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FLAVIA FIORUCCI INTELECTUALES Y PERONISMO 1945-1955 Editorial Biblos Florucei, Flavia Tntelectuales y pons, 1945-1965 - 1", - Buenos ‘Ares: Bibloe, 2011 206 pps 29 x 16cm. ISBN 976-950-786-698-1 1. Historia Plitica Argentina, Titulo, ‘cpp 330.982 Diseso de tapa: Luciano Tirabossi U. Ilustracién do tapa: dibujo do Trietén reproducido en “Dies caricaturas antirrovisionistas de Tristan’, Lideralis, N° 81, enero;junio de 1955, p. 90 Armado: Ana Souza ‘Flavia Fiorueci, 2011 © Editorial Biblos, 2011 ‘Pasaje José M. Giuffra 818, CLO64ADD Buenos Aires {nfo@editorialbiblos.com / vww.editorialbiblos.com. Hecho ol depésito que dispone la Ley 11.728 Impreso en la Argentina No so permit a roproduccién parcial o atl ol almacenamionto, ol sluie, ‘Ranauisin ola ransfonanscn do cstlibroencualgwier forma o por cualgtier Ielio, sea clectrnicoo mecéico, mediante fotecopias,dgtaliaacin & ores tmetodo, sia el pormiso previo excita dl editor, Su infacsion ets penada por ibleyes 11.723 25406, Eeta primera edicié se termin6 de imprimir on Pri Californta 1251, Buenos Aires, Republica Argentina, en abril de 2011, 1er8 Clase, Agradecimientos Este Libro contiene una version reformulada de mi tesis doctoral defendida hace ya varios afios. Muchas personasmeasistieron primero con la investigacién que lev6 a la tesis y luego con la versién para el libro, Tengo deudas viejas y deudas recientes, deudas intelectuales y deudas personales, deudas materiales y deudas simbélicas. Entre las primeras quisiera reconocer la ayuda de mi director en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres, James Dunkerley, quien me crient6 on los primeros vacilantes pasos de este largo camino. Eduardo Zimmermann también estuvo cerca de esas indagaciones iniciales y fue en gran medida quien aliments, junto con ‘Marcelo Monserrat, mi gusto por la historia. Mariano Plotkin, Silvia Sigal, Alojandro Cattaruaza, John King, Nicola Miller, Lila Caimari y Anah{ Ballent leyeron parte o Ja totalidad del trabajo, formularon criticas y aportaron ideas. Marcus Klein fue un amigo y lector inteligente. Jorge Nallim compartié conmigo archivos, documentos ¢ interrogantes. Mis amigas de Londres, Maria Kenneally, Sian Lazar, Natalia Sobrevilla, Katherine Suiter y Marcela Pizarro, acompafiaron esa primera ‘escritura. Katherine fue ademas una paciante y laboriosa correctora ‘que permitié que la tesis se pudiera leer. Laura Gémez Mera me dio asilo y aliento en varios momentos. Alex Holway me brind6 hogar y ‘muchas otras cosas durante mi trabajo de campo; espero que vuelva algiin dfa. Carlos Altamirano me gui6 desde que legué a la Argentina, me aio acogida en su grupo de trabajo en la Universidad de Quilmes ¥ fue un lector licido ¢ implacable. Mis compafieros del grupo de Historia Intelectual en la Universidad de Quilmes me enseniaron més de lo que imaginan. Mi agradecimiento para cada uno de ellos | Introduccién Mito y realidad se entrolazan en los testimonios que deseriben la vide intelectual duranto los afios en que el poronismo fue gobierno, Jorge Luis Borges declaré que, durante la gesti6n de Juan Domingo Perdn, fue espiado cotidianamente por un agente estatal, quien termin6 con- virtiéndose en su amigo y Te confesé que él también odiaba a Pern ¥ 26lo obedecia érdencs. Aun cuando no la podemes rofutar, la anc {dota resulta poco crefble. No obstante, sabemnos que Borges tenfa su- ficientes razones personales para abominar del peronismo. En 1946 fue transferido de su puesto en una biblioteca local a Ia inspeccin de aves en el mercado municipal; su madre de sesenta afios debié sufrir arrosto domiciliario y su hermana fue encarcelada on la rrisién del Buen Pastor. Bl ejemplo de Borges ha sido recurrentemente invocado ‘para explicar la forma on que el peronismo se relacion6 con la intelee- ‘twalidad. Tanto es asf que referirse al divorcio entre los intelectuales y el peronismo-es hoy un punto de partida en los debates sobre este fenémeno y forma parte del imaginario ptblico® Hsa imagen ha 1. Ji, Borges con N.P. Di Giovanni, Autoblagrafia 1899-1970, Buones Alves, El ‘Ateneo, 1988, p. 122. 2, Sobre la relacién entre los intelectual y el perontsmo, véanse J.C Portanticro, Realism y realidad en la narrativa argentina, Buencs Aires, Proyon, 1961; J. King, Sur, Betudio de la reusta argentina y de su popel en el deserrolo de una cultura 1987-1970, Buenos Aires, Fondo de Cultura Beondenica, 1989; 0. Terdn, “Resgos de Ii eadlate agutinn ws la devala de 1950%, on Zr busca le fa Sdeologta argentina, Buenos Altes, Catdlogos, 1986; Nuestros aftos sesenta. La formacién de una nueva {qulerda intelectual argentina 1966-1966, Buenos Aices, El Cielo por Asso, 1993; . ‘Altamivano,"zQue hacer con les masas?", en C.Altaairano y B. Sarlo(eds),La bata a) w Flavia Fioruce surado las indagaciones més sisteméticas sobre la vida intelectual durante el periodo y oculta las contradicciones de un régimen que es- {tuvo dominado por impulsos dispares en el érea, Intentando inquitir en ese divarcio, en entender sus causas y sus manifestaciones, este} Libro tiene como objetivo abordar las relaciones que se dieron entre los, intelectuales y el peronismo en el poriodo desde el ascenso de Perén| en 1946 hasta los doce primeros meses que siguieron a la Revolucién Libertadora tomando en cuenta tanto la perspectiva estatal como la de los intelectuales. El ohjetivo no es reemplazar una historia de cen-| sura y hostigemiento por otra de iniciativas conciliadoras sino ras- ‘fear las tramas que dan cuenta de una relacién compleja, marcada desde el principio por el desentendimiento. Si bien el foco del estudio e8td centrado en los intelectuales antiperonistas, entre otras cosas porque éstos eran mayorfa, el libro dedica un capitulo a aquellos que expresaron su adhesién al peronismo de modo de evaluar el vinculo que el régimen entablé con sus propios cuadros intelectuales. ‘Antes de comenzar con el andllisis, es preciso aclarar algunos términos y supuestos metodolégicos que gufan esta investigacién. Para empezar, es indisponseble dejar on claro qué entendemos como intelectual. Es sabido que cualquier definicidn que se adopte de este término puede ser contestada. Con cicrta ironfa Norberto Bobbio afirmé que se necesitaria la memoria de una computadora poderosfsima para transeribir las definiciones.* En ol marco de este Iibro la progunta tiene implicancias concretas: zquiénes son aque- Ios sobre los cuales discurriremos en estas paginas? La extensa lista de debates y polémicas sobre la naturaleza del intelectual y sobre sus rasgos 0 atributos més salientes habla de un concepto polisémico. Siguiendo el esquema propuesto por Stefan Collint, po- deinos decir que los sentidos 0 las definiciones del término “intelec- tual” se agotan en tres grandes grupos (también pueden aparecer ‘en versiones combinadas): aquellas que ven al intelectual como ‘una catogorfa ocupacional (es decir, quien se ocupa de las ideas y la cultura); aquellas que definen al intelectual como alguien poseido por una determinada actitud hacia la verdad, el anélisis y el saber, ¥y por iltimo, aquellas que sostienen que el intelectual es alguien Ta de lar Ldzes (1949-1973), Buenos Airos, Avis, 2001; P. Neiburg, Los intlectuoles 1a invencién del peroniemo, Buenos Aire, Aliensa, 1988. Para un toetimonio dela ‘poet sobre esta relacion, véanse la vevista Contorna y A. Jauretshe, Les profeas det odio, Buenos Aires, Pena Lillo, 1958. 8.N, Bobbio, La dusty la elecién, Intelectualee y peer en la sociedad contempord: i, Pads, 1998, p. 57 Introduccion a -que detente alguna forma do “autoridad cultural” que le permite y £ Sle exige al mismo tiempo dirigirse sobre cuestiones de interés pxl- blico a una audiencia mayor que la de su propia especialidad. En esta iltima definicién lo central es la dimensiGn ptblica y moral de esta figura. Collini distingue los tres tipos de definiciones como Ja sociologica, la subjetiva y la cultural respectivamente. Si bien es claro que cierta disposicién y dedicacién hacia las tareas del espiritu son necesatias para ser identificado como un intelectual, ninguno de los tres tipos,de definiciones aludidos permite reali- ‘zar un recorte satisfactorio para nuestro trabajo. Las dos primeras por sii Vagtiedad y amplitud, La tercera porque representa mas un ideal que un mapa para demarcar los limites de un grupo especifi- co. Ademss, esta tltima identifica una lista conformada por figuras estelares, al menos tenedores de autoridad cultural. A lo largo det este libro veremos que algunos de los debatos mas causticos que se} * dieron en el campo intelectual on la década se debieron a disputas por el reconocimiento. Ademés, aqui nos ocupemos de un momento de la historia argentina tuand) la dimensi6n pablica de la tarea in- _delectual se vio recortada. Atendiendo a vitas particularidades, op-| “{AMios [poF utilizar la idea de autorreconocimiento, no porque todo | aquel que se identifica como un inteléctual dba ser considerado de esa forma, sino porque quien se reconoce en esa identidad partici pa de las “disputas de demarcacién” que organizan el camo. Sin pretender imponer una norma general aplicahle a otros tiempos y contextos, este estudio propone como criterio de autorreconoci- mionto la portonencia a las dos asociaciones de escritores que en ese momento agrupaban a los intelectuales: Ia Sociedad Argenti- na de Eseritores (saps) y la Asociacién de Escritores Argentinos (apza). Creemos que en la década de 1940 quien se asociaba a una | instancia representativa de los escritores, lo hacia porque se iden- tificaba como un miembro del campo intelectual 4,9, Collins, Public Moratists Politica! Life ond Intellactual Thought in Britein, 1950 1930, Londtes, Claredon, 1888, p. 28, y Absent Minds in Britain, Osford Uaiversity, Press, 2007, pp, 45-52. Recordemos que estas definiciones zon siempre autolefinicio- nes, por Io tanto buscan reforzar una configuracién socal determinada y ssequrar l eetatas de un grapo particular. Asimismo, el mundo intelectual constituye una “pirdmide” cuya hase esté poblada por figuras menores o aspirantes a intelectuales Tos euales, aunque no logren ser reconecidos por sus colages ome ciudadaris plonos ola misina comunidad, tienen Anclones fundamanteles en eve campo, como la de firma la jerarquias del propio campo. Véase 2. Baumman, Legisladorese intr pretes. Sobre la modernided, le posmedernidad y le intalctuaies, Bernal, Universi+ ‘dad Nacional de Quilmes, 205.8 ey “ Flavia Forueel Lanémina de asociados de estas instituciones inclufa nombres im- portantes pero también personajes desconocidos, Les actas de ambas =las cuales especificaban quign se podia intograr a ellas— remiten a Cefiniciones del intelectual que no son restrictivas. En el caso de la save, cualquiera que tuviera publicaciones tanto de naturaleza artis: tica, periodistica o técnica podia integrarse.* La aveA no ponta restric- ciones de ese tipo. Una convocatoria tan amplia habla de un mundo donde la figura del escxitor y Ja del intelectual recortaban el mismo universo de personas y donde todavia no habfa una ocupacién parti- cular que pudiera asociarse a esas identidades. Para citar un ejemplo, Carlos Alberto Erro, abogado, profesor de una eétedra de sociclogia y autor de trabajos sobre la sociedad argentina, ejercié como presidente de la saps entre 1948 y 1950. Esto tiene que ver con el desarrollo y la dinamica del campo intelectual en la década de 1940, que no estaba, todavia sujeto a una l6gica de especializacién disciplinaria, Es decir, Ia heterogeneidad de figuras que se autofdentificaban como escritores yfo intelectuales se explica por la ausencia de campos disciplinarios consolidados y por un contexto donde el saber universitario no se ha- bfa afianzado todavia como fuente de legitimidad para intervenir pit blicamentes Este trabajo se vale del concepto de campo intelectual elaborado por Pierre Bourdieu para abordar la vida intelectual en el periodo. Es decir que parte de la visién de que los eseritores conforman un maicrocosmos en el mundo social que se rige por una logica espectfi- ca: posee roglas, formas de reconocimiento y sancién diferentes de las que gobiernan otros ambitos de la sociedad. Esto quiere decir que el campo intelectual opera con relativa autonomia.’ Como es sabido, la autonomfa depende del grado de institucionalizacién del campo. Em ocasiones ésta funciona mas como un ideal que na rea- Hidad conereta pero, como veremos, au defensa estuvo en el centro 5, Véase Boletn de ta save, an0 i, vol, N° 28, noviembre de 1949. 6, Bh las décadas de 1950 y de 1960 se leron en la Argentina una serie de situacio- ‘es que convergieron en la consolidacion y en la profesionalizacién del campo de las cloncias sociales. Sobre este proceso, vlanse F. Nefburg y M. Plokin (comps), Inde leatuales 9 experts. La cansteucisn del conocimalento social en ta Argentina, Buonos Aires, Paldés, 004, y A. Blanco, Rezzn y modernidad. Gine Germant y la secialogia ‘nla Argentina, Buenos Aires, Sigo VeInstano, 2008 17. Sobre al concepto de campo intelectual, véase P, Bourdieu, The Fletd of Cultural Production, Columbia University Pres, 1998, Sabre a uilidad de este concepia pare lg historia ‘intelectual, vease C. Altamirano, Intolectuates. Notas de investigacisn, Buenos Aires, Norma, 2007, . 86. Introduce 6 de muchos de los conflictos del peronismo con la intelectualidad. En fl caso argentino, el campo intelectual comenz6 a articularse alrede- dor de 1910 y para la década de 1940, aunque loe cambios no habtan vido todos en la misma direccién, varios eran los indicios de que ese ‘campo se habia afianzado.' En el Ambito econdmico se hablan pro- ducido en ese lapso significativas transformaciones de escala. El crecimiento y la diversificacién del pdblico lector que se fue dando en forma sostenida desde inicios del siglo xx, fruto de la educacién publica y las campafias de alfabotizacién, implicé una notable ex- pansién del mercado interno para la industria cultural. La dismi- nucién de las tasas de analfabetismo fue muy mareada: se pasé de una tasa aproximada del 85% de anelfabetismo entre la poblacién de catorce afios y més en 1914, a una del 16,8% en 1943.’ La ex: pansién del mercado cultural se tradujo autométicamente en la multiplicacién de oportunidades laborales para los escritores tanto en la prensa periédica como en las editoriales que se fundaron en esos dias." Al mismo tiempo se incrementaron y sofisticaron las 8, Caries Altamirano y Beatria Sarlogostionen que es alrededor del Centenario cuan: dlo ae puede registrar una serle de trensformaciones que remiten a un gremio (el de los escritores) que comienca 2 adoptar“peries profesionsles”. Entre las modifcacio- nes espesfeas, se encuentran cambios econtmleos la précica de escribir se vuelve ‘remunerada sobre todo a través del periodismo; transformaciones en las dindmicas de la vida imtaleetual como Ta aparicion do nuevos dmbltos de soiabilidad, instan- tlas de enoptacion y consagracion y cambios en los debates del eampo. B. Serlo y C. ‘Altannirano, "La Argentina del Centenario: eampo intelectual, vida litrariay temas Fdecligiens",on C. Altanirano yB. Sarl, Ensayes argentinas. De Sarmiento la van- guard, Buenos Aires, Are, 1897, pp. 161-191. 9.A\la mayor alfabetizasisn se debo agrogar Ia erecienta urbanizacién, Bn 1914 la po- blacidn urbana constbwia un 62,76 de la poblaeion yen 1943 un mayeritario 61,1%. [Lee cites aatalaben a la Argentina como uno de los pafses de mayor poblacion urba- nna con una proparcién poco menor ala de Gran Brotaha, Alemania e Italia y mayor (que la de Francia, Bstades Unidos y Canada. Véaso Cinco Bscolar de la Nacién, Buenos Aires, Tallores Graficos del Consejo Nacional de Béueacién, 1946, ye flo to del Consefo Nacional de Baucacién, "El analfabtismo en Ie Argentina. Estudio ‘comparativo desde 1869 2 1943, Informe de la Direceién del Conso Escolar, Tlleres ‘Graficos del Consejo Nacional de Baucecién, 1944, 10, Batre las editoriales que aparecieron ese destaccr a Sur (1999), Bspasa-Calpe ‘Argentina (1997), Losada (1998), Sudamericana (1080), Bmecé (1999), Santiago Rue- ‘Ge (1989) y Nova (2842), Bl boom editorial fue e producto el erecimiento dol patblico fector; de una taywuitars wniusve favorable pete tambien dele gusrea eivl en Be ‘pana que hizo que las editoriales peninsulares interrumpieran sus ventas, En 9:0 Eontexto el ibro producido en la Arguntina conquisté el mercado internacional (sobre todo el espatal ye! hispancamerioano) Tanto eas queen laéécada del 4D le Axgen- tina llegéa proveer el 80% de ls libros importados por Espasa. Em el rubro del pe- 16 Flavia Pioruedl instancias de sociabilidad y do ordonacién espectticas del campo. La creaciGn de la sabe en 1928, de la que nos ocuparemos en el capitulo 2, y el apoyo que ésta logré captar en sus dos primeras décadas de existencia condensan muchas de las transformaciones que se dieron en el campo intelectual desde el Centenario." La convocatoria lograda por ésta puede ser lefda como un reflejo de lo diseminada que estaba la ideologia profesional entre los escrito- res y como un indicio del grado de madurez del campo." Desde su constitucién la saps hizo suya una serie de reivindicaciones que eran claves para la profesionalizacign. El acta de fundacién esti- puls que la asociacién debia “representar, administrar y defender los intereses materiales y morales de los escritores y publicistas". Las primeras iniciativas —la apertura de una oficina de Asesoria “Logal con al fin do “defender los dorechos de autor”, la designacién de una comisién que elaboré un anteproyecto de Ley de Propiedad Intelectual, la organizacién del 1 Congreso de Escritores en 1996 y Ja instituci6n de varios premios (la Faja de Honor y el Gran Pre~ mio de la sape)- no se apartaron del plan inicial."* La existencia FHodismne basta mencionar que en 1945 se calulaban para todo el teritorio agentino 2.349 publicaciones periédies de distinta indole. Véase B.A. Garcte, Desarroli de fa Industria editorial argentina, Buenos Aires, Fundacién Interamericana de Biblioteso- logta Franklin, 185. Sobre las relaciones entre los perlodistas y los eseitoes, vease S. Satta, Regueros de tinte. HI diario Cettica en la década de 1920, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, 11. Sagi Satlo y Altamirano, ol proyecto gremial de Roberto J. Payr6, quien en 41907 convood a sus eclogee otcrtores a fundar una sociedad con los exprosos fines de defender sus derechos, conatituyé tno de lee indiies del perf profesional que ‘adoplaba la ocupacidn do escritor. Hl proyecto pereeid a menos de tres anos de eer Janzado y sso pudo materializarse veinte anos después con la ereacién de la sane. Sobre el proyecto de Payré, véanse M. Daliaroni, Una repdblice de las letras. Lugo- tes, Rojas, Payrd, Beeritores argentinos y Bstailo, Rosario, Beatriz Viterbo, 2008, pp. 141-161, yR. Gist, "Blt Congreso de los Bscitores Argontinos’,en R. Arrieta el. ‘La profsionatizacn de I erica lteraria, Busros Aires, Contvo Biter de América ‘Latina, 1980, p. 169. 12, Si bien el proceso de profesionalizacion no puede subsumirse a su expresicn as0- ativa, es valide considerar qua el tip y el grado de asociaciones profucidas por tan grupo ocupacional en au trapecto hacia Is profesionalizaign son un importante Indico de eu grado de madures, Véaoo R. Gonzdlez Leandsi, Las profesiones: entre {es vocaclén'y el interdecorporativo, Funcamentos para su estudio hstérieo, Madi, Cateel, 1958. 1 Las demandes por una erftica profesional. encargade a “ospeialistse" y por una ‘adecunda entenance de ia literatura ~ambas enunciadas desde sus inicios por esta articular insttucida- eran otros de los eapstulos en que se podia adivinay las in Introduccion u de esta asociacién era particularmente importante para el campo porque jerarquizaba la voz de los intelectuales al permitirles inter- venir en el debate piblico como un colectivo social, identidad a la que apelaron, como veremos, en reiteradas ocasiones. Los cambios que se dicron desde el Centenario significaban tam- bign que el émbito de influencia del intelectual habia cambiado. Al menos hasta el advenimiento de la democracia de masas en 1916, el intelectual no sélo habfa participado en la construccién del andamia- Je institucional de 12 nacién sino que habia hecho de esta labor un ‘capitulo preponderante en la constitucién de su propia identidad. Es decir que hasta entonces las fronteras entre el campo intelectal y ol politico eran difusas. Esta situacién se modificé visiblements Inego de instaurado el gobierno de Hipélito Vrigoyen, cuando la infiuencia de los intelectuales en el Ambito politico se eclips6 y su lugar fue ocupado por la naciente clase politica. Todo sucodié, seftala Silvia Sigal, como si “una ver acabada la fase de construccién, la nacién ‘hubiera torminado Ia misién reconocida a la intoligencia’. Paradé- Jicamente, lo tiltimo no significé que la politica desapareciera como ‘una variable ordenadora de la vida intelectual. Por el contrario, una | serie de procesos, que se dieron con mayor énfasis desde los atios 80, complejizaron la relacién entre el Estado, la politica y el campo in- telectual. Nos interesa aquf resaltar dos procesos que tuvieron par- ticular importancia con el advenimiento del peronismo: el evance ‘enciones “profesionalizantas’ que animeben a la sabe. B, Martinez Estrada, ‘Por la ‘mayor dignidad de la rte literaria",Boltin dla Socieiod Argentine de Escritores, N° 28, noviembre de 1949, p, 6. En el mismo belekin, véase "Una opinien vaioea. La ensenanva dela literatura”, p. 12 LA, 8. Sigal, Intolectuales y poder en Argentina, La década del 60, Buenos Aires, Siglo Vointiono, 2002, p. 8. Aun cuando varios hombres ée letras segutan recurrien- do al empleo estatal para sobrevivir, lo que se modificé en ol siglo «fue el estatus ‘que éste tania en eua carreras. Incluso les sorddices exporiencias de poder a las gue faeton invitados algunos inteloctudles fieron vives, sagiin sue propioe tes- {imonios, como una carga necesaria para compensar epraiios econémices. Seguin Leopoldo Marechal, su acoptaricn a participar camo dirccter del Consejo Nacional de Bducecidn de la ntorvencién de Santa Fe (1843) se debié a quo al cfrecimiento conatitufa “une tabla de salvacién", que debié aceptar "mds par necesidad que por fniusiastuo” Borges oe refié a sc jornada de trabajo en una bibliotece publica como un tiempo en que se sentfa “un impostor, un chambin, un equivocado esen- a”, seo de noche, une. ver iberado de tales quehsceres, polfa“eentire un escri- tor’. J-L, Borges, "Yo... Yo. Qué opina usted de st mismo?" Lenpln, diciembre de 1085, repredeldo en FL. Borges, Textos recobradlos, Busnos Airos, Bmeeé, 200), p. 192, Véate Leopoldo Marechal, en A. Alfpedo, Palabras con Leopoldo Marechal, Buenos Aires, Coyne, 1990, 18 Flavia Forucci {del intervencionismo estatal en cl 4rea cultural y la politizacién del icbate intelectual. Entendemos que estos procesos no invalidan el 350 del concepto de autonomia ya que sclo apelando a ese conveplo podemos comprender las acciones de los intelectuales y del Estado en al marco de dichas tramas. E] Estado argentino contaba desde temprano con diversas es- tructuras institueionales que operaban ms o menos indirectamente sobre el campo intelectual, par ejemplo museos, comisiones, biblio- tecas. Bran éstas instancias de intervencién individual que carecian de un rasgo programético. A partir de los afios 30 es posible observar Ia creacién de mecanismos y canales oficiales de mayor sofisticacién yarticulacién para intervenir en el érea, La primera de estas instan- ‘ias fue la formacién de la Academia de Letras en 1981. Poco tiempo después el gobierno cre6 1a Comisién Nacional de Cultura en 1933, que tenfa como fin fomentar el cultivo de las letras y las artes en el pais. Su conformacién daba cuenta de un delicado equilibrio: reunfa a figuras dela cultura y las artes pero también de la politica al incor porar dos representantes por cada una de las edmaras legislativas. Luogo el Estado auspicié la fundacién de la Comisién Argentina de Cooperaci6n intelectual y la Academia Nacional de Bellas Artes.* La creacién de instituciones como las mencionadas tiene efectos con- tradictorios sobre el campo intelectual dado que, si bien éstas pro- veen de recursos, pueden constituirse también en mecanismos para cl control estatal de los intelectuales y la cultura. La fundacién de la Academia de Letras slo tres afios después del surgimiento de le SADE es reveladora en este sentido. Si la sabe remitfa a los esfuerzos de un grupo ocupacional en pugna por la constitucién y el control de sus propias condiciones de trabajo, la Academia de Letras se proyec- taba como un contrapeso a 080s osfuerzos. A través de la Academia, el Estado asumfa expresamente el patrocinio de una asociacién que tenia como misién ‘volar la pureza dol idioma espanol”, “otorgar a los escritores la significacién social que les correspond{a” e “infundir en el pueblo la nocién de la importancia de la literatura’. Detras 115. Fl Comité Nacional da Cooperaci6n Inteleetual consttuia une substdiaria del Co- ‘ité Internscional de Coopers Intelectual, Grgano pertensciento ala Liga de las ‘Nacones que promovia cueetiones relacionadas alo intelectuales y ala cultura. El zat {gos enum el somité nacional Fue propagar Ia imagen dela Argentine on ol ertericr 26, Decrete dela ereacién dal Academia de Letras, 18 de agosto de 1981. Sobre os ‘ormeenores de la ereacién do la Academia, vance M. Galvez, Recuerdos deta vida Titerorda 1, Buenos Aires, Taurss, 2008, pp. 95-104, y C. Iberguren, La historic que he viuide, Buenos Airee, Budoba, 1868, pp. 452-467 Introduccion 19 de estos chjetivos que sonaban un tento vayos, el Estado legitimaba Ja cultura letrada, la literatura y las condiciones laborales del inte- Jectual como un érea de su incumbencia, disputando a la represen- tacién de los escritores su autoridad para decidir por si sola sobre esas cuestiones. Es posible pensar el avance del intervencionismo estatal en los afios 80 como la reaccién del Estado a la progresiva autonomizacién Jdel campo intelectual." No casualmente, algunas de las figuras es- ‘cogidas como académicos, entre otros Alberto Gerchunoff y Ricardo Rojas, se rehusaron a tomar posesién del cargo alegendo que el pro- ‘yacto mezclaba la politica con las letras. Sin embargo, con el tiempo. ‘estas instituciones lograron vencer la resistencia inicial y se logré una situacién de equilibrio entre el affn por la autonomia y el subsidio ‘que éstas facilitaban. La sane, por ejemplo, se instituyd como repre- sentante de los escritores en la Comisién de Cultura. La Academia de Letras consiguié el apoyo de figuras que antes se habian negado a integrarla, como el caso de Enrique Banchs.” Ademés de la potencial importancia material que podia implicar ¢] patronazgo, la relevancia de este entramado institucional radicaba en la presencia de canales institucionales predeterminados para encuadrar las relaciones entre | carapo intelectual y el Bstado. En paralelo al proceso anterior se dio una progresiva radicaliza- cién dal debate pablico que modificé el lugar que la politica ocupa- ba en el discurso de los escritores. Bate fue un desarrollo paulatino ‘que se fue delineando a la par de una serie de acontecimientos, tanto locales como extranjeros, que terminaron por dividir a los literatos argentinos en dos bandos irreconciliables. La Reptblica ‘Argentina experimenté desde 1880 y hasta 1930 un significativo crecimiento econémico basado en un modelo econémico agroex- portador y en un régimen politico progresivamente mas inclusivo. Esto hacta que el liberalismo gozara de un considerable grado de legitimidad y apoyo entre las elites locales. En el caso del campo intelectual, incluso cuando sus miembros profesaran diferentes ideologias y el liberalismo adoptara para estos ultimos multiples significados, Ia fe en el progreso bajo un sistema de educacién se- 17. A este proceso se puode vincular también la creacién del Instituto Cinemategré: fico del Estado en 1908, aunque dete estabu labile Ue wfaues mide abiertemente consuradores. Vease M, Gene, Un mundo etc. Imagenes de los trebajadores en el pri mer peronismo, 1946-1958, Buenos Aires, Fondo de Cultura Beonémiea, 2005. 48. 118, Gust se convirtis en académicode nimero en 1996, Enrique Banchs, quien habia rensneiado en 1992, ols a Integrarse en 1938. Ed Flavia Floruedi cular constitufa la base de un campo exento de conflictos constitu: tivos." El consenso ideolégico de base llegé a su fin en la década dé" 1980 euando hizo su aparicién el movimiento nacionalista, de un | marcado sesgo antiliberal tanto on su visién politiea como econ6- |” mica, y cuando ee dio un claro resurgimiento de creencias y valores j conservadores en distintos ambitos de Ia sociedad.® Un signo des este titimo proceso fue la vitalidad que gané en esos afios el discur- s0 religioso.* B1 Congreso de los Pen Club celebrado a principios de 1986 on Buenos Aires puede ser le{do como uno de los primeros signos de que el consenso en el campo intelectual tenia sus dias contados. Lo que habia sido pensado como un encuentro pactfico entre escritores de distintas partes del mundo se convirtié en el escenario de dcidas polémicas por el tema del fascismo. La eclo- sidn de la guerra cel apenas fa muiy Foces meses después terming finalmente con la mencionada unidad. Bl conilieto espafiol significd la polarizacién definitiva del eampo intelectual local y Je interne-/ cionalizacién de las preocupaciones de los escritores. atientras-ics nacionalistas percibieron el conflicto como una “guerra santa” paral restaurar los valores catélicos e hispanos amenazados por el corti nismo, el grueso de los escritores so oxprosé a favor del bando re-\) publicano.#* Para éstos el fascismo era un peligro para el futuro de, la sociedad occidental. La decisién de apoyar a uno u otro grupo en el conflicto espanol determiné la formacién de dos bandos entra Jos 19, En los cirelos culturalos este contenso sobrevivis hasta principio de la década de 1930. El debate entre los cecritores de Boodo y los de Florida, que tanta animesi- parece haber generado en los 20, no terminé con los énimos de colaborar entre ellos, lo que se puede observar plasmado en la Fundacin de la sank en 1928, 20, La Legada masiva de inmigrantes entre 1860 y 1914 motivéla emergencia de un ‘nacionalismo de contenido rorAntio y nostalgic, nacido al compés de una sociedad on vertiginosa transformacién, Estos naclonalistas no desefiaron el sistema Iieral; por el contrario, se abocaron 2 tratar do fortalecer lo que consideraban los elernentos ‘ella verdadera culture argentina, Propciaron una exaltacén nostalgica de Ie vida fn fas pampas, tomando al gaucho como uns figura emblematia de la Argentina ‘Sabre el fin del consenso bere, wlanse M. Plotkin, Manna ee San Parén, Buenos Aires, Ariel, 1998, y 7. Halperin Danghi, La Argentina en la tormenta del mundo, ‘Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2008, Rotemaremos el tems del nacionalismo en el expt 3, 21, La creseié de lg Cursoe de Cultura Catélica en 1922 y Ia fundacign dela revista CCriterio en 1928 con ejemplos concrotes dela vitalidad del catolicismo en exe contexto, 22, Véase Julio Meinvielle, citado por V. Trifone y G. Svaraman, La repereusién de a guerra civil espariola en la Argentine (1996-1959), Buenos Aires, Centro Bltor de ‘América Latina, 199%, p. 63, Introduce a escritores: ol democrético y el antidemocrético, segtin la termino- logia del sector més numeroso. A partir de entonces varios proyec- tos culturales que habian incluido la colaboracién de escritores de ambos grupos se convirtieron en tribunas exclusivas de un sector. El ejemplo paradigmético os ol de la revista Sur, 1a cual dejé de incluir colaboraciones de escritores nacionalistas.™ En poco tiempo Ja causa republicana derivé en la conformacién de una sociabilidad e identidad antifascista, ya que se fueron haciendo cada vez més numerosos las asociaciones y los mitines cuyo comtin denorcinador era aunar fuerzas contra la propagaciGn del fascismo.” Bsto signi- ficaba que el conflicto ideoldgico provocaba divisiones pero también solidaridades nuevas. La Junta de Amigos de la Reptiblica Espaho- Ia congrogé a muchas de estas figuras con el fin de apoyar la causa republicana. La Agrapacién de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (stare), originada en circulos cercanos al Partido Co- munista, también agregé densidad a este mundo intelectual movi- Hizedo por ol antifascismo.** Los nacionalistas se congregaron en ‘grupos como la Agrupacién Monérquica Espaftola de Beneficencia 0 los Legionarios Civiles de Franco, y publicaron en Arriba y Fa- lange Espanola. El comienzo de la Segunda Guerra Mundial profundizé aun més Ja politizacion del mundo intelectual, ya que para los escritores ésta 28, La deliberada separacién de los mfombros nacionalistasy la politizaciin do un fambito intelectaal otrora plural tambien se dio aunque algo més temprano que en. ‘otros émbitos- en el Colegio Libre de Estudios Superiores (cute). Bn 1993, Carlos Tbarguren, mlsmbro del director del cis, renuneid al mismo porque segin él una Aisertacién sobre Ia Rusia actual lo habia slertado de que la institueisn se abta onvertido on un espacio de simpatizantes del comunismo";eitado por F. Neiburg, Los intectuales,p. 142. Beta polarizacion también se trasladé a ambicntos donttfico cultaralea. Un ejemplo os a do lo efrulce peiccanalticos enalizadea per Mariano Plotkin en Freud en les pampas, Buenos Aires, Sudamericana, 2003, p83. 24, St bien el antifascismo estaba conformado por grupos y personas que diferfan en cucstiones politicoridedldgias, logeé convertizee, seg Andrés Bisse en "usa tradi son culturl(.. para conferir a los grupos unides heterogéneamente bajo esa apela- ten cierto enfoque comun"; £0 antifascismo argentino, Buenes Alres,Cedind Buenos. Libres, 2007, p. 21 25. Véace J. Cane, “Unity forthe Defense of Cultures: The lane and the Cultural Polites of Argentine Antifaslsm, 1935-1945", Hispante American Historical Review, N'71, 1987, y A. Gelentano, “Ideas ¢ intelectaales en Ia formacign de una red sud americana antifascista’, Literatura 9 Linguistica, N17, pp. 195-218 28. La palitizecion local os oquiparable alo que habia pasedo algunos anos antes en ‘algunce paises europeos como Francia, donde cleramente pare 1980 al mundo lilera- ‘Ho estaba dvidide por las discusiones relacionadas eon ol fassiamo. 2 Flavia Fioracdi mostraba en toda su tragedie Ia fortaleza del fascismo y la dimen- sidn de la amenaza.™ La politizacién de la que hablamos significa” ba que las cuestiones politicas e ideologicas infiuian en la dinamica | del campo intelectual y monopolizaban en, gran parte el contenido | autonom{a. En Té Sab¥ la radicalizaciin se tradujo en el abandono, del apoliticisme que la institucién habia levantado como una ban“ dera identitaria® Bn la revista Sur la politizacién se expres6 en la forma de una toma de partido abierta. Sur, que se deca ajena a la politica, publicé numerosos articulos y colaboraciones que hicieron iblica la preferencia del grupo por los aliados. Hasta las traduecio- nes que la editorial Sur hizo en el perfodo pueden ser lefdas en este marco, como sugiere Patricia Wilson.** El Colegio Libre de Estudios}... Superiores (cuzs) también acentué en el perfodo su perfil politico La revista Nosotros se abocé a la defensa de la democracia y publi 6 varias paginas al respecto. La fandacién de Accién Argentina on 1940, intograda por intelectuales y politicos de distinta extraccién ideolégica como Eduardo Malle y Leénidas Barletta, debe ser intor- pretada como un punto culminante en la conformacién de una red antifascista. El manifiesto inaugural de este grupo declaraba abier- tamente la necesidad de obviar diferencias en pos de la lucha contra, él fascismo.® A través de su periddico Argentina Libre, el grupo hizo de los debates, lo que claramente iba en detrimento de la anhelada ) ? 21. Wate M.D. jr, “La goer avid oe argentina’ Todo sri, N* 28, spline do 1978, 98, VéaaoP. Fiore, “Lo eeritros yl sane: entre Ia supervivenca ye antipero- tna Lor linitos dela oposcin (1940-19067, Prismas. Reubi de store Intlc- tual, N* 2, Universidad Nacional de Qulines, 200% 29. P. Wilon, La constlacién Sur, Buenos Aes Siglo Vetntune; 2008. Para une dlacuslln cobs ina aliznan ques teron al crmps dn enon emesis, ease Ft Pustlin El neclaonce dou snide pte, Cultura asst, em’; ‘ism ynadén en la Argentina: entrola sara ye Congreso Argentino de la Cultura, 1895-1960", Desarrollo Brondmieo, vl. 48, 0178, rtabreciembre de 2005; ves ‘ambien ta fompllecin de textos en M Gaia Sebastian (ed), Pusismo,yantiseis- ‘mo, Perontinoyandiperenismo, Madsi eerosmericana, 2008. 0. Bare los pltcos habia radicslee como Marcelo. de Alvesr y Bduardo Las Fencena erserveders emo Agustin . Justo y Federico Pinedo y sodalistas como ‘ifedo Pelacesy Enrique Dieimann, a quienes le wna el repo l naitme. De fcaordo con lag eomoriaa, en kre mess el grupo cogrogS aes de cncuenta mail illades y ebro mds de reslantas sucursales:Induso sf podomos eospechar que {i ndmacd ea experad rela evident que antifecieme te hablo Sseinado pera vlverse un nuevo factor da cohesion, El manifests fundacional 2 puede leer En los argentinos en R Filia y EF. Sinches Zin, Genesis de un vedinleno demoerion Buenos Aires, prenta Les, 1946 Introduccion cy ‘piblica su critica contra la politica de noutralidad en la Segunda Guerra adoptada por el gobierno. ‘im junto de 143 tavo lugar el golpe de Estado que taruind por catapultar a Perén al centro de la escena politica. Desde su Inicio, ol gobiorno militar adopté tun marcado perfil autoritario que ‘vo efectos concretos para los intelectuales. Persisti6 en la politi- cea de noutralidad y prohibié Ia activided de los partidos politicos, echando por tierra las ilusiones de quienes crefan que los militares habian intervenido para restaurar la democracia y romper las re- laciones con el Eje, Ademés, clausuré las organizaciones antifes- sistas y declaré cosantes a los profesores universitarios que habfan. firmado una nota demandando la ruptura do rolaciones con Ale- rminia. Tales acciones fueron determinantes para que los sectores autoidentificados como democréticos vincularan a las autoridades militares con ol fascismo. Perén-fue una figura clave del gobierno) que se inicid en 1943 y no es casual, por lo tanto, que el lenguaje del antifaseismo haya sido el marco con que los intelectuales leye- '< ron al peronismo en sus horas ineugurales. Son muchos los testi monios que dan cuenta de que el antifascismno ~para eso entonces” tma identidad muy convocante- se transformé muy répidamente ten antiperonismo sobre todo luego dal 17 de octubre, cuando Pera fe convirti6 para los antifascistas en la encarnacién del fascismo eriello" Bn una entrevista posterior, Maria Rosa Oliver resumié con elocuencia ol reportorio de imagenes al que apelaron los escri- tores a la hora de interpretar la emergencia del poronismo. Sein alla, la logiea era simple: "Perén habia estado de agrogado militar en Tialia, l grupo de los coroneles, el cou {Grupo Oficiales Unidos, ei cual Peron era miombro], era germanéfilo, conocfamos la men- talidad castrense, entonces dijimos, bueno, ahora lo vamos a tener aqui” José Luis Romero, convocando a la cudadanta a movilizar- 0 en contra del nuevo movimiento politico, airmé, perafraseando fl Manifiesto comunista, que el peronismo era “el fantesma fatidico ‘que se levantaba de las tumbas apenas corradas de Mussolini y R £81. Un episodio que revela con nitides la fuerza de la militancia antifaseisia fue la torganizacién de la multitudinaria Marcha de la Constitusign y la Libertad el 19 de Septiembre de 1045, Se estima que el mimero do manifestantes legé a doscientos lt Sule los cuuledanlenton de 1048, vease P. Luna, 31 45, Buance Aires, Pps: pamriea, 1984, Sobre ol antfasciemo dovenido antiperoniemo, wiase A. Biss, Bt fantifascism,p. 48. 49, Maria Rosa Oliver, entrevistereelizada por Leandro Gutiérea, 6y 18 de mayo de 1971, Archivo de Historia Oral del Instituto Di Tella, Flavia Florucei Hitler®.”* Bl hecho de que el antiperonismo decantara de una po sicién previa hizo que la mayoria de los escritores se posicionaran muy répidamente a favor de la Unién Democrética. En un mani~ flesto publieado por La Prensa ol 1 de febrero de 1946, declararon abjertamente su apoyo a esa coaliciOn alegando que, aunque loa- ble, el proyecto de Perén de integrar a las clases trabajadoras se- gufa el “camino que siguieron el nazismo en Alemania y el fascismo on Italia” y por esto era “nefasto?.# ‘Lo dicho hasta ahora muestra que a la hora de relacionarse con la intelectualidad Perén debfa lidiar con una imagen apoceliptica so- bre sus propésitos y con un campo que atin, si bien radicalizado y po- litizado, funcionaba con relativa autonomfa del poder politico. Debia ademds encauzar esa relacién en el marco de un Estado que contaba con mecanismos institucionalizados para operar con la intelectuali- dad. El desafio tampoco era menor para los eseritores. La mayorfa de ellos crefa que el régimen en el que debfan vivir y realizar sus ‘tareas se emparentaba ideologicamente con el fascismo europeo ¥ compartia mucha de sus intenciones. En el caso de los eseritares que} sf vofan con agrado la omorgencia del peronismo, el reto tampoco! era menudo. Hstos debian definir qué tipo de lugar ocupar dentro! del régimen y posicionarse al mismo tiempo en un eampo intelectual! donde constituian una evidente minor‘a cuyas preferencias eran de-! nostadas. Teniendo en cuenta esta descripcién, debomos pensar el punto de partida de la historia que aqut sigue. Bl objetivo de ests: libro es reconstruir los debates principales y las practicas mas recu- rrentes que caracterizaron el mundo de los escritores en el periodo. Para esto cada capitulo se adentra en una zona distinta do la vida intelectual y cultural. El trabajo se detiene en actores y dispositivos diversos que, aunque no agotan el tema, permiten descifrar algunos de los rasgos més sintométicos de lo que fue la vida intelectual del perfodo, El capitulo 1 se centra en el estudio de la potitica cultural y se propone recuperar la voz del Estado, en especial la de la burocracia encargada de definir Ia politica cultural oficial, porque se supone que alli se dirimieron cuestiones cruciales para la vida intelectual, determinantes en la relacién entre el Estado y los intelectuales. 88, JL, Romero, citado por S. Sigal, “nteloctules y peronisms”, en J.C. Tore (8), Tos aos peronistas (1948-1966), Busnos Aires, Sudamericans, 2002, p. 502 24, ‘Declaracion de escrtores en apoyo a la Union Demoerstics",reproducda en C. Altamirano, Bajo el signo ce las masas (1943-1973), Buenos Aires, Planeta, 2001, p 183. Introduccion 25 El capitulo 2 se pregunta por las précticas de los intelectuales, en especial por sus intervenciones en la esfera publica durante ‘e808 atios, de modo de entender eémo el peronismo modificé las conductas de los intelectuales y la dinémica del propio campo. En esta parte la mirada se posa sobre una institucién particular: Ia saps. Por qué pensar las conductas de los intelectuales a partir do esta asociacién’? Porque éeta constituyé un dmbito donde los intelectuales pensaron, se organizaron y discutieron cémo rele- cionarse con el gobierno y con sus pares peronistas, y porque esta institucién se configuré como una vor eolectiva representativa de los intelectuales. Bl capitulo 8 tiene como objetivo reconstruir 1a suerte do los intelectuales que adbirieron al peronismo; observar tanto la forma en que el Estado actué con ese grupo como al modo ‘on que éstos coneibieron su lugar dentro del nuevo régimen poli- tico. Para iluminar esta cuestién se analizan dos casos puntuale: el de la apes, Ja asociacién de escritores peronistas, y el de una sevista animada en el perfodo por intelectuales peronistas, Hechos @ Ideas. Nos interesa la aDza, porque ésta fue la tinica instancia ‘que buseé reunir a todos los intelectuales peronistas." La aistoria do la apza nos devuslve Ja imagen de un fracaso. Como varemos, este tiltimo refieja gran parte de la dinémica del campo en esos afios. gPor qué analizar Hechos e Ideas? La respuesta tiene que ver con una préctica que se sabe es muy productiva para reconstruir Ja historia cultural ¢ intelectual. Estudiar una revista constituye una estrategia recurrente en le historia intelectual por el papel ‘que éstas tienen en la configuracién del campo intelectual. Las ‘Yeviétas delimitan posiciones, agrupan y dividen, ponen en circu- lacién polémicas, consagran determinados productos y figuras, se constituyen en usinas de proyectos colectivos y otorgan identidad. Ademés, porque aparecen periddicamente, ofrecen una ventaja importante al investigador: posibilitan la observacién del proceso cultural diacrénicamente.*° Esta Gltima cuestién es muy significa: 85, Las asocaciones de eceritores pretendn representar ala intelectuelided como un factor eolectivo y, si son exitosas, juegan un papel crucial en definir le raledién entre ‘l carapo politien ye cultural. Sebreel tems, ease A. Vials, "Bifets de Champ, Bets de Prisma”, Litiradure, N70, 1983, p. 65. 36. Sobre la importaneia de Ia revistas en Ia cultura argentina, véanse F. Masiello, argentine Literary Journalist: The Production of Critical Discourse’, Latin Amex isan Resenrch Review, 20 (1985), H.R. Lafteur, SD. Provenzano y FP. Alonso, Las ravietaslterarias argentinas (1899-1860), Buonos Aires, Ediciones Culturales Argen- tines, 1962, y Publcacionasperidicasargentinas 1781-1968, Buencs Aires, Ministe- 28 Flavia Floruedi tiva on el caso de Hechos ¢ Ideas porque la periodicidad nos deja ver un cambio de actitud en el gobierno. El capitulo 4 también vuelve sobre las revistas, pero esta vez para observar las Jectuyas que los intelectuales antiperonistas hi- cjeron del fenémeno peronista en el mismo momento en que Porén estaba en el poder. La apuesta aqui es despegarse de las construc ciones posteriores y ver cudl fue el contenido del debate intelectual en esos afios; es decir, interrogarse cémo los intelectuales leyeron ol peronismo al mismo tiempo que ésto era gobierno. El iltimo ca- pitulo intent entrelazar las distintas intervenciones de los actores, eatudiados (principalmente los antiporonistas) con la coyuntura polftica para advertir cfmo la cafda del régimen afecté tanto las in- terpretaciones del fendmeno peronista como la dinémica del eampo intelectual, . Es proviso aclarar quo ol estudio deja de lado un ambito muy importante de actuacién de los intelectuales: la universidad. Dos, son las razones quo nos llevan a obviar el estudio de esta institu- cién, Por un lado, este tema ya ha sido abordado por varios trabajos especificas y, por otro, la eleccién radica en que en ese momento la universidad fue més un objeto de disputa que une instancia del mundo intelectual, al menos en lo que respacta a los antiperoni: tas. Una vez que la intelectualidad antiperonista abandoné la uni- versidad por conflictos con el régimen la vida intelectual funcioné principalmente por fuera de esa institucién.®" Aquélla se desarrollé ‘en un mundo paralelo de revistas, asociaciones y grupos. Este texto se vincula a toda una nueva produccién académica sobre el peronismo que en los tltimos afios ha permitido matizar Ho de Ageealtura y Ganadorfa,1972; D. Quattrecehi-Weiston,“Rstuso Preliminar”, ‘en N, Girbal-Blacha y D. Quotirochi-Woissen, Cuando opinar es aetuar. Revistas targentinas dsl siglo, Buenos Alves, Acodomia Nacional do la Historia, $998; para ‘una discusién bre las revistes como dbjetode la historia intelectual, véasoF. Beigel, “Las revistas culturales como documentos de la histris Istinoamericana’, Utopia 3 Praxis Latinoamericana, aio 8, N20, marzo de 2003, pp. 105-116; .Pluet Despatin, “Une cantrinution a Tbistoire des intellectuels: lea revues" Les Gahiers de Patz, N° 2, marzo de 1989, mimero especial: "Secabilites inellecuels: Hews, milieux, r= seaua’, pp. 125-186. 87, Véanse 8. Sigal, Jntelectuales, pp. 24-71; P. Buchbinder, Historia de fag univer. Sidades argentinas, Buenos Aires, Sudamericana, 2005, pp. 144-168; 0. Graciano, Entre a torre de marfl yal compromisopolitio, Intelectueles de izquierda en la Ar ‘gentina 1918-1995, Bornal, Universidad Nacional de Quilmes, 2008, pp, 287-941; F. Nefburg, Los inteletuales; para estudics particulares sobre las distintas diseiplinas academicas, véese F. Nefburg yM. Plotkin, Jntelectales y expert. Introduccion n imagenes y supuestos muy difundidos sobre esta experiencia hist6- rica.® Esa literatura ha subrayado los quiebres y Tas anomaltas del propio régimen, mostrando la combinacisn de rasgos progresistas y tradicionales que habitaron este proyecto politico, por ejemplo en io que se refiere a las politicas en relacién con la familia y el género. Alsmismo tiempo, los nuevos aportes historiogréficos han subrayado las continuidades del peronismo con tiempos y procesos previos, han mostrado cémo recupers iniciativas y lenguajes que lo antece- dian. Igualmente, han demostrado las importantes diferencias entre Ja primera y la segunda presidencia, La bibliografia también ha re- cuperado las distintas voces y tendencias que convergieron en este movimiento politico. De abt que el peronismo se ha revelado como un fendmeno mucho més complejo y heterogéneo de lo que inicialmen- te 20 creia; habitado por proyectos politicos contrapuestos, influen- cias ideolégicas diversas y donde el liderazgo de Perén no puede ser concebido como absolutto. En lo que se refiere a los estudios sobre Ja cultura durante el periodo peronista, éstos han tendido también a subrayar la heterogeneidad estética e ideoldgica, como se puede ‘observar en las producciones filmicas que analiza Clara Kriger en ‘su reciente libro. El supuesto de que el gobierno ejerefa un control cerrado sobre la produccién cultural ha sido abandonado para dar cuenta de las selecciones coyunturales y arbitrarias que el Estado hhacia en su sistema de auspicios, como muestra Andrea Giunta para el caso de la pintura.® Este libro retoma a lo largo de sus paginas ‘esas hipétesis y argumentos, y se insorta on et marco de esas nuevas miradas sobre el peronismo. 38, Para un sugerente y detallada andlisis de esta bibliografia, véase R. Reln, ‘De los grandes relat aloe estudics de ~poquona escalso:algunad notas acerca de la biterfogratfa del primer poronisme”, Tomar de Historie Argentine y American N"4, 2009, pp. 135-165, 80, C, Kriger, Cine y peronieme, Xt extalo en aocién, Buenos Aire, Siglo Veinsiano, 2008. 40. A. Giunta, Vanguardia, internacionalismo y polities, Buenos Aires. Paid, 2002

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