Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
soe
EN MIS MANOS
Amparo Valdés Solis
Primer premio del Certamen Nacional de
Narrativa “Enfermeria Jaén” 2014Ilustre Colegio Oficial de EnfermeriaIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
Desde el Colegio de Enfermeria de Jaén, tu
Colegio, apoyamos e incentivamos la aficion
y el talento de nuestros colegiados,
compafieras y compafieros con amplia
destreza en los campos de la Narrativa, la
Pintura, la Fotografia o la Investigacion. Y lo
hacemos a través de los certémenes
nacionales que celebramos anualmente,
“Enfermeria Jaén’. De ellos, el mas
prestigioso y con mayor dotacién econdmica, por su repercusion
en nuestra profesion, es el de Investigacion “José Lopez Barneo”,
pero no por ello menos importantes lo son el resto. Tenemos en
nuestro colectivo mucha creatividad y muestra de ello son los
numerosos trabajos procedentes de todo el pais que se
presentan a estos Certamenes Nacionales “Enfermeria Jaén”.
En este caso, y para todo aquél que asi lo desee, tiene a su
disposicién el relato que se alzé en la pasada edicién con el
primer premio del certamen de Narrativa: “En mis manos”, de la
compafiera Amparo Valdés Solis. El jurado del certamen valoro su
buena composicion, el correcto trazado del perfil de cada
personaje y la buena narrativa, en definitiva.
El objetivo es que tanto los profesionales de la Enfermeria tengan
acceso, conozcan y disfruten los trabajos ganadores en los
Certamenes Nacionales del Colegio de Enfermeria de Jaén.
“En sus manos” se encuentra ya esta obra. Espero que la
disfruten.
José Francisco Lendinez Cobo.
Presidente del Colegio de Enfermeria de JaénIlustre Colegio Oficial de EnfermeriaIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
“Cada uno de nosotros es, sucesivamente,
no uno, sino muchos. Y estas
personalidades sucesivas, que emergen las
unas de las otras, suelen ofrecer entre si los
mas raros y asombrosos contrastes.”
JOSE ENRIQUE RODOIlustre Colegio Oficial de EnfermeriaIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
Nada hacia presagiar que hoy no seria un dia como otro cualquiera.
Con ese aroma tranquilizador pero levemente irritante de la
cotidianidad. Ni las mudanzas caprichosas del viento que hacian
bailar los extremos de la bufanda de Diego, ni las hojas amarillas
que se arremolinaban en torno a las suelas de goma de sus zapatos,
ni la luz que asomaba timida por el horizonte entre los picos
cercanos.
Entr6 al hospital con esa desenvuelta resolucién que confieren los
afios y la experiencia y se dirigio a la taquilla para cambiarse. Se
encamin6 luego a su Servicio.
—éQué tenemos?—pregunt6 a Gabriela con la requerida
solemnidad.
No era facil ver a Diego abandonar ese aplomo que él habia
cultivado de forma concienzuda dia tras dia y por el que era a la vez
admirado y apreciado. El hombre que nunca perdia la calma, asi se
le conocia. Y, sin embargo, alli estaba, perplejo, pasmado, atonito, a
la vez que leia y releia la ficha de ingreso. El pasado se abrid camino
sin miramientos e hizo trizas a su paso toda esa disciplinada flema.
Lo golped con contundencia, cuando menos lo esperaba.
—éQué te pasa? Te has quedado de piedra, como si hubieras visto
un fantasma—Gabriela casi habia dado en el clavo con esa
repentina clarividencia que a veces nos sale sin pensar.
6Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
El recuerdo, a pesar de lo mucho que habia llovido desde entonces,
le heria atin como puede hacerlo un cuchillo de hoja afilada.
Parecia que fuera ayer cuando le comunicaron la noticia. Habian
pasado... éCuantos afios? éVeinticinco? Si. Un cuarto de siglo.
Intentaba engafiarse a si mismo simulando que habia olvidado los
detalles pero sabia, en el fondo, que era una completa mentira. Lo
acontecido seguia fresco en su memoria.
Aun le supuraba la herida.
Todo sucedié en un instante, pero mantuvo un eco perpetuo en su
coraz6n. Impasible, despach6, en un tris, toda su vida que, hasta
entonces, habia girado en torno a ella, como la Tierra alrededor del
Sol; habia sacrificado estudiar medicina por enfermeria para
casarse cuanto antes. Ella, entonces, no podia esperar, ni tenia
donde hacerlo, y se moria por sus huesos y él, cegado por amor,
acept6 ese futuro en comun que tanto anhelaban y que, de
repente, valia cero porque habia otra cosa que la hacia mas feliz y lo
que él podia ofrecerle ya solo era desdicha por comparacion. Mejor
a hombros de gigantes—insinuo ella—si una tenia la suerte de
poder cambiar. El, definitivamente, no estaba a la altura (de su
nuevo amor) y como finiquito a todo lo que hizo por ella y a todo lo
que dejo de hacer, ella le solté un escueto "lo siento".
Habitacion 320.
Se moria de ganas por llegar. La ultima del ala, la mejor y mas
grande. Después de tantos afios trabajando alli, podria deambular
por cualquiera lugar de ese edificio con los ojos cerrados. Cada
pasillo, 20 habitaciones. Y su cabeza fija en la Ultima de todas.
Cuanto mas se aproximaba al final del corredor y, por tanto, al
ansiado encuentro, su cabeza le hacia recordar penosas historiasIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
del pasado y todo le producia una desazon con un cierto regusto
acido, como si fuera una mala digestion. Diego recordaba una y otra
y otra vez aquella mujer frente a si, armada con palabras
enroscadas como puntas de latigos, dispuestas a restallar contra su
carne. Sucesos enterrados que se empefiaban en salir ala superficie
como los barquitos de papel que, por mucho que los empuje uno al
fondo del agua, siempre salen y se mantienen a flote.
Gabriela, entretanto, observaba de reojo a Diego, envuelto en un
mutismo muy inusual en él, mientras realizaba su trabajo, cuando
uno de sus rasgos mas amables era el trato calido que siempre
profesaba a sus pacientes y, a pesar de que pudiera ser exigido
como un requisito indispensable en su profesion, para él no suponia
ningun esfuerzo extra.
Alejo a duras penas de su cabeza todos esos pensamientos y se
concentré como pudo en sus tareas, que le sacaron del
ensimismamiento en el que estaba sumido para devolverle a una
realidad de suelos de baldosas crema y paredes ocres. Todo en
tonalidades suaves y delicadas. Con pitidos constantes de aparatos
enganchados a los pacientes que les monitorizaban cuanto de bien
(o de mal) iban sus maquinarias vitales.
Por aquel hospital habia visto desfilar a lo mas granado del pais,
gente importante. Eso le habia ensefiado una leccién: a pesar de
todo el poder y dinero que los distinguian, habia algo que los
asemejaba al resto. Algo que, inevitablemente, los rebajaba para
igualarlos con el comtin de los mortales. Si. Ese rictus amargo
dibujado en sus rostros contritos por la angustia, cuando eran
sabedores de que la muerte estaba ganando la batalla. Si. La
muerte era lo Unico que enrasaba a todos.
8Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
Y lo que hacia justicia.
Félix Querol Beltran, varon, 54 afios, carcinoma hepatico en estado
avanzado... Se quedo inmovil de nuevo, con aquella historia entre
las manos. No le habia costado reconocerlo. Su apellido era
popular. Querol e hijos era una empresa pujante que, merced a
excelentes asesores financieros, fue de las primeras que hizo viajar
su dinero de las gélidas circunstancias econdmicas del pais en plena
crisis a tostarse bajo el sol luminoso de los paraisos fiscales.
“Asi que el tiempo pasa para todos,—pensdé—hasta para quien,
gozando de una vida regalada, ha estado mas a salvo de los
martillazos que sufren, con frecuencia impredecible, el resto de los
mortales”.
En su ronda habitual, como un desasosegado viaje, del que se teme
y se espera al mismo tiempo la llegada, le tocd por fin el turno a la
habitacién del fondo. Diego abrid la puerta con rostro
imperturbable pero con el corazdn golpedndole frenético. Le
impresiono encontrarselo asi, tan postrado y débil. Ver aquella
persona otrora poderosa y segura de si, ahora indefensa, le produjo
una reaccién encontrada y confusa. Intentd advertirle de su
presencia, pero Félix no podia escucharle; con los ojos cerrados y su
respiracion entrecortada, se le notaba demasiado sedado.
No habia nadie mas en su habitacidn, pero, doblado sobre el
asiento de una amplia butaca, se hallaba un elegante abrigo de
mujer, un abrigo de alta peleteria que hacia juego con el lujoso
mobiliario, por lo que dedujo que no se encontraba solo. En efecto,
su esposa lo acompafiaba en ese duro trance, aunque no con una
entrega total, segtin comprobaba. Gabriela se lo confirmé. EllaIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
habia entrado con él en el momento del ingreso y ahora se hallaba
en la cafeteria tomando un bocado.
“4Como habria sido su vida si ese hombre no se hubiera interpuesto
en su camino? éHabria vivido él durante afios como un muerto en el
mundo de los vivos? éPor qué hay personas que reciben duros
golpes sin merecerlos y otras que viven una existencia llena de
dones y felicidad, sin haber movido un dedo para conseguirlo? éEra
eso justo? No, eso no era justo, no era nada justo. Pero él podria
reparar ahora en parte el dafio que en el pasado le hicieron.
Sin duda, en la vida existen las compensaciones...”
Ese pensamiento quedo encajado en los goznes de su mente con
firmeza y, ciego y sordo a cualquier otro tipo de consideracion, sus
cavilaciones le guiaron, como el hilo que Ariadna entregé a Teseo,
al centro mismo del Laberinto. “¢Pasan en la vida las cosas porque
si 0, como dijo Spinoza, las casualidades no existen? éResponde
todo a un plan establecido de antemano? Y suponiendo que esto
sea asi équé sentido tiene que de pronto Félix se haya interpuesto
en mi camino una segunda vez, como un enfermo indefenso, en el
ultimo tiempo de su existencia? éDebe ser desoido ese mensaje que
la vida me envia por un motivo determinado? éDebo ser yo el
artifice de mi propio destino? éSeré capaz de hacerlo?”.
Sin duda, en la vida deben existir las compensaciones. Y ésa que el
azar habia puesto en sus manos quizas le permitiria sanar de una
manera definitiva esa herida que aun le dolia en lo mas profundo de
su ser, que habia anulado en él toda capacidad de confiar en otro,
de acercarse a otro, de intimar con otro, que lo habia secado por
dentro como un sarmiento lefioso.Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
Una vez tomada la decisidn de modo irrevocable, Diego sentia arder
por sus venas hasta llegar al centro del pecho un extrafio fuego, un
nuevo poder vivificante nunca antes sentido, que despertaba en él
un ansia exultante: el poder de tener en sus manos la vida de otro
ser humano.
Y fue a partir de ese momento cuando él, que se habia construido
un mundo de semiologias concluyentes, de seguras murallas de
contencion, dejo entrar en su vida el caos.
Un caos de imprevisibles consecuencias.
El momento planeado con antelacién llego. Diego se plant6 frente a
su habitacion y, aunque sabia que estaba solo, volvi6 a golpear, con
suavidad, la puerta para comprobarlo. Se deslizo con cuidado hasta
el fondo de la sala y bajo las persianas para no ver ese cielo grisaceo
que chirriaba con su estado de animo. “Deberia lucir un sol radiante
en un cielo azul infinito”— pens6—.
Luego se acercé despacio a su cama y lo contempld con calma.
Tamboriled con sus dedos sobre sus mejillas y, al hacerlo, el
paciente entreabrid los ojos. Sostuvo unos instantes su cabeza
entre sus manos y un gesto de dolor le hizo fruncir el cefio y
encogerse, pues por la mafiana Diego se habia preocupado de
quitarle la sedacién. Cambio su botella de suero por otra sin
calmantes. La falta de los analgésicos prescritos le provocaria dolor
y éste, a su vez, que estuviera consciente. Diego necesitaba que
estuviera despierto. Necesitaba que él se diera cuenta de lo que iba
a hacer. Ese era el momento. Estaban en el cambio de turno y
tardarian en darse cuenta del asunto. Nadie le habia visto entrar a
la habitacion y nadie deberia verlo salir.Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
Comenz6 a sudar profusamente y el corazén empezo a rugirle.
Sintid un repentino mareo y tuvo que sentarse en la butaca en
donde antes se apoyaba aquel abrigo. Cerré los ojos:
“iNo te valid seducirla? &éNo te pudiste conformar con
conquistarla? éTuviste que arrebatarmela para siempre? éEra otro
objeto mas para tu coleccién? ¢El que faltaba para completarla? éEl
Ultimo y mas precioso?” —resonaba en su cabeza, martilleando—.
Respiré hondo y abrid los ojos. Se paso la mano por la frente
perlada de un sudor glacial y un escalofrio le recorrié el espinazo. Se
incorporé de la butaca y se percaté de como aquel hombre,
postrado en la cama, giraba la cabeza hacia él. El dolor empezaba a
devolverle la consciencia y percibia en sus ojos una sensacidn de
recelo.
Frente a la cama del enfermo contemplo durante un rato sus ojos y
lo llamé por su nombre:
—Félix, éno me recuerdas? Soy Diego, el hombre al que abandond
Marisa para marcharse contigo...
La voz se le volvia trémula y las dudas le asaltaban... “éAhora
dudaras, Diego? éNo ves que no hay otra salida? éPara qué, sino, te
lo ha puesto el azar por segunda vez en tu camino? Debes terminar
lo que has venido a hacer.”
—Vengo a decirte que ya no la veras nunca mas... Y la voz se le
adelgazaba hasta enmudecer.
A pesar de la debilidad, Félix abrid mucho los ojos y una mezcla deIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
panico y estupor se reflejaron en su rostro.
Y esas manos precisas, agiles, compasivas, calidas que tantas veces
habian aliviado, confortado, curado, consolado a otros, esta vez no
iban dirigidas a preservar la vida sino a sustraerla. Agarraron la
almohada de la cama contigua y, sin dudar, la colocaron sobre la
cara del enfermo y apretaron fuerte sobre su boca, mas y mas
fuerte, mientras Félix se debatia con sus mermadas fuerzas
resistiéndose a la asfixia, hasta que él noto la laxitud de la muerte.
“Ya esta —se dijo—, no habia sido tan dificil después de todo. Es
mucho mas costoso ayudar a traer al mundo una nueva criatura que
hacer que otra lo abandone. Total, le he hecho un favor, solo le
quedaba mucho sufrimiento y ninguna posibilidad”.
Volvié a dejar la almohada en la cabecera de la cama vecina como
un autdmata y, al hacerlo, descubrid, tirados en el suelo, en un
rinc6n junto al sillén, un par de guantes de mujer, de piel. Seran de
ella—adivinéd Diego—mientras se agachaba a recogerlos y los metia
en su bolsillo. Muy bonitos y muy elegantes. A ella siempre le
gustaban las cosas elegantes, bonitas y caras... y de repente, como
un fogonazo, tuvo una revelacién.
Dejé unos de los guantes entre las sdbanas de Félix y salid de la
habitacion. Cerro tras de si la puerta sigilosamente al tiempo que
vigilaba con cuidado por si alguien se encontraba en ese momento
en el pasillo.
Fue la auxiliar que hacia la ronda de rutina por la tarde, encargada
de tomar las temperaturas de los pacientes, la que descubrio el
cadaver. Lo tocd y notd en él una frialdad extrafia. Lo agité
suavemente y el enfermo no se movid. Acercé sus dedos a su cuelloIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
y no palpo su pulso. En seguida fue avisado su médico personal que
lo examiné al instante y determino su muerte. El exitus se firmé sin
demasiadas contemplaciones. El enfermo estaba en fase terminal.
Muy debilitado por la enfermedad. Su organismo no habia
aguantado mas. Al fin y al cabo él habia ingresado alli a la espera de
lo peor. Y asi fue como Félix halld su final. Sin pena ni gloria.
Ahora lo principal era avisar a su viuda y a otros miembros de la
familia, sin olvidar al prestigioso despacho de abogados que se
ocuparia de todos los enojosos tramites que llevaba aparejados el
fallecimiento de una personalidad influyente como aquella. En esos
momentos ella no estaba en el hospital, pero habia dejado su
numero de movil, para cualquier emergencia. Diego se ofrecié a
hacerlo. El hospital disponia de un sistema informatico desde el que
se podian mandar mensajes a los moviles de cualquier persona,
cuando fuera necesario. Y ese fue el canal por el que Diego
comunicé con ella de nuevo tras veinticinco afios de silencio para
darle la noticia y al tiempo para poder devolver el guante que ella
habia perdido.
Cité a Marisa en la azotea de la planta superior del hospital. Un sitio
al que muy raras veces acudia alguien. Alli estaban las salidas del
aire acondicionado y se almacenaban en una especie de jaula las
botellas de oxigeno. Era un lugar poco acogedor, de lobregos muros
y descarnado suelo de cemento, pero las vistas eran espectaculares
desde alli y a él le agradaba ir de vez en cuando, al atardecer,
cuando su trabajo se lo permitia: desde su atalaya observaba el
mundo bullir. Era preciso entrar por una puerta de emergencia que
habia al final de unas escaleras, a las que se accedia por las salidas
posteriores de cada pasillo. Todo lo habia explicado muy
claramente en su mensaje.Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
Cuando la vio llegar, melena rubia, ojos oscuros, labios de trazo
exquisito, no pudo dejar de pensar en que, a pesar de rozar los 50,
Marisa disfrutaba de una estupenda lozania y esboz6 una sonrisa.
Claro, tenia que cuidar su belleza pues esa era su arma, su poder, su
moneda de cambio.
Marisa se dirigia al lugar del encuentro con una expresi6n de cierto
desconcierto, pues no acertaba a explicarse los motivos de subir alli
para una entrevista con alguien que no conocia. Pero ella no era
una persona muy dada a temores infundados y hasta alli se
encamin6 en el convencimiento de que hasta que no llegara a ese
lugar, no descubriria la respuesta.
Demasiado tarde comprendié Diego que se habia equivocado al
citarla alli. Es bien cierto que las asechanzas del corazon son
engajiosas. El queria haberle dado una leccién cuando, en realidad,
lo que deseaba es volver a verla de nuevo y explicarle toda su vida
en aquellos afios en que ella ya no estaba. En su presencia, él seguia
sintiéndose como suponia que se sentiria un meteorito al entrar en
contacto con la atmésfera terrestre. El, que se creia forjado del mas
duro acero, no era mas que una vulgar aleacidn que se
resquebrajaba al primer envite.
—éDiego? éEres tu? {Qué sorpresa! jJamas lo hubiera imaginado!
iCuadnto tiempo sin verte!
—Si, mucho tiempo, veinticinco ajfios.
—éQué haces aqui? éEres tu el que me ha citado en este lugar?
—Si, he sido yo. Trabajo aqui desde hace muchos afios.
—iVaya! jCuanto has mejorado en tu trabajo desde que no nos
vemos!
—Desde que me abandonaste, querras decir.Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
—éPor qué has hecho que viniera aqui?
—Queria hablar contigo a solas sin que nadie nos molestara.
Queria contarte cémo ha sido mi vida sin ti.
—iVamos, Diego! No creo que ahora sea el momento. Mi abogado
esta a punto de llegar para arreglar todos los tramites necesarios. Es
mejor dejar las cosas como estan—Marisa estaba empezando a
sentirse muy incémoda. Queria largarse de alli cuanto antes. No
estaba de humor para escuchar los lamentos de un antiguo amor ya
olvidado hacia tanto tiempo.
—éSabias que Félix me ofrecid mucho dinero para que no volviera a
acercarme a ti? éComo pudiste permitirselo? éAcaso creias que yo
también tenia un precio, que también podia comprarme?
—Mira, Diego, lo siento mucho. Yo no supe nada hasta después. El
me lo contd cuando ya habia pasado un tiempo—Marisa bajo los
ojos, rehuyendo su mirada.
—éNo pareces estar muy apenada por su muerte? éAcaso ya no
estabas enamorada de él?—Diego le lanzaba sus dardos sin
importar si ella lo queria ofr 0 no.
—Diego, siempre has sido un romantico sin remedio—elevo la
barbilla, altiva, Marisa, mientras hablaba—. Pero en la vida existen
cosas mucho mas importantes que el amor. Junto a Félix he tenido
una vida llena de lujos y privilegios. No he carecido de nada. El me
ha dado todo cuanto yo he deseado.
—Si, ya lo veo. Por tu aspecto dirfa que has sido muy bien tratada...
—Ya te lo he dicho, no me puedo quejar. Y ahora, disculpame,
tengo que irme—Su tono irritado no dejaba lugar a dudas. Marisa
solo queria que la dejara en paz.
Se volvia ya para marcharse, pero Diego agarré su mufieca con
firmeza para retenerla. No pensaba dejarla ir hasta que no oyera
todo lo que habia venido a decirle.
16Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
—iEspera! Tengo aqui tu guante... éSabes? Cuando te marchaste,
también olvidaste un par de guantes en nuestra casa. Los que te
regalé la ultima Navidad. Recuerdo que eran carisimos, con mi
sueldo de entonces no me lo podia permitir, pero tu te habias
encaprichado de ellos y yo no sabia negarte nada... Los encontré
tirados en un rincon, igual que éste.
—Y, dime, Marisa, éhas pensado en mi alguna vez en todos estos
afios?—La voz le salia ronca por la emoci6n.
—iVamos, Diego, déjalo ya! jSuéltame, por favor, tengo que
irme!—Marisa forcejeaba para soltar su brazo, pero Diego la
mantenia asida con fuerza. Ese momento lo habia esperado con
ansia. No podia dejarla marchar hasta terminar de decirlo todo...
—jPero yo te amaba incondicionalmente, hubiera hecho cualquier
cosa por ti!...todavia hoy lo haria y acabo de demostrarlo. Marisa,
Félix no ha muerto de muerte natural, lo he matado yo...
Esas palabras quedaron resonando en el aire y la vida parecié
detenerse en un instante eterno, dos figuras en lo alto de un
edificio, recortadas en el azul del crepusculo. Diego la observaba, al
acecho: cual seria la reaccién de ella, cual seria su respuesta.
Entonces ella le lanz6 su desprecio como un veneno, escupido
sobre su rostro.
—iMe das pena, Diego! jNunca has servido para nada mas que para
provocar lastima!—exclamo Marisa, mientras sus ojos brillaban de
rabia—. Pero mira, ahora si que me has sido de mucha ayuda. Me
has hecho una viuda muy rica, mas pronto de lo que creja. Y una
carcajada maliciosa, digna de una reina déspota y cruel, papel que
ella interpretaba a la perfeccidn, salid de esa boca de dientes
perfectos. Nada habia cambiado. Diego record6 toda la amargura
que le dejd entonces y que ahora revivia. Sintid subir desde suIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
su vientre una ira inmensa, como una ola que lo ahogaba y
desbordado por esa emocidn tan antigua como el mundo, ésa que
no sabe de remordimientos ni de consecuencias, sino del latir
cadtico de la sangre, alargé sus manos hacia ella, la agarré por las
solapas de su abrigo de vison y la empujé desde la azotea sin ni
siquiera pestafiear. En el instante de dejarla caer vio, por primera
vez, sus ojos agrandados por el miedo y eso lo conforté como jamas
podria haber imaginado. Por fin el dafio estaba reparado. De nuevo
vino a su cabeza el pensamiento, hasta ahora inédito en él, de cuan
facil resulta para un humano quitar la vida a otro. Debia ser por eso
por lo que matar era considerado por los hombres como el mas
nefando pecado.
En seguida oyo desde arriba los gritos de las personas que habian
visto caer a una mujer desde el tejado del hospital y estrellarse
contra el suelo, quedando como un mont6én de hojas arrinconadas
por el jardinero, dispuestas para ser desechadas. El instinto que
desde hacia poco tiempo se habia despertado en él hizo que se
apartara a toda prisa del filo de la azotea, pues alguien desde abajo
podria verlo. Salié a prisa por la puerta de atras y bajo las escaleras
hasta la planta tercera, mientras notaba como sus sienes
bombeaban a toda maquina. “Necesito serenarme”—pens6 Diego
mientras respiraba hondo y decidié aguardar durante un rato—.
Nada mas entrar al pasillo de la tercera planta, se topo de bruces
con Gabriela. Ella también doblaba hoy turno.
—jDiego, Diego! éDdnde estabas? jéNo te has enterado?! La mujer
del muerto se ha tirado desde la azotea hace unos minutos... jES
increible! éNo te parece?—gritaba presa de la excitacidn— éQué te
pasa? Parece como si hubieras visto un fantasma. Es la segunda vezIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
que... —Gabriela enmudecié de repente y su mirada perspicaz le
traspas6 como un rayo a un limpido cristal.
—Ahora tengo que marcharme, Gabriela, aun tengo mucho que
hacer antes de irme. Adids—espeto Diego en un tono cortante.
Y se alejé por el pasillo con paso presuroso, como impulsado por un
poderoso resorte, para terminar sus obligaciones antes de que
terminara su turno doble. Siéntete como puedas, pero haz lo que
debas. Esa habia sido su maxima al actuar en cualquier
circunstancia y asi seguiria siendo.
La noticia del suicidio de la mujer del famoso industrial se expandid
como la pdlvora. No se hablaba de otra cosa. Sin duda, amaba tanto
a su marido que no habia podido soportar su prematura muerte.
Aunque segun los rumores, se habia encontrado entre las sabanas
revueltas del marido un guante que le pertenecia y parecia que el
abogado de la familia habia pedido una investigacién mas
exhaustiva del asunto. Esta Ultima cuestiédn, desde luego, se
confirm6 a oidos de Diego por parte del director del hospital que,
muy preocupado por los perjuicios que aquel escandalo pudiera
ocasionar en su prestigioso hospital, lo llam6é a su despacho para
contarselo.
Tras la entrevista, Diego acababa su turno de tarde. Se dirigid de
nuevo a cambiarse el uniforme con su habitual parsimonia. Parecia
haber pasado una eternidad desde que, aquella misma mafiana, él
dejo doblada su ropa en la taquilla y, ciertamente, el cuerpo que
vestia aquella camisa y aquellos pantalones era el mismo: piernas,
brazos, espalda, todo tenia el mismo aspecto, pero si alguien
hubiera podido asomarse a su interior, hubiera atisbado un paisaje
totalmente distinto, un tanto similar al que ven los turistas cuandoIlustre Colegio Oficial de Enfermeria
visitan la isla de Alcatraz, en donde se encuentra la tristemente
famosa prisién, ahora abandonada. Aunque el sdlo hecho de
imaginarnos alli como condenados atin nos hacen estremecer, la
vision de las celdas vacias ha perdido ya el poder de atemorizarnos.
Al salir del vestuario, Gabriela lo esperaba acodada en el vano de la
puerta. Ella también se habia cambiado ya. Al verla, Diego no pudo
evitar un ligero sobresalto y la saludé con despreocupaci6on:
—jHola, Gabriela! éYa te marchas tu también? iVaya dia! éEh?
Ella no contesté nada.
Juntos echaron a andar hacia la salida. De repente ella se pard en
seco y lo miré a los ojos mientras que se retorcia, nerviosa, el pelo
entre los dedos:
—Diego, tengo que preguntarte algo y tengo que hacerlo asi,
directamente. He estado pensandolo y no encuentro otra manera.
Tu has tenido algo que ver en las dos muertes de hoy,
éverdad?—hablaba con una voz queda—. No Ilego a imaginar los
motivos, pero seguro que tienes muy buenas razones. En el tiempo
que llevo trabajando contigo y que tanto me has ensefiado no he
conocido a nadie mas compasivo que tu.
Diego se quedo en silencio largo rato con la mirada baja, sopesando
qué debia contestar y qué perjuicio le acarrearia esa mujer que
desde que la conocia no le habia ofrecido mas que un genuino
interés, con sus sospechas. La vida nunca proporcionaba errores
baratos, todos los que traia eran onerosos, pero algo en la actitud
confiada de Gabriela le hizo optar por una postura prudente y
conciliadora, asi que contest6 con suavidad:Ilustre Colegio Oficial de Enfermeria
—Anda, Gabriela, no me preguntes mas, no quieras saber y, por
favor, déjame ahora, ya sabes que yo soy un lobo solitario.
Gabriela entendid. Hacia apenas un dia, Diego jamas habria aludido
a él en esos términos nia ella se le habria ocurrido bautizarlo asi, un
depredador que caza en soledad. Algo habia cambiado en verdad
dentro de él. Y esa nueva apariencia que lo revestia y que revelaba
que no era el ser humano perfecto, con absoluto control de si
mismo, lleno de seguridades y certidumbres sin mella alguna, lo
hizo brillar con una nueva luz ante sus ojos.
—Bien, me marcho ahora, veo que necesitas estar solo, quizds
algun dia te sinceres conmigo, pero quiero que sepas una cosa: los
lobos solitarios son mis animales favoritos. —Gabriela sonrid
dulcemente y, acto seguido, se dirigié al aparcamiento para recoger
su coche, dejando a Diego de una pieza—.
Diego se encamino de vuelta a su casa, con pasos despaciosos y
meditabundos. El viento soplaba fuerte haciendo revolotear las
hojas caidas de los arboles. Una luna redonda y opulenta reinaba en
el cielo.
Nada hacia presagiar que mafiana no seria un dia como otro
cualquiera...
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