Sunteți pe pagina 1din 14
que lo fue su padre Zeus) o a las consideraciones generales so- bre los efectos del valor [Arist. Rh. 141835]. Lo que en Homero era el enorme ‘pastizal de las palabras’ {Hom. i. XX, 249], es ahora el conjunto de tépoi o ‘lugares co- munes’, unas parcelas obligadas del discurso que el orador debe dominar porque no son aspectos de la realidad, sino de la reali- dad hecha discurso, que, por tanto, deben aprenderse de me- moria, deben imitarse y deben adaptarse a todo discurso. Practicar una parcelacidn de la realidad seria imposible, pero el lenguaje posible en una comunidad politico-social se puede parce- lar en ‘lugares’ que por su contenido ético-politico seran siempre, més tarde o més temprano, titiles y utilizables en los discursos. En todo discurso politicosocial habré que tratar de lo posible y lo imposible, de un hecho pasado ya irrecuperable, de un hecho futuro que no tiene realidad mas que en nuestra voluntad, de una cuesti6n importante o sin importancia [Arist Rh. 1397a-1402b]. En todos los géneros de discurso apareccra el tema de lo con- veniente y lo perjudicial, de lo beneficioso y lo nocivo, de lo justo y lo injusto, de lo noble y lo vil de lo honrado y lo ver- gonzoso, de lo bello y lo feo [Arist. Rh. 1358b 20]. Asi la argumentacién racional del discurso retérico queda muy bien delimitada a un esquematico sistema de ‘Jugares’ o iépoi a partir de los cuales se puede montar todo tema. De este modo queda espacio para las estrategias psicolégi- cas de emocionar al publico oyente (pathos) y tansmitirle una buena impresién del caracter del hablante (éthos). EL ESTILO IDEAL EN EL DISCURSO RETORICO 104. El fundamento del “estilo” en la Retorica Por ultimo, se impone la cuestién del estilo, cuyo fundamento no esta en absoluto alejado de las bases sobre las que se apo- ya la concepcién del lenguaje retérico. 155 Si el lenguaje no sirve para reproducir la realidad generan- do de este modo la Verdad, entonces, como no hay posibili- dad ninguna de Ilegar a la realidad y no hay mas remedio que contentarse con lo verosimil y no hay ciencia (epistéme) u opinion cientifica sino ensayo cientifico alterable y opinién (déxa), no sdlo se pueden encontrar dos argumentaciones opuestas (antilogiai) [Protag. B5 D-K] para todo tema pro- puesto y hasta es posible hacer que el discurso mas débil supe- re y venza al mas fuerte [Arist. Rk. 1402423], engrandeciendo con la palabra el argumento mezquino y rebajando el subli- me, sino que ademas con el lenguaje se puede dar tinte de ar- caismo a los temas nuevos y hacer parecer novedosos los argu- mentos viejos, asi como tratar cualquier argumento con concision o prolijidad [Pl. Phdr. 267a-b]. La doctrina del estilo de un discurso retdrico es el resulta- do evidente de las consideraciones en torno a la ‘retoricidad’ del lenguaje o, si se prefiere, del caracter retdrico del lengua- je que surgieron en el ambito de la Sofistica. La filosofia de Ja doctrina del estilo, que Isécrates y Aristdte- les heredan de los Sofistas, podria eshozarse de esta guisa: la dic- cién debe adaptarse a la ‘ocasién propicia’ o kairés y por ello ha de ser inteligible (pues, como dice el Estagirita, el discurso que no significa no cumple su funcién o cometido) [Arist. Rh. 1404b2]. Pero, por otro lado, para acercarse mas al concepto de kairés u ‘ocasién propicia’, debe adornarse con mesuradas galas, que no sean las de la poesia, pues Gorgias se equivocé —opina Arist6teles [Rh. 1404a25]— aplicando a la prosa el reiterativo es- tlo poético colmado de figuras recurrentes, las muy Ilamativas “figuras gorgianas” (las anéitesis —o contraposicién en paralelo de dos ideas o pensamientos—, la parisosis 0. isokolon —o idénti- co mimero de silabas ¢ igual composicién sintictica de dos kéla o miembros de periodo— y el homoteleuton —o igualdad fonica de las dos partes del isokolon— [D. S. XII, 53, 4]). El estilo del discurso retérico ha de moverse en torno a los polos de la ‘propiedad’ (prépon, decorum) [PI Grg. 503e8. 156 Phdr. 268d5] o adaptacion a la finalidad y las circunstancias (a la ‘ocasién’ o kairés), que para el pragmatico Aristételes queria decir sencillamente ‘claridad’ o ‘hablar en griego’ (hellenizein), y la ‘ornamentacién’ (kataskeué, ornatus) [D. H. Comp. 1, Pomp. 2. Phid. Rh. I, 199 S], que para el Estagirita equivalia a una ligera dignificacidn de la diccién de manera que no resulte ni muy elevada ni tampoco rastrera, sino ‘aco- modada’ o ‘apropiada’ a su funci6én y a su ‘ocasién’, kairds, El discurso retérico ha de ser, por un lado, claro (pues siendo el lenguaje un signo, si no es claro no cumplira su fun- cién [Arist. Rh. 1404b2]). Por otra parte, este lenguaje, que pretende ser persuasivo, ha de estar tocado de “retoricidad”. ¥ la “retoricidad” del lenguaje implica, en primer lugar, que el lenguaje sirve para hacer cosas, para operar en una comu- nidad politico-social y por tanto debe ser inteligible y correc- to, y ademas prépon o “adaptado a las circunstancias”, y, por ultimo, provisto de cierta ornamentacién, que comprende la eleccién de palabras o eklogé y la composicién 0 siinthesis. Dentro de esta Ultima se incluyen el ritmo y la estructura pe- riddica. Pero dentro del capitulo del ornato no es posible separar la eklogé o eleccién de palabras de la composici6n 0 simnthesis. En un precioso pasaje de la Retérica nos explica Aristételes cémo se puede disimular ese artificio de la diccién poética que resulta muy perceptible en el proceso de la eleccién de los vocablos que hacen los mas antiguos de cada género de poesia o de prosa elegante (del discurso retérico). Se puede disimular —nos dice— este feo artificio en el que incurren los primitivos (en el caso del género de la tragedia, Esquilo y Séfocles) acudiendo al procedimiento de “compo- ner seleccionando”, es decir, componiendo poéticamente pero tratando de seleccionar, en cada ocasién, las palabras mas préximas al nivel conversacional, cosa que —afiade— fue Euripides quien empez6 a practicar y mostrar a los demas [Arist. Rh. 1404b24)]. 157 105. La eficacia del estilo sencillo Seguin el ya mencionado Dionisio de Halicarnaso [D. H., Fys. 3}, los antiguos rétores (Gorgias de Leontinos, Licimnio de Quios y Polo de Acragante) se equivocaron al creer que podrian engran- decer Jos temas de sus discursos a base de acumular en la expre- sién de ellos una amplia bateria de recursos 0 estrategias poéti- cas, como las numerosas metdforas, las frecuentes hipérboles, y otros tropos, asi como el empleo de palabras extrarias y glosema- ticas (es decir, necesitadas de comentario por anticuadas 0 dialec- tales 0 extranjeras 0 extrafias) y la renovacién de las normales y usuales figuras de la expresién, asi como otros procedimientos de innovacién léxica, compositiva y estilistica con el propésito de asombrar y dejar perplejos a los mas simples de sus oyentes. Sin acudir a esos artificiales mecanismos, sin recurrir al es- tilo poético, sin echar mano de expresiones metaforicas o hi- perbélicas, sin apartarse un pice del lenguaje ordinario de todos los dias, el orador Lisias (459-380 a. J. C.) consiguidé que los temas de sus discursos parecieran venerables, dignos y extraordinarios [D. H., Lys. 3]. 106. La mesura como norma estilistica fundamental del discurso retorico Coincide, pues, Dionisio de Halicarnaso con Aristételes, que en su Retérica considera que el exagerado estilo gorgiano, que no distingue entre discurso y poesia, por mucho que guste a los carentes de educacién, es rechazable, por lo que no tardé en ser abandonado en la siguiente generacién, que supieron distinguir entre el estilo propio de la poesia y el estilo del dis- curso retérico [Arist. Rk. 1404a24-39]. El mejor discurso retorico, desde el punto de vista estilisti- co, es el que emplea con mesura las estrategias de la poesia, segtin nos explica admirablemente el sabio Estagirita, 158 Como las palabras son “imitaciones” (7émémata) de las co- sas y las acciones, tal como lo explicaba ya su maestro Platén [Crat. 423a], y, en su opinién, son no sdlo “signos” (semeia) , sino también “simbolos” (stimbola) de cosas y actos [Arist. Int. 16a3-7], no es de extrafiiar —nos explica [Rk. 1404a20]— que fueran los poetas los primeros en poner en movimiento el arte de emocionar y cautivar a los auditorios mediante la es- merada diccién de hermosas palabras tanto en la recitacién de la épica como en las representaciones dramaticas. Pero luego ya los oradores supieron muy bien dénde en- contrar esas estrategias hermoseadoras del discurso, o sea, es- tilisticas, y fueron en su busqueda, y algunos, los primitivos —sigue comentando nuestro filésofo—, como Gorgias, se ex- cedieron en el aprovisionamiento que hicieron de los recur- sos embellecedores del discurso propios de la diccién poética [Rk 1404426]. Pero lo terrible y triste —comenta el fundador del Liceo— es que algunos oradores contemporaneos, “todavia hoy” [RA. 1404a26-7], consideran —muy equivocadamente, por cierto, pues la mayoria de los que defienden tal punto de vista son los “carentes de instruccién” [Rh. 1404a27]— que el estilo idéntico o similar al de Gorgias, recargado de figuras o galas propias de la poesia, el estilo que se apropia en exceso de recursos caracteristi- cos de la diccién poética es el mas conveniente 0 apropiado al discurso retérico. Estos malos oradores, a los que les falta la requerida ins- truccién, no entienden que la “virtud” 0 “excelencia” (areté) del estilo del discurso retérico —como acontece en toda vir- tud (areté)— es la “mesura” (td métrion), que consiste en ¢vitar los extremos a la hora de componer o ejecutar un discurso re- térico, cuya finalidad es Ja persuasién del “oyentejuez”. Y, en ese caso, el estilo del discurso retérico no puede ser el] de Ja diccién de la poesia, cuya finalidad es proporcionar un placer en cuanto imitacién que es y en cuanto perfecci6n armonica [Po. 1448b18}. 159 Bien al contrario, toda vez que el discurso retérico aspira fundamentalmente a la persuasién, es menester que el estilo sea claro y un poco —sdlo un poco— elevado o adornado para no dar la impresién de desalifiado o torpe y mediocre o ramplén [Rh. 1404b1]. Precisamente —la excepcién confirma la regla— sdlo en la variedad del discurso retérico que se conoce como “género epidictico”, cuyo oyente o receptor, mds que “oyente-juez” es “oyente-espectador”, como si de un asistente a una representa- cién teatral o de un lector se tratara [Rh. 135836], se permite mayor licencia en el empleo de estrategias poéticas. La raz6n de ello es que el estilo de este género, de acuerdo con la funcién o finalidad del discurso al que acompatia, que nada necesita de pruebas o argumentaciones, sino sélo de complacer ritualmente al oyente o lector, es el mas literario y, por tanto, el mas destinado a la escritura y Ja lectura de todos los géneros de discursos retéricos [Rh. 1414a18]. Pero, por lo general, al componer un buen y eficaz discur- so retérico, hay que hacer uso moderado de las estrategias es- tilisticas propias de la poesfa. 107. La evitacién de la recurvencia poética como principio del eficar estilo ret6rico ¥ esto es asi por la sencilla y simple razon de que la diccién de la poesia y la del discurso ret6rico tienen que ser por fuer- za diferentes al ser diferentes en funcién y finalidad el discur- so retérico y la poesia [Rh. 1404428]. A la poesia se le conceden licencias (segtin Aristoteles, los géneros poéticos proceden de rituales) que no se deben em- plear en un discurso que, como el retérico, busca no el enhe- chizamiento del oyente, sino su simple persuasion. Seria, ademas, ridiculo cargar de artificios estilisticos el dis- curso retérico —observa inteligentemente el Estagirita— cuan- 160 do se observa que, al contrario, en poesia la marcha evolutiva es la contraria, pues, por ejemplo, un género poético como la tragedia, en su nacimiento y crecimiento o desarrollo desde el primitivo ritual que era en un principio a la gloriosa poesia tra- gica de la Atenas del siglo v a. J. C., abandons ritmos arcaicos alejados del habla conversacional, como el tetrametro trocaico, para acercarse a ritmos propios del coloquio, como el trimetro yambico [#h. 1404a29]. Asimismo, en Problémata, obra atribuida a Aristételes que contiene sin duda una base doctrinal aristotélica, se nos dice que en tiempos del muy antiguo wagedidgrafo Frinico (fl. 511 a. J. C.) “en las tragedias, las canciones (méle) eran mucho mas frecuentes que las partes recitadadas (métra)” [Pr. 920a12]. De manera que, ciertamente, la evolucién de la tragedia como género literario fue en el sentido de pasar de una espe- cie de género poético todavia colmado de poesia cantada y ri- tualizada a otro que exhibia, mas bien, una poesia ya recitada y dialogada. Si ésa fue la trayectoria de un género poético como la tra- gedia, seria absurdo cargar de poetismos el discurso retérico, que no es en absoluto un género poético. Asi pues, la mesura en el empleo del ornato poético para trasladarlo al discurso retérico se convirtid en un principio metodolégico sumamente razonable, en el que Aristételes in- siste con ahinco. Por ejemplo: el discurso retérico, obedeciendo a sus dos principios de ser claro y no parecer ramplén, principios am- bos subordinados a la finalidad Ultima de persuadir sobre un asunto del cual se trata, no ha de emplear ni palabras equivo- cas u homénimas [Arist. Rk. 1404637] —como hacen los Sofis- tas para liarnos y despistarnos o enredarnos con sus artimatias y supercherias— ni sinénimos yuxtapuestos, cosa que hacen frecuentemente los poetas, que se atreven a decir dos veces lo mismo (“marchar” y “caminar”) [Arist. Rh. 14051], levados 161 de ese afan tan suyo por lo que hoy dia se Hama “recurrencia” y antes repeticién o diplasiologia o reiteraci6n semdntica 0 hen- diadis 0 con muchos nombres que apuntan todos ellos a esa figura consustancial con la poesia y, por tanto, muy tipica de ella, que es la “amplificaci6én”. La “amplificacién” poética es rechazable y desaconsejable a la hora de pergefiar el estilo mds eficaz para el discurso re- térico. De esta manera, habra que evitar todo recurso de “extran- jerizacién” o “extrafiamiento” de la lengua (“es necesario ha- cer algo extrafia la lengua conversacional, pues los hombres admiran a los que estén lejos y lo admirable es grato” [Rh. 1404b10]) que recuerde en exceso la muy recurrente dicci6n poética. Pues s6lo en ella “esta bien decir” “blanca leche” [Ra. 1406a11], haciendo uso del epiteto “blanca”, con el que se afiade poquisimo significado nuevo al sustantivo al que acom- pafia. Pues, efectivamente, en el sintagma “blanca leche”, el epiteto “blanca” es expletivo o esta de mas. Los epitetos son meros ornatos que desentonan alli donde resultan obvios porque lo que se espera no es un condimento sino un manjar entero y verdadero. En cambio, Alcidamante se atrevia a decir “hiimedo sudor”, cuando Je bastaba haber empleado la voz simple “sudor” sin aderezarla con ningun in- necesario condimento, pues todo el mundo sabe que el “su- dor” es “htimedo” [RA. 1406a20]. Los poéticos epitetos se combinan frecuentemente con las palabras compuestas, por lo que se generan expresiones do- blemente poéticas por su excesiva recurrencia, que se compa- ginan mal con los requeridos principios estilisticos del discur- so retérico. Y a veces tales epitetos compuestos Ilegan a penetrar en el ambito de lo metaférico, por lo que se vuelven més recurrentes (la metafora. estd basada en la analogia) y mas poéticos todavia. Por ejemplo, eso es exactamente lo que hacemos si deci- mos “un exceso de maldad que se sale de sus casillas (héxedros)” 162 [Rh. 1406a31], utilizando el adjetivo compuesto griego héxe- dros que habria que traducir por toda una frase de relativo, a saber: “que se sale de sus casillas”. En efecto, si es un “exceso” no es nada extrafio que ademas sea un “exceso” que se sale de sus casillas (héxedros)”, 0 sea, “de su cornatural asiento (hé- dra)”. Esto ya es de por si una acumulacion innecesaria. Pero aparte de esa recurrencia, no olvidemos el tinte metaf6- rico del adjetivo epiteto compuesto héxedros, “que se sale de sus casillas”, en el que conviven, en virtud de la analogia de la meta- fora, como ocurre en toda metafora (que realza lo dicho po- niéndolo ante los ojos , como, por ejemplo, “un hombre honra- do es un sillar cortado a escuadra”, pues es decir dos veces que es “perfecto”—Aristoteles dixit [Rh. 1411a25]—), las significacio- nes literal y traslaticia, a saber: “que se sale de sus casillas”, y “ex- travagante”. Y eso es mucha recurrencia para el discurso retérico, pues eso rebasa, efectivamente, el grado de “extranjerismo” o “extra- Aamiento” (xentkin) [Rh. 1404b36; 1405a8] del estilo aconseja- ble en Retérica, disciplina que dicta aspirar moderadamente, sin salirse demasiado de la normalidad coloquial, a lograr una dicci6n “extranjera” o “extrafia” (xeniké léxis) LRA. 1406a15)]. 108. La evitacién det poético estilo pomposo como principio del eftcaz estilo ret6rico En el estilo del discurso retérico, inteligible para llegar a ser persuasivo, y por ello-claro. pero no ramplén, el estilo pom- poso propio de la poesia queda absolutamente vedado. Nada de perifrasis [Arist. Rh. 1407b26}, nido de recurren- cias, en vez de una sencilla palabra que signifique lo mismo (no decir, pues, “figura plana equidistante desde el centro” en vez de “circulo”). Nada de “plurales poéticos” amplificadores (no decir, pues, “a los puertos aqueos”, en vez de “al puerto aqueo”) [RA. 163 1407b32], que deben quedar estrictamente reducidos a la dic- cién poética. Nada de expansiva coordinacién en vez de subordinacién recogida (no decir, pues, “habiendo caminado y habiendo ha- blado”, sino “habiendo caminado, hablé”) [Rh. 1407b38], porque el asindeton confiere brevedad a la expresién y por ello sencillez, y por ende procura apariencia de carencia de artificiosidad en lo expresado, y, en consecuencia, transmite un reflejo del fiable y sincero caracter del orador, que exhor- ta al oyente a la credibilidad. 109. El estilo ideal del discurso retérico EI estilo ideal est4 sometido, como la virtud, al dificil calculo del punto’ medio entre los vicios por exceso y por defecto [Arist. Rh. 1404b2]. Esto es asi necesariamente —nos explica el sabio filésofo Aristételes— porque, por ejemplo, si se es prolijo en el dis- curso, se es poco claro, y si se es excesivamente breve, tam- bién [Rh 1414425]. Por ello no hay mas remedio que adoptar el término medio —in medio stat virtus—. Esto mismo lo hab{fa sostenido ya un siglo antes —tal como nos lo recuerda Plat6n en el Fedro— el Sofista Prédico de Ceos: los discursos retéri- cos no deben ser ni prolijos ni concisos, sino que deben estar dotados de una mesurada dimensién [Pl. Phdr. 267b]. Y si las palabras y las construcciones son todas “extranjeras” o “extrafias”, resultara sospechoso y poco persuasivo, pero si son todas corrientes o trilladas y vulgares, despertard escaso interés, por lo que la persuasién nacera sdlo de la expresién adecuada, que es la que mezcla en la proporcién debida las palabras usuales y las “extranjeras” o “extrafias” [Arist. Rh. 1414426]. Entre la opcién de aplicar a la palabra “corceles” el adjeti- vo compuesto propio de la mds elevada poesia “de pies tem- 164 pestuosos”, para referirse a las mulas como “hijas de corceles de pies tempestuosos” —asi rezaba un verso de Sim6nides— y la de emplear, como en Ja comedia antigua, que se valia del Atico coloquial, diminutivos expresivos ¢ hipocoristicos del tipo de “mantito”, “dinerito”, “insultito”, “dolencita”, existe un término medio [Arist. Rk. 1405b26]. FE] maestro del Estagirita, el inefable Platén, el “Divino Filé- sofo”, habia dejado establecido que el “término medio” (el “término medio se adapta bien”, 1 méson harméttei [Arist. Rh. 1414a26]) determina el orden de la perfeccién que adorna a todas las cosas {Pl. Grg. 506e], pues el “término medio” (me- triétes) es, sencilla y simplemente, “la causa de toda virtud y toda belleza” [Pl. Phib. 64e]. Y como lo Bello se confunde con el Bicn, en todo orden de cosas y valores [Pl. Phib. 64e] el “término medio” se impone por doquier, y asi, en Politica, el régimen ideal es e] que se encuentra equidistante de la monarquia y la democracia. Y, asimismo, en Retérica [Pl. Lg. 756a], los discursos conformes a las exigencias del arte son los que identifican lo “conyenien- te” (prépon) con la “mesura” o el “término medio” (mesétes), tal como —nos recuerda Sécrates— habia dejado establecido el ya mencionado Sofista Prédico de Ceos, al decir que s6lo él habia descubierto que el arte de los discursos debia serlo no de discursos largos ni breves, sino de discursos de moderada extensién [Pl. Phdr. 267b]. El estilo ideal del discurso retérico segin Aristételes, es, como Ja equilibrada “virtud” que preside el juicio moral con- tenido en sus Eticas [KE II, 5; EN II, 6-7], el “apropiado”, situa- do entre dos extremos. Triunfa, pues, la idea del estilo mas sencillo y no colmado de rasgos poéticos, de inntimeras recurrencias, que el ya men- cionado Trasimaco de Calcedén redujo, generando de esta guisa, segtin el juicio de Teofrasto recogido por Dionisio de Halicarnaso [D. H. Dem. 3], un estilo “intermedio” 0 “tercero” © “mezclado” (léxis mikté), un estilo “medio” situado entre el 165 estilo “sencillo” de Lisias y el “poético” de Gorgias, un estilo espléndido que fue empleado nada menos que por Isécrates y por Platsn, el autor de los didlogos socraticos. 110. Sobre los estilos y los “caracteres” Dionisio de Halicarnaso cita a Teofrasto de Ereso como autor del dicho segiin el cual entre el estilo “elevado” 0 “poético” y el “sencillo” o “simple” o “llano” existe una tercera via, un “tercer estilo” (trite déxis), que vendria a ocupar la franja inter- media situada entre el estilo sin duda “elevado” y “poético” de Gorgias y el “sencillo” o “simple” y “Ilano” de Lisias. Por consiguiente, la existencia de tres estilos, uno de ellos poé- tico en exceso, el otro —situado en el extremo opuesto— nada poético 0 sea poético por defecto, y un tercero ocupando justa- mente la tierra de nadie entre los dos, la posicién central equi- distante de las dominadas por ambos estilos extremos, es decir, el “tercer estilo” (trite léxis), es ya, a todas luces, doctrina prearis- totélica, doctrina que data del siglo v a. J. C. y que, a juzgar por los datos que poseemos, remonta concretamente a Trasimaco de Calced6n, por lo que estamos autorizados a afirmar que perte- nece a la teoria basica y fundamentadora que la Ret6rica Sofisti- ca elaboré sobre el estilo. Ahora bien, los tres famosos estilos precedentemente sefia- lJados se convierten, un siglo mds tarde, por obra de Demetrio (ri a. J. C.), el autor de un libro titulado Sobre el estilo, en tres “caracteres” (kharaktéres) o “rasgos” de estilo, a saber, el “seco” (iskhnés [190-235]), sucesor del “simple”; el “grandio- so” (megaloprepés [38-113]), que sustituye al “elevado” o “poé- tico”, y, por ultimo, el “elegante” (glaphurés [128-185]), que es heredero del “tercer estilo” (trite léxis). Cada uno de estos “caracteres” tiene frente a si, en franca e indisimulable oposicién, un vicio correspondiente. ¥ asi, el vi- cio de la “aridez” (xerén [Demetr. 236-9]) amenaza al “cardc- 166 ter seco”, la “frialdad” (psukhrétes [114-27]) acosa al “caracter grandioso”, y la “afectacién” (hakozelia [186-9]) se cierne so- bre el “elegante”. Estos tres “caracteres” se pueden entremezclar y combinar, por lo general, uno con otro (el “ “elegante”, por ejemplo, se puede unir al “seco”), salvo, légica y naturalmente, el “seco” con el “grandioso”, que son, en virtud de sus respectivas esen- cias, absolutamente incompatibles. 111. La “intensidad” o “vehemencia” del estilo y el “estilo intenso o “vehemente” de Demédstenes Por.encima de todos los estilos o cualidades de estilo o “carac- teres” arriba mencionados destaca el “cardcter intenso” o “ve- hemente” (deinds), cuyo vicio correspondiente es la “patose- ria” o “falta de gracia” (dkharis [Demetr. 302-4]). La cualidad de este “caracter” o estilo es la “intensidad” o “vehemencia” (deinétes), a la-que se referira profusamente Dio- nisio de Halicarnaso. Este “cardcter” 0 estilo, el “intenso” 6 “ve- hemente”, no se confunde en absoluto con el “grandioso” o “elevado” porque su intencién es diferente [Demetr. 272] y es mas abrupto, brioso, impulsive, emocional, impetuoso, irre- flexivo, conciso (pues toda largura aniquila la “vehemencia” [Demetr. 241]) y por tanto bastante mds tenso que él. En una palabra, éste es el estilo de Deméstenes, el mas grande de los oradores de Grecia y de todos los tiempos, al que, sin embargo, Aristételes no cita nunca en su Retérica como modelo de elocuencia.2” ¥ este estilo demosténico se caracteriza por ser una diccién cuajada de periodos cortos, palabras expresivas, hipérboles, machaconas insistencias (epinomé) y “escalas” 0 “gradaciones” (klimax).Es un estilo que presume de éthos, de ser un producto 27 Lo cita sdlo, a propésito de una falacia del orador Démades, en Rh. 1401b33. 167 inmediato de la sinceridad y la espontaneidad y la absoluta na- turalidad y la total carencia de artificiosidad del orador que lo pronuncia. De ahi que sea incompatible con figuras retéricas excesiva- mente aparentes y ostentosamente colmadas de artificio o has- ta poéticas, como la “antitesis”, la paromeosis, ta parisosis, el ho- meoteleuton, la “asonancia”, la “rima”, etc. Por el contrario, el estilo de Deméstenes se nutre de figu- ras que mas bien reflejan la profunda emocién del orador y expresan una intensa carga de afectividad como si paladearan 9 se recrearan en el contenido informativo que transmite. Fs- tas figuras son, por ejemplo, el asindeton o ausencia de con- junciones, las chocantes y hasta sorprendentes combinaciones ‘de palabras, el hiato a sabiendas no evitado, las rechinantes combinaciones de sonidos que llaman poderosamente la aten- ci6n porque chirrfan 0 crujen en los ofdos de los oyentes, el hipérbaton, el anacoluto, la construccién sintactica ad sensum (kata xiinesin), todo lo cual contribuye a crear en el auditorio la idea de que el orador habla més con el corazén que con la cabeza, mas segtin el ritmo de sus sentimientos que de acuer- do con las normas de Ja Retérica. EL kITMO Y EL ORDEN 112. El ritmo en el discurso EI Sofista Trasimaco de Calced6n doté a la ‘prosa de sus dis- cursos de cierto ritmo, favoreciendo los pies pednicos al co- mienzo y al final de las cléusulas, lo que a Cicerén le parecia un tanto monétono, pero Aristételes lo consideraba un acep- table ritmo de tres por dos [Rh. 1409a2; Cic. Orat, 39. 1745]. Especialmente brillante le parecia a Aristételes este pie para formar cléusulas con su forma de secuencia de tres silabas bre- ves y una larga, y recomendable también como comienzo de 168

S-ar putea să vă placă și