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4, Convergencias y divergencias urbanas. Cambios de escala y de velocidad OLIVIER Ton Gin, La Copmiddn URBANA ‘ ; DESIGUALDADES TERRITORIALES DENINARIO AMTROFOLOGIn. - uninan D- La demanda de seguridad yes una demanda de Estado? 4gBstar adentro 0 no estar?", la pregunta ya no se refie rea las perspectivas de integracién como ocurr ca de la ciudad clasica o de la ciudad industrial. Qu estd adentro” no presenta ningun interés para los actores de la red globalizada; sélo el que ha encontrado su lugar en las mallas de la red lanzada en el archipiélago conserva oporcu- nidades de mantenerse en ella, La globalizacién no conace el ascenso social que ofrecia el Estado social de posguerra en Europa y en algunos paises de América latina, y los estratos medios ya no ejercen ninguna mediacion entre las eategor!- as acomodadas y las marginadas. En consecuencia, las desi- gualdades territoriales, tanto horizontales como verticales, tienden a generalizarse en la escala planetaria. “Metropoli- i zacién, aumento de las desigualdades: el fendmeno no es } exclusivo de Francia. Todos los grandes paises industriales lo | conocen. El Japén, que cuenta con una estructura urbana multipolar, registra una extraordinaria concentracién alre- 1 dedor del superpolo de Tokio. La Inglaterra cel sudeste absorbe una parte enorme del dinamismo briténizo. Alema- 246 Olivier Mongin nia misma, pais multipolar por excelencia, ve concentrarse su crecimiento alrededor de grandes polos. En los Estados Unidos, las desigualdades entre los diferentes estados han comenzado a ahondarse nuevamente, después de una larga convergencia, como consecuencia de la apertara del abanico de desigualdades sociales.”! Puesto que la reconfiguracién de territorios esti netamente asociada a las crecientes desi- gualdades, con frecuencia se llega a la conelusi6n de que el Estado podria responder a ellas disciplinando los territorios, garantizando la seguridad, en suma, manifestando su pode- rio. Si bien en el contexto de Is tercera mundializacién, la funcién del Estado en apariencia se ha debilitado, ello no implica que debamos confundir la reduccién de su accién en el plano econémico y su fortalecimiento en el plano de la seguridad. En una sociedad definida por el riesgo, mas atin, por la amenaza, lo que se espera del Estado es ante todo seguridad, seguridad respecto de los riesgos mayores, res- pecto del desencadenamiento de violencia que alienta el temor de Js amenaza: la violencia de los marginales dentro y fuera de sus ciudades, la delincuencia, las acciones terroris~ tas, muy particularmente temidas después del 11 de sep- tiembre de 2001, Pero, zdebemos por ello llegar a la conclu- sién de que el Estado ejerce una funcién disciplineria y recobra la voluntad de control tradicional del Estado policial 0 represivo? Esto implicaria desconocer que el Estado, mis que imponer por si mismo una autoridad y un poder cues- tionados en las sociedades occidentales, responde hoy a una demanda de seguridad que emana de los individuos. Por consiguiente, ¢s errado hablar de sociedad disciplinaria, en Ja linea marcada por Michel Foucault o de Estado de segu- ridad; més vale hablar de autoritarismo liberal, una expre- sin que permite captar Ia idea de que los individuos deman- 1. Pierre Veltz, Des ew et des liens Poltigue da terrtore i la heure de 4a mondkalisatien, la Tour d’Aigues, Editions de Aube, 2002, pigs. 30-3 Convergencias y divergencias urbanas 247 dan, voluntariamente, un ejercicio efectivo de la seguridad. Junto con el socidlogo Zygmunt Bauman, en ese sutoritaris- ‘mo liberal podemos ver el signo de una fragilidad, pero tam- bién el “costo humano de la mundializacién”. Si la demanda de seguridad no puede interpretarse como un ejercicio dis~ ciplinario del Estado, las elecciones territoriales y las estra~ tegias de diferenciacién elaboradas por los individuos, lejos de poder reducirse a la mera elecciin de vivir en las gated communities, se declinan de maneras diferentes en funcién del tipo de habitat y de lugares seleccionados para vivir “entre nosotros”. La versién de “la ciudad de tres velocida- des” destaca asf que la relacién mantenida con le seguridad no es homogénea y depend de la manera en que el indivi- duo organice su habitat y su entorno, La “manera de ser” del individuo importa mis que el poder del Estado como tal. Por lo tanto, los enfoques que se concentran en los modos de habitar son muy esclarecedores De la idea de exclusion ala ciudad de tres velocidades Presentada en Francia, entre otros, por el sociélogo Alain “Touraine, la interpretacién dualista de la inclusién y la exclusién cumplié Ia funcién de alertarnos al llamar Ia aten cién sobre los “mirgenes”, los grandes complejos urbanisti- cos y los barrios nuevos de las décacas de 1960 y 1970. Pero este enfoque tiene el defecto de distinguir dos categorias de poblacién, el eiudadano y el no ciudadano, el que esté “den- tro de los muros” de Ia ciudad y e! que esti “extramuros”, con lo cual se corre el riesgo de valorizar formas de asisten- cia focalizadas, de privilegiar tinicamente la acci6n territorial y de exacerbar el imaginario de la marginacién.* De ahi la 1 2. Sobre la politica de Ia ciudad, véanse de Jacques Donzelot, aninateur Parts, Elitions Esprit, 1994; Phiippe Estee, L'Usnge des quar- #48 Olivier Mongin voluntad, expresada por otro socidlogo, Robert)Castel, de poner el acento en la precariedad creciente dé las diverses categorias de la sociedad y no s6lo de aquellas que se encuentran en las margenes, los excluidos, los que viven en los guetos. Este segundo enfoque presta particular atencion a la continuidad social y no ya 2 la cisura infranquenble, sin dejar de hacer notar al mismo tiempo la creciente fragitiza. ci6n, Jacques Donzelot ha sugerido Inego a idea de una ‘ciudad de tres velocidades”, una expresion que designa menos una separacin radical que una serie de espacios en vias de desintegracién y de diferenciacién. ;Ciudad de tes velocidades, ciudad de muchas velocidades! “En realidad ~eseribe Eric Maurin haciéndose eco de la misma ide el gueto francés no es tanto el lugar de un enfrentamiento entre ineluidos y excluidos, como el teatro en el cual cada rupo se afana por huir o por evitar al grupo inmediatamen. te inferior en la escala de las dificultades. En este juego, no sélo los obreras huyen de los desocupados inmigrantes tm. bién los que perciben altos salarios huyen de las elases medias superiores, mientras las clases medias superiorcs eseapan de las profesiones intermedias, al tiempo que los profesionales intermedios se niegan a mezclarse con I empleados y asf sucesivamente.”* “ue fics. daion publigne et géngraphie dans la politique de la ville (1982 Batis L'tratan 2 Chrcine Lalor Gua tene cae cope socal del polvgne del ville" Eypri: La Vie ras te. mee _, 3 En esta misma perspectiva, véase también de Jean-Paul Fitovss toi Laurent y Joel Maurie, “Ségrégaton urbane sincegncen eo informe del Conseil d’analyre économique, La Documentation franpal informe dl , La Documentation frangaise, 4. Bric Maurin, Le Ghetto framgais. Engudt i é Le Geto francais. Bnguéte sur la ségrégation ura Paris, Seuil 2004, pag. 6. Véase asimismo Ségrigetvm arban on us Seal 20%. Stgrigeton urbaine et intégra Convergencias y divergencias urbanas 249 Las tres velocidades: relegacién, periurbanizacién y recilado [gentrification]. Todavia no se ha cobrado completa concien- cia de la ruptura registrada en relacién con las décadas de 1960 y 1970, cuando imperaba el sentimiento de una conti- nuidad posible entre el burgués del centro de la ciudad, las franjas medias residentes en casas con jardin o en los gran~ des complejos urbanisticos. y las clases inferiores, beneficia~ rias de las viviendas sociales. En aquella época, la mixtura no era una ilusién, los estratos medios podian cohabitar con los inmigrantes y las poblaciones precarias en los grandes com~ plejos urbanisticos con quienes tradicionalmente habitaron en el centro urbano, o bien con los obreros, ea los barrios alejados y en el primer cordén de las afueras. Pero, “éste es tan momento en el que la visidn se enturbia, como si subrep- ticiamente, alguien hubiera cambiado Iz pelicula en el pro- yector."* Desde el momento en que “la sociedad esti total- mente urbanizada” y la mundializaci6n econémica trae apareada la precariedad de los empleos “indvstriales”, en todos las franjas de la poblacién el sentimiento de continui- dad territorial se debilita. “La continuidad de las condicio- nes sociales que se daba gracias ala promocién regular de los elementos que més lo merecieran de Ia sociedad industrial fue sustituida por una légica de separaci6n que deshace la unidad relativa de la sociedad urbana [...] Desde los micleos de viviendas sociales a Jos «barrios elegantes», pasando por las casas con jardin de la clase media, existia una via que mostraba un paso posible de un espacio al otro.”6 Cuando el sentimiento de formar parte de la sociedad, de “hacer la sociedad”, se “deshace”, nace la impresién de que cada uni- verso, cada uno de los “regimenes de la ciudad” es ajeno a los demas. Hoy, un area urbana ya no seceduce aun polo Gni- co, es multipolar, est constituida por un polo urbano (una 0 5, Jacques Donzelot, “La ville 2 trois vitesees..", araalo citado. 6. hid 250 Olivier Mongin varias ciudades centro y un suburbio) y, 2 la vez, por uno 0 varios cordones periurbanos.” Pero, mis allé todavia de la desintegracién espacial, del desmembramiento del conjunto urbano, lo quese impone es una separacién mental: lo social, lo espacial y lo mental siguen la misma evolucién. “La dis tancia -entre los micleos de viviendas sociales y la périurba~ nizacién de casas con jardin, entre ésta y los edificios céntri- cos reciclados habitados por la clase media alta de las grandes ciudades- se vive como un rechazo de cada uno de 05 universos al oro, lo cual alimenca la amargura y las fric~ ciones, el sentimiento de no pertenecer a una misma ciudad, a.una misma sociedad.” Es por ello que surge la idea de una cindad de tres velocidades, de una ciudad separada en tres entidades que, ignoréndose mutuamente cadz vez més, temiéndose en mayor o menor medida, alimentan la amena- za de la desintegraci6n y la separacién. ” Pero la privatizacin acelerada también es consecuencia de que fal- te una clase media con los recursos para adquirir bienes raf ces en las grandes ciudades.** Lo cual explica los estrechos vinculos entre privatizacién, liberalizacién econémica y aumento de los dispositivos seguridad. “No solo se imposibi- lita el surgimiento de una clase media, ademas la exacerba- cién del reparto desigual que provoca la liberalizacién eco- némica exige el mantenimiento y hasta el fortalecimiento del dominio policial de! espacio piblico y un aislamiento estre- cho de la poblacién. Se impone asi una liberalizacién econd- 35, Sobre Ia urbanizacion irregular, puede compararse este caso con ~un ejemplo, entre otros— el de Ia capital de Mauritania: véase de Philip- pe Tangay, "L’urbanisation irréguli@re a Nouskchott: 1960-2000. La ins- titution de la norme I sciences socieles: Pratiques maghribienes de la ville, Insentyat, n° diciembre de 2003 egal”, Revue algéricaue d'antkropologe et de i polog octubre 6, Erie Denis, Leile Vignal, “Dimensions nouvelles de la méteopoli- articulo citado. 37. Did. 38. De abi el movimiento de salida de la metrépolis de quienes trata- ron de integrarse en ella, un movimniento de regreso alas ciudades media tas de los profesionales formados en Fi Cairo, en Alejandria o en Asiut, fen suma, un movimiento de ontrametropolizacin que Fanny Colonna des- taca en Reilts de la province égypricame, of. at Convergencias y divergencias urbanas 265 mica sin liberalizacién politica, un sistema en el cual un poder no representativo que tiene el monopolio de la violen- Gia conserva el dominio del suelo urbano asi como el control del espacio pablico. La era de la metropolizacién no nos hace libres.”9 Asistimos en estos casos a una liberalizacién econd- mica orquestada por un poder del Estado que debe hacer acto de autoridad, situaci6n inesperada puesto que generalmente aceptamos la idea de que la mundializaci6n liberal se extien~ de a expensas del Estado. En el caso de la capital egipcia, un poder fuerte organiza por sf mismo la privatizacion apoydn- dose en una oferta de venta de terrenos infinita, ya que ven- de el desierto. “En la actualidad es normal ver en la articula- Gin globalicacién-metropolizacién el fin del tertitorio, es decir, una destegulacién que reduce la competencia de los Estados en beneficio de un mundo en red. Sin embargo, por Jo que vemos en Egipto, uno tenderia mas bien a pensar que el Estado maneja, explota y promueve la metropclizacién, en asociacién con los hombres de negocios beneficiarios de la apertura efectiva de estos tiltimos aitos.”™” Observemos e} mapa de esta ciudad pobre: Ia relegacion esti periurbanizada, la periurbanizacién beneficia a quienes pueden comprar inmuebles 0 apartamentos en as ciudades en Lazo de los primeros cordones, el centro se ha patrimo- nializado progresivamente sin llegar a constituir una micro ciudad global porque carece de un centro de ensefianza superior y, sobre todo, de un mercado financiero. “Los adherentes al modelo de la ciudad privada se apartan tam- bién de una ciudad cuya politica de containment (contencién) no basté para garantizar su integridad [...] El puradigma de a muralla, del Cairo ciudad cerrada, sale nuevamente a la superficie como durante la década de 1980."*" 39. Erica Denis, Leila Vignal, “Dimensions nouvelles de la métropo- lisation...", articulo eitado. 40. Thi 41, Mbit 266 Olivier Mongin Buenos Aires: las dases medias abandonadas En un contexto por completo diferente, el de una Améri- ca del sur severamente sacudida por recurrentes crisis finan- cieras, Buenos Aires ofrece un panorama muy semejante al amerior. Esta ciudad, atin marcada, en el plano urbano, por los signos de la riqueza pasada, es objeto de un reacondicio- namiento urbano que exacerba a crisis de los estratos medios que eran la argamasa de una solidaridad entre las cla- ses sociales, Mientras se observa la remodelacién de zonas especifieas del centro de la ciudad —las que corresponden a edificios antiguos que simbolizan la edad de oro de la socie- dad industrial (puertos, fabricas y depésitos abandonados) donde hoy se concentran los bancos, los hoteles de lujo, las oficinas de las empresas multinacionales-, hay otros dos fenomenos que Haman la atencién: la multiplicacién de zonas de relegaci6n en barrios cada vez mis cercanos a la zona asegurada del centro de la ciudad y el desplazamiento de sectores de la clase media condenada a habitar cerca de los mas pobres. Aqui, como ocurre también en Montevideo, capital del Uruguay ~situada en la otra ribera de! Rio de la Plata y donde el antiguo centro portuzrio, zona donde resi- den los més pobres, esti en vias de veloz reciclado- el mapa es implacable: se ve cmo se separan, se disocian los barrios, Jos territories urbanes, es decir, asistimos al desmembra- miento de una ciudad. Pero, 2 diferencia de la situaci6n que se da en El Cairo, donde ¢s evidente la ausencia de una cla- se media emprendedora, aqui se observa el desclasamiento de Ios estratos medios que fueron la punts de lanza de la aventura industrial de Ia Argentina. La caida bratal de un. amplio sector de la clase media “sin esperanza de reascenso social” es un dato fundamental. Fl estudio de las estrategias de “distinci6n”, elaboradas por los empobrecidos a fin de atenuar los efectos de lo que ya no puede considerarse como is", permite medir la importancia del “capital espa- cial” como elemento de diferenciacién entre los ricos y los Convergencias y divergencias urbanas 267 pobres, entre los sobreclasados y los desclasados, pero tam- bién entre los empobrecidos mismos en funcién de su lo. lizacién dentro de la ciudad. Esta importante comprobaciéa que “rompe el esquema bipolar anver‘or: por un lado los a lariados y por el otro los pobres asistidos”,*? desnaturaliza el espacio urbano. También alli, la reconfiguracién de los te torios adquiere la forma de una desintegracién sorda pero visible. Estos dos ejemplos, Fl Cairo y Buenos Aires, que asocian la fragmentacién, la desintegracin multipolar y la pérdida de la solidaridad, son el destino ineludible de todas las metropolis?” La respuesta positiva y terminante le daria la razn a Rem Koolhaas y a la vanguardia estética de 1s mun- dializacion. Ya se trate de una ciudad o de una metrépolis, ya se trate de la economia de archipiélago, Ia comprobacién es sin embargo violenta, brutal. Observamos multipolarizacio- nes que se organizan horizontalmerte ~y esto contra toda perspectiva de integracion de tipo piramidal— y una disgre- gacién de las metrépolis andloga ah que corroe negativa- mente las ciudades europeas desde el interior. Los flujos vin- culados con lo urbano generalizado tienen el efecto de producir la fragmentacién, y no la unificacion, de un mundo nds solidario. Pero, equé debemos hacer? gseguir alabando la belleza de lo muerto o recobrar el sentido de la experiencia urbana en 42, Marie-France Prév6t-Schapira en La Fragmentation en question, op. re otros ejemplos: Abderralrmane Rachik, Casablanca. [urba- riome de Purgene, Casablanca, Fondation du roi Abdul Aziz, 2004; Encle- tes résidentels, Urbaisme, n° 337, julio-agesto de 2994; Jean-Frangois Pérouse, “Istanbul cernée par les cités privé”, Urbunisne, n° 324, mayo junio de 2002 268 Olivier Mongin todas sus dimensiones? “Fl fin de los territotios”, santo y sefia de algunos durante el “feliz” amanecer de la tervera mundia~ lizacion, designaba una recomposicién espacial que no se organizaba ya solamente alrededor de los Estados, sino en funcion de una economia de archipiéiago. Lo urbano genera- lizado, vale decir, el predominio de los flujos propios de la sociedad en red, est en el origen de una reorganizacidn de los territorios que se produce al menos en tres niveles: el de la ciudad elasica, el de la metrépolis y el de los flujos jerarquiza- dos en virtud de diversas redes; de todos estos niveles, el de la ciudad global representa Ia excelencia, el nivel supremo. Cada vez se nos presenta la misma cuestidn:

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