Sunteți pe pagina 1din 20
CAPITULO UNIO ntroduccion La majestuosa cordillera de los Andes en el flanco del Pacifico, en Sudamérica. ‘Geografia y clima América Latina, gran parte del llamado Tercer Mundo, presenta una variedad enorme y fascinante de gente, culturas y niveles de desarrollo econémico y social. Su vasto tertitorio, casi ocho millones de millas cuadradas, cubre todo el hemisferio occidental al sur de los EE. UU. Brasil por sf solo es mas grande que las FE. UU., con excepcién de Alaska y Hawai. Los 507,9 millones de habirantes de América Latina viven en condiciones que varfan desatinada- mente:' desde las comunidades ndigenas aisladas hasta las espectaculares con- glomeraciones urbanas; desde los pintorescos pueblos coloniales de. las Provincias hasta las masivas villas miseria’ de la ciudad; y desde las casas cons truidas sobre pilotes’ en la selva hasta los edificios modernos de apartamentos de Sao Paulo. Culturalmente, algunos grupos forman parte de las civilizacio- nes precolombinas’ apenas alteradas; otros participan de una elegante vida cos- mopolita, mientras que la gran mayorfa ocupa todos los niveles intermedios. La tradicién y el cambio son los polos de la vida latinoamericana, cuyas atrac- Ciones incompatibles dotan’ al ambiente de una tensién elécttica y lo hacen configurarse en modelos intrincados, dindmicos y particularmente variados. Para comenzar, América Latina ofrece una diversidad amplia en cuanto a geografia y clima, Casi toda el area estd en la zona tértida’ o semitérrida. En las selvas tropicales de Centroamérica y del Amazonas en Sudamética, consi- derada esta tiltima Je més grande del mundo, hace mucho calor y llueve todos los dias. En los desiertos dridos y resecos, como el Atacama en el norte de Chile y el sertao (0 sertén) en el noreste de Brasil, hay muy poca vegetacién y la gente sufre el calor y las sequias’ periédicas. Mas hospitalarias son las saba- nas’ en partes de Veneaucla y Colombia, el sur de Brasil, Uruguay y las famo- sas pampas de Argentina, Las sabanas, el hogar del llaneto’ venezolano y del gaucho" argentino, son extensas (las de Argentina, por ejemplo, son aproxi- madamente del tamafio del estado de Texas) ¢ ideales para el pastoreo. Gran parte del terreno de América Latina es montafioso. La cordillera" de los Andes se extiende por todo el flanco” pacifico de Sudamérica y abarca Chile, Argentina, Peri, Bolivia, Ecuador y Venezuela. Su pico més elevado es el Aconcagua, en el limite entre Argentina y Chile, que con una elevacién de casi 23.000 pies de altura, es el mds alto de toda América. La cordillera con- tina hacia el norte, atraviesa Centroamérica y México con el nombre de Sie- ta Madre, para luego formar parte de la cordillera de las montafias Rocosas en el oeste de los EE. UU. Los sistemas fluviales”” més importantes de América Latina se encuentran en Sudamérica, Incluyen el Amazonas, que tiene una longitud de 3.900 millas, y cuya cuenca™ comprende Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Peri: y Brasil; y el Orinoco, que desagua las montafias de Venezuela y que mide 1,600 millas de longitud. Por lo general, los rios de América Latina son poco villas... barrios pobres *pilates de madera que se hincan en el agua anterior all descubrimiento de América por Cristobal ‘dan “comprendida entre los dos trépicos tiempo seco de larga duracion *Manuras (plains) sin Phabitante de las lanueas Mhinete dedicado a la ganaderia 0 a la vida cerrante en las pampas de Argentina, Uruguay y Brasil serie de montanas “parte lateral de rios Muatershed ‘Machu Picchu Callao: (OCEANO PACIFICO Fo Orinoco TRINIDAD y TOBAGO SUDAMERICA Orin00 Georgetown Paramaribo ‘SURINAM Cayena GUAYANA FRANCESA Fortaleza Recife ‘Salvador (Bahia) Aconcagua, Valparaiso: Montevideo Santiago ‘ro dola Pata Buenos Aires Concepcion fe on Islas Malvinas Tierra det Fuego abe de Homes Tiuana lo Yaqui Flo Grande de Santiago México D.F, ‘OCEANO PACIFICO CENTROAMERICA ‘SIERRA MADRE DEL SUR Ciudad Judrez Seay ae BELICE COSTA RICA "Rio Conchos SIERRA MADRE ORIENTAL Mesetamericana La Habana MEXICO, CENTROAMERICA Y LAS ANTILLAS Peninsula de Yocatén a ‘Santiago Kingston Rio Coco lo Grande Bio San an OCEANO ATLANTICO REPUBLICA DOMINICANA, HAITI Pon \UADALUPE au-Prince MARTINICA 4 San Juan 2) a ° PUERTO RICO Santo Domingo s ANTILLAS MAYORES os” feNOPES JAMAICA ANTRLASMEN MAR CARIBE Coton TRINIDAD yTOBAGO, ‘CURACAO, Goto de Davin navegables, por lo que no han contribuido significativamente a la unificacin nacional ni al desarrollo econémico del subcontinente. Debido a las barreras naturales de la comunicacién y el transporte, y a lo inasequible” de los lugares separados por montafias, selvas y desiertos, el ais- lamiento geogréfico ha sido uno de los factores constantes y formativos en la historia latinoamericana. Otro resultado de las condiciones geogréficas es un gran desequilibrio en la distribucién demografica. La poblacién se concentra en Ios litorales,"* principalmente en las ciudades comerciales, en ciertos pueblos de los Andes, en las planicies” de México y Bolivia (como en el bello lago Ti caca, que a pesar de sus 12.500 pies de altura esté densamente poblado) y en algunas de las islas del Caribe (como Puerto Rico, cuyas cien millas cuadradas se cuentan entre las més densamente pobladas del mundo). Actualmente, el 75% de la poblacién de América Latina es urbana; 22 millones de sus hal tantes viven en la ciudad de México" y sus alrededores, una de las dteas metro- politanas més grandes del mundo.’ En contraste, los vastos territorios interiores de Centroamérica y Sudamérica estan relativamente despoblados. Li as civilizaciones indigenas La poblacién actual de América Latina se compone de una variedad enorme de gente. Es heterogénea en extremo, ¢ incluye tanto a espafioles y descen- dientes de mayas como a libaneses y suecos. Pero los primeros y mis nume- rosos fueron los indigenas, quienes, hace unos 15.000 afios, migraron de Asia por el estrecho de Bering. Pasaron por Alaska, Canadé, los EE. UU. y México hasta la Tierra del Fuego, el punto m4s meridional” del continente. A través de un prolongado periodo, cada grupo migratorio se adapté social y econd- micamente a las condiciones del medio ambiente. Para cuando llegaron los europeos, ya habia una multiplicidad de civilizacio- nes indigenas —sedentarias, seminémadas y némadas. El primer grupo incluye a los més conocidos: mayas, aztecas ¢ incas. Los mayas, los més antiguos, datan del siglo V (a. de J.C)” y se conocen por la arquitectura de sus templos tinicos; su habilidad para la escultura, la pintura y las mateméticas; su impresionante escti- tura jeroglifica y la invencién de un calendario. Se organizaban en ciudades-esta- dos socialmente estratificados, cultivaban el maiz y vivian, por lo general, “El término -ciudad de México: se refiere al teritorio que abarca el Distrito Federal y las :miiiples éreas que lo rodean, No es un nombre propio y, por ende, no se escribe con maytiscula "Statistical Abstract of Latin America 1994, vol. 31, ple. 1. ed. James Wilkie, (Los Angeles: UCLA Latin American Center Publications, 1995). pag. 141. Véase también SALA, 2001, pag. 96, y Spanish Newswire Services (US), Inc., 8 de junio de 2001 Finalcanzable, remoto costas, orillas del mar "llanuras al sur Pamtes de Jesucristo pacificamente. Habitaban el extremo sur de México, la Peninsula de Yucatén, toda Ja extensién de Guatemala, parte de Honduras y El Salvador. Uno de lon enig- mas mas intrigantes de la historia es el colapso stibito de los mayas, mismo que comienza en 972 (d. de J.C). Durance siglos, la causa de este elerrumbe ha estado envueta en un velo de misterio que, posiblemente, pronto se revelard, ya ue se han logrado descifrar las magnificas estelas" que dejaron los mayas. La cwilizacién maya fue dominada completamente por los toltecas, quienes, a par- tir del afio 1200 de nuestra era, invadieron desde el norte Hoy dia, los descen- dientes de los mayas todavia pueblan las mismas ronse que sus antepasados, Los actecas, duefios del valle central de México deve 1325 hasta su con- quista por Hernan Cortés y sus soldados espaftoles (1519-1521), ofrecen un contraste con los mayas por su condicién de guetreros, Luchaban constante- mente, agrandando su imperio con las conquistas sucesivas de tribus vecinas, como los taxcaltecas, quienes mds tarde se unieron + lee espafioles para librarse del yugo” azteca. Situada estratégicamente en une isla en el lago de Texcoco, la capital azteca de Tenochtitlin (hoy dia la ciudad de México) se conectaba a tierra firme mediante una serie de puentes, los cuales facilitaban la defensa de la ciudad de 250.000 habitantes. Mucho se ha escrito sobre las bellezas y {a ingeniosa organizacién de la ciudad de Tenochtitlin, sobre su enorme mer- cado, el asombroso zoolégico del rey Moctersmn IL, la grandeza de sus tem- plos y las ceremonias politico-religiosas que inclufan el sacrificio humano para honrar a sus dioses y pata asegurar la continuacién del mundo. La sociedad en Uxmal, Yucatén. * despues de Jesuctisto piedras grandes esculpidas “dominio despético La famosa «ciudad perdida» de los incas, Machu Picchu, Pert azteca estaba fuertemente estratificada, conforme a su misién militar. En ella, cl jefe militar y religioso, y la nobleza, gozaban de gran poder. Al otto extremo, los esclavos formaban la base de la pirdmide social. Mis diferente atin era el imperio incaico, cuyo extenso tertitorio se espar- cla aproximadamente 3.000 millas sobre la cordillera de los Andes y se con- centraba en la ciudad de Cuzco, Pert. La civilizacién incaica se consolidé alrededor del afio 1400 (d. de J.C.) y duré hasta que fue conquistada por Francisco Pizarro y otro grupo de aventureros espafioles en 1532. Los incas gobernaban su imperio a través de una burocracia muy bien organizada, enca- bezada por el Inca, 0 emperador, que comandaba una red” imponente de comunicaciones. Esto se hizo posible gracias a la destreza” de los incas en la ingenierfa, ejemplificada por su complejo sistema de irrigacién, puentes y caminos. También se conocia a los incas por sus productos textiles bellos y coloridos que todavia hoy les traen renombre.” Es interesante notar que actual- mente hay varios equipos de antropélogos que estan tratando de reconstruir Ja organizacién administrativa de los antiguos incas, lo que nos puede ensefiar mucho sobre la comunicacién eficiente entre grandes grupos sociales ‘Aunque habia muchas diferencias entre los mayas, aztecas € incas, todos: (1) eran sedentarios; (2) tenfan civilizaciones establecidas, complejas y riguro- samente controladas por el grupo pudiente; (3) eran politefstas; (4) tenfan un sistema de propiedad comunal (el ayllu de los incas y el calpulli de los azte- cas); y (5) se concentraban en ciudades. Estos factores les facilitaron la con- quista a los espaftoles, quienes también venian de una cultura urbana, establecida y estratificada. Los conquistadores impusieron su religién monote- ista, el catolicismo, sobre las creencias miltiples de los indigenas. Ast comenzé un largo € incompleto proceso de asimilacién (ver Capftulos tres, siete) sistema *habilidad “fama rico, influyente Los grupos indigenas menos sedentarios fueron més dificiles de dominar y despertaron menos interés entre los europeos. Estos, como los tupi-guaranies de Brasil y Paraguay, los caribes de las Antillas Menores y los chichimecas del norte de México, se dedicaban a la caza, la pesca, la agricultura y la guerra. Su grupo social principal era la familia extensa, la cual, para los tupi-guaranies, comprendfa entre treinta y sesenta personas que vivian en una misma casa y que vijaban de un lugar a otro segtin sus necesidades. Cake recordar varios datos importantes sobre las civilizaciones indigenas en ‘comparacién con las europeas: (1) los diferentes grupos indigenas vivfan muy ais- lados les unos de los otros y no conocfan el mundo exterior; (2) sus sociedades stran una variedad de adaptaciones ingeniosas dictadas por el medio ambiente; (3) no conoctan el hierro ni el acero, a pesar de la grandeza de sus monumen- tos, puesto que vivian en la edad de piedra; y (4) la vida precolombina era esta- ble y ofrecia gran resistencia al cambio abrupto. Por eso, después de la violencia y brutalidad del contacto inicial con los europeos, muchos aspectos de la vida indigena permanecieron. Varios grupos, sobre todo los aztecas y los incas, retu- vieron debajo de la superficie curopeizada mucho de su antigua organizacién social y econémica, su idioma, sus costumbres familiares y religiosas, stu produc- cién artistica y su modo precolombino de cultivo. Aunque en la actualidad pode- ‘mos identificar cribus muy poco afectadas por la vida moderna, la mayor parte de Ia poblacién indigena ya no existe en su forma original, sino que ha sido aculturada lenta y desigualmente a través de los siglos (ver Capitulo tres). Li a época colonial Cambios bruscos EI primer efecto de la presencia europea —y el més duradero— fue demo- grafico: la reduccién dréstica de la poblacién indigena en todas partes, espe- cialmente en los grandes centtos de México y Peri. Muchos de los aztecas incas murieron luchando contra los invasores. Otros, debido al aislamiento relative del mundo indigena precolombino, perdieron la vida por no tener resistencia a las plagas y enfermedades, como el sarampién,” la influenza, la viruela” y la sifilis, que trajeron los europeos. Ademas de esto, debemos tener presente el efecto devastador en la pobla- cién indigena del trabajo en las minas de plata. La economia colonial de los siglos XVI y XVII dependia de la explotacién de este metal. Las minas més ricas se descubrieron en 1545 en Potosi, en lo que ahora es Bolivia, y en 1547 en Zacatecas, México. Los espafioles forzaban a los indios a explo- tar las vetas,” pero éstos morfan pronto por las condiciones inhumanas en measles smallpox *yacimientos de minerales, ue trabajaban. Para darnos una idea de cémo fueron diezmados” los indios, en 1519 la poblacién de México Central se estima en 25 millones; en 1605 Ilegaba a sdlo un millén de habitantes: un verdadero holocausto.” Es facil imaginar la desmoralizacién colectiva que se apoderé" de los indio: desmoralizacion evocada vividamente en su poesfa y narraciones de uradi- cidn oral. Por medio de Ja mita, o sea, la rotacién obligatoria de la labor indigena, y de la encomienda —una concesién de tierra que daba al hacendado el derecho a la labor de los indigenas que en ella vivian— los europeos consegufan la mano de obra que tanto necesitaban para sostener el nuevo sistema econd- mico. Este sistema colonial mercantilista” se apoyaba primero en el indio y, cuando éste se agotaba, en el esclavo afticano que era més resistente a las exi- gencias del trabajo de explotacién minera. La importacién de esclavos africanos habia comenzado temprano, a mediados del siglo XVI, y se extendié a los siguientes siglos porque también se necesitaba la mano de obra negra en las plantaciones de azticar y algo- dén, Para 1870 habia 1,5 millones de esclavos en América Latina y 3,7 millo- nes en Brasil. Los negros se concentraban principalmente en el norte y el litoral de Brasil y Peri, y en el Caribe, incluso en las costas de Venezuela, Colombia, Centroamérica y México. Es interesante notar aqui que los espa- fioles preferfan a los negros que a los indios, no sélo para el trabajo en las minas y en las fincas,” sino también para toda clase de alfareria,” artesanfa” y plateria.* En Brasil no habfa civilizaciones indigenas establecidas, sino selvas, pampas ¢ indios de un nivel de desarrollo marcadamente inferior al de los mayas, azte- cas ¢ incas, Pero poco a poco los portugueses penetraron, en su mayor parte en el noreste, donde establecieron sus engenhos, o ingenios de azticar (los mas famo- sos son los del estado nordestino de Pernambuco). Durante los siglos XVI y XVIL, 0s senhores de engenho, o patrones™ de hacienda, gozaban de un estilo de vida casi legendario. Gobernaban vastos terrenos, centenares de gente —familia, empleados, artesanos, sacerdotes locales, esclavos— y una empresa lucrativa, todo dentro de un sistema clasicamente patriarcal (ver Capitulos dos, cinco). La economia de Brasil, como la de la América Espafiola, era extractiva y colonial, pero, a diferencia de ésta, partfa de una base agricola y no minera, porque Brasil era «a plantacién del rey." Thomas E. Skidmore y Peter H. Smith, Modern Latin America (New York: Oxford Univ. Press, 1984), p. 22. bid. “James Lockhart y Stuart B. Schwartz, Karly Latin America: A History of Colonial Spanish America and Brazil (Cambridge y New York: Cambridge Univ. Press, 1984), p. 99. Simon Collies, Thomas E. Skidmore, Harold Blakemore, eds. The Cambridge Encyclopedia of Latin America (New York: Cambridge Univ. Press, 2 ed, 1992), pp. 191, 198 “Skidmore y Smith, p. 27 *matados masivamente se... se aden que se centra en el comercio, la exportacién y la posesion de metales preciosos “propiedades inmuebles, haciendas Mane de fabricar vasijas de barro trabajo ejecutado con las manos, amos, senores, duenos Cortando cafa de azuicar en la Republica Dominicana, La religién Los religiosos, como los jesuitas, franciscanos y dominicanos, aportaron” una contribucién valiosa con sus tentativas de proteger a los indios contra los atro- pellos” de sus amos espafioles y portugueses. El fraile de la orden religiosa dominicana en México, Bartolomé de Las Casas (1474-1566), y el jesuita Anténio Vieira (1608-1697) en Brasil, estuvieron entre los defensores més clo- cuentes y apasionados de los indios. Los religiosos en las colonias tomaban la responsabilidad de instruir a los indios, especialmente en el catecismo y el idioma nacional, pero también en la musica, el arte y la escritura, Se dedica- ban ademas al estudio del pasado indigena y a la preservacién de su memoria colectiva a través de la transcripcién de los libros de profecias del Chilam Balam, Provenientes de Yucatin, y del Pspol Veh, el poema épico sagrado de los mayas. La iglesia catdlica era ademas la institucién responsable de la educacién en las colonias. La doctrina educativa se basaba en la escoléstica medieval, que pro- ona la revelacién divina de los libros sagrados mediante la interpretacién de las autoridades eclesiisticas. El libre juego de ideas, la curiosidad intelectual y el deseo individual de investigar el mundo por cuenta propia” eran considera- dos peligrosos para el orden establecido, por lo que permanecfan circunscritos Y censurados por el Santo Oficio, o sea la Inquisicién. El sistema educacional reflejaba la desigualdad social entre las razas y los sexos: los hombres blancos y curopeos representaban a la «gente decente» 0 «de razén», como se les llamaba Por su pureza de sangre (ver Capfculos tres, seis). Los mestizos, o sea los de san- gre mezclada, fueron admitidos gradualmente en las instituciones educativas, proporcionaron *agravios, abusos por por si mismo habfan hecho forcunas con la minerfa, la ganaderfa,” las empresas urbanas_y la milicia, resentian cada vez més su exclusién de los centros més codiciados™ del poder administrativo. La presién ejercida por los criollos se vera més claramente en el siguiente siglo, durante las guerras de independencia. La composicién étnica y racial de la sociedad también estaba cambiando. ‘Aunque todavia predominaba la divisién espaftol-india, ésta disminufa poco a poco ante el incremento de mestizos y mulatos, algo que habria de acelerarse claramente con el tiempo, hasta que en la actualidad podemos decir que la mayor parte de la poblacién de América Latina es mestiza (ver Capitulo tres). EI mestizaje de blancos, indios y negros, los tres grupos iniciales, producirfa un grupo enorme que para fines del siglo XVIII reclamarfa un rol mas impor- tante en la vida colonial, ya sea en la milicia, el comercio o la educacién. ‘También las reformas de los reyes Borbones en Espafia, a fines del siglo XVIII, fueron importantes por las repercusiones que habrian de tener. Su intencién era la centralizacién eficiente del sistema imperial a través de una serie de reorganizaciones administrativas y econémicas. Una de las mds impor- tantes para América Latina fue la proclamacién dentro del imperio espafiol del libre comercio. Aunque éste habia operado ilegalmente desde hacia tiempo, su legalizacién estimulé notablemente el comercio en ambos lados del Acléntico. La economia colonial estaba expandiéndose y pronto querria buscar oficial- mente otros mercados no espafioles para sus productos. Al Brasil colonial Entretanto, en Brasil, la industria azucarera nordestina comenz6 a declinar hacia fines del siglo con la competencia feroz de los franceses ¢ ingleses en el Caribe. Poco a poco, los brasilefios sustituyeron la produccién del azticar por la del café, o cual no dio resultados sino hasta bien entrado el siglo XIX, y esto solamente en el sur, no en el noreste del pais. El descubrimiento de oro en el estado de Minas Gerais fue, en Brasil, el suceso principal del siglo XVIII. Atraidos por la oportunidad de hacerse ricos de la noche a la maftana, miles de costefios” —patrones, esclavos, morenos, mulatos— migraron al interior, el cual, antes del boom, estaba poblado solamente por indios hostiles. Para 1775, sin embargo, el 20% de la poblacién nacional se habia concentrado en Minas Gerais; la mitad de esta cifra estaba compuesta de esclavos, muchos traidos directamente desde Africa.’ En este periodo la ley y ef orden eran casi inexistentes. Las reformas que hizo el rey de Espafia, Carlos III, en Hispanoamérica, fuue- ron precedidas en Brasil (1750-1777) por las del Marqués de Pombal. Como el rey Borbén, Pombal queria reformar el sistema imperial como reaccién pro- tectora a su incapacidad para defender sus intereses ultramarinos. Tanto "Lockhart y Schwartz, p. 372. “erianza de reses ‘deseados vehementemente habitantes de la costa pero la mujer, el indio, el negro y el mulato apenas reeibfan instruccién alguna. La educacién catdlica y aristocrética servia principalmente para suplir los pues- tos en el gobierno y en la Iglesia,’ y para tener el statu quo. La estrechez de la educacién y de la vida colonial se ilustra claramente en la vida dele famosa intelectual mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). Esta mujer de gran genio fue criticada severa y repetidamente por sus superiores religiosos con motivo de sus investigaciones artsticas y cientificas, tan atnevidas" para una mujer y una religiosa en un ambiente represivo. La Iglesia se empefiaba por" mantener la ortodoxia religiosa e intelectual de la época. El control que ¢jercfa la Iglesia en los ambitos” inselectual y teligioso se refiejaba también en los ambitos politico y econémico. Le Iglesia, como ins- titucién, era uno de los mayores terratenientes” del periodo colonial, y la jerar- siete). Por muchos afios, el Estado y la Iglesia mantuvieron ure colaboracién Portuaal a, Conveniente, Sin embargo, gradualmente, los reyes de Espana y Portugal comenzaron a reconocer que el creciente poder politico y econémico de las ordenes religiosas, especialmente la de los jesuitas, representaba una ame- sav potencial al control de sus colonias. Por consiguiente, se expulsé a los jesuitas de Brasil en 1759 y de Hispanoamérica en 1967, con la intencién de deshacerse de una competencia molesta por el monopolio del poder. Para fines del siglo XVII el cuadro general de América Latina era el siguiente: () una sociedad dividida en dos grupos, europcos ¢ indigenas; (2) una pobla- cién afticana creciente, que en ciertas direas eva predominante en términos numéticos; (3) una economfa colonial que exportaba sue materias primas a la madre patria; (4) una élite muy pequefia y una sociedad de distinciones sociales estrictas (ver Capitulo dos); (5) una coexistencia incémoda ¢ incongruente entre Ia ortodoxia catélica y las creencias paganas de los africanos e indigenas (ver Capftulo siete); y (6) una concentracion notable de gente en las grandes ciudades, como la ciudad de México y Lima, y en las costas que daban hacia Europa (ver Capitulo cuatro), En este mundo superficialmente estético, insertemos dos factores dinémicos ¢ interrelacionados: la rivalidad entre Joc cviollos (x hijos de espaioles, nacidos én América) y los peninsulares (aquéllos nacidos en Espafia) y el proceso de mes- tizaje.* Durante el siglo XVII, el ntimero de criollos crecia rapidamente, mien- tas que el de los peninsulares disminula, a pesar de la inmigracién continua ue llegaba desde Espafta. Los peninsulares querfan mantener el control poli- “9 y econémico mientras que los criollos, muchos de ellen de familias que De aque cP adelante se usar el término iglesia para referitse a la catica *irrespetuosa “se... insistia con constancia en “arculos “duenos de grandes extensiones agricolas Espafia continuaba en el declive” econédmico y politico que habia comenzado en el siglo XVIII y no podfa proteger sus territorios americanos contra las incursiones de los intereses ingleses, franceses y holandeses. Luego, en 1807, la peninsula ibérica suftié la invasién napolednica, la cual provocé rebeliones en Espafia y la declaracién del gobierno del rey Fernando VII en el exilio, En Hispanoamérica estos acontecimientos produjeron reacciones variadas. En lugares como Lima habia un fuerte sentimiento de lealtad a la corona y se habian establecido lazos” profundos con la autoridad espafiola. Ast, los cabildos, o sea los gobiernos locales, proclamaron su fidelidad al gobierno espa- fol legitimo. No fue sino hasta 1824 que Perti logré su independencia. En lugares como Buenos Aires, donde la influencia espafiola siempre habia sido débil y tardia, el cabildo abierto de 1810 renuncié determinadamente al gobierno espafiol y a sus representantes locales. Entre estos dos extremos se desplegaba una gama” de reacciones intermedias, hasta que con el deterioro progresivo de la situacién espafiola, pudo proliferar la idea de independizarse de Espafia, una idea cuya simiente se habfa plantado mucho antes. En México, en 1810, un sacerdote humilde, Miguel Hidalgo (1753-1811), lanzé la rebe- lién con el «Grito de Dolores», y encabezé un ejército informe” de indios y mestizos. Més al sur, el gran libertador Simén Bolivar (1783-1830) luché para liberar Venezuela, Colombia, Bolivia y Ecuador; y el héroe José de San Martin (1778-1850) llevé Argentina, Chile y Pert a la independencia, En Brasil la situacién fue muy diferente y mucho menos violenta, porque la corte portuguesa leg a Rio de Janeiro en 1808, huyendo de la ocupacién napolednica de Lisboa. El mismo portugués Dom Pedro I lanzé en 1822 el «Grito de Ypiranga», separando asi a Brasil de la casa real de los Braganza. Brasil obtuvo su independencia con algunas escaramuzas” comparativamente ligeras y con el apoyo y el liderazgo de la familia real: un hecho tnico. Con la posible excepcién del movimiento mexicano de emancipacién en su fase inicial, que fue mayormente indigena, las guerras por la independen- cia fueron predominantemente movimientos con dirigentes criollos y mestizos que querian la autonomia politica y econémica, y no un cambio de estructu- ras. El conflicto hispanoamericano tuvo lugar esencialmente en el ambito espa- fol y no indigena del subcontinente; es deci, representaba los intereses criollos € ignoraba por completo los de los indigenas. Por eso, aunque hubo batallas sangrientas y gran destruccién en algunos lugares —como en la larga lucha venezolana, en la cual murieron muchos Hlaneros—, el efecto total en la orga- nizacién social de Hispanoamérica no fue tan apreciable, y se concentré en la esfera espafiola. Para fines de la década de los veinte, toda América Latina con- tinental habia logrado su independencia politica. Sin embargo, algunas islas del Caribe, como Puerto Rico y Cuba, no obtendrian la independencia sino hasta mucho mis tarde, en 1898. En términos generales, hay una continuidad entre el periodo anterior y posterior a la independencia en cuanto a la organizacién social, urbana y eco- némica. En efecto, el historiador James Lockhart declara que «solamente hay decadencia, decaimiento vinculos, unién se... se manifestaba una variedad de forma vaga indeterminada *peleus de poca importancia, p dos perfodos en la historia del Hemisferio Occidental, preconquista y pos- onquista, con todo el tiempo desde la llegada de los europeos como una sola Sastance ininterrumpida en la mayorfa de los aspectos».’ La rupcura més sig rnificativa fue la politica. Ahora América Latina tendria que aprender a gober- passe por cucnta propia, ya fuera como monarquia, como en el caso tinico de Brasil hasta 1889, 0 como estado republicano en las demds naciones jévenes Las dos décadas entre 1830 y 1850 fueron las més dificiles para los nue- vos estados. El perfodo se caracterizé por el tumulto politico mientras los gobiernos trataban de organizarse tras las batallas independistas, que fueron especialmente costosas en Venezuela, México y también en Uruguay, donde los patriotas pelearon bajo el liderazgo del intrépido José Artigas. Los gobier- nos recién nacidos tuvieron que pedir préstamos para pagarles a las fuerzas armadas y costear” su equipo. Como resultado, estos paises comenzaron su vida auténoma con grandes deudas contraidas con las potencias curopeas, espe- cialmente con Inglaterra. Asi inicio un problema que plaga hasta ahora a los gobiernos hispanoamericanos. Al mismo tiempo, dada la ausencia de una tra- dicin de partidos politicos, habfa mucha rivalidad por el poder entre los indi- viduos. Las disputas politicas eran frecuentemente decididas por la fuerza. Era la época de los caudillos; 0 sea, militares o ex militares que tomaban el poder por la fuerza y que dependian de la lealtad personal de su ¢jército privado para mantenerse en el poder. Los dos ejemplos més destacados del siglo XIX son el brutal dictador argentino Juan Manuel de Rosas, quien tiranizé la Argentina entre 1829 y 1852, y Antonio Lépez de Santa Anna, exponente mexicano del personalismo andrquico, quien entre 1821 y 1855 dejé casi en bancarrota a la joven reptiblica, Estos casos ilustrativos nos ensefian cudn fragmentados y politicamente débiles eran los gobiernos latinoamericanos de ese periodo. Como ya se indicé, los cambios sociales no fueron tan grandes como los politicos. El cambio més notable consistié en que los numerosos mestizos Ile- garon a tener més oportunidades para ascender en la escala social, especialmente a través de una carrera militar. Sin embargo, las oligarqufas terratenientes y ‘mineras continuaron ejerciendo un control exclusivo, en tanto que la vida para el campesino, en la mayoria de los aspectos, permanecié predominantemente Precolombina en su estructura. Econémicamente, América Latina quedé como productora de materias pri- mas para el exterior, Se incrementé en gran manera la exportacién a Europa de productos como nitratos y guano” de Peri; tabaco de Colombia; cuero, came y lana de Argentina; azticar de Cuba; café de Brasil; y cacao de Vene- tuela. Pagaban asi la importacién de textiles y bienes manufacturados, un sis- tema que desalenté” la creacién de industrias ligeras en América Latina. Durante la segunda mitad del siglo, América Latina se incorporé cada vez mas a la economfa internacional. Atrafa la inmigracién europea para aumentar la “ockhart y Schwarz, p. 426 *cubrir los gastos que excremento de aves, marinas usado como fertilizante quits el dnimo de mano de obra para el desarrollo agricola, Especialmente en Uruguay, el sur de Brasil y Argentina, la inmigracién europea tuvo un impacto podetoso y dura- dero. Fue también la época de la construccién de ferrocarriles y frigorificos” para transportar los productos de las haciendas y las minas a los puertos comer- ciales, para su exportacidn a los mercados fordneos.”’ Las inversiones” briténi- cas y estadounidenses aumentaron en la medida en que estos paises aceleraban sus propios procesos de industrializacién, para lo cual necesitaban los produc- tos de América Latina. Dentro de América Latina la creencia en el libre comer- cio era casi total. Aunque se evitaba el establecimiento de una industria local, los gobiernos nacionales dependian de los impuestos sobre los productos extranjeros para obtener ingresos. Ademés, los terratenientes de gustos refina- dos y europeizados preferian la calidad superior de la mercancfa curopea a la del producto de cualquier tentativa nacional de manufactura, Habia una «euro- peizacin» de la élite porque se crefa que sélo a través del mimetismo" de lo europeo se podria formar parte del mundo «civilizado». Se ve un ejemplo dramatico de este sindrome en la entrega de la economfa nacional a los inte- reses extranjeros durante el gobierno de Porfirio Diaz, caudillo maximo de México (1876-1911). Diaz y sus consejeros, los Ilamados «cientificos», se beneficiaron en gran manera de sus negocios, principalmente con los ingleses. Al mismo tiempo, la gran mayorfa de la poblacién vivia en condiciones extre- mas de hambre y pobreza. oO Al siglo XX: autoritarismo y revolucion En el siglo XX se vieron dos tendencias en América Latina: una hacia regf- menes autoritarios y otra hacia revoluciones populares. Para comenzar, entre 1908 y 1935, el caudillo Juan Vicente Gémez aterrorizé a Venezuela con su gobierno arbitratio, salvaje y corrupto. Tal vez més infame todavia fue el reino inhumano de la dinastia de los Somoza, que desde 1937 hasta la revolucién sandinista de 1979 sangré al pucblo nicaragiiense. Otros ejemplos de autoritarismo fueron los gobiernos populistas del gau- cho Genilio Vargas en Brasil (1930-1945, 1951-1954) y del carismético Juan Domingo Perén en Argentina (1946-1955 y 1973-1974). Estos hombres basaron su politica en el nacionalismo extremo, frecuentemente demagégico y emocional, a través del cual obtenfan la lealtad firme de las masas obreras, por cjemplo, la de los «descamisados» de Perén. El populismo consistié en una alianza incémoda entre los obreros y el ejército, hecha posible por el proceso rapido de industrializacién y urbanizacién, y por la ineficacia,” casi la inexis- tencia, de partidos politicos organizados y representatives. Cuando la alianza maras enftiadas anifcialmente para conserva productos alimenticios Sextranjeros “empleo de dinero con fines de hucro. falta de poder y fuerza para obrar ge deshizo, se inicié el ciclo vicioso y familiar de la intervencién militar —o Sy amenaza—, seguida por protestas populares, seguidas nuevamente por una jntervencién militar (ver Capitulo ocho). ‘Durante las décadas de los sesenta y setenta, y hasta mediados de los rochenta, la dictadura militar Fue especialmente prolongada y severa en. paises Como Argentina, Uruguay, Brasil y Chile, los cuales sufticron una cruenta represién y terror militar. Para 1985, Argentina, Uruguay y Brasil habian inau- gurado gobiernos civiles y relativamente democréticos, mientras que Chile no pudo recuperar su tradicién de gobernantes civiles sino hasta la eleccién de Patricio Alwyn en 1990. E] siglo XX presencié no slo una sucesién de gobiernos autoritarios en ‘América Latina, sino varias revoluciones populares y espontincas. La primera revolucién auténtica del siglo XX en este hemisferio fue la revolucién me: cana (1910-1917). Esta representa el alzamiento” del sufrido pueblo mestizo ¢ indigena contra el porfiriato,” régimen corrupto ¢ ilegitimo, dominado por los criollos y por intereses forineos, y apoyado por lideres militares y eclesias- ticos. A través de sus numerosos héroes, desde Francisco 1. Madero hasta Lazaro Cardenas, el ejemplo mexicano ha mostrado la importancia de la par- ticipacién del pueblo en el proceso politico y en la vida econémica y, con la notoria expropiacién de la industria petrolera por el presidente Cardenas en 1938, del control nacional de los recursos naturales del pats. En las tiltimas décadas el sistema mexicano se ha mostrado cada vez menos sensible a la critica politica interna. Esta insensibilidad se vio nitidamente en la respuesta inadecuada del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988- 1994) y del partido oficial, el Partido Revolucionario Institucional (PRD), al alarmante deterioro econémico del pais y, sobre todo, a la condicién de los pobres. El sucesor de Salinas, Ernesto Zedillo (1995-2000) heredé graves pro- blemas sociales, politicos y econémicos, los cuales estan simbolizados por la rebelién de los indigenas que estallé en enero de 1994 en Chiapas, el estado més pobre de México. A pesar de la crisis politica actual, la revolucién mexi- cana de 1910 en su etapa heroica o inicial todavia sirve como ejemplo histé- rico de una revolucién auténticamente nacionalista y popular. Para muchos mexicanos, la eleccién de Vicente Fox en el afio 2000 y la derrota del dino- surico PRI ofrecen la esperanza de un sistema politico mas democritico. Estén también los ejemplos de las revoluciones cubana (1959) y nicara- giiense (1979). Ambas lograron, aunque en escala diferente, la expulsién de lites represivas y la creacién de una amplia base popular. En ambos casos esto ocurrié a costa de un nuevo tipo de autoritarismo y de la fuerte desaproba- cién del gobierno estadounidense. Esta tiltima se concretd en el bloqueo eco- némico de la isla de Cuba y luego en el apoyo militar a los «contras» en la guerra (1981-1990) que sangré la tierra de Sandino. Las elecciones de 1990 le quitaron el poder a Daniel Ortega (1979-1984, 1984-1990) y colocaron a Violeta Chamorro (1990-1996) en la presidencia. Desafortunadamente, el cambio de gobierno no mejoré el nivel de vida del pueblo, como tampoco lo rebellion gobierno de Porfiri Diaz ge deshiz0, s€ inicid el ciclo vicioso y familiar de la intervencién militar —o su amenaza—, seguida por protestas populares, seguidas nuevamente por una jntervencién militar (ver Capitulo ocho). Durante las décadas de los sesenta y setenta, y hasta mediados de los ochenta, la dictadura militar fue especialmente prolongada y severa en paises como Argentina, Uruguay, Brasil y Chile, los cuales suftieron una cruenta represién y terror militar. Para 1985, Argentina, Uruguay y Brasil habfan inau- gurado gobiernos civiles y relativamente democriticos, mientras que Chile no pudo recuperar su tradicién de gobernantes civiles sino hasta la eleccién de Patricio Alwyn en 1990. E] siglo XX presencié no slo una sucesién de gobiernos autoritarios en ‘América Latina, sino varias revoluciones populares y espontaneas. La primera revolucién auténtica del siglo XX en este hemisferio fue la revolucién mexi- cana (1910-1917). Esta representa el alzamiento” del suftido pueblo mestizo ¢ ind{gena contra el porfiriato,” régimen corrupto ¢ ilegitimo, dominado por los criollos y por intereses fordneos, y apoyado por lideres militares y eclesids- ticos. A través de sus numerosos héroes, desde Francisco I. Madero hasta Lazaro Cardenas, el ejemplo mexicano ha mostrado la importancia de la par- ticipacién del pueblo en el proceso politico y en la vida econémica y, con la notoria expropiacién de la industria petrolera por el presidente Cardenas en 1938, del control nacional de los recursos naturales del pais. En las tiltimas décadas el sistema mexicano se ha mostrado cada vez. menos sensible a la critica politica interna. Esta insensibilidad se vio nitidamente en la respuesta inadecuada del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988- 1994) y del partido oficial, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), al alarmante deterioro econémico del pais y, sobre todo, a la condicién de los pobres. El sucesor de Salinas, Ernesto Zedillo (1995-2000) heredé graves pro- blemas sociales, politicos y econémicos, los cuales estin simbolizados por la rebelién de los indigenas que estallé en enero de 1994 en Chiapas, el estado més pobre de México. A pesar de la crisis politica actual, la revolucién mexi- cana de 1910 en su etapa heroica o inicial todavia sirve como ejemplo histé- tico de una revolucién auténticamente nacionalista y popular, Para muchos mexicanos, la eleccién de Vicente Fox en el aio 2000 y la derrota del dino- sdurico PRI ofrecen la esperanza de un sistema politico més democritico. Estn también los ejemplos de las revoluciones cubana (1959) y nicara- | gliense (1979). Ambas lograron, aunque en escala diferente, la expulsidn de lites represivas y la creacién de una amplia base popular. En ambos casos esto ocurtié a costa de un nuevo tipo de autoritarismo y de la fuerte desaproba- cién del gobierno estadounidense. Esta tiltima se concreté en el bloqueo eco- némico de la isla de Cuba y luego en el apoyo militar a los «contras» en la guetra (1981-1990) que sangré la tierra de Sandino. Las elecciones de 1990 le quitaron el poder a Daniel Ortega (1979-1984, 1984-1990) y colocaron ioleta Chamorro (1990-1996) en la presidencia. Desafortunadamente, el cambio de gobierno no mejoré el nivel de vida del pueblo, como tampoco lo ebelion ‘gobierno de Porfirio Diaz logré el sucesor de Chamorro, Arnoldo Alemén (1996-2002). El presidente actual Enrique Bolafios (2002-2006), gobierna un pais que compite con Haiti por el puesto del més pobre del hemisferio. En Cuba, entretanto, los restos de los considerables logros iniciales de la revolucién en términos de la educacién, salud y vivienda, se han desmoronado atin mds con el colapso mundial del comunismo, sobre todo en Ia antigua Unidn Soviética (1991), de la cual dependia el régimen de Fidel Castro. Toda- via sigue vigente el bloqueo econémico establecido por los EE. UU. como res- puesta a los abusos de los derechos humanos del gobierno castrista. A pesar de eso, se ha observado recientemente por parte de varios congresistas esta- dounidenses un interés creciente en levantar el bloqueo y promover la demo- cracia en Ia isla mediante una politica de participacién y no de aislamiento, La revolucién en El Salvador (1977-1992) es un caso aparte porque pronto degeneré en una guerra civil devastadora la cual se complicé por el hecho de que los EE. UU. apoyaban un gobierno que no tenia la capacidad de vencer a los revolucionarios, ni de controlar a los derechistas en el ejército y la politica nacionales. El Salvador se cuenta ahora oficialmente entre las democracias del hemisferio, pero su situacién econémica y politica sigue siendo precaria. La dependencia de América Latina del extranjero, ya sea de Europa, los EE, UU. 0 la antigua Unién Soviética, es una de las constantes en la historia yen la actualidad econémica y politica del subcontinente (ver Capitulo ocho). Las economias latinoameticanas se encuentran vulnerables ante las fluctuacio~ nes y caprichos" de los precios internacionales y la demanda en el mercado mundial de sus bienes, los cuales, a pesar de varias tentativas de diversifica- cién, todavia, en muchos casos, consisten en productos primarios, como las bananas en Honduras 0 Costa Rica. Lamentablemente, esta constante histérica sigue en vigencia hoy en dia. Por ejemplo, aunque el neoliberalismo econémico de los ochenta, noventa y comienzos de este siglo aboga por aumentar y variar la produccién, reducir el Papel del estado, ampliar el del sector privado y promover el libre comercio y el movimiento internacional del capital, como en el caso particular del ‘Tratado de Libre Comercio de 1994 (TLC), las economias latinoamericanas siguen siendo fundamentalmente extractivas, 0 sea de exportacién. Aunque la pro- duccién haya aumentado en los noventa, se deterioraron alarmantemente no sélo la situacién econémica de los pobres y las clases medias, sino las relacio- nes entre las clases sociales. La teorfa de la modernizacién presupone una rela- cién positiva inherente entre el aumento de la produccién y la equidad social, pero la historia latinoamericana desmiente esta premisa, ya que la distribucién de los ingresos es ahora més desigual que en los setenta, una década de plena dictadura militar y dependencia econdmica!’ 'Mark Everingham, Latin America and the International Development Community: Revisiting ‘or Redefining the Relationship? North South Issues, vol. 4, no. 2 (1995), pp. 1-6. determinaciones arbitrarias El término neoliberal se refiere a un conjunto de teformas de ajuste estruc- jural basadas en el mercado ¢ impuestas por instituciones financieras interna- cionales como el FMI (Fondo Monetario Internacional), el BM (Banco Mundial) y el BID (Banco Interamericano de Desarrollo). Su propésito es lograt la estabilizacin econdmica, reducir la inflacién y promover el crec mento econémico. Los rasgos principales de los paquetes neoliberales requie- ren: 1) cortes dristicos en los gastos piiblicos, incluyendo gastos para empleados publicos y servicios como infraestructura, bomberos y policta, y gas- tos para salud y servicios educacionales; 2) la privatizacién de la economia mediante una reduccién masiva del papel del estado en la economia; y 3) la liberalizacién, o sea, la reduccién de impuestos sobre productos importados, y la eliminacién de cualquier restriccién sobre el movimiento de capitales. La idea es que el mercado, operando libremente y sin la carga de regulaciones, asignard recursos mds eficientemente que el estado, y que esto, a final de cuen- tas, beneficiard a todos, incluso a los pobres. Desgraciadamente, éste no ha sido el caso, ya que los paquetes neoliberales han sido impuestos por institu- ciones con el consentimiento, muchas veces reacio, de las élites locales y sin la participacién popular en el proceso de toma de decisiones. Las clases popu- lares, medias, incluyendo los profesionales, han sido golpeadas fuertemente por las politicas neoliberales, las cuales han: 1) aumentado el desempleo, 2) pro- movido la agroexportacién mecanizada, 3) negado crédito a la mediana y pequefia empresa, 4) colocado recursos vitales de salud y educacién fuera del alcance de gran parte de la poblacién y 5) eliminado fondos para mejoras a la infraestructura lamentablemente deteriorada ¢ insuficiente. Aunque éste no era su propésito, las politicas neoliberales han aumentado la brecha entre ricos y pobres en el continente. Estas politicas constituyen la via principal de acceso de la globalizacién a las ciudades grandes y las comunidades rurales pequefias de América Latina, y son una causa importante, entre otras, de la grave y dolorosa crisis econémica que atraviesan actualmente paises anteriormente tan desemejantes como Argentina y Bolivia. El término globalizacién se refiere comtinmente al proceso mundial de integracién econémica, que lleva consigo la integracién transnacional de mer- cados, productos y redes comunicativas con sistemas sociales, politicos y ambientales a un grado jamés experimentado o imaginado. En su nivel més abstracto, la globalizacién connota un vasto y constante movimiento de capi- tales, bienes y trabajos a través de fronteras, usualmente siguiendo decisiones que toman corporaciones multinacionales e instituciones financieras. Este sis- tema fue puesto en marcha por la revolucién informatica de fines del siglo XX, la cual superd distancias antes infranqueables y puso practicamente a todos los pueblos del globo en contacto cada vez més cercano con un otro antes lejano y desconocido. Las nuevas posibilidades han cambiado nuestro mundo tan répida y fundamentalmente que solamente ahora estamos comenzando a per- cibir sus efectos dafiinos. La integracién econémica facilitada por la revolucién en las comunicaciones ofrece posibilidades que nos entusiasman enormemente, como nuevos mercados, nuevos descubrimientos, bienes de consumo mis acequibles y servicios de salud y educacién més amplios, pero también trae consigo consecuencias peligrosas que amenazan la diversidad cultural, la sobe- ranfa nacional, la libertad de eleccién, y que intensifican injusticias sociales y econémicas existentes. La globalizacién también incluye una nueva conciencia de nuestra interdependencia y coloca sobre los hombros de todos los seres humanos una responsabilidad compartida (aunque no buscada) por el futuro del mundo. ‘Aunque los factores econémicos —ya sea el mercantilismo, el estatismo o el neoliberalismo— son de importancia primordial en la evolucién de Amé- rica Latina, no son por si solos determinantes. Tenemos que reconocer al mismo tiempo que las fuerzas de la transformacién histérica se entrecruzan, y que son miiltiples y variadas. Incluyen, por ejemplo, factores culturales muy diversos como el papel social del artista y del intelectual o la influencia del personalismo en la conduccién de los negocios (ver Capitulo cinco). Incluyen factores demogréficos como la explosién de la poblacidn y el correspondiente flujo" de gente a los grandes centros urbanos (ver Capitulo cuatro) La rica historia latinoamericana tan variada en sf, pero tan unida como un edredén de retacitos,” necesita una multiplicidad de enfoques. Por una parte vemos una dependencia econémica, politica y cultural exacerbada por los inte- reses fordneos y las élites locales. Por otra, existen las centativas hacia la crea- cién de una cultura y un modo de ser nacionales y auténomos (ver Capitulo ocho), También podemos encarar” la dindmica latinoamericana a través de las diferentes épocas culturales que coexisten actualmente. Estas épocas se ven yux- tapuestas” arquitecténicamente en la ultramoderna ciudad de Brasilia, capital de Brasil desde 1960, donde casi a la sombra de los rascacielos futuristas se encuentran las chozas” primitivas de los indios, como recuerdo de un pasado que parece remoto, pero que no lo es. Podemos yuxtaponer también a los indios lacandones de Guatemala, quienes viven hoy en dia como vivian sus antepasados mayas trescientos afios antes de Cristo, con la pequeiia élite blanca de la capital, la cual mantiene un estilo de vida que recuerda al espafiol colonial. Estos dos grupos parecen vivir olvidados el uno del otto, aunque habitan en un territorio del tamafio del estado de Pensilvania. Estos contrastes son en parte rurales/urbanos, porque la gente citadina y la campesina viven en diferentes periodos histéricos. Son en parte el resultado del dominio incompleto de los europeos sobre los indios. Son en parte el resul- tado de la geografia indémita.” Son también el producto de la explosién demogréfica que ha complicado toda cuestién cultural, especialmente las rela- cionadas con la ciudad (ver Capitulo cuatro); con la mujer y la familia (ver Capitulo cinco); con la educacién (ver Capitulo seis); y con la religién (ver Capitulo siete). Pero, asi como el paisaje de América Latina es tan impactante y asombroso también lo son todos los contrastes culturales resaltantes” que forman parte de la dinémica maravillosa y cautivante de la cultura latinoame- ricana, tradicién y cambio, cuya aventura emprendemos” ahora. movimiento edredén... cobertor relleno de plumas y hecho de pequefios pedazos de tela “poner frente a frente *eolocadas una junto ‘cabaas cubiertas de rams y pai que no se puede sujetar, dominar “que se distinguen *comenzamo tomamos el camino

S-ar putea să vă placă și