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Cuando Carmen abrió la puerta, Santiago no pudo ir a su encuentro; era una

situación difícil y en su fibra más íntima no dejaba de sentir dolor, porque no


podía comprender aún lo que su esposa había hecho, a sabiendas de que él estaba
encontra.

Fue en el campo, mientras pasaban sus vacaciones, que Carmen le dijo por primera
vez aquello de ser padres. Se sentía amada y la situación económica de ambos no
podía ser mejor.
Si bien Santiago soñaba también con llegar a tener un heredero (porque estaba
convencido que el primer hijop sería varón); se había acostumbrado a la idea de
tener ese espacio para ellos, de planificar vacaciones y programas que disfrutaban
sin mayores problemas y el tener un hijo, pensaba él, los iría privando de ese
espacio tan íntimo.

Carmen se había cuidado tres años, mientras ella y Santiago terminaban sus
doctorados y lograban conseguir una planta de trabajo fija y segura. Ambos eran
ingenieros comerciales, pero ella se había decidido por adentrarse en la economía
pura y Santiago tenía el bichito social, aquél que mezclaba los números con las
relaciones humanas. Así fue Carmen entró a trabajar al Instituto Nacional de
Estadísticas y su compañero, a una importante firma telefónica.

Ambos contaban con un carácter apasionado que involucraban en la mayoría de sus


actividades, como también en aquellos momentos de intimidad. Carmen era dulce,
sensual y erótica; Santiago era un seductor, que gustaba de las caricias y besos
largos y que no escatimaba en esfuerzos para amar a su mujer con todo el cuerpo y
el alma. Ambos estaban enamorados y eso lodejaban traslucir en sus palabras y
gestos.

- Creo que es la hora de que nuestra familia se prepare para recibir a otro
integrante – dije ella a su marido, luego de un almuerzo dominical.

Santiago la miró sorprendido. Entonces le dijo:

- Amor, crees que es el momento oportuno?. Acabamos de conseguir buenos empleos y


aún tenemos que afinzar nuestra relación de pareja, porque recuerda que dedicamos
mucho tiempo a las cuestiones profesionales. No quiero que alguna vez uno de los
dos le reproche al otro no haberle dedicado el tiempo suficiente. Un hijo
significa bastante dedicación.

- Yo deseo tener un hijo contigo y creo que nada impide que nosotros preservemos
nuestro metro cuadrado. Es una cuestión de saber ubicar las cosas. Es como con el
resto de la familia.

Santiago no estaba muy convencido.

- Carmen, no es lo mismo. No compares a tus padres y hermanos con tu hijo. Las


obligaciones son diferentes y, sé de algunos casos de colegas que han tenido
problemas con sus parejas justamente, porque los hijos han absorbido todos los
espacios.

- Cielo, pero tú y yo no somos como tus colegas. Creo que no se debe comparar.
Cada realidad es diferente y créeme que para mí nuestro metro cuadrado es tan
importante como lo puede ser para ti. No voy a elegir entre tú y ynuestros hijos.
Cada uno debe tener su propio rol. A lo mejor es una nena y serás tú el que no me
dé ni la hora.- Carmen sonreía.

- Esta bien. Quizás tienes razón y mis temores son infundados, pero una cosa es
segura: no será nena, sino un varoncito igual al papá.
Aquella noche hicieron el amor con más entrega que nunca. Carmen iría al otro día
hasta donde su ginecólogo para conversarle el asunto y pedirle algún consejo útil.

La idea de ser padre fue abarrotando cada célula de Santiago. Se imaginaba


cuidando a Carmen, ayudándola con los quehaceres y cuidando al bebé, que se
llamaría Diego, en homenaje a su hermano mayor que había fallecido a corta edad
como consecuencia de un
accidente. Carmen se paseaba los fines de semana por el hipermercado, cercano a la
casa, para mirar la ropa de los bebés. Cada cual vivía su propia ilusión y es los
hacía sentirse también más unidos.

Comenzó a pasar el tiempo y Carmen se volvió una mujer intranquila, excitada, que
hacía el amor con Santiago hasta quedar ambos exhaustos. Santiago era un tipo
fornido, atlético y sexualmente dotado, por lo que no tenía problemas en responder
a los requerimientos de su mujer. El problema que se estaba engendrando en él no
era físico, sino emocional. Se daba cuenta que lo que estaba pasando podía llegar
a ser peligroso en la medida que no se tuviera control. Veía a Carmen demasiado
ansiosa y percibía en ella un grado de descuido en varias cosas, menos en lo
sexual, que era donde había concentrado su atención.

Cuando se acercaba la fecha de la menstruación, ella se sentaba sobre el césped


del antejardín de la casa y trataba de relajarse y pensar en positvo, porque eso
le había dicho el doctor Wagner, su ginecólogo, que ella tenía que hacer para que
el cuerpo y la mente se dispusieran debidamente. Sin embargo cada vez sufría al
notar que no estaba embarazda y que su regla le llegaba con normalidad.

Una tarde decidió hablar con Santiago.

- Creo que tenemos que hacernos un exámen, de modo que sepamos si estamos
capacitados para engendrar.- Su voz sonó como un campanazo hueco en los oídos de
Santiago que la miraba con perplejidad.

- Qué dices?. Te das cuenta de lo que dices?. Carmen reflexiona por favor!. No
creo que de tantas personas que no están posibilitadas para engendrar hijos, tú y
yo, seamos casualmente de ese grupo. Yo nunca tuve paperas, porlo que no creo que
tenga ningún tipo de anomalía.

Carmen escuchaba con lágrimas cubriéndole el rostro. Estaba deshecha, luchando por
no perder la poca esperanza que le quedaba.

- Como quieras, aunque tú no estés de acuerdo, yo seguiré adelante. No puedo vivir


con esa duda.

Fue así como Carmen se dirigió al hospital, un día miércoles por la mañana y sin
haberse despedido de Santiago, que se quedó esperándola sentado al lado de la
puerta de calle.

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