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13 GUERREROS, en Latinoamérica

Título original: The 13th warrior


Guión de William Wisher Jr. y Warren Lewis,

basado en la novela

Devoradores de cadáveres (Eaters of the dead)

de Michael Crichton,

transcrito por Manuel Velasco desde la edición española del DVD

para El Drakkar (manuelvelasco.com)



Un barco vikingo bajo una tormenta en alta mar.

Ahmed (en off): Soy Ahmed Ibn Fahdhan, Al Abbas, Ibn Rasid, Ibn
Hammad. Y las cosas no fueron siempre así.

Imágenes de una ciudad árabe.

Ahmed (en off): Hubo un tiempo en el que fui poeta en la ciudad


más grandiosa del mundo.

Interior de un palacio. Una mujer con un velo transparente bajo los ojos,
y su séquito pasan por una sala.

Ahmed (en off): La vida era fácil y yo vivía sin preocupaciones.


Hasta un funesto día en que conocí a una hermosa mujer que
pertenecía a otro hombre.

Un hombre mayor dice algo al oído del califa.

Ahmed (en off): Su celoso marido se quejó ante el califa, que me


nombró embajador en la tierra de los Tossuk Vlad, un lejano lugar
del norte. Me apartaron de mi hogar y de todo lo que conocía. Así
que viajé en camello muchos meses hacia la tierra de los bárbaros,
acompañado por Melchisedek, un viejo amigo de mi padre.
Atravesando las tierras de los ogros, los húsares y los búlgaros
hasta llegar a las tierras de los bandidos asesinos llamados
tártaros, que atacaban a las caravanas y no dejaban a nadie con
vida.

Ahmed y Melchisedek van en camello con una caravana por un desierto.


Se cruzan con un jinete que galopa a toda velocidad.

Jinete: Vienen los tártaros, vienen los tártaros... Huid, salvad la vida.

Por la cima de una colina se ve el polvo que deja un grupo


indeterminado de jinetes.

Los miembros de la caravana salen corriendo inmediatamente, llegando


hasta la orilla de un gran río. Parece que no lo pueden cruzar, por lo que
miran hacia atrás para ver la llegada del enemigo. Pero los
perseguidores se detienen.

-Se han parado. No nos siguen.

-¡Un barco! ¡Llega un barco!

Tras un recodo del río aparece un drakkar vikingo. Lleva la vela bajada,
por lo que es movido a remo.

-¡Mirad! Se van. Se marchan.

Hosein: Moveos, moveos. No os paréis.

Ahmed: Espera, Hosein. Eh, alto, espera. Los hombres de ese barco,
¿quiénes son?
Hosein: Hombres del norte. Seguid adelante y no habléis.

Ahmed: ¿Por qué? ¿Son peligrosos?

Hosein: Depende. Tal vez nos dejen ir o tal vez nos maten.

Ahmed: Soy un embajador, maldita sea. Se supone que debo hablar


con la gente.

Melchisedek: Puede que todavía tengas la oportunidad.

Los dos siguen un camino que bordea el río y llegan ante un


campamento vikingo, hecho con tiendas de campaña. En el embarcadero
hay hombres descargando mercancías.

Ahmed: ¿Cómo piensas que se hará llamar el... cabecilla de este


campamento?

Melchisedek: Emperador, por lo menos.

Ahmed: Ummm, emperador.

Entran en la tienda más grande. Risas y voces. Ven unos músicos,


hombres bebiendo, mujeres danzando.

Melchisedek (a un vikingo que sale): Buscamos a vuestro...

No recibe respuesta.

Melchisedek (a otro): Buscamos a vuestro jefe. A vuestro rey.


Tampoco hay respuesta.

Ahmed: Prueba en griego.

Melchisedek lo hace. El nuevo vikingo escucha con atención. Sin cambiar


la expresión, se da media vuelta para avisar a otro de los que están
sentados. Este los observa con atención.

Se acercan.

Melchisedek repite la frase en griego: Geguemona gimeteron. Basilea


gimeteron. Y después en latín: Vestrum regen.

Herger: Ah, noter rex. (Señala otro lugar) In tabernaculum.

Melchisedek: Dice que el rey está ahí, en esa tienda.

Herger: Non locuetur.

Melchisedek: Dice que no hablará con nosotros.

Herger: Non locuetur, quian mortus est.

Melchisedek: Al parecer el rey no hablará con nosotros porque está


muerto. Esto es su funeral.

Otro vikingo, al fondo de la mesa, llama la atención. Herger contesta.

Melchisedek: Te están presentando a uno de sus herederos


forzosos: Buliwyf. (NOTA: Se pronuncia Búlvait).
Buliwyf dice algo que Herger traduce.

Melchisedek: Buliwyf desea un cántico de gloria. Recita un poema,


un cuento. Seguro que algo recordarás.

Ahmed: En el principio, la Tierra estaba vacía, pero el espíritu de


Dios...

Uno que está sentado al lado de Buliwyf se levanta y desenvaina su


espada. El enfrentamiento es rápido y Buliwyf lo remata sin muchos
problemas.

Ibn Falan queda mudo de la impresión.

Ibn Falan (en off): Nombrado ya un nuevo rey, los hombres del norte
se prepararan para el funeral del fallecido.

Un grupo con antorchas baja por el camino que lleva hasta el


embarcadero. Llevan al rey muerto y cantan.

Melchisedek (traduciendo a Herger): En el suelo hay criaturas que se


arrastran, quemaremos su cuerpo. En un momento, él y sus
pertenencias estarán en el Paraíso. Estos regalos son para nuestro
señor, para que mantenga su reino en el Paraíso.

La comitiva deposita el cuerpo en el barco. Una mujer vestida de blanco


es izada varias veces. Dice algo.

Melchisedek (traduciendo a Herger): He aquí que allí veo a mi padre.


Allí veo a mi madre, a mis hermanas y hermanos. Allí veo el linaje
de mi pueblo, hasta sus orígenes. He aquí que me llaman. Me piden
que ocupe mi lugar entre ellos en los atrios de Valhalla, donde los
valientes viven para siempre. Ella viajará con él. Esto no volverás a
verlo. Es una costumbre antigua.
Alguien lanza una antorcha y el barco comienza a arder.

A la mañana siguiente, Ahmed sale de una tienda colocándose el


turbante. Ve a gente mirando hacia un barco nuevo. Allí hay un
muchacho encaramado junto al mascarón de proa, mientras un hombre
mayor permanece en el suelo. Hay otros en el interior, junto a los
remos.

En la tienda principal, los que participaron la noche anterior en el


funeral se están levantando. Una mujer lleva una jofaina con agua.

Ahmed (a Melchisedek): Otro de sus barcos ha llegado durante la


noche. Con un muchacho de pie, en la proa, como si fuera una
estatua.

Melchisedek traduce al latín a Herger.

Melchisedek: El muchacho permite que le vean.

Ahmed (incrédulo): Si está a plena vista...

Melchisedek: Ellos no saben si lo que ven es real o tiene relación


con la bruma. Por lo visto encuentran cosas peligrosas, espíritus, en
la bruma. El muchacho es prudente. Les da tiempo para que decidan
si es real.

Los vikingos se pasan la jofaina unos a otros, donde se lavan, escupen,


echan sus mocos. Herger se la pasa a Ahmed. Este la aparta sin poder
evitar un gesto de asco.

Alguien entra a la tienda. Es el muchacho del barco. Habla con Buliwyf.


Melchisedek (traduciendo a Herger): Es un mensajero. Viene desde su
tierra del norte con un mensaje para Buliwyf. Se llama Wulgar. Es
hijo del rey Hrothgar, un poderoso rey del norte. Viene a pedirle
ayuda a Buliwyf. Están atacando el reino de su padre. Su aldea ha
sido destruida. Están amenazados por un antiguo mal. Por el
horror... Un horror que no tiene nombre... Un horror que no debe
nombrarse.

Murmullos de preocupación.

Ahmed: Obsérvalos. ¿Qué será lo que les afecta tanto?

Melchisedek (a Herger): Quit tan horribile est?

Herger: ¡Non locuetur, non locuetur!

Melchisedek: El nombre no debe decirse... Invoca al Angel de la


Muerte.

Entra una vieja encorvada con la cabeza tapada por un manto,


acompañada por un lazarillo.

Melchisedek: Va a consultar con los huesos. Es el oráculo.

La vieja vacía una caja sobre una piel, donde cae un montón de
pequeños huesos.

Melchisedek (traduciendo a Herger): Pide tantos hombres como


número de... ¿lunas?... Trece. El número de lunas de su año. Dice que
trece hombres deben acudir.

La vieja comienza a tomar huesos que ofrece a los voluntarios. El


primero es Buliwyf. Le siguen otros once. Algunos parecen ya algo
mayores, pero están fuertes y su actitud es la de guerreros
experimentados. Todos están satisfechos con el grupo conseguido. Pero
cuando la vieja saca el hueso número trece, y dice algo, los rostros se
vuelven preocupados. Miran hacia Ahmed.

Herger: Tercius decimus homus septemtrionis non sit.

Melchisedek: Dice que el decimotercer hombre no puede ser del


norte.

Ahmed: ¿Qué quieres decir?

Melchisedek: El guerrero número trece... eres tú.

Exterior. Los guerreros están preparándose para partir a caballo.

Uno de ellos se burla del caballo de Ahmed, sensiblemente más


pequeño que los demás.

Melchisedek: Creen que tu caballo es demasiado pequeño. Dice algo


así como que sólo un árabe llevaría un perro a la guerra.

Llega Herger, con tres mujeres cogidas de la cintura.

Buliwyf sube a su caballo. Dice algo a Herger, que traduce a


Melchisedek.

Melchisedek: Desea saber tu nombre.

Ahmed: Yo soy Ahmed Ibn Fahdhan, Al Abbas, Ibn Rasid, Ibn


Hammad.

Herger (a Buliwyf): Iben.


Ahmed: ¡No! Escucha. Ahmed Ibn Fahdhan. Ibn significa el hijo de.

Herger (a Buliwyf, como confirmando lo que ya le había dicho): Iben.

Buliwyf inicia el viaje.

Herger (a Ahmed): Corre a encontrar la muerte, antes de que te


quiten el sitio.

Besa a una de las mujeres y sigue a los demás.

Melchisedek: No te olvidaré. Ve con Dios.

Ahmed (mirando al cielo): ¿Has oído?

Los trece jinetes, mas el hijo del rey, avanzan por un paraje nevado bajo
un cielo gris.

Noche. Están cenando en torno a una hoguera. Risas. Ahmed observa


cuidadosamente cómo hablan. De vez en cuando, entiende alguna
palabra.

Fundido con otra escena similar. Esta vez bajo la lluvia. Ahora, repite en
voz baja algunas de las palabras que escucha.
Fundido con la siguiente escena. Ya puede comprender frases
completas.

Los vikingos cuentan aventuras medio guerreras medio amorosas:


Maridos engañados, caballos robados.

Skeld (con tatuajes en la cara): Probablemente sólo era una ramera de


piel oscura, como la madre de ese.

Señala a Ahmed. Este lo mira fijamente.

Ahmed: Mi madre... (Todos paran de reír y lo miran


asombrados)...era... una mujer pura... de una noble familia. Y... al
menos yo sé quien es mi padre. No como tú, bastardo de una cerda.

El aludido se levanta gritando y corre hacia Ahmed.

Herger: No, no, no. Alto.

Los demás le detienen.

Herger: ¿Cómo has aprendido nuestra lengua?

Ahmed: ¡Escuchándoos!

Herger ríe. Buliwyf lo observa con atención, como si estuviera calculando


las posibilidades de ese extranjero.

Buliwyf: ¿Sabes dibujar los sonidos?


Ahmed: ¿Los sonidos?... Sí, sé dibujarlos. Y sé hablarlos después.

Buliwyf: Enséñame.

Ahmed toma un palo, escribe sobre la tierra y dice: Hay un solo Dios, y
Mahoma es su profeta.

Se están preparando para continuar.

-Dame esas alforjas.

-Ten cuidado, Weath.

-Eh, mira por donde vas.

Skeld (después de dar un golpe al caballo de Ahmed): Sólo un árabe


traería un perro...

Ahmed: ¿Un perro a la guerra? Eso ya lo he oído.

Otros ladran y aúllan. Los demás ríen.

Ahmed sube a su caballo, entre imitaciones de ladridos y burlas. Lo


espolea y sale al trote, saltando algunas vallas de una granja.

Helfdane: Eso está bien, árabe.


Sigue saltando vallas y carros de heno. E incluso salta sobre uno de ellos
(Weath, joven pelirrojo que viste un tartán escocés), que cae de su
caballo al barro.

Buliwyf: ¡Vamos! (Siguen la marcha) El perro salta bien.

Buliwyf parece satisfecho, como si tuviese ya suficientes motivos para


confiar en el extranjero.

Barco bajo una tormenta, entre grandes olas. Buliwyf va al timón.

Ahmed está sentado en cubierta, mareado. Se acerca alguien para darle


un recipiente con comida.

Helfdane: Toma.

Ahmed: No.

El barco se balancea continuamente bajo la lluvia.

Ahmed: ¿No tendríamos que estar cerca de la costa?

Helfdane: No, muchacho, hoy no hace día para estar cerca de la


costa.

El barco se mueve lentamente entre una espesa niebla.

Buliwyf: ¡Odín! ¡Odín!


Los hombres tiene escarcha en la barba.

Están cerca de su lugar de destino, pero la niebla no deja ver la costa.

Los vikingos se ponen sus armaduras, que son de diversos orígenes y


épocas, fruto del comercio o del pillaje por los distintos lugares por
donde han estado.

Rethel lanza varias flechas encendidas.

Ahmed: ¿Qué es todo esto?

Herger: ¡Silencio!

Buliwyf: ¡Odín!

Una de las flechas se ha clavado a un árbol, lo que les proporciona un


punto de referencia.

Edgtho (sobre la vela): ¡Tierra!

La niebla se disipa un poco. A lo lejos puede verse un edificio de


madera.

Bajan, con los caballos, del barco.

Buliwyf ha escrito en la arena la frase que le enseñó Ahmed.

Buliwyf: Árabe, habla mi dibujo.


Ahmed: Hay un solo dios, y Mahoma es su... (le corrige la última
palabra)... profeta.

Buliwyf (subiendo a su caballo): ¡Vamos!

Herger (tirándole a Ahmed una espada desde cubierta): Ten. La


necesitarás.

Ahmed: No puedo ni levantarla.

Herger: Hazte más fuerte.

Edgtho: ¡Un jinete!

Rethel prepara su arco.

Edgtho: Montura ligera y bien alimentada. ¡Perfume!

Rethel: Agh. Una mujer.

- Un heraldo.

Llega el heraldo. Es un hombre mayor; lleva un estandarte con el dibujo


de una serpiente.

Ragnar: Es un mensajero envuelto en seda.

Heraldo: Vuestros nombres, rápido.


Buliwyf: Soy el hijo de Hygliak, llamado Buliwyf. Conocemos a tu
señor. Venimos con el encargo de servirle.

Heraldo: Mi señor Hrothgar os dará la bienvenida enseguida.

Siguen un camino a caballo. A lo lejos muchas montañas y el contorno


de un poblado que parece abandonado.

- No hay muro no hay foso. Ni siquiera una simple empalizada.

Helfdane: Hasta una vaca podría entrar aquí.

Algunos campesinos les miran.

- Mujeres, niños... y apenas hombres entre 15 y 50 años.

Llegan ante la casa del rey. Tiene algunos gruesos postes a la entrada y
las puertas están labradas con imágenes de dragones. Desde allí se ve
un brazo de mar (tal vez un fiordo) y unas montañas al fondo.

Entran a un espacioso y bonito salón. Hay columnas del mismo estilo


que la puerta. Al fondo está el rey sentado en su trono. A su lado están
su esposa, bastante más joven que él, también sentada, y el heraldo, de
pie.

En la parte central del salón cae agua de la lluvia, ya que la parte


superior está abierta, para dejar salir los humos.

Heraldo (muy pomposo): Mi señor, él es Buliwyf, hijo de Hygliak.


Viene allende...
El rey le interrumpe. Está muy viejo. Un ojo apenas lo puede abrir.

Hrothgar: Conozco a ese hombre. Yo le he llamado llamar. Le conocí


de niño. Conocí a su padre y ahora ha vuelto hecho un hombre. Un
gran hombre.

Buliwyf, acompañado por un perro de piel rojiza, ha puesto una rodilla


en tierra, mientras el rey hablaba. Se pone en pie. Al fondo están los
otros doce guerreros, mas el hijo pequeño del rey.

Buliwyf (acercándose el rey, para hablarle al oído): ¿Qué es lo que


perturba a vuestro pueblo, anciano?

El rey se sobresalta, como si se sintiera culpable de lo que está


ocurriendo y temiese que Buliwyf lo supiese.

Herger: Puede que esté loco.

Buliwyf (a Edgtho): Ve a la bruma.

Herger: ¿Alguien ha visto alguno? ¿Alguien ha visto alguno en 100


años?

Skeld: Según dicen antes podías encontrarlos por estas tierras.


Sobre todo hacia el norte.

Herger: La gente habla mucho.

Buliwyf: Sean lo que sean, salvo que los encontremos, necesitamos


una buena cerca y una puerta.

Empiezan a discutir.
-Podemos construir una puerta.

-Yo no voy a levantar la cerca, no soy un labrador.

Ahmed, que se ha apartado del grupo, observa a lo lejos. Ve algo que


llama su atención.

Ahmed: ¡Caballeros!

Todos miran en la dirección que les indica. Suben a un tejado para ver
mejor. Es un niño que corre por el campo.

Van hacia él a caballo. Está desnudo y tiene sangre seca por el cuerpo.
Llora.

Weath: Chico, háblame. ¿Quien te ha hecho esto?

Buliwyf: Preguntad quien le conoce.

Wielew (la reina): Esperad. Yo le conozco. (Lo cubre con su capa) Vive
en una granja, en el valle. Yo os llevaré.

Van a caballo por un bosque, lentamente, con precaución por lo que


puedan encontrar.

Buliwyf da el alto con una mano. Hace gestos para indicar lo que deben
hacer. Edgtho sigue adelante. Los demás bajan y se ponen en
movimiento.
Ven una casa al lado de un río. Está en una ladera y para salvar el
desnivel hay un camino de troncos a modo de puente. Se acercan
sigilosamente por varios lados. Dos de ellos entran.

Rethel tiene su arco dispuesto. El árabe y la reina están a su lado. Todos


tensos.

Rethel (a Ahmed): Quieto, no te pongas delante.

Los que han entrado a la casa salen y hace señas de que no hay peligro.

Ahmed se acerca. Todos guardan silencio. Entra en la casa. Está todo


revuelto. Sangre en el suelo. Cuerpos despedazados. Un brazo cuelga de
una cama, levanta la manta y el brazo cae al suelo. Sale a vomitar.

Herger: Así que es cierto.

-No hay huellas de caballos.

-Iban a pie.

(Un wendol les observa entre los árboles)

-Les han dejado sin cabezas.

-El niño habrá escapado por algún agujero.

Ahmed: Les han despedazado.

Herger: Según dicen, se comen a los muertos.


Ahmed: ¿Qué...? ¿Qué clase de hombres harían eso?

Herger: No son hombres. Son wendols.

Rethel: Están aquí.

Muestra una estatuilla de piedra negra sobre la hoja de su espada.

Ahmed: ¿Qué es eso?

Rethel: La madre de los wendols.

Otro golpea la espada y la figura cae al suelo. Ahmed la recoge. Es una


figura femenina con formas muy abultadas. No tiene cabeza ni
extremidades.

Llega Edgtho.

Buliwyf: ¿Y el rastro?

Edgtho: Muere en la roca, a dos millas.

Herger: Son inteligentes.

Edgtho: Y cautos. Y eso no es todo. A la derecha, las montañas


próximas a la atalaya. Y hacia el sur, la arboleda más cercana a la
primera línea de colinas.

Ahmed mira a lo lejos, con la mano haciendo sombra a los ojos.

A ambos lados pueden verse algunos ciervos correr.


Herger: Algo les ha espantado. Baja la mano, pequeño hermano.

Edgtho: Creo que nos vigilan en este momento.

Herger: Y si los perseguimos.

Edgtho: Desaparecerán.

Herger: ¿Se acercarán ellos?

Ragnar: Según los granjeros, vienen con la bruma.

Herger: Luego, si hay niebla, seguro que vienen.

El salón del rey. Hay mucha gente. Están cenando.

Hrothgar: Ahora ellos nos dan caza dentro de nuestra propia tierra.
No siempre fue así. Al principio, pensamos en construir para dejar
granjas hasta donde alcanza el horizonte.

Buliwyf: ¿Qué hay de los pueblos del norte y del interior?

Hrothgar: Estwyck la quemaron...

Wielew: Hace dos años.


Hrothgar:...dos años. Cierto, dos años. Y de los demás no sabemos
nada desde hace meses. Por la noche, después de haber bebido...

Se acerca una mujer rubia (Olga) para llenar los vasos. Herger tapa el
suyo con la mano.

Ahmed: ¿No bebéis esta noche?

Herger: No, ninguno bebemos esta noche.

Afuera, desde lejos, un wendol observa la casa.

En el interior.

Hrothgar: ...pero cuando amanece encuentran los cadáveres.

Wigliff (hijo mayor del rey, con voz taimada): Este caballero tiene el
aspecto de un gran guerrero y sin duda es muy valiente. Pero para
luchar con los wen necesitará que le acompañe la suerte.

Buliwyf: La suerte con frecuencia salva al hombre si no le falla el


coraje.

Wigliff: Sí, eso es posible...

Ahmed (a Herger): ¿Quién es ese?


Herger: El hijo del rey.

Wigliff: ...pero esperad a los wendols durante toda una noche y


después podréis hablarnos de coraje.

Buliwyf: Os agradezco vuestro consejo, aunque no recuerdo haber


oído hazañas vuestras a parte de matar a vuestros hermanos.

Wigliff se levanta muy serio.

Hrothgar: ¡Siéntate y guarda silencio! ¡Ellos son mis invitados y aun


siguen sentados a mi mesa!

Wigliff se va.

Hrothgar: Hay un hombre que estuvo en Estwyck.

Un viejo con un parche en un ojo y cicatrices en la frente, les habla.

Tuerto: Yo vi perfectamente al ser que me hizo esto. (se señala la


cara) Dientes de león, de oso la cabeza y garras capaces de reducir
un tablón a astillas. Vienen por la noche, con la bruma, siempre en
la oscuridad. Como si vieran en las tinieblas.

Buliwyf: ¿Caminaban a dos patas o a cuatro?

Tuerto: Me parece que de las dos formas, como si fuesen mitad


hombre y mitad oso, pero no podría asegurarlo. Pero sí vi al
dragón-luciérnaga con toda claridad, igual que todos aquella noche.
Le vi bajar de las montañas, entre la bruma, arrastrándose de un
lado a otro. Era tan largo como cien barcos. Escupía fuego al
acercarse. El padre de mi padre siempre nos lo advirtió. Nos decía
que era un fantasma del pasado.

Llega Edgtho, que ha estado vigilando.

Edgtho: Va a haber niebla.

Buliwyf mira a la reina y esta se levanta. Susurra a alguien: Encárgate de


reunir a los niños.

Hrothgar: ¡Traedme mi armadura! Haré guardia con vosotros.

La reina advierte a Buliwyf con la mirada.

Buliwyf: Mi señor, los niños necesitan protección. Si nos superan...


vos deberéis pararlos.

El rey hace como que le han convencido. Atrancan la puerta. El rey, las
mujeres y los niños se refugian en el sótano.

Hrothgar (a Buliwyf): Suerte en la batalla, muchacho.

Los guerreros se preparan para dormir.

Ahmed (a Herger): ¿Cómo puedes dormir en un momento así?

Herger: El viejo padre urdió el hilo de tu vida hace mucho tiempo.


Escóndete en un agujero si quieres, pero no vivirás ni un instante
más. Tu destino está escrito. El miedo no ofrece nada al hombre.
Anochece. Brumas en las montañas.

En el salón, los hombres duermen tumbados en círculo, algunos roncan.


Ahmed despierta sobresaltado. Se oyen ligeros ruidos. Todos se
preparan sigilosamente. Los crujidos de las maderas son ahora
perfectamente audibles.

Herger: Cuando vengan, formaremos un círculo en el centro de la


habitación, espalda contra espalda.

Ahmed: Yo no soy un guerrero.

Herger: Muy pronto vas a serlo.

La puerta es derribada de un fuerte golpe. Entran los wendols, armados


con porras. Lucha en la penumbra. Un wendol es atravesado por una
lanza.

Ahmed está inmóvil.

Ragnar: ¡Muévete!

El árabe nota que le van a atacar por la espalda. Esquiva el golpe y se


enfrenta al wendol. Este le hiere en la cara, pero él le clava su espada.
Aun así, el wendol tiene fuerza suficiente para levantarlo por los aires y
arrojarlo contra el suelo.

Ragnar le corta a un wendol una mano, pero otro le mata. Le arranca la


cabeza y se la lleva tomada por los pelos.

Finalmente todos lo Wendols se van. Los guerreros respiran agitados en


la puerta.
Herger (alegrándose de encontrar Ahmed): Bueno, no ha huido.

Le ayuda a levantarse y observa su herida.

Herger: No has salido muy mal parado.

Skeld: Ragnar ha muerto.

Herger: ¿Tiene cabeza?

Skeld: No.

Herger: Se las llevan. Siempre se las llevan.

Buliwyf: ¿Qué hay de Olaf? (NOTA: Es un error de traducción. En el


original se refiere a Hyglak, cuya pronunciación es bastante similar)

-Está igual.

-No veo a ninguno.

-¿Qué?

-A ninguno de ellos. A ninguno de los que hemos matado.

-Yo tampoco.
-Ninguno.

-Yo he herido al menos a dos de ellos de muerte.

-Igual que yo, igual que todos.

-Hasta el árabe destripó a uno.

Ahmed: Todavía quedaba vida en él.

-Se los llevaron.

-Son demonios.

Buliwyf: Su sangre parece real.

Olga cura las heridas del árabe.

Olga: Te quejas demasiado.

Ahmed: ¿Qué es eso?

Olga: Orín de vaca.

Ahmed: ¿Orín de vaca?


Olga: Fermentada.

Ahmed: No, no me pongas esa porquería. No, no. Agua limpia.

Olga: Como quieras. Mañana se formará pus y tendrás fiebre.

Herger (recogiendo el cadáver de Ragnar): Ven, amigo. Tu cabeza ha


ido a buscar a tu mano. Se reunirán contigo en el paraíso. No hay
cuerpos, pero esto sea tal vez una de sus garras.

Le entrega a Weath una estaca con garras de oso. Este se la echa al


árabe.

Herger: Vamos, pequeño hermano. Hay que construir defensas.


Exterior. Al amanecer. Mucha actividad.

-Ir trayendo gente. Venid aquí, poneos en fila..

-Vosotros por aquí, va a ser un día muy largo.

Skeld (a Ahmed): Quédate ahí. Voy a cortar el tronco. No apartes la


vista de él, ¿eh?

De dos cortes saca una punta perfecta a una estaca.

Skeld: Ahora tú.

Pero el árabe no acierta con su pesada espada en varios intentos;


incluso se cae al agua.

Ahmed: ¿Hay algún herrero? ¡Un herrero!


Ve una herrería al otro lado del poblado. En la rueda de afilar,
transforma su espada en un alfanje curvo y ligero.

Skeld (a los demás, como disculpándose): Ha insistido.

Weath: La ha transformado en un simple cuchillo.

Ahora, Ahmed hace cortes perfectos en los troncos de la empalizada.

Ahmed: Funciona.

Hace algunos malabarismos con ella.

Weath: Cuando mueras, ¿puedo dársela a mi hija?

Todos ríen.

Se acerca Olga con un cántaro.

Olga: ¿Tienes sed?

Ahmed: ¿Aguamiel?

Olga: Agua

Ahmed: Gracias.
Le toca la herida y él se queja.

Olga: Te quejas como una mujer.

Ahmed: Estas haciéndome daño.

Olga: Te curarás.

Ahmed: Creo que tengo la nariz destrozada.

Olga: Es un precio pequeño.

Ahmed: Están todos muy callados hoy.

Olga: Tienen miedo de que atraigáis al gusano dragón.

Ahmed: ¿Qué?

Olga: El gusano de fuego, la serpiente de fuego.

Ahmed: ¿La serpiente de fuego? ¿Un dragón? Yo no creo en


dragones.

Olga: Cuidado con el príncipe Wigliff. Envenena el oído del rey. Le


dice que Buliwyf quiere quitarle su reino. ¿Es verdad eso?

Ahmed: No. Puedes creerme.

Olga: Debéis tener cuidado.


Ahmed: No dijo nada más.

Herger: No es necesario. El príncipe. Agh. (Escupe)

Buliwyf: Hace falta un escarmiento.

Miran hacia la casa del rey. Este está en una especie de mirador con su
hijo. Al lado, hay dos hombres.

Herger: ¿El pelirrojo? (Buliwyf asiente) Yo lo haré, tú no debes


mezclarte.

Ahmed: ¿Y qué hago yo?

Herger: Cerrar la boca y volver al trabajo.

Angus, el pelirrojo, va al foso para trabajar con los demás. Herger se


pone a su lado. Le echa tierra encima con la pala.

Angus: Procura tener cuidado.

Herger vuelve a hacerlo, ahora con barro.

Angus: Cavas como un perro.

Herger: ¿Me has llamado perro?


Angus: He dicho que cavas como tal, lanzando la tierra como un
animal.

Herger: Entonces, ¿soy un animal?

Angus: Tú no escuchas.

Herger: Y sordo, además.

Angus: Estas loco, enano.

Herger: Eso es sólo porque usas palabras retorcidas y débiles como


una vieja.

Angus: Pues esta vieja te va a mandar al otro mundo, viejo.

Ahmed: ¿Qué ha pasado?

Herger (afilando su espada): Una pequeña disputa.

Tiene tres escudos a sus pies. Sonríe satisfecho.

Angus está ya preparado. La gente espera que empiece el duelo


haciendo un círculo.

Ahmed: Él es más grande que tú.

Herger: Sí.
Ahmed: Y más joven.

Herger: Sí. Puedes apostar por él si quieres.

Ahmed: Tal vez.

Comienza el duelo.

Al primer espadazo del pelirrojo, Herger cae al suelo con su escudo


destrozado.

Herger (fanfarroneando a su rival): Suerte...

Cambia de escudo y retoman la lucha.

Ahmed (a Buliwyf): Detén esa pelea... Si siguen, le va a matar.

Buliwyf (impasible): Es posible.

Ahmed: Pero no puedes, no pue...

Buliwyf le ignora.

La sujección del escudo de Herger se rompe. Nuevo cambio. Es el último


escudo para él. Pronto también se rompe. El pelirrojo es realmente
fuerte. Herger parece agotado, incluso tiene que apoyarse en su espada
para levantarse.

El príncipe Wigliff sonríe satisfecho. Le hace una seña a Angus y este se


dispone a rematar a su rival, pero Herger, con unos movimientos
precisos, le esquiva, le hiere y le corta la cabeza. Salpica de sangre a los
que están cerca, incluido el príncipe.

Herger parece satisfecho. Le ha desaparecido la expresión de


agotamiento. Se dirige al príncipe Wigliff y le echa una bolsa, que cae
cerca de la cabeza de Angus. Es la compensación por la muerte de su
hombre de confianza.

Herger: Honrad a vuestro amigo. Era un hombre valiente.

Herger se está echando un cubo de agua por la cabeza.

Ahmed: Tú pudiste matarlo desde el principio.

Herger: Sí.

Ahmed: ¿Por qué esa artimaña?

Herger: De eso se trataba. Cualquier idiota calcula la fuerza. Ese


(señala a Wigliff) lo ha estado haciendo desde que llegamos. Ahora
tiene que calcular lo que no puede ver.

Ahmed: Y temer... lo que no conoce.

Buliwyf: Y, como has dicho, es una locura, y un desperdicio.


Echaremos de menos la espada de Angus esta noche.

Rethel va dejando carcaj de flechas por diversos lugares de la parte


elevada de la casa.
Ahmed va a caballo con una bolsa en la mano. Se acerca a una torre de
vigilancia. No ve a nadie.

Ahmed: ¡Edghto! ¡Edghto!

Edghto (subido a un pino más alto que la torre): No alborotes. Ya te


oigo.

Ahmed: Pensaba encontrarte en la torre.

Edghto: Ya, por eso no estoy en ella.

Ahmed: Te traigo comida.

Le echa la bolsa.

Escucha unos ruidos lejanos, parecidos a los de una tormenta.

Ahmed: Va a llover.

Edghto: Es oleaje. A tres millas hay un acantilado. Son las olas,


parecen truenos. Los wendols le llaman Acantilado del Trueno.
(NOTA: Error de traducción, ya que él difícilmente puede saber cómo
llaman los wendols a aquel lugar. En el original, se refiere a los
campesinos).

Ahmed (mirando a lo lejos): Se está formando bruma.

Edghto: Ya la veo.
Se oye el toque de un cuerno a lo lejos. En una montaña se ve una línea
serpenteante de fuego.

Edghto: ¡El dragón! ¡Han despertado al dragón!

Se desliza por una cuerda hasta la torre y golpea un gong de cobre.

En el poblado, los campesinos corren a refugiarse.

-Huid.

-Rápido, no hay tiempo que perder.

Cuando todos están dentro, cierran la puerta de la empalizada.

Los guerreros se preparan.

Ahmed: La serpiente de fuego.

Herger: Sí, escupe fuego.

Weath: ¿Qué es aquello que hay debajo de la torre?

Rethel: Es una niña.

Herger: Está sola.


El árabe mira a todos. Parece asombrado de que ninguno parezca estar
dispuesto a hacer nada.

Ahmed: ¡Abrid la puerta! ¡Abrid la puerta!

Corre hacia su caballo.

-Empujad.

-Antes hay que levantar las estacas. Ayudadme.

-Hyglak, empuja la carreta.

Como tardan demasiado, salta sobre las estacas.

Cuando está lo suficientemente cerca, ve a un numeroso grupo de


wendels a caballo; llevan antorchas. A eso se reduce la serpiente de
fuego. Uno de ellos le observa.

Toma a la niña y la sube al caballo.

En el poblado.

Herger: ¿Has visto al gusano de fuego?

Ahmed: Es caballería.
Herger: Preferiría un dragón.

Ahmed: Son cientos, con antorchas.

Buliwyf (a Herger): Cubre la zona norte.

Herger: Vamos, pequeño hermano, esto comienza.

Rethel: ¡Árabe! ¡Toma!

Le da una cota de malla. Se la va poniendo mientras sigue a Herger


hasta la zona que les ha tocado defender. Los campesinos, hombre y
mujeres, están preparándose, llevando cubos y herramientas.

Es de noche. El resplandor de las antorchas de los wendols ilumina la


niebla.

Ahmed: Alá, ten misericordia.

Los jinetes llegan ante la empalizada. Dan una vuelta al foso. Empiezan
a tirar las antorchas por encima de la valla. Los arqueros vikingos
derriban a algunos.

Unas flechas de los wendols se clavan cerca de donde están Inb Fahdhan
y Herger.

Herger: ¿Estás listo? (le da un carcaj con flechas). Sujeta. ¡Ahora


veréis!

Skeld intenta retirar una antorcha, pero es alcanzado por un arma y


muere.
Las mujeres apagan los fuegos con cubos de agua.

Herger disfruta disparando sus flechas.

Varios wendols saltan por donde están Ahmed y Herger.

El árabe derriba a uno de ellos. Ve que debajo de la cabeza de oso hay


un hombre. Y que se queja.

Ahmed: Son hombres. Son hombres, son hombres, son hombres.

Esa idea le da fuerzas, o al menos le ha quitado el temor. Mata a uno.

Herger: Tranquilo, pequeño hermano, hay más.

Al árabe, cada vez le cuesta menos acabar con los que se le ponen
delante.

Los wendols echan cuerdas con garfios para arrancar un trozo de la


empalizada. Entran con los caballos.

Rethel muere ensartado en varias lanzas.

Retchel desde el tejado, no deja de disparar flechas, pero suben dos


wendols. Puede con uno, pero el otro lo mata.

Los campesinos huyen en desbandada.

-Han llegado a las puertas.

-Volved y luchad.
Buliwyf: ¡Árabe!

Le da una estaca larga.

Ahmed: ¿Qué hago con esto?

Buliwyf: Pon el pie encima y aguanta.

Cuando los caballos llegan, quedan ensartados en las puntas de las


estacas.

Un wendol cae sobre el árabe. Este le golpea repetidas veces hasta que
logra ponerse de pie.

El toque de un cuerno hace volver a los wendols.

Ahmed corre detrás. Es derribado por uno de ellos. Cuando se levanta,


fuera de sí, comienza a dar espadazos contra el aire.

Las casas arden, los heridos reciben ayuda. Llueve.

Herger bebe de un cuerno.

Herger: Skeld, Halga, Roneth y Rethel se unirán a ellos.

Le pasa el cuerno.
Ahmed: No puedo, yo.. no pruebo la fermentación de la uva ni del
trigo.

Herger ríe con ganas.

Ahmed: ¡Qué! ¿De qué te ríes?

Herger: Esto... está hecho de miel.

Le deja el cuerno y se va.

Ahmed se lo piensa, pero finalmente da un largo trago. Parece que le


gusta.

Se da cuenta que a su lado está Olga.

Olga: Moriremos aquí.

Ahmed: Sí, es posible.

Ella le toma la mano.

Olga: Ven

Por la mañana, los dos están durmiendo juntos. Wealth despierta a


Ahmed.

Llega al salón, donde están los demás.


Herger: ¿Ha acabo contigo o te ha devuelto a la vida?

Ahmed: Un caballero no habla de esas cosas.

Entra Edgtho. Deja caer el cadáver de un wendol que lleva sobre los
hombros. El perro de Buliwyf gruñe.

Edgtho: Hay tres más en la empalizada.

Apartan la cabeza de oso. Todos ven que es un hombre. Lleva el tronco


pintado de negro.

Wealth: Parece el cruce de un hombre y alguna bestia.

Ahmed: Es un hombre.

Buliwyf: Entonces tendrá que dormir, y si duerme tendrá guarida y


la podremos encontrar.

Herger: ¿Quieres que ataquemos?

Buliwyf: ¿Hay otra solución?

Wielew, la reina: Venid conmigo. Hay una mujer que puede


ayudarnos.

En algún lugar del bosque.


Llegan ante una choza hay algunas personas con pinta de anormales.

Buliwyf: Traed al árabe.

Wielew: Esta mujer ya era vieja cuando mi abuela era una niña. Está
algo loca.

Herger: La perfecta consejera.

Una vieja está tumbada frente a un fuego.

Vieja: Mal, mal. Tengo a la reina Wielew delante de mi. ¿No es cierto?

Wielew: Necesitamos pedirte consejo, señora.

Vieja: ¿Tú o él? Aproxímate, Buliwyf... Un poco más.

Buliwyf: ¿Conoces mi nombre?

Vieja: Tengo oídos. Guerrero, dice el viento. Jefe, dice la lluvia. ¿Por
qué acudes a mí? ¿Tienes un rival? ¿Tienes un rival en los
devoradores de cadáveres?

Wielew: Buscamos tu sabiduría.

Vieja: Las guerras se ganan en la voluntad. Puede que luchéis en un


campo de batalla equivocado. ¿Tenéis una prenda? ¿Un objeto? Algo
de los wens.

Ahmed: Sí.
El árabe saca la estatuilla negra. Se la da a Buliwyf y este a la vieja.

Ah, os muestran el camino y no lo veis. Pelearéis con ellos hasta que


os pudráis, y no conseguiréis nada. Buscad la raíz, atacad su
voluntad.

Buliwyf: ¿Cómo?

Vieja: Esta es la madre de los wen. A ella la veneran. Ella es su


voluntad.

Buliwyf: ¿Dónde puedo encontrarla?

Vieja: Ella es la tierra, búscala allí... (parece quedarse dormida. Buliwyf


se dispone a irse) Buliwyf, cuídate del jefe de sus guerreros. Lleva los
cuernos del poder. También debes matarle.

En el poblado, preparándose para partir.

Ahmed: ¿Tenemos algo parecido a un plan?

Herger: Ajá, buscar su guarida y matarlos a todos,

Olga se le queda mirando. Al pasar junto a él le toca la pierna.

En el bosque.
El perro va con ellos.

Helfdane: Hasta un niño seguiría este rastro.

Herger: No nos temen. No nos temen en absoluto.

Llegan a un lugar donde hay pieles extendidas sobre palos, con cráneos
de osos.

El perro gruñe y ladra.

Fahdhan: Al perro no le gusta.

Herger: Cráneos de oso. Creo que no quieren visitas.

Ahmed: Las garras, los tocados. Osos. Creen que son osos. Quieren
que creamos que son osos. Eh, ¿cómo se caza a un oso?

Herger: Se les persigue con perros. ¿Por qué?

Ahmed: ¿Cómo se caza a un oso en invierno?

Herger: Entrando en su cueva, con lanzas.

Ahmed: ¿Dónde están las cuevas?

Weath: En la tierra.

Llega Edgtho, que ha hecho de rastreador.


Edgtho: En el siguiente acantilado, hay muchas hogueras.

Buliwyf: ¿Hay alguna cueva?

Continúan a pie. Ven cabañas al lado de un río y una cascada.

Se asoman tras una roca y ven a dos wendols cruzar un puente de


cuerdas.

Weath: No veo ninguna cueva.

Ahmed: Sí, está ahí.

Los wendols terminan de recorrer el puente y siguen hacia delante.


Desde donde están ellos, sólo se ve la pared rocosa, por la tanto debe
haber una abertura.

Weath: Ah, en la pared de la roca.

Buliwyf: ¿Podremos llegar?

Hedgtho: No tienen perros. Tal vez.

Uno a uno van entrando al poblado. Y escondiéndose, llegan a la


abertura de la cueva. Matan a los dos guardianes.

Dentro de la cueva.
Llevan antorchas.

Se desprenden de sus armaduras, que seguramente harían ruido al


rozarse con la pared rocosa. Sólo Helfdane no se la quita. Wealth le da
unos toques.

Helfdane: Tendrías que besarme antes.

Se arrastran para no ser vistos. Ven a algunos wendols que descansan.


Helfdane deja caer accidentalmente una piedra. Eso llama la atención de
un wendol, pero al no escuchar nada más, sigue con lo que que estaba
haciendo. Continúan.

Herger: ¿Estamos muy dentro de la tierra?

- Lo suficiente como para caer hasta el fondo.

Entran en una zona más amplia. Observan con atención. Hay una gran
estatua femenina, similar a la estatuilla que encontraron días antes.

Herger: Mirad a vuestros pies.

Montones de cráneos y huesos humanos. Algunos están colocados al


modo de columnas.

Ahmed: Me equivoqué. Estos... no son hombres.

Llegan a un lugar más amplio. A un lado hay una cascada. Desde allí se
ven a más wendols.

Herger: Si intentamos pasar por ahí, se nos echarán encima todos.


Buliwyf: Por la pared. Y nadando.

Sujetos a una cuerda, van bajando uno a uno y cruzan la cascada.

Le toca el turno al árabe.

Herger: Vamos, pequeño hermano.

Ahmed: No me gustan las alturas.

Herger le da un empujón.

El siguiente paso es descolgarse hasta la laguna del fondo.

Pasan cerca algunos wendols con antorchas. No notan nada.

Por fin, están todos reunidos.

Se escuchan unos cánticos. Varios wendols están realizando un ritual


ante la entrada de lo que debe ser un santuario. Tienen los cuerpos
pintados. Algunos llevan una especie de bastones con cráneos. Es fácil
pensar que allí dentro está la madre de los wendols.

Los guerreros salen del agua. Matan a todos los wendols, pero llegan
más.

Herger: ¡Buliwyf! ¡Mátala! ¡Hazlo! ¡Mátala! ¡Vamos!

Buliwyf sigue solo, mientras los demás protegen la entrada.


Buliwyf entra en un recinto. Ve unas raíces donde están sujetas algunas
cabezas cortadas. Reconoce las de sus amigos muertos en los ataques
de las últimas noches.

Después ve a una mujer. No hay duda de quien es. Tiene sobre sus
hombros una serpiente. En una mano, una garra muy larga atada a un
dedo. La moja en un recipiente con veneno y se dispone a defenderse
con esa única arma.

Luchan hasta que finalmente Buliwyf le decapita, pero antes ella le ha


arañado en un brazo.

Afuera, siguen llegando wendols.

Herger: ¡Malditos!

Él y el árabe miran inquietos hacia donde está Buliwyf.

Finalmente, este sale. Lleva la espada roja, pero se tambalea.

Herger (corriendo hacia él): ¿Ya está?

Buliwyf: Sí. (Ve como por la parte superior de la cueva siguen llegando
wendols y no va a ser posible regresar por el mismo sitio). No va a ser
fácil salir de aquí.

Weath: ¡Eh! Aquí hay un pasadizo que baja.

Corren por él.

Helfdane es el último y cae al suelo. Ahmed retrocede para ayudarle.


Helfdane: No tengo fuerzas para seguir adelante. (Escupe sangre).
Hoy ha sido un magnífico día. Magnífico. Ve con los otros. ¡Largo!

El árabe alcanza a los demás.

Herger: ¿Y Helfdane?

Ahmed niega con la cabeza, dando a entender que ya ha muerto.

Herger: Estamos siguiendo el curso del agua. Tiene que salir por
algún sitio.

Edgtho: La corriente desaparece bajo las rocas.

Buliwyf cae al suelo.

Herger: ¡Buliwyf!

Buliwyf: Estoy bien.

Parece que han llegado a un lugar sin salida.

Herger: Nos turnaremos para luchar de dos en dos.

Ahmed: Ya vienen.

Weath (escuchando un ruido): Lo que faltaba, ahora va a llover.

Ahmed: ¡Va a llover! ¡Va a llover! ¡Alto, alto, alto!


Edgtho: Truenos. Las olas parecen truenos... el Acantilado del
Trueno.

Ahmed: Oleaje, oleaje, hay oleaje. Ahí fuera.

Edgtho: Saldremos nadando o nos ahogaremos.

Buliwyf: Intentémoslo.

Empiezan a echarse al agua.

Herger: Coged aire, coged aire.

Weath: Uno, dos, tres.

Empiezan a sumergirse.

Herger (a Ahmed): Si no nos siguen, será la forma de saber si está


demasiado lejos para ir nadando. Ja, ja.

Bucean entre las rocas hasta que ven un agujero por donde entra la luz.
Finalmente salen al mar. En el salón del rey.

El rey Hrothgar bebe en su trono. Buliwyf está sentado a su lado. La


reina lo cuida. Tiene mal aspecto. El veneno está haciendo su efecto.

Herger: No pasará de esta noche. La suerte está echada.

Ahmed: Tú no lo sabes.
Herger: Se terminó la madeja. Hace mucho que se urdió el hilo.

Buliwyf (a Ahmed): ¿Estás así de triste por mí?

Él intenta negarlo avergonzado, pero después lo reconoce.

Ahmed: No puedo evitarlo.

Buliwyf (sin mirar a nadie): Sólo tengo estas manos. Moriré pobre.

Hrothgar: Te enterraremos como a un rey.

Le entrega su espada.

Buliwyf: Cualquier hombre sería afortunado si alguien dibujara la


historia de sus hazañas para que fueran recordadas.

Ahmed: Ese hombre sería afortunado, sin duda.

Afuera.

Ahmed: Está viajando en la otra orilla. Se aferra a su espada, como


si temiese no despertar.

Herger: No pienses más en eso. Deberías descansar.

Ahmed: No estoy cansado.


Herger: Descansa. Los wendols querrán vengar la muerte de su
madre. Lo harán pronto.

Ahmed: ¿Otra vez?

Herger: Matamos a la madre, pero no al jefe. Mientras siga vivo,


luchará contra nosotros.

Ahmed: ¿Cuando?

Herger: Esta noche.

Ahmed: Las tardes son demasiado largas aquí, no como en mi tierra.


No creo que esta noche tengamos... (el toque de cuerno de los
wendols le interrumpe)... niebla.

Todos comienzan a moverse. Los niños y algunas mujeres bajan al


sótano.

Los wendols se acercan. Y esta vez aun no es de noche.

Weath: Matad a la madre, dijo la vieja. Matad a la madre y se


hundirán.

Herger: Muy pronto sabremos si tenía razón.

Comienza a llover.

Herger: Al menos no hay que preocuparse por el fuego.


Miran a los campesinos que hay detrás de ellos.

Weath: Están asustados, a punto de echar a correr. Ojalá estuviera


Buliwyf con nosotros.

Herger: No cambiaría mucho.

Los jinetes wendols se aproximan desde varios lugares.

Herger (que parece haber asumido el mando): ¡Ten! (le entrega la cota
de malla a Ahmed) Estad preparados.

Se ven infinidad de wendols a caballo y a pie. Deben ser todos. Saben


que será la batalla definitiva.

El árabe deja la cota de malla y las armas en el suelo. Se descalza y se


arrodilla para rezar.

Ahmed: Padre misericordioso, he derrochado mis días planeando


muchas cosas. Esta no era una de ellas, pero en este momento te
pido que me permitas vivir los próximos instantes con valor.

En el sótano.

La reina entrega a Olga un liote. Lo abre y ve dos cuchillos.

Wielew: Cuando llegue el momento... No dejes que los capturen.


El árabe se coloca la cota de malla.

Ahmed: Por todo lo que debimos pensar y no pensamos, por todo lo


que debimos decir y no dijimos, por todo lo que debimos hacer y no
hicimos, te imploramos, Dios, tu benevolencia.

-Ya vienen.

Buliwyf sale de la casa tambaleándose. Le acompaña el perro. Tiene la


cara muy pálida y lleva su espada en la mano. Esta a punto de caer, pero
sigue.

Se oye el toque de un cuerno. A lo lejos aparece a caballo el jefe. Él y


Buliwyf se miran.

Buliwyf (quitándose el manto): He aquí que veo mi padre. (Todos los


demás le acompañan, incluso Ahmed) He aquí que veo a mi madre, a
mis hermanas y a mis hermanos. He aquí que veo el linaje de mi
pueblo hasta sus principios. Y he aquí que me llaman. Me piden que
ocupe mi lugar entre ellos, en los atrios del Valhalla, el lugar donde
viven los valientes, para siempre.

Ellos también saben que esa será la batalla definitiva y que su muerte es
muy probable.

Escena de lucha a cámara lenta fuera de la empalizada.

Los campesino, y hasta el perro, ayudan en lo que pueden.

Buliwyf recibe varios golpes, pero finalmente mata al jefe wendol. Su


grito es oído por todos.

Inmediatamente se escucha el cuerno y todos los wendols se retiran.


Buliwyf sube a la empalizada, clava su espada y se sienta viendo como el
enemigo huye.

Los muchos wendols que había a pie, y que estaban lejos, se retiran
también.

Ahmed: Se acabó.

El perro gime.

Buliwyf tiene lo ojos abiertos y el rostro sereno, como si hubiera muerto


con el deber cumplido.

Bajo la lluvia, llevan a enterrar a Buliwyf .

Ahmed se prepara para regresar. Está en un barco con alguno de los


vikingos. Se mueve con los remos. Lleva puestas sus ropas árabes.

El joven príncipe Wulgar le despide con la mano desde un caballo blanco


(posiblemente el de Ahmed).

Herger: Rezaremos porque tengas un buen viaje.

Ahmed: ¿A quien rezaréis?

Herger: En tu tierra tal vez un dios sea suficiente, pero nosotros


necesitamos muchos. Rezaré a todos por ti. No te ofendas.

Ahmed: Estaré en deuda.


Herger: Adios, árabe.

Ahmed: Adiós, hombre del norte.

Lo saluda al modo de los árabes.

Ahmed (en off, mientras se le ve escribiendo su crónica): Atravesamos


mares de monstruos y bosques de demonios. Bendito sea Alá, el
misericordioso, el compasivo. Que su bendición descienda sobre los
paganos que adoraban a otros dioses, y que compartieron su
comida y vertieron su sangre para que su siervo, Ahmed Ibn
Fahdlan, se hiciera un hombre y un buen siervo de Dios.

El © sobre los contenidos de esta película pertenecen a Touchstone Pictures.


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