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La ignorancia sobre este material entre los cuidados es, sin embargo, grande porque,
como explica el presidente de la Asociación Española de Afectados por Mercurio da
Amalgamas Dentales y Otras Situaciones, Servando Pérez, “no se advierte de los
riesgos ni se nombran las alternativas para que la gente pueda optar por una u otra
cosa”.
Aunque se sabe desde hace tiempo que el mercurio elemental y sus compuestos son
neurotóxicos fuertes, resulta difícil probar que las molestias y enfermedades sufridas
por portadores de amalgama –como dolor de cabeza, falta de concentración, daños
renales, taquicardia, depresiones y temblores- provengan realmente de una intoxicación
con este metal pesado. Incluso hay quien atribuye la enfermedad de Alzheimer al uso de
los empastes grises.
Los defensores de este material replican que faltan pruebas contundentes sobre su
nocividad y señalan que se trata de un cuadro clínico difuso.
Así lo reconoce el Comité Científico sobre los Riesgos de Salud Emergentes y Recién
Identificados – SCENIHR, en sus siglas en inglés- en su informe actual para la
Comisión Europea. En él reconoce el peligro que supone el mercurio para salud y medio
ambiente, pero resta importancia al asunto de la amalgama dental y sólo se mencionan
“algunos efectos adversos locales que se han visto ocasionalmente”.
En el año 1996 concluyó con un acuerdo una demanda judicial interpuesta por 1500
ciudadanos alemanes contra el entonces mayor productor de amalgama, Degusta. La
multinacional pagó 1200 millones de euros para una investigación que llevaba el
nombre GAT y que, a pesar de proporcionar unos resultados poco claros, llevó a la
prensa alemana a celebrarlo como si éste supusiera el cese de la alarma. Sin embargo, el
antiguo fiscal, Erich Schöndorf, afirma que el estudio “lleva la firma de defensores
radicales de la amalgama dental” como Thomas Zilker o Stefan Halbach.
Por caída. Lo mismo ocurre cuando se extraen los empastes. “Al caer, el mercurio se
metaboliza en microorganismos y, finalmente, se convierte en metilmercurio, la forma
más peligrosas de mercurio, ya que es absorbible por animales y humanos”, añade
Baselga. Aunque son, sobre todo, las personas que viven en los países nórdicos y en los
polos, como los inuit, los que acumulan mayores concentraciones.