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ELISEO VERON Semiosis de lo Ideolégico y del Poder’ . Produccién del sentido. Materialidad del sentido. Dos “graméticas”. EEE Se trata aqui de concebir a los fenémenos de sen- tido como adoptando, por una parte, siempre la for- ma de investiduras en conglomerados de materias sensibles que, a raiz de eso, llegan a ser materias significantes (inyestiduras susceptibles de resultar descriptas como conjuntos de procesos discursivos), y como remitiendo, por la otra, al funcionamiento de un sistema productivo. Todo sistema productivo pue- de considerarse como un conjunto de. compulsio- nes cuya descripcién especifiea las condiciones bajo las cuales algo es producido, efrcula, es consumido, Otro tanto podria afirmarse respecto del sentido. Ahora bien, tales compulsiones, en lo que hace al sen- tido tal como puede localizérselo en las materias sig- nificantes que circulan en uma sociedad, no constitu- yen ciertamente un conjunto homogéneo; las men- cionadas compulsiones no brotan de una misma fuen- te, no tienen todas los mismos fundamentos ni remi- Dicho de otra manera, le funcionamiento de la produccién de sentido, cuya descripcién exige recu- rir a conceptos y modelos diferentes. En este caso, nos interesa aquello que, entre esas miiltiples com- pulsiones en Ia produccién del sentido, remite a los vineulos que mantiene el sentido con los mecanis- mos de base del funcionamiento social, es decir por lo que respecta al orden de lo ideolégico y al orden poder. Pero esto no quiere decir que vayamos a ubi- ‘carnos en un nivel particular del funcionamiento so- jal 0 que vayamos a tratar un tipo de materia sig- nificante. Todo lo contrario: ef orden de lo ideolégi- co y el orden del poder atraviesan a una sociedad de uno al otro extremo. Ya volveremos sobre cllo. Si se mira el cuadro general de una teoria de Ja produccién de sentido, éste iiltimo aparece inevita- blemente como resultado de un trabajo social (en una terminologia ligeramente diferente: como en- gendrado por diversas prdcticas). Por lo tanto, lo ue se manifiesta bajo la forma de inyestiduras de sentido cn multiples materias, es ol trabajo social, Sélo hay sentido en tanto incorporado a disposicio- nes complejas de materias sensibles. Incluso si se quic- re hablar de “representaciones” 0 de “sistemas de re- presentaciones”, éstos, para cl andlisis de la produc- cién de sentido, no pueden tener otra forma de exis- tencia que la de investiduras significantes en mate- rins, El punto de referencia obligado de toda empresa empirica en este ambito, son los fenémenos de sen- tido atestiguados, las disposiciones de materias sig- nificantes portadoras de sentido, los conjuntos sig- nificantes que han sido extraidos, por las necesidades ° Este trabajo se propone como esbozo de una problemética exiremadanente vasta y compleja, de aki que las cuestioncs sean presentadas, en el espacio disponible, de una manera muy esquemitica. Se tincita al lector a completar esta. lec- turd, sobre todo en lo que conciemne al problema de lo ideo- Iégico, con la de otros articulos: “Remarques sur Vidédlogi- que comme production de sens", Sociologie et Sociétes; Montréal, 5 (2); 45-70, e “Idéologie et communications de ‘masse: sur lo constitution du discours-bourgeois dans ta presse hebdomadaire”, Tdéologies, littérature et société on Amérique Lattine, Editions de {Université de Bruxelles, 1975: 187-226, La cuestiin de lo ideoldgico en relacién cone “discurso de le ‘clencia” se desartolla detalladamente en “Fondations” (en tung colecciin de textos prontos a aparecer). 43 del andlisis, del flujo ininterrumpido de produccién- circulacién-consumo de sentido, en un contexto so- cial dado. Lo que aqui llamamos “investidura” no es mis que la puesta en espacio-tiempo de sentido, bajo Ja forma de procesos discursivos. Se plantea aqui el problema del estatuto de und multiplicidad de conceptos analiticos utilizados en las ciencias sociales para estudiar los funcionamier tos coneernientes al poder y a las idcologias. Es e dente que tales conceptos (por ejemplo: “institucio nes”, “relaciones sociales”, “normas”, “dominacién” “representaciones”, y tantos otros) remiten a “lectu ras” hechas por el ‘socidlogo, por el antropélogo, dé “paquetes” extraordinariamente complejos de mate vias significantes de todas clases. Una teorfa de la produccién de sentido debe interrogarse por los fun damentos de tales “lecturas”. Una teoria de la pro- Anecién social de sentido no puede dejar de fandar, al mismo tiempo, su propia legitimidad epistemolé gica, en tanto discurso (con pretensién cientifica) sobre el sentido socialmente producido. Un abordaje que se proponga aplicar a los fend menos de sentido el modelo de un sistema productiva debe postular relaciones sistemiticas entre conjun- tos significantes dados (atestiguados) por una parte, y los aspectos fundamentales de todo sistema pro Guetivo: produecién, circulacién, consumo, El estu dio de tales aspectos impono Ia deseripeién de las condiciones bajo las cuales tiene lugar su funciona- miento. Puede hablarse ast de condiciones de_pro- duccién, de circulacién, de consumo. A estas tiltima. preferimos Iamarlas condiciones de reconocimiento.* Tales condiciones son cfertamente exteriores al. con junto significante dado (atestiguado) que se haya tomado como objeto de anilisis, pero no pueden con siderarse extrafias al sentido en general: esta distin ién entre sentido productivo y condiciones de pro duecién no debe reproducir la viela dicotomia in- fraestructura/superestructura, como si el sentido fue 1a una “meseta” de la sociedad que tuviera “debajo” alguna realidad ausente de sentido. El fragmento mas infimo de comportamiento social implica. algént tipo de sentido, Hay pues sentido a ambos lados dq la distineién conjunto significante/eondiciones de produccién, La intervencién del anilisis es Ia qué produce el corte, En cl funcfonamiento de una sociedad, nada es ex- tzaiio al. sentido; cl sentido. se encuentra en todas partes. Ahora bien, también lo ideolégico y el po- der se encuentran en todas partes. Dicho de ott ma- nora: todo fenémeno social puede “Ieerse” en xclacién con lo ideolégico y en relacién con el poder. Decir que lo ideolégico, que cl poder, se encuentran en todas partes, es afirmar un principio de Iectura y no Ia posibilidad conereta de llovarla a término: esta- mos muy Tejos de poseer los instrumentos para mos- trar la ubicuidad del poder y de lo ideolégico. Al mismo tiempo, afirmar que lo ideolégico, que el poder, se encuentran en todas partes, es radicalmente diferente a decir que todo es ideoldgico, que todo se reduce a la dinémica del poder. En el univers so- cial cel sentido, hay muchas otras cosas ademds de Jo ideolégico y del poder. Con esto pretendemos sefialar que “ideoldgico”, “poder”, remiten a dimen- siones de anélisis de los fenémenos sociales, y no a “cosas” a “instancias” que tendrian un “lugar” en Ia topografia social. Pero ya volveremos sobre esto. Aunquo especifiquemos nuestra empresa focalizin- dola en cl funcionamiento del sentido en relacién con los mecanismos de base de una sociedad, y por lo tanto en el orden del poder y el orden de Io ideolé- ico, la ubicuidad de estas dimensiones no facilita Ins cosas: lo cierto es que tenemos que afrontar toda suerte de materias significantes, Ahora bien, es evi- dente que las articulaciones del. sistema productive no son de la misma naturaleza en los diferentes niveles del funcionamiento social. Uno puede “leer” lo ideots.- gico en un sistema de comportamientos rituales, del mismo modo que puede hacerlo en la disposicién de Ja gestualidad cotidiana: puede mostrarse c6mo un discurso de prensa, una conversacién hogarefia 0 un diseurso filmico se acoplan en una dindmica que con ciemne al poder. En cada caso, las condiciones de produceién, de eirculacién, de reconocimiento, impli- can mecanismos diferentes, exigen la puesta en jue- 0 de anilisis especificos. Si tratamos la circulacién evanescente de las palabras en situaciones sociales lla- madas interpersonales, la produccién de sentido no resulta sometida a las mismas compulsiones que si nos interesamos por una circulacién mds “extendida” como podria ser la que hace posible el sustento tec- nolégico para el discutso escrito. Con todo, pueden precisarse algunos elementos conceptuales propios del modelo abstracto del sistema productivo de sentido considerado en general. Son los que permiten defi- nir el proceso de investigacién desde el punto de vista metodolégico, Deseribir el trabajo social de investidura de sen- tido en las materias significantes consiste en analizar ciertas operaciones discursivas de investidura de sen- ido. Tales operaciones resultan construidas (0 pos- tuladas) a partir de las marcas presentes en la mate ria sigaificante. Dicho de otra manera, esas. operacio- 4 De los tres términos que destgnan los tree momentos, conceptialmente distinguibles, de un sistema ‘productica, el de consumo parece el mds’ crudamente econdmico cumdo 10 apliea al dmbito da sentido. Probablemente, esto obe- dece al hecho de queen los ensayas (muy variados) de trans. ferencia del modelo “eeondmico” @ otras dmbitor, ta instan- cia consumo prectsamente ha merecido poca atenctin. Al no haber sido objeto de un trabajo de “metaforizactin” com- parable al que se ha sometido a los otros dos términos, con sumo continia dando la impresién de ser un término “pura. ‘mente econdmico”. En la situgeiin actual, me ha parceido prejerible reemplazarlo por el do roconocimiento, que por ‘otra parte ha sido utilisado en lingiistica para alstdér al mo- ‘mento “recepeién” del circuito dal lenguoje, a pesar de que tengo en cuenta que esto produce cierto desequilibrio. Con todo, en el estado actual de las cosas, clerta cacilacién tor ‘minoligion me parece inccitable; por otra parte, Ta estabili- zacién slo podria surgir @ partir de una decisiin individual Ad nes son siempre operaciones subyacentes, restableci- das a partir de marcas inscrfptas en Ja superficie ma- terial, En el modelo de un sistema productivo hemos distinguido tres aspectos: produccién, circulacién, reconocimiento. Puede hablarse de marcas cuando se trata de propiedades significantes cuya relacién, ya con las condiciones de produceién, ya con las con Giciones de reconocimiento, no se encuentra especi ficada. Desde ese punto de vista, por ejemplo, el lingiiista trabaja sobre las marcas propias de la ma- teria significante Ingiistica. Cuando resulta estable- ida la relacién entre una propiedad significante y sus condiciones de produecién (0 de reconocimtento) esas marcas se convierten en huellas, de la produc- cién o del reconocimento. En efecto, esos dos conjuntos de condiciones nun- ca son idénticos: las condiciones de produccién de tun conjunto significante nunca son las mismas que Jas condiciones de reconocimiento? La separacién entre produceién y reconocimiento es sumamente va- riable, de acuerdo con el nivel del funcionamiento de la produccién de sentido donde uno se ubique y de acuerdo con el tipo de conjunto significante que uno estudie, En todo caso, siempre tratamos con dos tipos de “gramiticas”: “gramiticas” de produccién y “gramiticas” de reconocimiento.? Por el contrario, no existen hablando con propiedad, huellas de la cit- culacién: el aspecto circulacién no puede hacerse “vi- sible” en el anilisis sino como separacién, precisa- mente, entre los dos conjuntos de huellas, las de la produccién y las del reconocimicnto. Fl concepto de Circulacién sélo es, de hecho, el nombre de dicha separacién, Para ilustrar la importancia de la distin- cién entre los dos tipos de gramiticas, daremos dos ejemplos situados a niveles completamente diferen- tes del funcionamiento social; ya que uno remite a Jos procesos de interaccién y el otro concierne a la circulacién social del discurso escrito. Hace tiempo, hemos intentado discernir-algunas ca- racteristicas discursivas que permitieran diferenciar el habla producida por determinados sujetos: habla que otro discurso (el de la psiquiatria y el psicoand- Iisis) referia a pacientes neuréticos graves: histéricos, fobicos, obsesivos, Era asi posible relacionar ciertas propiedades significantes de su habla con los fun- damentos dindmicos de cada tipo de “neurosis”. La manipulacién del relato sobre In enfermedad, el em- pleo de conectores temporales para deseribir el epi sodio “originario” de sus problemas, el dispositive de la enunciacién centrado en el suieto hablante se yuelven ast inteligibles, por ejemplo, a la Iuz de un modelo de la dingmica profunda de los sujetos histéri- 0s, Desde ese punto de vista, se trataba de la re- eonstruccién de tna gramética de la produccién del Aiscurso del histérico, Ahora bien, resultaba evidente al mismo tiempo, que las propiedades discursivas de este habla eran, si es posible decirlo, una puesta en facto, en la situacién misma de interaceién, de las es- trategias propias de la histeria: problema entonces del efecto de sentido de este habla sobre un interlo- cutor, problema de reconocimiento. Y resultaba im- posible inferir de manera lineal o directa, a partir de una descripcién del habla de un sujeto desde el punto de vista del sistema de las compulsiones en produccién, el efecto de sentido de este habla sobre otro sujeto: era indispensable tener en cuenta los curdticos dominantes en el interlocutor. Di- cho de otro modo: un sujeto con dominante fébica no “teaceiona” al discurso histérico de la misma ma- era que un sujeto obsesivo. Las estrategias inte- raccionales (y por ende, la puesta en juogo del poder en la situacién de interaccién) aparecen asi como una suerte de acople reciproco entre dos. gra- miticas, la del locutor productor de una palabra dada, la del interlocutor que, en reconocimiento, “retoma” esta palabra para producir otra.* Esta distineién ayuda asimismo (y se trata ahora del segundo ejemplo) a comprender Ja circulacién social de los textos, particularmente en lo que hace 2 las précticas cientiicas. Con relacién a la materia significante lingiifstica, y en la medida en que tra- tamos con compulsiones que brotan de los mecai mos del funcionamiento social, la separacién entre produceién y reconocimiento nos permite tocar la cuestién de la historia social de los textos, es decir 1 conjunto de relaciones (sisteméticas pero cambian- tes) que definen la distancia entre las condiciones (so- ciales) bajo las cuales se ha producido un texto y las condiciones (que se “desplazan”, si ast puede decirse, alo largo del tiempo histérico) bajo las cuales ese t to es “reconocido”. En cl orden de la produceién so- cial de conocimientos, esta distancia puede ser de docenas de afios. Como se ve, para un texto dado, se puede intentar reconstituir una gramética para dar cuenta de sus condiciones de produccién, pero por el otro lado existirin de hecho una serie de grama- ticas de reconocimiento, asociadas a diferentes mo- mentos histéricos en los cuales ese texto ha produci- do efectos (visibles en Ia practica discursiva de una cieneia, es decir, visibles bajo la forma de otros tex- tos con respecto a los cuales el primero fue a su vez una condicién de produccién), En consecuencia to- do texto es susceptible de esta doble lectura. He itentado aplicarlo al caso, particularmente cativo, del Curso de Ungiitstica general: a mi juicio son las condiciones de produceién de la separacién las que explican los fenémenos de emergencia de las practicas cientificas.® 2 La ausencia de esta distincién rovela ta “ilusién ine ‘manentisa” en el, andlists de textos, caracteristica de lo qu2 he Iamado la “primera semiologia’. Ver Remarques su Tidéologique comme production de sens, loc. cit. 2 El término “gramética” deberia Uocar comillas @ 10 largo de todo el texto, Para lo que sigue las hemos eliminado, con el propiiito de mo entorpecer la escritura, 4 E, Verén y C. E, Sluski, Comunicacién y neurosis, Bue- nos Aires, Editorial del Instituto, 1970. ® Al respecto ease “Fondations", op. ett. 45 Por lo tanto se abren dos perspectivas fundamenta- les en una teorfa del sentido en tanto engendrado por un sistema productiyo: una concierne a la re- construceién de gramiticas de produccién, la otra esti consagrada a la reconstrnccién de gramiticas del reconocimiento. Ahora bien, tanto desde el punto de vista. sinerénieo como desde el diacrénico, la produccién. social de sentido consiste en una red significante que resulta, a todos los efectos pricticos, infinita, En todos los niveles del fucionamiento so- ciul, tal red tiene la forma de una estructura de sucesivas intercalaciones, Tomemos un nuevo caso, al de los discursos sociales con soporte lingiiistico. En a medida en que otros textos forman siempre parte de las condiciones de produccién de un texto 6 de un conjunto textual dado, todo proceso de pro- duceién de un texto es de hecho un fendmeno de re- conocimiento. E inversamente: un coniunto de efec- tos de sentido, expresado como una gramitica de reconocimiento, s6lo puede atestiguarse bajo Ja forma de un texto producido, En la red infinita de la pro- duceién de sentido, toda gramitiea de produccién puede considerarse como resultado de condiciones de reconocimiento determinadas, y una gramitica de reconocimiento no puede sino atestiguarse bajo Ja forma de un proceso de produccién textual determinado: tal la forma de la red de la produc- cién social en la historia, El témino “determinado” es aqui decisive: pues estas graméticas no expresan propiedades “en si” de los textos; mds bien, ensayan representar las relaciones de un texto o de un con- junto de textos con su “otredad”, con su sistema productivo (social). Y este wiltimo es necesariamente histérico, Pero debemos subrayar que no se puede inferir, de manera directa y lineal, las reglas de reconoci- miento (de los “efectos de sentido” a partir de la gramitien de produccién, Esta iltima define un ‘campo de efectos de sentido posibles, pero a la sola luz de las roglas de produccién no es posible sabec cnil es concretamente la gramatica de reconocimien- to que se aplicé a un texto en un momento dado, 2. Lo plural de los textos. La orientacin discursiva, “Paquetes” significantes ELECT AL TCE Lo dicho hasta ahora implica que todo anilisis de un conjunto significante, cualquiera sea la (0 las) materia(s) significante(s) en juego, es necesaria- mente heterdnomo. El sentido producide sélo Wega a ser visible en relacién con el sistema productico que lo ha engendrado, es decir en relacién con esa “otredad” constituida por las condiciones de produc- cién, de circulacién, de reconocimiento. Los andli- sis que se quicren “inmanentes” se colocan en las prolangaciones de la lingiiistica tal como ha sido generalmente practicada hasta ahora: tomar un tex- to como una serie de enunciados que remiten a “la Tengua”. Ahora bien, y para permanecer todavia en el marco de Jos fenémenos relatives al lenguaje, una teorfa de la produceién social de sentido se pro- pone desarrollar un proceso de investigacién total- mente distinto. Pues un texto, como lugar de mani- festacién de las compulsiones sociales de 1a produc- cién de sentido, esti lejos de ser un objeto homogé- neo. Todo texto es susceptible de una multiplicidad de lecturas, es un objeto plural, es el punto de pa- saje de varios sistemas diferentes, heterogéneos, de determinacién, En un texto, dicho de otra manera, hay diferentes tipos de huellas. Y una misma marca lingiifstica puede “leerse” como huella que muestra diferentes sistemas de determinacién sogin el tipo de lectura que uno pretende hacer del texto. En un texto estin, eventualmente, Jas huellas del autor, que remiten a un. sistema’ histérico-biogrifico y_al universo de su “obra”. Estin asimismo las hucllas vinculadas al trabajo de lo inconsciente, Kstén las huellas de los vinculos que mantiene el texto con las condiciones sociales bajo las cuales ha sido pro- ducido, y también las huellas de operaciones que permiten el acople del texto a una situacién de po- der, en una red de relaciones sociales determinadas, Y asi_sucesivamente. Por eso considero un grave error intentar trabajar sobre los fenémenos discur- sivos transfiriendo cierto proceso de investigacién lingiifsiea fundado sobre la nocién de “lengua”. Tal transferencia caracteriza la “primera semiologia”® Desde una perspectiva de esa indole, se trataria de hacer “cl andlisis del discurso”, de constituir una suerte de teoria universal de lo discursivo, depen- iente v complementaria de Ia teoria de la lengua. Cuando uno se coloca en el nivel del funcionamiento discursive, se encuentra en el plano social, Ia pro- duccién discursiva de sentido (y nada hay que no sea discursivo) es enteramente social: uno trata con discursos y no con el discurso. No se trata de decir que cuando se pasa al orden de lo discursivo, se pasa a Io social: de hecho, la lingiistin como cien- cia de la lengua, como ciencia extraiia a lo social, sélo pudo constituirse sobre la base de un disposi vo metodolégico destinado a expulsar lo social del Tenguaje, reduciendo Ia actividad relativa al len- guaie (siempre discursiva y siempre social) al mo- clo de la produccién de oraciones por un “hablan- te-oyente ideal”? Puede entonces verse por qué el diseurso me pa: eee un objeto ilusorio, Por el contrario, puede ensa- yarse constituir poco a poco una teorfa de Ia pro: Guceiba social de los discursos (pequefio capitulo de una teorfa de Ia produccién social del sentido en general). Y para cada tipo de anilisis hay que es- pecificar el nivel de pertinencia de Ia lectura, el modelo del sistema productivo, en cuyo marco se ubicari un conjunto textual dado para ordenar en él ciertas operaciones. © “Remarques sur Vidéologique. ..”, loc. cit. 7 No se pretende ciertamente negar la importancia histé- rica de tal dispositice. 46 Es necesario entonces transformar el objeto empl. rico del punto de partida (cl o los textos) por medio de una investigacién que se oriente al orden de la discursividad. Definamos dicho orden de la discursi- yidad al menos por In negativa: no hay que tratar los textos como si consistieran en series (necesariamen- te lineales) de enunciados, obtenidos por “normal zacién” del corpus (obtenidos, en otras palabras, por destruccién de lo discursivo). Desde este punto de vista, el orden de lo diseursivo remite a dos cuestiones importantes. La primera concierne a Io que he llamado la materiatidad det sentido. En efecto, la discursividad es un proceso de espaciotemporalizacién de la materia Tingtiistiea: exhibicién espacial y puesta en secuencia temporal, inextricablemente ligadas_una a la otra. Contra mente a Ja opinién de Saussure, el orden del dis- curso no es lineal. La segunda cuestién concieme al hiecho de que, si se est interesado en el estudio del sentido socialmente producido de conjuntos. signili- cantes atestiguados, no se trata pricticamente nun- ea con objetos significantes homogéneos: en los dis- ‘aursos sociales, hay siempre diversas materias y por lo tanto diversos niveles de codificacién que operan simultineamente: imagen-texto; imagen-palabra-texto- sonido; palabra-comportamiento-gestualidad, ete. Esos “paquetes” significantes complejos son los que re- comren las redes sociales del sentido. 3. Lo ideolégico, el poder (I): la travesia de lo social Cobstdculo marxista). URE ORL ‘Aunque sea cierto que ninguna otra teoria ha sido tan decisiva en este dominio como la teoria marxis- ta, hay que reconocer que, actualmente, es clla Ja que constitaye el mayor obsticulo para el desenvol- vimiento de una reflexiOn sobre el funcionamiento de lo ideoldgico (0, al menos, cierta versién de di- cha teoria), Agregariamos asimismo que la tenden- cia a Ia reificacion de los conceptos se ha acentuado particularmente en la teoria marxista contemporinea, en comparacin con los textos “clisicos”. La mispla- ced concreteness ha hecho estragos. Se ha retomado Ja dicotomia infraestructura superestructura, esta con- cepeién geolégica o més bien piramidal de Ia socie- dad, que querria que esta ltima estuviera consti- tuida por “mesetas” superpuestas.® Se trata, cierta- mente, de una metifora, pero mucho es To que dice sobre las otras propiedades de Ia tcoria donde ella aparece: la “base” (extrafia, como es obvio, a lo ideolégico, que se encontraria en otra parte) es “de- terminante en tltima instancia”; la superestructura, mis 0 menos desligads, “sigue” a dicha base. O bien: la superestructura puede Megar a ser relativa- mente auténoma do la “base”, pero es cierto que lo politico se encuentra mds “préximo” a la “base” que lo ideolégico. El mismo espiritu do reificacién ha producide el curioso coneepto de “préctica ideolé- ica”, como si lo ideolégico fuera algo que se en- cuentra “en alguna parte”, como si lo ideol6gico, dentro de una misma serie homogénea, estuviera “al lado” de lo econémico y lo politico. Ahora bien, como ya hemos dicho, hablar de Io ideolégico y del poder es hablar de dos dimensiones en cl andlisis del funcionamiento de una sociedad. ‘ratamos entonces con una doble orientacién que puede conducir a cualquier fenémeno social, a cual- quier nivel del funcionamiento de una sociedad, cuando se trata de comprender a la vez su produc cién y su teproduccién.® Son pues dimensiones que atrayiesan de lado a lado a una sociedad. Se trata de comprender la semiosis necesariamente investida fen toda forma de organizacién social (aunque se la designe, cuando se Ta describe independientemente, desde su dimensién significante, o desde el orden de To econdmico”, de lo “politico”, de lo “cultur de lo “ritual”, ete). Sin esta semiosts, no puede con- cebirse ninguna forma de organizacién social. Lo que no quicre decir que esta semfosis que atraviesa a la sociedad sea, en su conjunto, susceptible de des- aaibirse a partir de un principio simple de eoheren- cia interna, sino todo lo contrario. Ya volveremos sobre esto. : Mare Augé sefialé el problema con claridad: “Se trata (...) de repensar las consecuencias de una verdad evidente, demasiado evidente acaso como para que uno la pereiba siempre con claridad. Las grandes lineas de la organizacién econémica, social © politica son el objeto de representacfones al mismo titulo que la organizacién religiosa; mas exactamen- te, organizacién y representacién se dan siempre juntas; una organizacin no existe antes de ser xe- presentada; tampoco hay raz6n para pensar que una organizacién represente otra, y que la verdad de un “nivel”, en el lenguaje de las metforas verticales, se encuentre situada en otto nivel” Se plantea gui un problema importante: el de determinar (siempre dentro del contexto de sociedades concre- tas) la naturaleza particular y las modalidades de funcionamiento de esta semiosis en el interior de Jas relaciones sociales que el socidlogo 0 el antropé- Togo describen como dependientes de lo econémico, lo social, lo politico. 8 Yo mismo utilizaba atin esta terminologia en “Vers une Togique “naturelle des mondes sociaux", Comunications, 20: (946-978, 8 No ws azaroso que en el contexto de este pensamiento marsista. “reifieante” slo haya lugar para una concepelén puramente reproductioa de lo ideoldgico. 10 Marc Augé, Théorie des pouvoirs et Wdéologic, Paris, Hermann, 1975, p. XIX. Con todo pensamos que la nocién de representaciin debe remitir a la semiosis, y por ende a a produccién de sentido y a los procesos de. investidua de materias significantes, si por una parte exe término aspira @ ser alga mds que un término cémodo para designar un problema sin resolverlo, y st por la otra se quiere evitur rein- Troducir. la. dicotomia ‘nfrasstructura/superestructura bajo tna nueea forma. AT Intentemos ahora caracterizar de una manera mis precisa estos dos conceptos de lo “ideolégico” y del “poder”; no en general, sino en relacién con la pro- Auecién de sentido, con Ia semiosis de una sociedad. Ya estamos en posesién de las referencias necesarias: tales conceptos remiten a los dos tipos de graméti- cas ya mencionados. Lo ideolégico es el nombre del sistema de rela- ciones entre un conjunto significante dado y sus condiciones sociales de produccién. En las sociedades industriales capitalistas, tales condiciones hacen a Ja manera en que la red de la semiosis social se di- namiza en virtud de los conilictos de clase. Dicho esto, me parece imposible captar a complejidad de este sistema de relaciones por medio de nociones simplifiendoras como Ja de “interés de clase” (aun- que se intente definirlo “objetivamente”). La cons- truccién de graméticas de produccién de discursos sociales puede, con facilidad, preseindir de tales nociones que implican, ademés, una teoria ingenua del sujeto. Suponiendo que un dfa tengamos los instrumen- tos para reconstituir el conjunto de las condiciones de produccién de un tipo especifico de sentido pro- Cucido, se podri decir que una ideologia, histérica- mente determinada (en el sentido en que se habla de “fascismo”, de “socialismo, de “stalinismo”) no s més que una gramitica de produecién. O més bien: uma familia de graméticas, pues habri que ex- plicar cémo una ideologia histéricamente determina- da puede investir a muy diferentes materias signifi cantes (el discurso escrito, el comportamiento social, los filmes, el espacio —no se ha hablado acaso de Ia “arquitectura fascista”, etc.), Ahora bien, las con- diciones de tal investidura’ (el proceso de produc- cién) no son las mismas para las diferentes materias. Cada materia define ciertas compulsiones. ospecifi cas impuestas a las operaciones discursivas de in- vestidura de sentido.1! Cuamdo se trata de dar cuenta, en el interior de un proceso determinado de cisculacién, de los efec- tos de sentido de un conjunto significante dado, es decir cuando se mira del Indo del reconocimiento, enfrentamos la cuestién del poder. La nocién de “poder” de un discurso slo puede designar los efec- tos de ese discurso en el interior de un telido deter- minado de relaciones sociales. Ahora bien, tales ef tos sdlo pueden tener Ia forma de otra produccién de sentido. Ya lo hemos dicho: todo reconocimiento engendra una produccién, toda produccién resulta devun sistema de reconocimientos, Si, por ejemplo, tal tipo de “mensaje” de los medios ‘masivos tiene cfectivamente un poder sobre los. “receptores”, ese poder sdlo puede interesarnos en Ja forma del’ sen- tido producido: comportamientos, palabras, gestos, que definen a su vez las relaciones sociales determi- nadas mantenidas por los mencionados “receptores”, y que se entrelazan as{ en Ia red infinita de la se. miosis social. Esta manera de concebir los conceptos de lo “ideo- Iégico” y del “poder” implica algunas consecuencias, Me limitaré aqui a recordarlas ripidamente."2 “Ideol6gico” no es el nombre de un tipo de conjunto significante, por ejemplo un tipo de diseurso que seria “el discurso ideolégico". “Discurso ideologico”: he aqui otro animal que forma parte de la fauna extravagante de cierto marxismo reificante, Una vez mi imensién susceptible de indicarse en todo discurso mareado por sus condicio- nes sociales de produccién, cualquiera sea el “tipo”, Una ideologia no es un repertorio de contenidos opiniones”, “actitudes”, © ineluso “representacio- nes"), es una gramdtica’ de generacién de sentido, investidura de sentido en materias significantes. Una ideologia no puede entonces resultar definida a ni- vel de los “contenidos”. Una ideologia puede (siem- pre de manera fragmentaria) manifestarse también bajo la forma de contenidas (tal como aparece caso en lo que corrientemente se lama “discurso politi. 0"). Pero el concepto de ideologia (una ideologia) no puede definirse en este nivel, Do hecho, In rcla- cién de una ideologia (histérieamente determinada) con la produccién de sentido que engendra es del mismo tipo que la relacién entre la Lengua y la pro- duccién de habla, tal como ha sido formulada por ejemplo por Chomsky: es necesario darse los medios para describir un sistema finito (enumerable) de reglas de generacién para dar cuenta de una produc. cién do sentido que es infinita. Pues a partir de una ideologia se puede hablar de la totalidad del unt- verso, “real”, “imaginario”, y pueden utilizarse to- das as materias_significantes. El concepto de “ideolégico” nada tiene que ver con una nocién de “deformacién” u “ocultamiento” de un “real” supuesto. Se toca asi la vioja cuestién “ciencia/ ideologia”. Digamos ademis que esta cuestién concier- ne a un pequefio fragmento del universo de la produc- cin social de sentido: el orden del discurso. escrito con pretensién referencial, siendo el discurso escrito Ja forma que siempre adopta el “conocimiento cien- tifico”. Algunas observaciones, pues, referidas a este dominio restringido. El discurso. “cientifico” es. th. picamente un producto social. Para los discursos so Giales, no hay sentido que pueda ser “no-ideolégico”: tal cosa querrfa decir quo uno podria producir algiin sentido fuera de toda compulsién a engendrar, lo que seria absurdo. Todo discurso social esti some- tido a condiciones de produecién determinadas. Es posible, por cl contrario, establecer una distinefén a nivel de los efectos de sentido, entre el “efecto cientificidad”, por una parte, y el “efecto ideolbgico”, por la otra. Esta distincién’ es una cuestin de re. Conocimiento y no de produceién, Dicho de otra ma- 1 Ver mi articulo “pour une sémiologie des opérations trans-linetistiques”, Cuaderni di Studi Semiotic, 4" 81-100, 1973, pera ‘una tipologia de las reglas constitutivas de las ‘materias.significantes. 12 Se encontrard una discusién més detallada en “Fonda- tions”, op. cit 48 nera: Ia diferencia entre el efecto de sentido dis- cursivo llamado “conocimiento” y el efecto “ideold- gico” concierne al poder de los discursos, Esta tltima observacién requiere algunos comen- tarios. El fundamento de la distincién entre las dos gramiticas de reconocimiento (aquella en la que ‘opera el “efecto de cientificidad” y aquella donde se produce el “efecto ideolégico”) puede formularse de Ja manera siguiente: el “electo de cientificidad” repo- sa sobre una suerte de desdoblamiento: se reconoce al discurso como instaurador de una referencia a su referencia a lo “real” que él describe. Es referencia doble puede obtenerse cuando un discurso que, como todo discurso, se encuentra sometido a condiciones de produccién determinadas, se muestra precisamente como estando sometido a condiciones de produccién determinadas. Dicho de otro modo: la referencia del discurso a su referente est marcada por Ia referencia del discurso a sus condiciones de generacién. El “efec- te ideokigico” es por el contrario, el del discurso abso- Tuto: discurso que se muestra como el tinico discurso ible sobre aquello de lo que habla. Pero uno y ‘otro efecto de reconocimiento tienen necesariamente lugar en el interior de discursos que son ideoldgicas en produccién.® Puede verse eémo esta distincién se vincula con el poder de los discursos: para que un discurso ten- ga poder, debe poner en marcha una creencia. Las creencias implicadas por el “efecto ideolégico” y el “efecto de cientificidad” son muy distintas. El para- digma del “efecto ideolégico” es el discurso absolu- to, el discurso de la religién, Inversamente, el mode- Jo mismo del diseurso del “conocimicnto” es el de un discurso que no reclama la creencia absoluta, el de un discurso relativo. Acaso no sea imitil insistir en el hecho de que este problema (en uma vieja férmula: la cuestién “cien- cia/ideologia”) es un aspecto extremadamente par- cial del dominio de Io ideolégico: la tendencia a r ducir ese dominio a la mencionada cuestién se en- cuentra, desgraciadamente, muy difundida. El do- minio de lo ideoldgico conciere en realidad a todo sentido producido sobre el cual hayan dejado hue- Tas las condiciones sociales de su produecién. Esa es, entre las lecciones de Marx, una que no hay que abandonar: él nos ha ensefiado que si se sabe mirar, todo producto Meva las huellas del sistema produ tivo que Io ha engendrado, Eses huelkis, estin alli, pero no se Ins ve: son “invisibles”. Cierto andlisis puede hacerlas visibles: se trata del andlisis consis- tente en postular que Ia naturaleza de un producto sélo es inteligible en relacién con las reglas sociales de su generacién, Por el contrario, si se aplica sisteméticamente ese postulado al estudio de la semiosis social, hay otro aspecto de la teorla marxista que no es posible re- tener. Las divisiones se derrumban, Ios compartimen- tos estallan: lo ideoldgico no es una superestructura, pues sin ideologia, es decir, sin produccién social lo, no habria ni mereancfa, ni capital, ni 4, Lo ideolégico, el poder (IT + Ia red miiltiple Cel ubstéculo izquierdista). tS REET ATRESIA Pero, en resumidas cuentas, gqué es el poder? No podria decirselo mejor de lo que lo hace Foucaul (...) el poder, no es una institucién, ni una estruc- tura, no es cierta potencia de Ia que algunos estarian dotados: es el nombre dado a una situacién estraté- gica compleia, en una sociedad determinada”." Aho- ra bien, esas estrategias no existen fuera de los pa- quetes significantes que las contienen, no existen sin €l acople, en las relaciones sociales, de los innume- rables discursos que atraviesan la sociedad, no exis- ten sin ly intercalacién de producciones de sentido y de reconocimento de sentido, en una semiosis que Pierce describié con justeza como infinita, Imaginemos ahora una sociedad donde, por hips- tesis, un mismo y tinico conjunto de reglas producti- vas permitiera explicar la produccién de sentidos (2) en todos los niveles del funcionamiento social; (b) en el interior de todos los tipos de “paquetes” signi- ficantes; (c) en todas las redes de circulacién de sentido; (d) tanto en produccién como en recono- cimiento, Se trataria del modelo de una sociedad en- teramente dominada por una sola gramética, Tal so- ciedad permaneceria eternamente inmodificada: pa- saria su tiempo histérico reproduciéndose apacib! mente, siempre idéntica a si misma. Es sumamente dudoso que semejante sociedad haya existido alguna vez; es asimismo dudoso que alguna sociedad “primi- se parezca en algo a esta imagen. En todo caso, nada hay mis alejado de este modelo que nuestras sociedades industrigles capitalistas. Ahora bien, cierto pensamiento de izquierda in- tenta, desde hace algin tiempo, consumar la. tar imposible de explicarnos que vivimos en una sc dad de esa indole. Anunciando con estrépito sea “el %8 Considero que alli reside el fundamento de ta distincisn centre esas dos graméticas del reconocimiento, a de la “cien- tificidad", y la del “efecto ideolégico”. No se trata clerta- mente del tinico elemento, Habria que agregar que el con- cepto de wn efecto de sentido y aquellor conceptos concer- nientes a los tipos de discurso deben mantenorse, a mi juicio, perfectamente separades. Dicho de otra manera no hay que imaginarse que todo discurso producido por las instituciones Namadas “cientificas” es un discurso en el que se produce, necesariamente, el efecto de “cientificidad”. Nada de ew. Nos encontramos ante una cuestién que no dopende sola- mente de las propiedades de los discursos considerados en “si mismos” sino de las relaciones entre los diseursos y las condiciones de producetén, elreulacién y reconocimiento. 4 Michel Foucault, Histoire do la sexualité, 1 de savois,Paris, Gallimard, 1976, p, 123. La Volonté 49 fin de la produccién '$ sea “el estadio cibernético”,® tal discurso nos muestra cémo una misma y_tinica ‘est obrando en todas partes: la de la forma/ objeto, la de la forma/signo, la del “principio de si- mulaeién’, en Baudrillard; la del discurso del poder (no en tanto dimensién analitica, sino en tanto el poder conercto, tinico, que de arriba abajo domina todo) en Franklin, Curiosa paradoja en este pensa- miento, que por otra parte muestra a las claras la complejidad de Ia produccién-reconocimiento de sen- tido en nuestras sociedades capitalistas. Hace ya tiempo el funcionalismo sociolégico proclamaba ale- gremente “el fin de las ideologias”.*” Un poco mis tarde McLuhan, el profeta de la era clectrénica, disfrutaba al explicarnos que nos esté- bamos convirtiendo, de nuevo, en una “tribu” inte- grada por el poder de los medios masivos.'® Cierto pensamiento de izquierda ha invertido, pura y sim- plemente, el signo de estos tomas, retomAndolos en su tolalidad y dejindolos intactos. Todo esto arroid como resultado un discurso apocaliptico sobre la uni- ficacién absoluta de la dominacién, que ya no tiene necesidad, segtin parece, de ser efercida: el. sistema se reproduce automaticamente. He aqui la paradoia: es evidente que para comprender las condiciones de produceién de este discurso, hay que referirse ine- vitablemente al discurso del poder: no a cualquier discurso, no a todo diseurso, sino a un diseurso bien preciso: el del poder tal como se plantea dentro de las sociedades capitalistas. Se diria que ese discurso ha tenido un resonante éxito en la izquierda: algunos se han convencido de la homogeneidad y la coheren- cia total de nuestras sociedades. Por otra parte, este efecto paradojal, en la izquier- da, del discurso (o mas bien de los discursos) de la clase dominante no es nuevo. Un autor como Marcuse ya habia recorrido todo este cfrculo: partiendo de un radicalismo marcado atin por el pensamiento marxista, ha concluido con la proclamacién de un “socialismo biolégico”. Eclosién de lo irracional pu- ro en el interior de un discurso de izquierda: se tra- ta del retorno de lo reprimido. Los sintomas abun- dan: el buen tiempo de antafio, era el de las socie- dades “primitivas”; los “primitivos” slo conocen el intercambio simbélico”, ni siquiera conocen el Tn- conseiente."® Un discurso terrorista-apocaliptico aso- giado a 1a nostalgia’ de un pasado imaginario, per- dido para siempre: esto debe decirles sin duda algu- na, algo. Cuanto mas compleja es uma sociedad, més com- plejas es la semiosis que ln atraviesan. Lo ideolégico y el poder estin en todas partes, en tanto “grillas ‘de inteligibilidad del campo social”, para retomar a expresién de Foucault. Esta ubicuidad no remit pues a le homogeneidad de una coherencia global que producirfa la unificacién significante de una sociedad en su conjunto. “Omnipresencia del. poder: no en tanto tendsia el privilegio de reagruparlo todo ‘bajo su invencible unidad, sino en cuanto se pro- duce a cada instante, en todo Tugar, 0 mis bien en toda relacién entre un lugar y otro” Gualquiera sea el nivel de la produccién de sen- tido en el que nos ubiquemos, cualquiera sea la Ton- gitud de tiempo histérico que recortemos, nunca, como hemos dicho, coinciden exactamente las gra- miticas de produccién y las gramiticas de recono- cimiento, Lo ideolégico y el poder son estas redes, de Ia produccién social de sentido perpetuamento sacudidas por los mecanismos dinimicos de la so- ciedad; y por Jo tanto, siempre més 0 menos desfa- sadas uma en relacién con Ja otra: producefén y ro- conocimiento sociales del sentido estin, en cada ni- vel, en cada momento del tiempo histérico, en cada zona del funcionamiento social, sometidos & un pro- ceso perpetuo de desorden y reajuste. En la medida en que el tejido de Ia semiosis social no es mas que Ja dimensién.significante de Ia organizacién social, resulta necesariamente dinamizado por los conflictos sociales; en muestras sociedades industriales capitalis- tas, ante todo y sobre todo por los conflictos que brotan de Ja Iucha de clases. 5. Del lado del sujeto. SMEAR i A ARC A Entre el sentido investido y las condiciones de sta investidura, entre las materias significantes y Jas compulsiones que definen Ia naturaleza del tra- bajo de investidura, se encuentran los agentes de os. procesos_ de produccién y de reconocimiento:, los sujetos. El concepto de “sujeto” designa pues, desde esta perspectiva, Ia mediacién necesaria entre condiciones de produccién y proceso de produccién, entre condiciones de reconocimiento y proceso de reconocimiento. El sujeto es pues para nosotros pun- to de pasaje de las reglas operatorias de la produc- cién_y del reconocimiento, dicho de otra manera, es cl lugar de manifestacién de una legalidad que obrepase toda “conciencia” que el snieto pueda tener del sentido. Ahora bien, el sujeto no constituye, ciertamente, un “medio transparente”, todo lo contrario. Dicho, sujeto es a su vez fuente de compulsiones que de- finen su funcionamfento en tanto “sujeto”, Conside- 1 Jean Baudrillard, LEchange Symbolique et la Mort, Faris, Gdlimard, 1976. 38 Jean Fronklin, Le Discours du Pouvoit, Parts, col. “J0/ 18°, 1975, 17 Daniel Bell, en su cléstco libro The End of Ideology, N. ¥,, 1960, 18 Marshall McLuhan, Understanding media: the exten sions of man, N.Y, McGrawhill, 1964, 19 Jean Baudrillard, L’Echange Symbolique et la Mort, op. it, p. 310. 2 M, Foucault, La Volonté de savoir, op. cit, pig. 192, 50 ro que aqui encuentra el psicoanilisis su punto de articulacién con una teorla de la produccién social de sentido. Pero el término “articulacién” puede también engafiamnos: con el psicoanilisis, lo mismo que con lo ideolégico y con el poder, nos encontra- mos en presencia de un nivel de lectura. Pues lo inconsciente también est en todas partes. Cicrta- mente, no existe discurso que no esté tejido al or- den simbélico: es una trivialidad decirlo. Pero una trivialidad que encierra también un peligro, el de pronunciar, a propésito de cualquier cnestién, un mismo discurso universalizante; un discurso que se contentaria con encontrar a cada momento, la cas- tracién, el padre, cl falo, La “contribucién” del psico- anilisis se convertiria entonces en esa “nueva retd. rica” denunciada por Michel de Certeau con refe- rencia a la historia: “El recurso a la muerte del pa- dre, al Edipo o a la transferencia, sirve para cual- quier cosa. Al considerar que esos conceptos freu- dianos son utiles para todo fin, no es dificil hincar- los en las regiones obscuras de la Historia (...). Se los acomoda alli donde una explicacién econd- mica 0 sociolégica deja un resto. Literatura de la clipsis, arte de presentar los desechos, 0 vago sen- timiento de un enigma, si; pero anilisis freudiano, no”2' No se trata pues, en relacién con un conjun- to significante dado, de recoger alegremente, de aqui y de alla, las huellas del orden simbélico y de sus relaciones con lo imaginario para recomponer un modelo que permaneceria siempre igual en Ia disposicién fundamental de sus elementos. Ain su- poniendo que las “reglas de juego” para aleanzar dicha recomposicién fueran explicitas (lo que rara- mente ocurre) y no adaptadas ad hoe segin las ne- cesidades circunstanciales del anilisis (o que ocu- rre con frecuencia), tal empresa no podria. satisfa- cemos. La puesta en relacién del orden de lo ideo- Végico, del poder y de lo inconsciente implica re- presentarse una trama tejida a la vez por esas tres economias. Ya hemos intentado sugerir .por qué el orden de lo idcolégico y del poder no son idénticas, por qué remiten a probleméticas estrechamente li. fadas pero distintas, Estos dos érdenes tampoco po- drfan reducirse a la cuestién del sujeto. Ahora bien, cl “encuentro” entre estas tres economfas es un fe némeno histérico, y In trama que producen revel, en momentos diferentes, en “lugares” diferentes de Ja sociedad, trazados diferentes. Lo interesante es Ja sefial de’ esas configuraciones diferenciales. Cada disposicién de materias significantes (“normalizadas” en los medios masivos, por ejemplo), implica una posicién del sujeto que le es especifica (pensemos en el cine en comparacién con la imagen televisi- va).% En Ja diacronia, toda separacién.significativa entre produccién y reconocimiento de conjuntos tex- tuales determinados implica un cambio en la posi- cién del sujeto. En relacién con dicho “encuentro” de una teoria ei sujeto con una teoria de la produccién social del sentido, hay que subrayar Ia importancia deci- siva de un estudio que viene progresando durante estos iiltimos aiios: el de los dispositivos de la enun- ciacién. Considerarlos en general plantea enormes problemas pues si algo sabemos sobre su funeiona- miento en el interior de In materia lingiifstica, Ja teoria de esos dispositivos tal como toman forma cn otras materias distintas de la del lenguaje esté en- teramente por hacer. A esto se agrega que Io dis- cursive, la combinatoria particular propia de los “paquetes” significantes, afecta el dispositivo de enun- ciacién en el interior de cada materia. Es evidente que este dispositivo, tal como funciona en la mate- ria lingdéstica que puede tomar parte en el discurso filmico, por ejemplo, ya no es més caracteriza a la enunciacién en la acti va al lenguaje propiamente dicha, sea oral 0 eserita. iin permaneciendo dentro de Tos mites del dis- curso lingit(stico, la importancia del andlisis de In enunciacién es decisiva, con la condicién de com- prender que, en iiltima instancia, este anilisis no concierne a un “aspecto” del discurso; no se refiere un “nivel” de funcionamiento de la diseursividad sino, por el contrario, entrafia (o en todo caso, de- berfa entrafiar) una transformacién global y profunda de Ia concepcién de la actividad relativa al lenguaje. Entrelazado por doquier a las operaciones discursi- ‘yas, afectando continuamente, por ese heeho, al ma- terial lexical, el dispositivo de la enuneiacién es esa red de huellas por Ia cual lo imaginario de Ia histo- ria se inserta (siempre de manera fragmentaria, siem- pre de manera parcial, en cada proceso de produc- cién o de reconocimiento) en estructuraciones deter- minadas del orden. simbélico. 2Michel_ de Certeau, L'Beri Mimard, 1975, pag. 993. 22 Subrayemos, desde ese punto de vista, la tmportancta de los pasos reciizados en la Irisqueda de tina confiauractin fespecifica del sujeto en el interior de la instituctén einema- toprdfica (aunque no se toque alli explicitamente la cuestion de’ To ideoligico) en el repiente mimero de Communications sobre Psicoandlisis y Cine (23). Nota: (Este trabajo ha sido tmduedo por Juan Carlos Gores y revisudo por Mariana Podetti; publicado originalmente en a revista: Conmmaunieations Ne 28, 1978), wre de Histoire, Paris, Gui-

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