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F. HOLDERLIN

A menudo alcanzo esa cumbre, Belarmino. Pero un momento de reflexin basta para despearme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condicin mortal, y el asilo de mi corazn, el mundo eternamente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como un extrao, y no la comprendo. Ojal no hubiera ido nunca a vuestras escuelas! La ciencia, a la que persegu a travs de las sombras, de la que esperaba, con la insensatez de la juventud, la confirmacin de mis alegras ms puras, es la que me ha estropeado todo. En vuestras escuelas es donde me volv tan razonable, donde aprend a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido as expulsado del jardn de la naturaleza, donde creca y floreca, y me agosto al sol del medioda. Oh, s! El hombre es un dios cuando suea y un mendigo cuando reflexiona, y cuando el entusiasmo desaparece, ah se queda, como un hijo prdigo a quien el padre ech de casa, contemplando los miserables cntimos con que la compasin alivi su camino.

HIPERIN A BELARMINO Te agradezco qe me hayas pedido que te hable de m, porque as traes a mi memoria el tiempo pasado. Esto fue tambin lo que me hizo volver a Grecia: que quera vivir ms cerca del escenario de mis juegos de infancia.

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