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Confrontación

La confrontación es un hecho de la vida diaria. Es también un hecho que la confrontación se usa bastante
ampliamente en las relaciones de ayuda.

Algunos ven la confrontación – y espero que esto sea una caricatura- como un ataque, con frecuencia un ataque
vicioso, sobre otra persona, generalmente por “el propio bien” de esa persona. Como tal, es altamente negativa y
altamente punitiva –diseñada, me parece a mí, para ayudar al confrontador a quitarse un peso de encima más que
para ayudar al confrontado a vivir más efectivamente. Parecería que tal confrontación, casi por definición, es inútil
en las relaciones de ayuda. Sin embargo, hay aquellos que ven tal “terapia de ataque” como productiva si tiene
lugar en una forma estructurada en el contexto de una comunidad de apoyo (Maslow, 1967). Pero cualquiera que
sea el valor de esta clase de confrontación punitiva, este no es el significado de confrontación aquí.

La confrontación como extensión de la empatía precisa avanzada. La confrontación es en el mejor de los


casos una extensión de la empatía precisa avanzada, o sea que es una respuesta al cliente, basada en un
profundo entendimiento de los sentimientos, experiencias y conducta del cliente, que envuelve algo de
desenmascarar distorsiones en el entendimiento de sí mismo del cliente y algo (al menos implicado) de reto para
la acción.

La confrontación… significa un desenmascaro responsable de las discrepancias, distorsiones, juegos y cortinas de


humo que el cliente usa para esconderse tanto del auto-entendimiento como del cambio conductual constructivo.
También envuelve un retar a lo no desarrollado, lo sub-desarrollado, lo no usado y los mal usados potenciales,
destrezas y recursos del cliente, con miras para examinar y entender estos recursos y ponerlos en usos en
programas de acción. La confrontación es una invitación del orientador al cliente para explorar sus defensas –
aquellas que evitan entender y aquellas que le impiden la acción.

Las metas de la confrontación son ayudar al cliente a explorar áreas de sentimientos, experiencias y conducta que
él, hasta entonces, ha estado renuente a explorar… Ellos ayudan al cliente a entender los modos de conducta
auto-destructiva y los recursos no usados… Ellos le ayudan a aprender cómo confrontarse a sí mismo.

Cuando el orientador confronta responsablemente, el cliente aprenderá cómo confrontarse a sí mismo y,


eventualmente, cómo confrontar a otros –no destructivamente, sino con respeto y cuidado. Indudablemente, una
de las manifestaciones conductuales de respeto es que la persona que respeta a otra usa respuestas balanceadas
negativamente tales como la confrontación en una forma que promueve el crecimiento del otro.

¿Que debe ser confrontado?

Discrepancias. En todos nosotros hay discrepancias: entre lo que nosotros pensamos y sentimos y lo que
nosotros decimos, lo que decimos y lo que hacemos, nuestra visión de nosotros mismos y la de otros sobre
nosotros, lo que somos y lo que deseamos ser, lo que realmente somos y lo que experimentamos nosotros
mismos ser, y nuestras expresiones verbales y no verbales de nosotros mismos.

El orientados diestro puede ayudar al cliente a entenderse mejor a si mismo al ayudarle a ver la variedad de
discrepancias que existen en su vida.

…el orientador confronta… en forma de pregunta, porque preguntar es una forma de expresar el ser tentativo. Su
confrontación, entonces, no es un ataque sino una invitación al cliente a explorar, entender y actuar.

Distorsiones. La gente que no puede encarar las cosas como realmente son, tiende a distorsionarlas. La forma
como nosotros veamos al mundo es con frecuencia una indicación de nuestras necesidades más que una visión
real de cómo es el mundo.

Una forma en que el orientador puede ayudar al cliente que está cautivo en sus propias distorsiones de la vida es
sugerir marcos de referencia alternos para verse a sí mismo, a otros, o a la vida misma.
El sugerir marcos de referencia alternos ayuda al cliente a romper con una visión auto-frustrante, de otros y del
mundo… una de las funciones… es ayudar al cliente a verse a sí mismo y al mundo desde un punto de vista
menos personal y más objetivo. Los marcos de referencia alternos sirven para esta función, siempre que sean
precisos y que sean presentados en una forma que ayuden más que sólo castiguen al cliente.

Juegos, trucos y cortinas de humo. Si yo me siento a gusto con mis ilusiones y engaños y me beneficio con
ellos de alguna manera, obviamente trataré de conservarlos. Si soy recompensado al jugar juegos o sea, si yo
consigo que otros llenen mis requeridas por jugar juegos – entonces continuaré con un enfoque de juego de vida.
Por ejemplo, yo jugaré: “Sí, pero…” o sea me presentaré como uno que necesita ayuda u orientación y luego
procederé a mostrarle a mi orientador qué tan inefectivo es el consejo que me ha dado, cómo tal solución no
funcionará, etc. O me hago a mi mismo parecer indefenso y necesitado ante mis amigos y luego cuando ellos
vienen en mi auxilio, me enojo con ellos por tratarme como a una criatura. O seduzco a otros de una forma o de
otra y luego me indigno cuando ellos aceptan mis invitaciones encubiertas. El número de juegos que la gente
puede jugar con objeto de evitar la intimidad y otras formas de vivir efectivamente es aparentemente infinito. Los
clientes que están temerosos de cambiar, con frecuencia intentarán echar cortinas de humo con objeto de
esconder de la vista del orientador las formas en las cuales ellos fallan en ver la vida. Tales clientes usan la
comunicación con objeto de no comunicarse (Beier, 1966)

… si el cliente intenta jugar juegos o echar diversas cortinas de humo durante las entrevistas de orientación, el
orientador puede llamar la atención al cliente en una forma responsable y considerada… Su confrontación puede
conducir a que ellos exploren lo que está sucediendo en su relación de uno con otro (comunicación mutua, directa:
plática de “tú-yo”).

El orientador debe también objetar los juegos que el cliente esté jugando con otros fuera de la relación de
orientación.

… esta es una de las funciones de la confrontación: preparar el cliente para la acción…

Evasiones. Los clientes tienen una forma de evitar temas reales porque los temas reales son, por supuesto,
dolorosos. Una forma de hacer esto es culpar a otros por todo lo que está saliendo mal en la vida de uno.

Algunos clientes tratan de decir, directa o indirectamente, que no tienen los recursos para un programa de acción
particular… El hacer a un cliente más concreto acerca de sus generalizaciones (y por lo tanto menos evasivo) es
una clase de confrontación… La confrontación debe ayudar al cliente a salirse de una postura defensiva, pero no
debe hacerle sentir indefenso.

Conductas versus valores. ¿Debe el orientador confrontar la conducta del cliente o la fuente de su conducta,
esto es, sus valores?

Es mucho más difícil cuestionar los valores del cliente (a menos que un valor dado sea patentemente inhumano…)
… Sin embargo, el orientador debe desafiar al cliente al sondear sus valores y lograr una visión más clara de lo
que son sus valores prioritarios para que el cliente pueda ver qué conflictos de valores existen en su vida. Si el
cliente está siguiendo valores autodestructivos o destructivos para otros, estos deben ser desafiados directamente.
Si, por otro lado, él está siguiendo valores tan divergentes que lo están desgarrando, debe ser empujado a
establecer valores prioritarios.

No es la función del orientador tratar de conseguir que el cliente adopte su serie de valores o las prioridades de
valores que él aboga. Pero debe ayudar al cliente a encarar los conflictos de valores que están causando
disturbios en su vida.

La manera de confrontar

La cuestión no es si el orientador debe confrontar al cliente o no, sino cómo debe hacerlo si ve que tal
confrontación podría ayudar. Su manera de confrontar debe aumentar la probabilidad de alcanzar sus metas:
aumentando el auto-entendimiento y la acción del cliente. ¿Cómo, entonces, debe tener lugar la confrontación?

En el espíritu de la empatía precisa. Nosotros ya hemos visto que la empatía precisa avanzada es, con
frecuencia confrontación en sí misma. Como Carkhuff señala, “El nivel más profundo de empatía dirá al orientador
que el que recibe la ayuda no quiere tanto el ser reforzado por una comprensión que se comunica de su propia
existencia expresada sino que quiere ser capacitado para liberarse de los procesos confusos y sofocantes de la
vida” (Carkhuff, 1969, pág. 210). Aún si una expresión dada de confrontación no se ve como idéntica a la de la
empatía precisa avanzada, debe todavía expresarse en el espíritu de tal empatía. Todas las interacciones con el
cliente deben estar basadas en un entendimiento preciso del cliente.

Tentativamente. …la confrontación debe tener lugar tentativamente…

Orientad ¿Podría ser que la ira que te “tragas” en las reuniones de la facultad no se “aplaque”? De lo que tú
or: has dicho, parece que se escurre en observaciones cínicas, alejamiento y conducta no
cooperativa. ¿Tiene esto sentido para ti? Me pregunto si tengo el cuadro correcto.

El hecho es que esta declaración del orientador está llena de delicadezas que capacitan al cliente a aceptar el
cuadro más fácilmente, sumarse a ella, y calificarla sin sentirse acusado por el orientador. Si el orientador
descarga un montón de ladrillos sobre el cliente, el cliente tendrá que gastar su energía en recuperarse del golpe
más que en tratar de asimilar y trabajar con la confrontación. Vea que diferente suena el siguiente ejemplo de
intervención de los precedentes.

Orientad Tú realmente no te “tragas” tu ira. Se está escurriendo improductivamente todo el tiempo. Yo creo
or: que tú sólo te estas haciendo el tonto.

Esta es la confrontación pero la manera del orientador es acusadora. La sesión de orientación no debe ser una
escena de juzgado en la cual el orientador está tratando de probar su caso contra el cliente. Más aún muchos
orientadores caen en esta trampa, y por sus acciones indican que el estar correctos es lo más importante. Olvidan
la regla fundamental: la ayuda es para el cliente.

Con cuidado. El respeto básico exige que el orientador confronte con cuidado. Tratemos de operacionalizar la
expresión “con cuidado”.

Envolvimiento. La confrontación debe ser en una forma en la cual el orientador se envuelva él mismo con el
cliente. Si, a través de la confrontación, el orientador encuentra que está lejos del cliente, probablemente no está
confrontando con cuidado.

Motivación. El motivo del orientador debe ser ayudar al cliente, no sólo tener la razón, castigar, regresar al cliente,
o ponerlo en su lugar. Algunos orientadores tienden a dar salida a sus frustraciones a través de la confrontación,
no dándose cuenta que su falta de destreza es con frecuencia el canal real de su frustración. Un orientador que
parece estar trabajando por otro motivo que no sea el de ayudar es visto por el cliente como indigno de confianza
y pierde su base de influencia.

Relación entre el cliente y el orientador. La confrontación debe estar proporcionada a la relación entre el
orientador y el cliente. Todos nosotros sabemos que estamos más dispuestos a oír palabras fuertes de unos que
de otros. Si el orientador ha hecho poco por establecer armonía con el cliente, probablemente no habrá
confrontación. Cuidar la confrontación presupone alguna clase de intimidad entre el confrontador y el confrontado.
Esta intimidad debe ser real y no meramente alguna clase de rol de intimidad que se presuma existe debido a la
realización de la orientación misma.

El estado del cliente. El orientador debe juzgar la habilidad presente del cliente para asimilar lo que está
diciendo. Si el cliente es desorganizado y está confuso en el momento, hace poco bien agregar a su
desorganización a exigir más de él.
Cliente: Chico, no tenía idea de que las cosas fueran tan mal como las veo ahora. Es como estar medio
borracho –ni siquiera quiero mirarme por un momento.

Orientador A: Aún ahora estás escapando de lo que estoy diciendo. Es la misma cosa que haces con tu
esposa, con tus amigos, con cualquiera que se te acerque o exija atención.

Orientador Lo que estás aprendiendo de ti aquí es doloroso y penoso. Necesitas tiempo para dejar todo
B: esto comprendido y dirigido y lograr tomar tu rumbo de nuevo.

El orientador B reconoce la desorganización del cliente y trata de ayudarle y apoyarle a entender lo que pasa (nivel
primario de empatía precisa). El orientador A, por otro lado, se mueve para matar, porque él quiere oír una
respuesta (una confesión de culpa) ahora mismo que lo satisfaga a él.

El método de aproximación sucesiva. En muchos casos, la confrontación será mucho más efectiva si es
gradual. El cliente tiene que asimilar lo que se le está diciendo; él tiene que hacer lo propio o no durará. Una
buena técnica de modificación de conducta no exige todo del cliente de una sola vez. Las exigencias conductuales
son espaciadas y los éxitos son recompensados. Este movimiento en pequeños pasos, cada uno de los cuales se
refuerza, hacia una meta conductual se llama el método de “aproximación sucesiva”. Para usar este método, el
orientador tiene que desmenuzar la conducta indeseable del cliente en componentes o unidades más simples.
Será más probable que él tenga éxito si empieza con unidades concretas que son tan cruciales como otras y que
son relativamente fáciles de cambiar. Demos una mirada a un ejemplo de lo que no se hace.

Orientad Si quieres deshacerte de estos sentimientos de soledad, tienes que salir hoy y empezar a
or: interactuar efectivamente con otras gentes.

Este orientador no es concreto y pide todo de una sola vez. Si él pide de una sola vez, probablemente no
conseguirá nada. Tomemos otro ejemplo, en el cual el orientador está mucho más consciente del método de
aproximación sucesiva. El cliente está preocupado por el hecho de él crea una pobre impresión en los demás.

Orientad Has dicho que haces una pobre impresión a la gente –que parece, casi invariablemente, que
or empiezas con el pie equivocado. Una cosa que podría ayudar es tratar de ser más atento con otros,
precisamente desde el principio. Cuando nosotros estamos juntos aquí, por ejemplo, tu postura
frecuentemente parece decir que estás en alguna otra parte. Creo que los demás podrían ver que
estás interesado en ellos si tú simplemente les prestas atención más cuidadosamente.

Este orientador se da cuenta de que podría haber muchas cosas equivocadas en el enfoque de su cliente a los
demás, pero su enfoque es sistemático: empieza con una conducta que es relativamente fácil de cambiar y
empuja al cliente a cambiar su conducta aquí y ahora, en la misma sesión de orientación.

Consideremos otro ejemplo. En este caso el cliente es demasiado pasivo y termina siendo ignorado por los otros.

Orientador Has sido demasiado pasivo, Teodoro. Tienes que salir y apoderarte de la vida si esperas que los
A demás te presten atención.

El concepto “pasivo” es demasiado general, y la solución ofrecida es demasiado vaga, para que Teodoro la tome.
“Ser pasivo” debe ser desmenuzado en conductas concretas que puedan ser aprendidas gradualmente.
Orientador Teodoro, podría ser que una razón por la que la gente no te hace caso o te ignora, es que tú no
B te haces valer mucho. Puesto que tu retrocedes, pronto nadie te estará notando. Por ejemplo, tu
voz es tan suave y tranquila que algunas veces es difícil de oír. Podría ayudar que empezaras
hablando más fuerte.

El orientador B se da cuenta que Teodoro necesita algún grado de adiestramiento para hacerse valer. Confronta al
cliente con una visión general de su conducta, pero es explicito inmediatamente. También usa la misma situación
de orientación como un lugar para empezar; es una situación segura y puede ser controlada. Los ejemplos dados
tratan con auto-entendimiento y acción.

La respuesta del cliente que es confrontado

Aun cuando la confrontación es un respuesta a una súplica de un cliente para ser ayudado a vivir más
efectivamente, generalmente precipita algún grado de desorganización en el cliente. Como hemos visto, diferentes
escritores se refieren a esta experiencia bajo diferentes términos: “crisis” (Carkhuff), “desorganización” (Douds),
“un sentido de inadecuación” (Mehrabian), “desequilibrio” (Piaget), e “incertidumbre benéfica”(Beier). Todos estos
autores sugieren que las crisis precipitadas por la orientación pueden ser benéficas para el cliente. Si lo son o no
depende , en gran medida, de la destreza del orientador.

La teoría de la influencia social dice que una persona que siente que es inadecuada, está abierta (para bien o para
mal) a los procesos de influencia social en mayor grado que otras. La confrontación, puesto que generalmente sí
induce algún sentido de inadecuación en el cliente, puede dejarle más abierto a la influencia. Una forma de mirar
la confrontación es desde el punto de vista de la teoría de disonancia cognoscitiva. La confrontación induce a la
disonancia. Por ejemplo, si el cliente está jugando un juego con el orientador, la confrontación le arrebata de la
seguridad del juego. O si el orientador le señala al cliente que él está castigando a otros bajo el pretexto de
ayudarlos, el cliente así “descubierto” o desafiado, experimenta confusión o disonancia. Puesto que la disonancia
es un estado incomodo, el cliente tratará de deshacerse de él. Examinemos las formas típicas en las cuales una
persona experimentando disonancia intenta deshacerse de este desconcierto.

Desacreditar al confrontador. Atacar al confrontador, desacreditarlo, mostrarle que él no es mejor que nadie.

Esta es una de las más preponderantes estrategias para enfrentarse con la confrontación: el contra ataque. El
orientador que despierta esta clase de respuesta en su cliente sabe que está haciendo algo mal. Él no está siendo
experimentado como alguien que “está con” el cliente, y por lo tanto su ayuda es vista como ataque. El contra-
ataque es apenas una respuesta creativa a la confrontación, así que el orientador no debe provocarla.

Persuadir al confrontador que cambie sus puntos de vista. Razonar con él: mostrarle que tú realmente no eres
tan malo o que él está malinterpretando lo que tú haces… Algunas veces un cliente…llevará al orientador incauto
a un argumentar acerca de su conducta. Un cliente que está altamente empeñado en la racionalización es difícil
de tratar, pero el argumentar no es un instrumento efectivo.

Devaluar la importancia del tópico que está siendo discutido. Esta es otra forma de racionalización… El hecho
de que el cliente algunas veces evada los tópicos que son demasiados dolorosos, enfatiza la necesidad de un
entendimiento preciso de los sentimientos, experiencias y conducta del cliente. El cliente tiene derecho a devaluar
un tópico si realmente no es importante. El orientador tiene que ser lo suficientemente sensible como para
descubrir qué temas son importantes y cuáles no.

Buscar apoyo para lo puntos de vista de uno, donde sea. Algunos clientes cambian de orientadores porque
ellos “no están siendo comprendidos”. Esto puede ser una forma de buscar apoyo para los puntos de vista de uno,
donde sea. Pero un cliente puede permanecer con un orientador y aún buscar tal apoyo donde sea.

Si la orientación tiene lugar en un grupo, es mucho más difícil para un cliente encontrar y presentar un apoyo
inexistente para sus propios puntos de vista… puede tener retroinformación directa del grupo sobre su conducta.

Cambiar el conocimiento para corresponder al del confrontador. El cliente puede estar de acuerdo con el
orientador, ver su punto. Esto, también, puede ser un juego.

Un cliente puede estar de acuerdo con las confrontaciones del orientador con objeto de lograr que el orientador
“de la espalda”. Si tales confesiones no conducen a un cambio conductual, sin embargo, la sinceridad del cliente
es susceptible de sospecha. La meta del orientador en la confrontación no es tener al cliente de acuerdo con él
sino hacer que el cliente reexamine su conducta con objeto de entenderse mejor a sí mismo y actuar más
efectivamente.

Examinar su conducta con ayuda del orientador. La respuesta ideal del cliente a la confrontación incluiría la
indicación del cliente de que entiende lo que el orientador está diciendo… Esta buena voluntad tanto para
entender como para reflexionar sobre una confrontación es una habilidad que el orientador debe tratar de ayudar
a su cliente a desarrollar. Una vez que el cliente empieza a desarrollar tal destreza, entonces está listo para el
siguiente paso: aprender cómo confrontarse a sí mismo.

Precauciones y conclusión

Contexto. Hablar de la confrontación separadamente le confiere una clase de importancia que no tiene en el
proceso de ayuda… El orientador que carece de un amplio repertorio de destrezas de ayuda, especialmente las de
la empatía precisa y las necesarias para ayudar al cliente a envolverse en programas de acción efectivos, con
frecuencia tratará de enmascarar su falta de destrezas con respuestas demasiado reactivas y en confrontar
negativamente. La ayuda es un proceso orgánico y la confrontación debe crecer en ella orgánicamente. El
especialista en confrontación es con frecuencia una persona muy destructiva, una persona que no es siquiera
buena en su propia especialidad.

La confrontación y el orientador efectivo. La investigación muestra que el orientador efectivo confronta más que
el orientador de bajo nivel, pero la calidad de su confrontación es alta, y no queda sólo como un ser que confronta.
Pongámoslo francamente: el proceso de ayuda es un proceso de confrontación. Cuando se conduce hábilmente,
coloca muchas exigencias en el cliente. El orientador de alto nivel es el agente de este proceso confrontativo, pero
no se enfoca en la confrontación como una técnica separada. Un orientador de bajo nivel confronta debilidades,
mientras el orientador de alto nivel tiende a confrontar fuerzas, capacidades y recursos no usados por el cliente.
Cuando llega a la confrontación directa, un orientador de bajo nivel persiste en sus confrontaciones aún cuando
ellas no están haciendo nada bueno. El orientador de alto nivel, por otro lado, es un buen discriminador, él sabe
cuando desenmascarar, cuando desafiar.

Tomado de El orientador experto: un modelo para la ayuda sistemática y la relación interpersonal de Gerard Egan (1990). Loyola Universitiy of
Chicago. Chicago, Ill, Estados Unidos. (Págs. 149-163).

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