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zAcaso no podemos pasarnos la vida tratando de entender la frase que dijo nuestro padre, alla en los jempos remotos, la ‘iniea vez que rompio el silencio? 2Por ejemplo, "la vida al revés"? zO dandole ‘yueltas, entre las mareas de ficeién y realidad, a ¢50 (que parti nuestra infancia en dos? Algo de esto nos ‘comunica esta crénica del nifo peronista bajo los efectos del Tilo Monstruo en la plaza de Pringles: 1 recuerdo, ola invencion, que es lo mismo, de aquellos episodios en los que. entre las brumas de la primera infancia, la alternancia de estilos y leyendas os familiares, y también los historicos- molde6, tal ez para siempre, nuestra imaginacion y el nervio ‘ptico con que el que miramos y nos figuramos el ‘mundo. (ear Aira nao en Coronel Pringles 2 de febrero de 1849. Des ffiteoton, os siguientes testo La bre, lant, La pra, Bi ‘lands. Como me hice ana, La ensure y el wena Los dos pape os Tasol La fuente, La soni, La mend. Lt ome de re ie tage, Varemo, Cumpleatoo yFragmentas de wn dari eos (Apes Bote los enayos: Cope Algjandea Pazar. Las tres faa ie Eaconespstumne de Ia ra Owvaldo Lamborgh! estan 3 ticndo Tamtien es auctor Publi ademas el Deanaro de aur il César Aira ELTilo st César Aira El Tilo El Tilo FICCIONES César Aira BEATRIZ El Tilo VITERBO EDITORA Eltilo= 1° ed 2a reim. - Rosario. Beatriz Viterbo, 2008. 428 ; 19x12 em. ~(Feciones) ISBN 950:845-197-8 4. Narrativa Argentina, Titulo COD ABE Biblioteca: Fleciones Tustra ion de tapa: Daniel Gareta Primera edicin: octubre de 2008 ‘Segunda relmpresién: junio de 2005, © César Aira (© Beatriz Viterbo Eaitora Espana 1150 {S2000DBX) Rosario, Argentina ‘wor beattizviterbo.com ar {nfo@beattizvterbo com ar Iescrvidos todos los derechos Queds rgurosamente probibida, sin la autortaclon escria de los tulsees Ba MCopyigh”,baje los sanciones estableeidas en Ins icyes, in roproduceien pos cil o tote de esta obra por Xtaiquier medio 0 procedimiento,inclutdos Ia tepeo: vali of teatartonto Informatics IMPRESO EN ARGENTINA / PRINTED IN ARGENTINA ‘Queda hecho ot dopssito que provene la ley 11.723 El tilo es un rbol chico, elegante, de tron: eo delgado, que parece siempre joven, En Ia plaza de Pringles, ademas de diez mil tilos de e208, normales, habia uno que por un extra fo capricho de la Naturaleza se habia vuelto enorme, venerable, el tronco retoreido, la copa impenetrable: veinte de los otros tilos fund dos en uno no habrian hecho éste. Yo le habia puesto de nombre EI Tilo Monstruo. Lo mira~ ba con cierto pavor, © por Io menos respeio, pero también con carina, porque, come todos los Arboles, era inofensivo. Nadie habia visto un tilo de ese tamaflo en otra parte, y ios pringlenses lo teniamos por un monumento a Ja singularidad del pueblo. Era una aberra- cin, pero grandiosa, con la majestad exdtica de lo ainico e irrepetible. Mi papa, victima consuetudinaria del in. somnio, tba a la plaza con una bolsa, a priny cipios del verano, a recoger florcitas de tile que después secaba y usaba para hacer un té que tomaba por la noche después de la cena ‘Todo el mundo esta de acuerdo en las virtu- des sedantes del tilo, pero no sé si residiran en las flores, que se dan en unos pequetios ramos y son de un amarillo que apenas si di- flere del verde de las hojas. Creo recordar que esas flores se cierran enseguida en un fruto, que es como una capsula de forma gotica. 0, al revés, esa cApsula es lo primero y después se abre en una flor... No sé si me engafa Ia memoria... Seria faell sacarme la duda, por- que los tiles siguen siendo lo que eran, y don: de vivo, aqui en Flores, hay muchos donde podria fr a fijarme: no lo hago porque no hay nadie con menos espiritu cientifico que yo pero no tiene importancia, No recuerdo st mi padre usaba las flores 0 las hojas o las capsulitas: Jo mas probable es que lo hiciera ‘a su modo, como lo haefa todo, Quizas habia encontrado el modo de aprovechar al maximo las reconocidas virtudes sedantes del tilo, y ‘en ese caso tengo motivos para lamentar mi distraceién y mi mala memoria, porque la re eta, el procedimiento, sea cual fuera, se per- dio con él ‘También es posible que el proceso natural de floracién y fructificacién del tilo se hubie- ra alterado en ese espécimen dinico de la pla- za de Pringles, el Tilo Monstruo. Era de él del ‘que mi padre hacia su cosecha, y la conside- raba providencial. Ninguna otra sustancia en el universo, ni los somniferos que usan los suicidas, habria logrado adormecerto como su 2€ de tile, segun él. Si esa propiedad residia en Ia alteracién genética del tilo Monstruo, centonces mis esfuerzos de memoria no tienen ‘objeto, porque la receta no podria recons- ‘truirse de ninguna manera ‘Ahora que lo escribo, me doy cuenta de ‘que yo también he pasado todos estos anos pontendo una fe absoluta en Ia eficacia de! brebaje. Esa fe no se basa en nada seguro: podia actuar sobre el organismo de mi padre ‘al modo de un placebo, a partir de su propia fe (que heredé). 0 inclusive no actuar en abso- Iuto. No hay nada mas controvertido que la accion de los psicotrépicos, naturales o sinte tizados No podria confirmar las virtudes espectal- ‘mente sedantes del Tilo Monstruo porque ese arbol ya no existe; fue echado abajo en un acto irractonal de odio politico, el acto final de la leyenda pringlense del Niho Peronista —que 9 se habia refugiado en su copa una noche. ¥ una banda de fanaticos furiosos que lo perse- guia atacd el tronco a hachazos... Ese nino, de mi edad, de mi epoca, con el que puedo jdentificarme plenamente, se habia vuelto un simbolo por razones familiares. “El nino peronista’: ga quien se le puede ocurrir? Los nifies ne tlenen identificacién politica, no son de equierda ni de derecha; éste debia de ser jgnorante de lo que encarnaba. Pero el simbo Jo, Como un virus fatidico, lo habia infectado Por otro lado, la infancia puede serlo todo. como seflejo 0 analogia. Y ademas. la idea, alentada por el mismo Perén, era la de una cevolucion de la que resultaban necesariamen- te nifios peronistas; habia una biologia del peronismo. Lo mas extrafio fue que esa banda era un comando de la Resistencia peronista, encabe~ zado por el colchonero Clancio. Una comple) serie de malentendidos los habia llevado a confundir.el “signo” (el positive y el negative) ge la simbolizacién que transportaba el nino. a que indica la complejidad de nuestras que. rellas politicas, que una simplificacion poste- Hor ha querido pintar en blanco y negro. Esa cruel medianoche, el sonido de los achazos se repetia como un tam tam de te- 10 sror... Dije que yo era contempordneo, y nada Jo prueba mas que lo siguiente: el Unico libro que tuve en mi infancia, © el nico que re- cuerdo, era el libro de Sambo, un preciose li rito no gulilotinade en Angelos reetos como. todos ios libros eino con el perfil de un arbol {jcudnte daria por tenerlo ahorat); el Nino Peronista tambien debia de tenerlo, » haberlo visto, porque era muy popular entonces, no sé por qué: Sambo, el nifito negro, se refu giaba de los tigres en la copa de un arbol, tos tigres empezaban a dar vueltas alla abajo has- ta que se fundian en una crema, segtin re- cuerdo, Pero el Nifio Peronista estaba hacien do realidad la fabula, que seguia siendo a su ‘modo, en el simbolo, una fabula de animales. zAcaso a los antiperonistas no Ios Hamaban Sgorilas”? gY los gorilas nq aridan ea los ar- oles? Los hachazos, y la cupula de la mediano- che encima de Ia Plaza, en cuyas eclipticas tenebrogas se realizaba un viaje interplaneta~ rio a todos los horrores sin nombre de la vida, fa todas las figuras que alguna vez serian el arte. A otros mundos, mundos al revés, don- de peronistas y antiperonistas intercambiaban posiciones, n | Ese tam tam del-hacha, en la oscuridad, he seguido oyéndolo todo el resto de mi vida, cada vez que pongo la oreja contra la almoha- a; no lo of en la realidad, pero lo of en los relatos del episodio que me hacia mi madre No importa que ahora sepa que son los lati- dos de Ia sangre; ellos también pueden sim bolizar esa amenaza... Tengo que cambiar de posicién. ponerme boca arriba, lo que me re sulta incémodo y no me permite dormir. De ahi viene el habito crue! de no poder dormir. que lleva a pensar que no se puede vivir mas Envueltos en el prestigio de la leyenda, adornados, deformados, esos hechos pasaron en la realidad. Es meresble que pasaran, pa recen inventados, y sin embargo pasaron, y yo estuve ahi, si no en la copa del arbol si en e808 dias, en ese pueblo, en ese mundo que hoy esté tan lejos. Toda mi vida se tind de ese color irreal de fabula; nunca mas puce hacer ple en la realidad. Los libros, el arte, los viajes, el amor, las Femanidas mnaravillas del universo, han sido luna multicolor derivacion de esa leyenda: todo Jo que estaba en el mar oscuro eneima del ar bol. En ellos he sublimado Ia falta de una vida real... y hasta me he considerado un privile- siado, Pero a desaparicién de aquel gran ar- 12 pot terapéutico. en el sistema simbélico, tuvo sus efectos, Heredé una disposicion nerviosa {que me atormenta; en el centro de mi ser re Guena una vibracion que al llegar a la piel ly llega siempre, porque esta ahi. siempre, cada minuto) me causa una inquietud mas grande que el pensamiento. Me impide seguir vivien- do, esa ansiedad. . Pienso en la muerte, yo que nunca deberia pensar en ella. Era inevitable ‘que buscara remedio en ¢! alcohol, en las dro: gas, sobre todo el alcohol, rompiendo sobre mi como un oleaje de desesperacién... Levan tarme de la cama a la madrugada, incapaz de resistir un instante mas esa inguietud, y pa searme por la casa oscura hasta comprobar ‘una vez mas, como todas las noches, que no hay ningiin Tugar, La muerte no es una solu clon porque mi cadaver también va a levan- tare Qué puedo hacer? Es involuntario me domina [Algo debia de haber en las esencias del tito, para que mi padre se aferrara a su auxilio to- das las noches, durante tantos afos. Y era muy evidente que lo necesitaba, porque no hubo hombre mas nervioso que él. “Cables pelados", lo Hlamaba mi madre a sus espal- das, o “Lechervida", haciendo referencia a un personaje dibujado de una revista humoristi- 13 ca. Porque ademas de nervioso era irascible en grado sumo, sic apre al borde del estalli- do, un polvorin. Una palabra le bastaba, un esto, y ya estaba gritando como un loco fu- Flos. Se necesitaba mucho menos que eso Para que perdiera el control; sutilizaba las causas hasta Ia magia, el aleteo de una mari- posa en el Japon le provocaia un ataque. en. Pringles. Vivia en tensién, en carne viva, los 003 en Hamas. los labios trémulos, las venas del cuello salidas hasta casi desprenderse, el cabello erizadv, los miembros en perpetuo movimiento y ci torso siempre volviéndose hacia un lado y otro como st adentro hublera tun animal al acecho de enemigos. Los enemi- gos de mi padce eran imaginarios, 0 habria que decir que su enemigo era el mundo: 0, Fecurriendo al Jugar comin, que su peor ene- ‘igo era él mismo, En lo anterior se han colado, no sé si con- tra mi voluntad o a favor de ella, un par de metaforas provententes de una rama de la fi- sica préctica: la electricidad, Son justas no Solo por mis dones de evoeacion ni por mi ha- bilidad iteraria, que es defectuosa. sino por um hecho cotneidente: mi padre era electricis- ta de profeston. A veces pasan cosas asi: un hombre “eléctrico” es electricista. Pasan so- 4 bre todo en los pucblos, donde todo et mundo ‘se conoce ¥ estos “chistes reales’ -e vuelven ‘objeto de comentarios y forman una especie Ge saber tradicional que se transmite de ge. neraeton en generacién, En algéin momento me sent orgulloso de tener un padre famoso: creo que fue la Gnica vez que le encontré alguna ventaja a esos malditos nervios que hacian tan sobresaltada la vida cotidiana. Después, tuve tempo de desdecirme, y Negué a detestar esas famas pueblerinas, cuando les descubri la fea queasu cualidad que tenian, de dar pie ps objeto se le adjudicaran otras famas, y otras mas, en una proiiferacin que no tenia mas fin que la desocupacién y la malevolencia de tos murmuradores, Es vin mecanismo bien ‘conocido y no Iimitado a los pueblos chicos: Ja fama atrae a la fama, y como a ésta hay que alimentarla con nuevos materiales. 1a in- veneién se hace inevitable Pero mi padre tenia cierto derecho a la notoriedad, antes que por esa coincideacia eléctrico-electricista. Esto es histdrico, y debo poner algunas fechas para hacerme entender mejor. Yo naci en 1949, en el climax del rég ‘men peronista, Mis padres no eran muy jove nes cuando yo naci, es decir que no fui uno de esos hijos automaticos del proletariado, que 15 rnacen por imposicién biolégica no bien sus padres dejan Ja infaneia, En mi caso hiubo pla nificacion familiar, como lo prueba el hecho de que ful hYJo Unico, Lo fui como todos mis amigos del barrio; éramos esa generacion, pre cisamente, la inducida por las leyes sociales del peronismo, que le metio en la cabeza al proletariado Ja idea de ascender a clase me- dia; el primer paso de ese proyecto era repro ducirse s61o dentro de la medida de sus post- bilidades. Este racionalismo tenia una restric- clon, no obstante, y era que todos querian un varéni de modo que si su primer hijo hubiera sido una nifia, habrian hecho el saerificio de probar otra vez. Lo digo en condieional por- que en los hechos no se dio: todos tuvieron, un varon de entrada, y se quedaron abt, El peronismo tuvo algo magico, algo de consu- macién de los deseos. En este caso pudo in: fluir una prédisposicin psiquica; dicen que pasa lo mismo cuando hay guerra; y quizas ya entonices, en Ia eternidad peronista, los estratos profundos de la mente popular adivi- naban las guerras por venir. Cuando digo que "todos tuvieron un va on...” exagero, por supuesto. Era lo que yo vela a mi alfededor, pero m! experiencia era muy limitada. Con el tiempo, empecé a ver que 16 también habia nifias, que en ef aturdimiento de la primera infancia, en la eleceién ansiosa de amigos. en los juegos y correrias del apren. dizaje de la vida, me habian pasado desaper- cibidas. Después, se hicieron tanto mas nota. bles por un hecho curioso: no habia hijas tnt eas, ni con hermanos varones; eran stempre tres. tres hermanitas muy seguidas. Eso se debia a que la pareja que habia tenido como primogenito una nifia, habia probado por se~ gunda ver, y al tener una segunda nina ha- ian vuelto a Jugarse... En la tercera paraban, porque habria sido una locura.. Asi quedo constituida la curiosa demografia de los ba rrios pobres de Pringles: una gran mayoria de familias con un hijo unico, varon, y aqui y alla algunas con tres hijas mujeres. No hubo ca 808 mezclades. El peronismo era una magia, pero una magia implacable. O quizas haya actuado alguna salvaguarda misteriosa de la Naturaleza, que intervenia en la Historia para proteger a la especie. Mi padre fue peronista acérrimo, supongo que de ia primera hora, fundacional. Y como a tantos argentinos humildes. le rindié: a él, no s6lo por Ia legislacién laboral; los bene! clos sociales y el optimismo ascendente que gané a la sociedad en general, sino en térmi- 7 nos indivicuuaies, pues su lealtad fue recon pensada cc. un lucrative empleo munteipal Durante los diez anos del régimen tuvo a st cargo el alumbrado de las calles y edificios piblicos. y sus respectivas instalaciones elée- tricas. Puesto de la mayor responsabilidad, como es facil de suponer, y hasta bastante asombroso que lo haya ejercide un solo hom: bre, aun cuando Pringles era (y sigue siendo} tun pueblo chico. Debo aclarar que no era res- ponsable dcl suintinistro de energia eléctriea a Ja comunidad; de eso se ocupaba Ia Usina, también Hamada (no sé por qué) Cooperativs Electrica. Tal como puedo reconstruir la si tuacién ahora, supongo que aparte de cam- biar alguna bombita o tube fluorescente, 0 reparar un cortochreutto, en el Palacio o el Correo o Ja Biblioteca, el gruueso de su trabajo estaba en el alumbrado de las calles. El pue- blo tenia unas quince cuadras de lado, y ha. bia un foro colgado exactamente en el centro de cada bocacalie; a eso se agregaba el largo boulevard que.iba a la estacton, y el camino al cementerio. ¥ le plaza, por supuesto, No era poco, para un hombre solo, sin asistentes. Yo era muy chico en el 55, cuando cesé en estas functones, para recordar como se organizaba, pero podria apostar a que se las arreglaba 18 perfectamente y le sobraba tempo. Antes la vida era mas simple y las instalaciones elée- tricas eran simplisimas, de manuai. transpa- rentes en sus causas y efectos El mas antiguo recuerdo que tengo de m padre es montado en la bicicleta qu= usaba para movilizarse a lo largo y ancho del pue- blo, hasta sus mas remetos confines. con uaa larguisima escalera enganchada al hombro. La escalera era lo mas notable, y no creo que la escena me hubiera quedado grabada en la memoria si no hubiera estado presente. Bra tuna escalera de madera, de cuatro metros de largo por lo menos (no quiero exagerar), y le var equilibrado semejante armatoste, andan- do en bielicleta, debia de requerir cierto arte, © por lo menos un habito asiduo. Si alguna ver se eayé, 0 tuvo un accidente de transite no lo comenté en casa, En realidad, todo esto Io supe més tarde, después de la caida del peronismo y de la re caida de mi familia junto con tantas otras en la fatalidad de su destino. Lo supe casi adivi- nandolo, a partir de esos recuerdos dudosos de la primera infancia, que nunea se sabe si son recuerdos o son savenciones. Porque en casa nunca se volvié a hablar del pasado. La Revolucién Libertadora bajo un telon infran- 19 queable, tejido con las hebras del sueno ver gonzante de haber querido ser clase media, sueno que a partir del despertar sv revelaba ‘tan impddico como una fantasia sexual. Ade mas, habria sido incémodo hablar de ese pa sado porque la palabra “Perén” habia sido prohibida por decreto, y la prohibietén fue res Petada hasta en la intimidad de los hogares Mis padres no la pronuneiaron nunca, Nadie la pronunci6, y yo me pregunto como supe que esa palabra existia. Evidentemente la habia ido mucho durante mis primeros seis aftos de vida. y después su anulacion (yo tampoco la pronuncié, ni siquiera en el pensamtento) Ja puso en un lugar especial. Tan completa fue esta anulacion que recuerdo perfectamente la primera vez que la of, muchos afes después, ‘cuando ya estaba terminando la primaria: una chica, una companera de la escuela. dijo Peron"... Senti como si se abriera un abis- ‘mo, en cl que se precipitaba toda mt vida, Es inexplicable, aunque debe de tener alguna ex- plicacién. Por supuesto que sin esa palabra se podia seguir hablando; su ausencia no impe- dfa la comunicacion en la vida cotidiana, por- que no era el nombre de ninguna cosa que ne cesitaéramos mencionar; era un nombre propto, perteneciente a una sola cosa en el universo. 20 Esta anulacién, si bien se dio en todos los hogares del pai cedente que la hacia mas légica, 0 st se quiere mas fatal, Esto fue anterior a la Revolucton Libertadora, de modo que se me pierde mas aun en las brumas de la primera infancia, Cuando empece a enterarme, mucho despues fue una completa novedad para mi. y no en- contré ningiin recuerdo confirmatorio. Suce- dia que mi padre en su juventud habia sido catélico militante; mas que eso: fanatico. Hom~ bre de iglesia, de comunién diaria, creyente Gevoto, soldado de las huestes de Maria... Pero después de los hechos de 1954, cuando la rup- tura de Peron con Ios curas, no volvi6 a pisar tuna iglesia nunca més en todo el vesto de su vida. Puede parecer raro, pero en el contflicto de lealtades entre eristianismo v peronismo, gano el segundo. Si en Pringles hubtera habi do quema de iglesias como en Buenos Aires, ‘é1habria ido con la antorcha, Nueve personas de cada diez lo censurarén como una bipocre- sia retrospectiva, pero yo creo entenderlo, en. la medida en que puede entenderse algo tan radicalmente extrafo. Hay que tener en cuen: ta que en la Argentina, a diferencia de otros paises americanos, el catolicisino nunca tuvo arraigo popular. Fue siempre una prerrogati- en mi familia tenia un ante 2 va de la gente decente, y hasta diria de los estratos mas altos de la sociedad: Ia clase media, agnostica, acudia a los ritos sélo por respeto al patriciado, @ or snobismo, y para diferenciarse de la masa oscura, definitiva- mente atea De modo que mi padre, en su de- vocién, habia sido una completa rareza, y no podia sino ser sincere. Pero antes era Peronista: tentendo que elegir, eligt® ser peronista, Y que haya clegido, en lugar de buscar un compromiso o mirar para otro lado, es una prueba fehaciente de su sinceridad. Si cuento como me enteré, quizas pueda dar una idea mis Justa. Pue, como dije, mu: cchos aftos después, yo debia sér ya un adoles- ccente; un dia quiso cl ezar que escuchara una conversacion de dos sefioras del barrio que estaban sentadas en un camién estacionado. Esto ultimo puede parever raro, pero el nues- tro era un barrio de camioneros, que dejaban sus vehicules estacionades en Ja calle frente sus casas, y era muy coman que las muje: ves se instalaran en las cabinas por la tardes, a tejer y charlar, Era una costumbre como cualquier otra. Aprovechaban ese calido ob- servatorio alto y vidriado, mientras sus espo- sos 0 hijos camioneros dormian para compen- sar las vigilias de las travesias nocturnas. Yo 22. estaba trepado a la caja del camiéa, pasatiem po frecuente en mi, y de ahi las of, Las ofa ‘como quien oye lover, tratando de no hacer ruidos que me delataran en mis Juegos solita~ 1s de viajes 0 uuerras Hos. que eran fantas Solo prestaba una atencién marginel por st advertian que habia un intruso en el camion Pero de pronto salié el nombre de mi padre. ¥ paré Ia oreja. “1Qué negro inmundo!” le decia tuna a la otra. “Una ver Io vi, en la capilla de a Inmaculada... Porque tba a todas, se la pa- aba en las iglesias. Yo estaba al fondo, y 1o veia de espaldas, arrodillado delante de un santo, rezaba y rezaba, con la cabeza gacha, después prendia una vela, volvia a rezat. se golpeaba el pecho, va a otro santo, 1o mismo, le besaba el ple, después a una Virgen, a otra, les besaba la orla del manto. se voivia a arro- dillar, tocaba el piso con la frente... Yo decia Pero quién sera éste? 2De donde salio? Has. ta que se dio vuelta y le vila cara... {Era él! iQue degenerado!” La otra comentaba: “Esos son los peores’. ¥ la primera, recordando un detalle mas: “Ah, y cada vez que cruzaba el pasillo, se persignaba, pero no con la Seal de la Cruz simple siné'con Ia completa una crucecits en la frente..." "Si, ya sé cual”, de ‘fa Ia otra con asco, no por la Senal sino por la infatuacién fandtica y detallista de mt pa- dre. “El chupacirios, Me Io imagino, en ésa capilla vacia y os- cura, creyéndose solo, sin testigos, en un pa- roxismo de fe. ¥ a la vez no me lo imagino Quiero decir puedo verlo. como una figura recortada, como un mufieco a cuerda eject: tando su danza litargica, pero jamas podria imaginarme qué pasaba por su cabeza en esos. momentos, qué les pedia a los santos y las ‘Virgenes, por qué era tan importante para él Aunque deberia poder hacerme una idea, aho- ra, Los comentarios desvalorizadores de las sefioras del camion no me interesaban tanto como la escens que habia evocado una de elas. Estaba acostumbrade a la malevolencia, que cera casi un modo de ser. Mi mazire no se que- daba atris... Crei poder traducirlos en térmi- ngs politicos. “Esos son los peores” queria decir “los peronistas*. Lo que criticaban era que un pobre electricists, encima “acomoda- do’, se tomara esas atribueiones de mistico. Que despues los peronistas hubieran quema- do las iglesias, 2 esas sehoras no debia de parecerles tan mal, al contrario, Pero que an- tes un peronista hubiera sido un inmundo chupacirios... Me di por satisfecho con esa cexplicacton y no busqué mis. No obstante, algo 24 me quedé suelto en la cabeza, algo flotante ue no terminaba de encajar: esa beateria, esas gesticulaciones de altar, las velas, las povenas a la Virgencita, tenian algo de ineludiblemente fementno. ¥ mi padre era muy iri: podia dudarse de todo lo demas, pero no de eso. De modo que quedaba la sombra de tuna contradiceién, que no podia resolverse sino con un termine superador que por el ‘momento se me escapaba... Pero debié de que- darme latente en algun lugar del cerebro. pre~ parandome para futuras revclaciones. “Bsos son los peores..." La breve frase 10 decia todo, y es como si de s6lo oirla aquella tarde yo lo hubiera entendido todo. El proce- +50 de mni vida y mi maduracion intelectual pro- ‘sigui6, y me seria linposible decir en qué mo- mento preciso incaxporé algin conccimiento concreto, pero esa impostbilidad no deriva tan- to de lo dificil que es reconstruir la historia en sus detalles, como de la naturaleza del co- nocimiento. gEn qué momento aprendemos ‘que dos mas dos es cuatro? Aunque pudiéra- mos ubicar la primera vez que alguien nos to dijo, o la primera vez que hicimos la cuenta con los dedos, eso no pondria una fecha. Por- que desde mucho antes, desde el comienzo de Ia vida, habiamos estado viendo dos cosas y 25 otras dos, o una cose y otra cosa, 0 dos y una, © tres y una, o.una yuna y na, 0 cualquier otra combinacién que aunque diera un resul- tado diferente significa va el mismo mecanis- mo. La proposicién “dos més dos, igual cua- tro", cuando es formulada en la conciencia, no hace mas que reunir en un nudo mnemotécnice todas las instancias atémicas que 1a prepararon, “Esos son los peores” significa adulterto. En boca de dos sefioras que tejen en un ca- midn estaclonado, no significa atra cosa. Lo supe después, pero lo sup> siempre. No creo que ni siquiera entonces haya side una reve Jacion para mi. Aun sin haber ofde munca la palabra “adulterio” o la palabra ~bigamia”, debia de conocer Ia cosa; las palabras en rea lidad son accesorias: son formulas para re cordar las cosas. para manipularlas en com- binaciones que nos dan una ilusién de poder: ero las cosas estan antes, y son intratables, En fin, la historia, o mas bien ta leyenda {porque nunca se comprob6) era que mi padre nia otra mujer, al otro jado del pueblo. mas gue otra mujer: otra familia, con hijos, una casa... Dentro de lo desagradable que me re- sulta el tema, debo reconocer una cireunstan- ia fellz, y es queen los pueblos cada historia 26 esta envuelta en tina constelacion de causas + verosimilizaciones, lo que las hace tan dis. tntas de las historias abruptas y a menudo inexplicables de Ja gran ciudad. Pero de esa constelacion no puedo dar aqui mas que un esquema somero. Por le pronto, debo sefalar dos signos de mi padre, uno positive y oiro negativo segun ia perspectiva del pueblo EI negativo: era de piel y cabello oscuro, un negro” segan se de- cia entonces: prebablemente tenia algo de in: dio, aunque como los tndios en la Argentina siempre se han visto como algo demasiado le~ janoy extinto, ese color se adjurica mas bien a la pobreza y la condicion servil, a la igno: rancia, a los ranchos. BI nunca Jamas hablé del medio del que habia salido, a tal punto {que yo ignoro et nombre de mis abueles 0 tios, y hasta st los tuve, De todos modos, Ia itisto- ria era innecesaria; el aspecto lo decia todo. El dato positivo es que era un hombre summa- mente apuesto y bien formado, Aunque muy notable. esta belleza fisica quedaba por com- pleto anulada por la marve social. Era perfec- tamente posible que hubiera negros.mas lin- dos 0 mas feos, pero eso era como decir que habia enanos mas altos o mas bajos, y seguian slendo enanos. 27 | | ahora bien, esta Gualidad podia servi para explicar su matrimonio, Mi madre era blanca, provenfa de la clase media decente. y si habia condescendido a una allanza con el bloque negro” era porque su deficiencia fisica muy marcada le hacia imposiole un casamiento en su propio nivel. La alternativa era quedarse soltera, ¥ ella se ocupé. tanto como puedo re- cordar. de expresar su horror a la condicién, de “solterona*. De hecho, Liev6 adelante una campatia permanente, una guerra fria indivi- dual, contra las solteronas: era como si viera en elias un crimen contra la humanidad, y ésta era al fin de cuentas la instancia que englobaba a negros y blancos. ‘Mi padre quedaba en una posicién inesta ble: una familia Iegitima de ascenso social, con tun solo hijo escolarizado y bien vestido, una esposa hija de inmigrantes europeos... pero negro. Lo negro era incorregtble, y estaba po- tenclado por el enigma de su belleza. Aqui debo hacer una aclaraci6n: me parece ineoncebible (ae 18s senoras en cuyo medio viviamos pu: dieran apreciar esa belleza, que quedaba subsumida en la fatalidad soctal de lo negro: peroal mismo tlempo no podian dejar de ver- la, siquiera como misterio. En ese otro mun do ajeno donde todos eran negros, debian de 28 notarse las diferencias, y tene: su efecto Quién sabe como se juzgaban los negros “en tre ellos”. De modo que fue inevitable que le supusieran una valvula de escape. er: la for ma de otra mujer, de su propio mundo, con la cual tener una cantidad indefinida de hijos (todos los que mandara la Naturaleza) y con la que pudiera mantener un estiio de exis tencia acorde. (Alld en esa otra casa 61 no su- fria de los nervios, era la serenidad personi- ficada.) Como ya dije, no sé si este pertenecte al campo de las construcciones légicas, 0 @ la realidad, Pero Ja realidad es una construccién, agica, el modelo de todas las demas; de modo que no hace mucha diferencia. Mi madre debe de haber sufrido mucho. A lo largo de los anos, 5 fue encerrando en ¢l sufrimiento, hasta ter~ minar en un mundo distinto, con leyes pro- pias. Pero ella misma no lo sabia, y como era una mujer muy soctable, uy curiosa, siguio interactuando con los vecinos. Lo que hace ms extrafia esta situacion es que ella no te- nia problemas con los nervios, en realidad no tenia problemas con nada; no parecia tener secretos; lo que Ie pasaba por la mente, Io decia, por hiriente 0 embarazoso que fuera para los que la ojan. Mi padre solia prevenir- 29 me: “Tu macire dice cualquier cosa”. ¥ era cier: to, alungue yo, en mi-inocencia, no io consi- Es evidente que mi padre tenia una men- talidud estructurada institucionalmente: era catélico de la Iglesia, y peronista del Regimen. Fuera de las instituciones, no era nf una cosa ni otra. Nunca lo vi rezar en casa, ni siquiera mirar una estampita. Desde que dejo de ir a la Iglesia dejo de ser eatdlico, quizas dejo de creet. Desde que cay6 el peronismo, se olvid® ara siempre de la polittea, De su época de electricista oficial quedé una especie de fabula, y s6le una, No fueron nostaigias de prosperidad econdmica, sino algo mucho ms poctico: el honor extrafo, ligera- mente magico, de haber sito el que encendia Jas luces en las calles del pueblo, Eso lo supe siempre, sin que é1 me lo dijera. Pero no me privaba de decirselo a mis amiguitos: mi papa habia sido, "antes", ef que prendia las luces del pueblo, todas, hasta las mas remotas, las que no veiamos nunca... “Antes.” No entraba en detalles sobre cuando habia sido. Casi me convenia que hubiera sido en otra época: le afadia misterio. Igual veiamos encenderse los Jaroles de las esquinas, solos, cuando empe- zaba a caer la noche, como st una divinidad 30 Dpenévola dijsra a Ja distancia "ya es Is hora” pero stempi era uns hora distinta porque alla en el sur las diferencias estacionales son am- plisimas. Los inter'.vores debian de estar en el Palacio Municipal > en la Usina, y me ha- cia sonar el hecho de que con ellos, a control remoto, se pudiera legar a toda fa extensién del pueblo, con la bendicion de ta luz En aqucl entonces, y en Pringles, Ia eler~ tricidad no era algo que se diera por sentado. fal menos tinlo como hoy. El pueblo vivia del campo, y en el campo se vivia. salvo ex epeic nes, sin cleetricidad. Quien mas, quien me nos, todos los vecinos del pueblo venian del campo, y sabian apreciar este milagro en todo lo que valia. Tampoco es que hublera que irse muy lejos para captar la diferencia: la red eléc- trica abarcaba el casco urbano en el sentido mas estricto, ¥ no legaba a las calles de tie ra de los alrededores, La calle donde vivia- ‘mos nosotros era la ultima de ese jado del pueblo; los que vivian a ia vuelta de vasa no gozaban de ese privilegio de la civilizacion: ya se ve qué cerca estaba, De hecho, todos tenia- mos lamparas anteriores a la electricidad, la reina de las cuales era el famoso Petromax 0 Sol de Noche, y habia muchos que las prefe- rian a la luz eléctrica. Se usaban en patios, 31 galpones o plezas anexas a la casa donde no se habian tendido cables. Adeinas, habia mu- hos menos aparatos que ahora. Los lama- dos “electrodomésticos” eran una rareza, Has- ta la heladera era un lufo exdtico: nosotros or ejemplo no teniamos, ni tuvimes nunca, y nadie en el barrio la tuvo, que yo sepa. El unico beneficio préctico de la electricidad era la luz, ¥ asi era como la lamabames: “la luz’ Después del 55, mi padre siguié efercien- do su profesidn de electricista, en la esfera privada. Debia de tener su clientela, que iba a atender en Ia bicicleta, ahora sin cargar casi nunca la escalera. Seguramente hubo una transici6n procelosa, hasta empezar a arre- glarselas sin cl sueldo. No la senti; a los seis anos, estaria demasiado absorto en mi primer aho de escuela, y no creo que me haya faltado nada, De todos modos, deben de haberse feli- citado de la prudencia de haber tenido un solo hijo Para un nifo su padre es un modelo, un espejo, una esperanza. Mas que eso, es un. hombre tipo, un tipo de humanidad adulta y consumada. Una especie de Adan construido con todos los fragmentos de mundo que el nifio. va aprendiendo. No puede asombrar que al gunas partes no coincidan, y que el conjunto 32 resulte bastante misterioso. Es como una gran adivinanza multiple cuyas respuestas van apa- reciendo poco a poco a lo largo de la vida. Yo diria, arriesgandome, que esas respuestas son Jas instrucclones seguin las cuales uno vive ‘Se me dira: 2¥ los que no tuvieron padre? Creo gue abi puedo responder: Todos lo tienen. Esto viene a euento de uno de los enigmas que mas me han perseguido: gera un buen electricista mi padre? 20 era uno malo, mali- simo? La hipétesis de maxima, que he baraja- do Jargamente, es que no supiera nada del oft- clo, ni los rudimentos. En ese caso toda su existencia tuvo que ser una especte de repre: sentacion peligrosisima, Puesto delante de un enchufe, de un eable, de una bombita, se pre- guntaria: zqué es esto? ¥ en el trance de ha- cer algo con esa incégnita, para justificar su papel, haria cualquier cosa. al azar. a ver qué pasaba.., No, es imposible. Me resisto a creer lo, por mas que un demonio burlén me tente ‘en ese sentido con mil seducciones. Nadie puede jugar su destino a una negacién tan completa. Ademas, no podria sostenerse; en tantos afios de ejercer el ofteto, algo habria tenido que aprender. Es una fantasia mia, no puede ser otra cosa, La justifica, a medias, el hecho de que a a3, veces para explicarse algo uno tiene que plan- tearse la posibilidad extrema, y de ahi ir re- trocediendo hasta legar al famoso término ‘medio al que tantas veces se ajusta la reali- dad. Como todo el mundo, mi padre acertaria unas veces y erraria otras. Pero diversos ind clos confluyentes, ademas de una intencién ‘inefable que no falla, me inclina a pensar que lo segundo era mas freeuente que lo primero. Los elientes volvian con reclamos, habia pro- blemas que devenian en erdnicos, a otros se negaba a atenderlos, o les daba largas. £1 siempre parecia muy seguro de si mismo, se debia de haber hecho una regla en ese sen- Udo, lo que en si mismo es el indicio mas se- guro de sus dudas. Pero en realidad lo mas seguro, lo que no engafia nunca, es el ciclo amplio, el destino a largo plazo. ¥ éste mues- tra que ini padre nunca salié de un nivel de barrio, de pequefios trabajitos para pobres; no rogresd, se quedé en las reparaciones y re- miendos, Jamas hizo instalaciones eléctricas de obras. Su buen momento habia estado an- tes, y por odiosa que sea la suposicion gorila de que se acomods por perontsta (no por elec- tricista), algo hay que concederle. Si es asi, si era un chapucero improvisado, més heroismo de su parte; si lo hubiera confesado, cosa 34 inconcebible en él, yo lo habria querido mas, Misterios y secretos del Hada Biectrictdad, por arcana. era peligrosa, Se decia que habia muesto gente por sus cariclas insidiosas. Lo mas extrafo en ella era su accion a distancia, Las perennes travesias de mi padre en su bi- cicleta por todo el pueblo eran una especie de alegoria dei vuelo invisible de Ia Blectricidad ‘alos rincones mas lejanos, a los mas intimos Pero bien pensado, todo es alecxoria. Una cosa significa otra, hasta el hecho de que, por esas yueltas de la vida, yo haya Negado a ser escri- tor. y esté redactando esta crontea veridica, Siguiendo las instrucciones de fa alegoria, que también opera a control remoto, yo también puedo estar ejeretendo un oficio del que no sé nada, manipulando con infinita perplejidad objetos de ios que no sé ni entiendo nada, por ejemplo los recuerdos. Pero eso no quita la realidad de los hechos, la realidad de que mt padre fuera clectricista y yo sea escritor. Se trata de alegorias reales Lo que lo perjudico a mi padre fue que a partir de entonces empez6 a correr la Histo- ria, y él se quedé atras. Todos recordaban los tiempos felices, {Como no recordarios, si era jo unico que tenian? Pero mientras recorda 35 ban. seguian pasatido cosas, y cuando volvian ‘a mirar, todo habia cambiado. A partir del 55, Ja vida se enriquecid, Megaban novedades 1 Pringles. llegaba, tan postergado, el siglo XX. La ciencia yoleaba su cornucopia sobre ese rincén perdido del pais, alimentando el sno- bismo de los barbaros. Todo parecia una fie. clon, liviana e inconsecuente como un tema de conversacién, pero ala vez, como una ma- gla, se volvia realidad, ‘Yo absorbfa todo. No ponia limites a mi curlosidad, era como si un hechizo de inteli genela hubiera roto los marcos que eneauzan Ja educacién de un nifio. La modernidad en- traba en mi como un torrente salvaje y yo lo mezclaba todo. Enfrente de casa habia un escritorio con- table donde yo pasaba las horas muertas; le hacia mandados al contador y a su empleado, que era su sobrino. Como el empleado faltaba mucho, el contador solia dejarme cuidando la oficina cuando él salia. Mi nica funcién era estar ahi, y si venia alguien decir que habia salido, y que volvia enseguida, La clientela era de chacareros, a los que el contador “les Ile. vaba los réditos"; en general esta gente, que venia al pueblo de vez en cuando, tenia eter- nidades de tiempo libre en estas visitas, y se 36 sacaban las ganas de hablar acumuladas en ta soledad de las Hanuras. Yo escuchaba es- tas conversaciones interminables con una avi- dez sin termino, Me parecian cortas, queria mis. Después, solo, las reproducia mental- mente y hasta las enriquecia, podia hacer lo interminable de lo interminable. Ai me enteraba del curso acelerado que estaban tomando los acontecimientos. La ac- tualidad ardia como un fuego fatuo. La fuente éran unos paisanos ignorantes y mentirosos, pero es0 no hacia sino acentuar el costado maravilloso del torbellino de la Historia. Por ejemplo se hablaba de los nuevos hibridos. El trigo daba granos del tamafio de garbanzos: el salto del “rinde” (que era la forma coloquiat abreviada de hablar de “rendimiento") era asombroso. Yo seguia la curva de rindes como si fuera parte interesada, en todo el partido, verano tras verano, y calculabs las gananctas de cadla chacarero. Un rinde de diez bolsas por hectarea cubria los gastos: uno de setenta bol- sas hacia rico al alortunado segador. Y ahora de pronto se hablaba de rindes de setenta bol- sas como minimo absoluto, poco mas y an solo grano lenaba una bolsa, Y el peso espeecifico del producto se multiplicaba en forma exponencial. Curiosamente, las botsas no cre: 37 cian més alla del limite de “setenta”, no sé por qué, pero habia que tomar en cuenta otras cifras. Yo hacia los calculos in pectore, me- morizaba los resultados, después consultaba ‘en La Nueva Provincia las cotizaciones dei ce: real en Chicago, multiplicaba e] todo, obtenia cifras monstruosas, que me hacian sofiar, Un dato intrigante, que deshacia todos estos cas {lilos en el aire, era que esos cereales hibridos ho servian para nada. Con ese trigo no se po dia hacer harina, no se podia hacer nada. aumento en tamaio y peso especifico se lo- graba a expensas de su utilided. ,¥ entonces? Me sentia ante un giganiesco simutacro, Por supuesto, yo debia de entender tode mal Mi conocimiento derivaba de oir charias ocinsas © mentirosas, y lo que oia no podia ubicarlo en ningun sistema ordenado, los datos caidos al azar de tabies de Ja jactancia o la hipocre- sia se acumulaban al azar en los anaqueles toréides de mi fantasia. Los chacareros siempre mentian; cuando no mentian, exageraban. Mestian sobre si mismos, exageraban sobre los demas. La elec trificacion del agro era uno de sus motivos favoritos de exageracion. Siempre estaban con- tando de algiin trayecto nocturno rumbo a stt chaera sluminada a velas, y Ia vision alla te- 38 jos, en Ja gran boca del lobo det campo. de alguna estancta que se habia electrificado. Lo de Asteinza, lo de Iturrioz, lo de Dominguez. Cada vez era una nueva. un sof destumbrante cen inedia de la noche, casas, galpones. par ‘que, hasta corrales... “iNo se puede creer! ;Qué bellezal so es progreso!” De ereerles, habia hasta guirnaldas de luces en los montes, los eucaliptos se volvian arbolites de Navidad. En la oficina habia una maquina de esert- bir, Como yo pasaba muchas horas solo en ese lugar, era inevitable que sintiera la tentacién Alprin. cipio lo hacia de modo clandestine, después alguna vez el contador me descubrié y no me ret, asi que segui haciéndolo en su presen: cia, Me pasaba tardes enteras a la maquina, No sé qué eseribiria, cualquier cosa. Una vez Ie hice una pregunta al contador: gdespués de una coma, habia que dejar un espacio? Se queds pensative. Se incliné sobre mi hombro ‘8 mirar, vio mi coma, y observé otra cosa —iOjol Antes de la y griega no se pone No era lo que yo habia preguntado, aun- que Ia advertencla era pertinente porque ha- bia puesto la coma antes de una “y". Yo detes- taba que las cosas se salieran de cauces, yaa de probarla Cedi a ella repetidament= 39 esa cdad tenia una mente ordenada, me gus- taba tenerlo todo claro y bajo control. Esa sucesién de una "y" y una coma era acciden- tal. Traté de hacerle entender que le agrade. cia la indicacién, pero que insistia en mi pre- gunta original, Asintio, y dijo que no lo tenia claro, nunca habia prestado atencién a ese

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