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(1556-1598)
FELIPE II fue un rey sedentario (desde 1559 nunca abandonó la Península) – Reales Sitios.
Carlos V repartió su herencia para evitar a su hijo Felipe los conflictos en Alemania.
A Fernando le dejo Austria y los derechos de la corona imperial y a Felipe el resto
del Imperio compuesto por territorios mediterráneos (España, norte de África e
Italia) y atlánticos (América), con tres bases estratégicas en Centroeuropa: Países
Bajos, Franco Condado y Milanesado. Desde entonces la dinastía de los Habsburgo
tuvo dos centros de poder: Madrid y Viena.
Además de los problemas internos (muerte del príncipe Carlos, rebelión de las
Alpujarras y traición de Antonio Pérez), la política exterior de Felipe II se
orientó hacia dos grandes enemigos de la fé católica. En el Mediterráneo la armada
de la Santa Liga, encabezada por don Juan de Austria, venció a los turcos en
Lepanto. En los Países Bajos los rebeldes calvinistas, apoyados por Inglaterra,
lograron crear en Holanda un estado independiente. Al sur, en Flandes, territorio
católico pro español, se constituirá un gobierno separado de Castilla, y dirigido por
el archiduque Alberto e Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II. El intento español de
conquista de Gran Bretaña se culminó con la derrota naval de la Armada
Invencible, en 1588.
Por otra parte, en Portugal, la muerte del rey de Portugal Sebastián, sobrino de
Felipe, sin herederos, convirtió al rey español en pretendiente al trono luso. En
1580, las Cortes de Thomar, reconocieron a Felipe II como rey de Portugal. La
unidad fue únicamente personal, las instituciones se mantuvieron separadas y
Felipe II respetó durante todo su reinado la autonomía portuguesa. La unión de
ambos reinos supuso no sólo la unidad peninsular, sino también la de todos sus
dominios imperiales; americanos, africanos y asiáticos. Se configuró el Imperio más
grande de toda la historia.