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LA POSICIÓN DE UN ADVERBIO

EN LA POSESIÓN DE OBAMA
La LETRA (las palabras, la sintaxis) y el ESPÍRITU (el significado, la
semántica) del lenguaje están inextricablemente ligados; sin duda lo
más importante es el significado, el sentido y el propósito de lo que
decimos. Sin embargo, ¿qué tanto afecta la posición de un adverbio en
una oración?

Mucho, desde luego (una cosa es decir “el médico rápidamente atendió
a la paciente” y otra “…atendió rápidamente…”), y demasiado en la
posesión del presidente Obama: cuando debía recitar un texto
constitucional pronunció el adverbio “fielmente” en un lugar de la
oración diferente al señalado en la Constitución: “yo cumpliré las
funciones… fielmente, dijo”, en lugar de “yo fielmente cumpliré las
funciones… y por ello el juez Roberts –el despistado y despistador- lo
invitó a repetir la fórmula el día siguiente. ¿Acaso eran palabras mágicas
o conjuros capaces de convertir a un ciudadano corriente en Presidente?
Suponemos que no; además, Obama ya era Presidente desde ese medio
día (enmienda 20ª) y el juramento no es un ACTO PERLOCUCIONARIO (el
que al pronunciarse en circunstancias apropiadas realiza el mismo acto
que informa o describe, como: yo te bautizo, los declaro marido y mujer,
te nombro en el cargo de, condeno a este violador a escasos 100
años…).
En este caso no se alteró el espíritu o intención, sino el énfasis. Y como
estamos en la bienvenida onda bilingüe promovida por el alcalde,
veamos en detalle el asunto.
El adverbio del problema pudo ocupar uno de tres lugares en la oración:
a) …that I will faithfully execute…(como está en la Constitución).
b) …that I will execute faithfully…(Como Roberts trató de corregir).
c) …that I will execute the office of President… faithfully (como
finalmente la pronunció Obama).
En (a) se enfatiza el compromiso de la fidelidad en la persona (I will…);
en (b) en el verbo execute, y en (c) en el complemento; pero el sentido,
creo, no cambia, porque al colocarla al final también comprende todo el
texto del juramento.

Así que el re-juramento fue redundante, pero necesario quizás para


salirle adelante a quienes viven obsesionados por las trabas en las
minucias y las apariencias. ¿Qué tal si Uribe se hubiera equivocado de
modo semejante? Todavía tendríamos a los dos Gaviria (¿o Gavirias, don
Efraim?) cuestionando la legitimidad de su mandato.
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