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BRAVEHEART

Guión de Randall Wallace


transcrito por Manuel Velasco
para la web Triskel
(manuelvelasco.com)

Sobrevolando las Highlands. Sonidos de gaita.

Escocia, 1280.

Un bosque, una partida de hombres a caballo…

Robert the Bruce (narrando): Voy a hablar de


William Wallace. Los historiadores ingleses dirán
que soy un mentiroso, pero la historia la cuentan
aquellos que cuelgan a los héroes. El Rey de
Escocia había muerto sin hijos, y el Rey de
Inglaterra, un cruel pagano conocido como Eduardo
Longshanks reclamó el trono para sí. Los nobles de
Escocia lucharon contra él y entre ellos mismos
por la corona, de modo que Longshank les invitó a
reunirse en una tregua, sin armas y con un paje
tan sólo.
Entre los campesinos de aquel condado se
encontraba Malcolm Wallace, un plebeyo con tierras
propias. Tenía dos hijos: John y William.

Malcolm y John van a caballo. Un niño, William,


corre tras ellos, intentando no ser advertido.
Pero su padre lo ve.

Malcolm: William, he dicho que te quedes.

William: Ya he terminado mis tareas. ¿A donde


vamos?

Malcolm: (A casa de) MacAndrew. Tenía que haber


venido aquí después de la reunión.
William: Yo también voy.

Malcolm: No, vete a casa.

William: Pero yo quiero ir.

Malcolm: Vete a casa o tendré que cruzarte la


cara.

John: Vete, William.

Malcolm y Andrew llegan a un poblado. Está


desierto. Caras de preocupación. Desmontan.

Malcolm: MacAndrews, MacAndrews.

Malcolm abre la puerta de una casa y entran los


dos. Ven varios cuerpos colgados, con las manos
atadas a la espalda. Se santiguan.

Pasan entre los numerosos cuerpos, atónitos.


Se escucha un ruido al fondo.
Malcolm toma un hacha.

Una puerta se abre y se ve a William, que también


mira los cuerpos colgados. Se asusta y comienza a
correr por el interior hasta que su padre lo toma
en sus brazos.

Malcolm: ¡William! Tranquilo, hijo.

William observa que entre los colgados hay un niño


de su edad.

William tiene una pesadilla. Ve al niño colgado,


que abre los ojos y le llama.

Chico muerto: ¡William!

Voces:
-Y yo digo que contraataquemos.
-Tenemos que hacer algo.
-Hay que organizarse, y pronto.

En la casa hay reunidos varios hombres.

Campbell: Hay que luchar.

MacClannough: Todo hombre dispuesto a luchar


estaba en esa reunión. No podemos derrotar a un
ejército. Somos cincuenta campesinos.

Malcolm: No hace falta derrotarles. Sólo hay que


luchar. ¿Quien está conmigo?

Campbell: Yo estoy contigo, Wallace.

Varios: Yo. Lucharemos.

MacClannough: De acuerdo, de acuerdo.

Malcolm: Sí. Vengaremos a MacAndrews.

Malcolm saca una espada escondida debajo del


tejado (los campesinos tienen prohibido tener
armas) y la pone en un atillo a la grupa de un
caballo, en el que William está subido.

Malcolm: Dime, ¿adonde crees que vas?

William: Voy contigo.

Malcolm: Conque vienes conmigo, eh. Y, ¿qué es lo


que vas a hacer?

William: Voy a ayudar.

Malcolm: Y nos serías de gran ayuda, pero quiero


que te quedes aquí y cuides de la casa mientras
estoy fuera.

Lo baja del caballo y lo lleva hasta la entrada de


la casa.
William: Puedo luchar.

Malcolm: Lo sé. Sé que puedes luchar, pero es la


inteligencia lo que nos convierte en hombres.
(William asiente) Hasta mañana.

John le hace una carantoña un tanto brusca.


William se queda mirando como su padre y su
hermano se alejan a caballo.

Soldados ingleses. William y su amigo pelirrojo


Hamish se esconden.

Hamish: ¡Ingleses!

William: Agáchate.

Hamish: Tu padre y tu hermano se han ido. Quemarán


la casa y nos matarán.

William: Estamos solos, Hamish.

Salen de su escondrijo y continúan con sus juegos.


Tiran piedras a dos montones. Hamish falla su
tiro, pero Wallace le da a los dos.

William hace un gesto de presunción y Hamish le da


un puñetazo que le hace rodar por los suelos.

Anochecer. William, en la granja, mira el lugar


por donde su padre y su hermano deberían regresar.
Silencio total.

Está dormido sobre la mesa. Despierta.

William: ¿Padre? ¡Padre!

Mientras enciende el fuego, detrás de la casa,


escucha ruido. Un grupo de gente se está
acercando. Corre hacia ellos, sonriendo. Llevan
una carreta de bueyes y parecen preocupados.
Presiente la mala noticia que le van a dar. Se da
la vuelta.

Campbell: William. Ven aquí.

De mala gana, da la vuelta y se acerca.

William pasa al interior de la casa. Sobre la mesa


están los cuerpos de su padre y su hermano. Una
mujer los lava y Campbell los amortaja.

Se acerca al cuerpo de su padre, lo mira a la cara


y pone la mano sobre su pecho. Al notar la
frialdad, la quita.

Varias personas en torno a las dos tumbas. Un


monje recita una oración en latín. Una niña se le
queda mirando.

Al terminar, todos se santiguan y empiezan a irse.


Queda sólo William y el enterrador. La niña quiere
acercársele, pero su madre tira de ella.
Finalmente consigue soltarse, corta un cardo
(símbolo de Escocia) y se lo da a William.
Tras una larga mirada, la niña regresa con su
madre.

Entonces llega un jinete.

Argyle: William. Soy tu tío. Argyle.

(Desmota y le sujeta la cara por la barbilla).

Te pareces a tu madre.

Interior de la casa

Argyle está comiendo, pero William parece que no


tiene apetito.
Argyle: Dormiremos aquí. Mañana vendrás a casa
conmigo.

William: Yo no quiero irme.

Argyle: Tampoco querías que tu padre muriese, ¿no?


Pero ha muerto. ¿Ha dado el cura una bendición
poética? Que el Señor te bendiga...

William: Ha sido en latín.

Argyle: ¿No sabes latín? (William niega con la


cabeza) Pues habrá que poner remedio a eso, ¿no
crees?

Argyle (sujetando una espada al modo de una cruz):


Que el Señor te bendiga y te proteja, que el Señor
haga que la luz brille sobre ti, que le Señor te
preste todo su apoyo y que el Señor te traiga la
paz. Amén.

Wallace sueña.

Ve a su padre tumbado sobre la mesa donde lo


amortajaron. Todo envuelto en una luz azul.

Malcolm: Tu corazón es libre. Ten el valor de


hacerle caso.

William despierta con el sonido de un gaita. Sale


fuera. Hay un gaitero y un grupo de hombres con
antorchas. Se reúne con Argyle.

William: ¿Qué están haciendo?

Argyle: Despedirse a su manera. Tocan acordes


prohibidos con gaitas prohibidas. Tu padre y yo
vivimos esto cuando mataron a nuestro padre.

William mira la espada que tiene Argyle, después


la toma entre sus manos.
Argyle: Primero aprende a usar esto.
(Le golpea la frente con un dedo)
Y después te enseñaré a usar... (levanta la
espada) esto.

Argyle y William se van en una cerreta. El


muchacho mira hacia atrás.

Londres. Interior de una iglesia.

Narrador: Muchos años después, Eduardo I, rey de


Inglaterra, presidió la boda de su primogénito,
que debía sucederle en el trono.
Como novia para su hijo, Lonhshank había escogido
a la hija de su rival, el rey de Francia.

(Juego de miradas entre el príncipe y otro joven a


su espalda. El rey está al tanto)

Corría el rumor de que para que la princesa


pudiese concebir hijos, el rey tendría que hacer
los honores él mismo.

(El príncipe da un leve beso en la mejilla de la


novia. Esta mira con incredulidad).

Puede que fuese eso lo que tenía pensado desde el


principio.

El rey reunido con varios caballeros en un salón.

Longshanks: Escocia me pertenece. Los franceses se


arrodillarán ante un reino fuerte. Pero, ¿cómo van
a pensar que somos fuertes si no podemos reinar en
toda nuestra isla?

Entra la princesa.

Longshanks: ¿Donde está mi hijo?


Isabella: Disculpadme, señor. Me pidió que viniera
en su lugar.

Longshanks: ¿Yo le mando llamar y os envía a vos?

Isabella: ¿Deseáis que me marche?

Longshanks: Si quiere que su reina gobierne cuando


yo falte, entonces, sin duda, quedáos y aprended,
por favor.

La princesa se sitúa al fondo de la sala.

Longshanks: Los nobles. Los nobles son la llave


que abre las puertas de Escocia. Concederemos a
nuestros nobles tierras en el norte. Les daremos a
sus nobles propiedades aquí en Inglaterra. La
codicia será nuestro mejor aliado.

Consejero: Pero, señor, quizá a nuestros nobles no


les guste eso. Nuevas tierras, nuevos impuestos.
Ya se les cobra por la guerra de Francia.

Longshanks: ¿Ah, sí? ¿Es así?

(Se queda mirando a la princesa; esta acaba


devolviéndole la mirada. El rey parece que tiene
así un instante de inspiración)

Lo malo de Escocia es que está llena de escoceses.


Tal vez ha llegado la hora de reinstaurar una
vieja tradición. Concedamos la prima nocte.

(mira otra vez a su nuera)

La primera noche. Cuando la primera muchacha


plebeya se case, nuestros nobles tendrán derechos
carnales sobre ella en su noche de su boda. Si no
podemos vencerles, nos uniremos a ellos.
Con eso, tendremos la clase de nobles que queremos
para Escocia, con impuestos o sin ellos.

Consejero: Una idea brillante, mi señor.


Longshanks: Ah, sí.

Edimburgo.

Narrador: Mientras, en Edimburgo se daba cita el


Consejo de nobles escoceses. Entre ellos se
encontraba Robert, el decimoséptimo conde de
Bruce, principal aspirante a la corona de Escocia.

Robert se adelanta para dar la bienvenida a unos


nobles que acaban de llegar, pero estos no le
hacen mucho caso. Entonces se acerca a otros dos
nobles que están hablando.

Robert: Me dicen que Longshanks ha reinstaurado la


prima nocte.

Craig: Querrá atraer a más partidarios suyos aquí.

Robert: Mi padre opina que debemos ganarnos la


confianza de Longshanks ni apoyando su decreto ni
oponiéndonos.

Craig: Sabio plan. Echamos de menos a vuestro


padre en el Consejo.

Robert: Ah. Sus asuntos en Francia le tienen muy


ocupado.

(Mira con cierta aprensión a una torre del


castillo. Más tarde sabremos que es donde
realmente está su padre, recluido por culpa de la
lepra).

Pero os envía saludos y dice que hable yo en


nombre de todos los Bruce y Escocia.

Mira otra vez a la torre.


William, ya adulto, a caballo, regresa a su
antigua granja.

Desmonta y observa las casas medio derruidas por


el tiempo.

Aspira lentamente el aire, como recordando otros


tiempos.

Llega a un poblado con mucha gente. Aire festivo,


música y bailes. Se está celebrando una boda.
Una joven, Murron, se le queda mirando, como si le
reconociese. Sus miradas acaban encontrándose. Él
va a acercarse, pero un escocés bastante
voluminoso le corta el camino. Es su viejo amigo
Hamish, aunque él aun no lo reconoce. Lleva en las
manos una piedra redonda, que deja caer al suelo.

William: Has tirado la piedra.

Hamish: Una prueba de hombría.

William: Tú ganas.

Se dispone a irse, pero Hamish le retiene.

Hamish: Llámalo prueba de soldado. Los ingleses no


nos dejan entrenar con armas, así que lo hacemos
con piedras.

William: La prueba del soldado no está en el


brazo, sino aquí (se señala la cabeza).

Hamish: No, está aquí.

Le da un puñetazo y lo derriba. Por la forma en


que le ha golpeado reconoce a su amigo de la
infancia.

William: ¿Hamish?

Hamish asiente.
Comienza la competición.
William tira la pesada piedra. Aplausos.

Hamish toma la piedra, mucha gente lo anima.

Supera el tiro de William.

Campbell (su padre): Así me gusta.

William (dándole la mano): Buen tiro.

Hamish: Sí, muy bueno.

William: Me pregunto si lo repetirás cuando haga


falta.

(Hamish se le queda mirando muy serio)

Como... como en una batalla. ¿Podrías aplastar a


un hombre?

Hamish: Claro que sí. ¿Te aplasto?

William: ¿Te gustaría?

Hamish: Sí.

William: Entonces, vamos. ¿Queréis ver cómo me


aplasta?

Murron: Sí.

William se coloca a una determinada distancia


delante de Hamish. También toma del suelo una
piedra pequeña.

William: Adelante.

Hamish: Te vas a mover.

William: No lo haré.

Hamish: ¡Ya!
Campbell: Animo, muchacho.

(Hamish toma carrerilla y lanza la piedra, que


pasa a unos centímetros de William.
Ahora William le tira la piedra pequeña a Hamish,
le da en la frente)

Campbell: Bien hecho, Wallace.

Wallace se aproxima a Hamish, que está realmente


desconcertado.

William: ¿Estás bien? Te noto tembloroso.

Hamish: Debí acordarme de nuestro juego.

William: Sí, así es.

Hamish se cae al suelo, mareado.

William: Levanta, grandullón.


Me alegro de verte.

Hamish: Sí. Bienvenido.

Se abrazan.

Hamish: Mi cabeza…

William: ¿Por qué no te has apartado?

Continúa la fiesta.
William intenta acercarse otra vez a Murron, pero
otra chica que hay a su lado le dice:

Chica: William, ¿quieres bailar conmigo?

William: Sí, claro.

Se va, pero le echa la última mirada a Murron. A


esta la saca otro joven a bailar.

Entonces llegan unos soldados ingleses a caballo.


Para la música. Los danzantes se apartan para
dejar paso a los jinetes.

Lord inglés: Vengo a reclamar mi derecho a la


prima nocte. Como señor de estas tierras,
bendeciré este matrimonio llevándome a la novia a
mi cama la primera noche de su unión.

Escocés: ¡Por Dios, que no lo haréis!

El novio golpea a un soldado, pero enseguida es


reducido por los otros.

Lord inglés: Estoy en mi derecho.

La novia, viendo que nada se puede hacer, va hacia


el novio, aparta la espada que tiene en el cuello,
le susurra algo y le besa.

Se van los ingleses llevándose a la novia.

Un inglés, Smythe, permanece en el poblado; mira a


Murrón y a Wallace, como presintiendo una próxima
boda, y ríe.

Wallace llega a las afueras de la casa de Murron.


Está lloviendo.
MacClannough, padre de Murron, está curtiendo una
piel en el cobertizo.

William: Buenas noches, señor.

MacClannough: Ah, joven Wallace. Bonita noche, eh.

William: Sí, lo es. Podría hablar un momento con


vuestra hija, señor.

Sale la señora MacClannough y este se pone en pie.

MacClannough: ¿Y para qué quieres hablar con ella?


William: Pues...

(ve que ella se asoma por la puerta)

Murron, quieres montar conmigo en esta noche tan


bonita?

Señora MacClannough: ¿Lloviendo? Tú estás mal de


la cabeza.

William: Es puro tiempo escocés. La lluvia cae de


canto, literalmente de lado, diría.

Murron sonríe.

Señora MacClannough: No puede ir contigo.

William: ¿No?

Señora MacClannough: No. Ahora no, al menos.

MacClannough: Ahora no.

William: Ahora no.

MacClannough: Hasta luego.

Murron sale de la casa y salta al caballo de


William.

Murron: Hace buen tiempo. Casi no llueve.

Señora MacClannough: ¿Es que no has oído lo que he


dicho? Vuelve ya.

MacClannough: ¡Murron!

Señora MacClannough: ¡Murron! Desde luego ha


salido a ti.

Ya no llueve. Los dos cabalgan por una verde


pradera, cruzan un río y suben a una colina.
Sentados.

William: ¿Cómo me has reconocido después de tanto


tiempo?

Murron: No te he reconocido.

William: ¿No?

Murron: He visto cómo me mirabas, pero no sabía


quien eras.

William: Perdona. Sí que te miraba.

¿Sueles cabalgar bajo la lluvia con desconocidos?

Murron: Era la mejor forma de que te fueras.

William: Si reúno el valor para volver a


pedírtelo, antes te avisaré por escrito.

Murron: No te valdría de mucho, no sé leer.

William: ¿No sabes?

Murron: No.

William: Pues entonces tendremos que remediarlo,


¿no crees?

Murron: ¿Vas a enseñarme a leer?

William: Sí, si quieres.

Murron: Sí.

William: ¿En qué idioma?

Murron: ¿Quieres impresionarme?

William: Exacto. ¿Estás impresionada?

Murron: No. ¿Debería estarlo?


William (en francés): Si, porque cada día me he
acordado de ti.

Murron: Repite esto haciendo el pino y me


impresionarás.

William: Se me va a levantar la falda, pero si tu


quieres...

Murron: ¿No aprendiste nada de modales en tus


viajes?

William: Los franceses y los romanos tienen peores


modales.

Murron: ¿Estuviste en Roma?

William: Sí, mi tío me llevó en peregrinación.

Murron: ¿Y cómo es?

William (en francés): No tan hermosa como tú.

Murron: ¿Eso qué significa?

William: Preciosa. Pero este es mi hogar.

Se quedan contemplando el crepúsculo frente a las


montañas.

Regresan a la granja de MacClannough. Descabalgan


y se quedan mirándose un buen rato.

Señora MacClannough: Murron, entra aquí.

Ella va a irse, pero William saca algo bajo su


ropa. Es un trozo de tela verde que pone en su
mano. Al abrirlo, ve que es el cardo que ella le
dio en el funeral de su padre.
Tres jinetes llegan a la granja de William. Este
está reconstruyendo una de las casas.

William: Ya sé que es un poco raro que invitase a


Murron a cabalgar anoche, pero os aseguro...

Campbell: La hija de MacClannough no tiene nada


que ver con este asunto. Vengo a llevarte a una
reunión.

William: ¿Qué clase de reunión?

Campbell: Una reunión secreta.

MacClannough: Para perder el tiempo.

Campbell: Tu padre fue un guerrero y un patriota.

William: Ya sé quien era mi padre. He vuelto para


trabajar la tierra y formar una familia. Si puedo
vivir en paz, lo haré.

Campbell da media vuelta.

MacClannough: ¿Dices que no quieres meterte en


líos?

William: Sí.

MacClannough: Si me lo demuestras, podrás cortejar


a mi hija. Hasta entonces, la respuesta es no.

William: ¿No?

MacClannough: No, Wallace, no.

William: ¿No acabo de demostrarlo?

MacClannough: No.

William: ¿No?

MacClannough: ¡No!
Frente a la casa de MacClannough, William tira
piedras a una ventana de madera. Murron la levanta
y está a punto de recibir una pedrada, pero
sonríe.

William espera escondido tras un roca. Llega


Murron, muy contenta.
William la toma de la mano y ambos corren.

Pasean por el campo.

William: Claro que llevar una granja lleva mucho


trabajo. Pero todo cambiará cuando lleguen mis dos
hijos.

Murron (preocupada): Así que, ¿tienes hijos?

William: Aun no. Espero que tu me ayudes en ello.

Murron: ¿Y quieres que me case contigo?

William: Es un poco precipitado, pero bueno...

Murron: ¿Esto es declararse para ti?

William: Te quiero, desde siempre. Y quiero


casarme contigo.

Se besan.

William: ¿Es eso un sí?

Murron: Sí, es un sí,

Granja de MacClannough.

Murron lleva un cesto con ropas, al sacarlas ve un


trozo de piel donde hay unos dibujos. Es un
mensaje si palabras: Una pareja de la mano, un
árbol, una luna.
Mira alrededor hasta que descubre a William a lo
lejos haciendo cabriolas con su caballo.
Se saludan con la mano.

La madre lo ve, pero cuando sale el padre, William


ya no está.

De noche, en el bosque.

William: ¡Rápido! Nos está esperando.

Murron: Espera

William: ¿Adonde vas?

Murron recoge un bulto tras un tronco.

William: ¿Qué es esto?

Murron: Ya lo verás.

Ella aparece con un vestido de novia. Está


esperándoles un sacerdote ante una cruz de piedra.

William: Padre.

El sacerdote envuelve las manos (derecha de él con


izquierda de ella) con un trozo de tela.

William: Te amaré toda mi vida. Sólo a ti.

Ella le entrega con la mano libre una tela blanca


bordada con flores.

Murron: Y yo a ti. Sólo a ti, para siempre.

Se arrodillan y el sacerdote bendice la unión en


latín.

Se internan en el bosque. William la lleva en


brazos. Hacen el amor al lado de un río.
Por la mañana. Ella le coloca el kilt y se
abrazan.

En el poblado.

Parece un día de mercado. Mucha gente moviéndose y


los soldados ingleses patrullando.

Murron lleva una cesta.


Desde otro lugar, William la observa. Ella se da
cuenta, se sonrían, se acerca con disimulo. El
inglés Smythe lo observa todo.

William: ¿Cuando volveré a verte? ¿Esta noche?

Murron: No puedo.

William: ¿Por qué?

Murron: Mi padre sospecha.

William: Aunque sospeche, no puede hacer nada,


¿sabes? ¿Cuando? Eh, ¿cuando?

Murron: Esta noche.

William: ¿Esta noche?

Murron: Sí.

Se alejan uno de otro. Ella sigue su camino, que


pasa por donde están los soldados ingleses.

Smythe: Atención, sargento.

(Se aproxima a Murron)

¿Qué llevas ahí? Parece que pesa. Deja que te


ayude.
Murron: No.

Smythe: Tranquila, chiquilla. Anda.

(Se coloca delante de ella)

Cómo me recuerdas a mi hijita.

Ella cambia de dirección.

Él hace una seña a un par de soldados, que la


sigue, mientras él da un rodeo a una casa, justo
para encontrarse frente a ella.

Smythe: Hola, chiquilla.

Ella retrocede, pero detrás están los soldados.


Smythe le quita el cesto y lo tira al suelo. Ella
le da una bofetada.

Este la sujeta por los hombros y la derriba. La


besa y le lame la cara. Ella llora.

Soldado: Cállala, Smythe.

Smythe: Zorra.

Ella le araña y le muerde en la cara.

Smythe: ¡Serás zorra!

Él la abofetea.

Uno de los soldados cae al golpearle una piedra.


William se abalanza contra el otro.
Después lanza a Smythe contra una casa.

Se lleva a Murron.

William: ¿Estás bien?

Murron: Sí.

Salen al centro del poblado, intentado disimular.


William: ¿Puedes montar?

Murron: Sí.

La ayuda a subir al caballo.

Aparece Smythe con la cara ensangrentada.

Smythe: ¡Vuelve aquí! ¡Dad la señal de alarma!


¡Socorro!

William: Espérame junto al río. ¡Corre!

Smythe: ¡Que se escapa!

Le da una patada en la cara a Smythe.

William es perseguido por los soldados.

Golpeando a uno de ellos, lo mete en una casa.

Un soldado derriba a Murron dándole un golpe con


su lanza. La atrapan.

William sale de la casa vestido con ropas de


soldado.
Así consigue escapar.

Llega al bosque, junto al árbol.

William: ¿Murron? ¡Murron!

En el poblado.

Unos soldados atan a Murron a un poste.


Tras ellos llega el gobernador.
Gobernador: Todos vosotros sabéis lo mucho que me
he esforzado por no ser demasiado severo ni rígido
en la aplicación de nuestras leyes. Y, como
consecuencia, ¿acaso no hemos aprendido a convivir
en relativa paz y armonía?
Y esta fechoría de hoy, ¿es como recompensáis mi
indulgencia? Me dejáis pocas alternativas. Atacar
a los soldados del rey es lo mismo que atacar al
mismísimo rey.

(Saca una daga y hace un profundo corte en el


cuello de Murron)

Y ahora que este mal nacido venga a mi.

Fortificación de los ingleses al lado del poblado.


Torres de vigilancia y empalizadas.

Wallace se acerca.
El gobernador parece esperarlo.

Vigía: ¡Mirad!

Soldado: Allí.

Ahora, el gobernador ve la figura de Wallace a


caballo, aproximándose lentamente.

William, cuando está a una distancia apropiada,


levanta las manos, poniéndoselas tras la cabeza.
Los soldados se aproximan. Uno toma las riendas
del caballo.
William saca de su espalda una barra de hierro.
Golpea al primer soldado.
Otro pincha con su lanza al caballo, Wallace cae
al suelo. Se levanta y con un trozo de hasta de
ciervo, mata al soldado. Le arrebata la espada y
mata al siguiente. A otro se la tira, clavándosela
en el pecho.

Los escoceses del poblado salen armados con palos.


Entre ellos está su amigo Hamish. Comienza el
enfrentamiento con los soldados ingleses. El
gobernador lo observa todo y se asusta.

Gobernador: Cabo, quiero unos arqueros en la


torre, ya.

Campbell, el padre de Hamish, cae herido por una


flecha.

Su hijo intenta arrancársela.

Hamish: No te muevas, padre.

El padre lo golpea.

Campbell: ¡Estate quieto!

Rompe la flecha él mismo.

William consigue entrar en el fuerte.

Campbell abre una puerta.

El gobernador queda rodeado. El cabo que le


acompaña, clava su espada en el suelo y levanta
las manos.

Hamish: Padre, ¿te encuentras bien?

Campbell: Sí.

William se dirige hacia el gobernador y lo saca a


patadas del fuere, hacia el poste. Allí le raja la
garganta.

Toma del suelo un trozo de tela (de Murron).

Campbell: Venganza, venganza.

Todos los escoceses: Venganza, venganza


Funeral de Murron

El cadáver de Murron está sobre una mesa.


William la besa.
La madre llora.
La introducen en la sepultura.
Wallace se acera al padre y se arrodilla. Este,
tras titubear, pone la mano en su cabeza.

Noche

William contempla la tela con flores bordadas que


Murron le regalase.

Hamish saca de la fragua un hierro con una punta


al rojo vivo. Se acerca a donde está su padre,
pero parece dudar.

Campbell: ¿A qué esperas, muchacho?

Hamish le pasa el hierro a su amigo Morrison.

Hamish: ¡Toma! Hazlo tú, yo le sujeto.

Pero Morrison se lo pasa a otro.

Morrison: ¡Eh! Toma, hazlo tú. Yo le sujeto.

Campbell (dándole una botella de whisky a su


hijo): Échamelo en la herida. Ya sé que es
desperdiciar buen whisky, pero hazme el favor.

Hamish le echa un poco de whisky en la herida.

Hamish: ¡Sujetadle!

(Le ponen la punta del hierro en la herida)

¡Sujetadle!

(Le quita el hierro)


¡Soltadle!

Campbell se levanta furioso. Todos se apartan de


él, menos uno, que recibe un fuere puñetazo.

Campbell: Así dormirás hasta mañana.

Todos ríen.

Vigía: Viene alguien. A las armas.

Un grupo de hombres llega corriendo.

Hamish (a William, que está retirado de la


anterior escena y ensimismado en sus
pensamientos): Alguien viene.

Campbell: Los MacGregors, el clan vecino.

MacGregor: Nos hemos enterado de todo. Y no


queremos que penséis que podéis divertiros sin
nosotros.

William: Volved. Algunos estamos en esto y ya no


tiene remedio. Pero vosotros podéis evitarlo. Iros
a casa.

MacGregor: No tendremos casa cuando la guarnición


inglesa del castillo venga a quemar nuestras
tierras. Y lo harán.

William y Campbell se abrazan

Grupos de escoceses armados corren por diferentes


lugares.

Fortificación inglesa.
Soldado: Regresa la patrulla, mi señor.

El lord inglés (el que reclamó el derecho de prima


nocte) va hacia la puerta.

La patrulla entra y desmonta.

Lord inglés: ¿Alguna novedad?

El primer soldado de la patrulla se adelanta, se


quita el casco y se ve que es Wallace. Le da un
puñetazo al Lord inglés.

Lord inglés (cuando se levanta): ¿Sabed que he


enviado 100 soldados a Lanark? Están a punto de
regresar.

William: ¿Iban así vestidos? Eran más bien


cincuenta.

(a Morrison) Que sea rápido.

Morrison (el novio): ¿Os acordáis de mí?

Lord inglés: No le hice ningún daño. Era mi


derecho.

Morrison: Ah, sí. Pues yo he venido a reclamar mi


derecho de marido.

Lo mata de un par de espadazos y le escupe encima.

William (a los soldados ingleses): Soy William


Wallace y el resto quedáis perdonados. Volved a
Inglaterra y decidles a todos que las hijas y los
hijos de Escocia ya no son vuestros. Decidles que
Escocia es libre.

El fuerte arde.

Londres.
El rey entra en una sala donde se escuchan
aplausos. Su hijo y Philip, el amigo de este,
están disparando flechas sobre una diana, en la
que está pintado un corazón.

Longshanks: Los rebeldes escoceses han asaltado


una de mis guarniciones y asesinado a su caudillo.

Príncipe: Ya lo sé. Ese Wallace es un bandido,


nada más.

Longshanks: Y, ¿cómo actuarías tú con este…


bandido?

Príncipe: Como con un ladrón cualquiera. Que el


alguacil de la zona lo arreste y le castigue en
consecuencia.

Longshanks (mirando a los asistentes): Dejadnos.

Cuando se han ido (sólo queda la princesa, su


ayudante y Philip), el rey derriba al príncipe de
una bofetada.

Longshanks: Wallace ya ha matado al alguacil de la


zona y ha tomado el control de la torre.
Levanta. ¡Levántate!

(Lo levanta él)

Por la mañana tengo que partir hacia Francia para


defender nuestros derechos y tú te quedarás aquí
para sofocar esta pequeña rebelión. ¿Está claro?

(lo agarra por la garganta)

¿Lo está? Algún día tú serás rey. Intenta


comportarte como tal.

Se le acerca la reina.

Príncipe: ¡Dejadme en paz!


(a Phillip) Convoca un consejo militar.
Nicolette (asistente de la princesa, hablando en
francés): Espero que su marido se desplace a
Escocia y se encuentre con Wallace. Entonces se
quedará viuda.

Ataque inglés a un poblado escocés. Lo queman,


matando a todo el que encuentran.

Una patrulla inglesa encuentra a un reducido grupo


de escoceses, presumiblemente seguidores de
Wallace, que, enseguida salen huyendo.

Los persiguen hasta llegar a una pared rocosa.


Parece que no hay escapatoria.

Jefe inglés: Es inútil que os resistáis. Sois


menos y estáis atrapados. ¿Dónde están los demás?
¿Donde está Wallace?

Como respuesta, recibe una pedrada en el casco. Al


mirar arriba, ve a Wallace y a todos los demás,
sobre la montaña.

Edimburgo. Castillo de Bruce.

Robert entra en la estancia de su padre.

Robert: ¿Padre?

Bruce padre: Pasa, pasa.

Robert: Ha estallado una rebelión.

Tras una cortina traslucida se ve la figura de su


padre escribiendo.

Bruce padre: De mano de quien?

Robert: De un plebeyo llamado William Wallace.


El padre se levanta y se asoma. En la cara tiene
los signos de la lepra.

Bruce padre: Te unirás a esa rebelión. La


respaldarás desde nuestras tierras del norte. Yo
me ganaré el favor de los ingleses condenándola y
combatiéndola desde nuestras tierras del sur.
Siéntate. Quédate un rato.

Robert se sienta, parece apesadumbrado.

Robert: Ese Wallace, no tiene ni rango de


caballero, pero lucha con pasión y crea ilusiones.

Bruce padre: Y tú desearías luchar como él, ¿eh?.


Y yo también.

Robert: Tal vez sea este el momento.

Bruce padre: Es el momento… de sobrevivir. Eres el


decimoséptimo Robert Bruce. Los dieciséis
anteriores te dejaron sus tierras y su título
porque nunca fueron a la guerra. Reúne a todos los
nobles.

Robert: ¿Para qué? No hacen más que hablar.

Bruce padre: Exacto. Tienen tantos títulos y


tierras en Inglaterra como en Escocia, igual que
nosotros.
Admiras a ese hombre, a ese William Wallace. Es
fácil admirar a un hombre sin compromisos. Tiene
valor, igual que un perro, pero, hijo, es justo la
capacidad para el compromiso lo que hace a un
noble. Y entiende una cosa: Eduardo I es el rey
más despiadado que se ha sentado en el trono de
Inglaterra. Ninguno de nosotros, ni nada en
Escocia, sobrevivirá si nosotros no somos
despiadados. Escucha a nuestros nobles. Conocer
sus pensamientos es la llave al trono.

Wallace y los suyos atacan a los ingleses.


En Londres.

El príncipe inglés ayuda a colocarse mejor las


nuevas ropas de su amigo Philip.

Tras ellos llegan la princesa y su asistente.

Nicolette (en francés): Cuando el rey vuelva, les


enterrará en estos nuevos ropajes. Escocia es un
caos, su marido enviando en secreto un ejército
hacia el norte.

Isabella: ¿Cómo lo sabes?

Nicolette: Anoche dormí con un miembro del Consejo


de Guerra.

Isabella: No debería contar secretos en la cama.

Nicolette: Sí. Los ingleses no saben para qué


sirve la lengua.

Isabella: Ese rebelde escocés… Wallace. ¿Lucha


para vengarse por una mujer?

Nicolette: Casi se me olvidaba, un alguacil


deseaba capturarle, y descubrió que tenía una
amante. Y degolló a la chica para que Wallace se
rebelara. Y eso fue lo que hizo. Conociendo su
pasión por su amor perdido, y para atraparle,
concibieron el plan de profanar las tumbas de su
padre y de su hermano y tenderle una emboscada en
la tumba de su amada. Consiguió escapar de la
trampa peleando y se llevó su cadáver a un lugar
secreto.

(la princesa suspira)

Eso si que es amor, ¿verdad?

Isabella: ¿Amor? No sé lo que es.


Se abrazan.

Comida en el bosque.

William: ¿Sabéis? Longshark acabará mandando su


ejército al norte contra nosotros.

Campbell: Caballería pesada. Caballos con


armaduras. Tiembla hasta el suelo.

Hamish: Nos van a pisotear.

William: El tío Argyle solía decirme que ningún


ejército resistió la carga de caballos pesados.

Hamish: ¿Y qué vamos a hacer?

Campbell: Atacar y escondernos. Como siempre.

William (mirando los árboles que les rodean):


Haremos lanzas. Cientos de ellas, altas, el doble
de altas que un hombre.

Hamish: ¿Tan altas?

William: Sí.

Hamish: Hay hombres más altos que otros.

Campbell: Tu madre te ha contado cosas sobre mi,


¿eh?

Risas.

Vigía: Vienen unos voluntarios.

Se acercan unos hombres que se arrodillan ante


Wallace.

Faudron: William Wallace, venimos a luchar y a


morir por ti.

William: Levanta. No soy el Papa.


Faudron: Me llamo Faudron. Mi espada es tuya. Te
he traído esto.

Hace un movimiento brusco para sacar algo bajo sus


ropas.

Vigía: Tranquilo, no lleva un arma.

Faudron: Te traigo esto; mi mujer lo hizo para ti.

Le entrega una tela negra con bordados blancos.

William: Gracias.

Otro de los recién llegados se ríe. Va hacia el


caldero.

Stephen: ¿Él! Ese no puede ser William Wallace.


Hasta yo soy más guapo.

(Mira al cielo)

Está bien, Padre, se lo preguntaré. Si me juego el


cuello por ti, ¿tendré ocasión de matar ingleses?

Hamish: Tu padre es un fantasmas o hablas con el


Todopoderoso?

Stephen: Para encontrar a sus semejantes, un


irlandés debe hablar con Dios. Sí, Padre, El
Todopoderoso dice: no cambies de tema. Contesta la
puta pregunta.

Hamish: ¡Esa lengua!

Campbell: ¡Loco irlandés!

El irlandés desenvaina velozmente un puñal y lo


pone al cuello de Campbell. Inmediatamente todos,
incluso Wallace, sacan sus espadas y lo rodean.

Stephen: Lo bastante listo como para ocultar una


daga, viejo.
William: Es amigo mío, irlandés. Y la respuesta a
tu pregunta es sí. Ven conmigo y matarás ingleses.

Stephen: Estupendo. Me llamo Stephen. Soy el


hombre mas buscado de mi isla. Solo que ahora no
estoy en mi isla, claro. Es una pena.

Hamish: Tu isla. Te refieres a Irlanda.

Stephen: Sí. Es mía.

Hamish: Estás loco.

Stephen: Entonces he venido al sitio indicado.

Todos ríen.

En un bosque.

Wallace intenta cazar un ciervo con arco y


flechas. No muy lejos se aproxima Stephen.

Cuando tiene el arco tenso, Wallace se da cuenta


de que Stephen corre hacia él con una espada en la
mano; vuelve su arco hacia él, aunque por detrás
ha salido Faurdon. Stephen arroja su espada sobre
este y lo mata.

Stephen: El Todopoderoso me ha enviado a


protegerte. No me caía muy bien. Estaba mal de la
cabeza.

En el campamento de Wallace.

Hamish: William, dos mensajeros.

Morrison: Los ingleses avanzan con un ejército


hacia Stirling.
William: ¿Se han rebelado los nobles?

El otro mensajero: Robert the Bruce y la mayoría


no se comprometen a luchar. Pero ha corrido el
rumor y los del norte vienen a luchar por su
cuenta.

Morrison: En grupos de cientos y miles.

William: ¿Estáis listos para la guerra?

Todos (levantando las espadas): Sí

Stirling.

Se acerca un jinete hacia el frente del ejército


escocés, que está desplegado ocupando mucho
terreno. Tres nobles están en cabeza.

Mornay: ¿Alguna novedad?

Jinete: Son muchos, puede que tres veces más.

Mornay: ¿Cuántos caballos tienen?

Jinete: Trescientos, quizá más.

Mornay: ¡Trescientos caballos!

Lochlan: Hay que intentar negociar.

Los soldados escoceses escuchan la conversación de


sus nobles.

Soldado 1: ¿De qué están hablando?

Soldado 2: No sé, pero no me gusta. Los nobles


negocian. Si hay trato, nos vamos. Si no, a la
carga.

Mornay: Trescientos caballos, no tenemos la menor


oportunidad.
Comienza a llegar el ejército inglés, con un
impresionante despliegue de infantería y
caballería. Rostros de preocupación entre las
filas escocesas.

Soldado 1: Son muchos. Yo no lucharé para que esos


tengan mas tierras y ser su esclavo.

Soldado 2: yo tampoco. (levantando la voz)


Escuchad, no pienso morir por esos bastardos.
¡Vámonos!

Empieza la deserción.

Lochlan: Alto, alto, no huyáis. Debéis esperar a


que negociemos.

Entonces llega Wallace y los suyos a caballo.


Llevan la cara pintada de azul, al modo antiguo.

Soldado 1: Es William Wallace.

Soldado 2: No puede ser. Es muy bajo.

Varios hombres a pie, también pintados, llevan


unos bultos al hombro.

Wallace y los suyos se acercan donde están los


nobles escoceses.

Stephen: El Todopoderoso me dice que será una gran


batalla. Ha congregado a los más distinguidos.

Lochlan: ¡Y vuestro saludo!

William: Por presentaros en el campo de batalla,


os doy las gracias.

Lochlan: Este es nuestro ejército. Para uniros,


rendid pleitesía.

William: Yo rindo pleitesía a Escocia. Y si este


es vuestro ejército, ¿por qué está huyendo?
Soldado 2: No hemos venido aquí para luchar por
ellos.

Soldado 1: ¡Vámonos! Los ingleses son demasiados.

William: Hijos de Escocia, soy William Wallace.

Soldado 1: William Wallace mide más de dos metros

William: Si, eso dicen. Mata hombres a cientos. Y


si estuviese aquí, acabaría con los ingleses
echando fuego por los ojos. Y también rayos por el
culo. ¡Yo soy William Wallace! Y estoy viendo a un
ejército de paisanos míos, aquí reunidos contra la
tiranía. Habéis venido a luchar como hombres
libres. Y hombres libres sois. ¿Qué haríais sin
libertad? ¿Lucharéis?

Multitud: No, no.

Soldado 2: Contra eso no. Huiremos y viviremos.

William: Sí. Luchad y puede que muráis. Huid y


viviréis. Un tiempo al menos. Y al morir en
vuestro lecho, dentro de muchos años, ¿no estaréis
dispuestos a cambiar todos los días desde hoy, por
una oportunidad, solo una oportunidad de volver
aquí a matar a nuestros enemigos? Pueden que nos
quiten la vida, pero jamás nos quitarán… la
libertad.

Todos lo vitorean.

Lord inglés: Parecen muy optimistas. Quizá quieran


luchar.

Cheltham: Aunque sea inevitable el enfrentamiento,


mi señor, debería decirle las condiciones del rey.

Lord: ¿Para qué? Nunca podré cumplirlas.

Cheltham: Mi señor, creo que…


Lord: Está bien. Hacédselas saber.

Nobles escoceses:
-Se han adelantado. ¿Acudimos?
-Dejadme hablar a mí. ¿De acuerdo?
-De acuerdo.

Stephen (a Wallace): Bonito discurso. Y ahora qué


hacemos.

William: Sed vosotros mismos.

Wallace se dispone a ir tras los nobles.

Hamish: ¿A donde vas?

William: A provocar una pelea.

Wallace sigue los nobles escoceses, que se están


aproximando al centro del campo de batalla, donde
espera el inglés.

Hamish: Bueno, no nos hemos vestido así para nada.

Cheltham: Mornay, Lochlan, Craig.

(Llega Wallace, pero lo ignora, a pesar de que se


pone a su lado)

Estas son las condiciones del rey. Llevaos a ese


ejército de aquí y tendréis cada uno tierras en
Yorkshire, incluido el título hereditario, por el
que pagaréis una suma anual…

William: Os haré una oferta.

Mornay: Cheltham, este es William Wallace.


Cheltham: …por el que pagaréis al rey una suma
anual…

William: He dicho que os voy a hacer una oferta.

Lochlan: Acaso no respetáis las treguas.

William: ¿Por su rey? Claro que no. Estas son las


condiciones de Escocia. Volved a Inglaterra
parando en todas las casas para pedir perdón por
cientos de años de asesinatos, robos y
violaciones. Obedeced y vuestros hombres vivirán.
Si no lo hacéis, todos moriréis hoy aquí.

Cheltham (Riendo): Estáis en inferioridad. No


tenéis caballería. Desde hace dos siglos, ningún
ejército ha vencido….

William: ¡No he terminado! Porque antes de que os


deje marchar, vuestro comandante deberá cruzar
este campo, presentarse ante nuestros hombres,
meter la cabeza entre las piernas y besarse el
culo.

(Cheltham se retira)

Mornay: Yo diría que está acostumbrado a algo mas


cordial.

William: Preparaos y haced lo que yo os diga. A mi


señal, cabalgad por detrás de nuestra posición y
rodeadnos.

Mornay: No tenemos que dividir nuestras fuerzas.

William: Hacedlo… y que os vean los ingleses.

Mornay: Creerán que huimos.

William: Acabad con esos arqueros. Nos reuniremos


en el medio.

Mornay: Bien. Vamos.


Wallace llega donde están los suyos. Todos se
arrodillan para recibir la bendición en latín de
un sacerdote.

Lord inglés: ¡Insolente bastardo! Quiero el


corazón de ese Wallace en una bandeja.
¡Arqueros!

La voz de mando va pasando de unos a otros.

Los arqueros se colocan delante de la caballería.

Tensión en los dos bandos.

Wallace lanza el grito de guerra, que es secundado


por todos los escoceses.

Uno de ellos se adelanta y enseña sus genitales al


enemigo. Después todos los de la primera línea,
incluido Wallace, hacen los mismo.

Los arqueros ingleses se preparan. Cientos de


flechas surcan el cielo. Los escoceses se protegen
con sus escudos, pero muchos quedan heridos.

Stephen: El Señor me ha dicho que puede sacarme de


esto, pero que tú lo tienes fatal.

Tras la primera andanada de flechas, los escoceses


que no están heridos se levantan el kilt para
mostrar su trasero al enemigo.

Los arqueros ingleses lanzan la segunda descarga.


Vuelve a producirse una escena similar, con
multitud de heridos.

Wallace se levanta y hace una seña a sus nobles,


que esperan a caballo tras ellos.
Lord: Veis. Todos escocés a caballo huyendo.
Nuestra caballería los aplastará como la hierba.
Caballería. Ataque total.

Las dos filas de arqueros se colocan de tal forma


que los caballos puedan salir entre ellos.

Inquietud en las filas escocesas ante la carga de


esa gran maquina de guerra.

Poco a poco van tomando velocidad.

William: Quietos, quietos.

(Ya están muy cerca)

¡Quietos!

(Los jinetes preparan las lanzas)

¡Quietos!

¡AHORA!

Los escoceses tiran sus armas, se agachan y toman


las lanzas largas que han llevado a esa batalla.
Las apuntalan contra el suelo. los caballos ya
están a una distancia tan corta como para impedir
que los jinetes puedan girar.

Los caballos quedan ensartados en las lanzas y los


jinetes rematados.

Lord: Enviad a la infantería.

Cheltham: Pero, mi señor….

Lord: Cerrad la boca.

Los dos bandos corren hasta encontrase en el


centro del campo de batalla.
Entonces, tras una colina aparece la caballería
escocesa.

Lord: Retirada.

Wallace corte de un espadazo la cabeza del lord


inglés.

Cuando todo ha terminado, Wallace lanza el frito


de la victoria. Todos los supervivientes le
vitorean.

Clava la espada en el suelo.

Edimburgo.

Craig: Yo os nombre Sir William Wallace. Sir


William, en nombre de Dios os nombramos Guardián y
Alto Protector de Escocia, y a vuestros capitanes,
ayudantes de campo. Levantaos ante todos.

Aplausos.

Robert: ¿Conoce alguien su política?

Craig: No, pero su peso entre los plebeyos podría


desequilibrarlo todo. Si los Balliol le besan el
culo, nosotros también.

Balliol: Sir William, Sir William. Si bien vos y


vuestros capitanes procedéis de una región que
siempre ha apoyado al clan de los Balliol,
podíamos invitarte a continuar con vuestro apoyo y
atender a nuestra justa reclamación?

Protestas de muchos de los presentes, que llaman a


los Balliol traidores.

William: ¡Caballeros, caballeros!

Balliol: Es el momento de nombrar a un rey.


Mornay: No, no. Esperad. ¿Estáis preparados para
reconocer a nuestro legítimo sucesor entonces?

Balliol: Vos sois quien no apoyáis la justa


sucesión.

Mornay: No decís más que mentiras.

Balliol: No, no es cierto. Exijo que se reconozcan


estos documentos.

Mornay: Eran mentiras cuando los escribisteis.

Craig: ¡Por favor, caballeros!

(Wallace se dispone a irse con los suyos)

Esperad. Sir William, ¿a dónde vais?

William: Hemos vencido a los ingleses, pero


volverán porque no estamos unidos.

Craig: ¿Qué vais a hacer?

William: Invadiré Inglaterra y derrotaré a los


ingleses en su terreno.

Craig (ríe): ¿Invadir? Esto es imposible.

William: ¿Por qué? ¿por qué es imposible? Estáis


tan preocupados en pelearos por los restos de la
mesa Longshank que habéis perdido el derecho a
tener algo mejor. Hay una diferencia entre
nosotros. Los nobles creéis que la gente existe
para proporcionaros vuestra posición. Yo creo que
vuestra posición existe para proporcionarles la
libertad. Y voy a asegurarme de que la tengan.

En el patio del castillo.


Robert: Esperad. Respeto lo que decís, pero
recordad que esos hombres tienen tierras y
castillos. Es muy arriesgado.

William: ¿Y el plebeyo que desangra en el campo de


batalla arriesga menos?

Robert se lo lleva a parte.

Robert: No, pero, de arriba abajo esta patria está


totalmente loca. Sus nobles rinden pleitesía a
Inglaterra. Sus clanes luchan entre sí. Si os
creáis enemigos a ambos lados de la frontera,
acabaréis muerto.

William: Todos acabamos muertos, es sólo cuestión


de cómo y cuando.

Robert: No soy un cobarde. Quiero lo mismo que


vos, pero necesitamos a los nobles.

William: ¿Los necesitamos?

Robert: Sí.

William: Nobles. Decidme, ¿qué significa ser


noble? El título que tenéis os da derecho a
nuestro trono, pero nadie sigue a los títulos,
siguen al valor. El pueblo os conoce. Nobles y
plebeyos os respetan y si vos los guiaseis
simplemente hacia la libertad, os seguirían. Y yo
también.

Wallace se va. Robert se queda pensativo.

Las tropas de Wallace se adentran en Inglaterra.

Gobernador de York: ¡Maldita sea! El sodomita de


mi primo, el príncipe, dice que no tiene tropas. Y
los pueblos del norte se la suplican.

Llega un jinete.
Soldado: Avanzan.

Gobernador de York: ¿Hacia donde?

Soldado: Hacia aquí, mi señor.

Gobernador de York: Meted las provisiones dentro,


doblad la guardia y cerrad las puertas, rápido.

Soldado: Rápido, meted las provisiones, de prisa.


Metedlo todo dentro.

La tropa de Wallace se aproxima. Los campesinos


corren hacia el castillo.

Por la noche, los escoceses intentan romper la


puerta del castillo con un ariete. Sobre ellos
caen flechas, piedras o brea hirviendo.

Soldado: Señor, aun podemos sacaros de aquí.

Gobernador de York: no le diré a mi tío que he


perdido la ciudad más importante al norte de
Inglaterra.

Desde arriba, incendian el ariete. Casi todos los


que lo empujaban están heridos.

William: Vamos.

Él y otros van hacia el ariete y consiguen romper


la puerta.

En Londres.

Llega un jinete al castillo.

Soldado: ¡Abrid paso al rey!

En un salón.

Philip: No es culpa tuya, plántale cara.


Príncipe: Le plantaré cara y más aun.

Al castillo siguen llegando las tropas reales.

El príncipe y su amigo esperan la inminente


entrada del rey en el salón.
Se escuchan sus pisadas. El príncipe traga saliva.
Por fin abre la puerta y entra.

Longshanks: ¿Hay noticias del norte?

Príncipe: No, ninguna, majestad. Hemos enviado


jinetes para recibirlas antes.

Longshanks: Me llegó un rumor en Francia, donde he


estado luchando para ampliar tu futuro reino. El
rumor, hijo mío, es que todo nuestro ejército del
norte ha sido aniquilado. Y tú no has hecho nada.

Príncipe: He ordenado hacer levas, señor. Están


listas para partir.

Sirviente: Mi señor, ha llegado un mensaje muy


urgente de York.

Longshanks: Pasad.

(Un soldado entra, deja una cesta en la mesa y un


papel en las manos del príncipe)

Dejadnos.

Soldado: Mi señor.

Príncipe (leyendo): Wallace ha saqueado York.

Longshanks: Qué

Príncipe: Wallace ha saqueado York.

El rey lee la nota. El príncipe abre la cesta y se


asusta.
El rey saca de ella la cabeza de su sobrino,
gobernador de York.

Philip: Mi señor, vuestro sobrino. ¿Qué bestia ha


podido hacer tal cosa?

Longshanks: Si ha podido saquear York, puede


invadir el sur de Inglaterra.

Philip: ¡Le detendremos!

Longshanks (sin mirar a nadie): ¿Quién es esa


persona que me habla como si yo necesitase de su
consejo?

Príncipe: He nombrado a Philip mi consejero


supremo.

Longshanks: ¿Está preparado?

Philip: Soy un experto en tácticas militares y en


el arte de la guerra.

Longshanks: Ah, sí. Decidme,

(se lo lleva amigablemente hacia la ventana)

Entonces, ¿qué consejo me ofreceríais en mi


situación actual?

Lo empuja por la ventana.

El príncipe se asoma y ve a su amigo muerto en el


suelo. Desenvaina su puñal e intenta matar al rey.
Este lo derriba de un bofetón. Después le da una
patada en el pecho y coge el puñal. Se sienta.

Longshanks: Le ofreceré una tregua y sobornaré a


ese hombre. ¿Quién irá a verle? Yo no. Si cayese
bajo la espada de ese asesino, mi cabeza acabaría
en una cesta. Y tampoco a mi gentil hijo. Sólo con
verlo animaría a mi enemigo a invadir todo el
reino. ¿A quien enviar? ¿A quien enviar?
Castillo de York.

Wallace duerme.
En su sueño, escucha un ruido en la noche. Sale y
ve una misteriosa figura. Al aproximarse, esta se
quita la capucha dejando ver el rostro de una
mujer: Murron.

Wallace se arrodilla.

William: Estoy soñando.

Murron: Sí, así es. Y debes despertar.

William: No quiero despertar. Quiero quedarme aquí


contigo.

Murron: Y yo contigo, pero debes hacerlo.


¡Despierta, William, despierta!

Campbell: William, se acerca un séquito real.


Portan banderas de tregua y estandartes del
mismísimo Longshanks.

Wallace sale del castillo y se dirige al pabellón


inglés, donde lo espera la princesa Isabella.

Isabella: Soy la Princesa de Gales. Vengo como


servidora del rey y con su autoridad.

William: ¿Para qué?

Isabella: Para discutir sus propuestas. ¿Hablareis


con una mujer?

Entran en la tienda.

Isabella: Tengo entendido que habéis recibido el


rango de caballero.
William: No he recibido nada. Dios hace a los
hombres lo que son.

Isabella: ¿Os ha convertido Dios en un saqueador


de ciudades? ¿En el ejecutor del sobrino del rey,
primo de mi esposo?

William: York era el punto del que partieron todas


las invasiones de mi patria. Y ese primo real
colgaba a escoceses inocentes, incluso mujeres y
niños. Longshank era mucho más cruel tomando
ciudades escocesas.

Hamilton (en latín): Es un salvaje sanguinario y


asesino. Y está mintiendo.

William (en latín): Yo nunca miento, pero soy un


salvaje.
(en francés) o en francés si lo preferís.
(en inglés) Preguntadle a vuestro rey, preguntadle
y veréis si sus ojos os convencen de la verdad.

Isabella: Hamilton, dejadnos.

Hamilton: ¡Mi señora!

Isabella: Dejadnos, ahora.

(Hamilton y un soldado que había en la tienda se


van)

Seamos sinceros. Vos invadís Inglaterra, pero no


completaréis vuestra conquista tan lejos de
vuestro refugio y provisiones. El rey desea la
paz.

William: ¿Longshanks desea la paz?

Isabella: Eso me ha manifestado, lo juro.


Propone que retiréis vuestro ataque y a cambio os
concederá título, tierra y este cofre de oro que
debo entregaros yo en persona.
William: Tierra, título y también oro. Me
convertiría en Judas.

Isabella: Así es como se hace la paz.

William: Así es como se hace al esclavo. La última


vez que Longshanks habló de paz, yo era un niño. Y
muchos buenos nobles escoceses acudieron engañados
por él, bajo bandera de tregua, a un granero,
donde los colgaron. Yo era muy joven, pero
recuerdo cual era su idea de la paz.

Isabella: Sé que habéis sufrido. Y lo de… vuestra


mujer.

William: Era mi esposa, me casé en secreto para no


tener que compartirla con un noble inglés. La
mataron… para cogerme. Nunca hablo de ello, no se
porque lo cuento ahora, excepto porque veo su
fuerza en vos.
Algún día seréis reina y debéis abrir bien los
ojos. Decidle a vuestro rey que no gobernará a
William Wallace ni a ningún escocés mientras yo
viva.

Londres.

Longshanks: Ah, la fiel esposa de mi hijo regresa


convida de entre los bárbaros. ¿Aceptó nuestro
soborno?

Isabella: No, no lo hizo.

Longshanks: Y por qué sigue allí. Mis exploradores


dicen que no ha avanzado.

Isabella: Os espera en York. Dice que no atacará


más pueblos o ciudades si sois hombre para
enfrentaros a él.

Longshanks: ¿Ah, sí?


(sobre un mapa)
No detectarán a los arqueros galeses si llegan tan
distantes por este flanco.
El grueso de nuestros ejércitos, provenientes de
Francia, desembarcarán aquí, al norte de
Edimburgo. Las levas de Irlanda se aproximarán por
el sudoeste, hasta aquí.

Príncipe: Levas de Irlanda, tropas de Francia,


arqueros galeses. Aunque dieseis la orden hoy
tardarían semanas en llegar.

Longshanks: Di la orden antes de enviar a vuestra


esposa. Nuestro ardid ha tenido éxito. Gracias. Y
mientras ese advenedizo espera mi llegada en York,
mis fuerzas habrán llegado a Edimburgo, en su
retaguardia. ¿Hablasteis con ese… Wallace… en
privado? Decidme, qué clase de hombre es?

Isabella: Un bárbaro insensato. No un rey como


vos, mi señor.

Longshanks: Podéis regresar a vuestras labores.

Isabella: Con mucho gusto.

Príncipe: Traeríais el dinero de vuelta, claro.

Isabella: No, lo di para paliar los sufrimientos


de los niños de esta guerra.

Longshanks (ríe): Eso es lo que pasa por enviar a


una mujer.

Isabella: Perdón, mi señor. Pensé que la


generosidad mostraría vuestra grandeza a aquellos
que gobernáis.

Longshanks: Mi grandeza se mostrará mejor cuando


Wallace regrese a Escocia y encuentre su patria
hecha cenizas.

York
Hamish: William, se acercan unos jinetes. La dama
de compañía de la princesa. Has debido
impresionarla.

William: Sí.

Hamish: Tampoco estuviste mucho en la tienda.

William: Mademoiselle.

Nicolette (en francés): Tengo un mensaje de mi


señora.

William (en francés): Gracias.

Wallace lee la nota y se alarma.

Los escoceses regresan a Escocia a toda prisa.

Stephen: Es cierto. Los barcos ingleses avanzan


por el sur. De los galeses aun no se nada, pero
han desembarcado los irlandeses, parece increíble.

Hamish: ¿Qué hacen los irlandeses junto a los


ingleses?

Stephen: Yo no me preocuparía por ellos. Ya os lo


he dicho antes. Es mi isla.

William: Hamish, adelántate a Edimburgo y reúne el


Consejo. Ordénalo.

Hamish: Sí.

William (a Stephen): ¿Tu isla?

Stephen: Mi isla. Sí.

El Consejo reunido en Edimburgo.

Mornay: Tendremos que negociar.


Discusiones varias.

Entra Wallace, todos callan.

William: Mi ejército marcha desde hace más días


que lo que puedo recordar. Y aun nos quedan
preparativos que hacer, así que seré breve.
Necesitamos todo soldado que podáis reunir.
Vuestra escolta personal y a los propios nobles. Y
los necesitamos ya.

Craig: Con tales fuerzas en nuestra contra, es


hora de discutir otras opciones.

William: ¿Otras opciones? Deseáis tal vez llevar a


vuestros hombres al campo de batalla para negociar
un trato mejor con Longshanks antes de esconder el
rabo y huir.

Robert: Sir William.

Craig: No podemos vencer esta vez.

William: ¡Podemos!

Robert: ¡Sir William!

William: Y lo haremos. Vencimos en Stirling, y


contestáis con evasivas. Vencimos en York y no nos
apoyáis. Si no lucháis a nuestro lado ahora, sois
unos cobardes.

(Algunos nobles desenvainan sus espadas, pero se


quedan quietos cuando Hamish clava su hacha en la
mesa)

Y si esto es ser escocés, yo me avergüenzo de ser


escocés.

Robert: Sir William. Hablad conmigo a solas… Por


favor.
Robert: Habéis logrado más de lo que cabría
suponer, pero luchar contra esto parece rabia, no
valor.

William: Es mucho más que rabia. Ayudadme. En


nombre de Cristo, ayudad a vuestra patria. Es
nuestra oportunidad. Si nos unimos podemos vencer
y tener lo que jamás hemos tenido ninguno: un país
nuestro. Vos tenéis el título por derecho propio.
Y veo fuerza en vos, la veo. Unidnos. Unidnos.
Unid a los clanes.

Estrechan las manos.

En la habitación de Bruce padre.

Robert: Tiene que haber otra solución.

Bruce padre (con más signos de lepra): Lo has


dicho tú mismo. Los nobles nunca apoyarán a
Wallace. ¿De qué nos sirve ponernos del lado de
los que van a morir?

Robert: Le di mi palabra.

Bruce padre: Ser líder es duro, muy duro. Mira,


hijo, mírame.

(Robert se vuelve)

Yo no puedo ser rey. Sólo tú puedes gobernar


Escocia. Debes hacer lo que te digo. No por mí ni
por ti, sino por tu patria.

Falkirk.

Desde unos carros, los escoceses echan brea en los


campos.
Tropas escocesas preparadas para el combate.

Hamish: Venga, abrid paso. Dejadnos pasar.

Wallace y los suyos se abren paso hasta la primera


línea.

Hamish: Bruce no viene, William.

William: Vendrá. Mornay y Lochlan han venido.


Bruce vendrá.

Longshanks (a un jinete que esconde la cara con un


yelmo): Una encantadora… reunión. ¿No os parece?

General: Los arqueros están listos.

Longshanks: Los arqueros, no. Mis exploradores


dicen que sus arqueros están demasiado lejos.

Las flechas valen dinero, los muertos no valen


nada. Usad a los irlandeses, enviad a la
infantería y a la caballería.

General: ¡Infantería, caballería, adelante!

Ambos grupos comienzan el pesado avance, con los


irlandeses a la cabeza.

Los escoceses también lo hacen.

Cuando llegan al centro, todos se paran y


escoceses e irlandeses comienzan a saludarse.

Longshanks: ¡Irlandeses!

William: Nos alegramos de veros. Fijaos.

Hamish le ayuda a subir, agita una bandera y sus


arqueros lanzan flechas incendiarias con el fin de
que prenda la brea que hay desparramada por el
campo, justo donde está la caballería inglesa.

A una señal de Wallace todos se ponen a correr


contra el enemigo. El choque es brutal y la
contienda que sigue.

Wallace hace una señal con un banderín para que


los nobles escoceses entren en juego. Pero estos
se van con sus hombres.

Jinete con yelmo: ¿Mornay, Lochlan?

Longshanks: Concedí a Mornay el doble de tierras


en Escocia y posesiones en Inglaterra. Lochlan
aceptó por mucho menos.
Arqueros.

General: Pero, ni señor, ¿no les daremos a


nuestras tropas?

Longshanks: Sí, pero también a las suyas. Tenemos


reservas. Arqueros.

General: ¡Arqueros!

Los arqueros disparan, matando en el campo de


batalla a contendientes de ambos bandos.

Longshanks: Enviad a nuestros refuerzos.

General: Enviad el resto.

Longshanks: Traedme a Wallace. Vivo si es posible.


O muerto, me da igual. Notificadnos nuestra
victoria.
(al jinete con yelmo)
¿Nos retiramos ya?

William recibe una flecha en el pecho; la rompe él


mismo. Malherido, ve como el rey se retira.
Derriba a un inglés de su caballo y galopa tras
él.
El general y el jinete con yelmo van en
retaguardia. Ambos se dan cuenta de la inminente
llegada de Wallace.

General (al jinete con yelmo): Proteged al rey.

El jinete derriba a Wallace con su lanza, como en


un torneo.
Pone pie en tierra para rematarlo, pero Wallace
consigue derribarlo a él. Al quitarle el yelmo
descubre que es Robert the Bruce. La impresión es
tan fuerte que no sabe que hacer. Queda totalmente
anonadado. Se desvanece.

Están a punto de llegar unos soldados ingleses.

Robert: ¡Levantaos! ¡Levantaos!

También llega Stephen a caballo.

Robert: Llévatelo de aquí.

Stephen lo atraviesa en su montura y se aleja de


allí.

Robert se queda solo. Recoge del suelo la tela


bordada que le regaló Murron a Wallace.

A la orilla de un río.

Muchos heridos escoceses, entre ellos Wallace.

Hamish ayuda a su padre.

Campbell: Me muero. Déjame morir.

Hamish: No. Vas a vivir.

Campbell: He vivido suficiente para ser libre.


Orgulloso de verte convertido en un gran hombre.
Soy muy feliz.
Campbell muere. Hamish llora.

En el campo de batalla, varias mujeres y Robert


the Bruce buscan entre los cadáveres.
Cae de rodillas, consternado ante la matanza de
escoceses.

Habitación de Bruce padre.

Bruce padre: Soy yo el que se pudre, pero tu


tienes todavía peor cara que yo. Debemos aliarnos
con Inglaterra para prevalecer aquí. Lo has
logrado, has salvado a tu familia y aumentado tus
tierras. Dentro de poco tendrás todo el poder de
Escocia.

Robert: Tierras, títulos, hombres, poder. Nada.

Bruce padre: ¿Nada?

Robert: No tengo nada. Los hombres luchas por mi


porque si no les echo de mis tierras y sus mujeres
e hijos se mueren de hambre. Esos hombres que
derramaron su sangre en Falkirk lucharon por
Wallace y él lucha por algo que yo jamás he
tenido.
Y yo se lo arrebaté al traicionarle, y lo vi en su
cara en el campo de batalla. Y eso me está
matando.

Bruce padre: Todos los hombres traicionan. Todos


se endurecen.

Robert: No me quiero endurecer. Yo quiero creer


igual que él. No volveré a equivocarme de bando
nunca.

Castillo de Mornay.
Mornay tiene una pesadilla, la silueta de Wallace
a caballo se recorta ante una cortina de fuego.

Despierta sobresaltado. Parece aliviado al ver que


todo ha sido un sueño.

Entonces entra de verdad Wallace en su habitación


y lo mata.

Reunión de nobles escoceses, entre ellos Robert


the Bruce.

Noble escocés: Lord Craig, ¿es cierto lo de


Mornay?

Craig: Si. Wallace entró a caballo y lo mató.


Ahora es más peligroso que nunca. Nadie sabe quien
será el siguiente.

Robert: Tal vez vos, puede que yo. Qué más da.

Craig: Hablo en serio, Robert.

Robert golpea la mesa.

Robert: ¡Y yo también!

Un cadáver cae sobre la mesa.

Craig: Registradlo todo.


(mira al cadáver) Lochlan.

Distintos lugares de Escocia.

Escocés 1: William Wallace mató a 50 hombres. 50


después de ser herido.

Escocés 2: A cien, con su propia espada.

Escocés 3: Los partió en dos, como Moisés con el


mar Rojo.
Wallace observa desde lo alto de una montaña de
las Highlands.

Londres.

Longshanks: Su leyenda crece. Será aun peor que


antes.

Hamilton: Se le unen nuevos voluntarios en todos


los pueblos escoceses. Y cuando reponga su
ejército…

Longshanks: Son ovejas, son sólo ovejas. Fáciles


de dispersar si atacamos al pastor. Muy bien.
Elegid a vuestros mejores asesinos y convocad una
reunión.

Hamilton: Mi señor, es muy difícil que Wallace


caiga en una emboscada.

Longshanks: Si lo que Lord Hamilton me dice es


cierto, acogió (con simpatía) a nuestra futura
reina y confiará en ella. La enviaremos haciéndole
creer que acude en son de paz.

Hamilton: Mi señor, la Princesa podría correr


peligro si la cogen como rehén.

Longshanks: Mi hijo sentiría un gran dolor por


ello. Pero lo cierto es que si la matan, pronto
tendríamos al rey de Francia como aliado contra
los escoceses. Como veis, un rey tiene que sacar
provecho de toda situación.

La asistente de la reina está escuchando.

Wallace y los suyos acuden al encuentro con la


reina. Se ve una choza con dos soldados haciendo
guardia.
Wallace clava su espada en el suelo antes de
acercarse.
Pero en una choza están esperando varios de los
asesinos ingleses.

Asesino: Es William Wallace, seguro. Y ha dejado


su espada. Preparaos.

Pero Wallace y Hamish, conocedores del engaño,


empujan a los que están afuera, encerrando a
todos. Atrancan la puerta. Desde el tejado echan
brea y prenden fuego a la choza.

Wallace acude al autentico lugar de encuentro con


la princesa.

William: Mi señora, recibí vuestro mensaje. Esta


es la segunda vez que me advertís de un peligro.
¿Por qué?

Isabella: Habrá otro cargamento de provisiones


hacia el norte el mes que viene. Comida y armas.

William: No, no sigáis. ¿Por qué me ayudáis? ¿Por


qué me ayudáis?

Isabella: Por la forma en que me estáis mirando.

Se besan.

Se acuestan juntos.

En Edimburgo, Bruce padre está en la cama, peor


que nunca.

En Londres, Longshank se siente muy enfermo.

La princesa pasea sintiéndose muy feliz.


Campamento de Wallace.

Llevan a varios jinetes con capuchas.

Stephen: Justo cuando ya habíamos perdido toda


esperanza, llegan nuestros nobles salvadores.
Quitadles las capuchas.

Craig: Sir William, os pedimos una reunión.

William: Sí, ¿para qué? Los nobles han jurado


lealtad a Longshanks.

Craig: Un juramento a un mentiroso no es valido,


nuestros hombres quieren juraros lealtad a vos.

William: entonces que el consejo lo jure en


público.

Craig: No podemos, algunos piensan que estáis


muerto. Otros que les haréis lo mismo que a
Mornay. Venid a Edimburgo, dentro de dos días.
Perdonadnos y nos uniremos a vuestro lado. Escocia
será una.

William: ¿Una? ¿Nosotros y vos?

Craig: No. Hablo de esto. Tomad, es la prenda de


Robert the Bruce.

Le entrega el trozo de tela que Robert cogió en


Falkirk; el regalo de Murron a Wallace.

Hamish: Tú sabes que es una trampa. Díselo tú.

Stephen: Yo creo que si Bruce quisiera matarte, ya


lo habría hecho en Falkirk.

William: Sí.

Stephen: Estoy seguro, lo vi.


Hamish: Dejémosle a él a un lado. ¿Qué hay de los
otros? Es un nido de bastardos traidores. No se
pondrían de acuerdo ni en el color de la mierda.
Es un trampa.

William: Escucha. Debemos intentarlo. No podemos


hacerlo solos. Unirnos a los nobles es nuestra
única esperanza. ¿Sabes que pasará si no nos
arriesgamos?

Hamish: ¿Qué?

William: Nada.

Hamish: No quiero ser un mártir.

William: Ni yo. Quiero vivir. Quiero un hogar y


niños. Y paz.

Hamish: ¿Ah, sí?

William: Así es. Se lo he pedido a Dios. No sirve


de nada si no tienes libertad.

Hamish: Eso es un sueño, William.

William: ¿Un sueño? ¿Y qué hemos hecho todo este


tiempo? Vivir ese sueño.

Hamish: Tú no sueñas con la libertad, sueñas con


Murron. Haces esto para ser un héroe porque crees
que ella te ve.

William: No es que crea que me ve. Sé que es así.


Y tu padre también te ve a ti.

Hamish derriba a William de un puñetazo y se


retira.

Stephen: ¡Dios! Arriba, vamos. ¿Te acompaño?

William: No, iré solo.

Stephen: Nos vemos después.


William: Bien.

Stephen (mirando al cielo): Más temprano que


tarde, espero.

Edimburgo.

Craig: No vendrá.

Robert: Vendrá. Sé que vendrá.

Soldado: Mi señor, se acerca.

Robert y Craig salen a recibirlo.

Robert nota ciertas miradas entre Craig y varios


hombres. Enseguida se da cuenta de que todo es una
trampa.

Robert: ¡NO!

Varios soldados entran tras Wallace y comienzan a


golpearlo con porras, como si no tuvieran que
matarlo.

Craig: No os metáis en esto.

Robert intenta ayudar a Wallace, pero los soldados


también lo reducen a él.

Craig: No hagáis daño a Bruce. Ese era el trato.

Robert, con la cara ensangrentada, sube corriendo


las escaleras que van a la habitación de su padre.

El padre tiene una venda tapándole parte de la


cara.

Robert (zarandeándolo): Padre. Viejo bastardo


podrido. ¿Por qué?
Bruce padre: Longshanks quería a Wallace. Igual
que nuestros nobles. Ese era el precio por tu
corona.

Robert: Muere, quiero que mueras.

Bruce padre: Muy pronto estaré muerto. Y tú serás


rey.

Robert: No quiero nada de ti. No eres humano y no


eres mi padre.

Bruce padre: Eres mi hijo y siempre has sabido mis


intenciones.

Robert: Me has engañado.

Bruce padre: Tú te has dejado engañar. Pero en el


fondo siempre supiste lo que tenía que pasar. Por
fin sabes lo que significa odiar. Ya estás listo
para ser rey,

Robert: Mi odio morirá contigo.

Londres. Un tribunal.

Juez: William Wallace, se os acusa de cometer alta


traición.

William: ¿Contra quién?

Juez: Contra vuestro rey. ¿Tenéis algo que decir?

William: Jamás en toda mi vida le he jurado


obediencia.

Juez: Eso no importa. Es vuestro rey. Confesad y


recibiréis una muerte rápida. Negadlo y tendréis
la purificación del dolor. Confesáis.
¿Vais a confesar?
Entonces mañana recibiréis vuestra purificación.
Se lo llevan encadenado.

Cárcel.

Guardián: Alteza.

Isabella: Quiero ver al prisionero.

Guardián: Tenemos órdenes del rey…

Isabella: El rey se muere y su hijo es un


pusilánime. ¿Quién creéis que gobernará este
reino? Ahora abre la puerta.

Guardián: Majestad.
(Abre la puerta y entra)
Vamos, escoria, levanta esos pies.

Le da una patada.

Isabella: Basta, Déjanos. He dicho que nos dejes.

William: Mi señora.

Isabella: Señor. Vengo a suplicaros que confeséis


y juréis obediencia al rey para que él pueda
mostrar clemencia.

William: ¿Mostrará clemencia con mi patria?

Isabella: Clemencia para una muerte rápida.


Incluso para que se os permita vivir en la Torre.
Con el tiempo, quizá, ¿quién sabe? Si pudieseis
vivir…

William: Si le jurara obediencia, se habría muerto


todo lo que soy.

Isabella (llorando): Moriréis. Será horrible.

William: Todo hombre muere. Nadie vive


eternamente.
Isabella (saca un tubo): Bebeos esto. Aliviará
vuestro dolor.

William: No. Adormecerá mi ingenio y lo necesito


todo, ya que si no sufro o si grito, Longshanks me
habrá vencido.

Isabella: No soporto la idea de vuestra tortura.


Cogedlo.

William: De acuerdo.

Se lo hace beber y se besan.

Cuando ella se va, escupe el líquido.

En el dormitorio del rey.

Entra la princesa. El rey está enfermo en su cama.

Isabella: He venido a suplicar por la vida de


William Wallace.

Príncipe: Sí que habéis quedado prendada de él.

Isabella: Le respeto. Al menos ha sido un digno


enemigo. Mostrad clemencia, mi gran rey, y ganaos
el respeto de vuestro pueblo.
Incluso ahora sois incapaz de ser clemente.
(al príncipe) Y vos. ¿Os es tan extraña esta
palabra como el amor?

Príncipe: Antes de que perdiera la facultad de


poder hablar, él me dijo que su único consuelo era
que viviría para ver a Wallace muerto.

Isabella (susurrándole al rey): Lo veis. A todos


nos llega la muerte. Pero antes de que os llegue a
vos, sabed esto. Vuestra sangre se muere con vos.
Un hijo que no es de vuestro linaje crece en mi
vientre, vuestro hijo no durará mucho en el trono,
os lo juro.
En el patíbulo.

Unos enanos entretienen con sus gracias a la


multitud.

Wallace los escucha desde su celda.

William: Tengo miedo. Dame fuerzas para saber


morir.

Llega al patíbulo los verdugos y el juez.

Sale del castillo un carro que lleva a Wallace. La


multitud empieza a insultarle y lanzarle
hortalizas.

Lo suben al patíbulo. El juez le muestra las


herramientas de tortura.

Juez: Contemplad el horrible precio de la


traición.
Caed de rodillas ahora. Declaraos súbdito leal del
rey. Suplicad su clemencia.

(Deja ver un hacha sobre la mesa)

Y se acabó.

(no responde)

¡Soga! ¡Subidlo!

Lo cuelgan.

El juez se da una vuelta por el patíbulo. Antes de


que Wallace pueda morir de asfixia, hace una seña
para que lo bajen.

Juez: Agradable, ¿no? Poneos de rodillas. Besad el


emblema real de mi capa y no sufriréis más.
(Wallace no responde)

¡Estiradlo!

(Atan una cuerda a los pies, de la que tirará un


caballo, y otra a las manos que queda sujeta en el
puente. Lo estiran)

¿Os basta?

(Hace una seña. Lo bajan y los colocan sobre el


potro. Un verdugo rasga su ropa para dejar la
parte superior al descubierto. Se supone que le
abren el vientre)

Eso puede acabar ahora mismo. Paz. Felicidad.


Decidlo, gritad clemencia.

(Una mujer del público grita Clemencia. Otros la


siguen)

Gritadlo. Decidlo. Clemencia.

Hamish: Clemencia, William, Clemencia.

Stephen: Por Dios, dilo.

Juez: El preso desea decir algo.

William: ¡LIBERTAD!

Ve a sus amigos y a Murron entre la multitud. En


su mano está la tela que le regalase.

El verdugo usa su hacha.

Ingleses y escoceses frente a frente.

Robert (narrando): Tras la decapitación, el cuerpo


de William Wallace fue descuartizado. Su cabeza
fue enviada al Puente de Londres. Sus brazos y
piernas se enviaron a las cuatro esquinas de Gran
Bretaña como advertencia. No tuvo el efecto que
Longshanks había planeado. Y yo, Robert the Bruce,
acudía de rendir pleitesía a los ejércitos del rey
inglés y aceptar su respaldo a mi corona.

Noble inglés: Espero que os hayáis lavado el culo.


Está a punto de besároslo un rey.

Robert no parece muy dispuesto. Toma el trozo de


tela de Wallace. Mira a Hamish y Stephen, que
están en primera línea.

Craig: Vamos, acabemos de una vez.

Los dos jinetes comienzan a avanzar. Pero Robert


se para, mira otra vez a los hombres de Wallace.

Robert: Habéis sangrado con Wallace, sangrad ahora


conmigo.

Hamish toma la espada de Wallace y la arroja


lejos. Queda clavada en la tierra.

Multitud: WALLACE, WALLACE, WALLACE, WALLACE.

Los escoceses cargan contra el enemigo.

Narrador: En el año de Nuestro Señor, 1314,


patriotas de Escocia, hambrientos y en
inferioridad, cargaron sobre los campos de
Bannockburn. Lucharon como poetas guerreros,
lucharon como escoceses. Y ganaron su libertad.

La espada de Wallace, clavada en la tierra, se


mueve agitada por el viento.

Transcripción de manuel velasco

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