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La Viveza Criolla en el Perú

por Lynn Mora | 06 octubre 2009

El Perú, como nación, está caracterizado


por premiar la viveza. Desde la entrada a
los conciertos, estadios, eventos –
abarrotando las entradas en la lucha del
más fuerte- hasta las coimas y sobornos
casi irrisorios a jueces, abogados y policías.
Este comportamiento, generado más
probablemente por la “crisis económica” y
por una “falta de identidad nacional” como
menciona Gisèle Velarde La Rosa en su
artículo referente a “Pepe el vivo”, muestra
el “fracaso del hombre, que no ha sabido o
no ha querido encontrar una manera de
entenderse con el Otro” (Kapuscinski, Ryszard, Reportero del Siglo, p.16 - 2007, FNPI).

Este comportamiento tan característico del ciudadano peruano, tomado como


estereotipo de esta desviación de la correcta intersubjetividad, se arraiga y se
aprende de manera implícita y explícita a lo largo de nuestra vida como una
forma de supervivencia y de obtención de mejores beneficios. Cualquier
corriente contraria –que vaya más de la mano con una correcta aproximación
a la igualdad –es tomada como una alienación de la cultura de la “viveza”
significando para su autor la burla, el rechazo o hasta el aislamiento social por
parte de los demás; es un mal sistémico, en crecimiento y aparentemente sin
solución. Son demasiadas manzanas podridas que retirar.

Parece extraño observar en un vehículo de transporte público el respeto por el


‘asiento reservado’ y al mismo tiempo el maltrato a escolares; estos casos nos
muestran, irónicamente, la solución. Las personas tienden a tener mayor
respeto por aquellas acciones, normas, y hechos con los que ellos se sientan
identificados –colocándose el sombrero del Otro– de manera que por ejemplo
se sensibilizan al velar porque un anciano o mujer gestante tenga preferencia
(porque podría tratarse de su padre o esposa, hermana, etc.) para sentarse.
Entonces sí estamos en una sociedad donde “de un modo u otro, es preciso
proteger a la minoría” (Wolff, Jonathan, Filosofía Política, p.3 – 2001, Ariel), por no
decir, al más débil.

Para concluir, la viveza criolla es una forma sistémica de supervivencia (del


más fuerte) que se aprende culturalmente y que va en contra de la búsqueda
por entender al Otro. Es una “norma popular” aprobada por la mayoría, que
crece casi desmesuradamente, pero que puede ser aliviada colocándose el
sombrero del Otro.

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