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ZEITGEIST

"En el Espíritu del tiempo [Zeitgeist] de cada época hay un afilado viento del

este que sopla a través de todas las cosas. Yo puedo encontrar huellas de ello

en todo lo que se ha hecho, pensado y escrito, en la música y en la pintura, en

el florecimiento de este o aquel arte: deja su marca sobre todas las cosas y

sobre cada uno" (Arthur Schopenhauer).

Zeitgeist es una expresión alemana que significa “el espíritu (Geist) del tiempo
(Zeit)” y que denota el clima intelectual y cultural de una era. El término refiere a
los caracteres distintivos de las personas, que se extienden por una o más
generaciones a pesar de las diferencias de edad y el entorno socioeconómico,
manteniendo una visión global que prevalece para ese particular período. En el
pensamiento hegeliano, Zeitgeist es la experiencia de un clima cultural dominante
que define una era en la progresión dialéctica de una persona o del mundo entero.

La noción de Zeitgeist fue propuesta por Herder a mediados del siglo XVIII. A
principios del siglo XIX fue desarrollada por Hegel para explicar que el progreso
histórico de una época a otra, era necesariamente un cambio en la esencia
constituyente de tal época o tiempo histórico

La contribución principal de Hegel a la formulación del concepto de Volksgeist o


espíritu del pueblo, es la atribución de un carácter histórico al concepto. El espíritu
de una nación es una de las manifestaciones de Espíritu Mundial o Weltgeist. Ese
espíritu está esencialmente vivo y activo a lo largo de la historia de la humanidad.
Ahora, el espíritu de nación es una etapa intermedia en la historia mundial,
conocida como la historia mundial del espíritu. El Espíritu Mundial da el impulso a
la realización del espíritu histórico de varias naciones (Volksgeister). El espíritu de
naciones individuales, son las articulaciones o Gliederungen, de una organización
y su realización. El espíritu de naciones individuales representa un segmento del
Espíritu Mundial del que emerge un espíritu universal ilimitado. Se introduce aquí
una comparación entre el estado de un individuo y el espíritu de una nación. En el
proceso de su formación el individuo sufre varios cambios sin perder su identidad.
Hegel creía firmemente en la unidad de la forma y el contenido, en un Absoluto,
que a diferencia del Dios tradicional está sediento y ansía la vida con todo su ser.
Y vida y problemas y conflictos se crean, y olvidos. Se olvida de quién es cuando
cae en la naturaleza. Y aquí empieza el camino hacia él mismo. Guerras, muertes,
miserias, pandemias, todo ello conflictos para resolver el único problema: la vuelta
a sí mismo. El ser humano, instrumento y unidad. Alejandro Magno, César, los
Reyes Católicos, Colón; todos ellos instrumentos necesarios del Absoluto y su
historia. Un entretenimiento, quizás un poco morboso en algunos momentos de la
historia; pero ya se sabe, la perspectiva desde la eternidad cambia mucho la
percepción de las cosas.

Como una parte de la historia mundial, una nación exhibiendo una cierta tendencia
expresada en su Volksgeist, tiene su rol en el proceso total de la historia mundial.
Pero una vez que contribuye su porción a la historia mundial ya no tienen un papel
en el proceso de historia mundial. La sumersión en el proceso total previene el
renacimiento cultural de las personas, porque han agotado su creatividad en el
crecimiento histórico del espíritu que los guía.

Esta noción ha sido cuestionada en numerosas ocasiones en cuanto involucra una


fuerte voluntad de poder unificador sobre el tiempo y la historia. Peter Eisenman
sentencia la pretensión de atemporalidad implícita en esta noción: una vez que la
noción de Zeigeist fue apropiada por el movimiento moderno para justificar su
ruptura con la historia, solo era necesario identificar el espíritu dominante del
tiempo histórico que les había tocado vivir para saber cual era la arquitectura que
correspondía proyectar. No obstante, surgen numerosas interrogantes: ¿quién o
quiénes determinan este espíritu y con qué intereses? o ¿existe ese lugar
privilegiado desde dónde observar la totalidad de la sociedad o la cultura?, y por
ende ¿es posible determinar la voluntad de la época desde dentro de esa misma
época? .
Es posible encontrar algunas respuestas en las reflexiones de Foucault sobre la
historia, quien distingue entre dos posibles tipos:
La historia global o total: que intenta unificar todos los acontecimientos y
representaciones del pasado bajo un único centro, espíritu o esencia. Acentúa la
homogeneidad y la armonía de los hechos y las representaciones. De esta manera
se fuerza la idea de que una misma lógica operaría inequívocamente a través
distintos niveles de la realidad (social, político, económico, etc.).
La historia general: que renunciando a la voluntad unificadora, intenta detectar las
contradicciones internas, las dispersiones, las anomalías y retrasos temporales
que rompen y borran el perfil nítido que ha dibujado un periodo histórico
determinado, denunciándolo en su calidad de mera representación (ideología).
Esta segunda manera de hacer historia y por cierto, la menos difundida es la que
Foucault ha intentado desarrollar en su obra. Es una historia que no tiene como
finalidad determinar los orígenes, la esencia o la identidad de nuestro presente o
pasado, sino por el contrario el disiparlos, dispersarlos en una red de huellas del
presente. Restituir estas huellas es lo que, en última instancia, nos permite
entender cómo se han formado las ficciones que estructuran nuestra realidad
presente y al mismo tiempo de qué manera estas ficciones se presentan ante
nosotros como no ficciones, como verdades establecidas.
La historia general se encarga de mostrarnos que toda unidad o periodo
aparentemente delimitado se deshace en un haz de relaciones externas, que son
las que se encargan de dar forma a esa unidad como entidad abstracta. Los
periodos históricos incluido nuestro presente no son unidades homogéneas
organizadas alrededor de un único centro o espíritu. En lugar de buscar la causa
oculta detrás de la apariencia superficial o el espíritu dominante que explicaría
todo lo particular, la historia general se encarga de buscar la realidad implícita en
las mismas apariencias. No es una historia que busque la verdad tras la ilusión,
sino la verdad de las ilusiones que estructuran nuestro presente.
Por lo tanto, no se trataría de buscar lo esencial de nuestro presente, el Zeitgeist o
lo que sea, sino que mas bien lo esencial de lo que ha puesto a tal o cual
interpretación de nuestro presente a la cabeza de la lucha por la hegemonía,
descartando o subordinando otros posibles.
En vez de entender nuestro presente en términos representativos, se trataría más
bien de comprender los mecanismos que producen y legitiman tal o cual presente.
Esto último implicaría que no tiene mucho sentido ponerse a buscar ciegamente
los fundamentos ontológicos de nuestro presente en las condiciones mismas de tal
presente.
El recurso del Zeitgeist se revela así como un doble simulacro que impide su
operatividad en las condiciones actuales: por un lado representa la fantasía de un
lugar privilegiado, vacío y neutral desde el que sería posible tener una panorámica
de la verdadera realidad o visión de Dios; y por otro, se articula sobre la pretensión
totalitaria de organizar la pluralidad de los hechos bajo una única lógica coherente,
excluyente y sin contradicciones.
Me parece que el espíritu de los tiempos no asume su carácter artificial e
inventado, se proclama a sí mismo como verdad del presente. Se constituye a
partir de un lugar ficticio, por así decirlo, fuera del tiempo, un lugar higiénico,
incontaminado con las contingencias de la realidad y donde es posible confundir
completamente una representación de la realidad, un discurso; con la realidad
misma.
El Proyecto Histórico no puede terminar ajustándose a una época o una voluntad
supuestamente colectiva y neutral, precisamente porque su carácter artificial e
intencionado lo empuja constantemente hacia una transformación radical de la
Realidad.

Un ejemplo de lo expuesto lo tendríamos en la civilización griega, es decir, en la


Grecia clásica que habría pasado de una inconsciencia de su ser hasta la
conciencia plena de su espíritu. Espíritu o Zeitgeist que habría sido recogido por
Platón en su obra La República que no sería un modelo político sino que no era
en esencia otra cosa que una interpretación de la vida ética de los griegos pues
todo individuo es hijo de su tiempo y es tan tonto suponer que una filosofía pueda
trascender su mundo contemporáneo, como creer que un individuo puede salirse
de su tiempo. De esta forma no hay un modelo universal sino sólo el modelo o el
espíritu de la época. Pero como dice el refrán no hay mal que cien años
dure ni imperio que lo vea, la civilización griega una vez llegado al cénit de su
autoconsciencia se lanza por el tobogán de la decadencia hasta desparecer de la
historia universal. Porque aunque Grecia no ha desaparecido, ni mucho menos,
según Hegel su puesto en la historia ya ha sido vivido, pues además ningún
pueblo puede repetir.
Otros ejemplos relevantes de Zeitgeist los tenemos en lo que denomina individuos
históricos y en cuanto al arte en las epopeyas. En cuanto a los individuos
históricos, pone como ejemplo a Alejandro, César y Napoleón. Estos individuos
son aquellos que expresan lo que está en el tiempo, es decir, se hacen uno con el
espíritu del pueblo y lo dirigen hacia el fin que el espíritu quiere conseguir.
Sin embargo son sólo comprensibles en su lugar , pues cada individuo es hijo de
su pueblo y a la vez, por cuanto el Estado se halla en evolución hijo de su tiempo
un determinado momento del espíritu. Nada queda tras él, ni salta por encima de
él; con lo cual pone a la palestra el tema de la comprensión ya que según lo
expuesto el individuo sólo podría comprender el estado de su mundo y todo lo que
lo conforma en su contemporaneidad, por tanto, el pasado y el futuro serían
incomprensibles o no serían bien comprendidos por el individuo.
En el caso de la epopeya debe llegar a la intuición en toda su amplitud de
coyunturas y relaciones como rico acontecimiento en conexión con el mundo en sí
total de una nación y de una época. El contenido y la forma de lo propiamente
hablando épico lo constituye por tanto el conjunto de la concepción del mundo y la
objetividad del espíritu de un pueblo y la obra épica como una tal originaria
totalidad es la saga, el libro, la biblia de un pueblo y toda nación grande y
significativa tiene semejantes libros absolutamente primeros que sirven de guía al
pueblo. Así en la civilización griega, los poemas de Homero constituirían la obra
esencial que recogería la esencia del espíritu del pueblo.
Obviamente el concepto de Absoluto, como sinónimo de Dios, Sin embargo el
Zeitgeist así como el espíritu del pueblo nos habla de un momento esencial en
todo pueblo o nación: la autoconsciencia de sí mismo como pueblo, con una
identidad que lo diferencia del resto, con una historia que lo ha marcado y definido
y de la que es heredero. Esta identidad con consciencia recoge al mismo tiempo
una forma de percibir el mundo única que es fruto de sus particularidades. Según
Hegel todo ello quedaría recogido en la constitución, la moralidad, la religión, el
arte, las ciencias y las relaciones con los otros países, conglomerando los
elementos descritos por Hegel y siguiendo el concepto de Zeitgeist en:
 Organización gubernamental: órganos de gobierno, constitución (Si se crea
en ese periodo), relaciones internacionales y aquellos elementos que sean
relevantes para el periodo.
 Economía: principales fuentes de ingresos, sistema bancario, revolución
industrial.
 Sociedad: elementos que influyen en la sociedad en ese periodo
determinado, movimientos sociales.
 Religión: relación con la Iglesia católica y con las otras religiones.
 Arte: principales corrientes sobre todo en pintura.

FIN

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