0 evaluări0% au considerat acest document util (0 voturi)
245 vizualizări1 pagină
Artículo de Irene Vallejo sobre las librerías aragonesas y su historia, con la colaboración con algunos de los libreros más reconocidos de la comunidad aragonesa. Publicado en Heraldo de Aragón con motivo del 120 Aniversario del periódico.
Titlu original
Guardianes del laberinto (Irene Vallejo) - Heraldo de Aragón 120 Años
Artículo de Irene Vallejo sobre las librerías aragonesas y su historia, con la colaboración con algunos de los libreros más reconocidos de la comunidad aragonesa. Publicado en Heraldo de Aragón con motivo del 120 Aniversario del periódico.
Artículo de Irene Vallejo sobre las librerías aragonesas y su historia, con la colaboración con algunos de los libreros más reconocidos de la comunidad aragonesa. Publicado en Heraldo de Aragón con motivo del 120 Aniversario del periódico.
SOCIEDAD Y CULTURA.
ecuerdo que de nifia me intrigaban los libreros
en sus reinos de papel. Intentando dar respuesta
al enigma, Chema Aniés, en su Libreria Anénima
de Huesca, me explica que su oficio se parece al de un far~
‘macéutico: examinar al paciente y decidir qué libros ne-
cesita, Pepito Fernindez, en la librerfa Antigona en Zara-
goza, dice sentirse un médico de cabecera recetando la
medicina de las lecturas, ‘Consejero’ es una palabra recu-
rrente en boca de Pablo Muifo, de libreria Paris, La coin-
cidencia me parece curiosa y me lleva a pensar en la es-
pecial relacién entre el librero y sus clientes. Hablar apa-
sionadamente sobre libros es hacer confidencias y por
eso nacen amistades, ¢ incluso amores, en las librerias.
Durante las décadas de dietadura franquista, las tras
tiendas de algunas librerias eran reductos de clandesti
nidad compartida. Ali se conseguian libros prohibidos:
Joyce, Proust, Pavese, Sade o Leén Felipe, autores con los
que asomarse al mundo contemporaneo. La Transici6n
fue una época de efervescencia y épica. La libreria Porti-
co de Zaragoza, que tenia una larga tradicién de tertulias,
y habia alentado las innovaciones de los pioneros de la
pintura abstracta espafiola -Grupo Portico-, se convirtid,
en simbolo de la nueva libertad de los libros.
En la Transicion, estas farmacias literarias albergaron
buena parte de la fiesta cultural. Paco Goyanes recuerda,
la inauguracién de Calamo hace treinta afios, y aquellas,
ganas de participar en la vida de la ciudad a través de los
libros. Conella, Antigona y Andnima, también de esa épo-
a, rompieron la imagen tradicional de establecimientos
serios donde se hablaba en voz baja, Se volvieron luga~
resabiertosy luminosos para deambular entre libros, ho-
jearlos, desordenarlos, tocarlos y olerloscon un fondo de
mnisica ol rumor de conversaciones improvisadas, Des-
pués se han aitadido nuevos eslabones, como Los Porta-
dores de Suefios, que acaba de cumplir diez afios. Alli,
frente a la amplia cristalera que deja entrar cascadas de
luz, Félix Gonzalez me ofrece datos reveladores: de los
dieciséis Premios a la Libreria Cultural que ha concedi-
do el Ministerio de Educacién, tres han recaido en libre-
rias aragonesas (Célamo, Anénima y Los Portadores de
Suefios). Esas cifras dibujan un territorio especialmente
hospitalario para nosotros, la tribu incorregible y reinci-
dente de los lectores, que necesitamos dejar transcurrir
eltiempo entre librosbien seleccionados, re-
corriendo, acariciando, preguntando, a la
caza de descubrimientos.
Podemos dibujar la fisonomfa de una
ciudad a través de sus librerias. Al enumerar sus nom-
bres, recuperamos la miisica de la memoria, internan-
donos en un laberinto de recuerdos propios y ajenos.
En Zaragoza, ese mapa interminable nos conduciria a
Allué, General, Pons, Libros, Paris, Central, Pértico, Le-
panto, Muriel, Certeza, Hesperia, Hechos y Dichos, Fon-
tibre, Contratiempo, Calamo, Antigona, Portadores de
Suefios, Pequefio Teatro de los Libros, Pantera Rossa, At-
‘madillo Ilustrado. En Huesca, otros recodos noslllevarian,
HERALDO DE ARAGONT
a Estilo, Casa de las Novelas, Mas de Libros, Coso, And-
nima, En Teruel, Senda-Perruca. Y en nuestros pueblos,
Unién, en Jaca; Ibor y Castill6n, en Barbastro; Badia, en
Fraga; Ixena, en La Almunia de Dofia Godina; Cazarabet,
enMas de las Matas; Serret, en Valderrobres; Miguel Iba-
fiez, en Alcafiz, y un listado que desbordaria esta limita-
da cartografia.
Algunas han caido, como tantos cines de los afios do-
rados; otras contintian. Levantar la persiana cada dia en
un pais donde se lee poco, es un acto de resistencia. Es,
abrir puertos en un territorio sin mar. Y un esfuerzo de
construceién, porque hoy las librerias han tomado el tes-
tigo de las tertulias artisticas y literarias de los antiguos
cafés. En ellas ocurren cosas: encuentros, exposiciones,
planes, ideas que crean un habitat cultural. La vocacién
de nuestros libreros ha abonado el terreno para el naci-
miento de editoriales, el auge de ilustradores, la ebullicién
de escritores.
Conversar con un librero es hablar con alguien que co-
noce los caminos, los pasadizos secretos, las puertas de
entrada, la contrasefia. Extrafia y hermosa profesion: mé-
dicos que recetan palabras, marineros en tierra firme,
guardianes del laberinto.
Guardianes
del laberinto
IRENE VALLEJO.
MOREU
DS DE HISTORIA