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elm de Color LS.BN: 978-956-12-14955, [i eicsin: oct de 2010. Obras Escogides ISBN; 78956-12-L422-4 12 olin: peubre de 2010. ivectin erik Jove Manuel Zafar, ‘Dineetn de arte: aan Nera, Divecin de pduccién: Franeo Giordano. byRiypond Larolt tee 01956 par on Zag, 9A Pete pece tein. tnerplba NRG Santino dCi eee Bet ato ye neste sitio el rfo se abre sobre playas P de fina arena. El sol desaparecfa detrds Totan 1074 0 an 81074 3. : : : ‘wo igaagl Eom 2igzag@zigzagct de las colinas, y aquel dia de comienzos del Saino de Cie "_yerano morfa en apacible luz haciendo perder 1 prs i op reat aa su valor a todas las cosas visibles. et ee eS Resoné un grito triunfal. Algunos nifios seni fim epee jugaban en la playa y uno de ellos daba el ’ ..... toque final a un soberbio castillo de arena, Era Amon Hate Willan 39, i. un verdadero castillo fortificado, con torres a y almenas, foso y puente levadizo. Nuestro arquitecto militar habia plantado una banderita en lo alto de la torre. militar a la bandera, ubio por la vieja escalinata ibierta de musgo, y llegé ala jor, que dominaba todo el valle. Jas bocas abiertas, admirando el adeante, medio cegado por la luz is0 edificio. Nunca, en el mundo ente- ular que se reflejaba en un arbol. Dio fa visto un castillo tan hermoso. jada en torno a la mansién. jana tu castillo estaré demolido! Fra una antigua mansién arrebujada en- Hablaba Matilde, la nifia mds linda de flotes y enredaderas, Mansién feliz, y en pandilla. El nifio, volviendo la cabeza, sba de ello, alld, en la chimenea més alta, nas se dign6 mirarla. ,Acaso una niffa seria iefias. Siempre estuvo de comprender lo que era un castillo quel nido a la vista, y todos lo miraban icado? Hay castillos fortificados que han llosos. existido durante més de mil afios. ___ Lacigiieifa es un pajaro sagrado y donde Sin embargo, ide qué servirfa éste? Na- se establece reina la felicidad. Es una criatu- se atrevi6 jamds a vivir en un castillo de cémica y tranquila, muy conocedora del sna, Y, siendo un nifio pequefio el que habia mundo, como que lo contempla desde las altas jado un dfa entero en levantar el castillo, ‘cumbres del cielo; conoce también a los hom- inremediablemente iba a llegar el momento _ bres observiindolos desde los tejados de sus - de irse a la cama. _ habitaciones. En pocas palabras, es un p4jaro {Y cl momento lleg6! El nifio ofa la voz de sabio, puesto que, en su sabidurfa, juzga todo madre llamAndole. Recogié pala y balde, desde la altura. Tiene un pico muy largo, que 3 7 6 p de seriedad, y cuando duerme de la chimenea, descansando gcultando la otra debajo del un signo de interrogacién posado morada de los hombres. fecto, nada hay més misterioso que fa, con sus habitaciones perfectamen- lc las cuales se llevan nas de la vida y de la muerte, del miento y del suefio, del dinero que se nia en las noches, de la hospitalidad y ‘tanto, no carece de importancia el ser un sig- @ de interrogacién en una vieja mansién, y a que en ésta vivia tomaba muy en ciones de todos y de. cuca uno ondulaban chimenea arriba y Hega- boreal Fe}aDERA ¥ LAs yoras Cane iefia madre se encontraba en este mzaba a dudarlo. Lo ito en su nido, en la ctispide de la ala cigitefia, y antes de (én. Parada en una pata, con el largo hizo sefias con la mano Oculto entre sus plumas, parecfa dormir. ido en voz alta. obstante, con su ojo semientornado habia dfa habia sido pesado para visto muy bien al pequefiuelo que regresaba la comida se quedé dormido. {usu casa erguido, ufano, arrogante. lo cogié en brazos y, sin despertarle, La cigiiefia estaba también enterada del en su cama. Era una noche tempera- significado de los castillos de arena, y com- | de estrellas. Apenas si murmuraban prendié perfectamente la malévola reflexion 8, y hasta el rio habia moderado de la niftita. Adems, la cigiiefia madre era do. El chico sofié con batallas. Se contraria a las ideas de la pequefia Matilde; tba dentro de su castillo fortificado y la gente de este mundo no daba a los castillos india de mas de un millar de enemigos. de arena su debida importancia I6 duefio del campo. Cuando él hacfa EI nifio tenfa mucho carifio a la cigtiefia la trompeta del triunfo, un traidor, madre. Le habfan contado que era ella quien a el rostro de Matilde, bajé el puente le habia traido al regazo maternal. En reali- lizo y dejé entrar al enemigo. El maté dad, el nifio nacié el mismo dfa en que las ibién a Matilde, no sin pena, pero —es cigtiefias regresaban de su viaje y todos los iso hacer justicia— ella lo merecfa. afios llegaban para su cumpleaiios. ;Bueno, aquello de que lo trajera la ci- gilefia es un asunto no muy claro en nuestra 10 luando desperté era de dfa claro, y -su primer pensamiento fue para su ortificado. Se visti6 rapido y se fue indo a la playa, Nada quedaba fuera de lesilusiGn de su suefio. El viento y una da del rfo lo habfan borrado todo. Lloré, sur6 consolarlo. El le tiré los cabellos y chill6, mas de rabia que de dolor. "Las lagrimas del nifio se agotaron. Pero a Hlegar a su casa, a cigdefia madre advirti6 ie el chico habia experimentado su primer B GRAY Las Jovas snto de hombre. Y lo compadecié. . Bstiré el pescuezo, extendié la pata volvié hacia él. ~ Alhacer ese movimiento, sin advertirlo, la ‘cigtiefia arrojé del nido a uno de sus polluelos. Y como éste atin no era capaz de volar, perdid el equilibrio y, batiendo las alas y haciendo resonar el pico, cay6 desde la cumbre de la torre a los pies del nifio. La cigtiefia madre demostré su angustia. Volaba en cfrculo sobre la terraza. Pero la avecita no habfa muerto; solamente se habia quebrado una patita. Ante tamafia desgracia, el nifio olvid6 la suya. Cogi6, solicito, al po- Muelo, dandole a entender a la madre que no tuviera cuidado, y se lo Ilevé a la casa para prodigarle sus atenciones y darle alimento. Una patita quebrada no es gran cosa, so- bre todo tratandose de una pequefia cigiiefia. Sin embargo, ésta quedé un poco coja. Ese fnalanceo en el andar le prestaba cierta c6mica distincién, un poco de ironfa, lo cual la hacia 14 LACIGUESA YAS Jo¥as SYNOND 1, HRUCKHERGIER cer diferente al comtin de las cigiiefias it lo general, son torpes; Por lo menos, asi opinaba el nifio que sentfa iefias tienen un pico tan especial ternura por la avecita. Ya no se les les escapa. Donde la ci- ‘Yeia separados a més de un pie de distancia, o diendo era en las carreras, mejor dicho, a un paso de la cigtiefia coja. ija le duré poco; a medida Matilde se puso celosa. No podfa compren- ‘el verano, sus alas crecfan y der que una cigiiefia la hubiera reemplazado sfan, y, naturalmente, comenz6 a en el carifio y en los juegos de su amiguito. o de ellas. Matilde era muy bonita, pero habfa muchas lifio continu edificando sus castillos cosas que no estaban a su alcance. |, pero ahora s6lo lo hacia por entre- Un dia dijo al nifio: . Ya no tomaba tan en serio el arte Siempre sigues pensando en que nos flificacién, Ademés, su padre le habia casaremos cuando seamos grandes? las fortalezas no tenian valor en la —pregunté él. moderna. no se sentia deshonrado cuando en iY mi cigiiei —jLa comeremos para Pascua, con aceitunas! nafianas comprobaba el desastre de su Elle dio una bofeteada y ella se escapd del dfa anterior. Continuaba edificando llorando, llos con igual tes6n que los generales ‘Al nifio ya nada le hacia falta y no nece- habiendo perdido Ja altima guerra, no sitaba compaiifa, Se entretenia mucho con su | esiayaban en su aféin de llevar a sus ejércitos cigilefia. Y cuando jugaban a las escondidas, | jiobras. Los generales segufan creyendo, siempre ella lo atrapaba. 0 él ya no crefa. 16 7 LAGIGUERA ¥ LAS JOYAS Al terminar un nuevo castillo, acudfa la cigiieftita y se posaba en la cumbre de una torre, agitdndose suavemente, muy suavemente.A veces el castillo entero se desmoronaba con el peso de la avecilla. Entonces era cuando se escuchaba la risa burlona de Matilde, quien nunca dejaba de observarlos a la distancia. No se turbaba por ello el nifio; él también refa de buena gana. Prueba evidente de su gran carifio por la cigiiefia. Ambos comfan juntos en la cocina antes que los grandes se sentaran a la mesa. La cigiiefiita pescaba pececillos de una jarra lena de agua y se los tragaba suavemente, levantando el pico bien alto, a fin de ayudar a que se deslizaran por su largo pescuezo. Ni de noche se separaban los amiguitos; la cigilefia se encaramaba en la barra del catre del nifio. Dormia, tal como las cigiiefias viejas, afirmada en una patita. LA GIGOENA ¥ LAs JorAs OND wavcKsrrec que su cigitefia partirfa. La do para negarle su libertad. Las cigiiefias crecen rapidamente. Al fin del verano sus alas eran inmensas, y ya podia volar. jeefa que nunca, nunca, nunca Una buena mafiana, sin més ni mds, sin la ‘de hacer algo por detenerla. menor indicacién, emprendié el vuelo y fue a hizo, cuando presintié que se posarse en el techo de una casa al otro lado del hora de la partida, fue atar en rfo. El nifio grité desesperado. Comprendia, querida cigiiefia una cinta roja, no obstante, que el destino de las cigiiefias eonocerla con toda seguridad a la era volar de un pafs a otro, cruzar fronteras, y Mi regreso. Era una manera de darle que eran pajaros libres, porque su verdadero e su propiedad. pats es el cielo, Pero lloré amargamente al ver que su cigtiefia habfa volado tan lejos y que él no podrfa aleanzarla. Esta vez Matilde no rid. Se acercé al nifio. ;{Qué hermosos eran sus ojos y qué cristalinos! —Pero yo estoy aqui —le dijo dulcemen-te-. ‘Yo me quedaré siempre contigo. Yo no tengo alas, yo... Eso es lo terrible... -repuso él. Y Iloraba y loraba. Y Matilde no acert6 a comprender qué habfa querido decirle. 20 sstacin avanzaba con rapidez. La 1a de su dormitorio quedaba Ja noche. Una mafiana, al despertar, (rtié que la cigiiefia no estaba en su bfa partido con todo el escuadrén de del pais. Cosa extrafia: el chico no 6. Ya se habfa dispuesto al sacrificio. oraciones rogaba a Dios que tuviera n viaje y un feliz regreso. 0 alguien que experiment6 gran sa- i6n con el acontecimiento: Matilde. inque era muy nifiita, tuvo la habilidad ultar su satisfaccién. Le bastaba con 23 sa, Por lo tanto, jamés hablo de la cigieita, sin embargo, se daba perfecta cuenta de que | amiguito la escuchaba distrafdo, como si ella no estuviese sentada a su lado, Muchas veces le sermoneaba con mucha inteligencia, haciéndole ver que era feo que los hombres se pusieran sofiadores. Pero li siguier se inmut6 por laprédica. Pensaba en su citi. ;Volverta, 0 talvez las cigiiefias se olvidaban enteramente de quienes lasamaban? Seguramente regresaria, queracrerlo, En las noches, a pesa del rio inveral, dejaba la ventana de su dormitonio abierta...;Quién sabes ella también le recor- dara! Bien pudierasuceder quella prefiriese su compaifa a lade las demés cigiiefias y de pronto las abandonase y apareciera sola para estar a su lado, Constantemente le agitaba este pensamiento. Y tanto pensé y pensé que al fin Ilegé la primavera, LA Cotes YAS JOVAS Una mafiana dormia tranquilamente, cuando sintié que alguien le pellizcaba lal oreja derecha. Despert6 molesto... jUna ci 1u cigiiefia estaba alli, pa- rada en una pata, a la cabecera de su cama! Habfa llegado con toda la bandada, y era ella’ quien le habfa picoteado la oreja de manera amistosa, como desedndole un feliz cumplea fios, a su manera. Elnifio la reconoci6 al instante. Ademas, Tevaba la cinta roja atada en la pata. Es verdad) que la cinta estaba algo desteftida; tendrfa que cambiarla por otra. Fue una gran alegria que duré todo el verano. La cigiiefia regalona hizo un nido en otra chimenea. Se habia casado y esperabal pequefiuelos. No se preocupaba mucho del marido, que pasaba todo el tiempo arribal abrigando los huevos. Ella bajaba con fre- cuencia a jugar con su amiguito, y todas las| mafianas llegaba a la cabecera de su cama y le picaba la oreja. 26 LA GLGDERA Y Las Joxas En aquel cumpleafios, el nifio recibié de regalo un pony, y pronto aprendié a montat a caballo. En las tardes, después de termi nar las tareas del colegio, y més adelante, y durante las vacaciones, corria carreras en sui pony por las riberas del rfo y su cigiiefia le acompatiaba. Matilde se puso melancélica. Ya no se la vefa en la playa. Aguardaba el otofio. Su profundo instinto le decfa que llegaria el dia \scurrieron algunos afios. La ci- en que la amistad de un pajaro no bastarfa a regresaba cada primavera y para satisfacer el coraz6n del nifio. Sélo en! Men cl otofiosEl nifioerashora parte se equivocaba. fa abandonado la infancia. Y esta ar la cigiiefia no levaba en su ta roja atada en ella en el tiltimo Ja habfan quitado, colocdndole en cordén tejido con hilo de oro. sn le habia atado ese cordén de oro? mensaje? {Cudl era el significado ‘aje? El mocito no pensé en otra ante todo el verano. Por tiltimo re- tranquilizar su coraz6n. Escribié una 29 LA CIGOERAY Las Joxas ndo su mano en el carta indicando su direccién y solicitando que el poder de sus una respuesta. Selld la carta con una de esas) cApsulas de cobre que se acostumbra colo- car en las patas de las palomas mensajeras A comienzos del otofio 1a até con una cinta’ roja en la patita de su cigiiefia. Y asf partio Ja carta cruzando los mares. El joven tenfa ahora un brioso corcel. La noche de Ia partida de las cigiiefias cabalg| solo por las riberas del rfo. Se encontré con, Matilde y por primera vez experiment6 una agradable sensacién al verla. Era ahora una jovencita muy bella. Apedse del caballo y le relaté toda la historia de la cigiiefia, de como Je habfan cambiado la cinta por otra y de la) carta que é1 habfa escrito. ~Yo habia observado —declaré Matilde} —que tu cigilefia llevaba en la pata una boli- ta brillante. Pero jamds hubiera imaginado| que fueses tan necio. ;Qué aguardas de la| lejanfa? nz luego a averiguar acerca ¢ las cigtiefias acostumbra- invierno. Aprendié que iban de mucho sol y viento, y ntes de aquellos paises vivian {apartadas regiones, a inmensas e los hombres montaban en caballos 0 en absurdos mujeres tenfan la tez dorada, licos, sombreados con alhefi esos lugares cuando Tlegase dad. |, cl adolescente los visitaba en ‘mérgenes de sus cuadernos de ban cubiertos de dibujos. Todos sliefias, palmares, caballos, cara "se intercalaban en una leccién de . invadian parrafos de historia, se jan en un teorema... ;Quién habria 31 atado el cordén de oro? Pregunta que le atormentaba. Una tarde en que regresaban juntos de clase, Matilde revis6 los cuadernos de st amigo. —Estiis perdiendo la cabeza —le dijo-; te has enamorado de alguien que no existe. Pero esto existe, Matilde; te lo tan lejos, tan lejos, que no puede existir para ti. Debes pedir a Dios slo lo que estd a tu alcance. ~Perfectamente —respondis él-. ; Que Dios me conceda entonces lo que nadie le pide! Eso es orgullo—replicé Matilde. ;Temo| del amigo, rié y le bes6 en ambas mejillas. Un suave picot6n en Ja oreja le desper+ 6. Allf, a la cabecera de su lecho, estaba Ia cigiiefia, su cigiiefia. Habfa sido despojada de la cinta roja y de la cépsula de cobre. En) 28: FOND L neicxsincee “pata de la cigiiefia pendfa un llete que debia pertenecer a una fia y de manos diminutas. En iu alegria, el adolescente bes jefia y ella recibi6 la caricia id de una venerable matrona. aga, le Hlegaba una respuesta. incia de més alld de los mares, nantes arenas, de fascinadoras cas 0 rojas, se encontrarfa la flo que se extendia hacia él? Se Jete en el cuello a fin de tenerlo recordarlo siempre. @ le aguardaba aquella mafiaiia 9 con él al colegio. Y adquirien- indiferente, le pregunté si habia puesta a su mensaje. El le mostré Ella palidecis, pero contests de guien que quiera divertirse a cost divinamente. Ademés, ese bra- demasiado chico para mf, y no dirs 33 LA CAGOERA YAS JOYAS que yo tengo manos grandes. Seguramente tu cigtiefia emigra a la tierra de los enanos. Y, tal como siempre ocurrfa, Matilde se torné malévola y burlesca. Pero los caprichos de Matilde no pre- ocupaban al joven, pues cuando su cigitefia regresaba anualmente, ninguna otra cosa Jograba captar su atencién. Ya habia dejado atris 1a edad de los castillos de arena, lo cual no era obstaculo para dar rienda suelta a nuevas fantasfas. Una de éstas era galopar a orillas del rio, sin dar tregua a su caballo. Desde lo alto de su nido, la cigiiefia lo divisaba y partfa tras é1batiendo contra el viento sus enormes alas. Pronto le alcanzaba y, planeando adelante | parecfa indicar una huella invisible al alegre jinete. Por fin el adolescente frenaba y, apedndose! de un salto, daba un leve respiro a su jadeante cabalgadura. Luego se echaba en 1a arena, disfrutando del calor del sol; cetraba los ojos 34 LA GIGUERA YLAS JO¥AS y se entregaba a sus ensuefios: pensaba en Ja diminuta mano que, desde tierras lejanas, le dirigfa un saludo amistoso. A veces crefa sentir el leve peso de la temblorosa mano so- bre su coraz6n, ¢ imaginaba encontrarse a las puertas de la muerte, de una muerte deliciosa, ‘Aratos observaba a la cigilefia, caminando] a orillas del rfo al acecho de algin pez de su agrado... Ella conoefa a la nifia de més alld de los mares... Por qué no le seria dado el uso de la palabra? 0 y la cigiiefia partié nuevo mensaje atado a a roja. Como la primera iba su direccién y, ala vez, ypuesta més clara. iba y cavilaba... lorando todo el tiempo que fa—. Sf, algiin dia la he de iecfa imposible. Tenia el fir- miento de que las cosas més /se consiguen mereciéndolas. Ia idea de pretender felicidad 37 LA GIGDIERA LAs JOYAS TAyMonD 1 mecxsencas sin esfuerzo y garantia. Asf es que trabajé iso lo imposible? Una ci- esforzadamente. on de nifio, me Ilevé donde Deberia prepararse no sélo para obtener la verdad es que una cigiiefia me destreza necesaria para llevar a cabo la aventura 6 el amor a la aventura y a las que meditaba, sino también para hacerse digno Scabelladas.” de aquel ser de tierras lejanas, a quien él habia into a Matilde... Aella debe haberla dotado anticipadamente de todas las virtudes wtuga al seno de su madre..., tan del coraz6n y las galas de la belleza... Cuando} on sus horizontes... ;Es posible se sentfa fatigado por su trabajo, estrechaba el burle de mi? Habrfa permitido brazalete contra su coraz6n. pertase en mi un sentimiento tan En las noches sofiaba. Era un suefio que nel solo fin de engafiarme?" se repetfa muy a menudo. Cabalgaba en el vera regresé la cigiiefia y traia desierto. Iba delante la cigitefia sefialindole de marfil con incrustaciones de el camino. Después de una carrera agota- s cabellos se habfan quedado dora, carrera que parecfa no tener término,| en la peineta, cabellos largos y la cigiiefia se detenfa frente a una enorme negro brillante. tienda. Ei] se acercaba. Una manito, cargadal imavera siguiente le llegé un arete de brazaletes, alzaba la cortina de la tienda, un afio después un pequefio espejo invitandole a entrar. Nunca avanz6 més. En) de oro. ese momento despertaba. 4 viaje la cigiiefia era portadora "Quizds Matilde tenga raz6n —pensaba— iva atada con una cinta roja. Pero Posiblemente estoy loco. 4A qué desear lo] da su carta? La comprenderfan? 39 38 LA EUG Y LAS JO¥AS {Por qué ella no le escribia? El joven no se Jo explicaba y el tormento de su impaciencia era ya insoportable. A veces sentia deseos de matar asu cigiieiia. Le comunicaba demasiado, o sumamente poco... ;,Aclararfa alguna vez el enigma? ;Llegarfa alguna vez. a posar st mano sobre esa cabecita, coger esa mano? {Confiarfa alguna vez. a ese ofdo el secreto de su corazén? ;,Verfa alguna vez. el rostro querido, vagamente disefiado en su alma? ,Acaso tenia ahora més luz sobre la ma- teria? Las joyas eran de un estilo muy raro, Esto permitiria determinar la regiGn de st origen y, gracias a ello, deducir a qué pals emigraban las cigtiefias Con este fin lev las joyas a un artista er la materia, cuya ciencia era reconocida en st ciudad natal. El joyero revis6 sus libros. 1 experto habia conocido viajeros aficionado} ‘a adornarse con joyas exéticas, de mane que cuando el joven volvié en busca de su tesoros, pudo certificarle que el brazalete. | 40 LA GIGMERA YLAS JOYAS peineta, el zarcillo y el espejo provenian de una ciudad de més allé de los mares y del interior del desierto. El pafs era conocido por el nombre de la Gente de Azul. Hacia esa tierra deberfa, pues, dirigirse si querfa conocer a la joven que tan bien sabia expresarse en el idioma de las joyas y que 7] parecfa resuelta a no emplear otro lenguaje. a Escribié una carta bastante desatinada. eng Pero la carta jamés parti. Aquella majiana desperté sobresaltado. Fue como si un huracén hubiese penetrado en su dormitorio. Encendié la luz y vio a su cigiiefia tiesa, contorsionada, al pie de su Iecho. La creyé muerta y se desesper6. Pero al cabo de algunos segundos, batié un ala. Permanecié en el mismo estado durante tres dias; estaba moribunda y no absorbfa mas alimento que unas gotas de leche que el joven introducfa en su pico. En la misma mafiana de esta desventura,, emigraron todas las cigtiefias; ella quedaba 42 LEACIGOINA ¥ IAS JOXAS sola, abandonada de toda su tribu. El joven la despoj6 de la capsula de cobre, pensando entristecido que su adorada aguardarfa en vano su mensaje. Sin embargo, tanto queria asu cigiiefia, que se alegraba de tenerla a su lado y de que se hubiera librado de sufrir en el camino tan horrible enfermedad. Si, podria haberse muerto en el viaje y él la queria con todo su coraz6n. Pensaba en el extraffo suceso sin acertar n medio de sus preocupaciones, el a explicdrselo, La cigtiefia se qued6 en su joven advirtié la conducta extrafia de aposento, y los vecinos crefan que la cigiiefia Habia redoblado sus coqueterias con domesticada habrfa partido con la bandada aire triunfante, Recordé entonces spera del dia en que la cigiiefia ca~ a, él habia ido a una fiesta donde i'6 con Matilde. La cigitefia, segiin braba hacerlo, fue a reunirse con él in. Muchas veces la extraordinaria arecia cuando menos la esperaba. nundo Ia conoefa y la celebraban ofe- golosinas, especialmente arenques, it favorito. Pero aquella tarde, en vez 45 LACIGUERA ¥ LAs JOrAs de ofrecerle arenques, que abundaban en la mesa, Matilde sacé de su bolso un pequefio bizcocho y se lo ofrecié. {Matilde habia envenenado a su cigtiefia! Pensamiento terrible que le torturaba el alma, no tanto por Jo tocante a su cigiiefia como por lo concerniente a Matilde, como: autora de semejante maldad. Le dolfa en el alma la idea de que tan bella joven fuese capaz de un acto tan vil. "Si la interrogo —pensaba-, o bien lo ne- porque me ama"... por amor! ;Si eso era amor, si tales eran los méviles de su coraz6n, serfa de morirse de vergiienza de haber nacido como fruto del amor! ‘A nadie comunicé que la ci nuaba viviendo en su casa. Muy pronto aumenté su mejorfa, Lleg6 el invierno y cayeron las primeras nieves. Uni 46 A CIGUERA YLAS JOYAS mafiana en que el cielo estaba despejado, la cigiiefia salté al antepecho de la ventana, patio sus pesadas alas y emprendié el vue- lo. El joven la vio planear en. circulo sobre} Ja casa y virar enseguida rumbo al sur. No hab{a previsto este acontecimiento... ;C6mo! se arrepentia de haberle quitado el mensaje de la patria! ;Valiente cigiiefla, que afrontaba sola las tempestades invernales y la travesfa sobre el mar! La idea de que pudiera perderse le hacfa| temblar, Si la cigiiefia no regresaba, jamas perdonaria a Matilde. Matilde, entretanto, estaba segura de su victoria. Presentia que el amigo era pres de una mortal preocupacién, y jamés hizo] mayor despliegue de sus encantos. A su lade habfa completa seguridad, no cabfan dudas Fra ella tan importante, tan real, y al mismo tiempo tan hermosa, que aniquilaba todo Iq que no era de ella. Parecfa haber nacido con RAYMOND L. BRUCKBERGER ... caso no pretendié matar a joven trafa a la memoria palabras de \do era nifiita: qui estoy yo, y yo no necesito alas. era ella. Y por esto fue que él tomé p contra Matilde. ora élera un joven alto, de ojos claros, 1y reservado, inteligente y vigoroso. Era jador, 0, mejor dicho, no le inquietaban yuntos personales y tenfa el espiritu ro del buscador de tesoros en los josos arcanos de los reinos del Sol. Se olvia en medio del mundo: trabajaba, .comia, hablaba; sin embargo, existia ‘ible abismo entre él y todo lo que él ulo de sus amistades se asombraba empecinado estudiando un idioma , de remotos paises. Vivia en el mun- pertenecia a él. Su nostalgia interior lacionada con todos los sucesos de 49 LACIGOERA YEAS JOYAS RAYMOND L BRUCKBERGER su existencia, los cuales le urgfan a marchat pert6 el canto de los pAjaros. Todo adelante, a no retardar la ejecucién del plan dy alegrfa. Ya no tardarfan en regre- ideado por él: descubrir el misterio que Ie eae Les imnivera eeadelantabn asediaba. Qué importancia tenia para él Id smprano, repentinamente. De stibito ue le rodeaba? los manzanos; el aire se llendé de Para él el desierto estaba en todas parte: Drisas y la luz del cielo se suaviz6. donde ella no se encontrase, y tenfa la certeza i6 la angustia del joven. La sobe- ue junto a ella cualquicr desierto se transfor Se er teeeee anes maria en un jardin maravilloso. Este inflexibl aba partido sin llevar su mensaje... amor atormentaba su alma, la socavaba y | fa su novia que él la habia olvidado agitaba constatemente, sin cesar, infiel? ;Y qué seria de 61? {Se verfa ‘Al fin del invierno cayé enfermo. Bio? ,Las joyas de su uso personal Permanecié mucho tiempo en estado dj de tan remotas tierras se las habria coma. En medio del sopor que lo invadia vio) ig cighietls por divertitee, 0, enel centro de una inmensa aureola, vio po Pre ieverrojedalalimar eran un fin y por primera vez el maravilloso rostrd Bs ceranca inextinguibie? un rostro hermosisimo, pélido y pensative spuesta a todas estas interrogantes con ojos de terciopelo, velados por larga n claridad meridiana, Regres6 la pestaflas, ojos que le sonrefan tristementy frayendo atada a su pata, con cinta Tuvo la breve vision de un destello de !u7 Bede oro para homiare, en lt Luego nada més que un enorme vacio, engastada una esmeralda destinada desprendimiento de su propio ser. ign de un sello. 50 LACIGOERAYLAS JOVAS Por lo visto, ella no habia dudado de él y con este obsequio principesco le demostraba st amor, solicitando, a cambio, su fidelidad. El joven recuperé répidamente Ia saludy y apenas abandon6 el lecho, se fue en busca de su amigo el joyero. No se atrevié a usar el anillo en su dedo, pero se lo entregé al experto artista, Este se qued6 desconcertado La joya era enteramente diferente a las que: Je mostrara antes, tanto respecto a su épocil 1u origen. Indudablemen4 mn valot como el lugar de si te era una alhaja antiquisima y de w incalculable. El feliz poseedor de la joya se impresio fe por una circunstancia qui né especialmente 4\ consideraba providencial: 1a esmeralday la gent segiin los augurios aceptados pot de su pats, era la piedra correspondiente | la fecha de su nacimiento; por lo tanto, Id estaba especialmente dedicada y presagiabd buena suerte. TA CIGDERA Y1AS JOXAS ;Si,1a esmeralda era su piedra de la buena ventura! ‘Ahora deseaba escoger un anillo para su novia de més alld de los mares. El joyero le hharfa una obra de arte y la tendrfa lista para comienzos del otofio. Pero, ,qué piedra ele- girfa? Habria deseado conocer la fecha de Ja conocerfa, y quizas respecto, ella responderia: fue el affo en que {a pantera mat6 al elefante blanco, el afio en gue un ganado de gacelas cruz6 por el boss de palmeras... Por lo menos, estaba enterada de la époct en que nacié su amor, de Ia estaci6n del af cen que recibié su primer mensaje por inter medio de la cigtiefia. Decidié, por fin, enviarle un aguamarint engastada en un anillo de oro. ‘Con el presente listo, se le hacfan larga Jas horas que faltaban para que la bandada ci cigiefias emigrara. Su prenda de gratitud 54 RAYMOND L BRUCKBERGER fomiso aguardaban ser transportados ierras. Amaba a su cigiiefia como ioso e irreemplazable correo de mo tiempo, habiendo decidido su y el cumplimiento de sus deseos, su tranquiliz6 y goz6 de verdadera stino se unirfa a otro destino. Estaba de ello: estos dos destinos formarfan gracias a Dios y le pidié fuerzas y ira llegar hasta el fin de la jornada. E) excepcional y misterioso de su com- servian de estfmulo a su intrepidez los obstaculos con todo el vigor de -muchas veces le invadia la pesa- y la inquietud. Se apartaba de toda jad, Se mova por el mundo en me- ‘Yértigo interno, como un danzarin sobre una cuerda suspendida en Pp” aquel tiempo Matilde se cas6 con un joven mediocre, de aspecto vulgar iis bajo que ella, pero repleto de diplomas. amaria de verdad? En todo caso, era el 0 "a su alcance." "La culpa es de la tortuga pens nuestro oe-; cada cual recibe lo que se merece." En la primavera la cigiiefia trajo, dentro de sito perfumado, una rosa de las arenas sontemplé esa flor mineral de los desiertos, suele encontrarse en los pozos, nacida onténeamente de las arenas cristalizadas, nprendié perfectamente su significado: un LA CIGDER Y TAS JOYS corazén encendido de amor, un coraz6n fie, \ perdido en la inmensa soledad de las arenas \ que aguarda junto a la fuente. Si. le esperan... {Hay que partir! (Hay que \ apresurarse! ;Debe afrontar su destino y su amor! jDebe luchar para alcanzar él fesoro de su corazén! Hiacia fines del verano se embarc6. El galdn estaba enterado de la situacion del pais de Ja Gente de Azul. Lleg6 allf junto con las cigdefias. Fue de palmar en palmar, de Casbah en casbah, reuniendo a los ancianos yy mostréndoles las joyas. Convinieror ellos gn que pertenecfan a la regi6n; sin embargo, no podian precisar a quién pertenecfan. El pnillo les parecié muy extrafio. Sinembargo, algunos de ellos crefan reconocerlo y haberlo ‘visto en Ja mano de un gran jefe del sur. “Transcurria el tiempo. El joven rogaba a : Dios que no le mantuviera Por més tiempo a en la agonia de la incertidumbre. 58 LACIGDERAY LAS JOYS ‘Una maffana cabalgaba junto @ unacasbah. De pronto, sin acertar a comprencler como ella Je habia descubierto, vio, vio con sus eee ojos, a su cigilefia que caminaba a su lado. No cabja Ia menor duda: era su ciguelia, OF sus patas disivaas, Coys que el coraz fa de felicidad. . Prelit ,espoleS su caballo y galop6 en persecucién de la cigilefia, due habia ca prendido el vuelo. Se sentia nifio, corriendo a foda velocidad tras su cigtiefia. Pero ahora se hatlaban en el desierto... Era una locas jHacia dénde Jo conduct st cigilefia? ‘ fan algan afa? Habjan viajado horas era ey eqmensaba a descendet yf neta seguta muy lejana. El caballo, jest de sed y, al termino del dia. rengido,sedesplom6, Bl joven le dirigié una mirada fraternal, com« x deseara pedirle perdon, pero era preciso continuar el viaje- RAYMOND L, BRUCKRERGER ‘Abandoné su cabalgadura y sigui6 a la fiefia a pie. La ciguefia volaba por etapas, feniéndose a aguardar que él se acercase. La sed comenzé a atormentar al joven ero... ;Ah, sf, qué locura la suya de viajar jlo! Pero ya era tarde para retroceder, ni mpoco lo deseaba. Su destino, fuera el que se, estaba adelante. El sol brill6 un instante en el cielo y des- arecié en el horizonte. La noche lo cubrié pero la luna estaba tan brillante que hacfa bsible seguir avanzando. El joven seguia a cigiiefia. Caminaba en un delirio de sed, deado de fantasmas. A veces se imaginaba todas las ayes del cielo, los feroces hal- yes de presa y carnivoros, batfan sus alas xhalaban gritos salvajes, rodedndolo por dos lados. Por instantes se sentia liviano, lano; el cielo se daba vuelta y él flotaba ire las estrellas. All4 lejos surgia una estrella is brillante que las demés, lanzaba Ilamara- intensas, como si fuera a extinguirse. Si 61 LA CIGATERA Y LAS JONAS, pudiera llegar hasta ella antes de la muerte, antes que la estrella muriese. Se eché sobre la arena. La cigiiefia se acerc6 a él lentamente. Er joven cogié el bolso que content las t6 a la pata de la cigiiefia. 6 vinicamente el anillo de esme- 1006 en el dedo. de angustia y de fatiga. joyas y lo al Conserv ralda y se lo col Se desmay6 luando recobré los sentidos era de dia claro. Le rodeaba una banda némades; ellos le habfan reanimado. Le jieron beber agua de sus odres de cuero. Jliquido que corrié por su organismo fue la da misma, vida inagotable para sus venas. 0 todo segufa siendo ligero para él, lige- Jento y ligero, suspendido sobre la tierra 10 en sus suefios. Era como si las cosas sucedieran a otra persona. Los némades le trataban con profunda yerencia. Habjan reconocido el anillo de dedo como propiedad de su anciano jefe. 63 LACIGHIERA Y LAS JOKAS Ellos estaban enterados de que su hija, la princesa de la tribu, lo habfa remitido a su novio de més all de los mares. Fra éste, pues, el desconocido a quien ella ‘amaba desde hacia tantos afios, el amado por quien languidecfa y estaba a punto de morir. El joven se encontraba demasiado débil para ‘montar a caballo. Improvisaron una camilla y lo llevaron sobre sus hombros La cigiiefia habfa desaparecido. El sol extendia sus sombras detrés de las dunas, Se dejaba sentir la crepitacién de la arena, ruido que los némades interpretan como el Ilanto del desierto apenado por no ser un jardin. Ya se divisaban las primeras palmeras. De pronto aparecié la cigiiefia planeando sobre la caravana y partié enseguida en di- recci6n al palmar. Luego, en el destumbrante crepuisculo surgié un nubarrén de polvo. Era tun grupo de jinetes que galopaba al encuentro 64 Jos Viajeros. El joven hizo detenerse a la iravana y él se puso de pie para recibirlos, Los recién legados vestfan largas tiinicus ules y blancos velos les cubrian el rostfo ista los ojos. Todos se apearon. El anciano sfe abrazé al joven forastero y de inmediato, no a uno, fueron beséndolo en el hombro dos los jinetes. Luego le ofrecieron un oso caballo. El sol habfa desaparecido en el horizonte en breves instantes, el manto de la noche ubrid los cielos. Fueron encendidas las ane chas y Ia tropa parti6 al galope; el jovet lajero cabalgaba al lado del anciano jel, Al penetrar en el palmar, estaba tan Ose! ue fue como si se sumieran en la noche Jos antorchas se dejaban entrever 10 suefios de nifios que segufan Ia proc Ahora trepaba la caballerfa por ut pta hasta llegar a la cima de MOND, RRUCKHENGER aguas tranquilas que brillaban a la luz de las antorchas. Se detuvieron a la entrada de la casbah, desmonténdose, en tanto que los portadores de antorchas iluminaban el paisaje. El ancia- no jefe qued6 solo con el joven viajero en el pértico de la mansién solariega. del dedo el anillo del joven, diciéndole: —Loado sea Dios, que te ha enviado entre nosotros, Loado sea Dios, que me ha per- mitido ver tu rostro antes reunitme con mis padres. Dios sea loado por haber enviado un esposo para mi hija. "He aqu{ la historia de este anillo: Es una Joya antiquisima, Mi mas célebre antepasado era, en aquellos tiempos, emir en Espaiia y hacia la guerra a los cristianos. Un dfa fue desafiado a singular combate por un caballero francés, famoso por su valor como guerrero. El duelo se llev6 a cabo y terminé a favor de mi antepasado, quien maté al caballero. Por LA CIGUERA Y LAS JO¥AS derecho de conquista adquirié sus armas y su anillo. "El caballero tenia una hija muy hermosa, hija tinica. Mi antepasado cas6 con ella. Por medio de esta alianza soy yo también descen- diente del gran caballero de tu pais. Desde entonces, este anillo ha pasado fielmente, en nuestra familia, de padre a hijo. Sin poseer yo los grandes talentos guerreros del caballero fracés, soy, tal como él, el tiltimo hombre de mi raza. Tengo una hija muy hermosa que es el tesoro de mi ancianidad. Al perderlaa ella, pierdo la luz de mis ojo: "Pero Dios ha permitido que ella se ena- more de un desconocido, de més allé de los mares, y que se haya declarado la prometida esposa de un cristiano. El destino del amor, més fuerte que el destino de la guerra y de la muerte, ha permitido que este anillo, a través de los siglos, llegue a una mano hermana de aquella que fue desposeida de él. ;Que se haga la voluntad de Dios! 68 RAYMOND IL. BRUCKHERGER "Este anillo jamas ha sido levado por persona alguna que no fuera leal, temerosa de Dios y valiente. Por lo tanto, es tuyo. Sé digno de él y tisalo de manera que algtin dia tu hijo lo reciba con honor." El anciano, que conservaba el anillo en su mano, hizo girar la esmeralda y la sac6é de su engastadura, dejando al descubierto una cavidad. —Esto que ahora te revelaré -prosiguié—es ignorado por mis stibditos. A mi me lo comu- nicé mi padre al confiarme el anillo, tal como yo lo hago ahora contigo. A él se lo revelaron sus antecesores, y esta tradicién es tan antigua como el anillo mismo. El anillo contiene una reliquia de la verdadera Cruz de tu Dios. Por Jo tanto, es muy justo que haya llegado el dia en que sea depositado en una mano cristiana y de un adorador de la Cruz. Después de recibir el anillo, que le fue colocado en el dedo, el joven se arrodillé en tierra y Ilevé a sus labios la preciosa reliquia 9 El anciano lo levant6 y lo abraz6. Ambos volvieron la cabeza. En el umbral de la puerta vieron a la joven. Desde el minuto en que la cigtiefia regres6 Hevando las joyas, ella adivin6 que su novio se encontraba cerca. Desde aquel instante se dedicé a ungir su cuerpo con finos perfumes, y luego cambié sus vestiduras por otras sun- tuosas, tal como acostumbran llevar las novias de su tribu en el dfa de su boda. Llevaba en el dedo el aguamarina. Co- locé el brazalete en su mufieca izquierda y el zarcillo en su oreja izquierda, Arreglé sus cabellos con el peine de marfil y colocé so- ey PI = bre su frente una diadema antigua. Se miré 2 = enel espejo. He Habfa rogado a Dios que bendijera el a encuentro. y > Se qued6 de pie en el umbral de la mansién de sus antepasados. Enteramente vestida de azul, se asemejaba a la reina de la noche, y Ja Tuna iluminaba su palida faz. 70 LACIGOERA YLAS Jovas No sonrefa, Muda, quieta, encantada, era como si se encontrase presa del vértigo al borde de un abismo. El anciano Ilam6 a todos sus stibditos y solemnemente tom6 entre sus manos las dos de los j6venes. Envié mensajeros a invitar a las tribus del desierto a la celebracién de la boda que tendrfa lugar al dfa siguiente. En aquellos tiempos viyfa atin en esa regi6n un sacerdote, famoso por su santidad y venerado por todos los némades, llamado el Ermitajio del Desierto. Al amanecer, el anciano cabalgé al lado de la joven princesa y de su novio. Hacia un frfo intenso; el anciano manifesté que eso era una sefial de que habia Ilovido en las monta- fias. Si el agua hubiera cafdo en abundancia, Hegarfa a la Hanura, lo cual serfa una gran bendicién del cielo. Los caballos relinchaban de alegrfa y la ci- giiefia los precedfa. La ermitano se hallaba muy lejos; divisaban su cipula brillando al sol. R RAYMOND 1. BRUCKBERGER Elermitafio los recibié con su caballerosa cortesia. Le refirieron la extraordinaria his- toria; él escuchaba con ojos brillantes, como los de un nifio. —Es un cuento de hadas, podria decir que es una fabula —coment6-, por tratarse de que ha sido un ave del cielo quien los ha unido. Si ahora ustedes se han dirigido a mi, segu- ramente ha sido porque yo debo interpretar la moral de Ja fabula. En todas las fabulas habria correspondido a la cigiiefia hablar. Pero ella ha hablado a su manera y ha dicho lo que necesitaba decir. Mfrenla allé arriba, con sus alas desplegadas haciendo la sefial de la Cruz sobre nosotros. "Sirviéndose de esos brazos extendidos, la Cruz viaja por el cielo uniendo un horizonte con el otro.” Igual cosa ocurre en la vida de los hijos de los hombres; el viento los arroja de un extremo a otro del mundo, pero su tiltimo fin es lograr el cielo. Ahora ustedes se encuentran en el centro de la Cruz, unidos B 1A CIGDRRA YI después de muchas dificultades. Pero de ahora en adelante ser4 una sola voluntad, un solo impulso el que les unird el uno a la otra y juntos luchardn por acercarse a Dios. "Y no estaran solos en esta aventura. Jesucristo, nuestro Dios, ha prometido que cuando dos o tres personas se retinan en su nombre, El estaré entre ellos. En su nombre nos hallamos aqui reunidos. Dios esta en todas partes donde los hombres se aman los unos a los otros en su nombre. El estuvo con ustedes en la impaciencia, en la esperanza. El est con ustedes en los acontecimientos de este dia. Que El permanezca con ustedes en los dias venideros." Penetraron en la sombrfa capilla como si entrasen a una catacumba, donde las columnas se alzaban como troncos de palmeras. El ermitaiio bautiz6 primero a la joven princesa y Iuego bendijo su matrimonio. E I banquete estaba preparado en la gran terraza. Desde esa altura, enfrentando las dunas, dominando el palmar y la pequefia aldea enclavada en el acantilado, semejante a un andamiaje de cubos rojos, la vista era magnifica, Bl sileneio de la naturaleza era denso, ilimitado, como el metal, como LA CIGUEDAY LAS Jovas corrfan hacia el palmar. Las cigiiefias elevaron el vuelo planeando en circulo, en medio de Ia deslumbrante luz del sol. Bl grito de jabilo se esparcié en oleadas que se prolongaron en un difuso murmullo. Durante la noche, en efecto, habia cafdo una abundante Huvia y el agua corrfa por el desierto. El lecho del rfo, normalmente seco, se lend de un bullente Ifquido amarillento, emergiendo entre las dunas y el acantilado, como una muralla liquida en movimiento y con la velocidad de un caballo al galope. En ‘media hora toda {a Hanura estaba inundada. El rio legaba ya hasta los bordes de la aldea y continuaba su curso con un sordo rugido, cual un temblor subtertaneo. Los nifios, desnudos, se arrojaban al agua y luego salfan destilando y luciendo sus dientes brillantes en loca risa, Todo el mundo estaba feliz y declaraba que el acontecimiento era de buen augurio para la princesa, cuyo esposo habia llegado 6 LACIGOERA YAS JorAs al mismo tiempo que el agua, como si él la hubiera hecho fluir en tal abundancia. —Lleva espuelas verdes -decfan-. Dios estd con él. La pareja, de pie uno al lado del otro, daba gracias a Dios desde el fondo de sus corazones por esta agua que fertiliza la tierra y que, trayendo consigo la vida, renueva la existencia de los animales domésticos, de las aves del cielo, de los drboles y de las bestias salvajes, de las flores del desierto y de los hijos de los hombres. La cigiefia, su cigtiefia, planes sobre sus cabezas, abrigando su dicha con sus alas como en los primeros dfas el Espiritu revolotes sobre las aguas. a eee aT Pa ae eM a een ena ager ea an Roe ane ee a it cerla, trafa un cordén de oro. sQuién se lo puesto en las lejanas tierras de Africa, donde i) ee erate ae das y de esperanzas, donde el amor y ta fideli rae eee ee ea need ere eee Pas CR eee a CECT Races Cn te SOON OS cee meas cts eee ees eto ce Cea a eee eee RS Oe eC CaS neae nrc Tin ema em Ln cy seco del personaje del Nuevo Testamento,

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