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l a

Marrakech (nombre original en bereber


tamurt n Akkuc, Tierra de Dios; en árabe,
‫ مراكككككككككككككككككش‬Marrākuš, pronunciado
coloquialmente Mrrākeš; en castellano
antiguo: Marruecos, escrito en grafía
francesa Marraquech) es una de las ciudades
más importantes de Marruecos, cuenta 1 545
541 habitantes y está al sur del país, al pie del Atlas, a 466 msnm de altura.
Posee numerosos monumentos patrimonio de la Humanidad, lo que la
convierte en el principal atractivo turístico del país.

Es, junto a Meknes, Fez y Rabat, una de las cuatro ciudades imperiales de
Marruecos.[3] Fue fundada en 1062 por los almorávides y fue la capital del
Imperio islámico. La ciudad posee el mercado tradicional (suq) más grande
del país y una de las plazas más concurridas de África y del mundo,
Djemaa el Fna.[4] En la plaza se citan acróbatas, cuenta-cuentos,
vendedores de agua, bailarines y músicos. Por la noche, la plaza se llena de
puestos de comida, convirtiéndose en un gran restaurante al aire libre.

T o p o n i m i a

Coloquialmente esta ciudad es apodada Medina Al-Ham'rá es decir, en


árabe, «La Ciudad Roja» por el color de sus edificaciones y las tonalidades
predominantes en el entorno. También se la denomina extraoficialmente
«Perla del Sur» y «Puerta del Sur». En cuanto al nombre Marrakesh o
Marrākiš tiene una posible etimología Tamazight (Bereber) a partir de las
palabras mur (n) akuch cuyo significado es Tierra de Dios. (La radical
"mur" es aún usada en los lenguajes bereberes solo en la forma de género
femenino o "tamurt"). Notar que la palabra "mur/mawr" puede estar
asociada con los moros y con Mauritania, pero esta posible segunda sutil
etimología se considera improbable actualmente.

Ha dado el nombre al país, Marruecos, que es una deformación del nombre


de la ciudad.

H i s t o r i a

Marrakech fue fundada en el siglo XI, en 1062, por la estirpe berebere de


los almorávides a manos de Youssef Ibn Tachfin. La ciudad nació como
avanzadilla, primero militar y luego comercial, para garantizar a la tribu la
supremacía sobre una región de fundamental importancia estratégica,
puesto que por la zona pasaban las rutas de caravanas hacia el África negra
a través del Sahara. Desde su base de Marrakech, los almorávides
consiguieron, hasta el siglo XI, ampliar su dominio sobre todo Marruecos.
Desembarcaron en España, derrotaron a los cristianos y conquistaron así
gran parte de la península Ibérica. Marrakech se convirtió en una gran
capital amurallada con exuberantes jardines y magníficos palacios y
mezquitas, de los cuales hoy por desgracia no queda nada, a excepción de
la pequeña Koubba Ba’adiyn. El reino perduró hasta 1147, cuando los
almohades –una federación rival de tribus bereberes provenientes de las
montañas del Atlas- conquistaron la ciudad después de un largo asedio y la
arrasaron, para después reconstruirla. La arquitectura almohade produjo
grandes obras, como la Mezquita Kutubia y la mezquita Kasbah, la
monumental Bab Agnau y los jardines de la Minara. Mientras, la ciudad se
convertía en un faro de la cultura islámica, atrayendo célebres pensadores y
literarios de todo el mundo árabe. Pero después de un siglo de dominio,
también la luz almohade se apagó. Las tropas almohades fueron derrotadas
en varias ocasiones en España y a su regreso a Marrakech, en 1248, el
ejército cayó en una emboscada que le tendió una tribu del desierto,
capitaneada por Banu-Merin, que prosiguió su marcha victoriosa hasta Fez,
donde fundó una nueva dinastía, la de los benimerines. El último sultán
almohade fue definitivamente derrotado en 1276, cuando los benimerines
extendieron su dominio por todo el sur de Marruecos.

Marrakech volvió a ser capital tres siglos más tarde, cuando la tribu de los
saudíes, proveniente del sur, destituyó a los benimerines y, en 1549,
trasladó de nuevo la corte a la ciudad. Le siguió un período de gran
crecimiento y esplendor, que hizo de Marrakech una de las ciudades más
pobladas del mundo árabe, llena de espléndidos palacios, entre los que
destaca el de Badi. Pero esta dinastía tampoco duró mucho en el poder y a
principios del siglo XVII el país se sumió en una guerra civil, que no
terminó hasta 1668, cuando un príncipe árabe, Moulay Rachid, subió al
trono, de quien sus descendientes gobiernan el país todavía hoy. Marrakech
perdió el título de capital y el sucesor de Rachid, Moulay Ismail, la trasladó
a Meknés, expoliando el palacio Badi de todas sus riquezas. Cuando el
monarca murió, el país se vio sumido en la anarquía durante más de un
siglo, hasta salir de ella como un reino cada vez más débil.

Mientras, Marrakech inició sus primeros contactos y relaciones comerciales


con Europa, en primer lugar con Gran Bretaña, que se multiplicaron a lo
largo del siglo XIX. En aquella época fue cada vez mayor el interés de las
grandes potencias europeas por adueñarse del norte de África. Así, el
control de Marruecos se dividió entre Francia y España. El gobierno de los
sultanes era cada vez más débil y finalmente aceptó la imposición oficial
del gobierno colonial francés, formalizado con el Tratado de Fez de 1912.
Pero enseguida estallaron motines y revueltas, sobre todo en Marrakech y
en el sur. Para conseguir mantener el control, la administración francesa
hizo un pacto con Thami el Glaoui, uno de los señores de la guerra que
estaba al frente de las tribus de las montañas del Atlas, y en 1912 lo
nombró señor de Marrakech, dándole carta blanca sobre la ciudad y el
Marruecos Meridional. Thami el Glaoui se instaló en un palacio de la
ciudad y desde allí gobernó con mano de hierro durante más de 40 años,
hasta 1955. Déspota cruel, extravagante y amante de los excesos, era
también un hombre perspicaz y brillante, que organizaba suntuosos
banquetes para sus huéspedes y los cubría de generosos regalos. En los
años treinta, la administración francesa construyó la ville nouvelle fuera de
las murallas de la Medina, una verdadera ciudad con amplias avenidas
arboladas, edificios modernos de estilo morisco, escuelas y hospitales,
mientras la Medina se fue degradando poco a poco.

En los años treinta también se desarrolló el movimiento nacionalista que


encontró su expresión política en el Partido de la Independencia. Después
de la Segunda Guerra Mundial, el seguimiento del partido aumentó e
incluso el sultán, Mohammed V, empezó a presionar por la independencia.
Así, en 1953, los franceses lo exiliaron y lo sustituyeron por un gobierno
fantoche, lo cual no sirvió más que para encender la chispa de la
revolución, que en un primer momento intentaron apagar con el apoyo de
Thami el Glaoui. Pero los franceses ya estaban haciendo frente a la
sangrienta revuelta de Argelia y pronto suavizaron sus posiciones; en 1955
dejaron regresar al sultán. Mientras, a principios de 1956, Thami el Glaoui
murió y Marrakech se liberó de su tirano. En marzo de 1956 Marruecos
obtuvo la independencia.

Marrakech es hoy la ciudad internacional de Marruecos, con una


comunidad de expat (extranjeros que viven permanentemente aquí) vasta y
en continuo crecimiento. Los pioneros fueron los millonarios de los años
veinte y treinta, seguidos por artistas e intelectuales de los años sesenta
entre extravagancias y fiestas psicodélicas. Nació en aquellos años el mito
del Marrakech exótico y bohémienne que arrastró a la generación sucesiva
de extranjeros, que desembarcó en la ciudad a partir de los años ochenta.
Algunos de ellos decidieron trasladarse a vivir a la Medina, recuperando
antiguos edificios en plena decadencia. La población marroquí, en cambio,
por lo menos la que se lo puede permitir, vive en el sueño de una casa
"moderna" en la ville nouvelle. El fenómeno de los europeos en la Medina
en un primer momento era algo esporádico, pero a mediados de los noventa
estalló el boom, con la contribución determinante de un programa de la
televisión francesa que explicaba cómo en Marrakech, con el dinero de un
pisito en París, se podía comprar un "riad", un verdadero palacete, y vivir a
lo grande. Y así fue como en pocos años en la ciudad nació el "pueblo del
riad", una comunidad heterogénea que tiene en común las ganas de
inventar un nuevo estilo de vida. Hoy tener casa en Marrakech es un sueño
cada vez más practicado y caro. Los precios han subido, aunque siguen
siendo inferiores a los de las grandes ciudades europeas y americanas. Y
empiezan a aparecer las primeras contradirecciones, y aunque la Medina ha
sido declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad no existen
todavía normativas rígidas para conservar el patrimonio histórico y
arquitectónico. Por ello, se está reforzando un movimiento de opinión
preocupado por el riesgo de un expolio moderno. Y luego está la no menos
importante cuestión del respeto hacia la cultura y la sensibilidad de los
residentes del lugar. Pero el camino parece marcado y el futuro de la ciudad
se dirige cada vez más hacia el turismo y el mundo exterior.

C l i m a

El clima es mediterráneo seco. La temperatura media anual es de 19,2º C y


oscila entre los 11,6º de enero y los 27,6º de julio. Son escasas las heladas y
en cambio abundantes las elevadas temperaturas en verano, que todos los
años superan los 40 °C en varias ocasiones. Las precipitaciones son de 247
mm. anuales concentradas de octubre a mayo, muchas veces de forma
torrencial.

L u g a r e s d e i n t e r é s

Como otras ciudades imperiales marroquíes, Marrakech está dividida


fundamentalmente en dos partes: el centro con la gran Medina o ciudad
vieja, rodeada de espectaculares bastiones de tierra roja, y, fuera de las
murallas, la ville nouvelle o ciudad nueva, construida por los franceses en
los años del dominio colonial y en continua expansión. La ciudad vieja y la
nueva son entidades administrativas separadas, gobernadas en parte por
reglas distintas: en la Medina el alcohol está prohibido y los edificios no
pueden superar los tres pisos de altura. En cambio, sirve para toda
Marrakech la regla según la cual el exterior de los edificios tiene que ser
rojo-ocre, el color natural de la tierra local, usada tradicionalmente como
material de construcción. De ahí su sobrenombre de "ciudad roja". La
Medina de Marrakech está llena de antiguos palacios y mezquitas, que
como es costumbre en Marruecos, no están abierta a los no musulmanes.
Su lugar más emblemático es la gran plaza de Jamaa el Fna. Al oeste de los
bastiones de la Medina se extiende la ville nouvelle, con los barrios de
Guéliz e Hivernage; la arteria principal es la Avenue Mohammed V, una
amplia avenida arbolada que desemboca junto a una de las puertas de la
ciudad vieja. En dirección este, finalmente, se encuentra el barrio
residencial de la Palmeraie, una zona semidesértica llena de palmeras que
en los últimos años se ha llenado de edificios.

• Medina: Es la ciudad vieja, protegida por un cordón de bastiones


hechos de tierra roja que encierran un laberinto de callejuelas y
palacios, mercados y mezquitas, cúpulas y miranetes. La Medina de
Marrakech ha sido declarada como Patrimonio de la Humanidad por
la Unesco en el año 1985, siendo actualmente uno de los lugares de
visita obligada. Su corazón es la gran plaza Jamaa el Fna, al norte de
la cual se abre el laberinto de los Suks (mercados tradicionales, a
menudo descubiertos). Siguiendo hacia el norte se encuentran la
mezquita y madrasa Ben Youssef y el Museo de Marrakech. Al sur
de la plaza, en cambio, a lo largo de los siglos se han instalado los
gobernantes de la ciudad. Hoy la zona está dominada por el Palacio
Real, erigido sobre las ruinas de los precedentes palacios almohades,
que ocupa una vastísima área rodeada de murallas (la llamada
kasbah, que significa ciudadela fortificada) y no está abierto al
público. Pero se puede visitar el palacio de la Bahía y de Dar Si Said,
construidos en el siglo XIX por dos visires de los sultanes y las
imponentes ruinas del gran palacio Badi.

• Guéliz: Es el núcleo principal de la ciudad nueva, construido por los


franceses en los años treinta. El barrio es menos característico que la
Medina, pero también animado. Aquí es donde se concentran los
grandes hoteles internacionales y los restaurantes, las tiendas y los
no muy numerosos locales nocturnos de la ciudad.

• Hivernage: Al sur de Guéliz y un poco al oeste de la Medina se


encuentra este pequeño barrio residencial que alberga villas
particulares y hoteles internacionales de cinco estrellas, así como el
nuevo Teatro de la Ópera y el Palacio de Congresos.

• Palmeraie: Este vasto oasis de tierra pelada y palmeras se extiende


al noreste de la Medina (más de 100.000 plantas se han regado
durante siglos gracias a la ingeniosa red de tuberías subterráneas de
barro seco que data del siglo XII). Es la última frontera de los
millonarios de Marrakech, marroquíes y extranjeros, que se han
construido residencias de lujo, con jardines exuberantes y a menudo
circundadas de altos muros para proteger la privacidad de los
residentes y sus huéspedes. Algunas son hoteles de lujo, como el
Hotel Jnane Tamsna, una distinguida infraestructura en estilo
ecléctico que hospeda a las estrellas de Hollywood que pasan por la
ciudad, o Les Deux Tour, proyectado por el arquitecto más famoso
de la ciudad, Charles Boccarà. Es una especie de Beverly Hills a la
marroquí, donde se rige la norma del total respeto por las palmeras
de modo que ninguna construcción puede dañar o interferir en el
crecimiento de las palmeras.

• Mellah: Es el antiguo barrio judío de la ciudad, que da a la muralla


exterior del palacio Badi, en la zona sur de la Medina. En él hay una
sinagoga y un gran cementerio, además de un mercado cubierto.
Algunas de las casas del barrio tienen balcones que dan a la calle,
una peculiaridad de los judíos de Marrakech. Su nombre, Meliah, un
apelativo común a todos los barrios judíos de las ciudades
marroquíes, significa "lugar de la sal", lo cual se remonta a la época
del monopolio que los mercaderes judíos tenían del comercio de la
sal que se extraía de las montañas del Atlas y que se utilizaba para
conservar los alimentos. La comunidad judía de Marrakech tiene un
origen muy antiguo. A principios del siglo XX contaba con unos
40.000 miembros, pero después de la Segunda Guerra Mundial,
durante la cual el rey Mohammed V rechazó aplicar las leyes
antisemitas promulgadas por el gobierno francés colaboracionista de
Vichy, la mayoría emigró a Francia, Estados Unidos o Israel o se
trasladó a Casablanca. Actualmente quedan sólo algunos centenares
de personas.

P l a z a s , c a l l e s y s u k s

• Plaza Jamaa el Fna: Esta gran plaza de forma irregular (hoy


pavimentada, pero hasta hace poco de tierra batida roja) es el
corazón de la Medina, desde donde salen en todas direcciones una
densa red de callejuelas. Tranquila y somnolienta por la mañana, al
pasar las horas se va llenando de vendedores ambulantes de todo tipo
y mujeres que pintan las manos y pies con henna; también hacen su
aparición los vendedores de agua, los vendedores de quincalla o de
dentaduras y pociones afrodisíacas. Pero el momento culminante es
al anochecer, cuando se convierte en un enorme escenario al aire
libre, donde una multitud de espectadores de todas las edades pasea y
rodea a los malabaristas, músicos, faquires, encantadores de
serpientes y juglares. Y en el centro de la plaza se instalan decenas
de tenderetes-restaurante que sirven pinchos y otros platos
tradicionales cocinados en el acto. Es un espectáculo de sonidos,
olores y colores del que se puede disfrutar sentado en uno de los
muchos cafés que hay en la plaza, pero lo mejor es mezclarse con la
gente e ir de corro en corro, dejándose llevar por las sensaciones del
momento.

• Avenue Mouassine: Es la calle más refinada de la Medina. Detrás


de las paredes desnudas de ladrillos o arcilla roja se esconden un
número creciente de tiendas de moda y galerías, como Dar Cherifa y
el Ministerio del Gusto, así como refinados riads.

• Avenue Mohammed V: Esta amplia avenida arbolada es la arteria


más importante de Guéliz, el barrio principal de la ciudad nueva, en
la que se encuentran los edificios modernos de oficinas, bancos,
tiendas, restaurantes y cafés con terrazas. Su punto más destacado,
alrededor del cruce con la calle de la Liberté, es el Mercado Central,
allí donde la gente del lugar compra comida, flores y productos de
menaje para la casa. El tramo más céntrico de la avenida entra a la
Medina a través del Bab Nkob y termina a los pies del minarete de la
Koutoubia.

• Los suks: El barrio de los suks (mercados o zocos) se halla junto a la


parte norte de la plaza Djemaa el Fna. Las dos calles principales son
Rue Semarine y Rue Mouassine; la primera es una sucesión
ininterrumpida de pequeños bazares, mientras que la segunda es más
tranquila y cuenta con un número creciente de lugares de calidad.
Cada sección del suk lleva el nombre del principal tipo de
mercancías que ofrece (vestidos, especias, pieles, babuchas,
alfombras, lana, madera, vajillas, etc.) o de los talleres de los
artesanos (tintoreros, carpinteros, herreros, etc.). El suk de las
alfombras ocupa el área del viejo mercado de los esclavos, el criée
berbère. Al nordeste de los suks está el barrio de los curtidores, que
se extiende a lo largo de la calle Bab Debbagh, llamada así debido a
que desemboca en la puerta que lleva ese mismo nombre.

Mezquitas, palacios y monumentos

• Mezquita y Madrasa Ben Youssef: La mezquita domina la plaza


homonima, en medio de los suks que se extienden al norte de Jamaa
el Fna. El edificio actual data del siglo XIX, pero en el mismo lugar
se construyeron anteriormente, desde el siglo XII, otras dos
versiones. Frente a la mezquita, en el interior de un recinto y más
baja que el nivel de la calle, se encuentra la cúpula Ba’adiyn, la
única estructura que quedó en la ciudad de tiempos de los
almorávides, los fundadores de Marrakech. El interior está decorado
con vivos motivos florales. En las cercanias está también la madrasa
(escuela coránica) Ben Youssef, fundada en el siglo XIV y más tarde
ampliada en diversas ocasiones. En funcionamiento hasta los años
sesenta, más tarde fue restaurada y abierta al público. Se accede a un
imponente patio sobriamente decorado con trabajos de estuco,
madera de cedro con incrustaciones y azulejos, con un gran estanque
en medio. Alrededor del patio, en dos niveles, se encuentran las
habitaciones de los estudiantes y una sala de oraciones con una
cúpula.

• Mezquita Kutubia: Rodeada por magníficos rosales, se encuentra


en el interior de la Medina, cerca de la Bad Jedid. Se construyó en el
siglo XII, junto a un edificio construido hacía poco, que luego se
derrumbó en el siglo XVIII, y tomó el nombre del suk el
Koutubiyyin (suk de los libreros) que antiguamente había en la zona.
La mezquita es famosa sobre todo por su minarete de base cuadrada,
que hizo construir Yacoub el Mansour a fines del siglo XII, que
representó el modelo de referencia para la Giralda de Sevilla, y para
la Torre Hasan en Rabat. La torre es el edificio más alto de
Marrakech y con sus 77 metros de altura domina la Medina,
pudiéndose ver a distancia cuando se llega a la ciudad. Hoy la silueta
destaca desnuda de ladrillos, culminada con globos de bronce, pero
antiguamente toda la superficie del minarete estaba cubierta de
decoraciones de cerámica y estuco (los únicos fragmentos que se han
conservado son los frisos de azulejos debajo del almenaje). En el
interior, que no se puede visitar, hay una rampa ascendente, lo
suficientemente amplia como para poder subir a caballo, que lleva a
la cima, desde donde los muecines llaman a los fieles a la oración
ritual cinco veces al día. Al oeste de la plaza se encuentran las ruinas
de una gran mezquita, que hicieron construir los conquistadores
almohades.

• Palacio Dar el Bacha (o Dar el Glaoui): Dar el Bacha significa


"palacio del patró", y era la residencia de uno de los personajes más
célebres de la historia de Marrakech, el cruel Thami el Glaoui, que
en la primera mitad del siglo XIX fue señor de la ciudad y de todo el
Atlas meridional durante varias décadas. Aquí Thami el Glaoui tenía
su corte y recibía a los huéspedes ilustres que le visitaban, entre los
cuales estuvieron políticos occidentales como el inglés Churchill o el
americano Roosevelt. El aspecto actual del palacio seguramente no
está a la altura de su fama, alimentada por una serie infinita de
anécdotas curiosas y subidas de tono, pero quedan bonitos patios
interiores ricamente decorados en yeso, madera tallada y azulejos
policrómicos.

• Palacio Badi: Se edificó con gran lujo en la segunda mitad del siglo
XVI durante el reinado del sultán Ahmed el Mansour. Las paredes y
los techos estaban recubiertos de oro proveniente de Tombuctú,
mítica ciudad de más allá del desierto conquistada por el sultán.
Había paredes de mármol y piedras importadas de la India y grandes
patios embellecidos con estanques y fuentes caudalosas. Además, el
ambiente olía a flores y esencias exóticas. No obstante, sólo cien
años más tarde ya estaba en ruinas, pues el nuevo señor de
Marruecos, Moulay Ismail, despojó completamente el palacio y se
llevó sus tesoros a su nueva capital, Meknés. Hoy, la grandeza del
pasado se debe imaginar caminando entre imponentes ruinas. El
patio principal es un inmenso espacio vacío delimitado por
imponentes bastiones perforados, sobre los cuales han hecho sus
nidos las cigüeñas. El gran estanque central está seco, pero
diseminados por el entorno hay restos de mosaicos y columnas
esculpidas. El lugar revive durante los grandes eventos, como los
conciertos y espectáculos del Festival del Arte Popular y las
proyecciones en una gran pantalla durante el Festival de Cine.

• Palacio de la Bahía: En el lado norte de Mellah, el antiguo barrio


judío, se encuentra este gran palacio, que tiene una extensión de 8
hectáreas de superficie y cuenta con más de 150 habitaciones. Fue
mandada construir a fines del siglo XIX por un visir de la corte real.
Los interiores están ricamente decorados en estilo tradicional, con
mosaicos y detalles de madera de cedro tallada. Los patios son
especialmente bonitos, con pequeños pero frondosos jardines,
piscinas y fuentes. Una parte del edificio estaba reservada a las
habitaciones de las 24 concubinas del visir, que también tenía cuatro
esposas. Cuando murió, el sultán vació el palacio y se llevó los
muebles y las alfombras a la residencia real.

• Tumbas Saadíes: Las tumbas sagradas de los sultanes se encuentran


junto al muro meridional de la mezquita Kasbah, junto al Palacio
Real, en la zona de la Medina. Durante siglos han representado un
secreto bien guardado, que los occidentales desconocían totalmente.
En los años veinte algunos oficiales franceses se dieron cuenta de
que había algunos tejados verdes que sobresalían de los barrios más
pobres. Indagaron entre la gente del lugar, obteniendo siempre
evasivas, pero uno de ellos perseveró en su investigación hasta
descubrir una callejuela escondida que llevaba a una minúscula
puerta en arco. Una vez pasado su umbral, entró en un jardín y vio
las tumbas que hasta entonces se habían mantenido escondidas a los
infieles. Hoy las tumbas saadíes son uno de los lugares más visitado
de la ciudad, pero para acceder a ellas se tiene que hacer todavía el
mismo recorrido tortuoso. Muchas tumbas están decoradas con
mosaicos variopintos. Las más monumentales son las de los
pabellones construidos durante el reinado de Ahmed el Mansour, en
la segunda mitad del siglo XVI. A poca distancia de las tumbas está
Bab Agnau, la puerta que marca el acceso a la Kasbah (área
fortificada en el interior de la Medina, en la cual se encuentra el
Palacio Real). Es una de las puertas más bonitas de la ciudad,
realizada en el siglo XII en piedra y no en ladrillos de tierra como el
resto. Al otro lado de la calle se encuentra la puerta Er Rob, invadida
por coloridas tiendas de lozas.

M u s e o s

Marrakech no es una ciudad de grandes museos y espacios de exposición


tradicionales, pero cuenta con interesantes colecciones, públicas y privadas,
de arte y artesanía marroquí antigua y contemporánea. En el centro de
atención, dada la historia y la situación geográfica de la ciudad a las puertas
del Atlas, está sobre todo la cultura berebere. Todo ello expuesto en un
marco que a menudo es por sí mismo el protagonista: antiguos palacios de
encanto oriental, con refinado mobiliario y decoración. También es posible
encontrar lugares donde se concentra la vida cultural y mundana de
Marrakech de hoy: sotisficadas galerías de arte que a menudo funcionan
como espacios multifuncionales, acogen exposiciones temporales de
pintura, fotografía, tiendas, librerías y cafés.
• Dar Cherifa: Galería-café literario convertida en uno de los puntos
centrales de la escena artística de la ciudad. Se encuentra en uno de
los riads más antiguos de Marrakech, pues data de fines del siglo
XVI. En ambientes devueltos a su antiguo esplendor y decorados con
un gusto impecable, se pueden ver exposiciones de arte
contemporáneo o fotografía, asistir a conciertos de música
tradicional (gnawa, sufí, etc.) o a presentaciones de libros, o
simplemente charlar frente a un vaso humeante de té a la menta, la
bebida nacional de Marruecos. La idea es de Abdellatif Aït Ben
Abdallah, el propietario de Marrakech Riads, una sociedad
encargada de la venta y restauración de los riads y que ha restaurado,
con gran rigor filológico, el palacio que alberga el centro cultural y
otros cinco edificios dispersos por la Medina, transformándolos en
maison d'hôtes.

• Ministerio del Gusto: Ideado y realizado por los diseñadores


italianos Alessandra Lippini y Fabrizio Bizzarri, este excéntrico gran
espacio multifuncional se utiliza también como espacio para
muestras temporales, cambiando de muestra cada tres meses
aproximadamente, dedicadas tanto a artistas marroquíes como
internacionales.

• Musée Dar si Said: Situado en un suntuoso palacio del siglo XIX,


expone una rica colección de objetos de arte y artesanía tradicional
del sur de Marrruecos, entre los cuales hay piezas de cobre,
alfombras, ropas y joyas bereberes, piezas talladas de madera de
cedro, puertas, persianas policromas y fragmentos de techos, además
de un "minbar" , una especie de púlpito transportable, que había sido
utilizado en la mezquita Kutubia. El museo fue construido en el siglo
XII por artesanos de Córdoba y sus lados están adornados por unos
mil paneles decorados.

• Museé de Marrakech: Inaugurado a fines de los años noventa en un


palacio del siglo XIX meticulosamente restaurado, el museo se creó
con el fin de tener una colección permanente de arte marroquí
contemporáneo y organizar exposiciones y otros eventos culturales.
Acoge también una preciosa colección de libros y caligrafía islámica
y una recopilación de litografías y acuarelas de temas marroquíes.

• Mussé du Jardin Majorelle: La villa Majorelle, que hizo construir


en los años veinte el pintor Jacques Majorelle y que compró en los
años sesenta el famoso estilista francés Yves Saint Laurent, alberga
una colección permanente de arte islámico, que hoy se puede visitar
junto con el espléndido jardín. Hay joyas tradicionales, bordados,
manuscritos miniados, antiguas piezas de madera tallada y una serie
de litografías de Majollere dedicadas al Atlas.
• Musée Tizkiwin: Este pequeño museo privado, que se halla en el
palacio del antropólogo-coleccionista holandés Bert Flint, cuenta con
una magnífica colección de cerámicas, alfombras, tejidos y ropas
bereberes. Cada región del país está representada con sus productos
artesanales más característicos.

D e p o r t e s

Su evento más importante es el Gran Premio de Marruecos de WTCC y


Fórmula 2 que se disputa en el Circuito de Marrakech, inaugurado el año
2009

J a r d i n e s e x t r a m u r o s

A pesar de su árido clima, Marrakech ha sido siempre un jardín, gracias a


las ingeniosas técnicas de canalización y riego llevadas a la práctica desde
el siglo XI, cuando los almorávides llegaron a la región. El agua se trajo a
la ciudad desde el valle de Ourika (a 60 km.) mediante canales de riego de
barro seco. Hoy la ciudad cuenta con varios jardines.

• Jardín Majorelle: Lo realizó en los años treinta el pintor francés


Jacques Majorelle alrededor de su taller. En los años sesenta la
propiedad pasó al famoso estilista francés Yves Saint Laurent, que se
hizo construir una nueva villa y abrió en el antiguo taller de
Majoralle una exposición permanente de arte islámico e hizo
recuperar el jardín inspirándose en un estilo sensual y lujurioso. Sus
superficies de un intenso azul cobalto, el llamado blu majorelle,
cierran un universo tropical superabundante de formas y colores,
entre naranjos, plataneros, palmeras enanas, cactus y otras raras
plantas, hibiscus, y rosales. Además, hay diversos riachuelos y
estanques llenos de nenúfares, donde viven carpas y tortugas. Un
lugar que puede encantar, como una extravagante creación de alta
costura con la firma de Saint Laurent. Ciertamente, está a años luz
del estilo minimal con influencias orientales que tiene cada vez más
adeptos entre los decoradores y arquitectos que trabajan hoy en la
ciudad.

• La Menara: Son los jardines más célebres de la ciudad. Se


encuentran fuera del centro urbano, cerca del aeropuerto, y están
dominados por un gran espejo de agua central, de forma rectangular,
habitado por grandes carpas, desde donde sale el sistema de
irrigación. En su entorno crecen olivos y árboles frutales. Los
jardines fueron proyectados en el siglo XII, en tiempos de la dinastía
almohade, pero luego cayeron en la ruina, hasta que en el siglo XIX
los monarcas alauitas pusieron en marcha un proyecto de
recuperación. En 1869, el sultán Mohammed V hizo construir lo que
hoy caracteriza el lugar: el pabellón con el tejado de tejas verdes que
se encuentra junto al estanque, reflejándose en sus aguas.

N a c i d o s e n M a r r a k e c h

• Abd al-Aziz Ibn al-Hasan, nacido en 1878, Sultán de Marruecos.


• Just Fontaine nacido en 1933, futbolista.
• Giacomo de Pass nacido en 1938, artista y escultor.
• Élisabeth Guigou nacido en 1946, política francesa.
• Sapho nacido en 1950), artista.
• Éric Besson nacido en 1958), político francés.
• Mahi Binebine (1959), pintor marroquí.
• Nadia Farès, nacida en 1973), actriz.
• Abdelghani Bousta nacido en 1949), político marroquí.
• Driss Debbagh nacido en 1921), político marroquí.

Personalidades que poseen una residencia en Marrakech

• Mohammed VI, Rey de Marruecos.


• Bernard-Henri Lévy, Escritor.
• Dominique Strauss Kahn, Ministro francés y Anne Sinclair,
periodista.
• Jean-Louis Borloo, ministro y Béatrice Schoonberg, periodista.
• Jean-Paul Gaultier, Modisto.
• Richard Branson, Presidente de Virgin.
• Juan Goytisolo, Escritor.
• Pierre Guillermo, Presidente y Director General de Telemedia
Group.
• Pierre Bergé, Empresario.
• Simon Xavier Guerrand Hermes, Vice-Presidente de Hermes.
• Thierry de Beaucé, Ministro francés.
• Jean Poniatowski, Director de Vogue.
• Jacques Doillon, Director de Cine.
• Pascal Greggory, Actor.
• Mireille Dumas, Productora de televisión.
• Paulette Brisepierre, Senador francés.
• Christophe Leroy, Cocinero.
• Serge Lutens, Perfumista y fotógrafo.
• Claude Challe, Productor musical.
• Jean Claude Darmon, Présidente de Sportfive.
• Zinedine Zidane, Futbolista.
• Daniel Hourès, periodista, escritor. CONSUL HONORARIO de
Malte (pour todo Marruecos).
• Daniel Hechter, Industrial de moda.
• Melita Toscan du Plantier, Presidente del Festival de Cine de
Marrakech.
• André Azoulay, Consejero del Rey, Vice-Presidente del Festival de
Cine.
• Isabelle Aubry, Actriz.
• Jean Lefebvre, (1919-2004), Actor y comediante francés.
• Yves Saint Laurent (1936-2008), Modisto.

C i u d a d e s h e r m a n a d a s

Las ciudades hermanadas con Marrakech son:

• Granada, España
• Tombuctú, Malí

F o t o g r a f í a s d e M a r r a k e c h

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