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{Democracia post-liberal? Desig la Bee en ad AO E 3 aT Se Th ee ARGUMENTOS DE LA POLITICA Serie coordinada por Francisco Colom, Juan Garcia-Moran, José Maria Hernandez y Fernando Quesada PENSAMIENTO CRITICO / PENSAMIENTO UTOPICO 147 Benjamin Arditi (Ed.) ¢DEMOCRACIA POST-LIBERAL? EL ESPACIO POLITICO DE LAS ASOCIACIONES Carlos Chavez Matilde Luna Juan Martin Sanchez Cristina Puga Mario Roitter Philippe Schmitter Francisco Vite ED ANTHROPOS ¢DEMOCRACIA post-liberal? El espacio politico de las asociaciones / Benjamin Arditi, editor. — Rubf (Barcelona) : Anthropos Editorial ; México : UNAM. Facultad de Ciencias Politicas y Sociales, 2005 269 p.; 20 cm. (Pensamiento Critico / Pensamiento Utédpico ; 147. Serie Argumentos de la Politica) Bibliograffas ISBN 84-7658-748-1 1. Participacién social 2.Democracia 3. Accién social 4. Ciudadanfa 5. Asociaciones I. Arditi, Benjamin, ed. II. UNAM. Facultad de Ciencias Politicas y Sociales (México) Ill, Coleccién 321.7 Primera edicién: 2005 © Benjamin Arditi et alii, 2005 © Anthropos Editorial, 2005 Edita: Anthropos Editorial. Rubi (Barcelona) www.anthropos-editorial.com En coedicién con la Facultad de Ciencias Polfticas y Sociales de la UNAM, México ISBN: 84-7658-748-1 Depésito legal: B. 34.584-2005 Disefo, realizacién y coordinacién: Plural, Servicios Editoriales (Narifio, S.L.), Rubi. Tel. y fax: 93 697 22 96 Impresién: Novagrafik. Vivaldi, 5. Montcada y Reixac Impreso en Espafia — Printed in Spain Todos los derechos reservados. Esta publicacién no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, 0 transmitida por, un sistema de recuperacién de informacién, en nin- guna forma ni por ningun medio, sea mecdnico, fotoquimico, electrénico, magnético, electro- 6éptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. Todos los trabajos incluidos en este volumen, salvo dos, los de Mario Roitter y Philippe Schmitter, fueron elaborados en el marco del proyecto «E] Futuro Pasado de la Polftica» de la Fa- cultad de Ciencias Politicas y Sociales de la Universidad Nacio- nal Auténoma de México, con financiamiento del programa PA- PIT 2001-2002 (Proyecto IN302401) de la Direccién General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) dela UNAM. Agrade- cemos al personal de la DGAPA el apoyo brindado durante los dos afios del proyecto. El escrito de Philippe Schmitter es inédi- to y fue traducido del inglés por Benjamin Arditi. Fue preparadc para el «Presente y futuro de una democracia post-liberal», con- ferencia realizada en el marco del proyecto PAPIIT en la Facul- tad de Ciencias Politicas de la UNAM en Ciudad de México el 13 de mayo de 2003. E] de Mario Roitter fue publicado inicialmen- te en Daniel Mato (coord.), Politicas de ciudadania y sociedad civil en tiempos de globalizacién, Caracas: FACES, Universidad Central de Venezuela, 2004, pp. 17-32, Agradecemos a Daniel Mato por su generosa autorizaci6n para reproducir el escrito en este volumen. INTRODUCCION Benjamin Arditi La idea de un «segundo circuito» de la politica E] supuesto bdsico de estos trabajos es que la politica y el proceso democratico trascienden la idea de ciudadania entendi- da como participaci6n electoral y se expanden hacia la sociedad civil para constituir un nuevo escenario polftico, pero este esce- nario no es una alternativa al gobierno y a los partidos sino un terreno suplementario de la politica. Este terreno puede ser vis- to como un segundo registro, nivel o circuito de la politica resul- tante de la diseminacién de espacios y formatos del intercambio polftico en la sociedad civil, especialmente a través de los movi- mientos sociales, las ONG y los grupos de interés organizados. E] objetivo es dar consistencia teérica a este segundo nivel de la polftica y proponer una imagen para pensar la relacién entre los distintos niveles 0 circuitos. E] asociacionismo y su impacto en la transformacié6n de la sociedad civil no es novedoso, pues se ha estado discutiendo durante las ultimas tres décadas, pero su formalizacién como segundo nivel 0 circuito de la politica sf lo es. Las asociaciones secundarias han creado un espacio leg{timo para su accién y ahora desarrollan redes, foros o nexos sistémicos entre sus orga- nizaciones. La acumulacidén de fuerzas a través de las redes bus- ca incrementar la eficacia polftica de las organizaciones para lograr un rapport con instituciones estatales e incidir en los te- mas que entran en Ja agenda publica. De momento, estos esfuer- zos no han cuajado en una institucionalizacién comparable ala de la politica luego de la introduccién del sufragio universal o de la creacion de un sistema de partidos, pero eso no ha impedido que el ambito de las asociaciones se convierta en un terreno al margen pero también suplementario al de la esfera de la repre- sentaci6n politico-partidaria. Offe insintia esto en relacién con los grupos de interés organizados al referirse a los esquemas cor- porativos como parte de un «circuito secundario» de la politica. Schmitter también, aunque prefiere hablar de una ciudadania secundaria o de un «segundo nivel» de la politica. Ambos ven a este circuito ya no como una reaccién conservadora a la ingo- bernabilidad sino mas bien como una propuesta innovadora acer- ca de la politica mas alld de la ciudadania primaria caracte- ristica de la politica partidaria. Schmitter lleva esta idea un paso més alla: intenta desarro- llar sus aspectos operativos para presentarla como parte de un proyecto mds ambicioso de reforma politica. Especificamente, propone institucionalizar ese circuito y otorgar financiamiento ptblico a los actores que operan en él, Parte de una constatacién elemental, a saber, que el pensamiento democratico tradicional considera alos ciudadanos individuales como los unicos actores relevantes, mientras que en la sociedad moderna los grupos de interés juegan un papel politico cada vez mas prominente. Ade- més, dice, la concepcidn liberal de la democracia se basa pri- mordialmente en la competencia electoral entre partidos polfti- cos, los grupos de interés plantean formas de deliberacién, negociaci6n e identificacién simbélica al margen de la represen- tacién electoral. Tal es el caso de los esquemas corporativos y de las organizaciones sociales mencionado anteriormente. Con todo, los grupos de interés no pueden ser tratados de la misma mane- ra que los individuos pues tienen mayor poder que éstos, son de caracter permanente y no son sujetos morales. Y, aunque exigen los mismos derechos que los partidos politicos y se ven a si mis- mos como exponentes de formas democraticas mas radicales, no sé puede dar por sentado que todos ellos sean prima facie democraticos. Si el objetivo es fortalecer la democracia aceptan- do la existencia de estos grupos, agrega, entonces se debe regu- lar su funcionamiento. Un modo de hacerlo es ofreciéndoles fi- nanciamiento a cambio de regulacién. Su propuesta consiste en asignar un estatuto semi-publico a los grupos de interés, financiarlos a través de contribuciones obligatorias y dejar que los propios ciudadanos —en vez del Es- 10 tado— se encarguen de asignar los fondos a las distintas asocia- ciones. El financiamiento provendria de un impuesto especial cobrado a cada contribuyente. Schmitter calcula que si se imple- mentara su propuesta en los Estados Unidos y se estableciera un monto tinico de 25 délares por contribuyente, habria un total de casi 2.500 millones de délares disponible para los grupos que se mueven en el circuito secundario. El financiamiento estaria li- mitado a organizaciones que cumplen ciertos requisitos, como la inclusién de todos aquéllos cuyas orientaciones caigan dentro del campo de la asociacién, la eleccién democrdtica de sus diri- gentes, la exclusién del sexismo y del racismo, la transparencia en el manejo de sus finanzas o dedicarse a actividades sin fines de lucro. Las organizaciones que califican serfan consideradas como instituciones «civicas» 0 «semiptiblicas» e incluidas en el formulario de declaracién de impuestos. Cada contribuyente ten- dria «pagarés» por el monto de su impuesto y los distribuirfa de acuerdo con sus preferencias. Los cupones serfan el equivalente de los «votos» en el Ambito de la ciudadanfa primaria. Este pro- ceso generarfa un circuito politico paralelo en el que los posibles beneficiarios competirfan por los cupones-votos. Schmitter sos- tiene que el circuito de la «ciudadania secundaria» no reempla- za sino que opera como suplemento de las instituciones politicas liberales. Lo ve como una opcién democratica posliberal en el contexto de la sociedad moderna, donde la ubicuidad de los in- tereses privados dificilmente permite hablar del «interés gene- ral». Agreguemos de pasada que esta opcién, en la medida en que genera un espacio adicional para el intercambio politico, puede contribuir a contrarrestar la deslegitimacién de la polfti- ca partidaria debido a la corrupcién de las élites o a su aleja- miento de las demandas sociales. La viabilidad de esta propuesta —al menos en su forma ac- tual-— parece estar circunscrita a paises relativamente préspe- ros, o al menos a aquellos pafses con una masa razonablemente elevada de contribuyentes y mecanismos de control fiscal efi- cientes. Pero no es tan hipotética como parece. En algunos paf- ses ya existen experiencias similares, aunque menos ambiciosas. Tal es el] caso de Espafia, donde hace algunos afios el Gobierno incluyé una seccién conocida popularmente como «el 0,5» en el formulario de declaracién del Impuesto a la Renta de las Perso- nas Fisicas (RPF). El contribuyente puede decidir si el 0,52 % 11 de sus impuestos se destinaré a la Iglesia Catélica 0 a los Minis- terios de Trabajo y Asuntos Sociales y de Relaciones Exteriores —quienes a su vez lo canalizan mediante un concurso ptblico a proyectos presentados y ejecutados por agrupaciones sin fines de lucro. Aunque el contribuyente sélo puede optar entre estos dos beneficiarios, «el 0,5» demuestra la viabilidad operativa de la propuesta de Schmitter. Tratese de un impuesto pequefio, vo- luntario u obligatorio, o de un esquema como el que se ha pues- to en marcha en Espafia, el financiamiento publico de organiza- ciones sociales permite dar continuidad a los proyectos de organismos de derechos humanos, de igualdad de género, de ayudas al desarrollo, de trabajo con migrantes, etc. Ademas, es un instrumento que incita a las organizaciones beneficiarias a adoptar mecanismos democrdticos y a someterse a escrutinio publico a cambio de dicho financiamiento. Tal vez lo mds interesante de esta experiencia espafiola es que se trata de una experiencia que ilustra una posibilidad de- mocrdtica muy distinta de la ciudadanfa primaria de la esfera liberal. La categoria bdsica no es el ciudadano elector, sino el contribuyente; la participacién polftica no se refiere al proceso de constitucién de autoridades territoriales, sino al proceso de asignacién del presupuesto estatal; la competencia entre los po- sibles beneficiarios no es entre partidos politicos, sino entre or- ganizaciones que compiten por el financiamiento proveniente del 0,52 %; los contendientes no son beneficiados con cargos publicos, sino con fondos; y, por ultimo, tal como en las pugnas electorales hay incertidumbre acerca de los resultados, también la hay en Ja competencia entre las instituciones: no se sabe de antemano qué porcentaje del IRPF ird a uno u otro de los «can- didatos» de esta contienda por fondos publicos. La tentacién de oponer sociedad y Estado En fin, todo esto apunta hacia la conformaci6n de un segun- do circuito politico distinto pero no por ello separado por com- pleto del espacio de la representaci6n territorial 0 circuito pri- mario de la polftica. La polftica comienza a parecerse cada vez mas a un archipiélago de circuitos, uno que aqui hemos denomi- nado «post-liberal» porque excede los par4metros de la politica 12 tal y como fue pensada por el liberalismo democratico clasico. Aqui hemos puesto el énfasis en el segundo circuito, el espacio politico de las asociaciones, pero el archipiélago cuenta también con un tercer 4mbito que excede el alcance de esta investigacién. Se trata del circuito o Ambito de intercambios polfticos suprana- cionales. Este circuito también implica un desafio para el mode- lo liberal democrAtico clasico. Si la activacién de la sociedad ci- vil cuestiona el confinamiento de la politica en la esfera de la representacién, los intercambios supranacionales disputan el encasillamiento de la politica en el espacio fisico del Estado-na- cién, vale decir, cuestionan la reduccién de lo externo a mera politica exterior o relaciones internacionales. Con todo, este escenario emergente de circuitos politicos 0, $i se considera que atin es prematuro hablar de circuitos, al me- nos la gama de espacios, identidades y formatos de intercambio politico no partidista, tiene sus problemas. Al igual que Schmit- ter, hemos descrito la relacién entre ciudadanjia primaria y se- cundaria como una de suplementariedad, lo cual en principio sugiere que no habrfa una superposicién significativa —y por consiguiente, tampoco una rivalidad potencial— entre el Ambito de las instituciones politicas liberales y el segundo circuito de la politica. Con ello habria que suponer que en el escenario del ar- chipiélago sélo cabe hablar de cohabitacién entre partidos y movimientos, o entre los distintos espacios politicos. Sin embar- go, la relacién entre ellos también puede ser construida de otra manera. Por ejemplo, la opcién por un formato de intervencién politica en vez de otro puede ser resultado de la inexperiencia de los participantes, de sus prejuicios o de consideraciones ideolé- gicas antes que pragmaticas. Algunos partidos siguen viendo a movimientos y asociaciones como rivales en el mercado politi- co, y a veces el prejuicio anti politico de activistas sociales (mas precisamente, un prejuicio anti partido o anti Estado) deriva de una opcién explicita por la sociedad. El trabajo de Clastres acerca de las sociedades sin Estado de los Tup{ Guaranf en Bolivia, Brasil y Paraguay brinda una suerte de inspiracién intelectual a esta postura (Clastres 1977: 19-37 y 159-186). Las observaciones de Clastres apuntan a una dicoto- mia moral entre el «Estado malo» y la sociedad entendida como una suerte de «buen salvaje». Esta contraposicién no es nueva. Como sefiala Ranciére, «la gran ilusién metapolftica de la mo- 13 dernidad es precisamente este antagonismo entre una sociedad modesta y un Estado inmodesto, un antagonismo con cuyos tér- minos los liberales y los socialistas nunca dejaron de comulgar» (Ranciére 1995: 106). Mas atin hoy, pues si la politica no se limi- ta al Ambito de demandas, agentes o instituciones estatales, gpor qué no desplazar la acci6n al terreno mds amplio y deseable de la sociedad civil? Efectivamente hay ocasiones en que el privile- gio de la sociedad civil puede ser politicamente productivo para la causa democrdtica. Ante dictaduras militares o regimenes autoritarios que cancelan o reducen el 4mbito de la represen- tacién a un formalismo vacio, la légica de la resistencia e inter- vencién politica tiende a plantearse en términos de la sociedad contra el Estado, o cuando menos a pesar de éste. Pero en gene- ral el razonamiento de «la sociedad contra el Estado» y de «los movimientos contra los partidos politicos» pone de manifiesto un optimismo desmedido acerca del posible impacto politico de las organizaciones sociales. Esta imagen de la sociedad com reserva moral de la demo- cracia refleja también un desencanto con la polftica y los polfti- cos profesionales, especialmente por la falta de control social sobre la accion partidaria. El estudio clasico de Michels demos- tré que la légica interna de los partidos, como instrumentos de organizaciones de masa, distorsiona el principio de representa- cién. Los partidos, dice Michels, no son meros representantes de intereses preexistentes. Al contrario, organizan y canalizan esos intereses, y ala vez introducen su propia agenda e intereses politicos. Los movimientos sociales frecuentemente critican a los partidos por esto. Sin embargo, esto refleja una creencia bas- tante cuestionable, a saber, que las organizaciones intermedias son meras expresiones de intereses aut6nomos, y que de alguna manera evitan el problema de la distorsién de la voluntad popu- lar que aqueja a la representacion partidaria. En otras palabras, algunas propuestas exageran los posibles efectos democraticos de las asociaciones. No hay que sobreestimar la capacidad de cooperaci6n de las asociaciones; tampoco hay que minimizar la fragmentaci6n y los posibles conflictos dentro de la sociedad ci- vil o asumir que los ciudadanos realmente quieren participar regularmente en politica. Schmitter toca esto ultimo en su capf- tulo. Por su parte, Streeck duda si las asociaciones participarian voluntariamente en la politica democratica si ello les impusiera 14 obligaciones, y menciona como ejemplo el caso de regiones prés- peras que se resisten a apoyar las politicas redistributivas para subsidiar a regiones menos desarrolladas, los barrios acomoda- dos que se niegan a pagar por obras de equipamiento colectivo para zonas populares, o los ciudadanos que no quieren que el dinero de sus impuestos se use para solventar servicios publicos para trabajadores migratorios (Streeck 1992: 518-519). Por eso no es cosa de privilegiar el movimientismo en detri- mento de la légica polftico-partidaria, ni la democracia directa sobre la democracia representativa, ni los esquemas corporati- vos a expensas de la representacion territorial. Hablar de ir mas alla de la esfera clasica de la politica liberal no implica pedir «mas sociedad y menos politica». Mas bien significa que se debe pensar la politica sin reducirla a sus encierros institucionales en el Estado, los partidos o el sistema electoral. Un enfoque mas maduro deberia reconocer que la accion colectiva no se enfrenta con una opcién simple del tipo «o lo uno 0 Jo otro». Las transi- ciones a la democracia ilustran la importancia variable de las distintas arenas politicas. En el momento de la apertura de los regimenes autoritarios —lo que Schmitter y O'Donnell (1988) denominan «liberalizacién»— los movimientos sociales son el detonante de la transicién a través de la resurreccién de la socie- dad civil, mientras que los partidos politicos asumen un papel preponderante en el momento de disefiar la institucionalidad del nuevo régimen. En épocas mds «normales», las organizacio- nes sociales pueden competir por el financiamiento ptblico en el segundo circuito descrito por Offe y Schmitter, pero la legisla- ciény las politicas piblicas requieren algtin tipo de intervencién en el terreno mds «convencional» de la politica de los partidos y del Estado. Organizaciones en el movimiento de mujeres han luchado por la igualdad de género dentro de partidos politicos, especialmente para obtener una cuota minima de participacién de mujeres en la lista de candidatos a cargos electivos de esos partidos. De manera andloga, los movimientos sociales general- mente luchan por la creacién de programas, legislacién, agen- cias y ministerios especiales abocadas a temas de género, medio ambiente, juventud, etc. En suma, no se trata de asociaciones buenas y partidos co- rruptos, de democracia directa versus democracia representati- va, de la sociedad contra el Estado, o del liberalismo contra el 15 socialismo, sino mas bien pensar cémo se podria potenciar el espacio de las asociaciones para reforzar y modificar la practica democratica. La estructura del volumen E] debate en torno al post-liberalismo es relativamente re- ciente y sdlo surge en torno a la polémica acerca del final de la historia que tuvo lugar a comienzos de la década de los noven-. tas. Los trabajos reunidos en este volumen —unos de manera implicita, otros de manera mas directa— se inspiran en este de- bate sin apelar a un lenguaje maniqueo en el tratamiento de las asociaciones, los partidos y la tematica post-liberal. Hemos desarrollado estos temas en tres partes. La primera parte del volumen trata de posicionar el debate en torno a la, sociedad civil y el tercer sector y distinguir a ambos. Roitter ras- trea el origen de la noci6n de Tercer Sector en Ia literatura de las ciencias sociales, particularmente en los Estados Unidos, que es donde aparecié originalmente, y revisa cémo se fue adaptando el concepto en el debate latinoamericano. Hace una revisién cri- tica de Ja literatura en acerca del tercer sector y toma una distan- cia critica con aquellos que tienden a establecer una relacién de equivalencia semAntica entre sociedad civil y tercer sector. El trabajo de Chavez sigue esta misma linea, pero pone menos én- fasis en la génesis del tercer sector que en la distincién entre dicho «sector» y el concepto de sociedad civil tal y como es utili- zado actualmente. Su trabajo parte de la constataci6n —ya habi- tual en las ciencias sociales— de la explosién del asociacionismo global en las ultimas décadas y que ello ha transformado nuestro imaginario politico, Busca establecer qué papel ha jugado el de- bate en torno a la sociedad civil y al tercer sector en la formacién de un segundo circuito de la politica y en el fortalecimiento y mejoramiento de la democracia. Puga también toma como punto de partida el reconocimiento de la importancia de las asociaciones como expresién organizada de accién colectiva, asociada con el funcionamiento de la demo- cracia y la expresién de intereses de todo tipo. La primera parte de su capitulo repasa diversas aproximaciones a su estudio, esta- blece la diferencia de las asociaciones respecto de los movimien- 16 tos sociales y reflexiona sobre el nuevo papel de las organizacio- nes no gubernamentales (ONG). Asimismo analiza algunos aspec- tos del funcionamiento interno de las asociaciones y dela relaci6n de las organizaciones con el entorno. En la segunda parte desplie- ga este andlisis para aplicarlo a las asociaciones mexicanas. Las ve como un universo complejo que incluye no solamente al extenso sector de las asociaciones voluntarias, sino también a las asocia- ciones politicas y a las religiosas reconocidas juridicamente, asi como al amplio conjunto de asociaciones politicas y gremiales que, al menos en parte, estan o estuvieron vinculadas a Ja estruc- tura corporativa que fue uno de los soportes del sistema politico mexicano hasta muy recientemente. E] capitulo de Luna desplaza Ja reflexién al terreno de las redes. Desde distintos enfoques se ha sugerido que las redes cons- tituyen la forma o, al menos, una modalidad de estructuraci6n importante de las sociedades contempordneas. En particular, bajo la nocién de gobernanza (governance), se ha reconocido un mo- delo de la politica institucionalmente disperso, policéntrico y diferenciado, cuyo mecanismo de coordinacién por excelencia son las redes, las cuales configuran un sistema de interacciones entre distintos tipos de instituciones y actores, entre diferentes escenarios politicos y entre gobiernos nacionales auténomos, y en donde de manera significativa participan las organizaciones de la sociedad civil. Este capitulo explora las implicaciones que las redes que operan en la esfera publica tienen con relacién ala representacién funcional, y con respecto a otras formas mas tra- dicionales 0 clasicas de la politica como Ja representacién de- mocratica. La pregunta principal es si la participacién de las asociaciones a través de redes de accién publica nos permite hablar de un nuevo circuito de la ciudadanfa, donde impera una légica de la participacion via el reconocimiento de actores colec- tivos, mds que la participacién mediante la representaci6n terri- torial o funcional. La segunda parte del libro analiza, por un lado, la idea del segundo circuito de la politica y, por el otro, retoma la propuesta de Schmitter y la contrasta con la experiencia espafiola de finan- ciamiento ptblico a proyectos de organizaciones sin fines de lu- cro a través del denominado «0,5», esto es, el fondo generado Por el 0,52 % del IRPF que los contribuyentes pueden asignar a la Iglesia catdlica o a otros fines sociales. 17 Asf, el capitulo de Vite evalua las tesis de Offe y Schmitter respecto a la ciudadanfa secundaria y a la formacién de un se- gundo circuito de la politica. Martin también retoma a Offe y a Schmitter, pero su objetivo central es analizar el papel que po- drian jugar las asociaciones civiles en la construccién de una democracia que supere el privilegio ontolégico y normativo dado al individuo liberal y su institucionalizaci6n en formas de repre- sentaci6n territorial. La existencia de las asociaciones de todo tipo (grupos de interés, sindicatos, fundaciones, comunidades vecinales, etc.) es un hecho reconocido y reivindicado por la teo- ria democratica pluralista desde hace bastante tiempo, incluso estaria en los argumentos de James Madison. Sin embargo, esa argumentaci6n no ha sido capaz de discutir si es o no necesaria la regulacién democratica de las mismas asociaciones, dejando el asunto en manos de la evolucién social. Schmitter ha tratado de discutir esa necesitad de regulacién democratica de las aso- ciaciones como un desarrollo deseable de 1a democracia existen- te llegando, incluso, a proponer algunos lineamientos normati- vos para la misma. Martin analiza la viabilidad de la propuesta de Schmitter de una «democracia corporativa» sobre el trasfon- do normativo del régimen politico espafiol. Con ello, nos presen- ta un mapa de cémo esta el mundo asociativo en Espafia y de su lugar en el funcionamiento de la democracia, concluyendo que si seria factible el mayor protagonismo que Schmitter quiere dar a las asociaciones civiles, aunque también sefala algunos ries- gos de dispersién de la responsabilidad politica y del protagonis- mo que las mayorias politicas deben tener en la conduccién del gobierno democratico. Concluye, atin sin decirlo explicitamen- te, que la nueva capa democratica protagonizada por las asocia- ciones y la ciudadanfa post-liberal (asociativa, categorial, etc.) deberia acoplarse, como su extensi6n, al sistema democratico liberal basado en el privilegio del ciudadano individual-univer- sal y la legitimidad de Jas mayorias electorales. La tercera y tltima parte contiene dos propuestas teéricas que pretenden dar un marco conceptual para evaluar el impacto que tiene un segundo circuito de la politica sobre la visién libe- ral democratica de la politica. Arditi propone la imagen del ar- chipiélago de circuitos politicos para pensar un escenario post- liberal de la politica, esto es, como un escenario que no se agota en la representaci6n territorial y la dindmica electoral, pero que 18 tampoco niega el formato electoral y partidista de la polftica. Antes bien, el segundo circuito de la politica asociativa y el terce- ro de la politica supranacional devienen suplementos del circui- to electoral, con lo cual no se minimiza la practica politico-parti- dista pero si se cuestiona un supuesto final dela historia politica en clave liberal. Esto tiene dos efectos. Uno de ellos es que a medida en que la politica coloniza nuevos Ambitos mas alla de lo electoral y partidista, la cartografia que heredamos del liberalis- mo democrdtico experimenta una suerte de descentramiento copernicano que nos arroja dentro de un escenario que puede ser descrito como un archipiélago compuesto por una serie de Ambitos 0 circuitos politicos. E] otro efecto es que este descen- tramiento anuncia el devenir-otro de la politica, la condici6n post- liberal de nuestra actualidad politica. El escrito de Schmitter, en cambio, hace un inventario de las fortalezas y debilidades de la democracia liberal y menciona las tensiones presentes en dicho modelo. Luego explora distintos mecaniismos que pueden servir para modificar el Ambito estric- tamente politico-electoral —el nucleo central de la propuesta li- beral de la politica democrética— de manera tal de generar un escenario democratico post-liberal. A diferencia de Arditi, no propone una imagen de pensamiento de la polftica post-liberal sino mas bien reformas puntuales que pueden dar origen a una democracia post-liberal. Algunas de sus propuestas son provo- cadoras, como por ejemplo, la implementaci6n del voto electré- nico por Internet, sea desde ]a casa o en kioscos callejeros, pagar alos electores para que vayan a votar, o universalizar el sufragio de manera absoluta mediante la consagracién del derecho a voto de los recién nacidos. Referencias CLASTRES, Pierre (1977), Society Against the State, Nueva York: Urizen. O'DONNELL, Guillermo y Philippe SCHMITTER (1988), Zransiciones des- de un gobierno autoritario, vol. 4: Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas, Buenos Aires: Paidés. RANCIERE, Jacques (1995), On the Shores of Politics, Londres: Verso. STREECK, Wolfgang (1992), «Inclusion and Secession: Questions on the Boundaries of Associative Democracy», Politics and Society, vol. 20, n.° 4, pp. 513-518. 19 PARTE PRIMERA SOCIEDAD CIVIL, TERCER SECTOR Y REDES EL TERCER SECTOR COMO REPRESENTACION TOPOGRAFICA DE LA SOCIEDAD CIVIL Mario M. Roitter ( Introduccién' Cuando hablamos de Sociedad Civil y de Tercer Sector, «nos referimos a un mismo objeto de estudio? ¢A qué responden estas imagenes de lo social? ¢Cudles son las fuentes de creacién y pro- pagacién de esas representaciones sociales? Este capitulo abor- da estos interrogantes, enfatizando la complejidad de fenédme- nos sociales en los que se articulan lo local y lo global. EI propésito es describir y analizar la gestaci6n de una con- cepcién particular de sociedad civil que se presenta como virtual equivalente al mundo asociativo y que bajo la denominaci6n de Tercer Sector ha alcanzado una amplia difusién y aceptacién. Sin embargo, no se propone descalificar por completo la utilidad como herramienta analitica de la idea de un sector diferenciado del Estado y de las empresas. También interesa destacar que la idea de sector ha permitido el avance del conocimiento sobre el mundo asociativo, tanto de su potencial rol de proveedor alter- nativo y complementario de servicios de bienestar, como de cons- tructor de lazos sociales y de espacios de socializacién para gru- pos y personas. Por ello, a lo largo de este trabajo se procurard diferenciar la idea de sector como categoria operacional y como esfera de produccién y de creacién de espacios de socializacién, 1. Este trabajo fue publicado inicialmente en Daniel Mato (coord.), Poltticas de ciudadanta y sociedad civil en tiempos de globalizacién, Caracas: FACES, Universi- dad Central de Venezuela, 2004, pp. 17-32, Agradecemos a Daniel Mato por su ge- nerosa autorizaci6n para reproducir el escrito en este volumen, 23 de la idea de sector a través de la cual el discurso hegeménico pretende representar a la sociedad civil. En tal sentido, es importante diferenciar la construccién de nuevos conceptos desde la esfera académica, de la apropiacién que hacen de éstos los actores sociales. Es decir, no existe una relaci6én mecdnica entre los procesos de institucionalizacién aca- démica y los que se dan en el seno de la sociedad civil. En ambos hay disputas por los significados y éstos no tienen un sentido unico y para siempre. Este capitulo se limitard a hacer un breve andlisis del surgimiento y expansién de la idea de Tercer Sector en el Ambito académico, sin avanzar en profundidad sobre las mediaciones que existen entre este proceso y los usos sociales que ha ido adquiriendo el término. Con ello se busca rescatar las posibilidades analiticas de la idea de Jercer Sector para una me- jor comprensién de los fenémenos sociales contempor4neos, asi como realizar una contribuci6n para encontrar nuevas fuentes de expansion de lo ptiblico. Nos ubicamos en una posicién me- nos univoca que aquellas que sostienen que la sola idea de sector es una mera expresién del neoliberalismo. Si bien su ascenso mediatico ha venido de la mano del nuevo (des) balance entre lo ptiblico y lo privado que impulsan los sectores conservadores en el Ambito mundial, de ello no puede derivarse que sea una idea en si misma desechable. Tal como lo sefiala Daniel Mato, es pru- dente diferenciar entre neoliberalismo y procesos de globaliza- cién (Mato 200b: 150). Es decir, que se haya globalizado el tér- mino Jercer Sector y que su contexto de aparicién sea concomitante con la hegemonia neoliberal, no es suficiente para considerar que la nocidn de sector sea meramente uno de sus subproductos. Pero tampoco nos adherimos a la pretensi6n, hoy mayorita- ria entre los investigadores del ércer Sector, particularmente en Estados Unidos y en alguna medida también en Europa, de pre- sentar esta nocién como la propia encarnacién fisica de la socie- dad civil. En virtud de ello es que he tomado la idea de visiones topogrdaficas de la sociedad civil, con la cual catalogan Nun y Aboy Carlés (2002) a estas posturas. Es en esta representacién de socie- dad civil en la cual se hace palpable el discurso neoliberal, su idea de lo social y su manera de interpretar las acciones humanas. Dado que el contenido difuso de la nocién de Tercer Sector es transferido a la idea de sociedad civil asi construida, en la prime- 24 ra parte del trabajo se presentara esta discusi6n y se clarificaran algunas cuestiones referidas a esta idea. Luego se realizaré un breve recorrido sobre la nocién de sector en Estados Unidos y el surgimiento y expansién de la idea de (un) tercer sector en ese pais. Se analizan algunas de las posturas de los investigadores que se adscriben a dicha noci6n y, finalmente, se hace un balan- ce sobre sus producciones académicas. ¢Qué es el (no gubernamental, no lucra independiente, voluntario, tercer) sector? Los atributos especificos de las organizaciones que compo- nen el llamado Zercer Sector no estarian en su sustancia sino en las similitudes y diferencias con respecto a los otros dos secto- res. Asf, comparten con las empresas su condicién de organiza- ciones privadas y con el Estado el interés por temdticas que en- cuentran alguna referencia directa o indirecta, y a veces casi imperceptible, con lo publico. Complementariamente, la condi- cién de no gubernamental, las distancia del Estado y la no lucra- tividad de las empresas. Son estas caracteristicas comunes, iden- tificadas a partir de Jas luces y las sombras que proyectan los otros dos sectores, las que justificarian considerar a estas orga- nizaciones como un conjunto bajo una misma denominacién. Pero, para muchos de los que se identifican con la idea de sector, ésta serfa una descripcién insuficiente ya que a ella deberian sumarse aspectos valorativos. Asf, no basta la condici6n de estar fuera de la érbita del Estado y cumplir con la regla de no lucrati- vidad —no distribucién de excedentes—, sino que, ademas, tie- nen que estar motivadas en el altruismo, el bien comin, etc. Aunque sabemos que estos objetivos no se derivan necesaria- mente de la accién de estas organizaciones, no obstante, siem- pre tienden a aparecer ya que constituyen el sustrato ideolégico de lo que se denomina la visi6n mitica de las entidades no lucra- tivas (Salamon 1993: 18-25; 1996: 2-8). Evitando caer en este tipo de consideraciones, la «definicién estructuraloperacional», propuesta por Lester Salamon y Hel- mut Anheier, traté de establecer un perimetro del sector a partir de incluir, ademas de la constriccién de distribuir excedentes y la separaci6n del Ambito gubernamental, otros tres atributos: 25 estar organizadas, ser autogobernadas —independientes— y ser de adhesion voluntaria —libre afiliaci6n— (Salamon et al. 1992; Campetella er al., 1998). Sobre la cuestién de los valores filantrépicos, Salamon ha realizado algunas reflexiones sumamente interesantes. En un ensayo posterior a los referenciados precedentemente, este au- tor desafia la convencional retérica que tiende a relacionar la intensidad de la tradicidn caritativa con el tamafio que alcanza el sector no lucrativo, cosa que, para este autor, no pareciera obedecer a ninguna evidencia. En vez de ello, Salamon plantea que las dimensiones del sector dependen de cuestiones tangibles tales como el marco legal, el aporte que realizan para su finan- ciamiento los gobiernos, el grado de desarrollo econémico y so- cial alcanzado y el grado de centralizacién. El desarrollo econé- mico es el mds importante de estos factores porque se ve acompafiado por un creciente grado de diferenciacién social que emerge de la divisién del trabajo y la especializacién. A su vez, estos fenémenos traen aparejado el surgimiento de una amplia clase media urbana, elemento este que es considerado clave a punto tal de considerar que cuanto mas fuerte sea la clase media de un pais mayor importancia econémica tendra el sector no lucrativo (Salamon et al 1994: 12).? Esta correlacién entre clases medias urbanas y desarrollo del Tercer Sector muestra una cierta propensién a poner la cantidad por encima de la calidad, el stock por sobre las relaciones socia- les. Desde esta perspectiva, la importancia de la red asociativa es establecida por las organizaciones mas formales que son las que aportan mayores niveles de empleo y de valor de la produccién de los servicios prestados. Los elementos que hacen a la cons- truccién democratica y a la ampliacién de los derechos dificil- mente puedan medirse de alguna forma, pero seguramente que- dardén subvaluados utilizando esta metodologia. Vayamos ahora especfficamente a la cuestién del Tercer Sec- tor. A pesar de su relativamente amplia difusi6n en América Latina 2. Para acceder a algunos de los documentos de este proyecto véase www. jhu.edu/ ~cess. En el marco de este estudio se han realizado estimaciones sobre el tamazio del sector en mas de treinta pafses. En América Latina este trabajo se llevé a cabo en Argentina, Brasil, Colombia, México y Peri. Ademas el estudio abarcé la histo- ria de estas organizaciones, el marco legal y otras investigaciones cualitativas so- bre el rol y el impacto de las ONG en campos especfficos. 26 durante la década de los afios noventa, no existe consenso sobre la validez de esta nocién como figura representativa que com- prenderfa al conjunto del universo asociativo. Las objeciones abarcan distintos aspectos. En primer lugar, la idea de una ter- cera esfera separada del Estado y «el mercado» no deja de ser una representacién simplificadora de la sociedad. Asi, por ejem- plo, ubicarlas afuera del mercado elude considerar que sus ser- vicios en muchos casos compiten con los que ofre¢en las empre- sas privadas, tal es el caso de muchos hospitales o escuelas no lucrativas. Algo similar puede decirse con respgcto al Estado. Por una parte, un porcentaje importante de su financiamiento suecle provenir de diversas agencias ptblicas y, pér otro lado, en muchos casos Estado y ONG concurren complementariamente en la prestacién de servicios sociales. “ En consecuencia, estas organizaciones no conforman un a4m- bito separado del Estado y el mercado, al estilo de lo que Nun y Aboy Carlés denominan una visién topografica (2002), sino que alo sumo se las puede diferenciar a partir de ciertos atributos nominales como un momento analftico pero luego deben ser vis- tas en su relacién con las otras dos esferas. Decimos «atributos nominales» puesto que no todos ellos tienen necesariamente exis- tencia real, tanto porque la restricci6n de no lucratividad no al- canza para certificar que trabajan con finalidades publicas, como porque pueden existir modalidades de absorcién de los exceden- tes en la forma de altos salarios. O sea, finalidades publicas y no lucratividad no son un a priori sino algo de lo que sélo puede dar cuenta la pradctica concreta de los actores involucrados. Mas alla de lo expuesto, las resistencias mas importantes que suscita el término sector, se refieren a aspectos sustanciales. Ha- blar de sector significa cobijar bajo un mismo techo a organiza- ciones que no comparten ni objetivos, ni légicas de funciona- miento comunes, ni practicas sociales equiparables (Alvarez 2001; Bombarolo 2001). Asi también lo entiende Villar al sefialar que: La diversidad propia de este universo suele desconocerse cuan- do se habla en singular del sector y cuando se le adjudican a estas organizaciones proyectos sociales compartidos y funcio- nes similares, 0 cuando se le menciona como un sujeto politico unitario y se asume que le son propios valores tales como la democracia, la equidad, el pluralismo, la transparencia, la soli- daridad o el interés por lo publico. Si bien estos valores y pers- 27

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