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IO

HIPERIN

duda, uno de los casos ms claros de entrega de. un-ser a esas fuerzas ocultas cuyos productos solemos denominar arte. Como Van Gogh, como Artaud, como tantos alucinados a los que una tensin infinita ha llevado a la locura. Tambin Heidegger da una opinin en parte similar cuando afirma: Holderlin no se ha escogido porque su obra, como una entre otras, realice la esencia general de la poesa, sino nicamente porque est cargada con la determinacin potica de poetizar la propia esencia de la poesa. Holderlin es para nosotros en sentido extraordinario el poeta del poeta. Por eso est en el punto decisivo. Sin embargo, al insistir en esa absoluta pureza de la poesa de la poesa y del poeta del poeta, Heidegger caracteriza a Holderlin de una manera con la que el propio Holderlin, muy probablemente, no hubiera estado de acuerdo. No en balde nos advirti en Hiperin que de la pura inteligencia no brot nunca nada inteligible, ni nada razonable de la razn pura, y tambin que de la nada, por sublime que sea, nunca ha nacido nada. Probablemente hubiera estado de acuerdo en aadir que de la poesa pura no brot nunca nada potico, que ser el poeta del poeta es menos definitivo que ser, lisa y llanamente, el poeta. Porque el poeta es, ante todo, un hombre que poetiza^no la cosa poetizndose en su poeticidad, por parodiar la jerga heideggeriana, y el barro y la miseria que arrastra su poesa, su apetencia de felicidad y sus sueos utpicos, son los que suministran su materia al hecho potico, la lea con que encender su fuego. Poco hubiera quedado d la poesa de Holderlin a no ser por esa carga y esa tensin que encierra, las de un ser perpetuamente insatisfecho, siempre a la bsqueda de algo que podramos denominar excelsitud.

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