Sunteți pe pagina 1din 131
Martin Hopenbayn | Repensar el trabajo Historia, profusion y perspectivas de un concepto Grape Editorial Norma encs Aires Beco Bago Cares Guatemala Mévce Penand Quito Son Jord ‘Sen fen SenSaloader Santiago (©2001, Derechoe reservados por: Grape Editorial Nonma . A. San Jos 831 (1076) Buenos Aires Replica Argentina Empresa adberid sla Cémara Argentina del Libro Disefo de rapa Arana Jenle Fotografia de taps: Tony Stone, (Clac being taken into store at the party, Impreso en le Argeotina por Ceheat $A Printed in Argentina eimersedicine mayo de 200) Segunda reimpresisn: sil de 2002 ce: 20881 San 997-545-018-9, Prolubida la reproduccin total o parcial por ‘cualquier medio sin permiso escrito dea editorial Hecho e depészo ge marca ley 11,723, Libro de edicion argentina NOTA A LA PRESENTE EDICION I presente libro tuvo una primera versién en 1988, bj el tzulo El trabajo: itinerario de un concepto, publica- da en Santiaga de Chile por el Programa de Economia del Trabejo (PET) y el Centro de Abternativas de Desarrollo (CEPAUR), Dicha publicaci6n, bastante restringida y de mayor circulacién por via de fotocopias que como libro, fue distribuida sobre todo entre dirigentes sindicales y en carsos de psicologia del trabajo. Diez afios después, y aceptando la oferta de reedicién de la editorial Norma, ne querido aprovechar ia ocasién para revisarlo, actualizsrto e imprimirle algunos cambios que el paso del serpo (y de rai propio tiempo) imponen. En primer lugar, he reducido la extensién de la primera parte, consagrada a una revisin que toma varios hitos en fa trayectoria de! concepto del trabajo en Occidente: la Grecia clésica, ei judeocristianismo, el mercantilismo re- nacentista, el puritanismo, la Revoluciéa Industrial y la economfa politica, Me parece hoy que ia primera parte debe servir de base para una reflexiGn sobre el trabajo, pero no puede absorber el grueso de estas paginas, como ocurria en la primera version. En segundo luga:, otorgué Martin Hopenhayn mayor extensién y dedicacién a los aspectos vinculados con las perspectivas actuales del trabajo, y a la manera en que la Tercera Revoluciér: Industrial obliga a replantear la centralidad del trabajo a lo largo de las revoluciones in- dustriales precedentes y de la modernidad en general. ‘También he querido agregar algunas reflexiones més espe cificas sobre la sitvacin del trabajo en el conzexto de la periféria latinoamericana, He intentado reducir el exceso de retérica y los sesgos ideolégicos que yo mismo tenia hace diez aiios y que hoy son parte de mi bateria analiti ca, aungue (espero) lo son en forma menos categérica. Fi- nalmente, introduje muchas correcciones estlisticas, he sido més riguroso en evitar reiteraciones y mas extenso en aquellos aspectos de ia reflexién que a mi juicio (el actual) son de mayor vigencia o resultan hoy més problematicos que hace una década. Todo esto, por tiltimo, con la inten- cién de ampliar el rango de posibles interlocutores hacia ei campo de jas ciencias sociales en general y del debate sobre los incie-tos designios de la modernidad, Martin Hopenhayn, julio de 2000, INTRODUCCION PRIMERA PARTE: HISTORIA DE UN CONCEPTO i| Trabajo y ocio en la Grecia clisica ‘Una democracia con esclavos . . El ideal aurérquico y la desvalorizacién del trabajo ‘Otras valoraciones de! trabajo 11 | Matices de un concepto: caldeos, hebreos, romanos y cristianos Caldeos Hebreos Romanos y primeros cristianos II | Supervivencia y sentido: el valor del trabajo en la Edad Media De la estructura feudal a los gremios de artesanos 3] trabajo er la patsiscica y la escoldstica IV] Mercantilismo y bumanismo en el concepto renacentista del trabajo La ética mercantil La cosmovisién humanista V! Profesin y eficacia del trabajo en la ética protestante VII Trabajo en el capitalismo industrial: la consagracién de la ambivalencia El advenimiento del capitalismo industrial Antecedentes ideoldgicos y politicos EI nuevo orden laboral Trabajo cxaltado, trabajo cosificado El trabajo y la economia politica clisica SEGUNDA PARTE: PROFUSION DE UN CONCEPTO. vill Hegel y Marx: de la alienacién del concepto de trabajo al concepto de alienacién del trabajo El trabajo como objeto de reflexion critica El trabajo segin Hegel El trabajo segiin Marx El concepto del trabajo alienado Vilt! Entre la administracion cientifica y la organizacion del estrés 71 71 7 85 7 7 101 102 107 110 IX| El trabajo, analizado por la psicosociologia industrial Un enfoque emergente Erich Fromm Georges Friedmann Alain Touraine X| Otras lineas de reflexién sobre el concepto de trabajo en el siglo XX La Doctrina Social de la Iglesia La teologia contemporanes de! trabajo en M. D. Chenu El concepto fenomenoldgico del trabajo en Herbert Marcuse La ambivalencia, una vez més ‘TERCERA PARTE: PERSPECTIVAS DE UN CONCEPTO XI] El trabajo en su perspectiva actual Los fururélogos antes del Gran Desempleo La crisis del trabajo en la era post-industrial AMODO DE CONCLUSION Ambivalencias que van y vienen Final abierto y poblado de preguntas | INTRCDUCCION Si el hombre trabaja desde que es hombre, gpor qué el concepto de trabajo pasa z ocupar ue lugar privilegia- do en el terreno de la zeflexida s6lo en los titimos dos si- glos? Cierto: hay nociones de crabajo que se remontan a los textos biolicos de] Antiguo Testamento y a los fos de la Grecia clisica. Pero sélo cuando la histor pensamiento debe someterse al rigor impuesto por la era industrial y po: ks racioralidad moderna, el concepto de irabaje se hace realmente critico y se colma de nuevos contenidos, Hasta entonces, y bajo diverses perapectivas, el trabajo fue consideredo un mai necesazio, una activi- dad expistoria o un medio para un bien posible. En esa medida, y por milenios, la reflexidn intelectual le dio ran- go de fenSmeno secundario.’ ‘Una posible respuesta, y en el presente estudio la tra- tareraos en detalle, es que el concepto de trabajo adquie- Dominique Mid, “el wabsjo noes una categoria ant-o- pologica,o ses, na invariance dela caneralera hemanao de as eviieatones| (ue sempre van acompabads por las mismas eepceseatacioees. Estamos, por cleontraio, ante una estegortsradicalmente historia, venrada en cespaesta a ‘ecesdades de una Epoca determinads”. (4a, Dominique, Ef rabsjo. wn va= lor en peligro de extinct (sadacela: Francisco Ochoa Michelera), Gedisa, Barcelona 195, pg. 27.) Martin Hopenhaya, re relevancia con su negacisn. Esto significa que la piedra de toque a partir de la cual el trabajo penetca en distintos Ambitos de la especulacién es la idea de alienaciGn del tra- bajo o trabajo alienado. La conciencia de que el trabajo, condicionado por el marco social y téenico de un mo- mento determinado de la historia, niega una supuesta esencia 0 un potencial de trabajo, obligaria a pensar y concebir esa esencia 0 potencial de trabajo como algo que trasciende a su degradacién en el tiempo. Para algunos, la conclusién que de esto se deriva es concluyente: es la desnaturalizacién del trabajo lo que enajena al hombre y lo somete, y no el trabajo per se. Lo que implica que el concepto de trabajo hasta entonces vigente (el traba- je como un mal necesario, como un medio para el bien posible) era, a su vez, un concepto alienado, pues con- fundia el verdadero sentido del trabajo con la falta de sentido en que éste se desenvuelve bajo determinadas condiciones histéricas. Cuando decimos, pues, que el concepto de trabajo comienza por sui negacién, podemos referirnos a que el trabajo no ocurra como quisiéramos que ocurriera 0 co- mo deberia ocurrir, pero también al hecho de que no se ha entendido por trabajo lo que deberia entenderse. Es esto lo que motiva a repensarlo criticamente, Sin embar- £0, lo “critico” tiene también otro sentido, y no se limi- ta.a un contraste entre una mentada esencia del trabajo 7 la negacidn de esta esencia en la actividad laboral dela era industrial. El trabajo y su concepto se vuelven criticos cuando asumen sentidos y connotaciones contrapuestos, e dicho de otro modo, cuando se tornan ambiguos, Hacia fines del siglo XVII, el concepto de trabajo rea- ne una pluralidad de sentidos. El concepto cristiano ins- crito en los Evangelios, el concepto calvinista, la vision Repensarel trabajo ‘antropocéntrica y Ia visién economicista de la economia politica clisica conviven sin diluirse y estructuran un con- cepto preiiado de ambivalencias. ,Cémo compatibilizar el trabajo expiatorio del cristianismo con el trabajo con- quistador y expansivo de los comerciantes del Renaci- miento? ¢Qué hay de comin y qué de antagénico entre el concepto ascético del trabajo en la doctrina calvinista y al concepto hedonista del utilitarismo moderno? Por otro lado, la modalidad del trabajo cambia sustancial- mente con el advenimiento de la Revolucién industrial, y la visién que el artesano gremial tenia de su trabajo debio verse distorsionada por la nueva divisién det trabajo, el régimen de asalariados y la inseguridad en el empleo, ras- gos que contrastaban en forma aguda con el estilo de tra- bajo de los gremios corporativos. De este modo, no s6lo se suscitaron contrastes entre distintas nociones de tra~ bajo, sino también entre estas nociones y los cambios efectivos y radicales en las modalidades concretas del trabajo, Un desajuste entre el concepto de trabajo y el tra~ bajo propiamente tal debié contribuir a hacer de ese con- cepto un problema y, con ello, constituirlo en objeto de estudio. Pero las ambigiiedades van aun més lejos. No sdlo pueden hallarse nociones contrapuestas, 0 contraposicio- hes entre un concepto tradicional de trabajo y la moder- nizacién del trabajo mismo, También hay paradojas que imprime la Revolucién Industrial: por un lado, encontra- mos la maxima socializacién del trabajo, pues nunca antes tantos hombres se habfan reunido en un mismo lugar fisi- co para participar, de manera organizada, en la confeccid. de un producto. Pero, por otro lado, esta socializacién es también su contrario, a saber, la maxima atomizacién del trabajo. Nunca antes la actividad laboral de cada indivi- duo se habia reducido a semejante grado de parcelamien- v Marcin Hopenhayn toy especializacién respecto de la configuracién total del producto del trabajo. Otra ambigtiedad emergid en los origenes de la economia politica forjada al ealor de la in- dustrializacién, pues el propio Adam Smith, ala vez que destacé el trabajo como factor principal de produccién y como motor del crecimiento econémico, no vio sino su aspecto puramente econémico, disolviéndolo en una con- cepcién de la produccién de riqueza donde el trabajo pierde toda connotacién antropoldgica. Concebido co- ‘mo cosa —factor de produccién—, escamotea su carécter de actividad humana, Llegamos, asi, a un escenario actual del trabajo y de sus perspectivas futuras que constituye el momento ex- tremo en este itinerario de ambivalencias. Nunca antes el mundo del trabajo se habia prestado a tantas interpreta- clones contradictorias. $i consideramns a los profesiona- les y técnicos incorporados exitosamente a la sociedad del conocimiento y al sistema informatizado, podemos afirmar que el trabajo ha logrado su mayor nivel hist6ri- code productividad, de uso de facultades de Ia inteligen- cia y de desafios en el plano de la complejidad tecnoldgi- ca y organizativa. Pero, al mismo tiempo, nunca como ahora se habia segmentado tanto el acceso a trabajos es- tables y con salarios dignos. Conviven, en extraiia simul taneidad, e] aumento de la informalidad y precariedad laborales, y las bondades productivas de la Tercera Re- volucién Industrial —Ia de la informacién, la informati- zacidn y el conocimento—. La mentada flexibilizaciéa Jaboral promete reduccién en las jornadas de trabajo, pero amenaza con inestabilidad en el empleo y merma en los ingresos, El carécter integrador de las redes infor idticas en el trabajo contrasta con el carscter excluyen- te de los nuevos mercados laborales, La utopfa, tan cara ala modernidad, de un mundo donde se trabaje cada vez 18 Repensar el trabajo menes, convive con la distopia que parece consagrar so- ciedades nacionales —y un orden global— que separen felos que trabajan en empleos modernos y tienen ingre- 0s cada vez mayores versus los que quedaron ala vera del camino del progreso y luchan por la supervivencia y Ia dignidad. En el caso de América latina, la situacién no podria ser més contradictoria, Conviven distintos tiempos his- t6ricos, desde la premodernidad hasta la posmodernidad. ‘Lo que significa que el mundo del trabajo cuenta con fa- bricadores de software, en un extremo, y campesinos que tutilizan su propia energi humana para mantener una mi- rnima agricultura de supervivencia, en el otro. Dentro de ‘esta gama, hay ocupaciones de alto uso de tecnologia que emplean una proporcién muy reducida de la fuerza de tra- bajo; mientras el sector informal de la economia, con muy bajos niveles de valor agregado e ingresos que suelen im- plicar situaciones endémicas de pobreza, absorbe alas ma- sas de desempleados y en muchos paises de la regiGn as- iende a la mitad o mis de la poblacién ocupada. La brecha salarial en Ia periferia fatinoamericana es mayor que en cualquier otra regién del mundo, y a la vez encontramos brechas enormes en el discurso acerca del trabajo. En un extremo, los apocalipticos ven una region fen que se suman todos los males acumulados del pasado y-del presente: insuficiencia dinémica del sistema produc- tivo para incorporar a las grandes masas de jévenes que entran a competir en el mercado laboral; nuevas exclusio- nes generadas por la diseminacién lenta, pero real, de la Tercera Revoluicién Industrials persistencia viscosa de al- tisimas tasas de subempleo e informalidad; formas de fle- xibilizacién laboral que atomizan las organizaciones de trabajadores y tornan mis precario el empleo; y brecha insalvable entre la esfera de la educacién formal (a la que Martin Hopenhayn todos acceden en su nivel primario) y la esfera del traba- jo. En el otro extremo, los modernos entusiastas procla~ ‘man el advenimiento de nuevas formas de gestidn, més flexibles y humanas, que permiten que el trabajo se teor- ganice de modo mis horizontal y participativos y saludan con entusiasmo a los nuevos “sabios” de la filosofia em- presarial y sus ideas sobre innovacién productiva, creati- vidad en la empresa y mayor personalizacién en las rela- ciones humanas dentro de las unidades productivas Semejantes ambivalencias han llevado, sin duda, a la reflexién social a considerar y redefinir el trabajo. En un primer momento dijimos que el trabajo comienza a pen- sarse con profundidad a partir de su negacién, o sea, 2 partir del concepto de alienacién del trabajo. Cabria agre- gar que este concepto de alienacién, a su vez, debe buena parte de su desarrollo (explicita o implicitamente) al es- fuerzo por comprender y superar las ambivalencias sefia~ ladas. Es sobre esta idea capital donde reposa el grueso del estudio que aqui comienza, No aspiro a una articulacién totalizadora ni a un nuevo concepto del trabajo, sino més bien a delimitar y reformular algunas preguntas que tocan lo esencial respiecto del concepto de trabajo en la actuali- dad. Si nos volcamos tanto hacia el pasado como hacia el fasuro, lo hacemos con la tinica pretensién de arrojar ma- yor luz sobre el confuso territorio en que se desplaza la re- flexiéa sobre el trabajo hoy dia. Y si el lector encuentra en estas piginas un énfasis reiterado en enfogues humanistas, ello no obedece tanto a una toma de partido explicita por parte del autor, como al hecho de que son éstos los enfo- {ques que mas han destacado la centralidad del trabajo en [a vida humana, Decia antes que la idea de trabajo alienado es parte indisociable del humanismo moderno y de la critica hu- ‘manista al capitalismo industrial. El concepto mismo de 20 Repensar el trabajo trabajo alienado le ha permitido a dicha critica situar el trabajo como objeto privilegiado en la reflexién social Segiin la interpretacién humanista, este concepto tiene tun caricter negativo en la sociedad contemporines, en tres sentidos: a) porque promueve la critica de Ja base misma de dicha sociedad, a saber, el modo en que orga- niza su propia produccién y reproduccién: trabajo alie- nado supondria una sociedad marcada por el signo de la alienacién; b) en un sentido dialéctico, en cuanto tema- tiza el trabajo al identificarlo como problema: a partir de ese momento, es preciso hablar sobre el trabajo, pen- sarlo, reformularlo en la teoria; c) en sentido moviliza- dor: siel trabajo es alienado, y constituye la base de las relaciones sociales, entonces del concepto se deduce la necesidad de un cambio en los hechos, una transforma- cién estructural de la sociedad que se haga cargo de la critica humanista y la traduzca a nuevos modelos de or- ganizacién social. En la actualidad, este concepto de alienacién del tra- bajo se discute y cuestiona. Por un lado, la reflexién pos- moderna objets la nocién misma de alienacién, argumen- tando que ella supone una visién esencialista del sujeto (donde la alienaci6n es la pérdida de una supuesta esen- cia inherente a la subjetividad); ademds, los paladines de la posmodernidad arguyen que todo el andamiaje te6rico tras la denuncia del trabajo alienado forma partede una era industrial y una visi6n de le historia rebasadas por la nue- va.era de la informaciGn, del “fin del sujeto” y de la glo- balizacién econdmica y cultural. Por otro lado, el pensa- tmiento critico se ha ido desplazando desde la denuncia del trabajo alienado a a defenss del trabajo en un mundo don- de cada vez faltan mis puestos de trabajo. Si hace escasas dos o tres décadas un empleo fabril podia ser todavia el gjemplo més citado de trabajo alienado, hoy el pensa~ 21 Martin Hopenhayn miento critico parece reivindicar los trabajos estables en las fabricas frente a las crecientes amenazas de desem- pleo tecnolégico. Casi sin darnos cuenta, hemos pasado de criticar el trabajo moderno 2 reivindicarlo frente a las incertidumbres de la emergente flexibilizacién laboral. Finalmente, muchos criticos que hace poco atribuian al individualismo moderno la responsabilidad por los ma- les de la sociedad capitalista, hoy reivindican con espe- cial fuerza los dones del trabajo individualizado como manera de superar la alienacién y devenir mds creativos cena esfera de la produccién, La sociedad del conocimien- to aparece, en su dimensi6n de apertura comunicacional y sus nuevas formas de uso de la inteligencia, como un po- sible relevo de las utopfas colectivistas que ocuparon buena parte del imaginario politico del siglo XX. Los futurdiogos, como veremos en el iiltima capituln, tien den con facilidad a sustivuir el discurso del trabajo alie~ nado y su “redencién comunitaria”, por un discurso que proclama el trabajo en la sociedad del conocimien- xo como forma encarnads del “reino de a iberad y de a creatividad”, Este texto se propone abordar dos objetivos que a primera vista difieren marcadamente entre si. Quisiera presentar, por un lado, una historia del concepto del tra- bajo y detenerme en algunos de los hitos que en Occi- dente modificaron y enriquecieron el concepto en cues tién. Por otro lado, intento definir el trabajo desde una perspectiva multidisciplinaria y actual, abordindolo de manera simulténea desde la filosofia, la psicologia, la so- iologia, la teologia y la economia, Tal esfuerzo esté des- tinado a integrar ambos acercamientos al problema, para Jo cual se presenta el segundo bajo le forma del primero. En otras palabras, mi intencién es remitir el enfoque in- 22 Repensar el trabajo terdisciplinario del concepto de trabajo a su génesis en Ia historia, mostrando cémo y por qué se configuran en la actualidad varios enfoques: uno, desde la economia po- liticas otro, administrativo; o1r0, psicosociolégico; otro, mis especulativo y, finalmente, toda una futurologia res- pecto del trabajo. Una vez. mas, es el concepto negative del trabajo el telén de fondo sobre el cual desfilan estos diversos enfo- ques, La perspectiva filoséfica de la alienacién forjada por Hegel y la perspectiva histérico-econémica desarro- Iiada poco después por Marx, constituyen el material que sis tarde las diversas ciencias sociales habrén de retomar, modificar, rebatir y matizar desde Ia sociologia clésica hasta a futurologia en boga. De alli que a perspectiva in- terdisciplinaria sea, también, hist6rica. Por otra parte, la reflexién en torno del trahajo que afrecen las ciencias so- ciales (con la filosofia en un extremo y la economia del trabajo en el otro) es inseparable de determinadas condi- ciones histéricas. Es la situacién del trabajo en el capita- lismo industrial lo que sirve de marco indispensable al concepto marxista de alienacién del trabajo y alas elabo- raciones que més tarde propusieron los pensadores del trabajo. Fenémenos que hicieron su aparicién en el esce- nario de la historia después de Hegel y Marx, como son Ja burocracia y Ia tecnoeracia institucionalizada, los en~ sayos de sociedades socialistas (donde la alienacién del trabajo no parece superada) y la revolucién de la ciber- nética, han forzado a cientistas sociales a adaptar la pers- pectiva frente al problema. La perspectiva multidiscipli- naria ya mencionada no puede, entonees, considerarse soslayando la evoluci6n histérica del trabajo, sino desde esa misma evolucién. La cronologfa del concepto de trabajo, que constitu- ye el primer objetivo de este ensayo, exige el estudio de 23 Martin Hopenhayn Ia génesis y el desarrollo de dicho concepto a laluz de sus condiciones histéricas. Estas condiciones, sean materia- les 0 culturales, ayudan a explicar cémo surgen las di quisiciones en torno del trabajo en diferentes momentos ¥ sociedades. Reciprocamente, los cambios en las ideas respecto del trabajo humano contribuyen a precipitar di- nimicas hist6ricas, sobre todo en el campo de la produc- tividad del trabajo, el desarrollo tecnolégico y el carécter de los conflictos sociales. No olvidemos que las ideas tam- bign son historia y que, por lo mismo, no sélo reflejan la vida social, sino que ademés la modifican. De modo que la historia del concepto de trabajo que se presenta a conti- snuacién busca ligarlo a la historia y las condiciones del trabajo. Es parte del presente esfuerzo recoger de distintas cul- turas y momentos de la historia, desde la Grecia clésica hasta los origenes del capitalismo industrial, las referen- cias que permiten deducir el concepto de trabajo, sino explicito, al menos latente en otros tiempos. Sélo a la h de esta disquisicion previa se hard més claro, en términos de continuidad y ruptura de la historia del pensamiento, el empuje intelectual que cobra la reflexidn en torno del trabajo durante el siglo pasado, y cémo se abre en un am- plio prisma de enfoques. El segundo objetivo, como ya se ha seiialado, es sus- citar una perspectiva multidisciplinaria ante el concepto de trabajo sobre la base de la nocién de trabajo aliena- do, que nuclea émbitos propios de la economia politica, la administracién del trabajo, la teoria organizacional; la psicosociologia del trabajo, la especulacida filos6fica (in- cluida la Doctrina Social de la Iglesia) y la fururologia. El desarrollo de la sociedad industrial y sus derivaciones, con sus paradojas, conquistas y contrastes, ha sido un po- deroso detonante que hasta hoy impulsa la interaccién crf 24 Repensar el trabajo tica de cientistas sociales provenientes de distintos conti- nentes de la investigacidn. Mi interés es, en esta confluen- Gia de puntos de vista, detectar valores, motivaciones y habitos incelectuales con los que puede haber coinciden- cias o bien disensos. Al tratarse del problema del trabajo, fs su cardcter critico en la sociedad moderna o en vias de modernizacién (mecanizada, automatizada o estructural- ‘mente heterogénes, de produccién fabrilo de informacién, desregulada 0 protegida) el sustrato comiin que mueve a Ia reflexién en las distintas ramas de las ciencias sociales. De alli la insistencia en el aspecto critico del trabajo y de su concepto como punto de partida para una perspectiva multidisciplinaria, La investigacién que aqui se presenta no pretende hacer pensar que la historia ofrece distintos conceptos de trabajo que se sureden linealmente en el tiempo. Lo cierto es que el concepto de trabajo no ha sido homogé- neo en el interior de cada perfodo, y la coexistencia de ‘grupos sociales y/o culturales diferenciados, en distintos momentos y bajo diversas estructuras societales, ha ge- nerado visiones contrapuestas, A esta falta de uniformi- dad debemos agregar el hecho de que los conceptos no se han ido reemplazando entre si, sino que sobreviven, en mayor o menor medida, como sedimento cultural en nuestra actual cosmovisién y en nuestra sensibilidad frente a lo laboral. Queda en nosotros algo del concepto platénico-cristiano, del calvinista, del comunitarista, del economicista y de la aproximacién sociolégica del traba- jo. Como ya se sefal6, nunca el concepto ha sido tan ambiguo como ahora y, por lo mismo, nunca ha sido un fenémeno que merezca tanta consideracién por parte de la reflexién social como ocurre en la actualidad. Lo cier- to es que coexisten cn el pensamiento contemporineo posturas diversas: Ia cosificacién del trabajo humano, la 25 Martin Hopeshayn reacci6n eritica que lama a humanizarlo y las posibilida- des tecnolégicas y organizativas que hacen posible tanto lo uno como lo o:r0. Entre esas tesituras antagénicas la reflexin ha dado, como veremos, zniitiples respuestas. PRIMERA PARTE: HISTORIA DE UN CONCEPTO Trabajo y ocio en la Grecia clasica Una democraciz con esclavos En una cultura que asombra por el desarrollo de la reflexidn intelectual, como fue la de ia Grecia clésica, no hha de exzrafia: la pobreza de su reflexidn sobre el traba- jo. La base material de la polis griega fue el esclavismo, pilar sobre el cual asegurd st: permanencia y dio a sus ciudadanos las posibilidades de desarrollo personal que puede ofrecer una sociedad privilegiada: tiemgo de ocio, desarrollo de una cultura intelectual y fisica, y cn régi- men democritico que, restringido a los ciudadanos, se convirtié en erablema para la historia de Occidente, En un modelo de sociedad asf, la fuerza de trabajo no e5.un tea digno de reflexién: los esclavos, esclavos son, Los peasadores griegos desvalorizaban ei trabajo marval, porque lo asaciaban con los esclavos, en contraste con la alka valoracién de! trabajo inzelectaal —exaliado por Pla- t6n y por Aristételes—, que de una u otra forma subsiste alo largo de la historia occidental. Conviene sefalat, sin certbargo, que para los griegos el trabajo sdlo era trabajo ‘manual. La actividad inteleomal era considerada patrinzo- 29 Martin Hopenhayn nio del ocios por lo que su valor residfa justamente en el desinterés con que se llevaba a cabo, por el més puro amor al conocimiento,|Para Platén, cuanto més desliga- do estuviera el hombre de los apremios provocados por las necesidades bisicas y cuanto mayor fuese su autonomia respecto de las exigencias materiales, mejor seria su dispo- siciSn para esa sublime actividad contemplativa. Pero antes de buscar en los pensadores helénicos tes- timonios sobre el concepto de trabajo, conviene hacer un seguimiento del contexto productivo y socioeconémico de la polis griega. George Thompson y Alfred Sohin-Rethel'li- gan el surgimiento de la produccién de mercancfas en Grecia con el de la filosofia griega. Si aceptamos el prin- cipio materialista de que el pensamiento filoséfico surge en el marco de determinadas condiciones historicas, ha- bria que recnocer que en Grecia surge contra el sistema ‘mercantil mas que con él. En efecto, los filésafos griegos de mayor envergadura aparecen cuando la aristocracia de terratenientes se ve amenazada por las clases mercantiles ‘en auge, situaciGn que se ve complicada con la existencia de una masa de esclavos, campesinos y artesanos empo- brecidos. Y “no sdlo la nueva clase comercial llegé a en- trar en conflicto con la aristocracia terrateniente, sino que la dependencia cada vez mayor de Ia agricultura respecto de los mercados de exportacién y el creciente poder del dinero, condujeron al mismo empobreci miento y a la misma esclavizacion gradual de los cam- pesinos libres que habia indignado a los Profetas del ‘Antiguo Testamento”? 1. Thompson, Gears, Te fue phlbaophen, Lawrence y Wishes, Lon Bereta sau Chia Sci Studies, Londres, 1978 pi. 95, 2. Rol, ri, Historie de las doctrine conéics (adc: FM, Tose), Fondo de Cultura Econdmica 1973, pig 23. 30 Repensar el trabajo Como lo sefiala Melvin Knight) el paso de la Grecia fareaica a la Grecia clisica ocurre con la expansién heléni- can el Mediterréneo, cuando la economia rural descrita ten los poemas homéricos y hesiédicos se transforma en tuna sociedad donde la actividad comercial e industrial se ‘vuelve preponderante. La carencia de materias primas y de suficiente produccién agricola se vio sanada 0 com- ppensada en la ciudad griega por el comercio interurbano ¢ internacional: “La industria, al suministrar al comercio él elemento de cambio indispensable, se convierte asf en tuna necesidad imperiosa de su estructura”.‘ El desarrollo de la industria exige, a su vez, el de los oficios y de su es- pecializacién, lo cual redunda en una sofisticada divisién del trabajo que tanto Platén como Aristételes exaltaron ‘como necessria y positiva, De modo que la reflexidn sobre el trabajo en la Gre- cia clésica tiene como marco referencial tres fenémenos relevantes: la crisis de la aristocracia terrateniente ante el empuje del comercio y la industria; la progresiva divisién del trabajo, motivada tanto por el desarrollo técnico (el uso del hierro) como por la estructura productiva de la ‘polis (la necesidad de una infeaestructura apropiada para ¢lintercambio comercial); la mano de obra esclava 0 con- formada por artesanos cuyo nivel de vida y estatus social eran muy bajos. La creciente division del trabajo y el desarrollo pro- ductivo harian suponer que el trabajo se convirtié en ob- jeto de reflexidn, Pero el hecho de ser los esclavos quienes componian, en su gran parte, el contingente labora, redu- joel trabajo a una mera funcién productiva. El esclavo, en efecto, era sélo eso; fuerza de trabajo. Como tal, carecia de 3, Citado por Lagos Matus, Gustvo, El problema bisérico del mabsjo, Edivorl Juridica de Chile, Santiago, 1950, pigs. 17-8. 4 Thidem, pig 18 Martin Hopenhayn personalidad y pertenecia a su amo, como una cosa entre tantas, Como objeto de propiedad, escapé del pensamiento antropoldgico que dominé la filosofia sofistica y socritica, El ideal autarquico y la desvalorizacién del trabajo Desde Sécrates, la autarquia se impuso como valor 4tieo supremo: todo aquel que trabaja esté sujet a la mate- ria que lo somete y a otros hombres para quienes trabaje y, en esa medida, su existencia es heternoma y depreciads en su valoryAsi, la valoracién peyorativa que nacié del desprecio por los esclavos se extendis a toda la fuerza de trabajo empleada en tareas manuales: quien brega con la naturaleza para vencer, mediante su trabajo, las resisten- clas que un material le impone, y en esa lucha dehe renun= ciar ala pura contemplacién, y se “extravia” en los afanes de su cuerpo y en los imperativos de su supervivencis, se ve impedido de llevar una vida libre y de poseer un cono- cimiento verdadero de la realidad. Este ideal autérquico pregonado por Sécrates y desarro- llado por la filosoffa platonica es consecuente con la posi- 5. Pltéa, Menexene, 1X, 48, ciado por Mondolfe, Rodolfo, El pena ‘mento anrigno, val I, Loseds, Buenos Aires, ed, pig 153, 32 Repensar el srabajo El ideal pléténico, en apariencia desvinculado de los yaivenes politicos y econémicos de la época, podria sin ‘embargo traducirse en los hechos en la no participacién politica de esclavos, comerciantes y artesanos en la polis. En efecto, unos y otros dependen de las condiciones ma- teriales en las que producen ¢ intercambian mercancias ¥, por lo mismo, distan mucho del ideal aurirquico. Sélo quien es capaz de gobernarse a sf mismo, sostiene Platén, fest en condiciones de gobernar a los demas. Por ende, quien consagra su vida al trabajo, a la prictica “munda- na’, depende més de los otros que de sf. Quienes, libe- rados del yugo del trabajo, pueden dedicar sus energias vitales a las “nobles labores del espiritu”, a la contem- placién de la filosofia y a la ciencia, saben, -sigue la argumentacién de Platdn-, discernir el bien del mal, lo justo de lo injusto, In verdadero de lo falso. La filosofia platénica, al menos en su dimensién politica, justifica, mediante un rodeo de la razén, el gobierno de los aris- t6cratas. En su diflogo El politico, esto se hace eviden- te: “Aquellos que se poseen por medio de la compra, y 4 los que se les puede Hamar sin ninguna discusidn es- clavos, no participan en absoluto del arte regia [...). Y todos los que, entre los libres, se dedican esponténea- mente a actividades serviles como los anteriormente ci- tados, transportando e intercambiando productos de la agriculvura y de las otras artes; quienes, en los mercados, yendo de ciudad en ciudad por mar y tierra, combiando dinero por otras cosas 0 por dinero, los que llamamos banqueros, comerciantes, marineros y revendedores, gpodrin acaso, reivindicar para ellos algo de la ciencia politica? Pero también aquellos que se hallan dispuestos 4 prestar servicios a todos por salarios o por mercedes, nunca los encontramos participes del arte de gobernar, geon qué nombre los llamaremos? Tal como acabas de 33 Martin Hopenhayn decirlo ahora: servidores, pero no gobernantes de los Estados” 7 . le En el dualismo platénico, la minimizacién del mundo sensible y el desprecio por el mundo material repercuten también en su desprecio por el trabajo manual: “Los tra- bajadores de la tierra y los otros obreros, dice, conocen \inicamente las cosas del cuerpo. Por lo eval, si sabidurfa es conocimiento de si mismo, ninguno de éstos es sabio en raz6n de su oficio, De ahi que éstas parezcan artes manua- les y humildes, impropias del hombre bueno y bello”,’ Y en Elpolitico leemos, una vez més: “Ninguno de todos los que se fatigan en los trabajos manuales debe ser nativo o de la familia de algén nativo, pues al ciudadano le corres- ponde un oficio grande, y si alguien se inclina hacia otro oficio més que el cuidado.de la virwd, que lo castiguen con vergtienza e:ignominia”! Como sefiala Eric Rall, pa- ta Platon esta divisin “se convirtié en una idealizacion del sistema de castas yen un apoyo a la tradicién aristo- crdtica que entonces se encontraban a la defensiva”.” El desprecio por el trabajo manual es consistente con tuna democracia esclavista (valga la contradiccién), y que supone un ciudadano exento de las arduas tareas de pro- duceién material y consagrado al ejercicio de lo que llaman virtud: la consecucién de la autarquia, el aprendizaje te6- rico para adquirir criterias adecuados en lo politico, en lo &tico y en lo cientifico, el uso enriquecedor del ocio, el cultivo dela mente y el cuerpo, y la interiorizacién de va- lores socialmente reconocides como buenos. Todo ello implica una nocién de comunidad, es decir, un grupo 6 Platén, El Polio, XXIX, 280-8, cuado por Mondalf, Rodolfo, El ensemienton ob. ct, Yo. pg 267. 7. Platin, Primer Alcibiades, XXV1, 131, Gtado por Mondeo, Rodolfo, Elpensarient.. ob. ct, vol. 1, pg 268, 8. Roll Eric, Historia delat docerinatan ob, city pi. 25 34 Repensar el trabajo relativamente extenso que comparte un modus Hy los valores que lo fundan; pero dicha comuni: fexcluye el trabajo y la fuerza de trabajo, ambitos li- Jos suministrar el cimiento material para que el ciu- pueda cjercer sus derechos. Aristételes excluye derecho a la ciudadania no sélo a los esclavos, sino a aquellos que laboran por la produccién material de jociedad; asf, en su Politica leemos: “Una ciudad per~ jamés deré una ciudadania a.un artesano; fa virtud ciudadano no es propia de cualquier individuo, ni de en solamente ¢s libre, sino de todos los que se hallan intos de los trabajos necesitados. Los sujetos a los tra- sos necesarios, si se hallan al servicio de un hombre, jon esclavos; si estin al servicio del ptblico, som artesa- y mercenarios”.’ Conteibyeron 4 una visién degradante del trabajo la vyaloracién que Platon hizo de las ideas a expensas del ‘mundo sensible; l consecuente determinacién de la vida vvirtuosa centrada en la contemplacién de las Ideas y, por Jo mismo, desligada de los vaivenes de la realidad mate- flaky la deduccién de pautas de conducta a partir de esta vida contemplativa. Como bien sefiala Felice Battaglia,” todo trabajo tiene en comin la resistencia de un material con la cual es preciso bregar, sea para transformarlo o pa- ta encauzarlo, trétese de un objeto que provee la natura- Ieza o de un abjeto-sujeto, es decir, una relacién con otra persona, Este acto mismo de tensi6n, de desgaste, de mo- tricidad transformadora es, bajo la dptica de la virtud platGnica, una degradacién. Lejos de ser la realizaci6n de las potencialidades humanas o la dignificaci6n ético-so- 9 Arisévles,Poica (VI, 13,1358), ckado por Mondolfo, Rodolfo, El pensamiente. ob ci, wo T, pag 77 10, Batali, Felice, Floofe dl abajo (eradceiso: Francisco Ellas de “Tejeda, Revies de Derecho Privado, Madrid. 35 Martin Hopenhayn cial del hombre, el trabajo es, para esta cultura a medias democritica y a medias aristocritica, todo lo contrario: la inhibicidn del ideal autarquico y la exclusi6n del sujeto del trabajo frente a lo ético y lo politico, Llama la atencién que una cultura de tan sorprenden- te desarrollo en el campo del pensamiento haya caido, en la reflexion sobre el trabajo, en un nacuralismo restringi- do, La esclavirud era, em este marco, un fendmeno “natu- ral” y Aristoteles da cuenta de ello en su Politica, donde sostiene que hay quienes estén destinados a hacer s6lo uso de su fuerza corporal y cuyas necesidades se ven satisfe- chas en el restringido Ambito de la actividad manual. El esclavo, dice Aristételes, jamas podra llegar a descubrir 0 inventar nada por sf solo, y en esa medida su naturaleza no es libre: requiere de la ayuda de otros para aprender a distinguir el bien del mab, lo dtl de lo init, Io verdadero de lo falso. La‘autarquia, 5i bien es el fruto de un esfuer- zo estoico, exige la bendicién de la gracia. Siya desde Platén lo ético y lo intelectual, lo bueno y lo racional (cidético) son inseparables, entonces el trabajo «3, en el mundo griego, una actividad irracional, Resulta extrafio asociar el trabajo a lo irracional, especialmente para nosotros, hijos de la modernidad y habituados a la identificacién utilitarista de racionalidad y productividad, Para un ciudadano ateniense, lo racional tiene su fuente en la actividad contemplativa o, cuanto més, en la disposi- ci6n del cientifico 0 del politicos pero es incompatible con la prictica “contaminante” de quien se halla sometido a du- tas labores fisicas. En su Politica, Aristételes aconseja a los ciudadanos abstenerse de toda profesién mecénica y de toda especulacién mercantil. La primera limita intelec- tualmente, mientras la segunda degrada lo ético, Pero lo &tico y lo intelectual, componentes de lo virtuoso para el ideal griego, forman una unidad indiscernible, y es tan 36 Repensar el trabajo ‘condenable el error de la razén como el acto deshonesto. Por ello, las limitaciones intelectuales del esclavo y la sed ide ganancias del comerciante son condiciones indignas del cindadano politico. La sintesis de lo racional y lo bueno en la nocién grie- gade virtud y el vinculo fuerte entre conocimiento y mo- fal que Platén establece, son consistentes con la divisién entre trabajo manual y trabajo intelectual y con la valo~ tacién de este tltimo a costa del desprecio por el prime- 0, Sélo el ocio, dicen los filésofos griegos, nos permite ser virtuosos y, por ende, juzgar bien. Este “bien” tiene doble sentido: un sentido gnoscolégico (juzgar sin error) ¥ uno ético (juzgar sin mal). El hecho de que sean esca- 0s los hombres agraciados con el don de la virtud es atri~ buido por Aristételes a designios de la naturaleza, la cual tha generado un orden donde el hombre virtuoso perma- nece por encima de la contribucién de los trabajadores manuales que le despejan el camino a la virtud. Lallinea divisoria que separé la actividad manual dela {intelectual suscit6 un fenémeno paraddjico en la cultura Briega, la que si bien produjo asombrosos avances en el smpo de las ciencias exactas y en especial en las matemé~ ticas, fue incapaz de traducir el desarrollo de las ciencias fen grandes innovaciones tcnicas. Sin ir més lejos, Eucli- des, en sus Fundamentos de geometria, creé un monu- mento imperecedero de las matemiticas en la cumbre de Ii cultura helenistica. “Semejante trabajo parece haber sgurgido con el solo propésito de probar que la geometria, en tanto estructura de pensamiento deductivo, no obede~ fa mas que a si misma. En el caricter sintético del pen- famiento no se tomé en cuenta el intercambio material del hombre con la naturalezs, ni desde el punto de vista de fuentes y medios, ni desde el punto de vista de fines 0 tws0”" En qué medida la separaci6n del trabajo manual 37 Martin Hopenbayn y al trabajo intelectual —y la premisa de que esto iltimo no era trabajo, sino actividad regida por un ideal de au- tarquia—, impidid, en la cultura griega, que la ciencia eristalizara en técnica? ¢En qué medida contribuyé a ello el hecho de contar con una fuerza de trabajo esclava tan sumerosa que compensaba cualquier estancamiento en el desarrollo técnico? Otras valoraciones del trabajo En la mitologia homérica, los dioses no trabajan, pero se les adjudican todas las pasiones humanas y se mezclan con la vide sensorial de los hombres; se comprometen con los vaivenes mundanos mas no con el trabajo. Por ello, ya en la Grecia de Homero hallamos una actitud de reserva ante e] trabajo; los hombres, a semejanza de los doses, han de despreciar las labores manuales y aspirar al goce o a la contemplacién, Sin embargo, no en toda la Grecia arcaica encontramos este desprecios como bien sefiala Battaglia,” también hubo una corriente que reivin- dicaba el trabajo. Hesfodo, tres siglos antes que Platén institucionalizara el desprecio por el trabajo, sefald en Los trabajos y los dias que éste es el necesario y justo cas- tigo de Jupiter al pecado de Promeveo. Precedente del concepto judeocristiano de “caida”, el mito promereico alude a la desobediencia al mandato divino y a la necesa- tia expiacién impuesta como castigo por los dioses para redimir el pecado, Esta expiacién exige el “sudor de la frente”, y leemos a Hesiodo: “Pero los Dioses inmorta- les han mojado con sudor la [via] que lleva al logro de la buena finalidad. Hasta logearla, el sendero es largo y em- 11 Sokn-Rethe, Alfed,Intelecnal. ob. cit pe 103. 12 Battaglia, Felice, Flfia del erabgj, ob, ct. 38. Repensar el trabajo lo, pero, alcanzada la cima, se hace fécil y desapare- Ja fatiga de la jornada, Acuérdate por lo tanto, de mi cidn y trabajo, Los Dioses y los hombres odian mente al que vive inactivo. Se asemeja a los zdaga~ que, inactivos, devoran el fatigoso trabajo de las abe- No es vergiienza el trabajo: vergiienza es la falta de joriosidad”.”” La cita de Hesiodo es el reverso de la tacién platdnica del ocio: el trabajo es considerado jacién y exigencia social para todos los individuos, « ‘yer que se condena el usufructo del trabajo ajeno. La valoraciéa positiva del trabajo reaparece tres si- ‘mis tarde en algunos sofistas. Protigoras ubicd el io y el arte (Ia técnica) en un mismo rango, y Anti- inte decia: “los honores y los precios, y toda especie de iciente que Dios ha concedido a los hombres, deben ne- ferariamente resulrar de fatigas y sudores”. En cambio. desprecio por el trabajo manual ruvo su origen en la stocracia guerzera dérica, que impuso a los vencidos fagteos el yugo del trabajo sobre las tierras conquistadas. Bn el otro extremo, campesinos desposeidos y vencidos, tin identidad politica y excluidos de la ciudadanta y de fos cargos piblicos, opusieron 2 la filosoffa aristocritica tuna religién de misterios que exalta el trabajo por el cual tin tunidos a la tierra, y le atribuye un valor sagrado. La 2 de Hesfodo, en primer lugar, y Ia de la religion de misterios, més tarde, encarnaron la voluntad del cempe- fino y no la del terrateniente; y “en este Ambito de las dos clases se dieron dos religiones: una, aristocrética, olimp ‘2, contemplativa y estética; la segunda, la popula, reli- gidn de misterios y de clase desheredada donde se apre- cia al trabajo, cosa dura y fatigosa, cuyos descansos son las festividades religiosas, cuyo rescate esta en la vida 13, Hesodo, Lo abajo los dis, ples. 26 Rodolfo, pemsemtent ob. it, vo 39 Martin Hopeahayn eterna, El hombre ligado a la tierra rinde culto ala tierra, advierte sus transformaciones y siente en todo ello Ia 2c- cién de lo divino que universalmente envuelve y levanta todo. El trabajo que lo une a la tierra adquiere para él un sentido sagrado y también, por ello, moral”." Este punto de vista, si bien opuesto al platénico y al aristocrético, compartié con ellos la valoracién divinizante de la natu- ralezas pero es por medio del trabajo, y no de su negacién, como el hombre entra en comunién con la naturaleza y purifica su vida. El trabajo agricola, no el ocio terrate- niente, adquiri6, en este marco, una dimensién ética que Ja filosofia clasica le negara mas tarde. Pero si bien hubo, como vemos, una perspectiva que valorizé el trabajo, se impuso en el pensamiento la pos- tura aristocratizante, que minimiza el rol del trabajo en la vida social y lo condena moralmente, y que puede res mise en las acertadas palabras de Battaglia: “El trabajo que parece emanciparnos de las cosas, en cuanto las do- mina y subordina, en realidad representa la prisién de nuestro ser en el cuadro de la naturaleza. Mejor salvarse con el retorno a nosotros mismos, de manera que el pen- samiento nos vuelva al pensamiento[...] la sabidurfa grie- ga concluye en la contemplacién y rechaza el trabajo”. Matices de un concepto: caldeos, hebreos, romanos y cristianos La desvalorizacién del trabajo manual en la Grecia ica contrasta con su exaltacién en los textos sagrados pueblos que vivieron en el Medio Onente y cuya exis- ia data también de antes de la era cristiana. Una po- le explicacidn es que la division del trabajo que desa- 6 Ia civilizacién helénica no tuvo paralelo entre los ldeos o hebreos, cuya existencia se mantuvo ligada a actividades agricolas y cuya modalidad social no endié el Ambito de clan familiar 0 de pequefia co- iunidad, Esta diferencia respecto de la sociedad griega ibuyé también a que consideraran el trabajo desde tuna dptica distinta. La produccidn comunitaria consti- tuyé la base para una estructura social y de relaciones Ihumanas menos compleja que la sociedad de clases pro dela Atenas en el siglo V a. C. Es natural que grupos 10s que convivian y aseguraban su subsistencia en el trabajo agricola, generaran otro pensamiento politico. Y en le medida en que vivieron y se alimentaron del fruto de su propio trabajo, dificilmente llegaron a despreciar ¢] trabajo manual, Martin Hopenhayn La division tajante entre actividad manual e intelec- tual y el desprecio de la primera suponian un proceso de acumulacién de capital y la formacién de pequefas ciu- dades donde la comunidad rompe sus lazos familiares. Se constituye asi una sociedad con complejas relaciones in- ternas, distintos grupos sociales e instituciones estatales que regulan le vida péblica de la ciudad, perpetuando o alterando los roles dominantes, Pero mientras la acumu- lacién no pasa de ser el stack que la cosecha garantiza para no sucumbir al invieno que sigue, y mientras la asociacién de productores es la misma que la de quienes deciden sobre cémo racionar y distribuir ese stock, nada de malo hay en trabajar, Caldeos Asi se hace comprensible, por ejemplo, que en escritu- 115 sagradas de la religién de Zaratustra, entre los caldeos, eamos: “Es un santo aquel que construye una casa, en la que mantiene el fuego, el ganado, su mujer, sus hijos, bue- nas parias. Aquel que hace a la tierra producir el trigo, quien caltiva los frutos del campo, propiamente él cultiva 1a pureza”.' Nada comparable con el desprecio por el tra- bajo en los fildsofos de la pols. En cambio, encontramos una moralizacién del trabajo segtin la cual el mérito resi- dia en la autosuficiencia; pero no se trataba de una autar- ufa espiritual, sino de la autonomia bisica de carécter material, Subsistir con las propias manos y consumir los frutos del propio trabajo, eran, conforme a este parrafo sagrado, précticas de vida dotadas de valor moral. Al aso- 1. Yanna, XH, fo por Baap a (ceaduccién: Francisco Elis de Tejeda}, Reva de Derecho Privade, Madeid, 1985, pig 2 Repensar el trabajo trabajo agricola con la purificacién espiritual, el tex smpafid el escaso desarrollo de la divisién del traba- Ja comunidad de la que es expresin. Dotar al tra- ‘manual de un rango similar al de la contemplacién fica suponia que en semejante comunidad quienes Jan y quienes consagran parte de su tiempo al cult- ritual son las mismas personas. Jel mismo modo, no sélo la actividad se hallaba do- de valor ético, sino también su producto: quien cul- Jos frutos del campo, cultiva la pureza. De acuerdo el texto sagrado citado, la actividad agricola de los era doblemente productiva: tanto una funcién econémica de produccién material de la comuni- |, como también una prictica fecunda en lo espiritual. Imismo modo, el bien producido por esa actividad es "tanto en sentide erandmico, en tanto satisface necesidad vital, como en sentido ético, en tanto cris- ay perpetia la capacidad edificadora de quien lo ex- jo de Ia tierra. “Quien siembra el trigo, siembra el leemos en el Sendavesta, El trabajo y sus produc- feran vistos como expresiones concretas de la vida pu- ¥y no de su negacién, Hard falta una filosoffa dualista mo la de Plarén—, que separe lo ideal de lo sensible, 1 lo primero y desprecie lo segundo, para negarle ala produccién material. Hebreos Entre los hebreos, la valoraci6n del trabajo estaba te- ida de ambivalencias que lo situaron a mitad de camino entre la exaltacién de los caldeos y el menosprecio de los Atenienses. Como los griegos, los hebreos veian en el tra- bajo un mal necesario, una actividad sacrificads y fatigo- 3 Mactin Hopenhayn 3, pero no por ello desprovista de sentido ético. El he- breo crefa conocer la causa de esta obligacién de trabajar, pues sentia como deber de cada cual expiar el pecado co- metido por sus antepasados en el paraiso perdido. Dice el Talmud: “Si el hombre no halla su alimento como ani- males y péjaros, sino que debe ganérselo, es debido al pecado”, Con ello, el trabajo adquirié un sentido que los griegos no le atribuyeron: un sentido social y un sentido histérico, Los griegos carecian de sentido hist6rico, pero centre los hebreos el hecho de que el trabajo fuese parte del imperativo de “saldar una cuenta” con el pasado del propio pueblo, hizo emerger un sentimiento de conti- nuidad intergeneracional, de desarrollo y de direccién dentro de la historia. Es cierto que el trabajo encarné aqui, como en los ariegos, un destino fatal, Peco esta fatalidad se justifies Porque a través de ella se superaba el reino “caido” por ‘causa del pecado original. El trabajo era un medio para producir, pero también para redimir, En tanto castigo, poseia carga negativa, pero como expiacién tuvo sentido positivo. Como en los griegos, el trabajo fue una dura necesidad; pero ya no se trataba de una necesidad ciega, sino de una expiacién cuyo objetivo era saldar la cuen- ta de los ancestros y reconquistar la dignidad espiritual para el pueblo. Asi, el sudor de la frente es lo que a la postre despeja la frente Elsentido histérico en los hebreos cambié la vision del mundo y dela vida. Silos griegos aceptaban un orden cés- ‘ico ante el cual nada puede hacerse salvo elevarse en su contemplacidn, para los hebreos la nocién de expiacién legitimaba a la vez las nociones de cambio, finalidad y voluntad de transformacién. El mundo no era para ellos algo acabado, sino algo por moldear, por elevar al rango deun ideal que sélo los esfuerzos del ser humano pueden 44 Repensar el trabajo factible. Restaurar la armonia que el pecado ori destruido y contribuir a instaurar el Reino de Dios Tierra eran los méviles que dignificaban la actividad mana. Roto el dualismo platénico, se rompié también jegradacion de Ia actividad productiva. En la literatura ica se sostuvo, sin negar Ia venida del Mesias, que el 0 de Dios emergeri lentamente desde la realidad ac- gracias a la buena voluntad y al trabajo del hombre do solidariamente. El Apocalipsis puso énfasis en meta; la literatura rabinica, en los medios que a ella con- ‘Samea convocaba a amar el trabajo, que es una for~ de cooperar con Dios en la salvacién del mundo. El ino Ismael sefialaba que a la labor de la Ley, la contem- én, debe sumarse el trabajo de la sociedad. Los fari- consideraron insuficiente la ensefianza de la Ley, jtaron el trabajo humano manual y culpaban al padre sro ensefiarle a su hijo una ocupacién honesta: “Aquel vive de su trabajo es superior al hombre temeroso de *, Estas referencias, aunque posteriores, ratifican el piritu originario del pueblo hebreo, que no contrapuso ‘voluntad divina 2 la humana, sino que, por el contrario, io sentido a la segunda postulando su libertad para arse a la primers, Con ello, dots a la actividad hu- na del derecho a rectficar el desorden y la desarmonia imperan en el mundo. El trabajo-espiacién, median el cual se redime el pecado de Adan, rescat6, “bajo un 10 natural, el bien que se habia perdido delante de Dios, la dignidad”.* Hebreos y caldeos comparten la connotacién tanto ea como econdmica del trabajo. Este produce en do- sentido: asegura las condiciones materiales de sub- jistencia y prepara las condiciones necesarias de auro- realizacidn. Pero el pueblo hebreo no exalts el trabajo I cag Flee otc dca i le 45 Martin Hopenkayn en sf mismo; para el hebreo uno aunea se realiza por medio del trabajo, pues éste es siempre una actividad Penosa y; en lo inmediato, desgastante, No es un espa- cio de autorrealizaci6n, de gratificacién personal o de clevacisn, sino tan s6lo un medio para una posterior au. torrealizacién y elevacién. Por ende, no tendria valor ético en si, sino que fundarfa su dignidad en algo exter- Bo y que incluso, lo niega (pues el Reino de Dios es un eino en el que el trabajo no existe). El concepto hebreo era, pues, ambivalente, y esta ambivalencia ser recu. rrente en la reflexién sobre el trabajo en ulteriores fases de desarrollo de Oceidente.’ ‘Si bien la valorizacién positiva del trabajo manual en la Antigiiedad suponia un régimen comunitario de pro- duccién y una division del trabajo de escaso alcance, del Antiguo Testamento podemos también deducir que se trataba de un momento de importantes cambios sociales, donde Is justicia comunitaria se hallaba amenazada por clcomercio naciente y la creacién de un mercado que se- Paraba a productores de consumidores. Cuando la pro- ducsién tiene como fin el cambio privado, el proceso econémico-social se hace dificil de controlar, pues ad- quiere una dindmica que rebasa la yoluntad individual. De la propiedad privada nacen el comercio interior y el exterior y, con ellos, la posibilidad de acumular rique- 2as, situacin que genera diferencias entre los miembros de la comunidad, “Tu-] la rebeldia espiritual de los profetas —escribe Eric Roll— refleja este cambio en la estructura econdmi. Repensar el trabajo la avaricia de la sociedad nueva, trata- a Fieeealas formas de vids de de revivir la justicia y clemencia como formas de social” * Vemos en los profetas Ja misma oposi ails acumulacién desmesurada que mostraron algu- ensures gregos. Pero mientras estos limos, en ede un principio audequico que despreiab ev rena, condenaban por igual ls acumolcin de lo dantes y el trabajo de los esclavos, en los hebreos, elcontraro, donde fle esta atargui atimnondana, indena de Ja acumulaciéa no fue condesta al trabajo ala apropiacién del trabajo ajeno. Romanos y primeros cristianos ‘Ast como los profetas hebreos resccionaron ante una a modalidad socioecondmica que imprimié su estra- tin, el crstianismo, considerado en su doctrina so- se forj6 en oposici6n a la estructura sociopolitica del jo romano. s, un aglomerado de Este Imperio fue, en sus origenes, un aglomerad etas comunidades apricolas con cscaso tréfico y divisgn marada de clase socles, Pero as cond cohesién nacional y la jones naturales favorables, I : migusta de colonias produjeron la transicin acelerada fis tna estrocrara social politica mis sofistcada. A edie que samentabs el poder de Roma con las = istas, aumentaban sus crisis econémica Bay arccontine de anea Los crecenes implesto Aesquiciaron a los pequetos agricultores a la par que enriquecieron a terratenientes, junto con los prestamis- Fe is Mori ds dara condi ad pe) Fond de Cau Bonini, Me 197 op a Martin Hopenhayn tas y mercaderes, creando asi una nueva clase adinerada. Los conflictos sociales que se desencadenaron a lo largo del Imperio, atemperados, primero, por la consolida- cién de la administracién y de la nacién publica, pero agudizados més tarde, cuando los plebeyos se vieron aplastados bajo el peso de los tributos requeridos por tun aparato administrative desproporcionado (y cuando se hizo dificil mantener Is enorme masa de esclavos),ter- minaron con el poder econdmico de la clase gobernante y con la integridad del Imperio. Las crisis internas, jun- to con el debilitamiento militar en las provincias, preci- pitaron la caida de Roma Durante el Imperio, la esclavitud continué siendo la base de la economia, a tal punto que el enorme contin- gente de esclavos contribuyé a la aguda desocupacién de trabajadores libres. La asociacién de corporaciones, “refugio de los trabajadores durante la Repiblica, pier. de bajo el Imperio el estatuto de libertad que regia” El Estado comenzé a encauzar en su propio beneficio las corporaciones de produccién que constituian la unidad econémica de la Republica, y el intervencionismo pabli- co desplazé huego la iniciativa privada y corporativa. Si bien durante el Imperio la industria registré una expan- sién significativa como consecuencia de la expansion del consumo, de la explotacién de nuevas materias pri- mas y del auge comercial, ello no produjo cambios de estructura, sino una intensificacién del modo artesanal y doméstico de la industria. Como en Grecia, la abun- dancia de mano de obra esclava y el hecho de que la ac- tividad agricola fuera més prestigiosa hicieron que no cambiaran nila técnica nila modalidad de la di trabajo, 5. Lagos Matus, Gustavo, El probes bistro del ridica de Chile, Santiago, 1930, pip 3. 48 Repensar el trabajo El problema del trabajo y de las formas que adopta ‘no difieren sino cuantitativamente de las formas ena Grecia clisica. No obstante, en el tratamien- concepto de trabajo Roma ofrece nuevos aportes Tn perspectiva del derecho, Eric Roll destaca como iva, por su importancia econémica, la contribuciéa icieron los juristas romanos en el ordenamiento de laciones econdmicas, al legitimar los derechos de la edad privada “casi sin limites”, garantizando “la li dd contraciual en una medida que parece rebasar las liciones de aque! tiempo” * El individualismo juridico, muente con el individualismo econémico, no consi- como parte de las relaciones de trabajo la trata de es- ppues, como los griegos, los romanos consideraban wv0 una cost, desprovista de personalidad juridica hhay relacién de trabajo entre el esclavo que realiza una manual y su dueiio, pues semejante relaciSn es parte derecho de propiedad individual que un ciudadano le ejercer. 7 Pero el problema se complica cuando el duefio no pa al esclavo, sino que lo alquila a un tercero. Siendo fesclavo una cosa, serd preciso aplicar la forma juridica frrendamiento de cosas. Por ello, el arrendamiento servicios surge como un apéndice del de cosas mue- is, aunque en rigor la cosa arrendada no es el esclavo s6lo su fuerza de trabajo. Asi, “por una pendiente sensible que se inicia con esta construccién juridica, cl espirita de los juriconsultos romanos, el esclavo ipieza 2 comunicar su calidad juridica de cosa a la ac- lad de trabajo que ejecuta”,’ De este modo, los mis- os términos juridicos se desplazaron a trabajos que no ejecutados por esclavos, donde el trabajador no ac~ 6 Roll, Eric, Historia de las doctrinas.. 0b, city pag. 4. © 7. Lagos Matus, Gusts, El problema. ob. ct, pép- 33. 49 ‘Martin Hopenhayn tuaba como contratante sino como objeto del contrato, como “una cosa cuya actividad constituye la materia del contrato”. El trabajador quedé excluido de la participa- ci6n en el contrato y esta materializacién del trabajo co- mo objeto de derecho fue haciéndose cada vez més ex- tensiva, aleanzando al hombre libre que por decisién propia se somete a ejecutar un trabajo por cuenta ajena, El derecho romano marca, de este modo, el antecedente del arrendamiento de servicios del derecho civil moder- 10; la actividad del trabajador, por vez primera, se trata como objeto. Las raices hist6ricas del eristianismo, en su conteni- do social, son indiscernibles de una reacci6n critica de Jas “colonias” ante el individualismo clasista del Impe- rio romano y sus implicaciones en la desvalorizacién del trabajo manual. Como reaccién al Imperio ya sn es- tructura clasista, el cristianismo rechazé la riqueza y el ahorro. El orden providencial no exige acumulacién en 1a vida terrena, y Mateo Jo hace explicito en VI-19-21: “No alleguéis tesoros en la tierra”, seiala, “donde la po- lills y el orin los consumen y donde los ladrones perfo- ran y roban. Atesorad tesoros en el Cielo, donde ni la polilla ni el orin los consumen y donde los ladrones no perforan ni roban. Donde esti tu tesoro, alli esté tu co- raz6n”. Esta busqueda en la interioridad y en la expe- riencia intima y emocional parecié minimizar el peso del trabajo en la vida terrena. En contraste con el reino por venir, el trabajo poco podria aportar, pues lo decisi- vo es la fe, la caridad y el amor. Pero esta primacta de la actitud contemplativa se vio a su vez negada por el con- cepto de encarnacién, por el rechazo a la fe sin obras, y por la exigencia de servicio y de caridad desde las fuen- tes mismas del cristianismo. Por otra parte, ya en el Nuevo Testamento, y de manera especial en el Génesis, 50 Repensar el trabajo le encontrarse la exigencia hecha al hombre de se- Ja tierra (a imagen y semejanza de Dios), lo que altrabajo de espiritualidad. \ Para Jestis, su misiGn como Mesias inclufa la emanci- fn de pobres y oprimidos. Como un llamado a cul- o perfeccionar la ley de os hebreos, el cristianismo nitivo asumié y reforzé una antropologia que enfati- seftorio del hombre sobre la naturaleza, que sina al bre en el centro del mundo y, a la vez, le exige su ser- al bien comtin de la sociedad. Como los profetas 3s, Jestis atacé a los explotadores y condené la acu- de riquezas. Best Ios hebreos fundaron su repuio ala nueva adinerada en la evocacién de un pretérito comuni- 9, en el mensaje de Cristo a través de los Evangelios mds importante no fue el rescate de las tradiciones he~ ladas, sino la fundaci6n y fundamentacién de nuevas ‘de conducta social cuya raiz estd en los valores tianos de justicia y amor. En este sentido, su llama fento no sélo fue més revolucionario que el de los ofetas hebreos, sino también més universal, pues se rigfa a toda Ja humanidad. Su finalidad no fue poner ala explotacidn individual, sino al cambio total de la ondiucta del hombre en la sociedad en que vivia El universalismo del mensaje de Cristo era incompa- ble con la esclavitud, que los filésofos griegos justfica- "fon La soliavidad genie y a gualdad de rodos ame ,e valorar indistintamente a todos los hombres ests trabajos, “...] al dirigirse a todos los traba- res de su tiempo, [Cristo] proclamé por primera vez ignidad de todas las clases de trabajo, asi materiales ‘como espirituales.”* No por nada sus primeros y més fervientes discépulos fueron esclavos, campesinos po- Rol, Eric, Historia de las datrina... ob. cit. pig 38. 51 Martin Hopenhayn bres, pescadores y artesanos. Pero la adhesin de éstos al Mesias era una manera no de reivindicar sus derechos en cl interior de Ia sociedad, sino de postular y practicar una forma de vida radicalmente distinta, Los esclavos y trabajadores pobres, al adherir a la nueva religiSn, aban- donaron toda expectativa de progreso material. Una opo- sicién abierta se desaté entre los aspectos espirituales de 1a nueva religién y las cuestiones materiales que dividian al Imperio. El cristianismo primitivo conservé, en lo que respec ta a la nocién de trabajo, la ambivalencia hebrea y la vi- sidn del trabajo como castigo impuesto al hombre por Dios a causa del pecado original. Pero le asigné un nue~ vo valos, aunque siempre en tanto medio para un fin vir- tuoso: el trabajo, para el cristiano, no sélo se destinaba a la subsistencia sino sobre todo a producir bienes que pi\- dieran compartirse fraternalmente, Si se utilizan los fru- tos del trabajo para la préctica de la caridad, el trabajo mismo se convierte en actividad virtuosa, Eri el carfcter moral atribuido al trabajo el eristianismo primitivo di- fiere de la concepcién hebrea, pero mantiene el rango de medio para un fin moral, ‘También se atribuia al trabajo (siempre como medio, sin valor intrinseco) la finalidad de mantener al indivi- duo fuera del imbito del ocio, la concupiscencia y los malos pensamientos, lo que invierte la valoracién grie- 2 del ocio. La comunidad eristiana fue comunidad de trabajadores, y quien vivia del trabajo ajeno era poster gado y éticamente condenado. Trabajar era, para el eristia- fo primitivo, una manera de expresar su amor al género humano mediante la entrega desinteresada inherente a Ja préctica de la caridad, Curiosa paradoja, donde no se ‘rabaja s6lo para recibir algo a cambio, sino para dar. ¢Cuanto de esta concepcién subsiste en nuestra actual 52 Repensar el trabajo deracin moral de trabajo, en la condens del ocio, imperativo ético y de reconocimiento social en el iio? Preguntas que resuenan hoy en un mundo don- trabajo tiene futuro incierto. Supervivencia y sentido: el valor del trabajo en la Edad Media a estructura feudal a fos gremios de artesanos concepto de trabajo latente en el pensamiento so- de los filésofos medievales suponfa la plena acepta- de la fe cristiana y del dogma de la Iglesia. Dicho to adopts connotaciones ambivalentes: por un la~ fe exalts el trabajo como deber natural del hombre y medio para la prictica de lz earidads por otro lado, mantuvo a distancia respecto del sentido de la vide: bajo es un medio, y ea si mismo carece de valor. En el pensamiento medieval volvemos a hallar la se- cién que griegos y romanos kabian establecido entre derecho y deber a trabajar. Los pensadores cristia- 5, como Santo Tomés, debieron compatibilizar enfo- Eversos, pues, a la vez que adherfan a ja fe cris , estaban también inmersos en una sociedad dividida tensiones politicas y con los recurrentes conflietos el comercio y los terratenientes, donde distintos 55 Martin Hopenhayn grupos —artesanos, siervos, sefiores, eclesiésticos— de- bian justificar sus derechos y pretensiones en la sociedad. En el siglo XI, por ejemplo, Adalberto de Ledn postulé tuna divisidn tripartita de los “estados” o estamentos socia~ les: oradores (eclesidsticos), defensores (guerrero) y la- bradores o agricultores. Estos tiltimos eran los mis des- preciados; en cambio, el menosprecio hacia los artesanos se atenué debido a la creciente importancia del gremio, y también porque en muchas comunidades mondsticas a ca- da cual le correspondia algiin trabajo manual, En la Edad Media, “[...] la distribucién: y regulacion de la propiedad, sobre todo de la tierra, tuvieron su ori- gen en procesos que ocurrieron en el tiltimo perfodo del Imperio Romano” *Pero la decadencia de Roma fue tam- bién la disoluci6n de una economia de raices esclavistas con un difandido régimen monetarin Roma se habia convertido en un luger poblado por una masa atomizada de dos millones de personas que vivian a costa de los be- neficios sociales del desempleo. Los enormes laifundios, posefdos en su mayoria por senadores y trabajados por esclavos, fueron cediendo paso a ua nuevo modo de pro- duccién que llevaria el pulso del Medioevo: la propiedad feudal y a relacién entte sefir y siervo. . La decadencia de Roma y la disolucién de la produc- ‘cin destinada al intercambio mercantil llevaron a recrear el trabajo. Si en Grecia y en Roma el objetivo era produ- cir mercancfas que poseyeran un valor de cambio en el mercado, la caida de Roma fue, en cierta medida, el co- mienzo de —o el regreso a—unidades econémicas que se autoabastecfan y para las cuales el trabajo estaba consa- grado a producir para el consumo y no para el intercam- 1 fll ig Har des deine conan (asin Toe se) Maxie, FCE, 1973 pg.37.Noeewos que Roos : alvidermos que Ress conserve ita eyorativa del trabajo manual transmitida por | i Bisco Repenser el trabajo 0. A diferencia del esclavo, el siervo del feudo fue, aun- ¢ parcialmente, propietario de si mismo y de los frutos su trabajo, si bien debfa destinar gran parte de su pro- eeién al sefior. Asi, “el trabajo productivo perdié su tompatibilidad con la calidad humana del hombre y do emprenderse sin el riesgo de Ia esclavizacién. El tianismo, con su culto religioso del hombre en lo abs- 10, fue una expresidn ideol6gica plausible de esta in- cién. El sietvo y el villano eran bautizados al igual ‘el sefior feudal”? Encontramos aqui un interesante Jo entre la desaparicién de la produccin de mer- la revalorizacién del trabajo humano y la disolu- nde la esclavitud. No debe extrafiar, por lo tanto, que Edad Media haya albergado un concepto de trabajo 10s peyorativo que el de la Antigiiedad clasica, si bien jere a jerarquias propias de una sociedad estamental di- fidida en sefiores y siervos. El desarrollo econémico del feudalismo europeo co- enz6 con un regreso a la agricultura campesina en pe- fia escala y a la produccién de artesanos indepen- dientes, como resultado de un cambio en el método de dministracién de las grandes propiedades de tierras en iiltima época romana, En lugar de trabajar sus tierras on esclavos de su propiedad, los terratenientes arrenda- an parcelas a arrendatarios libres 0 a esclavos. Estos wl- mos debian, a cambio, pagar una renta en especie y di- 0 y, la vez, encargarse del cultivo de los dominios del ferrateniente. La defensa de los dominios del propietario condujo a la formacién de una casta de colonos militares ‘gue, si bien posefan privilegios sobre los otros inquilinos, debian someterse a obligaciones adicionales. En el siglo fel arrendatario libre fue adserito a Ja tierra, “y asi em- (end manual labour, Critical Social ie, Londres, 1978, ig 108 Martin Hopenhayn ez6 un nuevo sistema de cautiverio que con el tiempo teemplazé eficazmente a la esclavitud antigua”? Los pequefios productores —pequefios propietarios— contaban, a diferencia de los esclavos de otrora, con la po- sesidn unificada de sus capacidades fisicas e intelecruales ¥ con la libertad para aprovechar Ja propia inventiva ¢ imaginacién a fin de aligerar su trabajo. Esta porcién de libertad contribuyé a incrementar la capacidad productiva mediante el aprovechamiento masivo de la energia natural del agua, el viento y las bestas de carga. El crecimiento ge- neral de las fuerzas productivas de las que disponian cam- ppesinos y artesanos individuales, entre los siglos IX y XIII, dio origen a un cambio en el modo feudal de produccién ¥ explotaci6n.* La apropiacién de excedentes, a la vez que snriquecta al sefior feudal, otorgaba mayor movilided y erspectiva al pequetio campesino-artesano, lo cual esti~ ‘mulé la formacién de pequeiias ciudades o buegos donde se intercambiaban los productos, con la inexorable activa cién monetaria que acompaiia al comercio. En los dos si- glos siguientes, la presién por superar las limitaciones del feudalismo condujo a la ruprara del sistema. Esta etapa de transicién fue vital para el desarrollo del trabajo, pues condujo ala creacién de gremios corporati- vos. Manteniendo la continuidad entre la familia y la profesién, tales organismos nucleaton a los artesanos en torno de un trabajo considerado socialmente digno, itil a la colectividad y provisto de un valor moral. El miembro de la corporacién era una persona, tanto en el sentido so- cial como en el moral. Junto con estas insticuciones nacian ‘nuevas normas juridicas tendientes a la proteccién del tra- bajador, con la premisa de que el trabajo debia agcuparse en organismos de carécter colectivo. El trabajador era libre 3. Roll ric, Hora de lat doctrinaray ob spl 370 4 Véae Soho Rethel, Alfred, Incecua, b,c, pg 106-10, 58 Repensar el trabajo joraci6n a la cual pertenecer y en la cual Becher cords de tabsjoypero a entrar en ell pasaba formar parte de un cuerpo que se administraba por si smo y aseguraba la disciplina profesional. Daeees Ia corporacién constituyé un cuerpo interme ae 5 Ig comunidad familiar y la comunidad urbana, don : suborinazon los interests individunes del abajo a srés profesional, prioritario y de mayor rango en aa de la ciudad. Esta institucién —el mre a econémica en la ciudad. Opera con ee afc is ara un mercado pequeiio y t arose als srsacin des secsdads mis ur ees ‘XIL, comenzé 2 desmoronarse la es- feudal, basada en un sistema rigido y en una eco nomia cerrad donde el sefior feudal tenfa extensos dere~ os sobre la persona y la actividad de los ee es shasta entonces el régimen feudal le garantizaba al cam- sino una porci6n de tierra que poseia hereditariamente y smargen de seguridad y de ganancia que le permitia c da subsistencia —segtin las sobrias costumbres de la ; pero lairrupci6n dela riqueza mueble y de la pro- jeci6n artesanal, junto con su institucionalizacién en cor~ sraciones, permitié fabricar en mayor escala peace cco bienes antes producidos en el dominio feudal, y a ‘posibilité un mas alto nivel de vida de los trabajadores. dinero gané mayor peso que la tierra gracias a las activi- dades comerciales y financieras de los burgos, y esto ocasio- un deverioro de la vida de los siervos, pues el propietario, bia aumentar sus rentas y exigir mas a los trabajacores. na primers mitad del silo XIV k mayor parte de los ‘campesinos compré al sefior st libertad. En esa transici6n, trabajo dio un importante paso hacia su cance 7 Ja mentalidad colectiva dela época, emanada de las corpo- Martin Hopenhaya raciones y del sentido cristiano, valora moralmente la vida econémica y *alimenta una hosilidad para toda renta que ne ex jutficade por una labor peronl”® e modo que en el curso de la Edad Media el ma hina fe desde el puns de via del desnllodelusatay ie formacién de gremios corporativos. Algunas erGnicas ali- denal gremio de tjedores en Magunci en 1099; al de mer- caderes de pescado en Worms, en 1106; al de zapateros en Wurzburg, en 1128 Durante largo tiempo, os premiios ta. vieron calidad corporativa y sus decisiones eran tomnadas como parte de la ley; posetan bienes y derechos sobre los bienes de los miembros que morian sin testar actuaban co. mo mediadores en las disputas, rataban los problemas de horas de trabajo, salarios, calidad, aprendizaje, admisicn en el gremio y en el oficio y “reglamentaban muchas de las cosas que son parte necesaria de cualquier comercio suje- to aun mercado cambiante”’ Aleanzaron tal poder que, después de 1384, los treinta y dos gremios de oficios en Lieja dominaron la ciudad, *y los derechos politicos eran disfrutados slo por aquellos que estaban inscrtos en sus roles” Estos gremios trataron de controlar la oferta en el twabajo: definian los requisitos de ingreso en el ofiio, bus- ‘aban la igualdad para todos sus miembros y se protegian de la competencia desleal, lo cual muchas veces también los lleva crear verdaderos monopolios, como el de la fa. bricacién de telas en Gante desde 1314, ‘Tanto el gremio como la aldea feudal desempefaban un papel protector, pues el trabajador podia cobijarse al Sides Mey Geet pasar Juni de Cae Sonsag 95a pig on a A ab *. Veese Tannenbaen, Frank Ff 1957, pig 20. Frank, Fle del wabejo, Del Peiico, Sazsiago, 7. Thidem, pig 20, 48. idem, pig, 22 Repensar el trabajo su vida y sentirse parte orgénica de una comunidad. yertenencia a una sociedad integrada de trabajo, familia ios sociales més extensos, elevaba su dignidad y la aloracién individual daba sentido su existencia pro- iva, El trabajo adquiria sentido en un marco que lo fa, pues el gremio o el feudo, « la vez que centros irabajo, eran comunidades e instituciones que agrupa- sus miembros dentro y fuera de la actividad laboral iamente tal, A diferencia del anonimato del obrero de ciedad industrial, el siervo y el artesano de la Edad Me- fe sentian reconocidos en su comunidad y podian pal- con las manos el fruto de su actividad, Su organizacién trabajo —agricola o artesanal—no sélo era su territo- seguro, sino también un marco estable y delimitado fe sabian a qué atenerse y ser‘an valorados con la vara eu oficio. Si los gremios constitufan unidades monopélicas en yo interior se daban lazos y jerarquias inquebrantables, si estos gremios operaban en una sociedad dividida en imentos sociales, cSmo se mantenia la cohesién de la edad? Ante todo, porque en la cosmovisién de la épo- esa divisi6n era considerada parte de un orden natural. individuo cumplia actividades reguladas conforme a rango ena escala social, El lugar del individuo en la so iedad, con sus deberes y derechos, se definia de acuerdo leon las prescripciones politicas de su estado. Pero esa de- sigualdad intrinseca era compensada por el mayor el peso de valores morales y sociales, tales como Is fidelidad al grupo de pertenencia, la lealtad ala profesién y al gremio, 7 la subordinacién a los mandatos de la Iglesia. ‘Apoyada en la idea de que los hombres son, en su vi- da tezrenal, intrinsecamente desiguales, esta divisién mi- inuciosa de clases y rangos deber‘a implicar, como para griegos y romanos, un concepto peyorativo del trabajo, y 61 Martin Hopenhayn sobre todo del trabajo manual, Pero, en este aspecto, la Edad Media introduce una ambivalencia distinta de la de hebreos y cristianos. Por un lado, existia en el medioevo tuna mayor valoracién de las actividades intelectuales, en especial de les contemplativas, y un matiz de desprecio ante las Iabores manuales, Pero por otro lado, y como ya se ha sugerido, en el interior de los gremios la valoracién del artesano fue muy distinta, porque se lo concibid co- mo parte orginica y medular de una organizacién colec- tiva que otorga pleno sentido a lo que hace El trabajo en Ia patristica y la escoldstica Nos detendremos ahora a examinar el concepto de tra- bajo forjado en la reflexin intelectual de la época, donde el pensamiento se desarrollé bajo la égida de la pactistica y [a escoldstica cristianas. El examen de esta reflexion nos muestra que el pensamiento especulativo no escapé, a lo largo de la época, de las ambivalencias latentes en la con- cepcién practica del trabajo. La condena moral del cristianismo a la explotacién econémica se circunscribié a un plano general, y a veces vago, donde el retraimiento ascético, como en el caso de San Agustin, descuids la necesidad de reformas sociales especto dea esclavitud. Pero esto no significa que la pa- tristicacristiana haya legitimado el esclavismo y conser- vado los patrones de desvalorizacién del trabajo vigente en la Antigiedad clisica. Herederos del mensaje evangé- lico, los Padres de la Iglesia afirmaron que el trabajo es deber natural del hombre, San Juan Crisdstomo alent6 a sus seguidores a rechazar los bienes adquiridos de modo injusto, haciendo hincapié en que la adquisicién de cual- guier bien supone necesariamente la ejecucién de un tra- bajo, y el objetivo de esta adquisicidn no es sélo gozar de 62 Repensar el trabajo Insbienes, io ant todo praca cari con los po cerlo, decia, constitaye ua robo. a noe recordaba el ejemplo de San Pablo, quien consage6 sus horas al trabajo manual, predicando él mis- mo el seid del wabsjo como meio pra construc Gién del hombre del Evangelio. Segin San Agustin, todo trabajo manual es bueno, pues es ley de ls naturaleza que tl hombre se procure por el trabajo personal y por el tra- bajo colectivo de la comunidad lo que le hace falta para viv ademas de la fancin cartativa que pueda darse 2 Jos frutos del trabajo. En general, San Agustin fue here- dero del pstonismo y conser en gran medi el duis moylo que nor podria hacer sspechar que desralriza aL ebsjo ater, Sin embargo, concilié el dualismo platonico con la posicién cristiana cuando sostuvo que ¢ Esmperina y el arresano, al cumplir sus labores producti- vas tienen cain libre, de modo qe perfetamene compatible pensar on Dios ya ver tbs Deal que tl trabajo no perdi, para San Agustin, la dignidad que habia perdido en Platén, Una vide moral no exige pres- iadir dl trabajo, sino desazrolar Ia eapacidad para in- sertar en el trabajo, un desdoblamiento entre la acciéa fi- sicay la reflexién espiritual” — 5 mene lpn, pans I ala at sis soln ce ports aan cs ese Beer Si tascarace cs nee nan os dal pensrca Dorn yelinlumo sleet ore que pu iRise dante acres hina mod sme then ue en nl do. buses ne eros semt de octal Sloconnparinca. En oc am et urna sl rs ag rad dmnoe deca fd oi Re csarbayesiicrp eons weoidealeas 3 witanrennsr dle Beet on gtarena cn ce memes 63 Martin Hopenhayn A partir del siglo IV se expandis el monaquismo, que contemplaba el trabajo como deber. San Agustin sostuvo incluso que el trabsjo solo es obligatorio para los monjes, y suministra los bienes necesarios para mantener el monaste. Flo, ala vez.que fomenta el amor fraternal y cura el cuerpo y el alma de los placeres del mal, San Benito de Nursia agregs que el trabajo es, ademés, instrumento de perfec ci6n, “Trabaja, y no desesperes”, decia San Benito, y en los monasterios benedictinos los monjes alternaban trabajo y oracién. Pero en ningtin momento el trabajo abandona su categoria de instrumento para un fin que lo trasciende: la purificacién, la caridad, la expiacién, Los franciscanos consideraron que los frailes debfan vivir del propio trabajo, La orden franciscana no era men- dicante en sentido estricto, sino trabajadora y de pobreza, Condenaba la propiedad inmueble y de dinero, pero no ast la de herramientas de trabajo. Limité la apropiacion a los frutos del trabajo y Io necesario para trabajar, dejan- do la mendicidad como recurso timo, ¢ insert6 un ele- mento sin precedentes: el sentido de alegeia que lo acom- alia, dado que el trabajo ha de emprenderse por le gloria y gracia de Dios. Esta conciliacién del “sudor de tu fren- te” con “la alegria de tu coraz6n” otorgé al trabajo una connotacisn distin Elalegre sentimiento franciscano esté bastante alejado del cardcter expiatorio que antes se habia dado al trabajo; al convertirse en una actividad que genera alegria, resulta impensable como castigo. Pero su caricter “alegre” no lo convirtid en un fin en si mismo; porque en ese caso ha- bia sido un desafio a Dios y no un servicio, La alegria no nace de la actividad misma, como puede ser el caso del juego, sino de su finalidad, la de servir a Dios del mejor de los modos posibles. Desde esta finalidad, la alegria se royecta hacia la actividad que la hace posible. Si la ale- 64 Repensar el trabajo rabajo fuese el fin, la esencia de éste radicaria, ia ce Agustin, ena autoadoracién yen ont én del ego lo que no aie de Pam los frutos iqueza, como fin en si mismo). mn, el trabsjo agricola yartesanal aparece por encima meray la usura es condenads con el argumento que el icerés noes representative de trabajo ni de he nea. El trabajo, en la concepcisn roms, es una obl ign solo en tanto os necesario paral subsistenca de dividuo del grupo al que pertenece. Quien puede vi- f sin trabajar no tiene ningén imperativo moral q an rc a hacerlo: mejor para si dedia su vempo a ora contemplas a Dios, actividad de mayor rango. Bla, ter moral del trabajo reside en que es un deber para jombre preservar su vida, y sélo como medio para ello i iricter de imperativo. = - ; Be Sous Tame reprodujo la division platéniea en- trabajo inseleetual y abajo manual: mientras est l- timo inline alos hombres ala cosas, el primero los has ‘ce auténomos y dignos, y pueden volverse a ona obsticulos Los bienes exerores son an medio para un finguelos supers, escrbeenla Summa Theology por 0 el desco de los bienes materiales ser valedero “cuan- do estéretfcado por una reglasacada dela naturleze de ese fn”, Todo bien material sun bien reaivo en tan to subordinado l bien absolto, Bl trabsjo s6lo produce Bienes rlativs, pero en a medida en que asequrs I ub- Sistenia, és es mandato divino se just asimismo + tun ben absoluto. As, en ranto los bene sean considera: dos meros medio, le vaieda de su extensin no hace a propistario mis o menos bueno La rela moral del se Hsfaccién de ls necesidades no contraice aI ley de a adquisiciSn. La posicién de Santo Tomés difiere aqui su 65 Martin Hopenhayn tancialmente de la de sus antecesores, y no es de extra‘ian, ues necesitaba adecuar el dogma a los cambios sociales de los siglos XII y XIII, donde el desarrollo del comer- cio y de ia propiedad ya ocupaban un lugar prominente en la vida social. En contraste con lo anterior, el propio Santo Tomés consider6 el trabajo como una ley natural y, por ende, ge- nérica: todos cuantos posean naturaleza humana se rigen por esta ley, El trabajo es actividad mediante la cual el hombre actualiza potencies mentales y fisicas. Johannes Hiaessle sefiala que Santo Tomas define la vida “como el dinamismo segsin el cual el hombre despliega la mayor su- ma de voluntad operante”."* Condena la acedia, la pereza, a saber, la ausencia de tensidn interior que hastia al hombre de la actividad espiritual y que nace del miedo al esfuerzo corporal. Como toda actividad econémica, el trabajo dehe promover a actividad més fecunda, preservando al hombre tanto de la acedia como de la actividad sin freno que pueda sustraerse de toda regulacién superior. Trabajar es, en esta erspectiva tomista, actualizarse, vivir en acto: obrat es el medio de Hegar a ser un reflejo de la actividad absoluta. Para Santo Tomés, Dios es sélo la causa absolutamente Primera a la que todo debe su existencia, y el obrero, por analogia, es case segunda, también eficiente, pues procu- +a dat a otros objetos mis realidad y perfeccién, ponien- do en ellos el sello de su fuerza y pensamiento. Siendo causa relativa, quien trabaja es también reflejo de la causa absoluta. Asi, “entre todas las formas con que la criatura humana intenta realizar la semejanza divina, no hay otra de relieve més destacado que la de trabajar, es decir, ser en el mundo causa de nuevos efectos”;" y en Summa contra 10 Haessle, Johannes, £1 trabajo y la moral (tradvecion: A, Grachani), eselé, Buenos Aires, 1944, pig. 52, Repensarel trabajo ela Tierra al- , Santo Tomés preguntaba si hay sobre la Ties Miving que colaborss con Dios, Tal como Dios te- ‘capacidad de imprimir su bondad en sus criaturas, tienen el don de comunicar en sus productos sus po- s perspectivas para el concepto de trabajo," conse con afr de Suto Tom sepsn el trabajo sélo tiene sentido en tanto asegura el miento dl imperativo divino de procurarse ave Cebria dstinguir aque sentido inmedisto del tabs: (proporcionar al hombre lo que es necesario para el ode su vid) de un sentido a sa segunda, el hombre se actualiza como ima Dios, imprimiendo su ereatvided a lo que produce La incorporacién de nociones como. actualizacion 4 ialidadesy desarrollo del suet fe dessve en zrollo del concepto de trabajo, y con frecuencia se la buye al hmanismo posterior. Pero, como hemos vis, ‘Santo Tomés ya habia intuido ese matiz al concebir a bre como cawsa segunda y a definirla actividad huma- nh como exencialmente “fabricate”, ceadoray erasfor- adora de la naturaleza a imagen de la obra de Dios. Con cello remite Ia esencia del trabajo al trabajo escrictamente productivo, y en eso no difiere mucho del analisis hege oy marsista, Las motivaciones, claro esté, eran distin a8, pues mientras Hegel y Marx tenfan los ojos puestos nel farro, Santo Toms le siv6 pars condenar el emer- gente cepital comercial, reivindiea en cambio, eleabs- jo de artesanos y campesinos. Por otro lado, al poner la ps Tocis cds por Fah plcoes vob Scr , thie meio sg uc dee 1 ateslgl del abso drole i inne enhanc nt ges 9 rk [itis tens 2 bone como concede capac decom 67 ‘Martin Hopenhayn, sje comemplav Y la actividad mondstica en la ei @ pirdmide, mantenia las ia nly taisionales desu epoca, J#908 wgentes No obstante valorar genéricamente el erabajo como un medio para alcanzar | i6 me nzar la perfeccién, Santo Tomas com. bart jerarquzscionpltdnis, pucscomidcnrs ed erior al mam rstuld diversidad de oficios no es arbisarih = Aas trabajo intelectual era sup diciones humanasy ili iciones humanasy la que, en dkimo término, derennies Gs slecién, Allt donde el individuo elige a profess, Sanforme 4 las inclinaiones de su propia naturaleze cbra moralmentey pode dsponer de slegris nl rab Jes a deers ofcoram es eviesvement gn 2 ‘t6n de derecho natural y directamente Por Dios, para expresarel carter orgénico que Dine aulso dar ala sociedad"." Com ello el aban fesongd tendria como fusicin central servir al Bien org Bara los ecolistcos estaba sempre por sobre l bien cular, pues hace viable la fraterni i Piade a doctin esting, nt Som™unitva pro 0 el empleado no se vende as! ani intelecto, pues eso haria, de un sujere un sujeto, 3s lo que pars Sanco Toms et vedudo pore sone 23 Tampoco se vend a acukad de trabajo del emplecio, pues "ell es realmenee inseparable del hombre [.] Fi jo no es una mercancia. De ahf proviene gue lovee, 13. Hes, jokannes, Elinabajo. 0b ccs pig 5 ni su cuerpo ai su 68 Repensarel abajo icos consideren el contrato de trabajo como un endo”." El obrero, duefio de si mismo, arrienda sus jcios mediante el contrato de trabajo; asi, no enajena tu trabajo ni se separa de él, y en ningtin momento deja de pertenecerle, Sin embargo, el arrendamiento de servi- clos, al entrar en la misma categoria del arrendamiento de ‘cualquier bien mueble, supone una cosificacién de aque- Ilo que se alquila, En cuanto al precio de este alquiler, es decir, el salario que debe recibir el obrero por su trabajo, Santo Tomés lo considers bajo dos aspectos, el de la utilidad del trabajo y elde su fin natural. El justo precio puede variar segin el aspecto que se considera. Desde la perspectiva del fin na- tural, el trabajo es el medio dado al hombre para conser- varse y desarrollarse, y su justo precio es aquel que le smite hacerlo; es é¢ el minimo salario concebible. Pe- to desde la perspectiva de la utilidad, el justo precio varia segin el rendimiento productivo del trabajo, y el méxi- mo salario no puede nunca superar su utilidad, pues en- tonces se violarfa la ley del precio justo. Manteniendo la relacidn salario-productividad (en el sentido econémico del término), Santo Toms ratificé el principio de desi- gualdad intrinseca entre los hombres en el plano mate- rial, y la estratificacién social de la fuerza de trabajo que- darfa explicada y justificada por este mecanismo. Para ello, Santo Tomas se apoya en la Escritura: “Cada uno, dice Corinth, 3, 8, recibird su recompensa proporciona- daa su trabajo”. La utilidad del erabajo, afirma Santo To- mis, tiene a su vez dos aspectos: una utilidad objetiva y tun valor social de esa utilidad, y segiin cémo varien estos elementos podré variar el salario. De este modo, ad- mitié que el salario estaba sujeto no sdlo a la productivi- Martin Hopenhayn dad de quien lo recibe, sino también i . én a los vaiven prado esta variante en momentos en que a expansién de los mezcados cambiaba el rostro de la economia de Ei Ps La resistencia al comercioy a usura no pudo sit mucho, pues la presion dela cresiete actividad eons, ae pnicepor ablandar la rigidez doctrinaria de la 70 Mercantilismo y humanismo en el concepto renacentista del trabajo La ética mercantil Si el régimen feudal y la asociaci6n gremial fueron las instituciones que regian al trabajo en el Medioevo, en el Renacimier:o la actividad econdmica dominante fue, sin duuéa, el mercantilismo. La préctica comercial y moneta- ria, cuyo incipiente desarrolio se hizo manifiesto en los titimos sigios de la Edad Media, se convisti6 en capitalis- ‘mo comercial durante los siglos XV y XVI. La reticencia eclesidstica a la acumulacién mediante este tipo de activi- dades econémicas se vio obligada a menguar para no oponer fa Iglesia « los incereses emergentes. 1La primera concesi6n eclesidstica ala nueva modalidad fae la doctrina del damnum emergens, que autorizaba el cobro de intereses cuando ocurr'a una dilacién o retraso en el pago de un préstamo. En semejantes circunstancias, el prestamista cobraba una mua por mora, Otra conce- sién fue el reconocimiento de que el prestamista merecia ‘una compensacién especial por el riesgo a que se exponia. Finalmente, la prohibicién del interés cayé en desuso. Esto no significa que mercaderes y eclesidsticos hayan Martin Hopeabayn Repensar el trabajo compartido ls misma ética, pues es en este punto donde hallamos valores irreconciliables. Como seZala Gérard Mairet, “el problema ético es la antinomia entre el fin y los medios; la ética del burgués mercantiista, que se de. sarrolla en el siglo XIIL al XY, no es ajena a ello [.-] La ideologis moral del negocio puede resumirse asi: cl fin justifica los medios, y el fin es la ganancia [..] la étiea mercantil consiste en moralizar la ganancia, en conside, rarla un instrumento de progreso, y al cambio como el instrumento més seguro de la civilizacién”.' Mercaderes y bangueros hacen del comercio una victud; del dinero, una religién profana. Segiin Mairet, esta forma de valorac +a sabido imponerse hasta nuestros dias, El mercantilismo generé, al desplegarse, una moral muy distinta de la sustentada por el clero. Convistid los antiguos medios en fines en s/ mismos, pero no por sto desprovistus de valor ético. El progreso econdmico ¥ la conquista de riquezas constituyeron genuinos va, lores morales para el comerciante incipiente de siglo XIV. Este cambio de moral no implicé una renuncis ¢ |h valorizacién gue los escolisticos habfan hecho del trabajo, sino més bien una transmutacién laica de esa Valorizscidn: el trabajo seria considerado la actividad mediante la cual el éxito y el progreso son posibles y, en esa medida, posee valor, La existencia del mercader como institucién social se«- fanas en el siglo XIII, cuando las ferias campestres se constituyeron en mercado permanente de Europa. Ea sus origenes, el mercader era un errante incansable movi do por el interés de beneticios y ganancias. La mentalidad ‘mercantl se forj6 recién en los dos siglos posteriores, a me. dda que los comercianes se sedentatizaron. Desde muy #, Géard, “Ligue marchande” ca Hsobe ds Tiologes, cig ‘por Faso Chic, Editon dels Hache Pari 1977, volley te 72 i — ie ir re los mercaderes fe- tempt blecieron vinculos entre Bercy dpcber paca leona cepoys lp der se Rees en exencién de impuestos, a de ferias, proteccién de mercaderes, — — Kier. ribuy6 al éxito de 8 i - Ter cciionTAl nland ienpalz anns el poder politico del comerciante. Puesto aus marco de actividad era la ciudad, su ideologia es et 7 logia de la vida social urbana; y los histor iadores i ea dido destacar que “el pasaje de una es riieesca Re yue caracteriza el conjunto del mun Eoicis siglos XV y XVI es, en gran parte, la obra del sués cambista”.? . oe ae cambio de valores yo i la bees — ir tic le la clase comerciante, Sempre rc es nego eb Fee atribuirle una dimensién moral a la —— ic eneral, y el buen funcions ° a ae ad finalidad social; tal como lo —— Marslio de Pa el intercambio mer- lio de Padua: es el mercado y : el is oe ds al trabajo su sentido y su paren etal rencia. Orientado hacia la produccién ae Es bajo se integré en la vida social, ee a cn las ciudades. El auge de la vida ciudadana coincid 4 mn la consideracién moral del beneficio fae P Piecaia seria, en esta vida de mercados, — = u lem! Marsilio de Padua, en El defensor fe la ne 4 oe tuvo que “la ciudad esta ————— = “ fin”. Esta “vida buena” no da y de la vida buena como su ae cc is Ja vida social de libre cambio y una buena circu: id: mercancias. = eres practica el nuevo eriterio, maximizando e] 2 Thidem, pig. 214 Martin Hopenhayn, dimiento y diversificando la produccidn, levaria inexora- blemente a dividir el trabajo y atomizar a los attessnos Marsilio de Padua justificé esta divisidn: “como las coves nevesarias para quienes quieren vivir comodamente son versas y no pueden conseguirse por hombres de un ae. lo oficio, han sido necesarios diversos 6rdenes de hom. bres w oficios para este imercambio [..] Estos diverses érdenes de hombres w oficios no son sino las partes de la ciudad”. La vids social, es decir, Ia vida conjunea de hombres en sociedad, tiene por objeto procurarse las co, sas necesarias e intercambiarlas mutuamente. Nada ilus. ‘ra mejor el optimismo laico del comerciance burgués de los siglos XIV y XV, y el concepto de trabajo gira en tor. no de esta funcign social el aporte al bien comin y el bie. nestar de la comunidad, Pero en esta valoracién del tra. bajo como aporte als comunidad, los comerciantes y loa sambistas se Ievaron la mejor tajada, tanto en retribu. cidn econémica como en dignidad y estatus politico, La nueva ideologia exalté la prictica mercantil como la de mayor utilidad social De esta forma, el mercader desplaz6 al clérigo. ¥ el dinero, como finalidad, reemplaz6 a la santidad. El abs jo intelectual se hizo extensivo a la actividad econémice leer, escribir y caleular fueron requisitos ineludibles de le Vida comercial. ¥ es “el cdleulo, mis tal vez que la racio nalidad deductiva, lo que domina esta cultura laiea’ Le moralizacién del intercambio “dignifica los saberes des. tinados a aprovecharlo”, Si el mercantilismo fue el puente tendido entre la Edad Media y el Renacimiento, diversos factores contri. buyeron a dejar atrés el mundo medieval. La formacién de Estados nacionales, destinados a romper con los est Gia por Mates Gerard, “LBhiqua. be it, pag 219, 4 Thidem, pig. 22, Repensar el trabajo os nits del feud y con ol poe ears del i it 6 el apetit le riqueza le ‘imient ee atts cel hr coeee inzernos de la auto- fided doctsinal, la exaltacion del individualismo’ y del Beccho natural, y el navuraismo pragmético, leraon lo problemas scien eren secular qu es abs mayor movida. La cevolcién ena kcia de ulvo agricol evry fase de la economia feudal, “so- Yocando la sobrepoblcéa rr ura conmuaci ce Gente de loses feudal, ef aumento de las deus dels shores feudsle su neceidad de recur al co- rerio ya newor méodoseqrioas para suri el mar exdo”? El despliege comarcelsusstado por los desi brimintosmartmos cambid la aricatra de consumo por na de mercado, lo que pei el proceso de crea Imiento de terra. fendmeno euyo chjecleesnaey 8 fei ahs en una Enemies coy gir feconvirdé en apéndice de los mereados ampliados, y & te cambio en nrcrre productive expuls6 mano de brad is zoas ares convirénol ne ajo en las ciudades. See comer 7 ard ex coarse ites dducei6n y el trabajo. El comerci ccc ninieatdoeareacel bj rade por pequsiosproducrores, La subordzaién del agri Eultura y de la produccién artesanal al comercio —y ede cons Salas indie pe 7rSude acim Reacinin| a Jase el herder bonds obs Hogs ie esnips Br ene che 2 de . Ce fia Behec nl Reser inane top ofa eonpeunet net Sa ‘Tin lnm pos er 3 rie pace ae emo” (Huizinga, Johan, problem of the Renais SRE fe Sa, Medlin Boca Nava Ye 195 pa 2 it, pi, 50. 6. Roll Eric, Historia dels doctrinas ecendimicas, ob, cit pig, 8 75 Martin Hopeshayn !ucro como finalided tltima—miné los valores que man- tenfan la cohesidn en el feudo del campo y en el gremio dela ciudad. El sentido unitario y solidario que caracte. rizaba el trabajo de la Edad Media, asi como sus ideales autirquicos de autoabastecimiento, se vieron rebasados Por Ia expansign geogeifica del intercambio comercial y de la actividad cambiaria. Si bien los comerciantes tam. bién se asociaban y constituian monopolios como lo has cfan los gremios, carecian de ese sentido de familia o de “nueva familia” que era el gremio corporativo, donde el artesano sentia su vida cobijada y justificada por un of- cio. El comerciante no era lo suficientemente sedentario ara crear colectividades semejantes, ni estaba asociado al dominio de una técnica a aprender de un maestzo, ni for- maba parte de un proceso productivo en sentido estricto, Por lo mismo, carecfa de ataduras que limitaran su sed de lucro con principios de lealtad al grupo o de reconodi miento de jerarquias. Este desprendimiento le permitié hacer de la utilidad, una ética, La mistificacién del dinero, o del oro mismo, Ilevs a Col6n a escribir con entusiasmo: “El oro es una cosa ma. ravillosa. Quien lo posee es duefio de todo lo que desea, Con el oro, hasta pueden llevarse almas al paraiso”. La estima del dinero fue constante entre los mercaderes, que identificaban dinero y capital, De alli su renuencia a aeu- mula bienes y su preferencia por el dinero sonante. Por lo mismo, el mercantilismo como ideologia tendid a sos. hayar el contenido humano y distintivo de cada trabajo Poco interesaria, entonces, el proceso mediante el cual se confeccionan los productos, los valores éticos que acom~ Palian la produccién organizada, el esfuerzo creador y la inventiva técnica del artifice. La circulacién monetaria en grandes proporciones hizo del trabajo una actividad cu. yo valor lo deciden los mercados. 76 Repenserel trabajo La cosmovisién humanista BI orien del cpialismo fue tmbidn od I sons deraciGn abstract dl eabso como un vals de cambio ence oto, Pero en el Renacimiento Ia exaacién bs marist también clv6 el eabsjo al rango de setividad creda 1 hamniomo el Rename, gu 2 oF i i ci6n de los valor ETO ars pact oponerios + la docrina eclesiscca medieval, destscé como valores supremos del hombre a rz6n Ia volta, El hombre e oluncad raciona, caps de conocer y dominar Ia nares. Ls ide eins del serio sobre Ta testa reapareceris en ef humanismo una connotacién antropocéntrica « individuals, Lo que aqui se exaltaba era el sefiorfo Pano robe mundo; y si el hombre es tal en cuanto librement end fa ss fies, «i l model las comes y su orden, domi- na la naturaleza y el destino, es ibe y responsable p Conocer year y cambin para eeabjo, Asienla noconde“voluntad raion” wiiaron el pensar y el haces, al como ibn unidos enc comer- Giant A diferencia de ls grigos, los hombres del Rens Gimeno nieon el coocimiet set al perecio- ramiento nico, aa eprese mejor ques palabra de Leonard da Vici: "Bl hombre sj bir sabre mundo; no solo abraa y lo mide, no Slows de ly Io goza, sino que sabe vecelo yo domi”. Ena uo- piel fenaeenit Tommaso Carpunln une por fine trabajo manual y trabajo intelectual. La rere cnc In naturaleza, que desde Copérico, Galileo, Bacon y Iuego Neston formaron a columns del peneminto pox Sivo modern, mote y se muce de a nie xa no se reduce a mecinica pin de pricpiosinmedits y al uso de herramientas, sino que se convierte en im 7 Martin Hopenhayn tigaci6n de esos mismos principios, en busqueda de ma- yor bienestar y dominio. Los siete mil esbozos téchicos de Leonardo, su concepcién de puentes transportables, bombas de succién, caones de treinta y tres disparos, es. poletas graduadas de tiempo, granadas de mano, bombas de gas, aviones, paracaidas, submarinos, pasos sobre y bajo nivel, excétera, som algo més que la rekné de los grie- tt oelan mechnie de ios oman 2 teorla heliocéntrica de Copérnico, el conce deinfinito en Giordano Bruno, le eoria del movimicn, to de Galileo y la filosofia de las ciencias de Francis Bacon ensancharon la visién del cosmos, echaron por tierra las limizaciones doctrinarias impuestas por el Dogma de la Iglesia y le proporcionaron al ser htimano una ilimitada confianza en sus capacidades de conocimiento y de domi aio del mundo. La méxima de Bacon, “saber es poder”, ln dice todo. ¥ no escapaba a Bacon la justificacion moral el hombre, afirmé, ha perdido por el pecado original el po- der sobre la naturaleza; nosotros debemos ahora recupe- rarlo por la “gran renovacién”, Esta renovaciGn es aian- 2a de ciencia, técnica y trabajo humano. __ Del mismo modo que raz6n y voluntad, saber y podes siencia y técnica iban unidos en el modelo renacentista, ara Campanella, en su ut6pica “ciudad solar”, saber y trabajo formaban émbitos inseparables. En esta sociedad {deal no habia divorcio entre el trabajo manval y el inte- lectual, y se rataba de adapear la clase de trabajo a la ca acidad de cada eual. “Ninguno entre los solares, dice Campanella, tiene como vileza servir en la mesa [..] cuando alguien es ilamado para cualquier trabajo lo hace gomo cost hones, y no dene esclavos, porgue se stan a si mismos, un se sobran”’ ¥ en la reptblica so- 7 Gide po Bala, Felcg bof a Solar dean) Renta de Dencha Prado hoadod in 78 Repensar el trabajo lar de Campanella, dado que todos trabajan, son mucho mis cortas las jornadas laborales de cada uno y deja a to- dos tiempo para la actividad espiritual e intelectual, el goce de la vida y el descanso. Como Giordano Bruno, ‘Campanella valoraba el reposo y la quietud que el traba- jo era capaz de generar y, de paso, valoraba el trabajo que lo generaba. Bruno exaltaba el ocio en tanto conse- ceuencia del trabajo, y exaltaba el trabajo en tanto genera reposo y quietud; Campanella exaltaba la compensacién fisica y psicol6gica por el esfuerzo del trabajo: tiempo pa- ra descansat, pensar, contemplar y gozar. “Entre los sola- res”, dice Campanella, “repartiéndose a todos los oficios yllas artes y las obras, nos toca fatigar cuatro horas para cada uno; si bien todo el resto es aprender gozando, dis- frurando, leyendo, enseiiando, caminando y siempre con placer”. La pena del trabajo se soportaba por la satisfacci6n de hacer un servicio colectivo. Lo mismo sostenia el comer- clante respecto de su actividad: contribuye a incrementar la riqueza de la ciudad. La utopia de Campanella combi- naba, de rara manera, el optimismo pecuniario y social de los burgueses, el sentimiento corporativo del artesano medieval y el carécter constructivo del ocio en Platén. No obstante, ni su ciudad solar ni la Utopia de Tomés Moro fueron proyecciones mistificadas del mercantilis- ‘mo, sino por el contrario, reacciones criticas de pensado- es cristianos que, temerosos de la atomizacién social que podia desencadenar el capitalismo comercial, reivindica- ton, mediante el ejercicio utépico, el concepto cristiano de la comunidad ongénica, Si el mundo corporativo de los gremios medievales contenia un sistema de regulacién de precios y una es- tructura monopélica, era para evitar la competencia que cl capitalismo manufacturero no tardarfa en convertir en 73. Martin Hopenhayn ley. Si el precio de la seguridad del trabajador del medioe- vo era renunciar a parte de su libertad, el precio de la li- bertad del trabajador, desde el siglo XVI, seria convivir con Ia inseguridad en su trabsjo, siempre minado por los vaivenes en los mercados. El espiritu individualista de la nueva burguesia acabo con el espiritu corporativo medieval. El trabajador asa- lariado, privado de la propiedad de sus instrumentos de produccién, dependeria en adelante de! espiritu del em- presario burgués. A este empresario, “sentimientos como el apego del abriego a su suelo y al hogar, o el honor pro- fesional del menestral, le son extraiios, pues sélo cultiva la energia y la disciplina aplicada al trabajo, y se cuida de adaptar muy claramente los medios por conseguir el fin propuesto”* E| nuevo tipo de hombre, el hambre econémico, e2- racterizado por la fuerza motora, expansiva y dominadora del dinero, fue la versién mundana del hombre conoce- dor y dominador de la navuraleza invocado en el émmbito de las ciencias y la filosoffa. En palabras de Alfred von Martin: “El mismo espirita que en lo econémico que- branta el principio medieval que se limita a la satisfaceion directa de la necesidad y lo sustituye por una actividad adquisitivailimitada, actia en lo politico, donde un régi- men abierto transforma aquel sistema rigido y preesta- blecido, en el cual el Imperio y el Papado aparecen como focos de una figura eliptica. En el terreno especulativo se manifiesta el mismo proceso, y el pensamiento antes teo- critico, eclesiastico y cohibido, se emancipa en un senti- do puramente individualista y humano, como pensa- miento libre, de individuos que cooperan en un proceso infinito. Ya no se circunscribe la actividad del pensamien- 4. Von Martin, Allred, Sociologia del Renacimicnto (taduccige: Manuel Pedroso}, FCE, México, 1946, pig. 23. Repensar el trabajo atisfacer ciertas necesidades espirituales 0 educati- was, sino que es mis bien ostentacién de personalidades, que actian como movidas por tna fuerza interna, don- de el producir (producir conocimientos, como el artista produce obras de arte y el capitalists bienes econémi- os) tiene un valor propio, que se aprecia como obra y testimonio de una personalidad creadora. Al intelectwal moderno se lo puede caracterizar como empresario indi- vyidualista”* La mentalidad de conquists que Maquiavelo concibié como esencia del espiritu del principe, del go- bernante, se dio en el plano econémico como conquista de nuevos mercados; en el plano cientifico, como con- nista de conocimientos y de la fuerza de la naturaleza; tn el plano filosdfico, como exaltacién del hombre ante todas las cosas. Pero junto a esta conmutabilidad de es- pirien mercantil y reflexién intelectual, se registr6 la ten~ dencia al desprecio muro. Boecio mirabs con desdén 2 Jos propietarios, pues consideraba que no van mis allé de sus intereses materiale, mientras los comercantet habrian de parecerles ridiculas las “pomposas arengas de anistas”. . Biya ddl capital-tierra al capital-dinero generé una rnocién nueva del tiempo, La riqueza del suelo tenia un Catcter estitico y extensivo, mientras el dinero debe im- poner un dinamismo intensivo: cuando cesa de moverse, em En cambio, Johan Huizinga a sien ae mucho mis -nos *moderno” de lo que suele decirse pues “su es So eT ae yh cn Crane vide peplan a edn Tome uo» Masao Durr Aloo @ ogi teeny Se ieee mE Penocllo no desmiate a cencincrcadora el espa renacentit siplemen- nie teancntec premio 81 Martin Hopenhayn deja de ser un capital. El dinero encarné la concepeién dinémica de Galileo ¢ impuso un ritmo inusitado a la ac- tividad econémica. Con ello, el tiempo se convirtis en valor. Desde el siglo XIV, las campanadas de los relojes marcan el pulso en las ciudades italiana, como para cordar que el tiempo es un bien escaso. No sélo se admi~ nistra el dinero, también se hari preciso administrar el tiempo. En una economia natural y de consumo directo, como la de la Edad Media, el tiempo, al igual que los otros bienes, se gasta; en cambio, en una economia don- de el capital dominante es el dinero, el tiempo, més que consumirse, debe ahorrarse. Los alcances culturales y psicolégicos de esta nueva dimensién del tiempo no es al- 0 que corresponda evaluar aqui, pero no esté de mas constatar que el nuevo concepto de tiempo —tiempo que hay que administrar, prever, ahorrar— ha sido en los sl- timos siglos un importante motor de crecimiento econé- mico 2 la vez que un determinante de comportamientos y de formas de organizar la vida personal. La nueva mentalidad que acompafé a la ética mer- cantilista renové también el concepto de virtud que tanto peso filosdfico y politico tuvo en la Antigiiedad clisica, Virtuoso sera ahora el empresario audaz, impetuoso, em. prendedor, embriagado con la soberbia que Ja moral cristiana habia condenado por siglos. El comerciante o financista préspero del Renacimiento se consideraria vir~ tuoso al desatrollar sus actividades y regirse por normas racionales calculables, Para Leon Battista Alberti, mode- lo de hombre renacentista, la prosperidad es la recom- pensa divina por la buena direccién del aegocio, que ha complacido « Dios: “tal es el espicitu religioso del capita- lismo, en el que se admite, manteniéndose en la més pu- ra ortodoxia, una especie de cooperacién entre la grazia y la propia habilidad, y se considera la ‘gracia’ como una 82 Repensar el trabajo raprestaci6n, a la que se tiene derecho contractual- religiOn a esta nueva virtud, a esta ética de los negocios, seri mis tarde invertida por Calvino, para quien los ne: gocios son un buen servicio a Dios y no viceversa concepto de virtud entendido como espiritu de empresa colocé en la actividad lucrativa la voluntad de dominio sobre la naturaleza —voluntad ae impregnabe dl Si cientifico del Renacimiento—. ¥ fue un primer pilar fico para el discurso capitalista que defini la modalidad al los siglos siguientes. j oe eee neuen es ts ania siglo XVI en Italia, el efecto de aremperar esta éti Be ciina yssibien el burgués de ls siglos XIV y XV stenu6 ou febril actividad maximieadors de bench ara compartit, en el siglo siguiente, los encantos de la vi- Br cortesina, el proceso de ruptara con el orden del Me- dioevo fue irreversible. A punto tal, que el protestantis- mo, movimiento popular que en apariencia constituia una reaccidn contra la alianza entre la Iglesia y los nuevos agentes econémicos empresarios, terminé por eas en la doctrina calvinista, el espiritu empresarial capitalis- ta. Las connotaciones que habria de adquirir el concepto de trabajo en los idedlogos de la Reforma tornardn a es- te concepto tan ambivalente como el de Santo Toms, pe- ro con caracteristicas totalmente distintas. |. profesién y eficacia del trabajo en la ética protestante Lejos de ser una tendencia modernizadora que acom- pafa la gradual clasticidad de la Iglesia cat6lica frente al ca- pitslomo comercial, Ia Refirrma protestante fue mucho nds consistence cof: !a moral de comtencidn que con el in~ fividuaiisono renacentista.' La Reforma reaccioné contra fa creciente tolerancia eclesiistca frente al espirivu Iaico del capitalismo comercial y de la vida en las cortes rena- ‘centistes. Con la Reforma protestante, a restriccién moral se despiazé de los estacutos institucionales a la conciencia de cada individuo, pero esto no implicé un ineremento en {a libertad individust, Por el contrario, el sacerdore impla- cable que Calvino sembré en la conciencia de sus seguido- res tuvo por objeto hacer de cada persona un sacerdote mundano, un hombre deteabajo y familia, y la vez un in- dividuo de rigidos prineipios morales cuya transgresién no osaria siquiera plantearse. ‘La Reforma surgié como ur freno ala laxitud doctri- aria de la fglesia, pero no se constitayé en un obstéculo {Vise rape Voo Warn Aled Sovelog dT Retinoic cei Manul Pelrsehy uz, Joan “The poten of Go Rena Seer Men ae aes, Medan Books, Noes Yor, 99. 85 Martin Hopenbaya al espiritu econémico y ala acumulacidn de capital. Silas ideologias son ambivalentes en sus nociones del trabajo, ninguna tan ambivalente como la Reforma. A la vez que constituyd un traspié en el camino a la flexibilidad moral (yl autonomia propia de la moral burguesa), fue, por otros aspectos de su contenido, un poderoso fundamen- to doctrinario para el desarrollo del capitalismo? La original forma en que la doctrina de la Reforma compa- giné la subordinacién al mandato divino con la accidn iniciativa personal, opuso a la ética mercantil-burguesa del siglo XV, que tenia la ganancia como finalidad, otra ética que, aunque religiosa, va a valorar aun mas el pro- ceso de acumulacién capitalist. Si, para los burgueses de los siglos XV y XVI, Dios era un aliado estratégico en los negocios pero nunca el fin de éstos, para Calvino es impensable una actividad mundana que no taviera 2 Dios como finalidad tltima. En las paginas siguientes nos interesa rastrear, con Max Weber, “la influencia de ciertas ideas religiosas en el desarrollo de un espiritu econdmico o el ethos de un sistema econémico en la conexién del espiritu de la moderna vida econémica con la ética racional del pro- testantismo ascético”.’ A partir de esta relacién, podra comprenderse el concepto de trabajo latente en la tra~ dicién del protestantismo y su relacién ambivalente con el concepto tipicamente capitalista de trabajo, en- tendido este dtimo como racionalizacién productiva 0 factor de produccién, Weber insiste en que la Reforma no elimina el con- Tics protenante ye epics del captlimo, donde se mes ln enrechaligezn entre lox contenido ideoldpicos dela Re. forma y la acurmulacin capitalist, sobre todo hata cl siglo XVIIL El andlisis de Weber seri, en este capitulo, el ee de nuestro derarolo. 3. Weber, Max, The protestant ethic and the spirit of capitalism, George Allen and Unwin Lud, Gran Bret, 1952, pig. 27. 86 Repensar el trabajo rol eclesidstico sobre la vida diaria, sino que “repudia el control excesivamente blando (...] en favor de una re- gulacidn de toda la conducta que, penetrando en todas lis ramas de la vida privada y publica, fue una carga in- finita..”.* Para comprender cOmo se combinan el asce~ tismo y la piedad eclesiéstica con la patticipacién en la adquisicién capitalista, es decir, para comprender c6mo “un extraordinario sentido de inversién capitalista se combina en las mismas personas y grupos con las for- mas mas intensas de piedad que penetra y domina sus vidas”," seré preciso subrayar algunas caracteristicas doctrinarias subyacentes en el protestantismo, = El principal nexo entre el protestantismo y el espi- ritu del capitalismo lo establece la doctrina calvinista de la predestinacién’ que encarna en la Westminster Confession de 1647 y que marca las confesiones protes- tantes: “Para revelar su majestad, Dios por su decreto ha destinado (predestinado) a unos hombres « la vida exerna y sentenciado a otros a la eterna muerte”. Dios «5, alos ojos de Calvino, absoluto poder, y los hombres deben dedicarse por entero a honrarlo. Elegidos 0 con- denados de antemano, todos deben bregar para aumentar Ia gloria de Dios en el mundo, cada cual en su activi- dad, El trabajo social del ealvinista no tiene otra finali- dad que és, y el amor al projimio debe servir para la gloria de Dios, no para la criatura, De alli, el calvinis- mo desprende el imperativo de cumplir con las tareas profesionales impuestas por la ley natural. E! trabajo {ibidem: pg 5 5th lp 42 i so grupo deeleides 6, Seg le doctrna dea preersnai, un pequto grupo dele eur lon res humana ex ceado" por gra, con ll, gona del vida Slerna, mica el esto et condendo de antanoa a ert ema. NO fpr la predevinace, nada que eter humano pueda hacer ar ate sar destino 87 ‘Martin Hopenhayn profesional” es un servicio ma é fesional ervicio més, y es ambin la “mun- denizacibn” dl servicio eclesistice. El trabajo al ser cio de la utilidad social impersonal tiene para el puritano un crits vino, pues promueve la gloria de Dis, qe joluntad del mistno Dios. Sila racionalidad social es aera por Dios como pee de un cosmos armSnico trabajo que opera dentro d ie tabsjo gue cpa den de ul racionalidd es sxiio Para el calvinismo, la doctrina di 10, rina de la predestinacién divide alos hombres en elegidos y condenedos,y niegs toda conmaabided entre ambos se nace fisgid ate ciado ala vida eterna o se nace condenado, Pero la docti- na exige, en contrapartida, dos requisitos: 1) que es deber sbroluto considerse eleido y combatir rods duds, considerada ésta como tentacin demoniaca, pues la falta snusteontseiner SPURTE are imperfecta; 2) gue Fecorienau le Weotoviscdiciees propicio para aleanzar esta autoconfianza de ser elegid {tec aace¥ Add lpia Ratalecigeacin eftlshe a la desconfianza de Calvino en toda emocidn y senti- nemo le debia ponerse enevideni "por sus rete Jos objetivos, «fin de suministrar un s6lido fundamento para la certitdosaluis” y converse asi en una “fe efix cz”. En contra con las bres deem servicio ivo y el aporte ai bien comtin prom liismo, la fe eficaz de Calvino se’ een eee estas individuales, echas paca ratificar al propio eje- cxtor No ny ali element soir luo, : sunque insuficientes para alcanzar a bienaventuran- za, las buenas obras, producto del trabajo umano, son T Rape We caa lawns alsa eyo ers zen el senda teranoy calvin de a je ci personal, concbia como Uamado divine a derempedat 8, Weber, Max, The protetanta, ob cit, pig 114. 88 Repensar el trabajo indispensables como signos de gracia. La reslizaciOn de buenas obras permitiria saber si somos elegidos y posee- dores de la gracia, lo que “en la préctica significa que Dios ayuda a quienes se ayudan a si mismos (,~] el ealvic nists oe eres, as, sv propia salvaci6n, o al menos la con- viecién de ello”.’ De este modo, la doctrina de la predes- inaciGn obliga 2 redoblar los esfuerzos en la actividad fgeneradora de “buenas obras”: el trabajo se convierte en |a ratificacién de la propia gracia. ‘Curiosamente, la predestinacién no nos lleva a cru- zarnos de brazos sino, por el contrario, “aun autocontrol jstemitico queen todo momento nos pone ante la inexo- table alternativa: elegidos 0 condenados”.” La maraxén jmpuesta por la necesidad de confirmar, a cada momento, tl rango personal ante la determinacién de Dios, hace de ada hombre no sélo un sacerdote para su propia con- ciencia, sino también un trabajador incansable y nunca del wodo satisfecho. Siempre serdn escasas las pruebas que puedan acumularse para compazecer ante el jucio de la propia conciencia, e insuficiente el abajo que pueda rea~ izarse en la produccién y promocién de buenas obras. ‘Los luteranos se opusieron con firmeza a este principio calvinista, pues contrarisba Ja visi6n que ellos tenian del trabajo como remedinm peceati* Hasta aqui se destaca una valoracién a Ja ver, negati- vay positiva del trabajo en la doctrina calvinista. Negat- Va, porque el trabajo nunca es condiciGn suficiente para ta posesidn de la gracias positiva, porque es siempre con- disign necesaria para la certeza de ser un elegido. Afios ea le 1 de i 18. 11, EL wabsjo como remedinm pecsti equiva as salvaciin por medio elas dovay Pars cavininmo las obra slo basta para sabersesalvado,pe- ona parssabvase Martin Hopenhayn, antes, Lutero le habia asignado al trabajo —remediiun eatin eardcter penal y educacional, a partir de lo ual habia concluido que todo aquel que pudiee wrabaar, deberia hacerlo; para Calvino, el trabajo no redime ni modifica nada, pero es el esfuerzo mis Viable para lograr el éxito y, com ello, la certeza de la gracia, Lutero a né como egoista y carente de efecto humano la vida con- templativa y mongstica que evade los compromisos s0- ciales mundanos; Calvino, si bien extendié el deber el trabajo mundano a toda la comunidad, no lo hiz fs fomentar e! afecto humano, sino la gloria de Dios, Z a cual se ha de teabajar “racionalmente”, de manera orga. nizada y calculada. Ambos coincidieron en que la final. dad del trabajo no debia ser la ganancias pero mientras ntateyabirans fae cllobjexo daliabe/sles prareaeliee, tento, Calvino sostuvo que su finalidad es generar ny més obras y riquezes para la honsa de Dios. “if Segun Lutero, cada cual debia limitar su actividad [; boral a ganarse el sustento, y debia hacerlo dentro de ied limites de la profesién para la cual habia nacido. A dife. rencia de Calvino, postulé que cads cual esté destinado a una profesida (un calling o “llamado"), es devs, a “pro- fesar” una actividad que le manda la naturalera, Con es te argumento condené la movilidad ocupacional propia le garde Tearalsresrcemer il ystineresiica ceeds escalar en la jerarquia social mediante el trabajo es, seg itera So ntreains it lay/de\ Dinas Dalat gnaiaicees, cual su lugar, siendo aquel que permanece donde ha sido colocado por Dios el que mejor lo honra. La profesiés segin Lutero era, de esta manera, la forma espectica que cada cual iene para servir a Dios y la mejor forma es rea- lizando el trabajo “profesional” con el maimo de per- feccién posible, No hay profesiones més dignas al rte pardl loreal inal eeeeetos Tere ae 90 Repensar el trabajo vyertidoy del cuidado consagrado de ella. El trabajo, Puesy ’ntendido como profesién (como actividad convocada por un llamado divino), sustitaye la vida monéstica. Si tun lado el principio luterano de la justificacién por Fnedio de la fe (principio que Calvino rechaza y conside- ta débil) niega toda autoridad religioso-institucional y permite la emancipacién de la vida econSmica entregads 4 sus propias leyes, por otro lado la nocién de profesién, ‘como sinénimo de vocacién o de “llamado”, da al traba- jo un sentido religioso que lo realza moralmente. Tode ‘cupacién pone de relieve nuestra vocacién divina y fun- de asi lo mundano con lo divino. "Tanto Lutero como Calvino rompieron con ta medieval de que el ascetismo, cuanto mas integral, més Gebfa apartarse del mundo. Max Weber parafrasea a Se- hastian Frank afirmando que la Reforma convirtié a cada cristiano en monje para toda la vida. A partir de enton- es, el ascetismo mondstico se trasmut6 en rigor profe- sional. Al afirmar que la fe debe comprobarse en la vida profesional, el calvinismo fue aun mis radical que el feranismo y mas stil a la dinimica del capitalismo. Para | puritanismo posterior, sostiene Weber, “la santifiay tién de la vida podfa adoptar un carécter anilogo aun negocio comercial”. ‘Esta metodizacién de la conducta ética fue especica- mente calvinista, Para el calico, la absolucién de la Iglesia fra tuna compensacién por sus pecados e imperfecciones, ¥ también para el protestante luterano la vida estaba compuesta por sucesi6n de pecados, buenas obras, debi- Tidades y méritos. Para el puritanismo calvinista, por el contrario, estas facilidades no debian concederse, y nin- srin buen obrar podia compensar horas de debilidad o Bistraccidn, El Dios calvinista no exigia a sus seguidores bras aisladas o esporddicas, como sucedia con el caolicis- idea 1 Martin Hopenhayn ‘mo, sino que esperaba de ellos una vida de buenas sin ciclos de pecados, olvidos y arrepentimientos. ren conducta moral de un hombre promedio fue, pues, vada de su caracter asistemitico y carente de planifica- cin y sometida a un método consecuente para toda su condueta”.” Esta vida organizada constantemente en torno de las buenas obras cambia el “trabajar para vivir” por el “vivir para trabajar”. El control metédico que el puritanismo impuso sobre [a totalidad de la vida del hombre convir- 1i6 a a actividad profesional en un nuevo claustro. El tra- bajo no sélo fue entonces una constriccién vital, sino también moral, E] imperativo moral de la eficacia lo con- virti6 en un esfuerzo sistemético y racional. Aunque esta concepcidn diste mucho de aquella que encontramos en los textos clésicos de la economia, sirvié como funda- mento para una actitud que beneficia el desarrollo capi- talista: la racionalizacién productiva, la activud sistemdtica y caleulada, el esfuerzo incesante que hace posible la acu- ‘mulacién necesaria para el aumento del capital A diferencia del Juteranismo, el calvinismo no creia en la conquista de la gracia mediante el arrepentimiento ¥ exigia a cambio la “racionalizaci6n sistemitica de la vi- da moral”, Esta racionalizacién de la conducta con fines ultramundanos, concluye Weber, “fue el efecto de la con- cepcién que el protestantismo ascético tuvo de la profe- sidn”. Y el fruto de una vids consagrada a la profesin y a Ia austeridad, fue la acumulacién invensiva de bienes de capital, de infraestructura productiva, de dinero destina- doa la inversién, El puritanismo posterior a Calvino fue aua més rigu- roso, Reprobé el descanso que faclita la riqueza, su dis- frute, la sensualidad y ociosidad que hace posibles. El 12, Weber, Max, The provstent., ob city pl 117 92 Repensar el trabajo hombre que quiere cerciorarse de su estado de gracia aqui en la Tierra no puede darse descanso, pues la gloria de Dios se aumenta con obras. Desperdiciar el tiempo en al- go que no contribuye a honrar a Dios —en Ia vida social, dl lujo, el enstefo, las vacaciones, el mero ocio— es po- ner en peligro nuestro destino. La concepcién mereantil del tiempo se transmuta en la de “tiempo para salvarse”, conservando su carécter apremiante, su valoracién como un bien escaso y la exigencia de administrarlo maximi- zando su rendimiento: todo tiempo es poco para servir a Dios. Asi, la contemplacién inactiva también carece de valor, ¢ incluso es “censurable si se hace a expensas del trabajo diario de cada cual”.” La exaltacién que el ascetismo puritano hizo del tra~ bajo, su valoracidn del tiempo como un bien precioso y la ansteridad que prescribid como forma de vida, son valo- res que contribuyeron a estimular la inversi6n y restringit el consumo y, con ello, fomentar el desarrollo de la eco- ‘noma capitalista en paises como Estados Unidos. La doc- trina de la profesién abogé también por la especializacién y divisién del trabajo y por la organizacién racional y ‘continuada de este slkimo. Weber sefiala que para el pu- ritano la vida que carece de profesién no tiene el carécter met6dico y sistemético que exige la “ascetizacién” de la vida en el mundo. A diferencia de Lutero, para Calvino ‘no importaba que se trocara una profesién por otra; el acatamiento a Dios en lo profesional no implica confor- marse con la profesién que se tiene originalmente, sino trabajar de manera racional en ella. Si uno de los fines que el puritanismo adseribié a la profesién fue el provecho econémico, optar por una profesiin capaz. de aportar mayores utilidades es obrar conforme a la moral. Con la riqueza se honra a Dios y, mientras s6lo se la consagre a 1B. Todo, pig 159. Martin Hopenhayn, ello, es buena yloable: “El asctismo laico del protestan- {smo sella Weber—, acaba con la maxim pujanza contr el gee depreocupado dela ciquecayeouangulabs Gi consumo (]en cambio, en ss eleeoe pscolgicos, destruc os frenos que a tia taicional pont Paasiacndelsiquza, romps cadens del afén de Iucro desde el momento en que no solo legaliabs, si no que lo consdersba como precepto divin: le licks contra la sensualdad y el amor las riquezas no era ona contra el luero racional, sino contra el uso irracio- nal de aquéllas”. il sue et Patan del clvinismo radica en que alent els fuerzo incest y, «Ia ver, Ia incesante renunca 2 ls fratos de ee fuer, Con ello se da un nuevo uso ale ge in pronto se adquieve, se a reinverte pa incre enarl y asf sucesivamente hasta el fin de los viempos. Est valoracion tic del “trabyo incesante comtinuado y Sistemi” en profesi, como mi asetico y co- smo comprobacgn tangible dela veraciad deaf fu un Imupnificoreore moral paral difsin dela concepign de tide impli en lo que Weber lama “sprit del captalismo", Pea Weber, el efetocombinado del at- tosontenci reat al consumo yl exaacn del esp- Bide eto tendré como efecto la formaciin de capital Dado uss ulidades no debian deoshe, abe gue ivamente, lo que redundaria e permanente reinverin del ares ray ny no ete moo a conduct rains qu l pura to propuliésy qu se tradujoen la formacién de capita. ls fue le snteals del modemo homo economicus. Lat ideas purtaas, claro est, facasaron cuando el hombre Imedero comprendé las posbdades que le ofeci u ropia ques Ena fenasia popula cl pererin ascé- tituido por Robinson Crusoe, el hombre econé- Repensar el trabajo mico independiente que trabaja para sf mismo. De la tra- dicién puritana qued6 la actitud que cristalizé en la ac ‘mulacisn capitalist, pero el Ilamado de la moderna soci dad de consumo —sociedad que el ahorro y Ia inversion hicieron posible— fue disipando gradualmente al fervor ascético y sustituyéndolo por los valores hedonistas que hoy rigen la vida social y econémica de! capitalismo. El calvinismo invita a vivir en el mundo, pero al mis- mo tiempo a negarlo, a trabajar en él y enriquecerse para hacer de la tierra un reflejo de la majestad divina, Este mandato, con su culto al trabajo y ala riqueza, y su des- precio por el descanso y el placer, establece un preceden- tede la modernidad, En qué medida subsiste hasta nues- tros dias esta fiebre de actividad y esta visién peyorativa del ocio, de la distensién y de la recreacién? $i bien son cada ver menos los que asocian el trabajo a la gracia ya 1a predestinacién, son muchos més los que, consciente 0 inconscientemente, asocian el trabajo al bien; e] ocio, a la molicie, y consideran un mal uso del tiempo el que lo consagra a actividades no zentables. Esta mentalidad he- reda tanto la moral calvinista como la ética mercantil. ‘Ambas vertientes ostentan valoraciones diametralmente dopuestas del trabajo (Ia primera lo considera testimonio de la gracia; la segunda, generador de capital), pero con efectos similares en la conciencia: que el tiempo ¢s oro y hay que utilizarlo de manera productiva por medio de ‘una especializacién creciente. Repitiendo a Weber, es dificil medir hasta qué punto el ascetismo laico impuesto por la tradicién calvinista ‘contribuy6 a la formacién de los grandes capitales duran- telos siglos XVII y XVII, llevando el capitalismo a su fa- se industrial. La fundamentacién del esfuerzo sistemético, racional y prolongado en el trabajo, coneebido como parte indiscernible de la racionalidad universal impuesta 95 Martin Hopenhayn por mano divina, también contribuyé, en un grado diff. eles determina, le division del trabsjo industrial. El Pe ee cenisiai! Primero en Lutero y mas tarde en lvino, | 16 ideolégicamente el proceso de espe- siclizacin cada vex mayor del tabs, conlceect fe fragmentacin de ofitio en el trabajo fabrily la pro- fuccién en gran escala. Pero la profesién tuvo pars el proteanismo un sentido wasendente La facta de fc, que Calvino considers valor indispensable en la vida en erstano, = conviris en eficaca a seas, Y es- ta valoracién de la eficacia como bien en si mismo ha contribuid trabajo moderne, al apogeo como a la manipulacidn del Vy | Tiabajo en el capitalismo industrial la consagracin de la ambivalencia El advenimiento del capitalismo industrial No sélo el ascetismo puritano estimulé la acumula- cin de capital necesaria para hacer posible la transicin del capitalismo comercial al industrials el propio capita Iismo comercial cre6 condiciones para tal acumulacién. La afluencie de metales preciosos americanos a Europa aumenté el circulante, generando un alza en los precios que contribuyé al desarrollo del capitalismo. La renta de In tierra, regulada por la costumbre o por contratos a ler- go plazo, y la tasa de salarios, fijada por normas consue~ tudinarias, quedaron rezagadas en relaci6n con la tasa de inflaci6n. A esto debe sumarse “la existencia de orde- nanzas municipales o reales que establecfan wn méximum para la retribucién obrera, el debilitamiento de las pres- cripeiones corporativas que protegias « los trabsjadores, la concurrencia de la mano de obra femenina y rural, el aumento de la jornada de trabsjo, la desorganizaci6n de Jos obreros que atin no adquirfan conciencia de sus pro- pios intereses, y el considerable aumento de la oferta del trabajo debido al crecimiento de la poblacién’”.’ Todo 1 Lager Marur, Gustavo, El probl Juridica de Chile, Santiago, 1950, pags. BES. Hema bintrico del abajo, Edixor 97 Martin Hopenhayn, ello cristalizé en una inflacin de beneficios que dio gran aliento a la acumulacin de eapita; est situacidn conti- ta dren eliglo XVI, ys palabras de David ime en esa época lo revelan: “La cantidad creciente de plats es favorable la industria nicamente en el inervi- lo o situacién intermedia entre la adquisicion de dinero y la subida de los precios [.] el aumento de dinero acelera- ri la diligencia de cada individuo, antes de que aumente el precio del trabajo” Asi, Hume describe lo que dos si- glos mis tarde Keynes llamé inflacin de wtilidades, que se realiza a costa del trabajo. 8 El retaso de los precios fomenté la inversi6 3s foment Ia inversién de aho- rr, y de 1740 a 1800 la oferta de capital en Gran Bretaiia se quintuplicd. A este proceso contribuyé la politica eco- 1nomica de Inglaterra; mediante la expansiGn del comercio rmasftimo cred condiciones de ventas en gran excala de consumo, manteniendo as la inflcin de beneficos, Por otro lado, “la formacién de un proleatiado compuesto por campesinos desahuciados de sus tierras en virtud del proceso de los cercamientos del campo inglés, favorecié la éemigracién ala ciudad y deverminé la existenca esponté- nea de un numero suficiente de trabajadores que permits Is agrupaciGn industrial del trabajo"? Todo esto cred las bases econdmicas para el cambio téenico producido en Inglaterra por las innovaciones mecdaicas tales como la sustituciéa de los motores hidréulicos por miquinas de vapor, yde la madera por el coque en la fundicién del hie- 110 en los altos hornos. ‘También fue necesario tomar medidas de orden polt : ar medidas de orden pol tco que defendieran a libertad de comercio, la que se afianzé en el curso del siglo XVII Las compat regla- 2. Citado por Roll, Eri, Historia de ls doctrines econéh i, els doce inas econdrmicas (wad EM, Toraer), Fondo de Cultura Econémics, Méxieo, 1973, pg. 110. 5, Lagos Matus, Gustavo, Ef problema. ob. cit, pig, 2, 98. Repensar el trabajo mentarias, con sus derechos monopolisticos, fueron so- cavadas por la expansién ilimitada del comercio y la apa- ticién de los comerciantes independientes. A su vez, “la decadencia de la intervenci6n del Estado fue simulténea con la desaprobacién del monopolio y el aumento de la competencia”* La presién de los progresos técnicos so- bre los mercados restringidos de la primera época mer- cantilista obligé a cambiar las reglas del juego, pues las mejoras técnicas necesitaban de un mercado mas exten s0 para ser lucrativas, Ese mercado lo produjo el propio capitalismo comercial, cuya expansidn en el siglo XVIII desbarat6 las limitaciones impuestas a la competencia y 4 la vee estimulé la inversion, El desarrollo de la produc- cién industrial no tardarfa en echar por tierra las bases del capitalismo comercial, con lo cual podemos afirmar que el comerriante, creando al industrial, se destruye a si mismo. Fueron, en gfan parte, Jos mismos comerciantes quienes se convirtieron en fabricantes y aprovecharon la oferta de trabajo generada por el éxodo rural. ‘Ante la creciente complejidad de los procesos manu- factureros, fue preciso disponer de capitales més grandes para la empresa industrial. Los arvesanos se vieron avasa~ Iados por la produccién més barata que introdujo el uso de grandes equipos y no pudieron competir con el capi- talismo industrial, Debieron renunciar a trabajar con ma- teriales de su propiedad, forzados entonces a operar por cencargo de un comerciante duefio de materiales mas sofis- ticados. En el transcurso del siglo XVIII, en Inglaterra, “la mayor parte de la industria ha caido bajo la dependencia del capitalista comerciante que procura 2 los trabajado- res la materia prima, paga los salarios y encuentra un mercado para los productos fabricados”.* La industria Ro Bok, Hier de les doen ob. ch, 8. 5, Ahley, tad por Lagos Mats, Gustavo, Elproblera ob ct Bi 4. 99 Martin Hopenhayn doméstica, es decir, el trabajo de manufactura hecho en do- micilio, no tarda en sueumbir ante la presién de las necesi- dades técnicas, que requieren una divisién cada vez mayor del trabajo, Al descomponerse el trabajo en un sinmimero de operaciones de precisién que deben ser controladas, ante “la invencién de las mdquinas cuya posesion exige grandes capitales y cuyo funcionamiento requiere la pre- sencia en un mismo lugar de los obreros que trabajan en ‘un mismo proceso productivo”,' se crea la fabrica capitalis- ta moderna, Con este cambio, el capital no silo hizo de in- termediario comercial entre productores y consumidores; ahora concentra a sus trabajadores en un mismo lugar donde controla la fabricacién, la ealidad del producto, el uso de la maquinaria, el aprovechamiento de los insumos y el maximo rendimiento de la mano de obra, Al mismo tiempo, toma las riendas de los nuevos medios de pro- duceién y maximiza sus ganancias combinando los facto- res productivos de modo tal que pueda competir con ma- yores ventajas en el mercado. Ademis de crear industrales y asalariados, este proce- so proporcioné un mercado para el capitalismo industrial. La disolucién de los talleres domésticos y la agriculvura ‘de mercado” crearon la demanda propicia para absorber la produccién fabril. Sobre la base de este mercado inte- rior, el capitalismo industrial hall6 la necesaria solidez pare volcarse al comercio exterior, fuente de la acumula- cin que originalmente ered las condiciones necesarias para la formacién de capitales. Con ello, el capitalismo moderno ya tenia su rostro. Y al dominar el nuevo siste- ma productivo, la empresa capitalista alteré radicalmente las relaciones de trabajo, el concepto de trabajo y la situa- cidn social del trabajo. 6. Tide, pig, 95. Repensar el trabajo “Antecedentes ideolégicos y politicos ‘Antes de examinar los efectos del capitalismo indus- trial sobre el trabajo y sobre el concepto de trabajo, va- le la pena considerar las fuentes ideolégicas y politicas que durante los siglos XVII y XVIII consolidaron una ‘én de la sociedad y del ser humano funcional al dess- rrollo del capitalismo. Ya en el siglo XVI, Bodino habia propuesto a la rela~ cidn del hombre con el hombre como fundamento de la investigacidn social, y Maquiavelo habia postulado que es la necesidad, y no la virtud, el mévil de las acciones aque guian a las personas. Un siglo mis tarde, Thomas Hobbes ratificé los principios individualistas y afirmé que el egoismo es Is condicién esencial del hombre. La concepcidn utilitaria en Hobbes (el Estado como institu- cién en la que se concilian los egofsmos particulares), se vio consolidada en Locke, para quien la funcién del E tado era garantizar la propiedad privada de los indivi- duos. La idea de que el egoismo mueve a los hombres sub- yace también en la filosofia politica de Locke; y William Perry, a fines del siglo XVII, reconocié la importancia del egoismo individual, mostrando especial considera- cién por la propiedad como determinante de la posi- én social. oeiLa fundamentacién filoséfica del egoismo y de la propiedad privada fue la principal contribucién de los fl6sofos politicos de la era del mercantilismo a los inte~ reses del capitalismo naciente. E] homo rconomicus que habria de definirse un siglo més tarde es un ser esencial- mente egofste —su conducta se funda en maximizar su propio placer—, que opera en el marco de Ia apropia- cién privada y que lucha, «la vez, por acrecentarla. Martin Hopenhayn Tanto en Locke como en Rousseau, el contrato social tuvo como finalidad garantizar y regular el Estado natu- ral, y com ello, preservar los derechos individuales y de propiedad que, segiin Locke, son parte del orden natural Este tltimo sostuvo que es el trabajo el que, finalmente, legitima la propiedad privada, pues todo lo que el hombre hha extraido de la naturaleza mediante su esfuerzo ¢ indus- tria le pertenece, y es mediante su trabajo como hace de tuna cosa cualquiera su bien particular y la distingue de lo que es comiin a todos. En lo econdmico, Locke se refirié al trabajo como factor que produce riqueza, mientras en lo juridico seria generador de propiedad. Si para Lutero el ser humano se definfa por su profesidn, en la visién mds mundana de Locke lo peculiar del hombre es lo que po- see. El trabajo tendria sentido como la actividad median- te la cual el hombre acrecienta sus posesiones y, can ello, su ser mismo. La primacfa de la propiedad individual y la ‘dea de un orden juridico destinado a protegerla relegan el bien comiin y ponen en su lugar el individualismo econé- mico propio del capitalismo, En este marco, el trabajo se- guiria valorado como medio para un fin que lo trasciende y del cual es artifice: la propiedad. EI nuevo orden laboral En 1791, la Ley Le Chapelier abolié el régimen cor- porativo, prohibié el derecho de asociacién ¥- proclamé la libertad de trabajo; en el Cédigo Civil napolednico de 1804 se plasmaron los prineipios del individualismo juri- dico, y el contrato cobré fuerza de ley entre las partes. El Cédigo napolesnico otorgé absoluta libertad de trabajo y de accién para buscar la propia utilidad sin considera Repensar el trabajo cin del bien comin, Mientras el Cédigo Penal prohibié las huelgas y los sindicatos, se acaté la legislacién roma- rna en cuanto a considerar el trabajo como cosa, de tal modo que “unos pocos articulos del arrendamiento de obra y de servicios terminan de poner a los artesanos a merced de los patrones”.” La disolucién gremial liberé compromisos y ataduras jerdrquicas de los artesanos. Pero esta emancipacidn se hi- zo a costa de una nueva atadura: la del mercado. El asa~ lariado teabajaria ahora por wn contrato que firma de li- bre acuerdo con el propietario del capital, pero son las presiones del mercado y la amenaza de la desocupaci6n fos factores a los que se hallard sujeto. Ante esta nueva amenaza, la tendencia natural y espontinea de los obre- 10s fabriles fue, yaa comienzos del siglo pasado, organi- ‘arse en sindicatos. Pero también fue tendencia natural del capital promover una legislacién que proscribiera la organizaci6n de trabajadores, El obrero tenia entonces libertad de contrataci6n, pe- ro también “se veia forzado por la complejidad reciente de la producci6n a vender su trabajo en el mercado paca ganarse la vida" El gradual proceso de subordinacién del trabajo a los designios del capital se consolidé en el curso del siglo pasado con el afianzamiento de Ia técnica de produccién de maquinatias mediante maquinarias. Es- ta fase de aucomatizacién en la Revolucién Industrial procuraba, ademas de la reduccién de los costos, separar alos trabajadores del proceso de produccién, mantenien- do un régimen implacable de trabajo. De modo que las promesas de liberacién del trabajo se vieron contrastadas con realidades laborales extenuantes. A tal punto que “la [Bosna Ee tren and ar as, ia or age Main Ca lproblemacy ob oh oe 18 18, Roll Eriy Mitra dels doctrines ob. ct pig 89. 103 Martin Hopenhayn comparacién del esclavo antiguo y el proletario moderno fue fundamental para los filintropos del siglo XIX”. Es- tos percibieron las relaciones de la seguridad y la libertad ‘como si constituyeran un juego de suma cero, “Con el contrato libre —sefiala Duchitel—, nada de sometimien- to por un lado, ninguna obligacién de proteccién por el otro: el obrero da su trabajo, el patrén paga el salario convenido; a eso se reducen sus obligaciones reciprocas [..] tal es, por lo tanto, el inevitable resultado de la liber- tad de trabajo: hace mas precaria la condicién de los obreros”? Los valores humanistas del Renacimiento y el senti- do trascendente del trabajo en la doctrina calvinista y tuterana fueron rebasados por ua orden socio-econdmi- co regido por la antropologia individualista-posesiva de Hobbes y de Locke, por una concepcisn laiea del pro- greso exaltada por los enciclopedistas franceses —el progreso como un bien en s{ mismo—, por la prioridad utilitaria de la produccién en gran escala, y por la regla- mentaci6n impersonal del contrato de trabajo. La meca nizaciGn del trabajo, el riguroso control impuesto sobre len las fabricas y el valor asignado a la eficacia y-a la re- duccién de los costos convirtieron al trabajador en un factor de produccién que se adquiere en el mercado a cambio de dinero y, si es posible, a bajo precio. La aboli- in de los gremios por pronunciamiento legal, en Fran- cia en 1776 y 1791, en Inglaterra en 1814 y 1835, y luego en Alemania y en otros paises europeos, produjo un cambio dristico en Ia asociacién entre los hombres que trabajan en tareas similares. Por iltimo, “la teorfa indi vidualista en la que la abolicién de los gremios se justi- fied, negé la legitimidad de los antiguos usos entre los '. Glad por Ros Hora Poas) Manan Bueno Ales, 98 pig 17 104 Repensar el trabajo hombres. La temprana aparicién del sindicato, a pesar de la oposicién legal de su supervivencia frente a nume- rosos obsticulos, reafirmé una experiencia tan antigua como el tiempo —la fusién moral de hombres asociados fisicamente en el trabajo—. La necesidad de crear una unién que expresara la identidad de un grupo de hom- bres que, trabajando juntos, habian encontrado su pro- pia forma de describir su parte del universo, resulté irreductible, imperiosa. Las necesidades satisfechas du- ante tanto tiempo por la aldea, le corte feudal, y el gre mio, encontraron ahora expresién en una organizacion difecente. Pero los fines por ser servidos seguian siendo los mismos”. . ‘Al disolverse el orden artesanal, se desvanecié tam- bign el horizonte de referencia con que el trabajador ur~ bano podia sentir que su existencia produetiva estaba dotada de sentido. El trabajo fabril, de libre contrato, sustrajo al asalariado el control sobre el proceso produc tivo y la posesién de las herramientas de trabajos y arro~ j6 al teabajador a un mundo andnimo en el cual trabaja para incrementar utilidades de personas que no conoce. La tendencia esponténea a agruparse y ongenizarse en sinicatos nace dela necesidad de recuperar ee horizon- te perdido dentro de un medio totalmente nuevo y que tscapa del control de quienes lo trabajan, El sindicalismo surge como una “una reaccidn contsa la atomizacién so- cial, por una parte, y el divorcio del propietario y el tra- bajador de su funcidn histérica como agentes morales en la industria, por la otra." ; En la sociedad por acciones, tanto propietarios como trabajadores de la empresa carecen de la funcién que co- responde a quienes se vinculan con los medios de pro- 1. Taanenbavmm, Fras Florfia del rabao, Del Pacco, Santiago, 1957. 11 Thidem, pig, 95 ‘Martin Hopenhayn duccién, a saber, la responsabilidad de administratlos. El anonimato toca tanto al accionista como al trabajador, pues “ambos estin sujetos a fuerzas sobre las cuales no tienen ningiin control, ambos deben aceptar una decision de agentes a quienes no conocea (...] el temor a la insegu- tidad individual y el sentimniento de desamparo han deja- do profunda huella en la conciencia [..]”." Los trabaja- dores fabriles se agruparon en sindicatos motivados por un doble interés. El primero, de caricter inmediato, fue de supervivencia: la fuerza colectiva del sindicato permitfa negociar con el capital en términos menos desventajosos, y presionar por mejores remuneraciones y condiciones de trabajo. El segundo interés, de orden mediato, fue de identidad: la organizacién colectiva del sindicato ha sido siempre un vinculo de reconocimiento, una relacién de significacién y de identificacién, y una forma de tener mayor control sobre la propia vids. El sindicato.es la de~ satomsizacién de los pares, Promueve la identidad pro- ductiva que el trabajo fabril tiende a disolver en funcio- nes andnimas, Una adapracién constante del mercado de la mano de obra a las necesidades del capitalismo permite contar, durante la primera mitad del siglo XIX, con ejércitos de desocupados, salarios de hambre, condiciones insalubres de vida, explotacién en el trabajo de nifios y mujeres y jornadas de trabajo de quince horas diarias. Con la valo- racién instrumental del trabajo se reproduce parte del es- quema grecorromano, pues la gran masa de trabajadores consagrados al trabajo manual reduce su vida al trabajo y ala reproduccién de sus fuerzas fisicas. Aunque la auste- ra contemplacién espiritual tenga por sustituto el afan de lucro, la divisién entre trabajo manual y trabajo intelec- tual es la misma, Lo que sf varia es la divisin entre traba- id ibien pag a Repensar el trabajo jadores y ociosos: en la sociedad industrial quienes hacen uso del ocio, aunque involuntariamente, son los desocu- pados. No se trata del ocio “productivo” y enriquecedor de los griegos ni de préctica virewosa alguna, sino de todo lo contrario: el desocupado es quien goza de menos valo- racién social, y a veces moral, en la sociedad moderna. Por otro lado, la clase opulenta, lejos de ser ociosa, suele ser victima de su propio mito: el afén ilimitado de lucro y el endiosamiento de las utilidades. Con semejante carga, por mis que disponga de las posibilidades materiales para consagrarse al ocio, opta por Ia actividad. El espiritu com- petitivo que genera la economia de mereado, la difusa pero persistente herencia de la ética protestante y la mentalidad individualista y “ganadora” del humanismo renacentista hhacen del capitalista moderno un hombre muy distinto del arist6erata clisico. El empresario de la sociedad indus- trial nunca deja de ser, de hecho, un “hombre de trabajo”, entregado ala actividad productiva, aunque sea con la me~ diacién del capital que posee y que incesantemente trata de acrecentar, ‘Trabajo exaltado, trabajo cosificado La exaltacién del luero y, con ello, del trabajo que lo engendra, se justificé también por Ia exaltacién que los enciclopedistas franceses del siglo XVIII hicieron del progreso. Esta glorificacién de a historia, y la conviccién de que la humanidad rige su marcha por una racionalidad que la lleva a encumbrarse cada vez mis, hizo que los en- ciclopedistas vieran también en el trabajo el alma del pro- greso. Combinando el individualismo moderno con la prosperidad material que prometiera la acumulacién ca- pitalista, los enciclopedistas saludaron con veneracién 107 Martin Hopenhayn, todo aquello que contribuye a probar el ilimitado poder del hombre sobre la naturaleza. En este contexto, el tra- bajo que aporta a la acumulacién de riqueza y al control de la energia provista por la naturaleza (trabajo agrico- 'h, industrial 0 mercanti) se sumé al carro entusiasta del progreso. Dela misma manera, el afin de lucro fue considerado un resorte valioso para echar a andar las ruedas del creci- miento econémico. Montesquieu exeltaba el trabajo y consideraba preferible el deseo de lujo a la pasividad, pues aquél genera ventajas y empuja hacia las nuevas formas. Voltaire fue, junto a Vico, el primero en identi- ficar la historia con el progreso e hizo del trabajo el im- perativo categérico que garantiza la civilizacién, En la misma época, en Inglaterra, David Hume formulé una apologia del Iujo, al considerarlo un estimula a la econo- mia: una casa lujosa, deefa el filésofo inglés, aunque se deteriore con el tiempo, ha permitido dar trabajo a alba- Ailes y a fabricantes. También Hume, como Voltaire, identified trabajo y civilizacién: mediante el trabajo se superan necesidades y se producen otras, nuevas, especi- ficemente humanas, con lo cual el hombre cree una se- gunda naturaleza, a saber, la civlizacién. La apologia del progreso y su consecuente identifica eign con la virtud transmuts el sentido clasico de esta til- ‘ima, Bernard de Mandeville llegé al extremo de sostener que el vicio es superior a la virwnd (tomando la virtud co- ‘mo continencia y el vicio como ambicién, deseo, necesi dad de ganancia). Sin vicio, sostenta, no hay industria ni comercio. Valoré el lujo como mévil del trabajo, y en su Fabula de las abejas firmaba: “los vicios privados son be~ neficios publicos”. No hay alli rastros de la ética calvinis- ta, aunque ambos, calvinismo y utilitarismo, confluyen en Ja valoracién positiva del afin de lucro. En contraste con Repensar el trabajo iscurso puritano, Mandeville vio en el placer el mévil Bs prodsccién y enel trabajo, la fuente del consumo. Este sesgo del utlitarismo inglés en el plano del pensa- miento econémico es otra contribucién de la economia politica clisica a la visién hedonista del sujeto. Sin ideal de “virtud”, el trabajo queda desprovisio de contenido ftico, Pero en la medida en que aportaa la realizacién he~ donistica, el trabajo sigue valorado positivamente como ‘medio para algo que lo trasciende, Aqui lo util hace lo bue- no. ‘Todo trabajo, sin distincién cualitativa, es bueno en tanto fuente de riqueza, disfrute y progreso. Extrafia mez~ la de sensvalismo, utilitarismo y racionalismo, que va a hacer posible una valoraci6n cuantitativa e instrumental del Se torres pues, hacia fines del siglo XVIII, diversos sedimentns axiolégicos que se refuerzan mutuamente pars forjar un concept de trabajo adecuado = la sie, dad capitalists, Por un lado, la exaltacid del progreso, el tendiosamiento del lucro, de la ética puritans y del indi- vyidualismo surgido de la ética mercantilista. Por otro la- do, la visién cosifieante del trabajo, como contrato de servicios, como medio de satisfaccién hedonistica, como factor de la riqueza. De este modo, un abanico de ele- mentos heterogéneos eae a = nocién pss juna vez més!) del trabajo, al mismo tiempo en- fonts scat table geaQionvaneooeines franceses hay ambivalencia: la Enciclopedia de Diderot y DrAlembert define el trabajo a la vez como condena y como fuente de sociabilidad, como “la ocupacién coti~ diana a la que e] hombre por necesidad esti condenadlo ya la que debe su salud, su subsistencia, su sevenidad, su buen juicio y quizss, su virtud”.” raj oneal on peligro de etn ado por Mi, Dominique El abajo ws ear en peligro. in aaa, Panes Orbs Min, Cd, eos 19% 8.75 Martin Hopenhayn Tales ambivalencias serén importantes enten- der y justificar el trabajo masivo Pisssatralitenatde Jas fabricas modernas y de la produccién en gran escala, Era preciso endiosar ¢ hipostasiar el trabajo para ex- traer el maximo provecho de la fuerza de trabajo en las nuevas fuentes productivas; pero también era preciso cosificarlo, reducirlo a mera fuerza de trabajo, conver- tirlo en una actividad abstracta, cuantificable e instru- mental, para adaptar la idea de trabajo a la modalidad de la produccién masiva de las plantas fabriles. Al com- binar mitificacidn y reificacién de! trabajo humano, al reducitlo a mero “capital humano” y elevarlo a “gene- rador del progreso, la riqueza y la historia”, se forjaba un concepto ambivalente y opetativo del trabajo en la cuna del capitalismo industrial. Las ambivalencias, crea- das por la confluencia de fuentes tan dispares como la étice protestamte y la mercantil, el hedonismo y el pu- ritanismo, nos dan un importante precedente para en- tender el concepto de trabajo que emerge en la génesis de la economis politica. El trabajo y la economia politica clisica En su Histoire des idéologies, Frangois Chatelet sefta- Ina anal ct atta a oe as Smith: “Tal como Descartes, ciento cuarenta afios antes (.-]inicié la concepcién moderna de la racionalidad cien- tifica como empresa de dominacién del hombre sobre la naturaleza, y tal como John Locke, a fines del siglo ante- sig, defini6 una nueva nocién de la libertad prictica como derecho imprescriptible, del mismo modo Adam Smith puso de manifiesto una evidencia hasta entonces secun- daria de la realidad del hombre: el hecho de que es él fun- 110 Repensar el trabajo damentalmente un trabajador, y en tanto trabajador [..] fs como entra de manera decisiva en la relacién social”." Bajo la optica de Ja economia clisica, la sociedad es basi- camente una asociacién de productores. La vida econé~ mica, fundamento material de !a sociedad, tiene, segiin Smith, un orden interno que “regido por leyes naturales, ceuyo normal desenvolvimiento, movido por el interés in- dividual, que es naruralmente bueno, resulta el mejor de los drdenes posibles y produce instituciones benéficas para toda la sociedad”." No bien la sociedad aparece Gredndose a s{ misma, en un orden que no se debe a nin- gin principio metafisico sino tan sélo a una manera ra» Gional de organizarse y reproducirse, la economia queda separada de la ética. En semejantes condiciones, el traba~ jo se rescata como elemento esencial en Ja producci6n de |a riqueza: pero, carente de horizonte ético, se lo reduce aun bien econdmico. ‘La ambivalencia del concepto de trabajo encarna en la economia politica fundada por Adam Smith, quien lo con- ‘ibid como fuente de riqueza (sea trabajo presente o traba~ jo pasado, encarnado en el capital), pero a la vez lo ci ‘cunscribe a su aspecto econémico, haciendo abstraccién tanto de la persona que lo ejecuta como del sentido que esa persona pueda ororgarle. Su teorfa del valor-trabajo, a saber, la premisa segiin la cual la mercancfa vale el tra~ bajo en ella depositado, lo convierte en un parimetro abstracto y despersonalizado; a la vez que lo cosifica, to ‘universaliza y le asigna méxima importancia, pues remite el valor de todas las cosas a él. En tanto toda cosa vale tl trabajo que representa, éste, a su vez, s6lo representa cosas: “Lo tinico que le interesa es el hecho de que el ehewe Pari 197, pp 180+ 15, Lagos Maas, Guav, El problema ob ct ag. 76 11 Martin Hopenhayn trabajo sea el medio principal para hacer crecer la rique-~ za, Sihubiera que deducir una definicin ace ‘el trabajo, ésta seria meramente instrumental: ¢s la fuerza humana y/o ‘mecinica’ que permite crear valor [..] El trabajo se concibe en los mismos términos en que se deseribfan el tempo y el espacio en las obras cientificas de la época [...] Smith investiga las posibilidades de medir y comparar las cantidades del trabajo mismo [...] El trabajo ‘no es ya sélo como el tiempo, es tiempo [..] El taylorismo esta aqui en ciernes: la idea de un trabajo divisible en unidades simples que pueden combinarse mecénica- mente y repartir entre varias personas, tendré un futuro halagiienio®. Dentro del orden econémico que Smith explica y exalta a la vez (orden que supone la consagracién del progreso, es decir, de la providencia laica), rade funciona a ls perfecci6n: “Mientras cada individuo se esfuerza lo ‘més posible tanto para emplear su capital en apoyar la in- dustria interna como para dirigir esa industria a fin de que produzca el mayor valor posible; en esa medida cada individuo trabaja para aumentar lo més posible el ingre- so anual de la sociedad. Generalmente no intenta promo- ver el interés publico ni sabe en qué medida lo promueve. Al preferir apoyar la industria interna y no la fordnea, lo hhace sélo en interés de su propia seguridad; y al dirigir la industria de modo tal que hace a ésta producir el mayor valor posible, no le interesa sino su propio beneficio; y en esto, como en otros casos, obra bajo la conduccién de la mano invisible para contribuir a una finalidad que no esté en sus intenciones [...] Al obrar en pro de su propio beneficio promueve, con frecuencia, el beneficio de la sociedad con més eficacia de lo que realmente quiere ik kd Doses Eek wool = ob Ge, pigs SE Repensar el srabsjo promoverlo”.” La racionalidad de la sociedad reside en los intereses egoistas de los individuos que la componen. No hay visi6n mas opuesta a la de la ética puritana que, ‘un siglo antes, contribuia a estimular Ja misma acumula- cién capitalista que Adam Smith concibe como produc- to del instinto hedonistico del homo ceconomicus. No hay, tampoco, visién mds opuesta a la doctrina del bien comin pregonada por la Iglesia: para Smith, si el waba- jo de los individuos conteibuye al bien comin, no se de- be a las intenciones de los individuos, sino a esa mano invisible (sracionalidad econémica o providencial?) que se encarga de que el egoismo individual aporte al creci-~ miento general. No es el bien comtin el que da sentido al trabajo, sino el egoismo —mévil del trabajo—lo que ha~ ce posible el bien comin. a visi6n instrumental del trabajo de Adam Smith —y la subordinacién del trabajador al capital— es aun més evidente en su tosca teorfa del crecimiento demogrifico Segtin Smith, el proceso de crecimiento generado por la combinacién de mayor acumulacién de capital y mayor divisién del trabajo se mantendria mientras el producto per eépita creciera més répidamente que el consumo per cépita; esto genera un excedente constante, lo cual redun- da en una creciente demanda de fuerza de trabajo, que a su ver es causa de crecimiento demogrifico. Particular raz0- namiento, donde el aumento de la poblacién es el efecto de la necesidad de mano de obra por parte del capital. Y en la obra citada de Smith leemos: “Si esta demanda de fuerza de trabajo crece constantemente, la recompensa de la fuerza de trabajo debe forzosamente estimular de tal ma- nera el matrimonio y la multiplicacién de los trabajado- res, que esta multiplicacién puede abastecer la demanda 7 Seis, Adam Aw Inquiry ito the Nature and Caase ofthe We Nadons, ol. 1, Conny 1950, pg #21. Sbrayado MH. 113 Martin Hopenhayn siempre creciente mediante una poblacién en continuo crecimiento”." Y més adelante insiste en que “la deman- da de hombres, como la demanda de cualquier otra mer- cancia, regula necesariamente ls produccidn de hombres; la acelera cuando va demasiado despacio, y la detiene cuando va demasiado répido”. En estas dlkimas citas, la economia politica clisiea re- vela su vision mecanicista del ser humano y del trabajo humano. Subordinar la reproduccién del género huma- sno a la reproduccién del capital y, més atin, explicar el crecimiento demogréfico como una respuesta a las exi- gencias del mercado y a la demanda de mano de obra es la piedra de toque para la construccién del homo cecono- micus, Desde la perspectiva del trabajo, no hay de qué quejarse: a economia politica clisica reduce al hombre a su condicién de trabajador. Pero a su vex reduce al tra- bajador a la racionalidad auténoma del mercado (esa ma~ no invisible que nos convierte en marionetas felices). Se- parada de la ética, esta supuesta “ciencia positiva” que es laeconomia echa tierra sobre el concepto de trabajo se- dimentado en la tradicién religiosa o el humanismo lai- c0, Sera preciso que la filosofia alemana del siglo XIX —primero Hegel, luego Marx— le asigne al trabajo un nuevo sentido, Encontramos, a fines del siglo XVIII, una moderni- dad en ciernes. Miltiples son los elementos éticos, ideo- ogicos y doctrinarios que permean la visién del trabajo consolidada al calor del capitalismo industrial. Més ain, distintas combinaciones de estos elementos desembocan en conceptos heterogéneos del trabajo. Es ingenuo pen- sar que el industrialismo se nutre de (y autre a) una no- 1 hide pigs 2 Repensar el trabajo cién tinica de trabajo. Desde la ruptura con el mumdo medieval hasta las humeantes chimeneas de las prime- ras fabricas modernas, diversos son los flujos y reflujos del pensamiento. El Renacimiento adviene con la inde- pendencia del pensamiento respecto del teocentrismo medieval, el desarrollo de un humanismo que levanté figuras tales como Copérnico, Giordano Bruno y Gali- leo, la exaltacién del sefiorfo humano sobre la naturaleza, la alianza entre ciencia y técnica, y el desarrollo paralelo del mercantilismo y de una antropologia que sitia al ser humano como centro, dominador, ente auténomo y creativo. La ética protestante fue al mismo tiempo un regreso teocéntrico a Dios y un resorte para el futuro individualismo productivista. Tras el calvinismo, se pier~ de el: contenido social y comunitario del cristianismo anterior, y en nombre de un Dios infinitamente podero- so se construye tn individuo infinitamente racional. Més tarde, filésofos politicos como Hobbes, Locke y Petty pondrén los pilares filoséficos para el concepto de homo ceconomicus (hombre racional, productivo, egots- tay. hedonista) y para comprender lo social como su- ‘matoria articulada de intereses privados. A la idea rena- centista de progreso se suma la tradicién iluminista, con un énfasis en el desarrollo de la cultura, la razén y la ciencia; por otro lado, la economia politica homologs el. progreso con el crecimiento econémico y 1a acumula- lista Difficil evaluar en qué medida éstos y otros despla- zamientos axiol6gicos ¢ ideolégicos incidieron sobre la forma en que las personas sentian y definjan el trabajo. Dificil evaluar en qué medida existen sincronias o dis~ continuidades entre estas transformaciones y las pad das por el trabajo mismo, desde los gremios medievales hasta las fébricas. Pero, sin duda, estas transformaciones ‘Martin Hopenhayn (en las cosmovisiones y en los procesos materiales de produccién) vioientaron el apacible universo laboral —y los referentes simbélicos de ese universo— y obli- garon, por lo mismo, a reflexionar en torno del trabajo. Pareceria que tras este conjunto de transformaciones re- salta una ambivalencia —y una vivencia— fundamental en torno del trabajo, a saber: que éste contiene, simulta~ neamente, un enorme potencial de sefiorio y de servi- dumbre. No es casualidad que en los primeros afios del siglo XIX Hegel piense el trabajo a partir de las relacio- nes entre sefior y siervo. Pareciera que en la naturaleza misma del trabajo hu- mano se inscribe esta tensidn, y ella se hace explicita en las paradojas que enfrenta el trabsjo moderno: exaltado en la teoria, degradado en la préctica; dignificado por la moral, cosificado por la economia politica; maximo so- cializador, méximo atomizador, Marx querté pensar un trabajo liberado de la alienacién, convertido en enorme potencial emancipatorio que realizaria la esencia perdida del trabajo, Pero, al mismo tiempo, no puede desligar e! trabajo del “reino de la necesidad” y, por ende, reconoce su sujecién a la escasez y su heteronomia respecto del mundo de objetos con los que debe operat. Tal vez sea precisamente esta tensin la que hace del trabajo un fen6- meno inconfundiblemente humano: campo fértil para que el sujeto promueva su autodesarrollo, transforme su entorno, despliegue y construya su identidad, se integre con sus semejantes y potencie sus capacidades; pero, tam- bién, fuente de esclavizacién, de negacién de identidad, de Privacién de libertad, de conflicto social, de atrofia de ca pacidades y de embotamiento, Sin duds, las condiciones materiales y sociales en que el trabajo se ejecuta pueden contribuir a minimizar la negatividad del trabajo y maxi- mizar su potencia creativa y solidaria, Pero eso no debe- Repensar el trabajo i sn que trabajo ria movernos a confiar en el dfa redentor en que tra ¥ felicidad sean una sola cosa. Lo humano del trabajo re- Side, entre otras cosas, en esta tensi6n y contradiccién, en esta elasticidad que lo lleva a ser el mejor y el peor ami- go del ser humano. SEGUNDA PARTE: PROFUSION DE UN CONCEPTO Hegel y Marx: de la alienacién VII) del concepto de trabajo al concepto de alienacién del trabajo El trabajo como objeto de reflexi6n critica Con Ja formacién del capitalismo industrial, el con- cepto de trabajo adquirié, euizés por vez primera en Occidente, un rango critico. Noes casual la importancia que ef trabajo adquirid en la reflexién filoséfica al compas de la Revolucién Indus- trial. La concentraciGn de trabajadores independientes en los centros fabriles, !a masificaci6n de la produccién, la subordinacién del trabajo al capital, la disoluci6n defini- tiva de ias economias de sebsistencia y 4 hecho de que los trabajadores se encontzaron desposefdos de sus instru- mentos de produccién: todo ello hizo que se planteara cor fuerza inédita ia pregunta por el sentido del trabajo. Pero la pregunta por el sentido del trabajo ¢s, a la vez, biisqueda de sentido para el trabajo. Por otra parte, en la sociedad industrial el trabajo se constituye por primera vez en el medio privilegiado de integracién social: “en el contexto sociceconémico de la industrializacién y de la divisién técrica que ella provoca, el trabajo aparece co- mo el mejor medio de encontrar un lugar, su lugar, en la ‘Martin Hopenhaya sociedad. La ideologia del trabajo, progresivamente, se apoderé de todas las mentes e impuso su condicién de normalidad*, Se asiste a la difusién del trabajo indus- tial y de la red de servicios que le siguen, con lo cual el modelo ciudad-industria se convierte en el patron demogréfico-productivo que orienta el orden social, ju- ridico y politico de las naciones. El trabajo se inscribe en el imaginario colectivo como la gran palanca del vinculo con la comunidad, de la ciudadania y del reconocimien- to social, Por lo mismo, pasa a ocupar tn lugar de pri- vilegio en la reflexién, Sobre vodo, cuando esta palanca no funciona tan bien como quisiéramos. Otro elemento torna més compleja el contexto his- Cérico y filoséfico en que surge el concepto ctitico de trabajo. Bajo las nuevas formas de produccidn, el trabaja~ dor se desplaza en el universo andnimo del capital, pero, en contraste, una tradicién filosofica exalta la actividad humana y la capacidad de dominio y de transformacién del ser humano con relacién al mundo, El humanismo filos6fico del siglo XVI y el idealismo filoséfico de los dos siglos siguientes cultivaron una antropologia que hi- zo del ser humano un fundador de la realidad; no obs- tant, el trabajo impuesto por el régimen industrial no pa- recié acompafiar esta visi6n, sino todo lo contrario. Este ser humano que constituye las cosas zes el mismo que, en la actividad econdmica, esté constituide por la fuerza anénima del mercado y del capital industrial? _ No faltan, en la tradicién idealista, las alusiones al sujeto conocedor y hacedor de Ja historia. Segiin Vico, para nombrar al primero, los productos histéricos son cognoscibles en tanto son obra del hombre, Para el fil6- sofo italiano, conocer y hacer son actividades indiscerni- i, 30/4/1999, ig. 36. Repensar el trabajo bles: el conocimiento es conocimiento productivo, mientras que la produccién es producto cognoscente. Esta conmutabilidad entre lo cognoscible y lo producti- vo es fiel al espiritu del capitalismo naciente, pero a la vez supone un homo faber y un homo cognoscens que poco tienen que ver con la situacién del trabajador in- dustrial. Kant partié de la premisa de que la conciencia imprime su forma a los datos fenoménicos, organiza y legisla el mundo, constituye, relaciona, hace el mundo en esta medida, El papel constitutivo que Kant asigné a Ja conciencia en el orden de las cosas tampoco correspon- de con las condiciones de postergacién y postracién que encuentra en la conciencia del trabajador fabril de co- mienzos del siglo XIX al subordinarse a un régimen pro- ductivo que no controla. Fichte, otro exponente del idea- Lismo alemén del sigha XVIII, centro también lo real en la actividad del sujeto. El yo, al plantearse en el mundo, contrapone el no-yo a s{ mismo, naturaleza que se opone al sujeto. Siel yo se considera determinado por el no-yo, se pone como ser cognoscente; si se considera como de- terminante del no-yo, aparece como sujeto agente, El sujeto es combinacién de hacer y conocer, de determinar y determinar-se, en un proceso donde debe superar los ‘obstéculos que él mismo genera para desarrollar su ser ‘en la confrontacién con aquéllos. Esta idea de una con- ciencia que se hace realidad oponiéndose ala realidad ya |a ver conociéndola fue el punto de partida para que Hegel abordara el concepto de trabajo. ¥ mientras en Hegel las ambivalencias que el trabajo (y su concepto) enfrenta en el capitalismo industrial serfan, en tltimo término, absor- bidas en su idealismo absoluto, en Marx, por el contrario, fueron tensadas al punto de impugnar radicalmente las condiciones sociales y el orden politico en que tales am- bivalencias se desarrollan. Martin Hopenhayn El trabajo segtin Hegel Hegel concibié el trabsjo como actividad mediante la cual el espiritu desarolla sus potencialidades y, al mismo tiempo, actividad en que el espiitudeviene algo dstino de simismo, Esta paradoja en el concepto hegeliano de trabs- jo es herencia de I filosoffa de Fichte y también de las contradicciones del nuevo orden industrial: el trabajo ac- tualiza y a la vez aliena el ser; sin el trabajo el sujeto no es nadie, pero mediante el trabajo deja de ser lo que era originalmente. Extrafia paradoja que toca la esencia del trabajo, tanto en Hegel como en buena parte de la litera- turafilos6fica posterior sobre el concepto de trabsjo. ET sujto, mediante el trabajo, se transforma a si mismo en su propia experiencia? La filosofia del trabsjo no renuncia a Is ambivalenci, por el eoutrario, la celebra como parte de una dialéctica progresiva: entre el daro proceso de dejar de ser lo que se ers, y el proceso reconciliatorio de legar a ser lo que esté contenido en las posbilidades de reai- zacién de cada cual, el trabajo opera como causa eficaz, Hegel encara el concepto de trabajo tal como éste se ha consolidado en la conciencia burguesa, a saber: como actividad humana que genera un proceso historico, y co- mo rendimiento productive. Ademés, “a! trabajo como resorte de una dindmica historica y como rendimiento le asigna un valor positivo. No es un castigo —como se lo considera desde el punto de vista religioso— sino una ac- tividad constructiva en la vida individual y social y, por Jo tanto, un momento positivo en la evolucién del mun- 2 La dialéctica hegetians es, justamente, “la experiencia que la conciencis eS ee wine Peancnaogy cnr Macnee gh Dae Repensar el trabajo do histérico”? En tanto fuente de productividad y del devenir histérico, el trabajo esté en la base de las relacio- ines entre sujetos. En el célebre acépite sobre “sefiorio y servidumbre”, que Hegel desarrolla en su Fenomenologia del expiritu, el trabajo se plantea como decisivo para las elaciones humanas. En ese apartado, Hegel muestra que los objetos del trabajo no son cosas muertas, sino encarnaciones vivas de la esencia del sujeto, de manera que al tratar con estos objetos el hombre esté tratando, de hecho, con otros hombres” El siervo, dice Hegel, es esencialmente un trabajador: su vida es su trabajo, y su trabajo estd voleado sobre objetos que no posee. De este modo, el siervo lleva una existencia que no le pertenece y esti a merced de quienes poseen los objetos de su trabajo. ‘Como indica Marcuse, en esta situacién “la dependencia del hombre respecte del hombre no es ni una condicién personal, ni esta fundada en condiciones personales ni naturales (0 sea, inferioridad, debilidad, etcétera), sino que esti ‘mediada’ por las cosas... es el resultado de la re- lacién del hombre con los productos de su trabajo”.* Al ‘encadenarlo a su objeto, el trabajo hace del siervo una co- sa cuya existencia consiste en ser utilizada por otro. De modo que, mediante el trabajo, el trabajador se forja una conciencia de s{ mismo como dependiente de otra con- ciencia, la del sefior. Pero también el sefior se crea una au- toconciencia similar en el proceso productivo, pues en- carga los objetos que desea sin trabajar en ellos. Satisface sus necesidades mediante el trabajo ajeno, y su disfrute depende de su libertad respecto del trabajo 0, lo que es lo 3 Astrada, Carlor, Maray Hegel, ob. cts pag. 33 4. Marcuse, Herber, Razén y Revolain (edvesin: Juliet Fombons de Sucs), Madrid, Alianza, 1971, pie 116. 5. Tider, pig, 118 Martin Hopenhayn mismo, depende del trabajo del siervo y de que éste le su- ministre los productos ya acabados. Los objetos de dis- frute 0 de consumo del sefior llevan, pues, el sello de quien en ellos ha impuesto su esfuerzo, Asi, “cuando manipula estas cosas como propiedad suya, el sefior es- td tratando efectivamente con otra autoconciencia, la del trabajador, el ser a través del cual aleanza su satisfac- cién”.’ De modo que en el proceso de la relacidn entre abajo y consumo, el sefior acaba también percibién- dose a si mismo como un ser dependiente de otro. Lo importante, mas allé del seor y del siervo, es que en la relacién donde interviene el trabajo, cada una de las partes reconoce que su identidad la alcanza a través del otro, y que su subjetividad es, mediante el trabajo, inter- subjetividad. Con ello, el trabajo cobra a la vez un sen- tido positivo y uno negativo. Positivo, porque a través del trabajo el sujeto cobra conciencia de si mismo en tanto sujeto social, vinculado a otros sujetos; negativo, porque el trabajo es también dependencia de unos res- pecto de otros y, por lo mismo, queda atrapado en el “reino de la necesidad” Hegel creyé superar esta dimensién negativa del traba- jo y de la alienacién en las relaciones generadas por el tra- bajo, subordinando el trabajo ya al puro pensamiento que se reconoce libre, ya al espiritu absoluto que todo lo sub- sume. La alienacién es, en la dialéctica hegeliana, un mo- mento necesario, productivo y dindmico en la marcha del espiritu. Con ello, el idealismo de Hegel elude las contra- dicciones especificas del trabajo en los origenes del capita- lismo industrial (al menos, as{ lo entiende la tradicin mar- xista). Deja pendiente el anilisis histOrico de la alienacién del trabajo, que Marx retomaré algunos afios més tarde. Serd, también, el propio Marx quien reivindicard el aporse Cie pig ti Repensar el trabajo Hegel al sostener que “lo grande de la Fenomenologia... acta cprehende la autoproduccin del hombre co- ‘mo un proceso, la objetivacién como contraste, como alie- racién y como superacién de ésta;y, en segundo lugar, que 4 aprehende la esencia del trabajo y concibe al hombre objetivo, al hombre verdadero, en tanto que hombre real, como resultado de su propio trabajo”, El ser humano, pa- ra Hegel, se produce en su trabajo, y esto significa: que al generar objetos o tratar con ellos, el sujeto se hace objetivo en el trabajos que al hacerse objetivo en su trabajo, proyecta su exis- tencia en al trabajo, es decir, en un mundo donde hay otros sujetos que trabajan o que se relacionan de algu- na forma con los productos del trabajo; que “hacerse objetivo” mediante el trabajo significa también alienarse, volverse otro distinto de si mismo, depositar la propia existencia y la propia subjetividad ‘en objetos que estan fuera de nosotros mismos, hacer de nuestra existencia una existencia productiva, que se mide no tanto por si misma, sino por los objetos con los cuales se vincula y por la forma en que a ellos se vineulas — que esta alienacién tiene una connotacién positiva, pues ral como el yo fichteano se pone un no-yo para desplegar su propia actividad, del mismo modo la alienacién que implica el trabajo humano es la forma en que el sujeto se puede percibir a si mismo, darse cuenta de las potencialidades que tiene por realizar y las limitaciones que es capaz de romper. Otro importante aspecto que Hegel destacé del traba- jo es su cardeter universal. En la medida en que el trabajo 7. Cada px Rada Cas May Heal oe pi 8, 127 Martin Hopenhayn es lenguaje intersubjetivo y produce bienes intercambia- bles entre todos Jos seres humanos, trasciende las fronte- 12s del individuo aislado y hace de éste un ser genérico y social. Convertido en mercancia, el objeto del trabajo se vuelve universal y escapa del émbito individual donde ha sido producido. Gracias al trabajo, un objeto cualquiera se transforma en mercaneia. Pero “la universalidad transforma también al sujeto del trabajo, el trabajador y su actividad individual”. La produceién de mercancias hhace que los frutos del trabajo no sean frutos para ser consumidos inmediatamente por quienes los producen, sino bienes de cambio que cobran su real dimensién en el mercado. Con ello, poco importan los deseos personales ‘en el trabajo, pues, en una economia de cambio, el traba- jo tiene valor como actividad universal 0, como lo sefia- la Hegel, el valor del trabajo esté determinado par “lo que el trabajo es para todos, y no por lo que es para el in- dividuo” ? Abstracto y universal, el trabajo responde alas necesidades y deseos personales por medio de las relacio- nes de cambio impuestas por el mercado. Mediante este intercambio, los productos del trabajo se distribuyen en- tre los individuos al valor del trabajo abstracto. Esta ob- servaci6n de Hegel anticip6 el concepto marxista de valor y sus efectos en la distribucién, y la funcién del trabajo en la integracién de las distintas actividades individuales dentro del conjunto social donde operan las relaciones de cambio. Hegel abonaria el terreno a la critica marxista me- diante sus temores respecto del trabajo mecanizado: “Mientras mis mecanizado se vuelve el trabajo —sostuvo Hegel—, menor valor posee y mas tiene que trabajar el 8 Thidem, pig 9. Ctado por Marcuse Hesben, ob. cit, pig 8 128 Repensar el trabsjo individuo”. ¥ aun més categérico: “El valor del trabajo isminuye en la misma proporcidn en que aumenta su een _ Las facultades del individuo se ven in- finitemente restringidas, y la conciencia del obrero de la fébrica se degrada al més bajo nivel de la estulticia”." De este modo queda negads Ia autorrealizacin que de- beria hacer posible el trabajo. Reducido a su cardcter abstracto, despojado de sus peculiaridades individuales y destinado a tun intercambio ciego de productos, el tra- bajo subordina al trabajador a un mundo que él no con trola y donde no logra identificar su actividad con el producto de ella. En una economia donde la produecién se destina al cambio y donde el trabajo, por causa de la mecanizacién y de la produccién masiva, pierde su es- pecificidad creativa, el sujeto experimenta su negacidn en Ia actividad que ejerce. Cierto es que el trabajo, se- gain Hegel, es por su propia naturaleza la forma en que el individuo sale de si mismo y se proyecta en un mun- do que debe transformar y hacer suyo. Pero distinta es la situacién en una sociedad de produccién mecanizada y destinada al intercambio mercantil, pues en semejan- tes condiciones ni la actividad ni los frutos del trabajo representan el reencuentro del trabajador consigo mis- mo, Esta alienacién de la actividad y del producto del trabajo serd en el joven Marx el centro de anilisis de la problemitica del trabajo. EL trabajo segdin Marx Marx comienza sus Manuscritos econémicos y filosofi- cos de 1844 enunciando lo que considera las regulaciones bésicas de la relaciéa entre capitalistas y trabajadores, y 6 Gia por Marcas Hater ob ig 129 Martin Hopenhayn que por si mismas determinan una relacién de explota- cién, Concibe el capital como trabajo acumulado, “con la consecuencia de que lo que el trabajo produce es arre- batado en grado creciente de las manos del obrero, que ‘en manera creciente su propio trabajo se le opone como Is propiedad de otra persona y que los medios de subsis- tencia y su actividad se concentran en forma creciente en manos de los capitalistas”." En el trabajo de las plantas industriales, sefiald Marx, el trabajador erige su propia cércel. La acumulacién del capital aumenta le divisién del trabajo, la divisién del trabajo aumenta el nmero de obreros y, ala inversa, el ntimero de obreros aumenta la division del trabajo, mientras ésta aumenta la acumula- cin de capital, El crecimiento combinado del capital y de Ia division del trabajo llevé, segin Marx, a que el obrero sea cada vez mds dependiente del trabajo (de un trabajo mecanizado, fragmentado, atomizado); a su vez, al aumentar el niimero de individuos que dependen ex- clusivamente del trabajo, aumenta la competencia entre ellos y disminuye asf su precio, El trabajador cesa de ser hombre y se convierte en actividad abstracta, cada vez mis dependiente de las fluctuaciones del mercado labo- ral y de la discrecionalidad del propietario del capital. ‘Vemos, pues, que las ambivalencias no fueron asumidas por Marx como parte de la naturaleza del trabajo, sino como expresién de contradicciones historicas que éste mantiene con el capital: contradicciones que, segiin Mang, constituyen aquello que es preciso abolir en 1a préctica (y no sélo en la especulacién) para permitirel de- sarrollo de las potencialidades humanas a través del pro- ceso social del trabajo, 11, Mare, Kar, 1% Kas, Manatcritos econtiion 9 flosGfics Rubés Soroconil; Austral, Savigo, 1960, pg 7. Repensar el trabajo Marx sefialé en los Manuscritos la aguda contradic cién de la economia politica clisica respecto del trabajo, para la cual, por un lado, “todo se compra con trabajo, y [que] el capital no es otra cosa que acumulacidn de traba- jo” y, por otro lado, “el obrero, lejos de poder comprar To todo, debe venderse él mismo y vender su identidad hrumana”.? En la misma medida en que la division del trabajo aumenta el poder productivo del trabajo y facili- ta ka acumulacién del lado del capitalista, empobrece al obrero y lo reduce a factor de produccién, El hecho de que la economia politica considere esta situacién como Jo natural presupone coneebir el trabajo como fuerza y al trabajador como cosa depositaria de esa fuerza. Esta concepcién cosificante del trabajo permitié avalar las condiciones deplorables del trabajo fabril de principios del siglo pasado, con jornadas de trabajo de hasta dieci- séis horas diarias. Extrafio contraste entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la degradacién de la situacin del trabajo. En principio, l cambio técnico en la produccién debia ha- cer posible reducir el componente de trabajo, permitirle al sujeto romper con la esclavitud de su cuerpo y propor cionarle tiempo para consagrarse a otras actividades. A mediados del siglo XIX, en Francia se habfan reducido significativamente las horas de trabajo diario “medio” por persona requeridas para satisfacer las necesidades bé- sicas de la sociedad, gracias al tiempo ahorrado por la maquinaria, Pero de hecho la duracién del trabajo era mds extensa que nunca, y su situaci6n, deplorable. “No se ha considerado”, advierte Marx “le enorme diferencia {que existe entre hombres que trabajan con las méquinas, ‘0 como maquinas”. ‘2 idem, pig 23. Martin Hopenhayn La critica que Mare formulé a la economia politica no es sino la sintesis de una literatura social ya existente, Yy que Marx recoge y cita. Asi, en De la misire, de Buret, leemos: “En lo abstracto la economia politica considera al trabajo como una cosa; ‘el trabajo es una mercancfs’ Siel precio es alto, entonces lx mercancfa tiene una gran demandas si el precio es bajo, entonces la mercancia abunda... Esto se hace inevitable en parte por la compe- tencia entre capitalista y obrero, y en parte por la com= petencia entre obzeros. La poblacidn obrera, vendedora de trabajo, necesariamente estd obligada a aceptar la mi. znima parte del producto [..] la teoria del trabajo como mercancta, ges otra cosa que la teoria de la servidumbre disfrazada?”.” El capitalista, ostuvo Marx, siempre puc- de elegir comprar Ia fuerza del trabajo o prescindir de ella, mientras el trabajador esté obligado a vencler Ia su- ya. Esta diferencia condiciona a prior la transacei6n por medio de la eval el trabajador “alquila sus servicios”, Es. ta asimetria se hace patente en el hecho de que el trabajo se destruye por completo si no es vendido continuamen- te. El trabajador no puede acuanular su fuerza de trabajo como si fuese dinero o cualquier mercanefa para vender- la més tarde en forma “acumulada”. En el interim perece por inanicién, a diferencia de cualquier otra mereancis, El trabajo es vida, yexige, pues, el consumo permanente de alimentos. Concebir el trabajo como una mercancia 8, como decia Buret, admitir la esclavitud. Mare desencraié el poder del capital sobre el trabajo ylo concibié como dominio del trabajo acumulado sobre el trabajo vivo. Lo peculiar de este poder que ejerce el ex. pitalista es que no depende de sus cualidades personales ni de virtudes o fuerzas individuales, sino del hecho de que posee capital. Su poder es el poder de adquisicién 13. Giado por Mary, Karl, Mannscrits. 132 Repensar el trabajo que tiene su capital, con lo cual ratifica los principios de [a ética mercantilista nacida tres siglos antes. Una vez gue el capitalismo impone su modalidad, debemos con- siderar que el hombre es esencialmente un poseedor. Es- ta capacidad de adquisicién tiene como objetos el capital y las mercancias que el capital genera, como también esa otra mercancfa tan especial que es el trabajo. El derecho inalienable de adquisicién, inscrito, segiin el iberalismo, en la naturaleza del ser humano, habilita al capitalista a adquirir también el trabajo ajeno. zPero acaso el traba- jador que vende su fuerza de trabajo no renuncia, al mismo tiempo, al derecho a ser propietario de sus pro- pias energias? He abf, segiin Marx, Ia arbitrariedad del capitalismo. El “poder de adquisicién” es patrimonio de los capitalistas, y su contrapartida es la constriccién {que el sistema impone a los asalariados a vender sus pro- pias fuerzas. Marx centra su andlisis en la consideracién de un he- cho real, Con la Revolucién Industral, la divisién del trabajo alcanzé dimensiones inusitadas, lo que sumado a la divisin capital-trabajo tiene especiales efectos sobre el trabajo. La produccién de mercanciss, subordinada a Ja ley del mercado capitalista, niega tanto los talentos indi- vviduales como el interés general. El ser humano mas se aliena cuanto mas reduce su actividad a una funcién ato- mizada en esta divisién social del trabajo y cuanto mas despojado se encuentra de los medios y frutos de su tra- bajo. $i la alienacién, tal como Marx la vio, es la condi- cidn en la que el stijeto no se reconoce en su medio y en aque se ve privado del despliegue de sus potencialidades (0 de la realizacién de su libertad), el trabajo en el capia- lismo industrial asume la forma de trabajo alienado. Por otro lado, si las mercancfas se constituyen en el nnexo de intercambio social y e! mercado determina las 133 ‘Martin Hopenhayn posibilidades de satisfaccién de necesidades y deseos del hombre, éste, como ser social, carece de control sobre sus propias posibilidades, siempre dependientes de la re- gulacién impersonal del mercado capitalista y del capital privado que aprovecha el mercado para maximizar sus utilidades. Esto lleva a concluir que tanto el trabajo par- ticular como el interés general se ven negados por el siste~ ma econdmico. La alienacion se hace explicita en sus dos aspectos: como inhibicién de poteneialidades del sujeto ycomo el predominio de una estructura que no respon- de a las necesidades y motivaciones de los sujetos que la componen. Si el sujeto deviene victima de las relaciones de pro- duccién, su conciencia se aliena tanto como su existen- cia, En la medida en que trabaja bajo el estigma de la enajenacién, se distorsiona también su forma de pensa- miento social. Tanto es asf, que el ser humano en el sis- tema capitalista considera el modo de produccién capi- talista incrinsecamente racional, identificéndolo con el orden natural y con el mejor de los érdenes posibles. Es- ta identificaci6n del capitalismo con la voluntad ejercida por una providencia laica (la mano invisible de Adam Smith) es, segiin Marx, una forma enajenada de pensar que corresponde a una forma enajenada de produccién material y de relacién social. La desnaturalizacién del trabajo humano en su subordinacién al capital, y el feti- chismo de la mercaneia, tal como Marx lo expone en las primeras paginas de Zl capital, generan una conciencia alienada que parcializa la visién del mundo social. En es- te punto se ve con elocuencia la importancia que Marx otorga al trabajo en la vida del ser humano: es la situa cién social y econémica del trabajo un resorte gravitan- te para las modalidades que asume el pensamiento en una sociedad, Repensar el trabajo El concepto de trabajo alienado Al retomar e] concepto hegeliano de Ia alienacién, Marx distingue diversas formas de trabajo alienado. Son estas formas, descritas en el capitulo mis difundido de sus ‘Manuscritos de 1844, las que se examinan a continuacién. Una forma de alienacidn Ia padece el trabajador en relaci6n con el producto de su trabajo. En el marco de la economia capitalista, “el obrero se hace més pobre mien- tras mayor riqueza produce, mientras més aumenta su produccidn en poderio y extensién. El obrero se convier- te en mercanefa més barata a medida que crea més mer- cancias. El valor creciente del mundo de las cosas deter- mina la directa proporci6n de la devaluacién del mundo de hombres”." El objeto que produce e! trabajo se le pone al productor como algo alienado, es decir, como tun poder que se evige independientemente y contra su artifice. Cuanto més produce el obrero, més se acrecien- tael poder del capital, mis refuerza también la economia del mercado y, por lo tanto, mas sucumbe él mismo, co- mo vendedor de trabajo, a los arbitrios del mercado y de los propietarios del capital. Pecdemon con Mars, quecl produceo del trabajo es 1a objerivacién del trabajo y que esta objetivacién o reali- zacién del trabajo aparece a la vez como una pérdida de realidad para los trabajadores: “la objetivacién como la pérdida del objeto y la servidumbre del objeto; la apro- piaciéa como enajenacidn, como alienacién”.” Ya Hegel habia establecido la identidad entre alienacién y objeti- vacién, pero como un hecho positivo, es decir, como de~ sarrollo del espfritu en la historia. El anilisis que hace Marx de la economia politica y de la situacién del traba- (Wats Kar, Manwsrtos. 15, Thien, pig 67 Martin Hopenhayn jo también nos muestra la identidad entre objetivacién y alienacién en el trabajo (el producto es a la vez objetiva- cién y alienacién del trabajo), pero con carga negativa. Mientras més se desgasta el obrero, mis crece frente a él un mundo que no le pertenece, poblado de objetos cuya posesién le ha sido sustraida. Por eso, afirma Marx, en la Vida del trabajador “mientras mayor es su producto, me- aor es él mismo”. En sintesis, “mientras ms produce [el obrero}, menos tiene que consumir; mientras més valo- res crea, mis desposeido, menos valioso se hace; mien tras mis perfecto es su producto, més imperfecto se ha- ce el obrero; mientras més civilizado es su objeto, més birbaro se hace el obrero; mientras més poderoso se ha- ce el trabajo, més inerme se hace el obrero; mientras mas ingenioso se hace el trabajo, mas torpe se hace el obrero y més esclavo de la naturaleza”." La segunda forma de alienacién que Marx considera es lade la actividad del trabajador. Si el trabajo tiene co- mo fundamento la gratificacién de utilizar consciente- mente las fuerzas de la naturaleza, en el trabajo alienado esta realizacién esti negada. En su actividad, el trabaja- dor no encuentra mas que la mortificacién o el embota- miento. Se siente en lo suyo cuando no trabaja y fuera de si mismo cuando trabaja. El trabajo s6lo adquiere sentido mediatamente, como mero medio para satisfa- cer necesidades fuera del trabajo. En sus funciones ani- males —alimentarse, procrear, dormir— el trabajador se siente hombre y en sus funciones més humanas —traba- jar— se siente un animal. La alienaci6n de la actividad cs inseparable de la alienacién del producto: *;Cémo podria enfrentar el obrero el producto de su actividad como un extraiio —pregunta Marx— sino fuera que en is emp Repensar el trabsjo el momento mismo de la produccién se enajena de si \ismo?”.” ena negecién de sf mismo a través del trabajo remata en un tercer tipo, genérico, de alienacién, Al referise « lla, Marx expone una visién antropol6gica tefida de he- gelianismo: el rasgo esencial de la especie humana —di- co— es la actividad vital, que es transformar la naturale- za conforme a una previa representacién que de ella se ha hecho en Ia conciencia. Lo especifico de la vida humana es, bajo esta dptica, Ia actividad libre y consciente: el obrar adaptando la nacuraleza a un ideal de vida previ mente dispuesto en el pensamiento. Es el trabajo, como actividad libre y consciente, lo peculiar de la especie, el sentido de la existencia humana." En la medida en que es- te trabajo, a saber, a vida misma, se ha convertido en un. medio de vida, el sujeto, en su eer genérica, ona su naturaleza, Un pirrafo del joven Marx es muy elo- cuente al respecto: "Bl crabsjo, I activided vital, la vide productiva misma, aparece ante ¢] hombre como medio ‘para satisfacer una necesidad: la necesidad de mantener la existencia isica. Sin embargo, la vida productiva es la vida de la especie. Es la vida engendrando la vida. El carécter total de la especie —su carter especifico— estd conteni- do en el caricter de su actividad vital; y Ja actividad libre, conssiente, es el cardcter de la especie humana. La vida risma aparece como un medio de vida." Mars advierte también tuna cuarta forma de enajena~ cién, Lo que se aplica 2 la relaci6n del sujeto con su tra~ bajo, con el producto de éste, y consigo mismo, es igual- 17 Tider, pig 70 16 Ea los Manescrtos enconiamos tdavis ua lengua impregado de ‘dealsmo, con alusén a “esencia humans” y ottos conceptos similares que ‘Marr vas dear de ado en obras poserores. 19, Marg, Kath, Mangers 0b. ct ig. 74 137 Marcin Hopenbayn para la relacién del sujeto confrontado con otros. Cuando a un sujeto se le enajena su trabajo y el producto de éste, hay otro que se estd apropiando de ese abajo y de su producto, La slienacidn entre sujetos, que en el anzlisis de Hegel encarna en la dialéctica del sefior y el iervo, es, segtin Marx, la consecuencia de la separacién capital-trabajo y de la subordinacin del trabajador al ea- pitalista. Donde hay enajenado hay enajenador. Tal como el trahajador vive su propia produecién como una pérdi- da de su realidad, engendra a su vez el dominio sobre esa produceién por parte de quien no la ha producido, “Al mismo tiempo que enajena de si su propia actividad, asi confiere @ un extrafio una actividad que tampoco le perte- nece”.* La relacidn entre sujetos se vuelve relaci6n extra~ fia y entre extras; mientras al que trabaja su producto se le hace extraiio, el que se apropia del producto se relacio~ na con un trabajo que le es extraio. Sélo a partir de la consideracién del sujeto como un ser cuyas determinaciones esenciales estén dadas por su trabajo (por la actividad, el producto y la situacién social de su trabajo) puede hablarse de enajenacién y autonega- cidn, Todo el desarrollo de los Manuscritos de 1844 gira en torno de ese eje: hablar de trabajo alienado supone considerar el trabajo como fundamento y especificidad en el sujeto; por lo mismo, hablar de trabajo alienado es referirse a la alienacién del ser humano como tal. Superar |a alienacién del trabajo, mediante la abolicidn del capi- talismo, era, para el joven Marx, devolverle a la existen- cia humana su sentido originario, El anilisis de Marx trascendié las relaciones econé- micas para dilucidar tras ellas el contenido humano sub- yacente. La oposicién entre el capital y el trabajo tiene como efecto la alienacién del hombre respecto del hom- Repensar el trabajo bre: individuos se aislan y oponen entre sf en la carrera para adquirir mercancfas y aumentar el poder del capital. Son, finalmente, las mercancias y el capital quienes regu- lan las relaciones entre los sujetos y no viceversa. La alie- nacin del ser humano respecto de su propio trabajo lo vuelve un extraio a los ojos de sus semejantes; los indi- ‘vidos participan del proceso social como propietarios 0 adquisidores, y sus relaciones se confunden con las de los valores de cambio de las mercancias. En El capital, Marx enriqueci6 el anilisis sobre la si~ tuaci6n enajenada del trabajo formulado en sus Manus- critos de 1844, tomando como punto de partida la teoria clisica del valor de las mercanefas. Todas las mercancias, ‘observé Marx, son trabajo humano materializado. En esa medida, encarnan la misma sustancia. En principio, el trabajo es tan diversn como los valores de uso que gene- ta, Cada trabajo difiere de los demds segin el objeto que produce y los procedimientos que emplea. Pero si el va- lor de todas las mercancias depende del trabajo represen~ tado en ellas, determinar este valor exige considerar el trabajo haciendo abstraccidn de su especificidad a fin de convertirlo en una medida cuantitativa y comparativa, De este modo, con la teoria del valor-trabajo el trabajo se ve reducido a la cantidad de fuerza de trabajo invertida en la produceién de una mercancia cualquiera, indepen dientemente de la forma, el contenido y la individualidad del trabajo. Serd el tiempo de trabajo, tinico parémetro abstracto del trabajo, lo que decida el valor del producto de aqvél, Pero el tiempo deja subsistir aun un factor in- Gividual, pues hay trabajadores que en un mismo lapso producen més que otros, por diferencias en la capacidad personal o en el desarrollo técnico de los medios de pro- duccién que utilizan, Un nuevo grado de abstraccién permite reducir estas diferencias individuales: se calcula 139 Martin Hopenhayn el tiempo de trabajo promedio segiin el nivel técnico y Jas capacidades personales medias vigentes en la pro- duccidn, es decir, el tiempo de trabajo de productividad media en un momento dado. El valor de la mercancia depende, entonces, del tiempo de trabajo socialmente necesario para su produccién. De esta forma el trabajo, ‘como generador de valor, queda reducido a un pardme- tro general abstracto que permite expresar valores de cambio de las mercancfas, Pero tal como cada producto posee un valor de uso y un valor de cambio, cada trabajo esa la vez trabajo concre- to y abstracto, El proceso social de produccién destinado a generar mercancias —productos destinados al intercam- bio y que se miden por su valor de cambio— descuida las diferencias de trabajo concreto y sélo retiene como paré- metro la cantidad de trabajo abstracto contenido en la mercancia. Marx advierte que esta situacién no es una condicién natural del trabajo sino la forma especifica del trabajo en el régimen capitalista de produccion, En este ségimen, el trabajador aparece despojado de los medios de produccién y del producto del trabajo y forzado a vender su fuerza de trabajo como una mercancia entre ‘otras, Pero de hecho la fuerza de trabajo se convierte en la tinica mereancia cuyo valor de uso va a ser tna fuente de mayor valor que el que posee en ella misma. El valor de la fuerza de trabajo vendida al capitalista equivale a una parte del tiempo durante el cual el obrero trabaja. El resto del tiempo queda sin pagas, pues el capitalista paga por el valor de uso del trabajo y hurta la diferencia pro- ducida por el valor de cambio de lo que el trabajo produ- ce. Esta diferencia hace que la relacién entre capitalist y trabajador sea de robo o explotacién. La libertad burgue- sa, segtin Marx, se traduce en libertad para vender 0 com- prar fuerza de trabajo; y la justicia se traduce en justa ex- 140 Repensar el trabajo plotacién del capitalista sobre el trabajador. Cuanto mis rece el capital privado, més aguda es la explotacién del trabajo. Abandonadas a si mismas, las fuerzas del capita- lismo generan el sometimiento del hombre, la miseria y Jos violentos antagonismos entre clases sociales, La liber- tad se convierte en negaci6n de la libertad. En El capital, Mars no renuncié al anilisis de la alie~ nacién, sino que lo reforz6 con una teoria de la plusvalia ¥y una teor‘a del mercado y de la explotacién del trabajo. Gon estos nuevos elementos, Marx deduce una nueva forma de alienacién: en el mercado, la reduccién a deno- minador comiin de los diversos trabajos y de sus produc- tos escapa del control de la conciencia, de los deseos y de las previsiones de productores y vendedores. Todo ocurre “independientemente de la voluntad y de las previsiones de los productores, a cuyos ojos su propio movimiento social toma la forma de un movimiento de las cosas, mo- vimiento que les lleva més alld de lo que ellos pueden di- tigilo” La alienacién aqui no sélo es del trabajador respecto de su producto, sino de todos respecto del mer ‘ado; este tiltimo regula la voluntad de los seres huma~ ‘nos, y no viceversa. Asi, las cosas adquieren funciones de personas; las personas, funciones de cosas. Una de las criticas fundamentales de Marx al capita- lismo —como sistema—y a la econom(a politica —como ciencia— es que sdlo retiene el carécter abstracto del tra- bajo, y devora, tras la ley del valor, el trabajo conereto. Cabria preguntarse si el humanismo marxista, con su idea de trabajo alienado, es decis, con el supuesto de una esencia del trabajo bumano negeda tanto por el capitalis- ‘mo como por la economia politica, no reproduce aquello que objeta, a saber, una abstraccién. Suponer una esencia 2 Chad per Garay, Roger, Prpecas dl Boe ead nig Malina Capon Bares Foal 1970p 141 Martin Hopenhaya del trabajo humano en virtud de la cual podamos discerniz entre trabajo alienado y trabajo libre, podria implicar, una vez més, la omisidn del trabajo concreto, la universalidad ‘vacia”. Marx desentraiia contradicciones del sistema al exa- minar tres formas de fertilizacién del crabajo humano en el capitalismo industrial: la cooperacisn, la division del trabajo y el maquinismo, La cooperacidn, a saber, el tra- bajo colectivo de personas asociadas en la misma tarea, genera una nueva potencia en el trabajo, multiplicand: capacidad. La fusién de diversas fuereas en una faeces comin deberia permitirle al trabajador “borrar los limi- tes de su individualidad y desarrollar su potencia como especie”. Pero en el marco de la produccibn capitalista el propietario del capital dirige la produccicn cooperativa y a la vez extrac la plusvalia, condiciones en la que la coo~ peracién engendra su contrario: el dominio. La division del trabajo en al proceso manufacturero es también una posibilidad de la que la humanidad dispone para libersr~ se del yugo del trabajo, incrementando la produccién a escalas sin precedentes, Pero en el esquema de la industria capitalista esta division supone la autoridad del capitalista “sobre unos hombres transformados en simples miem- bros de un mecanismo que les pertenece”. La divisién del trabajo, condicién de progreso y de dominio del hombre sobre la naturaleza, engendra asi su contrario: la mutila- cin del hombre. La divisidn entre trabajo intelectual y trabajo manual aliena al sujeto en un sentido genérico, pues quien ejecuta el trabajo manual ha perdido nocién de la finalidad de este trabajo. Son otros quienes planifican, disponen y predisponen, y no hacen mis que planificar y disponer. Asi, mientras unos piensan y otros ejecutan, los pprimeros sélo tienen conciencia de los fines pero no tra- bajan para concretarlos, y los segundos generan produc- 142 Repensar el trabajo tos sin apropiarse del sentido de su accién. La division capitalista del trabajo “desfigura al trabajador, hace de él algo monstruoso al activar el desarrollo artificial de su destreza de detalle, sacrificando todo un mundo de dis- posiciones y de instintos productores”." Por iiltimo, el ‘maquinismo, que es la condicién del dominio del sujeto sobre la naturaleza, convierte al sujeto en victima de esta segunda naturaleza, producto de la técnica y la industria, La subordinacién del hombre al mercado es inseparable del sometimiento del trabajo al régimen que impone la técnica, Acelerando la descomposicién del acto humano iniciada por la cooperacién y la divisién del trabajo, el ‘maquinismo “clava para siempre al hombre a una opera- ci6n de deualle”.” Marx opone como alternativa a las formas de produc ci6in que alienan a trabajadores y al conjunto de la socie- dad, y una vez abolida Ia propiedad privada, una modali- dad que radique en la “asociacién de productores”. No es tarea nuestra entrar en el andlisis de las consistencias € inconsistencias del modelo de sociedad propuesto por Marx. Resulta dificil pensar, en todo caso, que los socia~ lismos reales hayan plasmado érdenes historicos donde trabajo y libertad pudieran encontrar una feliz formula reconciliatoria. La imagen que la historia lega del trabajo en las grandes plantas fabriles del modelo soviético, en- carna con terrible elocuencia el mito industralista que inmola las especificidades humanas en el altar de la pro- duceién en gran escala, La exaltacién de la disciplina obre- ra y el sacrificio personal en aras de una causa colectiva (pero que a la vez fue més causa del poder central que vo- Jantad general) parecen hoy muy lejanos del ideal de tra- bajo creativo y libre. Los altisimos costos ecologicos que idem, pig, 406. 23 tbider, pig. 407, Martin Hopenhayn emergieron del sistema de produccién del bloque socia- lista tampoco pueden ser muy inspiradores para pe un modelo de trabajo que permita armonizar la rela del ser humano con su entorno. Por otro lado, Marx advirtié que el trabajo produc- tivo nunca podré liberarse por completo, pues pertene- ce al “reino de la necesidad” y, como tal, esté siempre sujeto ala coaccién que impone la escasez. El trabajo es indesligable del proceso de satisfaccién de necesidades, y la libertad supone justamente la superacion de esa li- mitacién, Pero si concebimos, tal como Marx lo hizo, el trabajo como la actividad mediante la cual el sujeto de- sarrolla sus posibilidades de ereacién y transformacién, no podemos negar la importante dosis de libertad im- plicita en ella La utopia de Marx supone la negacién del orden vi- gente. En relacién con el trabajo, deja lugar a cierta am- bigtiedad. Por un lado, la negacién del trabajo asalariado y Ia asociacién libre de productores no niega el trabajo er se, sino el trabajo alienado. En este sentido, la uto- pia —el futuro pleno y distinto— harfa posible el tra- bajo emancipado del yugo del capital, actividad que re~ concilia al ser humano con sus potencialidades subjetivas y con sus semejantes, Pero, por otro lado, ese futuro pleno y distinto es la conquista del “reino de la liber- tad” y la victoria definitiva de la humanidad sobre el “reino de la necesidad”, vale decir, sobre la escasez. Marx hereda y profundiza el mito industrialista segiin el cual el desarrollo de la técnica lleva finalmente a la posibilidad de liberarse del yugo del trabajo y confiar a las maquinas las duras tareas produetivas. De este modo, el horizonte utépico de Marx se vuelve ambivalente: pues su utopia puede implicer tanto liberar el trabajo como liberarnos del trabajo. Lo deseable puede ser ne- 144 Repensar el trabajo ién/superacién del trabajo alienado, 0 bien nega- Erén/superacign del trabajo en si. Esta ambigiiedad estd fen Ia base de la valoracién que Marx hace del trabajo, donde se entremezcla un ideal de trabajo libre con otro {deal del ser libre respecto del trabajo. Esta ambivalencia del trabajo —trabajo como necesi- dad, trabajo como libertad— constituye un aporte deci- sivo tanto del hegelianismo como del marxismo al con- cepto en cuestidn, Tocamos aqui lo esencial en lo relativo al trabajo, no ya a su modalidad en un sistema producti~ vo especifico. Es la tensién entre la necesidad y la ibertad ten el acto del trabajo lo que lo define: el abajo es ala vex creacin y subordinacién, conquista y claudicacién. El tra- bajador debe dominar el material con que trata, y a la vez ajustarse a los rasgos propios de ese material. La aliena~ ci6n en el trabajo se agudiza cuando sélo se conserva sa aspecto de necesidad, de sumisién, de claudicacién, mien- tras el otro aspecto se ve reprimido por el marco institu- ional y socio-econémico en que el trabajo se despliega. CCierto es que la liberacién absoluta del trabajo humano es tuna utopia, Pero como horizonte ut6pico, ha contribuido —y seguir haciéndolo— a idea formas de organizar so- cialmente el trabajo a fin de minimizar su caricter de car- gay de dependencia, y de maximizar su potencial para el ‘auitodesarrollo de las personas. VII | Bre le administracién cientifien | y la organizacion del estrés En la era de la produecién en gran escala, santo la so- cializacién del trabajo como su subordinacién al capital aieanraron un desarrollo sin precedentes. La historia del capitalismo es, por una parte, la historia de la re-sociali- zacién del trabajo —cooperaciGn, divisién del trabajo, inismo— y, por otra parte, es también la historia de del trabajo. El hecho de que sea ese mismo caricrer social lo que aliena y lo que socializa al trabajo, es la paradoja propia del capital. Hacia fines del siglo pasado, la gradual reduccién en las tasas de beneficios de las empresas afecté de manera mas aguda a las industrias con més alta composicién or- inica de capital. Las presiones éei mercado fueron més fucrtes que el gran desarrollo tecnolégico suscitado para paliarlos, Tanto es as{ que el capitalismo “entré en su laz- ga depresi6r de la década de 1870 en el marco de una economia de libre mercado y emergié de ella en 1895/96 en la forma de capitalismo monopélico consolidado”.' La exigencia de reciueci6n de costos eincremento enla pro- {Vease Soba Rethel, Aled Intelectal and menual low, Cel Soria, Satis Lands 1978, lg M6 Martin Hopenhayn ductividad, provocada por la carrera monopolistica, contri- buyé a que en 1895 Frederick Winslow Taylor presenta- xa su primer trabajo a la American Society of Mechanical Engineers, colocando la primera piedra para su concep- cin “cientifica” de la administracién, destinada a mexi- mizar la produccién del trabajo y minimizar sus costos. Se instaurd, asi, una economia de tiempo vinculada al proceso del trabajo en la produccién. Porque “cuanto mayor es la utilizacién de la capacidad de produccién en una planta, es decir, cuanto mayor es el nimero de pro- ductos que salen en un lapso de tiempo dado y mas rapi- damente se amortiza el capital, entonces menor es el costo por unidad de producto y mayor la competitividad de la empresa. La velocidad de operaciones en el uso de una planta cualquiera de una firma es el factor principal en la lucha competitiva por aumentar los beneficios en el mar- co del capitalismo monopélico” * A.estas exigencias responderin la obra de Taylor y los principios tradicionales en las teorias de organizacién en la produccién, La llamada administracidn cientifica y, en ge- neral, la tendencia a la organizacién racional y moderna dela produccién comenzé en las dos tiltimas décadas del siglo pasado, coincidiendo cronolégicamente con la re- volucién cientifico-téenica destinada, mediante el uso sistematico de la ciencia, a transformar con mayor rapi- dez Ia fuerza de trabajo en capital. Ambos factores se complementaron y formaron parte de una nueva etapa en el desarrollo capitalista: fueron consecuencia del mono- polio y a la vez. contribuyeron a consolidarlo. La filosofia empresarial basica surgida con la estruc- tura de la gran empresa monopélica estipulaba que la ma- yor productividad justifica mayores salarios siempre que la disminucién en la parte indizecta del costo por unidad 148 Repensar el trabajo jerior al sumento en salarios. En este marco, la teonomia del tiempo, tal como la introdujo Taylor, de- sempefia un rol fundamental. A menor tiempo, menor costo por unidad y mayor competitividad. Las conse- cuencias que esta premisa bésica tuvo sobre el trabajo en In era del capitalismo monopélico no serén disimuladas en los textos de Taylor. La importancia del factor tiempo se tradujo, en lo relativo al trabajo, en una presién psico- légica y fisica que obligé mas que nunca al trabajador a adaptarse a un ritmo que no era el suyo, impuesto por la capacidad de la méquina y por las exigencias competiti- vvas del mercado, La teoria organizativa impuesta por Taylor, Fayol y sus continuadores llevaron al extremo la concepciéa del, trabajo humano como factor de produccién. E! modelo de comportamiento humano que dominé esta corriente dela administraci6n “cientifica” hizo del empleado o del obrero un instrumento pasivo, capaz de realizar un tra- bajo y aceptar 6rdenes, pero privado de iniciativas o de influencia. Este enfoque mecénico-funcional concentré su aten~ ciénen los valores de producividad,competenca indivi 1 y eficiencia en la planta respectiva. Su concepto de Se focabe tiara eel lccedds eras ruras cuyo modelo es el militar, con la premisa de que es el ser humano quien debe adaptarse ala tarea, y no vice- versa. Henri Fayol, en el marco de la tradicién tayloriana, sefilé que en las empresas “a cada grupo de operaciones corresponde una capacidad (y no un hombre) especial”, y que “la importancia de cada uno de los elementos que componen Ia capacidad se halla en relacién con la natu- raleza y la importanicia de la funcién”, Se trataba, pues, ‘ndaitialy general, Sntago, Editorial 3, Fayoh Hear, Univer, 17. Martin Hopenhayn de medir “Ia importancia relativa de las diversas capaci- dades que constivuyen el valor total de un agente” E] twabajador se vuelve funcidn productiva, pues la medida en que puede llenar una funcién de modo competente diagnostica su capacidad. Si combinamos esto con otro principio de la misma corriente, a saber, que lo mis de- seable y lo més productivo es la mayor divisidn del tra- bajo que puede concebirse, entonces esa funcién que mi- deal wabsjador resulta muy estrecha. La cosificacién del trabajo se hace més clara en otro pasaje de la obra citada de Fayol: “La divisién del trabajo permite reducir el nd- mero de objetos hacia los cuales tiene que dirigirse la atenci6n y el esfuerzo. Se ha reconocido que es el mejor medio de utilizar los individuos y las colectividades”? Este sustrato filoséfico (0 antifiloséfico) en que des- cansa el taylorismo y su visién instrumental del trahaja- dor cristalizé en la mayor contribucién de esta corriente a Ia productividad industrial: el estudio de la relacién (0 funcién) tiempo-movimiento en las operaciones. El tra- bajador deberd ajustarse a una funcién, tanto en el senti- do de “especialidad” como de relacién de variables (tiem- po-movimiento). Esto convierte al trabajador en paciente de funciones determinadas por la administracién, y el propio Taylor lo ratifica al afirmar: “en nuestro sistema sele dice minuciosamente al trabajador qué ha de hacer y cémo; y cualquier mejoria que él incorpora a la orden que se le impone es fatal para el éxito” Para el taylorismo, el trabajador no debe estar provisto de uns previa representaci6n de fines; el elemento teleo- sgico es considerado més un obsticulo que una propie~ ‘Tbidem pig. —— 5. bide, p34 6 Taylor, indo por Soha Rete, Aled, Jeletaal. 0b. cy p82 Repensar el trabajo dad de su trabajo, Asistimos a la negacidn total de la an- tropologia humanista y también de la aristotélica, ambas fundadas en la facultad de la conciencia para fijarse fines. La exhaustiva divisién del trabajo consolida también la legendaria divisidn entre trabajo manual y trabajo inte- Jectual, ahora bajo la forma de la dualidad administrado- res-obreros © gerentes-empleados, o la dualidad entre quienes planifican y quienes ejecutan. Esta divisién redu- cea unos al puro aspecto teérico de planificaci6n y a otros al ambito préctico-mecénico. La fragmentacién del tra- bajo afecta tanto a los unos como a los otros; pero en lo concreto legitima el traslado del “saber” del trabajador a Ja gerencia, a la vez que abarata, en términos relativos, el costo —y el valor— del trabajador y lo reduce a una somnolencia intelectual vitalicia, ‘Taylor aduce que con su sistema de administracion el aumento de utilidades no sélo es compatible con el 2u- mento de salatios, sino de mutuo condicionamiento. Tal como lo expresan sus ejemplos en su Shop Management, la productividad del trabajador debia aumentar en tres- cientos y hasta custrocientos por ciento, mientras su sa~ lario debia incrementarse en un sesenta por ciento, El andlisis marxista de la plusvalia se ve ratificado por las ob- sesiones productivistas de Taylor. La reduccién de tiempo por unidad de producci6n seri siempre una herramienta para incrementar competitividad y utilidades del capital, ¥ solo indirectamente puede redundar en un ineremento de salatios. En sus Principles of Scientific Management, Taylor indicaba que el trabajador, conforme a su programa racio- nalizado, debe obedecer las hojas de instruccidn minucio~ samente elaboradas por el departamento de planeamiento. Estas hojas determinan la funcién tiempo-movimiento, las herramientas, velocidades adecuadas, y owas variables del Martin Hopenhapn trabajo concebido mecénicamente. Ejecutar las érdenes hasta el més minimo detalle y dejar a un lado todas las iniclativas propias es la premisa que Taylor postulé una y otra vez. Esta valoracién obsesiva de la divisi6n del tra- bajo fue consustancial al auge del capitalismo industrial ¥ sobre todo a su fase de producciéa automatizada, pues de lo que se trataba era de producir més a un costo mini- mo a fin de satisfacer las demandas del capital invertido y las exigencias crecientes de un mercado de consumo en constante expansién. El boom del assembly line, que se esparci6 desde los talleres de Deatborn hasta las fébricas de todo ef mundo, llevé a grados extremos el trabajo de devalle. La seleccién de personal, conforme a las pautas de Taylor y su escuela, debfa eliminar la individualidades y reducir la fuerza de trabajo a estereotipos. Sélo asi podria adaptarse y moldearse el trabajador a la funcién sin resis- tencias. La seleccidn de personal tenfa entre sus fines eli minar el awake, es decir, la lucidez o iniciativa de parte dela fuerza de trabajo contratada, Al tener como objetos supremos la eficiencia en la empresa y la maximizacién de la rentabilidad, el criterio de seleccién resultaba emi- ‘nentemente pragmitico (aunque resulte ala larga contra~ producente, justamente por el excesivo pragmatismo), En ese marco, era preferible la rigidez a la creatividad; y la velocidad, a la iniciativa, Sobre la base de la influencia monopolistica, la gran empresa de principios de siglo conforms perspectivas de venta masiva y, con ello, programas de fabricacién a lar- go plazo, Nacié el planeamiento detallado y la extrema divisién del trabajo entre quienes piensan y quienes eje- cutan. En ese marco, la capacidad del obrero resultaba ser un factor secundario en relacién con la tarea del planifi- cador. E] rendimiento del obrero debia evaluarse median- Repensar el trabajo atrén definido: esténdares de tiempos, movimien- foe'y predvccién, dewerminades por l oficina de plane meno, La jerarquiaen la produccisn constabs de wn pex queio sector que planificaba y un amplio e indiferenciado sector 2 carge de ejecta. La jerargua por edad expe- riencia desaparece una vez que el trabajo se subdivide en contenidos minimos y mecinicos, y que toda capacitacién pierde sentido. Con la nueva modalidad, se aprende en pocas horas el trabajo que antes exigia afios de apren zaje: “observando las fabricas de Ford, el economista Ju- los Hirsche demuestra que el 43% de los obreros que tzabsjaban on ells tenian una formacin de menos de un dia, e1 36 % de menos de 8 dias y sélo el 6 % de una ados serena seleccién de personal donde més se sprecia desealoriracién del trabajador en Taylor, quien afirmaba: “ano de los primeros requisitos para al hombre que es apropiado para tener como ocupacién la de enaaeigh ie- ro en lingotes, es que ha de ser tan estpido y flemético aque en su conformacin mental a de parecerse més aun Bey que ningin oto tipo de sex"? No es casual gue sxylorismo haya tenidoacogida entre empresrios fables mientras que fue rechazado undnimemente en el imbito obrero, La oposiciéa obrera, que califieé al taylorismo ten las empresas como organizacién del surmenage, se &X- tendié en Estados Unidos al conjunto de la opini6n pit- blica, provocando investigaciones parlamentarias que condenaron el taylorismo. Los trabajadores, mecaniza- dos y extenuados,levaban 2 casa los elecos los pro= yectaban en la familia, las calles y las relaciones con los 7 bide 2 prea del itado por Klinksberg, Berard, Bl pean celine ala trea de apn Bass Rie Pd 5. Martin Hopenhayn demi Eo confirms la importa da saci fii ca sicosocial en otras manii a, sil del eas em ras maiesaions de El denominado fayolismo (corriente que deriva ai ine oe or de Mientras éste se abocé al problema de la eficiencia en ef talles,Fayol se preocupé mas por le administracin y di- recci6n, Por més que Fayol haya insistido en la unided de mando y Taylor en la divisin extrema del wabajo median te el nombramiento de capataces, en ambos subyace una visién de la empresa donde slo existen puestos de trabs_ jo, relaciones, planes y estindares. Ambos operan con una concepcién del ser humano como recurso de produecion cuyo aportese compra en el mercado como cualquier otro recurso, y se adapta a los planes previstos constituyendo tna pieza mis, Con vision mecaicisa, ambos redyeron Inorgnisin dee producrén aun ett foray fern india del desarrollo monopélico de la gran Enna perspectiva de mayor aleance hist6x lovimo puede incerpretase onalatneaenies Pa coincide la méxima socializacién del trabs icin subordination al epi. Con su exropions oe mentacién de funciones y su principio vertical de la suto. Fidad, contribuye « enlazar a un gran mimero de obreros en wa gigantesco y tnico trabajador colectivo. La social. zacién del trabajo, que debiera constituir el poderio de los tsabsjadores en la produccidn, se convierte, con la aplice: cién del taylorismo, en todo lo contrario. La “wyloriss. cin” del erabajo le otorga ala direcciGn de la empresa los medios para ejercer coereibn tecnol6gica sobre los trabs. isdores, Este tipo de coercin hace evden ene ape au despot factor sempoenlcancepsnempete 154 Repensar el erabajo Ya en 1903, en Shop Management, sostenia Taylo: estudio del tiempo s6lo es exitoso si nos permite sa- ber exactamente cudnto deberia tomas, en tiempo, la gjecuci6n del trabajo en cuestién”. Afirmaba mis ade- Jante que ¢! mejor modo de hacerlo a ciencia cierta es dividiendo el trabajo de los hombres en sus elementos y midiendo ast wnidades de tiempo. Este recurso, que se pretendfa objetivo, se convirtis facilmente en un medio [para ejercer mayor presién sobre la fuerza del trabajo, y permitié también aplicar hasta el extremo el concepto atomizado del trabajo, propio de la produccién indus- trial. Ya no s6lo se hace referencia a la divisiGn del tra~ bajo entre los distintos obreros, sino que también se di- vide el trabajo de cada obrero, descomponiéndolo en pequefias unidades de tiempo. De hecho, Taylor no ex- trajo sus medidas de tiempo del rendimiento de los tra- bajadores, sino todo lo contrario: impuso medidas de tiempo a la fuerza de trabajo. Su estudio de las “unida- des de tiempo” por cada fase de produccién se tradujo, ‘en concreto, en un cronometraje que le impuso al traba~ jo un ritmo que le era ajeno. De acuerdo con el anilisis de Sohn-Rethel, los conceptos de tiempo y movimiento utilizados en la doctrina de Taylor y en su anilisis del trabajo son categorias teenolégicas, y no verdaderos minos de trabajo humano. El trabajo taylorizado es pues, “la conversién del trabajo humano en una entidad vec- nolégica, homogénea con la méquina, directamente adaptable e insertable o transformable en miquina sin ninguna dificultad de conversién. En semejante situa- ci6n el trabajo no sélo esté subordinado al capital en lo econémico (es decir, mediante la venta de fuerza de tra- bajo del trabajador al capitalista), sino también en lo sico y en lo tecnolégico”? 5/sohn-Rethel, Allred, Piclectwal, ob. Gt, pgp 155-156 155 Martin Hopenhayn Todos estos elementos configuran una visién del tra- bajo y de la actividad productiva que puede sintetizarse del siguiente modo: a) Una concepcién formalista de la empresa. Se con- cibe la empresa como constituida por un conjunto de uestos, cada uno desarrollando una funcién, coordi- nados y jerarquizados en una jerarquia cargo-valor. b) Una concepcién mecanicista del operario: en cada trabajo hay que desechar las personalidades. Las per~ sonas deben acomodarse a las necesidades de la orga- nizacién, mientras se descarta a quienes carecen de posibilidades para responder competentemente a las exigencias impuestas por los cargos. Las érdenes van en estricto sentido vertical, de artiba abajo, y los in- formes de tareas realizadas son Ja tinica comunica- cin que va de abajo hacia arriba. ©) Una concepcién naturalista de la divisién del traba- jo mental y fisico: se considera como natural la exis- tencia de dos tipos centrales de individuos en relacidn con Ia industria, a saber, individuos con capacidad de reflesién e individuos con tendencia a no pensar, Henry Ford, por ejemplo, consideraba esto como in- clinacién natural, y afirmaba que “la mayoria de los trabajadores... antes que nada buscan aquellas ocupa- ciones que no ios obliguen a pensar..." 4d) Uns concepcion hedonista de la motivacién, segin Ja cual el comportamiento humano resulta del todo previsible: rinde en funcién de su remuneracién, 11. Cito por Klinksberg, Bernardo, El pentamiente organicativn,. ob, ic, ig. 106, Repensar el rabsjo Hecha esta clasificacién, la teoria tradicional o taylo- tists de la organizaci6n se remite i jones y relaciones orge- Delimitar y describir funciones y relac Boorives care fancione, y crtuotsre lines desu toridad. La organizacién, lejos de considerare un institucién social, es una estructura burocrética donde se excluye la consideracién de los aspetos informa les de la organizacin (presi, atacisn social = laciones grupales, comunicaciones informales, lucha el poder, etcétera) . Fy Considerar al obrero como un recvrso mene ato productivo, obviando aspectos esenciales de la felacin del hombre con su trabajo (fisiol6gicos, psico- téenicos, y microsociol6gicos: fatig, vensién nerviosa, manatonia, adaptacién al trabajo y al cambio técnico, influencia del grupo, reaccién a objetivos, normas y valores, y otros) ee capacitar personal sobre la base de Ia divisién entre trabajo manual y trabajo intelectual. La mayorfa (ejecutores y operarios) aprenderd por sim- ple repeticién mecénica, lo cual elimina problemas en cuanto a seleccidn de aptitudes y vocaciones natura les, posibilidades de desarrollo, aprendizaje y capaci- tacién industrial. me 4) Reduce el problema dl comportaienco humano cn la industria « Ja relaci6n lineal salario-productivi dec. Con ello se desconocen otras motivaciones y se desliga lo que el individuo hace dentro del trabajo de To que es fuera de él.” Ti penmcten Ge cae rae ore de erent, Sc 157 Martin Hopenhayn __ Puede decitse que el taylorismo Hlevé al capitalismo industrial a su maxima expresién, y lev6 también el con- cepto marxista de alienacién del trabajo a su version mas extrema, Coinciden au‘ el estadio més critico del capita- lismo (la fase monopélica) con el estadio més critico en Jas formas del trabajo propias de la era industrial capita- lismo (la llamada administracién “cientifica”). Llevado a este extremo, el trabajo exigiré una transformacion de su erspectiva, su definiciéa y su préctica, Un nuevo tipo de pensador-investigador, que podriamos llamar “industris- logo” 0 *psicosociéiogo industrial”, va a tomar las rien- das en Jo que se refiere a las definiciones del trabajo en el contexto de la empresa moderna de produccién. El “in- dustridlogo” comenzard por negar y hasta caricarurizar ‘a escuela tradicional de organizacién empresarial, y a partir de esa caricaturizacién edificard un nuevo armazén te6rico-practico relativo a la situacidn y naturaleza del trabajo moderno. TX | Elwrabajo, analizado por a psicosociologia industrial ‘Un enfoque emergente Contra el horizonte cerrado del taylorismo surgieron en los tiltimos sesenta afios diversas reacciones desde las disciplinas aplicadas al mundo laboral: psicologia indus- trial, sociologia del trabajo, teorias organizacionales y de las relaciones y recursos humanos. El taylorismo fue la versiga més descarnada de la racionalizacién del trabajo en le produccién a gran escala; y como tal gener6 reaccio- nes critices, provinientes inicialmente de psicdlogos y so- cidlogos. Pero no se trata de sociologia o psicologia pu- 1a, sino de una psicosociologia aplicada ala industria y al trabajo en general, que para efectos meramenve nomina- tivos llamaremos aqui la “psicosociologfa industrial”. El hecho de que tanto la psicologia como la sociologia tu- vieran rango de ciencia desde los tiempos de Taylor les permitié encarar el problema de la alienacidn del trabajo en el terreno de la investigacién social. De modo que la reacci6n contra la alienacién del trabajo en el tltimo me- dio siglo, de la que psiedlogos, socidlogos y expertos en teoria organizacional han sido los portavoces y concep Martin Hopenhayn tualizadores, no ha sido una reaccién meramente con- templativa sino que cuenta con el apoyo de material em- pitico y de innumerables trabajos de investigacién, A la luz de esta evidencia, emerge con mayor fuerza la impe- tiosa necesidad de plantearse el problema de! trabajo en el marco de la produccidn y sociedad modernas. Pero una nueva paradoja nos sale al paso. Si bien es cierto que la psicosociologia industrial nace como critica del taylorismo y de la alienacién del trabajo industrial, en sus origenes (y aun en el grueso de sus précticas) los psi- célogos industriales son integrados a las fabricas y em- resas por los propios empresarios para que eleven el rendimiento de los trabajadores, De esta manera, por lo general el psicélogo del trabajo es contratado para hacer Ingenieria social y recibe su salario para cumplir con me- tas productivas dispuestas por la empresa, Su preocnpa- cig por los procesos del trabajo apunta, pues, a adaptar a los trabajadores a procesos que ellos no escogen. Esta modalidad comenz6 en Estados Unidos en el cur- so de la Primera Guerra Mundial. En 1917 se creé un Co- mité de Psicologia cuyo objetivo era buscar la manera de utilizar los conocimientos psicoldgicos a fin de seleccionar y entrenar al ejército. Se utilizaron entonces tests de inte- ligencia para regular el ingreso de reclutas, y se cre6 tn co- para clasificar el personal en base a otras variables, ta- les como habilidades, educacidn y experiencia. El éxito de la psicologia aplicada a la seleccién de re- cursos humanos hizo que en 1920 la mitad de los psieslo- gs de Estados Unidos estuvieran dedicados a esta rama, La psicologia industrial comenzé priorizando las diferen- cias individuates y la motivacién en los trabajadores. Se concibieron nuevos tests para medir diversos rasgos de inteligencia y personalidad que tavieran relevancia para mejorar el rendimiento de los empleados, Se traté de 160 Repensar el trabajo hacer encajar los tornillos redondos en agujeros redon- fay romnillos cuadrados en agujeros cusdraos Fuc tal el éxito de los psicdlogos, que decidieron formar ‘sus propias compafifas para prestar servicios a las indus- tras; Esta, sin embargo, prefireron crear Deparamen- tos de Personal, incorporando psicdlogos a jornada complet, Tanto cn Europs como en Estados Unidos en el curso dela décade de 1920 ln psicologia industrial se consagrs a metas productivas, y en ese marco se dio gran importarcia ala morivacon dels trabajadores, ss 2c tieades hacia Ia empresa, su satisfaccién en el trabajo y su relacign con jefes y compaferos. En ess aos la si cologia industrial se utlizé también para inhibir el sin- dicalismo laboral: “las empresas querian empleados su- isos, no empleados interesados en ira huelgs y tomar parte en manifestaciones. No valid que los lideres de la psicologfa industrial de Ia época, como icorahfieg i Siveran en que era presso tomar concencia de a sci dad total y no limitarse a servir a la empresa. No valié que Vitelesdijera may claramente que cuando exists un contro ene la ficienci y ls valores humsnos el si- logo debiasacrifcar la eficienca, Fue més fuere eli terés de la industria que trataba de salvarse de la crisis econdmica que atraveaba casi todo el mando al vez queria sacar ventaja de la sitwacin”, Ya a comienzos de la década del’30 la psicologia industrial y la administra- cid empresarial se divorcian en lo que a refiee a sus perspectivas acerca del trabajo, si bien tal divorcio dista mucho de ser uniforme, pues hasta hoy la mayor parte de la psicologia industrial se consagra a aspectos psico- sociales de la situacién en la empresa, 2 T. Ardila, Rubéa, Prcologis del abajo, Santiago, Editorial Universitaria, 1972, ie 38 2 Tider pigs 4

S-ar putea să vă placă și