Sunteți pe pagina 1din 33
Obras completas Sigmund Freud Ordenamiento, comentarios y notaa de Jamee Strachey con la colaboracién de Ania Preud, asistides por Alix Strachey y Alan ‘Tyson Traduccién directa del aleman de José L. Ltcheverry Volumen 4 (1900) La interpretacién de los suefios (primera parte) Amorrortu editores E] titulo original en aleman de la presente obra de Sigmund Freud, cuyos derechos se consignan a continuacién, figura en la pagina 3 © Copyright del ordenamiento, comentarios y notas de la edi- cién inglesa, James Strachey, 1953 Copyright de las obras de Sigmund Freud, Sigmund Freud Copyrights Ltd © Gopyright de la edicién castellana, Amorrortu editores S.A., araguay 1225, 7° piso, Buenos Aires, 1976 Primera edicién en castellano, 1979; primera reimpresin, 1984; segunda reimpresién, 1987; tercera reimpresién, 1989; cuarta reimpresién, 1991 ‘Traduccién directa del alemén: José Luis Etcheverry Traduccién de los comentarios y notas de James Strachey Leandro Wolfson Asesoramiento: Santiago Dubcovsky, Fernando Ulloa y Jor- ge Colapinto Correccién de pruebas: Rolando ‘Trozzi y Mario Lelf Publicada con autorizacién de Sigmund Freud Copyrights Ltd., The Hogarth Press Ltd., ‘The Institute of Psychoanaly sis (Londres) y Angela Richards, Primera edicién en The Stand- ard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, 1953; segunda edicién, corregida, 1958; sexta reimpresién de la segunda edicién, 1975 Copyright de acuerdo con la Convencién de Berna. La repro- duccién total o parcial de este libro en forma idéntica o modi- ficada por cualquier medio mecénico o electrénico, incluyen- do fotocopia, grabacién o cualquier sistema de almacenamicnto y recuperacién de informacién, no autorizada por los edito- res, viola derechos reservados. Cualquier utilizacién debe ser previamente solicitada. Queda hecho ef depésito que previene la ley n° 11,723 Industria argentina. Made in Argentina, ISBN 950-518-575-8 (Obras completas) ISBN 950-518-580-4 (Volumen 4) Impreso en los Talleres Graficos Color Efe, Paso 192, Avella- neda, provincia de Buenos Aires, en octubre de 1991. Tirada de esta edicin: 4.000 cjemplares VI. El trabajo del suefio' Todos los intentos hechos hasta ahora por resolver los problemas de] suefio arrancaban directamente de su conteni- do manifiesto, tal como lo presenta el recuerdo, y a partir de él se empefiaban en obtener la interpretacién del suefio 0, cuando renunciaban a ella, en fundamentar su juicio acer- ca del suefio por referencia a ese contenido. Somos los tini- cos que abordamos otra explicacién de las cosas; para nos: ottos, entre el contenido onitico y los resultados de nuestro estudio se inchiye un nuevo maicrial psiquico: el conteni- da latente o pensamientas del suefia, despejadas par nues- tro procedimiento. Desde ellos, y no desde el contenido ma- nifiesto, desarrollamos la solucién del suefio. Por eso se nos plantea una nueva tarea, inexistente para quiencs nos pre- cedieron: investigar las relaciones entre el contenido mani- fiesto y los pensamientos latentes del suefio, y pesquisar los procesos por los cuales estos iiltimos se convirtieron en aquel. Pensamientos del suefio y contenido del sueso se nos pre- sentan como dos figuraciones del mismo contenido en dos lenguajes diferentes; mejor dicho, el contenido del sueiio se nos aparece como una trasferencia de los pensamientos del sueio a otro modo de expresisn, cuyos signos y leyes de ar- ticulacién debemos aprender a discernir por via de compa- racién entre el original y su traduccién, Los pensamientos del suciio nos resultan comprensibles sin mds tan pronto como Ilegamos a conocerlos. El contenido del suefio nos es dado, por asi decir, en una pictograffa, cada uno de cuyos signos ha de trasferirse al lenguaje de los pensamientos del suefio, Equivocarfamos manifiestamente el camino si qui- siésemos lecr esos signos segtin su valor figural en lugar de hacerlo segin su referencia signante. Supongamos que me presentan un acertijo en figuras: una casa sobre cuyo tejado puede verse un bote, después una letra aislada, des- pués una silueta humana corriendo cuya cabeza le ha sido 1 [En la 11? de las Conferencias de introduccién al psicoandlisis (1916-17), Freud aborda este tema en forma mucho més resumida.} 285 cortada, etc. Frente a ello podria pronunciar este veredicto critico: tal composicida y sus ingredientes no tienen senti- do. No hay botes en los tejados de las casas, y una persona sin cabeza no puede correr; ademés, la persona es mds gran- de que Ia casa y, si el todo pretende figurar un paisaje, nada tienen que hacer alli Jas letras sueltas, que por cierto no se encuentran esparcidas por la naturaleza. La apreciacién co- rrecta del acertijo sdlo se obtiene, como es evidente, cuando en vez de pronunciar tales veredictos contra el todo y sus partes, me empefio en remplazar cada figura por una silaba © una palabra que aquella es capaz de figurar en virtud de una referencia cualquiera. Las palabras que asi se combinan ya no carecen de sentido, sino que pueden dar por resultado la mda bella y significativa sentencia poética. Ahora bien, el muetlo en un rébus de esa indole, y nuestros predecesores en el campo de la interpretacién de los suefios cometicron ef error de juzgar ln pictografia como composicién pictorica. mo tal, les parecié absurda y carente de valor, 286 A. El trabajo de condensacién Lo primero que muestra al investigador la comparacién entre contenido y’pensamientos del suefio es que aqui se cumplié un vasto trabajo de condensacién. El suefio es escue- to, pobre, lacénico, si se lo compara con Ja extensién y la tiqueza de los pensamientos onfricos. Puesto por escrito, el suefio ocupa media pagina; en cambio, si se quiere escribir el andlisis que establece los pensamientos del suefio se re- quiere un espacio seis, ocho 0 doce veces mayor. Esta rela- cidn varia para diferentes suefios; pero su sentido, hasta donde yo puedo determinarlo, nunca cambia. Es regla que se subestime la medida de la compresidén producida, pues se juzga que los pensamientos onjiricos trafdos a la Juz constitu- yen el material completo cuando en verdad todavia pueden descubrirse otros, ocultos tras el suefio, si se prosigue el trabajo de interpretacién. Ya hubimos de mencionar [pdgs. 231-2] que en rigor nunca se esta seguro de haber inter- pretado un suefio exhaustivamente;! aun cuando parece que la resolucién es satisfactotia y sin lagunas, sigue abierta Ia posibilidad de que a través de ese mismo suefio se haya insinuado otro sentido, Por tanto, estrictamente hablando, la cuota de condensacién es indeterminable. ‘Asi, la desproporcién entre contenido y pensamientos oniricos leva a inferir que en la formacién del suefio se efec- tué una amplia condensacién del material psiquico. Contra este aserto puede levantarse una objecién que a primera vista parece muy seductora. Es que hartas veces tenemos la sensacién de que estuvimos sofiando mucho toda la noche, pero olvidamos después Ja mayor parte. El suefio que re- cordamos al despertar no seria entonces sino un resto del trabajo onirico total, que sin duda coincidirfa con la exten- sién de los pensamientos oniricos si pudiéramos recordarlo completo. Algo de cierto hay en esto: no es engafiosa la obsetvacién de que teproducimos un sueiio con la maxima fidelidad cuando intentamos recordarlo enseguida de des- pertar, mientras que después, cuando avanza la tarde, su recuerda se hace cada vez més lagunoso. Pero, por otra parte, puede averiguarse que la sensacién de haber sofiado mucho més que no podemos reptoducit descansa a menudo en una ilusidn cuya génesis habremos de elucidar més ade- 1 (Este tema se trata por extenso en «Algunas notas adicionales a la interpretacién de los suefios en su conjunto» (Freud, 19254), AE, 19, pags. 129-32.] 287 lante? Por lo demés, el supuesto de que en el trabajo del suefio se operd una condensacién no es refutado por la posibilidad del olvido; en efecto, lo demuestran las masas de representaciones relativas a cada uno de los fragmentos oniricos conservados. Y si de hecho un gran fragmento del suefio se perdié para el recuerdo, més bien ello nos bloquea el acceso a una nueva serie de pensamientos oniticos. Es que nada justifica la conjetura de que los fragmentos oni- ticos naufragados se referirfan también a aquellos pensa- mientos que ya conocemos por el andlisis de lo que se conservé.? En vista del nutrido tropel de ocurrencias que el anélisis aporta a cada elemento del contenido del suefio, mas de un lector plantearé una duda de principio: ¢Hay derecho a imputar a los pensamientos del suefio todo cuanto al so- fiante se le ocurre con posterioridad en el andlisis? ¢Esta- mos autorizados a suponer que todos esos pensamientos es- tuvieron activos mientras se dormfa y cooperaron en Ia for- macién del suefio? ¢O més bien en el proceso de] andlisis se engendraron nuevas conexiones de pensamiento que no habjan participado en Ja formacién del suefio? Sélo con reservas puedo adherir a esta duda. Es evidentemente cierto que algunas conexiones de pensamiento se engendran sélo durante el andlisis; pero es posible en cada caso convencerse de que tales conexiones nuevas se establecen Gnicamente entre pensamientos que ya estaban ligados de otto modo en los pensamientos oniricos;* las nuevas conexiones son, por asi decir, contactos laterales 0 cortocircuitos, posibilitados por la existencia de vias de conexidn diferentes y que corren a mayor profundidad. Respecto de Ia inmensa mayotia de las masas de pensamiento descubiertas por el anilisis debe admitirse que ya estuvieron activas en la formacién del sue- fio; en efecto, cuando se reelabora una cadena de esos pen- samientos que parecen situarse fuera de Ja trama de Ia for- macién del suefio, se tropieza de pronto con un pensamiento que ticne su subrogado en el contenido del suefio, es indis- pensable para la interpretacién de este ¢ inalcanzable por otra via que aquella cadena de pensamientos. Considérese a tal fin cl suefio de la monografia boténica [pégs. 186 y 2 ICE. 5, pigs. 486 y 512.) 3 [Nota agregada en 1914:] Referencias a la condensacién en el suefio se encuentran en numerosos autores. Du Prel (1885, pag. 85) manifiesta en un pasaje que estd absolutamente seguro de que se ha producido un proceso de condensacidn de la serie de representaciones. 4 [Esta cuestién se menciona nuevamente ixfra, pags. 3167, y se trata con extensién mucho mayor més adelante (5, pags. 520-1; cf. esp. pag. 526).] 288 sigs.], que aparece como el resultado de una asombrosa operacién de condensacién, por més que yo no comuniqué su anélisis completo. Ahora bien, zcémo debemos concebir el estado de la psique durante el dormir, que es precedente respecto del sofiar? ¢Coexisten yuxtapuestos todos los pensamientos oni- ticos, o discurren sucesivamente, o varias ilaciones coeté- neas de pensamiento se forman desde diversos centros para reunirse después? Opino que no tenemos necesidad alguna de crearnos una representacién plastica * del estado de la psique durante la formacién de los suefios, Basta con no olvidar que se trata de un pensar inconciente y que proba- blemente el proceso es diverso del que percibimos dentro de nosotros en Ia reflexién intencionada, acompafiada de con- cienci; En todo caso, el hecho de que Ja formacién del suefio se basa en una condensacién se mantiene inconmovible. Pero, gcémo se produce esa condensacién? Si se considera que, de los pensamientos oniricos halla- dos, sélo los menos estén subrogados en el suefio por uno de sus elementos de representacidn, se debe inferit que la con- densacién adviene por via de la omisién, pues el suciio no seria una traduccién fiel ni una proyeccién punto por punto de aquellos pensamientos, sino un reflejo en extremo incom- pleto y lagunoso, Pronto descubriremos que esta inteleccién es harto deficiente; pero apoy4ndonos en ella para empezar, preguntémonos: Si sélo unos pocos elementos de los pen- samientos oniricos alcanzan el contenido del suefio, ¢qué condiciones comandan la eleccién? Para obtener esclarecimiento sobre esto, dirijamos nues- tra atencién a los elementos del contenido del suefio, puesto que, sin duda, tienen que haber satisfecho las condiciones buscadas, Un suefio a cuya formacién haya contribuido una condensacién particularmente intensa serd el material mas propicio pata esta indagacién. Escojo el comunicado en las pags. 186 y sigs. * (Vale decir, Freud juzga innccesario crear un «modelo» (como hoy se dirfa) para el estado de la psique durante el dormir, del tipo del que expone en el capitulo VII (infra, 5, pigs. 529 y sigs.) para el aparato psiquico.} 289 I. Suetio de la monografia botdnica ConTENIDO vEL SUENO: Tengo escrita una monografia sobre una variedad (indeterminada) de planta. El libro yace frente a mi, y estoy hojeando una lamina en colores doblada. Acompaiia al ejemplar un espécimen desecado de la planta. EI elemento mas Iamativo de este suefio es la monogra- fia botdnica. Se engendré de las impresiones del dia del sue- fio; en el escaparate de una librerfa habia visto yo de hecho una monografia sobre el género «ciclamen». La mencién de este géneto falta en el contenido del suefio, en que solo han quedado la monografia y su relacién con 1a boté- nica, La «monograffa botdnica» muestra enseguida su te- lacién con el trabajo sobre la cocaina que yo escribi antes; desde la cocafna, la conexién de pensamientos se dirige pot una parte al volumen conmemorativo y a ciertos hechos ocurtidos en un laboratorio de la universidad, y por la otta a mi amigo, el médico oculista doctor Kénigstein, que par- ticipé en la aplicacién de la cocaina. A la persona del doctor K, se anudan, ademés, el recuerdo de Ja charla interrumpida que la tarde anterior habia mantenido yo con él, y los va- riados pensamientos acerca de la retribucién de lor servicios médicos entre colegas. Ahora bien, esa charla es ¢! genuino excitador actual del suefio; la monografia sobre el ciclamen es también una actualidad psiquica {Absualitét}, pero de natutaleza indiferente; veo que la «monogtafia botdnica» del suefio resulta ser algo comin intermediario entre las dos vivencias diurnas, tomado sin cambios de Ja impresién indi- ferente y enlazado por las més ricas conexiones asociativas con la vivencia psiquicamente significativa. Pero no sdlo la representacién compuesta «monogratia botdnica»; también cada uno de sus elementos («boténica» y «monografia») por sepatado penetra por miltiples cone- xiones a profundidad cada vez mayor en la madeja de los pensamientos oniticos. A «botdnica» corresponden las remi- niscencias de la persona del profesor Gartner {jardinero}, de su floreciente mujer, de mi paciente llamada Flora y de Ja dama [la sefiora L.] de quien yo conté la historia de las flores olvidadas. Giirtner me Ileva de nuevo al laboratorio y a la conversacién con Kénigstein; a esta misma pertenece la mencin de las dos pacientes [Flora y la sefiora L.]. Des- de la mujer de las flores se bifurca una via de pensamientos hasta las flores predilectas de mi mujer, cuya otra rama Jlega hasta el titulo de la monografia que vi de pasada el dia anterior, Ademds, «botdnica» evoca un episodio de la es- cuela media y un examen de mi época universitaria, y un 290 nuevo tema tocado en aquella conversacién, ef de mis afi- ciones, se enlaza, por mediacién de la que en broma amo mi flor predilecta, el alcaucil, con la cadena de pensamientos que arranca de las flores olvidadas; tras «alcaucil» se oculta Ja reminiscencia de Ttalia,® por un lado, y de una escena infantil con la que inauguré mis relaciones con los libros, que desde esa época se hicieron intimas, por el otro. «Bord- nica» es, entonces, un verdadero punto nodal en que con- vergen para el suefio numerosas ilaciones de_pensamiento que, segiin puedo asegurarlo, con pleno derecho se entra- maron con aquella conversacién. Nos encontramos aqué en medio de una fébrica de pensamientos en la cual, como en la obra maestra del tejedor, «..,un golpe del pie mil hilos mueve, mientras vienen y van las lanzaderas y mil hilos discurren invisibles y aun solo golpe se entrelazan miles». «Monografian en el suefio roza a su vez dos temas, la unilateralidad de mis estudios y lo costoso de mis aficiones. De esta primeta busqueda obtenemos la impresién de que [os elementos «botdnica» y «monograffa» han sido reco- gidos en el contenido del suefio porque pueden exhibir los contactos més ricos con la mayorfa de los pensamientos oni- ricos, y por tanto figuran puntos nodales donde se rednen muchisimos de los pensamientos oniricos; han sido recogi- dos, entonces, porque son multivocos con referencia a la interpretacidn del suefio, El hecho que esta en la base de esta explicacién puede expresarse también de otra manera, diciendo: Cada uno de los elementos del contenido del suefio aparece como sobredeterminado, como siendo el subrogado de mtiltiples pensamientos oniricos. Llegamos a averiguar més cosas examinando los restantes ingredientes del suefio en cuanto a su presentacién en los pensamientos onjricos. La /énina en colores que yo despliego desemboca (cf. el andlisis, p4gs. 188-9) en un nuevo tema, la critica de mis colegas a mis trabajos, y en algo que ya tiene subrogado en el suefio: mis aficiones; ademés, en la reminiscencia infantil en que yo deshojaba un libro con 1é- minas en colores; y el ejemplar desecado de la planta alude a la vivencia del herbatio, de mis tiempos de estudiante se- cundario, y da particular realce a ese recuerdo. Discierno en- 5 [Esta parece ser una referencia a un elemento de fos pensamien- tos oniricos no mencionado previamente.] © [Goethe, Fausto, parte I, escena 4.] 291 tonces la indole de Ia relacién entre contenido y pensamien- tos onfricos: no sdélo los elementos del suefio estan determi- nados de manera multiple por Jos pensamientos oniticos, sino que los pensamientos oniticos singulares estén también subrogados en el suefio por varios clementos. De un elemen- to del sueiio, la via asociativa lleva a varios pensamientos oni- ricos, y de un pensamiento onirico, a varios elementos del suefio. La formacién del suefio no se cumple entonces como si cada pensamiento onitico singular o cada grupo de ellos brindara una abreviacidn para el contenido del suefio, y des- pués el pensamiento que sigue ofteciera otra abreviacién en calidad de subrogacién, a semejanza de un clectorado que designase un diputado por distrito, sino que toda la masa de pensamientos onfricos es sometida a una cierta elabora- cin después de la cual ios elementos que tienen més y me- jores apoyos son seleccionados para ingresar en el contenido onfrico; valga como analogia la eleccién por listas. Cualquie- ra que sea el suciio que yo someta a una desarticulacién pa- recida, siempre encuentro corroborados idénticos principios, a saber: los elementos onfticos se configutan desde la masa total de pensamientos oniticos, y cada uno de ellos aparece determinado de manera multiple por referencia a los pensa- mientos oniricos. No seré ocioso, por cierto, que ilustremos esta relacién entre contenido y pensamientos oniricos con un nuevo eje1 plo, que descuella por su entramado particularmente hal lidoso de las relaciones teciprocas. El suefio procede de un paciente a quien trato por una claustrofobia. Enseguida se advertiré la razén que me Ileva a dar a esta operacién onirica excepcionalmente ingeniosa el siguiente titulo: Il. «Un bello sueio» En compaiiia de mucha gente, 61 viaja por la calle X, en fa que se encuentra una modesta posada (lo cual no es cier- to). En sus habitaciones se representa teatro; él es por mo- mentos piblico, por momentos actor. Al final dicen que hay que mudar de ropa para volver ala ciudad. A una parte del personal se le asignan las habitaciones de la planta baja y a la otra las habitaciones del primer piso. Después se en- ciende una disputa. Los de arriba protestan porque los de abajo todavia no estan listos, por lo cual no pueden bajar. Su hermano estd arriba y & abajo, y él se fastidia con su 292 hermano por tales presiones. (Esta parte no es clara.) Ya desde que llegaron, por lo demds, eso estaba determinado y se habian dividido los que debian estar arriba y los que debian estar abajo. Después él marcha solo, cuesta arriba, por la pendiente que la calle X hace alli yendo a la ciudad, y avanza con tanta dificultad, con tanto trabajo, que no se mueve del sitio. Un seftor mayor se le retine y echa pestes contra el rey de Italia. Al final de la cuesta marcha él mds aliviado. La fatiga del ascenso era tan nitida que después de co- brar el sentido dudé un rato si era suefio o era realidad, Por su contenido manifiesto, dificilmente serfa elogiable este sucio. Contrariando la regla, empezaré la interpretacién por el fragmento que el sofiante caracterizd como el més nitido, La fatiga sofiada y probablemente sentida mientras so- fiaba, la disnea de Ja subida trabajosa, es uno de los sintomas que él paciente mostté de hecho afios atrds; y en ese tiem- po, en asociacién con otros fenémenos, fue atribuida a una tuberculosis (con probabilidad, simulada por Ja histeria). Los suefios de exhibicién [pags. 253 y sigs.] nos han fami- liarizado ya con esa sensacién de movimiento inhibido ca- racteristica del suefio, y aqui encontramos de nuevo que, en su calidad de material disponible en todo momento, se la aplica a los fines de otra figuracién cualquiera. LCE. pags. 340 y sigs.] El fragmento del contenido onfrico en que se describe que el ascenso era fatigoso al comienzo, y al final de la cuesta se hizo aliviado, me trae a la memoria, cuando me es contado el suefio, la conocida y magistral introduc- cidn de Safo, de Alphonse Daudet. Alli un joven carga a su quetida escaleras arriba, y al comienzo es como si Ilevase una pluma; pero a medida que monta, tanto més le pesa en los brazos. La escena es parabola de la trayectoria de la relacién amorosa, y pinténdola quicre Daudet advertir a los jévenes que no se enreden con muchachas de infima cuna y dudoso pasado, desperdiciando una _inclinacién més seria.” Aunque yo sabia que poco antes mi paciente habia mante- nido y habfa roto una relacién amorosa con una mujer de teatto, en modo alguno esperaba que mi ocurrencia inter- pretativa resultase confirmada. Ademés, en Safo sucedfa lo inverso que en el suefio; en este, el ascenso era al comienzo pesado y después liviano; en la novela e! simbolismo sélo era 7 [Nota agregada en 1911:] Para apreciar esta figuracién de Doudet, considérese 1o que he comunicado, en la seccién referida al simbolismo, acetca del significado de los suefios en que se sube escaleras [infra, 5, pag. 360, m. 12]. 293 pertinente si lo que al principio se leva con facilidad resulta a fa postre una pesada carga. Para mi asombro, el paciente observé que esa interpretacién armonizaba muy bien con el contenido de la pieza que la tarde anterior habia visto en el teatro. Era su titulo Alrededor de Viena y trataba de la peripecia de vida de una muchacha honesta primero, en- tregada después a un ambiente dudoso, que anudé relaciones con personas de alta posicién, con lo cual «trepé a las altu- ras» peto en definitiva cada vez «cayé mas bajon. La pieza le habia traido a la memoria otra, reptesentada afios atras, que Ilevaba el titulo De escaléz en escalén y en los carteles que la anunciaban se vefa una escalera con varios peldafios. Prosigamos la interpretacién. En Ja calle X habfa vivido Ja actriz con la cual mi paciente mantuvo su Ultima y muy rica vinculacién amorosa. Posada en esa calle no la hay. Sélo que cierta vez que él pasé en Viena buena parte del verano por amor de su dama, se hospedé {abgestiegen, también «descendié»} en un pequefio hotel de las cercanfas. Al de- jarlo, dijo al cochero: «Estoy contento, al menos no me picaron las sabandijas> (por lo demés, una de sus fobias) Y la respuesta del cochero: «¢Cémo pudo hospedarse allf? En verdad no es un hotel, es slo una posada». Con Ia posada se anuda inmediatamente el recuerdo de una cita: «En una paradistaca posada era yo, de joven, el huésped»® EI posadero de esta poesia de Uhland es, no obstante, un manzano. Y una segunda cita prosigue la cadena de pen- samientos: «Fausto (bailando con la joven): Tuve una vez un bello suefio: vi un manzano, y en él dos bellas manzanas_relucfan; me excitaron y monté abi. La bella: Mucho apetecéis las manzanitas desde los tiempos del Paraiso, y me mueve a regocijo pues yo las tengo en mi jardinn® 8 [Uhland, Wanderlieder, 8, «Finkehro.] ® [Goethe, Fausto, parte I, escena 21, «Noche de Walpurgis».] 294 No puede caber la menor duda sobre lo aludido con «man- zano» y «manzanitas», Un hermoso busto era también el principal de los atractivos con que la actriz habfa cautivado a mi sofiante. Por la concatenacién del anélisis, tenfamos pleno funda- mento para suponer que el suefio se remontaba a una im- presién de Ja infancia, De ser esto asi, debfa referirse a la nodriza de este hombre, préximo a cumplir los treinta afios. Para el nifio, el pecho de la nodriza es, de hecho, la posada. Y tanto la nodriza cuanto la Safo de Daudet aparecen como alusién a la querida que él abandoné poco antes. En el contenido onirico aparece también el hermano (ma- yor) del paciente; el hermano estd arriba, y él abajo. He aqui otra inversion de la situacién real, pues, segtin yo sé, el hermano ha perdido su posicién social y mi paciente la ha conservado. Al reproducir e] contenido onfrico, el pa- ciente evité decir que su hermano estaba arriba y él «par terre».* Habria sido una manifestacién demasiado clara, pues entre nosotros se dice de una persona que estd «par terren cuando ha perdido su posicién y su fortuna, asimilacién parecida al usual «caer bajo». Ahora bien, ha de tener un sentido el que en este lugar del suefio algo se figure inver- tido. La inversién debe valer también para otra relacién existente entre los pensamientos oniricos y el contenido del suefio [cf. pégs. 331-2]. Y poseemos el indicio de cémo ha de emprenderse esa inversi6n. Sin duda se encuentra al final del suefio, donde con el ascenso ocurre de nuevo lo inverso que en Safo. Es que resulta fécil averiguar la inversién aludida: En Safo el hombre carga a la mujer que mantiene con él relaciones sexuales; por tanto, en los pensamientos oniricos se trata, a la inversa, de una mujer que carga al hombre, y como este caso sdlo puede ocurrir en la infan- cia, se relaciona de nuevo con la nodriza que carga al lac- tante. La conclusién del suefio acierta entonces a figurar a Safo y a la nodriza con la misma alusién. Asi como en Ia eleccién del nombre de Safo por el poeta no estd ausente [a referencia a un hébito lesbiano, los frag- mentos del suefio en que las personas hacen su faena arriba y abajo apuntan a fantasias de contenido sexual que atarean al sofiante y que, como apetencias sofocadas, no carecen de vinculos con su neurosis. Que lo figurado en el sucfio son fantasias y no recuerdos de sucesos reales, eso no lo mues- tra por sf la interpretacién del suefio; esta sdlo nos brinda * {En francés, «par terre»: «por tierrar; en alemén, «Parterren: «planta baja»,} 295 un contenido de pensamiento y deja a nuestro cuidado es- tablecer su valor de realidad. Hechos reales y hechos fan- tascados aparecen aqui —y no sélo aqui, también en la creacién de formaciones psiquicas mas importantes que los suefios— al comienzo como de igual valor.1® La numerosa compaiiia, como ya sabemos [cf. pag. 256] significa «secreto». El hermano no es otra cosa que el sub- rogado, insctito en fa escena infantil por un «fantaseo re- trospectivo»,! de todos os venideros rivales con las mu- jeres. El episodio del sefior que echa pestes contra el rey de Italia se refiere también, por mediacién de una vivencia re- ciente cn si misma indiferente, al ingreso de personas de baja cuna en la alta sociedad, Es como si Ja advertencia que Daudet ditige n fos jvenes fuese paralelizada por otra del mismo tenor, vélida para eb nifio de pecho.”? A fin de ofrecer otro ejemplo para el estudio de la con- densacién en Ja formacién de los suefios, comunico el ané- lisis parcial de otto suefio, que debo a una sefiota mayor en tratamiento psicoanalitico. En consonancia con los graves estados de angustia de que padece Ja enferma, sus suciios contienen abundantisimo matetial de pensamientos de natu- raleza sexual; cuando tomé conocimiento de esto, su espanto no fue menor que su sorpresa. Puesto que no pudo Hevar hasta el final la interpretacién del suefio, el material onfrico aparece dividido en varios grupos sin trabaz6n visible. IU. «El suesio de los abejorros» CoNnTENIDO DEL suESO: Se acuerda de que tiene en una cajita dos abejorros a los que debe dejar en libertad, pues de lo contrario se asfixiardn. Abre la cajita, los abejorros 1 [Ey probable que Freud se refiera aquf a su reciente descubti- micnto de que los traumas sexuales infantiles aparentemente reve- Index cn aun anilisis de pacientes neurdticos eran en realidad, con mucha frecuencia, fantaxfas. Cf «Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en ta etiologfa de las neurosis» (Freud, 1906a).] 11 (Freud se habfa ocupado ya de este tipo de fantaseos en «Sobre los recuerdos encubridarer» (1K99a), AE, 3, pag. 315.) 12 La naturaleza fanutsticn {phuntastisch} de la situacién relativa a la nodriza del sofunte fue probada por cl hecho, veriticado objeti- vamente, de que en este caso In nodriza era la madre. Por lo demds, recuerdo 1a anéedota, mencionada en la pag. 218, del joven que lamentaba no haber aprovechade mejor Ia situacidn en que estaba con su nodriza; sin duda, es la fuente de este suefio. 296 estan totalmente agotados; uno se vuela por la ventana abierta pero el otro es aplastado por una hoja de la venta na cn cl momento en que ella la cierra, como alguien le de- mandé hacerlo (manifestaciones de asco). ANA.isis: Su marido esté de viaje, y su hija de catorce afios duerme junto a ella en Ja misma cama. La pequefia le hizo notar al anochecer que una polilla habia caido en su vaso de agua; pero desiste de rescatarla, y a Ja mafiana la- menta la suerte del pobre animalito, En su lectura de. esa noche se contaba de unos chicos que arrojaron un gato en agua hirviente, y se describfan las contorsiones del animal. Estas son las dos ocasiones del suefio, en si indiferentes. El tema de la crueldad hacia los animales la ocupa mas, Hace unos afios, su hija, en una residencia de verano que tuvieron en cierta comarca, se mostré muy cruel con los bichos, Reu- nid una coleccién de mariposas y le pidid arsénico para ma- tarlas. Una vez se dio el caso de una mariposa nocturna que revoloteé todavia Jargo rato por la habitacién, el cuerpo atravesado por un alfiler; otra vez, unos gusanillos que ha- bia guardado para ver su metamorfosis se le murieron de hambre. Esta misma nifia, en edad todavia més tierna, arran- caba las alas a abejorros y mariposas; hoy le espantarfan esas acciones crueles, tanto se ha vuelto de buen corazén. Esta contradiccién le da que hacer. Recuerda otra contra- diccién, la que hay entre aspecto e interioridad, tal como se ‘Ja figura en Adam Bede, de [George] Eliot. Una muchacha hermosa, pero fatua y enteramente estiipida, y junto a ella una muchacha horrible, pero noble. El aristécrata que se- duce mozuelas; el obrero de sentimientos nobles, y que asi se comporta, Nada de eso se ve en el aspecto de la gen- te. (quiz «Tuttel») es también un nombre vulgar del pecho feme- nino; y el elemento «rein» se une con las primeras silabas de «Zimmertelegraph» {utimbre») para formar «zimmer. rein» {alimpieza de la habitacién»}, que tiene mucho que ver con la mojadura del piso y ademés suena parecido al apellido de un miembro de Ja familia del sofante** 24 La misma descomposicién y recomposicién de la verdadera quimica de fas silabas— nos sitve en la vis niimero de bromas: «¢Cudl es Ja maneta més barata de obtener plata? Uno se dirige a una avenida donde hay dlamos plateados {Sil- berpappeln} y pide silencio; entonces cesa el Pappelit {“parlotco”, también “élamo"}, y queda libre la Silber {“plata”}». El primer lector y critico de este libro me hizo la objecién, que probablemente re petirén los subsiguientes, de que Las primeras de estas palabras Ilevan a 1a oca- sién del suelo, significativa esta vez: Habia yo obsequiado a mi mujer varios vohimenes de un conocido autor con quien mi hermano mantiene Jazos de amistad y que, segtin me he enterado, es oriundo del mismo lugar que yo (J. J. David). Platicdbamos con mi mujer una tarde sobre la profunda im- presién que le habia hecho la conmovedora y triste historia de un talento malogrado, que David cuenta en una de sus novelas, y nuestra conversacién recayé sobre las sefiales de talento que percibfamos en nuestros propios hijos. Subyugada por su reciente lectura, ella exteriorizé una aprensién con respecto a los nifios, y yo la consolé haciéndole notar que esos precisamente son los peligros que pueden evitarse me- diante Ia educacién, Esa noche prosegui la ilacién de mis pensamientos, recogf la aprensién de mi mujer y con ello urdi algo enteramente diverso, Una observacién que el escritor habfa hecho a mi hermano acerca del matrimonio indicé a mis pensamientos un camino lateral por el que podian figu- rarse en el suefio. Ese camino flevaba a Breslau, donde se habfa casado una dama que tiene gran amistad con nosotros. Y para la aprensin de perderse pot culpa de una mujer, que constituia el nicleo de mis pensamientos oniricos, encontré en Breslau Jos ejemplos de Lasker y de Lasalle, que me per- mitieron figurar al mismo tiempo los dos modos en que esa influencia fatal puede ejercerse.** El «cherchez la femme» en que estos pensamientos pueden resumirse me lleva, en otro sentido, hasta mi hermano todavia soltero, de nombre Alexander. Ahora reparo en que Alex, que es como abre viamos su nombre, suena casi como un anagrama de Lasker, y este factor tiene que haber cooperado para imponer a mis pensamientos el desvio por Breslau. Pero el jugueteo con nombres y sflabas que cultivo aqui tiene todavia otro sentido. Es subrogado del deseo de que mi hermano tenga una vida familiar dichosa, y ello por el siguiente camino: En la novela L’oeuvre, sobre la vida de un artista, que tiene que haberse insinuado a mis pensamien- tos onfricas por sit tema, es notorio que cl autor [Zola] se 29 [Ferdinand Laralle, fundidor del movimiento socialdemécrata alemdn, nacisé en Brewin en 1825 y murié en 1864. Eduard Lasker (1829-1884), nucklo en Jarutschin © no muy lejos de Breslau—, fue uno de los fundadores «del Partido Liberal Nacional de Alemania. Ambos eran de oriqen juudio. | 26 Lasker murlé ile tubes, ex decir, como resultado de una feccién (sifilis) contagiadu de una mujer; Lassalle, como todos saben, cayd en un duelo a cous de sna mujer. [The Tragic Comedians, de George Meredith, se busi e1i la historia de este dltimo.] 306 pinté episédicamente a si mismo y a su dicha familiar pre- sentandose bajo el nombre de Sandoz. Es verosimil que re- cortiera el siguiente camino para tal cambio de nombre: Zola, invirtiéndolo (como suelen hacerlo los nifios), da Aloz. Pero esto lo descubria demasiado; por eso sustituyd la sflaba Al, que inicia el nombre de Alexander, por la ter- cera silaba de este, sand, y asi obtuvo Sandoz, De manera parecida se engendré también mi Autodidasker. Mi fantasia de contarle al profesor N. que el enfermo exa- minado por ambos padece en efecto de una neurosis Ilegé al suefio del siguiente modo. Poco antes que terminase mi ato de labor, recibi a un paciente cuyo diagnéstico me hizo dudar, Cabia suponer una grave enfermedad orgénica, qui- zfs una alteracién de la médula espinal, pero no era posible comptobarla. Habria sido seductor diagnosticar una neuro- sis, y ello resolverfa todas Jas dificultades, si el enfermo no hubiera puesto en entredicho tan enérgicamente la anamnesis sexual, sin la cual no puedo reconocer neurosis alguna. Per- plejo, |amé a consulta al médico a quien mas estimo como hombre (y no soy el tinico en hacerlo) y ante cuya autori- dad me inclino por sobre todas. Escuché mis dudas, las juzgé justificadas, y opin después: «Manténgalo bajo ob- setvacién, ha de scr una neurosis». Como yo sé que él no comparte mis puntos de vista sobre la etiologfa de las neu- rosis, me abstuve de contradecirlo, pero no le oculté mi incredulidad. Dias después comuniqué al enfermo que yo no atinaba a nada con él, y le aconsejé que se dirigiese a otto. Pata mi enorme asombto, él empezd a disculpatse por haber- me mentido; es que era tanta su vergiienza... Y me revelé justamente el fragmento de etiologia sexual que yo habia esperado y que necesitaba pata conjeturar una neurosis Ello fue para mi un alivio, pero también motivo de bochor- no; debia confesar que mi consejero, sin dejarse engafiar por cl relato de la anamnesis, habfa visto mds claro que yo. Me propuse decfrselo cuando Io volviese a ver: le difa que él tenfa razén y yo estaba equivocado. Es precisamente lo que hago en el sueiio. Ahora bien, equé cumplimiento de deseo puede ser ese, el de confesar que me habfa equivocado? Pero ese es mi deseo; me gustaria andar equivocado con mis temores, y correlativamente me gustarfa que lo anduviera también mi mujer con los suyos, que yo me apropio en los pensamientos oniricos. El tema a que se refiere en el suefio el tener razén o el estar equivocado no se halla muy lejos de lo que realmente interesa a los pensa- mientos oniricos. Es la misma alternativa que media entre deterioro orgdnico o deterioro funcional por causa de la 307 mujer, o ms propiamente por causa de la vida sexual: paré- lisis tabética o neurosis. Y el fin de Lassalle puede asimilarse laxamente a esta tiltima EI profesor N. desempefia un papel en este suefio bien compaginado (y en un todo trasparente para una interpre- tacién cuidadosa), no sélo por esta analogia ni por mi deseo de estar equivocado (tampoco por sus incidentales relacio- nes con Breslau y con la familia de nuestra amiga, la que se casd y establecié allt), sino por un pequefio episodio que siguié a nuestra consulta, Después que terminé su tarea mé- dica formulando la conjetura que dije, dirigié su interés a los asuntos personales: «¢Cudntos hijos tiene usted aho- ra?». «Scise, Hizo an gesto de admiracién y pregunt6, ca- viloso: weNifias, varones?». «Tres y tres, son mi orgullo y mi riqueza». «Pero tenga usted cuidado, con las nifias todo va ficil, pero los varones més adelante Te crean a uno difi- cultades en la educacién», Le objeté que hasta ahora se com- portaban con mucha docilidad; es manifiesto que este se- gundo diagnéstico sobre el futuro de mis hijos varones me gusté tan poco como el que pronuncié primero, a saber, que mi paciente no tenia sino una neurosis. Estas dos impresio- nes se conectaton entonces por contigitidad, porque se vi- venciaron de un mismo tirén, y cuando en el suefio recojo a historia de la neurosis, con ella sustituyo lo que se dijo sobre Ja educacién, que muestra una trabazdn mas estrecha con los pensamientos oniricos por rozar tan de cerca las aprensiones exteriorizadas después por mi mujer. Asf logra entrar también en el contenido del syefio mi angustia por el eventual acierto de las observaciones de N. acerca de las dificultades pedagdgicas que oponen los varones; lo hace oculténdose tras la figuracién de mi deseo de que yo ande equivocado con tales temores. Esta fantasia, sin cambio al- guno, sirve para figurar los dos extremos ‘opuestos de Ja alternativa. VI «}loy temprano vivencié,?" entre el suefio y la vigilia, una Jinda condensacién Iéxica. En el discurrir de una multitud de residues oniricns apenas recordables me apoyé, por asf decir, en una palabra que vi frente a mi en parte como escrita, en parte como impresa. Era “erzefilisch” y pertenece 2 Cita tomada de Marcinowski [1911]. [Este parrafo se agregé en 1914.) 308 una frase que se colé en mt recuerdo conciente enteramente ada, fuera de todo nexo; hela aqui: “Esto operard ‘erze- filisch’ sobre el sentimiento sexual”. Supe enseguida que, hablando con propiedad, debia decir “erzieherisch” {pedagé- gicamente}, pero anduve todavia otto poco cavilando si no serfa mds correcto “erzifilisch”** En relacién con ello se me ocurre la palabra “‘sifilis”, y me devano los sesos cuando empiezo a analizar, todavia en duermevela, cémo pudo ha- berse infiltrado eso en mi suefio, puesto que ni personal- mente ni por mi oficio tengo contacto alguno con esa enfer- medad. Después se me ocurte un “erzehlerisch” [otto vo- cablo sin sentido}, que explica la ¢ y es al mismo tiempo esclarecedor; es que ayer tarde nuestra institutriz (“Erziebe- rin”) me movié a hablar sobre el tema de la prostitucién, y con ese motivo le di un libro de Hesse, Uber die Pros- titution, para influir “pedagégicamente” (“erzieherisch’ ) sobre su vida sentimental, cuyo desarrollo no es del todo normal; y se lo di después de contarle (“erzéblen”) muchas cosas sobre el problema, Ahora me queda en claro que la palabra “sifilis” no debe tomarse en sentido literal, sino que vale por “veneno”, desde luego que en relacién con Ia vida sexual. La frase es entonces totalmente Idgica, traduciéndo- la; “Mediante mi relato {Erziblung} quise influir pedago- gicamente {erzieberisch} sobre la vida sentimental de mi institutriz {Erzieherin}, pero temo que al mismo tiempo él pueda obrar en ella como un veneno (vergiftend)”. Erze- filisch = erzih- (erzieh-) (erzefilisch)». Las deformaciones léxicas del suefio se asemejan mucho a las que conocemos en la paranoia, pero que tampoco faltan en la histeria y en las ideas obsesivas. Tanto para el suetio como pata las psiconeurosis la fuente comin son Jos artifi- cios verbales de los nifios,*? que en ciertos perfodos tratan de hecho a las palabras como si fuesen objetos e inventan Jen- guajes nuevos y formaciones sintdcticas artificiales. EI andlisis de las formaciones léxicas carentes de sentido que aparecen en los suefios *° es particularmente apto para 28 (Este ingenioso ejemplo de condensacién gira en torno de la pronunciacién de la segunda silaba —la acentuada— de la palabra sin sentido léxico. Si es «ze», se pronuncia en forma similar a la segunda silaba de «erzéhlen» y a la de la inventada «erzeblerisch». Si es «zi», se pronuncia en forma similar a la segunda silaba de «erzieherisch», y —aunque no tanto— a la primera silaba de «sy- philisy.} 29 [Cf. el capitulo IV del libro sobre el chiste (Freud, 1905¢).] 30 [Este pérrafo se agregs en 1919.] 309 mostrar la operacién condensadora del trabajo onirico. Aqui hemos seleccionado unos pocos ejemplos, pero no debe in- ferirse que ese material es raro u observable sdlo por ex- cepcién. Més bien es muy frecuente, pero ocurre que la in- terptetacién de los suefios depende del tratamiento psico- analitico y ello trae por consecuencia que los ejemplos re gistrados y comunicados sean los menos, y que los andlisis que se comunican resulten comprensibles, las mds de las veces, tinicamente para los expertos en patologia de las neu- tosis. Es lo que sucede con un suefio del doctor Von Kar- pinska (1914), que contiene la formacién léxica sin sentido «Svingnum elvir. Digno de mencién es el caso en que apa- rece en el suefio una palabra que en si no carece de signifi- cado, pero que fue extraada del que le ¢s propio y reunié otros diversos, respecto de los cuales se presenta como una palabra «sin sentido». Tal el suefio de un nifio de diez afios sobre la «categoria», comunicado por V. Tausk (19136). «Categoria» significa aqui los genitales femeninos, y «cate- gorizary equivale a orinat. Dondequiera que en un suefio ocurran dichos que como tales sean expresamente distintos de pensamientos, vale sin excepcidn la regia de que el dicho onitico tiene su origen en un dicho recordado dentro del material onirico. La lite- ralidad de los dichos es conservada sin cambios o bien sufte ligetos desplazamientos en la expresién; a menudo, el dicho onitico es un emparchado de diversas reminiscencias ver- bales; la literalidad es lo que se mantiene idéntico, pero su sentido se altera en lo posible haciéndolo diverso'o multi- voco, El dicho onitico no pocas veces sitve como mera alu- sién al acontecimiento a raiz del cual se pronuncié el dicho recordado* [Nota agregudu en 1909:} No hace mucho descubri una vinica ‘én a csta_regla en cl caso de un joven que sufria de repre- sentaciones obsesivas, pero cuyas funciones intelectuales, muy desa- rrolladas, estaban en lo demés intactas. Los dichos que aparecfan en sus suefios no provenfan de dichos escuchados o pronunciados, sino que cotrespondian a los textos no desfigurados de sus pensamientos obsesivos, que en la vigilia le egaban a la conciencia s6lo modifi- cados. [Este joven era el «Hombre de las Ratas», sobre el cual Freud escribié «A propésito de un caso de neurosis obsesivan (19094); alli se encontrard una alusién a este punto (AE, 10, pég. 175). — El'tema de los dichos en los suefios se trata en forma més completa infra, 5, pags. 419 y sigs.) 310 B. El trabajo de desplazamiento {descentramiento} tra relacién, probablemente no menos importante, hubo de llamarnos la’ atencién ya cuando reunfamos los ejemplos de condensacién onitica. Pudimos observar que los elemen- tos que en el contenido [manifiesto] del suefio se imponen como los ingredientes esenciales, en modo alguno desempe- fian el mismo papel en los pensamientos oniricos. Como co- rrelato puede formularse también la proposicién inversa. Lo que en los pensamientos oniticos constituye evidentemente el contenido esencial ni siquiera necesita estar presente en el suefio, El suefio esté por asi decit diversamente centrado, y su contenido se ordena en torno de un centro constituido por otros elementos que los pensamientos onfticos. Por ejemplo, en el suefio de la monografia botdnica [pags. 186 y sigs.], el centro del contenido onfrico es sin duda el ele- mento «botdnica», mientras que en los pensamientos oniri- cos entran en juego complicaciones y conflictos que resultan de las obligaciones profesionales entre colegas y, més alld de eso, el reptoche de que yo sactifico demasiado a mis aficio- nes. El elemento «boténica» no encuentra sitio alguno dentro de este niicleo de los pensamientos onfricos, como no sea conectado a él Jaxamente por oposicién, pues Ja botdnica nunca ocupé un lugar entre mis estudios preferidos. En el suefio de Safo, de un paciente mio [pags. 292 y sigs.], el subir a las alturas y el cacr hajo, el estar arriba y el estar abajo, se sitéan en el centro; pero el suefio versa * sobre los peligtos de mantener relaciones sexuales con personas de baja posicién, de modo tal que slo uno de los elementos de los pensamientos oniricos (y aun este con una extensién abusiva) parece haber penetrado en el} contenido onirico. Algo patecido sucede en el sucfio de los abejorros [ pags. 296 y sigs.], cuyo tema son las relaciones entre sexualidad y crueldad: el factor de la crueldad reaparece sin duda en el contenido onirico, pero dentro de un enlace de otta indole y sin mencidn de lo sexual; pot tanto, desptendido de su con- texto y convertido asi en algo extraiio. También en el suefio sobre mi tio [pdgs. 155 y sigs.], la barba dorada que con- figura su centro aparece fuera de todo nexo visible de sen- tido con los deseos de grandeza que reconocimos como el micleo de Jos pensamientos onfricos. Por eso tales. suefios nos dejan Ia justificada impresién de estar «desplazados» {descentrados}. En total oposicién a estos ejemplos, el sucfio } * {Sic; entiéndase: «los pensamientos oniricos versan... BAL de la inyeccién de Irma [pdgs. 127 y sigs.] nos iuestta que en el proceso de Ja formacidn del suefio los elementos sin- gulares muy bien pueden mantenerse en el lugar que ocupan en los pensamientos oniricos. E! descubrimiento de esta nue- va relacién, cuyo sentido es por completo inconstante, entre pensamientos onfricos y contenido del suefio ha de provo- carnos al principio asombro, Cuando en un proceso psiquico de la vida normal hallamos que una representacién ha sido privilegiada sobre otras, adquiriendo particular vivacidad para la conciencia, solemos ver en este resultado la prucba de que a la representacién triunfante le corresponde una valencia psiquica particularmente elevada (un cietto grado de interés), Ahora bien, la experiencia nos dice que esa va- lencia de cada uno de tos elementos incluidos en los pen amientos oniticos no es conservada o no es tomada en cuen- en la formacién de los suefios. Determinar los elementos mis valiosos entre los pensamientos onfricos no ofrece dada alguna; nuestro juicio nos lo dice inmediatamente, Pero en la formacién del suefio estos elementos esenciales, sobre los que recae un interés intenso, pueden ser tratados como si tuviesen valor infimo, y en su lugar aparecen en el sueno otros elementos que con seguridad eran de valor fnfimo en los pensamientos oniticos. La primera impresién que obtene: mos es que la intensidad psiquica! de las representaciones singulares no es tomada pata nada en cuenta en Ia selec: onirica: sélo lo es Ja mayor o menor multilatcralidad de su determinacién. No llega al suefio lo que es importante en los pensamientos oniricos, sino, podriamos decir, lo que estd contenido en ellos de manera multiple; ahora bien, con esta hipstesis no avanzamos mucho en Ja comprensidn de los sue- fios, pues a primera vista no parece creible que esos dos factores, la determinacida multiple y la valencia intrinseca, puedan producir efectos de sentido diverso. Aquellas re- presentaciones que son las mds importantes en los pensa- mientos onfricos serén también, casi con certeza, las que reiornen en ellos con la mayor frecuencia, puesto que desde csag representaciones, como desde otros centros, irradian los pensamientos oniricos singulares. Y sin embargo el sueio puede desechur estos elementos acentuados con intensidad y apoyados desde miiltiples lados, y recoger ev su conzenido otros elementos a Jos que sdlo conviene la segunda de esas propiedades, Para resolver 1 dificultad recurriremos a otra impresién ' La intensidad y In valencia psiquicas, cl interés que recae sobre una reptesentacién, hin de distinguirse desde Iuego de la intensidad sensorial, la intensidad de ln representado. 312 que obtuvimos en el estudio de la sobredeterminacién del contenido onirico [en [a seccién anterior]. Quizd muchos lectores de ese estudio han pensado que Ja sobredetermina- cién de los elementos oniricos no es un descubrimiento im- portante, por trivial. Pues en el andlisis se parte de los ele- mentos onfricos y se van delineando todas las ocutrencias que se enlazan con ellos; no es maravilla entonces que en el material de pensamientos as{ adquitido aquellos elementos reapatezcan con particular frecuencia. No podria yo admitir esta objecién, pero formularé algo que se le parece: entre los pensamientos que el anélisis saca a luz hay muchos que estén alejados del nticleo del suesio y que aparecen como in- ierpolaciones artificiosas que persiguen cierto fin. Ese fin se averigua con facilidad; precisamente son ellos los que es- tablecen una conexién, a menudo forzada y rebuscada, entre contenido y pensamientos oniticos, y si estos elementos se eliminasen del andlisis, los ingredientes del contenido onfti co casi siempre perderfan, no sélo su_sobredeterminacién, sino en general toda determinacién suficiente por parte de los pensamientos onfricos. As{, nos vemos Ievados a inferir que la determinacién miltiple, decisiva para la seleccién de lo que se incluird en el suefio, no ha de ser un factor primi rio de Ja formacién de Jos suefios, sino con frecuencia un resultado secundario de un poder psiquico que todavia no conocemos. Pero en todo caso debe de tener importancia pa- ra el ingreso de los elementos singulares en el suefio, pues podemos observar que se la establece con un cierto gasto to- da vez que ef material onirico no la proporciona sin ayuda. ~Entonces, nos es sugerida esta idea: en el trabajo onitico se exterioriza un poder psfquico que por una parte despoja de su intensidad a los elementos de alto valor psiquico, y por Ia otra procura a los de valor infimo nuevas valen por la via de la sobredeterminacién, haciendo que estos al- cancen el contenido onfrico. Si esto se concede, en la for- macién de Jos suefos ocurre entonces uma trasferencia y un desplazamiento de las intensidades psiquicas de los elemen- tos singulares, de lo cual deriva la diferencia de texto entre contenido y pensamientos oniricos. El proceso que con esto suponemos es isa y Ilanamente la pieza esencial del trabajo onitico: merece el nombre de desplazamiento ontrico, El desplazamiento y la condensacién oniricos son los dos maes- tros artesanos a cuya actividad podemos atribuir principal- mente la configuracién del suefio. Creo que también nos resultar4 facil reconocer el poder psiquico que se exterioriza en los hechos del desplazamiento onitico, Resultado de este desplazamiento es que el conte- 313 nido del sueiio ya no presenta el mismo aspecto gue el niicleo de los perisamientos oniticos, y que el suefio sélo de- vuelve {refleja} una desfiguracién {dislocacién} del deseo onirico del inconciente. Ahora bien, la desfiguracién onitica nos es ya conocida; la reconducimos a Ja censura que una ins- tancia psiquica ejerce sobre la otra en Ja vida pensante. [CE. pags. 160 y sigs. El desplazamiento onirico es uno de los medios principales para alcanzar esta desfiguracidn. «Is fecit cui profuit».? Podemos suponer que el desplazamiento onf- rico se produce por Ja influencia de esa censura, la de la defensa endopsiquica.® [EL viejo lema juridico: «Cometié el hecho quien se beneficis con él».] 3 [Note agregada en 1909:} Puedo decir que el nicleo de mi concepcidn de los suciios cs la reconducciGn de la desfiguracién oni- rica a la censura. Por eso inserto aqui Ia tltima parte de un relato tomado de Phantasien eines Realisten {Fantasias de un realista}, de «Lynkeus» (Viena, 2 ed., 1900 [1 ed., 1899]), donde he reencon- trado este rasgo principal de mi doctrina. (Cf. él «Apéndice de 1909» agregado al capitulo I, supra, pags. 115-6; cf. también «Josef Pop- per-Lynkeus y la teorfa del suefio» (Freud, 19234) y «Mi contacto con Josef Popper-Lynkeus» (Freud, 1932c).] El titulo del relato es <«Triumen wie Wachen» {EI sofiar ¢s como el velar}: «Acerca de un hombre que tiene la maravillosa cualidad de no sofiar_nunca disparates. (...) »*Tu espléndida cualidad de sofiar como si estuvieras en vela se debe a tu virtud, a tu bondad, a tu sentido de la justicia, a ta amor a la verdad; es’Ia serenidad moral de cu naturaleza Ta ‘que me lo explica todo”. »''Pero si yo no estoy equivocado —replicd el otro—, estoy por creer que todos los hombres tienen la misma constitucién que yo y nadie sucfia disparates. Un suefio que se recuerde con nitider tal que se Jo pueda contar, vale decir, que no sea un sucio producido por la fiebre, tiene siempre sentido. ;¥ no podria ser de otro modo! En efecto, fo que est en comtradiccién reciproca no podrfa agruparse fen un todo, El hecho de que el tiempo y el espacio a menudo se confundan no menoscaba en nada al contenido verdadero del suefio, pues ni uno ni el otro han tenido impostancia para su contenido esen- ial. Y aun muchas veces hacemos lo mismo en la vigilia; pignsese cen los cuentos, en tantos osados y significativos productos de la fan- tasia, respect ‘de Jos cuales slo un hombre carente de inteligencia podria decir: ‘Esto es disparatado, porque no es posible’ ”. »"jAh! —exclamé el amigo—. jSi todos supicran interpretar siem pre correctamente Jos sucfios como ti lo has hecho con el mio!”. »*No es por cierto una tarea facil, pero con un poco de atencién cl sofiante mismo deberfa poder Ilevarla a cabo siempre... Pregun- tarin ustedes: ‘Por qné casi nunca lo consigue?’. Es que en el caso de ustedes parece haber algo escondido en el sonar, algo impiidico de algiin tipo, un cierto secreto que dificilmente se concibe; y por ¢s0 tan a menudo ef sofiar de ustedes parece sin sentido, y aun un dis- parate. Empero, en cl fundamento iltimo en modo alguno es asf; y no puede serlo, pues siempre se trata del mismo hombre, ya esté en vela 0 suefie”», Reservaremos para indagaciones posteriores el averiguar los modos en que estos factcres del desplazamiento, la con- densacién y la sobredeterminacién juegan unos con otros en Ja formacién del sueio, y cudl es el factor principal y cual el accesorio.* Provisionalmente podemos indicar, como una segunda condicién que deben satisfacer los elementos que Hegan al suefio, que tienen que haberse sustraido de la cen- sura de la resistencia® Pero al desplazamiento onitico lo tomaremos en cuenta, para lo que sigue, como un hecho in- dubitable en Ja interpretacién de los suefios. 4 [Cf., por ejemplo, infra, 5, pags. 407 y sigs.) : 8 [La primera condicién es que deben estar sobredeterminados.] 315

S-ar putea să vă placă și