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EDITORIAL EVA DE M. MARYAN, La sortija de 6palo (2° edicién). Un nombre... Le prima Lucia (2. La casa de los solteros. finer EI palacio viejo... La sobrina del Vizconde. La corte de las damas. ‘Una barrera invisible. El eco del pasado. La herencia de B La gran ley. Brrores del corazon. La casa sin puerta... DE JEANNE DE COULOMB Cetro de oro.eereeeeee Peseatora de ‘Tuna.. La isla encantada. La fuerza irresistitle: Firme como Ja reca, Humo de gloria... La caéa de los caballeros. ‘Tiere prohibida Ta Villa del Para La ciuded de la paz... La que separa... DE MATHILDE AIGUEPERSE La senda tiene espinas. Desquite -..ececesereseeereeeereeete La hermana mayors.ssecsee Kerdelec... debe, Kerdelec... quiere......+ DE M, DELLY En Jae rvinas.: DE MATHILDE ALANIC Ei milagro de las perlas...... DE LA BARONESA DE ORCZY Yo castigaré... EX misterieso. Pimp: La Liga de Pimpinela Escarlata! Eldorado. El caballero Son el César...ceesesee- Ua conde del sigio XVII... Db eaaeaennane Bebsaranene eae 4 pesetas BARONESA DE orczy 44 sf i I AMADO DE “LOS DIOSES | i . —He aqui el trabajo: tardd cuarenta atios en completar- sem toda la vida de mi pade y mi juventud. Indicé una caja plana de grandes dimensliues, colocada. ea el escriiorfe, en una posicién un tanto ineinade para dejar caer sobre eile toda la luz de Ja ventana. Serviale de tapa una clara hoja de vidrio cilindrado, bajo del cual dis- ftingufa Jo que, al promto, me figuré seria un pedazo de 4rapo, tostado de color, deshilachado ¥ desigual por las onl- ‘las, y"todo é1 agujerado. Como un reldmpago volvi6 « herirme al terville pensamienty de que [Hugo Tonkorvillc habia ow frido slguna tension nerviosa, por Ta eval su razén se de- rumbabs. —iNo ves lo que os esto?—me pregunts, con reproche y asombro. Voli a fijarme, mientras é concentraba sobre Ja caja 1a potente Juz de Ia ampara portétil. Y entonces me di cuenta que tenia delante tin fragmento de pergamino, tostado por 41 tlempo y compuesio de una infinidad de trocttos, algunos ‘tan mindsoulos que ni sigulera eran visibles a le simple vista, Estaba cubiorto de esos veros geroglificos egipeios que el BARONESA DE ORCZY querido anciano, el sefior Tankerville, me habla hecho cono- cer intimamente al principio de nuestra amistad. Cuando encontré mi padve este’ pergemino—dijo Hugo; y su fuerte exeitacién parecia sofocarle las palabras con- forme brotaban de su gargante—, apenas si era mis que un pwiiado de polva, con algiin que otra trozo mis regular dek pergamino, pero lo bastante inirigante para aguzar su an- siedad por conocer lo que docia, Hombre joven entonces, aun= que ya renombrado como egiptélogo distinguide, empea6 a dis~ traemse juntando Jos pedazos més grandes; tal como un nif haxfa com los diversos trozos de us rompeoabezas chineseo. ¥ pavlatinamente shan revelando secrets tan maravillosos aqne~ Hlos fragmentos, y, 2 la par, ten incompletos, que él, intran- quilo, dia y noche, valiéndose de las lupas mAs potentes que podia procurarse con su dinero, se empeiiaba en la tarea de sacar de aquel pufiado de polvo una pagina de la historia, que por miles de afios permaneciera oculfa en un misterio impenetrable. Callése Hugo, en tanto que su mano, irémula de fiebre in- terior, acariciaba el cristal que cubria el preciado perga~ amino. “Le sobrevinieron Js enfermedad y la muerte antes de que pudiose teximinar més que a medias su labor. Pero, antes: | de morir, me inieis en sus seeretos; no fué necesario que me pidiera su continuacion, Uns sola ojeade que echars al per- gamino, todavia muy fragmentarlo, basté para que sintiera. avivado en mi el mismo entusfasmo loco por los secretes que divulzaba, que el que atims, y acabS por consumir, a mb padre. Yo era joven; mi vista estaba en la plenitud de su vigor; mi paciencia no conocfa Hmites. Al correr de su vida: me hobfa l ayudado a conquistarme un conocimiento de ge- roglificos que igualeba al suyo en extensisa. Y no hizo sino. espoiear mi entusiasmo, la befa de Ia Prensa etentifice pars, la que denominaha echifladura del loco Tankervilie, y sug. desvarioss. Seis afios hace que muri mi padre; y hoy he co~ locado en su Iugar el itimo fragmento del pergamino. AtGnito, presté ofdos a aquel maravilloso relato de aborio- sldad y paciencla, dilatada hast. Ja mayor parte de medio AMADO DE LOS DIOSES 23 siglo, y, alGnito, dejé descanser 1a’ mirada sobre el resultado” de dicha taren de Sisifo, de aquellos fragmentos de Polvo tostado—poco mis pudieron haber sido—, que, al fin de axiles: de afios, descubrian ahora wnossecretos que (Hugo lo aso gurabs) pasmartan al mundo entero. Un tanto turbios y vagos se habfan vuelto mis donocimientos egiptdlogos y gerogitfics, deste los dias felices en que, sentado en este mismo estudio, y ale treviess claridad que arrojara la lumbre, yo 2costum- eaba a ofr narrar, de labios del querido sneiano, Jas mara~ villas de Khefren y los mistevios de la veina Neit-akeit. ¥ de repente, al mirar-ahora el pergamino, destacsse de un galls ante mis ojos la vieja cartela tan conocida, que encerra~ ba el nombre de la veins. AL estaba: NEIT-AKRIT HIJA DEL SOL sami reina, le decfa yo antafio, Y como callara Hugo, y las sombras de la noche se deja~ ran caer, como en mis dias de colegial pensé vor desfllar ante mis ojos Ia gloriosa procesién de faraones, sacerdotes y dei- dedes. Hugo empezt Iuego a, decirme el contenido del pergamino. ‘Su vor sonaba lejana y embozada, cual si les sombras pobla~ gores del amado y viejo museo narrasen, elles mismas, sw histori, El tema no era sino el consabido tema de antaflo, ten Intimamente conocido y todavia tan misteriaso, con el que ol sefior Tankervilte solia, alborozarnos nuestros corazones de colegial, la pagina en blaneo que cuutiene Ja historia de Wsip- to, cuando, tras del retnado de la soberana Nelt-alieit y la conclusién de la Sexta Dinastia, el glorioso y viejo pueblo que construyé 1a Gran Pirémide y esculpi6 le misticn Esfinge, Aesuparecié de Ia escona y se 1u6 (nadie sabe a dénde), para dejer paso franco, cientos de afics mds tarde, a une nueva gente con ideas nuevas y reyes nuevos, nuevo arle y nuevos aioses, Mientras Hugo hablaba, parecfame como que la sombre de la misma Neit-akrit me decfa, con aquel blando salmodiar 2 BARONESA DE ORCZY de Ja lengua egipcia, cSmo fué avrollado su’ império por ef ‘extranjero, y emo ella, débil, pues era hembra, so dojs do- salar, porque el extranjero era bello y valiente y poderose. Seguidamente me figaré estar oyendo Jos acentos del sum pontifice de Ra, deplorando el inlujo del extranjero y sus hhovdss sobre el magniico pueblo de Egipto, cuyos origénes ‘se perdicron entre las arrolladoras ondas del cacs primitive. Y vila sublevacién de las multitudes, las batallas sangrientas, ‘el ixiunfo cumbre del extranjero, que lev6 su congnista des- de Net-amen hasta Men-ne-fer, y desde Tanis a Assuan. Por SGllimo, contemplé a,aquel pueblo, duetio de esa tierra antes tan magnffiea y sembrada de monumentos que so yerguey hasta los cites y desafian el rodar de los siglos.u; via bse mismo pueblo (en tanto Hugo hablaba) salir, errabundo, e7 apified horda, empujada por la mano imexorabie del ex- tranjero usurpador, avanzando siempre, sin hogar ni patric. adelante siempre, al través del vasto péramo, para no ser re- cordade ya mis. —Para no ser recordado hasta hoy—clara y precisa sonaba bora le voz de Hugo en mis ofdos—, en que yo, y antes mi padre, levantamos el velo que ocultaba el singular y misterioso pasado, y nos disponemes a revelar de nuevo al mundo et anagaiiioo pueblo*cuiya obra, cuyo arte, cuya efeneia pasmé- ronle ya hacia centenares de afios. tm Inspinedo profeta se ascmejaba, en tanto que yo, forvindome intensamente @ salir de mi estupor y mis visio- ves, tornaba patilatinamente © Ins insulsas realidades de Ia ‘vida, Do repente, se me antojabs ridicule que dos ingleses, ea su cabal juicio—de la coriura del uno, al menos, podix Yestifiean—, se dejasen Mevar a tal acalorado grado de agita- Ra coloca a mi lado para amar, aconsejar y proteger Incorpordse en su litera la Reina, y descansendo en el pax yimento de mérmol sus diminutos pies, calzados We sanda Hiss, lentamente, pero sin titubear, dirigisse 2 Hugo. Cierto que era hermosa en excelso grado: alta, més de lo usual, de continente y ojos magnificos, de bellas y voluptuosas formas... y, sin embargo, viéndola andar, viendo el trémulo rebrillar He los pliegues de Ia vestimenta negra que cefifa su ‘cuerpo, evocaba yo los dos torvos guardianes de las puertas de Kamt, alla arriba, ‘en el fondo de los vestibules de gre- nifo.. ¥ no Ie envidiaba a Hugo su suerte. Frente por frente tenfamos el altar donde habfale sido Sacrificado el cordero @ Ra, con tan sorprente resultado. So- bre 1 descansaba el cofre com el cual pens6 la Reina ga- narse la adhesin del jerarca. Y ahora ella, orillando eb altar se aceres mucho a Hugo pare postrarse de hinojos a sus ppies. Y Tevantando hacia 61 Ja mirada, dijo: —La voluntad de Ra sea cumplida en su siezva—y ai volviéndose hacia el Sumo Pontifice—: Bl holocauste que por nif ofreciste @ Jos dioses me ha granjeado In paz y la dicha, Ordena que los esclavos del templo saguen a esos bueyes cargados de regalos que mi gratitud te ofrenda. No era posible adivinar los pensamientos del grave y cru- dito Ur-tasen mientras duraba esa breve escens. Recia Iucha sostivo la supersticitn con el raciocinio en su rapado evéneo; se me antojaba, ademés, que la avaricia hacia importante Papel en la turbacién de su conciencia. Sin duda, le tenfa mis que preocupado, su ignorancia de los medias de que nos haubiéramos valido para penetrar en el santuario interior, pues nuesira rubia tez bastaba a desvanecer toda idea de que fuésemes indigenas de su pafs. Hasta més adelante no Aesoubrt yo cuanto sabia é de un gran mundo mis allé det desierio, a la parte afuera de las puertas de Kamt. Pero, por Jo pronto, tras breve pugna, enseforeise de él la su- 86 BARONESA DE ORCZY persticién. Después de unos instantes terribles de ansiedad @ incertidumbre, comprendi que el Sumo Sacerdote de Ra se disponia, en apariencia al menos, a aceptar al extranjero como el emisario de los dioses, segtin se proclamaba. En silencio dej6 caer el sutil cortinén, que se cerns 9 nuestras espaldas con un suave susurro y se troc6 en fondo, ‘trémulo y reluciente, a la alta figura de Hugo y a la hermosa mujer arrodillada a sus pies. Entonces Ur-tasen, acercindose al contro del templo donde, sobre empinado pedestal, se alzaba un gong gigantesco, bian- 6 el formidable badajo para herir vigorosamiente, y por ‘tres veces, el metal. Yel eco se paseaba por toda la inmen- sidad del edificio, con estrépito creciente y ensordecedor. A Ia par que € golpoaba el gong, abrianse puertas y desu xrfanse cortinas por todas partes, y In luz penetraba a rau- dales on la penumbra. ¥ tornaron # presentarse los rapados sacerdotes, con sus ropas talares; y aquellos otros que Te- presentaban feras; F tras ellos, las clegas sacerdotisas, sal- modiando una invocaciSn al dios con sus voces unisonas. Y de todos lados aflufa la gente, una sultitud sin cuento de hombres y mujeres, altos, esbeltos de forma, de pupilas obscuras de forma almendrada, de tez cilida y aceitunada. For cientos, por millares entraban, desfilando todos, suntuo- samente trajeados algunos, los otros slo con un lieazo Kado a Jos lomos: ricos y pobres, evidentemente, humildes y po- Aerosos...; pero ,todos se detenfan al vislumbrar a Hugo er guido ante el trono del dios, y a sus pies la Reina, humilde- smente arrodillada, A la izquierda del altar, entre sus sacerdotes, el Sumo Sacordote empez6 a hablar, con voz fuerte y solemne: —i0h, pueblo de Kamt, y en particular vosotros, ciudada- nos de Men-ne-fer: contemplad los grandes misterios glorio- s05 de Ra! He aqui que Osiris os concede en privilegio in menso que sean vuestros ojos los primeros que miren a Amado de los Dioses. El Altisimo no ha querido que se borre de Ia faz de la tierra la casa de Memmoun-ra... y Osiris, des- @e el pie de su trono, nos envia a su Bien Amado, Khefren— que goberné el pais cuando flufa We Norte a Sur el rio se AMADO DE LOS DIOSES 87 grado referido por vuestros ascendientes—, Khefren torna. ahora de las regiones que habita Anubis, para sentarse de nuevo en el trono de Kamt. Es la voluntad de Osiris, del mismo Ra, que, por medio de mis labios, o3 ¢s transmitida para que rindéis honor y obediencia a su Amado, como si mismo fuese... iPueblo de Kamt, saluda a in futuro rey! Entonaron las sacerdotisas ciegus una especie de himno irlunfal, Abatiendo la faz, prosternése la multitud y bes ol pavimiento de granito, Yo le eché una minatla al FaraGn en— fermo que, entre pafios de color rosa, y recostado en cojines, jugaba con los. monos de cara monda. Y una vez mis, en aguclla tegi6n de ensuefo, halléme celante de un fragmento de auténtica naturaleza humana. E> el descolori- do semblante del enfermo, que levantaba sus pesados pirpa~ dos para contemplar a Hugo, vi dibujarse una expresion del més implacable odio y desprecio. Aparentaba no preocup ae lo que ocurrfa, ni prostarle ningdin interés, después del primer momento de asombro, cuando penetramos nosotros 1 escena. Simulaba estar absorto en la diffeil tarea de hacer pasar el pie de un monito por el aro de une sortija de bri- Nantes, Fugaz fué aquella mirada, que nadie vis mis que y0, segin pensé. Al instante solt6 un bostezo estrepitoso y lanz6é después su acostumbrada carcajada seca y sarcistica, porque cl animalilo le habia mordido con safia la mano. A continuacién iniciése un ritual complicailo y solemue, con mucho céntico y batir de sistros y tambores. Pude apre- ciar cSimo 1a muchedumbre nos contemplaba—a Hugo y a mi humilde persona—con la misma supersticiosa reverencia F wemor que hiciera la Reina al aceptar nuestra mistica apa ricién, Y me preguntaba qué pasaria por la monte del Sumo Pontifice. Por Io visto, los diez bueyes, con su carga de es- weraldas, de palomas y otros tesoros, acallaron sus dudas, pues en el momento dato, él y sus sacerdotes vinieron a arro- dillarse a los pies de Hugo y a besar, por turno, el suelo in- mediatamente delante de él. Un lindo leoneillo sujeto a una cailena y conducido por das sacertlotes, fué colocado en el altar. Horrorizado, vi emo el Jerarea ponfa en la mano de Hugo un gran cuchillo, que pa- ag BARONESA DE ORCZY reoia un puflal. infeliz de Hugol... A él, que de nifio no podia ver siquiera que yo aplastara ni a un coledptero, ie exigian, por virtud del papel voluntariamente aceptado, la muerte del precioso cachorro, que, juguetén como un gatito, daba carreras en perseeueién de su mismo vabo, en medio del sagnado altar. Hugo se habia puesto muy palido. Yo vi que el manocbe enfermo que tenia delante le contemplaba con mirada mali- ciosa ¥ sarcdstica: que el jerarca aguardaba, y, con él, todo ci pueblo, y me sent presa de espanto, no fuera que, en aquei momento de palpitante interds, Hugo—debilitaddo por falla ce alimento, por el esfuerzo y excitacién de estas recientes he vas—se Hesvaneciese ignominiosamente ante el mismo tone del dios cuyo Amado representaba él. En tal caso... bien clato estaba lo que habia de suceder: irapido y certero seria procedimiento de arvojar fuera a dos tunos embaucadores! —Niflita—te dije al oido—, elerra los ojos: no hay mis re medio que hacerlo. Cerr6 Jos ojos, en efecto, y se dominé, gracias a un es fuerzo casi sobrehumano, Le segui al altar, le sujeté al al malito y me dispuse @ dirigir Ja cuchills pars que fuese ins- tantanea esa muerte. Pero mo vacilé Ja mano de Hugo, aan que €1 estaba pilido como la muerte; s6to al sentir que la sungte, que broté abundante de la gerganta del cachorro, Ie bafiaba Ja mano, fué cuando se tambales un poco y se que~ aaron sin color sus Tabios. Por suerte, me mantenfa aia a sit lado; asi, pues, logré sostenerle con disimuto, mientras todos se abismaban osendo las solemnes invocaciones, mejor dicho, mandamientos, que pronuneiaba el jerarca sobre et sa- crificio consumado: —iGente de Kamt, en nombre de Osiris, 05 encavgo que re- yereneiéis a sn Amado! ifn nombre de Isis, la @ noches de Kamt, haciéndolas sobrema @ que le consider’ ture sefior y rey! iEn nombre de Ra, el espléndido y pavoroso «ie edifica todo trono 3 io, 08 recomien- a sa cuya imagen ilumina Jas ra bellas, os requiere vuestro isterio; ol construtye tode impe AMADO DE LOS DIOSES 89 do le juréis fidelidad... a él, y a sus hijos, y a los hijos de Sus hijos, mientras pasan rodando las centurias! Y luego elevé sus manos para bendecir solemnemente a le gada multitud, diciendo: —iQue la bendicion de Ra deseanse cobre yuestras cabezas! iQue Osiris haga feraz y rica vuestra tiezra! iQue Isis os conceda gracia y sabiduria, y a vuestras hi Jas Ja belleza que sobrepuja a la de los hijos de los hombres! iQue en vuestra muerte intorceda Horus per vosotres, fren- te al tremendo tribunal de justicia de los cuarenta ¥ dos jueces! IQue la mano de Anubis guie vuestra alma al eterno des- canso ¥ paz! Mecian las ciegas sacerdotisas sus incensarios de oro en iesire direcei6n, y no tardé Hugo en verse envuelto en una pube de dulce tragancia. Su elevada figura semejaba estar ceflida de albos pafios y ténuamente duminada por las lim- oo Paras del santuario, que a sus espsldas lanzaban azules ca- yos vacilantes, en torno a su cabeza, semejando un halo es- peetral. Transeurridos unos momentos de silencio absoluto en aquel vasto y atestado edificio, inguidse 1a Reina, y dfjole a Hugo: —#Querra mi sefior honrar con su presencia la vivienda de su sierva? ¥ le condujo a su litera, invitandole a tomar asiento a st Jado. Yo les segufa, apegindome a Hugo, porque al pasar, ro zindome, me puto decir al ofdo: ~No te apartes de mf, chico. iNo permitas que nos suceda lo que stceda! s ocho gigantes negros hahian cargado ya con la litera del Paraén y se alejaban por entre’ Ia muchedumbre de cuer- os postrados, al atravesar Ia inmensa nave del templo. Sin fubargo, el Faraén no atendfa a sus s@hditos, que le adora- bon, mas que para despreciarlos. Transponta ya las ampliss puertas su litera, cuando todavia podia ofr su estrepitos bosiezar y su risa fuerte, aguda 5 También ala Reina y a Hugo izévonles sobce sus hombros re 90 BARONESA DE ORCZY Jos ‘literos. Me fué permitido andar junto a Hugo, mientras detras de nosotros se agrupaba una hueste de personajes es- pléndidos, con sus varas de mando, de sirvientes y de escia- yos, que nos seguian en solemne procesiGn. Si impresionante y majestoso fué el espectéculo que ofre- ciera el tomplo de Ra en su interior, con su antesala de gra~ nito negro, con su misteriosa vastedad, sus clegas sacerdotisas y graves cacerdotes, el que se desplegaba ante nuestra vista ‘euando salimos por les puertas, abierts de par en par, era sobremanera radiante, y claro, y bello. Dulce y balsémico, como un junio inglés, el aire se s raba del penetrante y agudo aroma de miles de mimosa: y acacias en flor, y dé los trinos incontables de pajeros in nimeros. Estaba azul el ciclo y despejado: vetase, desde lo ‘alto de los gigantescos escalones de mérmol donde nos en- contrabamos, a la ciudad, anidada al pie de la eefiuda cord Hera que la soparaba de la arida desolacién del desiertr. Las casas, altas y cuadmadas, tenfan tejados planos, sosteni- dos por macizas columnas que rebrillaban con arabescos ra gos y disefios en exquisite: esmalte degradado. Y entre las casas, a guisa de calles, habia anchurosos canales, onyas aguas, claras y azules, centelleaban cual miriades de geu Y sobre los canales, barcos innumerables que se deslizaban con premura y levantaban su proa y su popa, muy alto por encima del agua, en forma de media luna. Algunos, cargados de pilas de fruta de color anaranjaido y escarlata, y monta- fias de flores, oran otros tantos brochazos de color brillante, que arrojaban sobre aquel lienzo, al pasar rapidamente. El granito de los edificios era de un suave matiz rosado: algunas portadas sostenfan grandiosas esculturas revestidas de es- malte, que sobrepujaban los grupos de palmeras y acacias. Y allé... muchisimo més all... en aguzada silucta contra la béveda del cielo, se levantaban Jas terribles, misticas y majes- tuosas, soberbias y asombrosas pirémides, tumbas de los, xe- yes de Egipto. iSil... El cuadro era suntuoso en verdad... la realizaci todas las hellezas, arte y colorido que Jos hombres de ciencia nos han veferido en frases que—al recorllarlas yo en aquel in de AMADO DE LOS DIOSES ot instante—me parecian huerds e insfpidas. Un panorama como tan sGlo el querido y anciano seflor Tankerville sabia pintar 2 nuestros regocijados ojos de colegiales, cuando nos hablaba de los templos de Khefren, de la misteriosa Neit- akrit, y de Ia hermosa tierra que por tan largo tiempo ya~ ci6 bajo el pafio mortuorio del olvido. 1Héla aqui, nueva, tres- ca, viviente como siempre!... Y aqui nosotres, dos prosticas ingleses, para gozar de sus hellezas. Los barcos en forma de- media luna, con velas de brillantes seas; los barqueros, des- s, etya piel relucta al sol como mérmol amarillo, con sus ajustadas gorras escarlata y collares de metal; Ia vida, cl movimiento, la belleza, el color, todo me embriagaba y me daba la ilusién de ser esto, en verdad y al fin, vida y ner raosura. Miré a Hugo; habia echado hacia atrés 1a cabeza, y, le- vantado sobre su codo, contemplabal Ia. tierra que con tat andacia se decidis « regir y hallaba tan bella. Tocante a la Reina, no encontraba ningtin espectéculo digno, en medio de tanta belleza y magnificencis, para el descanso de sus ojos, ni que prestase a su lindo rostro voluptuoso una dul- zura singular, sino tan s6lo el del misterios extranjero que habia solicitado compartir su trono, el Enviado de Osiris y de Ra, el Amado de los Dioses. El Faradn enfermo habia sido trasiddade a un barco eu- yos remeros le conducian a lo largo del canal, y tras 61 ibe su magnifico séquito. En las grades del templo se habia de- tonido también la litera de la Reina. Hugo Js ayud6 a apear- se y pasar a su lancha. Parecia muy contvaria a su deseo su separaci6n de Hugo; repetidas veces la aplaz6, expresan- do su «dulce pena» con frases quedas que mi imperfecto co- nocimiento del idioma me impidis atrapar. Pero, al fin, nos Janz6 con 1a mano un tiltimo saludo; los ocho remeros hundie- ron en el agua sus remos, ¥, con lento ritmo, desapareci6 por 1 canal Ia barea regia, con los negros pafios que gustaban a Ja Reina y que rebrillaban con 4ureos adornos. iAl fin..., ¥ relativamente..., quedéme a solas con Hu: Por Jo que se vefa, también a ndsotros nos esperaba wn barco, porque postrades en tierra habia o:ho hombres ate- 92 BARONESA DE ORCZY zados, que nos invitaron a entrar en uno. Ast Jo hicimos. Sa~ Wa Ja multitud del templo, somojando una riada, y se api- fiaba en densa y pintoresc# formacidn sobre las empinadas gradas, para observar a respetuose distancia hasta el me- nor gesto del Amado de los Dios: —-iQuieres cecirme cémo terminara todo esto, chico?—co- menté yo, cttando los remadores nos Nevaban, a nuestra vi por el coal, a siete lanchas ie distancia de la que conducfa, a la Reina, ¥ yo estaba solo con Hugo. Volvidse a mf con la més alegre sonrisa, que ahuyents de su rostro toda gravedad, —iHombre, no lo sé ni me importa!—aijo, soltando una ale gre carcajad2—. iDime si no es esto Ia cosa mis espléndida, mis bella, que jamas concibiera hombre mortal! No cabe duda que es el espectéculo més soberbio que hasta aqui vieron mis ojos, Niita. Pero dime; qué, diantre, +e5 To que te propones hacer? 4Que qué voy a hacer?—dijo a su modo sereno ¥ conven. cido—. Pues... gobernar a este riquisimo pafs y reservarte el cargo de primer ministro. iHombrel... ya sé que son modestas tus pretensiones—dije \lome—; pero me agradaria saber de qué modo te propo- nes Mevar a cabo tan laudable fin, y si es inagotable la re- serva de engatios, de donde sécaste la milagrosa historia de tu origen, porque necesitarés surtirte de ellz en abundancia. —Fué muy buena esa idea mfa, iverdad, mi viejo Mareos? Un minuto mas, y nos hubieran descubierta irremediablemen- te; como yo, puedes adivinar muy bien el sumario procedi- miento que hubieran empleado para obligarnos a salir de esta. hermosa. tierra. —Golpe osado fué, Nifita, y digno de ti, Pero yo quiero saber adénde nos conducira iodo esto. —A los mas gloriosos descubrimientos que jamais sof6 el mutido de la antigiiedad—respondi6 entusiasmado, ¥ los ojos je ardian, verdaderamente, con su alegria de énimo— Des- cubrimientos como solfa soflarlos mi padre; por los que se quebranté su coraz6n, comprendiendo que habrian de hacer Jos otros ojos, otras manos que no las suyas. Pienso gobernar AMADO DE LOS DIOSES 93. a este pueblo, Marcos; pienso estudiar y conocerle, amar y conquistarle, Y entonces, duefio ya de todos sus secretos, he ce regresar a Inglaterra para dejar pasmado al mundo ante los tesoros que desplegaré ante sus ojos asombrados. —iRegresar a Inglaterra, Nifiita!—dije on una carcaja~ da—. Lo crees hacedero, éno es verdad? Te clvidas que Hat mersmith esti a considerable distancia de este pintoresco Eli-~ seo; que ya salié cl Gltimo Gmnibus para Broadway; y que el servicio de tranvias qued6 por lo pronto interrumpido. No hay mas salida de este pais de las hadas sino aquella por donde arrojan a los malhechores al desierto, faltos de comida y de agua, a no ser que te propongas atravesar esos cerros. en globo. -tProponerme? iDe momento no me prepongo nada, mi viejo Marcos, mas que pasarlo bien y muy @ nuestro agra- do. Yo, como rey-regente de esta tierra, yt, como mi asesor, mi filésofo, etedtera! Después... més adelante... pasado ya mu~ cho tiempo, como yo espero, y cuando ti y yo estemos hartos de este sitio y dispuestos a revelarle al mundo algunas de estas maravillas, entonces... entonces... —iQué entonces?—dije, porque se detuvo, dejando errar sw mirada por las lejanisimas piramides. —iOb, pues entonces, chico—dijo él, con su sublime confian- 2a en si mismo—, entonces ocurriré algo! Teago la seguridad que si algo asombroso... estupendo... no sé todavia qué. Tal vez un leyantamiento de aquellas roca: cn algdn punto... para permitir que pase yo. iQué importa? ENo te basta Io glorioso del momento actual, sin que insistas. en preocuparte de un porvenir? 406mo no admirarle, con su soberana creencia en si mis- en todo el mundo... su entusiasmo, su fe, pronta’a des- © an caos general, viar a puntapiés la montaiia que le estorbase el camino... su idea Aja, que desafiaba a la tierra lo mismo que al cielo, la atmésfera, el sol y el universo? --En todo. caso—dije sonriéndome—, para ti el momento actual encierra un encanto mas: cuontas con una novia gua~ pisima. | a BARONESA DE OROZY Si que es muy hermosa—dijo tranquilo—, aunque yo di- xia que algo desagradable a veces. —Una Cleopatra legitima, Nifiita, por sus bellas facciones al menos. ¥ por su caracter, probublemente. iImaginate lo que sig- nifica eso, Mareos! iCleopatra rediviva hoy! La Cleopatra de quien todos hemos Jeido y nos hemos enamorado en nuestra pubertad... y que vive de veras. iY el Faradn... Cheops... Khe- fren... el mismisimo Mena!... iY este pueblo que hoy todavia sigue edificando tumbas que rivalizan con las pirimides de Ghizeh y tallando esfinges y dioses colosales, a cuyo lado re- tan trabajo de aprendiz las figuras en Abu-Simnel! —Y Sigtrate, Nigita, un verdadero Faradn, que es autén- ico y natural enemigo. Hugo frunci6 el cefio; luego se ri, —St; amigo, no es. Fué el tinico que mostré no tragarse el cuento de mi interesante origen. —Quizé tenga aticiones cientificas, o tal vez su enfermedad Te haya aguzado el entendimiento mas que a sus semejantes. 2Qué habré pensado el Sumo Pontifice de todo esto? —Difiell es decirlo. Lo averiguaremos mis adelante; pero, ‘en todo caso, ya es nuestro, y no puede volverse ‘atris, puesto que, solemnemente, y al lado de su dios, en presencia de la enorme congregacién de fieles, declaré que era yo en verdad ‘el Enviado, cl Amado de los ioses. No puede desdecirse de nada sin proclamarse embustero, —iQué puesto ocuparé en el Gobierno de este pats? —El més preeminenté, ereo yo. Recuerda que, virtualmento, Je habfa prohibido a la Reina Maat-ka que se desposara con un sibdito suyo; 7 ella estaba resignada a obedecerle, cuando yo-el Amado de Osiris—me presenté en escena. Lo chistoso de Ja situacion hacfale pestafidar los. ojos; y -afiadio: —iQué crees, mi viejo Marcos, que dirfa la tia Carlota si te viera en tu nuevo papel de difunto egipcio redivivo para alegrarle el corazén al pueblo de Kamt? 2Qué tal te encuen- tras, eh? AMADO DE LOS DIOSES 95 —Pues algo asi como td mismo en tu papel de usurpador de la propiedad ajena, Nifiita. iVamos!... 2A que no puedes negar que al asumir ese papel semidivino, kas servido de ins trumento para defraudarle a una seflora en sus legitimos de- rechos? ¥ ella, a juzgar por los clogios entuslastas de ese ‘viejo cuco de Sumo Sacerdote, es joven y guapa. —Y se lama, ademas, Neit-Akrit—afiadié Hugo en voz baja—; nombre que, para ti y para mi va ssociado @ los mas preciados recuerdos de la nifiez, al de Los Castafios, lugar querido; al del museo, donde solia errar ante nuestra imagi- nacion enfebrecida, 1a sombra de aquella misteriosa reina, Namada nuevamente a la vide por la pintoresca narracién de mi padre, y que avivaba, hasta convertirla en refulgente, In luz incierta y eaprichosa que arrojaba Ja gran Iwnbre de lefia, Tal ver, al fin y al eabo, todo esto soa un suefio nada més, mi viejo Marcos; acaso td y yo no nos hallemos aqui verdaderamente, y no haya de pasar mucho tiempo sin que yo, al menos me despierte, sentado junto a aquella anticuada chimenea, intentaudo descifrar, al resplanéor de los rescol- dos quie se.apagan, los ltimos renglones de algin zumbsn articulo escrito con la sana intencién de zaherir la memoria del loco Tankerville y su chifladura, Qued6 ya muy lejos el templo de Ra. Nuestra lanciia, mion- tras Hugo hablaba asf, se desvié para penetrar en un canal ans amplio, donde, a cada lado, se ergufan edificios mas im- ponentes y lujosos que los demas. Bajo peristilos de macizas eolumnas, y en los pérticos, vislumbrabamos grupos de gente ricamonte vestida, que segufan, con la mirada anhelante, el rapido destizarse de nuestra bares, Evidentemente, habfase divulgado ya por la ciudad, el mistico noticién, y asi los ricos, ‘como los pobres, todos ansiaban ser de los primeros en ver al emisario de Ra. Pasamos por tna isla, que deberia de ser el mercado, puesto que en todas partes se levantaban giganteseas pilas de gra- nadas, melones y datiles. También habia montes de durea m1- mosa, de acacia blanca como Ia nieve, de moveados lirios ana~ ranjados y de color de Mamas, de rosados does... y tras ellos, 98 BARONESA DE ORCZY mujeres entronizadas, que vestian alegres colores, y, en su obscura cabellera Mevaban flotantés pafuelos listados. Y por en medio de tal riqueza de fruta y flor, mariposeaban, act y alla, inquietos paseantes. Pero todo—granadas y datiles, ‘loes y palmas—quedé. zbandonado en cuanto ol geutio diviss Jas barcas reales, y, lena de excitacién, abalanzdse al mismo horde del agua. Una jovencita, mas osada que Jas demas, cogié Iuego en su mano un ramo de mimosa, que tird con asombrosa destveza y con toda su fuerza, a nuestra barca. Vino a darle a Hugo en 2 hombro ¥ nos aneg6 con su fragante iluvia de dureo pol- villo, Un sonoro grito de jdbilo rasg6 el aire; y al instante pasonos en peligro, lo mismo que a Ja lancha y su tripula- mm, un verdadero alud de flores, de loto y madreselva, de mas de hierbe-papiro ¥ manojos de lirfos, de nardos de pe- trante perfume, y de tallos de azahar. Resultébanos dificil mantener un continente digno bajo ian persistente y molesto chaparron. —No cabe duda, Nifiita, que esto no es un sueflo—difje, tan pronto como dejamos atrés el entusiasta gentfo de la plaza de abastos—. ¥ tampoco cabe dudar que no te seré diffeil im ponerle, a esta gente excitable, veneracién y obediencia. Te considera ya como a uno de sus dibse: —Me fascina esta gente, Mareos. Es tan intensamente pin- toresca. Se me anioja, sin embargo, que en sus gobernantes debe existir una terrible veia de frla y premeditada erueldad. —A mi juicio, son monstruos rematados, cuando recuerdo la tremenda sentencia que imponen a los criminales. De todos modos, hasta ese punto he de intentar imp! tar aqui Ja civilizaci6n, iCivilizar!—afiadi6, soltsindo une car- cajada— Hn verdad, es una extrafia palabreja pa: aplicada a un pueblo que edifica ciudades y talla templ como estos, Mas, le queda todavia una cosa por aprender. Bl cristianismo?—dije yo. Eres audaz. —2HI cristianismo? No, chiquillo; ni tt ni yo servimos para misioneros. Supongo que seré por carecer de no sé qué ew AMADO DE LOS DIOSES oF nuestra educaciou; de algo que no armonize; quiza sea por nuestro sentido y apreciacisn de lo humoristieo. Sin embargo, Podremos abrirles el camino a hombres de mayores méritos, ‘euyas prosaicas inteligenclas estén por encima de esos des- preciables eserdpulos, que—lo confieso—me sujetarian las ma~ os si yo intentase dostruir estos templos paganos, pero tan grandiosos... esas deidades falsas; mas, pintorescas. Después, cuando guiado por nosotros, el mundo haya gozado suficientemente de Jo pintoresco de esta magnifica tierra ig- nota, entonces podrén iniciar su lucha interminable por con~ sumar su profanacion, ‘No hubo tiempo para prolongar nuestra chichara, en vista @e que la barca detenfa su paso, dirigiéndose hacia una isla en medio de la corriente. Sobre ella, entre umbrosos bosqueci- lies de Jucsias gigantescas y castaflos Inelinados, vimos re- brillar 1a techumbre de cobre dorado de un vasto palacio me- Gio oculto por una enramada de policromas ficres. Paulatina~ mente, conforme nos acercébamos, podiamos apreciar sus no- bles proporciones, sus muros y columnas de un marmol pare- cido al alabastro y cubierto de arabescos y trazos en diversos tonos de oro. Muy cereano al borde, levantibase sobre grade- wfa de marmol en que sublan y bajaban, paszindose majes- ‘tuosos ¢ imponentes, muchos flamencos rosados, En las ramas de acacia y palmera, ntimerosos mones hipaban chillonamen- te, A Ja sombra del follaje que pendfa, vislumbramos ganado vacuno de una albura de nieve y de cornamenta erguida y esbelta. Y, a ambos lados de la larga escalinats, apifiése una eaterva de nifiitas vestidas de azul turquesa, las cuales en- fonaron un dulce saludo musical, on el momento de atracar all Ja lanche de la Reina. Esto parece decir que vamos a ser huéspedes de Ia au- gusta seflora—observé yo, al notar que nuesira barea también se acoreaba a la orilla— N6 sé lo que a ti te rasaré, Nifiita, pero lo que es yo, me encuentro a punto de perecer si no me dan algdn alimento antes de que pase otra hora, En. el momento de saltar a tierra nosotros, acercésele la 7 ARONESA DE ORCZY 98 Reina a Hugo para decirie unas lindas frases do bienvenida S, 7 al tin, se digné hacer caso de mk _ e afior y hospedarte bajo el te- a2—preguntéme tle. ‘eho que 7a a hosrar eon s8 present Yo comprendia que seria indi tarle a su invitaciéa con un ges na por ot vata, no podta yo on aquel momento, ni por nada del mu ecard ola, palabra de mi vocalulario egipcio. Esa de lenguaje to de cabeza; mas, por otr recordar una i jnnata cortedad inglesa ante fo de Tents ‘me paraliz6 completamente Ja Tengua y la.memoria, Ast que para salvar las sparienciss, me incliné ante a dama, en si Iencio ¥ con bastante torpeza. . is mudo tu consejero?—pregunt6 a Hugo, asombrada, —Rara vez habl jondis ésie con su caracteristicn aplomo (de descero To calificaba yo)—s porque sus palabre: tesoros que Je entregara Horus, el m le resp taney por Io tanle, precestsima : write aparentaba darse por satis ues me sonrié on dutvnra mando tee empersins a esclar 16 potatos G86 Saaeeatae fants] eae Ten al wsuibue terior ce 2% plac, fecha, ypard de nos- \go, asi como también su casa, consejeros, posieién de ; conserve nnistros y eselavos. Por Jo visto, nos cedia, exclusivamente, parte del palacio. Un suntuoso personaje con vara de mumco } un cintuzén esmaltado de inseripeiones, condjonos por nu- Tnerosus estancias; en el umbral de cada wna se arrodl gravemente, delante de Hugo, bes6 cl suelo y le dis Ja bis venida. No fué el menos atrayente entve los mw lones que atravesamos, aquel cuyo Piso ido seis pies por debajo del nivel del mmbral, pare formar tuna tina, cuya agua emitia una suave fragencia y un val Ligero, Svjerfame las més deliciosisimas visiones de wn babe a nado, que pudiera abarear mi imeginaciéa exaltada “er solo el concepto de mi dignidad de consejero principal ce ies hos grandiosos sa~ mnirmol estaba bun AMADO DE LOS DIOSES 99 es, me impidi6 ceder a le suprema tontaciin de arrojarme 2 alla, de zambullirme, allf’mismo, en Is tina invitadora No obstante, aquel magnifico mayordomo—euando nos hubo saludado varias veces mis y conducido a ruestros dormilo- ros (que se comunicaban entre sf), donde torné a hacer ge- nuflexiones, tantas que me entraron ganas de arrojarle a puntapiés de nuestra divina presencia—nos sbandoné al an, y frente por frente al agua perfumada y hervorosa, en manos de unos eriados de tex obscura. iLo demas, es silencio... fuera del chapoteo al eutrar en el akua, y unos mugidos de alboro- 2ol.. iSilencio.. ¥ un g070 infinito! Vestidos luego con un ropaje maravilloso—que parecia No- vido del cielo, y que no habla que preocuparse de que nos sentara bien, porque se compoiia, principalmente, de man- tas—, nos condujeron a otro paraiso terrenal. En el salon donde nos aguardaban unos graves personajes para saludar ‘en diferentes estilos fantisticos, hallébase, en el centro, una esa baja, cargada de cuanto ptdiera agradar al olfato y al paladar de dos hombres faméticos—enya Gltima merienda ha- bia consistido en wna pata de buitre en crudo. Grandes ces- tos de iruta, aceitunas, panes y tortas de diversas clases, adorneban la mesa; y.. 10 mas importante de todo... ocupaba 2 centro de la mesa—ien dicha para ls vista y regoeijo para 1 corazén!—un enorme ganso asado, con la piel muy toste- ita, muy erujiente, y con um delieioso clor a relleno de hier- bas erométions y fragantes iCémo gozamos espa sando aquel ganso! ¥ eso, a pesar de tener que trinckarlo con euchillos de bronee, que no cortaban, y Uevarnes Tos trozs a la boca con cuchara! { verme obl 0 quisiera ado a decir cuanto quedaba todavia del ganso al dar nosotros por terminade el yantar! Retirdronse Ios grandiosos personajés con grande discre- n, en el momento de dar nosotros comienzo a la comida, Quedé sdlo allf la servidumbre, representada por la mas ama- ‘le legis de camareras de negras pupilas que jams cono~ slera yo, personalmente, dedicadas a ofrecer salsas y frutas, Eran sumamente pintorescas, aunque—lo digo con rubor—es- parquedad, con un collar de euero taban ataviedas con much 100 BARONESA DE ORCZY scl azul obs, sueto nonado de turquesss, 7.0" pall : spenimtauta eaters por un Ao efrlo de metal sit. bilo ‘Debo reconocer, sin embargo, que aquel uniforme original de 86 sta crea que prestaba xingin modo nos quits el apetito, Hasta erela que presiahe un gusto muy especial y pieante a aquel ganso asado. quando las lindas moras escanciaron en nuestras copas el i anforas de loza, se me anto- vino contenido en grandes an! , : jaba que nunca el zumo de la uva habia tenido ni la mitad Gel dulce sabor de aquel que ellas nos brindaban. var EI mensajero de Ia Princesa Neit-Akcit El siguiente dia no perdura en mf memoria sino como una sola y prolongada manifestacién pomposa y ospléndi- ‘da: procesiones triunfales por Is ciudad, vitoreo del preblo entusiasmado, mensajeros que partfan con toda celeridad para todos los puntos del reino, a fin de anwmelarles la gran noticia a sus habitantes, hasta en los rincones mis remotes, ¥ prometerles a varias de las eiudades de més impurtancia que también ellas tendrian la satisfaccién de ver en st re- into al Amado de Ra, hijo de Osiris, monsajeru del Alt simo, Fué un dia muy pesado para nosotros que, oeupando en nuestra patria una posicién relativamente humille, no esté- ‘amos acostumbrados a la suntuosidad y brillo de las cortes, ni tampoco a Ja adoracién y las zalemas de un sinntimero de pintorescos personaji Por mi parte, no acertaba a apafiarme con mis largas ‘vestiduras talares; resultébame excesivamente incsmodo ol ‘cinturdn de lapiz-lizuli, en que habia grabados unos cuan- ‘es caracteres indicando mi dignidad. Hugo parecia delei tarse ladinamente y con toda intencién en dar al traste con ti seriedad en los instantes ms solemnes, mediante irres- petucsos comentarios sobre aquellos palaciegos de edad pro- vecta, yue parectan enteramente momias escapadas de sus vescaparates de cristal del Museo Britanico. BARONESA DE ORCZY on el recinto del templo de Osiris, muy en alto, sentado en un trono de oro, Hugo Tankerville recibia el bomenaje de Jos nobles del reino: funcionarios, sacerdotes, escribas ¥ ser vidumbre de Ia. corte. La plebe—como calificaban desdefiosa- Tnente a Jos mereaderes y agricultores estos personajes de nis elovada jerarquia—no fué admitida a 1a imponente Te cepeicn, Sin embargo, ella hacia coustar 1a reverencia que le Gnepiraba el emisario de los dioses, formando una alfombra on sus cuerpos postrados én las gradas del templo, en las ferrazas y malecones por donde esperaba pesaria el Amado: Ge los Dicses, en“unién de su sabio consejero. Eso procedi- {niento resultaba para mi, por lo menos, hartamente inesmo~ do, y mas atin, cuando era preciso posar el pie en las partes Inds vistosas de aquella alfombra de nueva invencién, porque fentonces las pupilas obscuras se erguian para fijar en mi ‘su reconcentrada atencién; se Henaban de una expresion de pavor y curiosidad, al mismo tiempo, que me desconcertaba enormemente. GRoverencia y adoracién verdaderas hacia el bueno de Hugo! Comprendi que le divertfa toda aquello, porque vi re- Jucirle los ojos de satisiaecion; pero su gravedad no se in~ mutaba ni tampoco su dignidad solemne. En las referidas ajestuosas procesiones, el FaraGn no se dej6 ver, quizé por presentir el intento de menguarle su importancia, En cambio, la Reina Maat-Kha no se apart6 ni un instante det Sado de Hugo en ttlo aquel largo dia. Ni quo decir tiene que yo no lograba pescar las dulees palabras que sl afdo 1e Gecia por distraerle del monstono esplendor de la fiesta; pero siempre que encontraba oportunidad pars ello estudisba aten- famente a Hugo, sin lograr descubrir en él.la mas aébil hue~ Tia de entusiasmo que correspondiera a aquellas zalamerias de la augusta seflora. Muy avanzada ya la tarde, celebrése un banquete oficial, que presidis el Faradn, sarcastico, doliente, silencioso. Le ontemplé cuantas veces pulle en el transeurso de la inter Tninable comida; empezala a adivinurle su mal, y mo pee quntaba si habria médicos en aquel desconoeide pais, capa AMADO DE LOS DIOSES 103 es de aliviarle sus dolores ¥ procurarle algiin descanso. Des- Aefioso, hnacfa caso omiso de los cbsequiosos saludos de su séquito, que, al entrer por turno en el salén del banquete, rodillébanse ante él y besaban el suelo; no mas que un solo aliciente parccia brindarle la vida: aquellos dos monos que nunca se separaban de su lado, ¥ que, por lo visto, le proporeionaban distracciones sin limites. Un imperfecto conocimiento del idioma vedsme intentar una mada conversaci6n con mi veeino—wn aneiano pomposo 7 -rtraordina: beso, que apestaba 2 pomadas aromé- recibia el alimento en cuchara, y de mano de una joven, la cual probaba cada bocado antes de ofrecérselo. Hugo estabs a mi otro lado, y en los raros intervalos de des~ eanso que Ie concediera su interesante prometida, cambiébs- nas frases. _Aburnido, sl fin, de mis vestimentas y del cinturén de 1i, echaba de menos una camisa limpia y un cue- jonado, cualquier cosa firme que se sujetara a micuer- po y reemplazase aquel envoltorio de ropas ondeantes que me estorbaban cada vez que intentaba cruzar las piernas. Bs mi costumbre de siempre retreparme en Ia silla y cruzar tas piernas en el sencillo modo honrado e insular; pero no acababa de convencerme de que, vistiendo una especie de Joga romana y unas enaguas, dicha pustura distaba mucho de ser clegante. Para colmo de desdicha, busquéme a tientas Yos bolsillos del pantaln para hundir en ellos las manos— a fuer de verdadero inglés y encontréme con que no tenfa Lolsilles, y di suelta a un sonoro y enfatico: iMaldicisn! Apenas salido de mi boce aquel til e imponente fragmento del Idioma inglés, me pereaté de que se produjo en el vasto salon un silencio de muerte, que dej6 cortado el alboroto de conversaciones y risas. Y también de que trescientos pares de orejas se aguzaban, desexsos de recoger aquella ignorada palabra que yo habia pronunciado, y que los negros ojos del Paraén me miraban burlones y fijos. Pero era muy poco un retumbante damn inglés, soltado en um momento inoportuno, para turbarle a Hugo Tankerville 104 BARONESA DE OROZY su suprema dignidad y compostura. ¥ con el descaro mas -absoluio dijo: tos seeretos de Ja Tengua que Osiris onsefla a sus ama- dos os son desconocides. Mi consejero y yo Pronunciamos mu- ‘chas palabras que no es conveniente que vosotros entendsis, oh, pueblo de Kamt!, a no ser que, en veriiad, os concedan su permiso los dioses. S6lo aquellas eriaturas cuya vida 2s Justa e irreprochable, que perdonan a sus enemigos y soco- fren a los oprimidos, pueden esperar Hegar 8 comprender los arcanos mistericsos del idioma de Osiris. ‘Prats de uo sonreirme y de imitar a Hugo en su digno eontinente. En cierto modo, lo logré; pero el pensar que Ia verdadera comprensién de un juramento inglés habia de ser- vir de premio a la virtud, casi hizo fracasar mi seriedad. Con un silencio colmado de respeto fué acogida Ta asom- bbrosa noticia. Trescientos pares de ojos miraban a Hugo oo tomerosa supersticiSn; solamente desde el Iugar de la pre sidencia se dej6 oir una queda y sareéstiea risa ahogada. Hugo fingis no oirla; ni siquiera desliz6 una ojeada hacta ‘el poderoso Faraén; pero desde aquel instante senti fuertes recelos de que, por ignorante que fuese el ptiilico de Kamt acerca de la existencia de un mundo més all de sus puer- fas, su soberano, por lo menos, onced{a escasa fe a buestro corigen divino. Tmposible averiguar su futura actitud para con nosotros; pero de momento, encontrindose débil y enfermo, no parecta telieiel prop6sito de declararse en franca enemisiad con ol ‘Atnado de los Dioses y al par fdolo de sus sibait. Siti cnibargo, a raz de aquel leve episodio, decidimo: ¥yo-=abstenernos de hablar el Inglés mas que cuar Vigramos & solas. Tni¢iébanse ya las sombras del anochecido cuando, por ‘ios retévamos de la mesa. La Reina Maat-kha nos condujo a los “Jardines;’ mientras que Ios comensales nos seguian 9 se yecegaban"stin en 1a sobremesa, beblendo vino y mordis- queando tortas de miel. La litera del Faraéu ya habia des- apareciic pot-las alauedas, 7 ota yo uno de los que ce oon ‘fan. bastante: aligerados por su ausoncia. AMADO DE LOS DIOSES 105 —Adn Ia noche es tierna, ich, mi amatio!—dijo la Reina, apegindose con carifio » Hugo—. Isis no asoma todavia por encima de los montes, y todavia esta Iejana le hora en que seri preciso me abandones para presidir el Tribunal de jus- ticia de Kamt, 2Quieres quedarte a solas conmigo e intentar descubrir en el mistico idfoma que Osiris te ensefi6, algunas palabras que me sugieran el pensamiento de que te parezco ‘hermosa? —iHermosisima, Reina mia!—dijo Hugo, con sinceridad profunda. —Y, sin embargo, no sabes euinto mayor sera mi belleza el dia que, junto a mf, erguidos los dos al pie del trono de Isis, en Tanis, y ocultos a los ojos de la multitud embobada por nubes de incienso que nos rodearin y ondearin sobre nosotros, el Sumo Pontifice eleve sus manos para darnos su suprema bendicisn. fs bella que ahora mismo no podrias estar—dijo él con cierta falta de conviceién, de lo cual debi6 de percatarse Js dama, puesto que con dejo melancélieo, dijo: —iCusn reservado te muestras, ch, mi amado! Acaso pesen ya, mucho sobre tus hombros los destins de Kamt. El Fs rain, enfermo, no tiene voluntad sino tan s6lo para el des- canso y la paz, ¥ sus adversarios se han hecho poderosos en el pats. —No debiera tener adversarios el soberano de Kamt, ioh, Reina!, pues su régimen deberfa ser leno de misericordia y justo: 1a justicia cesarma Ja mano enemiga. . No tal, porque quedan Ios celosos, los envidiosos—diio ella con la més dulea sonrisa—, aquellos que tan cerca del Fara6n se encuentran, que con el leve contacto de su mano pudieran alcanzar fécilmente la corona tan mal afianzada en su cabeza. Mi puesto, toh, Reina!, ha de estar al lado del Faraén, para guardar su corona de los ataques de sus enemigos. —iSt, Jo sé, y tu proteccién es grande, oh, Amado de Ic Dioses! Mas ino serfa digno y conveniente—afiadis ella, pen- sativa—que alguna persona allegada a el y por él amad: erase en su nombre a los dioses, noche y dia, con el gn

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