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Cuando lleg al lugar le impresion la cantidad de arena que rodeaba las aulas
y oficinas. Recorri el Colegio en todas direcciones y lo que ms abundaba all
era la arena, una arena fina que
el camino de
En todo este tiempo he estado recibiendo seales, algo tengo que hacer,
pero Qu?
Estuvo varios das pensando en lo que deba emprender, contempl los avisos
y seales recibidas desde que lleg al lugar, hasta que se decidi por algo.
Haciendo un esfuerzo, con dinero de su propio peculio mand reparar la bomba
del tanque elevado que por muchos aos estuvo malograda, se hizo de una
larga manguera y una tarde inund de agua aquel lugar. Durante varios das
continu echando agua y viendo como sta era absorbida una y otra vez por la
sedienta arena, aliment esa tierra con desechos animales y vegetales,
afanoso hizo innumerables hoyos en el suelo y sembr plantas de nombres
raros, algunas de ellas deberan producir coloridas floraciones, otras deliciosos
frutos; puso csped y so con una alfombra verde cubriendo el lugar.
Sin embargo, nada prosperaba all, los rboles se quedaban enanos para
despus perecer, el csped muri y las flores no aparecan por ningn lugar.
Despus de varios intentos y mucho tiempo invertido el hombre ya casi perda
toda esperanza de hacer producir a la tierra. En medio de todo slo una
especie creci y se multiplic con rapidez, fueron los resistentes algarrobos que
extendieron sus ramas y comenzaron a dar sombra, varias veces estuvo
pensando en arrancarlos para dejarle espacio a otros rboles ms vistosos,
pero siempre se arrepenta a ltimo momento. Los meses pasaron y se
convirtieron en aos, todo fue muriendo, finalmente, slo quedaron en pie los
ms fuertes, los que ganaron la batalla, los que existieron por siempre y
heredaron el poder de sobrevivir en aquel lugar desrtico y sediento.
Lleg el momento en que, como si una venda le cayera de los ojos, descubri
su obra, un espeso bosque de algarrobos que entrecruzaban sus ramas y
dejaban caer miles de vainas largas y amarillentas en el suelo pelado, rboles
que daban cobijo y alimento a cientos de pajarillos, abejas, ardillas, rboles en
cuyas ramas se posaban a reposar expertas palomas viajeras; rboles que
invitaban al descanso amparados en su sombra.
Un buen da el grito de la lechuza se volvi a escuchar fuerte y claro y, cosa
rara, aquel hombre se alegr de escucharla.