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2.-Cuestiones fundamentales.
a) ¿Qué es el ser? Explica Aristóteles que el ser (lo que hay, lo que es), es, en primer lugar,
algo que se expresa lingüísticamente. Por ello, afirma que el ser se dice de muchas maneras. Estas
maneras de expresar el ser son: la sustancia, la cantidad, la cualidad, la relación, el lugar, el tiempo,
la posición, el hábito, el estado, la acción, la pasión.
Estos modos de expresar el ser se denominan, según Aristóteles, categorías. Así pues, las
categorías son los modos de expresar el ser, o la manera en que éstos se presentan.
A su vez, Aristóteles distingue dos clases de categorías. Por un lado, la sustancia, que
conforma ella misma una de las categorías. La otra clase de categorías es la de los accidentes. La
sustancia es aquello de lo que se predican los accidentes. Se distinguen por el hecho de que la
sustancia es el modo esencial y necesario de ser de la cosa, mientras que los accidentes son
temporales, posibles, no necesarios, es decir, no esenciales.
g)La ética. Para Aristóteles, el fin de la conducta moral de todo hombre y mujer es la
felicidad. La felicidad es el bien supremo, y cualquier otro fin sólo puede ser un objetivo parcial o
intermedio respecto a este fin último que es la felicidad. La manera de alcanzar la felicidad estriba en
una vida conforme al ser propio de los hombres y las mujeres, que es la racionalidad. Ése es el télos
u objetivo del ser de los humanos, y también la máxima virtud. La virtud es aquello que hace
excelentes a las personas. Los humanos pueden ser virtuosos en muchos campos, pero la
racionalidad es la máxima de todas ellas.
Asimismo, las virtudes características de los hombres y las mujeres pueden separarse en dos
tipos:
-Las virtudes dianoéticas, que tienen que ver con el conocimiento, y que son la sabiduría, la
ciencia y el entendimiento.
-Las virtudes morales, que son las propias del comportamiento y la conducta humana, y que
son el carácter, la valentía, la justicia (que consiste, según Aristóteles, en otorgar a cada uno lo que le
corresponde) y la templanza.
Todas estas virtudes están presididas por la prudencia, que es la virtud de elegir los fines
correctos, y de aplicar adecuadamente el “justo medio”.
Otro concepto importante en la ética aristotélica es el hábito. Para nuestro autor, el
comportamiento y el temperamento humanos se conforman por el hábito, es decir, por la repetición
de una conducta de manera reiterada. Por este motivo, Aristóteles quiso corregir el intelectualismo
moral de Sócrates afirmando que para practicar el bien es necesario conocer qué es el bien, pero no
es suficiente: hay que llevarlo a cabo, tener el hábito del bien. (Del mismo modo con la justicia, la
templanza, etc.)