Sunteți pe pagina 1din 9
inmediato de la sinceridad y la espontaneidad y Ja absoluta na- turalidad y 1a total carencia de artificiosidad del orador que lo pronuncia, De ahi que sea incompatible con figuras retéricas excesiva- mente aparentes y ostentosamente colmadas de artificio o has- ta poéticas, como la “antitesis”, la paromeosis, la parisosis, el ho- meoteleuton, la “asonancia”, la “rima”, etc. Por el contrario, el estilo de Deméstenes se nutre de figu- ras que mds bien reflejan la profunda emocién del orador y expresan una intensa carga de afectividad como si paladearan 0 se recrearan en el contenido informativo que transmite. Es- tas figuras son, por ejemplo, el asindeton o ausencia de con- junciones, las chocantes y hasta sorprendentes combinaciones de palabras, el hiato a sabiendas no evitado, las rechinantes combinaciones de sonidos que Ilaman poderosamente la aten- cién porque chirrian o crujen en los ofdos de los oyentes, el hipérbaton, el anacoluio, la construccién sintactica ad sensum (kata xtinesin), todo lo cual contribuye a crear en el auditorio la idea de que el orador habla mas con el corazén que con Ia cabeza, mds segtin el ritmo de sus sentimientos que de acuer- do con las normas de la Retérica. EL RITMO Y EL ORDEN 112. El ritmo en el discurso E] Sofista Trasimaco de Calced6n doté a la prosa de sus dis- cursos de cierto ritmo, favoreciendo los pies pednicos al co- mienzo y al final de las cldusulas, lo que a Cicerén le parecia un tanto monétono, pero Aristételes lo consideraba un acep- table ritmo de tres por dos [Rh. 1409a2; Cic. Orat. 39. 174-5]. Especialmente brillante le parecia a Aristételes este pie para formar cldusulas con su forma de secuencia de tres silabas bre- ves y una larga, y recomendable también como comienzo de 168 cldusula en la otra modalidad que adopta, que es la que co- mienza, al revés que la anterior, por una silaba larga, a la que siguen las tres esperadas silabas breves [Rh. 1409a12]. zPor qué le gustaba a Aristételes este pie pednico? Pucs porque es el tinico —nos dice el inteligente filésofo— que siendo un ritmo no da lugar a metros (pues “los metros son divisiones del ritmo” [Po. 1448b21]), como ocurre, sin embar- go, con todos los demas ritmos, como, por ejemplo, con el grave ritmo heroico, propio de la epopeya, que carece de la apropiada armonia para ser aplicado a la léxis o habla colo- quial o conversacional, por lo que especialmente da lugar al hexametro de versos recitados y se descompone en metros de- nominados dactilos y espondeos [ Rh. 140832]. Lo mismo le ocurre al yambo, que, aunque es de todos los metros el mds apropiado para el hablar corriente y usual, y por eso los hablantes de atico del siglo 1 a. J. C. en su gran mayoria —nos asegura Arist6teles— empleaban al conversar el ritmo yambico sin darse cuenta [Po. 1149a25-6; Ra, 1408433], resultaba, sin embargo, poco apto para emocionar © conmover . Y otro tanto podria decirse del troqueo, que —contintia ex- plicandonos el Estagirita—, como ritmo “corredor” que es (“troqueo” significa “corredor”) es un ritmo un tanto desver- gonzado por estar préximo de esa danza obscena llamada ker dax [ Rh. 1408436]. 113. Ritmo frente a metro Por consiguiente, Trasimaco de Calcedén acerté plenamente, en este punto, al abandonar el recargado estilo poético de Gorgias para quedarse con un estilo en cl que no se abando- na el ritmo de 1a prosa, pero no se la consirifie ni se la ahor- ma con ese excesivamente recurrente molde que es el metro en la poesia. Y esto es asi, porque, como sefala con acierto el 169 Estagirita, eldiscurso no debe ser ni -métrico ni arritmico [Rh. 1408b21]. No conviene que sea métrico porque, si lo es, dard la im- presién de artificial y muy preparado y acicalado y por tanto poco natural y esponténeo, y ademas la reiteracidn métrica distrae, pues, una vez habituados al sonsonete recurrente del metro, los oyentes estan esperando que se repita el mismo es- quema métrico a modo de cantinela, de la misma manera que los nifios se anticipan al heraldo que pregunta “:A quién escoge el liberto por patrén?”, contestando con la archisabida réplica de “A Cleén” [Rh. 1408b22]. Por otro lado, no debe ser arritmico, o sea, no debe care- cer de cierto ritmo, porque el ritmo delimita y determina, y lo infinito o ilimitado no es placentero por no ser inteligible [Rh 1408b26]. “Nos alegramos con el ritmo” —leemos en Problémata [920b33-4}— por el hecho de que posee una disposicién nu- mérica conocida”, porque lleva consigo un movimiento orde- nade que conocemos de antemano, por lo que no sélo mueve ordenadamente a quienes lo van percibiendo, sino que, ade- més, a través de su flujo regular, delimita y ordena toda por- cién de lenguaje a la que se impone. Es, pues, evidente que el ritmo produce sus efectos aplica- do al lenguaje y, por tanto, la Retérica tiene que contar con la ayuda de los recursos ritmicos de embellecimiento y delimi- tacién de los discursos para que asi éstos resulten persuasivos y a la vez placenteros en la mayor medida. 114. La organicidad del ritmo y la armonia: el arte es vida La idea de que el ritmo supone una primera organizacién de un texto lingitistico en su camino hacia la produccién de pla- cer cognitivo y placer estético es una idea muy propia de la cultura griega, que ha terminado penetrando en la Retérica 170 bajo la general riibrica de la “expresién adecuada” o “expre- sién decorosa” (prepén, euskhémon). Ya anteriormente Platén habia expuesto que la expresién adecuada, decorosa y bella, por un lado, y la inadecuada, in- decorosa y fea, por otro, dependfan, en primer término, de la euritmia o de Ja arritmia del texto en cuestién [PI]. R 400e-d]. Segtin el fundador de la Academia, los dioses regalaron generosamente a la humanidad el sentido del ritmo y la ar- monia [Pl. R. 400e-d]. Por eso, en la.antigua Grecia, la musica y la poesia ser- vian, como la gimnasia, para la educacién de los nifios y j6- venes, Aunque a nosotros nos pudiera parecer extrafio, para los antiguos griegos —esto lo sabemos gracias a las indicaciones que nos transmite Aristéxeno de Tarento (nacido ca. 370 a. J. CG.) y recoge Plutarco (ca. 50-120 d. C.)— los tonos musicales “mixolidios” ejercian efectos patéticos sobre las almas de los oyentes, mientras que los tonos déricos sugerian elevacién moral y dignidad a las almas de quienes los percibian. Sobre el valor educativo de la musica y la poesia (dos reali- dades atin dificiles de separar) habia especulado ya, en el si- glo va. J. C, el gran musicdlogo y Sofista ateniense Damén, discipulo de Prédico de Ceos y maestro del estadista Pericles. Y un siglo mas tarde reflexionaron primeramente Platén y luego Aristételes, y de estas sus reflexiones sobre ambos temas obtuvieron importantes conclusiones para la Poética y por ende también para la Retérica. 115. Platén y la educaciin euritmica Para Platén, al igual que para el musicdlogo Damén, la fun- cién educativa de Ja mousiké, tanto desde el punto de vista éti- co como del punto de vista politico (puntos de vista dificiles 171 de separar para un griego de los siglos v y 1 a. J. C.) es inne- gable y por ello se deben educar con la miisica y la poesia las emociones de los nifos antes de que Ileguen a la edad en la que comienzan a conducirse con el uso de Ja razén y se enca- rrilen ya para actuar préximamente como ciudadanos [Lg. 653a-c]. Asi pues, el Divino Filésofo, absolutamente convencido de que la miisica afecta y transforma para bien o para mal el ca- racter moral de los oyentes —una idea que también aceptaba plenamente y sin titubeos, en el siglo v a. J. C., un comedié- grafo como Arist6fanes—, rechaza de su ideal y utépica ciu- dad aquellos tonos musicales que debido a las excesivas o in- apropiadas emociones que suscitaban consideraba perniciosos para la formacién del caracter 0 educacién de los jévenes. En realidad, Platén slo admite los tonos que representan 0 sugieren a las almas de los oyentes, y por tanto generan en ellas, el coraje (asi lo hacia el tono “dérico”) o la moderacién (asi lo hacia, al parecer, el tono “frigio”) [R. 397a-400e]. Pero ademas este gran filésofo desarrolla toda una teoria de la miisica y de la poesia en cuanto actividades dotadas de un enorme valor recreativo y restaurador de Jas facultades huma- nas embotadas por el trabajo diario, que es, a no dudarlo, el precedente de la bien conocida teoria aristotélica de la kdtharsis © purgacion placentera de las pasiones nocivas a través de la contemplacién de espectaculos musicales y poéticos. Los dioses —dice el fundador de la Academia [Pl. Lg. 653d]— se compadecieron de los hombres al verlos agotados por sus incesantes trabajos y les regalaron la mousiké (es decir, la misica y la poesia) para que, con ocasién de la celebracién de festividades divinas en jornadas de descanso, les sirviera de actividad de recreo y restauracién de sus facultades fatigadas por las continuadas labores desempeftadas dia tras dia. EI nifio produce y exterioriza, recién nacido, movimientos y gritos espontineos, variables, descoordinados, irregulares, alea- torios y realizados desordenadamente y al azar. Ahora bien, 172 como, a diferencia de los animales, en él es innato por especia- lisimo regalo de los dioses, el sentido del riumo y de la armo- nia, con el paso del tiempo no tarda en moverse, gritar, hablar, danzar y jugar deleitandose en el ritmo y la armonia de sus ac- ciones. ¥ la culminacion de todas esas actividades placenteras por ser ritmicas y arménicas estd constituida por la masica, la dan- za y la poesia. Lograr esa culminacién debe ser objeto primordial de la educaci6n. En efecto, si el arte de la miisica, de Ja poesia y de la dan- za, basados en el sentido del ritmo y de la armonia que, gra- cias a los dioses, son connaturales al hombre y, en consecuen- cia, forman parte consustancial de la vida humana, merecera la pena conseguir su perfeccidn con el esfuerzo, el raciocinio y la técnica, o sea, con la educacién. En este sentido, puede decirse que la educacién consiste en el perfeccionamiento de Ja Naturaleza. Un hombre bien educado —deduce de sus planteamientos el Divino Filésofo— es y debe ser el que sepa cantar y bailar bien. El ritmo y Ja armonia de la musica, del baile y de la poesia son connaturales a nuestra condicién de hombres y ademas nos proporcionan placer, por lo que, como ningtin ser huma- no renuncia a las acciones en las que el placer predomine [Lg. 663b-c], es légico, comprensible y natural que amen esas activi- dades no como superpuestas a sus naturalezas sino como par- tes de la propia vida humana. Y aqui surge para el moralista Platon el gran problema: si por naturaleza nos sentimos lanzados 0 impelidos a la musica, la danza y la poesia, de forma incoercible y sin poderlo reme- diar, sera menester prestar gran atencién a que los legisladores de los estados obliguen a los poetas y a los miisicos a adaptar sus argumentos a la ética, convenciéndoles y haciéndoles ver que la mejor y mas excelente vida moral es al mismo tiempo también la verdaderamente més placentera [Lg. 732e-735d\. 173 Pero dejando ahora aparte esta idea del moralista Platén, lo que ahora nos interesa destacar es cémo este genial filésofo asi- mila el ritmo y la armonia de ese microcosmos que es el alma humana al del macrocosmos que es el mundo. Existe, en efecto, también un orden bello y perfecto y ce- rrado fuera del alma humana, en el macrocosmos del mun- do, un orden bello que el Légos o Razén impone sobre el Caos regulando ordenadamente el giro de los astros y de las estrellas. Asi lo he lefdo, poco mas o menos, en el platénico didlogo titulado Timeo [ Tim. 47], en uno de los mas bellos pasajes que he lefdo en mi vida. Por consiguiente, el} ritmo y la armonia, que existen en el macrocosmos del mundo y, analdgicamente, en el microcos- mos del hombre, ademas de proporcionar un placer natural al ser humano, introducen el orden y la organizacién necesa- rios para gozar de la misica, la danza y la poesia, que son las realizaciones en las que culminan nuestros primeros gritos de la infancia, nuestros movimientos infantiles y nuestro lenguaje rudimentario, 116. La organicidad del discurso Un discurso retérico, por tanto, si quiere convencer, tiene que poscer ritmo, que no produce monotonia ni da la impre- sion de afectacién —como le ocurre al metro y al estilo gor- giano, tan recargado de recurrencias— y, en cambio, se pres- ta admirablemente a unificar, delimitar y organizar el discurso, a hacer que.en él, como en cl mundo descrito en el Timeo platénico, el Légos impere sobre el Caos, a conferirle el aspecto de una unidad organica. El ritmo no sélo es un elemento fundamental de la gimna- sia, la muisica y la poesia, sino que ademas esta presente en las tres facetas que distingue Aristoteles en la belleza. 174 En efecto, en Problémata leemos: “;por qué los que no corren con excesiva tensién respiran ritmicamente? ;Acaso porque todo ritmo se mide por un movimiento delimitado y tal movimiento es el que se hace a través de intervalos iguales, como hacen pre- cisamente los velocistas? En efecto, nada mas empezar la carre- ra, inhalan y exhalan aire de modo que a continuacién, hacien- do aspiraciones a intervalos iguales, por el hecho de medirse éstas por movimientos iguales, resultan ritmicas” [882b]. ¥ en la Metafisica, el Estagirita establece “las tres facetas mas altas de la hermosura son el orden, la simetria y la delimitacién” [1078236], que son incomprensible e inexistentes sin el ritmo. Con esto llegamos al que pudiéramos denominar principio fundamental de toda la Poética y la Retérica griega, que cn- contramos tanto en Platén como en Aristételes y que afecta tanto a la obra poética como al discurso retérico en prosa. Me refiero al principio de la “organicidad” del poema o del discurso retérico. Platén, en el Fedro, sehala que todo dis- curso debe ser similar a un ser vivo organico y tener un cuer- po propio de manera que no carezca de cabeza ni de pies, sino que tenga cucrpo medio y extremidades, con todas las partes descritas bien encajadas entre si y arménicamente dis- puestas dentro del todo [264c]. Aristételes, en su Poética, concibe el argumento de la épica y de la tragedia asimismo como un ser vivo organico y entero para que de este modo pueda realizar el efecto placentero que le es propio [1459a17]. Y de forma més explicita rfos aclara la idea en otro punto de la misma obra, explicandonos que las obras de arte bellas, al igual que los seres vivos organicos, deben constar de par- tes, pero que éstas deben estar ordenadas formando una uni- dad compacta y organica y deben tener ciertas dimensiones f4- ciles de contemplar con .una sola mirada, pues la belleza consiste en la medida y el orden [1450b-1451a]. Ahora ya comprendemos bien que el ritmo es un clemento primordial del estilo, pues cumple con la importantisima mi- 175 sién de poner orden y asi unificar y dotar de unidad y organi- cidad al discurso retérico, una condicién sine qua non para lo- grar la inteligibilidad del texto. Sdlo asi, a partir del entendimiento del texto, se Jograran al- canzar, en consecuencia, el placer cognitivo y estético y, al mis- mo tiempo, el placer emocional o catartico, propios tanto de la poesia como del discurso retérico, que aspira a convencer y tam- bién a agradar con las hechuras de su diccion esmerada. EL ESTILO ENSARTADO Y EL PERIODICO 117. La periodizacién en el “estilo” Muy ligado al ritmo de la prosa aparece la periodicidad, pues de igual manera que el ritmo unifica y organiza y da impresién de limitado y cerrado a un texto, el perfodo es una forma de expresién ideal, perfectamente acomodada a los requisitos de una obra poética 0 discurso retérico estili- zado (o sea, aquel que posee ritmo, orden, simetria y facili- dad de ser contemplado con una sola mirada), pues el pe- riodo es una diccién que tiene en si misma un principio y un fin y una dimensién que resulta abarcable con una mirada [Arist. Rh. 1409235). Y fue —una vez mas— Trasimaco de Calced6n quien co- menz6 a construir periodos bien elaborados en sus discursos y a evitar el hiato, dos rasgos ‘de estilo luego desarrollados con rigor y asumidos como propios por Isdcrates. Afirmaba Teofrasto —segtin un testimonio que nos trans- mite Dionisio de Halicarnaso [Thphr. Fr. 3 Schmidt]— que fue Trasimaco de Calcedén quien dio comienzo a poner en practica y hacer realidad la “excelencia” (areté) retorica, que luego exhibié con galanura e hizo consustancial a sus discur- sos el orador Lisias y que algunos otros imitaron y sdlo logré superar Deméstenes. 176

S-ar putea să vă placă și