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Interferómetro de Fizeau

Interferómetro de Fizeau.

En retrospectiva, viajando históricamente a la época preeisteniana,


observamos que no solo los físicos defensores de la naturaleza
ondulatoria de la luz creía en la existencia del éter cósmico, sino que
también lo creían aquellos pertenecientes a las otras ramas de la
física, dado que el éter explicaba algunas propiedades térmicas, de
manera muy semejante, como en la actualidad, lo hacen los fonones,
según lo exponen los físicos rusos, Isaac Kikoin y Abraham Kikoin, al
indicar que el movimiento molecular térmico está condicionado a la
presencia o ausencia del fonón. De modo que para el cero absoluto
los fonones no están presentes, y que, con el aumento de la
temperatura crece su número, pero no en forma lineal sino que, para
temperaturas bajas, lo hace proporcionalmente al cubo de la
temperatura.

Los textos de estudio de esa época decían al respecto: «Según


modernas teorías, los cuerpos están formados por dos materias: una,
que podemos ver, tocar o pesar y que se llama ponderable, y otra
que, por ser tan sutil, no puede ser apreciada por nuestros sentidos y
que recibe el nombre de éter. El éter, es pues un fluido invisible e
impalpable que está en todas partes; incluso en el interior de los
cuerpos. El calor en nuestro cuerpo es debido a vibraciones del éter,
que tienen como causa una reacción química: la combustión que se
produce en nuestro interior al ponerse en contacto el oxígeno del aire
que respiramos con las sustancias carbónicas de nuestro
organismo.».
En efecto, cuando la física todavía no había pasado el umbral de la
Teoría de la Relatividad, ni menos aún, el correspondiente a la
Mecánica cuántica, se podía leer en la Enciclopedia Británica, un
artículo de Maxwell, respecto de la existencia del éter que decía así:

«No puede haber duda de que los espacios interplanetarios e


interestelares están ocupados por una sustancia o cuerpo material,
que es ciertamente el mayor, de todos los cuerpos que tengamos
noticia.»

Sustancia propuesta por Maxwell, que hoy, en muy infima parte


podría ser semejante a la materia oscura, dado que se trata de una
"materia hipotética" de composición desconocida, que no emite o
refleja suficiente radiación electromagnética para ser observada
directamente con los medios técnicos actuales pero cuya existencia
puede "inferirse" a partir de los efectos gravitacionales que causa en
la materia visible. La "materia oscura" constituye la gran mayoría de
la masa existente en el Universo observable.

El éter, también constituía el medio a través del cual se propagaban


las ondas luminosas en el espacio. Postulado al cual, el físico francés
Jean B. Foucault se adhería, dado que él en el año 1850 demostró
que la velocidad de propagación de la luz era menor en un medio más
denso, de donde dedujo que la luz no podría ser corpuscular como –
anteriormente - lo había propuesto Newton, sino que, a su enterder
sugirió que la naturaleza de la luz debía ser necesariamente de
carácter ondulatorio.

William Pepperell Montague, nos relata que el espacio preinsteniano


era estático e infinito en todas direcciones, pero su asombrosa
grandeza quedaba compensada por su simplicidad. Además, estaba
lleno de una sustancia inmóvil, invisible y continua, llamado éter, que
conducía las ondas luminosas de estrella a estrella y de átomo a
átomo, y a través de este pacífico océano nadaban todos los cuerpos
como peces. Se suponía que con experimentos adecuados se podría
descubrir la dirección y la velocidad con que se movía nuestro planeta
y todo el sistema solar respecto al éter inmóvil. Naturalmente, en ese
espacio euclídeo no sólo había materia y energía, sino también el
tiempo infinito, que era independiente del espacio y de la naturaleza
aun más simple. De hecho, este tiempo antiguo era tan simple y
evidente que no hacía falta hablar de él. Cuando dos cuerpos se
atraían mutuamente hasta chocar, se alejaban por rebote, pero no
tan aprisa como se habían reunido. Alguna parte de su movimiento o
energía pasaba primero a las partículas que los componían y después
al éter que los rodeaba, donde se disipaba en forma de onda de luz o
de calor radiante. El resultado final era el que podía esperarse: el
desenlace de un relato en el cual toda la materia se habría de
concentrar en un montón inerte y la energía degradada en forma de
radiación se extendería para siempre a través del mar sin orillas del
éter vacio. Parecía que el viejo mundo corría hacia su terminación.

Visiones contrarias
La comunidad científica de aquella época estaba dividía en dos
cofradías: una seguidora de la hipótesis de que el éter era arrastrado
por la atmosfera de la Tierra, y la otra seguidora de la hipótesis de
que el éter permanecía inmóvil en el espacio. (Monitor página 5164).

Si eventualmente era correcta la estructura teórica de la segunda


hipótesis, entonces era de suponer que todo el espacio estaba lleno
de «éter cósmico inmóvil», dentro del cual, y respecto al cual, todos
los cuerpos se movían. Aceptada esta suposición se infirió «que la
velocidad de la luz debía ser distinta según se moviese hacia la
fuente de su origen o en sentido opuesto» (Monitor página 2462).

En el año 1851, Fizeau presentó su interferómetro a la comunidad


científica, el que permitía experimentar – a través de una analogía –
con las dos alternativas propuestas por los físicos de aquella época,
esto es, visualizar la situación en presencia de un sucedáneo del “éter
cósmico inmóvil”, a través del cual se desplazaba la Tierra, y también
con un reemplazo del “éter cósmico móvil”, que era arrastrado por la
atmosfera terrestre.

Fizeau, concluyó que para el observador situado en el sistema de


referencia (la Tierra), la situación se invertía dada la perspectiva del
observador, ya que para éste el “éter cósmico móvil”, al desplazarse a
la misma velocidad que el observador, éste lo visualizaría como un
«éter atmosferico inmóvil», y al cosmico inmóvil lo vería como «éter
atmosferico móvil». Fue en tales condiciones que en su
interferómetro Fizeau reemplazó «al éter cósmico inmóvil» por agua
en circulación, y al «éter cósmico móvil» por agua en reposo.

Fizeau consideró que:

= Es la fuente que suministra la luz.

= Son semiespejos.
= Son dos partes idénticas de un tubos de cristal
transparente conteniendo agua, la que puede estar en
movimiento o en reposo.

= Es la velocidad del agua Δ , al interior del tubo.

= Es la velocidad de la luz en el agua.

En el experimento de Fizeau, el rayo de luz inicia su camino


partiendo desde la fuente luminosa , en dirección al primer
semiespejo el cual se encarga, no solo de dividir el rayo en dos
porciones y , sino que, a la vez se encarga de enviarlos en ángulo
recto, uno con respecto del otro.

La porción del rayo de luz subdividido viaja a través del tubo con
destino al semiespejo para luego seguir su trayectoria a través del
el aire con destino al semiespejo .

La otra porción del rayo en cuestión, lo hace por el aire con destino
al semiespejo , para luego hacerlo a través del tubo con
destino el semiespejo .

A partir del semiespejo , las porciones y , viajaran en paralelo


y con destino al observador.

Cada porción del rayo de luz subdividido, recorre idéntica distancia, y


en su trayectoria atraviesa la misma porción de aire, cristal y agua.
En efecto, aun cuando el agua esté en reposo o en movimiento,
ambas porciones de rayos recorren la misma distancia.

Cuando - dentro de los tubos - el agua se encuentra en reposo con


respecto al marco de referencia del observador, las dos porciones del
rayo de luz subdividido y llegan simultáneamente y en fase hasta
el observador y , dado que con el agua en reposo
su velocidad , con respecto al marco de referencia del
observador.

Sin embargo, cuando se hace circular agua al interior de ambos tubos


las porción de rayos llegan desfasadas al observador, dado que la
velocidad de la porción del rayo de luz se frena y la
porción se acelera , cumpliéndose así el «Principio de
Adición de velocidades de Galileo», ya que en este caso se adiciona
de manera algebraica la velocidad de la luz con la del agua , dado
que según el citado principio de Galileo, la velocidad de un objeto se
mide en relación a un sistema de referencia dado.

En el interferómetro de FIZEAU, se observaron dos efectos:

• El primero, con el agua en reposo, no se observaron franjas de


interferencias, considerando que en este caso, el agua, el
interferómetro, el observador, etc., se encuentran dentro del
mismo sistema de referencia.

En efecto, para este caso no hay desplazamiento de las franjas


de interferencias obteniéndose un resultado semejante al que
entregó el interferómetro de Michelson y Morley, dado que
vectorialmente hablando no existe nada que adicionar a la
velocidad de la luz.
Pero ello no es nuevo. Fue Galileo que en el “Dialogo dei
Massimi Sistemi”, expuso lo que hoy se conoce como
“PRINCIPIO DE RELATIVIDAD DE GALILEO”: «Encerraos con
algún amigo en la mayor habitación que haya bajo cubierta en
algún gran navío y procurad tener allí moscas, mariposas y
algunos animales voladores de ese tipo; disponed también de
un gran recipiente con agua y con pequeños peces dentro del
mismo… y, mientras la nave se encuentra parada, observad
cuidadosamente cómo aquellos animalitos que vuelan con igual
velocidad se dirigen hacia las distintas partes de la habitación;
se podrá apreciar que los peces nadan indiferentemente en
todos los sentidos… Una vez observadas cuidadosamente todas
estas cosas, aun que no exista duda alguna de que mientras la
nave está quieta debe suceder así, haced mover el navío con la
velocidad que se quiera y (siempre que el movimiento sea
uniforme y no fluctúe de un lado a otro) no reconoceréis el
mínimo cambio en todos aquellos efectos mencionados, ni por
ninguno de ellos podréis saber si la nave camina o está
parada. »
En abstracto se puede afirmar que en todos los sistemas de
referencia con movimiento relativo uniforme entre sí a una
velocidad cualquiera, las leyes de la mecánica tienen
exactamente la misma forma, o, más aún, que es imposible
observar el movimiento relativo uniforme de un sistema con
respecto a otro ubicado en el mismo sistema de referencia.
Según Resnick (página 24) «Por lo general, ningún
experimento efectuado totalmente dentro de un sistema
inercial, puede indicarle al observador cuál es el
movimiento de dicho sistema con respecto a cualquier
otro sistema inercial»
En efecto, cualquier experimento será totalmente inútil si no se
tiene en consideración la advertencia entregada por Fizeau,
como lo explica claramente el matemático cubano Aurelio
Baldor:
«Si a la vez, el minuendo y el sustraendo aumenta un mismo
número, EL RESULTADO NO VARÍA”.»

ΔN =

• El segundo, con agua en movimiento, se observan franjas de


interferencia dado que el sistema de referencia del agua es
diferente al del observador, lo que era más o menos coincidente
en un gran grado de precisión con la teoría de un éter, en
donde el agua hacía las veces de aquel éter.

Para este segundo caso hay desplazamiento de las franjas de


interferencias, representativo del desplazamiento del agua.

Interferómetro de Michelson y Morley


En el caso del interferómetro de Michelson y Morley del año 1881,
adentro de los tubos, en vez de agua utilizó aire, pero un aire que
siempre estuvo en reposo respecto del observador y del
interferómetro, y como es sabido que la luz se propaga por el aire,
entonces con éter o sin éter jamás se podrían detectar franjas de
interferencias dado que «Por lo general, ningún experimento
efectuado totalmente dentro de un sistema inercial, puede
indicarle al observador cuál es el movimiento de dicho sistema
con respecto a cualquier otro sistema inercial». en tales
condiciones sus detractores sostienen que por causa del aire en
reposo presente en el instrumento, la velocidad y el tiempo
empleado por ambos haces de luz en recorrer ambos brazos del
interferómetro, siempre será el mismo, aún cuando uno de las
porciones del rayo de luz subdividido se desplace - ida y vuelta - con
un ángulo igual de 90º, y el otro, en la ida viaje con un ángulo de 0º
y luego vuelva con un ángulo de 180º), considerando - según
aquellos opositores a la interpretación de los resultados provenientes
de La analogía usada por Michelson y Morley (se refiere a dos barcos,
un río y un observador)- se debiera aplicar la siguiente fórmula
matemática, porque ella reflejaría con mayor precisión la realidad:

Tanto para t' como para t =

• Entonces, para dichos detractores, las franjas de interferencia


estaría dado por la siguiente fórmula:

ΔN =

Y agregan, que es totalmente incorrecta la interpretación asignada


al resultado que entregó el experimento realizado por Michelson y
Morley, al sostenerse en un postulado equivocado y en un
interferómetro que jamás podría demostrar lo que aquellos buscaban,
salvo, demostrar lo obvio, esto es que En
efecto, si el aire atmosférico es el medio en el cual se desplaza la luz,
entonces cualquiera que sea la dirección en que se envíe el rayo de
luz y luego vuelva, la velocidad de la luz en el aire siempre será la
misma para el observador terrestre, y así lo demostraros los
interferómetros. Ello precisamente porque el medio, el instrumento y
el observador se encontraban situado en el mismo sistema de
referencia: ¡nuestro planeta Tierra!

Por lo tanto, si los haces de luz viajaron por el aire, resulta incorrecto
utilizar la velocidad de la luz en el vacío c, ya que, en tal caso se
debe usar la velocidad de la luz en el aire v. En donde, para el
observador terrestre:

1. = velocidad de la luz en el aire.

1. = velocidad del planeta Tierra.


1. = velocidad del instrumento.

En tales condiciones, la velocidad de la luz, en el medio “aire”,


siempre será la misma, cualquiera que sea la dirección y sentido en el
que, los haces de luz, se desplacen en cada brazo del interferómetro,
lo que impide detectar la supuesta “variación de velocidad” que
Michelson y Morley equivocadamente supusieron podrían medir con
su instrumento. En dicho experimento, la luz, viajó por el aíre
adosado a la Tierra, y no por el Éter, que a aquellos investigadores
les permitiría visualizar la adición de velocidades, o la diferencia de
velocidad que la luz tendría en cada brazo del interferómetro.

En consecuencia: ¿Se cumple o no lo predicho por Galileo en el


“PRINCIPIO DE RELATIVIDAD DE GALILEO”; en las “LEYES DE
TRANSFORMACIÓN DE GALILEO”, y en el “Principio de Adición de
velocidades de Galileo” ?

Según PEPPERELL, la ingeniosa hipótesis de Lorentz y Fitzgerald, peca


de cierta desventaja metodológica, pues supone una acción del éter
sobre la materia, contracción que es invocada ad hoc para justificar
su propia dificultad de encontrar la respuesta correcta a los
resultados negativos del experimento de Michelson y Morley. A pesar
de lo muy atractiva que es tal hipótesis, no creemos que sea
verdadera. En un mundo lorentziano, en el que el movimiento sería
absoluto, el mismo éter que acorta los espacios de los cuerpos que se
mueven, solamente en la dirección unidimensional del movimiento.

En general la velocidad de las ondas que atraviesan cualquier medio


dependen totalmente de la estructura del medio, de su densidad y de
su elasticidad, y no de la velocidad del cuerpo que las envía; por
tanto, si las ondas luminosas de mueven a través del aire atmosférico
terrestre, debemos esperar que las ondas de luz se comporten como
las otras ondas. Entonces, las ondas luminosas que viajaban por
ambos brazos del interferómetro de Michelson y Morley, al haberse
desplazado por el aire atmosférico (arrastrado por el planeta), no lo
hicieron ni por el éter inmóvil ni por el móvil, lo que explicaría los
resultados negativos del experimento realizado por Michelson y
Morley. Aquega Montague, por tal motivo son exactamente lo que
eran de esperar; no hay en ellos misterio alguno, ni hay necesidad de
sujetar nuestra mecánica newtoniana tradicional a la reforma
lorentziana ni a la revolución einsteniana.

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