Sunteți pe pagina 1din 4

Mensaje de Navidad 2009, de Alvaro González R.

Queridos amigos, queridas amigas

Navidad está llegando. Jesucristo está a la puerta de nuestra casa y


golpea la puerta para que lo dejemos entrar en el corazón de lo que
somos y vivimos. Él nos busca a lo largo de los años y en toda
circunstancia. Su obsesión es querernos y que vivamos con
amplitud, con gozo.

En Navidad Él viene a visitarnos muy especialmente, quiere


invitarnos a crecer en humanidad. Esto, todos lo necesitamos como
el aire y como el agua. Cuesta mucho ser humano, creer en la
bondad propia y la de los demás, aprender a ser gratuito para servir
a los que nos necesitan, a cultivar el amor a la verdad en nuestras
relaciones interpersonales pero también en la vida social. Es una
experiencia delicada, por tanto necesitamos cuidarla en un
contexto que no nos ayuda.

Cada año la Iglesia nos recuerda que necesitamos celebrar el deseo


permanente de Dios de intervenir en la vida nuestra, en las
familias, en la sociedad en la que hemos crecido y aprendido a vivir.
Navidad de ninguna manera es la fiesta de los niños sino de los
hombres y mujeres asombrados de los caminos que Jesucristo
emprendió para darnos vida.

Jesucristo siempre va a ser como un aire fresco en nuestros


contextos enrarecidos.

Démosle posibilidad que Él entre en la trama de nuestro ser y


pueda encontrarse con nosotros cara a cara, vida a vida, y poder
gozar mutuamente.
Creamos firmemente que Él no viene a violentarnos sino que nos
trae vida nueva, consuelo, sabiduría, audacia para ser nosotros
mismos, para relacionarnos con amplitud y con verdad, viene a
enseñarnos a gustar del Misterio de Dios y el misterio del hombre.
En el Evangelio encontramos que Jesús nunca rechazó a los
hombres y mujeres que habían equivocado su vida, que sus
desórdenes y límites los habían hecho perderse en el camino. Él
vino a sanarnos como un buen médico, trae remedios que no
conocemos. Quiere iluminar nuestras tinieblas para vivir con
libertad, con paz interior, en cercanía con muchos.

Él es quien nos enseña que tenemos un núcleo de humanidad más


profundo que nuestros límites y fealdades. Es un lugar delicado
donde habita lo más propio nuestro que nosotros intuimos en
nuestra profundidad pero que Dios lo habita desde siempre.
Este lugar hermoso es lo que nos hace valiosos a sus ojos, más allá
de todo mérito y a pesar de nuestras oscuridades y juicios
descalificatorios.

Navidad es un tiempo propicio para entrar en el lado opaco de


nuestro ser, el lado B de nuestra personalidad, allí donde vamos
acumulando a lo largo de los años penas y temores que nos
inmovilizan, violencias y contradicciones que nos cuesta tenerlas,
desconfianzas de Dios y de los hombres, desórdenes y carencias
afectivas severas, deseos excesivos de poseer y controlar todo,
como también nuestros desgarros interiores.

En pocas palabras podemos entrar en comunión con esa parte no


visitada, oculta, que forma parte de nosotros y nos hace participar
de la suerte de todos los hombres, del barro de la condición
humana.

Lo más peligroso que nos puede pasar es olvidamos de nuestra


realidad difícil y juzgamos duramente a otros que no se esfuerzan
tanto como nosotros en ocultarla, en “superarla”, en desconocerla.

¿Por qué hacerlo en el tiempo de Navidad?

Porque la bondad de Dios está muy presente en Belén. Un niño


rodeado de personas muy sencillas que creyeron que era Dios
mismo que manifestaba su amor que sana, que eleva, que restaura
la dignidad.
El entrar en nuestra oscuridad ciertamente no disminuye ni un
milímetro nuestra autoestima ni dejamos de ser amables.
Lo opuesto es la verdad, nos ayuda a vivir con mas sencillez, y peso
de vida nos da libertad para vincularnos y ayudarnos, nos aliviana
la carga que llevamos sobre las espaldas y las doblan, nos
permiten vivir sin necesidad de apariencias ni exigiendo pseudo
perfecciones que nos cansan.

Entramos en este lugar oscuro, ayudados por Jesús Médico, por


María mujer llena de ternuras, impulsados por la fuerza del Espíritu,
una brisa suave, que nos puede llevar más allá de donde nunca nos
podríamos imaginar.

Cuando hacemos la verdad con nosotros nuestras relaciones con


otros son más verdaderas y cercanas, lo que mas necesitamos, nos
atrevemos a pedir ayuda en nuestras áreas más flacas y estamos
seguros que somos queridos por lo que somos, no por lo que
aparentamos.

Es Jesús el que nos invita a poner todo esto en sus manos


generosas, así podremos cargar con las pobrezas y límites propios y
los de los demás sin escandalizarnos ni acusarlos por sus
imperfecciones y carencias.

Nuestro clamor a Dios va a nacer de nuestras entrañas y podremos


repetir con insistencia “Ven Señor Jesús”.

La experiencia religiosa no va a ser algo marginal en nuestra vida.


La súplica va a ser algo cotidiano e intenso, desde nuestra
condición indigente, como también nuestro agradecimiento y
alabanza a un Dios que nos quiere y nos da la audacia de entrar
donde no sabíamos que podía darnos la paz.

Que en esta Navidad nos dejemos abrazar por Jesús exponiéndole


nuestras pobrezas y la hermosura de una humanidad renovada por
su amor y el amor de tantos.
Alvaro, Navidad 2009

S-ar putea să vă placă și