zigzag perezoso que en el devanar pensa- sin el espasmo habitual de la tardanza y las responsabi-
mientos me llevó a la conclusión de que los sentidos de lidades eludidas o quebrantadas, desayuné. No me
derecha, izquierda y centro, son unas operaciones men- detuve a meditar argumentos que justificaran mi tar-
tales tan relativas que no tienen el más absoluto de los danza en el trabajo, simple y maquinalmente no me
sentidos. Me abandonaba al capricho del paisaje y a una importó. Así, con el mismo desdén con el que desper-
vaga intuición que pronto descubrí como deseo. Los té y culminé las tareas matutinas del cuerpo y la casa, así
estaba buscando. me decidí a no hacer uso del servicio público de trans-
En un rapto de lucidez, aprecié lo absurdo de mi porte. Emprendí el viaje en la veterana bicicleta.
comportamiento y tomé el camino más corto para La ciudad se me antojaba lánguida y gris, mal olien-
regresar. Me pregunté si existía alguna diferencia entre te, pero no hubo en mí el atisbo de la repugnancia o la
arriba y abajo. Por un instante creí que sí, pero confir- crítica; ni el nervio de la nausea tensionado, ni el insul-
mé que los tres sentidos básicos y rudimentarios de to viril hacia los anónimos arquitectos faltos de sensibi-
derecha, izquierda y centro, son tan subjetivos que al fin lidad estética. Algún engranaje entre mis pies dio un
son lo mismo, sobre todo encarnados en el hombre estridente quejido. Pensé en lubricantes como quien
moderno. Decidí erradicar de mi vocabulario esas tres puede pensar que en alguna ciudad multitudinaria un
palabras, acaso hiciera lo mismo con las otras. auto espera el cambio a verde de las luces del semáforo
Con poca destreza irrumpí en la casa. El aroma del mientras su conductor, ajeno al mundo, hurga violenta-
encierro y la quietud desencadenaron una avalancha de mente su nariz.
situaciones últimas que no pude contener: El último Al llegar fui víctima de una preocupación medida,
hijo de una pareja resignada y trabajadora, el último justa e interesada; acorralado por preguntas retóricas de
nieto de ambas familias. En virtud de esto, el último en énfasis innecesario. Contados de a tres o de a seis
entrar en la escuela. El que ejercía de último dueño de meses, tres eran los lustros de mi vida que habían trans-
los juguetes, de las ropas y zapatos, guardapolvos y currido entre esas paredes, y helos ahí, los jefes, ocul-
libros de todos los hermanos, primos y demás nomen- tando detrás de su preocupación personal la manifiesta
claturas familiares. Ni siquiera tuve la fortuna de que razón del alboroto. Lo mismo daba si me hubieran
alguno, de los más cercanos en edad, repitiera el curso atropellado que si me hubiese dormido o si alguna de
y así concluir juntos. Fui el último en terminar los estu- las máquinas se rompía. La producción menguaba, se
dios, sin olvidar que por un curioso vértigo en el des- atrasaba y entorpecía. Era esa la verdadera preocupa-
arrollo de los huesos, siempre fui el último de la fila, ción. Sus minúsculas mentes ya estaban ideando una
ordenada, como dicta la costumbre, del más bajo al más sustitución más barata y productiva, habían dado evi-
alto a un brazo de distancia. Fui, por miedo, ideal o dencia de eso despidiendo a uno de los más viejos de
estupidez, el último en conocer los placeres del sexo y los trabajadores sin ninguna contemplación. El factor
las tribulaciones de la pareja; el último en recibir las humano es frágil y susceptible a cambios de ánimo que
burlas de unos y los consejos de otros. Hasta fui, gra- afectan su dinámica. Mi respuesta a sus inquisiciones
cias al legado de mi apellido, el último de todas las lis- fue un gesto, un balbuceo ininteligible. Arrumbé mi
tas; el último número en la horrible e inacabable maña- biciclo en un rincón y me di a la monótona tarea. Pensé
na del sorteo del servicio militar. El último en enterar- en conductores hurgándose la nariz y en lubricantes.
me de la muerte de mis padres; último en irme del El transcurso del día fue indolente, miserable. A
cementerio. Cualquier cosa que fuera capaz de recordar cada ciclo de las máquinas, se repetía otro de desprecio
o imaginar mi situación era postrera. En definitiva, fui y aburrimiento. A cada culminación, un golpe sordo
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que laceraba los oídos y la paciencia. A cada incremen- basura amontonadas en una esquina. Un escarpín entre
to de la producción, el doble de hastío y fragilidad. Tan los escombros de una casa derruida, un espejo en lo
atribulado estaba que al cerrar la jornada emprendí el alto, sobreviviendo en la única pared enhiesta. Una silla
regreso a pié. en el umbral. Un zapato aplastado. Un ciego esperando
Casi extinto, el atardecer me brindaba imágenes tan en una esquina. Una silla de ruedas que lleva a un hom-
claras en su conjunción de objetos, en el juicio que parí- bre, que recoge el zapato aplastado y canta sonriendo.
an esos elementos, que no pude más que perderme en Una pareja a lo lejos y en bicicleta que atraviesa las
la contemplación: un perro atropellado en medio de la calles sin detenerse. En ese instante fui conciente de mi
calle, una mujer y un pequeño de su mano pasando olvido, estaba seguro -son ellos- maldije entre diente y
junto a él. Un sacerdote bien ataviado, con lustrosos me lancé a la carrera discretamente, acelerando el paso,
zapatos y un pequeño maletín, cruzando indiferente pero el ritmo de aquellos los alejaba de todo esfuerzo.
delante de la mano tendida de una anciana herrumbro- Pronto me hallé corriendo desenfrenadamente, como
sa que mendigaba. Unos niños jugando en un baldío, un impulso eléctrico que emergiera desde el más senti-
basural insospechado, junto a un edificio alto y acrista- do deseo sin demasiada conciencia de si mismo. Corrí
lado de modernidad. Unos gatos bebiendo los charcos desesperado, abriéndome paso entre las calles, las gen-
de la vereda. Una pareja besándose en el umbral de una tes, atravesando encrucijadas y recibiendo las injurias
casa tapiada, exhibiendo en sus paredes una pin- de los bocinazos y los conductores que de seguro pron-
to se hurgarían la nariz ante el primer semáforo. El
rechinar constante, idéntico al de aquella
noche, se movía en oleadas, envuelto
en la marea del viento y los ruidos de
una ciudad convulsa que regresa a la
noche en busca de la mañana.
Cuando mis fuerzas se vieron
extintas, me detuve sin poder
hacer otra cosa que observarlos
hundirse en la lejanía y el
cemento. Apoyé las manos sobre
las rodillas, me sentí próximo al
desmayo, y al filo de ese abismo,
absurdo. Reanudé la marcha y
busqué la parada más cercana
para retornar a la casa. El
comportamiento que
había demostrado
me parecía
inaudito,
excéntrico y,
simultáneamen-
te, natural,
debido… Sí,
debía hacerlo,
debía alcanzar
aquel rechinar,
aquellas rosas
diseminadas en
el blanco vesti-
do. Debía saber
tada: “La libertad es la ausencia de miedo.” Un tumul- de ellos y su destino. Saber porqué, hacia dónde. Su
to de gente entorpeciendo el tránsito, alimentando su andar era hipnótico y no sabría describir con tanta cla-
morbosidad, observando a los heridos de un accidente. ridad como lo sentí, que no era el suyo un simple
Un adolescente abstraído, sentado solo en medio de mirar hacia delante, ellos posaban sus ojos sobre el
una plaza, escudriñando las ramas que lo separaban del porvenir, lo buscaban con certeza.
cielo. Una bella y delgadísima joven coronada por una
gran capelina, corriendo entre las primeras sombras de El aire apenas cálido de la noche entraba por la ven-
la noche. Una rata emergiendo desde las bolsas de tanilla y daba en mi rostro. Me había alejado más de lo
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que imaginaba. Intentando calmar mi angustia y mis un placer descomunal al ir recorriendo mi cuerpo,
nervios cerré los ojos. Fui cayendo en un sueño imper- como si fuera la primera vez. Descubrí pliegues, cicatri-
fecto pero súbitamente toda aquella vetusta máquina se ces, gestos en la naturaleza de mi geografía que desco-
estremeció en un temblor, una insinuación de giro vio- nocía. Mi cara, con la palidez del recién afeitado, sonre-
lento. Se oyeron los frenos y las expresiones onomato- ía frente al espejo mientras con gran destreza las
péyicas de los pasajeros. Luego un murmullo y los manos, una y otra vez, distribuían, sobre la corta y tupi-
comentarios entre desconocidos que, signados por el da cabellera, una gomina añeja que aun sobrevivía en
destino de un hecho fortuito, se dirigen la palabra los estantes. El peine dividía matemáticamente la cabe-
como si fueran viejos amigos. Aunque al otro día se za en dos sin decidirse. Al fin la oscura y espesa mata
cruzaran, ninguno sería capaz de alzar un gesto de salu- quedó fragmentada en dos, brillante y estirada hacia
do hacia aquel con el que habían hablado. En medio de atrás.
aquel parloteo desde distintas voces llegaron las pala- El mismo detenimiento y atención puse al vestirme.
bras: Dos. Bicicleta. Tan jóvenes. Sin mirar. Eso bastó Todo, aquella mañana, me resultaba novedoso y defini-
para despertar en mí nuevamente esa violenta y eléctri- do. Desde la habitación escuché un ruido pero contra-
ca sacudida, como un cazador al acecho que oyera los riamente a lo habitual, no me sobresalté. Concluí mi
ruidos de una presa cercana. Algo se desprendió de mí tarea con un poco de colonia en los lóbulos de las ore-
en ese instante, algo que no podría nombrar. A partir jas, las muñecas y las manos. De pié y en silencio, me
de entonces mis ojos escudriñaron los cruces y las descubrí observando mi figura en el reflejo de una ven-
calles transversales. Lenta pero progresivamente entra- tana. Mansamente, como todo en aquel despertar,
ba en un estado de ansiedad. Abandoné el asiento. Me recordé la pequeña y muda caravana que acompañó los
quedé en pié, busqué el mejor lugar para abarcar la féretros, primero el de mi padre, detrás, el de mi madre.
mayor cantidad de ángulos posibles. Recorrí el peque- Recordé el sol y el verde. Las flores marchitas, muertos
ño pasillo. Me parapeté detrás del conductor, luego olvidados. Un gato observando desde lejos y, un poco
junto a la puerta trasera. Volví al centro. Abrí algunas más allá de él, los altos pastizales mecidos con timidez.
ventanillas que, por sucias, me impedían ver las calles. La negra tierra al caer, golpeando a unas puertas que ya
Los pasajeros pronto retornaron al murmullo. Mi jamás se abrirían. Último sonido de este mundo.
deambular provocaba movimientos esquivos y el bisbi- Consideré justo que fuera ese eco lo último que se oirá
sar de los que estaban sentados. Pero todo aquello, aun- de nuestras vidas. La casa, en su inmovilidad, era ausen-
que fuera a mi lado, parecía suceder a gran distancia, cia, vacío. Volví a la pequeña jarra. Aún ardía. El rojo
lejos de mi pequeña realidad. Sólo pensaba en encon- abrasador parecía vivo en su pulso. Abrí las otras hor-
trarlos. nallas y me marché.
Al llegar a mi destino los pocos pasajeros que aún
quedaban rompieron en una gran carcajada, a excep- En la puerta de aquella fábrica estaban conversan-
ción de un joven que dormía y babeaba profusamente. do agitadamente los jefes. El primer impulso de uno de
El gesto adusto del conductor y el mío, propio del que ellos, al verme, fue un gesto severo, dio unos pasos
busca infructuosamente y su fatiga, se entrelazaron en hacia mí alzando su dedo acusador pero las palabras se
los espejos. Con un bramar violento la vieja máquina se detuvieron en el humeante cuenco de su boca sin salir.
puso en marcha poco antes de descender por comple- Pasé junto a ellos inclinando la cabeza casi de manera
to. imperceptible a modo de saludo. Todos estaban en sus
puestos, sucios y atormentados por el ruido. Los que
La casa, desde su mudez, parecía rechazarme. Por me vieron al pasar se distraían de sus ocupaciones
momentos se encogía interponiendo en mi camino los haciendo extrañas muecas a los más cercanos. Pronto
pocos objetos que la pueblan. Sus ventanas se resistían nadie se ocupaba del trabajo. Algunas máquinas se
a mis manos, sus puertas, con entrecortadas quejas, se detuvieron. Di unas vueltas por el lugar hasta dar con
abrían o cerraban. El agua corría con violenta pereza. un pequeño aceitero, lo envolví en unas hojas de diario
La luz se me antojaba oscura. Mis pies descalzos pare- y fui hasta el rincón donde estaba mi bicicleta.
cían andar por sobre una inmensa tumba. Me senté Cuidando de no ensuciarme comencé a lubricar lo más
junto a la cocina, encendí una hornalla. accesible de aquel venturoso aparato.
Oí la crepitación de unos pasos que se acercaban y
Desperté junto al fuego celeste y el rojo ardiente de detenían detrás de mí. Yo hacía girar los pedales hacia
la pequeña jarra, ya seca, a punto de fundirse. Observé atrás para que toda la cadena, el piñón y la corona se
mansamente el pulso del hierro candente y comencé a empaparan bien de aquel oscuro aceite. Las máquinas
demorarme en las tareas matutinas del cuerpo, no así habían cesado por completo en su rugir. También yo
en las de la casa. Sentí la necesidad, la imperiosa nece- me detuve. Por un instante todo fue silencio. Un breve
sidad de ducharme, de afeitarme, cortarme las uñas y carraspeo estremeció el aire. Luego insistió. Uno de los
peinarme prolijamente. Así lo hice. Sorprendido, hallé jefes se balanceó sobre sus zapatos y comenzó a hablar-
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cuento
le a mi espalda. Dijo que habían notado que mi con- amarillo invitando a los conductores a estacionar.
ducta no era la de siempre. Cierto descuido en el traba- Dentro de unas bolsas de plástico, colgadas del manu-
jo, las llegadas tardes. Habló de preocupación nueva- brio, si es que así se llama, se adivinaban muchos y des-
mente. Dijo, incluso, que habían pensado en despedir- iguales zapatos que se mecían por la peligrosa cercanía
me, no sin antes claro está, darme la posibilidad de de los autos al pasar. Seguí caminando. Llegué a la
hacer mi descargo, de argumentar alguna explicación. esquina del perro atropellado. Sólo quedaba de él ape-
Cuando dijo esto observé al resto de los trabajadores y nas una mancha tenue que tendía a desaparecer. Así de
supe, por las miradas esquivas, que ellos ya sabían de insignificantes somos –pensé- y no me detuve hasta dar
esta decisión. El otro aclaró su garganta y dijo que de con la casa tapiada. Ahora unos afiches de circo, unas
haber sabido lo que estaba sucediendo se hubieran aho- publicidades engañosas y caras sonrientes de dudosos
rrado muchas inquietudes pero que serían más flexibles políticos, reducían el espacio que delimitaba a la frase
ya que comprendían la situación, aunque no justifica- pintada: “La libertad es la ausencia de miedo”. De pié
ban mi comportamiento. Yo me di vuelta y me incor- por largo rato leí una y otra vez aquella frase anónima,
poré. “Vemos que está de luto - prosiguió – Si nos lo al menos para mí. Recordé haber leído alguna vez de un
hubiera dicho le hubiéramos dado unos días –exhaló gran artista “La belleza es la ausencia de dolor”. En ese
una bocanada de humo- ¿Algún familiar?”. Mi silencio instante y mientras me sentaba, comprendí que no sen-
parecía incomodarlos. Volví al aceite y el velocípedo. Se tía miedo, que no me aquejaba el dolor y a pesar de eso
alzaron algunas toses. Ellos continuaron sus discursos, no me sentía libre y mucho menos bello. Me conformé
alternando entre la comprensión de uno y la rectitud con las miradas que me dedicaban los transeúntes.
ante el deber del otro. Lentamente ambos discursos Pronto comprendí que a una persona vestida de
fueron caldeándose al obtener de mí, sólo mi espalda y traje no le está permitido sentarse en las veredas,
alguna leve sonrisa. Sus argumentos menguaban en mucho menos junto a una bicicleta. Así son las insigni-
humanidad y se acrecentaban en soberbia, a punto tal ficantes convenciones que nos rigen. Nadie transgredió
que toda bondad y comprensión, su formalidad toda, el estúpido asombro y lo convirtió en gesto, en mano
desaparecieron cuando me puse de pie, tomé la bicicle- tendida. Nadie se acercó a preguntar nada, sino todo lo
ta y salí hacia la calle. En ese momento, con airados ges- contrario, como es debido. Al verme, los caminantes
tos y voces tronantes pusieron en juicio la respetabili- daban un paso más allá para evitarme. “La libertad es la
dad del oficio de mi madre, recordaron la anatomía de ausencia de miedo”. Me sonreí.
mi hermana, me encomiaron a algunos santos de dudo- La casa fue envejeciendo con el transcurso de la
sa reputación y definieron decididamente tanto mi tarde. La cenicienta noche fue mitigando las voces de la
sexualidad como mi salud mental. ciudad. Ahora lo escrito apenas era una sombra, un
desgarro silencioso en la pared. Ya todo estaba predis-
Lejos ya de aquel lugar, sin haber montado en mi puesto. Monté mi bicicleta y comencé a vagar por las
bicicleta, el capricho de las calles quiso que diera con la calles. Mi oído se aguzaba, buscaba un indicio, un rozar
fachada de la casa de unos viejos y queridos anfitriones, de metales infatigables. El concepto de lo insignifican-
la de Vidal y Bos. Ellos solían acoger nuestra nocturni- te pareció alejar de mí toda ansiedad, toda urgencia.
dad. Piquet, Neira, Álvarez, De Ritto, Castro, todos Así, mansamente y al acecho, recorrí incontables calles
deambulábamos por aquella casa como si de la nuestra hasta dar con aquel delgado cartabón en fuga, con
propia se tratara. Siempre intentando destramar ideas y aquella avenida despoblada internándose en el corazón
volcarlas sobre lo cotidiano. Siempre intentando el sor- de la ciudad. El reloj del palacio municipal una vez más
tilegio de la creación que diera a nuestros días la gracia se había detenido. Ahora el salón de belleza era una
de vivir de aquello que deseábamos. Sentado del otro pinturería. Tuve deseos de escribir sobre la inmensa
lado de la calle, el arco de la puerta de entrada me pare- vidriera “El progreso no se detiene”. Me acerqué y sin
ció inexpugnable. Como una boca cerrada, ya nadie apearme apoyé mi hombro sobre los gruesos cristales.
entraría a través de ella. Lo que sobrevivía de aquellos La noche parecía repetirse, inmensa y anaranjada, silen-
días sólo era un salir perpetuo, un despojarse de las vie- ciosa. El aroma del mar recorría las vacías calles. El
jas risas, un andar por caminos que no tienen retorno y cansancio del día comenzaba a hacer mella en mí. Mis
se multiplican. Lejos de caer en la melancolía, sentí el parpados buscaban el encuentro de todo aquello que se
fervor del agradecimiento. La tranquilidad de lo bien cierra. Las ideas erraban dócilmente hasta que una fati-
brindado y a tiempo. Las ventanas, como ojos bien gosa enumeración de postreras situaciones dio comien-
cerrados, hacían de las casa un gran ser dormido y yo, zo. Todo en mi vida parecía estar dispuestos para no
en mi vigilia, la observaba dormir y sin saberlo me des- dejar jamás aquella ubicación. Por más que me empe-
pedía. ñara caprichosamente en refutar circunstancias, todo
La ciudad, en su espasmo inagotable, me llevó por descendía a mi postrer sitio. Lo insignificante comenzó
sus entrañas como si fueran ríos. El hombre de la silla a pesarme en las ideas. Causalidad o casualidad, todo
de ruedas sonreía bajo el sombrero y agitaba un trapo resultaba inútil. El último –dije en voz baja- y como un
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eco infatigable prosiguió la enumeración. El último Dediqué una mirada al entorno. Nada reconocía de él.
hijo. El último nieto. El último de la fila. El último en Miré hacia las estrellas. No había cielo para tanta noche.
conocer… El último en saber… Sin darme cuenta Quizás por la agitación, la falta de oxigeno o quizás
siquiera comencé a sentir una violenta contracción en el por las violentas ideas que se sucedían en mí, en un
pecho y como por un rayo fui alcanzado por un rechi- arranque convulso aceleré la marcha. A cada pulso mío,
nar hipnótico. Eran ellos. Ellos que recorrían la aveni- ellos daban otro. A cada sacudida mía, un bajar con-
da en dirección al mar. Inmutables, desafiantes, tan tundente de sus piernas sobre los pedales. Una peque-
exactos, claros y definidos como aquella noche. Alelado ña batalla se comenzaba a librar aunque yo sospeché
me quedé observándolos mientras se alejaban. La vio- que era el último en saberlo. Ellos disponían el trayec-
lenta contracción abandonó toda sutileza y me dobló to, el ritmo, la velocidad. Bajé la mirada, me paré sobre
en dos. Me estremecí, respiré hondo y me lancé a la los pedales y vi mis zapatos brillar. Arremetí con mis
carrera. De mi silenciosa bicicleta sólo se oían las fuerzas todas. Mis manos, que emergían de los blancos
gomas en su pulso friccionado sobre el asfalto. Los puños de mi camisa, sudaban, se tornaban rojas y ama-
veía, me acercaba. No había vacilación en su andar, rillentas por sectores. El saco aprisionaba mi pecho agi-
parecían perfectamente sincronizados con el mundo tado, lo mismo que el chaleco. La corbata parecía haber
todo e indiferentes a su entorno, quizás lo supieran cerrado más su nudo sobre el cuello. Ya estaban a mi
todo de él. lado. No me atreví a contemplarlos directamente, pero
Largo tiempo permanecí a una distancia prudencial. estaban ahí, sus cuerpos, el rechinar. Ellos, ahí, a mi
Lo suficientemente lejos para no perderlos, lo suficien- diestra. Pulso a pulso nos debatimos. Nadie, ninguno
temente cerca para observarlos casi en detalle. La con- apartó la vista del frente. Podía escucharlo respirar a él,
tracción se repitió y desató una sacudida eléctrica. pero, a pesar del esfuerzo, no había agitación. No apar-
Aceleré la marcha tanto que me coloqué justo detrás de taba la vista. Ella, silenciosa. Entre el rechinar su vesti-
ellos. La fragancia que despedían aquellos cuerpos me do daba latigazos en el aire. Sí, olían a tilos. Bajé la mira-
hizo recordar los tilos. Las ruedas casi se tocaban. El da, mis zapatos brillaban tanto como los de él.
vestido de ella flameaba delante de mi cara, al alcance Arremetí con violencia, aceleré, continuando la enume-
de las manos. Busqué con un suave ademán su tacto ración de las postreras situaciones de mi vida. Comencé
pero en ese instante ella se reclinó sobre los hombros a dejarlos detrás, comencé a ganar distancia. Miré mis
de él, bajó la cabeza y pareció susurrarle al oído. Jamás manos y mis zapatos. Ya no olía a tilos, sólo a mi sudor.
se dieron vuelta. Poco después aceleraron la marcha. No desvié ni un instante mis ojos de lo porvenir, si es
Dejé que se alejaran un poco pero advertí que no tení- que algo así estaba dispuesto para mí. Los imaginé hun-
an intención de desacelerar. El rechinar parecía enfure- dirse en el misterio, pero no podía detenerme, ya no era
cido y ganar timbres más agudos. Hice un gran esfuer- el último.
zo y les di alcance una vez más. Sólo veía sus espaldas,
la cabeza de ella erguida, inmóvil, de frente al provenir.
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tario inducido, que además termina por verse a sí
mismo como libre elección.
Esta es la dinámica de la formación del consenso
La formación del consenso en el capitalismo actual. Su in-formación a través de las
encuestas de opinión pública corre pareja al fortaleci-
como sustrato del orden miento de la propiedad privada. Las mayores libertades
Juanma Agulles en la expresión individual de cierta rebeldía, son para-
lelas al aplastamiento violento de cualquier expresión
colectiva del disenso.
La unidad de los demócratas es la comunión en la
1 debilidad, la apuesta última por la imbecilidad de quie-
nes asumen los intereses de una clase poseedora cam-
biando la explicación de la lucha de clases por la del
Con-senso quiere decir compartir un sentido. Para Bien enfrentado a unos malvados sin rostro. La imagen
la reproducción del orden es necesario que se compar- es tan ficticia como los lazos del consenso, y ambas
ta por una mayoría la marcha del mundo, transforma- sólo se sostienen por el uso constante de la violencia.
da en destino por el discurso triunfante. Así el interés Aquello que queda fuera del círculo democrático es útil
de una ínfima parte del conjunto impone al todo que para delimitar bien el estrecho margen de la expresión
consienta su gobierno. Se consensúa mediante la in- política de los que están dentro, al mismo tiempo que
formación y la represión de las expresiones del disen- trata de poner a cada participante del espectáculo elec-
so. Pero no hay que olvidar que esta represión confie- toral en la situación de votar o callar para siempre. Por
re cierto protagonismo a lo Otro opositor que, en defi- ese día festivo de participación y expresión ilusa de una
nitiva, es imprescindible para generar la distancia entre opinión inducida —de marcar casillas prescritas— se
el conjunto que acepta y aquello de lo que se diferen- asume toda una vida de miseria y aceptación, de conti-
cia en su aceptación. Tan importante es el acuerdo al nuar bajo el yugo del trabajo asalariado, reproduciendo
interior del conjunto como el límite del mismo que, en el orden de las clases poseedoras. Es cierto: si las elec-
último término, lo contiene. ciones sirviesen para algo ya las hubiesen prohibido.
Al interior pueden haber diferencias parciales pre-
cisamente porque el límite exterior queda bien defini-
do en la divergencia con lo ajeno, transfigurado en 2
terrorismo por la legalidad vigente. En la medida en
que lo extraño acepta y asume el papel otorgado, ter-
mina por reforzar el aspecto externo del consenso. Lo que va tomando forma es una sociedad sin
Esto permite que lo Otro sea percibido como pánico: deseo. Como decía Ibañez:
sin forma ni matices diferenciadores; mientras que la
expresión homogénea del orden atiende a múltiples “El deseo humano deserta de este sistema; se acep-
variantes internas bien controladas. Así sobreviene la ta de hecho, pero no de derecho, desencantadamente.”
sensación de que el orden es libre y múltiple, y el des- (Jesús Ibañez. La realidad como desencanto en A contraco-
orden esclavo y totalitario. Esta reversión es quizá una rriente.)
de las más importantes que acompaña al giro econó-
mico del llamado postfordismo y uno de los “éxitos” Hoy se aniquila el deseo no por su prohibición o
de la posmodernidad. dilación —cosa que, como sabemos, logra reforzar-
Los medios represivos quedan justificados por la lo— sino por su realización en tiempo real; por la ope-
defensa del límite entre lo Uno y lo Otro; y en la medi- rativización tecnológica del placer y el just in time de la
da en que se dota de poderes extraordinarios al Estado producción capitalista generalizada a todas las esferas
para la defensa de la mayoría, la represión puede vol- de la vida humana. Es cierto que los canales de comu-
verse al interior de la misma sin perder legitimidad. nicación crecen, pero en la misma medida en que el
(Carteles en el metro: “miles de cámaras velan por su mensaje pierde todo sentido, diluído en unos lugares
seguridad”). Dado que se han relativizado las fronteras comunes cada vez más impotentes. El deseo por el
para poder sostener esa sensación de libertad segura, lo Otro está multiplicado en sus posibilidades técnicas y
Otro puede aparecer enquistado en lo Uno y su detec- suprimido en la realidad. Puedes hablar con quien
ción y aislamiento deviene imprescindible para resta- quieras, en cualquier lugar y tiempo, pero no se habla
blecer la distancia. De modo que entre unos y otros lo de nada importante, precisamente porque falta lo
que va tomando forma es un Estado de la represión y mediato, la elaboración del sentido que permite soste-
el miedo, firmemente asentado en el acuerdo mayori- ner el contacto humano. Toda inmediatez en lo comu-
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Para solapar la sensación de estar haciendo el ridí- alguien que ante la huelga o el boicot levanta el dedo
culo al enfundarse el uniforme de policía poniendo para hablar por los «usuarios», y las consecuencias que
cara de santo, gran parte de quienes se emplean en el sufrirán esos pobres excluidos que necesitan de la figu-
sector operan una identificación a ultranza con «la ra educativa para no suponer un peligro para si mis-
causa» que la ONG de turno defienda, o con la «pobla- mos… ni para nadie. La falsa conciencia anega de
ción de referencia» para la que trabaja. Nada mejor que inmediato los intentos de subversión, y aborta cual-
esconder la miseria tras las siglas. De ese modo se quier intención de radicalizar la acción en una reunión
puede ser un reaccionario y pasar a ojos de la mayoría o asamblea de trabajadores. Los «buenos sentimientos»
como un luchador social. estropean de continuo cualquier intención de profun-
Es otra de las virtudes de la capacidad de absorción dizar siquiera un milímetro en el cuestionamiento ínte-
de las ONG: cooptan fuerza de trabajo que podría gro del orden.
pasar al bando de la subversión ofreciéndoles —ya que
no un buen trabajo— un trabajo bondadoso. Y lo Si la «cultura juvenil» en los 80 fue una forma de
increíble es que en esos términos tan vulgares funcio- desarticulación y canalización hacia la inocuidad de los
na el chantaje aceptado mayoritariamente; lo que da la inconformismos, el llamado «tercer sector», cumple en
medida del punto en que nos encontramos para articu- la actualidad una labor aún más importante en la des-
lar una conciencia crítica y unas prácticas subversivas movilización y cooptación del potencial crítico contra
contra el orden existente. la sociedad industrial. Los más críticos de estos entor-
Como la productividad del sector es poco medible nos defienden sin rubor los argumentos del «Partido
—y en realidad encuentra resistencia si se utiliza como del Estado». Así, la crítica a las condiciones laborales
argumento— el giro discursivo pasa por presentar la miserables se entronca con la defensa de la interven-
actividad asalariada como una oportunidad de «partici- ción estatal, la «equiparación salarial» al funcionariado,
par» en la mejora de las condiciones sociales, en el tra- las medidas de seguridad, etc. Es decir, se reclama la
bajo bajo valores «altruistas» y «solidarios», en definiti- distancia con la miseria para poder tratarla de manera
va esclavizarse por una «buena causa». Como la reali- más aséptica y productiva. La reciente aprobación del
dad se encarga de demostrar que son fundamental- Convenio Colectivo del Tercer Sector está en sintonía
mente prescindibles y despreciables para la dinámica con esta línea y, aunque a regañadientes por las migajas
de acumulación, el machacón discurso quiere ganar la conseguidas, se ha admitido sin que nadie diga que, en
complicidad de quienes allí trabajan por el argumento lo fundamental, cualquier «mejora» en este sentido
de lo necesario e importante de su tarea, por el lado supone un refuerzo de las condiciones de explotación
humano y vocacional de este trabajo miserable que que producen la miseria. Al identificarse casi por com-
saca su plusvalía de una penúltima explotación de la pleto la fuerza de trabajo con los medios de produc-
miseria. ción, su reapropiación significaría una excomunión de
Nuestra experiencia vital en este sentido nunca ha esas profesiones; su destrucción ludita: el suicidio.
dejado de sorprendernos: jamás se ha articulado una Es una prueba más de la sumisión al orden domi-
crítica más allá de reclamar una cesta de navidad para nante por parte de aquellos que debieran negarlo en
estos asalariados de la miseria. Los conflictos —que los todos sus frentes, y otro ejemplo del giro reaccionario
ha habido y en algunos participamos—, en el fondo que toman las reivindicaciones parciales cuando no se
iban encaminados a conseguir un poco más de poder sostienen en una práctica subversiva y una teoría críti-
adquisitivo (para gastar, suponemos, en tiendas de ca.
comercio justo.) La asombrosa capacidad para contem- La ideología oenegera es nefasta porque imbuye a
porizar y empatizar con quienes les pisan el cuello, la fuerza de trabajo más joven que comienza su anda-
corre pareja a una profunda ignorancia histórica y vital dura bajo sumisiones que la harán derivar, cada vez
que convierte a los trabajadores de ONG´s en poco más rápido, hacia la colaboración activa con las fuerzas
más que monaguillos rebeldes. del orden, a cambio de una miserable «estabilidad».
Al desempeñar su actividad en un ámbito en que lo Este truculento aprendizaje, revestido de bondad y de
productivo queda a un lado para trabajar sobre «valo- una ignorancia soberbia que cada tanto se defiende
res», la crítica de la posesión de los medios de produc- voceando «por lo menos yo hago algo que mejora el
ción se vuelve difícil de articular; teniendo en cuenta, mundo», está en la base de todo argumento represivo.
además, que la mayoría de esa fuerza de trabajo es La vuelta de tuerca más sórdida se prepara con la
reclutada de las Universidades —centros especializa- legislación en el ámbito de las conocidas como
dos en imposibilitar de por vida el pensamiento crítico. Empresas de Inserción, y la normativa sobre «cláusulas
Así, durante la confrontación en el espacio de tra- sociales» en las contratas de la administración pública.
bajo, muchas veces el discurso queda atenazado por «la Necesitaríamos otro espacio para hacer la crítica
culpa». Y son callejones sin salida porque siempre hay exhaustiva de este nuevo avance en las condiciones de
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la dominación. Pero, a grandes rasgos, supondrá —en tensión dialéctica que la devuelve hacia la acción con la
un futuro no muy lejano— que toda ONG que se pre- estrategia más clara.
cie entonará un mea culpa ante las acusaciones de asis- Todo el ruido y la mierda que la ideología «oenege-
tencialismo y creará sus propias empresas para poner a ra» mete en las cabezas de los más jóvenes que aún tie-
trabajar a sus «excluidos», bajo la vigilancia de tuto- nen inquietudes, hay que contrarrestarla con palabras
res/educadores que supervisarán su correcto tránsito duras y claras, pero también con actos irrecuperables.
de la marginalidad irrecuperable hacia el mercado de Sabemos que hay gente que está dentro y que tiene
laboral «normalizado». El Estado será garante de este ideas parecidas. Para ellos: que continúen cuestionando
nuevo instrumento de dominación a través de la sub- todo lo posible, y que se defiendan lo mejor que pue-
contratación de servicios (limpieza, mantenimiento, jar- dan de la recuperación a la que ya, queriéndolo o no,
dinería, catering, etc.) con estas «empresas caritativas». están sometidos. Para los más decididos el camino está
Ya se pueden ver a sus buenrrollistas gerentes pontifi- claro: boicot y deserción.
cando sobre las bondades de este modelo empresarial y Para aquellos que sufren a sus terapeutas porque en
productivo frente a la rémora asistencialista del tercer algún momento fueron clasificados como «excluidos»,
sector y su atraso en la modernización. Tecnócratas que atenten todo lo posible contra ellos, que los hagan
«alternativos» capaces de piruetas lingüísticas nunca desesperar para que elijan de una vez por todas de qué
vistas para justificar la explotación mientras sostienen lado están. La única vía posible para el cuestionamien-
su carácter liberador y revolucionario. to del orden es el cuestionamiento en todas sus facetas.
La única actitud coherente ante una ONG: dinamitarla.
Para hacer frente al capitalismo, a su sociedad En las actuales condiciones cualquier especialista
industrializada y contaminada hasta la médula por el colabora con las fuerzas del orden. Cualquier «educa-
óxido del conformismo, hay que romper de una vez dor» es un policía encubierto. Son los enemigos con la
por todas con los argumentos de «no confrontación», máscara de la bondad; los más peligrosos por ser dema-
de la empatía y de la compasión. Hay que destruir con siadas veces los más ignorantes, los que «hacen cuanto
pasión, que es muy distinto. Y siempre sometiendo la está en su mano» por mejorar las condiciones de la
práctica subversiva a los necesarios momentos de refle- dominación y así perpetuarla.
xión y debate en que se va construyendo una teoría crí-
tica. Una teoría crítica no es un círculo editorial, ni una
moda radical, ni un fetiche universitario para hacer
carrera. Una teoría crítica es la respiración natural de la
práctica contra lo existente, su momento de análisis y
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nombres propios
Hemos recibido en la jornada de ayer, una La gracia de las empanadas era carne y jamón y
circular invitándonos a participar de una sesión queso; pero mantendrían otros apodos, porque
de espiritismo organizada por la “Sociedad aquella tarde Giorgio no masticó más que aire. Se
Polaca de Estudios Psíquicos”. Rehusamos el le humedecen los ojos a nuestro héroe cuando
convite excusándonos en miedos ancestrales y rememora la tunda con que su abuelo recompen-
dificultades cardiovasculares, que difícilmente só al Empanador etéreo al comprobar la infamia;
soportarían los avatares propios del enfrenta- y ansioso por agradecer la defensa decide comu-
miento con lo que está más allá. Ciertamente, nicarse con el ya fallecido.
estos guisos espiritistas, sazonados con tanta cer- Las primeras sesiones, en que lo tenemos
tificación y prolijidad, se digieren sólo con la des- como único participante, fracasan, y sólo le per-
esperación porcina de una alcancía. Las delicadas miten comunicarse con el cuidador del
partidas remiten mayormente a un análisis pro- Cementerio del Norte, quien sabiamente le reco-
fundo de las posibles estrategias del fraude nor- mienda una parcela junto al difunto Luis Alberto.
mal; y no es que no corresponda, pero la expe- Decide entonces un quem quaeritis propio cuan-
riencia mística disminuye. Lo que se estila son al do corbatas y cuellos lo asfixian y acude, sin for-
menos veinticuatro horas de rigurosa prepara- tuna durante algún tiempo, al médium polaco
ción científica antes de comunicarnos con fuer- Frank Kluski:
zas desconocidas. El controlador de las sesiones, –Metapolaco, ¿porqué golpearme con su
encadenado a otras dos personas, debe por con- puerta tantas veces?
trato sospechar de toda vajilla que decida estre- –Debemos atribuirlo, neodepresivo mío, a la
llarse contra la pared, por no hablar del escepti- ingratitud de alguna fuerza.
cismo con que debe experimentar la súbita son- –Sí, la suya, hijo de una gran siete.
risa del coronel retratado ciento cincuenta años Advirtiendo la ira creciente del Nieto aban-
atrás, para luego contener la estampida de quince donado, el médium puso los ojos en blanco, y
personas atadas unas a otras, que resuelven exi- entonando algún folclore, saca un péndulo con el
liarse de la sala cuando el coronel abandona su que hace jueguito hasta que el Nieto pródigo
óleo y recrimina a diestra y siniestra que la cobar- ronronea en el quicio de la puerta.
día personificada señores, fueron ustedes en las Admitido en la casa del Polaco, se le asigna
batallas de Río Grande do Sul. Tagliatella estre- una habitación designada con la intención de
chó con aquel fango. normalizar su ánimo. Qué calma al despertar la
“...los botijas de mi barrio me pusieron Juan de nuestro Giorgio, lector. Desde allí sale glorio-
Corbata. Lo de Juan fue porque una mañana en so y envuelto en sábanas, aquel que tomará asien-
que yo había ido a hacer un mandado, un negri- to en el chanchullo estofado.
to amigo mío golpeó la puerta de casa y salió mi La sesión, presidida por Kluski, formó parte
abuela; que querés, le dijo; el negro Tito de los de una gira auspiciada por la Sociedad citada y la
nervios se equivoca de mote y le dice: vengo a cacerola donde se guisó fue un salón que
buscar a Juan Cuello; mirá, te voy a decir negro Madame de C, aristócrata polaca, alquila al Gran
trompeta que mi nieto se llama Luis Alberto y no Embaucador. El médium polaco es encadenado
le pongas nombretes o te voy a arrancar las al doctor Rehm y a Madame de C., quienes se
motas. El negro quedó blanco del susto y cuan- aferran a sus piernas para disminuir las chances
do se iba, mi abuela le grita: ¡y no le dicen Juan del polaco. El suelo es cubierto con aserrín a
Cuello, le dicen Juan Corbata!” cuenta de detectar posibles aberturas. Todos los
Al morir su abuelo en la primavera de 1987, muebles son retirados, con excepción de la mesa
recuerda aquel fragmento que de pequeño en torno a la que se reúnen los comensales, unas
encontró en las barbas del difunto un día que velas, una lámpara apoyada en aquella, y los cua-
compartían empanadas en Pedernal y Garibaldi. dros que ilustran la sala. Contaminado por la des-
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nombres propios
confianza, Tagliatella se dispone de mala manera a ser la paciencia de aquellos que querían experimentar esa
encadenado a Sir Oliver Lodge, a quién encuentra de iniciación sin parentescos, terminose cuando un salero
mangas holgadas según declararía al mismo Lodge. impactó en las narices del Nieto descifrador.
Una vez encadenados los doce participantes, un escri- Giorgio procedió entonces a liberarse de sus veci-
bano firma las ataduras así como una tira de seda que nos, atarlos entre ellos y comenzar una fantasmagórica
unía los picaportes de la puerta del salón. El recelo de actuación. Oliver Lodge dejó un informe de la sesión,
Il Barbone estaba lejos de desaparecer; comenzando la en el que encontramos: “El doctor Reihm tuvo la
sesión lo tenemos con Oliver Lodge a su izquierda y impresión de que a su lado se hallaba un animal que
Eugenia de Noche a su derecha. Más tarde o más tem- olía como un perro”; y más adelante: “Durante la
prano, en su autobiografía y bajo el epígrafe “Te va a segunda parte de la sesión, el ser, demasiado grande,
comer el cuco”, haría referencia a este momento: no podía ser un perro, además hablaba y parecía con-
Encontrar manos condesas y rodillas infantes no aleja la sospe- tento cuando se le daba un nombre”.
cha. En dos ocasiones el pulgar del mamotreto Lodge se alejó de Lo vemos inflando su pecho espiritista y deslizan-
mis dominios sensitivos, ahí nomás me prometí que no existiría do su materia ahora alada y etérea cual empanada,
una tercera escapada y comencé a configurar yo mismo la apari- como la llamó Manuel Velloso. La luz es también deli-
ción del abuelo. Cómo me justificaba yo delante de esos almáti- cada y lo protege. Verlo agotar con tanta gracia los
cos si el tata no aparecía. Su ausencia me pondría en ridículo; movimientos posibles de una extremidad, lector, nadie
sobre todo ante Eugenia de Noche, que desde hacía tiempo se pudo. Pero es posible imaginar esa escalada al extremo
mostraba extasiada, y quién soy yo si el ascendente considera vertical de la habitación, contemplando el círculo mís-
otras tareas antes que la de permitirme unas lágrimas en sus tico de los once almáticos, tan crédulos en su inicia-
difusos hombros y dos o tres imprecaciones financiero-heredita- ción al por mayor; y el nieto que se convierte en el
rias. Y aún presentándose, qué si el polaco, o cualquier otro, se difunto convocado y contesta como tal. Ve como las
descubría culpable del fraude mientras el inocente nieto maravi- manos se entrelazan conmovidas. Pero el ataúd es
llado ante el misterio de la vida. pesado y Giorgio no lo soporta sólo, lector, como tam-
Temeroso de un desplante como estaba; cada poco tú podrías, y llora disculpándose. En aquel
fenómeno que se producía era atribuido por Giorgio a momento, el Gran Embaucador, fijó su vista en
señales del mismísimo Luis Alberto. Si la mesa se Tagliatella, y alzando su puño en un gesto más halaga-
movía unos centímetros: “Este Juan Corbata siempre dor que intimidatorio, se pronunció: ¡Que fenómeno!
igual”; si algún asistente percibía contacto físico:
“Tata, sólo con las manos limpias”. Una vela se elevó
derramando cebo en la mesa y Tagliatella contestó:
“Derechito al infierno habrás ido, degenerado”. Pero
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nombres propios
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En el bar donde Nicanor suele tomar su cer-
veza después de pasear por el puerto, muchas
veces, cuando no hay partido en la televisión, sur- «Un gobierno, de cualquier signo, sólo puede
gen discusiones políticas. Él escucha en silencio, atender a un pequeño número de grandes intere-
hasta que algún parroquiano pregunta: ses».
—¿Y tú, qué piensas, Nicanor?
—Creo —responde—, que la vida existe a
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humor
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Son documentos personales que no van dirigidas a la Estos nuevos documentales hacen un trato distinto
comunidad en conjunto, a esa turba de gente que com- de los datos, mucho más íntimo y personal. Para empe-
parten corro y orejas, sino que van dirigidas a los espec- zar, ya no se consideran datos, sino hechos reales. El
tadores en su individualidad, para llegar a la entraña. Ya tiempo que toman es el real y te lo entregan sin modifi-
no busca al espectador holgazán de domingo; porque, carlo, solo lo calcifican hasta la entrega.
según creo, estas películas se debieran proyectar entre
semana y tienen que ser misivas que lleguen al especta- Levántate y camina. Recuerda que este cine te ha
dor, que acerquen dos superficies distintas en un princi- hablado a la cara, sin bajar los ojos, sin ninguna muestra
pio, pero igualmente compatibles. El lugar que ocupas, sí de conferenciante cansado, ojeroso y moralista.
importa aquí.
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alta el 26 de julio del mismo año. Los castigos a que es me inquieta: si el barco naufragara en el camino a
sometido influirán decisivamente en toda su vida. Europa sufriría dos tragedias: el cambiarme las medias
Muchos años después le contaría acerca de esta extraña y lavarme la ropa". Desembarca en París y una noche
detención a Zito Lema, “Hace ya de esto muchos años. conoce a varios de los precursores del nuevo movi-
Yo era joven. (...) “Yo soy el Cristo Rojo” fue mi única miento. "Nos citamos para leer poemas, estaban
respuesta a los golpes y me quedé quieto contra la Breton, Desnos, Eluard... Con Artaud nos conocimos
pared…” en un café, en la Coupole. Estuvimos a punto de pele-
Los años venideros no son más benevolentes con arnos. Yo me identificaba con Dios y Artaud con el dia-
él, la miseria lo acosa. Vive en Uruguay donde trabaja blo. Y el Conde de Lautréamont era un loco perverso.
en una casa editora y desde Montevideo envía sus pri- Se había entregado a los vicios y hacía con ellos poe-
meros poemas de juventud a su amigo Carlos M. sía". Luego de esa estadía en Francia viaja a España,
Grünberg. Cuatro de ellos se publican en la revista Vida conoce la tumba de Don Quijote de la Mancha, de
Nuestra (de la comunidad judía en Buenos Aires). Sancho Panza y de La Gitanilla. Y le da la mano a Don
Luego publicará en Noticias literarias (de Buenos Miguel de Cervantes y Saavedra, “que estaba lleno de
Aires) su comentario ‘El lector de Bach’. Vuelve a la telarañas pero no tenía mal olor”. Se hace amigo de
Argentina y se incorpora al grupo literario Martín Valle Inclán, a quien salva de un atentado y le regalaría
Fierro. Allí conoce a Borges, Girondo, Marechal, un paquete de cigarros de las Islas Canarias.
Macedonio Fernández, Pompeyo Audivert, José Planas El largo viaje parece concluir y envuelto en una
Casas, Alfredo Bigatti, entre otros. Colabora en distin- gran confusión teológica regresa a Buenos Aires, pose-
tos periódicos y revistas: “Vida Nuestra”, “Mundo ído de una profunda crisis religiosa. Vive en la indigen-
Argentino”, “Revista Número”, “Martín Fierro”, cia. "Sus bolsillos abultados, llevaban un rosario, un
“Arx”, “Crítica”. Su obra poética recibe elogios públi- catálogo que reproducía las vírgenes del Louvre, y algu-
cos de Raúl Scalabrini Ortiz y Antonio Vallejo. nas estampas de santos"- narra el escritor Juan Bajarlía.
Poco tiempo después Natalio Botana, director del dia-
rio Crítica, convoca a los mayores exponentes del
“Es muy larga la noche del corazón” grupo Martín Fierro y junto a Enrique Pichón Riviere,
dan forma a las columnas de arte y cultura. Por este
El 1º de setiembre de 1926 edita en Buenos Aires entonces traba amistad, en “La Peña” del Tortoni, con
su poemario Molino rojo (editorial “El Inca”, 94 pági- Quinquela Martín y Alberto Pineta. Participa junto con
nas, edición de 5oo ejemplares. Reúne un total de 41 Pompeyo Audivert en la reuniones de ‘‘Camuatí’’, una
poemas), con xilografías de Pompeyo Audivert y José agrupación de trabajadores de la cultura. Comienza a
Planas Casas, financiado en parte con la venta de las asistir con su amigo Mario Pinto a la iglesia de los
propias ilustraciones de Fijman. Este libro aparece en Benedictinos y se vincula con escritores católicos con
un momento de gran desequilibrio político y social. El quienes comenzarán a publicar, en 1929, la revista
título es inmediatamente asociado a los movimientos Número: Ignacio B. Anzoátegui y Osvaldo H. Dondo,
anarquistas y socialistas. Por el contrario, Fijman busca entre otros. Ese mismo año es bautizado en la
“esos estados del alma” donde habitaban los fantasmas, Parroquia de San Benito, en Buenos Aires y convertido
el espanto de su internación dentro del hospicio y la al catolicismo; escribe su segundo libro Hecho de estam-
abominable postración de un hombre que hallaba en la pas, publicado en Buenos Aires en 1930 (edición de
demencia un instancia poética muy superior a la de 500 ejemplares. Manuel Gleizer editor. Reúne 15 poe-
cualquier mortal. Él mismo hablaría así de su libro, mas) y es bien recibido. En la revista católica Criterio,
desde su última internación: “Molino Rojo recuerda la Tomás de Lara destaca su figura y obra poética:
demencia, el vértigo. Yo buscaba un título para esa obra "Hablamos de poetas, como el autor de este libro, que
que significara mis estados y reparé en un molinito en una atención tensísima se revela eso, un poeta; pero
viejo que tenía en la cocina. De color rojo. Para moler su poesía no se percibe a la luz del sol, fuerte y femeni-
pimienta. Y vi en ese objeto todo lo que mi poesía que- na a la vez, como debe ser; sino escondida en un salón,
ría expresar” agobiada de joyas, de metáforas, de conceptos, casi
ocultada". El mismo Fijman decía de su libro: “En
cuanto a Hecho de Estampas, yo trataba de volver a la
“En el sueño del padecer nacen albas” filosofía escolástica. Y volver fundamentalmente a
Aristóteles. Y en una visita al museo del Louvre quedé
A comienzos de 1927 viaja a Europa ayudado y en impresionado por los maestros clásicos, por su pintura
compañía de Oliverio Girondo y Antonio Vallejo. Del religiosa. Cuando luego vi unas estampas de esos cua-
otro lado del Atlántico, el surrealismo, está en su apo- dros religiosos, las asocié a mis poemas. De ahí Hecho
geo. París es Reino de la Poesía, de la Cultura. Poco de Estampas”.
antes de su viaje a Francia, Fijman relata: "Un presagio En 1930 Aparece el primer aviso en la revista
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Número con el anuncio de la próxima publicación de vivirá allí hasta el día de su muerte. Durante esta inter-
San Julián el Pobre (cuentos), de J. Fijman, editado en nación y como era buena costumbre para la salud de los
la ‘’Colección Signos’’ de la editorial Número, edición internos sufre la aplicación de electroshock. Fijman,
no concretada. En junio colabora con la revista Ichthys mucho tiempo después, ironizaría: "Me aplicaron elec-
y obtiene una cátedra de Francés, lo que le permitirá troshock. Se ve que querían sacarme la enfermedad del
más tarde y con sus propios ahorros, volver a Europa. cuerpo". Unos ocho años después, hacia 1950, es tras-
Recorre Italia, España y Francia. Finalmente llega a ladado sin consideración alguna a la siniestra Colonia
Bélgica, con la ambición de tomar votos sacerdotales y de Alienados ‘‘Open Door’’. Permanecerá en esta colo-
dedicarse a la penitencia entre los benedictinos; pero es nia dos años hasta que el psiquiatra Jorge Saurí y
rechazado por la jerarquía Benedictina. Osvaldo Horacio Dondo, amigo de Fijman, lo retiran
En el transcurso de 1931, edita, con el apoyo de de la colonia «Open Door» y lo llevan de regreso al
Osvaldo H. Dondo, su tercer y definitivo libro, Estrella Neuropsiquiátrico ‘‘Borda’’.
de la mañana (et dabo illi stellam matutinam). La En el año 1948, Leopoldo Marechal lo incluye junto
Argentina es gobernada por la dictadura de José Félix al pintor Xul Solar y al escritor Macedonio Fernández
Uriburu y la presencia militar en las calles es una cons- en su mítico libro, Adán Buenosayres. Aquel extraño
tante. "El libro, corresponde a la época más oscura que habitante de la noche parisina, que volvía de sus largas
he conocido en este país. La gente era perseguida de la caminatas con una crónica inusual sobre algún aspecto
manera prevista por el Apocalipsis". de la ciudad, era ahora Samuel Tesler. En el comienzo
de la obra nos ofrece un perfil de filósofo parodiando
las Vidas de filósofos ilustres de Diógenes Laercio y
“Golpeamos llenos de horror escribe: “Bien que su padre fuera sólo un discreto
las voces que enlazan palabras” remendón de violines y su madre apenas una dulce teje-
dora de cáñamo, Samuel Tesler afirmaba descender en
Durante la década que va de 1932 a 1942 publica línea recta de Abraham el patriarca y de Salomón el rey,
dos poemas en el diario La Nación. Muere su madre, y cuando alguno ponía en duda el carácter sacerdotal de
por quien Jacobo sentía profundo amor; el poeta asiste su estirpe, exhibía su frente rugosa en la que juraba y
fugazmente al velatorio. Publica en la revista ARX su perjuraba sentir los dos cuernos de los iniciados. Un
poema Letanía del agua perfecta. Escribe muy poco, pinta, lustro apenas tenía cuando emigró con su tribu y sus
vive en conventillos, por las noches toca el violín en dioses a las tierras del Plata, donde creció en fealdad y
tugurios para poder subsistir y es paulatinamente absor- sabiduría, recorrió paisajes, tanteó caracteres, estudió
bido por su misticismo. La vida del poeta se limita, costumbres, y gracias al más asombroso de los mime-
según su testimonio y el de quienes lo conocieron, a tismos llegó a considerarse un aborigen de nuestras
intensos estudios y lecturas: escolástica, gramática, len- pampas, hasta el extremo de que, mirándose al espejo,
guas, teología y filosofía. Se entrega por completo al solía preguntarse si no estaba contemplando la mismí-
estudio de los maestros de la patrística griega y latina. sima efigie de Santos Vega”. Fijman fue uno de los
Para ello asiste, en soledad, durante años y cotidiana- pocos personajes que Marechal reconoció como fuen-
mente, a importantes bibliotecas de Buenos Aires, en te de inspiración para componer los personajes del
primer lugar la Biblioteca Nacional. Sí, concurría asi- Adán Buenosayres. Al respecto afirmaba: “Quise incor-
duamente a la Biblioteca Nacional Argentina hasta porarlo a la mitología de nuestra ciudad, junto al Xul
octubre de 1942, cuando el director de la misma, Solar, señalando su categoría de héroes metafísicos, es
Gustavo Martínez Zubiría, decidió prohibirle la entra- decir, en un nivel superior del mito”. También en 1985
da aduciendo que se había dirigido de manera irrespe- una semblanza póstuma lo recordaría como Jacobo
tuosa y violenta al personal. Atacado por una de sus cri- Fiksler en la novela El que tiene sed, de Abelardo Castillo.
sis, deambuló varios días por la ciudad, y su comporta- El 3 de enero de 1953 Lisardo Zía publica en el dia-
miento errático llevó a que la policía allanase el ático en rio Clarín la primera recordación pública que se hace
que vivía sobre la Avenida de Mayo. Lo detienen y es del poeta después de casi dos décadas de silencio.
llevado a la cárcel de Villa Devoto, donde permanece Luego, entre 1957 y 1959 también es recordado en
dos días. Hambriento, sin familia, sin amigos y en una notas periodísticas de Juan Carlos Ghiano, León
crisis espiritual total, Fijman es internado por segunda Benarós y Alberto Pineta.
y definitiva vez en el Hospicio de las Mercedes, con A fines de la década del 50 y en la del 60, Fijman -
diagnóstico de Psicosis Distímica, Síndrome que hace esporádicas salidas para pasear, visitar a cono-
Confusional. A pesar de todo, sobreponiéndose a todo, cidos y concurrir a bibliotecas- entrega dibujos y origi-
pinta y dibuja con mayor asiduidad, desarrollando una nales de sus poemas a algunas personas: Osvaldo H.
obra de singular importancia; y continúa con su poesía; Dondo, Lisandro Z. D. Galtier, Juan-Jacobo Bajarlía y
alcanzando con ella estados que casi no admiten com- la bibliotecaria Larisa Danzini, entre otros. En 1962 y
paración en la literatura americana. Desde entonces en 1964 es incluido en dos importantes antologías poé-
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ticas, y por fin en 1966 Lisandro Z. D. Galtier publica Federico Luppi. En un momento dado sucede algo
en la revista Testigo dos poemas inéditos de Fijman, los impensado. Fijman alza la vista, acaso como si hubiera
primeros después de tantos años de silencio. Una publi- visto la luna que tanto amaba, y dice: "Tengo que con-
cación psiquiátrica hace lo propio con otro poema en tar un secreto que llevo toda la vida conmigo". Las
1968. cámaras lo buscan, quieren el mejor plano. Hay expec-
tativa, y como un golpe en pleno rostro, afirma: "todos
los domingos, en misa, los sacerdotes comen mierda".
“Bajo a mi oscuridad y avanzo entre mis brazos… El silencio recorre el estudio y la tensión se hace inso-
Arranco vísperas de muros inclinados” portable. El poeta acaba de propiciar la más fulminan-
te declaración escuchada, por aquellos años, en un
A partir de este mismo año, la vida del poeta, que- medio del Estado. Y lo sabe. Como también es cons-
dará marcada por la presencia del escritor y abogado ciente de que la muerte está a pasos de hacerle la últi-
Vicente Zito Lema, a quien Fijman concederá los más ma zancadilla "¿Se ocupará de mi cuando muera?
lúcidos conceptos sobre el arte y la locura y en quien Sáqueme a toda prisa de la morgue. No dejen que me
depositará uno de sus máximos temores. "Sé que den- destrocen. ¿Me lo promete?"- le suplica a su amigo
tro de muy poco me voy a morir. Ya soy viejo y he sufri- Vicente Zito Lema quien en 1970 publicaría “El pensa-
do lo suficiente. Pero tengo miedo de lo que me espe- miento de Jacobo Fijman o El viaje hacia la otra reali-
ra. No de la muerte porque ya estoy muerto en Cristo dad.”
sino de que me abran la cabeza como hacen con todos
los internos. ¡No quiero presentarme ante Dios cuando Martes 1º de diciembre de 1970
resucite con el cerebro dañado y chorreando sangre! Mi Jacobo Fijman muere en el Hospital Nacional Dr.
vida ha sido el estudio, la poesía, quiero estar hermoso, José T. Borda, ex Hospicio de las Mercedes, como con-
digno. Además va a estar ella, la Virgen, la única que no secuencia, según el parte oficial, de un edema pulmonar
se burló de mi amor, ni me rechazó". Luego de una agudo. Es velado, con la presencia de unos pocos ami-
extensa lucha, Zito Lema es nombrado curador de gos, en la sede de la Sociedad Argentina de Escritores.
Fijman, cargo que le permite llevarlo a vivir los fines de “Poeta”, Jacobo Fijman, como dijeron las necroló-
semana a su propia casa. En 1969, un grupo de perso- gicas de aquél entonces; hombre al que es difícil con-
nas, encabezadas por el joven tutor del poeta, edita el templar separadamente de su propia obra, un asceta
primer número de la revista Talismán, íntegramente que vivió para el verbo y que tras los 28 años de inter-
dedicada a “Jacobo Fijman, poeta en hospicio”, y así se nación y de los terribles obstáculos que esto suponía,
inicia la tarea de divulgación y rescate de la obra del continuó escribiendo, dibujando y pintando. Un hom-
poeta quien a pesar de su total lucidez y capacidad inte- bre que sólo dejó tres libros publicados, un cuaderno
lectual, sigue siendo considerado “incapaz” por la justi- con dibujos, lo que llevaba puesto y mucho por contar.
cia. "No soy enfermo. Me han recluido. Me consideran
un incapaz. Quiénes son mis jueces… Quiénes respon- “Mi soledad es pura,
derán por mí. Hice conducta de poesía. Pagué por como un desierto
todo”. lavado en estrellas;
También a mediados de ese año aparecen en la alta cual la montaña
revista Extra, propiedad del periodista Bernardo en que resbalan mis espantos”
Neustadt, una serie de notas firmadas por el propio
Fijman. La dictadura de Onganía agoniza, la idea de “La vida de Jacobo Fijman ha sido una constante
una Argentina más próspera es sólo una ilusión y la vio- peregrinación hacia Lo Absoluto. Su original obra lírica
lencia recrudece. Al año siguiente, Fijman es invitado al permanece en armonía con sus ideales espirituales; lo
programa de televisión "La Ciudad Creadora", emitido que pone en duda el grado de su presunta insania”.
por Canal 7. Lo acompaña, entre otros el actor
Para esta breve cronología (de la que se omitieron muchos detalles) se han consultado y utilizado:
Molino Rojo, Jacobo Fijman: Publicado el 1 de septiembre de 1926. Editorial “El Inca”, 94 páginas, edición de
5oo ejemplares. Reúne un total de 41 poemas.
Hecho de Estampas, Jacobo Fijman: Escrito en 1929, durante su estadía en París. Publicado en Buenos Aires en el año
1930. Edición de 500 ejemplares. Reúne 15 poemas.
Estrella de la Mañana, Jacobo Fijman: Publicado a mediados de noviembre de 1931 por la Editorial Número. Edición de
500 ejemplares. Reúne un total de 42 poemas.
Textos diversos de: Centro Jacobo Fijman, Vicente Zito Lema, Jacobo Bajarlía, Revista Talismán, Inmaculada Decepción,
Leonardo Iglesias, Marcelino Alvarado, Crónica Literaria, Carlos Ricardo.
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Molino Rojo:
Sobre este texto V. Z. Lema:
”Es total la entrega al sufrimiento como único camino a la verdad. He leído tantas veces estos poemas... y no he
podido expulsar la sensación de remordimiento que me causan. Alguien está diciendo: soy de los que no vuel-
ven, hermanos míos; la oscuridad ha sido franqueada”. “No se concibe el mundo de Fijman, sin el convocar de
las esencias de lo eterno, sin el castigo, sin la soledad. Pero Fijman siempre ha tenido total conciencia de sus
elecciones, preveía los castigos que su actitud iba a desencadenar en la sociedad”. ”Toda su poesía ha quedado
marcada en su cuerpo”.
MADUREZ
Soles ancianos;
madura el horizonte en los caminos.
Tu piedad es alondra en mis mañanas.
¡Hazme nuevo en los cantos de tu vida!
Mi sueño es un aroma
gris y ya viejo de sí mismo.
¡Ah, cómo son de tristes las madureces!
Mi soledad es pura,
como un desierto
lavado en las estrellas;
alta cual la montaña
en que resbalan mis espantos.
Todas las albas de la eternidad
dejáronme las huellas de sus anunciaciones;
pero mi sueño es gris y viejo.
¡Madura el horizonte en los caminos!
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Estrella de la Mañana:
VI
XII
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Con fragancia de abismo do billar o cubilete en los bares; según confesión pro-
pia, fueron estos algunos de los mejores momentos de
su vida. Si Lorca ganó predilección dentro del círculo
gravita un pétalo de amigos escogidos por Flor, Juan Ramón Jiménez
no corrió la misma suerte. Lo encontraba impenetra-
por Mónika González ble y tales conjeturas acerca del carácter del andaluz
la llevaron a negarse a entregarle sus poemas para la
publicación de la famosa Antología de la poesía cuba-
...” Escribía en una libreta, con notas al margen na en 1936.
que amplían el conocimiento de su personalidad. De Ese mismo año decide casarse con el arquitecto de
los cuatro hermanos fue la única que no tuvo interés origen inglés Felipe Gardyn, unión que no duró casi
en publicar su obra y a menudo repetía: La que vale es nada. Flor pretendía que su esposo permaneciera en
Dulce María, de ella deben hablar.” casa usando una armadura semejante a la que vestía el
Rey Arturo, tamaña bufonería no le hizo gracia al
Así era Flor, del cuarteto formado por los herma- señor Felipe.
nos Loynaz, la de personalidad más impactante. Nació Gracias al empeño de vivificar cada uno de sus idi-
el 11 de Octubre de 1908, en la casa No. 18 de la calle lios logró Flor acaparar la atención de personalidades
San Rafael esquina a Amistad. Fue bautizada con el de talla universal, como el cineasta cubano Tomás
nombre de Flor Crombet debido a la amistad que unía Gutiérrez Alea ( Titón) quien escribió en su libro Los
a su padre, el General Enrique Loynaz del Castillo con filmes
el notable patriota. que no filmé: “Vivía aislada en la casona con más
Marcada desde pequeña por la influencia poética de cuarenta perros. Era una personalidad extraordina-
que ejercía la figura de su hermana, escribe el primer ria. Siento no haber hecho algo con ella en cine, no
poema, Ocaso, a los once años y lo dedica a la madre. haber dejado testimonio de ese personaje tan rico de
Habiendo profanado de esta forma el silencio blanco nuestra realidad. (...) Quizás si hubiera hecho algo con
de las hojas, ya no podría volver atrás; negarse a las Flor hubiera resultado una película más interesante
palabras, al punto que tenía la facilidad de componer que Los sobrevivientes.”
sonetos mientras dormía, luego los copiaba al desper- En el año 1984 Flor es ingresada en el hospital
tarse, a causa de este fenómeno literario Dulce María Hermanos Ameijeiras para ser operada de cáncer en la
comentó en una entrevista: “ Los poemas los sacaba garganta, en ese lugar escribió sus último poemas,
de su cabeza, cual si los temas y las cosas las hubiera enorme valentía que no sirvió de mucho. Un año des-
grabado. Sin embargo en lo que quedó de su obra, pués, el 22 de junio de 1985 desistió de sus delirios;
existe no sólo sensibilidad, sino que brilla un oficio, rodeada de su hermana mayor y unos pocos amigos
una técnica muy suya.” que interpretaron su partida como único gesto de cor-
Ciertamente la poesía de Flor Loynaz se encuentra dura; estos mismo fueron quienes la acompañaron
subrayada desde un inicio por los caprichos de la hasta el cementerio. Nadie despidió el duelo, sólo se
espontaneidad. Versos apuntalados contra temas inve- escuchó la palabra de Dulce María que, cumpliendo su
rosímiles de su vida rescatan del interior de esta forma última voluntad, susurró el final del poema En víspe-
de ser los últimos rezagos de cordura, acomodados ras de una segunda operación.
con sencillez y lirismo.
Acostumbrada a la excentricidad en el año 1934 “ En cuanto a mí, casi no pido
consigue escandalizar a la aristocracia habanera, ami- nada;
gos y familiares al raparse la cabeza y exhibirse por las sólo que pongan en mi mano
calles de la ciudad manejando su Fiat, o bajándose a helada
tomar un ron en El Templete, conversando con quie- el eslabón de una cadena rota”...
nes frecuentaban el bar. Si le preguntaban por su
abundante cabellera, respondía: “El pelo es una cosa
superflua, las personas son bellas o feas, inteligentes o
tontas sin ayuda de los pelos...”
La llegada a la Habana de Federico García Lorca,
suceso antecesor al de su cambio de peinado, contri-
buyó a aumentar la extravagancia de esta mujer, pues
en compañía de su hermano Carlos Manuel y del
poeta, se paseaba desenfadadamente por el bajo
mundo de los muelles habaneros, tomando ron, jugan-
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Soneto al ron
(193_?)
Hasta ahora la Muerte
fue implacable conmigo:
A la “ Bobina”, mi FIAT de 1930 que mucho me ha quitado
¡y además no me quiso!
Muéstrate indiferente o refractaria
al elogio que tienes bien ganado, (1946)
pues que sin duda aquel que te ha elogiado
desconoce tu alma extraordinaria.
A una hoja de papel que me regaló Dulce María
Alma que de manera involuntaria ( Regalo inconcebible en estos tiempos)
a la par que tu hierro se ha forjado;
el alma de un titán encadenado Es una fina hoja de papel
-grande y sumisa- está en su maquinaria. con la que alegre el viento jugaría:
¡ Cuántas cosas en ella contaría
Temo que te rebeles algún día , que al corazón me suben en tropel ¡
cansada de mi frágil tiranía;
en tanto vas veloz cuando yo quiero Mas, seguiré guardándolas en él,
sin que nadie jamás ose alcanzarle en esta delirante algarabía
pues te envidio el corazón de acero. donde el llanto, la risa y la poesía
se mezclan como acíbar, sal y miel.
(1935)
Dejemos esta hoja en su pureza
guardando la palabra inmaculada:
Si quiere, por el viento arrebatada,
(1976)
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Oscar Grillo nació el 28 de agosto de 1943. Originario de Lanús, ingresó en 1950 en la escuela
Panamericana de Buenos Aires. En 1959 publica viñetas de humor en la revista Tía Vicenta. Un año
más tarde comenzó a trabajar como animador asistente en Popeye y en Sir Wellington Bones Show.
Entre 1960 y 1969, al mismo tiempo que se desempeña en animación, trabajó como dibujante de
humor para revistas, como ilustrador de libros, y de pintor.
En 1969 se trasladó a España donde ilustró Esperando a Godot, El Hombre sin atributos, y Los can-
tos de Maldoror. En 1970 vivió en Italia trabajando como ilustrador. Al año siguiente un viaje que
pretendía ser de dos semanas se convirtió en más de treinta años viviendo en Inglaterra. Allí, Oscar
Grillo dirigió, diseñó y animó Seaside Woman, un corto con música de Linda McCartney que le val-
dría el premio Palm d´ Or en el Festival de Cannes de 1980.
En los últimos años, sus ilustraciones, dibujos y películas han dado lugar a grandes exposicio-
nes, desde el Festival de Annecy (“The Boop Sisters”) hasta Roma, pasando por Argentina -en
Rosario en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia y en Buenos Aires con la exposición “Dibujos
irresponsables”-. Además, la estación de metro Humberto Primo, en la ciudad de Buenos Aires,
alberga seis murales pintados por este maestro de la línea.
La lista de trabajos de Grillo es extensa, aquí traemos una charla realizada en la ciudad de
Córdoba (España) -donde expuso en el Festival de Animacor- y algunos dibujos que hemos des-
perdigado a lo largo de este número.
Lo que sigue es una introducción que, como no podía ser de otra forma, es un garabato.
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Sobre Maimónides y la transmigración de las almas o a propósito del disparatado
viaje al Guadalquivir o introducción a una entrevista
.por Núñez, Cámara+ y Coiro
En el Palacio de la Merced
ya no quedaban rastros de
la exposición; el centinela
sólo nos habló de la orogra-
fía de Úbeda, y tampoco
fue preciso en este punto.
Empezamos a caminar por la
ciudad, el calor no nos deja-
ba pensar -lo cierto es que
se trata de una excusa-.
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La suerte ya estaba echada. Habíamos recorrido todos los bares de la ciudad; nuestros hígados quisieron
disuadirnos de continuar con tan etílica búsqueda pero, como suele suceder, a último momento...
M
Ó
N
I
D
E
S
!
Nos indicó el camino hacia el hotel, Grillo estaba aún en Córdoba, pero no por mucho tiempo. Luego pensamos
que también habría sido una buena entrevista.
Llegamos a tiempo. Ahí estaba Oscar con algunos amigos tomando café y dibujando.
-Pero... muchachos, ¿una entrevista? vamos a cagarnos de risa un rato.- mandó con adolescencia.
-¡Camarero! siete carajillos sin hielo- contestamos al unísono.
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vendían medios de comunicación, me consiguieron el
"Palais de Glace", una sala hermosísima, y montamos
allí alrededor de ciento ochenta dibujos míos y tres
salas de proyección. Hacía cuarenta y cinco grados y
Una charla con vinieron como dos mil personas.
CT: Aunque la oficialidad falle la gente sí conoce
Oscar Grillo cómo dibujas.
Oscar Grillo: Sí, eso salió fenómeno, después un
tipo de Rosario me dijo tímidamente: "¿no harías una
expo en Rosario?". La dibuje especialmente para allí,
fue en un centro cultural, una cosa emocionante lo bien
CT: Oscar, te conocí cuando era un niño en el pro- que me trataron, y estaban el negro Fontanarrosa,
grama televisivo Caloi en su tinta, todavía recuerdo a Tabaré, Crist, éramos una barra de amigos y eso me
Caloi dicendo: "Señores, les voy a presentar a un gran- gustó mucho, fue una experiencia hermosa.
de de la animación: Oscar Grillo” y pasaron el corto CT: ¿La experiencia del mural de la nueva estación
Seaside Woman. del subte?
Oscar Grillo: Qué vergüenza. Sí, el negro lo vio y Oscar Grillo: Ahí tenés otra que anduvo bien, yo
me preguntó si lo podía usar. hice el laburo que me pidieron, y Menchi fue el direc-
CT: ¿Cómo ilustradores saben donde esta cada tor de arte, el que movió todos los hilos, es un tipo que
uno? sabe admirar a quien merece ser admirado, como el
Oscar Grillo: No, hay muchísima gente, lo que pasa mural de Nine, ¿vieron ese mural? Menchi dice que es
es que es un placer encontrarte cofradías. Nosotros lo más parecido que ha visto a El jardín de las delicias;
dibujamos como amigos, y nos sentamos a joder y a Nine tiene unas manos privilegiadas.
contar chistes, y eso pasa en todos lados. Con el negro CT: A veces pareciera que se inflama esa cosa de los
Caloi nos reunimos con Tabaré, Rep, Quino, Crist, era- referentes, pero ustedes lo son.
mos como veinte tipos dibujando en el estilo del otro y Oscar Grillo: No, Yo no. Yo he vivido de amores
firmando como el otro, ¡ahí estaba Quino dibujando también, y me encontré con gente, por ejemplo lo
como Milton Cane! Quino, con lo tímido que es. conocí a Divito. Yo tenía 16 años, me hizo pasar, me
CT: Los dibujantes tienen eso de ser algo retraídos. hizo servir un café, miró los dibujos respetuosamente y
Oscar Grillo: Pero siempre pasa así, y lo mismo con me dijo “todavía están muy verdes, no puedo publicar
“Menchi” (Hermenegildo Sábat), que es muy tímido esto, pero si te interesa ver como es la cosa…” Me
también. Yo tambien lo soy. mostró la revista, y me dijo “te va a ir bien, trabajá
CT: Sí, te cuesta la palabra, pero hablando en serio, mucho” Un hombre muy cortés y elegante. Y esto se lo
¿hay algo de retracción en esta profesión? digo a quien me venga a ver a mí, porque tengo que
Oscar Grillo: Si, es verdad, porque todos tenemos respetar a estos chicos, para que pueden darse cuenta
algo de eso, pero la cuestión es que -desgraciadamente de que tienen meritos. No, Divito, era un campeón.
ya lo dijo Perón-, la valentía consiste en superarse a sí También conocí a Mark Davis, uno de los mejores ani-
mismo, en vencerse a sí mismo. En Inglaterra, donde madores de Disney Estábamos en un festival de ani-
las ventajas son enormes en todos los aspectos, cuando mación, el tipo estaba sentadito ahí, solo, y yo me acer-
llegué, en el momento de salir a hacer cosas –y con mi qué y le dije: Disculpe, ¿le puedo dar un beso? El tipo
pobre inglés-, yo me mandaba adelante, porque sino… dijo: ¡Eh!, entonces me senté al lado y no pusimos a
¿qué iba a ser de mí? charlar y descubrimos que estabamos en el mismo
CT: Te venciste a vos mismo entonces… hotel. Al otro día, a las ocho de la mañana, me golpean
Oscar Grillo: En alguna forma sí, pero no en la de la puerta. Era él: “Oscar, ¿vamos a tomar el desayuno?”
Perón porque yo no soy peronista. Es cuestión de Salimos y yo voy para el café del hotel y él: “No, vamos
sobrevivir, de salir a vender tu trabajo, si no lo vendes a un bar”. Cuando llegamos me dijo que le pida un
vos no lo vende nadie. güisqui doble. Así empezamos, a las ocho de la maña-
CT: En cuanto a Argentina… na. A las doce de la noche ninguno de los dos estaba en
Oscar Grillo: Yo en argentina no tengo presencia pedo; la buena compañía tiene eso. La gente que ha
CT: Vos deberías ir allí y dar unas clases. hecho algunas cosas que gustan es importante que reci-
Oscar Grillo: No me niego a hacerlo, pero no me ba a los otros con el respeto que se merecen.
gusta golpear puertas, si alguien viene y me lo ofrece yo También lo conocí a André François. ¿Lo cono-
voy corriendo, incluso si se trabaja gratis, no es ese el cen?. Se murió hace muy poco, lo que le pasó a ese tipo
problema. Yo he tenido aparte dos experiencias bellísi- es que a los ochenta y siete años se le quemó el estudio
mas Primero unos tipos que eran publicitarios, que con todo lo que tenía adentro. Por un momento Milton
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sótano
Glaser –al que también conocí- pidió que todos los que no queda nadie.
tuviéramos laburos se los mandásemos. Eso fue de las CT: ¿Existen “El problema
cosas más tristes, hay un documental con imágenes de unas actitudes
antes y después del incendio. El tipo, con lo que se morales del dibujo son los medios
había quemado empezó a hacer collage, te partía el en tu trabajo?
corazón. Para mí era dios. Era húngaro emigrado a Oscar Grillo: de difusión,
Francia en los años 30. Pintaba como Bonnard, muy Yo no soy moralis-
suelto, muy loco, y como Saúl Steinberg, el maestro de ta, no me interesa
el entusiasmo
la línea.
CT: Y Steinberg con Grillo tienen algo que ver.
para nada la moral.
Pero si creo en un
de la gente joven
Oscar Grillo: No, François es más. Yo adoro
Steinberg, pero es intocable. Es como Piazzola, los que
respeto por el
material con el que
es igual”
lo imitaron se fueron a la mierda. El problema con que- uno trabaja. Yo no
rer imitar a Steinberg es que te volvés loco, no podés. creo que no haya
A mí me gusta mucho George Herriman, es acojo- que mostrarle el pito a los viejos, pero sí cuando uno
nante y además escribe como un hijo de puta. Borges se enfrenta con estas cosas tener esa actitud de respe-
hablaba de él, en los años veinte ya. Argentina fue uno to.
de los pocos países fuera de América donde lo publi- Hay unos límites de información que reciben los
caron, en Crítica, un diario que fundó Natalio Botana, jóvenes que tendrían que estar buscando todas las ave-
que había hecho un diario medio a la moda americana, nidas, y que en muchos momentos, sobre todo en el
de periodismo amarillo y muy combativo, pero medio mundo de la animación se están concentrando en los
gánster también. El diario tenía un suplemento domi- japoneses. Yo les decía a muchos [en Animacor] que
nical como los americanos, en colores, se publicaban representen lo que les pasa al lado. Hay una animación
los grandes ahí. de Joanna Quinn, Britannia, que es de un bulldog que
CT:¿Ves que el mundo va cambiando en el sentido está dominando el mundo y está haciendo cagada tras
de que pierde la calidad? cagada, y en un momento dado se va convirtiendo en
Oscar Grillo: El problema son los medios de difu- un caniche. Entonces todos se cagaban de risa; pero
sión, el entusiasmo de la gente joven es igual, yo me ojo, ella hace eso sobre su país, con cojones criticando
alío con ellos porque creo que ese entusiasmo es con- el colonialismo inglés; ustedes tienen hacer algo sobre
tagioso y yo soy entusiasta de viejo. Para mí eso es el rey visitando Marruecos, acá no hay nadie perfecto.
importante, porque ellos tienen una dificultad, como El problema de los jóvenes es que se están limitando en
ustedes, quizás yo ahora tengo menos, y es que los cinco o seis formas de dibujar que se empiezan a hacer
medios de difusión se han cerrado más. Yo adoro la muy internacionales. Yo no tengo nada con los dibujos
internet pero no podes llevártela a leer al baño. Yo japoneses pero no puede ser lo único.
subía a la terraza en mi casa de Lanús oeste, un barrio No digo que tengas que dibujar tu vida, pero es
pobre, San Juan y Boedo antiguo… bueno, no había importante que tu vida penetre en el trabajo. Yo creo
terraza, era el techo, y me agarraba una pila de que Quino lo sabe hacer. Ahí tenés una anécdota inte-
Paturuzú, Paturusito, lo que fuera, yo leía de todo… y resante que me contó Quino. Para mí un gran héroe –y
me sentaba a leer y eso no es lo mismo que internet. tuve el orgullo de conocer a sus hijos- fue Calé que
Aparte me molesta esos que muestran sus cosas, fana- hacía “Buenos Aires en camiseta”. Dibujaba la ciudad,
tizados, esperando que un productor los encuentre y y la gente, y los muebles comprados a cuotas. Calé le
les diga “vengan para acá” y son realmente malos. Yo dijo una vez a Quino -que era un joven que empezaba
los mando a la concha de la lora. a dibujar en Rico Tipo y era moderno, sintético-: “¿no
CT:¿Qué te parece Disney? te enojás si te digo una cosa? Vos nunca dibujás la vere-
Oscar Grillo: Se dice que Roy Disney tenía la ofici- da de enfrente”. Yo sé que desde ese día Quino no
na debajo de una pirámide. Yo he sabido que la gente dibuja más que la vereda de enfrente, continuamente.
que está debajo de una pirámide desarrolla una gran Quino es un grande, y un gran tipo.
inteligencia, este es un caso donde se da lo contrario. CT: Bueno Oscar, sabemos que te tienes que ir, no
Yo odio Disney, la institución es nauseabunda. te molestamos más. Fue un placer charlar contigo.
Amo las películas de Disney, las viejas. Y además ahí ya Oscar Grillo: El placer fue también mío.
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Ediciones del Tábano
Publicaciones
Dioses Ajenos, Pedro Coiro
Alguien encerrado en su habitación, la habitación encerrada en la ciudad y la ciudad en sus derivas mientras los pája-
ros miran desde los cables la razón desconcertada de los hombres. Cada tanto crece algo del asfalto, cada tanto cae un
dios, pero nadie se detiene ante la flor ni limpia el terror del destronado.
Es bueno visitar esa ciudad, rastrear la habitación, llegar al hombre y comprender, con cierto miedo, que se trataba
de un espejo.
Aquí hay unas páginas que cuentan y no se quedan quietas. No abandone este libro a una estantería, no se puede.
Una tarde estará sangrando, otra lo verá rozando una cola de gato entre las piernas de su esposa o almorzando un sui-
cidio mientras baila en unas manos la distancia del autobús. No se apresure -tampoco-, a proclamarlo superior en le géne-
ro: cuando termine de leer estos cuentos, comprenda que Edgar, Abelardo y James también merecen unas horas. Sin mas
que esta advertencia, lo demás es la ternura y la rabia.
Sería de agradecer que usted se adentrase en este libro con la pasión que requiere todo viaje que merezca ese nom-
bre. Porque hay un trayecto en sus páginas que le exigirá cierta complicidad, cierta alegría traviesa y un tanto diabólica.
Recuerde cuando aún podía sonreír malévolamente, ensoñando con la pedrada que abriría la grieta en el cristal, dejan-
do libre la ventana por la que escapar al mundo. Se dará cuenta, sin remedio, de que todos somos ese niño roto que duer-
me abrazado a un gato, y, si no le puede el hastío y la rutina -las múltiples formas de la muerte con sus innumerables
nombres-, al volver la última página no podrá dejar de añorar, aunque sea por un segundo, a aquel pequeño demonio
que, algún día -cuando todavía una mañana soleada era promesa de erotismo desbocado-, reventó a pedradas certeras
todos los muros.
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Además, allí encontrará información de las distintas actividades del colectivo
(aquellas que podemos difundir).
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