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Lo imaginario como campo del analisis historico y social Carlos Altami " st de moda asociar la imaginacién y la politica, EK Jo imaginario y lo social”, ha escrito Bronislaw Baczko.' La boga de estas asociaciones se puede registrar tanto enel lenguaje politico corriente, comoen el vo- ccabulario mascontrotadode las ciencias sociales. Parailustrar Ja fortuna que alcanzé lainvocacién ala imaginacién en cldis- curso politico, Baczko cita, entre otros ejemplos, una de las consi gnas célebres del movimiento de mayo de 1968 en Fran- cia: “La imaginaci6n al poder”. Las ciencias sociales, por su Jado (y en contraste con lo que esa férmula sugiere), mostra- ban que en realidad la imaginacién habfaestado siempre en el poder. Los antropélogos, los historiadores, los socidlogos, los psicdlogos “ponian en evidencia que todo poder, y antes que rodlea de representacionescolectivas io de lo imaginario y delo simbélico es lun punto estratégico de importancia capital"? Esquemiticamente resumido, éste es el punto de partida dolensayodeBaczko—“Imagination sociale, imaginaires so- ciaux"—, que serd uno de los textos de referencia en esta bre- yeexploracién, Excelente visidn de conjunto del estado de la ‘cuesti6n —sobre todo en el terreno de las investigaciones his- \Gricas de las siltimas décadas—, el ensayo mencionado pro- longa, cn unesfuerzo de ordenamiento y conceptualizacién, 1a problemitica en que se inscribfan los trabajos previos de! au- lorsobre Rousseau (Rousseau. Solitude er communauté, 1974), sobre las utopfas en cl siglo XVII (Lumiéres de U' utopie, 1978), sobre Ia educacidn en la Revolucién Francesa (Une éducation pour la démocratie. Textes et projets de l'époque pee: | (N.2 T. Ko: DE révolutionnaire, 1982). Esos trabajos pertenecen al émbito que se designa habitualmente como historia de las ideas, y a1 puede anexarse también la biisqueda de Baczko en tomo a la maginacién y lo imaginario como campo del andlisis social ¢ hist6rico. Porcierto, lo imaginario—yacomo producto, yacomodo- minio de la imaginacién—no es un descubrimiento reciente. Descontemos cl largo camino através del cual Ia idea de ima- ginacién legal territorio actual de las llamadas ciencias del hombre. (De acuerdo al itincrario que de ella traz6 Jean Staro- binski, la nocién, frecuentemente superpuestacon la de fanta- fa, fue parte de la reflexidn filosGfica y de la poética hasta el siglo XVII, estuvo en el centro de las doctrinas roménticas después y,acomienzos del siglo XX, se incorporé también al bagaje tematico de una psicologia que no se queria mecanicis- ta,)' De cudlquier modo, aun sin considerar esa genealogia, basta pensar en formas miso menos modernas del saber eru- dito, como la historia dela literatura la del arte, para recono- cerqueel andlisis y lainterpretaciéin de universos imaginarios no son novedosos.Se pueden invocar otros ejemplos conexos conel filén temdticodela imaginaciénenelcampodelascien- ciashumanas,comoelestudio de losmitos—se tratede los mi- tosde la Antigiledad clasica o los de los pueblos llamados pri- 'vos— y lahistoriade las religiones, disciplinas que cuen- tan ya, ellas mismas, con una historia. En fin, en esta enume- raciGn hecha un poco al azar gc6mono mencionar aFreud y a la perspectiva del psicoandlisis en relacién a la produccién imaginaria? v 1 s T A 1 W La diversidad de los ejémplos lleva, antes 0 después, a la, ‘verdad del comentario de Starobinski: la “idea de imagina- cién,ensuriquezayy extensibilidad, abre uncampotanamplio {que el ojo mas entrenado no deja de mirar sin vértigo”.* Pues bien, es sobre el fondo que offece esa verdad general dondese puede destacarla novedad de la “moda” desde el punto de vis- tade Baczko. Para éste, lo que ha cobrado relieve en las ulti- ‘mas décadas dentro de la investigacién social e histérica es el interés por la actividad y las producciones de la imaginacién referidas al orden social y politico: los que llama imaginarios sociales. Y, se puede también suponer sin mucho esfuerzo (que, de ese interés por la dilucidacién de los emblemas, las imagenes, los mitos que funcionan en relaciGn con el poder, los rituales politicos y las identidades colectivas en culturas ‘més 9 menos Iejanas (asf sea en cl tiempo), no est ausente el interés por la luz que todo eso pueda arrojar sobre cl imagina- rio de la modernidad, “La valorizacién de las funciones miiltiples de lo imag riven la vida social no podfaabrirse paso sinelcuestionami tode cierta tradicién intelectual”’ Para Baczko esa tradicién, ala que llama cientificistay ‘realista’ y que se remontaria ala segunda mitad del siglo XTX, tenfa como certidumbres afirma- ‘ciones del tipo: “No son las ideas las que hacen la Historia; es mds alld de las representaciones que los hombres se hacen de si mismos, mds alld de sus creencias, mitos eilusiones, donde se halla su historia verdadera, real”, La operacién cientifica respecto del mundo histérico y social debfa, pues, separar lo ‘eal’ de lo ‘ilusorio’ en el tejido de acontecimientos y accio- ‘nes para aprehenderunos agentes sociales en estado de desnu- dez, es decir, sin los velos de la ideologta, Pero estos persona- jes desprovistos de referencias simbélicas no eran encontra- dos, sino construidos por el propio enfoque. Es notable obser- vvar, comenta Baczko, que esta tendencia a construir hombres ‘reales’ y grupos sociales ‘verdaderos” desnudindolos de su imaginario, se impusieraa los “espiritus en lamisma épocaen quela produccién de ideologias y mitos politicos modemos se volvia particularmente intensa y provocaba la renovacién del io colectivo tradicional, como de sus modos de difu- Baczkoreduce la tradicién intelectual cuestionadacasicx- clusivamente a las fronteras del marxismo, reduccién que s6- Jo puede atribuirse al affn de entablar una querellaideolégica inmediata. Pero, el empefio en construir un saber sisiemtico de los hombres “tal cual son”, sin referencia a las prescripcio- nes dela religi6n ode la moral y quedieracuenta node las ide- ‘a8 que cllos se hacen de si mismos, sino de los condiciona- micntos de su obrar (las pasiones, los intereses, las necesida- des), ha estado en el orden del dia del pensamiento politico y social de Occidente desde los siglos XVII y XVIII. Es decir, desde el momento en que la institucién de la sociedad yanoes referida ala ley divina —o lo es cada vez menos—y larefle- xidn sobre el orden politico busca para éste fundamentos en la naturaleza humana tal cual es, independientemente de toda postulacién normativa.” La afirmacién de una causalidad pu- ramente humana para los hechos humanos —una causalidad cuyas leyes no pueden ser extrafdas de ningtin orden trascen- dente, ni de la moral, ni de las representaciones que pueblan la cabezade los hombres—, esta también en los comienzosdelas cienciassociales. Comoescribe Remo Bodei,el"gran proyec- to'moderno” fue el construir ciencias de estatuto fuerte sobre 2 / Pee ENT: 40. ‘estas bases, que explicasen el comportamiento colectivo pres- ccindiendo de la voluntad y de las opciones individuales 0, di- rectamente, de su conciencia”* Desde este punto de vista, la teorfa marxista est ligada a una tradicién que la precede y la ‘excede largamente, tradiciGn que tiene sus clsicos (Marx es uno deellos, sin dudas) ya la que serfa superficial iquidar su- mariamente aunque hoy el modelo de saber que ella encama, reduccionista y determinista, resulte insostenible. No quisiera que este reparo a una identificacion demasia- do unilateral y simplificadora de cierto canon de lectura de! mundo social desdibuje la imagen critica que Baczko traza de ‘ese realismo positivista, largamentc cultivado en cl émbito de las ciencias del hombre, Aunen sus versiones mis complejas, ‘el supuesto de dicho canon es que lo social, “identificado con unreal bien real, que existe por sf mismo", ofrece la matriz,y cl principio de explicacién de los procesos simbdlicos en el ‘ordenamiento de la vida colectiva, pero lo social parece arti- cularse sin mediaciones simbdlicas. El elemento simbélico puede proporcionar, en cambio, las diferentes figuras que ¢x- presan o deforman una esencia que esté ya allf, Obviamente, Iavalorizacién delaactividad imaginariaen lasrepresentacio- nesdel orden social y la accin politica no podta més que aca- rrcar ino el abandono de ese canon, su declinacién como cri- tcrio privilegiado en el andlisis social e histérico. La iltima afirmacién es desafortunada: sugiere un orden causal improbable. Seria mas apropiado decir que el interés por lo imaginario no es ajeno a lo que Clifford Geertz llama “refiguracién del pensamientosocial” nombre quedaalacre- ciente atencién que en el terreno de las ciengias humanas se presta al orden de las significaciones en la organizacign de la existencia colectiva."® Pero todo ello tiene lugar en un contex- todonde—aprovechemosuna vez maisel ensayo de Baczko— el discurso de las ciencias humanas ha estallado, fragmentén- dose. Atris qued6 el perfodo “elésico”, el que aspiraba a una teorfa general, a un saber y un discurso unitarios sobre la so- cciedad y la direccidn de su porvenir. Esa aspiracién a una vi- sin tedrica global iba acompafiada de la creencia de que cier- tas disciplinas daban cuenta del sector basico del mundo so- cial, , por ello, dirigfan la marcha de las otras. Pero actual- mente, entre “esas ciencias nohay mds jerarquias y en conse- ccuencia, ninguna ciencia humana es considerada como ‘fun- damental’, como era el caso en el ‘campo clisico"”." Es den- tro de ese cuadro, entonces, cuyas causas no son seguramen- te simples (y en la biisqueda de las cuales correriael riesgo de perderme), donde hay que situarlainterrogacién tedricay em- pirica sobre el campo de lo imaginario en el andlisis histérico ¥ social. Al destacar el cardcter imaginario de (0 el trabajo de la imaginaci6n en) determinada representacién —o constela- ign de representaciones, simbolos, significaciones (como dice Geertz, el vocabulario varia)—, lo que se subraya es no 610 la linea que la separa de lo considerado real, sino también su cardcter no reflejo, Para enunciarlo con palabras de Comme ius Castoriadis (aunque sin suscribir fa concepcién funda- ‘mentalista de loimaginario de que son parte), las significacio- nes imaginarias “no son ni simple reflejo de lo percibido, ni simple prolongamiento ni sublimacién de las tendencias de la animalidad, ni elaboracién estrictamente racional de los da- tos"’La imaginacién es, pues, inventiva, productiva, no me- ramente reproductiva. DOE VS 85 od ‘Deun tipode sociedad aotra varfan la orientacién y las for- mas de laim: ‘in social, asi como varian las fronteras en- tre lo real y lo imaginario, Pero como escribe Evelyne Patla- ‘ean, cl trritorio que atraviesa esa fronteraes siempre, en to- daslasculturas, elcampoentero de laexperiencia humana: “la curiosidad de los horizontes excesivamente alejados del espa- cio y del tiempo, tierras incognoscibles, origenes de los hom- bres y de las naciones; Ia angustia inspirada por las inquietan- tes incégnitas del porvenir y el presente; la conciencia del ‘cuerpo vivido, Ia atencién prestada a los movimientos invo- Juntarios del alma: alos suefios por ejemplo; la interrogacisn sobre la muerte; los arm6nicos del deseo y la represiGn; la co- accién social, generadora de escenificaciones de evasién ode rechazo, lomismo porelrelato utépico escuchado o lefdo y por Taimagen que por el juego y las artes de la fiesta y del espec- téculo”,” La enumeracién podrfa continuar, pero lo apuntado yaes elocuente. Para nosotros, miembros de una cultura secularizada 0 “desencantada” —para hablar con los términos de Weber—, nohay dificultades en reconocer la obra de lo imaginario, mas alld de! mundo onirico, en tos dominios del arte y la literatu- Ta: son anuestros ojos Los dominios de la invencién, dela cre- acién, dela imaginacién porexcelencia. Tampoco dejamos de percibir el trabajo de la imaginacién (ahora el de la imagina- ‘cin social, ante todo) en los mitos y en las constelaciones mf- ticas de las culturas que estén alejadas de la nuestra. De hecho hay disciplinas enteras —y aun escuelas que rivalizan dentro deesas disciplinas en toro a teorfas y métodos—que tienen uno de sus focos en Ia exégesis de esas representaciones, Se trate de mitos que cuentan e! origen de una comunidad, de un sistema de rangos y jerarqufas, de una prohibicién, ode histo- rias de brujas y de brujerfas, ze6mo no reconocer en esas ma- nifestaciones de otras culturas las significaciones imagina- rias? Aun transmitidas por Marvin Harris, el antropdlogo nor- teamericano para quien todo tiene una explicacién prictica y razonable, es posible reconocer en ellas la productividad de la imaginacién."Pero cuando se trata de las ideas politicas y so- ciales de nuestra cultura ha habido por lo general reticencia, parano hablar, como Girardet, dedesconfianzaobstinadares- pecto de lo imaginario. Antes de insistir sobre este asunto, tal vez no sea innece- sario disipar el posible malentendido que puede crear el énfa- ficaciones. No se trata de is estructuralis- curso elegante, a veces muy rico, que no tade los mitos: un di habla de una sociedad. Pensar, analizar, interpretar las repre- sentaciones acerca de! orden social,sin reducirlas a la con cidn de eco o disfraz de datos o estructuras que, de otro modo (sto es, sin el rodeo de los discursos) podrian, por decirlo asf, tocarse con las manos, no implica susiraer los mitos, las ide- ologias —como se quiera llamar a la forma simbdlica del caso—, de su espacio de produccién ¢ invencién, Esas repre- senlaciones no s¢ engendran ni flotan en el vacfo soeial. No obstante serfa dificil hablar en general, © sea independicnte- mente del tipo de sociedad de que se trate, del modo en que ellas se aferran a lasarticulaciones del mundo social uniend. separando, disponiendo, en fin, en un orden de sentido la visién social det trabajo, las categorias de soxo 0 de edad, as asimetrias de casta 0 de clase, etc. En términos generales s6- Jopuede postularse que si bien lanaturalezade esasrelaciones P u N a ° D E no se reduce a las significaciones que se entretejen con ellas, las significaciones son parte constitutiva de su naturaleza, Pero la estabilidad, la fijeza y la eficacia de ese orden de sentido no escapan a la perturbacién de lo que Pierre Ansart, siguiendo a Balandier, llama el inacabamiento, la fragilidad, el cardcter aproximativo de toda formacién social. Las socie- dades “no terminan nunca con el problema de su integracién y,en diferentes grados, nunca arriban a la plenitud de la segu- ridad y la conciliacidn”.’ Las tensiones 0 el conflicto abierto, las rajaduras que surgen, aqui y all4,en la vidacolectiva,nos6- Jo afectan y erosionan el campo de las significaciones estable- cidas, sino que activan la produccién de otras nuevas. A veces para Ilenar las brechas abiertas, a veces para aumentar el fan- tasma de la disociac in, a veces para renovar las formas de la existencia social. Paraconcluir,antesde quenosaleje demasiado, estadigre- siGn s6lo destinadaa salvar un posible equivoco, digamos que en ningin otro tipo de sociedad como en la que llamamos mo- derma se verifica mejor ese inacabamiento, sometida como estd, desde su aparicién hist6rica,amutaciones y sacudimien- tos que a menudo se entrelazan (formando “raci ussiruna expresi6n de Gino Germani), aunque se alimenten de diferentes focos: la construceién—y el mantenimiento—del estado-nacidn como formapredominante de la comunidad po- Iitica, los trastornos y las reconversiones periédicos del capi- talismo, los movimientos colectivos, nacionales o de clase, que reclaman—y a veces conquistan— derechos, garantias, reconocimientos; en fin, el conjunto de procesos que los socié- logos de inspiracién weberiana colocan bajo el concepto de zac ibn, ,Esnecesario aftadir que enesa intranquilidad histérica continua —para no hablar de las guerras o de las revoluciones— entraron en juego las representaciones y 1a produccién de representaciones respecto del orden social y politico? En Ia introduccién a Mythes et mythologies politiques, e1 historiador Raoul Girardet escribe que en el estudio de lo que ‘se conoce como historia de las ideas politicas casi no se con- cede espacioalo imaginario, Y aunque nolo dice expresamen- te, porel contexto de la obra es evidente que habla del estudi de las ideas politicas en las sociedades modemas. “Con algu- nas excepciones, y esas excepciones son recientes, todos res- tringen su exploracign al campo del pensamientoorganizado, racionalmente construido, \6gicamente conducido".* No se ignora la dimensién social de las ideas, ni que ellas se hallen implicadas en debates de alcance colectivo, pero todo recon- duce, finalmente, a 1a tarea —cuyo valor Girardet reconoce enféticamente—de comentar, analizar einterpretarciertotipo de textos que remiten auna forma de discurso y aun elenco de autores: Locke, Rousseau, Montesquieu, Marx... Laimagina- ciGn (0 el “suenio”, como dice nuestro autor) s6lo ha mereci- do.consideracién cuando aparecié en la forma de la utopfa, un género que no serfa dificil reducir a los encadenamientos del pensamiento discursivo, Sinembargo lahistoria politica euro- pea de los dos tiltimos siglos ha estado acompafiada de una “asombrosa efervescencia mitolégica”.” Con el objeto de experimentar més alld del dominio tradi- cionalmente asignado a la historia de las ideas, aventurdndo- se en el campo de la imaginacién politica, Girardet entresaca del proceso ideolSgico francés del dltimo par de siglos cuatro ‘constelaciones mitoldgicas*. Cada una de cllas se ordena en Vo 5 % 8 J 13 tomo aun tema ondcleo central: la Conspiracién, 1 Salvador, laEdad de Oro, la Unidad, O, dicho en otras palabras, laima- gen del complot maléfico de fuerza oscuras para someter al pueblo; la del jefe salvador que restaura el orden 0 conquista una nueva grandeza colectiva; la figuracién de una era de co- sided plena 7 tassparenie se Sebo sx iconpersda’6 por elcontrario, debe ser alcanzada mediante una transformacién radical que redima a la humanida el tema de la cohesi6n de lavida colectiva, amenazada de disolucién. Para la deseripcién y el andlisis de estas significaciones imaginarias, Girardet toma como fuente de sugerencia los ra- bajos de Claude Lévi-Strauss sobre los mitos y las indagacio- nes que Gaston Bachelard consagré ata actividad imaginan- teen relacién con los “elementos” de la naturaleza (el agua, cl fuego, la tierra, ..). ELhistoriador no puede ser indiferente a la orientacién ahistérica de los dos modelos de andlisis citados. Su tarea radicarfa, entonces, no s6lo en adaptarlos al tipo de ‘material mitoldgico escogido, sino en dilucidar el papel de ¢s08 conjuntos imaginarios dentro de un cuadro socio-politi- 0 preciso, poniéndolos en conexién con determinados fend- menos de crisis o de mutacin, y con los grupos y el medio en que los mitos hallaron mayor propagacién, Girardet, quien ve en los mitos politicos un relato, un esquema ordenador y tam- bién, sorelianamente, un agente movilizador, sostiene que en ellos se puede descifrar el cardcter de los temores y las ¢s- peranzas que han activado la imaginacién social en la mo- dernidad. Mytheset mythologies nos muesiras6lo una de las viasque puede seguir la interrogacién acerca de la actividad imagina- riaen las ideas 0 representaciones de! orden social y politico. No quisiera poner fin, sin embargo, ala referencia al libro de Girardet sin afladie dos comentarios muy breves. El primero: si se consideran los mitos politicos que se analizan en ese tex- 0, ,06mo pensar que ellos son, en sus esquemas biisicos, una invencién moderna? Y’si no lo son, zqué hay de la producti- vidad, de la cteatividad de lo imaginario? A la formula termi- ante enunciada mAs arriba acerca de! trabajo de invencién de. laactividad imaginante habria que agregar, entonces, que esa productividad radica frecuentemente en lareutitizacién de un material existente de antemano, introduciendo —como dice Castoriadis, a quien estamos parafraseando en este punto—, un deslizamiento, un desplazamiento de sentido por el cual simbolos ya disponibles se invisten de otras significaciones que las canénicas. Elotro comentario esté ligadoa una abservacién de Girar- det, quien sefiala al pasar que los temas mitolégicos que estu- dia estin presentes, en forma més 0 menos ostensible, “en el trasfondo de algunas de las grandes construcciones doctrina- rias del siglo pasado entre ellas las que proclaman con mayor fuerzasu rigor demostrativo yel cardcter esencialmente ‘cien- tifico’ de sus postulados”.”” La observacién no es novedosa, ciertamente, ¥el ejemplo que sigueesprevisible: cl marxismo, De cualquier modo, ella evoca una cuestién que es més com- pleja que la de los elementos mesisnicos reconocibles en el discurso marxista y excede el universo de las doctrinas del si- ‘glo XIX. Se trata de las relaciones que aun cl més reflexivo y ‘conceptualmente elaborado de Los discursos sobrelasociedad ‘mantiene con el “folklore” de su tiempo, como llama Danilo Zolo al conjunto de intuiciones, temores, esperanzas, tradicio- nes y mitos que son parte de la cultura de una 6poca Ahora 4 i P u N x ° bien, sinohay discurso que, porconsagrado que esté allengua- jede los conceptos y las proposiciones, escape enteramente a las mezcolanzas y, asi, a las significaciones imaginarias, ;no abre ese hecho perspectivas de lectura que pueden renovar la interpretacién de las obras y los autores a los que tradicional- mente se circunscribe la historia de Las ideas politicas y so- ciales? Voy aconcluiraqui ste recorrido inspirado porel temade Toimaginarioenel andlisissocial chistdricoy que,como seve, puede abrirse en distintas direcciones, Anoto, simplemente, doscuestiones ques verian tocadas, por decirlo asi, por el de- sarrollo de este tema, Una es la cuestién ya clas le la ide- ologia, nocidn a la que me parece dificil renuneiar, aun cuan- do se renuncic a la ilusiGn de una frontera absoluta, sin mez- clas, entre el discurso ideol6gico y el discurso de la reflexi6n y el conocimicnto: no todos los enunciados son equiparables. La otra cuestign es més nueva, sobre todo entre nosotros, y es. Ja que se coloca bajo el término de cultura politica. Pienso que tal vez la “moda” intelectual de lo imaginario pueda ayudar- nos a deciralgo més-rico, desde cl punto de vista interpretati- vo, de ese complejo de significaciones que se anudan en tor- no‘ una representacién dominante de la sociedad y el estado. Notas 1 Baczko, B."Imagination sociale, maginairess ‘maginaires sociaux, Paris, Payot, 1984,phg. 11.(La za de este libro apareceré préximamente bajo l sello de Nueva Vi sion) 2 jbl, pag. 13. , inski,J.,"Jalones para unahistoria del conceptode imagi- naciGn’, en La relacién ertica, Madrid, Tauris, pigs. 137-153, + Ibid. pig. 139. 3 Baczko, op.cit, pig. 13. * Tbid, pig. 13. 7. Cfr, Rosanvallon, P., Le libéralisme économique. Histoire de Tide de marché, Paris, Seuil, 1989, pags. 11-15. + Bode, R.,"La decitione saggia. Filosofia praticae teoria delle sect ragioneole",en AAW. Elie polite, Parma raise Editrice, 1984, iaux",enLesi- ‘L'histoireculturelleredéfi tations, apropiations”, en Tichiko Intercultural, An Annual Journal for Transdisciplinary Studies of Pratique's, N* 2, 1990 (Tokio). 1 Geertz,C.,"Blurrod Genres: The Refiguration of Social Thought”, en Local Knowledge, Nueva York, Basic Books, 1983, 1 Baczko, op. cits, pag. 28. 1 Castoriadis, C., La institucién imaginaria de ta sociedad, t 1, Barcelona, Tusquets, 1983, pig, 254, 1 Patlagean,E,,"La historia de loi saber moderno. La nueva historia (direccién de J. Le Gott, R. Chartier y J. Revel), Bilbao, Ediciones Mensajero, sf. “Qua raz6n por la que muchas costumbres centan misteriosasestriba en que se nos ha ensefiado a‘ ccuciones ‘espirituslizadas’ de los fendmenosculturalesen ver deex- plicaciones materiales de tipo prictico”, escribe Marvin Harrisen el prélogo asu, por otro lado instructive y divertido, libro Vaca, cer- dos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura, Madrid, Alianza Egitorial, 1981, pég. 11. .idéologies politiques, Paris, PUF, 1974, pg. 105. _Mytheset mythologies politiques, Paris, Scuil, 1986, >: pratiques, represen: pag. 9. 7 bid. pig. 11. 18 Castoriadis, op. eit, pig. 219. ' Girardet, op. cit pig. 2 Zplo,D).:"Epistemologiariflessivaccomplessitasovile™,enLa democrasia dificil, Roma, Riuniti, 1989, pig. 15. D E v ' Ss T A

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