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Con una tasa de feminización casi doble que la del conjunto de las ocupa-
tiva, ya que actúa, en cierto modo, como sector de referencia. En este trabajo
proceso de feminización.
Hay que empezar por reafirmar, por cierto, que se trata de un proceso,
educación infantil, donde, siendo las mujeres la práctica totalidad del profeso-
sobre todo si son públicos). En todos los demás niveles y especialidades, la fe-
minización sigue avanzando, si bien es verdad que va más adelantada en los ni-
para sí mismos, y como tales o como artesanos para el mercado, pasaron a in-
la feminización de la docencia (así como otros servicios públicos del Estado so-
cial) como un proceso de socialización de las tareas domésticas, asumido por las
estereotipo (se las supone más capacitadas para esa función —y menos para
otras).
Al mismo tiempo, se trata de un trabajo (al igual que el de los otros ser-
nales), lo cual permite que no sólo mujeres sino varones se vean sometidos a
ella sin que quiebre el principio patriarcal general del predominio masculino.
Cabe pensar que la feminización obedeció también, en su momento, al
propósito de conseguir trabajo barato para una enseñanza que se iba masifi-
cando y que, por tanto, iba a requerir grandes cantidades de mano de obra (lo
cual resulta acorde con que vaya al paso de la masificación de los distintos nive-
les: primaria, secundaria, universidad). Sin embargo, los salarios reales de los
sustancialmente desde los tiempos en que se hablaba de pasar más hambre que
que la escuela ofrece (la instrucción) bastarían para hacer del sector un paria
versitaria) resulta mucho más atractivo para las mujeres que el privado por ser
esfera doméstica (quien dispone de tiempo para estudiar o quién tiene menos
prisa en volver del centro a casa) que al mercado de trabajo. Además, la división
del trabajo en los centros también es, en principio, por entero igualitaria, pues
reservas a estas afirmaciones, pero lo que quiero señalar no es que haya una
rales.
por sí mismo: los resultados de las mujeres, como alumnas en el sistema esco-
lar. La escolarización ha sido para ellas la primera ocasión de medirse con los
España desde hace ya casi dos decenios. Por lo demás, la alternativa a la educa-
sar el antiguo bachillerato (frente a la antigua FP) y se verá por qué, felices
como alumnas, muchas no imaginaron nada mejor que permanecer ahí como
las escolares. Las profesoras son las únicas mujeres (y los profesores los únicos
y calendario son idénticos, o casi, a los de sus hijos, y a los que ninguna fiesta
que mucha gente tiene que llevarse trabajo a casa (después de su jornada, no
durante la misma), las maestras tienen el privilegio de poder llevarse la casa al
trabajo (los niños a su propio colegio). Quizá se deba a esto que, después de
Las consecuencias
La feminización, por otra parte, tiene consecuencias de distinto signo y
sobre diversos aspectos del peoceso educativo y sobre sus funciones para con la
sociedad.
madre quien habitualmente se ocupa de los hijos, y puesto que son las mujeres
quienes normalmente han aprendido las habilidades y han adquirido las dispo-
sición del niño desde el entorno conocido y cálido de la familia al entorno nue-
división patriarcal del trabajo preexistente (o sea, que lo sería también si, ocu-
vas, no directivas, etc. encajan mejor (del lado docente, al contrario que del la-
mile y la de Sophie) con los presuntos atributos de la feminidad que con los de
niño está desempeñada mayoritariamente por mujeres (en muchos casos la se-
puede leerse como que, dentro o fuera del hogar, la función de las mujeres con-
siste en cuidar de los niños. Es posible también que, por identificación, haya
profesoras, como antaño pudo hacerlo la figura del maestro varón en tantos
su medio de origen.
maestro, de origen obrero o campesino, que huía así de su origen social pero
mantenía lazos culturales con él. La feminización parece que produjo una eleva-
ción del origen de clase, pues las mismas familias que daban a sus hijos varones
una educación orientada hacia las profesiones fuerte, la empresa o las esferas
dia sustituyó al hijo privilegiado de la clase obrera). Con ello, las clase popula-
cuela una institución más ajena, y viceversa (pero, a cambio, las alumnas en-
contraron una actitud más próxima). Hoy creo que estamos asistiendo a un
se orientan hacia profesiones fuertes, con lo que su lugar sería ocupado por
mujeres de clase trabajadora (en el entendido de que, a su vez, estas distincio-
como, sobre todo, los colegas de profesión están menos dispuestos a someterse
a la autoridad de una mujer que a la de un hombre. Esto haría que, en los con-
sejos escolares, los representantes del alumnado y de las familias fuesen más
linos… si realmente pintasen algo en la elección. Los colegas (incluidas las cole-
gas) actuarán igual, pero, por encima de todo, dadas las elevadas probabilida-
des, en un sector tan feminizado, de caer bajo la autoridad de una mujer (si no
recciones descafeinadas, correveidiles, sin otra función que mediar ante la ad-
sin capacidad efectiva de dirección sobre el profesorado. Del lado de los elegi-
bles, en fin, las mujeres, más comprometidas con la familia y el hogar y menos
mo candidatas.
Por último, es probable que la elevada feminización tenga que ver con la
diferencia de otros grupos ocupacionales cuya única prioridad son los ingresos
res, aquellas cuyo horario laboral es o sería cada vez más incompatible con un
Coda
El balance de la feminización es, pues, complejo. Por un lado, no debe ser
visto inocentemente como un resultado del progreso, sino tanto o más como el
efecto paradójico de ciertas resistencias al mismo. Pero, sean cuales sean las
causas, no cabe más que aplaudir tanto la incorporación de las mujeres al tra-
bajo en general como el hecho de que el sistema educativo haya sido un tram-
polín tan importante para lograrlo. Por otro lado, no debe ignorarse ninguna
no previstas, pues ello sería perjudicial tanto para la educación como para las
pero otras no, aunque no resulte muy políticamente correcto plantearlo. Sin
embargo, hay algo que quiero señalar con claridad: la principal causa de los
mente la familia, etc.), pero tampoco en una inasible estructura social, un dis-
tante poder o una omniculpable Administración. Ni tan cerca, ni tan lejos, sino
cas y las responsabilidades familiares. Las mujeres trabajadoras (no sólo las
maestras) son hoy más bien las víctimas de ese desfase entre su incorporación
sas de palacio van despacio, pero sobre todo las puramente domésticas.
Mariano Fernández Enguita es catedratico de