Atribulados en todo, ms lejos de la angustia; en apuros, ms no desesperados;
perseguidos ms no desamparados; derribados, pero no destruidos. Ese conflicto permanente de la convivencia donde, en ocasiones las dificultades, tristezas y las prdidas son tan estremecedoras que nos alejan de la paz y la armona, amenazando nuestra estabilidad emocional; sin embargo, an en esos momentos de sombras, de tribulaciones, o de gran pesar, debemos encontrar en lo profundo de nuestro ser la fuerza para sortearlas y lograr que nuestra vida tenga sentido.
El conflicto no tiene fin, la vida misma es conflicto permanente entre las tentaciones y lo que debemos hacer. La convivencia entre nosotros es de suyo compleja, pues lo que quiere uno lo posee el otro o lo que uno se plantea como meta slo nos incluye en la competencia donde muchos estn buscando alcanzar lo mismo. El amor resulta en un conflicto permanente para lograr una estabilidad y convivencia con quienes amamos. Prodigar amor tampoco es fcil.
La angustia de las obligaciones por cumplir abruma a los ms fuertes, pues el tiempo de espera para los recursos que se reciben se alarga como se acorta para los que debemos entregar en pago. La bsqueda de un equilibrio entre lo que se produce y consume es uno de los grandes secretos de la tranquilidad. Aunque conlleve poner lmites a como uno desea vivir.
Las prisas mueven no solo el cuerpo sino la paz espiritual. Cuando la prisa gobierna nuestras acciones el entendimiento se estremece y no da los frutos que con la normalidad recibimos. Que la prisa sea propia de nuestros planes pero nunca la que impulse cada cosa que hagamos.
Los triunfos de cada quien tienen base en la experiencia que, llena de intentos fallidos, termina mostrando el camino del xito. La perseverancia y la disciplina son aliados invaluables a la hora de levantarnos de cada derrota. Que nos persiga el nimo, que nos alcance la inquebrantable decisin pero que nunca se derrumben la esperanza, el anhelo y nuestros sueos.