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Es cierto que estamos ante estilos y pocas muy distintos. All donde en el
florentino se trata de la proliferacin del detalle, delineado con estilo de
orfebre, como dice Warburg, en Noelia encontramos, en cambio, sntesis y
atmsfera.
Pero all estn las jvenes desnudas, entre los rboles altos como columnas,
en esos cuadros impregnados de un fuerte clima onrico. Incluso la postura
del conejo en Bosque es simtricamente idntica a la del perro de la
primera tabla del ciclo de Botticelli. La violencia, explcita, consumada, en
los cuadros renacentistas, est implcita y latente, pero no menos presente,
en los de Noelia. La belleza nos atrae por la posibilidad de su destruccin.
La fealdad no puede ser mancillada, nos dice Bataille, y la esencia del
erotismo es la mancilla, por eso aqu esos cuerpos bellos, delicados
desnudos de piel de porcelana, nos generan un suspenso inquietante.
Todo cuerpo desnudo reclama su apertura como si el movimiento de
desnudarse quitarse la ropa- tuviera que prolongarse ms all de la piel, y
alcanzar, por lo tanto, la vestimenta de la piel dice Didi-Huberman. Pero en
los cuadros de Noelia esa apertura se nos frustra: las aberturas del cuerpo
se hallan ocultas. La imagen se ofrece pero se oculta y en ese movimiento
quedamos atrapados, como quedamos atrapados en esos bosques de los
cuales ni siquiera la mirada del espectador consigue salir.
Es un mundo en suspenso. Un mundo cercado por rboles-barrotes pero
cuyos lmites imprecisos se esfuman en la densa niebla. Un mundo
intermedio, una suerte de purgatorio que se extiende entre un suelo duro y
rido donde se apoyan los troncos que parecen no tener races, y un cielo
que no vemos, as como no vemos siquiera la copa de los rboles. Por este
mundo deambula nuestra mirada apresada, reviviendo, como en el cuento
de Boccaccio, la misma escena fantasmtica una y otra vez y quedando,
como Nastagio, paralizados en nuestra fascinacin.
Daniel Garca
agosto de 2013