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El Arte y la dimensión poética

del habitar humano


(Fragmento escrito por Ignacio Muñoz Cristi para el texto colectivo del
proyecto Ethical Matrix Of Human Habitat, 2009)

El arte es un dominio cognitivo que surge del placer de la creación a partir de la


experiencia estética, es decir, el arte surge de la mirada y el acto poético,
entendiendo con ello no la escritura de poemas sino la producción o generación
de mundos. La mirada poética es la que capta configuraciones relacionales,
operacionales y estructurales mirando las matrices de la existencia, viendo lo
que aparece como estando allí, invisivilizado quizás por la cotidianidad. Y el
acto poético consiste en tomar las coherencias relacionales, operacionales y
estructurales que distingue el observador en su experiencia y que éste
transporta con su conducta a otro ámbito, generando mundos en esa
interconexión al tomar lo aparente y lo que queda oculto en las apariencias, y
que lo evidente hace invisible, transformándolo de manera que evoque diciendo
sin decir, señalando, inspirando. En otras palabras, consiste en la abstracción
de coherencias experienciales que se traen a mano en un cierto ámbito de
procesos; sociales, culturales, espirituales, etc. y se trasladan a otro ámbito
cualquiera, de modo que lo que antes estaba oculto por lo obvio de la
cotidianidad, ahora aparece revelado y relevado. En este sentido todos los seres
humanos en tanto observadores, seres que habitan inmersos en el lenguaje y el
conversar, poseemos la mirada poética y realizamos actos poéticos, ya que al
igual que la reflexión, la mirada y el acto poético surgen con la existencia
conversacional humana que es traída a mano por el entrelazamiento dinámico
del lenguajear y el emocionear. Todos los seres humanos nacemos con la mirada
poética y entrelazamos distinciones de nuestras experiencias con otras
experiencias generando mundos en el hacer, el distinguir, el sentir. Todos
vivimos mundos que literalmente vamos creando con nuestras extrapolaciones
poéticas cotidianas propias de la multidimencionalidad de nuestro vivir,
creaciones inconscientes y consientes que nos evocan las configuraciones de
sentires relacionales que a su vez nos mueven y conmueven en torno a la matriz
de existencia que queramos conservar. Los infantes van generando desde la
nada los mundos que viven al resultar inmersos en la trama relacional materno-
infantil que los adultos con quienes conviven tejen espontáneamente con su
conversar. Y los adultos nos encontramos permanentemente modulando los
mundos de otros adultos que encontramos en nuestro camino al dar vueltas
juntos, sea para co-inpirar o para malversar. En este sentido hay que recalcar
que la mirada y el acto poético son potencias demoniacas también, es decir no
son intrínsecamente deseables o generadoras de bienestar, depende de la red
cerrada de conversaciones en que se habita la poesía que traeremos
espontáneamente a mano. Así es como ha habido poesía de dominación, de
genocidio y latrocinio así como de espiritualidad, democracia y liberación. Y no
me refiero a poemas que exaltan uno u otro ámbito de procesos sino a la
concretitud de haceres que los realizan y conservan, como por ejemplo todas las
invenciones de la inquisición o todas las invenciones de la cruz roja. El poetizar
es neutro, depende de nosotros el que se lo viva y conviva ya sea para generar
habitares que contribuyan a conservar la convivencia social, o habitares que
contribuyan a destruirla invitando a todo tipo de enajenaciones de negación
entre personas.

Como ya ha sido dicho por Humberto Maturana, la misma ciencia tiene un


aspecto poético, concretamente en los dos primeros puntos del criterio de
validación de las explicaciones científicas, estos son de naturaleza
fundamentalmente poética: 1) la arbitraria elección de un fenómeno a explicar,
y 2) el mecanismo generativo que se propone para explicarlo. Y de hecho si no
fuese por los otros dos puntos que son de tipo ingenieril, no pasarían tales
proposiciones explicativas de lo meramente poético. La naturaleza
poética pues es constitutiva al habitar humano, y esto lo constatamos mirando a
los niños y niñas que, a lo más que hayan sido de algún modo negados con
respecto a ello, siempre tiene una relación con la creación artística desde una
mirada poética unitaria que enlaza la visual y lo sonoro, la plástica, lo
escritural y lo performático, sin establecer divisiones rígidas entre pintar, hacer
música, teatro o literatura. Y subyaciendo a esta dinámica aparece un
fundamento sostenedor del poetizar que es aún más primario que la mirada y el
acto poético, ya que tiene que ver con nuestra constitución biológica en lo
emocional, previo al lenguaje tanto en lo ontogénico como en lo filogénico, nos
referimos al jugar, la espontánea y profunda orientación lúdica de lo humano.
Pero al hablar del jugar y la orientación lúdica no nos referimos al acto de
realizar juegos, sino a la disposición corporal y psíquica de orientarse
exclusivamente a la realización del quehacer que se hace, sea el que sea, y sin
prestar atención al resultado, es decir encontrándose en el placer de realizar lo
que se hace por el mero placer de realizarlo. Orientación desde la cual se puede,
por ejemplo, realizar el propio trabajo. Si uno disfruta su trabajo y a pesar que
sabe que este tiene que tener ciertas consecuencias y resultados pero uno esta
orientado al presente de la realización del mismo cuidando placenteramente de
la composición del mismo en un fluir armónico, se encuentra en la emoción del
jugar. La creación artística es así, alimentada continuamente por el placer del
jugar al vivirse en la espontanea conservación de un flujo estacionario de
sentires que evocan el gusto por poetizar (mirar y hacer). Configuración de
sentires que no tiene por que ser exuberante, bien puede ser sobria y sutil,
dependiendo de la historia convivencial de cada quien. De hecho como sabe
todo artista, y aún toda persona, cuando uno esta frente a una obra artística, de
cualquier género, que le resulta bella, evoca en uno el deseo de poetizar, de crear
algo aunque sea en un cualquier otro dominio ajeno al genero de la obra
experienciada. La distinción del acto creativo inspira en nosotros el deseo de
crear. En este sentido si bien se ha venido rescatando desde hace ya rato1 el
aspecto central del jugar en lo que se da en llamar el desarrollo psíquico de los
niños y niñas, queremos enfatizar aquí que tal mirada teórica enfatiza la
cuestión funcional del jugar, la cual es siempre un comentario a posteriori que
hace el observador y que de hecho puede distorsionar la relación lúdica niño-
adulto si se invita a jugar desde ahí y no desde la conciencia de la naturaleza
espontáneamente jugetona de lo humano. De hecho nos gusta jugar, de una u
otra forma, hasta el día en que nos morimos, jugamos como adultos y como
ancianos, y cuando no hay dimensiones de juego en nuestro vivir este se nos
aparece como duro, pesado y sin sentido. El jugar es un rasgo neoténico del
habitar psíquico humano, un rasgo de conservación de los caracteres de la
infancia.

Acá cabría hablar de otro elemento fundamental más que se entrelazan con todo
lo antes dicho, la experiencia estética. Las experiencias son distinciones que un
observador hace de su vivir como rasgos de su vivir, y ocurren por ello en el fluir
del conversar dentro de una cultura particular, así experiencias diferentes
corresponden a diferentes acontecimientos en el vivir y que vivimos de maneras
particularmente diferentes. Y lo que usualmente se denota en el vivir cotidiano
al referirnos a las experiencias estéticas, es un rasgo de nuestro vivir en una
forma de bien-estar que se origina cuando encontramos que somos coherentes o
resultamos en coherencia con un aspecto particular de nuestro ámbito de
existencia en la matriz que habitamos y que surge con nuestro vivir. En otras
palabras, una experiencia estética ocurre como un comentario reflexivo o
distinción que hacemos sobre nuestro propio vivir al encontrarnos fluyendo en
la armonía de nuestro vivir en la matriz que habitamos, distinción asociada a la
configuración de sentires propia de un sentimiento de plena conectividad en esa
matriz, en un flujo de vivires y convivires sin contradicciones emocionales que
invita a un momento de reposo. El bien-estar natural propio del habitar Homo
Sapiens Amans surge del vivir en la armonía relacional entre el ser vivo y el
medio, y el bien-estar propio de la experiencia estética es parte de este bien-
estar natural. Y como sabemos, el bien-estar natural puede perderse en algunas
de las muchas dimensiones del vivir y convivir humano, ya sea de manera
transitoria o permanente (haciendo con esa permanencia la vida imposible), con
lo cual y mientras esto ocurre la experiencia estética se pierde en esas
dimensiones del habitar en el cual se pierde la armonía del vivir y convivir.
Deseos y emociones incompatibles destruyen la coherencia del flujo del vivir y
convivir, generando con ello la experiencia de fealdad. Anteriormente
1
El profesor Carlos A. Jiménez, un estudioso colombiano del tema lúdico en
aprendizaje así como en terapias alternativas da cuenta de una tendencia a ir más
allá de la mirada funcional, como el dice: “La Lúdica no es un estado, es toda la
existencia humana”. Entres sus múltiples libros destacamos: “La inteligencia
Lúdica”. Cooperativa Editorial Magisterio. Colombia 2005. y “Ludoterapias”
Cooperativa Editorial Magisterio. Colombia. 2007. También destacamos el trabajo
concreto que viene realizando hace 14 años El Movimiento Lúdico, colectivo
artístico jugando a poetizar la vida cotidiana.
mencionamos la naturaleza de la mirada poética, que es la que revela las
coherencias de existencia mediante la facultad de captarlas comprensivamente
aún cuando el observador no puede describirlas. Y el bien-estar natural ocurre
en tanto fluimos viviendo en la mirada poética, y se interfiere cuando en la
coincidencia de emociones incompatibles traemos a mano en nuestro habitar
ámbitos de acciones contradictorios. Al ocurrir esto, nuestro habitar pierde su
coherencia estética y se vuelve fragmentado como un mosaico, y no fluido en la
interconectividad sistémica sistémica propia de una matriz, generando,
realizando y conservando dinámicas de dolor y sufrimiento como dinámicas
recurrentes de perdida de las coherencias estéticas, las cuales son vividas en el
sentir del observador como una perdida del sentido intimo del vivir.

Finalmente podemos ampliar lo dicho considerando la experiencia mística, la


cual también pertenece a la multidimencionalidad experiencial del vivir y
convivir humano desde donde se conserva el bien-estar natural. La experiencia
mística como se dijo antes, es descrita por un observador como la experiencia de
ampliación de la conciencia de pertenencia a la matriz de existencia de la cual se
forma parte, y por ende se dan experiencias místicas en muy distintos ámbitos
que exceden el religioso, tanto en la amistad, en la pareja, con respecto a la
ciudadanía, etc. Y por lo antes dicho respecto a la experiencia estética podemos
ver que esta y la experiencia mística son inextricables, que suceden
entrelazadas, y que solo en el decir del observador se las puede traer a mano
como distintas. La experiencia mística es fundamental en la creación artística de
muchas maneras, de hecho en la historia humana las primeras manifestaciones
de lo que hoy llamaríamos arte surgen unitariamente constituidas con las
manifestaciones místicas y espirituales. El arte, o más bien la poética,
ancestralmente era parte del rito y el mito, y estos a su vez eran parte del vivir
cotidiano, ámbitos en los cuales se cultivaban sensibilidades y aptitudes
concretas para habitar la matriz cultural de cada comunidad. Hoy en día en una
cultura planetaria donde para muchos lo divino no forma ya parte de su vivir y
convivir, el arte a constituido hace más de doscientos años una manera de
conservar el acercamiento a aquellos ámbitos inefables del habitar humano que
tradicionalmente las religiones y los caminos místicos tutelaban, así como el
acercamiento a modos de sensibilizar respecto a la gozosa comprensión de la
multidimencionalidad de la naturaleza humana que el arte sabe inspirar.

Con todo lo dicho aquí queremos invitar a ampliar nuestra conciencia respecto a
la enorme presencia sistémica sistémica que tiene la creación poética en la
constitución de la matriz biológico-cultural del habitar humano, y queremos
invitar a descubrir y constatar cada quien desde si mismo esta naturaleza
poetizante en su propio vivir y convivir, de hecho como una cuestión
fundamental para la realización y conservación del bien-estar propio de una
habitar co-inspiradoramente reflexivo en el respeto mutuo de la convivencia
democrática. Y a la vez invitamos a tomar conciencia desde allí de la centralidad
del cultivo cultural intencional de la praxis poética en la educación de los niños
y en la cotidianidad de los adultos. Así como también a tomar conciencia del
precioso don que los artistas, dedicando su vida a ello, resguardan cual
guardianes para el resto de la humanidad, el imaginario colectivo, el cual
generan, realizan y conservan, no solo inventando sino también memorizando, y
especialmente escuchando y registrando el vivir y convivir del resto de sus
hermanas y hermanos, donde habita la experiencia humana. Aquella y aquel
que quiere vivir el camino del poeta, del artista, es alguien que cultiva un vivir y
convivir que pone al centro enfáticamente el acto y la mirada poética. El camino
de transformación en torno al “saber-como” del arte y ciencia del poetizar por el
mero gusto de curiosear y compartir.

A modo de colofón escuchemos lo que nos está diciendo Humberto Maturana:


“A veces el cambio de mundo que el acto poético evoca consiste en conservar
algo que se había desvanecido en un olvido indeseado. Vivir la vida cotidiana
en la belleza y armonía de un vivir que hace sentido en el medio un mundo que
parece duro, ajeno y feo es un acto poético. Todos somos primariamente
poetas. Como niños creamos nuestro mundo desde la nada. Como adultos
modulamos los mundos de otros. Lo que nos ocurre es que frecuentemente no
sabemos que somos poetas, seres que transforman el mundo con solo pensarlo
y nos olvidamos de la belleza, del amar, del otro que nos acoge, de la otra que
nos ilumina y nos sumergimos en el ocultamiento de la belleza, de la amistad,
del amor creyendo que debemos luchar y no colaborar, competir y no crear
entre todos un mundo deseable como el acto poético más fundamental.
¡Si!, todos somos poetas. Aprovechemos este curioso remanso en el fluir oscuro
del desencanto, de la apatía, del cansancio que esta invitación abre.
¡Si! Todos somos poetas. Hagamos visible la belleza amorosa que nos
constituye como seres humanos”.2

El sueño de los más visionarios poetas fue siempre el de una Era donde todos
serían poetas. Lo que no sabían ellos fue que esa Era siempre se ha conservado
en las profundidades biológico-culturales de nuestro vivir y convivir desde su
origen evolutivamente milenario.

Ignacio Muñoz Cristi


Antropoeta
Instituto Matríztico

2
Tomado del paper: “El acto poético es un acto transformador del mundo” para el festival de
poesía chileno: Poesía a 100 %.

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