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Si observamos bien, veremos que un sector de los jóvenes, son más rebeldes que
los mayores. Están rebelados contra las viejas costumbres laborales y contra las
viejas costumbres en general. Muchas veces los mayores no entienden a los
jóvenes y los jóvenes no entienden a los mayores.
Sectores cada vez más amplios de los adolescentes de nuestra época, que ya no
desean un trabajo. Odian la autoridad impuesta, la de los jefes y capataces. Odian
dejarse explotar como lo hacían a sus mayores. Se rebelan contra todas las
costumbres más o menos antiguas.
Decimos sectores cada vez más amplios, no toda la humanidad.
Hasta en la vestimenta se nota la rebeldía. Hace unos cuantos años, andar con la
falda de la camisa o la remera por fuera del pantalón significaba que era un
“desarrapado”, ahora es la moda. Andar con el pantalón roto era ser “un ciruja”, o
una persona abandonada, ahora es la moda. Todo lo que huele a antiguo es
rechazado por los jóvenes.
La desaparición de la autoridad
En épocas anteriores, los hombres y mujeres, por ser el sostén económico de sus
hogares tenían la máxima autoridad en la casa y sus hijos por lo general respetaban
esa potestad sin discusión ni cuestionamientos. Sobre la figura del padre y la madre
se basaba la familia. Y cuando él o ella faltaba, la mayor parte de las veces, el
hogar entraba en crisis y se disolvía.
Pero si se la impone por la fuerza, deja de ser una autoridad real. Además,
repetimos, la autoridad en todos los órdenes, era el principal pilar que permitía el
sostén del edificio capitalista. Por eso decimos que a partir de ahora este sistema
ya está herido de muerte. Una cuestión económica produce un increíble cambio
cultural y político.
En el socialismo los que tendrán el poder real de decidir serán los propios
trabajadores junto a todo el pueblo. El socialismo supone una organización sin jefes
impuestos por la fuerza, sino con dirigentes que se hayan ganado la autoridad
trabajando desinteresadamente para los demás y por eso, serán respetados por
todos. No se puede concebir un socialismo con jefes. Los únicos jefes son los
trabajadores y el pueblo. El pueblo manda, los dirigentes obedecen. Es por eso que
decimos que el propio capitalismo está creando las condiciones para el triunfo del
socialismo.
Todo empieza así: al marginar los capitalistas a los trabajadores de las fábricas, los
campos o los comercios, al echarlos a la calle, estos caen en la más absoluta
pobreza. No tienen futuro en esta sociedad. Y si esto les pasa a los “jefes de hogar”,
¿qué pueden esperar los jóvenes de las clases pobres? Se encuentran
absolutamente marginados de todo el sistema.
Entonces toda la antigua cultura entra en contradicción. Se les presiona a los chicos
a que estudien pero cuando se reciben no tienen trabajo, o sea no tienen donde
aplicar sus conocimientos. En los primeros años de la crisis deambulaban de un lado
a otro en busca de empleo, la mayoría de las veces sin resultado. El sistema los
deja afuera de toda posibilidad de empleo con la pregunta: “¿Tiene experiencia”?
Una nueva camada de adolescentes ya lo sabe y por eso ha perdido todo interés en
el estudio, en el aprendizaje de un oficio y en la búsqueda de trabajo. Muy lejos en
el tiempo está quedando la cultura del trabajo. Es cierto que las clases ricas se
aprovechan de la ignorancia del pueblo para ejercer mejor su dominación. Se
necesita un pueblo instruido para defender sus intereses y pelear por el poder de
los trabajadores y el pueblo.
Pero no es menos cierto que los analfabetos también saben pelear y muchas veces
son más bravos que los instruidos y también saben lo que no quieren. Además, no
hay que olvidar que el sistema capitalista impone su ideología a los que van a la
escuela. Contradictoriamente, los menos influidos por el capitalismo son los jóvenes
marginados y por eso mismo, es que son los más rebeldes.
¿Que pasó con esa escuela pública que nos constituyó como sociedad, nos integró y
dio identidad? Queremos volver a ella y ver a una maestra que cuelgue una lámina
de una familia que dijera “esto es una familia...
No entró en crisis solamente la concepción pedagógica de esa escuela, sino
fundamentalmente la arquitectura cultural que le daba sentido, los valores y las
ideas que la sostenían.
En esta situación, el mejor lugar es la esquina, la junta con otros jóvenes en igual
situación. Ese espacio pasa a reemplazar a la familia. Allí todos pueden conversar
tranquilamente, se pueden divertir, y no falta la cerveza y desgraciadamente, hasta
la droga “para que la situación sea más llevadera”. Solo se acercan a la casa,
cuando ven que ya está todo en silencio y es únicamente para dormir. Prefieren
salir a la esquina, o en cualquier lugar donde no sean invadidos por los mayores.
Ante esta situación, los padres y las madres han perdido la consideración, el
respeto y la autoridad que gozaban antes. Y si a esos chicos se les obliga a ir a la
escuela, van de malas ganas. Durante la clase pueden ponerse los audífonos y
escuchar música, dedicarse a conversar con algún compañero o hacer cualquier
otra cosa, menos escuchar a la maestra o profesora. Eso es lo más suave, ya que
pueden llegar a pegarle a un profesor, violar a una compañera, pelearse y matarse
a la salida, entre otras cosas, como hemos visto en Argentina.
Los jóvenes se encuentran con que no tienen los medios para construirse una
vivienda, ni quieren estar más en la casa de los padres. La mayoría ni siquiera
cuentan con una habitación propia. Los padres tampoco pueden ayudarles, porque
están sin trabajo o porque ganan poco.
Muy atrás está quedando la hora de la mesa donde se reunía toda la familia.
Primero, porque muchas veces ya no hay qué comer. Pero además, porque están
todos peleados y no se soportan unos a los otros. ¡Adiós a la familia unida! El nuevo
hogar es la esquina, la canchita, o la vereda de alguna casa.
Aunque todavía son minoritarias, vienen aumentando las personas que prefieren
vivir solas. Y crece la nueva cultura del no casamiento. A esto le han puesto
nombre: “toco y me voy”. Hay que agregarle el crecimiento de los divorcios y las
separaciones. Pero la cultura que había servido de base al sistema capitalista era
una familia donde existían los jefes y jefas de hogar, que criaba y educaba a los
hijos en el respeto a las autoridades. La clase obrera trabajaba y criaba a sus hijos
(proles). Por eso se la llamaba proletariado. ¿Cómo se puede mantener un sistema
capitalista si no se respeta las autoridades?
De no ser porque se sufre demasiado la crisis económica, deberíamos estar
festejando la caída cultural del sistema capitalista.
Recordemos que todo empieza cuando el obrero es desplazado por las máquinas
modernas. El casamiento se justificaba cuando el hombre podía garantizar el
mantenimiento de una familia. Pero cuando esto dejó de ser así, ya no se justifica el
matrimonio. Un hombre que no tenga trabajo, no puede mantener la familia, se
convierte en estorbo para el ama de casa y un peso, ya que ella tiene que salir a
trabajar para mantenerlo. Y lo peor es que no es fácil conseguir ese empleo.
Nadie respeta más a los jefes (dirigentes burócratas de los sindicatos) y por todos
lados surgen movimientos de los trabajadores que reclaman una mayor democracia
sindical, al mismo tiempo que se desarrollan agrupaciones, listas opositoras y
nuevos sindicatos que buscan separarse de los aparatos burocráticos. ¿No es algo
parecido lo que pasa en el campo con los autoconvocados?